Está en la página 1de 11

Nº 6 Marzo 2011

La Barca
R E V I S T A D E C R E A C I Ó N D I G I T A L

PUNTO S D E
I NT E RÉ S ES -
PE C I A L :

 Relato: La verdad de
Stefan

 El taller: las notas

 Cartier-Bresson

 Malle—Hart

C O NT E NID O :

Microrrelato 2

El Taller 3

Homenaje a Cartier-
4
Bresson

Librocine: Damage 5

El libro del mes 6

Poema 6

El relato 7

La Fotografía del mes 11


Pá gin a 2 La Ba rca

U n m i c r o r r e l a t o :
T E J A D O S

Chino, filipino, suizo,


TEJADOS alemán, castizo, castellano,
mandarín, tropical, alpino, flo-
Inclinados, más inclina- reado, sobrio.
dos, de uralita, de teja, a dos Para sentarse y mirar
aguas, con canalón, sin él. desde lo alto, para huir de la
Con claraboya, con chi- Policía, para entrar en el dor-
menea, con varias chimeneas, mitorio prohibido, para coger
con salida de gases. un nido, para esconder un te-
Con entrada de cacos, soro, para sentirse solo, para
sin ella, con gorriones muertos, estar más cerca de Dios, para
con hormigas, con antenistas. salvar la vida durante la inun-
Bien rematados, sin re- dación, para el autismo, para “Para sentarse
matar, con goteras, con suici- el sonámbulo, para esconder- y mirar desde lo
das, con banderas. se del padre degenerado, pa-
Con palomar, con por- ra que arañen las ramas del alto, para huir
querías, con pelotas de goma, árbol, para que aterricen ov- de la Policía,
con botas, con pinzas de la ro- nis, para que se lea el S.O.S.,
pa. para que los destruyan los para entrar en el
Altos, bajos, más bajos, bombardeos, para mojarse, dormitorio
con nieve, con escarcha, con para aguantar la veleta, para prohibido, para
lluvia, secos. que haya techo, para plantar-
Con vértigo, con ala del- le cara al viento. coger un nido,
ta, con escala, con escalera, Tejados, qué poco re- para esconder un
con tendedero. paramos en ellos.
Con horizonte, con mira- tesoro, para
JES
dor, con lejanos paisajes recor- sentirse solo, ”
tados, con escorzos.
Con cielos como techo,
con nubes, con aviones, con
planetas sobre ellos.
Con gatos negros, con la
luna llena.
De paja, de brezo, de
bambú, de pizarra.
Izado con grúa, trabaja-
do con las manos, resbaladizo,
peligroso, emocionante.
Junto a otros, aislado,
volado por el huracán, derrui-
do.
Nº 6 Pá gin a 3

E L T A L L E R : L A S N O T A S
das. Otras, languidecen du-
rante tiempo y tiempo, pero
nunca desaparecen y, el día
menos pensado, al releerlas,
una chispa las ilumina de
nuevo y son extraídas del
cuaderno de tapas negras
para convertirse en una obra
completa.
Las notas se acumulan en mi Todas están disponibles
cuaderno de tapas negras. Sé pues, en ocasiones, no hay
que están ahí todas, pues sea una idea que se esté actual-
donde sea que anote una mente trabajando. Es el mo-
idea, por insignificante que mento de recurrir al cuader-
me parezca, en cuanto tengo no de las tapas negras. A mí
ocasión, la paso a limpio al nunca me falla. Siempre hay
cuaderno de las tapas negras. una idea que tomar y des-
Quizá, en ese momento, in- arrollar. Aunque sea sin la
cluso se desarrolle algo más chispa del entusiasmo, sin
la idea; lo normal es que no, esa luz que te impele a afe-
que se cumplimente tal cual rrar una idea y convertirla
está. Ya llegará el momento en toda una historia. No im-
en que ha de madurar. porta. Las sucesivas correc-
Mientras tanto, siempre hay ciones terminan por provo-
una idea que trabajar. De car la emoción si se trabaja
relato, de poema, de novela, con pasión, con rigor, en-
de pieza teatral. Siempre una tregándose a la tarea y no
de las ideas está preparada como una mecánica cons-
para ser situada sobre la ta- trucción de ladrillos ensam-
bla de madera y ser amasada blados.
con lentitud, firmeza y rigor. Poco a poco, las ideas se
Y mientras una idea es traba- amplían y se desarrollan y,
jada, las demás aguardan en aunque no todas, sí muchas
el cuaderno, como un tesoro alcanzan un momento en
al que recurrir cuando llegue que me enganchan y ya no
el momento. Otras ideas se las puedo abandonar hasta
unirán a ellas pues, aunque que las he desarrollado
se trabaje una de un modo cuanto ha sido posible.
intenso, siempre se está No importa el estado en que
abierto a la posibilidad de queden. Una vez la masa ha
que llegue una nueva idea. sido conformada, ha de me-
Son como criaturas que de- terse en el horno y dejar
sean crecer y crecer. Unas que el calor y el tiempo
tienen más fuerza que otras hagan el resto.
y se colocan mejor en el ni-
do, con lo que son alimenta-
JES
Pá gin a 4 La Ba rca

H O M E N A J E A C A R T I E R . B R E S S O N
En homenaje ción, una separata absurda
a tan magnífico fotó- CHATARRA que provocaba hipótesis lógi-
grafo, cada mes una cas y no tanto. Poco a poco,
de sus fotos dará lu-
Escribía el tren sobre con lentitud, un lustroso óxido
gar a una narración,
en un juego cómplice sus dos renglones su letra inmaculado se hace con el
de creación. perfecta de viajero y marca- metal y el metal se convierte
ba con el humo desde la chi- en cobijo de hierbas, arañas y
menea de la locomotora, sombras que giran a lo largo
cuando convenía al texto, los del día. Al llegar la noche, las
preceptivos acentos. Atrave- dos partes del coche se adivi-
saba el llano, cualquiera diría nan como moles temblorosas
que ajeno al yermo paisaje. y temibles, animales durmien-
Arbustos egoístas y solita- tes enfurruñados. Cada uno
rios, montículos como coli- mira a un lado. Y están con-
“Seguirán nas acomplejadas y los res- denados a desaparecer sepa-
tos de un coche desmembra- rados. Ni el chasis tiene rue-
pudriéndose a la do como prácticas de ciruja- das ni la cabina de moverse
par que de reojo no. Por un lado, el chasis, manera. Seguirán pudriéndo-
guardabarros los cuatro y a se a la par que de reojo se
se miran, a la modo de timón desafiante el miran, a la vista del tren que
vista del tren volante. Ni rastro de los ejes, escribe su trayecto. La loco-
de las llantas o de los motora piensa que es un tris-
que escribe su neumáticos. Más allá, aleja- te final para un automóvil, que
trayecto.” do, como producto de un en- no deja de ser, como ella, un
fado, la cabina, aún pulida artefacto, no tan elegante, se-
“Al imaginar, recreamos otros mundos y los
poblamos de personajes que hacen cosas y a pero sin cristales. Extraña guro que más fanfarrón. La
los que les suceden cosas.” separación. Tal vez el con- locomotora no acabará así,
ductor eligiera otra dirección que ella es muy señora y ya
de la que eligieron las rue- se le pueden agregar vago-
das. El resultado fue la parti- nes a la cola que a todos los
arrastra y apenas se nota que
se agota. Pronto llegará a su
destino. Del coche achatarra-
do toma nota como referencia
del camino, aunque en el fon-
do, muy dentro de su horno,
teme que le espere semejan-
te destino.

JES
Nº 6 Pá gin a 5

L i b r o c i n e : d a m a g e
L o u i s m a l l e — j o s e p h i n e h a r t

Película no muy co- padre de familia de lo más


nocida del prestigioso di- insulso y aburrido( papel que
rector francés Louis Ma- parece hecho a medida para
lle,, aunque no por ello fal- un Jeremy Irons sublime) se
ta de calidad. Algo más de siente perdidamente atraído
éxito tuvo el libro, ven- sexualmente por la novia de
diéndose un millón de su hijo, una Juliette Binoche
ejemplares por todo el que devora la cámara, aunque
mundo, aunque no por ello debo reconocer que ahí no
sobrado de calidad, a mi soy objetivo, es una de mis
parecer. debilidades. Lo malo es que
Pese a la coincidencia del ella “se deja querer demasia-
título original en los dos do” y ahí estalla todo. Los
formatos, “Damage”, deci- dos descargan toda su adrena-
dieron en ambas versiones lina a base de encuentros ca-
que el título no era el ade- da vez más furtivos, que te
cuado en español y apos- hacen ver que el final no será
taron por “Herida” en el del agrado de nadie. Mucho
caso de la versión filmada erotismo en el film, que nos
y “Destrucción” en su ver- hace ver cómo a veces la
sión escrita. Ciertamente, atracción sexual es capaz de
no chirrían ninguna de las lo peor, aunque se lleve por
dos traducciones. delante lo más querido.
Hablamos de una historia, No quiero dejar de resaltar
que, si bien en el libro no el papel de Miranda Richard-
pasa de ser un folletín al son, esposa del protagonista,
estilo Corín Tellado que deleitándonos con una escena
poca gente ha leído, escrito final desgarradora, que pone
por una presentadora de en los pelos como escarpias.
el cine Luis Malle consi- Resumiendo, un ejemplo
gue tocar la fibra con un más de cómo sacar petróleo
planteamiento desgarrador, de un libro que habría pasado
un drama pasional que de- sin pena ni gloria, de no ser
muestra hasta donde llega por la adaptación magistral al
el instinto animal de las cine del señor Louis Malle.
personas. De todas formas
es justo decir que Josep-
hine Hart fue quién se en- Rafa Montañés
cargó de adaptar el guión.
Un ministro británico,
Pá gin a 6 La Ba rca

P O E M A : f i n a l f e l i z
J o s é m a r í a d e v i c e n t e

“Lee viejos libros, y en verano la chopera que refresque el so-


bebe viejos vinos, focón.
quema viejos leños,
ten viejos amigos”. La biblioteca surtida y amigos que, a su conjuro,
Alfonso X, “El Sabio”
hagan, sobre manteles, tertulia y animación.

En un pueblo, apartado de los ruidos, Para animar las veladas, la bodega bien colma-
casa grande, poca hacienda y si me apuras, un da,
huerto. notando siempre de cerca el calor de la mi ama-
da.
Ni tener a quién pagar ni reclamar al que debe.
Sentir que los hijos crecen, prosperan y me dan
En la cuadra dos caballos para mí y la compa- nietos…,
ña;
perro lobo como sombra, dos galgos para la y al final de cualquier noche, a ser posible en
liebre otoño,
y un mastín que duerme – vele a la entrada del con los años bien cumplidos, dormirme sin des-
hogar. pertar.

En invierno chimenea que consuma bien la en-


cina Ávila, 25 de enero de 2010

E l l i b r o d e l m e s
C o r r e r e l t u p i d o v e l o
P i l a r d o n o s o

Pilar Donoso es la hija de Se nos muestra el hombre, sus miedos, sus procesos
José Donoso, el escritor débil, atormentado, com- mentales, su elaboración
chileno, autor de El obsce- plejo, solitario, generoso, de tramas y el diseño de
no pájaro de la noche. asocial, introvertido, imagi- sus personajes. Todo ves-
Compré Correr el tupido nativo, tradicional, viajero, tido con emociones de
velo gracias a una reseña huraño, amante, esposo, color intenso, más vitales
en la revista Letras Libres padre, odioso, amado. que la propia vida, como
y hoy por hoy es mucho lo Pero sobre todo se nos sólo un escritor puede
que agradezco el consejo. muestra al creador, al es- sentirlas, como todo escri-
critor para el que escribir tor desea vivir la vida.
Pilar se deshace de su
es vivir, en el sentido más
duelo, después de diez Pilar Donoso habrá exorci-
real del término.
años de la muerte de su zado sus demonios con
padre, y lo hace desnudán- De un modo magistral, este texto, pero a todos
dose ella y desnudando a escuchando la propia voz nos ha dejado un legado
su padre, empleando para de José Donoso, nos aden- que ha de perdurar, aun-
ello los ingentes diarios tra en las cavernas de la que sólo sea porque a
que José Donoso escribió mente de un escritor de José Donoso se le pase la
hasta que la enfermedad enorme talento para que mala idea de que pronto
le impidió tomar el bolígra- descubramos cómo funcio- todos nos habremos olvi-
fo de punta fina con el que naba su método, cuáles dado de él y eso es algo
solía escribir. eran sus manías, cuáles que no va a suceder.
Pá gin a 7 La Ba rca

E l r e l a t o :
L a v e r d a d d e S t e fa n
J u a n e n r i q u e s o t o
Ahora que su ojos y a los de Manuel, y no je al que el azar me invitó, sin
presencia es memo- acudieron porque las guar- derecho a renuncia, para ver
ria, puedo mirar y ver damos con tozudez y orgu- las manos gastadas y la mira-
lo que pasó con sere- llo estúpido de hombre ante da azul de aquel que ya no
nidad que da el tiem- otros hombres, creí que el espera nada de la vida salvo
po reflexivo, aunque simple hecho de haber co- días tranquilos y un amigo,
haya perdido el sabor nocido a Stefan cambiaría ocasional o fiel, con el que
dulce del sentimiento mi vida de un modo tal que compartir una botella de raqu-
de entonces. Recuer- ninguna trivialidad humana ía. ¿Habrá, pues, un camino
do que, cuando me podría afectarme jamás. antes de Stefan y un camino
alejaba de su sonrisa Sin embargo, ahora después de Stefan? No lo sé.
mellada, a pesar de que el poso de verdad de La historia de Bulgaria
los inciertos pasos aquel marinero se ha depo- nos la relató un guía cubano,
que daba Stefan al sitado en mis horas tranqui- del que no recuerdo el nom-
frente, como si quisie- las e intranquilas, dudo que bre, a Manuel y a mí, en
ra postergar prolongar realmente vaya a ser así. aquel fin de semana entre se-
la despedida, sobre Creo que solamente recor- minario y seminario que im-
aquel fondo intacto de daré mis propias palabras partíamos sobre ética y dere-
nieve, y justo antes de describiendo su boca sin chos humanos. Lo hizo el cu-
que las lágrimas qui- dientes, el ardiente sabor de bano como si se tratara de un
sieran acudir a mis su raquía casera, el caserón cuento a dos turistas españo-
del siglo XIV que Stefan les a través de las miradas
custodiaba, con aquellos que cruzábamos en un espejo
deslucidos decorados cine- retrovisor, y que buscaba en
“Su solemnidad matográficos que nadie qui- nosotros curiosidad o aburri-
era verdadera so retirar, o recordaré un miento. Lo que él no sabía
porque Stefan era país, Bulgaria, que ha com- era el regalo que nos iba a
verdadero. El pensado su dura historia hacer. Es más, creo que ni se
anfitrión pobre que con el orgullo de los lucha- enteró de lo que hizo.
se convierte en dores. Gratificó nuestra curio-
rico al ser anfitrión. Sólo su nombre es- sidad y los honorarios recibi-
El hombre de
crito, Stefan, habrá de per- dos con una parada en el ca-
sesenta y siete
durar junto a unos senti- mino, teóricamente fuera del
años fuerte como
mil hombres la
mientos, repetidos hasta el itinerario previsto. Disimuló
mitad más jóvenes agotamiento porque quiero pésimamente la improvisa-
que él. El hombre grabarlos al rojo en la me- ción de aquel acto por él cal-
de la mirada azul, moria y en la voluntad, co- culado. Detuvo el diminuto
limpia, que jamás mo si tuviese miedo de per- coche sobre la nieve al borde
hizo daño a nadie der un tesoro recién encon- de la carretera junto al mur-
porque en trado que me puede conver- mullo helado de un riachuelo
aquellos ojos no tir en mejor persona. invisible y frente a un muro de
tenía cabida la El hombre, Stefan, se piedras de río.
maldad. ” convertirá en una anécdota Mientras nos explicaba
a pesar de que busque en la ancianidad de la construc-
él aunque no lo fuese en ción y nos resumía el argu-
realidad, la razón de un via-
mento de una película rodada en ella, so- el catre, con todos sus altibajos y el perfil
bre venganzas sin pasión y pasiones de acostumbrado de su propietario, tres sillas
amor y muerte, caminábamos sobre man- de madera de respaldo curvo, una cocina
tos blancos. de leña con chimenea sin capucha que
Admiramos el infierno y el cielo di- ejercía también de estufa y una mesa tan
bujados en paredes hacía ochocientos sencilla como la más sencilla de las me-
años; pisamos porches que vigilaban los sas.
reclamos de una mula encerrada; rodea- En un rincón dormía una repisa y
mos un horno de pan que ya olvidó los olo- sobre ella una botella de cristal marrón ju-
res de la labor recién hecha y que conver- gaba a los malabaristas con una vela, toda
saba en confianza recuerdos de harinas la luz necesitada en las noches. Sobre un
amasadas y horneadas con la pala des- plato que dormitaba sobre la mesa pegada
vencijada que tantas veces había hurgado a la pared, entre el catre y la cocina, bajo
en sus entrañas. Junto a una ventana des- una ventana asombrada por el espectacu-
quiciada, un altivo atril sostenía el polvo lar bosque blanco, unos pimientos de un
para que lo leyéramos y yo lo leí. rojo sangriento parecían tomates con la
Anacrónico era el viejo colchón, co- boina calada que charlaban sobre cotilleos
bijo de pulgas invernadas, tirado bajo el de huerto. Y junto al plato, un pequeño
dintel de una puerta y que algún sentido transistor recordaba a Stefan que en el
habría de tener en su postura natural, aun- mundo convivían con él otros seres huma-
que su despropósito era el mismo que el nos y que, en aquellos momentos, retrans-
del cartón piedra que rellenaba paredes, mitía la investidura de un nuevo presidente
tejados y voladizos, completando un esce- de la nación.
nario que debía parecer real, aunque no lo La solemnidad del evento radiado
fuera, antes de ser perpetuado en celuloi- se me antojó ilusa. La verdadera solemni-
des de engaño. Allí se rodó “El cuerno de dad estaba al otro lado de los cristales de
cabra”, tragedia en blanco y negro en un la ventana, en el deslizarse pausado de
paisaje sin negro. Ese era el regalo del gu- los copos de nieve, en el respetuoso baile
ía, el orgullo fílmico de Bulgaria, un país del agua sobre las piedras pulidas, en las
herido por varios siglos de dominación im- caricias de la niebla a la corteza de los
placable por los turcos. árboles, en la tenue luz de un mundo blan-
Recorridas sus estancias y elucu- co que se refleja a sí mismo en su vida
brados negocios sin duda prósperos para adormecida y de una belleza incompara-
las mismas, pues es paso obligado para ble.
los turistas hacia el Monasterio de Rila, el La verdadera solemnidad nos la en-
guarda, anfitrión en funciones, nos ofreció tregó Stefan, el guarda, con la generosi-
la hospitalidad de su humilde morada, ade- dad sin intenciones perversas de una voz
centada con prisa mientras el guía nos ob- que pronunciaba palabras de las que no
sequiaba con sus conocimientos sobre el importaba su significado porque no necesi-
lugar. Se disculpó el guardián del caserón taba explicar nada.
por la ausencia de orden femenino, pero Stefan poseía poco y nos lo entregó
en invierno su mujer no subía hasta allí y todo, como Odiseo el anfitrión. Sus pimien-
dejaba para la primavera el cuidado de ga- tos, sembrados, alimentados y recogidos
llinas y el mimo de un primoroso jardín, con sus manos. Jamás habíamos comido
ahora dormido bajo sábanas heladas. pimientos más sabrosos que aquellos. Su
En una habitación de poco más de raquía, destilada por él mismo con su sabi-
cuatro metros cuadrados, Stefan, el guar- duría tradicional, en sus dos variedades,
da, tenía al alcance de sus ojos y de sus de ciruela y de uva, que nos servía en va-
manos todo lo necesario. Las patatas, sitos de plástico rojo.
guardadas bajo una manta para que no se La verdadera solemnidad estaba en
enfriaran demasiado, la cama, o más bien sus gestos, como cuando, después de ser-
virnos su aguardiente de no menos de 50 su verdad, toda la Verdad que, como él
grados de alcohol, nos pedía permiso para mismo nos dijo, nace del pueblo y al pue-
servirse él, o como cuando brindaba por blo se le puede engañar pero no por mu-
nuestra salud después de cada frase tra- cho tiempo.
ducida. Yo, por mi parte, no supe qué hora
Su solemnidad era verdadera por- era ni la hora que fue antes de Stefan.
que Stefan era verdadero. El anfitrión po- Tampoco me importó. Finalmente, tanto
bre que se convierte en rico al ser anfi- insistió el guía que Stefan se calzó sus za-
trión. El hombre de sesenta y siete años patos, que le esperaban al otro lado de la
fuerte como mil hombres la mitad más puerta, sobre sus fundas de lana que ca-
jóvenes que él. El hombre de la mirada lentaban los calcetines también de lana y
azul, limpia, que jamás hizo daño a nadie que envolvían sus pies y nos acompañó
porque en aquellos ojos no tenía cabida la hasta la puerta de los muros. Le di la ma-
maldad. no. Después, le abracé. Mi compañero le
Marinero de guerra, alimentó con su dio la mano. Después, le abrazó. Pisamos
esfuerzo las máquinas que surcaron los pura nieve recién caída y despidiéndonos,
mares hasta hender todas sus olas; mari- una y otra vez, de Stefan, no nos quedó
nero en un huerto muy lejos de las gavio- más remedio que montarnos en el coche.
tas, que nos sirvió la mitad de su raquía y El guía arrancó y el ser más huma-
la otra mitad nos la regaló en botellitas de no de la Tierra nos dejó su sonrisa y su
plástico. Además, nos comimos todos sus mano alzada grabada en el cristal trasero
pimientos para deleite suyo. de un despreciable cacharro con ruedas
A cada sorbo, a cada bocado nos que nos sacaba a rastras de allí, aunque
mostraba un poquito más su alma transpa- nos aferráramos con desesperación a un
rente y a su través nos veíamos a nosotros “adiós Stefan” que pronunciábamos sin
mismos, mucho más indignos, mucho más pronunciar mirando por la luneta trasera
mundanos. Le faltaban todos los dientes del coche.
superiores menos dos incisivos que ya Nos miramos Manuel y yo. Sabía-
perdieron su insolencia; su cuello arrugado mos que ya éramos distintos, que algo
era inmenso pero menos que su cariño a había cambiado en nuestro interior, algo
dos extranjeros a los que no conocía y con indefinible y a la vez grandioso. Él quería
los que brindó una y otra vez. llorar. Yo también. Porque éramos más
El guía cubano se cansaba de escu- grandes, más verdaderos, más humanos
charnos y miraba el reloj fastidiado y an- después de que Stefan se regalara a sí
sioso por cumplir el horario previsto y vol- mismo y se metiera en nuestros corazo-
ver a su casa. No entendía la comunión nes. Nos dolía tanto la partida que nos
que allí se producía entre hombres que se hundimos en íntimos suspiros.
reconocen como tales y que hacen de ese Manuel no sabía expresar lo que
encuentro un regalo de los dioses. Noso- sentía. Yo tampoco, pero, según nos aleja-
tros habríamos perdonado el resto de la ba cada curva de aquella humilde habita-
excursión, aunque nos perdiéramos millo- ción, sentí que los árboles me mesaban
nes de monasterios, con todas sus reli- con ternura los cabellos con sus dedos de
quias y campanarios y celdas y oraciones espuma y las ramas me abrazaban con
y pasadizos y velas y tumbas y frontispi- sus puños de encaje y sus troncos vesti-
cios y museos y frescos y joyas y tradicio- dos con camisones se inclinaban a mi pa-
nes y osamentas y libros sagrados y susu- so formando un túnel blanco, hermosa-
rros y sacrificios y religiosidades. mente blanco, por el que me deslizaba en-
Habríamos seguido bebiendo raquía mudecido para que nada se perdiera de
con Stefan aunque no habláramos, que no aquel sentimiento más allá de las monta-
nos hacía falta, empapándonos de él, ñas y no pudiera esconderse entre la nie-
aprendiendo de él, extrayendo de él toda bla, sino que se quedara allí, entre mis ro-
pas, en mis manos, dentro del coche, en- hombre siguió pidiéndonos permiso para
tre mi cuerpo y el de Manuel sentado a mi servirse más raquía en su vaso después
derecha, dentro de mí y alrededor mío, pe- de llenar los nuestros.
ro no muy lejos, al ladito mismo. Fuera, ladraba Jessie, un perro ca-
El Monasterio de Rila nos recibió nijo, a los extraños desde su caja-caseta
mudo y las explicaciones del guía nos junto a la leña escrupulosamente ordena-
mostraron una obra bella, pero ni la arqui- da y al lado de una moto de cincuenta
tectura que nos describía, ni los nombres años que esperaba a que llegara la prima-
cuya historia desmenuzaba surtían efecto vera para que el marinero de la sala de
en nuestra curiosidad repleta. máquinas destrabara la segunda marcha,
Sólo el recuerdo del padre fallecido mientras la noche llegaba perezosamente
recientemente de Manuel pudo conmover- a una tierra donde no llega a hacerse de
nos, a él en su dolor; a mí, en el suyo al noche del todo.
recogernos en la intimidad recogida del Liliana se apuró cuando nos despe-
templo y pudo hacerlo porque aún no está- dimos de ella con dos besos después de
bamos satisfechos de conmoción. pedirle permiso a Stefan y a él le abraza-
Y es que debió de ser tal el impacto mos una vez más. El guía nos sacó de allí
que causó en nosotros aquel marinero de aún con más premura mientras Manuel y
calderas que la vida o el destino o Dios o yo gritábamos con las manos y los ojos
el azar o lo que quiera que rija los aconte- uno y mil “hasta pronto”.
cimientos cósmicos nos regaló un trozo El pueblo quedó detrás al instante,
más de Stefan. dormido en la noche clara y aún más atrás
Deshaciendo el camino nos encon- Rila y su monasterio. El riachuelo siguió
tramos de nuevo con él. Nos esperaba so- jugando con las piedras mientras infinitos
bre la nieve, a no menos de diez grados copos blancos seguían tejiendo camisones
bajo cero, desde hacía más de una hora, para el bosque.
porque el guía había olvidado su teléfono Hablamos poco durante el regreso.
móvil junto al pequeño transistor sobre su Teníamos tanto que decir que no sabía-
mesa. El guía cubano se ofreció para acer- mos hacerlo. Sí, entonces creímos que
carle a casa porque nos quedaba de cami- nuestras vidas cambiarían con aquel en-
no y nosotros tan contentos. Un asiento cuentro, que ya no seríamos los mismos
del coche fue para él, el delantero, y, así, porque jamás habríamos de olvidar a un
andaba tan pesado el diminuto vehículo, hombre que, de tan sencillo, sería inolvida-
con sus cuatro ocupantes y nuestras dos ble, inmenso. Quizás sea verdad que soy
enormes sonrisas, que la nieve levantaba diferente, no me atrevo a decir que mejor o
nuestros pies de los bajos. peor.
No hubo modo, ni nosotros quisi- Ha transcurrido muchos años desde
mos que fuera de otro, de rechazar la invi- entonces y aún le tengo muy presente,
tación de Stefan para que entráramos en aunque sólo sea porque, desde ese día,
su casa, en el cercano pueblo. Liliana se sueño con alcanzar a tener una mirada tan
llamaba su mujer y, al igual que hiciera su limpia y verdadera como la suya; con ser
marido, puso sobre la mesa todo lo que tan rico como lo es él y con vivir la vida co-
tenía. Un frasco entero de pepinos que no mo la ha vivido este viejo marinero que
repetían por muchos que comieras y todos ahora cuida un huerto que no es suyo co-
los crepes de puerro que había preparado mo si lo fuera. Sueño con aprender la ver-
para su esposo, en aquel salón-comedor- dad de Stefan, la verdad de un hombre de
cocina-dormitorio que era su humilde verdad.
hogar.
La mujer rió con la más sana de sus
sonrisas cuando alabábamos la fortuna de
su marido al tenerla como esposa y el
Juan Enrique Soto, nació en
un pequeño pueblo cerca de
Frankfurt, Alemania, pero se
crió en el popular barrio de

La Barca Vallecas, Madrid.


Ha publicado las novelas El
silencio entre las palabras y La
Barca Voladora con la edito-
Sugerencias y suscripciones en: rial Creápolis Impulsa. El silencio entre las palabras
será reeditado en 2011 por la editorial Baile de
jesoto@cop.es sol.
Entre sus galardones literarios se destacan: ga-
nador del Primer Certamen de Relatos Himilce, fina-
www.juanenriquesoto.es lista en el Tercer Certamen Internacional de Novela
Territorio de la Mancha 2005, ganador del I Con-
curso de Relatos de Terror Aullidos.com y del Primer
Premio de Poesía Nuestra Señora de la Almudena,
Valladolid. Ha sido finalista o recibido mención
en los certámenes V Hontanar de Narrativa Breve,
XVIII Concurso Literario de Albacete, Primer Con-
curso Internacional de Cuente Breve del Taller 05 y
Primer Certamen Literario Francisco Vega Baena.
Algunas de sus obras pueden encontrarse en
Vive la aventura de leer diferentes portales de la web.

L a f o t o g r a f í a d e l m e s

Sobrevolando El Valle
de los Reyes, Egipto

Foto: JES

También podría gustarte