Está en la página 1de 1

INCLUSO EN LA MUERTE

Ella derramaba lágrimas sobre su portátil. La noche había caído y era lo único que le quedaba.
La soledad de su estancia se hacía insondable, el pasado, el futuro y el presente se aunaban en
una desesperación infinita. Y entonces lo vio, ese pequeño objeto que había significado todo y
nada en uno solo. Parecía una canica de un color azul irisado, muy brillante. Lo miró con
intensidad y pensó en todas aquellas posibilidades que ya nunca serían. Toda la vida que se
marchito, toda la esperanza, todo el amor... En esa pequeña esfera se había puesto en juego el
futuro de la humanidad. Intentaron hacerlo bien, algunos incluso encontraron su camino y
supieron ser felices. Pero fueron demasiado avariciosos, demasiado compulsivos, demasiado
autodestructivos, todo el tiempo preguntándose qué hacían allí, quien los había apuesto en
ese lugar, donde estaban, cuál era su propósito. Todas esas cuestiones los llevo a una
búsqueda incansable desde el principio de los tiempos, que les llevo a conocer una verdad que
no debían saber, lo que definitivamente les llevaría la aniquilación completa de toda la especie
e incluso de todo su entorno. Todo se perdió, nada quedo en pie, nada se pudo salvar. Y ella,
LA VIDA sólo podía llorar por su propio perecimiento y esperar que el resto de esferas, que
coronaban su repisa, tuvieran más suerte, mesura, altruismo y calma para llevar las cosas de
otra forma. Y esperar que el azar tuviera más puntería en un nuevo principio para la VIDA.

Por

Vanesa Gacio Martínez

A Coruña 27/2/2011

También podría gustarte