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LA BATALLA DE IBARRA

UN HITO EN LA LIBERTAD DE AMÉRICA


POR
ANTONIO CACUA P RADA*

El 28 de septiembre de 2006, la ciudad ecuatoriana de San Miguel de


Ibarra cumplirá 400 años de la fundación española. Este año, el 17 de julio,
conmemorará el aniversario 183 de la trascendental batalla dirigida personal-
mente por el Libertador Simón Bolívar, contra las huestes del coronel pastuso
Juan Agustín Agualongo, en las propias calles de Ibarra.
En el combate murieron más de 800 realistas y solo 13 patriotas.
Presentamos un breve bosquejo de esta acción muy poco citada y tenida
en cuenta por los relatores de la gesta de la independencia.

La Villa de San Miguel de Ibarra


La fundación española de la Villa de San Miguel de Ibarra, realizada el 28
de septiembre de 1606, en el hermoso valle de Carangue, a solicitud de los
numerosos pobladores, hecha ante el Presidente de la Real Audiencia de
Quito, el licenciado Miguel de Ibarra y Mallea, y cumplida por el juez pobla-
dor, capitán quiteño Cristóbal de Troya Pinque, en nombre de Su Majestad
Don Felipe III, Católico Rey de España, señala el nacimiento de esta porten-
tosa urbe por su belleza, dimensión, cultura y desarrollo.
San Miguel de Ibarra por su ubicación geográfica se convirtió en un sitio
de referencia en el camino de Bogotá a Quito. Su topografía es una invita-
ción a la placidez y al descanso, después de recorrer las regiones del Guaytara
y el Carchi.

* Vicepresidente de la Academia Colombiana de Historia.


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La guerra de independencia
Los gritos de independencia de las colonias españolas de allende el mar,
sucedidos a partir del 10 de agosto de 1809 en la ciudad de Quito, el 19 de
abril de 1810 en Caracas y el 20 de julio de 1810 en Santafé de Bogotá,
dividieron la población en dos grandes conglomerados: los patriotas, que
“buscaban la liberación del dominio español para lograr un gobierno criollo
independiente, y ‘los realistas’ que luchaban por impedir el anterior proyecto
y consideraban que el gobierno colonialista español debía continuar”. Los
principios del realismo consistían en observar el máximo respeto y culto al
Rey de España, a Dios y a la religión católica.
En la actual República de Colombia se conformaron dos polos realistas,
opuestos a la independencia, que tuvieron por centro a las ciudades de Santa
Marta y San Juan de Pasto, situadas en el norte y en el sur del país respecti-
vamente. Los samarios, con el paso del tiempo abandonaron su empeño y se
integraron a la República. Los pastusos, con una serie de líderes nativos y
acuerpados por funcionarios, militares españoles y especialmente por el cle-
ro carlista, se empecinaron en su rebeldía realista. Esto motivó que los ejérci-
tos patriotas escarmentaran con sus gentes, los masacraran, los persiguieran,
los desterraran y los escarnecieran.
El distrito de Pasto hacía parte de la gobernación de Popayán, en lo admi-
nistrativo y en materia judicial pertenecía a la Audiencia de Quito.

Juan Agustín Agualongo Cisneros


“El dolor de su pueblo, los lamentos de la ciudad martirizada, las injusticias
y traiciones, con las cuales se ofendió la dignidad de Pasto, fueron las causas
que convirtieron en caudillo vengador de las ofensas irrogadas, al coronel
Juan Agustín Agualongo Cisneros”, según el aserto del académico Emiliano
Díaz del Castillo Zarama.
Don Juan Montalvo definió a Agualongo como un “caudillo famoso, grie-
go por la astucia y romano por la fuerza de su carácter”.
Agualongo nació en San Juan de Pasto el 25 de agosto de 1780, en el
hogar de Manuel Agualongo y Gregoria Sisneros Almeyda.
De niño aprendió a leer, escribir y el arte de pintar al óleo.
El domingo 25 de enero de 1801 se casó con la señorita Jesús Guerrero y
fueron padres de la niña María Jacinta Agualongo Guerrero. Luego se di-
vorció legalmente.
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Autor anónimo, 1820-1822. Colección del General Fernando Paredes Bello,


exministro de la Defensa, Caracas.
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El jueves 7 de marzo de 1811 voluntariamente se presentó a la tercera


compañía de milicias del Ejército Real, a cargo del capitán Don Blas de la
Villota, para defender a Pasto y a su Rey, amenazados por los patriotas de
Quito. Allí sentaron la ficha que reseñó su físico. Su carrera militar la inició
como soldado el lunes 16 de octubre de 1809, en Tarabita de Funes, en el río
Guaytara, donde triunfaron los pastusos.
Larga es su hoja de servicios, pero vamos a situarlo con el título de coro-
nel, el jueves 12 de junio de 1823, en Calambuco.

Agualongo, jefe de la insurrección


En junio de 1823 por orden del general Simón Bolívar asumió el cargo de
jefe civil y militar de la Provincia de Pasto, el coronel Juan José Flórez, en
reemplazo del general Bartolomé Salom. Al respecto escribió el académico
don Sergio Elías Ortiz:
“Aunque los pastusos estaban escasos de armas de fuego, gasta-
das en tantos años de lucha, y de municiones que no podían
fabricar como otras veces, decidieron dar el golpe en el mes de
junio con palos en forma de maza, lanzas y chuzos que entraban
al cuerpo como un puñal, y algunos fusiles recompuestos. Los
que faltaban para armar a toda la gente había que tomarlos al
enemigo, según la decisión de Agualongo, para ir hasta Quito a
atacar al zambo Bolívar. En efecto, el 12 de ese mes resonaron
por todos los montes de la ciudad los fatídicos cuernos de los
indígenas anunciando la guerra. 800 hombres rodeaban en Ca-
lambuco al caudillo realista, listos para empezar. “Un palo al
jinete y otro al caballo”, ‘el chuzo al estómago’, fueron las ins-
trucciones secas, de última hora, que corrieron por las filas”.
“Flores, al saber el levantamiento, juzgó que de esperar el ata-
que dentro de la ciudad estaba condenado a perecer irremisible-
mente porque casi todos los habitantes le eran contrarios y por
ello resolvió moverse el mismo día sobre Calambuco, que era
precisamente lo que querían los alzados para que no pudiera
maniobrar la caballería por la aspereza del terreno, como en efec-
to sucedió. La lucha fue breve y enconada. Los infantes republi-
canos se batieron con valor, pero fueron arrollados. Alrededor
de doscientos hombres quedaron muertos o heridos en la refrie-
ga y trescientos prisioneros. Flores pudo apenas salvarse toman-
do la vía de Popayán con poco más de cincuenta jinetes, pero
dejando en el campo abandonado todo el armamento, más de
quinientos fusiles y una pieza de artillería que los de Agualongo
recogieron como la mejor presea que pudieran conquistar”.
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“La entrada de Agualongo a Pasto fue celebrada con transportes de júbi-


lo; se echaron a vuelo las campanas, se ofició un Te Deum y se regaló en
forma espléndida a los milicianos”1 .

Noticia de la derrota
“La noticia de la ‘derrota a palos’, de Flores, fue llevada a Quito,
cinco días después por el mayor de artillería Pachano, que sería
el único que pudo huir hacia el sur en medio de la desbandada
de Calambuco, noticia que causó la natural consternación en
esa ciudad, porque la alarma llegó al punto de creer que los
pastusos, formados en gran ejército, estarían a la hora pasando
el Chota”2 .
Con esta victoria, los cabecillas Estanislao Merchancano y Agustín
Agualongo, lograron reunir alrededor de 2.000 hombres. Las comunicacio-
nes terrestres entre Colombia y el Ecuador quedaron interrumpidas3 .
El Libertador se encontraba en la hacienda “El Garzal” de doña Eugenia
Llaguno de Garaycoa, situada en la jurisdicción de Los Ríos, cerca a
Babahoyo, pasando unos días de reposo y de solaz, con su nueva conquista,
Manuelita Sáenz Aizpuru, cuando recibió la noticia de la derrota del coronel
Juan José Flórez a manos del caudillo realista Agustín Agualongo4 .
De inmediato ordenó suspender el envío de tropas al Perú y reunir todos
los soldados posibles en Guayaquil y Quito para aniquilar a los rebeldes.
Desde El Garzal “el 21 de junio de 1823 le escribió al señor general An-
tonio José de Sucre” a Lima, Perú: “Los pastusos entre sus montañas y to-
rrentes nos van a dar que hacer lo mismo que al principio, como Usted lo
experimentó en la última campaña. Desde luego nos cortarán las comunica-
ciones con Bogotá, y hasta dentro de dos meses no sabré la resolución del
Congreso sobre mi marcha al Perú. Además, la campaña de Pasto debe pro-
longarse, porque sin menos de mil hombres de muy buena tropa no es posi-
ble tomar aquel país”.

1 Sergio Elías Ortiz. Agustín Agualongo y su tiempo. Cámara de Representantes, Editorial


Elocuencia, Bogotá, 1987. Pág. 341.
2 Ibíd., pág. 342.
3 Francisco A. Encina. Bolívar y la Independencia de la América Española, Editorial Nacimiento,
Santiago de Chile, 1954. Pág. 264.
4 Antonio Cacua Prada. Manuelita Sáenz, Mujer de América, Academia Colombiana de Historia,
Biblioteca de Historia Nacional, Volumen CLVIII, Editora Guadalupe, Bogotá. 2002. Pág. 63.
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“Usted sabe que no los tenemos ahora sin sacarlos de Guaya-


quil... Por Barbacoas y Esmeraldas los rebeldes nos llaman la
atención y debemos exterminarlos antes de que haya un mal
suceso en el Perú; esto lo aconseja la prudencia, pero ni por eso
es tan fácil ejecutarlo como se dice, como la experiencia lo ha
demostrado siempre en tales casos. Todo esto quiere decir que
yo me voy para Quito a dar impulso a las operaciones y a tratar
de levantar tropas contra Pasto”5 .
Tan pronto el Libertador llegó a Quito, expidió la siguiente
proclama:
127. del copiador.
Simón Bolívar
Libertador Presidente de Colombia. & .&.
“Quiteños!
“La infame Pasto ha vuelto a levantar su odiosa cabeza de sedi-
ción, pero esta cabeza quedará cortada para siempre. El ejército
de Colombia no ha desaparecido del todo de vuestro hermoso
país. Muchos de nuestros batallones han ido ciertamente a dar la
libertad al Perú, mas ignoran los pérfidos pastusos que aún que-
dan a Colombia, en el Sur, dos batallones y cuatro escuadrones
de la invencible Guardia. Estos bravos dirigen sus pasos en este
momento sobre los torrentes de Guáitara y Juanambú, que tan-
tas veces han sido salvados por nuestros valientes. Esta vez será
la última de la vida de Pasto: desaparecerá del catálogo de los
pueblos, si sus viles moradores no rinden sus armas a Colombia,
antes de disparar un tiro”.
................................................................................................
“Quiteños! Reposad tranquilos: Héroes de Colombia están entre
vosotros, y su valor ningún poder visible puede resistir. Yo os
ofrezco por mis compañeros de armas esta próxima victoria.
Cuartel general Libertador de Quito, a 28 de junio de 1823.—13
Bolívar”.
Tiene correcciones, de puño y letra del Libertador6 .

5 Simón Bolívar. Obras Completas. Tomo I, No. 656. Librería Piñango, Caracas, Pág. 776.
6 Ibíd., Volumen III, No. 127. Págs. 731 y 732.
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Fervor y entusiasmo en Quito


La presencia del Libertador en la ciudad de Quito y su vibrante proclama
encendió la llamarada del fervor y el entusiasmo de las gentes para participar
en la ofensiva contra los pastusos.
Con febril celo el Padre de la Patria impartió las correspondientes órdenes
para preparar los batallones, cuerpos de caballería, armas, municiones y ví-
veres para la campaña contra los insurrectos de Pasto.
Los quiteños en forma voluntaria ofrecieron dinero para premiar al primer
cuerpo que rompiera a los facciosos.
“Hasta el marqués de San José, ‘el más rico ciudadano de Co-
lombia anciano y enfermo’, concurrió a recibir instrucción de
soldado y a tomar un fusil para la lucha, según lo anunció el
Libertador, como ejemplo y estímulo”.
Los veteranos Manuel Zambrano y Pedro Montufar comandaban a los
patriotas quiteños. Con la consigna de distraer al jefe realista pastuso, y co-
nocedores de que el arma blanca era el fuerte del guerrillero Agualongo,
formaron un cuerpo al mando del teniente Borrero, integrado por 136 reclu-
tas, “en su mayor parte del gremio de cuchilleros”.
El sábado 28 de junio de 1823 salieron las primeras tropas patriotas de
Quito rumbo al norte.

Rumbo a Quito
Engolosinados con su triunfo y maliciando que Bolívar y la alta oficiali-
dad colombiana se habían embarcado rumbo a Lima y que por lo tanto Quito
estaba desprotegida, Agualongo y Merchancano resolvieron tomarse la capi-
tal ecuatoriana.
Informados del patriotismo de la Villa de Ibarra, pues “habían claudi-
cado totalmente de su antiguo amor a la monarquía”, para protegerse en-
viaron una extensa comunicación a los miembros del Concejo de Otavalo
invitándolos a unirse a sus huestes en defensa de su religión y su Rey.
Presumían que siendo esa zona un centro indígena muy importante los
apoyarían.
Los milicianos pastusos comandados por Agualongo marcharon rumbo a
Quito. De todas las poblaciones y veredas salían voluntarios a engrosar las
huestes realistas que dirigía.
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Más de mil quinientos hombres logró juntar, aunque mal armados. Solo
con los 500 fusiles que le incautó al coronel Juan José Flórez en el combate
de Catambuco, el jueves 12 de junio de 1823.

Proyectos insensatos
El jueves 3 de julio de 1923, el Libertador le dirigió al general Francis-
co de Paula Santander una extensa misiva en la cual le expuso los conflic-
tos que vivía frente a la situación de los realistas pastusos y la del caso
peruano.
Le anunció el envío de los pliegos que se los manda con el capitán Zorro
que acababa de llegar del Perú, “y es algo chismoso aunque muy activo para
andar”, y le anotó que estaba a la espera de su “edecán O’ Leary que debe
venir hoy”, también de Lima.
Las disposiciones emitidas por el Libertador eran comunicadas inmedia-
tamente por oficios suscritos por el teniente coronel Carlos Demarquet, se-
cretario interino de Su Excelencia.
1114.—Del Copiador de la Secretaría.
“A los Señores Gobernador del Obispado, Intendente y Coman-
dante General de Quito.
Mañana marcharé á oponerme á los proyectos insensatos de los
facciosos de Pasto, y mientras mi ausencia mandará aquí el se-
ñor Coronel Tomás de Héres, para cuyo efecto le dejo instruc-
ciones para que las ejecute. De suerte que US. deberá obedecer
cuanto mande el Señor Coronel Tomás de Héres como si fuera
mandado por mí mismo.
Dios etc.—Quito, 4 de Julio de 1823.
Simón Bolívar.

No comprometer combate
Por conducto de su secretario, el teniente coronel Carlos Demarquet, el
Padre de la Patria mantuvo informados al Vicepresidente General Santander
y al Secretario de Guerra y Marina, General Pedro Briceño Méndez, sobre la
situación ecuatoriana.
“S. E. el Libertador ha ordenado al señor General Salom em-
prenda la retirada y no comprometa combate, porque siendo tan
corta la fuerza que él tiene á sus órdenes y no pudiendo llegar
aquí los 400 hombres que vienen de Guayaquil, hasta 6 á 8 días,
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si por desgracia se perdiese esta tropa, era entonces infalible la


ocupación de esta capital por los enemigos”.
“Las milicias están organizadas y en estado de batirse, pero US.
sabe muy bien lo que son milicias, y que con los pastusos, que
son aguerridos, sólo la tropa veterana puede obtener un triunfo
sobre ellos. Sin embargo, S. E. el Libertador, confía en que estos
facciosos encontrarán su exterminio dentro de muy breve
tiempo”.
“Lo que de orden de S. E. el Libertador tengo el honor de comu-
nicar á US., para que se sirva ponerlo en el conocimiento de S.
E. el Vicepresidente de la República”.
“Dios etc.—Quito, Julio 5 de 1823”.
C. E. DEMARQVET7.

Hacia Ibarra
El Libertador Presidente salió el domingo 6 de julio de 1823 con destino
a Ibarra, resuelto a acabar con los pastusos de Agualongo. Llegó hasta
Guayllabamba. Más de mil hombres de infantería, caballería y artillería, la
mayor parte de milicias, lo seguían.
El lunes 7 continuó a Otavalo. El martes 8 se reunió con las autoridades y
con jefes de las parcialidades de Imbabura a quienes comprometió a respal-
dar la causa republicana y allí permaneció hasta el jueves 10, cuando se
regresó a Guayllabamba, sitio escogido como centro de operaciones.

Cuidado de los caballos


El general Simón Bolívar era una persona muy observadora y detallista.
En este despacho insiste en la importancia vital que tiene el cuidado de los
caballos de batalla.
1121.—Del Copiador de la Secretaría.
“Al señor Coronel Tomás de Héres.
Dispone S. E. el Libertador que los Granaderos á Caballo no
salgan de esa capital, sino después de estar perfectamente equi-
pados de todo lo que necesiten, si algo les faltare, en arma-
mento, vestuario y arneses. Que traigan todos sus caballos

7 Daniel Florencio O’Leary. Memorias, Tomo XX, Ministerio de la Defensa, Venezuela, 1981,
pág. 174 y 175.
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herrados y en mano, porque ninguno llega al Puntal, si no


vienen herrados y en mano. Ningún Granadero debe venir en
su caballo de batalla, sino en otro caballo de marcha ó en
bagaje. Que se adelante un Oficial itinerario pidiendo racio-
nes de hombres y caballos y los bagajes que faltan. El cuido
de los caballos de batalla es de una importancia vital, según
la expresión de S. E. Nada importa, de resto, que vengan de
prisa ó no.
En cuanto á la Columna de Vargas, manda S. E. que repose dos
ó tres días en esa capital, para que en estos días se repare el
armamento, vestuarios, fornituras etc., de todo lo que necesitan.
Debe venir con calzado y con repuesto de calzado. Las demás
prevenciones sobre menaje, cubrellaves y demás útiles para la
conservación del armamento, lo requiere S. E. de preferencia
con Vargas.
Con el Coronel Ibarra vienen 100 hombres veteranos, 400
fusiles y 20.000 cartuchos. Todo se tendrá preparado para la
formación de otra Columna de 500 hombres que deberá salir
de esa ciudad, dentro de diez ó doce días, á las órdenes de los
Jefes y Oficiales que debe traer el señor Coronel Ibarra, ó del
Jefe que US. juzgue más idóneo para el mando de dicha Co-
lumna. S.E. dispone que entonces puede US. venirse con ella,
si no hubiere una fuerte atención que lo llame á esa ciudad.
Esta Columna debe venir como todas, con diez ó doce mil
cartuchos de fusil en carga y mil piedras. Las cartucheras
vendrán llenas de cartuchos de instrucción, el menaje compe-
tente y las armas en el mejor estado posible, untadas de aceite
para que se conserven limpias. Hasta ahora no se sabe que el
enemigo se mueva, y su retardo indica miedo. Que se fogueen
los reclutas noche y día y aprendan el manejo con los fusiles
descompuestos.
Dios etc.—Otábalo, 8 de Julio de 1823”.
C. E. DEMARQVET8.

Necesarias prevenciones
Con ojo previsor el Libertador instruyó al Juez Político de Ibarra sobre la
actuación que se proponía realizar.
1130.—Del Copiador de la Secretaría.
Al señor Juez Político de Ibarra.

8 Ibíd., págs. 180-181.


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Acompaño á U. copia del último parte que acaba de recibir S.


E. del General Salom. Por su contenido verá U. que pro-
bablemente el enemigo se acercará á este cantón, de mañana á
pasado. En esta virtud me manda S. E. diga á U. que á más de
ejecutar las órdenes que le puede haber dado el General Salom,
haga lo siguiente:
1° Que tome todas sus disposiciones para poner á salvo todo el
vestuario etc. perteneciente al Estado, haciéndolo trasportar por
esta dirección cuando U. sepa que el enemigo se aproxima.
2° Que haga U. recoger cuantas caballerías sea posible conse-
guir, y las remita igualmente á este cantón al momento que U.
calcule necesario y como tengo dicho.
3° Que siendo la intención de S. E. atraer al enemigo al llano
que está entré este pueblo y esa villa, á fin de tener más pro-
porción de batirlo, dé U. sus órdenes á los pueblos desde hoy
mismo, á fin de que en el momento que oigan el fuego salgan
á los caminos, con el objeto de aprehender á los derrotados,
de modo que nadie se escape, matándolos ó haciéndolos
prisioneros.
4º Que mañana llegará el Escuadrón de Granaderos á Caballo y
pasado mañana el Batallón Vargas y una Columna de milicias,
de suerte que pasado mañana nuestra fuerza en este punto será
de 1.200 hombres.
5° Que U. haga retirar para acá, con todos los pretextos que le
parezcan más adecuados, (como llaman aquí) los hombres que
haya en ese cantón, á fin de evitar que el enemigo los arme
contra nosotros. Además, U. está autorizado por S. E. para usar
de grandes amenazas contra las personas que no ejecutaren cuan-
to U. mandare, en cumplimiento de lo mandado.
6º Que U. mande consecutivamente por todas las direcciones
necesarias muchos espías, á fin de saber con la mayor exacti-
tud la marcha y disposiciones del enemigo, y estas mismas
comisiones deben confiarse á varios sujetos de responsabilidad
y conocidos por su patriotismo, á fin de que lleguen con se-
guridad y á cada instante repetidos avisos al Cuartel General
de S. E.
Dios etc.—Otábalo, 9 de Julio de 1823.
C. E. DEMARQVET9.

9 Ibíd., pág. 187.


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Hermógenes Maza.
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Desde Otavalo
La actividad desarrollada por el Libertador Bolívar era asombrosa. Esta-
ba pendiente de todo, como lo demuestra la correspondencia que salía de su
Despacho. En Otavalo dictó numerosas Instrucciones y epístolas.
Muy detalladas fueron las instrucciones que impartió a los comandantes
en Jefe para la acción que se proponía efectuar en el Valle de Ibarra.
La historia ha calificado al general Simón Bolívar como el “Genio de la
Guerra”. El Libertador todo lo planeaba, lo intuía, lo analizaba. Él creaba las
batallas en su mente y las ejecutaba.
El comandante en jefe de los patriotas centralizó en Guayabamba todos
los efectivos disponibles para actuar sobre las huestes de Agualongo y aca-
bar con su poderío popular y aureola de caudillo.

Últimas disposiciones
El día decisivo estaba señalado. Todo converge para el 17 de julio de
1823. Estas son las últimas disposiciones.
1138.—Del Copiador de la Secretaría.
Al señor Coronel Tomás de Héres.
A las cuatro de la mañana de este día recibió S. E., en Otábalo,
parte del señor General Salom, desde la altura de
Yaguarcocha, el que anunciaba que sus espías le habían in-
formado á las seis de tarde que el enemigo había pasado el
río de Chota, por un vado, con el objeto de tomar un camino
que viene rectamente á este pueblo y es mucho más corto
que el camino-real, y que temiendo quedar flanqueado se
retiraba hacia Ibarra en virtud de las órdenes que él tenía de
S. E.
S. E. dispuso en consecuencia que la Columna del señor Co-
ronel Maza, que se hallaba en Otábalo, se retirase con dirección
á este Cuartel por la vía de Mojanda, y que el Comandante Payares
ejecutase el movimiento con la Columna de su mando. S. E.
permaneció en Otábalo hasta las 9 del día esperando al señor
General Salom, pero hasta ahora S. E. ignora si ha entrado ó si
ha salido de la villa, como tampoco á dónde se ha dirigido el
enemigo.
La Columna del señor Coronel Maza pernoctará esta noche en
la hacienda de Cochasqui, la del Comandante Payares está en
este pueblo, y probablemente la del General Salom se acercará
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mañana. S. E. ha venido á este pueblo con el objeto de reunir


todas las tropas, á fin de estar en aptitud de dar el combate al
enemigo al momento que se presente, pero quiere S. E. que US.
haga volar á este Cuartel General la Columna de Vargas, hacién-
dola montar en caballos, mulas ó burros, pues es lo único que
falta á S. E. para moverse.
El Escuadrón de Granaderos á Caballo estará aquí mañana se-
gún los avisos que S. E. tiene. Quiere S, E. que US. mande á
este Cuartel General todos los milicianos acuartelados, y ar-
mados con fusiles útiles, porque según le ha participado el Co-
mandante Payares en los 400 hombres de milicias de Ambato
que están en esta capital, más de ciento cincuenta son medio
veteranos.
S. E. vuelve á recomendar á US. el que no vengan más municio-
nes para este Cuartel General, porque hay las suficientes.
Se necesitan algunos herradores; quiere S. E. que US. los mande
á este Cuartel General custodiados y bien asegurados por una
pequeña escolta.
Dios etc.—Guayabamba, Julio 11 de 1823.
C. E. DEMARQVET.

La estrategia del Libertador


El general Bartolomé Salom cumplió a pie juntillas la estrategia planteada
por el Libertador para atrapar al caudillo popular Juan Agustín Agualongo
Cisneros.
La descubierta patriota a órdenes del general Salom llegó hasta El Puntal,
al norte de Ibarra. Siguiendo las órdenes del Comandante en Jefe no libró
ningún combate, antes, por el contrario, una vez que lo vieron las huestes de
Agualongo se replegó.
El general Salom había traído tropas de Ambato, Latacunga y Quito, con
instrucciones de retirarse a Ibarra y aún hasta las inmediaciones de la capital
si el enemigo lo buscaba.
Con esta estratagema se buscaba que el guerrero realista y sus hombres,
duchos en pelear en riscos y pendientes, en esguazar ríos y torrentes, entra-
ran a campo descubierto donde la caballería podía destruirlos.
Los facciosos avanzaron convencidos de su superioridad y ocuparon sin
ningún contratiempo la ciudad de Ibarra, donde nadie les opuso resistencia,
el sábado 12 de julio de 1823.
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El juez político y comandante militar de Ibarra, don Joaquín Gómez de la


Torre, atendió la táctica insinuada por Bolívar y las milicias que había convo-
cado y acuartelado permanecieron pasivas.

Estructura del ejército


Durante cinco días el general Bolívar adelantó en Guayllabamba la
estructuración del ejército patriota. Allí se habían concentrado todas las tro-
pas y elementos que el Libertador había recogido y solicitado.
Se reunieron 1800 plazas, la mayor parte reclutas.
El general Bolívar los dividió en tres secciones o cuerpos. El primero lo
integró con los “Guías de la Guardia” y el “Batallón Yaguachi”, y lo puso al
mando del general Bartolomé Salom.
El segundo lo formó con los “Granaderos a Caballo”, y dos compañías
del “Batallón Vargas”, a órdenes del general Manuel de Jesús Barreto.
El tercero lo armó con el “Batallón Quito” y la Artillería, y lo colocó bajo
la autoridad del coronel Hermógenes Maza.

En marcha
El Libertador se puso en marcha el martes 15 de julio por el camino de
Tabacundo.
El miércoles 16 atravesó el nudo de Mojanda y pernoctó en San Pablo del
Lago.
“El 17 de julio de 1823 a las 6 a.m. comenzó la marcha definitiva: enfila
por las faldas occidentales del Imbabura y por el Abra avanzó hacia Ibarra; a
la una de la tarde están las tropas en Cochicaranqui. La infantería, a ambos
lados del camino. La caballería, en medio”10 .

La Batalla
El historiador José Manuel Restrepo, en la “Historia de la Revolución de
la República de Colombia”, refirió:
A las dos de la tarde, arribó el Libertador á las cercanías de
Ibarra. Entretenidos los facciosos en robar y en remitir a su
retaguardia el fruto de sus latrocinios, no habían puesto avan-

10 Jorge Salvador Lara. Historia Contemporánea del Ecuador. Fondo de Cultura Económica,
México, 2000, pág. 348.
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Enfoque ideal del guerrillero Agustín Agualongo, el mayor caudillo del pueblo
pastuso en la lucha por mantener el régimen colonial. Del vol. IV. Monografía de
Ibarra.
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zadas, e ignoraban absolutamente los movimientos de Bolívar.


Una partida que se halló la primera, fue lanceada por otra nues-
tra. El Libertador mismo con sus ayudantes y ocho guías iban
en la descubierta.
Viendo que los enemigos se habían alarmado, dispuso que la in-
fantería y caballería tomaran la villa avanzando simultáneamente.
Luego que los rebeldes ven que se les ataca, emprenden retirarse
situándose al otro lado del río de Ibarra; posición defensable por
lo escarpado y estrecho del pasaje. Mas fueron cargados con tan-
to denuedo y velocidad, que, sin embargo de su tenaz resistencia
y valor, se les derrota completamente. Á pesar de esto, tres veces
pudieron reunirse de nuevo y defenderse hasta el alto de Alaburo;
pero otras tantas los acuchillaron los granaderos á caballo y los
guías, cuyo comportamiento fue muy distinguido.
Los rebeldes pelearon obstinadamente, y no desmintieron en
aquella funesta jornada la nombradía de su antiguo valor. Ocho-
cientos cadáveres de Pastusos quedaron tendidos en el camino
hasta Chota, pues no se les dió cuartel. Perseguidos vivamente
por los jinetes al mando del general Barreto, así como por los
pueblos del tránsito, muy pocos pudieron escapar á sus monta-
ñas repasando el Guáitara. El armamento y cuanto habían ro-
bado cayó todo en nuestro poder. Solamente perdimos trece
muertos y ocho heridos en esta acción, que salvó al departa-
mento del Ecuador de que fuera devastado por aquella chusma
de bandidos 11 .
Sobre el desarrollo de la acción el académico doctor Jorge Salvador Lara,
apuntó:
Los pastusos resistían con arrojo singular. No lo era menos el de
los patriotas, que desbarataron tres arremetidas realistas. Llega-
ron a brillar las armas blancas. El mismo Bolívar, espada en mano,
dio el ejemplo en el asalto al farallón enemigo. Al fin, la victoria
de las milicias quiteñas testimonió que ya eran veteranas. Les
había enardecido la palabra y la acción del máximo héroe, Bolí-
var. 800 cadáveres dejó el ejército de Agualongo, puesto en fuga.
El Libertador en persona dirigió la persecución hasta el Chota.
Ya de regreso, inclusive se dió tiempo para subir a admirar la
hermosa laguna de Cuicocha, engastada en el fondo de adusto
cráter12 .

11 José Manuel Restrepo. Historia de la Revolución de la República de Colombia, Tomo III,


Capítulo VII, Besanzón, 1858, págs. 356 y 357.
12 Jorge Salvador Lara, op. cit., pág. 349.
ANTONIO CACUA PRADA: LA BATALLA DE IBARRA 99

El historiador Pedro Fermín Ceballos, en su “Resumen de la Historia del


Ecuador”, al tratar sobre la batalla de Ibarra anotó:
El descuidado Agualongo creyó al principio que solo era alguna
corta avanzada la que se había acercado; mas desengañado muy
luego de tal error, salió sobre la marcha de la ciudad y asentó su
ejército ventajosamente a la derecha del Tahuandó, que la baña.
Bolívar mandó cargarle de firme con la línea del centro, y con
todo, el enemigo se defendió con serenidad y hasta valor; pues
los pastusos, aunque desconcertados por el empuje de nuestras
fuerzas, y principalmente por la sorpresa, volvieron a incorpo-
rarse y recuperar sus puestos por tres veces. Embestidos de nue-
vo con mayor ímpetu, después de una resistencia de dos horas,
y en viendo ya muy descubiertas sus filas, abandonaron el cam-
po al Libertador. Ochocientos hombres tendidos por las calles y
afueras de la ciudad ó por el camino de la derrota fueron las
víctimas sacrificadas en espiación de su rebeldía i temeridad.
No hubo piedad ni con los rendidos ni prisioneros, y Bolívar,
por demás irritado contra un pueblo que despreciara su clemen-
cia y seguía aborreciendo a Colombia, obró con vengativa cruel-
dad, como contra enemigos que habían de turbar de nuevo la
tranquilidad de la república.
Los vencedores persiguieron a los fugitivos hasta mas allá del
Chota, y los obligaron a repasar el Guaitara; y siguiendo su ca-
mino victorioso, reocuparon la ciudad rebelde13 .
Por su parte el académico Sergio Elías Ortiz en el relato sobre el combate
de Ibarra expresó:
La acometida de las tropas veteranas del Libertador fue impetuo-
sa, arrolladora, imposible de rechazar, pero los soldados de
Agualongo la resistieron con un valor rayano en suicidio por más
de nueve horas. Algunos, sin otras armas que sus brazos robustos
de labradores se prendían al cuello de los caballos en un intento
desesperado de echar a tierra caballo y jinete; otros con garrotes
de chopo cargaban contra el enemigo como en la edad de piedra;
quiénes a lanzazos se defendían contra los granaderos y los guías;
cuáles trataban de disparar los fusiles, casi inservibles que porta-
ban. Inútil todo: la caballería no les daba tiempo y caían por todas
partes alanceados, aplastados por el peso de un enemigo superior
en táctica y en elementos de combate14 .

13 Pedro Fermín Ceballos. Resumen de la Historia del Ecuador. Tomo IV, Lima, 1870, imprenta
del Estado. Págs. 17 y 18.
14 Sergio Elías. Obras Selectas. Agustín Agualongo y su tiempo, Colección pensadores Políticos
Colombianos, Cámara de Representantes, Bogotá, Editorial Elocuencia, 1987. Pág. 346.
100 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006

Informe oficial
El siguiente fue el informe oficial sobre la Batalla de Ibarra que el Liber-
tador le ordenó redactar a su secretario el teniente coronel Carlos Demarquet
para las autoridades.
1150.—Del Copiador de la Secretaría.
Circular á los Intendentes de Quito y Guayaquil”.
A las 6 de la mañana del día de ayer, S. E. Libertador marchó del
pueblo de San Pablo con todo el ejército sobre este Cuartel Ge-
neral, y por la dirección de Cochicaranqui con el objeto de sor-
prender al enemigo, que se hallaba en esta plaza en número de
mil quinientos hombres y lleno de confianza, muy descuidado,
y sólo tenía sus avanzadas sobre el camino principal de San
Antonio. A las 2 de la tarde S. E. en persona con su Estado Ma-
yor y algunos Guías se acercó á las primeras calles de esta villa
y al momento que se convenció que el enemigo estaba efectiva-
mente en la plaza, mandó atacarlo con tal acierto y violencia,
que la dispersión fué total, la mortandad horrorosa y el número
de fusiles, lanzas y demás elementos de guerra tomados, en muy
grande cantidad.
Todo el Ejército Libertador se ha portado con un valor y un en-
tusiasmo que no tiene ejemplo; pero la caballería sobre todo,
se ha distinguido, haciendo prodigios como nunca. El señor
General Salom se ha batido como el más valiente soldado y el
señor General Barreto con su valor acostumbrado. El señor Ge-
neral Barreto ha marchado con toda la caballería, en persecu-
ción de los dispersos, y por todas partes y direcciones se han
mandado partidas con el mismo objeto. El señor General Salom
saldrá hoy con toda la infantería, para acabar de destruir esa
facción, y no hay la menor duda que ni un pastuso conseguirá
repasar el Guáitara.
Es con una satisfacción muy particular que se ha visto cumplir
el día de ayer la profecía de S. E. el Libertador de que era por la
última vez que los infames pastusos se habían levantado, y cier-
tamente puedo asegurar á US. que jamás se ha visto un triunfo
más completo y conseguido contra hombres más resueltos que
los pastusos, pues su resistencia después de haber salido de esta
villa y en todo el camino hasta el Chota fue tan tenaz que se
debería admirar si hubiera sido empleada en la defensa de una
causa justa.
Todos estos pueblos se han portado con un patriotismo admira-
ble y por todas partes los paisanos están recogiendo dispersos,
ANTONIO CACUA PRADA: LA BATALLA DE IBARRA 101

Autor anónimo. Grabado en colores. Edición Príncipe del Canto a Junín, París,
1826. Colección del Dr. Leonardo Alonso Carrillo, Caracas.
102 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006

armas, etc. El Boletín dará los detalles de esta acción y recomen-


dará á los bravos que más se han distinguido.
S. E. el Libertador saldrá mañana para la capital de Quito des-
pués de haber mandado para Pasto un ejército capaz de reducir
al orden aquel infame Pasto.
Todo lo que tengo el honor de participar á US. de orden de S. E.
encareciendo á US. se sirva comunicarlo á quienes corresponda.
Dios etc.-San Pablo, Julio 18 de 1823.
C. E. DEMARQVET15 .

Pasto es la puerta del sur


De Quito, el Libertador le dirigió el lunes 21 una nueva comunicación al
Vicepresidente general Santander dándole noticias sobre la batalla de Ibarra
y haciéndole una serie de consideraciones sobre Pasto y la situación del Perú.
En el primer párrafo anotó:
Quito, 21 de julio de 1823.
AL SEÑOR GENERAL F. DE P. SANTANDER.
Mi querido amigo general:
Logramos, en fin, destruir a los pastusos. No sé si me equivoco
como me he equivocado otras veces con esos malditos hombres,
pero me parece que por ahora no levantarán más su cabeza los
muertos. Se pueden contar 500 por lo menos, mas como tenían
más de 1.500 no se puede saber si todos los pastusos han caído o
no. Muchas medidas habíamos tomado para cogerlos a todos y
realmente están envueltos y cortados por todas partes. Probable-
mente debíamos coger el mayor número de estos malvados. Vd.
sabrá por el general Salom los que hayan cooperado y lo más que
haya sucedido después de la victoria. Yo he dictado medidas terri-
bles contra ese infame pueblo, y Vd. tendrá una copia para el
ministerio, de las instrucciones dadas al general Salom. Pasto es la
puerta del Sur y si no la tenemos expedita, estamos siempre cor-
tados, por consiguiente es de necesidad que no haya un solo ene-
migo nuestro en esa garganta. Las mujeres mismas son
peligrosísimas. Lo peor de todo es que cinco pueblos de los pastusos
son igualmente enemigos y algunos de los de Patía también lo
son. Quiere decir esto que tenemos un cuerpo de más de 3.000

15 Daniel Florencio O’Leary, op. cit., Págs. 202 y 203.


ANTONIO CACUA PRADA: LA BATALLA DE IBARRA 103

almas contra nosotros, pero una alma de acero que no plega por
nada. Desde la conquista acá, ningún pueblo se ha mostrado más
tenaz que ese. Acuérdese Vd. de lo que dije sobre la capitulación
de Pasto, porque desde entonces conocí la importancia de ganar
esos malvados. Ya está visto que no se pueden ganar y por lo
mismo es preciso destruirlos hasta en sus elementos.
Soy de Usted de corazón, y déle muchas memorias a Briceño, y
a los demás amigos.
BOLÍVAR16 .

Pacificación de Pasto
El viernes 18 de julio de 1823 antes de regresar a Quito, el Libertador-
Presidente confirió al general Barlomé Salom, junto con el mando del ejérci-
to en la Provincia de Pasto el encargo de su pacificación. Por medio de su
secretario el teniente coronel Carlos Demarquet, le dio por escrito las si-
guientes instrucciones:
Instrucciones para el Señor General Salom
1º us. continuará con el mando del ejército.
2º Marchará us. á pacificar la provincia de Pasto y los Pastos.
3º Destruirá us. todos los bandidos que se han levantado contra
la República.
4º Mandará us. partidas en todas direcciones á destruir estos
facciosos.
5º Las familias de estos facciosos vendrán todas á Quito para
destinarlas á Guayaquil.
6º Los hombres que no se presenten para ser expulsados del
territorio serán fusilados.
7º Los que se presenten serán expulsados del país y mandados á
Guayaquil.
8º No quedarán en Pasto más que las familias mártires por la
libertad.
9º Se ofrecerá el territorio de Pasto á los habitantes patriotas que
lo quieran habitar.
10º La misma suerte correrán los pueblos de los Pastos y de
Patía que hayan seguido la insurrección de Pasto.

16 Simón Bolívar, op. cit., Volumen I. Número 662, págs. 782 a 785.
104 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006

11º Las propiedades privadas de estos pueblos rebeldes serán


aplicadas á beneficio del ejército y del erario nacional.
12º US. está plenamente autorizado para tomar todas aquellas
providencias que sean conducentes á la conservación del ejérci-
to de su mando y á la destrucción de los pueblos rebeldes.
13º Dentro de dos meses debe us. haber terminado la pacifica-
ción de Pasto.
14º Llame us. al señor Coronel Flores para que se haga cargo
del Gobierno de los Pastos.
15º Pedirá us. los Jefes y Oficiales que marcharon derrotados á
Popayán, los que deberán traer reclutas para la guarnición de
Pasto.
16º Cuidará us. de preferencia la caballería y sus caballos, man-
teniéndolos perfectamente.
17º Terminado el peligro, vendrán primero las tropas de caballe-
ría y después las de infantería.
18º No se permitirá en Pasto ningún género de metal en ninguna
especie de útil, y serán perseguidos fuertemente los infractores.
Esta prohibición será durante la guerra.
19º La guarnición de Pasto debe quedar siempre en Túquerres,
donde se debe construir una casa fuerte con todo lo necesario
para sufrir algunos días de sitio.
20º Procure US. que el Batallón Yaguachi y un par de Compa-
ñías de Vargas se pongan en el mejor estado posible, tomando
para estos cuerpos los solteros de la milicia y los hombres inteli-
gentes para las armas.
Ibarra, 18 de Julio de 1823.
C. E. DEMARQUET17 .

Diario de Bucaramanga
El lunes 19 de mayo de 1828, el coronel Luis Perú de Lacroix, edecán del
Libertador, escribió en el “Diario de Bucaramanga”, esta confidencia que le
hizo sobre la Batalla de Ibarra, librada el 17 de julio de 1823:
Todo el día ha estado el Libertador de humor igual y alegre: en
la comida nos habló de una acción reñida por él en Ibarra, y la

17 Daniel Florencio O’Leary. op. cit., Págs. 218 y 219.


ANTONIO CACUA PRADA: LA BATALLA DE IBARRA 105

contó de este modo: –‘Mi primer proyecto no fue atacar de fren-


te al enemigo en la fuerte posición que ocupaba; pero, habién-
dome puesto a almorzar con las pocas y malas provisiones que
tenía entonces y con la última botella de vino de Madera que
quedaba en mis cantinas y que mi Mayordomo llevó a la mesa
sin mi orden, mudé de resolución’.
El vino era bueno y espirituoso; su fuerza, así como las varias
copitas que bebí me alegraron y entusiasmaron a tal punto que
al momento concebí el proyecto de batir y desalojar al enemigo:
lo que antes me había parecido casi imposible y muy peligroso
se me presentaba ahora fácil y sin peligro.
Empezó el combate; dirigía yo mismo los varios movimientos y
se ganó la acción.
Antes de almorzar, –continuó S. E.–, estaba de muy mal humor;
pero la divina botella de Madera me alegró y me hizo ganar una
victoria; pero confieso que fue la primera vez que tal cosa me
sucediera.

Batalla trascendental
La Batalla de Ibarra, librada el jueves 17 de Julio de 1823, preparada y
dirigida personalmente por el general Simón Bolívar, Presidente de la Repú-
blica de Colombia, tuvo una trascendencia inmediata importantísima, así poco
se cite en la historia de las guerras de la Independencia y los analistas no le
reconozcan su magnitud.
De pronto por menosprecio al caudillo y guerrero pastuso, coronel Juan
Agustín Agualongo Cisneros, como contrincante, del Libertador.
En cambio, Bolívar, quien vivió las acciones de este indómito y valiente
líder popular, le dio toda la preponderancia que merecía y por eso él mismo
se encargó de organizar, preparar, realizar y dirigir la extinción de las aguerridas
huestes pastusas.
Cuando el Libertador, en la idílica hacienda de El Garzal, cercana a
Babahoyo, recibió las trágicas noticias de la derrota del coronel Juan
José Flórez, en Catambuco, decidió trasladarse a Quito, aplazar su via-
je a Lima, y encarar la revuelta de los pastos acaudillada por Agustín
Agualongo.
Conocedor del temperamento y reciedumbre de las gentes de Pasto, de
su malicia indígena y de su agilidad para desplazarse por la topografía
andina, diseñó su estrategia: sacarlos a campo limpio y arrollarlos con car-
gas de caballería.
106 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 832 – MARZO 2006

Desde el primer momento prohibió a sus Comandantes comprometerse


en acciones con los rebeldes; los instruyó para que los atrajeran fuera de su
territorio y los condujeran hacia la llanura; les ordenó dar muy buen cuido a
los caballos de combate, tenerlos bien herrados y mantener a disposición un
buen número de hábiles herreros.
Bien estudiada y proyectada su estrategia, Bolívar sorprendió a los fac-
ciosos en la Villa de San Miguel de Ibarra y acabó con ellos pese a su indó-
mita fiereza.
Más de ochocientos pastusos quedaron tendidos entre la ciudad de Ibarra
y el río Chota. Los heridos y quienes trataron de huir corrieron la misma
suerte. El cabecilla con unos pocos jinetes logró escapar. Del lado patriota
reportaron trece muertos y ocho heridos.
Por eso la sabiduría y el ingenio popular compuso los dos versos conso-
nantes siguientes:
“Nuestro gran río del Chota
fue el primer patriota”.
Y la sarcástica redondilla:
Pastuso realista,
entraste en la Villa,
pero no quedaste,
ni para semilla”18 .
La Batalla de Ibarra aseguró para los grancolombianos la independen-
cia de la antigua Capitanía de Venezuela, la del extinto Virreinato de la
Nueva Granada y la de la Real Audiencia de Quito. Reafirmó los triunfos
de Boyacá, Carabobo y Pichincha. Despejó los meandros para las glorio-
sas jornadas de Junín y de Ayacucho. Barrió las comunicaciones con Bo-
gotá y despejó la vía a los ejércitos libertadores comandados por el Genio
de la Guerra.
“Pasto es la puerta del Sur y si no la tenemos expedita, estamos siempre
cortados, por consiguiente es de necesidad que no haya un solo enemigo
nuestro en esa garganta”, le escribió el Libertador al general Santander, des-
de Quito, cuatro días después del combate.

18 Roberto Morales Almeida. Monografía de Ibarra. Bolívar, Agualongo y la batalla de Ibarra,


Sociedad Cultural Amigos de Ibarra, págs. 266 y 267.
ANTONIO CACUA PRADA: LA BATALLA DE IBARRA 107

La batalla de Ibarra fue la llave maestra que abrió las puertas de los cami-
nos imperiales que condujeron a los ejércitos patriotas a la emancipación del
Continente.
La batalla de Ibarra es un hito en la libertad de América.

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