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EDITORIAL

Inquietante Ashton
Las primeras decisiones de la responsable de Política Exterior de la
UE causan alarma
02/03/2010

En épocas de crisis, como la actual, la calidad de los dirigentes políticos no es sólo cuestión
de conveniencia, sino de imperiosa necesidad. Por eso, en el caso de los nuevos cargos de la
Unión Europea, no es preciso obedecer a la tradición de los 100 días de tregua en que se
aplaza el juicio sobre su trayectoria: existen ya datos de suficiente empaque como para dar
la señal de alarma y poner en duda las capacidades de algún alto cargo.

Así, los primeros pasos de Catherine Ashton como alta representante para la Política
Exterior de la UE y vicepresidenta de la Comisión, cargos que simultanea por imperativo
del Tratado de Lisboa, son peor que decepcionantes. Ya su nula reacción ante la dramática
crisis humanitaria en Haití situó a la Unión como actor inexistente. Ashton podía alegar en
su excusa que acababa de estrenar el cargo: pero llevaba tiempo preparándose, y conoce los
resortes de Bruselas por su anterior cargo de comisaria de Comercio, tarea en la que
tampoco brilló.

Incluso aceptando parcialmente esas excusas nunca ofrecidas, la baronesa se ha lucido ya


como vicepresidenta de la Comisión. Ha nombrado como delegado / embajador de la Unión
en Washington, cargo que ocupaba un ex primer ministro, a un alto funcionario cuya más
alta tarea ha sido la de ejercer como jefe de gabinete de su superior, el presidente Durão
Barroso. Esta medida suscita interrogantes sobre la aplicación de los criterios de mérito y
experiencia; o por el contrario, de proximidad y amiguismo, para la cobertura de los
puestos de mayor relevancia. No se trata de una anécdota menor, puesto que Ashton es la
encargada en primera instancia de implantar una nueva diplomacia europea, tejida entre la
comunitaria, la de los Estados miembros y los expertos que sean necesarios. Si la actitud y
los estándares en esa tarea clave van a ser los empleados en su primer nombramiento, más
valdrá que el Consejo Europeo reconsidere su nombramiento y/o el Parlamento controle
estrechamente sus pasos.

De momento, quien va salvando con dignidad su empleo es el presidente del Consejo


Europeo, Herman van Rompuy, quien pasó dignamente su examen ante la Eurocámara. Sus
primeras actuaciones y propuestas (entre ellas, la de concentrarse en un breve plan
económico vinculante de carácter inmediato) son sólidas. Ojalá que impriman carácter.

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