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Sed de sangre

Ninfa encendió el radio y seleccionó la frecuencia modulada, le dio vueltas al dial y


justo al lado del vacío hertziano abrió una puerta... En ese momento el locutor de
la emisora terminaba de anunciar con voz juvenil la pauta comercial de un
restaurante de pollo frito. Sostenía que era la carne más crujiente y deliciosa que
había probado en su vida y mencionó el teléfono que los radioescuchas debían
marcar para pedir su domicilio sin costo, las 24 horas del día, incluidos los
domingos y festivos. Ninfa salivó como un perro siberiano bajo el ardiente sol del
Caribe.

-Y esta es una canción del rock nacional, de la lejana década de los noventa,
porque hay que apoyar la industria local y a la vez recordar, para quienes como yo
vivieron esos años convulsivos y memorables. Estos son los Aterciopelados, con
“La gomela”.

“Aaaaalerta cundinamarqueses. Atención Bogotá informa. Los servicios secretos


de la Policía Metropolitana de Santa Fe de Bogotá investigan el crimen de una
mujer, que hasta el momento no ha sido identificada y que... (Baja voz en off y
sube mixer).
Una noche oscura, 20 primaveras, estudios secundarios, bien acicalada ¿Quién
mató?, ¿Quién mató?, ¿Quién mató?, a la gomela. ¿Quién mató?, ¿Quién mató?,
¿Quién mató?, a la gomela. Su cuerpo desnudo en las afueras, 13 puñaladas...”

Ninfa lo apagó, con un movimiento rápido de su mano, horrorizada por la letra


musical. No estaba de ánimo para esa forma de protesta social. Ella quería una
melodía rosa, una balada apasionada, una voz que le cantara al amor... No una
canción que narrara el asesinato de una niña, de 20 años de edad, una tierna
criatura que no tuvo la culpa de crecer en una sociedad intolerante. ¡Que suerte
tan negra!, menos mal que esos casos no eran comunes en su círculo social y a
ella jamás le ocurriría algo así...

Limpió el botón del dial, que había ensuciado de grasa y continuó desgarrando su
chuleta de cerdo con salsa de tomate... Para no atragantarse hizo una pausa y
agarró el teléfono inalámbrico con el dedo anular y el pulgar de su mano derecha.
Usó el meñique izquierdo al oprimir las teclas, para no embadurnar el aparato y
pidió a domicilio una caja de pollo a la broasted con miel de abejas, salsa de ajo y
ketchup... Estaba deprimida, la ansiedad estaba de vuelta y con ella su voraz
apetito de langosta. Ante eso ya no había nada que hacer... Así que destapó una
caja de galletas rellenas con crema de fresa y sacó del refrigerador un recipiente
de cinco litros, repleto del delicioso helado importado, que Alberto le traía todos los
sábados y se dispuso a deglutir su banquete chatarra como una iguana que
aprisiona en sus mandíbulas los tiernos brotes de un árbol de caucho.
Lo hacía sin pensar en los kilos de más, con la satisfacción de quitarse de la
cabeza, aunque fuera por unos fugaces minutos, el complejo de aceptación que la
mortificaba desde niña. Era consciente de que con la comida pretendía desahogar
su rascacielos de tristeza, pero no le importaba. Así se libraba de la estafa de las
cremas antiarrugas, de los fallidos rituales de atracción, que le recomendaban los
libros esotéricos y de las sugestivas predicciones de los horóscopos. De su
destino torcido, del tedio matrimonial y de la fantasía erótica de copular con dos
hombres musculosos, quienes le regalarían orgasmos múltiples con sus lenguas.
Quería deshacerse del peso de soportar hasta la muerte a su esposo
complaciente y sin iniciativa... Y por eso buscaba consuelo rellenando los test de
sus revistas preferidas, que le aconsejaban comer chocolate para contrarrestar el
síndrome depresivo, que en su caso ya no daba resultados. Ingirió por lo menos
cinco o siete barras con maní, caramelo y arroz crocante... Pero con eso sólo
hinchó su paquidérmico abdomen, sus brazos de gelatina y sus piernas varicosas.
El espejo le susurraba que parecía un cerdo de engorde y no paraba de insultarla
hasta que las lágrimas volvían a recorrer el cauce seco de sus mejillas... Ese día
se quedó mirando el redondel de vidrio esmaltado, como si al otro lado hubiera
una criatura argentina riéndose, al borde del umbral de su infierno, con la macabra
carcajada de Thriller, la canción de Jackson el abominable hombre, que tiñó de
blanco su piel marrón.
Su llanto bajaba sin que se hubiera acabado aún el round del presente, sin que los
jueces dieran su veredicto humillante y sin que el badajo de la campana decisoria
iniciara la danza trágica de los anhelos... Las galletas y el helado fueron
insuficientes para borrar su salada amargura... Así que arrojó el tazón, a medio
acabar, en el lavaplatos y lloró en su día de descanso, sola como un cetáceo
hembra varado en las aguas tibias de una playa desierta.

-Traigo los datos del gatillero que asesinó a tu amante.

-¿Quién es?

-Es un sicario criollo conocido en el bajo mundo como Alias El Mago, porque
siempre desaparece de la escena criminal sin dejar rastros. Nunca lo han
capturado, pero se sabe quién le consigue los “contratos”. A ese si lo tenemos
precisado.

-¿Cómo conseguiste la información?

-Se dice el milagro, pero no el santo.

-Necesito saber.

-USTED NO TIENE QUE SABER NADA, AMIGO PERIODISTA... Entre menos


sepa, mejor.

-Yo tengo contactos en el lado más oscuro e influyente de la sociedad. Gente


respetable a quien le he hecho favores...

-¿Y cómo hace un teniente del Ejército para tener acceso a esos “contactos”?
-En la universidad le enseñaron a preguntar pendejadas ¿verdad?

-Sí, más o menos.

-Usted trabaja escribiendo crónicas y noticias, no escarbando en la mierda de


otros. Le aconsejo que no intente cruzar la línea, porque le puede ir mal. Usted
sabe que en este país, quien no tiene plata, no vale nada. Además, si piensa
convertirse en escritor no se meta en problemas, que para eso estoy yo, su
amigo... ¿Quiere amanecer con la boca llena de moscas?, acuérdese que
estamos en Colombia, no en Europa. Recuérdelo...

-Ok. Ya te entendí.

-Déjame explicártelo de esta forma. Mi entrenamiento me ha servido para llevar a


cabo “trabajos extras”, lo hago por convicción y no por la paga. Se trata de
eliminar a los indeseables de las calles. Quiero ver este mundo limpio de ratas, de
la escoria, de los drogadictos y los miserables que no tienen arreglo.

-PERO, SON SERES HUMANOS.

-Los mismos que pueden convertir tu vida decente en un infierno.

-Pero usted es un militar activo y dice servirle a la patria.

-Y LO HAGO, PERO NO ES SUFICIENTE.

-¿Quién lo vinculó a esto?

-Bueno, periodista me va a denunciar o quiere justicia para la niña muerta.


Acuérdese que a usted también lo iban a joder. ¿O ya se le olvidó?, lo suyo fue
cuestión de suerte, del destino o qué sé yo. Afortunadamente, se salvó de una
muerte segura. Ahora bien ¿Quiere seguir con esto?

-No sé.

-Bueno, no se preocupe que esto no es por dinero. Tranquilo, no ha pasado nada


y tan amigos como antes. Me debe una cerveza, nos vemos y Dios quiera que
mañana no se arrepienta...

-Espera... Está bien continuemos... En el refrigerador hay una cerveza helada...-


dijo el periodista y prendió un cigarrillo light.

Roca abrió el sobre que trajo y le mostró una fotografía de la víctima.

-Mire como se la dejaron. Muerte instantánea.


Al parecer Alias El Mago es un profesional, porque no dejó huellas dactilares. Sólo
las marcas de sus zapatos en la alfombra. Con eso sólo se podrá calcular su peso,
su estatura y otras pequeñeces... Según el fiscal, el cadáver de Amparo tenía tres
plomos incrustados en la cabeza. El dictamen del forense dice que falleció por
trauma cráneo encefálico producido por arma de fuego, calibre 45 con silenciador.
El primero tuvo un orificio de entrada en la parte del lóbulo frontal, que se alojó en
la masa cerebral. El segundo entró por el ojo izquierdo y salió por detrás del
cráneo y el tercero ingresó por la boca...
Roca vio a su amigo con la mirada perdida y los ojos a punto de colapsar,
conteniendo la ira y el dolor... Se mantuvo impasible, sin lamentar el efecto del
reporte científico, porque ahora lo importante era cauterizar la herida... El médico
legista determinó que en el maxilar inferior faltaban cuatro piezas dentales, sin
lugar a dudas destruidas por el tercer disparo. De ahí provino la mayoría de la
sangre que se encontró cerca al cadáver.

-A cuántos habrá matado ese mal nacido.

-Presumo que le ha cegado la vida a muchos, pero no me atrevería a darte una


cifra. Lo cierto es que es muy efectivo y siempre cobra en dólares.

-¿Cómo sabes eso?- preguntó el periodista.

-En el bajo mundo se conoce hasta cuantos polvos echa su mamacita, con
detalles incluidos, porque se convive a diario con malvivientes sin moral. Se debe
estar mosca, alerta, con el dedo en el gatillo, para evitar las sorpresas...

La Policía secreta esta tras la pista, pero sólo tienen indicios... Es difícil atrapar a
un tipo como ese, pero no imposible. Según mis informantes El Mago se dedica
exclusivamente a crímenes pasionales, que son los más rentables. La industria de
la infidelidad, ya sabes.

-¿Cómo lo atraparás? Si ni siquiera la Policía…

-Ellos están atados por el cumplimiento de la ley, los derechos humanos y todas
esas patrañas… Yo te traeré su cabeza, ya lo verás.

-No exageres, no quiero trofeos para coleccionar... Sólo quiero que lo elimines
para vivir tranquilo como antes.

-Es imposible recuperar lo perdido... ¿El periódico te dio protección?

-No, eso no les incumbe.

¿Fuiste al trabajo?

-Tuve que hacerlo, dependo de mi salario.


-No te preocupes... Hoy mismo te busco dos guardaespaldas con experiencia.

-¿Hoy en que te transportaste?

-En el carro del gordo Alberto, un vecino. Se ofreció a llevarme por auxiliar a su
esposa. Roca no habló, pero con un gesto de la mano quiso dar a entender que le
interesaba la historia.

-Es que lo ayudé a trasladar a su mujer a un hospital. Ella pesa mucho... Lo vi


desesperado arrastrándola por los brazos. Entonces, entre los dos la subimos al
automóvil suyo. Creo que se maltrató al acomodarla en los asientos de atrás, pero
es que casi no la podíamos subir entre los dos. No sé cuántas toneladas pesaba
esa pobre mujer... Me causó un profundo pesar...

-Habla con el jefe y pídele unos días. Luego, vas a la Policía para que te protejan y
vigilen el edificio.

-Creo que no lo harán. Eso sólo sucede con los políticos ladrones...

-Es cierto, pero no hables mal de la fuerza pública, yo también pertenezco a ella.

Ninfa sostenía el frasco de veneno en sus manos, el vendedor le aseguró que


exterminaría las ratas así tuvieran el tamaño de un conejo. Sólo había que
engañar al roedor con un pedazo de pan impregnado con la sustancia, colocarlo
en un rincón de la cocina y al día siguiente vería los pequeños cadáveres con las
patas arriba, tiesos como una piedra, esperando para irse con el resto de la
basura. Ella revisó la etiqueta y leyó que el componente activo era el methomyl, un
químico altamente tóxico. Para los despistados el fabricante había impreso el
icono de una calavera con dos huesos cruzados, cuyo significado universal era
obvio.

Le di las monedas y lo guardé en mi cartera roja... Hoy seré libre, por fin tiraré el
lastre de mi globo aerostático... Hoy escogí morirme... No le haré caso a quienes
creen que Dios es dueño de la vida. Si todo fuera tan fácil como el cura dice en
sus sermones... Pobre idiota, representando a una religión plagada de viciosos,
pederastas, reprimidos y rateros... Están escondidos tras las sotanas y perdieron
la autoridad moral para enseñarnos qué hacer con nuestras vidas. Un modelo
racional alejado de Dios es lo que practico. Uno que ordena asumir al ser humano
como un animal débil, cruel y sin salvación; que siempre se ha conformado con
sobrevivir, por eso desarrolló su inteligencia el lenguaje y la amistad…
Pero yo no tengo amigos y nadie va a venir de los cielos a devastarlo todo para
salvar a los justos. ¿Cuáles?, si cada uno vive su pequeña desgracia. La mía: ser
una gorda hambrienta, traumatizada, discriminada y aburrida. No quiero vivir con
mi esposo, porque él nunca me dará los hijos con que toda mujer sueña.
Niños despiadados que usen el dinero de sus meriendas para humillar a los más
pobres, que insulten y arrojen avioncitos de papel en la espalda de sus maestros.
Criaturas tiernas que rieguen comida en la alfombra, jueguen con los botones del
ascensor y timbren por diversión en los apartamentos vecinos. Bestias que se
corten los dedos, derramen leche sobre el televisor, ahorquen pollitos, coman
tierra, sufran de pesadillas y no sepan atarse los cordones de los zapatos ni
limpiarse el culo...
Jamás tendré que alimentar a ninguno de esos engendros con mis senos ni lo
arrullaré ni le enfriaré con mi aliento la sopa de verduras... ¡Y eso me duele!, por
eso no quiero sufrir más ni que me tengan lástima. No quiero escuchar que bajen
la voz y disimulen hablando del clima y las noticias violentas, que suceden a
diario. No quiero recibir su misericordia de buen samaritano ni su compasión
hipócrita.
Hoy es el día, pero no moriré como aquella muchacha de blusa negra y jeans
desteñidos, que se lanzó de cabeza desde la baranda de un puente peatonal hace
un par días ¿Alguien se acuerda ahora?, sus sesos quedaron esparcidos como un
puré de papas grises con jugo de tomate de árbol y nadie la socorrió.
Un soldado bachiller la miró desde abajo, pero no tuvo tiempo. En ese preciso
instante un ciego, con un cartel de cartón colgado al cuello, se le atravesó
pidiendo limosna... Y luego sólo pudo desviar el tráfico, para que los automóviles
no la desmembraran con sus ruedas. Pobre soldado de la patria, con su estorboso
fusil inútil. A punto de llorar... Arrojó el casco contra el andén para desahogar la
rabia y le montó guardia al cadáver hasta que llegó el solitario reportero rojo.
En la universidad me tradujeron el mamotreto casi ininteligible de la revolución
kantiana, que guarda una verdad sencilla y espeluznante: percibimos el mundo a
través de la información que nos proporcionan los sentidos. Pero ¿es posible que
nuestra realidad se reduzca a una simple abstracción sensorial?, no me interesa la
respuesta, a mí ya nada me importa, yo moriré dentro de poco para cambiar mi
destino. El mismo que los brujos revelan en el pocillo del café, en los caracoles
isleños o en las cenizas del tabaco... Lo haré para triunfar sobre esta urdimbre
trágica, que convierte mi cotidianidad y la de los demás en un trasto viejo y
renegrido, lleno de muertes anónimas, de intentos fallidos de cambio, de bienestar
restringido, y de una carga histórica que no queremos llevar a cuestas...
La ciudad se ve distinta el último día, las personas parecen caricaturas
apresuradas y el sonido de los motores se escucha con más brío. Esquivo un
hueco de la calle... En el semáforo hay niños danzando y brincando, un
tragafuegos con una botella de gasolina en la mano, mujeres ancianas que comen
de las flores y este frío de ultratumba que me empuja. Sí, moriré hoy, sin avisarle a
Beto...

Ninfa sacó de la olla 10 mazorcas cocidas, les untó mantequilla y les puso sal con
pimienta... Las rumió con parsimonia y las tragó con un refrescante litro de cola.
Luego se subió en la báscula para saber su último peso y se desilusionó. Había
tres kilos de más, alzó los hombros y se lamió los labios grasosos para aprovechar
su último sabor. Disolvió el veneno en un jugo de naranja y se sentó en el sofá a
esperar los efectos del raticida, que la hizo salivar como un niño retrasado.
Cuando cayó en el piso sintió sus nalgas mojadas en el charco de sus orines
tibios, sudaba como si hubiera jugado un partido de basketball, las axilas se le
humedecieron, la vista se le nubló y sus ojos se marchitaron como una flor
deshidratada.
En ese breve instante experimentó un lancetazo en el tórax como si alguien le
clavara un hacha en la mitad de sus hermosos senos, esas ubres que le
encantaban a su esposo, porque sus pezones eran hipersensibles al tacto... A
Ninfa se le olvidó quitarse de la cabeza los tubos de plástico rojo, se los puso para
gastar su última vanidad, quería verse bonita antes de irse de este mundo...

Alberto pensó timbrar, pero recordó que traía las llaves en sus bolsillos. Al girar la
cerradura encontró a su amada tirada como una bola de algodón, con la piel
lívida... La canción Milagro de abril, de Alberto Plazas salía por los parlantes del
radio antiguo, que le compró con la plata de la quincena pasada. Un RCA Víctor
de 1948, la marca del perrito y el gramófono, con sus cuatro botones de madera y
su parrilla de tela. Un electrodoméstico vetusto con rasgos de mueble, que
captaba las emisoras modernas. Allí estaba sintonizando sus tonadas rosas...

Por un momento quedé absorto... La vi con su camisón holgado tirada en el suelo


como una rara mesa de billar puesta de lado, parecía una guanábana caída, un
semoviente fatigado por el sol, bajo la sombra de un palo de mango. Un lindo cebú
con sus ojazos de niña inocente, señaladores y tiernos... ¿Qué había pasado?...
Dios ¡Dímelo!... De repente comencé a oír la letra infernal de los círculos de
Dante...“Porque se fue, porque murió, porque el señor me la quitó, se ha ido al
cielo y para poder ir yo...”
Dios irónico, te debes estar riendo a tus anchas, mientras yo arrastro a mi manatí
consentida, para que los doctores me la salven... Su bata húmeda dejaba ver su
calzón extra grande, casi transparente y su moño negro. Por eso busqué una
sábana y la cubrí con todo el amor que hallé en mi corazón desconcertado, para
que las miradas de los enfermos del hospital no penetraran su pudor y la rodé
hasta la pared... Luego recogí un recipiente sospechoso cerca al charquito de
orín... ¿Un raticida?, un maldito... ¡Mierda!, no hay tiempo... Vecino deje de fumar
y ayúdeme...

-Se envenenó con un químico para exterminar ratas. Se le denomina carbamato y


es un inhibidor de la colinesterasa en el torrente sanguíneo, produce síntomas
como...Alberto fingió escuchar la explicación del médico.

-¿Por qué lo hizo?, era la pregunta del millón de dólares y quien la contestara se
ganaría su gratitud para toda la vida... Se restregaba las manos, mientras su
cerebro pensaba y le daba vueltas para hallar la razón que le era esquiva. Alcanzó
a traerla de urgencia con el apoyo de su vecino solidario, sin él no hubiera podido
subirla al automóvil. Era un gordo NO FEAR como rezaba la calcomanía pegada al
cristal trasero de su carro. Pero ahí estaba, cruzado de brazos, incapaz de
contener su nerviosismo. Alberto no pudo más, lloró durante un rato largo sobre el
hombro del periodista y después se quedó callado, imbuido en el obligado silencio
del hospital...

-¿En qué piensa?, le preguntó el periodista con la intención de sacarlo de la


postración.
-En qué si viviéramos en Estados Unidos esto no hubiera pasado, Ninfa sería feliz
allá, ganaríamos en dólares y cambiaríamos de carro cada año... Allá no hay vías
peligrosas y los parques nacionales se pueden visitar. A los gordos como nosotros
no nos discriminan como fenómenos de circo... Hay trabajo y se renuncia cuando
uno quiere, porque conseguir un empleo no es tan difícil como aquí. New York es
distinto a esta porquería de país.

-Pero no esa no es su patria, dijo el periodista y sacó del bolsillo el paquete de


cigarrillos, con la intención de prender uno, pero los guardó de nuevo al ver el
letrero de: prohibido fumar...

-Allá puedo comprarme la ropa holgada de marca y comer hasta que los
paramédicos vengan a sacarme del apartamento...

El hospital olía a desinfectante, dos enfermeros transportaban a un joven en una


camilla, tenía la cabeza ensangrentada y lo llevaban con un desdén funerario,
como si el hedor no los molestara o no tuviera dinero... El gordo se quedó viéndolo
y escuchando el chirriante sonido de las ruedas, que le destemplaba los dientes.
Se peinó la cabeza con las dos manos y miró al periodista, quien continuaba
hablándole...

-Te darían los peores trabajos y serías un inmigrante más. A todos los
colombianos nos tienen estigmatizados como narcotraficantes ¿Lo sabías?...
Alberto lo interrumpió...

-Sin Estados Unidos no hubiéramos ido a la luna y nuestra niñez no hubiera sido
igual.

-¿Por qué?

-Ellos inventaron los video juegos, la televisión y crearon en Hollywood el cine de


vaqueros, de policías y ladrones... Sin ellos el automóvil no sería popular y el rock
nunca...

-¿Cuándo lo ha sido?... Y como esta discusión es infinita te diré una cosa.

-¿Cuál?

-Tú eres un colombiano y deberías vivir orgulloso del sombrero vueltiao, de las
ruanas, de tu música llanera y de tu selva gigantesca. Espero que tu mujer se
salve... Por lo menos te quité la preocupación, dijo el periodista.

El gordo esbozó una sonrisa y escuchó que una enfermera de piel oscura
pronunciaba con sensualidad su nombre y apellido. Se levantó de la silla y el cojín
suspiró...
En la cárcel los gritos de angustia de los inocentes fueron interrumpidos... Hoy era
día de visita y las mujeres resignadas hacían largas filas para hacer el amor con
sus presos, llevarles pollo sudado con papas, una manta, un colchón usado,
historias dolorosas, lágrimas y noticias de cómo va el proceso de conseguir la
plata para el abogado defensor.
Los carceleros se preparaban para negociar las papeletas de droga, los paquetes
de cigarrillo, las llamadas por teléfono celular, uno que otro favor y a cumplir con
su oficio a cabalidad...

-Sukosky tiene visita.

-¿Es mi esposa?

-No.

-¿Quién puede ser?, ¿será el abogado?

-A mí que me importa... Me vio cara de portero... Cabrón. El carcelero desapareció


y de repente la celda quedó en silencio como si el director lo hubiera ordenado.

-Usted quien es... Yo no lo conozco.

-Cálmese Sukosky, dijo el visitante. Era un hombre bajo, fornido, de corte militar,
vestía con una chaqueta amarilla y olía demasiado a perfume. Se acercó a él y lo
abrazó con fuerza para susurrarle al oído...

-GUARDIA, VENGA RÁPIDO...

-Miré maricón...Sabemos que usted se gana la vida espiando a los infieles de la


ciudad. Y ESO NO NOS IMPORTA. A usted no le haremos nada.

-Porque habla en plural, dijo Sukosky, mientras aguantaba la respiración para no


oler la bilis de sus palabras.

-Soy inocente... A lo mejor me confundieron... Un sudor helado le bajaba por las


axilas, tenía ganas de orinar, de salir corriendo, de llamar al guardián agresivo que
el Estado había contratado para cuidarlo... De quebrar los barrotes metálicos y
tumbar las paredes.

-Escuche, usted es cómplice de Alias El Mago, porque le consigue los “pacientes”


que hay matar. Así que sálvese y entréguenos lo que queremos, porque de lo
contrario sufrirá un accidente en la cárcel... Piénselo, la pobrecita de su mujer está
desempleada y sus tres hijos quedaran huérfanos... Además, le cuento que hoy
murió su perro doberman. Ese que aparece en el portarretratos de la sala de su
casa. ¿Cómo es que lo bautizó?, ¿Spike?... Aquí no tiene defensores, pero si
caníbales que lo desollarán vivo y se chuparan sus huesos.
-No, con mi familia no se metan... Por favor, no les hagan daño a mis hijos.

-Todos dicen lo mismo. Por si no se ha dado cuenta cayó en un manicomio lleno


de ratas hambrientas. No tiene escapatoria ni dinero para que lo protejan... Esta
noche le arrebatarán la cobija, el colchón, su asquerosa ropa y luego cuatro
personajes lo usarán como mujer... Se lo dejarán como coliflor...

-¿Quién es usted?...

No me haga perder el tiempo, nos colabora y le aseguro que nadie lo tocará en


este pabellón. El visitante sacó un sobre del bolsillo y le tiró en la cara una foto de
Amparo y otra del periodista.

-¿Cómo las consiguió?...

-Domar perros como usted es mi arte. ¿Va a hablar?

-Lo haré, con la condición de que no dañen a mi familia.

-Ahora si nos estamos entendiendo. Miré, lo que queremos es información. Le


prometo que a ellos no les pasará nada. Nos interesa saber dónde vive El Mago,
para hacerle una visita social... Por la noche llame a este número y no abra la
boca, porque su mujer está un poco gorda, pero así me gustan más... Ah, y el
abogado Cifuentes le manda a decir, que él no quiere problemas, que se busque
otro...

-Obedezca y todo saldrá bien... Tranquilo, somos gente de palabra. Yo también


tengo esposa... Piense en su familia... El visitante le soltó el cuello y al salir le dio
al carcelero un billete.

-NO BUSQUE PROBLEMAS SUKOSKY, PÓRTESE BIEN, dijo el guardia y lo


amenazó con su bolillo de madera. Luego se arregló la gorra, se quitó una hilacha
de carne de los dientes y salió a cumplir con su deber.

-Listo, quedó bien asustado el fotógrafo de pacotilla... Y esa música ¿Puro rock
nacional?

-Sí. Ya nadie apoya el rock colombiano.

-Estoy de acuerdo, los jóvenes están sin trabajo y viviendo de las pensiones de
sus viejos. Las niñas saliendo con los que mueven los pesos y nosotros limpiando
la porquería que hay en medio.

-Hay que hacerlo... ¿Una menta?

-No, vi por televisión que causa impotencia...


-Sigue creyendo todo lo que dicen los medios y un buen día vas a levantarte con
el temor de cruzar la calle como mi abuela, que Dios la tenga en su santa gloria.

-Bueno, Roca. Yo me comunicaré más tarde. Déjeme cerca de ese almacén, voy a
comprarle un balón de fútbol al niño, para que se vuelva futbolista y salga de la
pobreza... ¿Sabe qué?

Roca hizo un gesto con la cabeza, mientras roía su dulce mentolado. Acomodó el
espejo retrovisor, con movimientos leves de su muñeca y enderezó los dados de
felpa, para que se vieran mejor, quien se los vendió dijo que eran un amuleto de
buena suerte.

-Estamos en el negocio equivocado... Eso nos pasa por no saber patear un balón,
dijo el visitante antes de irse y cruzó la calle repleta de gente gris. Roca aceleró y
las entrañas del escarabajo rugieron con su mítico motor...

-Abelardo Cardona, el reportero gráfico de las mil batallas...Tómate una cerveza y


cuéntame de nuevo la historia del Renault verde.

-¿Cuál será?

-La que...

-Ah...Ya...Bueno...En esos días me contrataron como uno más de los fotógrafos


del único periódico sensacionalista, que había en la ciudad. Allí lo que les
interesaba era publicar con descaro hechos de sangre y unas viejas desnudas que
mostraban hasta el alma... En esa época a los periodistas nos transportaban en
unos carros de color blanco, parecidos a los que usan los técnicos de la fiscalía,
encargados de retirar los cadáveres de las calles... Creo que por eso los curiosos
nos abrieron paso... Me bajé sin demora, debíamos aprovechar el tiempo sin
vacilar, porque luego sería imposible tomar las fotos de primerísimo primer plano,
como las exigía el jefe de redacción, resaltando los detalles más espeluznantes de
los crímenes, que cubríamos a diario. Las crónicas se redactaban con un título
sugestivo y agresivo en letras rojas... Los redactores eran expertos en titulares
tragicómicos como el famoso de: FUE POR PAN Y LE DIERON PUM. No sé cómo
se las ingenió, quien escribió esa joya. Y eso no es ficción, sino una página del
periodismo colombiano...
En el carro iba otro de los fotógrafos, que se ofreció diligentemente a
acompañarnos, pero cuando llegó a la escena empezó a temblar y dijo que eso le
quedaba muy complicado, porque los vidrios del automóvil quedaron pringados de
abundante sangre oscura, era como si un carnicero la hubiera echado a baldazos.

-¿Dónde fue el hecho?

-Eso fue en la Avenida Primero de Mayo, en el sur de la ciudad. A la altura de un


semáforo en rojo. Los muertos eran guardianes retirados, de la cárcel La Picota,
quienes no sólo compartieron el mismo oficio, sino que eran compadres, según
supimos después. Iban en un Renault 6 verde claro y los rociaron con tiros de
fusil, en una lluvia horizontal de disparos, que me recordó las escenas de los
gánsteres de la mafia italiana en New York.

-¿Más real que una cinta de Quentin Tarantino?

-No sé quién es ese...Pero lo que vi me impresionó, todavía se me pone la carne


de gallina al recordarlo... La infernal balacera dejó al conductor impávido, con la
boca y los ojos abiertos como un pez que aspira el último centímetro cúbico de
oxígeno. Quedó con la cabeza hacía atrás, en el espaldar de la silla y su
humanidad le chorreaba como la sopa de un niño sin babero. Uno de los brazos le
quedó puesto en el timón del vehículo y el otro le colgaba al lado, en la palanca de
cambios que ese modelo traía en el tablero.
El otro murió en una posición grotesca, con las manos cruzadas a la altura del
vientre como si le hubiera rezado a Dios antes de exhalar su último suspiro. El
periodista se bebió el último trago largo de cerveza y destapó otras dos...

-No le dio tiempo de arrepentirse, apuntó el periodista.

-Yo no creo, dijo Abelardo, mientras tomaba otro buche de licor. Simulaba con las
dos manos la máquina de guerra, el traqueteo que repartía balas de izquierda a
derecha. La posición con la barbilla tocándole el pecho, los ojos aterrorizados y los
agujeros en el pecho. El semáforo iba a cambiar a verde y debían arrancar, pero
nos les dio tiempo... La ráfaga destrozó los cojines de los pasajeros e hizo estallar
los vidrios, los espejos retrovisores y una de las manijas de la puerta, en forma de
pulgar. Las ruedas explotaron, los rines aplastaron los neumáticos y los muertos
quedaron como una pila de queso blanco rallado, adobados con un vinagre
carmesí, que empezó a salir por las uniones de las puertas. Una horrenda
compota aguada que impregnaba la escena y olía a pelos quemados. Una materia
gaseosa y áspera que penetraba en la nariz y provocaba el vómito, a los curiosos
de estómago delicado. Era una putrefacción similar a como huele la curación de
una gallina, en un fogón de leña, después de torcerle el cuello y sacarle los
intestinos, el hígado y los riñones...

-¿Ha visto eso?

-Sí, pero ¿Cómo se enteraron del caso?

-Los curiosos llamaban siempre al periódico, porque la Policía se demoraba en


llegar y sabían que a nosotros nos interesaban ese tipo de noticias... Era una
colaboración gratuita de la comunidad, y por eso les llevábamos la delantera a las
autoridades. El frío ácido de la atmósfera me hizo trabajar rápido, la cámara con la
que obtuve las imágenes de primera página era una canon AE 1 program manual,
porque todavía no trabajábamos con las digitales... Con un lente de 50 milímetros,
el básico... Ah, y un telefoto, que guardaba en el maletín, por si acaso...
Ese día me gasté el rollo completo de 36 exposiciones, saqué fotos en diferentes
ángulos con película de transparencia y blanco y negro... de cerca y de lejos, en el
panorámico, en las puertas delanteras, a los huequitos dejados por las ojivas y en
los cuerpos abaleados. No tengo ni idea quien tuvo la obligación de limpiar los
restos de munición, vidrios y sangre esparcidos en el suelo...
Miré el reloj, eran las 3:00 p.m. y todavía no almorzaba, así que cuando llegué
comí. Uno termina acostumbrándose a la muerte como los médicos o las
enfermeras. Y el hambre no interfiere con eso.

-Voy a pedir maní, dijo el periodista. Encendió su cigarrillo y se tragó la cerveza


tibia.

-Pues sí... Abelardo, me tiene preocupado el caso del mendigo...Tengo el


presentimiento que detrás de esa muerte hay un cerro de desperdicios y debajo de
eso hay una buena historia.

-Puede ser, pero esa fuente es peligrosa. El bajo mundo está lleno de
delincuentes, sicarios y rateros... Hasta asesinos en serie como el caníbal de
Milkwaukee, en Estados Unidos. Creo que se llamaba Jeffrey Dahmer...

-¿Supo de ese?

-Sí, yo era un adolescente, pero me acuerdo un poco. Refréscame la memoria.

-El caso ocurrió a comienzos de los noventa, la Policía encontró en su


apartamento cabezas y órganos sexuales conservados en formol... Su módus
operandi era drogar a sus víctimas para asesinarlas sin esfuerzo, tenía sexo con
los cadáveres, los desmembraba, comía de su carne y guardaba las fotografías o
sus cráneos como trofeos... Lo condenaron a cadena perpetua y murió en prisión,
asesinado por dos locos que lo sacaron de este mundo- dijo Abelardo.

-Es cierto, pero no hay que importarlos...Aquí tenemos peores, como el célebre
demonio de Garavito. Y eso no es nada comparado con la violencia en los
campos... Allí la guerra es real y los muertos se ven todos los días. No como en
las ciudades... Además, yo he trabajado uno que otro caso, como la descuartizada
que la Policía halló en el puente de la carrera 30 con avenida 68. Pobrecita, tenía
una edad calculada de 20 a 25 años y signos de violación.

-¿Cómo se llamaba?

-Yo que sé, a esa noticia no se le hizo seguimiento... Ocurrió a finales del mes de
junio del año pasado, primero encontraron el tronco de la mitad hacia abajo, en
una bolsa negra, envuelto en una chaqueta. No tenía cabeza. La Policía recuperó
los brazos al día siguiente... Le tajaron la yema de los dedos para torturarla o para
que no la identificaran.

-¿Cómo supieron que era mujer?

-Tenía una pantaleta oscura.


-¿Con qué la cortarían?

-Debió ser con una sierra eléctrica... A la crónica le puse una foto de archivo para
ilustrarla y un recuadro con los asesinos nacionales... No necesitamos american
killers, tenemos los propios...

-¡Qué horrendo!

-Ya se volvió normal.

-Bueno, tiene razón...Pero eso déjeselo a los de judiciales... Se va a meter en


problemas.

-Yo no soy tan pendejo, pero precisamente es ese detalle el que me llama la
atención... Lo que pasa es que el mendigo tenía las piernas amputadas desde su
juventud.

-¿Alguna enfermedad?

-No...

El periodista recibió una llamada de su teléfono celular y salió a la calle para


hablar...

-Soy yo, Roca...Te llamo para avisarte que el detective Sukosky abrió la boca y ya
tenemos los datos que faltaban para ir tras el sicario de Amparo. Entonces, tú
dirás dónde nos encontramos para planear los detalles. ¿Todavía insistes en
participar?

-No... Recapacité. Eso te lo dejo a ti. Cuando tengas al autor intelectual me avisas.
Ah, y tengo un caso en el que podrías ayudarme...

-Seguro, habla...

-Se trata del deceso de un hombre, me enteré por casualidad en un boletín de


prensa. Lo tomé antes que los redactores de judiciales...

-Ajá... Luego hablaremos de eso. Suerte.

-Bien.

El periodista colgó y regresó a la mesa.

-¿Problemas?, preguntó Abelardo.


-Ninguno, dijo el periodista con una sonrisa enigmática. Todo está bajo control.
Pidamos otra ronda de cerveza, porque esa conversación telefónica me dejó con
sed.

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