Los colorantes azoicos se han cuestionado reiteradamente, debido a que muchos
colorantes de esta familia (no los autorizados para uso alimentario) han demostrado ser cancerígenos en experimentos con animales. Una diferencia fundamental es que los colorantes cancerígenos son poco polares, solubles en grasas, y atraviesan con cierta facilidad la barrera intestinal, incorporándose al organismo. En cambio, los colorantes autorizados, que son muy polares y solubles en agua, no se absorben. Aunque la tartrazina es un colorante autorizado, el consumo excesivo de golosinas coloreadas con tartrazina por niños es un tema que merece toda la atención de los padres y es parte del debate en salud pública en la Unión Europea (la HACSG no recomienda su uso). Desde que en 1959 se describió por primera vez un cuadro de urticaria debida a la tartrazina se han relatado más casos de urticaria, lesiones purpúricas, anafilaxia debidos a este y otros colorantes azoicos. Si bien, se estableció que muchos de estos pacientes son aquellos que reaccionan alérgicamente por la utilización de aspirina (mientras ingieren tartrazina) el nivel de prevalencia de la urticaria por tartrazina se estima entre el 5 y el 10% de los pacientes.