Obatalá vivía con su esposa Yemú, la que ya le había dado cuatro hijos: Eleguá. Ogún,
Osun y Ochosi. También tenía una hija mayor, Dadá, que no vivía con ellos.
Mientras los otros tres trabajaban en el campo, Osun era el encargado de cuidar la casa y
darle cuentas al padre de todo lo que allí sucedía.
...
Ogún, que era el más consentido de los cuatro, pues era el que más trabajaba, se
enamoró perdidamente de Yemú, su madre. Tanta fue su insistencia que la pobre mujer
terminó accediendo a las solicitudes del hijo.
Eleguá, que era muy despierto, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y se lo contó a
Osun.
Ogún quiso vengarse. Empezó a darle poca comida a Eleguá y a servir abundantemente a
Osun, para que se durmiera después del almuerzo, justamente el tiempo que él
aprovechaba con la madre.
Viendo que nada le daba resultado con Eleguá, terminó botándolo de la casa, pero Eleguá
esperó a su padre en el camino y le contó todo lo que sucedía.
Al día siguiente, Obatalá hizo como si fuera a trabajar pero se quedó escondido cerca de la
casa. Cuando vio que su hijo Ogún cerraba la puerta después del almuerzo, fue y tocó con
el bastón. Yemú, muy asustada, recriminó al libertino Ogún que abrió la puerta y le dijo al
padre:
ƛOgún ƛdijo el ultrajado padreƛ, así será y sal de esta casa para siempre.
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En este camino oya mantenía una guerra permanente con shango y en la misma ella
usaba un machete largo y pesado, por lo que no podía manejarlo muy bien, recibiendo por
tal motivo las burlas de shango.
Oggun por su parte mantenía también una enconada guerra con kabiosile, para la cual ...
utilizaba 9 pequeños sables que eran insuficientes ante los impetuosos ataques de shango
que además de vencerlo se burlaba de el. accidentalmente se encontraron oggun y oya,
se conocieron y conversaron de sus cosas, llegando a la conclusión de que su enemigo
común era shango y al profundizar en los detalles de la guerra de ambos que ellos tenían
con shango
Salieron a relucir las burlas de este y el porque no podían vencerlo, entonces decidieron
cambiar sus armas.
Oya le entrego a oggun su pesado machete y este le entrego a oya sus nuevos sables
(alfanges). se separaron y a poco que había caminado, oya se encontró con shango quien
ataco de inmediato pero oya sin embargo a diferencia de otras oportunidades, haciendo
uso de sus 9 alfanges y con la velocidad del viento le dio tal batida a shango que este
sorprendido y horrorizado ante el ataque inesperado de oya huyo sin rumbo fijo,
tropezándose en la huida con oggun y recuperado un poco de la derrota frente a oya
decidió desquitarse con oggun y lo ataco sin piedad, pero este enarbolando su gigantesco
machete, no solo se defendió con éxito sino que puso en retirada a shango, quien
convencido del fortalecimiento de sus enemigos pacto con ellos y desde entonces shango,
oggun y oya se respetan.
Olofi vivía en una loma muy alta y Obatalá Osanquirían era el único que conocía el camino
para llegar a él.
En el mundo había una sequía muy grande y los santos clamaban y piden a Obatalá que lo
vea para resolver el asunto.
...
Cuando Obatalá llega encuentra a Olofi desfallecido, quien le dice que está agotado, que
no puede más. El orisha baja y le cuenta a los demás santos, que reclaman que Olofi
reparta el poder.
Obatalá volvió a subir y traslada a Olofi el reclamo, quien convoca a todos los santos al pié
de una ceiba, buscó comida y la hizo toda en una sola cazuela con orí, que sirve para
calmar las disputas.
Luego que los santos todos comieron y discutieron, vieron a Olofi descender al atardecer.
Olofi les dijo: "No puedo más, estoy cansado" y los orishas le respondieron: "Padre, si tu
no puedes seguir llevando todo el trabajo del mundo, dinos algo para seguir adelante,
porque nosotros tampoco podemos".
Y entonces Olofín alargó la mano, cogió un rayo y se lo dio a Shangó; tomo el río y se lo
entregó a Oshún, y así le dio a cada santo un aché.
A Obatalá lo dejó para lo último y le dijo: "Tu eres el dueño de todas las cabezas".
OTRO PATAKI DE OBATALA DUEÑO DE LAS CABEZAS.
Una vez Olofin convocó a sus hijos a una comida. Todos llegaron temprano y comenzaron
a comer, pero faltaba Obatalá, a quien no esperaron; en un rincón quedaron las cabezas
que nadie quiso comer.
Cuando llegó Obatalá comió lo que todos habían dejado. Al concluir, Olofin le preguntó a
cada cual qué había comido, y le respondieron:
Entonces Olofin dijo para que todos lo oyeran: ƠCabeza comiste, cabeza serás.