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El abrigado valle entre ondulantes lomas y un fresco río fue desde siempre uno de los
lugares más agradables para vivir en el sur de Borikén, hoy Puerto Rico. El valle del río
Coamo fue poblado por varias villas pequeñas que aprovechaban el fértil suelo y la pesca
del río y del no muy lejano mar para labrarse una vida decorosa.
Las ventajas de este valle fueron rápidamente apreciadas por el colonizador español, y éste
fue el tercer asentamiento colonial en suelo boricua. Fundadora de más de una docena de
pueblos, la Villa de San Blas de Illescas de Coamo fue por dos siglos y medio el corazón
económico, político, eclesiástico y comercial del sur de Puerto Rico.
Sus habitantes eran agricultores de jengibre y otras especies, y ganaderos. Como muchas
otros poblados fuera de San Juan, Coamo era un grupo de casas más o menos altas como
palomares, de finas maderas del país y techos en teja o yagua de cuatro aguas, que se
agrupaban de forma suelta alrededor del cuadrante de la Parroquia. Una de esas casas
fungía como Casa del Rey y sede del poder gubernamental; la iglesia parroquial, la cual
asumió su forma actual en la década de 1780, era y es sólida estructura de tres naves, en
ladrillo y mampostería de cal y canto, con fina obra de madera en su coro y en el vigamen
del techo plano de azotea de ladrillos (sobre alfajías y vigas de ausubo).
De 1845 data la imponente casa Picó Pomar, construida por un próspero ganadero de origen
español. Esta estructura es una casa-almacén de dos niveles en mampostería, con sus
espacios organizados alrededor de una galería interior que da frente a un patio. Los
interiores son sobrios pero de proporciones elegantes, mas la obra en madera de puertas,
ventanas, galerías y plafones es de singular refinamiento.
Aquí se ven elementos como las balconetas en hierro, la puerta doble con persiana operable
delgada, el uso de piezas torneadas - postes y balaústres - en la galería. Es en fin la
construcción usual en casas urbanas del siglo xix, pero aplicada con sumo cuidado y calidad.
Esta casa, también asociada con otro próspero agricultor y persona influyente en la
comunidad - Don Florencio Santiago - es hoy el Museo de Coamo, muestrario de lo que ha
sido la vida y cultura coameñas.
También en estos años se empiezan a ver las tradicionales casas criollas con generoso
balcón hacia la calle, sala central con dormitorios a ambos lados, techo de hierro corrugado
a dos aguas con cumbrera paralela a la calle y múltiples y simétricas puertas de doble hoja
apersianada abriendo hacia el frente. Hacia su parte posterior, estas casas exhiben una
extensión perpendicular hacia atrás denominada martillo que albergaba los espacios de
servicio y utilitarios. Así, se configura una galería posterior con los mismos elementos
constructivos (postes, pasamanos, balaústres) de un balcón, volteando la forma de L
resultante. Estas galerías siempre abren hacia el este, persiguiendo la captura de la brisa y
del sol mañanero para las faenas cotidianas del vivir.
De ésta se dan variantes: algunas por limitaciones de espacio prescinden de balcón, otras se
levantan sobre un primer nivel de tienda/almacén y se logra acceso a través de una escalera
lateral expuesta, alguna que otra vez interior.
Muchas de estas casas se asientan sobre bases altas de ladrillo y mampostería con zocos de
madera atrás. Interesantes ejemplos se ven en los frentes de la plaza por las calle Ruiz
Belvis y Obispo Salamanca, partes de la calle Quintón entre la curva del puente y la calle
Dr. Veve y una de las más grandes e impresionantes - señera sobre una base bien alta -
queda en la esquina de Mario Braschi con Santiago Iglesias. Hay variantes sin balcón frontal
tales como la casa del compositor Quintón y otra en la calle Betances frente al arranque con
la del Acueducto.
Las casas criollas se construyeron hasta alrededor de 1925, y fueron simultáneas con el
desarrollo comercial del pueblo. Ese proceso se manifestó en la erección de edificios tipo
tienda y almacén con múltiples puertas a la calle, tanto en techo de dos aguas como con el
de una sola pendiente hacia atrás, en hierro corrugado.
Su elegante escalera de acceso y balcón con fachada pedimentada, techo de cuatro aguas
con clerestorio y detalles constructivos de calidad la hacen inconfundible al visitante. Esta
casa fue proyectada por el ingeniero Raimundo Camprubí, a cargo de las obras de la
Carretera y ascendiente de quien fuera esposa del poeta español Juan Ramón Jiménez.
Las casas, ahora de planta rectangular y pasillo central, a menudo con comedor posterior;
con techo de cuatro aguas, mantienen rasgos tales como balcón frontal y las interesantes
puertas apersianadas dobles. El ornamento es más profuso pero se expresa como motivos y
cristales geométricos que matizan la luz que entra al interior. Los balcones tienden a hacerse
de hormigón, adaptando los patrones decorativos del pasado al nuevo material, con
resultados muy sui generis. Muchas tienen patio frontal, definiendo el frente de calle con
verjas y exuberante vegetación, siguiendo la costumbre importada.Este tipo de casa
adquirió auge y presencia tras la destrucción severa que causó en el pueblo el terrible
huracán de 1928. El nombre popular de ese meteoro - San Felipe - fue dado a un barrio
periférico de la urbe.
También de esta época son dos estructuras singulares: la Alcaldía, hecha sobre los restos de
la antigua Casa del Rey y aprovechando parte de sus paredes, es del estilo que incorpora
gestos de la arquitectura mozárabe, andaluza y castellanoleonesa mediante las tejas, paños
decorados y frisos y pináculos policromados, a la usanza de una torre que existe en
Salamanca. Su fecha es 1927 y su material el hormigón armado macizo.
Pegada a su izquierda yace la Casa Cott-Larrauri, singular obra de 1926 del arquitecto de
origen checo Antonin Nechodoma. Nechodoma adaptó la tradición norteamericana del
bungalow y la casa suburbano-campestre norteamericana al trópico con facilidad y maestría.
Originalmente influido por los remedos clasicistas del victoriano tardío, abrazó la nueva
tendencia orgánica y de acercamiento a la naturaleza de la denominada "Escuela de la
Pradera", cuyo portavoz fue el extraordinario Frank Lloyd Wright, con quien Nechodoma
trabajara personalmente.
Se ha hablado de la supuesta copia por Nechodoma de obras del maestro Wright, pero lo
cierto es que la casa de Coamo representa ya una postura muy propia de su autor hacia la
arquitectura urbana y el uso y potencialidades del hormigón armado, transformando a su vez
el vocabulario exótico. Un amplio techo plano cobija un balcón sostenido por gruesas
columnas hexagonales. Adentro, amplios salones se despliegan hacia las áreas más privadas
de dormir y estar, con una relativa fluidez y transparencia de espacio. El cristal y el
cosmatesco o mosaico de cristal adherido a la pared forman patrones visualmente
agradables.
Hoy día, gracias al esfuerzo denodado de siete años de lucha desde 1988 (cuando se hicieron
los primeros inventarios) hasta 1995 (cuando se oficializó la designación, el 22 de agosto)
los muchos mundos de la añeja villa de Coamo están protegidos bajo la zonificación
histórica establecida por la Junta de Planificación y el Instituto de Cultura Puertorriqueña
(ICP).
La zona histórica de Coamo reconoce los muchos mundos en que se ha desenvuelto la larga,
interesante y a veces azarosa vida de la Villa de San Blas. Esos mundos crean la riqueza y
orgullo de los coameños como precursores en la historia del Sur puertorriqueño. El crisol es
el entorno urbano que testimonia de manera más directa, más efectiva que otras
manifestaciones culturales, lo bueno del pasado, y deja entrever sus impurezas y
contradicciones también. El escenario de las viejas calles, las muy particulares aceras de
piedra (muchas insensatamente destruídas en años recientes), los balcones, los techos, las
ventanas, la espadaña de la Iglesia, la bóveda de la Ermita; en fin, todo ese pintoresco y aun
fresco paisaje del pueblo coameño invita a disfrutarlo, a sentirlo, a hurgar raíces de
puertorriqueñidad.
jo