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Llegaba el día para ambos: las imágenes en el pensamiento de uno aguardaban a un ángulo

más oculto; no era ilusión, sino una necesidad la abundancia del negro; una curvatura más

específica en la mirada que miraría al visitante. El trabajo era complejo: dejar de emular

con el pincel memorias, calles de la vida, mujeres de la vida, deseos. Ahora es una palabra,

un tiempo, un silencio desahogado, una armonía. La mano seguía le tesitura del canto, ora

la meseta de una melodía, ora la pausa ora el ritmo abrupto de una costa. Pero el fin era el

mismo: que ella mirara al visitante, a su cercano. Mañana, el día para ambos: uno no dejaba

de humedecer su boca, el otro de secar sus texturas.

Nuestro pasado se ha terminado; la palabra fue la perceptible distancia llenada por el adiós.

Variante de cuerpo 1:

Hágase con el azul y el escarlata de un pincel, el sueño de la noche más cercana. Emúlense

palabras, algunas tristezas, una mujer de azul y escarlata con un oboe entre sus manos.

Píntese el sonido del oboe; sí, la mujer identifica las notas con colores, y cada color tiene su

tiempo y su silencio; es la composición de un oboe y un piano la que se pinta con el azul y

el escarlata. Hágase la mirada de la mujer; tendrán que ser los ojos que nos miren desde el

lienzo.

Variante de cuerpo 2:

Sobre el lienzo, una pausa. La mano, la mirada y el color bajo el compás de un fragmento

olvidado.

Variante de cuerpo 3:
Sumérjanse las manos en el agua plural de imágenes. Salir a dar un paseo con goce de

perderse en el matiz de la luz y alguna evanescencia instrumental: un oboe, un violín, un

piano, alguna palabra o fuente o despedida para resarcir un pensamiento del agua plural de

imágenes. Volver al cuerpo, al azul y al escarlata de la mirada, al lienzo que nos mira.

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