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La presunción de inocencia no es una verdadera y propia presunción en sentido técnico

-jurídico. No lo es ni por su estructura ni por el modo como opera. Se configura, más bien,
como una verdad interina o verdad provisional. El estado de inocencia o derecho de la
presunción de inocencia radica, en el respeto a la dignidad personal del imputado, por lo que se
le reconoce durante todo el proceso un estado jurídico de no culpabilidad respecto del delito que
se le imputa. Dicha norma no hace sino recoger la garantía procesal de la carga acusatoria de la
prueba (nulla accusatio sine probatione).2

La presunción de inocencia subyace el propósito de las garantías judiciales: una persona es


inocente hasta que su culpabilidad sea demostrada de modo fehaciente, por sentencia definitiva,
es decir, sentencia que haya adquirido la autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada. El
principio de la presunción de inocencia, exige que una persona no pueda ser condenada mientras
no exista prueba plena de su responsabilidad penal. Si obra contra ella prueba incompleta o
insuficiente, no es procedente condenarla, sino absolverla.3

Durante el proceso, el imputado será considerado inocente, más allá de las limitaciones
cautelares que puedan imponerse a su libertad física o a la disposición de sus bienes, sino
también que si el proceso concluye favorablemente, regresará a la comunidad libre de toda
sospecha, de toda culpa, ya que jurídicamente no llegó a perder la inocencia. Este principio
pone a cargo de la acusación la obligación de destruir esta presunción y, en consecuencia el
imputado tiene el derecho de ser considerado y tratado como tal en el proceso.

El juicio de culpabilidad deberá ser inducido o deducido de datos probatorios objetivos, nunca
deducido de presunciones que se pretendan inferir de la negativa expresa del imputado a
colaborar con el proceso, ni de su silencio, ni de sus explicaciones insuficientes o mentirosas, o
de otras situaciones similares. Es por esto, que el principio de inocencia será vulnerado tanto por
una sentencia condenatoria dictada sin la evidente y probada concurrencia de los extremos
objetivos y subjetivos de la imputación, como también por la aplicación de figuras

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