Está en la página 1de 484

Boletín de la

Academia Nacional de Historia


.
BOLETÍN
DE LA
ACADEMIA NACIONAL
DE HISTORIA

AÑO DEL BICENTENARIO

Volumen LXXXVIII N° 181


2009
BOLETÍN de la A.N.H.
Vol LXXXVIII N° 181

© Academia Nacional de Historia del Ecuador

ISSN N° 1390-079X

Diseño e impresión
PPL Impresores 2529762
Quito
flandazurippl@andinanet.net

agosto 2009

Esta edición es auspiciada por el Ministerio de Educación


ÍNDICE GENERAL

Editorial 7

EN EL BICENTENARIO 11
• Escritura de los hombres de Agosto
Hernán Rodríguez Castelo 13
• El Diez de Agosto de 1809. Actitud de las autoridades cuencanas
Juan Cordero Íñiguez 123
• Envío de los comisionados Montúfar y Villavicencio
al Virreynato de Nueva Granada y José Cos al de Perú
Enrique Muñoz Larrea 199
• Dos fechas y un mismo Bicentenario
Fausto Palacios Gavilánez 207

ARTÍCULOS Y ENSAYOS 213


• El dominio del mar:
Un factor olvidado en nuestra historia republicana
Octavio Latorre 215
• Una ilustre familia en América: Los Urquinaona
Gregorio César de Larrea 233

DISCURSOS ACADÉMICOS 247


• Bienvenida a Alicia Albornoz Bueno
Fray Agustín Moreno Proaño 249
• Símbolo, Mito y metáfora
Alicia Albornoz 251
• Bienvenida a Javier Gómezjurado
Jorge Núñez Sánchez 284
• Los hijos expósitos y naturales en la Real Audiencia de Quito
Javier Gómezjurado Zevallos 298
• Bienvenida a Vladimir Serrano
Manuel de Guzmán Polanco 323
• El imaginario en la historia de Quito:
Sentido de las leyendas y tradiciones
Vladimir Serrano Pérez 330
• Bienvenida a Klever Antonio Bravo
Jorge Núñez Sánchez 350
• Los siete combates del ejército quiteño
en nombre de la Independencia: 1809–1812
Klever Antonio Bravo 356

5
• Bienvenida a María Luisa Laviana
Jorge Núñez Sánchez 373
• Reformismo borbónico y control fiscal:
Las cajas reales de Guayaquil en el siglo XVIII
María Luisa Lavianos Cueto 378

RECENSIONES 403
• Eugenio Espejo, Precursor de la independencia
Hernán Rodríguez Castelo 405
• Obras Completas de Eugenio Espejo
Carlos Freile 410
• Eugenio Espejo (Chuzhig)
Carlos Freile 412

VIDA ACADÉMICA 415


• Congreso extraordinario de las Academias
Iberoamericanas de Historia 419
• Homenaje a J. Roberto Páez
Fray Agustón Moreno Proaño 424
• Homenaje a Carlos Manuel Larrea
P. Julian Bravo Santillán S.I. 434
• Presentación de la Historia de la ANH
Juan Cordero Íñiguez 449
• Presentación del libro “Quito luz de América”
Benjamín Rosales 458

Individuos de número de la ANH a julio de 2009 465


Miembros corresppondientes de la ANH a julio de 2009 471
Miembros electos para correspondientes 476
Miembros honorarios 477
Miembros extranjeros electos como correspondientes 477
Miembros de provincias 480

6
E
l bicentenario de la revolución quiteña del 10 de Agosto
de 1809, que estableció la primera Junta Soberana en
América, y llegó, en una segunda instancia, a elecciones
de legisladores, votación de la primera Constitución de
la que desde 1830 sería la República del Ecuador y defensa con
ejército propio de la joven República de Quito frente a la agre-
sión de las tropas virreinales, ha sido motivo de justa ufanía
para todos los ecuatorianos.

La Academia Nacional de Historia se ha involucrado de modo


especial en tan magna recordación. Se ha sentido responsable,
de destacar, ante la patria y ante toda América, la magnitud del
acontecimiento. Tales recordatorios son tarea propia de los his-
toriadores.

Muy temprano, su órgano, el Boletín, dedicó su primera sec-


ción al inminente Bicentenario, y en su número 179, del segun-
do semestre de 2007, publicó un trabajo inusitadamente largo
para dibujar una panorámica amplia y rigurosa de esa historia
que el Ecuador se aprestaba a revivir y solemnizar: “La glorio-
sa y trágica historia de la independencia de Quito 1808-1813”.
Ese texto ha sido utilizado por instituciones y personas a cuyo
cargo estaba la programación de la celebración bicentenaria.

También, con la debida anticipación, la Academia convocó a


un concurso internacional, que incentivase a historiadores de
la patria, de países hermanos de América y de otros ámbitos a
reflexionar sobre el importante tema que el concurso proponía:
“Trascendencia internacional del gobierno quiteño autónomo
del 10 de agosto de 1809”. En el presente número de nuestro
Boletín publicamos una vez más las bases de ese concurso, cuyo
plazo de entrega de los trabajos se vence el 3 de noviembre del
presente año.

Y la Academia, por gestión de su director, el Dr. Manuel Guz-


mán Polanco, en el Congreso de La Asociación de Academias
Iberoamericanas de la Historia, celebrado en Lisboa, en 2006,
consiguió el alto honor -y la grave responsabilidad- de organi-

7
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

zar en Quito, el 2009, un Congreso Extraordinario de la Asociación. Tal


Congreso, organizado por nuestra Academia, se reunió en nuestra ciu-
dad del 16 al 19 de junio, con la presencia de delegados de dieciocho
Academias hermanas, que trajeron importantes ponencias que ilumi-
naron la misma revolución de Quito y el horizonte americano en que
ella se dio. Las tareas de aquella magna cita de historiadores iberoame-
ricanos culminarán, como es de rigor, con la publicación de las Me-
morias, que recogerán todas las ponencias, algunas de tanta extensión
que en la sesiones solo pudieron resumirse para el estrecho límite de 20
minutos fijado para su exposición, antes de breve ronda de preguntas.
Al presente Boletín llegarán noticias y ecos de tan importante evento,
que fue el primer acto académico de trascendencia internacional del
nutrido programa de celebraciones del Bicentenario.

Tuvo la Academia otro proyecto para estas celebraciones. Sin duda, el


más importante y monumental: publicar, en los tomos que fuesen nece-
sarios, todos los documentos relativos a la gesta de Agosto. Habría sido
el más sólido y alto homenaje a esos quiteños que escribieron las pági-
nas más gloriosas de nuestra historia. Pero la Academia Nacional de
Historia se mueve en condiciones de extrema estrechez económica, que
hacían imposible realizar tan vasta tarea, y el Estado nunca entendió la
importancia y trascendencia de tan ambicioso proyecto y no mostró la
menor voluntad de aportar los fondos que harían posible su realiza-
ción. El Ecuador queda en deuda con su historia, con sus próceres, con
este cimiento primero de su identidad.

Y en cuanto al número presente del Boletín, que aparecerá en torno a la


misma fecha bicentenaria, no ha podido ofrecer textos de todos aque-
llos académicos que están empeñados en iluminar esos altos y heroicos
sucesos, en casos acudiendo a archivos y exhumando documentación
importantísima, en buena parte, porque varios de ellos han presentado
ya sus hallazgos, o están por hacerlo, en libros. De todos modos dos de
esos historiadores que han dedicado al bicentenario sendos libros ofre-
cen en este número del Boletín largos ensayos sobre Agosto.

El académico Juan Cordero Iñiguez publicó la obra Cuenca y el 10 de


agosto de 1809, iluminando con minucioso estudio la recopilación de
documentos cuencanos sobre el movimiento de Quito enviado por las

8
E D I TO R I A L

autoridades de Cuenca al Virrey del Perú y por este a la Corona, y loca-


lizados por Cordero en el Archivo de Indias. Esa investigación es la que
nutre su artículo de nuestro Boletín.

Y el académico Hernán Rodríguez Castelo, cuyo estudio Lírica de la


Revolución quiteña de 1809-1812. La revolución quiteña de agosto de 1809 y
el martirio de agosto de 1810 en los poemas de esos días publicará el FON
SAL, entrega en este número del Boletín largo y denso estudio de la es-
critura de los mayores escritores de la Revolución de Agosto. Histo-
riador de la literatura ecuatoriana ilumina la historia del movimiento
quiteño desde ese documento de privilegiada inmediatez que son los
escritos de los próceres Rodríguez de Quiroga, Morales, Miguel
Antonio Rodríguez y José Riofrío.

Los dos textos son largos, pero cabe repetir lo que se dijera en el núme-
ro 179 del Boletín para dar razón de un texto de la extensión del ya
mencionado “La gloriosa y trágica historia de la independencia de
Quito 1808-1812”. Aquello que sentara Mejía, en las Cortes de Cádiz,
para justificar discurso tan largo como importante: “Hablando de cosas
grandes es necesario hablar con grandeza”.

Pero la Academia Nacional de Historia del Ecuador no se halla reque-


rida solo por el bicentenario de la independencia. Celebra su propio
centenario. Porque el 24 de julio de 1909 se fundó la Sociedad de
Estudios Históricos Americanos, que años más tarde se convertiría en
la Academia Nacional de Historia. En el Palacio Arzobispal y bajo la
guía del sabio arzobispo de Quito, el historiador Federico González
Suárez, instalaron solemnemente la Sociedad Jacinto Jijón y Caamaño,
Cristóbal Gangotena Jijón, Alfredo Flores Caamaño, Carlos Manuel
Larrea, Luis Felipe Borja (hijo) y Aníbal Viteri Lafronte. Poco después
se adhirieron al acto fundacional dos historiadores a quienes aquella
sesión los tomó fuera de la ciudad, Juan León Mera Iturralde y José
Gabriel Navarro.

A la historia de estos cien años de la Academia Nacional de Historia se


ha dedicado un libro. Encargado de hacerlo el académico Franklin Ba-
rriga López ha cumplido la ardua tarea con competencia y brillantez.
Precisamente al cerrar el Congreso Extraordinario de la Asociación de

9
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Academias Iberoamericanas de la Historia, en ese espléndido edificio


que constituye ilustre monumento a la Revolución de Agosto que es el
“Centro Bicentenario”, en lo que fuera el Hospital Militar, se presentó
el libro Historia de la Academia Nacional de Historia 1909-2009. Llegan al
Boletín ecos de esa presentación y el estudio de Juan Cordero Iñiguez
que abre las puertas a obra que constituye importante aporte a la his-
toria misma del último siglo de vida ecuatoriana.

A esos jóvenes apasionados por el quehacer histórico y ya notables his-


toriadores, su maestro, el ilustre autor de la Historia General de la Re-
pública del Ecuador, pocos días antes de la constitución de la Sociedad
de Estudios Históricos Americanos, futura Academia Nacional de His-
toria, les había confiado y animado:

Cuando di principio a mi labor histórica estaba solo, aislado: ahora, cuando


para mí se aproxima ya el ocaso de mi vida, no estoy solo, no me encuentro ais-
lado. Mi palabra ha caído en tierra fecunda, mi trabajo no ha sido estéril…
Vuestra labor comienza: no he hecho más que trazaros el camino… Mañana
vuestros trabajos dejarán eclipsado mi nombre, y de ello no me duelo… ¿por
qué habría de dolerme?... antes, me alegro, porque con vuestros trabajos pro-
gresarán los estudios históricos, y con ellos habrá luz, y con la luz se conocerá
mejor la verdad. Trabajad con tesón, con empeño, con constancia: no os desa-
lentéis por la dificultades, no os acobardéis ante los obstáculos…; venced las
dificultades, arrollad los obstáculos… Como la verdad es el alma de la historia,
buscad la verdad, investigad la verdad y, cuando la encontrareis, narradla con
valor… La Historia tiene una majestad augusta: la lisonja la envilece, la men-
tira la afrenta, solo la verdad le da vida.

Trazó el camino el sabio historiador. La Academia Nacional de Historia


lo ha recorrido en cien años. Confiamos en que al voltear estos prime-
ros cien años de fecunda existencia, la verdad le siga dando vida.

10
EN EL
BICENTENARIO
12
LA ESCRITURA DE LOS HOMBRES
DE AGOSTO

Por Hernán Rodríguez Castelo

Pedro Moncayo, al final del comentario que hiciera al recientemente


aparecido Ensayo sobre la historia de la literatura ecuatoriana de Pablo
Herrera -en 18601- anunciaba que el acucioso archivero y fundador de
la historia de la literatura ecuatoriana iba, en una segunda parte, a
tratar de los tiempos de la revolución de la independencia y los
primeros triunfos de la gloriosa Colombia, y escribía:

Los paladines de 1809 van a ser juzgados por sus propios hechos y por
los preciosos monumentos que nos han dejado de su patriotismo e
inteligencia.

Y anunciaba así esa tarea crítica, a la que él se proponía


sumarse:

Veremos a los mártires de 1810 aparecer en el teatro histórico de su


patria como políticos audaces, como literatos distinguidos, como
oradores populares y republicanos y últimamente como víctimas
heróicas del despotismo español.2

Herrera nunca nos dio esa nueva parte del Ensayo. Y, que sepa-
mos, nadie hasta ahora emprendió la tarea con el rigor y la amplitud
que entusiasmaban a Moncayo.
A hacerlo nos invita el bicentenario de la gesta de Agosto que
nos aprestamos a celebrar.
Por lo que especta al marco histórico en que se escribieron
estos textos, lo hemos presentado en nuestro ensayo “La gloriosa y

1 El libro de Herrera apareció en 1860; no en 1861, como aparece en el folleto de Pedro Monayo
(Véase nota siguiente).
2 Ensayo sobre la historia de la literatura ecuatoriana por Pablo Herrera, Quito, 1861, Juicio crítico
por Pedro Moncayo, Valparaíso, Imprenta Librería del Mercurio, 1861, reproducido en Museo
Histórico, N. 51, Quito, abril-junio de 1971. La cita en esta edición, p. 65.

13
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

trágica historia de la independencia de Quito, 1808-1813”, publicado en


el número 179 de este mismo Boletín de la Academia Nacional de Historia
(Segundo semester de 20078).
Cauces nuevos de la literatura ecuatoriana en el período de
alzamientos y guerras de independencia fueron prosa política, historia,
oratoria civil y el género epistolar. Por los tres fluyó lo mejor de la pro-
ducción de intelectuales y hombres de letras del período -si desconta-
mos, claro, los poemas grandes de Olmedo. En esa oratoria que corría
por cauces abiertos por las convulsiones bélicas y políticas de la hora
que vivía Europa -con distantes aunque sensibles repercusiones en
América-, la figura cumbre fue Mejía. Tuvo la fortuna de subir a tri-
buna de excepción: la más importante asamblea hispanoamericana del
tiempo, las Cortes de Cádiz. Y aun mayor privilegio fue que en tan alta
asamblea se tratasen asuntos de candente actualidad para el mundo
hispánico y de vital importancia para el americano. Mejía se aprovechó
de esa tribuna abierta a dos mundos y abordó muchos de esos graves
asuntos con una elocuencia que deslumbró y lo convirtió -a él, que
había ocupado escaño como suplente- en cabeza del partido americano
y una de las dos más altas voces del sector liberal progresista.
Pero Mejía ni era isla ni era excepción -aunque haya sido, por
supuesto, cumbre- entre las gentes quiteñas de letras de esa hora: había
recibido parecida formación retórica -que venía, aunque sin todo el
empecinamiento y brillantez del período jesuítico, desde muy atrás- y
había crecido inmerso en ese clima de avidez por leer, saber y agotar
facultades, que arrancaba de Espejo.Y así, mientras Mejía brillaba en
las Cortes, en su Quito natal, en una hora de audaz decisión política
transformadora, otros quiteños -nacidos en la ciudad o avecindados en
ella- debían acudir a sus poderes de la palabra en la tribuna, el alega-
to, la proclama, la carta. Es lo que en este ensayo abordaremos, siquiera
en sus figuras de mayor talla intelectual, de las que, acaso por ello
mismo, más noticias y, sobre todo, textos se nos han conservado.

MANUEL RODRÍGUEZ DE QUIROGA

Piezas fundamentales, históricas todas ellas, literarias unas pocas, son


los alegatos que en defensa propia escribieron los próceres de los años
1808 y 1809. Escritos en prisión, los de 1810 en durísimas condiciones

14
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

de aislamiento y penuria, nunca pudieron decirse ante un tribunal, pe-


ro fueron concebidos para pronunciarse allí. Son, por su espíritu, em-
paque y matriz, oratoria; pero los más brillantes y ricos de ideas tienen,
también, de penetrantes ensayos.
De esas piezas, son dos sin duda las de más altas calidades co-
mo oratoria y como prosa ensayística: las dos que escribió con el desti-
no dicho -una en 1809; otra en 1810- uno de los dos más conspicuos
ideólogos de esos movimientos libertarios, Manuel Rodríguez de
Quiroga.
Por la mencionada panorámica histórica sabemos la importan-
cia que tuvo el plan autonómico fraguado en los últimos meses de 1808
y aprobado para su ejecución en la navidad de ese mismo año, y que
solo fracasó por la temprana delación que de él hicieron a las autori-
dades españolas frailes mercedarios.
Denunciado el plan y, acaso, algún documento compromete-
dor que Salinas había confiado a uno de esos frailes -en febrero de
1809-, Morales, Rodríguez de Quiroga, el Marqués de Selva Alegre, el
doctor Riofrío -cura de Píntag-, Nicolás Peña y, por supuesto, el capitán
Salinas fueron arrestados y recluidos en el convento de La Marced,
entre el jueves 2 de marzo y el domingo 53.
La acusación revestía la mayor gravedad: reos de Estado, cri-
men que se castigaba con pena de muerte. Con los prisioneros incomu-
nicados, se instauró un proceso secreto y se usaron para arrancarles
confesiones y eventuales delaciones torvas prácticas de la Inquisición.4
Entonces los próceres escribieron sus alegatos de defensa.
Es conocido como todo el legajo procesal le fue arrebatado al
secretario Pedro Muñoz, cuando lo llevaba a palacio, con lo cual “los
planes del gobierno se encontraron trastornados”.
Creyóse que todos esos papeles se habían perdido o, por com-
prometedores, se los había hecho desaparecer. Pero al menos un alega-
to no corrió esa suerte: el de Rodríguez de Quiroga.
Y era pieza capital ese estupendo discurso que, en el subsuelo
de la defensa jurídica, daba sus fundamentos al movimiento autonómi-
co quiteño -y americano.
“Esos papeles llegaron a manos de Quiroga -ha referido

3 Para estas fechas, cf. “Alegato de Quiroga”, Memorias de la Academia Ecuatoriana correspondi-
ente de la Real Española, Quito, 1922, nota del editor, Nicolás Clemente Ponce, p. 67
4 Así Stevenson, cronista que estuvo muy cerca de los hechos.

15
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Stevenson, testigo privilegiado de estos sucesos- y propagó su con-


tenido entre las personas que él juzgaba más apropiadas para confiar-
los”.5 Cumplió, pues, el alegato aquel -y cabe pensar que también
otros- función de alto y urgente mensaje político. Y, vistas su importan-
cia y sus estupendas calidades, se guardó y trasmitió a la posteridad, y
por varios conductos ha llegado hasta nosotros6.
En la panorámica histórica dicha hemos analizado ya lo que
ese discurso tenía de filosofía del movimiento abortado entonces y que
se realizaría el 10 de agosto de ese mismo 1809. Ahora nos toca leerlo
como pieza literaria representativa de un tiempo y una circunstancias.

LA VIDA

A Manuel Rodríguez de Quiroga, Pedro Fermín Cevallos lo presentó


como “hijo de Cuzco”; Stevenson lo hizo “oriundo de Arequipa”. Y en
el documento 6, “Relación de los principios y progresos de la revolu-
ción de Quito”, del T. II. de la Historia del Ecuador de Roberto Andrade,
se lee “Manuel Rodríguez de Quiroga, de Charcas”7. Y el acucioso -y
riguroso- genealólogo Fernando Jurado Noboa, al establecer que nació
en Chuquisaca, coincide con esa fuente, pues Charcas y Chuquisaca
son dos nombres de la misma ciudad8.
Nació el 18 de diciembre de 1771.
En su primer Alegato, el prócer escribió: “Esta misma persona
que en la rebelión de Túpac Amaro fue alistada en las milicias y sirvió
al Rey, cuando apenas podía sostener la espada con la mano”9 El alza-
miento del caudillo cusqueño se realizó de noviembre de 1780 a mayo
de 1781. Sin la menor exageración, un niño de diez años apenas habrá
podido sostener uno de esos pesasdos espadones.
Su padre, el Dr. José Benito Rodríguez de Quiroga, español, fis-

5 William Bennet Stevenson, Narración histórica y descriptiva de veinte años de residencia en


Sudamérica, traducción de Jorge Gómez R., Quito, Ediciones Abya-Yala, 1994, p. 493
6 De la versión que manejamos, el conducto fue, según su editor, así: “En el archivo del muy
distinguido ciudadano Sr. Dr. Dn. Manuel Angulo, había existido una copia antigua, que es
la que se halla ahora en nuestro poder, por habérnosla cedido, hace cosa de un año, el Sr. Dn.
Agustín Angulo, hijo del Sr. Dr. Dn. Manuel”, Nicolás Clemente Ponce, en art. cit. , p. 70
7 Roberto Andrade, Historia del Ecuador,T. II, Guayaquil, editores Reed & Reed, s.a., p. 433.
Citaremos Andrade, Documentos.
8 Fernando Jurado Noboa, “Datos genealógicos del Prócer Doctor Manuel Rodríguez de
Quiroga y Cuenca”, Museo Histórico, Quito, N. 48 (agosto-septiembre 1970), p. 101.
9 Memorias, ob.cit., p. 95

16
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

cal de la Real Audiencia de Charcas, llegó a Quito, con el mismo cargo


de fiscal. “Soy hijo legítimo de un Fiscal de esta Real Audiencia” -
escribiría Rodríguez de Quiroga en su Alegato.
Así que a sus 12 años el pequeño Manuel se convirtió en qui-
teño.En Quito completaría sus estudios, se graduaría y comenzaría a
ejercer la abogacía y se casaría, -en 1798, con Baltasara Flor de la Bas-
tida y Coello-; por la independencia de Quito lucharía y perdería la
vida, mártir en los asesinatos del 2 de agosto de 1810, en los calabozos
del Real de Lima.
Obtuvo una beca para estudiar en el colegio de San Fernando,
regentado por los frailes dominicos, y se graduó de bachiller en Dere-
cho, el 1 de mayo de 1794.
En esos años formativos fue decisiva su relación con Juan de
Dios Morales. De él hizo alto elogio en su primer Alegato:

en mis estudios previos al ingreso del foro, me instruye en las


nociones de la jurispruidencia práctica y me conduce por la mano
hasta el templo inmortal de la justicia, para sostener allí los pre-
ciosos derechos de mis conciudadanos. El es mi maestro de este dere-
cho universal. de estas relaciones generales de los hombres y este
vínculo sagrado de la sociedad, de esta ley, finalmente que el gran
Cicerón llama la razón recta conforme a la naturaleza, difundida en
todos, constante y sempiterna10

En el estudio de Morales hace una pasantía de diciembre de


1793 a diciembre de 1797.
A comienzos de ese diciembre de 1797, el maestro presentó elo-
gioso informe de quien, más que discípulo, se había convertido ya en
compañero da inquietudes sociales y políticas -“para sostener los pre-
ciosos derechos de mis conciudadanos”-:

Por esto y porque la habilidad del referido Dr. es notoria, no menos


que conocido su bello talento, a que acompaña una honrada conduc-
ta, le juzgo digno de ser admitido en uso y ejercicio de la abogacía a
que aspira, con más razón, cuanto el Soberano, atendiendo sin duda
a sus tareas literarias y distinguidas circunstancias, tiene mandado a

10 Ibid., p. 71.

17
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

la Suprema Cámara de Indias, le consulte en las vacantes que ocurran


de plazas togadas en las Reales Audiencias de América.11

El 13 de diciembre rindió su examen, ante Ramón Ibarguren y


el famoso Dr. Juan José Boniche, y cinco días más tarde se incorporó de
abogado, cumplido el requisito de actuación en una causa criminal.
Presentando sus servicios y méritos Rodríguez de Quiroga, en
su segundo Alegato, ponderó “Que a pesar de mi orfandad y destitu-
ción en este País, después de la muerte de mi padre, he merecido por
mi conducta y tareas literarias, ser en edad muy juvenil, Secretario Ca-
tedrático de Derecho, y Vice-Rector de esta Real y Pública Universi-
dad”. Secretario de la Universidad fue en 1801.
Colegas en el oficio de abogados y compañeros en la Univer-
sidad, la relación de Rodríguez de Quiroga con su maestro, el Dr. Mo-
rales, se estrecha. Pero mucho más porque los dos comienzan a madu-
rar la idea de un Quito autónomo. Son los dos quienes eligen las piezas
que representan los colegiales de San Fernando en el acto de bienveni-
da al conde Ruiz de Castilla, nuevo Presidente de la Real Audiencia de
Quito. Ya hemos destacado la intención subvesiva que presidió la elec-
ción de esas obras teatrales, “todas ellas tendientes a inculcar en su dis-
eño y argumento un espíritu de libertad, un amor a la libertad y los
principios del republicanismo”, como lo vio Stevenson, perspicaz
espectador.12
Con esta oportunidad, el secretario del Conde comprendió que
Morales y Rodríguez de Quiroga eran los mayores animadores y guías
del movimiento que podía sentirse maduraba en los grupos dirigentes
quiteños. Y el viajero dedicó pasaje de su crónica a caracterizar a los
dos personajes. Del segundo hizo esta pintura dura, de tintas obscuras,
acaso cargadas:

Quiroga era de una disposición intranquila y ambiciosa, apresurado


e impertérrito en sus empresas,y muy intransigente; incapaz de cul-
tivar el control en alguna de sus formas, pero abierto a la convicción
cuando el medio era la persuación. Tuvo éxito como abogado, siendo
locuaz y elocuente, pero incluso entonces su temperamento apresura-
do le metía en dificultades; en repetidas ocasiones recibió reprimendas
11 En art. cit. en la nota anterior, pp. 102-103.
12 Narración histórica, ob. cit., p. 489.

18
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

del tribunal, y al final no solo fue multado sino incluso despedido del
ejercicio de su profesión. En una ocasión cuando se le impuso una
multa, Quiroga declaró que de ninguna manera la pagaría ya que el
tribunal no tenía la competencia para imponerla,y que el regente y los
oidores habían tomado posesión de sus cargos yendo en contra de la
ley y que seguían teniéndolos en contra de la justicia; probó sus
declaraciones citando casos, citando leyes y mencionando las regula-
ciones del tribunal. Necesariamente esto condujo a que los miembros
del tribunal lo odiaran y que acabaran expulsándole. Quiroga era el
constante compañero de Morales y al igual que él confiaba que a la
llegada del Conde Ruiz,una apelación a Su Excelencia en calidad de
Presidente de la Real Audiencia le restituiría al ejercicio de su profe-
sión; pero un informe del Regente Bustillas evitó que sus esperanzas
se cumplieran, lo cual lo condujo a la desesperación.13

Para ese 1806 este abogado exitoso y elocuente, de ideas pro-


gresistas, vehemente y poco medido cuando de defender causas justas
se trataba, se hallaba reemplazando a Antonio Ante en el cargo de abo-
gado defensor de pobres, y, a más de la secretaría de la Universidad
–de la que se hizo cargo, como se ha dicho, en 1801–, sostenía la cáte-
dra de Derecho. Al tiempo de su proceso era vicerrector del alto centro
de estudios.
Y crecía una fama que asustaba y encolerizaba a conservadores
y monárquicos a ultranza. En oficio del oidor Fuertes al virrey Abascal,
se lo presentaba como “fanático innovador, aun en materia de Religión,
el que habiendo compuesto cierta obra en años anteriores, fue prohibi-
da por el Santo Tribunal de la Inquisición”.
Su participación en el primer grito de independencia, el 10 de
agosto, y la constitución de la Junta, como uno de los ideólogos y ca-
bezas de la revolución, ha quedado consignada en el ensayo panorámi-
co, y volverá a mostrársenos en los discursos que en aquellos heroicos
y apasionantes días pronunció y en los textos que o escribió o colaboró
en su escritura. En ese mismo oficio de Fuertes a Abascal se lo presenta-
ba como el principal organizador de la reunión del 9 en la casa de Ma-
nuela Cañizares, a la que el oidor tacha de “la pública concubina del
expresado Quiroga”. Después fue la larga y durísima prisión. Con él y
con Morales las amargadas y vengativas autoridades se ensañaron.
13 Stevenson, Narración, ob. cit., pp.490-491

19
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

La historia de los últimos meses de su inquieta, brillante y trá-


gica existencia está consignada en su segundo alegato y en la carta que
dirigió al obispo Cuero y Caicedo cuando sintió que las maquinaciones
contra los presos iban cobrando forma. Y, últimamente, he llegado a
probar que desde la prisión escribió un hermoso poema en octavas,en
el que daba forma lírica ceñida y penetrante a ideas claves de sus ale-
gatos. El poema, que obviamente circuló anónimo, fue recogido y pu-
blicad o por Juan León Mera en Cantares del pueblo ecuatoriano 14. En un
libro que aparecerá para este bicentenario muestro cómo se me impu-
so atribuirlo a Rodríguez de Quiroga15.Es una pena que de él no se nos
hayan conservado otras piezas procesales y discursos. Era un brillante
intelectual. En esa segunda Defensa nos dio noticia de que su rica bi-
blioteca le había sido embargada. Fue el 10 de enero, cuando fue re-
ducido a prisión, quedando su familia en el abandono y la miseria.
En los textos escritos en prisión -y ya veremos en qué penosas
condiciones el segundo- nos dejó claro documento de su altura de pen-
samiento y poderes de escritor. Y, por supuesto, de esa formidable
capacidad dialéctica para argumentar y probar que le granjeó la fama
de gran abogado.

EL PRIMER ALEGATO

Dos veces, como hemos adelantado, se defendió Rodríguez de Quiroga,


con sendos discursos que son dos piezas magistrales de oratoria
forense. El primero fue presentado en marzo de 1809. Es el que estaba
entre los papeles que le fueron sustraídos al secretario de la causa, ter-
minaron en manos de Rodríguez de Quiroga y este les dio la difusión
que para sus propósitos políticos pedían. “Los papeles llegaron a manos
de Quiroga, y él sacó de ellos las conclusiones que mejor se acomodaban
a sus fines, y propagó su contenido entre las personas que él juzgaba
más apropiadas para confiarlos”, consignó en su crónica Stevenson.16 El
de Rodríguez de Quiroga era un caso ejemplar de publicista.
Esta primera pieza, de principio a fin, discurre por estupendos
párrafos de lo que pudiéramos llamar astucia forense. Dominaba su

14 1a. ed. Quito, Imprenta de la Universoidad Central, 1892, pp. 420-421.


15 Lírica de la Revolución quiteña de 1809-1812. La revoluciónquiteña de agosto de 1809 y el martirio
de agosto de 1810 en los poemas de esos día, publicación del FONSAL.
16 Stevenson, Narración, ob. cit., p. 493.

20
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

autor -lo sentimos- esa parte central de la Retórica que es la argumenta-


tio, y cuanto precedía a ella, preparándole el terreno más favorable.
Comienza por la captatio benevolentiae nada menos que del fiscal:

Gracias a sus distinguidas luces y a la humanidad de sus sentimien-


tos que no le dejan arrastrar de la bárbara preocupación de que el ofi-
cio fiscal es un ministerio de hierro, cuyo desempeño, semejante al
sacerdocio del fiero paganismo, es derramar sangre y degollar vícti-
mas. Esta satisfacción y confianza de ver mi vindicación en la boca
del mismo que está encargado de perseguir los crímenes donde los
hay, unida al conocimiento de ser juzgado por un Magistrado ilustre,
que, imagen viva de la ley y tan imparcial como ella, decide sin pre-
vención, sin interés y sin pasiones, debía tenerme tranquilo en el
silencio, esperando el desate de esta farsa, donde la malignidad y la
ignorancia hacen, como es costumbre, el papel de opresores de la ino-
cencia que persiguen. Pero como es preciso atemperarme a las cos-
tumbres, conformarme a los ritos forenses y guardar el orden y solem-
nidad de los juicios, haré gustoso el sacrificio de mi ineptitud a la
necesidad del orden sustancial del proceso (72)17

Sin presentarlo expresamente como tal, ha echado por delante


fortísimo argumento: aun el fiscal, que por oficio debe “perseguir los
crímenes donde los hay”, lo ha vindicado. Y entonces, ¿a qué su alega-
to? Lo presenta como una concesión de su parte a lo que expresa en
magnífica pluralidad: atemperarme a las costumbres, conformarme a
los ritos forenses, guardar el orden y solemnidad de los juicios. Y
refuerza sus encomios al fiscal -al que califica de “Magistrado ilustre”-
, contraponiendo a su humanismo esa vigorosa definición del oficio fis-
cal: “ministerio de hierro”, “semejante al sacerdocio del fiero paganis-
mo”, su desempeño “es derramar sangre y degollar víctimas”.
Anuncia que examinará la causa bajo dos aspectos. El primero,
general y común; el segundo, particular. Y, al presentar el primero, otra
vez lo que hemos calificado como “astucia”: lo muestra tan general que
condenarlo equivaldría a condenar ciudades:

El primero, que toca y pertenece, bajo la consideración de crimen de


Estado, traición y lesa majestad, subversivo del orden y autoridades
17 Citamos por las Memorias de la Academia, ya citadas. Con el número de la página.

21
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

constituidas, no sólo a los presos y sindicados en este famoso proceso,


sino también a toda la ciudad y provincia, y aún a las ilustres y
fidelísimas capitales de Lima y Santafé, con quienes se supone una
secreta y criminal inteligencia para realizar el premeditado proyecto
de insurrección que se nos imputa (72).

El lugar sugiere una lectura profunda fascinante -seguramente


lo sugirió ya a las gentes quiteñas-: la calificación del proyecto -así fue-
ra por la parte acusadora- de “insurrección”, y una “inteligencia” para
realizarlo con la ciudad, provincia y aun Lima y Santafé. Lo negará,
como era natural, esta defensa; pero la cosa -¡y era grande!- se ha dicho.
Y en ello insistiría: del asesor Manzanos -su acusador- dirá “que no
dudó echar este negro e infame borrón sobre toda la América”.
Anuncia que destruirá los dos aspectos de la acusación y lo
hace con juego metafórico de alusión bíblica:

Destruiré úno y ótro, sin perjuicio de no presumir mucho de mis


fuerzas; porque, para derribar un coloso de ignorancia, basta una
pequeña piedra de razón y buen sentido (72)

Y lo que quedará de ese “coloso” al final de su argumentación


lo dice con fórmula también de resonancias bíblicas:

esta ruidosa evolución de malignidad, odio personal o ruda torpeza,


quedará reducida a humo, ceniza y lodo...

Nueva “astucia” y segundas intenciones al definir la acusa-


ción: el fraile Polo, teniendo como informante al fraile Torresano

delata un plan de nuevo gobierno, o por mejor decir, un proyecto de


las medidas que debían tomarse para asegurar la libertad e indepen-
dencia de este Reino, en el futuro e hipotético caso de que la Francia
sojuzgue la Metrópoli,y no quede ninguno que legítimamemte suce-
da al trono del S. D. Fernando VII (73)

Podía este abogado de sí mismo deshacer la acusación por afir-


marse ella en un solo testigo; pero, dice, “yo haría una traición a la jus-
ticia de tan noble causa, si hechase (sic) mano de tan débiles y mise-

22
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

rables subterfugios, dando apariencia de razón a la iniquidad y la


calumnia que ha perseguido a los figurados delincuentes”. Este bri-
llante publicista no quiere perder esta magnífica ocasión de propagar
sus ideas con este discurso que corre en dos niveles, incitando a leerlo
en el subterráneo.
Sí -reconoce-; Torresano -el fraile delator- está en lo justo: había
un plan. Pero, ¿cuál era? Y entonces la defensa se vuelve altiva procla-
mación de un derecho:

el alma que inspira a este plan y a este prospecto, es este sentimiento


general, o este voto conforme de toda la América: constancia y fideli-
dad hasta el último extremo con el Sr. Dn. Fernando VII; y si por
desgracia falta éste y no hay sucesor legítimo, independencia
de la América, cualquiera que sea su gobierno. ¿A quién se
ofende, pues, en esto? A nadie; porque en semejante caso cesaron los
vínculos y cesaron las obligaciones, y los pueblos, como dice el
Dr.Ceballos, reasumen entonces el derecho de escoger la mejor forma
de gobierno que les acomode (74).

Los pueblos “reasumen” el derecho. Nada era ingenuo en el


alegato.Detrás de esa palabra clave estaba toda una concepción de la
fuente primera del poder. Quien reasume, tenía ese derecho. Y son los
pueblos. Es decir, el pueblo. Lo que no se dice -en el estado de cosas de
América eran terrenos escabrosos- es cómo se establecieron esos “vín-
culos” y “obligaciones”,que, al faltar el monarca, cesarían.
Pero este pensador libérrimo no dejaría intacta tan decisiva
cuestión y, siempre amparado en la hipotética presencia del monarca y
el casi conocido ya imperio de Napoleón en la península, juega con que
el crimen de los acusados era “de leso Napoleón”, y presenta una Es-
paña en plena rebelión contra el invasor. Y de contexto tan confuso se
alza a lo que para él es esencial: “Para fundar la legitimidad y justicia
de este plan o proyecto, que es la materia sobre que recae este proyecto
perseguido, subamos al origen de las cosas, y busquemos la solución
de este problema político en los principios mismos del Derecho Pú-
blico”. Y arremete con tres decisivas cuestiones, a las que la coyuntura
histórica -la revolución Francesa y las guerras napoleónicas, que tras-
tornaron el orden establecido en occidente- había conferido nueva ac-
tualidad y exigido replanteos radicales. Veamos, dice

23
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

lo primero, cómo se adquiere el sumo imperio y se gana justo título a


la dominación: segundo, cómo se puede trasmitir o enajenar éste, y
cómo cesa y acaba: tercero, si hay derecho y justicia para resistir al
tirano invasor, que se introduce en un Reino contra el consentimien-
to de los pueblos, y defender estos su religión, sus propiedades y sus
leyes (75)

¿Era un acusado defendiéndose o un acatado maestro dictan-


do cátedra? Era, en todo caso, el hábil dialéctico, dando a su argumen-
tación formulación precisa y vigorosa. Así la que brilla en este soberbio
período oratorio:

Si el derecho de la fuerza y de las armas del conquistador autorizan


su pretensión y ambiciosas empresas al trono de España y de las In-
dias: si las abdicaciones y repetidas renuncias de la corona le han dado
un justo título para obligar a la obediencia pasiva y hacer suyo el im-
perio, trasmitiéndose legítimamente como un dominio por su natu-
raleza enajenable: si las colonias están tan íntimamente ligadas a la
Metrópoli y tan estrechamente unidas a ella, que, ocupada ésta por las
armas enemigas y sojuzgada por el tirano opresor de la Europa, no
tengan arbitrio a separarse de la Península, a conservarse intactas
para su dueño y Señor legítimo, sino a reconocer ciegamente la domi-
nación extranjera y obedecer las leyes del vencedor, arrastrando las
cademas de la esclavitu d y la opresión, si, finalmente, no tiene liber-
tad ni derecho la América a meditar los arbitrios que tiene condu-
centes y oportunos a emanciparse de la fiera servidumbre que la ame-
naza con un yugo opresor y tiránico, ni a tomar las armas contra el
tirano que aspira a mandarla; entonces el plan que se ha perseguido
es desde luégo criminal, subversivo, revolucionario y por todos los
aspectos delicuente, y este proceso, que lo ha perseguido, es justo, bien
meditado y conforme a las leyes, porque se ha dirigido a descubrir y
castigar al autor y cómplices de una conjuración contra la Autoridad
Suprema, legítimamente constituida (76)

Son cuatro condicionales en miembros de variada y rica cons-


trucción, densos de contenido: cuatro condicionales que exigen la res-
puesta negativa, con lo cual ha de negarse la doble conclusión, sobre el
supuesto delito y el proceso que lo ha perseguido.

24
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Y otra vez late un sentido subterráneo, que incita a una lectura


en profundidad. Por debajo de lo que en la superficie se prueba tan
convincentemente, se pone en duda que las colonias estén “tan íntima-
mente ligadas a la Metrópoli y tan estrechamente unidas a ella” y no
tengan “arbitrio a separarse de la Península”, y “si, finalmente, no tiene
libertad ni derecho la América a meditar los arbitrios que tiene condu-
centes y oportunos a emanciparse de la fiera servidumbre que la ame-
naza con un yugo opresor y tiránico”. En la superficie, todo aquello se
sostiene frente a una España dominada por Napoleón y a un yugo
napoleónico; pero arbitrio, libertad y derecho frente a un yugo “opre-
sor y tiránico” se han dicho, aunque, por supuesto, sin dar lugar a re-
proche alguno de la autoridad hispánica y las protestas de sujeción al
“dueño y Señor legítimo”. Sabemos que toda la revolución quiteña se
hizo encubierta debajo de esas protestas de fidelidad al Rey.
Con casos que muestran la amplitud de su visión de cuanto
acontecía en Europa, se extiende el orador en probar -¿hacía falta tal
prueba?- que Napoleón no tenía derecho a gobernar España. Pero el
expositor dirigía sus baterías hacia otro frente: si Napoleón dominaba
España, su ocupación y adquisición del reino no se extendía a América.
América no era España.
España no era un dominio que el Rey pudiera enajenar. Y este
altivo americano hace hermosa pintura de una España que no era do-
minio absoluto del monarca, que, dice, “nada ha tenido que desear del
celebrado gobierno de la Gran Bretaña”. Presentaba los ideales de los
hombres libres de América como algo que pertenecía a la esencia de la
monarquía española. ¡Con qué habilidad y fuerza lo hace!:

El Rey con los ricos homes y los diputados de los pueblos ha dictado
las leyes, ha impuesto los subsidios y ha provisto a todo lo que con-
cierne a los intereses del Estado y a la salud pública. Jefe y soberano
de una Nación libre y generosa, no ha sido su voluntad la regla de la
conducta política en el orden y gobierno de la Monarquía. Sujeto por
las leyes fundamentales del Reino a los consejos, a los nobles o gran-
des y a las cortes que representaban los derechos de los pueblos, ha
sido una constitución sabia, reglada y prudente que nada ha tenido
que desear del celebrado gobierno de la Gran Bretaña, donde de diver-
so modo es repartida la autoridad suprema en el rey, en el orden de
los nobles y en el pueblo o sus representantes.

25
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Y entonces, el ciudadano preterido por favoritismos de curia-


les y acosado por funcionarios que abusaban de un poder que malen-
tendían, los cuelga en la picota, aunque en representantes más altos –y
distantes– de semejante desorden:

Que los abusos de la administración ministerial y favorita hayan


inusitado las cortes y sofocado el influjo de los consejos y deprimido
a los grandes y beneméritos, como se queja la nación en sus papeles
públicos y lo dice la soberana junta, atribuyendo las presentes desgra-
cias del Estado al poder arbitrario con que ha sido regido, no por eso
se ha extinguido ni variado esencialmente su forma constitucional.
Los accidentes no mudan la naturaleza de las cosas..

Y rematará esta exaltación de la vocación de libertad y digni-


dad del pueblo español -que, en lo profundo, era incitación a los pue-
blos americanos a apropiarse de tal herencia- de modo estupendo:

Pero nada da una idea más relevante y decidida de la libertad del


pueblo español, de su gobierno funcionario, encargado a la suprema
persona del monarca, que esta solemne y augusta ceremonia con que
antiguamente eran instalados sus reyes. En la coronación de los de
Aragón, el Justicia Mayor, semejante en su autoridad y funciones a
los éforas de Esparta, presentándole una espada en señal del imperio
mero y mixto que se le defería y en el acto de rendirle a nombre del
pueblo la obediencia y vasallaje, le dirigía las siguientes palabras:
“Nos, que valemos tanto como Vos, os hacemos nuestro Rey y Señor
con tal que nos guardéis nuestros fueros y libertades y si non no (79)

De esta naturaleza del reino de España concluye que no se lo


podía abdicar en favor de un extranjero sin el consentimientos de los
estados generales en sus cortes. Lo prueba apoyándose en Heinecio,
Grocio y Puffendorf, sin perdonar ni citas en latín. El estilo se aproxi-
ma al minucioso y pesado de las discusiones escolásticas, sin caer en él
ni alargarse en la discusión hasta dar en lo que buscaba probar: “Es
pues visto y demostrado que por cualquier lado que se mire, esta abdi-
cación y renuncia es insubsistente, nula y resistida por el Derecho
Público y las leyes fundamentales del reino; de consiguiente decae, y se
destruye el título con que quiso el tirano prevenir la usurpación y sus
ideas ambiciosas” (81)

26
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

¿Y qué de todo esto para el caso americano, que era al que por
encima de todo miraba este ideólogo de un nuevo orden de cosas?
“Resta investigar -dice- si estos mismos principios se extienden
y comprenden a la América, o si por el contrario la suerte de la
Metrópoli arrastre a las colonias”.
Para resolver el caso, le parece que bastaba “reflexionar que
unidas las Indias a la corona de León y Castilla entraron en el goce de
sus mismos fueros, exenciones y prerrogativas”. Y aporta cita de
Solórzano en la Política Indiana que, una vez más, nos incita a lectura
profunda: “Los mismos indios se allanaron voluntariamente en querer
tener y reconocer por reyes y dueños soberanos y absolutos suyos a los
de España, y de ello hicieron repetidos genuinados y jurídicos autos en
varios tiempos, y en esa voluntad han perseverado y perseverarán cons-
tantes”. Lo que se ha dado entre la Metrópoli y la colonia es un pacto,
“de protección, amparo y defensa”. Faltando el poder darle la Metró-
poli esa defensa, “cesa la obligación de la parte y, de consiguiente,
puede consultar por sí a su seguridad”. La conclusión para el caso pre-
sente no podía ser más radical: “Aquí se ve de manifiesto que, ocupa-
da la España por los enemigos, cesa la dependencia de la América, por-
que roto el vínculo de clientela, cesan las relaciones recíprocas, muda-
da la forma, la constitución y la casa reinante en la Metrópoli, que es el
lazo político que mantiene unidos y ligados ambos reinos” (82)
Atacará después “ad hominem”: ¿Qué se quería, que se acatase
el yugo del usurpador Napoleón? “Esto se quiso, sin duda, cuando se
proclama crimen de Estado, alta traición y lesa majestad o designio
premeditado de no reconocer al usurpador y hacer frente a sus ambi-
ciosas ideas” (84). Y amplificará argumento tan fuerte de su defensa.
Y lo reforzará: resistir al invasor y luchar por la independencia
fue exhortación del propio Rey. Recuerda lo dicho a los asturianos y
después a todos sus pueblos: “Recomiendo a toda mi nación que se
esfuerce en sostener los derechos de su religión y su independencia con-
tra el enemigo común”. En alarde retórico -que encubría sutil sofisma-
reclamaría: ¿Por qué no se ha extendido la pesquisa contra el mismo
Rey que así exhortaba a sostener la independencia contra el enemigo?
Un adversario podía haber opuesto objeciones a una argu-
mentación que se extendía fogosa y fuerte en probar algo que no venía
al caso quiteño. Porque, ¿estaba la conquista napoleónica a las puertas?
¿La resistencia oficial española en América había sido vencida?

27
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Pero el abogado de ese plan -que, dice, le han achacado a Sa-


linas-, sin atender a objeción alguna posible, va a las conclusiones de su
argumentación, que la resumen, punto tras punto, hasta seis, con nue-
va fuerza.
Y tras ese vigoroso remate de la argumentación general, des-
liza dos pasajes de rica enjundia política, cuya lectura profunda nos
pone ante lo más revolucionario de plan y defensa:

Si la América y nosotros con ella hemos pensado en la independencia,


en el caso no esperado de que los franceses ocupen la España y falte
nuestro amado Rey, para conservar estos dominios a quien pertenez-
ca... (88)

Que si los pueblos resisten, no tiene arbitrio Bonaparte para reinar en


ellos, pues ningún ciudadano ha renunciado el derecho que tiene de
conformarse al voto general de la nación que escogiese la forma de
gobierno que mejor le acomode... (89)

En el corazón de estos dos lugares con tanto poder de resonan-


cia estaban formulaciones como para fundar un nuevo orden de cosas
en América : ese “hemos pensado en la independencia” –con la palabra
sacramental– y el otro, el derecho de todo ciudadano “de conformarse
al voto general de la nación que escogiese la forma de gobierno que
mejor le acomode”.
Desciende luego Rodríguez de Quiroga de su alta cátedra al
estrado de abogado para reclamar por la forma ignominiosa como ha
sido llevado a prisión y defenderse de las acusaciones puntuales que se
le han hecho.
Se lo ha apresado sin más que cierta delación y un dudoso tes-
timonio. Y al rechazar a esos testigos, este habilísimo retórico relaciona
su caso con el de Jesús acusado falsamente. Magistral la superposición
de planos, con resonancias religiosas:

Si licet in parvis exemplis grandibus uti18, diré que, aunque


indigno, miserable y vil pecador,tuve la suerte de imitar a mi Divino
Salvador y Maestro en el mismo género de acusaciones que tuvo:

18 “Si es lícito usar para cosas pequeñas grandes ejemplos”

28
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

invenimus hunc hominem, subvertentem populum et prohiben-


tem tributa dari Caesari19. Tal fue la acusación de Cristo Señor
Nuestro, tal ha sido la mía; y no es de extrañar que, siendo yo católi-
co, cristiano por la gracia de Dios y de la Madre Iglesia, sufriese una
ignominiosa prisión, en el mismo tiempo en que se celebraban los
augustos misterios de la Pasión y muerte de nuestro Redentor (92).

Se le ha acusado de haber expresado opinión contraria a la con-


tribución que se pedía para la Junta española; deshacer el cargo le dará
ocasión a nuevo pronunciamiento rico de resonancias profundas.
Según el delator, ha dicho que no debía darse el donativo hasta saber
qué clase de Junta era la que lo exigía. Protesta entonces, altivo:

¡Y qué! ¿hay delito en esto? ¿Es un crimen tener un prudente recelo


de que en el estado confuso, desordenado y anárquico en que se halla-
ba la Península, no fuese la indicada junta un congreso sospechoso,
furtivo y desautorizado de representación legítima? (97)

Y volvía, de una u otra manera, a la idea de la autonomía.


Quito debía pensar en que podía llegar el caso de “defender los puer-
tos, proveerlos de tropas y armas, y consultar los demás arbitrios de
fortificación y seguridad en la costa y en el país interno”, urgencias a
las mal podría atender un tesoro real agotado.
Excusa “entrar en la demostración de los demás vicios y absur-
dos que presenta a cada página el proceso”, dice y se remite a Morales,
que lo ha hecho ya “con la última precisión y puntualidad”. Sin embar-
go, resume breve y vigorosamente cuanto ha aducido para deshacer los
cargos.
Cerró su pieza Rodríguez de Quitoga con párrafo sereno, en
que la ermoción corría subterraéna y la sencillez apenas velaba la
grandeza:

Cuando yo he visto dilacerado el honor de cinco americanos de lustre,


de nacimiento y de circunstancias públicas; sindicada la lealtad de mi
patria,.difamada la conducta de sus vecinos,en una injuriosa sospecha
de todos ellos; y en nuestras personas procesadas y presas trascendi-

19 “Encontramos a este hombre soliviantando al pueblo y prohibiendo dar los tributos al


César”

29
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

da la ignominiosa nota a todo el continente de América, no puedo me-


nos que lamentar la triste suerte que nos separa del Trono o de la
Junta Suprema que lo sostiene. ¿Quién sería capaz de creer que la re-
solución constante y valerosa de no sujetarnos a la cruel dominación
de un enemigo, fuese el delito que nos ha causado prisiones, vergüen-
zas, ultrajes, juicios ignominiosos y el tratamiento de reos de Estado
con que nos llama el primer Magistrado de la Sala. ¡Que el proveer
las desgracias y tristes acontecimientos que de ordinario se siguen a
la funesta victoria que prostituye sus favores al más injusto y al que
menos la merece, haya sido la culpa que nos ha granjeado el nombre
y el tratamiento de traidores! ¡Qué! ¿el ser racionales, el ser hombres,
el ser vasallos de Fernando VII y conocer nuestros derechos para
sostener y defenderlos cuando llegare el caso, es un crimen execrable,
es un delito de alta traición, es una ofensa del Estado y una violación
de los pactos sociales? ¡Pueblos de la Europa, conciudadanos de
América, convasallos del mismo Soberano... (99-100)

Y allí se interrumpe el precioso documento, sin completar la


apasionada exhortación final. El lector está en poder de espíritu, tono
y aliento para sentir cómo se la completaría.
La exhortación es de ancho aliento: a los pueblos de Europa y
a los conciudadanos de América. Y este estar siempre pensando en los
hombres de América ha sido otro de los leitmotivos del discurso. Otro
resquicio hacia esa lectura en profundidad a que una y otra vez nos ha
incitado este texto rico, complejo, sutil.
Al concluir la lectura de este primer alegato sentimos que esta-
mos ante un despliegue de talento, erudición, dominio retórico y rigor
y fuerza de la prosa de uno de los grandes del Agosto -de los Agostos-
quiteño. Hemos escuchado al catedrático de Derecho, al abogado elo-
cuente y hábil y, sobre todo, al americano apasionado por esas concep-
ciones políticas que engendrarían las nuevas patrias, independientes,
soberanas, en que el pueblo recobraría el poder y lo ejercería como
señor de esta América. Las acusaciones que pesaban sobre el autor del
alegato y el clima de delaciones, sospechas y enfermiza atención a
cuanto pudiera incriminarlo, le ha obligado a velar lo más radical de su
proyecto político –sobre todo so capa de rendida fidelidad al Monarca–.
Y no ha sido lo menos admirable de esta soberbia pieza procesal que,
sin dar pie a que se confirmen los cargos, no ha cedido un punto de la
alta dignidad de sus planteos.

30
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

LA ‘PROCLAMA” O MANIFIESTO DEL 10 DE AGOSTO DE 1809

“El mismo 10 (10 de agosto de 1809) –hemos escrito en aquella pano-


rámica histórica– la Junta emitió larga y razonada exposición de sus
motivaciones”. Ese Manifiesto de la Junta tuvo, suerte de respuesta o
de eco, algo más tarde, otro, un “Manifiesto al pueblo de Quito”. Los
dos, nacidos del mismo espíritu, exponen las mismas ideas fundamen-
tales y fueron una temprana muestra de comunicación institucional de
los revolucionarios”.
Refiriéndose a una “proclama” –“en cuanto a la Proclama, que
impresa obra en los Autos”, escribió Rodríguez de Quiroga en su
defensa de junio de 181020–, se le atribuyó en el proceso a nuestro autor,
y él no negó su autoría. La defendió. Así:

Todo su contexto se reduce a una exhortación vigorosa a todos los


pueblos de la América contra la dominación y las empresas ambi-
ciosas y seductivas del pérfido usurpador del trono de nuestros Reyes.
A reanimarlos a una común resistencia contra su odioso despotismo,
a sostener, finalmente, los sagrados intereses de la Religión, del Rey
y de la cara Patria.21

Esta llamada en el proceso “Proclama” fue el “Manifiesto al


pueblo de Quito”22, y el pasaje del Proceso nos prueba la autoría de
Rodríguez de Quiroga de ese texto.
En breve exordio, que adelantaba las líneas de la argu-
mentación, dio razón del porqué del Manifiesto:

Cuando un pueblo sea el que fuese, muda el orden de un gobierno


establecido por largo tiempo; cuando las imperiosas circunstancias le
han forzado a asegurar los sagrados intereses de su Religión, de su
20 Andrade, Documentos, p. 619.
21 Ibid., pp. 619-620.
22 Nota publicada por Roberto Andrade y Luis Felipe Borja (hijo), en el Boletín de la Sociedad
Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, T. II (marzo-junio 1919), pp. 429-430. Y en la
lista de documentos del Archivo particular del historiador colombiano Dn. José Manuel
Restrepo, se presenta así el Documento N. 12: “Proclama. -Esta y la anterior se atribuyen
a don Manuel Rodríguez de Quiroga, según nota puesta en el oficio”. La anterior es una
que circuló el 9 de agosto de 1809 con el titulo “Concordia res parve crescunt discordia
maxime dilabuntu”. (Así en Andrade; seguramente con malas lecturas del manuscrito
latino: “parve” por “parva”; “dilabuntu” por “dilabuntur”).

31
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Príncipe, y de su Patria, conviene a su dignidad, manifestar al pueblo


sus motivos y la justicia de su causa.23

El hábil abogado, en su defensa, solo destacó la mitad de las


ideas y emoción del Manifiesto: el rechazo a Napoleón y el elogio de la
“heroica resistencia del pueblo español”, ese pueblo que “despertó al
fin de su letargo, se armó para defender sus imprescindibles derechos,
y ha resistido al Tirano con una energía, con una constancia, con un
tesón digno de mejor suerte”.
Pero hubo otra línea de exposición y argumentación, fuerte,
apasionada: la reivindicación de lo americano, representado por el
criollo -en las categorías del tribuno no entraba el mestizo y se siente
algún menosprecio del pueblo-. Quito no ha tenido -concede- “de qué
quejarse, ni de sus soberanos, ni de sus leyes”, pero sí de los españoles
que lo mandaban -ese que califica de “despotismo subalterno más
ignominioso”24-. Esta es la idea madre para justificar el alzamiento: es
en favor de la religión, y no es en contra del Rey; es contra la adminis-
tración española en América. Quito -se queja, en briosa pluralidad-:

ha sido mirado por los españoles que únicamente lo mandaban, como


una nación recién conquistada, olvidando que sus vecinos son, tam-
bién, por la mayor parte, descendientes de esos mismos españoles, que
afuerza de sus trabajos y de su sangre, aseguraron esta parte del
mundo a los Monarcas españoles; han sido mirados con desprecio,
tratados con ignorancia; ofensa la más amarga a la dignidad del hom-
bre25; han visto todos sus empleos en sus manos; la palabra criollo en
sus labios, ha sido la del insulto y del escarnio, y para elevar al Trono
sus quejas, han tenido que dar vuelta a la mitad del globo, y de esta
inmensa dificultad, han abusado siempre sus opresores.26

Fue altiva y fuerte exaltación de la mayoría de edad del criollo


-que, como lo he destacado en mi Literatura en la Audiencia de Quito.
Siglo XVIII, en ese siglo cobró conciencia de ser él, y no el “chapetón”,
el señor de esta tierra.

23 Roberto Andrade incluyó el texto en el tomo de documentos ya citado.


24 Manifiesto , Andrade, Documentos, p. 857.
25 Viene a la memoria aquello del resentimiento que señalara Stevenson.
26 Manifiesto, pp. 856-857.

32
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Pintó luego el autor lo acontecido en España -en eso, como lo


sabemos, apoyaron los patriotas quiteños su alzamiento-. Lo hace con
brochazos fuertes, con fuerza que estriba en el léxico:

La Nación Española, devastada, oprimida, humillada, y rendida al fin


por un indigno favorito, vió arrebatar de entre sus brazos a un joven
Monarca, sus esperanzas y sus delicias, por un Soberano que, después
de haber asolado la Europa, preparaba, en secreto, cadenas a su
huésped, a su aliado, a su amigo, a una Nación fiel y valerosa, y a la
América entera. Despertó al fin de su letargo, se armó para defender
sus imprescindibles derechos, y ha resistido al Tirano con una
energía, con una constancia, con un tesón digno de mejor suerte; mas
no siempre corresponden los sucesos a la justicia de la causa, y el vicio
muchas veces triunfa de la virtud.27

Nada de inocente en esta presentación del dramático pasaje de


la historia española. Ese “despertó al fin de su letargo, se armó para
defender sus imprescindibles derechos” resonaría en el caso quiteño
–como lo presentaba el tribuno-. Y algo más, denso de segundas inten-
ciones: la resistencia del pueblo español al Tirano no ha tenido éxito.
Ello daba fundamento a que América se decidiese a actuar, que es lo
que ha hecho Quito.
Ante la situación de España, Quito “deseaba derramar su san-
gre” por la Madre Patria. Y entonces -reclama- se encarceló a cinco de
sus más nobles y leales hijos, llamando “delito de Estado el pensamien-
to de no sujetarse nunca a Napoleón”. Contrapone a esa actitud gen-
erosa y heroica del pueblo quiteño la postura del Regente y un oidor y
presenta como prueba última y más grave de esa lenidad sospechosa el
que no se hubieran permitido rogativas por la libertad de Fernando
VII, “sino que se hacían corridas de toros”. Y concluye:

Con estos antecedentes y con otros que se omiten, ¿qué pueblo, por
estúpido que fuese, no habría temido por su próxima esclavitud, y el
ser vendido, cargado de cadenas al atroz enemigo de su Religión, de
su Príncipe y de su Patria,y de todo lo más sagrado que el hombre28
tiene, sobre la tierra.

27 Ibid. p. 857.

33
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Y entonces se presentó el alzamiento en términos que no daban


pie para sustos ni rechazos de todo ese gran sector de la sociedad que
no estaba aún como para pensamientos transformadores más radicales:

Resolviose, al fin, a asegurarlo todo, mudó en un instante la forma de


su gobierno, con sólo la prisión de 9 individuos con el mayor orden,
con el mayor silencio, y respetando las vidas, y los intereses de sus
propios enemigos. Juró por su Rey y Señor a Fernando 7o; conservar
pura la Religión de sus padres, defender y procurar la felicidad de la
Patria, y derramar toda su sangre por tan dignos y sagrados motivos.

Y cerró el Manifiesto con hermosa imprecación a los hombres


de buena voluntad del mundo -pensaba, lo sabemos, en hombres de
otros países americanos que alentaban las mismas ideas libertarias-:

Hombres buenos e imparciales, de cualquier nación que seáis, juzgad-


nos, no os tememos ni debemos temeros.

En cuanto al primer Manifiesto, el Manifiesto al público29, ¿fue


también escrito de Rodríguez de Quiroga?
Al menos en su totalidad, no. De haberlo sido, también se
habría incluido entre los cargos en el proceso.
Las ideas más altivas del rechazo al gobierno español en
América eran sin duda las de Morales y Rodríguez de Quiroga. Esa
denuncia del

desprecio criminal de los derechos sacrosantos que nos ha concedido


lanaturaleza,

y la de que

no se nos ha tenido por hombres, sino por bestias de carga destinados


a soportar el yugo que se nos quería imponer,

28 En la transcripción del documento que hace Andrade, en lugar de “hombre” está “nombre”,
en evidente mala lectura del manuscrito.
29 Que publicó J.D. Monsalve, en Antonio de Villavicencio (El Protomártir), Bogotá, Imprenta
Nacional, 1920, pp.328-330. Celiano Monge, en su artículo sobre el Dr. Morales -que
repasaremos en la parte dedicada al prócer- lo presentó como muestra de su pensamiento.
Lauros, obra cit. en nota 40, pp. 15-16.

34
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

y eso, tantas veces repetido por Rodríguez de Quiroga, de la “famosa


causa de Estado seguida contra personas de notorio lustre y fidelidad
al Rey a toda prueba”.
Opresión y desaires que sufrían los criollos, tenidos como
españoles de segunda clase, era idea fuerza de Rodríguez de Quiroga
-se lo ha visto en el Manifiesto cuya autoría defendió-. Pero, claro, no era
idea solo de él. La revolución de Quito estuvo encabezada por criollos
decididos a hacer valer sus derechos. En el Manifiesto primero, esta
idea se expuso con una fuerza que nos hace pensar en Rodríguez de
Quiroga:

Los mismos españoles europeos, sin provocación antecedente, han


alterado la paz, y a cara descubierta se han ostentado en esta capital
enemigos mortales de los criollos; con que la conducta de éstos para
asegurar su honor, su libertad y su vida, ha sido dictada por la misma
naturaleza, que prescribe imperiosamente al hombre la conservación
de sus preciosos derechos.

Lo que este primer Manifiesto debía justificar era el derecho de


Quito a formar “interinamente” Junta Suprema de Gobierno. La argu-
mentación jurídica se confió sin duda a los dos grandes juristas de la
Junta, Morales y Rodríguez de Quiroga.
En lo literario, el primer Manifiesto no aporta nuevos rasgos
para la valoración de Rodríguez de Quiroga, el hábil y fuerte escritor
de las Defensas y el discurso de 16 de agosto.

EL DISCURSO DEL 16 DE AGOSTO

En el Cabildo abierto del 16 de agosto de 1809, celebrado con la mayor


solemnidad en la sala capitular de San Agustín, Rodríguez de Quiroga,
designado en esa misma solemnidad ministro de Gracia y Justicia de la
Junta, dijo un breve discurso -otros oradores de nota fueron el Marqués
de Selva Alegre y Juan Larrea30-. Su autor lo minimizó, por obvias
razones, en su Defensa: “Contraje mi pequeño discurso a requerir la

30 “Arenga pronunciada por el Marqués de Selva Alegre, Presidente de la Suprema Junta


Gubernativa establecida en Quito, en la instalación que se celebró el día 16 de Agosto”,
Gaceta Municipal, XXIII: 94 (10 noviembre 1939), pp. 134-136. Lamentablemente, se incluyó
en esta “Arenga” el discurso de Rodríguez de Quiroga.

35
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

anuencia o contradicción de todos los cuerpos políticos e innumerables


gentes que asistieron, para que, bajo la salvaguardia de las Leyes y con
plena libertad, expusiese cualquiera su sentimiento, de palabra o por
escrito, contradiciendo, exhortando o desvaneciendo los fundamentos
de la nueva constitución y su forma”31. Pero el discurso, en su brevedad,
fue mucho más que eso y respondió a lo que la hora vibrante, entusias-
ta, para algunos temerosa o perpleja, que ciudad vivía reclamaba.
El discurso fue vibrante exaltación de lo obrado por Quito y
llamado a la unión de los pueblos de América, a los que se dirige la
invocación: “Pueblos de América” (867).32
La gesta quiteña se presenta -era un leitmotivo de Rodríguez
de Quiroga trasmitido al movimiento- como empresa en favor de la
religión y el Rey:

La Sacrosanta Ley de Jesucristo, y el imperio de Fernando Séptimo,


perseguido y desterrado de la Península, han fijado su augusta man-
sión en Quito (867).

Y se sostiene la nota religiosa -sabido es cuánto pesaba lo reli-


gioso en la mayor parte de la sociedad quiteña-: esa ley y ese imperio

bajo el Ecuador han erigido un baluarte inexpugnable, contra las


infernales empresas de la opresión y la herejía.33

Pero de allí pasa al tercer componente de la trilogía que para el


revolucionario presidía la acción trransformadora de Quito: la patria.
El paso es sin transición ni explicación, como algo que se derivaba na-
turalmente de la “ley de Jesucristo y el imperio de Fernando Séptimo”:

En este dichoso suelo, donde en dulce unión, hay confraternidad,


tienen ya su trono la Paz y la Justicia.
31 En la Defensa de Rodríguez de Quiroga, Andade,Documentos, p 618.
32 El discurso en la obra cit. en la nota anterior. Ponemos entre paréntesis la página.
33 Los acusadores del revolucionario quiteño no tomarían en serio que el alzamiento hubiese
sido para defender una religión que estaba amenazada por la herejía; tampoco la Iglesia
quiteña se ofrece convencida de ello (Véase en la panorámica “La gloriosa y trágica histo-
ria de la independencia de Quito”, Boletín de la Academia Nacional de Historia, N. 179,
Segundo semestre 2007) cuál fue la postura del Obispo). ¿Rodríguez de Quiroga lo pensa-
ba realmente? Sea de ello lo que fuere, para él movilizar en favor de la revolución el sen-
timiento religioso era fundamental para lograr el apoyo de la masa fanatizada.

36
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Se ha dado el paso de la defensa utópica, ideal, del lejano Rey


depuesto, a valores por los que ha luchado la ciudad: paz y justicia.Y
vuelve a los motivos ideales aquellos, pero completa ya la trilogía:

no resuenan más que los tiernos y sagrados nombre de Dios, el Rey y


la Patria.

Y entonces se hace el llamado que dijera Rodríguez de Quiroga


en su Defensa para que cualquiera de los asistentes expusiese, si lo
tuviese, objeción o sentimiento alguno contrario a lo obrado en Quito.
Pero, ¡cómo lo hace!:

Quién será tan vil y tan infame que no exhale el último aliento de su
vida, derrame toda la sangre que corre en sus venas, y muera cubier-
to de gloria por tan preciosos inestimables objetos? Si hay alguno,
levante la voz, y la execración general será su castigo (867)

Un crítico contradictor desnudaría debajo de esta manera de


invitar a exponer alguna objeción contra el movimiento especioso so-
fisma y lo atacaría con elemental distinción. Pero la brillantez de la for-
ma y el brío apasionado de la requisitoria oratoria –cuya clave formal
es el léxico fuerte– no dejaban lugar al razonamiento lógico frío.
Pinta luego la situación actual de Quito –con muy discreta con-
traposición a un estado anterior–. Los únicos signos de esa contraposi-
ción son un “antes” y un “ya”:

En este fértil clima, en esta tierra regada antes de lágrimas y sembra-


da de aflicción y dolores, se halla ya concentrada la felicidad pública.
Dios en su Santa Iglesia, y el Rey en el sabio Gobierno, que le repre-
sente; son los solos dueños que exigen nuestro debido homenaje y
respeto (868).

“El sabio gobierno que le represente”: sin la menor duda, el


nuevo gobierno quiteño, que reemplaza ese “antes” de lágrimas, aflic-
ción y dolores, y concentra “ya” “la felicidad pública”. Y en este tramo,
nada del “Deus ex machina” que era para los revolucionarios quiteños
el fantasma de Napoleón. La transformación, con el arribo al nuevo
estado, se deriva de Dios y el Rey -dos ideas fundamentales, intocables,
de la ideología colonial-:

37
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

El primero manda que nos amemos como hermanos, y el segundo


anhela para hacernos felices en la sociedad en que vivimos. Lo sere-
mos, paisanos nuestros; pues la equidad y la justicia, preside nuestros
consejos (868).

Y vuelve a aparecer el fantasma del tirano de Europa -que llega


como pantalla para encubrir lo que se estaba diciendo del paso de un
gobierno a otro gobierno-:

Lejos ya los temores de un yugo opresor, que nos amenazaba el san-


guinario Tirano de la Europa.

(Curioso y menos feliz el régimen. Debió ser “con que nos


amenazaba”).
Napoleón era, en este cuadro, amenaza. Lo que se ha hecho
desaparecer era algo real, opresor:

Desapareció el despotismo, y ha bajado de los cielos a ocupar su lugar,


la justicia

A esta formulación de síntesis -de resonancias religiosas-,


introducida por “en una palabra”, ha hecho preceder un breve desarro-
llo en extremo significativo. Ha ponderado el nuevo estado así:

El orden reina, se ha precavido el riesgo, y se han echado por el voto


uniforme del Pueblo, los inmovibles fundamentos de la seguridad
pública

Y se ha destacado especialmente que las leyes han reasumido


su imperio y se han acabado los abusos de “poder arbitrario” -que era,
para el revolucionario, lo visceral de la tranformación:

Las leyes reasumen su antiguo imperio; la razón afianza su dignidad


y su poder irresistible; y los augustos derechos del hombre, ya no que-
dan expuestos al consejo de las pasiones, ni al imperioso mandato del
poder arbitrario.

Entonces sí concluye con ese lapidario “Desapareció el despo-


tismo”.

38
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Y, tras esta presentación del nuevo orden, que significa la de-


rrota del despotismo y la arbitrariedad y el triunfo de la equidad y la
justicia, el discurso se remansa en breve pintura, de trazos luminosos,
de la vida del ciudadano bajo el nuevo gobierno:

A la sombra de los laureles de la paz, tranquilo el ciudadano, dormirá


en los brazos del Gobierno, que vela por su conservación civil y políti-
ca. Al despertarse, alabará la luz que le alumbra, y bendecirá la Pro-
videncia, que le da de comer aquel día, cuando fueron tántos los que
pasó en la necesidad y la miseria. Tales son las bendiciones y felici-
dades de un Gobierno racional (869).

Y, haciendo pie en la emoción que este poético lugar ha agita-


do en su auditorio, vuelve a lo que era el fin de su discurso, con incisi-
va interrogación retórica:

quién será capaz de censurar sus providencias y caminos?

Y otra vez aparece, en violento claroscuro, el fantasma europeo


cohonestador de lo que Quito ha hecho para cambiar el gobierno:

Que el enemigo devastador de la Europa, cubra de sangre sus injus-


tas conquistas; que llene de cadáveres y destrozos humanos, los cam-
pos del antiguo mundo; que lleve la muerte y las furias, delante de sus
legiones infernales, para saciar su ambición y extender los términos
del odioso imperio que ha establecido

Otro contraste: con ese cuadro patético la breve pluralidad:


“Tranquilo y sosegado” aplicada a Quito, pero seguida del fuerte “in-
sulta y desprecia su poder usurpado”. Y se extrema la amenaza que pa-
ra estas tierras entrañaría Napoleón con original reto:

Que pase los mares, si fuese capaz de tanto: aquí le espera un pueblo
lleno de religión, de valor y de energía. Quién será capaz de resistir a
estas armas?

Fundado en tan astuto planteo de la cuestión –irrebatible:


¿quién podría negarse a resistir a la tiranía napoleónica?–, hace el lla-

39
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

mado a los pueblos de América para que se unan en esta cruzada “por
Dios, por el Rey y por la Patria”:

Pueblos del Continente Americano: favoreced nuestros santos desig-


nios; reunid vuestros esfuerzos, al espíritu que nos inspira y nos
inflama. Seamos unos: seamos felices y dichosos, y conspiremos,
unánimemente, al individuo objeto de morir por Dios, por el Rey y
por la Patria (269-270)

Y “conspiremos unánimemente”. Allí estaba la fórmula sacra-


mental cifrada; la palabra clave: “conspirar”. Agazapada detrás de to-
do ese cuadro de lealtades –a lo universal, la religión (que maldita la
amenaza que padecía), y lo lejano (un Rey que ya no reinaba)–, que no
eran sino escenografía oratoria, la palabrita cargada de connotaciones
libertarias.
De “vertebral exposición, modelo de la literatura política del
nuevo mundo”, calificó el discurso Carlos de la Torre Reyes34.Y eso era:
expresión de lúcida pasión política para exaltar las aspiraciones ameri-
canas hacia gobiernos justos, libres del despotismo de las autoridades
españolas en América y con participación en igualdad de derechos y
oportunidades de un pueblo que había crecido y se sentía en mayoría
de edad como para asumir sus destinos.
Lo otro, lo del lejano Rey –amado, compadecido, acatado– y lo
de la amenaza de los ejércitos napoleónicos –presentados como propa-
gadores de la impiedad e irreligión– eran recursos para hacer aceptable
tan nuevo y revolucionario estado de cosas a una sociedad en su in-
mensa mayor parte tradicionalista, con una cosmovisión barroca presi-
dida por Dios en el cielo y por el Rey, su representante, en la tierra. Fue
alarde de habilidad del orador proclamr patria, libertad de opresión,
justicia y gobierno racional en un discurso para todos aceptable y para
todos emocionante y exaltante.
Estupenda pieza este discurso, fue el nervio de esa solemne
sesión y gravitó decisivamente en que se consagrase el alzamiento del
10 y se rubricase el acta “más solemne que en nuestros días se ha visto
y la suscribieron gustosos todos los concurrentes, autorizándola los

34 Carlos de la Torre Reyes, La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809, sus vicisitudes y su
significación en el proceso general de la emancipación hispanoamericana , Quito, Editorial del
Ministerio de Educación, 1961, p. 241.

40
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Escribanos de Cámara y Gobierno, públicos y Reales de esta Capital,


quedando desde este punto firme la constitución gubernativa e instala-
da la Suprema de Quito con aplauso y regocijo completo de más de
60.000 hombres que según las últimas numeraciones había en esta ciu-
dad”, según la relación del escribano Atanasio Olea.35

SEGUNDO DISCURSO DE DEFENSA

Su segundo discurso de defensa lo fechó el Dr. Rodríguez de Quiroga


el 13 de junio de 1810 y lo presentó al día siguiente.
Se lo trabajó en contestación al fiscal por otra acusación, muy
diferente, como era diferente lo que acontecía en la ciudad después del
10 de agosto de 1809: “Por la creación de la Junta de esta ciudad el diez
de Agosto, con lo demás ocurrido en ella”. Y el tono del alegato tras-
luce esa circunstancia tan distinta a la que rodeó su anterior discurso.
Se abre por exordio solemne en que, protestando que habría
renunciado a defenderse “si solo atendiese al triste estado y las funes-
tas circunstancias” que le rodeaban, se dirige, como a destinatarios que
alguna vez habrían de ver “este ruidoso y grave proceso”, al Rey o al-
guien que le suceda, la Suprema Junta, “todas las naciones de Europa,
este vasto continente, los hombres sensatos y la imparcial posteridad”
(574).36 Y anuncia su discurso de defensa como “una angustiada vindi-
cación, tal como lo permite mi infeliz y desvalida suerte, para dejar en
ella un eterno monumento de mi inocencia en una causa que creí de
buena fe, ser justa, santa y legítima en su fondo, en su establecimiento
y en sus fines”.
Presenta luego las circunstancias en que ha escrito esa defensa,
y es aquella una pintura dramática, de gran efecto por la selección de
rasgos del lúgubre y doloroso cuadro:

Protesto que no podré desempeñar cumplidamente tan delicada em-


presa, porque rodeado de angustias, de aflicción y miseria, encerrado en
un calabozo el espacio de cinco meses, destituido de todo humano auxi-
lio, sin más comunicación que la de unas infelices mujeres de mi fami-
lia y las amargas lágrimas de mis tiernas hijas, privado de luces, pues
hasta mis pocos libros me han sido embargados y quitados... (575)
35 Museo Histórico, n. 6, 1950.
36 Recogió la Defensa en su tomo de documentos Roberto Andrade. Citamos la página.

41
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Y denuncia algo de especial gravedad para los fines de un ale-


gato de defensa:

Añádase a todo esto, que en este torcido laberinto, camino a ciegas y


sin hilo, porque negándosenos los Autos, y la vista de ellos, ignoro los
fundamentos del cargo y la defensa.

Haciendo pie en tan aberrante manera de llevar un proceso, la


defensa se torna ataque contra la parte acusadora: “todo va por ru-
mores vagos e indeterminados” denuncia, y sienta que en la acusación
fiscal, la única que se la permitido leer, no “se encuentra el más peque-
ño adminículo en que se apoya el cargo de alta traición que se me
acusa”.
(Y otra vez damos, en escritor tan competente, con otro caso
vacilante de régimen. Debió haber sido “de que se me acusa”. En espa-
ñol se acusa a alguien de algo).
Y cierra su estupendo exordio con protesta en que brillan
relámpagos de altivez:

Abandonado, pues, a mí solo, y entregado a la merced y a la ventura,


procedo a mi defensa con la sencillez y moderación que se previene;
pero no por eso sacrificaré mi honor y mi vida, ni seré un cobarde
proditor de mis derechos. Ni creo que esta sea la intención de V. E.
que siendo rectificado, imparcial, justo, nunca podrá llevar a mal, que
un hombre hable la verdad en su defensa, que no omita los hechos que
le justifican. que no sufoque sus reflexiones convenientes; y que,
finalmente, en un negocio tan árduo, donde median y corren tormen-
ta los preciosos derechos de la fama, del honor, la vida, las
propiedades, debo producirme ajeno de toda procacidad y contumelia;
con la generosa libertad que conceden las leyes del Reino, como un
ciudadano del Gobierno Español como un hombre vasallo de
Fernando Séptimo, muy diverso de un infame eunuco de serrallo y de
un miserable esclavo de la Puerta, donde es un crimen pensar, hablar
y representar sus derechos esenciales y legítimos(576).

Pasa entonces a la proposición; es decir, lo que demostrará. Son


dos puntos, de los cuales el importante es el primero. Mostrará

42
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

que el hecho que se me acusa y acrimina fue justo, santo y legítimo en


su fondo, en su establecimiento y en sus fines, o que por lo menos, lo
tuve y lo consideré tal a mi modo de entender (576-577).

Hay aquí dos partes, y la primera es la clave, la que presentará


el hecho mismo; es decir, el establecimiento de la Junta Soberana del 10
de agosto.
Pero, la segunda, si esto no convencía al juez, concediendo que
“fuese un verdadero delito, una manifiesta infracción de las Leyes, y
una subversión dolosa del Estado”, no ha sido su autor. Su participa-
ción se redujo a tener un empleo en la nueva Constitución y “haber
sido arrebatado por este impetuoso torrente de la opinión, en que, sin
excepción de personas, fuimos envueltos, la ciudad con todo su vecin-
dario y sus Provincias anexas”.
Vale la pena releerlo: lo de agosto –se dice– no fue cosa de un
tal o cual individuo, sino de la ciudad toda, en “impetuoso torrente de
opinión”.
Este texto, lo sentimos una y otra vez, exige una lectura de es-
pecial complejidad: una de superficie que nos muestra a un acusado de
crimen de alta traición y, por ello, en riesgo de la vida; y otra de pro-
fundidad, que pesque allí lo necesariamente encubierto, en que un
hombre que creyó en la justicia y necesidad de esa transformación la
presenta justa y grande –siempre sin dar lugar a que esos curiales, por
más que su suspicacia los tornase alertas a cualquier pista de sentido,
pudiesen asir alguno de esos sentidos viscerales del revolucionario
para sacarlos como cargo o prueba.
En virtud de este requerimiento esencial de una doble lectura,
resultaría más que iluso simplemente bobo quien por esa confesión de
que la participación del prócer se redujo a “tener un empleo” pretendie-
se negarle su papel de ideólogo y una de las cabezas de la revolución.
Comienza la argumentación por la primera parte.
Primer argumento: “el juramento prescrito y ordenado por la
Junta”, que es, dice, “la base de la Constitución, que se llama criminal”
y “es al mismo tiempo el criterio de la verdad que se descubre a todas
luces”. Prueba que haber calificado “de inicuo y sacrílego” tal juramen-
to de fidelidad a la Religión y al Rey, de adhesión a los principios de la
Suprema Junta Central y de voluntad de “hacer todo bien posible a la
Nación y a la Patria” es blasfemo.

43
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

“Dígaseme –increpa victorioso– en qué discordia o varía el


mencionado juramento del que ordenó la Junta Suprema Nacional”, y
concluye, aplastante:

En una palabra, queda demostrado que la Junta de Quito, no corrom-


pió ni mudó un ápice el punto central y político de nuestra general
reunión; esto es, la misma Religión, el mismo Rey y la misma Patria.
El juramento que los contiene, y es un hecho constante, público, so-
lemne y positivo, es su más decidida prueba, contra la cual no valen
ni pueden valer inútiles declaraciones,varias y arbitrarias sospechas,
inferencias voluntarias, por no llamarlas calumniosas, ni, finalmente,
glosas e interpretaciones del pensamiento y del corazón humano,
porque todo es humo, que se disipa a la faz de la sacrosanta verdad,y
a la convicción irresistible de un hecho que, de un golpe, derriba todas
esas malignas conjeturas. Más claro: nosotros probamos la fidelidad
con un juramento público y solemne; el Fiscal prueba su acusación
con simples inferencias y juicios voluntarios, confesando él mismo,
que el interior del hombre es impenetrable, y por consiguiente no es
fácil distinguir sus intenciones. Califique la Justicia o cualquiera
hombre sensato, la prueba,y decida cuál de ellas pesa más en la balan-
za imparcial de la razón o de las Leyes(580-581)

Y, sin perturbar la contundencia de la argumentación, dándole,


más bien, nueva fuerza, la calidad de la escritura: esas glosas e inter-
pretaciones son “humo que se disipa a la faz de la sacrosanta verdad”.
Y está el exacto y eficaz manejo retórico al servicio de la prueba: la con-
traposición, en velado isocolon, del “nosotros probamos la fidelidad” -
“el fiscal prueba su acusación”.
Da un paso más, y este le parece “muy delicado” y necesitado
de una “discusión más prolija”: la legalidad del establecimiento de la
Junta quiteña. El argumento es que pudo pensarse “extinguida la Jun-
ta, o próxima a su ruina”. Con hábil dialéctica pinta esas noticias que
de las cosas de España llegaban acá, contradictorias, primero, y des-
pués, temibles. Hasta imponer el “justo recelo” de que la Junta, en Se-
villa, “podía ser oprimida y sojuzgada, como consiguió Murat, oprimir
y cautivar a su arbitrio los respectivos Consejos de Estado de Castilla y
de Indias, cediendo a la dura ley de la fuerza y la violencia”, y cómo

44
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

pudo temerse que la noticia del desastre final la diese el tirano con las
armas en la mano. “He aquí –concluye– las causas políticas, ninguna
de las cuales, es imposible, siniestra o dolosa, pues nacen del estado
mórbido y convulso de la Monarquía”:

creyendo acéfala la Nación, o bien en un peligro próximo, hace Quito


lo que hicieron las Provincias de la Península, con honor y sobrada
justicia; esto es, crear, al ejemplo de la Metrópoli, una Junta deposi-
taria de la Autoridad Suprema (583-584).

Y la Junta –argumenta Rodríguez de Quiroga– se consideró


interina, “en tanto su Majestad es restituido al trono”.
Pero algo más, y en esto insiste especialmente el abogado de la
Junta quiteña:

jura adherir a los principios de la Junta Central. Non omnes capunt


verbum istud. No todos comprenden la fuerza y valor de esta pal-
abra, que sólo ella salva la conducta de Quito,vindica su procedimien-
to de la nota de criminalidad que se nos acusa, y desata este problema
político que ha escandalizado a tantos (584).

La sugerida lectura profunda se queda en la oración clave: la


Junta quiteña juró adherirse a los principios de la Central española. No
sujetarse a su autoridad. Pero hay un patrón en este proceder del pen-
sador: da, en formulaciones tajantes, los contenidos claves del mensaje,
y luego los condiciona o acomoda a las circunstancias: si la Junta espa-
ñola existe, “se le reconoce por el único Cuerpo representante de la
soberanía y se le jura entera subordinación y dependencia, como de
hecho se practicó poco después por bando público”. Pero, aun en esta
concesión, hay que leer en profundidad: la Junta española es “el único
cuerpo representante de la soberanía”. Y a ese soberano cuerpo quiso
enviar Quito diputados que diesen cuenta de lo acaecido. Todo esto
implicaba nuevas relaciones de poder y dependencia.
Y se vuelve al fiscal. Y rebate que el caso presente esté contem-
plado entre los catorce de la Ley de Partida -que ha citado el fiscal-, ni
en ley alguna o en el Código Español o Indiano. Porque la circunstan-
cia es única: no hay Rey. Y esgrime su argumento más fuerte: no son
criminales las Juntas de España, “que reasumieron el poder supremo”,

45
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

“¿Cuál es la diferencia para que se gradúe de criminosa la de Quito,


siguiendo la misma norma, ejemplo, fines, objeto y modo?”37
Sabiéndolo argumento principalísimo, el orador lo amplifica
aportando nuevas razones para la defensa –superficie– y nuevos prin-
cipios de libertad -nivel profundo-:

La Junta de Asturias dice que, amagados de caer en el yugo del opre-


sor, tomaban el poder supremo; y declarando residir en la Junta la au-
toridad, se pone en estado de defensa; ¿pues qué otra cosa ha hecho
esta noble y leal ciudad, contemplándose al borde de un precipicio,
creyéndose ya sin el patrocinio de su Metrópoli, en un estado anár-
quico y expuesta a ser la presa de cualquier invasor? (588)

Era una circunstancia la que, para esa Junta española, justifica-


ba que tomase el poder supremo y declarase que en la Junta resdía la
autoridad. Es decir, que no había tal relación esencial y natural entre el
poder supremo y el Rey. Concepción de la fuente del poder tan decisi-
va –y radical– no era cosa de las gentes quiteñas; pero este gallardo -y
habilísimo- pensador la pone como uno de los firmes cimientos de su
defensa de lo obrado por Quito –no, al menos en esta parte del alega-
to, por él.
Refuerza Rodríguez de Quiroga esta parte de su argumen-
tación, la más contundente, la que, si el proceso se resolviese con apego
a la razón y la justicia, sería decisivo, con un parecer cuya importancia
destaca:

un Magistrado Supremo, un Miembro del Cuerpo Nacional Sobe-


rano, un respetable Ministro del señor Diputado, representante del
Perú,el Excmo. señor Silva,en su Proclama publicada por bando, don-
de excusa el procedimiento que ahora se condena, y en términos for-
males declara, que fue un exceso de lealtad, porque difícilmente
guardan medio las grandes pasiones y las grandes virtudes

37 Solo el contexto salva ese gerundio. En rigor sintáctico ese “siguiendo” modificaría a “se
gradúe”, y obviamente no es así: la que ha seguido la misma norma, fines objeto y modo es
la Junta quiteña. Este sentido debía construirse con la oración de relativo: “que ha segui-
do”. Como pronto lo mostrarían los más ilustres gramáticos americanos,y en Ecuador,
Pedro Fermín Cevallos en el Breve catáologo de errores,el gerundio era el elemento oracional
que más daba que hacer en el español de América.

46
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Acaso por su empaque y formulación jurídica no se atienda


debidamente a la fuerza retórica de la pluralidad: Supremo, del Cuerpo
Nacional Soberano, respetable Ministro, Proclama, publicada por ban-
do, en términos formales.Todo eso da su peso a la declaración nada
menos que de “exceso de lealtad”. Y reafirma la importancia de este
estupendo testimonio no pedido por los acusados con la interrogación
retórica:

¿Qué motivo tenía este grande Magistrado de lisonjear nuestros deli-


tos y paliar una traición con tan decorosas expresiones, constituyén-
dose cómplice por la aprobación o abono de una conducta delincuen-
te? Esto no puede presumirse sin una manifiesta injuria a tan ilustre
personaje. (589)

Con argumento de tanto peso en sus manos, el abogado aco-


rrala al fiscal. Entre la declaración de ese personaje y la del fiscal, que
“condena y acusa el hecho como crimen de alta traición”, “declare
cualquier hombre, aunque sea un rústico, ¿cuál de los dos pesa más,
cuál merece más crédito, cuál de los dos testimonios debe influir más
en la justicia?”
Pero hay más. Tiene el acusado otro testimonio, cuya impor-
tancia también destaca con pluralidad casi solemne: “en la misma
Corte de Sevilla”, “a la faz del Supremo Gobierno”, “allí donde se exa-
minan las cosas a la luz de la justicia, de la imparcialidad y de la críti-
ca”, “al pie del mismo trono de la Nación”, El Espectador Sevillano, pa-
pel público que corre “con expresa aprobación del Gobierno”, en su
número de 12 de enero de 1810, inserta una Proclama “hecha en Quito,
por uno de los Miembros de la Junta que anda fugitivo y contra quien
se ha pedido la pena capital”. ¿Qué ha afirmado proclama a la que esa
publicación española confería especial valor? “Que este país perma-
nece fiel a su Soberano, el Señor Don Fernando Séptimo, no obstante que
se cree haya depuesto al señor Presidente y algunos Ministros de su
Audiencia y establecido en su lugar una Junta Provincial”.
Más allá del uso que se hace de este argumento en favor de la
causa, importa leer lo que corría subterranéamente. Apuntaba esa de-
claración a lo visceral de la postura autonomista quiteña: fidelidad al
Rey –real o mera fachada: en la circunstancia que se vivía, daba lo mis-
mo–, pero liberación del yugo de los administradores hispanos –que

47
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

eran, importa atender a ello, designados por la Corona y sus órganos–.


Y eso es lo que en Sevilla, “a la faz del Supremo Gobierno”, no se ha
visto como contrario a la fidelidad al soberano. Y algo más corría por
debajo del manejo legal del testimonio: lo obrado por Quito –nada
menos que deposición del Presidente y Ministros de la Audiencia y
establecimiento de una Junta– era noticia y caso seguramente de dis-
cusión en España y acaso más allá. Lo cual implicaba que el fallo que
en el proceso instaurado se diese tendría resonancias hasta en España.
Esto es algo que aparecería luego en la superficie del texto.
Ha llegado una vez más el orador al cauce central de toda su
argumentación: la fidelidad al Rey –que la Junta nunca dejó de procla-
mar-. Concluye en él con la especial fuerza que da en este punto la
extrema simplicidad:

Pruébesenos que depuestos aquellos Magistrados, juramos y recono-


cimos a Bonaparte o a otro extraño Dueño y entonces será probado el
delito de alta traición: pero hoc opus hic labor. Nótese lo segundo,
que tampoco el establecimiento de la Junta nos constituye traidores,
pues no obstante permanece fiel este pueblo a su único y legítimo
Soberano (591)

Llegado a este punto, y, como quien puede presumir tosudez


rencorosa de parte de sus acusadores y hasta de los jueces, advierte lo
grave que sería que, ya impuesta y cumplida alguna pena, llegase una
“providencia y resolución favorable” de España –”como es de espe-
rarse –añade– de su justicia, de su profunda penetración y de sus
conocimientos sublimes”–, donde se manejaban documentos como los
que él ha citado. Lo que Rodríguez de Quiroga temía de la justicia local
lo dice con su característica fuerza léxica: “¿Cómo volver atrás después
que hubiésemos sufrido alguna pena grave, atroz e irremediable?”. El
lector que llega a este lugar ya sabido lo que aconteció en agosto de ese
mismo año siente en esos tres tremendos epítetos un lúgubre dejo
anticipatorio.
Pero hay aun más para reforzar este movimiento central de la
argumentación. Llama a deponer al Rey mismo:

Añádase a todo lo expuesto, que en aquellas circunstancias se creyó


llegado el caso de usar de la facultad que concede a sus Vasallos nues-

48
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

tro caro y desgraciado monarca. Recomiendo, dice, en una carta


fechada en Bayona, a todos mis pueblos se esfuercen en sostener
los derechos de su independencia y Religión contra el enemigo
común. Habla de todos sus pueblos, sin predilección de climas ni
Provincias, autoriza a sus vasallos y los exhorta a la defensa.¿Qué
más se necesitaba que este soberano precepto de nuestro único señor
y dueño? (592)

Concluye este nuevo movimiento con esta enérgica recapitu-


lación:

Véase la proclama de Valencia, el Manifiesto imparcial de Madrid, la


de los sevillanos y otros muchos,y se vendrá en pleno conocimiento de
que habiendo practicado Quito lo que le han recomendado el Rey y la
Madre Patria, en esta situación se ve angustiada y sus hijos difama-
dos y metidos en prisiones porque creeyeron que ya era tiempo de
poner en obra sus superiores exhortos (593).

Y siguiendo la táctica recomendada por la Retórica, ha dejado


para el final el argumento más fuerte, que constituye espléndida inven-
ción de este brillante abogado. Es tan importante este desarrollo final
de su argumentación que se impone la cita in extenso, sin más glosa que
renovar la advertencia de la doble lectura a que el texto incita; en
superficie, la defensa del movimiento quiteño con argumentos y
razones que se impusiesen a los prevenidos jueces; en profundidad, la
exaltación de valores de libertad y rebeldía contra la opresión. Escribe,
pues, Rodríguez de Quiroga:

Pero quién creyera, que el sabio Alfonso décimo, este inmortal


Legislador de las Partidas, hubiere prevenido el caso, y expresamente
ordenado lo que se ha hecho en Quito? Pues léanse las leyes 7ª y 8ª
del Tit. 2o Part. 2 y acábese de convencer y confundir la malignidad
de nuestros enemigos. Borrémoslas del Código (como se expresa en
sentido contrario un entusiasta ignorante) o confesemos el imperio de
la verdad y la justicia de la causa. “Apoderarse debe el pueblo por
fuerza, de la tierra, quando non lo pudiesen facer por maestría e por
arte” dice la citada Ley 7ª y concluye con estas enérgicas expresiones
improbando una conducta apática y contraria a este noble entusias-

49
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

mo que se nos acrimina y condena: “E sin la pena que Dios les daría,
non sería pequeña la que de los enemigos les vendría quando les
faciesen perder la tierra a daño e deshonra de sí. E tal pueblo, como
éste non debe ser llamado amigo de su tierra, más enemigo mortal,
como aquel que lo suyo quiere para sus enemigos, e ser vencido antes
que vencedor, e quiere ser siervo antes que libre”. La 8ª se explica y
concluye con igual fuego, hablando de un pueblo cauteloso y pre-
venido, en las críticas circunstancias de ser amagado, como lo estába-
mos y estamos nosotros. “Onde el pueblo que de esta guisa estuviere
apercebido e guisado, cumplir la palabra que Nuestro Señor Jesu-
cristo dijo en el Evangelio, quando el ome fuerte, e bien armado guar-
da su casa, en paz está todo lo que tiene. E los que así lo ficieren po-
drán cumplidamente guardarlealtad a su Señor e serán tenidos por
de buen seso e temerles han sus enemigos, e serán apoderados de su
tierra e mostrarse han por amigos de ella. E los que esto no ficiesen
caerían en todo lo contrario desto, de que recibirían daño, e grande
pesar, e grande verguenza”. Si pensaría el señor Rey Don Alfonso,
que había de llegar el caso en que los que cumpliesen religiosamente
sus soberanas disposiciones en las citadas Leyes, lejos de ser tenidos
por de buen seso, recibirían daño, e gran pesar, e gran verguen-
za. Tal es nuestra infeliz y desgraciada suerte (593-594).

Concluye entonces que quedaba demostrado que “los fines no


han sido otros que los de la conservación y defensa de estos mismos
objetos, que sostienen con tanto honor los dignos y constantes espa-
ñoles” (595).
Da un giro a su defensa y de la defensa de la causa quiteña,
“justa, santa y legítima”, pasa a que él la tuvo por tal. Por esa fe él ha-
bría muerto, antes que comprometer su lealtad. Y anticipa, duro, la
postura vergonzante de “cuantos alegan el miedo para disculparse de
haber desertado de sus obligaciones esenciales”.
Maneja el argumento -por si su defensa de la causa misma de
Quito no hubiese convencido- de que, si se engañó, su error de enten-
dimiento no es imputable. Y se explaya en mostrar que errantes no
pecant. Y él ha hecho cuanto estuvo de su parte para vencer el error. “El
grave suceso del día de San Lorenzo –dice–, fue deferido al examen y
consulta de una Junta General de toda la ciudad celebrada en la Sala
Capitular del Convento de San Agustín”. Y da peso al argumento con

50
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

larga enumeración de cuanta autoridad civil y eclesiástica, cabildos,


tribunales, comunidades, universidad y su claustro de profesores,
cuerpo de abogados y más estuvieron allí presentes. “¿Y este Congreso
de tantos hombres de honor, distinción y probidad, podrá llamarse una
junta tumultuaria de una vil canalla?” (599).
Y ya tenemos nuevamente al hombre de Agosto exaltando la
actuación de toda la ciudad -esa es la lectura profunda- aunque ponga
esa actuación unánime como justificación de lo que, en el paso adelante
de su defensa, presenta como error -si lo fuese- no culpable -lectura de
superficie-. Y hay algo más que corre subterráneo: el apenas velado
orgullo de su discurso en aquella solemne ocasión -el discurso que ya
hemos leído-, que se le confió -no lo dice claramente: no podía decirlo,
si estaba manejando el argumento de un error no culpable- como a
ideólogo y conductor de esa revolución:

Pues en este solemne y autorizado Congreso, que presidió el


Rey nuestro Señor, en la representación de su Real Busto con la co-
rrespondiente Guardia de Honor, se leyó esa que se llama constitu-
ción tumultuaria, se expuso a la crítica y al juicio general la Acta y
el nombramiento de los funcionarios públicos, se sujetó a la censura
libre de cualesquiera la nueva constitución con toda su forma, objeto
y destino, bajo la salvaguardia de las Leyes, para que la impugnasen
de palabra o por escrito. Yo mismo, encargado y mandado por el que
ejercía entonces la autoridad superior, expuse los fundamentos, los
motivos y los fines; requerí a todos y exigí el juicio univeral, como
consta de la certificación que presento: Provoqué la contradicción, o
una legal resistencia, suspendiendo al efecto el discurso, y esperando
en silencio alguna voz, que se animase a contradecir un hecho que se
supone notoriamente inícuo. Consulté, no con uno, ni con diez o cien-
to, sino con todo un pueblo ilustrado, y con hombres públicos llenos
de edad, de experiencia y de luces; con toda una Sínodo Diocesana a
presencia de su Pastor legítimo (600)

Y, concluye el episodio, presentado como narración oratoria de


estupenda fuerza, con la duplicación anafórica de “todos” y la plurali-
dad creciente: “Todos lo sancionaron, todos lo aprobaron y protestaron
derramar su sangre”. No lo dice, pero la pregunta late insistente: ¿Pue-
de condenarse a todo un pueblo? “Fuenteovejuna, señor”.

51
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Y amplifica vigorosamente el hecho de que esa aprobación


unánime: fue a los seis días del “día de la novedad” –“sobrado tiempo
para la meditación, para un examen detenido y circuspecto”–, con con-
curso completo y numeroso, y “no hubo un solo voto discrepante, que
influyese duda, desconfianza o recelo”. Y lo rematará con interroga-
ciones retóricas que son con apenas velada forma el argumento ad
hominem: ¿Hizo algo el fiscal? ¿Lo hizo algún otro superior? “Nadie
abrió los labios ni hizo cosa alguna sino para aprobar, consentir y rati-
ficar”. Y retuerce el argumento, con la forma de otra tremenda interro-
gación: “¿Por qué he cargado hierros cuatro meses y todavía estoy
preso, y mis consultores, mis aprobadores autorizados y respetables,
están libres sin responsabilidad ni daño?”
Y, concluido el primer punto, demostrado –dice– cumplida-
mente “que la causa fue justa, santa y legítima en su fondo, en su
establecimiento y en sus fines”, y, por si no bastase, con la salvedad
establecida: “o que por lo menos la creí y la consideré tal”, pasa a lo
segundo: que, aunque se cierre los ojos a la razón y justicia de lo
expuesto, “no hay para graduarme en ninguna de las cuatro clases (de
delito) que establece el Abogado Fiscal, y muchísimo menos en la
primera, como autor de la revolución” (604).
Su argumento fuerte será que no estuvo en la reunión en casa
de Ascázubi en que se formó el plan y aprobó el Acta. Ya establecida la
Junta, su actuación –dice– se redujo al pequeño discurso, mandado por
el Marqués de Selva Alegre, para requerir la anuencia o contradicción
de todos los cuerpos presentes en la magna asamblea del 16.
Y estaba la Proclama “que impresa obra en los Autos”. Rodrí-
guez de Quiroga la reconoce por suya, pero invita a leerla -“parece que
no há menester más vindicación que su simple lectura”- y la presenta
como “una exhortación vigorosa a todos los pueblos de la América
contra la dominación y las empresas ambiciosas y seductivas del pérfi-
do usurpador del trono de nuestros Reyes”. Hemos leído ya con algún
detenimiento el “Manifiesto”, que es lo que en el proceso se llama “Pro-
clama”, y sabemos que en su superficie –único estrato de sentido al que
los acusadores llegaban, y es la “simple lectura” que dice Rodríguez de
Quiroga– daba como para que, defendiéndose, su autor protestase que
en ella “ni asomo hay de delito” (620).
También el Acta que se extendió con motivo de haber sido el
conde Ruiz de Castilla elegido Presidente de la Suprema Junta por

52
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

renuncia del Marqués de Selva Alegre se había incluido como una de


las acusaciones. El abogado de sí mismo la deshace probando que “en
el fondo” no fue obra suya. Y fue “antes de extenderse acordada y tra-
tada con el mismo Doctor Aréchaga, Abogado Fiscal de la presente
causa” (622). Lo que hizo, reconoce, fue continuarla “por indisposición
del Doctor Morales que lo hacía”, ateniéndose a instrucciones y bo-
rradores de “casi todos los individuos de la Junta”.
El texto ha pasado de ser el alegato altivo, rico de altas reso-
nancias e incitante de lecturas profundas donde hallamos lo que Ro-
dríguez de Quiroga pensaba del ejemplar y decisivo pronunciamiento
de Quito en agosto, a negación de cargos circunstanciales, no por mi-
núsculos y obscuros menos comprometedores. Todo se mueve ya en
una superficie turbia, equívoca, y lo único que hay en el fondo –¡y
cuántos lectores nunca atendieron a ese fondo!– es que ya no estamos
ante un desnudamiento de la verdad de los sucesos, sino ante un hábil
ejercicio de negarlos en cuanto tuvieran de incriminatorios y destacar
aspectos que pudieran servir para exculpar, justificar o atenuar al
menos los cargos que pesaban sobre el reo.
Así esa exposición, que sin atender a este fondo resulta ex-
traña, en que, con lujo de testigos, como el Marqués de Solanda, habla
de su “docilidad a la reposición de las cosas desde los primeros días
después de la revolución” –¡Y saltó la poderosa palabra!–, y se atribuye
haber logrado que “el pueblo atumultuado” rerconociese a Juan José
Guerrero –empecinado realista– como Presidente. “¿Y ésta es –pregun-
ta– la conducta de un insurgente, que va de acuerdo con el pueblo, y es
móvil de sus designios?” (625)
Y en este mismo plan aporta otro hecho que estima “de no me-
nor importancia” para su defensa: “consta que yo extendí, de mi puño
y letra, el bando que se publicó al día siguiente en que se declaraba la
subordinación absoluta a la Suprema Junta Central”. Como para con-
cluir: “Si no tuviese descargos, éste sólo indemnizaba mi conducta”
(627).
El historiador a secas hace a un lado al historiador de la litera-
tura y registra, entre intrigado y perplejo, hechos obscuros que el acu-
sado saca a luz como pruebas de descargo. Y las afirma con la solem-
nidad propia de un alegato de defensa:

Si se hubiesen examinado el Dr. Castelo y Dña. Antonia Alvarez, a

53
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

quienes cito particularmente como testigos instrumentales, sobre el


contenido de las preguntas quinta y sexta, habrían resultado muchas
cosas de importancia, entre ellas, que el Dr. Aréchaga me buscaba y
conferenciaba continuamente en secreto conmigo, en la misma casa de
Dña. Manuela Cañizares, donde tratábamos sobre la reposición de V.
E. y otros particulares desde los días inmediatos al Diez de Agosto
(629).

Y, decidido a hacer estas revelaciones –que no podía ocultáse-


le quedarían para la historia de Agosto–, tras denunciar la sórdida
actuación del fiscal, afirma que “no todos saben el modo y forma con
que se acabó la Junta y volvió el antiguo Gobierno y V. E. al mando”, y,
al mostrar eso que no todos saben, vuelve la altivez inicial a ennoble-
cer el texto:

Fuera del Distrito de Quito, se creerá fácilmente que, vencidos, con-


quistados y sojuzgados por las armas, se restituyen las cosas a su
primitivo estado, a esfuerzos del valor y del poder de las tropas auxi-
liares. Que nuestra rebeldía, nuestra obstinación y pertinacia ha dado
lugar a este tratamiento, negándonos a la subordinación y a la depen-
dencia en términos racionales. No, Señor Excelentísimo; no fue así,
como lo sabe V.E. y lo debe saber todo el mundo para nuestra comple-
ta vindicación. La Junta fue disuelta y V. E. repuesto por nosotros
mismos para conservar la tranquilidad pública, cortar divisiones,
reprimir partidos de la ambición y sofocar en su origen una guerra
sangrienta y civil (637)

Pero no se queda ahí tan importante aclaración histórica sobre


el final de la revolución de Agosto. Se hallaba ya tranquila la ciudad y

aún se mantenían a pocas leguas los contrarrevolucionarios con las


armas en la mano, con intenciones hostiles y meditando atacar la ciu-
dad y deponer a V. E. (637)

Meditaban deponer al Conde Ruiz de Castilla. Ninguna histo-


ria, que yo sepa, registró cosa tan importante. Y era de tanta magnitud,
que el revolucionario quiteño aportó pruebas: “como lo acreditan las
cartas interceptadas, en que buscaban los Jefes del partido la confe-

54
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

deración de otras Provincias, y se trajeron a manos de V. E. que me


manifestó el mismo Abogado Fiscal”.
Vuelto a la altivez de los momentos más altos del alegato, Ro-
dríguez de Quiroga reclama al cobarde y pusilánime Conde:

Juró V. E. y prometió por otro capítulo “que a nadie se inferiría daño,


ni el más pequeño perjuicio en su persona, en su honor ni en sus
bienes, en razón de todo lo sucedido” “y que se diese cuenta de este
estado a la Suprema Junta Central”. Prescindo de los demás artícu-
los, de cuyo cumplimiento no me intereso, pero sí reclamo altamente
éste que me toca y pido su cumplimiento por la fe del tratado” (639).

El fiscal ha sostenido que el viejo Conde hizo tal promesa for-


zado por miedo y coaccionado.El defensor de su causa lo rebate, y há-
bil rearguye ad hominem: “Lo peor es que por desnudarnos de un de-
recho adquirido, desnuda el Abogado Fiscal a V. E. del recomendable
mérito de una noble constancia, valor y firmeza, que manifestó antes
en circunstancias más peligrosas. Por quitarnos un substancial apoyo
de defensa, quiere reputen a V. E. un Magistrado débil, flexible y que
cede a la impresión del miedo, sacrificando los deberes de su alta repu-
tación y dignidad, no siendo así, sino muy lo contrario” (641).
Y en la fe debida a estos pactos se extiende larga y eruditamen-
te. No lo ha hecho, protesta, como asiéndose a una “sola ancla en falta
de defensa”, sino “porque conduce al esclarecimiento de la verdad y la
causa”.
Y remata su magistral discurso con el recurso a la más alta vo-
luntad, en tres deprecaciones de tono sereno:

Dios quisiera que mis torpes groseras expresiones hagan la impresión


debida en el ánimo de mis jueces.Dios quiera que de ellas resalte la
verdad y mi inocencia y que al fin triunfen de la deshecha tormenta
q´ he sufrido con paz, constancia y ánimo tranquilo. Dios quiera,
finalmente, que el imperio sacrosanto de la Ley, de la razón y de la
imparcialidad, pronuncie un juicio que salve los preciosos derechos
de mi honor, de mi vida y de mi libertad (648)

55
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

LA CARTA DESDE LA PRISION

Y hay un último texto que completa la fisonomía de Rodríguez de Qui-


roga, el escritor de los hombres de Agosto: la carta que, desde el calabo-
zo en que, cargado de grillos y cadenas, sintiendo la vida de los presos
amenazada por una orden inicua, dirige al obispo Cuero y Caicedo, el
7 de julio, día en que la soldadesca, ante la amenaza de un motín, se
había puesto sobre las armas.
¡Qué libertad de espiritu y cuánta altivez brillan en ese con-
movedor escrito!

¿Qué es esto Señor Ilustrísimo? Tan poco pesa la vida de los hombres
y tan poco interesa la salud espiritual de las almas?¿Así se dan ór
denes para cometer asesinatos y sacrificar víctimas?¿Dónde estamos
Señor? ¿o que se ha hecho V. S. I. que no interesa su autoridad celes-
tial o su respetable mediación, para contener que no perezcan sus ove-
jas sin los auxilios de la Iglesia, y sin los consuelos de la Religión?
(471-472)38

El texto nos pone ante la prosa ceñida, fuerte, de Rodríguez de


Quiroga, al servicio de la libertad de espíritu que lució aun en las
penosas condiciones de opresión, acoso y humillación que soportaban
los próceres de Agosto en los calabozos del Real de Lima.
La suya de esta carta parece palabra poseída por espíritu adivi-
natorio, que trasmite con impresionante patetismo: “De hoy en ade-
lante, si soy víctima sacrificada con violencia...”
Y brilla, una vez más el dialéctico.¡Qué rigor para argumentar
y qué fuerza para exponer los argumentos! Pero en esta carta no se
extienden los razonamientos: la cosa era tan simplemente criminal y
tan poco necesitada de argumentaciones y pruebas. Basantes, “a voz en
cuello”, ha dicho que “a la menor novedad” se acabase con los presos,
y el abogado así condenado comenta:

¡Cosa inaudita! decreto fulminante, que no se encuentra ni en la

38 El texto está en el volumen de documentos ya citado de Roberto Andrade, como documen-


to No. 31, con el título “Clamor del Dr. Rodríguez de Quiroga al Obispo”, pp. 469-473. Por
esa edición citamos la página. También se reprodujo en Manuel María Borrero, La
Revolución quiteña 1809-1812, Quito, Editorial Espejo, 1962, pp.230-232.

56
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

pragmática de 17 de Abril de 1774, ni en las leyes del Reyno, ni en


ningún Código el más bárbaro del mundo;

Las consecuencias de orden tan bárbara se dicen con acumu-


lación de rasgos que intensifican el texto dramáticamente:

de lo que se sigue que por cualquiera borrachera, por cualquie-


ra novedad exterior, en que no tenemos la menor parte ni cul-
pa los pobres desvalidos e inermes presos, estamos vendidos y
expuestos a ser asesinados, como perros, sin forma judicial, sin
sentencia, y lo peor de todo, sin los socorros espirituales que la
madre Iglesia suministra a sus hijos, del mismo modo que si
viviésemos entre Mahometanos, entre infieles, entre ateístas
franceses, donde se ve con tanto desprecio la religión, que en-
viar hombres al otro mundo (y quiera Dios que no fuese a los
infiernos) es lo mismo que una partida de juego o una frívola
diversión

(Escribía a un Obispo, y de allí esa insistencia en el aspecto reli-


gioso de la atrocidad que denunciaba).
Y aquí viene el lugar citado párrafos arriba, que se abre con las
tremendas interrogaciones aquellas de “¿Qué es esto, Señor Iltmo?
¿Tan poco pesa la vida de los hombres y tan poco interesa la salud
espiritual de las almas?” Remata el dinámico pasaje con invocación
vehemente al Obispo, que asume la forma de solemne emplazamiento:

Ah! Medítelo V. S. I. y tiemble ante la presencia suprema del Señor,


por unas consecuencias tan irreparables, tan terribles, tan funestas,
tan eternas.

“Tiemble”: el vocablo cobra toda su fuerza. Y a “consecuen-


cias”, palabra más bien neutra, se la intensifica con la pluralidad de
epítetos que la califican hasta el tremendo “eternas”.
Y suaviza esta dureza -sin perder intensidad- con un trazo que
tiene la poesía de la imagen bíblica:

De hoy en adelante, si soy víctima sacrificada con violencia; si V. S.


I. no clama, no amonesta, no silba como pastor por el riesgo inmi-

57
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

nente que corren sus ovejas cautivas, por las pérdidas de su salud
eterna,

pero solo para volver a poner en primer plano la denuncia y emplazar


al Obispo ante el más alto tribunal:

en fuerza de un asesinato violento, que ordenó hoy día el Capitán


Bassantes, yo, por mi parte y a nombre de todos los demás, constituyo
responsable ante el augusto tremendo Tribunal de Dios vivo, a V. S.
I. a que desde ahora para entonces lo cito y emplazo (471-472)

A esta cúspide de alta pasión y estupenda fuerza expresiva si-


gue un último movimiento para la última y suprema razón de su pedi-
do al Obispo.
Comienza con una negación y una concesión retóricas -en esa
concesión recoge grandes capítulos de su alegato de defensa, y añade
alguno nuevo-:

No, no solicito la odiosa abominable vida, que tanto codician mis ene-
migos. Muera yo desde luego; de nada sirvan mis defensores, de nada
aprovechen las leyes, de nada conduzcan las órdenes superiores del
Consejo de Regencia, que se esperan; que el mismo juicio pendiente se
atropelle; que finalmente se ultraje y se veje...

y entonces la contraposición a esas negaciones y concesiones, con la


adversativa fuerte, en oración a la que su extrema concisión añade
fuerza:

¡Pero mi alma!

y amplifica eso del alma:

¡Ilmo. Señor, mi alma, esta alma, que no costó a V. S. I. ni a nadie su


sangre, sino al Hijo de Dios Eterno, mi alma ha de perderse al simple
y bárbaro decreto de D. Fernando Bassantes u otro oficial que lo repi-
ta?(472-473)

Formula entonces su petición al Obispo, con nueva pluralidad


intensificadora: que se sirva pasar oficio al Presidente

58
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

a fin de que su religioso ánimo prohíba este escándalo de la razón, este


ultraje de las leyes y este desprecio de los preceptos de la Iglesia,

y remata su impresionante y conmovedora carta de pedido con un últi-


mo velado emplazamiento que vuelve a la imagen bíblica del pastor y
sus ovejas:

sobre que está constituido V. S. I. un vigilante custodio que ha de dar


cuenta de una sola oveja confiada a su cuidado(473)

El 2 de agosto todos estos lúgubres presagios se cumplieron y


Rodríguez de Quiroga, al igual que otros ilustres quiteños apresados
por la misma causa, fueron brutalmente asesinados en prisión. Lo que
autores y cómplices de tan abominable crimen pretendieron fue apagar
espíritus libres y altivos y silenciar palabras tan poderosas y sabias
como la del brillante abogado.

EL POEMA DESDE LA PRISIÓN

Creíamos que nada más había escrito Rodríguez de Quiroga desde la


prisión, pero una lectura atenta, con ejercicio de crítica interna, nos
prueba que un poema recogido por Juan León Mera al final de su
recopilación Cantares del pueblo ecuatoriano no pudo ser obra sino del
ilustre prócer, el mayor escritor de todos los sumidos en los calabozos
del Real De Lima, “tus vasallos cargados de prisiones”, que dice el
poema. Las mismas razones de su alegato de defensa adquieren la for-
ma de hermosos endecasílabos y heptasílabos en las siete octavas del
poema que, por obvias razones, circuló anónimo. “Si tu causa fue justa,
santa y buena” dice el endecasílabo y el alegato habló de causa “justa,
santa y legítima”. Y en la cuarta octava se formuló, con la cincelada
concisión del verso, el argumento mayor del alegato:

Mas ¡ay! qué diferencia


En esta Presidencia!
Sentimiento tan noble y esquisito
En España es virtud, crimen en Quito39

39 El poema en Cantares del pueblo ecuatoriano, pp. 420-421.

59
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Y se insistió en ese razonamiento clave:

Mas ¿quién creyera ¡oh Cielo!


Que tan noble desvelo
Por crimen se repute, por delito
Socorrer a la madre en tal conflito.

Y el poema anunció esa muerte que el prócer sentía inminente.


¡Pero de què modo tan alto lo dijo!:

La muerte es triunfo que de gloria llena.

El magnífico poema nos entregó una nueva faceta del hombre


de letras que fue Manuel Rodríguez de Quiroga: el lírico, en momentos
especialmente altos o intensos de su existencia.

JUAN DE DIOS MORALES

Morales es, entre los próceres de Agosto, la cabeza principal, el nervio


más sensible y la pasión más decidida. Es quien convence a otros
quiteños de que la hora del alzamiento ha llegado, quien los empuja al
gesto que tantos consideraban pematuro y excesivamente arriesgado y
quien, cuando todo parecía venirse abajo, permanecía erguido, im-
pertérrito.
Hombre austero y de pasiones profundas y recatadas hacia el
exterior, fue parco en sus pronunciamientos. Pero, como vamos a verlo,
fue escritor que sabía exponer sus ideas con rigor y fuerza. Y con ello
aportó mucho a la revolución quiteña.

LA VIDA Y OBRA REVOLUCIONARIA

Juan de Dios Morales fue bautizado en la iglesia parroquial de Río Ne-


gro, departamento de Antioquia, en abril de 1767 –Celiano Monge dio
como fecha de nacimiento y bautizo el 13 de ese mes40-. Era hijo del
Ayudante Mayor de Milicias Dn. Juan de Dios Morales Silva y de Dña
Juana de Estrada, los dos acaudalados.

40 Celiano Monge, “D. Juan de Dios Morales Leonín. (Datos biográficos sacados de los
archivos de Quito)”, Lauros, Ambato, Editorial Pío XII, 1977, p.3.

60
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Se lo envió a Santafé para que estudiase Jurisprudencia, con


miras a un futuro nombramiento de abogado de la Real Audiencia. Se
graduó de abogado a fines de 1789, “con grandes elogios del claustro
de San Bartolomé”.41 El rector del colegio, D. Manuel Andrade, en un
informe escribió: “Siempre fue mirado en Santa Fe como hombre ilus-
tre por su nacimiento y distinguido por sus luces”.42
Ejercía su profesión en Bogotá cuando, designado Presidente y
Comandante General de la Provincia de Quito Juan Antonio Mon y Ve-
larde, le propuso que lo acompañase como secretario. Apenas hecho
cargo de la magistratura,el 29 de abril de 1790, el Presidente le nombró
Oficial Mayor de la Secretaría de la Superintendencia.
Alternó con esas funciones y las de administrador de la Real
Fábrica de Pólvora de Latacunga el completar su formación en Dere-
cho, y solicitó de la Real Audiencia la incorporación a la Academia de
Abogados. Tras el examen previo, rendido en septiembre de 1791, los
doctores Pedro Quiñones Cienfuegos, Agustín Valdivieso y Juan José
Boniche, de la Real Universidad de Santo Tomás, lo declararon canóni-
camente aprobado. El 1 de octubre se incorporó al foro tras lucida di-
sertación sobre causas que le habían sido señaladas de antemano.
Promovido Mon y Velarde al Consejo de Indias antes de cum-
plir un año en el gobierno quiteño, su muerte en Cádiz, de camino a
Madrid, frustró las posibilidades de viajar a la metrópoli de su joven
secretario.
Morales fue nombrado defensor de Pobres y Reos, y cumplió
estas funciones con celo y alta sensibilidad social. En 1795 sustituyó,
por unos meses, al agente fiscal de lo criminal. Lo hizo con especial bri-
llantez, que afirmaba su prestigio como abogado.
En 1795 se posesionó de Presidente de la Audiencia de Quito
Luis Muñoz de Guzmán. Morales fue secretario de la Superintenden-
cia. Cuando, al año siguiente, por Real Orden se estableció que la Su-
perintendencia recayese en el Virrey y quedase en Quito una subdele-
gación de la Real Hacienda, a Morales le correspondía ser secretario de
ella. Pero el Oidor decano lo postergó y prefirió a un sobrino.43 Y de

41 Sergio Elías Ortiz, “Hoja de servicios del prócer Juan de Dios Morales”, Boletín de la Academia
Nacional de Historia, 51: 112 (julio- diciembre 1968), p. 268
42 Monge, Lauros, ob. cit., p. 5
43 Lo denunció el propio Morales. “Informe sobre el terremoto de 1797”, Boletín del Archivo
Nacional de Historia, N. 102 (julio-diciembre de 1963), p. 257.

61
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

nada sirvió el reclamo que el perjudicado hizo al Presidente. Cuando


se hizo cargo de la presidencia el Barón de Carondelet, fue nombrado
secretario interino. Tras dos años de ese interinazgo, sin esperanzas del
debido nombramiento, se retiró a ejercer su profesión de abogado.
La altivez de Morales resultaba insufrible a autoridades hechas
a un mandar despótico y sin sujeción a leyes y procedimientos.
Pero el modo apasionado con que cumplía sus deberes cívicos
hizo que, al ocurrir, en 1797, el terremoto que redujo a ruinas Riobam-
ba, Ambato, Latacunga y sus comarcas, se le encomendase llevar víve-
res recogidos en Quito a esas ciudades que carecían de todo.
Cumplió el encargo sin perdonarse fatiga y aun “a costa de su
peculio”, como lo reconocería Carondelet. Y su actividad se extendió,
más allá del reparto de esas provisiones, a impedir la alteración de pre-
cios de productos de primera necesidad o su ocultamiento, a cuidar las
propiedades de la Corona -la pólvora de Latacunga- y hasta a habilitar
puentes.
Con ello exacerbó celos de funcionarios rutinarios. De Ambato
informó Morales: “El Corregidor me suspendió la comisión suponien-
do que me entrometía en su jurisdicción cuando le pedía auxilio para
construir puentes, que el vecindario apetecía con ancia”.44 Con todo,
Muñoz de Guzmán, en auto aprobatorio, reconocería: “Aunque el Dr.
Morales se ha extralimitado en el cumplimiento de su comisión, con
todo sus procedimientos han redundado en bien del público”.45
Con el ejercicio de su profesión Morales alternaba la docencia
universitaria. En 1802, el presidente Carondelet, al comprobar en una
visita lo rutinario de la enseñanza en el Colegio de San Fernando,
encargó a intelectuales prestigiosos nuevos planes de estudios. El de
Derecho fue confiado al Dr. Morales; a Quijano, otro importante int-
electual y escritor quiteño, se le encomendó el Plan de Filosofía.
Como maestro estableció especiales relaciones con el joven
aprendiz de abogado Manuel Rodríguez de Quiroga. Hemos visto ya
los elogiosos términos en que Rodríguez de Quiroga se refirió, en su
primer alegato, a lo que por él hizo el docto maestro. “Me instruye -
recordaba- en las nociones de la jurisprudencia práctica y me conduce
por la mano hasta el templo inmortal de la justicia, para sostener allí
los preciosos derechos de mis conciudadanos”. Y esta fue discreta man-
44 Ibid., p. 256.
45 Monge, Lauros, ob. cit., pp. 9-10.

62
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

era de proclamar todas las inquietudes y, acaso, proyectos políticos en


que Morales le inició.
Cuanto aparece en la hoja de vida del prócer, en su informe de
lo actuado cuando los terremotos del 97 y más noticias públicas es la
superficie –brillante, por supuesto– de esta existencia, en esa hora del
vivir quiteño que podía parecer sumida en la calma chicha de los días
coloniales.
Pero había lo profundo, que distaba de ser, como ese vivir colo-
nial, detenido y rutinario: fermentaba el descontento, maduraban las
ideas sembradas por Espejo –con quien Morales tuvo tanta relación– e
iban cobrando forma planes audaces de transformación política. En to-
do ello, la cabeza más lúcida, la voluntad más decidida y el espíritu
más inquieto era Morales.
En 1807 hallamos al inquieto catedrático y funcionario perse-
guido, buscando refugio en la hacienda de Rocafuerte, en Naranjito,
provincia del Guayas. Sobre este pasaje que ciertas fuentes han obs-
curecido, nada más vivo y de primera mano que el recuerdo que a esos
sucesos dedicó el guayaquileño en su XI carta a la Nación.
Estamos en 1807, año en que Rocafuerte vuelve a Guayaquil de
su inquieto e iluminador vagabundeo europeo. El 10 de agosto ha
muerto en Quito el ilustrado Presidente de la Audiencia, Barón de
Carodelet. Cuenta Rocafuerte:

El Barón murió en Quito,y su muerte suscitó una singular compe-


tencia de mando entre la Audiencia y el Coronel Nieto, que se halla-
ba allí de tránsito para el Perú, a donde iba a desempeñar la Inten-
dencia de Puno. El Coronel Nieto pretendía que a él le correspondía
el mando de la Presidencia, por ser el militar más antiguo y de mayor
graduación: la Audiencia le disputaba este derecho; las opiniones se
dividieron entre los letrados; el Dr. Morales, Secretario de la Presi-
dencia y amigo del ilustre Barón de Carondelet, se declaró en favor de
la Audiencia; mas prevalecieron al fin las intrigas del Coronel Nieto,
y él se encargó de la Presidencia. En ese tiempo, la viuda del Barón de
Carondelet fue a Guayaquil con su familia y la acompañó el Dr. Mo-
rales. El primer uso que el coronel Nieto hizo de su disputado poder,
fue descargar los tiros de su venganza contra su opositor Morales,
mandarle arrestar en Guayaquil, y enseguida enviarle preso a Quito.
Sabido esto por la Baronesa, a quien yo visitaba todos los días, me

63
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

mandó llamar, para suplicarme ocultase a Morales en la hacienda del


Naranjito, y lo pusiera a cubierto de la tiránica persecución del intru-
so Presidente.46

Celiano Monge, con documentación de archivos quiteños –que


no menciona–, da una versión muy distinta del viaje de Morales a
Guayaquil. “En esos días sucedió cierta aventura, cuyo velo no nos es
dable descorrer, y el Dr. Morales fue enjuiciado, siguiéndose la causa
de una manera reservada. Concluidos los autos se los remitió al Virrey
Amar, quien ordenó la separación del Dr. Morales de Quito y su arrai-
go en Guayaquil”.47
‘ Sea cual haya sido la razón de la salida del Dr. Morales de
Quito a Guayaquil, ello es que fue a refugiarse en la hacienda de Roca-
fuerte. Y ya tenemos a esos dos grandes americanos enfrascados en
largas conversaciones. En ellas el tema más importante, urgente y apa-
sionante era la independencia de América. “Morales y yo discutimos
largamente la cuestión de la Independencia de la América” –contaría
Rocafuerte. Se pasó sin duda revista a cuanto se maquinaba en socie-
dades secretas de España y Europa, en cuyas reuniones había estado
Rocafuerte, y cuanto acá, en América, maduraba. Al plan de Rocafuerte
de un pronunciamiento simultáneo en varios focos de América –al me-
nos en Bogotá, Caracas y Lima–, Morales oponía su impaciencia:
“Prendamos la primera chispa –decía–, que después ella sola se exten-
derá por todo el continente”.48
El 1 de agosto de 1808 entró como nuevo Presidente de la
Audiencia de Quito don Manuel Urries, conde Ruiz de Castilla. Mo-
rales se había acercado hasta Latacunga –sin autorización de Nieto– y
solicitó aproximarse a Quito. Fue a Píntag. Su cura párroco, el Dr. José
Riofrío, era uno de los comprometidos con la causa de la libertad.
Reunidos los dos madurarían esas ideas y planes.
46 Vicente Rocafuerte, A la Nación, Quito, Tipografía de la Escuela de Artes y Oficios, 1908, pp.
236-237. Importa tener presente que esta fue una edición junta de todas las cartas a la
nación que el gran tribuno dirigía a su país desde Lima. La carta XI se escribió en 1844; es
decir, cuando muchas personas que habían participado en los sucesos evocados y podían
conocerlos por variadas fuentes aún vivían. Lo referido sobre esta persecución y refugio
junto a él del abogado quiteño nunca fue rectificado por nadie. Y concuerda con las fuentes
más seguras.
47 Monge, Lauros, p. 10.
48 Que Morales repetía siempre esta frase lo trasmitió Pedro Moncayo. “El 10 de agosto y el
ciudadano Vicente Rocafuerte”, Santiago, Imprenta de la Libertad, 1868. Reproducido en
Museo Histórico, XVI, N. 48 (agosto-septiembre 1970), p. 10.

64
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Desde Pintag, comunicó al Conde Ruiz de Castilla resolución


favorable a su causa, emitida por el Virrey de Santafé. Podía regresar a
su ciudad, y defenderse de cuantos aborrecían su altivez y temían sus
ideas avanzadas. “No se me ha procesado –proclamaba– por mala ver-
sación en el manejo de mi empleo, ni por crimen en que se interese la
vindicta pública, porque de lo contrario el procedimiento habría sido
muy distinto del que se ha observado. A qué propósito, pues, un juicio
escondido en la apariencia, un proceso misterioso, al mismo tiempo
que se divulga sordamente la difamación de personas de honor?” 49
Regresó a Quito por el valle de los Chillos, deteniéndose en la
rica casa de hacienda del Marqués de Selva Alegre, para nuevas largas
conversaciones sobre esa independencia que se había convertido en
obsesionante y apasionante centro y norte de su existencia.
En octubre de ese 1808 se abre otro resquicio hacia la labor de
zapa que hacía el ideólogo de la futura revolución quiteña: la repre-
sentación de cuatro obras dramáticas por los colegiales de San
Fernando, para homenajear al flamante Presidente. Ya hemos destaca-
do la intención subversiva que presidió la selección de esas piezas.
William Bennet Stevenson, que había llegado como secretario del
Conde y asistía a los sucesos con la atención de quien preparaba su
Narración histórica y descriptiva de veinte años de residencia en Sudamérica,
estuvo en aquellas funciones y dio esta noticia:

Las piezas elegidas fueron Cato, Andromacha, Zoraida y


Araucana, todas ellas tendientes a inculcar en su diseño y
argumento un espíritu de libertad, un amor a la libertad, y
los principios del republicanismo.50

El espíritu que alentaba detrás de esas al parecer inocentes y


festivas celebraciones no se le ocultó al perspicaz inglés; sí, según tes-
timonio del mismo Stevenson, al estólido y anciano Conde y a su
superficial corte de áulicos.
Stevenson se interesó por quienes estuviesen detrás de esa
selección de las piezas. “Después de la representación de las piezas, me
fui conociendo poco a poco con las personas que las habían escogido -
el Dr. Quiroga y Don Manuel Morales”. Y creyó haber llegado a cono-

49 Monge, Lauros, ob. cit., pp. 11-12.


50 Stevenson, Narración, ob. cit., p. 489.

65
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

cer a los dos personajes que estarían en el centro de la altiva, heroica y


trágica historia de los dos años siguientes. Y por el papel privilegiado
que les tocaría cumplir en la epopeya y tragedia quiteña, se sintió obli-
gado a presentarlos en su crónica. De Morales escribió:

Morales poseía un espíritu férreo; había recibido una educación libe-


ral y había tenido el cargo de secretario muchos años, habiendo obte-
nido un conocimiento de los asuntos del gobierno y una comprensión
de las intrigas que proliferaban en la corte española.51

Sugestivo contrastar esta imagen del ideólogo de la inminente


revolución con la que nos diera Pedro Fermín Cevallos:

Era un letrado de nombradía que, sirviendo de Secretario del gobier-


no con el Presidente Carondelet, había sido, después de los días de és-
te, privado de su destino por el coronel Nieto. Tenía talento distingui-
do, bastante instrucción, conocimientos más cabales en materias de
gobierno y de política, firmeza de carácter y valor acreditado: era, sin
duda, el más a propósito para encaminar la revolución a buen térmi-
no y dejarla victoriosa.52

A partir de la noche de Navidad de 1808, la historia personal


de Morales se confunde con la historia de la revolución quiteña, de la
que era el ideólogo y principal animador.
Fracasados los planes acordados la noche de Navidad en 1808
en la casa de hacienda del Marqués de Selva Alegre, uno de los reduci-
dos a prisión y encarcelados fue Morales. Como lo hemos referido ya,
sustraídos los papeles, el proceso quedó en el aire y los acusados
fueron liberados.
Y comenzó la historia de Agosto de 1809. En la reunión
preparatoria del 7 de agosto, convocada por Morales, este leyó el Acta
de instalación de la Junta. Y en la decisiva noche del 9, en el departa-
mento de Manuela Cañizares, en apasionado discurso desplegó ante

51 Ibid., p. 490. Stevenson presentó a Morales como resentido con el Barón de Carondelet, con-
siderando que le había tratado injustamente y privado de cargo a que tenía derecho. Esto
no se compadece con el testimonio citado de Rocafuerte.
52 Pedro Fermín Cevallos, Resumen de la historia del Ecuador desde su origen hasta 1845, T. III, cap.
I, IV, Biblioteca de Autores Ecuatorianos de “Clásicos Ariel”, N. 79, p. 47.

66
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

quienes iban a dar el grito el sentido y trascendencia del pronunci-


amiento que iba a convertir a Quito en adelantada de la gran empresa
de la independencia americana.
Instalada la Junta, fue designado Ministro de Negocios
Políticos y Guerra. En el cabildo ampliado del 16, leyó las Actas y pre-
sentó las acciones de la noche del 9 y mañana del 10 de agosto.
Acabaría al frente de la Junta -con Rodríguez de Quiroga y el
apoyo de Salinas- cuando los otros miembros salieron de la ciudad, re-
chazados por el pueblo que dudaba de su lealtad a la causa revolu-
cionaria.
Y fue el espíritu indomable, impertérrito, cuando la revolución
fue acosada y sofocada.
Desde una prisión ensañada e inicua, su alegato de defensa
sería la última página de su altiva e intransigente historia de libertad,
escrita por sí mismo. Esa historia se sellaría con sangre cuando los ini-
cuos asesinatos del 2 de agosto de 1810. El examen de cadáveres, en la
Sala Capitular de San Agustín, estableció: “El Dr. Juan de Dios Morales,
con varias (heridas) en la cabeza, causadas de bala, y una en el pecho,
con arma blanca”.53

EL ESCRITOR

También Morales cuenta entre los hombres de Agosto que son


escritores y oradores. Es un magnífico escritor cuando quiere serlo, que
no es siempre –al revés de Rodríguez de Quiroga, publicista nato–. En
su apretada –y en pasajes bronca– defensa en la causa seguida a los
hombres de la Junta quiteña, al tocar la muerte -que es lo que denun-
cia quieren y procuran sus enemigos, puestos a jueces-, escribe:

Morir para mí, como sentía un filósofo, no es otra cosa que una acción
de la vida, y quizá la más fácil; la vida, una llama al viento, que un
soplo apaga.54

“La vida, una llama al viento, que un soplo apaga”: formu-


lación de especial fuerza por su extrema simplicidad –aparente simpli-
cidad: el ritmo es exacto– de un leitmotivo de la lírica barroca, que en

53 Andrade, Documentos, p. 476.


54 “Defensa de Morales”, Andrade, Documentos, p. 494.

67
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

la poesía quiteña tuvo penetrantes expresiones en su mayor poeta ba-


rroco, Juan Bautista Aguirre.
Lo que sigue en ese lugar es, en cambio, vigoroso en la idea y
la forma argumentativa:

Tan frágil y miserable existencia, no merece la pena de incomodarse;


pero non solum nobis nati sumus. Me debo a la República, y juz-
gándola interesada en mi vindicación, de modo que estoy obligado a
hacerla, pues entonces hago la suya, entro en contestar la acusacion
que llaman Fiscal, sin que por esto atribuya a V. E. más jurisdicción
que la que el derecho le conceda, y únicamente se entienda que quiero
trasmitir a la posteridad la sinrazón del procedimiento y la justicia de
nuestra conducta.

El texto está traspasado por estupenda altivez, y trazuma des-


precio hacia esa acusación, no fiscal, sino “que llaman fiscal”, a la que
no reconoce más jurisdicción “que la que el derecho le conceda” –que
probará es nula–. Siendo tal la competencia fiscal para juzgarlo, si se
defiende lo hace porque quiere “trasmitir a la posteridad la sinrazón
del procedimiento” y la justicia de la causa quiteña. La extremada con-
cisión, que traduce el rigor de un pensamiento exacto y de absoluta
coherencia, obliga a la glosa a caer en el texto mismo.
Cómo tratará las razones de la acusación fiscal, lo dice a con-
tinuación, en un lugar en que la primera mitad cabe aplicarla a su pro-
pio manejo de lenguaje y retórica:

Seré lacónico, separaré la paja, recogeré los granos, y luego los arro-
jaré al fuego, porque todos están podridos e inútiles.

“Seré lacónico, separaré la paja, recogeré los granos”: eso ca-


racterizaba su estilo.
Del griego LAKOONIKOS, que era espartano, la palabra sería
redescubierta en el XIX –porque era de uso antiguo: la usó ya Góngo-
ra–, y resulta en extremo sugestivo este uso temprano del prócer quite-
ño. Significaba austeridad en el empleo del lenguaje: hacerlo breve,
conciso, compendioso; puro grano, nada de paja, que diría con su ima-
gen simple y fuerte el Dr. Morales.
Y así discurrió su refutación del fiscal Aréchaga, deshaciendo
su escrito párrafo a párrafo.

68
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Ha escrito Aréchaga en su primer párrafo que la revolución del


10 de Agosto “fue un atentado inaudito y criminal”.
Y Morales -que en este pasaje muestra cuanto calaba en cada
palabra, en su denotación y connotación- deshace los dos calificativos
acusatorios. ¿Inaudito?, lo “no oído”. Eso argüía sordera:

no ha habido cosa más ruidosa, sonada y por consiguiente oída,que la


revolución de los pueblos de España, sus Juntas Provinciales,con rea-
sumición de la soberanía, y éstas subordinadas luego a la Suprema;
de suerte que la Nación ha venido a componerse de Estados federa-
tivos. Con que ésta es sordera (494-495)55

En cuando a lo de “criminal”, lo deshace por otro camino, no


menos certero:

Y eso, sin duda, que por alguno otro sentido que no sea el oído, le ha
sido impresa en el cerebro esta idea; pues en otros lugares de su Vista
que iré recorriendo de paso, da por efectiva, justa y buena aquella re-
volución, y siendo bajo los mismos principios y con los mismos obje-
tos la de Quito, es visto que se contradice, llamando a ésta criminal
(495).

De la refutación, ceñida, contundente, de cada párrafo de


Arechaga, va concluyendo que ha caído en prevaricato, en incoheren-
cia, en calumnia. Al llegar al párrafo duodécimo, da con una cuestión
fundamental para su filosofía política:

Aquí entra la cuestión de si el pueblo puede o nó reasumir el Poder


Soberano. Resuelve negativamente, quedando escandalizado se haya
sostenido lo contrario; y hace esta pregunta, con refererencia al que lo
afirma, que soy yo

Morales no transige, no disimula su participación en los suce-


sos, ni, menos, la niega. Se ufana: eso brilla en ese solemne “que soy
yo”. Y es lo que la acusación -y toda la cohorte de espíritus serviles de
la que el fiscal se hacía portavoz- tenían por más escandaloso. El autor

55 Citamos por el documento recogido por Andrade, ob. cit., la página.

69
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

de esa proposición clave en el asunto no se defiende de haberla sos-


tenido; insiste en ella y la prueba, no sin antes hacer ostensible su des-
precio por la ciencia jurídica del acusador:

¡Válganos Dios, y que este jurisconsulto sea nuestro acusador y el


que pide nuestras cabezas! Pues voy a responderle que tiene tanta
fuerza la tal sofistería, como que el mismo Aréchaga conviene en ello.
¿No dice que es legítima la Junta Central? Luego debe confesar nece-
sariamente que la existencia del Supremo Poder estaba en la voz de
éstos, no obstante de susbsistir Fernando VII y su dinastía, o da en
tierra con la legitimidad de la Junta que defiende y con su vista (500-
501)

Sin dar en la forma esquemática del lógico, detrás de esta


implacable argumentación está la retorsio –ese volver contra el adver-
sario lo dicho o sostenido por él mismo– y el bicornuto –el empujar al
adversario a la disyuntiva, y cerrarle las dos salidas–.Y todavía le ar-
guirá de contradecirse una vez más.
En el párrafo décimo quinto, el fiscal ha concluido -infiriendo
por conjetura, dice Morales- “que aunque se imploraron los nombres
sagrados de Religión, Rey y Patria, fue pretexto especioso para destruir
los mismos objetos, engrandecerse y vengarse”. Para el cómo lo haya
hecho, el defensor tiene un pasaje duro, de gran fuerza:

dispara sin lástimas una tropa de injurias,y pide en los siguientes,


decapitaciones, presidios, confiscaciones y la destrucción total del
Reyno; pero que todo se haga sin oír a los acusados, sin guardar for-
malidad alguna, siguiendo el axioma de bronce in atrocisimis lici-
tum est jura transgredi et ordo et ordinem non servare56, de
Farinacio y otros bárbaros criminalistas, a quienes hacen la apología
que se merecen, los jurisconsultos filósofos (502-503).

Ha puesto el defensor a este acusador a ultranza en la turba de


esos “bárbaros criminalistas”. Y en párrafo en que la pasión corre sub-
terránea y la superficie se ofrece serena y grave rechaza ese que en la
vista fiscal se ha presentado como el cargo mayor:

56 “En los casos más atroces es lícito transgredir el derecho y no obedecer el orden”

70
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Haber hecho la ciudad de Quito una Junta Suprema Gubernativa


interina, para conservar el Reyno a su legítimo dueño, la Religión en
su vigor y los derechos de la Patria ilesos, con facultad incontestable
al efecto; juran todo esto delante del Señor, en espíritu y en verdad, y
ponérsele al Dr. Aréchaga en la cabeza, sin prueba ni fundamento
alguno, que se llevaría talvez la intención contraria; hé aquí el crimen
de alta traición y el gran mérito que resulta del proceso, para pedir
destrozo de vidas, honor y haciendas, con el furor más cáustico (503)

Transcrito así el texto parecen darse anacolutos. Siéntese en él


una expresión oral de fuerte patetismo. El primer grupo es sin duda
admirativo: “¡Haber hecho... al efecto!” El segundo es simplemente
afirmativo: “Juran todo esto delante del Señor, en espíritu y en ver-
dad”. Corte y el tercer grupo, otra vez, es independiente y de sentido
admirativo. Y finalmente el grupo conclusivo. No hay anacolutos. Trá-
tase de un párrafo nervioso, apasionado. Sin lugar al orden sintáctico,
que requiere y trazuma holgura constructiva.
En este paso de la vista la actuación fiscal ha sido especial-
mente lamentable. Ello motiva la admonición severa, en que se escucha
al maestro universitario frente al alumno al que por superficial e im-
preparado ha debido reprobar:

Quando el Dr. Aréchaga tome en las manos los libros que tratan de
la Jurisprudencia natural, de los derechos de las gentes constituidas
en sociedad, lea las leyes del Reyno, a la luz de sus principios y repare
su vista en la calma de las pasiones, se cae sin remedio redondamente
muerto, si tiene sentimiento.

Y cierra el aplastante pasaje con un recurso al que Morales


suele recurrir, según su estilo, austeramente, pero con especial poder
de iluminación y afirmación: la cita:

Un sabio portugués dice que se adoran las sombras, mientras no


viene la luz (503).

Los pasajes de sus escritos de defensa -que son varios- de ceñi-


da argumentación avanzan aplastantes en su lógica, con razones suce-
sivas, apretadas, con citas contundentes. La prosa cobra naturaleza

71
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

instrumental. No hay lugar a la retórica, porque el jurisconsulto no


siente la menor necesidad de ella, ni se da oportunidad para emplear-
la. El se sabe maestro de derecho y autoridad. A Ruiz de Castilla lo trata
como a quien no domina la materia y busca asesorarse, pero mal:

Los jurisconsultos que le aconsejan a V. E., no le aconsejan bien.Yo


en el particular, por el ultraje público que se me ha irrogado, no me
quejo de V. E. porque no es profesor de derecho, sino de éstos que, por
vejarme eindisponerme con el público, le han hecho caer en un esco-
llo horrible, cual es negar, sin querer, la legitimidad de la Junta Cen-
tral de España, considerada libre e independiente, al mismo tiempo
que intentaban sostenerla en el estado que yo la concibo (512).

Hay pasión en el pasaje –orgullo, sobre todo, y altivez–; pero


subterránea.
En otros lugares, la prosa cobra brío y ritmo. La fuerza no está
ya solo en la exposición del argumento, sino en la forma. Ocurren plu-
ralidades, formas conminatorias:

yo no seduje a nadie, ni lo corrompí, ni lo forcé, ni lo engañé. Ni lo


podía hacer con toda una Ciudad, con todo un reino, sin tener la
fuerza de un ángel o la astucia de Satanás. Entró en ella gustosa y li-
bremente toda especie de gentes. Examínese, si se quiere, toda la tropa
que estaba sobre pie,y estoy seguro que no habrá soldado que diga le
hablé antes del 10 de Agosto una sola palabra. Hágase lo mismo con
los habitantes de los barrios que dieron sus poderes, y digan si fuí a
sus casas o les hice alguna insinuación, o si busqué a los Diputados
de éstos. Todos dirán que nó; con que sólo respondo de haber unido mi
sufragio a la voluntad general del pueblo y dictado según ella, el Acta
(505-506).

Y hay, aunque sutiles, otras calidades en la prosa del docto y


magistral jurista. En un escrito presentado en diciembre de ese 1809, su
estilo, ceñido siempre a lo esencial, se enriquece con toques de plastici-
dad y vida, para una de las mejores pinturas de los sucesos de Agosto
-con todas esas calidades apuntando a probar la legitimidad de lo
hecho por Quito-:

72
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Esa constitución, saludada con tiros de cañón y repiques de cam-


panas y publicada militarmente, tuvo el sufragio general del pueblo,
acreditado con músicas, luminarias, vivas y aclamaciones que resona-
ban en todas partes,y manifestaban el júbilo que poseía los corazones
de los ciudadanos (517)

Y así sigue el pasaje, exultante, ufano, de alto elogio al espíritu


del 10 de Agosto y al nuevo gobierno.
Al pasar, en el mismo documento, a los hechos sucedidos en la
Península, la relación ceñida de los sucesos luce la exactitud de su
información de las cosas españolas del turbulento período, y, a la vez,
la habilidad para extraer de tales acontecimientos las razones que
amparaban lo obrado por Quito. Cuando el presidente intruso –el
príncipe Murat– “disparaba órdenes de fuego y sangre”,

La ciudad de Oviedo fue la primera que se las echó a pasear, negán-


dole la obediencia a S. A. I., y declarando, por el mismo hecho, anár-
quico el Estado, cuyo ejemplo siguieron todas las Provincias y Rey-
nos, formando con el más incontestable derecho sus Juntas, a despe-
cho de sus gobernadores, que intentaron, algunos hasta la muerte,
como el de Cádiz y el de Málaga, mantener su autoridad bajo el
mismo fundamento que V. E. alega hoy, para sostenerse en unos em-
pleos que ya no eran suyos, y tocaba dar a los pueblos, que habían rea-
sumido legítimamente por la anarquía, el poder soberano, según lo
declaró la de Asturias (518-519)

A Juan de Dios Morales, gran jurista y catedrático pestigioso,


le correspondió la redacción de los textos más rigurosos de la Revo-
lución. Y los escribió con contundente rigor, pero también con la fuerza
de su prosa, que radicaba, al tratarse de escritos así, en la desnudez
retórica, que se convertía en significante de solidez y verdad. Así el
Manifiesto:

Una Nación se halla en estado de anarquía cuando le falta cabeza


soberana legítima que tenga el ejercicio del sumo imperio. El Sr. D.
Fernando VII no puede, por nuestra desgracia, regir su monarquía.
La Junta Central se extinguió políticamente, luego la América está
anárquica; estando anárquica no hay autoridades constituidas, está

73
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

en su estado natural, y estando en estado natural, es libre para darse


el Gobierno que le parezca conveniente y análogo a las circunstan-
cias,como lo declararon y lo han hecho los españoles, fundados en el
Derecho General de Gentes. ¿Ha hecho el pueblo de Quito otra cosa?
claro está que nó: luego erigiendo su Junta, ha usado del Derecho que
le conceden la naturaleza y las leyes fundamentales de la sociedad.57

Pero la lectura de otros escritos suyos -los vinculados con la


Revolución, que son los que se nos han conservado- nos ha mostrado
que, sin traicionar su intransigente procura del grano, desechando la
paja, sabía, llegada la oportunidad, entregar ese grano de modo artísti-
co. Un arte que jamás sacrificó el rigor, pero lo intensificó con fuerza y
hasta con recatada y sutil belleza.

MIGUEL ANTONIO RODRÍGUEZ

LA VIDA Y LA OBRA EN LA VIDA

El doctor Miguel Antonio Rodríguez nació en Quito. “Hacia 1777”,


según Pablo Herrera.58 A falta de su partida de bautizo, Keeding dedu-
jo el año 1773, porque Miguel Antonio fue el primogénito del escribano
D. Joaquín Rodríguez, vecino de la parroquia de San Marcos, y la her-
mana que le seguía fue bautizada el 3 de junio de 1774. Razonablemen-
te confirma esta suposición en el hecho de que Rodríguez accedió al
grado de maestro de filosofía el 12 de abril de 178859, año en que debió
haber cumplido quince. Se comenzaban esos estudios a los doce años,
y duraban tres.60
En 1792, estudiante de Leyes que ha aprobado los cinco exá-
menes previos al título, solicita se le confieran los grados de bachiller,
licenciado y doctor “gratis, y libre de las propinas y contribuciones

57 En Monge, Lauros, ob.cit., pp. 15-16.


58 Pablo Herrera, Antología de prosistas ecuatorianos,Quito, Imprenta del Gobierno, 1896, p. 63
59 Ese día, en la Capilla del Colegio Seminario de San Luis, fue examinado de nueve cues-
tiones, tres de Lógica, tres de Física y tres de Etica, “y salió canónicamente aprobado”.El
documento al final de artículo citado en la nota siguiente.
60 Ekkehard Keeding, “El Catedrático Revolucionario de la Universidad Colonial de Quito, Dr.
Miguel Antonio Rodríguez”, Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. LVII, n. 122
(julio-diciembre de 1973), pp. 162-163.

74
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

acostumbradas, en virtud de la Real Cédula y Ley de Castilla que con-


fieren esta gracia a los estudiantes pobres”.61 “Convencida la pobreza
de sus padres” y que “su suficiencia es tan notoria”, se le concede la
gracia pedida.
El 24 de octubre de 1794, elegido de una terna presentada por
el claustro de profesores, prestó juramento y entró en posesión de la cá-
tedra de Filosofía de la Real Universidad, ante el rector, marqués de
Villa-Orellana, conciliarios y catedráticos62.
Un Acta dada en Quito el 5 de marzo de 1800 -suscrita por el
Dr. Joaquín Miguel de Araujo, rector de la Universidad, y el Dr. Manuel
Rodríguez de Quiroga, secretario- ilumina especialmente el período
formativo y primeros años de docencia del personaje:

habiendo entrado al examen secreto para el Grado de Licenciado y


Doctor en Sagrada Teología el Doctor en los Derechos, D. Miguel
Antonio Rodríguez, Cathedrático de Filosofía, atentas sus calidades y
circunstancias, su notoria literatura, sus conocimientos en todos los
ramos de la Teología, conducta y demás prendas, de que ha dado en
este claustro pruebas nada equívocas; tanto en sus estudios particu-
lares, como en la enseñanza de la juventud en la Cáthedra de Filo-
sofía, que en dos ocasiones ha desempeñado con tanto acierto y ge-
neral aplauso, ha venido este Claustro, compuesto de los precitados
SS. en aclamarlo públicamente y generalmente, dándole de este mo-
do un testimonio de su confianza, y un premio tan justamente debido
á sus afanes y tareas literarias, coronándolas de este modo en ambas
carreras de los Derechos y la Teología; con lo que concluyeron el acto,
y lo firmaron.63

De ese temprano magisterio de Filosofía a que alude el Acta, ha


escrito Keeding que, “como albacea de Espejo, públicamente enseñaba
desde el segundo año de su primer curso de filosofía desde 1794 hasta
1797 en la Universidad de Quito el sistema copernicano y la física mo-
derna según Isaac Newton”.64
61 Ibid., p. 165.
62 Ibid.
63 En Monge, Lauros, ob. cit., p. 115.
64 Ekkehart Keeding, “Las Ciencias Naturales en la Antigua Audiencia de Quito: El Sistema
Copernicano y Las Leyes Newtonianas”, Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. 52,
n. 122 (junio-diciembre 1973), p. 60.

75
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Frutos de esa enseñanza avanzada fueron trabajos académicos


como una Tesis de Pedro Quiñones y Florez, difundida ese 1797 y edi-
tada el mismo año: These philosophicae sive Philosophia Universa eclectico-
rum methodo elucidata, publicisque Thesibus exposita ... Praeside D.D.
Michaele Antonio Rodriguez ejusdem Seminariii Pro-Rectore, atque publico
in Regia Univeritate Philosophiae professore, die 30 junii, Ann. Dom. MDC-
CXCVII.65
Ese mismo año 1797, el 26 de agosto, el Dr. Rodríguez se pre-
sentó a oposiciones para la cátedra de Filosofía de la Universidad de
Santo Tomás y obtuvo mayoría de votos. “En este segundo curso de
Filosofía Rodríguez incluyó la anatomía, otra innovación de la Uni-
versidad” -según Keeding.
Todo esto prueba, por un lado, la reconocida competencia de
Miguel Antonio Rodríguez, y, por otro, su espíritu innovador, abierto a
las nuevas ideas, una de las cuales reclamaba separar el filosofar
escolástico de las ciencias naturales y su método experimental, inde-
pendizando las búsquedas científicas de las especulativas y a menudo
gratuitas disquisiciones teológicas. Sabido es que, desde los días de los
jesuitas de “San Gregorio” el P. Hospital y el P. Juan Bautista Aguirre -
ilustres precursores de estas inquietudes- el campo donde se libraron
las más duras batallas para conquistar esa independencia fue el sistema
del universo. Rodríguez, como lo anunciaban aquellas tesis defendidas
en público por un alumno suyo e impresas, fue filósofo ecléctico y,
como lo prueba su vasta inquietud científica, que iba de Newton y
Copérnico a la anatomía, enciclopédico.
Resulta sugestivo advertir que, en esta tarea de abrir hori-
zontes a la enseñanza universitaria de la Filosofía en Quito, Rodríguez
mantuvo estrecha relación con Mejía, de quien fue condiscípulo y
amigo íntimo. Y Mejía, tan exigente para juzgar los talentos y méritos
de los quiteños de su tiempo, hizo de él alto elogio, como una de las
“firmes columnas” del Templo de Minerva. En una breve serie de
exaltación de los más altos valores quiteños le dedicó este cuarteto:

65 Cf. Alexandre A, M. Stols, Historia de la imprenta en el Ecuador, 1755-1830, Quito, Casa de la


Cultura Ecuatoriana, 1953, p. 204. (“Tesis filosóficas o toda la Filosofía, desarrollada según
el método ecléctico, expuesta en Tesis públicas. Preside DD. Miguel Antonio Rodríguez
pro-rector del mismo Seminario y profesor de Filosofía en la Universidad Real”).

76
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

¿Ves a Rodríguez con Moisés y Tulio?


Con Justiniano, y el inglés famoso?
Verlo has en breve, otra copia vuelto
de un Verulamio.66

Era ya, para este 1800 –acaso un poco antes– en que esto se
escribía, el orador famoso, que conjugaba el profetismo de Moisés con
la elocuencia y habilidad retórica de Marco Tulio Cicerón, pero tam-
bién el hombre de leyes y jurisprudencia.
Todo un poema dedicaría también Mejía a decir cuanto admi-
raba a Rodríguez. De “crítica justa” dice:

Ella es que anima mi abatido aliento,


(no adulaciones ni sutil malicia)
a que tus glorias, eloqüente amigo!,
diga sonoro.
¿Mas qué demencia se apodera loca
del rudo pecho, de la legua muda?
Cante tu elogio, quien hacerlo pueda
digno del hombre.67

La admiración era, se ve, sobre todo, al orador elocuente. Pero


al orador rico de ideas, porque Mejía despreciaba la oratoria vacía.
Quien no era un auténtico intelectual no le merecía respeto y, peor,
admiración.
Y Rodríguez era intelectual y filósofo. Quedan testimonios de
la honda huella que su magisterio filosófico dejó en ilustres alumnos.
Cuando Luis Fernando Vivero -publicó, en París, en 1827, el volumi-
noso volumen de Lecciones de política según los principios del sistema popu-
lar representativo adoptado por las naciones americanas, le hizo preceder de
esta dedicatoria:

A la memoria de Miguel Antonio Rodríguez, natural de Quito, sac-


erdote virtuoso, ilustrado y celoso director de la juventud, modelo de

66 Travesuras Poeticas: Primer Ensayo de D. Josè Mexia del Valle y Lequerica, Quito, año de 1800,
libro manuscrito, que se conserva en la Biblioteca Nacional de España, p. 109.
67 Ibid. pp. 114-115, poema titulado “Al D. D. Miguel Rodriguez, que al ir a predicar un
Sermón,dixo al Poeta,hubiese misericordia de èl”.

77
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

patriotismo, víctima de la crueldad española, dedica estas páginas su


amante discípulo.68

Más de treinta años habían pasado de cuando Vivero fue dis-


cípulo del joven profesor de Filosofía, y el recuerdo agradecido, y
admirado, estaba fresco.
Doctor en Jurisprudencia, el inquieto intelectual siguió estu-
dios de Teología. Se doctoró por aclamación, como lo prueba el Acta ya
citada, y, por oposición, accedió a la cátedra teológica, especialmente
prestigiosa en el Quito del tiempo. En esas oposiciones “hizo gala de
erudición y elocuencia”.69
Auténtico filósofo, Miguel Antonio Rodíguez se interesó por
ese hecho clave de la historia moderna que fue la Revolución Francesa.
Tradujo y comentó los Derechos del Hombre. Núñez de Arce, en su
informe de acusación a los hombres de Agosto, escribió: “Hizo pública
una obra titulada Derechos del hombre extractada de las máximas de
Voltaire, Rousseau, Montesquieu y semejantes”.70
Intelectual de avanzada, tan atento a las transformaciones de la
sociedad en esa hora decisiva para la historia de Occidente que inau-
guró la Revolución Francesa, jugó papel importante en la revolución de
agosto de 1809. Solano, que tanto admiró a Rodríguez, escribió: “Si sus
servicios fueron valiosos el primer año, en el siguiente no se dio tregua
a ayudar a Montúfar en la instalación de la segunda Junta”71. En la hora
de la primera proclamación de libertad su postura fue, favorable sin
duda al pronunciamiento, pero crítica. En la oración fúnebre por los
sacrificados el 2 de agosto de 1810 -que leeremos con la atención que
esa magistral pieza merece-, dijo que estaba especialmente recomenda-
do para celebrar “el heroísmo de sus acciones” por ser “el mismo ma-
gistrado que notó en vida de ellos la falta de previsión en sus medidas”.

68 Curiosamente la única mención que de Miguel Antonio Rodríguez hace Isaac J. Barrera en
su Historia de la literatura ecuatoriana, siglo XIX es esta dedicatoria -en el breve apéndice que
dedica a Vivero-. Allí lo llama “ilustre patriota quiteño”. Pero nada más. Ningún espacio en
una historia de la literatura ecuatoriana del siglo XIX, de 595 páginas. Quito, Editorial
Ecuatoriana, 1950, p. 570.
69 Monge, Lauros, ob. cit., p. 113.
70 Ramón Núñez de Arce, Los hombres de Agosto, Quito, Litografía e Imprenta Romero, 1940, y
en Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. 20, n. 56 (julio-diciembre 1940), pp. 275.
71 En Manuel de Jesús Andrade, Próceres de la Independencia. Indice alfabético de sus nombres, con
algunos bocetos biograficos , Quito, agosto 10 de 1909, Tipografía y Encuadernación de la
Escuela de Artes y Oficios, p. 342.

78
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Tras la matanza de los cabecillas de la revolución quiteña en


los calabozos del Real de Lima y ante la amenazadora reacción del pue-
blo de Quito y los alrededores, el Conde Ruiz de Castilla convocó, el 4,
dos días después del nefando crimen, a Cabildo abierto. Allí, conclui-
dos los dos breves discursos iniciales, avanzó a la tribuna Miguel Anto-
nio Rodríguez, el respetado catedrático de Filosofía y Teología –“alta-
mente respetado por su sabiduría”, testimonió Stevenson– y elocuente
orador. Y no se limitó a breve intervención de circunstancia. Dijo dis-
curso largo, de una hora. Hermoso en su elogio del carácter de los
quiteños, justo en su análisis de las causas de la revolución y emociona-
do y dolido al presentar el sangriento final de la gesta quiteña. “Con-
cluyó –escribiría Stevenson, que nos trasmitió la noticia de ese Cabildo,
al que asistió, en calidad de secretario del Conde– repitiendo lo que
había dicho su prelado, y añadió que el pueblo de Quito ya no podía
estar seguro de sus vidas y de sus propiedades a menos que esos indi-
viduos que últimamente han envilecido su nombre de pacificadores
sean removidos de esta ciudad”.72
El final de la magnífica oración lo reprodujo textualmente el
inglés:

Yo aludo a los oficiales y a las tropas; ellos han cobrado la vida de más
de trescientos seres humanos inocentes, tan fieles cristianos y leales
súbditos como ninguno; y si no se hubieran detenido en la matanza,
pronto habrían convertido esta provincia, una de las más ubérrimas
de la Corona Española, en un desierto; y al execrar su memoria, los
futuros viajeros habrían exclamado “aquí yació una vez Quito”.73

Y cuando Quito, al cumplirse un año de la masacre, celebró


solemnes exequias por los caídos el 2 de agosto de 1810, el Dr. Rodrí-
guez fue el elegido para pronunciar el sermón fúnebre. En esa pieza
magistral, como es natural, nos detendremos.
En diciembre de 1810, siendo catedrático de prima de Teología
en la Universidad, recibió del Marqués de Selva Alegre el encargo de
establecer, en unión del rector de la Universidad, Manuel José Flores, la
imprenta.
Pero el mayor servicio que el filósofo y jurista hizo a la revolu-
ción quiteña fue darle su proyecto de Constitución.
72 Stevenson, Narración, ob. cit. p. 506
73 Ibid.

79
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Instituida la segunda Junta, el Congreso Constituyente, que


debía dotar a Quito de su Carta política, se instaló el 4 de diciembre de
1811, y comenzó a laborar el 11, en el palacio presidencial, bajo la direc-
ción del obispo Cuero y Caicedo. Aprobada un Acta, se decretó la inde-
pendencia del Reino de Quito. Entre quienes firmaron la trascendental
declaración estuvo el Dr. Miguel Antonio Rodríguez, como represen-
tante del barrio quiteño de San Blas. Para la Constitución del reino in-
dependiente se presentaron tres proyectos. Uno era de Rodríguez. Y
fue el que se impuso. Núñez de Arce, en su ensañado informe, escribió:
“Presentó al Congreso las Constituciones del estado republicano de
Quito las que fueron adoptadas, publicadas y juradas”.
“Prevaleció entre los tres proyectos el de Rodríguez -ha escrito
Tobar Donoso-, sin duda por su mayor acopio de doctrina política y, a
la par, por su sentido realista. Corto, discreto, atinado, manifiesta sin
lugar a duda que Rodríguez había madurado su plan durante largo
tiempo, quizá con la conversación de Espejo, y en todo caso con el estu-
dio paciente de la ideas de su época”74, y el historiador y constituciona-
lista la vio como “Síntesis sagrada de las ideas de nuestros próceres”.
Y lo fue, desde la proclamación de ese alto principio: “El fin de toda
asociación política es la conservación de los sagrados derechos del
hombre”. El pensamiernto y prosa de Rodríguez brillan en ese “Pacto
solemne de sociedad y unión entre las provincias que forman el Estado
de Quito”, primera Constitución del Ecuador, y en él nos detendremos
en la parte de análisis de su escritura.
En el período de esta segunda Junta, asesinados ya los princi-
pales ideólogos y conductores del 10 de agosto de 1809, quedaba Mi-
guel Antonio Rodríguez como el intelectual de mayor peso de la Re-
pública. Su ascendiente sobre los hombres de la Junta testimonia un
hecho notable recogido por Jijón y Caamaño. En el cabildo abierto que
se celebró para declarar la guerra a Tacón, el 4 de julio, Rodríguez dijo
a Montúfar que hasta cuándo estaba en la simpleza del reconocimien-
to de la Regencia y que ya era tiempo de sustituir el título de Comisario
Regio por el de Comandante de las fuerzas de Quito.75 Y ese parecer se
impuso y dio su forma definitiva a la revolución quiteña. Núñez del

74 Julio Tobar Donoso, Orígenes constitucionales de la República del Ecuador, Quito, Universidad
Central, 1938, pp. 4-5
75 Jacinto Jijón y Caamaño, Quito y la independencia de América, Quito, Universidad Central,
1922, p. 49

80
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Arce, atento a cuanta noticia pudiera agravar la condición de los acu-


sados por los hechos revolucionarios, terminó el párrafo que dedica a
nuestro personaje así:

En suma fue tan insolente, y atrevido que a nuestro Soberano Don


Fernando 7° lo trataba públicamente con el epíteto triscón del hijo de
la María Luisa.

Cuando Montes, a las puertas de Quito, le intimó groseramen-


te su rendición, Rodríguez fue –en noticia trasmitida por Solano– quien
dictó la nota de contestación al español, en que, entre otras cosas no
menos altivas, decía que el Gobierno de Quito no podía reconocer una
misión que emanaba de los mercaderes de Cádiz.
Vencedor Montes, averiguó quien fue el autor de nota tan irri-
tante y “le juró odio eterno”. El día en que el español entró en Quito,
según el mismo Rodríguez lo contó, fugó con todos los quiteños com-
prometidos con la causa. Se retiró al campo. Sabía que había perdido la
capellanía del Carmen y la cátedra de prima de Teología. De su retiro
lo sacó el 4 de marzo por la noche una escolta y fue llevado a la Cárcel
de la Corona. Pasados algunos días el Asesor le tomó declaración y le
trasmitió un pedido de Montes de un Memorial justificativo de su ac-
tuación en los hechos de Agosto para ponerlo en libertad.
Trabajaba en ello cuando, el 2 de abril, a la medianoche, fue lle-
vado engrillado a Machachi, de allí a Guayaquil y embarcado para Pa-
namá, en unión de Manuel José Caicedo, su antiguo condiscípulo, cole-
ga universitario y entrañable amigo. De allí se los enviaría, desterra-
dos, a Manila, en las Filipinas.
Rodríguez y Caicedo, juristas y letrados, escriben altiva protes-
ta contra lo arbitrario de su detención y proceso. El rigor en la argu-
mentación, apoyada en exacto conocimiento de la legislación vigente,
es buena muestra de la competencia de esos dos brillantes intelec-
tuales, doctores en Leyes y jurisconsultos de autoridad reconocida en
Quito.
Véase esa argumentación ceñida, de lógica aplastante:

Los Presidentes, Virreyes y Capitanes Generales están inhibidos del


conocimiento de toda materia de justicia, por decretos de las Cortes,
según lo expresa el Excmo. Sr. Dn. Benito Pérez (Virrey de Santa Fe)

81
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

en el suyo de 21 de Mayo que corre original en el expediente que he-


mos promovido.Si el señor Montes no ha promovido causa por las
novedades de Quito que no lo sabemos, está terminante la Ley de
Castilla que dispone conozcan de las de esta naturaleza los Alcaldes
ordinarios privativamente, o por mejor decir hay una particular pro-
videncia de las mismas Cortes, para que de las disidencias de América
conozcan las Rs. Audiencias,sin duda para evitar las violencias que a
pesar de una providencia tan justa se han visto executadas por el Sr.
Presidente de Quito. Luego éste (aun prescindiendo de nuestro espe-
cial fuero que nos conserva la Constitución por el Art. 249) no ha
tenido autoridad ni facultad alguna para procesarnos. Luego todas las
providencias son exabruptas y atentadas.76

Cruel ironía y casi flagrante burla argumentar con tal lujo de


ciencia jurídica ante zafios autócratas como Montes y camarilla. Pero
quedaría para la posteridad, para vergüenza de esos mal llamados
“pacificadores”, el haber probado sus crasas violaciones del derecho y
la justicia como lo hizo el estupendo alegato. Y nos quedarían textos así
como prueba de la sólida contextura intelectual de los hombres de
Agosto, a la vez que de sus poderes de escritores.
Denuncia y reclamo son firmes y urgentes. El artículo 300 esta-
blecía que “dentro de veinte y cuatro horas se manifestará al tratado
como Reo la causa de su prisión, y el nombre de su acusador si lo hu-
biese”. Frente a tan sabio resguardo de los derechos humanos, Rodrí-
guez denunciaba: “El que menos de nosotros lleva cinco meses y medio
de prisión y a ninguno de nosotros se le ha manifestado hasta ahora la
causa y el nombre del Acusador”.
Pero, ¿no se trataba de circunstancias extraordinarias, en las
cuales estos procedimientos podían obviarse?
Responde el abogado a esta salvedad:

En el art. 308 se dispone que: Si en circunstancias extraordinarias la


seguridad del Estado exigiese en toda la monarquía o parte de ella la
suspensión de alguna de las formalidades prescritas en este capítulo
(es el Tercero) para el arresto de los delincuentes, podrán las Cortes
decretarlas por un tiempo determinado. Sólo las Cortes, dice la Cons-
76 Proceso de la Revolución de Quito de 1809, Archivo del Museo Histórico Municipal de Quito,
t. III. Cit. Carlos de la Torre, La revolución de Quito, ob. cit., pp. 684-685.

82
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

titución, pueden suspender algunas de las formalidades prescritas


en circunstancias extraordinarias y por un tiempo determinado; y el
señor Montes ha podido atropellarlas todas sin que peligre la Repú-
blica

Terminaba su escrito el Dr. Rodríguez exigiendo, en virtud de


las pruebas presentadas y razones exhibidas, se declarase nulo lo ac-
tuado por Montes y se les pusiese en libertad –a él, al Provisor Caicedo
y al Dr. Juan Alarcón, cura de Quero– o se les concediese la ciudad y
sus arrabales por cárcel de la que juraban no salir.
La ciudad era Panamá, donde Rodríguez había terminado su
alegato, que había continuado trabajando en la penosa travesía y luego
en Panamá, en dos meses de prisión en el convento de San José. Los
tres sacerdotes quiteños lo presentaron el 4 de agosto.
Todo fue inútil, y se cumplió la orden de destierro.
Caycedo y Rodríguez llegaron a Manila en la corbeta de gue-
rra Fidelidad el 24 de diciembre de 1814.
El Dr. Rodríguez fue destinado al Convento de Recoletos. Allí
debía observar estrecho retiro. El prior guardaba las llaves en su celda.
Y, para evitar el contagio revolucionario, no se le permitía el trato con
otros religiosos. El Rey, temeroso de ese contagio, ordenó, en marzo de
1817, que no se enviase a Filipinas insurgentes de la importancia de los
quiteños Rodríguez y Caycedo, a la vez que pedía originales de las cau-
sas que se les había seguido para resolver la solicitud que, a nombre de
Rodríguez y de sí propio, había presentado Caycedo.
En Manila, el docto y elocuente quiteño se granjeó fama de
predicador. Se conservaron para la posteridad los sermones que dijo en
la catedral de Manila el 15 y 30 de agosto de 1821.77
Fueron, seguramente, su despedida. Porque en julio de 1822 se
le había permitido volver a la patria, liberada ya en la batalla de
Pichincha.
Parece que se detuvo largamente en Guayaquil. “Cuando re-
gresaba a su patria murió en Guayaquil envenenado, según se dijo ge-
neralmente”, escribió Herrera. Y Solano: “Aquel ilustre patriota, des-
pués que las tropas españolas evacuaron la plaza de Quito, regresó a su
patria y murió en Guayaquil”.

77 Luis Felipe Borja los tuvo: Luis Felipe Borja (hijo), “Los escritos de un Prócer”, Boletín de la
Sociedad de Estudios Históricos, Quito, año I, n. 2 (agosto-septiembre 1918), pp. 112-117.

83
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Con todo, en 1825 lo hallamos pronunciando una oración en la


catedral de Quito.
¿Por qué envolvió tanto silencio el final de una vida tan ilustre
y de méritos -de todo orden- tan notorios para Quito?

EL ESCRITOR

Rodríguez fue escritor leído y admirado. “Yo leía con avidez sus es-
critos”, escribió Solano, al tiempo que confesaba haber extraviado los
que tenía en su poder, al salir de Quito. Luis Felipe Borja sospechaba
que esos escritos eran los que habían ido a dar a sus manos. Si eran los
mismos, tratábase de “catorce cuadernillos manuscritos, en los que hay
trece sermones completos, uno inconcluso y fragmentos de poesías”.78
El poeta parece haber producido versos en una doble vertiente:
la culta y la popular, la culta, de últimas resonancias, crepusculares, de
gongorismo; la popular, más bien devota.
Crítico muy poco confiable, incapaz de reaccionar contra la
manía antigongorista que lastró la crítica ecuatoriana desde JuanLeón
Mera, este fue el juicio de Borja sobre la poesía de Miguel Antonio
Rodríguez:

Por lo general los versos se resienten del mal gusto de la época, en la


que el conceptismo y los rezagos del gongorismo afeaban a los mejores
ingenios.Sin embargo, hay composiciones místicas en las que resplan-
dece cierta unción suave que no puede menos de conmover grata-
mente y que revela los piadosos sentimientos del autor79

Transcribe Borja “por ser inédita y acaso la mejor, unas la-


mentaciones que se han de cantar al fin de las palabras”, para después
de las siete que se predican los Viernes Santo, más la introducción. Son
cuartetas octosilábicas de rima asonantada en impares, sencillas, de in-
tenso sentimiento religioso y de invitación a compunción y conversión:

Hombres alebes, bolved


los ojos de la atención,
y ved vuestra ceguedad
a las luzes de ese horror.
78 Ibid., p. 112.
79 Ibid., p. 114.

84
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Se impone completar la imagen de Rodríguez poeta con un


largo poema escrito y puesto a circular cuando aún estaba fresca la san-
gre de los crímenes del 2 de agosto de 1810. En el libro del que hemos
dado aquí mismo noticia, al estudiar muy en detalle ese poema, titula-
do Cántico lúgubre en que se lamenta el estado de desolación de la ciudad de
Quito, en el día jueves 2 de agosto de 1810, a la una y media de la tarde, cul-
minamos ese estudio con las razones que nos imponen tal adjudi-
cación. Cuartetas de ese largo poema, que se mueve entre patética
elegía y vigorosa denuncia, se inscribieron en torno al catafalco que
presidió las exequias por los asesinados ese día, en las que la oración
fúnebre la pronunció Miguel Antonio Rodríguez.
Pero Rodríguez es, ante todo, prosista y orador. Dos facetas
que no son sino caras de lo mismo: muchos de esos sermones o discur-
sos -del sermón solo tenían tribuna y escenario: púlpitos e iglesias-
eran brillantes ensayos.
El prócer de Agosto fue uno de esos intelectuales y prosistas
que elevaron el sermón a las altas calidades del ensayo. A tono con la
novedad de los tiempos, ensayo filosófico y político, y no solo religioso
y teológico.
Ensayo de generosas concepciones filosóficas fue sin duda el
sermón predicado en la catedral de Quito, en 1825. De este empaque:

¿Qué es el hombre? En la inmensa cadena de los seres, aquel simbóli-


co anhelo, que tocando con su alma en los Cielos, y con su cuerpo en
la tierra, une al mundo visible con el invisible, y al tiempo con la
eternidad

¡Oh, hombre! ¡Solo eres un sueño rápido y doloroso! ¡No existes más
que para ser desgraciado! Nada eres sino por la tristeza de tu alma, y
eterna melancolía de tu pensamiento!80

Siéntese en este segundo texto que por Quito comenzaban a


soplar vientos románticos. Esas brisas aún tenues que solo agitan a los
espíritus más sensibles.
Este orador filósofo, teólogo, jurista, espíritu alerta a las
novedades del mundo exterior, lucía, cuando hacía uso de la palabra,

80 Ibid., p. 113.

85
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

apasionada altivez. Lo hemos visto hablando a nombre de la ciudad


martirizada frente a sus verdugos, para denunciarlos, acusarlos y exi-
gir reparaciones. Es una pena que de ese discurso –largo, de un hora–
solo se nos hayan conservado noticias y un breve fragmento porque la
circunstancia fue única en los anales de la historia de la lucha de
América por su independencia, y el personaje tenía la talla que esa cir-
cunstancia requería.
Quien dijo ese discurso, que fue, a la vez, treno dolorido por
los héroes asesinados dos días antes y apasionada exaltación de la ciu-
dad heroica, requisitoria dura contra criminales y cómplices y vibrante
protesta destinada a resonar por todo el conmovido mundo americano,
fue el orador elegido para pronunciar la oración fúnebre por los
próceres asesinados, al cumplirse un año de la masacre, el 2 de agosto
de 1811.

LA ORACION FUNEBRE DEL 2 DE AGOSTO DE 1811

Sube al púlpito el orador acatado en ciudad que siempre fue tan exi-
gente con sus predicadores, a pesar de su juventud -tenía apenas trein-
ta y ocho años-. “En el esplendor dorado de la iglesia de los jesuitas, la
ciudad rebelde se presenta en agrupaciones del antiguo orden: la
nobleza alejada de la plebe y, cada cual en su sitio, las órdenes y el
clero, las universidades, los dos cabildos, los miembros de la Junta, y,
en fin, el obispo. La decoración del cenotafio corintio había sido confia-
da al pintor indio Miguel Samaniego; coronando los cartuchos en
latín, la ciudad, una mujer joven y bella sostenida por sus compañeras,
Caracas y Santa Fe, lloraba los cuerpos decapitados de sus heroicos
hijos”.81
Los recuerdos, vivos y avivados por las cuartetas del Cántico
lúgubre reproducidas, contribuían al clima de luto: recordábase como el
7 de mayo del año anterior, 70 quiteños connotados habían sido reduci-
dos a prisión y procesados, violando solemnes promesas, y el 2 de
agosto los más ilustres de esos presos habían sido asesinados a sangre
fría por la soldadesca extraña a la ciudad; había seguido una salvaje
represión, en la mayor parte de ciudadanos igorantes de lo que pasaba

81 Marie-Danielle Demélas, La Invención Política. Bolivia, Ecuador, Perú en el siglo XIX, Lima,
Instituto de Estudios Peruanos, 2003 (1a. ed. París, 1992), p.200. Citando un documento del
Archivo del Banco Central del Ecuador, Fondo Jijón y Caamaño.

86
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

e indefensos, con 200 o 300 muertes. Aún podían escucharse lamentos


y verse correr la sangre por calles y barrios. Muchos quiteños miem-
bros de familias respetables debieron andar prófugos por meses. En tal
aire tenso vibra la voz del orador.
Cumpliendo el ritual del sermón sacro, se comienza por una
cita bíblica en latín. Se ha elegido un texto del profeta Isaías de acordes
trágicos:

Vos filiae Sion intermorientis expendentisque manus Suas: vae mihi,


quia defecit anima mea propter interfectis,

que el orador traduce muy libre y muy hermosamente:

Este es el clamor de la desconsolada y casi moribunda Jerusalén: Ay


de mí! El espíritu desfallece al acordarme de mis hijos que murieron.

Y el exordio, directo, de tenso dramatismo, que no necesita


ponderar, porque bastaba describir, aplica las palabras proféticas a
Quito:

No podemos contemplar la melancólica pintura que hace Jeremías de


la triste situación de Judea, de la devastación de sus pueblos, del
exterminio de sus habitantes, de su opresión y de las acervas angus-
tias de Jerusalén, sin llenarnos de admiración al ver en ella a un
mismo tiempo el vaticinio de las desgracias de Palestina, y la historia
circunstanciada de las calamidades que hoy padece la patria, de las
catástrofes que hemos presenciado, de los dolores que sentimos, de las
penas que lloramos (64)82

Magistral el recurso: se convertía el hecho que iba a recordarse


en algo sacro. Y eficaz, como concepto y como ritmo, la cuádruple plu-
ralidad en paralelo -sustantivo y oración de relativo- con que culmina
este primer desarrollo: calamidades, catástrofes, dolores, penas.
E insiste en la idea clave. Vuelto a su auditorio le excita:

¿no veis cuánta es la correspondencia entre los espantosos rasgos de


82 Pablo Herrera recogió este sermón en su Antología de prosistas ecuatorianos, ob. cit. en nota
57. Por esa transcripción citamos, la página.

87
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

aquel cuadro profético y la realidad de nuestros padecimientos? No


hay otra diferencia sino que el pueblo prevaricador y endurecido ya no
existe como nación, y nosotros vivimos en la aflixión, nuestro dolor es
continuo, está fresca la sangre que nuestras heridas vierten y estamos
amenazados cada día con el mismo azote.

“Estamos amenazados cada día con el mismo azote”: esto era


valiente oratoria política. Era denuncia y protesta. Y en denuncia y
protesta insiste, con brío profético, con expresión fuerte:

No es, pues, la antigua corte de Melquisedec, la que mira burlado su


reposo, y alterada con la invasión de naciones extranjeras la paz y
tranquilidad de sus habitantes; no es la hermosa hija de Sión, desfi-
gurada y macilenta, desgreñados afrentosamente sus cabellos, anega-
dos sus ojos en lágrimas, sus manos levantadas al cielo y su corazón
palpitante entre las angustias de la muerte la que llora sus infortu-
nios y desgracias. No, hermanos míos, Quito, vuestra amada patria,
es la que desfallece de dolor en este día al recordar la pérdida de sus
hijos y la que levanta su voz para buscar quien la consuele. Voz pe-
netrante que resonará hasta los confines de la tierra, y llenará de
asombro al mundo al contemplar tanta iniquidad. Voz lastimera que
penetrará de dolor las almas sensibles, y que algún día llenará de
amargura los corazones que ahora se niegan a ser humanos y compa-
sivos. Voz, en fin, de piedad y de religión, que dirige al cielo sus cla-
mores por la libertad y alivio de sus más queridos hijos, y cuyo eco
lúgubre me veo precisado a reproducir en este lugar santo (64-65).

Otro alarde de habilidad: pinta un triple cuadro de desolación,


dolor y angustia: primero la antigua corte de Melquisedec y la hija de
Sión. Después Quito. Pero todo se aplica a Quito. El treno dolorido re-
sulta, pues, triple, y triple la pintura de la inquidad que ha herido a la
ciudad. Y después, para rematar el estupendo párrafo, la repetición ana-
fórica de “voz”, en la que cada miembro está grávido de idea: el pri-
mero alude a lo inicuo de los asesinatos de Quito, cuyo horror se había
extendido por países hermanos de América y, como sugiere el orador,
aun más allá; el segundo anuncia el remordimiento, aunque tardío, de
quienes inspiraron o socaparon semejante crueldad, y el tercero reclama
libertad y alivio para los más queridos hijos de la martirizada ciudad.

88
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Ese discurso, cuando tantas cosas estaban aún pendientes y la


proclamación quiteña se seguía con tanta atención –y tan variada y tan
contradictoria– en España y América (piénsese en las Cortes de Cádiz),
resultaba complejísimo. El orador destaca esa complejidad. Lo hace con
especial sinceridad y fuerza, al borde de una denuncia que ilumina la
historia de esos días:

Pero quiteños, ¿será posible que la desgracia haya de perseguir a los


infelices aun más allá del sepulcro, y que haya de ser yo (con esto he
dicho todo) no el que pronuncie sino el que desfigure su elogio fúne-
bre, y el que oscurezca en vez de ilustrar su memoria? ¿Será por ven-
tura porque lo grande del asunto, lo complicado de las circunstancias,
lo original del suceso hayan sido capaces de acobardar la elocuencia
animosa de tantos oradores distinguidos que ilustran nuestro clero y
honran a nuestra patria

¡Cuanto para leer en estas severas líneas! Lo que se esperaba


del predicador en esa ocasión era que oscureciese la memoria de las
víctimas del 2 de agosto. Eso esperaban sin duda las autoridades es-
pañolas, el sector más reaccionario de la sociedad y toda laya de mo-
nárquicos a ultranza, para quienes los victimados en agosto eran poco
menos que delincuentes, que se habían hecho merecedores a la pena
capital; pero estaban las gentes quiteñas que habían saludado el nuevo
orden de cosas y para quienes los asesinados eran héroes. La compleji-
dad del asunto se ha ofrecido tal que ha acobardado “la elocuencia ani-
mosa de tantos oradores distinguidos”. Y Rodríguez asume la respon-
sabilidad: el “Y que haya de ser yo” resulta protesta de no velado orgu-
llo y confesión de altivez.
Y de frente, sin reticencia alguna, afronta el reto. Esos oradores
se han acobardado. Se pregunta:

¿Será acaso porque la oratoria sagrada se desdeñe de coronar con sus


aplausos a los héroes que la Iglesia no ha canonizado todavía, o porque
la religión no ensalce las virtudes que se encuentren en el peca-
dor?(65)

Para las autoridades y los monárquicos los muertos eran


pecadores. Se pone el orador en la posición más adversa a esas víctimas
-en una tácita concesión- y se pregunta:

89
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

¿Y qué? ¿Estos difuntos serían tan delincuentes que dejasen por eso
de ser hombres, hermanos nuestros, hijos de un mismo padre. redimi-
dos con la misma sangre y unidos por los dulces vínculos de la reli-
gión, de la caridad y la fe?

Estupenda profesión de humanismo. Así fuesen delincuentes,


son hombres. Lo que sigue pone ese humanismo en términos religio-
sos. Y se vuelve a Dios con un “¡Ah Dios mío!” y le dice:

Tú lo sabes que si ellos fueron pecadores, sujetos al error y a la ilusión


como todos, también supieron consagrar las acciones más brillantes
de su vida, en beneficio de sus semejantes y no dudaron sellar con su
muerte el amor que profesaban a su patria.

Pudieron haber sido pecadores –buena parte del auditorio lo


estimaba así–. Sigue la concesión. Pero entonces, en ese mismo lugar
hace ese bellísimo elogio de su entrega a sus semejantes y su patrio-
tismo, del que dieron la prueba suprema.
La idea maestra es: dejemos a Dios el juicio, si hay algo que
juzgar. A los hermanos de los muertos –los quiteños– queda resaltar “el
honor incomparable que les resulta de su muerte”.
Y termina así el habilísimo e intenso exordio:

Sí, su mérito y su fama formen el elogio que la verdad y la justicia


consagran a la dulce y eterna memoria de los ilustres defensores de
Quito, sacrificados a la violencia por la causa de su religión, de su rey
y de su patria: elogio tanto más recomendable cuanto el mismo ma-
gistrado que notó en vida de ellos la falta de previsión de sus medidas,
es quien celebra el heroísmo de sus acciones, hoy que ellos han muer-
to y de quienes nada tiene que temer ni que esperar (66)

No es un incondicional de sus acciones quien habla de “la


dulce y eterna memoria de los ilustres defensores de Quito”, y el elo-
gio que hará de su mérito y fama será el que consagran “la verdad y la
justicia”.
Y viene una primera parte –de dos– de habilísima argumen-
tación y sostenido aliento. A la luz de una historia latina –que ha leído
como mensaje para la realidad de su tierra y hora– y con manejo admi-

90
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

rable de lugares de la escritura –que llegan como pintura viva de la


situación quiteña– repasa desde las causas últimas de la rebelión quite-
ña hasta las razones de su pronunciamiento de Agosto.
Intencionadamente presenta las virtudes del pueblo romano
“en los días de su prosperidad y de su gloria”:

Entonces la salud de los ciudadanos, la seguridad del Estado, la glo-


ria y el poder de la República ocupaban el pensamiento, el espíritu y
el corazón de todos; entonces unidos con los lazos del interés común,
sólo reputaban felices a los que hacían más grandes sacrificios por sus
hermanos (66)

Pero pasaron aquellos días –sigue– y “la fuerza ocupó el lugar


de la razón; el pueblo romano perdió su libertad”. La elocuencia debió
emplearse entonces en “persuadir al hombre desnaturalizado que no
es delito ser virtuoso”.
Pasa a Quito. “Abismada en el caos de la desgracia en que ha
estado sepultada la América, ha ignorado el lenguaje del interés por la
felicidad común, porque aún no ha rayado en su horizonte el crepús-
culo de la esperanza”. Dura crítica de la dominación española, y, cor-
riendo subterránea, la idea en que asienta su exaltación de los próceres
del 2 de agosto: ellos sí entendieron “el lenguaje del interés de la felici-
dad común” -hayan o no acertado en la manera de buscar esa felicidad-
. Y hermosísima la imagen del rayar de la esperanza como crepúsculo
-crepúsculo matutino- en el horizonte de América.
Destaca luego la situación privilegiada de Quito, sus riquezas
y el talento de sus hijos que “original en su grandeza, sublime en sus
ideas, capaz de todo y nacido para todo, ilustrado con las ciencias y
ayudado de una educación noble, religiosa y metódica, podría, á su
tiempo, honrar la patria...” Nítidos ecos del Discurso del Precursor y
sentimiento arraigado en toda una generación de quiteños. Hay un
sugestivo poema de Mejía en que se halla una galería de quiteños como
los que pinta Rodríguez. Y en ese poema, Rodríguez es una de esas fi-
guras. Contrapone esta vocación de grandeza con una situación que
califica de “decadente”. Hay pueblos a los que “les han bastado pocos
años para llegar a ser potencia respetables”. “Y a ti –le dice a Quito– la
duración de casi tres siglos solo ha servido para que cada día se dis-
minuyan tus riquezas, se debiliten tus fuerzas y se obscurezca tu gran-
deza!”. ¡Qué fuerte y duro juicio de los tres siglos de dominación

91
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

española, de los que se quería salir y pasar a otro estado! Y dirige su


acusación al gobierno: “¿De qué ha servido la aptitud de los naturales
para todo, si todo les ha sido prohibido, si las virtudes y los vicios se
han pesado en una misma balanza?”
Tan extremas acusaciones llegaban a justificar las acciones ra-
dicales emprendidas por Quito. De allí que se extienda en nuevo pá-
rrafo durísimo:

¡Qué importa que de tiempo en tiempo algunos de tus hijos como


astros luminosos hayan brillado en tu hemisferio, que las Uriartes y
Herreras, que los Maldonados y Jijones, a costa de inmensas sumas y
de indecibles trabajos hubiesen querido fecundar el árbol de tu felici-
dad, si muros de bronce se han interpuesto a sus designios y sus bené-
ficas influencias no han podido descender hasta nosotros? (68)83

Siendo tan dura la denuncia, tan obscura la pintura de la ad-


ministración colonial, y muy de acuerdo con la postura de movimien-
to independentista, separa la acción –lejana– de los Reyes con lo que
ocurría por acá, donde “Quito ha padecido en tres siglos lo que no
puede decirse ni explicarse en un día”. Y todo lo sufría Quito “con la
más alegre serenidad, con la más pronta obediencia, o digámoslo
mejor, con la insensibilidad más espantosa”.
Y da entonces un nuevo paso hacia lo sucedido en la Junta del
año 9: si esta ha sido la suerte de Quito “bajo el imperio suave, pater-
nal y justiciero de los Reyes católicos”, ¿qué podía esperarse de la cri-
sis “más procelosa que han visto los siglos”?
“Eclipsada la autoridad”, “cautivo y desterrado el justo, el de-
seado, el inocente Fernando”, con “un enemigo feroz y cada día más
arrogante y más soberbio en sus conquistas” amenzando avasallar el
universo para “una paz general”, “la América se halla sin Rey y su
Gobierno”.
Estaba dando su forma más fuerte –y acaso la más rigurosa– a
lo que era la base de la defensa que de su gesto habían hecho los
quiteños acusados de crimen de Estado.
83 Maldonado es el sabio y emprendedor Pedro Vicente, y Jijón aquel a quien tan alto elogio
por industrial visionario dedicara Espejo en su Discurso. En lo femenino, Herrera segura-
mente Catalina de Jesús Herrera -a quien dedicamos largo capítulo en nuestra Literatura en
la Audiencia de Quito. Siglo XVIII: “La autobiografía: Catalina de Jesús Herrera, figura
grande de la prosa”, pp. 701-755-. ¿Y Uriarte? En el poema de Mejía a que hemos aludido,
la galería de quiteños ilustres comienza por Maldonado y sigue con Jijón.

92
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Así las cosas, España se arma, “y la América duerme tranquila


al borde de un precipicio”.
Y entonces presenta a los quiteños como los que se alzan para
defender a la patria y los llama “héroes de la libertad americana”:

Los héroes de la libertad americana (vosotros sabéis bien por quienes


hablo, y no expresaré sus nombres inmortales, porque el dolor de pro-
nunciarlos no extinga en mí el poco aliento que respiro). Vuestros
ilustres compatriotas, digo, saben que es una obligación indispensa-
ble del vasallo defender la causa de su Rey, asegurar las tierras de su
dominación y tomar todas las medidas que conduzcan a estorbar
oportunamente cualquier invasión enemiga; saben que el bien y la
felicidad de sus conciudadanos es un derecho preferente...

Y entre esos argumentos centrados en la defensa del Rey, ha


deslizado esta fórmula de tanta fuerza en su expresión sencilla y de tan
profundas consecuencias: “el bien y la felicidad de sus conciudadanos
es un derecho preferente”.
Hábil dialéctico, ha afirmado los fundamentos de la defensa de
la actuación de los quiteños de la primera Junta, como para concluir
“de aquí que inflamados sus corazones con el celo de la ley y el amor
de la patria, meditan una resolución tan justa como necesaria”. Y, en el
momento más alto de esa exaltación, dice los propósitos de los próceres
quiteños con textos de la escritura. Da a esas acciones –que, recordé-
moslo, sellaron con una muerte que esta argumentación va aproximan-
do al martirio– resonancias proféticas:

Así se decían recíprocamente los últimos restauradores de la gloria de


Israel: Nuestra patria peligra, el estrago amenaza, y entre las ruinas
de nuestra libertad han de quedar también sepultados nuestros alta-
res. Alentemos el abatimiento de nuestro pueblo: Erigamus dejec-
tionem populi nostri. Preparémonos a la defensa de nuestros her-
manos y de nuestros hijos, pugnemus pro populo nostro, y es me-
nester84, derramemos también nuestra sangre para que no sean pro-
fanados nuestros templos, pugnemus pro populo nostro et sanctis
nostris (70)

84 Parecería más normal la condicional: “y si es menester”. En caso de que lo transcrito por


Herrera sea la lectura correcta, estaríamos en que el orador atribuye a los revolucionarios
quiteños del año 9 el anuncio de su martirio.

93
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Y, dicha la acción de esos heroicos quiteños en términos de las


luchas de los “restauradores de la gloria de Israel”, puede dirigirse a
los acusadores, salir al paso de todos esos procesos que se habían ini-
ciado ya y otros que seguirían:

¡Ah! vosotras, suposiciones arbitrarias, imputaciones odiosas, inter-


pretaciones malignas, inventadas para manchar el honor de los
quiteños y la sinceridad de sus intenciones, vosotras digo, desapare-
ceréis en el día claro de los juicios del Señor.

Pero estaban los ejércitos represores. ¡Qué formidable el apa-


sionado párrafo en que enjuicia a esos generales, a los que identifica
con los que oprimían al pueblo de Dios, los generales de Antioco!:

Mas entre tanto, hermanos míos, es preciso confesar que nuestros


compatriotas se engañaron, y se engañaron lastimosamente. Ellos
creyeron que no tenían más enemigos que los de su Dios y de su na-
ción; que la causa de todos era una misma y que el detestable Bona-
parte era el único contra quien todos deberían levantar el grito y
prepararse a la defensa. No advirtieron que los generales de Antioco
estaban apostados por todas partes para oprimir al pueblo que quería
conservar su libertad y sus derechos, ni pensaron que, como en otro
tiempo, era necesario combatir contra tantos pueblos incircuncisos y
derribar primero los muros de la encaprichada Jericó para entrar en la
posesión pacífica de la tierra que Dios había prometido a nuestros
padres (70)

El siguiente párrafo es complejo y sólo puede entenderse a la


luz de los sucesos que interpreta y enjuicia -esos había narrado el
Provisor Caycedo en su Viaje imaginario, y que los oyentes los habían
vivido y seguían viviendo en la charla de sobremesa y la tertulia, el
chisme medroso y el imaginativo o tendencioso rumor-. ¡Cuánta cosa
dice entre líneas, para que la entendiese quien debiera! Como la
alusión, rápida y casi velada, al “peso de los males que ellos mismos se
han acarreado por la discordia”. Y presenta la muerte de los mártires
de 1810 como sacrificio asumido por la “salud pública”. Lo hace
empleando una de las figuras más dramáticas, la que los griegos lla-
maron dialogismo, que consistía en convocar a un diálogo ficticio a

94
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

muertos –forma extrema de la prosopopeya–. Se vuelve a los muertos de


Agosto y les dice:

¿Qué meditáis, pues, genios sublimes? Mirad que peligra vuestra


vida si entregáis las armas, que vuestro honor está comprometido y
vuestra deferencia a los clamores de la patria ha de ser confundida con
la cobardía y el despecho!

Y la respuesta:

No importa, respondéis: desde los primeros pasos de nuestra empre-


sa, la vida fue el menor de los sacrificios que ofrecimos por la felicidad
de este pueblo mal aconsejado. Felices nosotros si podemos ahogar con
nuestra sangre a los monstruos del error, de la preocupación y de la
envidia! dichosos seremos si sobre nuestras ruinas se levantare el
magnífico templo de la salud pública! (71)

Y remata esta consagración heroica de esas muertes con algo


de estupenda altivez, que deja sentada la bravura de las gentes
quiteñas:

Sí, señores, estos fueron sus sentimientos, y si no lo hubiesen sido,


vosotros sabéis que las tropas auxiliares de Lima nunca hubieran pi-
sado nuestro suelo, y ya comprenderéis lo que hubiera sido de ellas en
el mismo lugar de su último campamento.

Es decir, si Quito, con esos próceres a la cabeza, se proponía


resitir habría aniquilado a las tropas limeñas.
Y al dialéctico que ha repasado la historia con interpretación
que afirmaba la grandeza de los sacrificados de Agosto, sucede el
orador. Pasa a un presente dramático, de acordes fuertes, rico, una vez
más, de resonancias bíblicas:

Se oye en Jerusalén el rumor pavoroso de que una guarnición feroz


viene de tierras lejanas y que ya empieza a sentirse en la ciudad el
ronco bramido de su voz

Quito es Jerusalén. Se ha vuelto a la interpretación profética de

95
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

la trágica historia. Y, al estilo de la oratoria sacra, refuerza la condición


de cita bíblica del pasaje con el texto latino: ecce auditum est in Jerusalen
custodes venire de terra longinqua et dare super civitatem Juda vocen suam.
El lugar no ha sido sino traducido, pero ¡qué poderosa la traducción
del gran escritor quiteño!
La gente común buscó asilo en bosques y montañas –el texto
bíblico lo dice: ingressi sunt ardua et ascenderunt rupes–. Pero los que más
debían temer esperaron “con semblante sereno las amenazas y el as-
pecto horroroso de la muerte”. Y el orador les da otra vez la palabra,
esta vez como el testigo de ella:

Así nuestros ilustres compatriotas, dijeron, como los religiosos de


Israel, muramos con el seguro testimonio de nuestra conciencia, y que
no se manche la sinceridad de nuestros procedimientos, moriamur
omnes in simplicitate nostra. Los cielos y la tierra serán testigos
de nuestra inocencia, de la injusticia de nuestros perseguidores (72)

Y entonces esta primera parte del discurso llega a su clímax


con párrafo largo, denso de ideas y alto de pasiones, de sostenido alien-
to y ritmo entrecortado, intensificado por interrogaciones y admira-
ciones. Se abre por tres oraciones interrogativas:

¿Qué más puede esperar la patria del amor de sus hijos? ¿Serán dig-
nos de la estimación de Quito, estos sacrificios? ¿No habrán hecho
todavía lo bastante para merecer alguna gratitud de sus conciu-
dadanos?

Estas interrogaciones nos hacen mirar al auditorio y a la ciu-


dad misma. Había, se ve, quienes no apreciaban lo bastante el sacrifi-
cio de los próceres. A ellos se dirigen estas apasionadas preguntas, y lo
que guía la respuesta:

Ah! por ellos y por su felicidad emprendieron sus trabajos; por ellos
y por su consuelo volvieron sobre sus pasos; por ellos y para su bene-
ficio consagraron los mejores días de su vida; y por ellos y para su
tranquilidad aceptaron gustosos la muerte (72)

El anafórico “por ellos” es la clave retórica del pasaje, y ese

96
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

“por ellos” se complementa con los otros sintagmas introducidos por


“por” y “para”.
Recoge la palabra dura –“muerte”– y por ella sigue:

¿La muerte? ¿Pues qué? ¿Deberán morir los que sólo han querido
conservar la vida, la libertad y los bienes de sus conciudadanos?
¿Hay autoridad sobre la tierra para quitar la vida a los hombres cuan-
do no hay ley que los condene?

Pero, podía objetársele al orador, pues hubo proceso, hubo ley.


A la posible objeción ataca con juicio durísimo de ese proceso que sabía
viciado de raíz:

Ay! El proceso de su juicio comenzó por la sentencia y era preciso que


el éxito de la causa correspondiese a sus principios. Ellos han sido
publicados a voz de pregón, como reos de estado. Oh santas leyes!
¿dónde estáis?¡Oh religión sagrada del juramento! ¡Oh sacrosantos
derechos de la inocencia!

En esas primeras dos afirmaciones tremendas y las tres excla-


maciones, el jurisconculto admirado en Quito ha dado su juicio severo
sobre todas las anomalías y flagrantes violaciones de la justicia cometi-
das en esos procesos. Se vuelve a leyes, juramento –el que Ruiz de
Castilla violó– e inocencia, para solemne invocación que extiende de
ese pasado ya irreparable al futuro temeroso:

Yo os invoco en favor de estos desgraciados y de tantos como van a


ser envueltos sin causa en el furioso torbellino de la proscripción y el
anatema

Pero, se duele, “yo os invoco inútilmente!” Ya la fama, el honor


y la mejor vida han perecido. Y lo que faltaba se consumaría el 2 de
agosto: “no resta ya sino que su cuerpo sea despedazado”.
Y al quedar –él y su seguramente conmovido auditorio– ante
ese 2 de agosto, emoción y pasión suben al punto más alto, en el que lo
sitúa audaz apóstrofe al día aquel que se prolonga, dándole una como
personificación sombría:

97
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Oh día 2 de Agosto! (si es que mereces ser nombrado), día de con-


fusión y de espanto. Día más horroroso que el día 2 de Mayo de
Madrid y muy semejante al sangriento 2 de Setiembre de la Francia.
¡Día infausto! una noche eterna te borre del número de los días y de
la memoria de los hombres! Tu nombre no se señale jamás con piedra
blanca en los pacíficos anales de de horror en que un medroso silencio
y la sangre vertida por todas partes dieron a entender que había ha-
bido una hecatombe horrenda, que habían perecido todos(72)

Se remansa un tanto ese grito de dolor y se termina con párrafo


grave, solemne, que invita a la audiencia a conclusiones de lo expuesto
y de esa página cruenta:

Que la memoria de ese lastimoso espectáculo sirva para recordar lo


que vuestros ilustres compatriotas hicieron por vosotros y lo que ellos
padecieron por su patria y que, por último, si el mérito que contra-
jeron con sus acciones, es y debe ser el motivo de vuestra gratitud, el
honor y la gloria que les resulten de su muerte sea los fundamentos
de vuestro consuelo (73)

Así concluye la primera parte del elogio funerario.


Esa primera parte fue política –historia iluminada desde alto
mirador político–. Y tuvo su clímax en la evocación solida, justiciera,
apasionada del 2 de agosto del año anterior. La segunda es religiosa -
lo religioso de la primera, vivo, intenso, era político: la empresa quiteña
se presentó como defensa de la religión amenazada por el impío
Napoleón-. No puede apreciársela y casi ni entendérsela sino en el
entramado del tiempo, de religiosidad católica tan viva.
En último término, para esa weltanschauung había un hecho
tremendo: los sacrificados del Real de Lima murieron sin haber tenido
acceso a confesión ni sacramentos de muerte, y, peor, los masacrados,
de modo impensado, en plazas y calles quiteñas. ¿Qué de esos muer-
tos para el más alla? El predicador -porque el intelectual ilustrado, el
político, el filósofo de la historia, ha debido asumir el papel de predi-
cador católico- recuerda la doctrina del purgatorio, y por supuesto se
remonta a la providencia amorosa de Dios y su misericordia. Y luego,
levanta el tono de la pieza y se dirige a calabozos y grillos y, más allá,
a la Reina de los santos:

98
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Hablad, vosotros, sombríos y funestos calabozos, testigos de su con-


trición, de sus clamores a Dios y de sus lágrimas; hablad duros y pe-
sados grillos, hablad, cadenas opresoras,instrumentos de su dolor y de
su pena, y testigos de su paciencia y conformidad. Pero más bien,
hablad santos del cielo, depositarios de sus oraciones y de sus súpli-
cas, y vos, Reina de los santos, dulcísima María, dignaos hablar tam-
bién, pues en tu protección y patrocinio tenían asegurada, no tanto su
libertad, cuanto la esperanza cierta de hacer feliz una muerte que por
momentos esperaban, y entonces no nos quedará motivos de dudar
que sus almas, si no logran la dicha de descanzar en la Patria celes-
tial, son verdaderamente felices y su muerte gloriosa (75)

Y en esta hora de exaltar virtudes cristianas de los muertos,


presenta como alta virtud el amor a la patria:

Sí, quiteños, amar a la patria es virtud; servirla, obligación; y defen-


derla a costa de la vida y de la sangre, heroismo de la caridad cris-
tiana, de la caridad que perfecciona a las demás virtudes y que consti-
tuye la suma de la moral de Jesucristo y la caracteriza (75-76)

Y algo más, que el orador destaca: murieron por el Rey. y por


Dios -y una vez más el lugar nos pone ante esa cosmovisión que domi-
naba la ideología del tiempo y con la que el orador debía contar, la
aceptase o cuestionase-:

Morir por la patria es morir por defender los derechos del soberanos
que la gobierna y a quien pertenece, es morir por Dios, cuyo culto
santo la felicita y la distingue, y es morir porque vivan todos sujetos
a un mismo rey y adoren a un mismo Dios (75)

Y puesta su argumentación en este camino, exalta la memoria


de los sacrificados como “mártires de la religión”.
El sermón ha cobrado tono de panegírico y una y otra vez se
exalta esas muertes por el Rey, la religión, la nación española. Pero,
sobre todo, y es lo que más siente el orador, murieron por Quito, por
liberarla de opresión:

Murieron en fin, amada patria mía, por aliviar tus penas, suavizar tu
opresión y procurar tu felicidad (77)

99
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Vistas así esas muertes, invita a templar el dolor.


Dedica dos párrafos finales, más serenos, a grave admonición:
a los habitantes de la ciudad para que hagan justicia a la verdad, su-
jeten la lengua y propendan a la paz por medio de la unión. La admoni-
ción se torna duro emplazamiento:

Los que no queréis vivir como racionales, sabed que nadie os precisa
a tomar partido por la verdad, ni alistaros bajo los estandartes de la
justicia. Sois libres y podéis tomar vuestro camino a la diestra o a la
siniestra, pero sin perjudicar a nadie como Abraham; retiraos, si que-
réis de esta pecadora ciudad, como el inocente Loth, pero sin incen-
diarla ni inflamar a sus habitantes; pues disfrutar las ventajas y las
comodidades y no desempeñar las obligaciones que ella impone, es
una monstruosidad detestable (78)

Estupendo lugar: es, ni más ni menos, una convocatoria a com-


prometerse con la causa quiteña: a “tomar partido por la verdad”, a
alistarse bajo los estandartes de la justicia. Los que no lo hacen, no
quieren vivir bajo el imperio de la razón, y deben salir de una ciudad
que ha profesado el partido de la verdad, la justicia, la razón.
Aun más severa la admonición final a sacerdotes y religiosos.
Que recuerden que Dios no se complace en la perdición de los hom-
bres, “que la dependencia y fidelidad al Monarca, no es un ídolo pro-
fano a quien se debe honrar con sacrificios de carne humana”, que toda
potestad viene de Dios pero “para la felicidad de los mismos sobre
quienes se ha concedido”. “Acordaos –les conmina– que vuestro mi-
nisterio es el de curar las heridas como el samaritano, y no el de exas-
perarlas, el de unir y consolidar lo roto, no el de romper y despedazar
lo que unido pacíficamente debería hacer la mayor gloria de vuestro
sacerdocio y el consuelo de vuestro apostolado”.
Para el emocionado párrafo final se vuelve a las víctimas del
funesto agosto:

Y vosotros, mártires de la patria, descansad ya en el lugar tranquilo


del reposo que piadosamente creemos os ha tocado en suerte, superio-
res a las injurias del tiempo, a los arbitrios del odio y a los tiros de la
maledicencia. Nosotros no olvidaremos jamás vuestros servicios, y
vuestro nombre será siempre respetable hasta las generaciones fu-

100
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

turas. La posteridad más justificada tal vez y mejor instruida que la


edad presente, recomendará vuestro mérito a los que nacieren, y vues-
tra muerte será el objeto de la emulación de todas las almas nobles que
aspiren a cubrirse de gloria. Entre tanto, nosotros regaremos con
nuestras lágrimas vuestro sepulcro, dejando gravado sobre él, para
nuestro consuelo, el elogio que tributó la santa Escritura al inmortal
Eleazar: dedit se ut liberaret populum suum ut acquireret sibi
nomen aeternum. Ellos se entregaron a la muerte, por defender y
libertar la patria, y han adquirido nombre eterno (79)

Bellísima y conmovedora la pieza con que Quito, por boca de


uno de sus letrados más ilustres, recordó los hechos luctuosos del 2 de
agosto del año anterior, y honró a los sacrificados entonces. Y densa de
ideas. Análisis profundo de lo acontencido a la luz de la historia de los
siglos pasados y los convulsos tiempos inmediatamente anteriores y
presentes, y alegato, con el rigor del jurista que Rodríguez era, en favor
de aquellos a quienes el realismo fanático tenía por criminales, subver-
sivos y reos de Estado. Y subterráneamente –con corriente profunda
que hemos visto emerger a la superficie en formulaciones estupendas–
profesión de fe en la causa por la que los mártires de Agosto sucum-
bieron, que era la de los americanos que soñaban con la liberación de
sus patrias, causa que ha presentado como la de la verdad, la justicia y
la razón. Y todo esto –tan hondo y rico como nos lo ha mostrado nues-
tra lectura del texto– realizado en la plenitud de la prosa del gran
escritor que Miguel Angel Rodríguez fue.

JOSÉ RIOFRÍO

LA VIDA Y LA OBRA EN LA VIDA

José Riofrío nació en Quito, en 1764. Fue bautizado el 31 de marzo.85 La


partida bautismal, firmada por el cura de San Sebastián, es la del hijo
de Dn. Joseph Cáceres y de Dña. Victoria de Ocaña. Pero en la misma
hoja de la partida se ha escrito, al pie: “Pertenece al Maestro Dn. José
Riofrío natural de esta ciudad, pretendiente a las Ordenes Menores”.

85 Transcriben esa partida bautismal Elicio Vilatuña, Píntag historia y desarrollo, Quito, Consejo
Provincial de Pichincha, 1987, p. 44, y Rex Tipton Sosa Freire, Miscelánea histórica de Píntag,
Quito, Abya Yala, 1996, p. 255.

101
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Él mismo rescató de esos años juveniles sumidos en la oscuri-


dad una página dramática. La exhibió, como prueba de haber sido un
vasallo fiel “que no ha perdido ocasión de acreditar su amor y lealtad
al Soberano, a costa de dinero y riesgo de la vida”, en el alegato con que
se defendió de la acusación fiscal, que pedía pena de muerte, por su
participación en los hechos de Agosto. El suceso lo sitúa en 1780, es
decir, cuando tenía apenas 16 años:

En aquella espantosa insurrección, acaecida el año de 80 en la Pro-


vincia de los Pastos, en q´ se cometió sacrílego atentado de asesinar
sobre el altar mayor de la Iglesia de Túquerres, al Corregidor Don
Francisco Clavijo y su hermano Don Atanasio; en aquel conflicto en
que, irritados los ánimos de más de cuatro mil indios, no reparaban
en lo más sagrado, violando los templos, reduciendo a cenizas las
reales fábricas, incendiando casas de Estancos y de particulares, inti-
mando ya a los pueblos de este Gobierno, para que hicieran otro tanto,
bajo de los más serios apercibimientos, en aquella ocasión, vuelvo a
repetir, fui yo quien contuve a los insurgentes en la raya de esta juris-
dicción, gastando mi dinero en la manutención de indios y blancos,
que se congregaron en el pueblo de Tulcán, para la defensa, movidos
de mis insinuaciones y ruegos.86

Riofrío, al aducir hecho tan notable, siente la necesidad de do-


cumentarlo, y lo hace con tres documentos añadidos a su alegato -que
lamentablemente no han llegado hasta nosotros-. Será la actuación del
prócer en la Revolución quiteña de 1809 a 1812 lo que nos pruebe que
en lo aquí narrado no había la menor hipérbole.
De un lugar de esta historia se desprende que la familia de
Riofrío era pudiente: “gastando mi dinero en la manutención de indios
y blancos”. Y un pasaje de una carta escrita en 1809 -en plenas guerras
de la revolución quiteña- lo confirmaría: “yo, que no me he criado con
menos opulencia”.87
El 6 de enero de 1787 fue ordenado sacerdote, a título de Mai-
nas, y el 4 de febrero de ese mismo año se le despacharon licencias para
predicar y confesar el tiempo que estuviese en esa misión oriental.

86 Andrade, Historia, Documentos, p. 898.


87 Carta a Morales, desde Guaca, el 20 de octubre de 1809. Andrade, Documentos,.p. 839. Para
el contexto y detalles de esta carta, ver las páginas siguientes.

102
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Apenas llegado a su destino, se le dio el título de secretario de


la visita, por el Vicario general, y cumplió tal tarea en dos visitas ge-
nerales que le dieron oportunidad de recorrer la vasta provincia.
Destinado al pueblo de la Barranca se entregó con celo a su tra-
bajo apostólico y, entre otras empresas, le levantó a esa misión “una
muy buena iglesia”.
Su ejemplar trabajo le valió ser nombrado vice-superior de la
provincia, y su puesto en terna, ante el obispo de Quito Blas Sobrino y
Minayo, para superior de toda la misión.
En 1796 lo hallamos como coadjutor en el pueblo de Cusu-
bamba, y un año más tarde, también de coadjutor, en la parroquia qui-
teña de San Roque.
Ese mismo 1797 está de cura Excusador de Cumbayá, de don-
de pasó como cura propio a Mayasquer, al norte de Tulcán.
Permaneció allí cinco años y ganó, por concurso, el curato de
Píntag, destino que confirmó, con fecha 30 de diciembre de 1802, el Pre-
sidente de la Audiencia Barón de Carondelet.
Como cura de esa parroquia, remontada desde el valle de los
Chillos hacia los páramos montañosos del Oriente, vivió, desde sus
comienzos, los acontecimientos de Agosto.
Riofrío fue uno de los asistentes a la histórica cena de navidad
de 1808, en la casa de hacienda de los Chillos “El Obraje” del Marqués
de Selva Alegre, en que se aprobó el “Plan hipotético” de Salinas para
el caso de que España fuese dominada por los franceses y Napoleón
decidiese invadir América.
Los asistentes a esa cena, que era –y como tal sería objeto de
interrogatorios y acusación fiscal– auténtica conjura, fueron, como lo
sabemos, a más del anfitrión, el cura de Píntag, Dr. José Riofrío; el
capitán Juan Salinas; los letrados y abogados Juan de Dios Morales y
Manuel Rodríguez de Quiroga; Dn. Juan Pablo Arenas; Dn. Nicolás de
la Peña; Dn. Francisco Xavier Ascázubi; Dn. Antonio Ante y el hermano
del Márqués, Dn. Pedro Montúfar. Es decir, la más ilustre galería de los
próceres del 10 de agosto de 1809, el primer núcleo de quienes ese pró-
ximo 10 de agosto establecerían la Junta Suprema de gobierno, inde-
pendiente de las autoridades españolas en América y solo sujeta –con
sujeción tan vaga como teórica– al Rey –por entonces sin reino y pri-
sionero de Napoleón.
Vendría el 10 de agosto de 1809, y Riofrío jugaría papel impor-

103
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

tante en él, en especial por su estrecha relación con el ideólogo del


movimiento, Morales.
Morales -ha referido en su Historia Roberto Andrade-, de regre-
so del confinio, ya visto, pasó por Latacunga, buscando aproximarse a
Quito, y fue a dar en Píntag, a la casa cural de Riofrío. Sabemos que
Morales era el más lúcido y apasionado de los revolucionarios quiteños
de esa hora; así que la revolución habrá sido el tema principal de las
largas veladas con Riofrío, estando como estaba Morales impaciente
por dar el golpe. Sabemos que lo fue en sus conversaciones y discu-
siones con Rocafuerte, en la hacienda del prócer guayaquileño. Y la
relación con el Marqués de Selva Alegre, que era feligrés de Riofrío,
parece haber sido frecuente y estrecha.
Ya hemos visto, en varios lugares, desde la panorámica del
Boletín 179, cómo por bando fueron reducidos a prisión, entre el 2 y el
6 de marzo de 1809, en el convento de la Merced, Salinas, el Marqués
de Selva Alegre, Morales, Rodríguez de Quiroga, el cura de Sangolquí
y el Dr. Riofrío. Y, si el proceso se frustró, fue por el hecho aquel curioso
de la sustracción de los legajos cuando eran llevados por el secretario a
palacio.
Esta conspiración fue el verdadero “principio de la Revolución
quiteña”, como dijo Nicolás Clemente Ponce, y ese plan pesquizado era
“idéntico al de agosto”, en palabras de Jacinto Jijón y Caamaño.
Prisión y proceso no hicieron más que avivar el espíritu revo-
lucionario de los conjurados y extenderlo entra las gentes quiteñas, y
así se llegó al 10 de agosto.
El Dr. Riofrío, en su alegato de defensa declararía que el 9 de
agosto había estado en su curato de Píntag, “a distancia de más de cin-
co leguas de esta capital, ignorando absolutamente las disposiciones de
semejante novedad”. Pero en el mismo alegato reconoció haber llega-
do a Quito ese mismo día 9, aunque lo hubiese hecho a pedido expre-
so del Marqués de Selva Alegre, para tratar de “embarazar la revolu-
ción que se prevenía, según se lo había comunicado cierto sujeto”.88
Podemos, a través del alegato, reconstruir los movimientos de Riofrío
esos decisivos días 9 y 10 de agosto. El de Selva Alegre lo llama el 9 a
su hacienda; le ruega que suba a Quito. “Para venirme a esta ciudad,
fue necesario que el Marqués me rogase, con todo encarecimiento, se
hincase de rodillas, y aún llorase”.

88 Andrade, Documentos, p. 885.

104
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Sube, pues, Riofrío a Quito, como enviado del Marqués de


Selva Alegre –en quien Morales había pensado para que presidiese la
Junta que se iba a crear–. Y el 10 vuelve a la hacienda del Marqués.
¿Llevaba la misión de convencer y mover al medroso aristócrata para
que aceptase la designación? Es lo más probable. Y seguramente lleva-
ba la nota en que se comunicaba al Marqués la creación de la “Suprema
Junta Gubernativa, representante de nuestro augusto soberano el Señor
Don Fernando Séptimo, nombrando a Vuestra Alteza Serenísima
Presidente de ella”, porque para posesionarse de esa presidencia llegó
a Quito al anochecer de ese día 10.89 Riofrío había llegado algo antes, a
las 5 de la tarde.
¿Qué papel jugó persona tan estimada por Morales y hombre
de confianza del de Selva Alegre en esos primeros momentos de fervor
revolucionario, en que el movimiento buscaba encauzarse y afirmarse?
Lo que haya sido se ocultó a quienes llevaban adelante la acusación
para condenar a muerte al revolucionario, y así quedó oculto también
para nosotros.
Pero muy pronto la Junta requirió los servicios de Riofrío, co-
nociendo, como conocía Morales, el espíritu del sacerdote y su pasión
por cumplir con exactitud las tareas que se le confiaban.
Se le encomendó, básicamente, sostener la campaña del norte.
Las cartas que dirige a Morales muestran la pasión con que impulsaba
la causa de la patria y la grandeza de su espíritu superior, intransigente
con molicies y cobardías, que reprochaba con altivez en esos revolu-
cionarios que procedían como damas y no como soldados en guerra
por una noble causa:

Si no se hubiese compuesto la Falange de Oficiales delicados que no


pueden dormir sino en catre; que no pueden salir al aire sin temor de
un resfrío; que no pueden comer más que pucheros exquisitos, y ma-
nejarse, últimamente como damas y no como hombres, no haría tan-
tos gastos el Estado, haríamos temblar las Provincias y no seríamos
sediciosos... La situación en que nos hallamos me irrita y los efectos
justificarán la razón que tengo para insinuarme con dureza, contra
los egoístas, y propensos a su adorno.90

89 Borrero, sin citar fuente, lo afirma: “Al amanecer del 10 de Agosto de 1809, el cura Riofrío
llegó a la hacienda de “El Obraje” de Chillo donde se hallaba el Marqués, portando el sigu-
iente oficio...” (Que es el del nombramiento). Borrero, La Revolución quiteña, ob. cit., p. 51.
90 Carta de 15 de septiembre de 1809, en Andrade, Documentos, pp. 811-812.

105
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Quinientos hombres habían llegado a Tulcán a sus órdenes,


recogiendo voluntarios en Otavalo, Ibarra, Caranqui, Puntal y Tusa. No
tenían armas y escaseaba la comida: “No hay una papa aunque se diese
un doblón; no hay pan, cebolla, ni grano alguno” –como escribía a
Morales el doctor Riofrío–. Y los auxilios de Ascázubi no llegaban.
Escribe entonces Riofrío a Morales, impaciente y temeroso de que todo
ese fervor se tornara desmoralización:

A causa dela dilación del Teniente–Coronel, que parece ha hecho


capricho de no venir, sino con el último fusil, se va intimidando esta
gente, y bastará que deserte uno, para que todos hagan lo mismo, y no
faltaba otra cosa para que nos conquisten los pastusos, que lo pueden
hacer el rato que les dé la gana. Me lleno de indignación cuando veo
el poco honor con que se manejan sujetos de conocidas obligaciones.
Ahora insisto en que venga el pertrecho, aunque el Teniente-Coronel
quede logrando del buen temperamento de Ibarra.91

Escribía aquello el 18 de septiembre. Pero llegaron los pertre-


chos y su siguiente carta reboza optimismo: el Capitán–Comandante
Angulo no se ha atrevido a cruzar el Guáitara “no obstante de estar
asegurado que nos hallábamos sin armas”. Ahora podían rendir Bar-
bacoas. Y exalta la fidelidad de sus gentes. Y no descuida el propagar
los motivos patrióticos de la revolución:

Han venido muy oportunamente, el testimonio de aquella orden de la


Junta Central y la elocuente Proclama, que es un manifiesto de los
justos motivos q´ tuvo mi Patria para mudar de gobierno; he manda-
do sacar unos tantos ejemplares para repartirlos. Lo leí aquí pública-
mente, y los más rústicos entendieron al instante.92

No es solo el estratega lúcido, sino el estadista. Al tiempo que cui-


daba de todos los detalles para dominar el campo, atendía al gobierno:

Mañana cantaré la misa de Gracias, precedido el Juramento, y se pu-


blicará el Bando de las gracias que ha discurrido conceder el Exce-
lentísimo Señor Don Manuel Zambrano.Una de ellas será extinguir

91 Carta de 18 de septiembre, Ibid. p. 818.


92 Carta de 22 de septiembre, Ibid. p. 820.

106
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

el ramo de aguardientes, que no producía utilidad alguna al Erario,


porque el célebre Gobernador del Puno, lo puso en tal pie, que no
redundase más provecho que a los de Santa Cruz, como proveedores
del caldo en le medida y precio que les pareció.93

No era el militar, y si se veía obligado a asumir esas funciones,


era ante la falta de energía y liderazgo de los militares de oficio de los re-
volucionarios. Cumplida su tarea pide ser relevado de la misión bélica:

Puesta la guarnición necesaria en los puntos correspondientes, ya no


tengo yo que hacer, pues al Excelentísimo Señor Zambrano, le asisten
las prerrogativas que constituyen un excelente General y Gobernador
Político. Su talento, su prudencia y su amabilidad, inmortalizarán su
nombre en esta Provincia;en esta virtud, espero de Vuestra Excelen-
cia, se digne retirarme a vuelta de correo.94

Pero su espíritu recio, intransigente con cobardías, leal a toda


prueba, era indispensable en el difícil frente norte. Y sus cartas dan
cuenta apretada, enérgica, de otro problema en ese frente: informes que
se remitían a la Junta de Quito saltándose por encima de Zambrano, y
hasta informes falsos:

Para que se haga un informe falso, no es necesario que su autor sea


panonario95 o intrigante; pues basta que sea cobarde. Un hombre de
espíritu timorato, se espanta con su propia sombra, y dando crédito al
más infundado rumor, cuenta con su ruina y la de sus aliados, llena
su imaginación de tristezas, y es capaz de contagiar al ejército más
valeroso con ideas melancólicas.96

El gran escritor que Riofrío es da expresión fuerte a su pene-


trante análisis psicológico de la cobardía y el miedo contagiantes y
desmoralizadores, mediante el instrumento obscuro del rumor. Lo de-
nuncia en un capitán Lanchazo, a quien bastó el rumor de que “el Go-

93 Carta que no lleva sino esta fecha: “30 de 1809”, Ibid. p. 823.
94 Ibid. p. 824.
95 Sic.en Andrade. ¿Acaso lectura equivocada de algo que en el manuscrito pudo ser “pasio-
nario”?
96 Carta sin fecha. Documentos, p. 827.

107
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

bernador de Popayán venía personalmente contra nosotros, seguido de


un poderosos ejército”, “para quedar cual muerto”. Y, para desvirtuar
ante la Junta quiteña estos miedos irracionales, el escritor acude a
divertido juego de ironía e hipérbole:

No pudieron sosegar su ánimo, las muchas reflexiones que le hice, y


marchó sin despedirse de mí, a pedir a esa Corte un auxilio de ocho a
diez mil hombres, con todo tren de artillería de Bonaparte, y creo que
ni aún así, se tendría por seguro, hasta que la Suprema Junta nos
ponga sobre las armas a todos los habitantes del Reino, de uno y otro
sexo, y lo guardemos en medio.97

Para rematar el juego gracioso con la dura fórmula lapidaria:

Esta clase de hombres, no debía existir en la superficie de la tierra,


sino en lo más escondido de su seno.

Y no es que Riofrío fuese un iluso. Su carta prosigue mostran-


do las razones que le asisten para no temer: del otro lado estaba la co-
bardía de Angulo. Y, para no temer una invasión, bastaba con poner
“nuestra batería en los tres puntos que corresponde”. “Solo para Lan-
chazo –se ríe– no hay resguardo seguro, aunque se pongan los cañones
en las puertas del Virrey y de Tacón”.
Pero hay algo que sí hace falta -escribe-: que venga un oficial
“de prudencia, juicio, instrucción (por si ocurre contestar algún oficio)
y amabilidad, para que trate a la tropa con honor y no la deserte con
violencias y tiranías”. Y otra vez se alza al juicio de valor universal,
fruto de su atenta observación.
Para él -hombre de lecturas y hondas meditaciones- esta guer-
ra a la que le han arrojado los trascendentales y dramáticos sucesos de
Agosto ha sido verdadero laboratorio para enriquecer su inteligencia
del ser humano:

Esta expedición, me ha dado a conocer que el valor y la suavidad de


genio, son los constitutivos de un buen oficial, y que jamás se debe
echar mano de hombre cobarde, soberbio, de mal natural y de com-
plexión delicada .98
97 Ibid.
98 Ibid., p. 830.

108
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Son tan importantes su juicios de valor que se siente obligado


a dar cuenta de cómo ha llegado a su formulación:

Pero se me puede preguntar, qué ocasiones se han proporcionado para


hacer concepto del mérito de estos oficiales?

Admirable su respuesta, tan alejada del lugar común de la


bravuconada como de cualquier lirismo imaginativo:

Respondo que en lo risueño de su semblante, en la alegría que han


manifestado en medio de algunas incomodidas que hemos padecido, y
últimamente, en dos noches que fue preciso presentarse en Túquerres
a un combate, por haberse supuesto asalto intempestivo del Ejército
contrario.99

La siguiente carta da cuenta de “las esperanzas de ver rendi-


das las ciudades de Pasto y Barbacoas, sin que se derrame sangre”, y
anuncia medidas más de gobierno sabio que de guerra: que, ante el
reclamo de las mujeres de esta provincia, se les devuelvan sus hombres
y que se les remitan sus sueldos. Para ese pago, si no hubiesen fondos,
echará mano de las haciendas de quienes los reclutaron a la fuerza.
Y otra vez aparece el estadista: rendidas esas ciudades, se pon-
drá en ejecución un plan formado “con personas inteligentes”. Y se
atenderá a la vialidad. Así un informe desde Cumbal, el 13 de octubre
de ese 1809.
Pero solo cinco días más tarde, el 20 de octubre, en carta data-
da en Guaca, informa acerca de “los fatales efectos de una expedición
mal dirigida”. En comienzo duro denuncia tres causas del fracaso,
comenzando por lo humano -en que tanto énfasis ponía-:

Un jefe agrio como el Teniente-Coronel, es capaz de ahuyentar la


tropa más empeñada, y de perjudicarse a sí mismo. El Señor Zam-
brano, que mandaba en Jefe, no tiene conocimientos militares y así es
que siempre insistí en que viniese un General de pericia,y oficiales de
valor para coronar el triunfo. Todo se ha despreciado, porque la facil-
idad con que entregué la Provincia de Pasto, hizo creer a todos, que

99 Ibid.

109
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

era juego de muchachos, y que para ganarla, ni aún se había necesi-


tado de tropa, o dediligencias políticas.100

Pero pasa al relato de los hechos, apretado, con tono de obje-


tividad y rigor. Hubo una traición y una derrota. Parcial, pero que
bastó para que Zambrano dispusiese la fuga. Y en esta parte Riofrío se
detiene en la narración de un suceso lamentable de que fue, más que
actor, víctima:

yo no pude quedarme solo, y me vi en la precisión de seguirlos en un


caballo muy malo, de q´provino caerme en un río, perder gorro y som-
brero, zafando la vida, por el comedimiento de algunos soldados; pero,
sinembargo,me hallo muy estropeado, porque el caballo se revolcó de
tal modo sobre mí, que no sólo me molió las costillas, sino que por
poco, no me deja ahogado.101

Este relato resulta nota característica del género.epistolar. Estos


textos a Morales, a más de informes del frente norte al Ministro de
Negocios Extranjeros y de la Guerra, eran cartas al amigo.
Y esta carta patética sigue con el informe de la cobardía de
quienes se negaron a ir en auxilio de los del Guáitara.Un subteniente
Chiriboga “se ofreció a comandar solo, la guarnición de Tulcán”. “No
se le admitió la oferta, y se le dio orden de que se retirasen todos a
donde pudiesen”. Su comentario toma una forma quiteñísima: la pon-
deración burlesca:

¿Qué tal General en Jefe?... ¿Qué hombres de tanto espíritu? cami-


naron o volaron para Quito, y bajé a Tulcán con los Sub-Tenientes
Don Manuel Chiriboga y Don Manuel Ceballos. ¡Qué vergüenza tu-
ve entrando al pueblo con esta ignominia!102

Quedáronse con Riofrío esos dos gallardos subtenientes. Los


otros oficiales, a la cabeza de sus desmoralizadas tropas, “corrieron
como si Tacón nos colgase en un suplicio”. Y Zambrano no paró hasta
Cayambe... Y frente a esta fuga precipitada denunciada por el valiente

100 Ibid, p 834


101 Ibid., p. 835.
102 Ibid., p. 836.

110
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

cura, un autor contemporáneo ha hecho una denuncia tremenda, que


los hechos imponen como creíble:

Ni qué iba a detenerse ni procurar una reacción de su ejército cuando


estaba también en el complot de la reposición del Gobierno realista .103

Y, a mayor abundancia, Borrero lo prueba con una carta de


Zambrano a Xavier Montúfar. El doctor Riofrío se reducía a dar cuen-
ta, directa y sobria, de los lamentables hechos.
Su carta se torna en este punto crónica vibrante de una resis-
tencia heroica sostenida por clases y tropa, sin importarles la cobardía
de los altos oficiales, hasta rematar con otra de esas espléndidas senten-
cias que resumen el mundo de valores de este gran hombre. Este el
emocionante texto:

Atacaron a Guáitara innumerables mulatos, reclutados en Patia, y


todo el distrito de Popayán, pero se sabe que nuestra artillería ha
muerto como quinientos zambos, hasta ayer tarde; el estruendo de
más tiros se ha apercibido hasta el día en toda la Provincia, luego no
ha cesado el combate, y tenemos esperanza del triunfo, que todo se
merecerá el sargento Hernández, de artillería, natural de Ibarra,que
según oí por los desertores que pasan, es el único que maneja los ca-
ñones. Bien que en la batalla, no pueden pasar de cincuenta hombres,
según mis cálculos, pues han desertado muchos por los malos tra-
tamientos del Teniente Coronel y del ayudante Dn. Ramón Alarcón.
Vea V. Excelencia cómo pierden una expedición,oficiales mal acondi-
cionados y cuántos se necesitan de aquéllos que estuvieren adornados
de las prerrogativas repetidas en mis oficios. Si como rogó Chiriboga,
se hubiese ocurrido en Tulcán, la fuerza de varios puntos para auxi-
liar a Guáitara, estaríamos ya triunfantes; pero cada uno manda
como piensa o según el tamaño de su corazón.104

La campaña no está perdida -cabe leer en esta importantísima


carta-, pero para ganarla hacen falta acciones de enorme seriedad:

Hablemos claro: Aquí debe venir el Sr. Dn. Juan Salinas, o V. E. con
103 Borrero, La Revolución quiteña, ob. cit., pp. 82-83.
104 Carta de 20 de octubre, cit., pp. 836-837.

111
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

cuatrocientos o quinientos fusileros disciplinados, trayéndose las pie-


zas de artillería, que fuesen necesarias.

Y termina dando indicaciones sobre cómo debe conducirse ese


ejéricito de auxilio. Y entonces, otra vez, el prosista acude a la pintura
irónica, esta vez teñida de amargura:

Los oficiales, se proporcionarán en sus casas la caballería, y otra bes-


tia para su corto bagaje, en que no se deben contar: baúles, catres, co-
cineras, mucho chocolate, cajas de dulces, toldos y demás cosas que
lleva un monarca a un sitio real.

Y acude a una referencia personal no exenta de orgullo:

Caminen como yo, que no me he criado con menos opulencia q´ todos


ellos, y lograremos el fin de una expedición feliz.105

El final de la vida del gran hombre fue –lo sabemos– trágico.


Cuando, repuesto en la presidencia, Ruiz de Castilla violó la palabra
comprometida y comenzó feroz persecución a los hombres de Agosto,
él fue uno de los encarcelados.
Pedida contra él pena de muerte, como reo de Estado, dirigió
un alegato de defensa que fechó el 11 de junio de 1810.
El 2 de agosto fue asesinado en los calabozos de Real de Lima
junto a los otros revolucionarios presos. Entre los cadáveres llevados a
la iglesia de San Francisco y sus dos capillas estaba “el del Dr. D. José
Riofrío, cura de la parroquia de Píntag, de un balazo y herida de bayo-
neta”.106
El severo historiador de la Revolución de Agosto Manuel Ma-
ría Borrero escribió este párrafo con aire de monumento funerario:

Lástima y muy grande, pérdida irreparable e insustituible fue para la


nación quiteña el alevoso asesinato del Doctor José Luis Riofrío, héroe
del 10 de Agosto de 1809 y mártir del 2 de Agosto de 1810, porque en
él, si tuvimos un Miguel Hidalgo, habríamos tenido también, de sub-

105 Ibid., p. 839.


106 Lista de cadáveres levantada por el regidor Juan José Guerrero y Mateo, Andrade,
Documentos, p. 479.

112
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

sistir, un José María Morelos que nos hubiera dado más tarde inde-
pendencia y patria libre y organizada desde el principio sin hacernos
caer en las redes de la grancolombianidad que tan fatales fueron para
el Ecuador.107

EL ESCRITOR

Las cartas de Riofrío, que hemos leído situándolas en el contexto his-


tórico de su acción en esos trepidantes días en que Quito debió defen-
der en dos frentes su Revolución, ilustran de modo ejemplar cuanto en
otra parte de la historia literaria del período hemos dicho sobre el
género epístolar como una de las grandes novedades de la literatura
quiteña al salir de la noche colonial a la aurora de la independencia. La
irrupción del acontecer histórico en la quieta vida colonial abrió para la
carta insospechados espacios. La carta desbordó estupendamente el
ámbito de lo doméstico e íntimo y la función de la pura noticia parti-
cular, históricamente intrascendente, para asumir misiones que le iban
a dotar de importancia e interés especialísimos: la carta se convierte en
crónica histórica, en alegato político, en reflexión filosófica. No quedó
en ellas espacio para lo banal o inocuo. Y fue tanto el peso de ideas y
sentimientos nuevos que hubo en las más decisivas cartas del tiempo
de la Revolución, que muchas de ellas fueron incorporadas a los proce-
sos como piezas incriminatorias.
Fue el caso de las cartas de Riofrío que hemos leído, y a ello de-
bemos que se nos hayan conservado. Incluidas en el proceso que se
siguió a los revolucionarios de Agosto, fueron a dar al archivo particu-
lar del historiador colombiano José Manuel Restrepo, de donde las co-
pió Julio Andrade para hacerlas llegar al historiador Roberto Andrade,
quien las publicó en el precioso tomo de documentos de Agosto tantas
veces citado en este ensayo.
Al hilo de estas cartas hemos dado ya con un magnífico
escritor que, sin romper los límites que le marcaba el género de carta-
informe, lucía sus poderes de prosista para dar fuerza y vida a sus
relatos, observaciones y comentarios.
Escribe cartas, no crónicas, ni, peor, ensayos –aunque haya en
ellas destellos de prosa ensayística sobre la guerra y lo que ella revela

107 Borrero, La Revolución quiteña, Ob.cit., p. 88.

113
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

de la naturaleza humana–. Cuando introduce una carta con duros


juicios de valor (“un jefe agrio como el Teniente–Coronel, es capaz de
ahuyentar la tropa más empeñada”), se siente obligado a justificarse:

Sin sentir, ha corrido la pluma en este preámbulo; pues mi intento


sólo fue de referir el hecho, y exponer mi dictamen en cuanto a los me-
dios de que nos debemos valer para contrarrestar a tiempo la fuerza
del enemigo.108

El escritor ducho rompe cualquier frialdad del puro informe o


el empaque de algún pasaje de crítica con toques de sabrosa expresivi-
dad:

Que tal Teniente-Coronel que se quiere jugar en negocio tan crítico,


como si estuviera en la casa de gallos.109

Y ya hemos destacado su uso de la ironía para denunciar


cobardías y pusilanimidades.
Debía ser irónico en su charla y escritos y, acaso, sermones el
Dr. Riofrío. Solo que en ciertas actuaciones debiera templar su ironía o
hacerla amable. Porque ella podía ser cáustica. En una carta -que no era
escrito destinado a publicidad- dice de los hacendados pastusos:

Los pastusos, que estiman más sus vacas que sus hijos, y aun las
propias vidas.110

La última carta de las incorporadas al proceso tiene el aire de


crónica sencilla, casi severa, de una acción heroica presidida por un
fatum trágico –los hilos de ese fatum eran manejados por titiriteros
enredados en sórdida traición, pero esto en ese momento el noble
Riofrío ni lo sospechaba–. Y, en medio de ese clima sombrío, la nota
graciosa -propia de la carta-, que cuaja en fórmulas sabrosas del habla
popular:

las gentes de Tulcán, me rogaron saliese lo más pronto, porque Santa

108 Andrade, Documentos, p. 834.


109 Ibid., p. 826.
110 Ibid., p. 833.

114
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Cruz y Tacón, no han tenido mal antojo, deseando mi cabeza, con


preferencia a todas.111

Contrastan con estos toques de humor -que van de lo irónico


al humor blanco- los pasajes en que la prosa se endurece o se adensa
hasta cuajar en fórmulas lapidarias:

un hombre de espíritu timorato se espanta con su propia sombra112

cada uno manda como piensa o según el tamaño de su corazón.113

Y, generalmente, a más de ser castiza, su habla esta condimen-


tada por sabrosas espresiones populares. De donde sus cartas son de
gratísima lectura. ¡Estupendo cronista bélico o comentarista político
habría sido, de haber tenido por tribuna un periódico, el Dr. Riofrío!

EL ALEGATO

El 11 de junio de 1810, como se ha dicho ya, desde la prisión dirige el


Dr. Riofrío su alegato de defensa, “contestando a la Acusación Fiscal,
en la que se pide contra mí, pena del último suplicio”. Y esto, que de-
fine la naturaleza de ese texto, nos prescribe la lectura que de él debe-
mos hacer: al menos en toda la extensión de su superficie es el escrito
que en su defensa hace, ante la autoridad española, un acusado del
peor de los delitos, que se sabe en riesgo de la pena capital, como reo
de Estado, con toda la ignominia que en el tiempo ello acarreaba. Difí-
cilmente habrá la posibilidad de leerlo en profundidad, porque no era
texto pensado como para salir hacia otras audiencias. En suma, no ha-
llaremos en él el auténtico pensar y sentir del revolucionario a quien
hemos conocido por el recuento de la vida y por sus escritos en plena
revolución, sino lo que el hábil abogado podía aducir para deshacer
una acusación que el fiscal daba por irrebatible.
Sabe Riofrío que las leyes serán retorcidas en su contra según
el pensar de autoridades y parte acusatoria. De modo sutil lo dice al
anunciar que no fundará su alegato en interpretaciones legales:

111 Ibid., p. 837.


112 Ibid., p. 827.
113 Ibid., p. 837.

115
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Digo: que me presento a la imparcial vista de V. E., injustamente


infamado; y, para mí vindicación no necesitaré acogerme al sagrado
asilo del Santuario de las Leyes, porque admitiendo éstas sus inter-
pretaciones y glosas, pocas veces se logra que una excepción fundada
en ellas, sea generalmente bien recibida por todos (880-881)114

Entonces, ¿en que fundará su defensa? “Deduciré mi inocencia


de hechos constantes, comprobados con Documentos auténticos e irre-
fragables”. Y esto –completa el anuncio– lo hará reduciéndose a tres
capítulos.
El primero se refiere a su participación en el golpe del 10 de
agosto de 1809. Guárdase Riofrío de dar juicio alguno de valor sobre el
hecho mismo y sus motivaciones. Y se aferra –según lo anunciado– a
hechos. A hechos en su “versión oficial”: no estuvo en la reunión pre-
paratoria del golpe, el 9. Pero no podía negar que más tarde participó
en la Revolución. Para ello tiene también una salida. Lo dice así en su
prosa exacta y fuerte:

Demostraré, en el primero, que el día 9 de Agosto, cuya noche fatal


sucedió la revolución, estuve en mi Curato de Píntag, a distancia de
más de cinco leguas de esta capital, ignorando absolutamente las dis-
posiciones de semejante novedad; que si me hallé en ella, fue por
haberme enviado el Marqués de Selva Alegre, para que viese modo de
embarazarla.115

Que la haya embarazado o no, no es cosa que Riofrío esclarez-


ca. Se atrinchera en la afirmación desnuda de especificaciones de que
no concurrió “como faccionario, sino con el santo fin de ver si podía
impedir la revolución”. Que es lo que, cumpliendo el pedido de Selva
Alegre, habrá conversado con Morales, llegado a Quito, algunas horas
antes de que hiciera su demorada entrada el medroso y atribulado
Marqués.
Para llegar a sentencia hace falta probar la culpa del presunto
delincuente. Pone este principio fundamental del derecho como ci-
miento sólido de su defensa, que consistirá en demostrar que no se le

114 El alegatoen el citado tomo de documentos de Andrade. Ponemos la página junto a cada
texto citado.
115 Pg. 881

116
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

ha probado el delito. Así la apretada e irrebatible argumentación del


intelectual:

Para proceder a la vindicación, se necesita, primero, descubrir qué


culpa es la que he cometido, para que recaiga sobre ella tan cruel acu-
sación. El delito resulta, o de la confesión del Reo, o del mérito del
Proceso. De ninguno de estos dos modos, soy delincuente

Sobre el segundo afirma: “nadie me acusa en el proceso”, y eso


que han declarado 99 acusados, bajo juramento. Concluye con su prosa
fuerte:

¿Pues, dónde encontramos (Excemo. Sor.) mi delito? En los Autos


mentales que me habrán seguido los enemigos, empeñados en mi des-
crédito; en las voces vagas que han esparcido ellos mismos por calles
y plazas, pero, semejantes sumarios, no están adoptados en nuestras
venerables Leyes, ni aún creo lo estarán en los Códigos de las naciones
bárbaras; porque, de lo contrario, apenas habría ciudadanos de honor
que tengan segura su vida, no habiendo cosa más fácil que ser públi-
camente infamado por enemigos de tan mala fe, que viven olvidados
de la eternidad (882-883).

Y vuelve a acumular hechos sólidos de descargo. Ahora los


careos que dice haber tenido con Morales, Rodríguez de Quiroga e Ig-
nacio Ortiz. Véase cómo refiere el tenido con Rodríguez de Quiroga.
Cabe sentir en esa referencia una sutil burla -la que seguramente se dio
también en el careo mismo-:

Con Quiroga se redujo el careo, a que yo expusiera lo que le hubiese


oído hablar en aquel día o su noche. Respondí, que no le oí más que
rezar una Salve, delante de una imagen de Sn. Juan, implorando el
auxilio de la Madre de Dios, para que tuviese buen éxito el proyecto,
en caso de que fuese justo, y no se purificó ningún otro punto (883)

Había un personaje, que era la cabeza más visible de la Revo-


lución, con quien Riofrío había tenido relaciones muy especiales y lar-
gas conversaciones. A esas relaciones dedica breve pasaje, cuya nobleza
luce más si se atiende a las sórdidas circunstancias en que fue escrito:

117
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Insensiblemente, ha corrido la pluma hasta encontrar la causa de mis


padecimientos. La íntima amistad que he tenido con dicho Morales,
ha sido todo mi delito: (que no está comprendido en los catorce casos
de la Ley), pero veo q´no se reputa por tal, ni en la Legislación Divina
ni en los Códigos Civiles, la amistad que profesa un hombre con otro
de honor, conducta y buena fe, cuyas recomendables prerrogativas,
que conocí en él, arrastraron mi corazón para amarle con la fineza que
es constante y notoria a todos. Sus enemigos se han cargado sobre mí,
para llenarme de calumnias, constituyéndome cómplice en la revolu-
ción; pero los hechos comprobados en que fundo mi defensa, no los
podrá borrar el odio de los que hubiesen conspirado a mi deshonra
(891).

Con la habilidad de un competente abogado Riofrío ha proba-


do que, si participó en reuniones como la de la casa de Ascázubi o el
departamento de Manuel Cañizares, el día 9, lo hizo para cumplir un
encargo del Marqués de Selva Alegre, que estaba aterrorizado por la
Revolución, y que sus actos del 10 se redujeron a evitar la prisión o
sacar de ella a algunos personajes. “A mí no se me ve –ha escrito– sino
fatigado en la libertad de cuantos pude: luego no fui revolucionario,
porque de serlo, obraría contra mis propios principios...”
Pero estaba otro capítulo de acusación: su actuación en favor
de la revolución en la capaña del norte. Riofrío sabía que las cartas que
hemos leído formaban parte de los argumentos del fiscal (De la carta
de 19 o 20 de octubre diría: “me la hizo reconocer el Señor Ministro
Asesor al tiempo de la confesión”). Ese era el segundo capítulo anun-
ciado en la proposición de su pieza: “En el segundo, haré ver que nada
más conforme al mejor servicio del Rey, que la comisión que me dió la
Junta para la Provincia de Pasto”.
Entra en materia, afirmando nada menos que esto: “Haré unas
suposiciones ineluctables, y de ellas, resultará naturalmente, no sólo un
fundado descargo, sino el mérito que me labré en el servicio del Rey”.
Véase qué brillante fue el abogado y el prosista al presentar la
primera “suposición”:

Cuando se me comisionó, ya la Junta estaba reconocida por legítima,


bajo la Sagrada Religión del juramento, que prestaron sobre las Aras
todos los Cuerpos Eclesiásticos, políticos, y Militares, contándose

118
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

también la Real y pública Universidad, a quien principalmente toca


defender las Regalías, lo mismo que al Tribunal de la fe, los puntos de
Dogma (893).

La lectura en profundidad de este lugar del alegato es clara y


fuerte: toda la ciudad estuvo por el movimiento. Y, si las instituciones
que estaban llamadas a decidir se habían pronunciado por ese nuevo
gobierno, ¿qué derecho había para imponer a la ciudad, por la fuerza,
el que había rechazado?
Pero se le podía replicar con lo del miedo: no se pronunciaron
en contra por miedo al pueblo enardecido. También la posible réplica la
maneja Riofrío con brillantez, hasta culminar en una estupenda retorsio:

sin que tengan que excepcionarse, haber aprobado y jurado por miedo;
lo primero, porque procedieron con plena libertad, a fundar su apro-
bación en el comicio que se hizo en San Agustín, y aún más, libres
asitieron a prestar su juramento al siguiente día; lo segundo, porque
si la Junta fue delincuente y sediciosa, debieron oponerse a ella, aún
a costa de su sangre, cumpliendo con el juramento que tenían hecho
al incorporarse en el Claustro; y, lo tercero, porque si el miedo que se
alega, por algunos, es excepción legal, la debe ser para todos, y en
especial para mí, que se me mandó por fuerza, como se ve en aquella
cláusula, de que siga yo con la expedición sin excusa ni pretexto
alguno... (893)

En cuanto a las acciones mismas, el sacerdote tiene un fuerte


argumento en su favor: él no era militar:

debe rodar el cargo contra los q´ tenían el mando militar y no contra


mí, que sólo fui a dar a entender a esas gentes, los santos objetos de la
constitución, a impedir hostilidades y toda efusión de sangre (894)

Y una vez más, en texto que buscaba descargarlo de las acusa-


ciones de revolucionario, un alto encomio de la revolución: él fue a
Tulcán y Pasto “a dar a entender a esas gentes los santos objetos de la
constitución”.
Pero reconoce el peso de su opinión ante la Junta. Fue para
aportar humanidad y justicia a esas operaciones, en las que ha dicho no

119
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

se hallará “otra cosa que la fidelidad de la Junta al Soberano, la sumi-


sión a la Suprema Central”. De capítulo de oficio que obra en Autos,
dice:

En el precitado capítulo, representé a la Junta, los perjuicios que sen-


tirían los hacendados. si en la compra de ganados para el sustento de
la tropa, se pagasen los precios que había tasado el colector de víveres.
Se conformó la Junta con lo representado por mí, y habiendo seguido
siempre el sistema de que a nadie se perjudicase, nunca perdí de vista
lo que pagaban por carnes, quesos, etc. y que a ningún indio o mesti-
zo, se le ocupase sin el premio correspondiente (894-895)

Este era el nuevo espíritu que infundían al gobierno quiteño


los revolucionarios de mayor sensibilidad social y claro sentido de jus-
ticia.
Y, siguiendo una vieja táctica retórica, Riofrío ha dejado para el
final el argumento más fuerte de este segundo capítulo de su defensa.
Lo llama “la excepción más concluyente” y lo expone con aplastante
lógica. Resumiendo su apretada prosa: en Funes, donde hubo refriega
con los pastusos, los artilleros que hicieron fuego fueron Antonio Do-
noso, comandante del destacamento, el europeo José Ipinza y Narciso
Espinavete, “criado de V.E.”. Pero de ellos, Donoso “ni aun conoce los
umbrales de este Cuartel” y los otros dos salieron libres “sin que si-
quiera suenen sus nombres en la Vista Fiscal”. Lllegados a este punto,
se impone escuchar al brillante abogado que muestra haber sido este
cura de Píntag:

Si acierto a descubrir este misterio, quedo seguro en que el Abogado


Fiscal, confesará con la buena fe propia de su oficio, que se excedió
acriminándome en cuanto a la comisión que me dio la Junta.Digo
pues así:
Los tres autores expresados del combate ¿cometieron delito o no? Si
lo primero, le hace poco honor al Abogado Fiscal,haber hecho las acu-
saciones, no según los crímenes, sino según los nombres y apellidos
de aquéllos que no le agradaban. Si lo segundo, ¿cómo puedo ser de-
lincuente, no habiendo tenido más que una confusa noticia del hecho,
después de que los autores se reputan inocentes? (896)

120
L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO

Ha debido citar como artilleros de aquella acción a personajes


que combatieron de su lado. Detiénese en exculparlos: “ya sea porque
no hicieron más que defenderse de un ataque intempestivo, como fue
el que sufrieron, o porque obraron de buena fe, bien persuadidos de
que debían hacerlo así, en servicio del Rey y de la Patria”. La lógica de
la defensa propia sigue subterránea: si ni ellos fueron culpables, peor
él. Y llega a disculparse de haber traído en su argumento a esos perso-
najes, aprovechándose de la oportunidad para elogiarlos:

Siento íntimamente haber hecho este reparo, nombrando a tres suje-


tos que, según mi concepto, procedieron a sus gestiones, penetrados
de los sentimientos más gloriosos, por la Religión, Rey y Patria, espe-
cialmente Don José Ipinza, que es uno de los europeos que conozco,
adornado de excelentes cualidades de sencillez,honor, buen juicio y
fidelidad al Monarca (897)

Y, una vez más, en el fondo, la exaltación de la revolución


quiteña: aquellos militares lucharon por ella “penetrados de los sen-
timientos más gloriosos”.
Y le restaba “el tercer capítulo que propuse en el exordio”, que
era mostrar sus “sentimientos de amor y fidelidad a mi soberano”. Lo
introduce mostrando, documentadamente, un hermoso gesto de desin-
terés: no admitió ni un octavo de los quinientos pesos que fijó la Junta
para cada comisionado, para los gastos de viaje, “y aun suplí mi dinero
para varios gastos”. “Luego –concluye–, aún en esto di a conocer que
no fui conducido por algún fin particular, sino sólo por el deseo de
honrarme en el servicio del Rey y de la Patria”. Y prueba una vez más
haber sido buen servidor del Rey con el caso aquel de la insurrección
de Pasto que hemos referido en la parte biográfica. Para concluir

¿Y será razón, Excmo. Sr., que a un vasallo tan fiel, que no ha perdi-
do ocasión de acreditar su amor y lealtad al Soberano, a costa de su
dinero y riesgo de la vida, se le quiera infamar con la negra nota de
traidor, pidiendo contra él la pena de muerte? (898)

Era un alegato de defensa: debía probar su inocencia ante los


cargos de revolucionario de Agosto, él que lo había sido. Todos los
hombre de Agosto estaban unidos –se aprecia por múltiples indicios–

121
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

en esta conjura para defenderse del cargo de revolucionarios, para el


que las autoridades locales depuestas, resentidas y vengativas, recla-
maban la pena de muerte. No era cosa de dejarse llevar como ovejas al
matadero. En su defensa el Dr. Riofrío negó hechos que documentada-
mente podía negar, reclamando siempre que solo con hechos probados
se le podía condenar. Y no perdió oportunidad para exaltar los valores
de la Revolución quiteña. En escrito de abogado de sí mismo, amenaza-
do por la pena capital, lució el rigor de su pensamiento y la brillantez
de su prosa, a la vez que en una corriente subterránea, que varias veces
hemos visto emerger a la superficie, afirmaba lo justo del estable-
cimiento de la Junta quiteña. Su alegato fue la suprema manifestación
de la nobleza de su espíritu y de un ejemplar humanismo. Todo eso iba
a perder Quito por el alevoso asesinato del prócer.

CODA

Otros textos escribieron, sin duda, otros hombres de Agosto. Escon-


didos o destruidos cuando la sañuda persecución que siguió a la pri-
mera Junta podía haberlos usado para probar contra sus autores el
cargo de reos de Estado, no se nos han conservado. Y el brillante alega-
to de Francisco Rodríguez de Soto y Mariano Guillermo de Valdivieso,
escrito en su calidad de diputados a Cortes, elegidos por las provincias
de Quito el 26 de agosto de 1814, y fechado en Madrid, en 1820, aunque
hunde sus raíces en la Revolución quiteña de Agosto y la ilumina des-
de algún otro ángulo, nos saca fuera de la dramática inmediatez de la
prosa de los próceres que escribieron desde el vórtice de esos sucesos,
en su hora más trágica. Así que con ellos nos quedamos en este ensayo
que, en vísperas del bicentenario de la gesta, nos devuelve sus altivas,
nobles y heroicas personalidades hurgando en lo más propio y hondo
del ser humano que es su palabra, proyección de privilegiada inmedi-
atez de su pensamiento y su pasión.

Alangasí, en el Valle de los Chillos, julio de 2009

122
EL DIEZ DE AGOSTO DE 1809
ACTITUD DE LAS AUTORIDADES CUENCANAS

Homenaje a Quito desde la ciudad de Cuenca

PhD. Juan Cordero Iñiguez,


Cronista de la ciudad.
Subdirector de la Academia Nacional de Historia

INTRODUCCIÓN

Diciembre de 1808

En los últimos días de diciembre de 1808 se reunieron en el valle de los


Chillos algunos quiteños con el objeto de tomar una resolución de tras-
cendencia: a falta de una autoridad legítima en España, por la invasión
de Napoleón Bonaparte, se debía asumir el poder y empezar a demos-
trar que los españoles americanos eran capaces de autogobernarse y de
iniciar nuevos sistemas políticos con autonomía, sin dejar de reconocer
la autoridad legítima de Fernando VII, preso en Bayona, por disposi-
ción del árbitro de Europa en ese entonces.
Sin lugar a dudas, estas reuniones hechas con disimulo, son los
antecedentes más inmediatos para el desarrollo de los acontecimientos
iniciados efectivamente el 10 de agosto de 1809. Por los documentos
que hemos podido consultar, sabemos que uno de los complotados,
conversó discretamente con un fraile mercedario, quien lo denunció,
para que se iniciara una investigación judicial, a cargo de fiscales y jue-
ces de la Audiencia, que terminó en un sobreseimiento por falta de
pruebas.
Por la presión ideológica del obispo Andrés Quintián Ponte y
Andrade, bien coordinada con el poder político de Melchor Aymerich,
gobernador de Cuenca, la ciudad se pronunció abiertamente por lide-
rar la oposición a la Junta Revolucionaria de Quito y desde el 16 de
agosto, fecha de arribo de la primera comunicación oficial de los cam-
bios ocurridos en Quito, comenzó la preparación de la resistencia y de
un ejército que debía ir al norte a sofocar a los alzados.

123
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

De todo el proceso se hizo una recopilación de documentos


que fueron ordenados en un gran memorial que se envió al virrey del
Perú, quien a su vez lo remitió a la Corona. Tuvimos la oportunidad de
localizarlo en la sección Audiencia de Lima, legajo N° 803, lo hemos
transcrito y su publicación la ha hecho, en excelente edición la Univer-
sidad Alfredo Pérez Guerrero asociada con la editorial Santillana, ini-
ciando así la celebración del bicentenario del Diez de Agosto de 1809.
La transcripción de ese grupo de documentos reunidos por el
Cabildo de Cuenca entre los años 1809 y 1810, por sí solos, sin mayores
comentarios, es un claro homenaje a Quito, ciudad que inició e impulsó
la liberación política de nuestro país, por el patriotismo y el empuje de
sus ciudadanos, sin contar con el apoyo de otras regiones de la patria
que oficialmente más bien se opusieron franca y tenazmente, encabe-
zadas por las autoridades de Cuenca, Guayaquil y Popayán.1
El primer paso dado por Quito hacia el autogobierno y en un
corto tiempo dirigido ya a la independencia, impulsó no sólo la difícil
conquista de la libertad de nuestra patria, sino que lo fue también de
otras en el mundo hispanoamericano. Fue una lucha valiente y heroica
y su conmemoración debe enorgullecer a todos los ecuatorianos, que
con mejor conocimiento de la historia, llegaremos a ratificar que la fra-
se concebida por el patriota chileno Camilo Henríquez, testigo de los
hechos ocurridos en este proceso es merecida, pues Quito fue y es Luz
de América.
Con el establecimiento de la Junta Suprema, organizada y pla-
nificada desde diciembre de 1808 y ejecutada entre el nueve y diez de
agosto de 1809, se dio un paso fundamental: demostrar que los españo-
les americanos estaban en capacidad de sustituir en el gobierno a los
españoles europeos o peninsulares, quienes se sentían hasta entonces
con derecho divino y humano para estar al frente de los más altos car-
gos públicos. La Junta de Quito, en una coordinación armónica entre
algunos vecinos y estantes de la urbe, que no tenían representaciones
políticas o burocráticas, optó por deponer a las autoridades de la Real
Audiencia, con el derecho que les asistía a falta de autoridad legítima
en España. Y en esto está lo esencial y lo nuevo, frente a los tímidos

1 Los documentos son copias certificadas por los notarios y algunos se conocerán por primera
vez, pues el libro de cabildos de los años 1809 y 1810 está extraviado por lo menos desde
1920, año en el que lo pudo consultar Octavio Cordero Palacios, quien cita fragmentos de
algunas de las actas. La publicación que estamos haciendo, llena un período importantísimo
que va de agosto de 1809 hasta enero de 1810.

124
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

enfrentamientos sólo entre autoridades de origen peninsular, como


ocurrió en los movimientos de Chuquisaca y La Paz, unos meses antes.
De la lectura de los documentos que transcribimos para la obra
que hemos titulado Cuenca y el Diez de Agosto de 1809, se pueden sacar
algunas importantes conclusiones. El movimiento revolucionario fue
organizado por criollos de Quito y de otros lugares de América que re-
sidían en nuestra capital; que su iniciativa fue novedosa por ser un
movimiento plantificado al margen de las autoridades, inclusive muni-
cipales, como rezaba el antiguo derecho; que en el análisis jurídico, teo-
lógico y político renació la teoría de que el pueblo debía retomar el po-
der a falta de una autoridad legítima, hasta llegar, en la mente de al-
gunos de los más avanzados, a rechazar claramente el derecho divino
de los reyes; que hubo incertidumbre en cuanto a la forma de gobier-
no, pues pesaba una tradición de trescientos años a favor de la monar-
quía, por lo que aún se levantó la bandera del respeto y sujeción a Fer-
nando VII quien la ostentaba, aunque con indignidad, en aquellos to-
rrentosos años de la iniciación del siglo XIX; que fue una revolución de
trascendencia continental, de lo que estaban conscientes las autorida-
des españolas, por lo que quisieron liquidarla violentamente; que fue
una revolución que transformó un sistema de gobierno, pues devino en
otros de orientación constitucional y republicana; y, en fin, que se la
hizo con el sacrificio de muchas vidas, terriblemente destruidas por los
cadalsos, las balas y las bayonetas de tropas llegadas de los virreinatos
vecinos y cuyo punto de partida es la masacre del dos de agosto de
1810. Es, por lo tanto, un homenaje a todos los héroes del largo proce-
so que iniciado el 10 de agosto de 1809 sólo culminó para nuestra patria
el 24 de mayo de 1822.

UNOS POCOS PATRIOTAS EN CUENCA

También lo es para los pocos ciudadanos que simpatizaron o se


vincularon en Cuenca con los anhelos de la Junta Suprema de Quito,
que sufrieron persecuciones y sentencias de muerte por sus ideales
políticos. Varios son de otras regiones como el cubano Francisco (García)
Calderón, funcionario de la reales cajas y padre de Abdón, nuestro hé-
roe del Pichincha. Sus bienes fueron confiscados, dejando en la mayor
pobreza a su familia. Logró la libertad cuando llegó el comisionado
regio Carlos Montúfar, volvió a unirse al movimiento revolucionario

125
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

hasta que fue derrotado y condenado a muerte en diciembre de 1812.


Su esposa Manuela Garaicoa y sus hijos se trasladaron a vivir en Gua-
yaquil, desde 18132; el quiteño Blas Santos, conductor del correo de la
capital; José González, de profesión platero, natural de Ibarra, vecino de
Quito y transeúnte en Cuenca, sospechoso por sólo el hecho de prove-
nir de la capital; el quiteño Juan Antonio Terán, residente en Cuenca,
acusado de haber escrito una carta al marqués de Selva Alegre en la
que opinó que era mejor ser gobernados por patricios criollos que por
europeos y por comunicar a la Junta de Quito lo que ocurría en Cuenca;
el payanés Joaquín Tobar, interventor de correos de Cuenca, por poseer
unos versos en contra de los criollos y otros de contestación, con críti-
cas y burlas a los chapetones; también se le acusó por emitir expresio-
nes seductoras, por aprobar lo ocurrido en Quito y por tener entre sus
papeles una carta de Quiroga. Enfermó, se contagió de tercianas, y en
agonía se le trasladó al hospital donde murió. El bogotano Vicente Melo,
avecindado en Quito, portador de una carta, interceptada por los espí-
as de Melchor Aymerich, donde constaban algunos planes para incor-
porar a Cuenca en la revolución quiteña de 1809, incluyendo la captu-
ra del gobernador. Hay que añadir en esta lista a los veinticuatro sol-
dados que llegaron a Cuenca, con el sargento Mariano Pozo, quien estu-
vo vinculado con los preparativos del 10 de Agosto de 1809 y que vino
para renovar a quienes habían cumplido su período de vigilancia en
nuestra ciudad.
Por la obsesión del gobernador Melchor Aymerich y de su ins-
pirador, el obispo Andrés Quintián Ponte, todo quiteño se convirtió en
sospechoso de traición. Con su influencia consiguieron que el Cabido
cuencano aprobara una resolución relacionada con el embargo y la con-
fiscación de los bienes de todos ellos, sin perjuicio de los respectivos
juicios que se les pudiera seguir.
De entre los pocos cuencanos simpatizantes del movimiento
libertario de 1809 sobresale uno de gran nombradía en esa fecha, don
Fernando Salazar y Piedra, quien ocasionalmente firmaba también como
Francisco Guerrero Salazar y Piedra, alcalde de primer voto, que se opuso

2 En el archivo histórico municipal que reposa en el Museo Remigio Crespo Toral hay un libro
de las sesiones de las Juntas Administrativas que cubre los años de 1806 a 1851. Una antigua
numeración lo signó con el N. 56. Allí constan los razonamientos de Francisco Calderón para
oponerse a la entrega del dinero solicitado por Melchor Aymerich en agosto de 1809. Su adhe-
sión a la causa libertaria le llevó al martirio, pues fue fusilado el 4 de diciembre de 1812 en
Ibarra.

126
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

con Francisco Calderón, a entregar una suma solicitada por el goberna-


dor, por decisión de una Junta auxiliar del Cabildo, para cubrir lo pri-
meros gastos en la organización de la defensa del tradicionalismo con-
tra los revolucionarios de Quito. Tenía sesenta y un años de edad cuan-
do fue apresado y procesado, junto con Calderón y otros sospechosos.
Cuando su hermana Rosa intervino en el proceso, se le hizo saber que
debía guardar perpetuo silencio o de lo contrario se tomarían en su con-
tra otras providencias que afectarían sus bienes, su seguridad y su vida.
Los presos fueron remitidos a Guayaquil, donde les esperaba el apasio-
nado realista Bartolomé Cucalón, gobernador de esa ciudad, para exhi-
birlos en público como traidores, luego encarcelarlos y vejarlos.
De la lectura de los documentos transcritos y de otros relacio-
nados con estos años iniciales de luchas heroicas, se pueden extraer
otros nombres de personas que estuvieron por el cambio en esta hora
difícil para la patria. He aquí algunos: Joaquín Vallejo; quien después de
dos meses de estar preso sin que se le tome una sola declaración, pidió
su libertad; Miguel Fernández de Córdova, oficial de las cajas reales, por
haber participado en la redacción de los oficios enviados por Francisco
Calderón, así como por haber dicho, por declaración de testigos, que
estaba bien quitarles el mando a los chapetones y por haber redactado
un diario con el registro de los acontecimientos que, según su criterio,
lo hacía siguiendo una tradición establecida desde tiempos atrás, como
los viejos cronistas; Juan José Aguilar, portador de una comunicación
dirigida a Luis Cobos, con el nombramiento de corregidor del Cañar,
quien logró salir con una fianza; Antonio Moreno, por haber comenta-
do en Paute que en Quito pagaban a los soldados un peso diario y que
aquí sólo dos reales; Teodoro Ordóñez Pesántez, porque en Pucará había
dado la noticia de lo ocurrido en Quito; Manuel Rivadeneira, por condu-
cir comunicaciones de funcionarios de Cuenca dirigidas a la Junta. Sus
privadas libertades y en algunos casos sus vidas, fueron semillas que
prosperaron pocos años después y que dieron sus frutos el Tres de
Noviembre de 1820.
A los nombres citamos anteriormente añadimos los de otros
simpatizantes del movimiento libertario de Quito. Uno es el Pablo Ta-
mes, quien en una conversación había aprobado a la Junta de Quito;
otro es Guillermo Valdivieso, este por haber dirigido unas comunicacio-
nes a Cuenca y Loja sobre la Junta de Quito. Se le embargaron sus bie-
nes, incluyendo una recua de 500 mulas chúcaras. El regidor y fiel eje-

127
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

cutor de Loja José Maldonado fue comisionado por las autoridades de


su ciudad para que desembarguen las mulas, algunas de las cuales per-
tenecían al comerciante guayaquileño Carlos Lagomarsino y otras a
Francisco Calderón. Por una reclamación insistente de Pío Valdivieso,
se logró que se levante el secuestro, previa una fianza.

ENJUICIAMIENTOS DE LOS SOSPECHOSOS

El gobernador y el Cabildo cuencano organizaron procesos de


juzgamiento contra los que habían mostrado alguna simpatía por el
movimiento quiteño iniciado del 10 de agosto de 1809.
Eran sospechosos todos los que habían mantenido alguna
correspondencia con las nuevas autoridades de Quito, los que de cual-
quier manera, aunque sea con una expresión, se habían interesado por
la revolución. El primer paso fue el embargo, la confiscación y el rema-
te de sus bienes. Después se integró un tribunal compuesto por Juan
López Tormaleo, teniente asesor de gobierno; por el regidor José Neira
y Vélez; por Carlos Célleri, fiel ejecutor. Algunos se excusaron por te-
ner otros compromisos, y fueron sustituidos por José María Vázquez
de Noboa y por Luis José de Andrade y Hermida. Cuando hubo recu-
saciones actuaron el licenciado Miguel Gil Malo, el doctor Salvador Pe-
drosa y el doctor Juan Agustín Carrión.
Los ocho más complicados, según el criterio de las autoridades
cuencanas fueron enviados a Guayaquil, otros al Callao y unos pocos se
quedaron en Cuenca para ser juzgados por el mencionado tribunal. En
todos los lugares se les trató inhumanamente, con cepos, grillos, sin ca-
mas, sin proporcionarles por lo menos una camisa y con poca comida.
El conductor de los presos con destino a Guayaquil fue Pablo
Ylario Chica, quien se comportó inhumanamente, pues los llevó ma-
niatados, con grillos en los pies, mal protegidos del frío del Cajas y con
todo tipo de injurias y amenazas. Comenta el historiador Víctor Ma-
nuel Albornoz: “Aymerich no tiene el valor de castigar con propia ma-
no a los que juzga culpables. Los envía para que lo haga un energúme-
no, prevalido de su cargo de gobernador del Guayas, don Bartolomé
Cucalón, nacido para verdugo antes que para mandatario…”3

3 Albornoz, Víctor Manuel, “Movimiento cultural de Cuenca durante la época de la colonia. La


revolución de 1809”, en Revista Tres de Noviembre N° 37, Cuenca, enero, 1939, p. 60.

128
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

Cuando recuperó el poder el conde Ruiz de Castilla, solicitó


que los presos enviados al Callao sean devueltos a su jurisdicción. Se
les enceró en las cárceles de Quito y muchos de ellos murieron el 2 de
agosto de 1810.
Los abogados defensores, con mucho temor, sólo pudieron
acusar a los miembros del tribunal de parcializaciones, apasionamien-
to y prevención o alegaron la existencia de errores en los sumarios judi-
ciales.

BREVES COMENTARIOS SOBRE LOS DOCUMENTOS


LOCALIZADOS Y TRANSCRITOS

La serie de documentos signados en el Archivo General de


Indias como Lima 803 fue preparada por las autoridades de la ciudad
de Cuenca a fines de 1809 y a principios de 1810, según las certificacio-
nes de los escribanos y tuvo como objetivo claro la obtención de mer-
cedes a favor de la ciudad, entre las que estaba recibir la designación
de Fidelísima, que debía concederlas Fernando VII o quienes le reem-
plazaban legalmente, mientras permanecía en cautiverio bajo las órde-
nes de Napoleón Bonaparte.
Los documentos son copias certificadas de los originales que se
archivaban en la ciudad y que algunos historiadores los han podido
revisar, entre otros, Alberto Muñoz Vernaza, quien los utilizó parcial-
mente para la publicación de su obra Memorias sobre la Revolución de
Quito4, dentro de la cual hay comentarios y ocasionalmente transcrip-
ciones de fragmentos, así como otros documentos que no están en esta
recopilación preparada para los efectos antes indicados. También fue-
ron revisados y estudiados parcialmente por Octavio Cordero Palacios
y por Víctor Manuel Albornoz, aunque es él quien informa que el libro
de actas de los años 1809 y 1810 ya no se encuentran en el Archivo
Histórico del Municipio de Cuenca.
Nuestra principal aportación está en la versión paleográfica de
una copia obtenida en el Archivo General de Indias durante un progra-
ma de recuperación de documentos, iniciado por el Banco Central del
Ecuador en 1979 y continuado por varios años, cuyo resultado fue la

4 Muñoz Vernaza, Alberto, Memorias sobre la Revolución de Quito, La Unión Literaria, publi-
cada por entregas desde 1909 hasta 1911. También la publicó la Universidad de Cuenca en
1966 en su Revista Anales y en una separata.

129
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

microfilmación de miles de páginas seleccionadas por un equipo que


inicialmente estuvo presidido por el doctor José Rumazo González e
integrado por el doctor Ricardo Muñoz Chávez, por Hernán Malo
González y por el autor de esta publicación, quien tenía la calidad de
secretario y tesorero del proyecto. En Sevilla se logró la participación
del excelente historiador doctor Javier Ortiz de la Tabla, quien tomó la
dirección del equipo, una vez organizado y puesto en funcionamiento,
cuando debimos regresar al Ecuador, transcurridos dos meses. Dentro
del grupo estuvo Montserrat Fernández Martínez, quien fue la que
localizó el legajo, no en la sección que habíamos estudiado íntegramen-
te, la de la Audiencia de Quito, sino de la de Lima. Ella nos proporcio-
nó una copia al tomar conciencia de que era de sumo interés para los
ecuatorianos y en particular para los cuencanos, varios de los cuales
habíamos iniciado el proyecto que lo bautizamos con el nombre del
gran historiador José Rumazo González.
Los primeros documentos evocan una historia de honores y
servicios prestados por Cuenca a la Corona. Quienes organizaron el le-
gajo partieron de la concesión de un estandarte, por parte del Virrey
Andrés Hurtado de Mendoza, que estuvo destinado a complementar
otros dados anteriormente por el mismo: un escudo, encabezado por el
lema Primero Dios y después Vos, así como la facultad de llamarse
Muy Noble y Muy Leal ciudad de Cuenca, emitidos a fines del mismo
año de su fundación. El que encabeza esta serie dice: “El Excelentísimo
señor Virrey en virtud de los reales poderes de que está designado y en uso de
sus facultades concede licencia para que la ciudad de Cuenca pueda tener un
estandarte y en él pintadas las armas de ella para el ennoblecimiento y honra
de la dicha ciudad y sus vecinos en premio de sus servicios y lealtad. Los Reyes
a 28 de marzo de 1558.”
Después se han copiado varios documentos sobre la participa-
ción de Cuenca en la defensa de Guayaquil, amenazada en algunos
casos e invadida en otros por piratas y corsarios. También hay uno
sobre la protección del sector oriental, acosado constantemente por los
llamados jíbaros, indígenas a quienes no pudieron someterlos en el
proceso de conquista. Dicen textualmente:

1.- En el año y siglo pasado de 1687 con motivo de haber sorprendi-


do el inglés la ciudad de Guayaquil, acuerda el corregidor de esta de
Cuenca, con sus vecinos para auxiliar y defender los legítimos dere-
chos, la patria y a dicha ciudad de Guayaquil.

130
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

2.- Conviene lo obrado en el año, y siglo pasado de 1687 en esta ciu-


dad de Cuenca, colectando toda clase de armas, y alistándose en Tro-
pas revolucionarias para auxiliar la Provincia de Guayaquil que fue
sorprendida por el enemigo inglés.
3.- Acredita que la ciudad de Cuenca ha socorrido a la de Guayaquil
con gente, armas, pólvora y bastimento en las ocasiones de invasión
del enemigo a costa de los vecinos de dicha ciudad de Cuenca.
4.- El corregidor de la ciudad de Cuenca con acuerdo del Cabildo, y
previo Consejo de Guerra le da los auxilios que solicitan el Gober-
nador de las Provincias de Quito, y Macas contra los indios Jíbaros
que amenazaban.
5.- El Cabildo de la ciudad de Cuenca acuerda provenir y proviene
Tropas armadas, y el vecindario hace erogaciones para auxiliar a la de
Guayaquil contra el enemigo Inglés en los años de 1740 y 1741.

En esta articulo, hemos dado prioridad a la información sobre


los documentos relacionados con la conmemoración del bicentenario de
la revolución del Diez de Agosto de 1809, acontecimiento fundamental
en nuestra historia. Es una contribución para su estudio, debate y pro-
fundización, pues se trata de la primera transformación política dinami-
zada por quiteños, cuyos logros se consiguieron con heroísmo.
Los documentos, como primeras fuentes de información, ha-
blan por sí solos de todo lo que ocurrió en Quito desde el 10 de agosto
de 1809 hasta la finalización de ese año, así como de sus inmediatas
repercusiones en lo que pronto sería la República del Ecuador.
El equipo que se organizó para la transcripción estuvo presidi-
do por el autor de esta obra, contó con la colaboración de Paola y Felipe
Cáceres Ochoa y tuvo una revisión final del experto paleógrafo Lcdo.
Julio Delgado.

LISTA DE LOS DOCUMENTOS RELACIONADOS


CON EL DIEZ DE AGOSTO DE 1809

El expediente enviado por Cuenca consta de quince piezas o


grupos, cada uno con su respectivo título y número. Del primero he-
mos hecho ya una relación. Para este artículo son pertinentes las piezas
que van desde el número 2 hasta el 15, pues están relacionados con los
acontecimientos ocurridos en torno al 10 de Agosto de 1809. Los títulos
rezan así:

131
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Pieza N° 2
El Ilustre Cabildo en asocio de los cuerpos políticos de Cuen-
ca, celebra actas consecutivas para contener la Rebelión de Quito en
la novedad de haberse creado una nueva Junta Suprema de Gobierno
a pretexto de haberse extinguido la Central de España e Indias, y en
efecto se consigue la recuperación del legítimo gobierno hasta fines
del mes de Noviembre de 1809.

Constan los siguientes documentos: Actas del Cabildo de Cuenca del 16 y


del 17 de agosto, del 9, 14, 21 y 28 de noviembre; del 4, 12 y 28 de diciembre.

Los documentos de esta serie comienzan el 16 de agosto de


1809 cuando el Cabildo conoce los sucesos del día diez. Según las nor-
mas jurídicas de la época, a falta de autoridad, era el cabildo municipal
el que debía asumir las responsabilidades de la subrogación, pero
desde la iniciación del conflicto sus integrantes se sintieron limitados e
impotentes para llevar la grave responsabilidad de tomar decisiones
sobre tan delicada situación y por ello, las dos autoridades mayores de
la ciudad, Andrés Quintián Ponte y Melchor Aymerich, obispo y go-
bernador, ambas nacidas en España, involucraron a numerosos y des-
tacados vecinos para lograr su objetivo, el que Cuenca no apoye a la
Junta de Quito y que lidere la resistencia en el territorio de la Real Au-
diencia.
Es probable que el gobernador Melchor Aymerich ya conocie-
ra el contenido del oficio de Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Ale-
gre, presidente de la Junta Revolucionaria, porque tenía control de las
comunicaciones a través de los responsables del correo y de numerosos
espías que estaban a su servicio. Es posible que por ello quisiera com-
prometer a la mayor parte del vecindario a favor de su posición realis-
ta a ultranza, apoyada e impulsada plenamente por el obispo, Andrés
Quintián Ponte y Andrade.
Como el objetivo de la recopilación de documentos era mostrar
los méritos de la ciudad de Cuenca en defensa de la política tradicional
y en contra de la revolucionaria de Quito, se incorporaron en este gru-
po de documentos las informaciones de las últimas acciones tomadas
en torno a la formación de cuerpos militares que estaban dispuestos a
actuar contra los quiteños. Por supuesto se incluyeron los agradeci-
mientos y las recomendaciones de las autoridades superiores del Nue-

132
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

vo Mundo para las del Viejo, a favor de Cuenca. No se dejó de hacer


constar los méritos del gobernador Aymerich en toda esta lucha anti-
rrevolucionaria.

UNA ANOTACIÓN MARGINAL:


EL ENCABEZADO DE LAS ACTAS

Queremos hacer notar que en este lapso las actas del Cabildo
encabezan con la insistencia en la lealtad de Cuenca a las autoridades
de la Corona y por ello se dice, por ejemplo En la muy noble y muy leal
ciudad de Santa Ana de Cuenca (08 de noviembre de 1809) o En la muy
noble y siempre leal ciudad de Santa Ana de la Nueva Cuenca (4 de diciem-
bre de 1809) o en esta noble y siempre fidelísima ciudad de Cuenca (10 de
octubre) o En la muy noble ciudad de Santa Ana de Cuenca del Perú (28 de
septiembre de 1809). Hay incluso un encabezado con un error cometi-
do por el escribano público Ignacio Pazmiño, pues se dice En esta muy
noble y muy leal ciudad de la Concepción de Cuenca del Perú. (26 de agosto),
pues esa advocación de la Virgen María corresponde a la ciudad de
Loja. Por último, hay una simplificada que dice solamente Santa Ana de
la Nueva Cuenca en el Perú.

Pieza N° 3
El Marqués de Selva Alegre, y los Individuos vocales de la
Junta Revolucionaria, remiten avisos de la nueva planta de Gobier-
no, dirigen Cédulas, y Reales Ordenes, sobre provisión de nuevos
Magistrados, y extinción del Ramo de Tabacos, y precio doble del
papel Sellado, cabezón de Haciendas, y otros particulares, con que se
comprueba la rebelión contra los Soberanos Derechos.

Están tres oficios del Presidente de la Junta Suprema de Quito


dirigidos al Cabildo de Cuenca el mismo día 10 de agosto; un oficio del
marqués de Selva Alegre al obispo de Cuenca Andrés Quintián Ponte
y Andrade fechado el 12 de agosto; tres oficios del mismo marqués a
Melchor Aymerich, fechados el 12, el 14 y el 21 de agosto; un oficio de
Juan Larrea a Sebastián José López Ruiz del 21de agosto; tres de Vi-
cente Peña Herrera: uno a Manuel del Pozo y Pino, del 22 de agosto,
otro a administrador de correos, escrito en la misma fecha y, un terce-
ro al Ayuntamiento de Cuenca del 23 de agosto; un oficio de Manuel

133
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Rodríguez Quiroga al administrador de correos, con fecha 22 de agos-


to; un oficio de Fermín Recalde de Alausí al administrador de correos
de Cuenca, escrito el 24 de agosto; una copia de la real orden extin-
guiendo el ramo de tabaco, fechada el 12 de agosto (de esta hubo varias
copias porque llegaron a diversas personas); un oficio de Juan Larrea a
Atanasio Olea de 17 de agosto; un auto de obedecimiento suscrito en
Alausí el 21 de agosto; copia de un pasaporte dado por Ramón Puyol
y Ximénez, administrador de correo de Riobamba a José Espinosa,
dado el 19 de agosto; una razón del día y hora que llegó el conductor a
Cañar, del 21de agosto; una carta de Mariano Guillermo Valdivieso a
Manuel Chica del 16 de agosto; una carta de Xavier Montúfar desde
Riobamba a Manuel Chica, con fecha 19 de agosto; el título de gober-
nador de Cuenca a favor de José Neyra, de 16 de agosto; un oficio del
marqués de Selva Alegre para José Neyra de 17 de agosto; una carta de
José Ignacio Checa a José Neyra de 17 de agosto; una carta de Juan
Salinas sobre los soldados que mudarán el destacamento de 17 de agos-
to; varias propuestas de nombramientos de abanderados de las nuevas
milicias de 14 de agosto; una carta de José Sánchez de Orellana a su
primo, de 15 de agosto; el título de asesor del gobernador a favor de
Pablo Ylario Chica, de 16 de agosto; una carta de José Ignacio Checa a
Pablo Ylario Chica de 17 de agosto; la Arenga del marqués de Selva
Alegre de 16 de agosto. (Esta ha sido transcrita varias veces, pues lle-
garon a diversos destinatarios); una carta de Guillermo Valdivieso a su
hermano Pío y otra del mismo dirigida a José Maldonado, ambas del
17 de agosto; una carta de José Ignacio Checa a Francisco García
Calderón de 17 de agosto; una carta de José Sánchez de Orellana al
obispo Andrés Quintián, de 17 de agosto; un pasaporte concedido por
Juan de Dios Morales a Vicente Melo, de 17 de agosto; un oficio del
marqués de Selva Alegre al gobernador de Cuenca, de 17 de agosto;
una carta desde Biblián de Pedro López de Argudo al Cabildo sobre
retención de la correspondencia portada por Vicente Melo, de 25 de
agosto; una copia de un acta del Cabildo de Quito enviada al Cabildo
de Cuenca el 23 de agosto; la resolución del Cabildo de Cuenca sobre
el obedecimiento sólo a la Junta Suprema que reside en Sevilla, del 27
de agosto; una copia de la carta del marqués de Selva Alegre al obispo
de Cuenca, de 21 de agosto; la contestación del obispo de Cuenca al
marqués de Selva Alegre dada el 28 de agosto; un auto de los senado-
res de la sala del crimen sobre juicios verbales para agilitar los trámi-

134
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

tes, dado el 26 de agosto; copia del nombramiento de Vicente Argudo


como juez pedáneo de Chunchi de 28 de septiembre; un pasaporte para
José María Palacios, dado por Juan Pío Montúfar el 18 de septiembre;
una copia del oficio del administrador de correos de Cuenca al de
Quito de 14 de septiembre; una respuesta dada al anterior oficio de 22
de septiembre; un oficio del conde Ruiz de Castilla sobre José Ignacio
Checa dado el 12 de septiembre; dos oficios de Felipe Fuertes Amar,
uno a su tío el virrey Antonio Amar y otro a Melchor Aymerich de 17
de agosto y de 18 de septiembre, respectivamente; un oficio de José
Ignacio Checa al Cabildo de Cuenca. 07 de diciembre; y, un oficio de
Antonio de la Peña a Manuel Rada, de 1 de octubre.
Como se puede deducir de la enumeración, este grupo de do-
cumentos está integrado por las comunicaciones oficiales de parte de la
Junta Suprema de Quito dirigidas al Cabildo cuencano, incluyendo la
lista de nuevas autoridades, sus tratamientos, remuneraciones, etc.
También se han incorporado otros, de carácter privado e incluso anó-
nimos, que muestran otras facetas de análisis del pensamiento de va-
rias personas de diversa jerarquía social sobre los acontecimientos del
Diez de Agosto.
Las arengas de Juan Pío Montúfar, varias veces transcritas, así
como las de Rodríguez Quiroga y los comentarios que se hacen inclu-
yen aspectos doctrinarios, temas políticos y hasta reflexiones filosóficas
y teológicas que dan testimonio de las corrientes en vigencia en aque-
lla época. Particularmente son dignos de un profundo análisis los co-
mentarios del obispo Andrés Quintián Ponte.
Se copian varias veces algunos documentos emitidos por la
Junta, como por ejemplo el relacionado con la extinción del ramo de ta-
bacos y las reformas sobre el cabezón y el papel sellado, o los intercep-
tados por el servicio de espionaje, como el nombramiento de goberna-
dor de Cuenca para José Neyra, quien lo rechazó y se puso a trabajar
intensamente con las autoridades de la ciudad para demostrar su leal-
tad y suprimir cualquier sospecha que se tenga de él. Igual cosa pasó
con las comunicaciones enviadas a Pablo Ylario Chica, quien debía sus-
tituir al asesor Juan López Tormaleo. También se incluye el pasaporte
dado por Juan de Dios Morales a favor de Vicente Melo, a quien se le
apresó y enjuició.
Además, se han transcrito comunicaciones particulares como
la de José Sánchez de Orellana sobre la conformación de la Junta, la

135
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

información de los hechos del diez y días subsiguientes con detalles


minuciosos y la formación de una Falange militar. La arenga de Juan
Pío Montúfar destinada a Francisco Calderón vuelve a transcribirse así
como cartas privadas del marqués.
Dentro de esta documentación está la resolución oficial del Ca-
bildo de Cuenca, emitida el 27 de agosto de 1809, de no obedecer a otra
Junta que no sea la que reside en Sevilla. Este es el documento que
recoge oficialmente el pronunciamiento de Cuenca, pues hasta enton-
ces, había ciertas cavilaciones y dudas.
Un oficio dirigido por Juan Pío Montúfar al obispo Andrés
Quintián es objeto de una larga respuesta, llena de datos históricos de
las resoluciones que se habían tomado en España sobre las diversas
juntas, así como algunas reflexiones y consejos, surgidos aparentemen-
te de la humildad de un pastor y que conducían a pedir que deponga
su actitud y que se vuelva a la situación anterior al Diez de Agosto.
Predice que lo que se ha hecho causará graves daños y que no le gus-
taría ser testigo de ellos, concluyendo que él se ofrecía como víctima
propiciatoria para aplacar la ira divina.
Consta en este grupo de documentos el establecimiento de los
juicios verbales para acelerar la administración de justicia, tema sobre
el que se habían quejado permanentemente los vecinos.
Es amplia la documentación sobre José Ignacio Checa, gober-
nador de Jaén de Bracamoros, que estuvo en Cuenca cuando ocurrie-
ron los sucesos del Diez de Agosto, con los que estuvo vinculado; sin
embargo, cambió de bando, dirigió una parte del ejército contrarrevo-
lucionario y a pesar de ello se le retuvo hasta diciembre, mes en el que
le dejaron pasar a su destino, después de comprobar reiteradamente su
lealtad.
Por ser particularmente interesante, transcribimos la primera acta de
esta serie de documentos.

/P. 125/
En la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santa Ana de Cuenca a los
diez y seis de agosto de mil ochocientos y nueve. Los Señores Coronel
de los Reales ejércitos, Don Melchor de Aymerich, Gobernador Político
y Militar de esta ciudad; Don Fernando Guerrero y Salazar, Alcalde
Ordinario de primer Voto; Don José María Noboa, Alcalde Ordinario
de Segundo Voto; y, Doctor Don Joaquín Salazar, Abogado de la Real

136
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

Audiencia y otros, de este Muy Ilustre Cabildo, sin asistencia de los


demás Señores por ausencia según la razón dada por el Escribano de
este dicho Cabildo expresando, que aunque Don Ignacio Dávila Regidor
Decano estaba en esta Ciudad y casa de su morada se había retirado a
la Quinta de su propiedad distante de ella, etc. Hallándose juntos y con-
gregados en esta Sala a las doce horas de su día a efecto de abrir un
Pliego que acaba de llegar con nema para este Muy Ilustre Cabildo,
franqueado con Sello de la Administración de Correos de Quito al pare-
cer, y despachado, según un rótulo que se halla en el mismo nema, por
el Presidente de la Suprema Junta; acordaron los Señores /126/ que por
la total falta de los Señores Regidores ausentes en el campo se convoca-
se para efecto de abrir dicho Pliego a los Sujetos más expertos de esta
Ciudad, como son: el Prebendado Doctor Don Tomás Borrero, Doctor
José María de Landa, Secretario del Ilustrísimo Señor Obispo, Don
Antonio Soler, Tesorero Oficial Real, Don Antonio García y Trilles,
Administrador de Correos, Don Juan Rivera, Contador del Real Ramo
de Alcabalas, Don José Herze, y el Doctor Don Nicolás Mosquera, y
que los relacionados ratifiquen antes de todo el Juramento debido de
fidelidad al Soberano, Don Fernando Séptimo y en su Real nombre a la
Suprema y Real Junta Central que gobierna el Reino, de amor a la
Patria, y de guardar secreto en todo lo que se tratare y acordare, con lo
cual se concluyó este acuerdo, y lo firmaron los Señores por ante mí de
que doy fe.
Melchor Aymerich.– Fernando de Salazar y Piedra.– Lcdo. José María
Vásquez de Noboa.– Dr. Joaquín de Salazar.– Antonio José Villavi-
cencio y Andrade, Escribano Público de Cabildo y Real Hacienda;
inmediatamente comparecieron los Señores electos y previa licencia del
Ilustrísimo Señor Obispo Diocesano por lo que hace a los Doctores Don
Tomás Borrero, y Doctor Don José María Landa y Ramírez, inteligen-
ciados del acuerdo que antecede rectificaron el juramento en /127/ toda
forma de Derecho a presencia de los Señores Gobernador, y Alcaldes
Ordinarios con arreglo a los particulares contenidos en dicho acuerdo
expresando que así lo juraban: en su consecuencia, se abrió el referido
Pliego que visto se encontró que contenía un oficio dirigido de dicha
Ciudad de Quito a los diez de Agosto presente, firmado al parecer por
el Señor Marqués de Selva Alegre, comunicando que el Pueblo de dicha
ciudad temeroso de ser entregado a la Dominación Francesa se ha con-
gregado, y declarado haber cesado legítimamente los Magistrados en las

137
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

funciones que tenía la Junta Central, y que en su consecuencia había


creado otra igual Suprema Junta interina con el tratamiento de Ma-
jestad para que gobierne en nombre del señor Don Fernando Séptimo
(que Dios guarde) mientras su Majestad recupera la península o viene
a imperar en América, eligiendo de Presidente de ella, a el referido señor
Marqués de Selva Alegre, con tratamiento de Alteza Serenísima: y que
lo participaba a este dicho Muy Ilustre Cabildo para su inteligencia y a
fin de que elija y nombre representante de este cuerpo con el Sueldo de
dos mil pesos anuales, según la disposición Soberana del Pueblo: en este
estado se hizo presente /128/ y concurrió el Señor Regidor Decano Don
Ignacio Dávila y con su acuerdo dijeron: que por cuanto la materia a
que se contrae el citado oficio exige una madura consideración para
resolver lo conveniente sobre ella, acordaron que en primer lugar se
pase oficio a el Señor Gobernador, Subdelegado de esta Ciudad a fin de
que en Junta de Real Hacienda disponga la extracción del Dinero para
el Sueldo de cien hombres que el mismo Señor Gobernador deberá poner
inmediatamente sobre las Armas para la defensa en los casos que ocu-
rran en obsequio en los derechos del Nuestro Augusto Monarca el
Señor Don Fernando Séptimo, de la Patria, y la Religión por el tiempo
que se conceptúe conveniente: en segundo, que pasen dos Comisionados
a la ciudades de Guayaquil y Loja, llevando consigo testimonio del rela-
cionado oficio del Señor Marqués de Selva Alegre, y un exhorto en
forma para que los Jefes y Cabildos de una y otra ciudad se sirvan remi-
tir a esta en calidad de auxilio cien hombres, y los más que se propor-
cione con las correspondientes Armas, mediante a convenir así para el
mejor servicio del Rey Nuestro Señor, de la Patria, y de la Religión: pre-
venidos los comisionados de reflexionar las circunstancias /129/ en cada
lugar y según ella, entregar los pliegos que conduzcan atendiendo siem-
pre el servicio de Nuestro Soberano y de la Patria: que para los gastos
necesarios de conducción de los expresados Comisionados se extraigan
trescientos pesos del caudal de propios, bajo el libramiento, partida y
libro respectivo, y se entreguen los cien pesos al que debe pasar a Loja,
y los doscientos al destinado para Guayaquil, con la calidad de que se
les reintegrará del mismo caudal los mayores costos que impendan: que
dichos comisionados lo sean los doctores: Don José María Landa, y don
Joaquín de Salazar y Lozano, el primero para la ciudad de Loja, y el
segundo para la de Guayaquil, dándoseles por el Gobierno los despa-
chos, y órdenes conducentes para que los Tenientes y Mandones de los

138
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

Pueblos del tránsito auxilien con cuanto convenga a la pronta expedi-


ción: advertidos los citados comisionados de guardar toda reserva acer-
ca de los objetos de sus destinos hasta el arribo a los expresados lugares,
que así mismo se pase otro despacho, y testimonio del ya referido oficio
al Excelentísimo Señor Virrey de Lima, a efecto de que su Excelencia se
sirva auxiliar a esta Provincia en obsequio de los derechos de la Nación,
con doscientos hombres de tropa, junto /130/ con los resguardos y per-
trechos debidos: que se dé cuenta a la Junta Suprema Central que go-
bierna en nombre de su Majestad, nuestro suspirado Señor Don Fer-
nando Séptimo, y al Excelentísimo Señor Virrey de este Reino para que
inteligenciados de lo precedido se sirvan dictar las Providencias conve-
nientes que se dan en el buen servicio del Rey, la Patria y la Religión:
reservándose proveer acerca de lo principal del oficio del memorado Se-
ñor Marqués de Selva Alegre para la siguiente Junta que deberá cele-
brarse el día diez y ocho del que rige.
Con lo cual se concluyó esta Acta que las firmaron los Señores que la
componen de que doy fe.
Y de que así mismo acordaron los dichos Señores que su Señoría el Se-
ñor Gobernador que preside esta Junta, tome y dicte, todas y cualesquie-
ra providencias que juzgase ser más conveniente al mejor servicio del
Rey y de la Patria, y últimamente que el mismo Señor Gobernador des-
pache las órdenes necesarias para que todos los Señores Regidores que
se hallan ausentes se dirijan a esta Ciudad, sin excusa ni pretexto algu-
no, y bajo la multa de cincuenta pesos aplicados a disposición de esta
Junta, en el día que recibieren dichas órdenes.
Melchor Aymerich.– Fernando de Salazar y Piedra.– Licenciado José
María Vásquez /131/ de Novoa.– Ignacio de Dávila y Astudillo.– An-
tonio Soler.– Tomás Borrero.– Doctor José María de Landa y Ramírez.–
Antonio García.– Doctor Joaquín de Salazar.– José de Herze.- Juan de
Rivera.– Nicolás Mosquera.– Ante mí José Villavicencio y Andrade
Escribano Público de Cabildo y Real Hacienda.

Pieza N° 4
Varios Individuos residentes en la Ciudad de Quito, remiten
papeles seductivos al nuevo sistema creado el día Diez de Agosto, y
se reservan de orden del Ilustre Ayuntamiento, para evitar la propa-
gación en la de Cuenca.

139
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Constan los siguientes documentos: Carta de Francisco Xavier


Salazar al gobernador de Cuenca. 22/Ago/1809; Carta de Antonio Te-
jada al gobernador de Cuenca. 22/Ago/1809; Copia de la arenga del
marqués de Selva Alegre. 22/Ago/1809; Copia de la arenga de Manuel
Rodríguez Quiroga. 22/Ago/1809; Carta de Vicente Viteri al Obispo de
Cuenca. 22/Ago/1809; Carta de Antonio Erdoiza a Antonio García. 23
/Ago/1809; Carta de Rudesindo Toral a Mariano Crespo. 22/Ago/
1809; Carta de Juan de Dios Morales a Antonio García. 23 /Ago/1809;
Carta de Antonio Tejada a Tomás Borrero. 22/Ago/1809; Carta de
Cristóbal Gómez a Tomás Borrero. 22/Ago/1809; Carta de José Paz
Albornoz a Fausto Sodupe. 22/Ago/1809; Carta de Luis María Torres
a Mariano Pozo. 22/Ago /1809; Copia de la Arenga de marqués de Sel-
va Alegre. s.f. (Una copia más); Copia de la Arenga de Manuel de Ro-
dríguez de Quiroga. s.f. (Una copia más); Manifiesto del Pueblo de
Quito. Defensa de la Junta Suprema. (Sin fecha); Empleados de la
Junta. Detalle. 22/Ago/1809; Carta de Luis María a su padre. 22/Ago
/1809; Arenga de Manuel Rodríguez de Quiroga. (Una copia más, sin
fecha); Arenga de Juan Pío Montufar. s.f. (Una copia más, sin fecha);
Carta de Antonio Mateo Venegas a Santiago Lozano. 22/Ago/1809;
Cuartetas dobles contra los Quiteños. s.f.; Maldición de Cuenca. s.f.;
Carta a Manuel Arízaga. s.f.; Carta de Mariano Salazar a Manuel Arí-
zaga. s.f.; Carta anónima a Mauricio Salazar. 22 de /Sep/1809; Carta a
Joaquín Salazar y Lozano. s.f.; Carta a Joaquín Salazar y Lozano del
Asesor de Rentas y Correos. 07/Sep/1809; Carta anónima a Inicia
Álvarez. 22/Sep/1809; Otra carta anónima a la misma. 22/Sep/1809;
Otra carta anónima a la misma. s.f.
Es de sumo interés este conjunto de documentos sobre las recrimina-
ciones de cuencanos y quiteños en torno a su participación en la revo-
lución o en la contrarrevolución, partiendo de los versos escritos bajo
la denominación de Maldición de Cuenca y los comentarios que se hacen
en cartas particulares. Revelan los antagonismos regionales que existí-
an desde entonces y que aparecían en décimas, como las famosas del
padre Juan Bautista Aguirre o en estas menos famosas, pero muy duras
e insultantes.

140
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

Cuartetas dobles contra los Quiteños

¿Quién es el Perro halagüeño? Con qué tizne tan atroz


Quiteño has marcado tu Nación
¿Que aunque muerde hace que lame? pregonando irreligión
Infame Quiteño, sin ley, sin Dios.
¿Por esencia engañador? ¿Quién es de lo ajeno dueño?
Traidor Quiteño
¡Para afuera adulador! ¿Que de uñas toca arrebato?
Mastín retrato del diablo Gato
¿no me entiendes? Contigo hablo ¿Por Quiteña institución?
Quiteño, infame, traidor ladrón
¿Quién es el sabio en despeño? sape, sape picarón
Quiteño trapacista conocido
¿Que discurre poco a poco? pues eres, serás y has sido
Loco Quiteño, Gato, Ladrón
¿Y al fin pare con garabato? Maldito seas tirano
Insensato si insistes en tu osadía
Vuelve ente un corto rato Y sigues con rebeldía
Mira que estás delirante contra nuestro Soberano:
Y os muestras sabio ignorante Dios te deje de su mano,
Quiteño loco insensato mil rayos despida el cielo,
¿Quien es el Monarca en sueño? la tierra se abra a celo,
Quiteño los fieles su ira descarguen,
¿Puesto en solio cual Luzbel? y los demonios te carguen,
Infiel al Infierno sin consuelo.
¿Audaz, vil y presuntuoso? Morlacos la Religión
Orgulloso grita a voces en el día
Tu fin será lastimoso Deponed la cobardía,
otro que de Satanás: y mirad por la oración:
Napoleón, y algo más tratad pues en la ocasión
Quiteño, infiel, orgulloso que aquí se esta meditando
¿Quién está en pérfido empeño? id vuestros bienes guardando
Quiteño y tened en el lugar
Negando obediencia al Rey sólo en vuestro meditar
Sin ley Religión, Patria, y Fernando.
¿Rebuznando en ronca voz? Tomad las Armas en mano
Sin Dios y a esa Quito fementida

141
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

enseñadle que es debida de la quítense mudanza,


la obediencia al Soberano: y muy pronto en la ocasión
Con un furor inhumano vea su fin la presunción
desolad esa esperanza de Don Juan de Sancho Panza

(Maldición de Cuenca.)
277
Quito infiel, traidor fatal Se confirmó tu osadía
centro de la obscenidad perdió el velo tu maldad
depósito de maldad y viene a ser Ciudad
esencia del mismo mal: corte de Bellaquería:
¿quién te hizo Junta Central? ya plantó la picardía
¿quién te dio tanto poder? su trono con altivez
¿para que vengas a ser Quito de corte te ves,
corte central despotismo? Pero corte de traidores
no hay duda tu fanatismo ya verán tus Protectores
en la nada se ha de ver. de su fortuna el revés.

La contestación es, igualmente, muy subida de tono:

Recibí tu carta, y con ella las cuartetas que me pones, linda, alhaja,
como tuya, y así dile al que las hizo, que si esta ciudad tan ridícula no
le hubiera dado curia a ese de Cuenca, no supiera la Burra silvestre ni
aún rebuznar, como ahora rebuzna, ni supiera moverse como ahora
da coces contra su Maestra. Con razón dijo David y quizá hablando
con los Morlacos: No lite fieri Sicut Equus et mulos, quibus non
est intelectus. Pero ya es preciso dispensar la bestialidad voraz con
que ese maldiciente hiere a quién le quiso hacer racional; y así deci-
mos con nuestro maestro, y Redentor: Pater demite illis: non enim
seicunt quid faciunt. Y te digo que si tú no fueras de la misma raza
no me hubieras enviado semejante Papel con tan crasa e insultante
imprudencia, el que te lo vuelvo para que lo metas en el trasero del
mulón que lo hizo, y no me escribas más.

(Dice el interesado que el que escribió es el presbítero Don


Pedro Roa.)

142
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

UNA NOTA SOBRE EL ESPIONAJE

Hubo espionaje a fines del siglo XVIII y a comienzos del XIX,


sobre todo de la correspondencia. En Cuenca se incentivó más durante
el proceso independentista, con el impulso dado por el gobernador
Melchor Aymerich. Los patriotas se valían de viajeros de confianza pa-
ra enviar los documentos reservados, pero había en los caminos perso-
nas que revisaban minuciosamente las cargas y si pasaban un primer
registro había otro, más detallado, como ocurrió con una documenta-
ción enviada por medio del comerciante quiteño Manuel Rivadeneira,
detenida en el Hato de la Virgen, cerca del Nudo del Azuay. En un
registro inicial no se encontró nada, pero en un segundo se descubrió
un entripado donde estaban varias cartas enviadas al Presidente de la
Junta Suprema por el alcalde Fernando Salazar y Piedra, por el conta-
dor real Francisco Calderón y por Juan Antonio Terán.
También por el lado contrario se practicaba el contraespionaje,
cuando se descuidaban las autoridades, se capturaban también las
comunicaciones. Esto pasó, por ejemplo, cuando el joven quiteño An-
tonio de la Peña, interceptó una carta de Pedro Calixto, quien traicio-
nando a la Junta Suprema, se dirigía a Melchor Aymerich para que ata-
cara a los patriotas.
La mayor parte de los procesos seguidos contra los simpatizan-
tes del movimiento libertario del Diez de Agosto, tuvieron como prue-
bas las cartas capturadas por este sistema.

Pieza N° 5.
El Ilustrísimo. Señor Obispo Doctor Don Andrés Quintián, y
Venerable Cabildo a consecuencia de lo pedido por el Ilustre Ayun-
tamiento acuerdan dar por vía de préstamo todos los caudales de su
pertenencia para el costo de los gastos de la defensa de los Derechos
Sagrados de la Religión, Rey, y Patria contra el nuevo sistema revo-
lucionario de Quito.

Constan los siguientes documentos: Acta del Cabildo Eclesiástico de


Cuenca. 22/Ago/1809; Oficio del Cabildo Eclesiástico al Ayuntamiento
de Cuenca.22/Ago/1809; Acta del Cabildo Eclesiástico de Cuenca.
23/Ago/1809; Oficio de Andrés Quintián a Melchor Aymerich. 24/
Ago/1809; Acta del Cabildo Eclesiástico sobre el Juramento de fideli-

143
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

dad de las comunidades religiosas. 12/Sep/1809; Oficio del Obispo de


Cuenca al Tesorero de diezmos. 26/Oct/1809.
Estos documentos prueban la activa participación del obispo
Quintián Ponte y Andrade en la lucha contra la Junta Suprema de Qui-
to. Aquí pone a órdenes de las autoridades civiles los caudales que le
correspondían a la Iglesia y da a conocer la renovación del juramento
de las diversas comunidades, de lealtad al Rey y a su junta de Sevilla,
desconociendo la de Quito.
Fue alta la suma que se entregó en calidad de préstamo, que
nunca fue repuesta, aunque una parte de ella estaba prevista para la
instalación del Seminario, aprobado desde 1803 y que debía tener un
edificio adecuado. El monto ascendió a 49.956 pesos.5

Pieza N° 6
El señor Gobernador de Guayaquil, a consecuencia de los avi-
sos del Ilustre Cabildo de Cuenca se allana a la coligación de la defen-
sa de la justa causa contra el sistema de Quito, e incluye los papeles
públicos de odio, y abominación contra la Junta revolucionaria.

Están los siguientes documentos: Copia del exhorto del Go-


bernador de Guayaquil al marqués de Selva Alegre. 24/Ago/1809;
Proclama de Bartolomé Cucalón a los Guayaquileños. 24/Ago/1809;
Oficio de Bartolomé Cucalón al Ayuntamiento de Cuenca sobre auxi-
lios militares. 27/Sep/1809; Oficio de Bartolomé Cucalón al Ayunta-
miento de Cuenca sobre el arribo de los cabos y soldados apresados.
02/Sep/1809; Copia del segundo exhorto del Gobernador de Gua-
yaquil. 04/Sep/1809; Oficio sobre la causa seguida contra Jacinto Beja-
rano. 13/Sep/1809; Oficio de Bartolomé Cucalón a los guarandeños.
13/Oct/1809; y, Carta oficio del Gobernador de Guayaquil al de
Cuenca sobre asuntos militares. 19/Oct/1809.
Este grupo de documentos muestran claramente que Guaya-
quil, con su gobernador a la cabeza, estuvo totalmente opuesto a la Jun-
ta de Quito y que se preparó, conjuntamente con Cuenca, para enfren-
tarse bélicamente, ofreciendo resistencia, bloqueando el comercio y
5 El total de dinero que salió de las cajas reales de Cuenca para atender las solicitudes del
gobernador Melchor Aymerich en su afán de luchar contra la Revolución Quiteña fue de
94.213 pesos, pues a los prestados por el Seminario hay que añadir los tomados de la masa
común de la real hacienda, los correspondientes a depósitos particulares y a la caja de conso-
lidación.

144
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

preparando el ejército que marcharía sobre Quito. Bartolomé Cucalón


tenía mayor jerarquía que Melchor Aymerich y había recibido ciertas
facultades que le daban más poder, lo que incomodaba al gobernador
de Cuenca, quien quería atacar a toda costa y con solo sus fuerzas, para
someter a la Junta de Quito, mientras el gobernador de Guayaquil man-
tenía ciertas indecisiones, en espera de los refuerzos pedidos, lo que
después fue censurado por las autoridades españolas. También Cuenca
había pedido refuerzos al virreinato del Perú, para este mismo fin.

Pieza N° 7
Los Vecinos y moradores de la Ciudad de Cuenca manifies-
tan voluntariamente valeroso entusiasmo en defensa de los sagrados
derechos de la Religión, del Rey, y de la Patria con abominación a la
supuesta Junta erigida en Quito el día diez de Agosto de mil ocho-
cientos nueve, y en el acaecido de la noche del veinte y cuatro del
mismo mes y año.

Constan los siguientes: Certificado de la falsa alarma difundida en


Cuenca el 24 de agosto. 26/Ago/1809; Certificado de la falsa alarma
difundida en Cuenca el 24 de agosto. 26/Ago/1809. (Otro documento);
Certificado de la falsa alarma difundida en Cuenca el 24 de agosto.
29/Ago/1809; Certificado de la falsa alarma difundida en Cuenca el 24
de agosto. 27/Ago/1809; Certificado de la falsa alarma difundida en
Cuenca el 24 de agosto. 28/Ago/1809; Oficio de los Diputados de
Azogues. 25/Ago/1809; Junta de guerra realizada en Cañar.
08/Sep/1809.
El 24 de agosto corrió la noticia de que las tropas de la Junta
Suprema de Quito estaban por invadir Cuenca y someterla a la fuerza.
Se desconocía al que propagó el rumor, pero toda la ciudad se movili-
zó desde la nueve y media de la noche al llamado de la generala (pare-
ce que se trata de un gran tambor) y de las campanas de todas las igle-
sias. Hombres, mujeres, niños, ancianos, curas, religiosos, indios e in-
dias, campesinos, vecinos blancos, mestizos, y personas provenientes
del Valle, el Ejido y Baños acudieron con todo tipo de armas, con palos
y con piedras sacadas de las calles empedradas. Todos querían luchar
y vencer, demostrando total lealtad a las autoridades españolas.
Los informes coinciden en que hubo mucho fervor, que el obis-
po inicialmente huyó fuera de la ciudad y que cuando se vio que era
falsa la noticia, fue traído y llevado a su palacio episcopal.

145
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Este tumulto se puede comparar al que ocurrió en 1739 contra


el médico Juan Seniergues de la misión geodésica. También volvió a
repetirse en la defensa de la ciudad en 1896 cuando fue tomada por las
tropas de Eloy Alfaro. Todos estos actos populares iban en contra de los
que atentaban contra la ciudad o la religión católica, agredida por
extraños. Azogues se unió a esta actitud de los cuencanos.
Insertamos una de estas informaciones hechas con todas las for-
malidades y con el mismo fin de congraciarse con las autoridades espa-
ñolas.

Yo el Escribano Público de los del número de este Gobierno e Inten-


dencia de la Real Renta de Correos, y de bienes de difuntos: certifico
en virtud de mandato Superior a todos los Señores y demás personas
que la presente vieron, ser cierto y constarme ocularmente, que la
noche del veinte y cuatro del presente, hallándome en mi Casa a cosa
de las nueve golpearon la puerta de calle, avisando a gritos que había
invasión en la Ciudad, de parte de la Gente de Quito con cuya nove-
dad, y la de haberse prevenido por acto promulgado de orden de su
Señoría el Señor Gobernador Intendente, de que cuando hubiese nece-
sidad, y se toque la generala, concurriesen todos a la Plaza mayor, lo
verifiqué porque inmediatamente no sólo se tocó la generala, sino
también se hizo aviso por medio de las campanas de las Iglesias; y
cuando llegué al sitio Señalado quedé asombrado de ver innumerables
Gentes, que de todos, los Barrios concurrieron sin excepción de Sexo,
ni edades; armados del modo posible con Lanzas, Espadas, Palos y
Piedras, con que acudían especialmente las mujeres, llegando a tal
término el empeño de estos Vecinos que hasta los eclesiásticos con
hábitos talares se presentaron con Espada en mano, y adonde se per-
cibía el más leve rumor, se precipitaban con un coraje /328/ de modo
y espíritu militar, que parecían Fieras enardecidas desesperados si de
no tener objeto en quien desfogar el entusiasmo y furor de que se
hallaban poseídos, aclamando progresivamente con vivas, la domina-
ción de nuestro Augusto y Católico Monarca el Señor Don Fernando
Séptimo, y la Junta Suprema Central de España que a su nombre
gobierna como también aclamaban, y ratificaban la Subordinación a
su Señoría Ilustrísima el Señor Doctor Don Andrés Quintián Ponte
y Andrade y de su Señoría el Señor Gobernador Intendente que con
heroico denuedo expuso su respetable Persona, siguiendo su ejemplo

146
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

los demás Señores Jueces, Regidores, Subalternos, Capitanes, la no-


bleza, etc., a todo trance a la frente de este noble y Leal Pueblo: bien
que luego se serenó la conmoción popular porque algunos oficiales en
caballerías discurrieron las entradas de la Ciudad, y no hallaron ene-
migo alguno, y hasta ahora ignoro que principio hubiese tenido la
novedad del avance de los enemigos; y aunque no hubo acción algu-
na de Guerra, pero ha sido loable este movimiento, por haber dado este
Pueblo una completa prueba de su Lealtad, valor y Subordinación,
con que han quedado los Superiores complacidos, perfectamente /329/
satisfechos, de que si llegase el caso rendirán estos nobles vecinos el
último aliento de su vida, y la más mínima gota de su Sangre, en de-
fensa de la Religión, de la Patria y del Rey nuestro Señor. Igualmente
me causó asombro el haber visto al día siguiente las Partidas de Pie-
dras que quedaron en las calles: también he oído por de cierto que del
Pueblo de San Juan del Valle, que está inmediato, a esta se conduje-
ron como doscientos hombres de Caballería por haber oído los toques
de Campanas y Vocerías lo mismo se me ha asegurado hicieron todos
los habitantes del Ejido; y sigue la recluta de Compañías Militares
con el mismo ardor, empeño y noble entusiasmo: de suerte que los
propios Padres están consignando a sus hijos al Servicio de Su Ma-
jestad para que sigan la gloriosa Carrera de las Armas. Y para que
conste lo firmo en esta muy noble, y muy Leal Ciudad de la Concep-
ción de Cuenca del Perú en veinte y seis días del mes de Agosto de mil
ochocientos y nueve años.
Ignacio Pazmiño Escribano Público.

Pieza N° 8
El Excelentísimo Señor Virrey de Lima aprueba los procedi-
mientos del Gobierno y Cabildo de Cuenca en tiempo de la revolu-
ción de Quito, y ofrece auxiliar y proteger. Cuaderno N° 1.

Constan los siguientes: Oficio del virrey del Perú José Abascal al
Gobernador de Cuenca. 09/Sep/1809; Decreto del Cabildo de Cuenca
de contestación al Virrey de Lima. 26/Sep/1809; Copia del oficio del
Virrey de Lima al Gobernador de Guayaquil. 09/Sep/1809; Copia del
oficio del Virrey de Lima al Gobernador de Guayaquil. 22/Sep/1809;
Oficio del Virrey de Lima sobre sucesos en España y exhorto a los qui-
teños. 17/Sep/1809; Oficio de José Abascal al Cabildo de Cuenca.

147
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

22/Sep/1809; Auto de la Sala Capitular de Cuenca de agradecimiento


al Virrey de Lima. 09/Oct/1809; Auto de Juan López Tormaleo sobre la
acogida del Virrey de Lima y un exhorto a los quiteños. 10/Oct/1809;
Oficio del Cabildo de Cuenca al Cabildo de Quito. 13/Oct/1809; Oficio
del Cabildo de Cuenca al Obispo de Quito. 13/Oct/1809; Oficio del
Cabildo de Cuenca al marqués de Selva Alegre. 13/Oct/1809; Oficio de
Cuenca a los Prelados Regulares 13/Oct/1809; Oficio de Cuenca a las
Preladas de los Monasterios. 13/Oct/1809; Oficio del Cabildo de Cuen-
ca a los Corregidores, jefes y Tropas de Riobamba, Guaranda, Ambato
y La Tacunga; Proclama y oficio del Virrey del Perú al de Quito y su
Provincia. 23/Oct./1809; Oficios de José Abascal al Cabildo de Cuenca
de 23/Oct/1809 y del 07/Nov/1809; Oficio del Prior del Convento de
Santo Domingo al Cabildo de Cuenca. 22/Dic/1809; Oficio del Prior de
los Mercedarios al Cabildo de Cuenca. 22/Dic/1809.
La compilación de estos documentos va a lo esencial del inte-
rés del cabildo cuencano, demostrar fehacientemente su apego a las
autoridades españolas encabezadas por el virrey del Perú, al que han
pedido protección e incluso su participación en la resolución de los jui-
cios que se ventilaban tradicionalmente en la Audiencia de Quito o que
iban en apelación a Nueva Granada, lugar muy distante para Cuenca,
ciudad que por muchas razones estaba muy ligada con las del norte del
Perú e incluso con Lima.
Todos los documentos y más esta serie, era a juicio de las auto-
ridades de Cuenca, una prueba más para poder obtener gracias y favo-
res para la ciudad, como recompensa de su lealtad.
Una buena parte de la filosofía política de la época, así como de
la doctrina cristiana vigente, que formaba parte de la mentalidad de
quienes veían como peligrosa, incluso para la religión católica, la acti-
tud de la Junta Suprema de Quito instalada el Diez de Agosto, está en
la comunicación dirigida por los religiosos mercedarios al cabildo
cuencano. La transcribimos a continuación:

Muy Ilustre Cabildo, Justicia, y Regimiento.


Ha recibido en el presente día este Convento el respetable oficio de
Usía, con fecha del trece del pasado octubre, acompañado de la juicio-
sa y elocuente Proclama del Excelentísimo Señor Virrey del Perú,
despachada en Lima a diez y siete de Septiembre del año que corre. La
respuesta que debemos tanto a esta, como a aquel nos obliga a tratar

148
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

por separado de una y otra pieza, y comenzando por la celosa y vehe-


mente exhortación del Ilustre Ayuntamiento a esta Comunidad Reli-
giosa, nos es preciso decir, que celebramos de todo Corazón la lealtad,
y amor al Rey con que se ha distinguido de un modo ciertamente glo-
rioso la fiel Ciudad de Cuenca en la Crítica ocasión, en que /387/ trató
de seducir su buena fe la malicia detestable de los pocos traidores que
tiranizaron a Quito. El Venerable y Apostólico Obispo de esa Dióce-
sis, el excelente y Justo Gobernador de su Provincia, el generoso
Cuerpo de Nobles, y los Individuos todos del Estado llano, serán obje-
to incesante de las admiraciones y elogios de la posteridad desapasio-
nada que ha de mirar con respeto las heroicas pruebas de fidelidad, de
brío y de prudencia con que han disputado respectivamente por la
Corona del honor, todos los habitadores de Cuenca y sus Dignísimas
Cabezas. Esto es innegable; pero lo es así mismo, que la Recolección,
y Colegio de Misiones de los Religiosos Mercedarios de esta Provin-
cia, mostró siempre y más que nunca en las infelices circunstancias
de la revolución de la Gavilla miserable de Insurgentes que se había
formado, crecido, y conservado hasta hoy en la observancia exactísi-
ma de los siguientes principios. Primero que la fidelidad, y obedien-
cia a los Monarcas son de derecho Natural, y Divino, según consta de
las Santas Escrituras, pero especialmente de las del nuevo Testa-
mento, en que el Ejemplo asombroso, y la Doctrina expresa de Jesu-
cristo y sus Apóstoles, por motivos de religión, y conciencia, precisan
a todo Cristiano, a dar al César lo que es del César, y a reconocer en
las supremas Potestades a los Lugar Tenientes del Dios que los esta-
blece en la Tierra inmediatamente por sí mismo, y no por medio de
/388/ la quimérica autoridad del Pueblo. Segundo que la Iglesia
Católica, desde su origen se alimentó siempre en la ciencia de estas
verdades, por más que quieran obscurecerlas los Sediciosos Calvi-
nistas, y demás Herejes: Tercero: que el orden de la Merced, sobre las
obligaciones propias de los verdaderos fieles, y de los Vasallos de
honor tiene las particulares de deber su existencia, su aumento, su
lustre a los Reyes de España, empezando desde Don Jaime el Con-
quistador, y Santo REY Don Fernando, hasta acabar en el justo, en
el amable, en el deseado Fernando Séptimo, por quien se ha hecho,
se harán incesantes votos al Señor en esta pobre Casa. Infiera Usía si
guiados de tales máximas los Frailes de ella, habrán omitido en lo más
leve el cumplimiento de los deberes a que se sujetan. Tenemos, gracias

149
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

al Cielo, la dicha de haber sido los únicos que descubrieron, y denun-


ciaron en tiempo oportuno la conjuración, aunque con la desgracia de
haberse pedido por el Ministerio Fiscal, pena arbitraria contra tan fie-
les Delatores, y estar expuestos a la persecución común de Reos opu-
lentos, y defendidos con sus recomendables conexiones el Prelado del
Convento, en pago de su lealtad, y eficacia, por impedir el contagio.
Tales disposiciones obraron el efecto de que verificado ya el alzamien-
to, y cuando extorcia firmas de aprobación suya el doloso Escribano
Atanasio Olea, sirviéndose para tan perverso fin de las dos /389/ fuer-
zas de seducción y coacción, no se atrevió su insolencia a exigir algu-
na de los Recoletos Mercedarios, no obstante que había oprimido a Re-
ligiosos Venerables de otras casas, con todos los motivos de terror que
inspiraba la tiranía. Tenemos pues por especial protección, y gracia
escogida de Dios la honra de no haber aprobado, consentido, o disimu-
lado con política falsa los horrores de la traición. En su virtud nos ha
de permitir la dignación de ese leal, ilustre, y generoso Cabildo, la sen-
tida queja de exhortarnos a desistir de la tenacidad en un delito de que
nos hallamos tan lejos, como la fiel ciudad de Cuenca, siendo notorio,
que así el Comendador, como todos y cada uno de los Individuos de
esta comunidad humilde, estábamos resueltos a ser víctimas de la
Gavilla sediciosa antes que contribuir a su felonía execrable.
Por lo respectivo a la estimable Proclama del Excelentísimo Señor Vi-
rrey, aseguramos con la ingenuidad correspondiente a nuestro Ca-
rácter, y Estado, que aunque habíamos tenido la complacencia de leer-
la en Copia simple, más a de dos meses, cada vez que vemos cualquier
producción de ese movilísimo, y heroico Jefe, nos llenamos de nuevo
regocijo. Aquel Señor con sus activas, y sabias providencias, ha sal-
vado a Quito, y le mira este REINO como su Ángel Tutelar. La carta
que escribió /390/ al Marqués de Selva Alegre, con fecha de nueve de
Octubre, comprendida en solos cuatro Artículos los medios más bien
pensados de mostrar una penitencia honrosa los Insurgentes, si
hubiesen sabido aprovechar avisos tan oportunos; pero su obstina-
ción, y locura, malograron la ocasión más bella de manifestarse redu-
cidos con tiempo a las obligaciones del Cristianismo. La exhortación
del mismo Señor Excelentísimo a los Quiteños, en común, su fecha
veinte y tres del enunciado Octubre, es obra digna de la inmortalidad.
La dictó sin duda por particular inspiración del Cielo, porque si se
hubiera escrito a presencia de los sucesos, y en el Teatro de nuestras

150
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

desgracias, no habría podido hallarse más conforme a la verdad de los


acaecimientos. Quiera Dios prosperar, como se lo pedimos, a un Jefe
a quien mira la fiel, oprimida y desgraciada Quito, como a su liberta-
dor, siendo constante que hasta el veinte y cuatro de Noviembre, en
que la sagacidad, y prudentísima del Señor Comandante don Manuel
de Arredondo, destacó desde su último Acampamento, el Bizarro
Cuerpo de Soldados que se apoderaron del Cuartel ocupando hasta
entonces por la Canalla que formaron con el ridículo nombre de
Falange, los sediciosos, eran estos dueños todavía de las armas del
Rey, y árbitros de las vidas de innumerables Inocentes, a quienes
oprimían, pero no engañaban. Habría sido más pronto el remedio de
/391/ tantos males, si permitida, como era tan justo la entrada a esta
Capital de las Tropas de Cuenca, no se hubiese malogrado un auxilio
que deberá permanecer en la gratitud de Quito, hasta la posteridad
más remota. Créanlo así las fieles, y valerosas Provincias de Cuenca,
y Loja, persuadiéndose a que en la pobre, y desvalida Comunidad de
Recoletos de la Merced tienen tantos Admiradores, como Individuos.
Dios guarde a Usía en la mayor felicidad muchos años.
Recolección de San José de Quito, y Diciembre Veinte y dos de mil
ochocientos nueve.
Muy Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento.
Presentado fray Manuel González Comendador.
A ruego de nuestro Reverendo Padre Maestro Fray Pedro Garcés de
Aguilar, Padre de Provincia, por hallarse ciego, y por mí.
Presentado Fray Manuel de Silva, Lector Jubilado.- Fray Ramón
Araujo, Vicario del Convento.- Presentado Fray Mariano Bravo Bor-
ja, Catedrático de Nona.- Fray Casto Riva de Neira, Predicador del
Convento.- Fray Joaquín Guerrero, Maestro de Novicios, y Pre-
dicador del Convento.- Fray Andrés Polo, Lector de Artes.- Fray
Antonio Peñafiel.- Lector Fray Tomás Losada, maestro de estudian-
tes.- Fray Xavier Merino.- Fray Rafael Jaramillo.- Fray José Bar-
boza.- Fray Rafael Castro.- Fray Gabriel Araujo.- Fray Victorino
Luna.- Fray Antonio Heredia.- /392/Fray Gaspar Aragonés
Procurador del Convento.- Fray José Antonio Enríquez.
Señores del Ilustre Ayuntamiento, de la Muy Noble, y leal Ciudad de
Cuenca del Perú.

151
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Pieza N° 8
El Excelentísimo Señor Virrey de Santa Fe aprueba los proce-
dimientos del Gobierno, Cabildo y vecindario de Cuenca en tiempo
de la revolución de Quito. Y ofrece auxiliar y sostener a los leales
Vasallos, y recompensar, y resarcir oportunamente los esfuerzos que
se empleen en la justa conservación del estado legal y real, tranqui-
lidad y bien público que de ellos dependen.

Cuaderno N° 2.
Constan en esta pieza los siguientes documentos: Oficio de Antonio
Amar Virrey de Nueva Granada al Gobernador de Cuenca.
09/Nov/1809; Oficio de Melchor Aymerich al Virrey de Nueva Gra-
nada. 14/Feb/1810; Oficio del Virrey de Nueva Granada a Melchor
Aymerich. 21/Sep/1809; Oficio del Virrey de Nueva Granada a
Melchor Aymerich. 28/Sep/1809; Auto del Cabildo de Cuenca sobre la
aprobación de sus actos. 15/Feb/1810.
Tienen similitud con los anteriores, sólo con la diferencia de
reunir las comunicaciones relacionadas con el virreinato de Santa Fe o
Nueva Granada, que también respaldó y aprobó las acciones tomadas
por Cuenca frente a la Junta Suprema de Quito.

Pieza N° 9
El Señor Corregidor de Loxa se Compromete a la reunión con
el Gobierno de Cuenca para defender los Soberanos Derechos y
resistir al nuevo sistema de Quito.

Constan los documentos siguientes: Oficio del Corregidor de Loja


Tomás Ruiz Gómez de Quevedo al Cabildo de Cuenca. 21/Ago/1809;
otro oficio del Corregidor de Loja Tomás Ruiz Gómez de Quevedo al
Cabildo de Cuenca. 21/Ago/1809; Oficio de José María Landa y
Ramírez, enviado desde Loja al Cabildo de Cuenca. 21/Ago/1809;
Oficio del Cabildo de Loja al Cabildo de Cuenca. 01/Sep/1809; Oficio
de José Maldonado al Corregidor de Loja. 02/Sep/1809; Oficio del
Corregidor de Loja a Ángelo Palacios 04/Sep/1809; Acta del Cabildo
de Loja sobre el apoyo a Cuenca y envío de refuerzos militares.
04/Sep/1809; Decreto del Cabildo de Cuenca sobre el apoyo de Loja.
16/Sep/1809.
Cuenca lideró desde el 16 de agosto la contrarrevolución y una

152
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

de las acciones tomadas de inmediato fue enviar delegados a Loja,


Piura y Lima, por una parte, y a Guayaquil por otra, para controlar los
territorios de la Audiencia y obtener los auxilios necesarios para ir a
Quito a derrocar a los alzados. Este grupo de documentos prueban la
eficacia del delegado, José María Landa y Ramírez,6 que obtuvo de Loja
el apoyo necesario, aunque como ciudad alejada del centro político,
sólo desde el año 1800 estaba tratando, con muchas dificultades, de
organizar las milicias y otros sistemas de defensa. La cuota de colabo-
ración militar de la ciudad y de Saraguro no pudo cumplirse por la
falta de entrenamiento, de experiencia militar y de gente dispuesta a
tomar las armas.

Pieza N° 10
El Comisionado del Ilustre Cabildo Doctor Don José María
Landa, que arribó a la capital de Lima acredita los efectos de su
Comisión en solicitud de auxilios, y coligación para la defensa de los
Soberanos derechos, en todo el continente del Perú, y la Cuenta que
de pronto dio a Su Majestad desde dicho Lima acerca de la novedad
causada por la ciudad de Quito con la creación de la nueva Junta
Suprema de Gobierno.

Están los documentos que se anotan: No. 1 copia. Relación desde Piura
de las gestiones cumplidas por José María Landa. 28/Ago /1809; No. 2
copia. Comunicación de José María Landa Y Ramírez a José Fernando
de Abascal. 28/Ago/1809; No. 3 copia. Oficio de José María Landa a
Manuel Salazar. 28/Ago/1809; No.4 copia. Oficio de Melchor
Aymerich a José María Landa. 19/Sep/1809; Oficio de Salvador
Murgueytio y Pedro Calisto a Melchor Aymerich. 13/Sep/1809; Oficio
del Cabildo de Cuenca a Salvador Murgueytio y Pedro Calisto.
18/Sep/1809; Oficios desde Lima de José María Landa al Gobernador
de Cuenca. 08/Oct./1809; otro No.5 de José María Landa al Go-
bernador de Cuenca. 10/Oct/1809; Oficio de José María Landa al
Cabildo de Cuenca. 05/Ene/1810; Oficio sobre el fluido de vacunas de
José María Landa al Cabildo de Cuenca. 05/Ene/1810.
Esta serie de documentos complementa la anterior, pues se
refiere al mismo comisionado que con toda diligencia cumplió con su

6 José María Landa y Ramírez, de origen argentino, fue realista pero no a ultranza, de manera
que cuando se conquistó la libertad, se mantuvo en nuestra ciudad y sirvió a los intereses
democráticos.

153
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

cometido y desde Lima envió informaciones a la Corona sobre la fide-


lidad de Cuenca.

Pieza N° 11
El Doctor Don Diego Fernández de Córdova, Comisionado
del Ilustre Ayuntamiento, acredita los efectos de su comisión en
Guayaquil acerca de los auxilios pedidos de Armas y Soldados para
la defensa del Rey, y la Patria, contra el nuevo sistema de Quito. El
Capitán Don Manuel Pozo y el Doctor Don José María Landa y
Ramírez, iguales comisionados, hacen lo mismo.

Están los siguientes documentos: Oficio de Diego Fernández al Cabildo


de Cuenca sobre gestiones de Guayaquil. 23/Ago/1809; Oficio de
Manuel Pozo y Pino al Cabildo de Cuenca sobre entrega de presos a
Guayaquil. 31/Ago/1809; Oficio desde Naranjal de Manuel del Pozo y
Pino al Cabildo de Cuenca sobre compra de cacao y arroz. 06/Sep/
1809; Informe de José María Landa al Cabildo de Cuenca sobre sus ges-
tiones (nueva copia) 28/Ago/1809; dos oficios de José María Landa y
Ramírez al Cabildo de Cuenca, uno del 30/Ago/1809 y otro del
18/Sep/1809; Oficio del Cabildo de Cuenca sobre una felicitación a
José de Silva y Olave. 09/Oct/1809.
El delegado para hacer gestiones en Guayaquil fue Diego Fer-
nández de Córdova, quien cumplió su cometido, con menos eficacia
que Landa y Ramírez. Como se aislaba totalmente al nuevo gobierno
de Quito, todo el territorio quedaba también en esas mismas condicio-
nes y por ello se tomaron providencias para que haya en Cuenca, por
lo menos arroz y chocolate. Creemos que se sale de la sistematización
la inclusión desordenada de documentos generados por Landa y
Ramírez.

Pieza N° 12
Dos Diputados de la ciudad de Quito en tiempo de la revo-
lución arriban hasta las fronteras de la Gobernación de Cuenca, y
solicitan hacer alianza asegurando que el nuevo sistema no era con-
tra las leyes fundamentales del Reino; y el Ilustre Cabildo se denie-
ga, dándoles el rostro que dicho nuevo sistema era una manifiesta
rebelión.

154
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

Lista de los documentos: Oficio de Salvador Murgueytio y Pedro Ca-


listo Muñoz al Ayuntamiento de Cuenca. 13/Sep/1809; Copia del ofi-
cio que pasaron los diputados de la Suprema Junta de Quito al obispo
de Cuenca. 13/Sep/1809; Contestación del obispo a los diputados
Murgueytio y Calisto. 19/Sep/1809; Carta con noticias de lo ocurrido
en Chuquisaca y La Paz. 19/Sep/1809; Demostración de los procedi-
mientos de Quito dada por Juan de Dios Morales a los armados contra
ella. 22/Sep/1809; Carta oficio a Murgueytio y Calisto sobre Pablo
Yilario Chica, deudor de las cajas reales. 27/Sep/1809; Manifiesto a los
quiteños emitido por Melchor Aymerich (sin fecha); Carta anónima al
gobernador Melchor Aymerich, sobre un manifiesto; Oficio de Fernan-
do Vélez Ramírez y otros vecinos de Alausí dirigida al gobernador de
Cuenca. 22/Sep/1809; Oficio de Salvador Murgueytio al Ayuntamien-
to de Cuenca. 23/Sep/1809; Contestación del Ayuntamiento de Cuenca
a Salvador Murgueytio. 29/Sep/1809; Oficio de Salvador Murgueytio
al Cabildo de Cuenca. 02/0ct/1809; Exhorto del Cabildo de Cuenca al
Cabildo de Quito. 28/Sep/1809.
Los comisionados Salvador Murgueytio y Pedro Calisto (o Ca-
lixto) salieron desde Quito con instrucciones para dialogar con las au-
toridades de Cuenca, especialmente con el obispo, líder de la oposi-
ción. Traían comisiones claras y ocultas. Las primeras tenían como ob-
jeto lograr el apoyo de las autoridades de Cuenca; las segundas eran un
poco oscuras, pues Pedro Calisto quería comprometer a Melchor Ay-
merich para que se movilice a Quito y asuma la presidencia de la Au-
diencia, mientras él aspiraba a la gobernación de Cuenca. Murgueytio
tenía instrucciones escritas y verbales del marqués de Selva Alegre, pe-
ro traía también cartas credenciales del conde Ruiz de Castilla, destina-
das al obispo y al gobernador de Cuenca. El marqués de Selva Alegre
y el conde Ruiz de Castilla estaban ya en conversaciones para llegar a
arreglos, con su reposición en la presidencia del segundo.
El 13 de septiembre, desde Riobamba, escribieron a las autori-
dades de Cuenca pidiendo pasaportes y que se les reciba para exponer
personalmente los anhelos de la Junta Suprema de Quito.
El gobernador, el obispo y el Cabildo respondieron que expon-
gan por escrito lo que querían decirlo personalmente, pero que no se
desplacen más al sur, porque no podían garantizar el respeto a sus
vidas por el enardecimiento de las gentes en todos los lugares por
donde debían cruzar.

155
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Mientras insistía Murgueytio en la conveniencia de la unión de


Cuenca con Quito, el otro comisionado, Pedro Calisto se dirigía a Mel-
chor Aymerich, pidiéndole que ataque a los patriotas con sus tropas.
Los dos fueron detenidos por la contrarrevolución.

Pieza N° 13
Contiene la coligación de las villas de Ambato, Tacunga,
Riobamba y Alausí, para la defensa de la Justa Causa, promovida por
la Gobernación de Cuenca.

Lista de los documentos: Razón dada por Manuel Ramírez sobre asun-
tos de guerra. (Sin fecha); Oficio dirigido a Juan López Tormaleo desde
Cañar por Melchor Aymerich. 07/Oct/1809; Razón que da José Pontón
y Alejandro Muñoz de Riobamba sobre adhesiones y asuntos bélicos.
07/Oct/1809; Carta privada de Agustín Bustamante a Félix Mariano
Costa. 13/Oct/1809; Copia de un consejo de guerra realizado en
Alausí. 12/Oct/1809; Copia de la indagatoria hecha por petición de
Antonio de la Peña a Pedro Calisto y Luis Saa y otros por sospechosos.
12/Oct/1809; Comunicación de Vicente Argudo desde Chunchi dirigi-
da al Cabildo de Cuenca. 10/Oct/1809; Oficio del Cabildo de Riobam-
ba dirigido a Melchor Aymerich. 10/Oct/1809; Carta de Pedro Calisto
al obispo de Cuenca. 13/Oct/1809; Carta de Luis Saa al obispo de
Cuenca. 13/Oct/1809; Carta de Antonio de la Peña al obispo de
Cuenca. 13/Oct/1809; Oficio del Cabildo de Riobamba dirigido al de
Cuenca. 14/Oct/1809; Oficio del Cabildo de Riobamba dirigido al de
Cuenca. 21/Oct/1809; Protesta del Cabildo de Riobamba. 05/Sep
/1809; Acta del Cabildo de Riobamba. 05/Sep/1809; Renuncia hecha
de su corregimiento por Xavier Montúfar. 08/Oct/1809; Acta del
Cabildo de Riobamba. 09/Oct/1809; Oficio del Cabildo de Riobamba
al de Cuenca. 24/Oct/1809; Oficio del Corregimiento de Ambato al de
Cuenca. 23/Oct/1809; Oficio del Corregidor de Ambato Miguel Vello
al Cabildo de Cuenca. 23/Oct/1809.
Recogen estos documentos los avances de las tropas, los prepa-
rativos para el enfrentamiento, las adhesiones de los diversos pueblos
y ciudades en el avance hacia el norte, pudiéndose apreciar el aisla-
miento en el quedaba Quito, pues todos se pronunciaban en contra de
la Junta Suprema y se adherían al gobernador Aymerich que sumaba a
sus fuerzas reunidas en Cuenca, las que se iban incorporando hasta La

156
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

Tacunga. Todas estas circunstancias sumadas a otras condujeron a un


arreglo entre el marqués de Selva Alegre Juan Pío Montúfar y el conde
Ruiz de Castilla, con lo que se impidió el enfrentamiento militar y la
llegada a Quito de Melchor Aymerich, que a más de tener la intención
de castigar a fuego y sangre a los revolucionarios, quería aprovechar de
la oportunidad para asumir la presidencia de la Audiencia.

Pieza N° 14
El Señor Gobernador Interino de Jaén de Bracamoros solici-
ta instrucción de lo que debe obrar para conservar ilesos los Reales
Derechos de la Corona con motivo del nuevo sistema de Quito que
llegó a publicarse en aquel Departamento.

Constan sólo dos documentos que son oficios enviados desde Jaén por
Joaquín del Barco al gobernador de Cuenca, el uno el 19/Sep/1809; y,
el otro de 15/Nov/1809.

Pieza N° 15
El Señor Gobernador de Cuenca comunica a el Ilustre
Cabildo los efectos de la expedición practicada en los pueblos revo-
lucionarios de la Provincia de Quito.

Constan los siguientes: cuatro oficios del Cabildo de Riobamba al


gobernador Melchor Aymerich: dos del 24/Oct/1809; uno del 28/Oct
/1809 y otro del 05/Nov/1809; Carta particular de Nicolás Calisto.
25/Oct/1809; Carta particular desde Ambato de José María Arteta a su
tío. 25/Oct/1809; Carta de Pedro Calisto Muñoz al gobernador
Aymerich. 26/Oct/1809; Carta desde Riobamba de Francisco Xavier de
Manzanos al gobernador Aymerich. 28/Oct/1809; dos cartas desde
Riobamba de Pedro Calisto al gobernador Aymerich del 01/Nov/1809
y del 05/Nov/1809; Oficio del virrey José Abascal a Juan Pío Montúfar.
09/Oct/1809; Oficio del conde Ruiz de Castilla a Melchor Aymerich.
11/Nov/1809; Contestación desde Ambato de Melchor Aymerich al
conde Ruiz de Castilla. 12/Nov/1809; Edicto del virrey de Santa Fe
Antonio Amar y Borbón. 06/Oct/1809; Oficio del conde Ruiz de
Castilla dirigido al Cabildo de Cuenca. 22/Dic/1809.
Esta última serie de documentos cierra la información de lo
ocurrido en este breve e intenso lapso de cuatro meses, todo desde el

157
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

punto de vista de su principal protagonista, el gobernador Melchor


Aymerich, quien tuvo que licenciar a las tropas y dejar sólo a una pe-
queña guarnición para el cuidado de la ciudad.
La recopilación de toda esta amplia documentación quedó
cerrada a comienzos de 1810 pues las últimas certificaciones que se han
incorporado en este expediente están fechadas el 15 de febrero y el 26
de febrero de ese año.

QUITO ENCENDIÓ LA LUZ DE LA LIBERTAD

Quito encendió la luz de la libertad, luchó con la esperanza de


recibir el apoyo de todos los sectores de la Real Audiencia, pero sus
intenciones se vieron frustradas por los intereses de los realistas espa-
ñoles que usaron la fuerza física y espiritual que pudieron manejar los
gobernadores de origen español, en particular el asignado para dirigir
Cuenca, el cruel y apasionado Melchor Aymerich y su obispo, también
español, Andrés Quintián Ponte y Andrade, que enclavado en la tradi-
ción, comprometió con un renovado juramento, las conciencias de sus
feligreses y que incluso entregó sus recursos económicos personales y
los de la Iglesia para apoyar una causa que terminó por derrumbarse,
por injusta y arcaica.
Cuenca fue oficialmente realista en aquellos tiempos, con unos
pocos ciudadanos que temerosos simpatizaron con los patriotas quite-
ños, pero pronto se transformó en una ciudad libertaria, que inmoló
muchas vidas en el proceso revolucionario. Lo inició el Tres de No-
viembre de 1820, triunfó temporalmente pero no pudo defender su
independencia y fue necesario unirse al gran mariscal Antonio José de
Sucre, que liberó definitivamente nuestra ciudad el 21 de febrero de
1822. Para rematar heroicamente este crítico proceso entregó en holo-
causto en la batalla del Pichincha, a uno de sus hijos, el joven Abdón
Calderón Garaicoa, que dio a Quito su libertad definitiva y para con-
cluir con todo el proceso libertario de la región andina, tuvo al frente
de los ejércitos integrados por muchos cuencanos a José Domingo La
Mar, héroe en la última de las grandes batallas, la de Ayacucho, en
1824.
El proceso continuó. Se cometió el mayor de los crímenes con-
tra el pueblo quiteño y sus líderes revolucionarios el 2 de agosto de
1810. Llegó Carlos Montúfar, se aprobó la Constitución Quiteña en

158
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

1812 y al finalizar este año se cerró una primera etapa de nuestras


luchas por la liberación política, al caer derrotados los patriotas cerca
de Ibarra y ser fusilados los cabecillas, a comienzos de diciembre, entre
los que estaba Francisco García Calderón, quien había sembrado el
amor a la libertad en el corazón de su hijo Abdón.

159
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

CRONOLOGIA DE LOS SUCESOS REGISTRADOS


EN LOS DOCUMENTOS EMITIDOS EN 1809 Y EN 1810
Y EN OTROS CORRELACIONADOS

1809

26 de enero. La Junta Suprema de Sevilla declara que “los españoles


americanos eran en todo iguales a los españoles peninsulares.”

Mes de agosto

01 de agosto. Salió de Quito con dirección a Cuenca el sargento Ma-


riano Pozo con veinticuatro soldados para relevar a los veteranos. Es-
tuvo confabulado con Juan de Salinas, pues ya no debía obedecer al
gobernador Aymerich sino que debía actuar de acuerdo con José Neira
y Manuel Chica, que según los planes, debían sustituir a las autorida-
des.
10 de agosto. Establecimiento de la Junta Suprema de Quito.
—————— Envío de la primera comunicación suscrita por Juan Pío
Montúfar, marqués de Selva Alegre.
11 de agosto. Primera reunión de las nuevas autoridades para tomar
posesión de sus cargos.
12 de agosto. Comunicación del marqués de Selva Alegre al obispo An-
drés Quintián sobre el nombramiento de Juan Larrea en el despacho de
Hacienda; de Juan de Dios Morales, como ministro de guerra y super-
intendente de correos.
—————— Copia de la real orden extinguiendo el ramo de tabaco,
con la autorización para que libremente se pueda cultivar y vender,
pagando sólo la alcabala. También se notifica sobre la extinción del
cabezón que se cobraba a las tierras, por ser perjudicial a la agricultura.
13 de agosto. Primera misa solemne oficiada por el obispo Cuero y
Caicedo.
14 de agosto. Comunicación de Juan de Dios Morales en la que infor-
ma que los obispos de Quito han sido integrados como individuos
natos de la Junta Suprema. También se da a conocer otros nombramien-
tos.
——————Nombramiento para abanderado de la Falange de Fer-

160
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

nando VII a Mariano Pozo, el primero de una terna. Igual nombra-


miento se da a José Hidalgo.
—————— Suscripción de un documento secretísimo por iniciativa
del obispo Cuero y Caicedo y con participación del clero. Se lo guardó
en un monasterio de religiosas de clausura.
15 de agosto. Información de José Sánchez de Orellana sobre la confor-
mación de la Junta Suprema de Gobierno, sus miembros, sus títulos, la
conformación de tres batallones con el nombre de Falange y cómo se
ejecutó el asalto del 10 de Agosto. Se hace referencia a los distancia-
mientos entre los españoles europeos y los españoles americanos.
16 de agosto. Reunión del Cabildo cuencano para conocer la comuni-
cación enviada por la Junta Suprema. Asistieron Melchor Aymerich,
Fernando de Salazar y Piedra, José María Vázquez de Noboa y Joaquín
Salazar. Resolvieron invitar y que se incorporen a las sesiones los suje-
tos más experimentados de la ciudad: Tomás Borrero, José María Lan-
da y Ramírez, Antonio Soler, Antonio García Trelles, Juan Rivera, José
Herze y Nicolás Mosquera. Se les tomó el juramento de rigor y proce-
dieron a abrir el oficio.
La comunicación hace referencia a la creación de la Junta Suprema de
Quito, con el tratamiento de Majestad, para gobernar a nombre de Fer-
nando VII, por la toma de España por parte de los franceses, encabeza-
dos por el temido Napoleón Bonaparte y su hermano José. Su presiden-
te Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre, tendría el tratamiento
de Alteza Serenísima. Se pidió que elija y nombre representante del Ca-
bildo ante la Junta, con el sueldo de 2.000 pesos.
Se informa también sobre los otros nombramientos. Actuaba como Se-
cretario de gracia y justicia: Manuel Rodríguez de Quiroga.
El Cabildo acordó:
1°, que el gobernador autorice en Junta de real hacienda la extracción
del dinero necesario para pagar a cien hombres que armados de-
fiendan los derechos del Rey;
2°, que vayan dos comisionados a Guayaquil y a Loja con la carta del
marqués de Selva Alegre, con los criterios de Cuenca y con la peti-
ción de auxilios. El destinado a Guayaquil recibiría 300 pesos y el
que iría a Loja 100, tomados de los fondos de propios;
3°, que se mande un despacho al virrey de Lima para que auxilie con
200 hombres de tropa;
4°, que se informe a la Junta Suprema Central que gobierna en España;

161
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

5°, que se informe al virrey de Santa Fe;


6°, que el gobernador tome todas las medidas que creyere convenien-
tes para impedir el avance de la revolución quiteña;
7°, que se les obligue a todos los regidores para que asistan a las sesio-
nes, so pena de una multa de 50 pesos7;
8°, que habrá sesiones continuas para seguir resolviendo lo más conve-
niente en estas críticas situaciones.
——————Mientras esto sucedía en Cuenca, en Quito hubo una
sesión solemne con la presencia de todas las autoridades civiles y ecle-
siásticas y con la firma de un documento en la Sala Capitular de San
Agustín y en la que pronunció una elocuente arenga el marqués de
Selva Alegre, Juan Pío Montúfar. Dentro de los documentos transcritos
se ha copiado varias veces esta arenga, con el objeto de involucrar a
quienes la recibían. Por ejemplo, una fue dirigida a Francisco Calderón,
el 17 de agosto.
——————Mariano Guillermo de Valdivieso envió cartas a nombre
de la Junta Suprema, dirigidas a Manuel Chica, con varios nombra-
mientos, siendo el principal el otorgado a José Neyra como gobernador
e intendente, en sustitución de Melchor Aymerich. Otra estuvo dirigi-
da a Pablo Ylario Chica, nombrado asesor del gobierno, en sustitución
deJuan LópezTormaleo. También hubo cartas para Francisco Calderón
y para personas de Loja. Todas fueron retenidas por el gobernador.
17 de agosto. Se celebra en Quito una misa pontifical con asistencia del
clero y de las comunidades religiosas.
——————Oficio reservado del marqués de Selva Alegre a José
Neyra sobre su nombramiento de gobernador de Cuenca y la pruden-
cia del caso para su actuación.
——————Carta de José Ignacio Checa, gobernador de Jaén a Pablo
Ylario Chica comunicándole sobre su nombramiento de auditor de la
provincia de Cuenca. (La entrega de esta carta fue motivo de la deten-
ción del gobernador de Jaén hasta fines del año, pues sólo en diciem-
bre se le deja pasar a su destino.). El mismo Checa envía otra carta
sobre la organización de tropa que sirva a la guarnición de Cuenca.
——————Carta privada con datos de interés sobre la Revolución de
Quito. Se expresa el anhelo de la adhesión de Cuenca y Guayaquil.

7 Era costumbre reiterada la inasistencia de los regidores a las sesiones, pues sólo lo hacían
cuando se trataba de temas de su interés personal. En el siglo XVIII hubo numerosas amo-
nestaciones y amenaza de multas.

162
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

——————Carta de Mariano Guillermo de Valdivieso sobre unas


mulas que después fueron decomisadas.
——————Comunicación de José Sánchez de Orellana al obispo An-
drés Quintián sobre la Junta y la arenga de Juan Pío Montúfar.
——————Pasaporte concedido a Vicente Melo por Juan de Dios
Morales. (Melo fue detenido y procesado)
——————Nueva sesión del Cabildo. Se decide la autorización de
egresos para afrontar los gastos en la organización de la defensa de los
intereses de la Corona. Asisten: Juan López Tormaleo, Ignacio de Dávi-
la y Astudillo, José Seminario y Saldivar, Tomás Borrero, Eugenio de
Arteaga, Mariano Isidro Crespo, José Chica y Astudillo, Pedro de Rive-
ra, Luis José de Andrade, Vicente de Arriaga, Carlos Casamayor. Certi-
fica José Villavicencio y Andrade, escribano.
——————Fueron desarmados, apresados y conducidos a Cuenca
los soldados que llegaron de Quito, con Mariano Pozo y con Vicente
Melo.
——————Propuesta de ternas para abanderados, con recomenda-
ción del primero para los nombramientos.
18 de agosto. Cuenca ya tenía, por las acciones de Aymerich, 71 solda-
dos armados para hacer la contrarrevolución.
——————Salieron los dos comisionados del Cabildo de Cuenca.
José María Landa y Ramírez, para Loja y el Perú, para informar y ase-
gurar en Loja el apoyo contra los quiteños y conseguir en Lima hom-
bres y armas e informar desde allí a la Junta española sobre la actitud
de Cuenca. Diego Fernández de Córdova partió para Guayaquil, para
coordinar con B. Cucalón la defensa de Cuenca, que podía ser invadi-
da por los quiteños, según se afirmaba.
19 de agosto. El cabildo de Cuenca envía un nuevo oficio al Cabildo de
Quito pidiendo información sobre los sucesos últimos.
——————Carta del corregidor de Riobamba Xavier Montúfar (Hijo
de Juan Pío, marqués de Selva Alegre) a Manuel Chica, con un conte-
nido reservado.
20 de agosto. Emisión de un bando por orden de Aymerich para que al
toque de la generala todas las personas de 18 a 50 años se presenten con
armas y caballos para la defensa de la ciudad.
——————En este mismo sentido se oficia a los tenientes, goberna-
dores y alcaldes de indios de toda la jurisdicción.
——————Oficio dirigido por Vicente Peñaherrera al administrador
de correos de Cuenca sobre la continuación en su cargo.

163
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

——————El alcalde de primer voto Fernando Salazar y Piedra en-


vía una carta al marqués de Selva Alegre, en la que aceptaba la creación
de la Junta Suprema de Quito y denunciaba el despotismo de las auto-
ridades locales. Este documento fue interceptado por los espías de
Aymerich.
——————En Quito se celebra una solemne misa de acción de gra-
cias con la concurrencia de todas las autoridades civiles y eclesiásticas.
21 de agosto. Juan Larrea, en relación con la real hacienda, pide al
gobernador de Cuenca que le informe sobre todo lo que se haga en este
ramo.
——————J. M. Landa, que había salido de Cuenca el 18 informa
sobre sus gestiones positivas en Loja y ese mismo día parte para Piura.
——————El corregidor de Loja Gómez Ruiz de Quevedo informa
que prestará todos los auxilios necesarios y que ha reunido 60 milicia-
nos, una arroba de pólvora y unas pocas armas para remitirlas a
Cuenca.
——————Ofrece Loja reunir 100 milicianos y pide al regidor José
Maldonado que reúna en Saraguro hasta 200 hombres de apoyo.
——————Copia de la carta del marqués de Selva Alegre al obispo
de Cuenca en la que se le comunica que está integrado a la Junta
Suprema.
22 de agosto. Sesión del cabildo eclesiástico para conocer un oficio del
cabildo civil para que se nombre un representante ante la Junta de
apoyo. Es elegido por unanimidad Tomás Borrero.
——————Sesión ampliada del Cabildo, con los sujetos más exper-
tos de la ciudad.
Los miembros del Cabildo en esa fecha eran: Melchor Ayme-
rich, gobernador; Juan López Tormaleo, abogado y teniente asesor; Fer-
nando de Salazar y Piedra, alcalde de primer voto; José María Vázquez
de Noboa, alcalde de segundo voto; Joaquín de Salazar, abogado de la
Real Audiencia y asesor del Cabildo; Ignacio Dávila y Astudillo, regi-
dor decano que estuvo en el campo y que se integró en plena sesión;
José Neyra y Vélez, regidor subdecano; Eugenio Arteaga, regidor
alguacil mayor; Carlos Célleri, regidor fiel ejecutor; José Seminario
Saldivar, regidor sencillo.
Concurrentes invitados:
Aguilar, Juan. Abogado quiteño.
Andrade y Hermida, Luis.

164
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

Arce, Juan Ignacio.


Arcelus, Francisco Xavier. Capitán de milicias.
Argudo, Ignacio.
Argudo, Pedro.
Arteaga, Vicente. Administrador de tabacos.
Barbosa, Juan. Cura del Sígsig.
Borrero, Tomás. Prebendado racionero de la catedral. De Nueva Gra-
nada. Recibió la autorización del Obispo para participar en la sesión.
Casamayor, Carlos. Abogado.
Crespo, Domingo.
Crespo, Mariano Isidro. Cura rector de la catedral.
Crespo, Joaquín.
Crespo y Serrano, Ignacio.
Chica, Francisco.
Chica, José. Subdelegado de bienes de difuntos.
Dávila, Francisco.
Dávila, Juan.
Dávila, Manuel.
García, Antonio. Representante de los gremios.
García Trelles, Antonio. Administrador de correos. Español.
Herze, José. Vecino de honor.
Lozano, Santiago. Representante de los comerciantes.
Malo, Miguel Gil. (Padre de Benigno Malo)
Moscoso, Francisco Ángel.
Mosquera, Nicolás. Abogado quiteño.
Ordóñez, Paulino. Representante de los comerciantes.
Polo, Baltasar.
Polo, Gaspar. Cura de Paute.
Pozo y Pino, Manuel. Administrador de tributos.
Ramírez, Ramón.
Ramírez, Tomás.
Rivera, José. Contador de alcabalas.
Rivera, Pedro.
Rodríguez y Villagómez, Manuel Pío.
Ruilova, José Vicente.
Serrano, Santiago. Teniente de milicias urbanas.
Soler, Antonio. Tesorero. Español.
Torres y Vega, Ignacio.
Villavicencio y Andrade, José. Escribano de cabildo.

165
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

El sacerdote José María Landa y Ramírez, Secretario del obis-


po, natural de Río de la Plata, estuvo de acuerdo con todo, pero no par-
ticipó en esta sesión por haber salido en comisión especial. Igual cosa
ocurrió con Diego Fernández de Córdova.
Con otros nombres incorporados después fueron en total 31 los
comprometidos.
Todos ratificaron el juramento solemne hecho anteriormente,
de fidelidad a Fernando VII y a la Junta Central residente en Sevilla. Se
obligaron también a guardar en secreto las resoluciones que se toma-
ren. Quien juró en primer lugar fue el obispo Andrés Quintián Ponte,
lo hizo de rodillas, frente a un Crucifijo y a los Evangelios y dijo “Juro
a Dios y a Jesucristo crucificado, sobre ellos, que ratifico el juramento solem-
ne practicado en la santa iglesia catedral, de obedecer al Rey nuestro señor don
Fernando VII y en su real nombre a la Junta Central que gobierna en España
y estos dominios, en defensa de los derechos de la Corona y autoridad de dicha
Suprema Junta, la Religión y la Patria, hasta derramar, si fuere necesario, la
última gota de sangre; jurando así mismo no obedecer a la Junta creada por el
pueblo de Quito, con el falso supuesto de haberse extinguido la verdadera cen-
tral que gobierna por nuestro católico soberano don Fernando VII. Si así lo
hiciere, Dios me guarde, y de lo contrario me demande en mal. Amén.”8
Con este juramento se comprometieron, en la línea trazada por
el gobernador y el obispo, los más notables ciudadanos de Cuenca, res-
petuosos de la religión y de la palabra de honor empeñada ante Dios y
en su fuero interno.
——————Oficio dirigido a Manuel del Pozo y Pino, administrador
de tributos sobre el nombramiento de Vicente Peñaherrera como admi-
nistrador principal de correos. Otro oficio se refiere a que la adminis-
tración de justicia está expedita.
——————El alcalde de primer voto, Fernando de Salazar y Piedra,
envió una comunicación oponiéndose a la entrega de dinero para la
defensa, por cuanto se había resuelto en un órgano que no tenía facul-
tades para ello, como era una Junta auxiliar del Cabildo, donde había
unos vocales sin derecho a voz y voto. Una comunicación con iguales
observaciones la redactó Francisco Calderón, con otras destinadas a la
Junta de Quito, pero fueron interceptadas.
——————Carta de Francisco Xavier Salazar a Melchor Aymerich
ofreciéndole la fiscalía de la sala del crimen. Otra de Antonio Tejada

8 Tomado de: Muñoz Vernaza, Alberto, Memorias de la Revolución de Quito, op. Cit.

166
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

comunicándole que ha sido nombrado ministro en la sala de lo civil.


——————Llegan dos copias de las arengas de Juan Pío Montúfar y
de Manuel Rodríguez de Quiroga, ministro de gracia y justicia. Estas
copias fueron enviadas desde Quito por varias ocasiones y con diver-
sos destinatarios.
——————Carta de Vicente Viteri al obispo de Cuenca sobre asuntos
privados pero también con un informe de lo ocurrido en Quito el 10, el
16 y el 20 de agosto. Comenta que el conde Ruiz de Castilla está libre y
con sueldo en la hacienda de Iñaquito. También comenta que el doctor
Ignacio Torres, abogado en algunas causas de las iglesias de Cuenca y
Quito había abandonado la ciudad con destino a Popayán.
——————Carta enviada desde Quito por Rudesindo Toral a Ma-
riano Crespo, comentando y razonando favorablemente sobre lo ocu-
rrido el 10 de Agosto.
——————Cartas de Antonio Tejada y de Cristóbal Gómez al deán
Tomás Borrero, el primero poniéndose a sus órdenes y el segundo
comentando un asunto judicial de la Iglesia de Cuenca. Otra fue en-
viada por José Paz Albornoz al procurador del cabildo eclesiástico
sobre el abandono de Quito del abogado de la causa Ignacio Torres.
——————En varias comunicaciones se elogia la revolución quiteña
y a Juan de Salinas, se hacen referencias históricas y se critica a los
españoles peninsulares. También se comenta sobre los festejos, la ale-
gría del pueblo quiteño y se detallan los nombres, los cargos y los títu-
los de las nuevas autoridades políticas y judiciales.
——————Al parecer, en esta fecha, se envían las cuartetas dobles
contra los quiteños que intervinieron en la revolución del Diez de
Agosto. Son extremadamente groseras y no tienen la gracia de las
Décimas a Guayaquil y Quito del padre Juan Bautista Aguirre. Se hace
constar que se las atribuye a Pedro Roa.
En la carta enviada a Manuel Arizaga se reprocha, con insultos, a los
morlacos y se concluye devolviéndola para que la meta “en el trasero
del mulón que la hizo.”
23 de agosto. Diego Fernández de Córdova informa de sus gestiones en
Guayaquil. Dice que se ha hecho un consejo de guerra para apoyar a
Cuenca.
——————El cabildo eclesiástico presidido por el obispo, resuelve
entregar para la defensa la cantidad de 50.000 pesos que estaban desti-
nados al colegio Seminario. También se destinan todos los fondos pro-

167
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

venientes de diversos rubros y que pertenecen a la Iglesia. (Como em-


préstito). Se autoriza que se emitan los correspondientes libramientos.
——————Copia de la carta de Antonio Erdoiza enviada desde Am-
bato a Antonio García. Comenta lo sucedido en Quito, los cargos y títulos
de los revolucionaros y enumera a los participantes, con sus empleos.
——————Manuel Pozo y Pino condujo hacia Guayaquil a Mariano
Pozo y a los soldados apresados, pagando los gastos de su cuenta, con
oferta de reposición. Portó también una solicitud de ayuda dirigida al
gobernador Cucalón.
——————Carta de Juan de Dios Morales a Antonio García sobre la
conveniencia de la adhesión de Cuenca a la Junta.
——————Acta del Cabildo de Quito que en sesión extraordinaria
convocada por petición del marqués de Selva Alegre, conoce el oficio
enviado por el Cabildo de Cuenca que solicita información sobre lo
ocurrido el 10 de Agosto. Se resuelve dar a conocer los sucesos.
24 de agosto. Llega el oficio sobre la rebaja de precio del papel sellado
a su taza antigua.
——————Oficio de entrega de los caudales de la Iglesia en présta-
mo para combatir “el horrible atentado del pueblo de Quito”
——————Personas desconocidas difundieron la noticia de una
toma nocturna de Cuenca por parte de los revolucionarios quiteños. Se
tocó la generala. Acudieron hombres y mujeres de toda condición social,
desde niños hasta personas mayores, con las armas que tenían en sus
casas, desde cuchillos hasta palos, para auxiliar a los pocos soldados
que debían defender a la ciudad. También llegaron personas de San
Juan del Valle, de San Joaquín y de otros lugares cercanos. Desempe-
draron las calles y acumularon las piedras en la plaza mayor y en la de
San Francisco. Se encerró en su palacio el gobernador Aymerich y sólo
salió cuando se confirmó que era una falsa alarma. Huyó el obispo
fuera de la ciudad y regresó al día siguiente. De inmediato se le amplia-
ron las facultades otorgadas al gobernador, quien podía suspender en
el ejercicio de su empleo a cualquier funcionario sospechoso, incluso
por no haber salido de su casa a defender a la ciudad, o que difundie-
ra las novedades de Quito o las resoluciones del Cabildo y su Junta es-
pecial de apoyo. En definitiva, se estableció el terror y el pánico en la
ciudad, la que se mantuvo en ascuas por varios meses.
De todo ello se hicieron varias informaciones sumarias con testimonios
de José de Neyra y Vélez, Baltasar Polo, Antonio Thello de la Chica,
Senón de San Martín, Carlos Balladares y de otras autoridades milita-

168
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

res y civiles, así como de personas particulares. Todas constan en la


transcripción de los documentos.
En una de las declaraciones se dice “ha sido muy aplaudida la preparación
generosa de este vecindario, y con ella ha dado un claro y fiel testimonio de su
lealtad, valor y subordinación, la que se debe escribir en láminas de oro o bron-
ce para que se sepa en los sucesivos siglos las recomendaciones de esta ciudad,
de cuyos vecinos que quedado los superiores muy satisfechos y gloriados por-
que han prometido concluir con sus vidas en defensa de la Religión, del Rey
nuestro señor (que Dios guarde) y de la Patria.” 9
——————Se envía una copia de una comunicación de Bartolomé
Cucalón, gobernador de Guayaquil, dirigida al marqués de Selva
Alegre, condenando drásticamente su actitud.
——————Proclama del gobernador de Guayaquil a su pueblo sobre
la formación de la Junta de Quito y de dos Senados, criticando dura-
mente a los quiteños y aplaudiendo a los guayaquileños que se han
opuesto. “Nada necesitáis de Quito cuando éste no puede sobrevivir sin vues-
tros auxilios”.10 Comenta que ha mandado auxilios para Cuenca.
25 de agosto. Los diputados Ignacio Valladares, Antonio y Juan Fran-
cisco Carrasco informan que en Azogues corrió la noticia de la llegada
de Juan Melo con tropas a tomarse la ciudad. Dicen: “nos alentó ver tanto
número de hombres que cubrían la plaza: indios con hondas, moharras y palos
se cruzaban por las calles; mujeres de edad, niñas, blancas e indias, convocarse
unas a otras y con las armas que su industria les dictaba…” 11 y más adelan-
te añaden que “los indios, sin influjo de nadie, sino de su motivo se han jura-
mentado a rendir sus vidas por defensa de su Rey, de su Patria…” 12 Las auto-
ridades agradecieron de inmediato a los azogueños por su fidelidad.
——————El cabildo cuencano recibe un oficio de Pedro Argudo,
natural de Biblián, en el que comunica la captura de Vicente Melo y con
él de una carta de José Sánchez de Orellana dirigida al obispo Quintián
Ponte sobre el establecimiento de la Junta Suprema; un pasaporte para
Melo, autorizado por Juan de Dios Morales; un ejemplar de la arenga

9 Consta entre las informaciones sumarias hechas ante notario con motivo de la falsa alarma
del 24 de agosto de 1809. Colección de documentos transcritos en este volumen.
10 Colección de documentos transcritos para la obra Cuenca y el Diez de Agosto, del autor de este
artículo.
11 Colección de documentos transcritos para la obra Cuenca y el Diez de Agosto, del autor de este
artículo.
12 Colección de documentos transcritos para la obra Cuenca y el Diez de Agosto, del autor de este
artículo.

169
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

del marqués de Selva Alegre y una copia sobre las reformas económicas
relacionadas con los tabacos, el cabezón y el papel sellado. El obispo
comentó que esa comunicación dirigida a él “la miraba con el desprecio y
abominación que exige el caso, como no dimanada de autoridad legítima.” 13
26 de agosto. El nuevo gobierno establece para delitos menores el jui-
cio verbal. (En los documentos se puede encontrar insistentemente que
una de las mayores quejas contra el gobierno de los españoles europe-
os era su parcialidad y la lentitud en los trámites)
——————Nombramiento del nuevo corregidor de Ibarra a favor de
Domingo de Gangotena, dado por la Junta Suprema, a nombre de
Fernando VII.
27 de agosto. Cuenca comunica oficialmente que no obedecerá a la
Junta Suprema de Quito sino sólo a la Suprema Junta que reside en
Sevilla.
28 de agosto. Llegan tres cartas rezagadas, emitidas por el virrey de
Santa Fe, una relacionada con el Manifiesto de España a Europa sobre
la guerra contra Napoleón Bonaparte; otra con la confiscación de los
bienes de quienes habían apoyado en España a los bonapartistas; y, una
tercera sobre el paso de emisarios franceses hacia América.
——————El obispo Andrés Quintián contesta la carta del marqués
de Selva Alegre y le dice que ha jurado sostener y defender sólo a su
legítimo soberano. Cuando supo el apresamiento de Fernando VII en
Bayona había jurado reconocer a la Junta integrada en España, por lo
que no podía obedecer a otra. Añade que esa Junta española había re-
suelto suprimir las juntas supremas creadas allá y sólo llamarlas Juntas
Superiores de provincias. Opina que Quito debía seguir este camino.
Juzga que lo que han hecho causará infortunios e infinitos males y que
presiente que será el triste espectador de las mayores desgracias. Se
ofrece como víctima propiciatoria para aplacar la ira divina. Le aconse-
ja que corrija ya lo que él considera como erróneo, le recuerda su ori-
gen distinguido y emparentado con las más notables familias de
España y Quito y le pide que proceda así, por amor a la patria, a la reli-
gión y al rey – añadiendo que así lo supone. Termina pidiendo a Dios
que le dé las divinas luces en abundancia.
——————Diez días después de haber salido de Cuenca, desde
Piura José María Landa y Ramírez informa al Cabildo de sus gestiones.

13 Colección de documentos transcritos para la obra Cuenca y el Diez de Agosto, del autor de este
artículo.

170
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

Dice haber enviado información precisa al virrey del Perú y solicitudes


de auxilio con numerosas armas y gente y, sobre todo, que ponga a
Cuenca bajo su protección. Dice textualmente: “Cuenca hasta aquí no
solamente ha sido dependiente, sino también quasi esclava de Quito…”.14 En
otra pieza con documentos se vuelve a copiar el informe enviado desde
Piura.
——————Landa da a conocer el sentido de la comunicación dirigi-
da desde Piura al virrey Abascal, con detalles sobre el levantamiento de
Quito, así como de otra dirigida al intendente Manuel Salazar sobre el
mismo asunto.
30 de agosto. Los presos enviados desde Cuenca fueron exhibidos
como traidores en las calles de Guayaquil.
31 de agosto. Manuel Pozo y Pino informa haber entregado al gober-
nador de Guayaquil los 24 hombres que llevó presos. Informa también
sobre los auxilios pedidos a esa ciudad.
——————José María Landa emite un nuevo informe desde Piura.

Mes de septiembre

Estuvo destinado a los preparativos del ejército que defendería


a Cuenca y que iría a Quito a someter a los revolucionarios. Todo lo im-
pulsaba Melchor Aymerich, quien se consideraba el gran pacificador y
tenía la aspiración de llegar a ser presidente de la Real Audiencia. Le
secundaba plenamente el obispo Andrés Quintián Ponte. Entre otras
acciones se cumplieron las siguientes:
- Se mandó a confeccionar 500 lanzas.
- Se autorizó al vecindario la fabricación de lanzas y otras armas simi-
lares.
- Se uniformó a los soldados, lo que no era costumbre hasta esa época,
pues antes cada uno lo hacía por su cuenta.
- Andrés Quintián Ponte y Andrade, voluntariamente cubrió los gastos
de los uniformes y destinó fondos del seminario, de la catedral, de
obras pías y de propios para cubrir otros gastos. Llegó incluso a exo-
nerar el pago de dos años de tributos a quienes se presentaren como
voluntarios para integrar el ejército.
- El lego mercedario José Valero predicaba apasionadamente a favor de
la guerra contra los quiteños.
14 Colección de documentos transcritos para la obra Cuenca y el Diez de Agosto, del autor de este
artículo.

171
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

- Se dispuso que Paulino Ordóñez confeccionara seis piezas de artille-


ría. (Sólo logró hacer cuatro).
- José María Vázquez de Noboa ofreció alistar una compañía de infan-
tería para apoyar a los realistas.
- Antonio García Trelles hizo el mismo ofrecimiento, pero de una com-
pañía de caballería.
- El presbítero Manuel Arias Pacheco ofreció servir al ejército como
capellán.
- Ignacio Arias, también presbítero, se presentó como un segundo cape-
llán.
- El médico quiteño José Moreno se ofreció participar como cirujano y
soldado.
- Manuel Rada solicitó ser el alférez real, es decir, el portador de la ban-
dera.
- Ignacio Argudo de Cojitambo informó que había reunido 500 hom-
bres y para entrenarlos fueron enviados seis soldados experimenta-
dos, con fusiles, pólvora y con 500 pesos de ayuda.
- José Baltasar Vélez Ramírez ofreció organizar una compañía de ala-
barderos para cuidar los caminos de Machángara y Chiquintad.
- Tomás Torres Arrendondo ofreció levantar otra compañía militar. No
se le aceptó porque hubo algunas dudas sobre su comportamiento.
- Antonio de La Rea comunicó su lealtad al Rey y solicitó algún
empleo.
- Dionisio Heredia ofreció armas y gente a su costa y pidió una desig-
nación militar.
- Andrés y Juan Sánchez pusieron a disposición del gobernador a 69
jóvenes a quienes enseñaban gramática. Se les pidió que estén listos al
toque de la generala.
- Azogues formó una compañía dirigida por Francisco Dávila y se
informó que quedaban a la espera 200 personas más, de las cuales
sólo fueron alistadas 100, al mando de Ignacio Valladares, nombrado
como teniente.
- Oña y Nabón debían solicitar la colaboración de voluntarios y aten-
der a las tropas que llegarían de Loja.
- El corregidor de Loja Tomás Ruiz Gómez de Quevedo informó que
del Perú llegaban 300 fusiles.

Fuera de lo anotado, la cronología de estos y de otros aconteci-


mientos es la que sigue:

172
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

01 de septiembre. El comandante Pablo Riofrío y su ayudante José


Maldonado informan sobre las dificultades para cumplir con lo ofreci-
do desde Loja porque las milicias sólo se habían organizado parcial-
mente desde 1800 y no tenían entrenamiento ni disciplina, porque mu-
chos oyendo la convocatoria se han ausentado de la ciudad y porque
no hay suficientes personas para reunirlas en Saraguro.
02 de septiembre. El gobernador de Guayaquil puso a disposición de
Cuenca, por solicitud del comisionado Diego Fernández de Córdova, a
varios oficiales con sus armas y vestuarios. Después dispuso también
el envío de dos cañones, cuatro artilleros y armas y como la ciudad es-
tuvo ya aislada por los controles de sus salidas y entradas, contrató
también la provisión de doscientas cargas de cacao, bebida que en
aquellos tiempos era de uso cotidiano, como ocurre ahora con el café,
así como el envío de cien arrobas de arroz. Cucalón solicitó, a su vez,
400 ó 500 jóvenes para tomar las armas en defensa de Guayaquil, ale-
gando que había pocos jóvenes en su provincia. Cuenca se aprestó a
colaborar, incluyendo el alistamiento de los presos que no merecían
pena aflictiva.
——————B. Cucalón informó oficialmente que el capitán Manuel
del Pozo y Pino le entregó 4 cabos y 20 soldados del cuerpo de vetera-
nos para ser enviados presos al Callao.
04 de septiembre. Los presos fueron enviados al Callao donde se los
encerró en el fuerte de San Felipe.
——————B. Cucalón envió un segundo oficio de exhorto a Juan Pío
Montúfar criticando los motivos alegados para hacer la revolución y
que es una extravagancia decir que se lucha contra los franceses. Los
quiteños han gozado de seguridad por trescientos años –afirma-.
——————El Cabildo lojano resuelve oficialmente apoyar a Cuenca
y resistir todo intento de unión con Quito, criticando severamente a la
Junta Suprema.
05 de septiembre. En Riobamba se reúnen en secreto, sin que los sepa
el corregidor Xavier Montúfar, los alcaldes Fernando Dávalos Gon-
zález y Fernando de Velasco y Unda; los regidores Mariano Dávalos y
Martín Chiriboga y otros, acompañados del procurador, para oponerse
al gobierno de Quito y en contra del corregidor de esa ciudad. Cono-
cedores de la actitud de los gobernadores de Cuenca y Guayaquil, les
envían copias de esta acta y les impulsan a seguir adelante hasta ven-
cer a la Junta Suprema.

173
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

06 de septiembre. Se informa desde Naranjal la compra y el envío de


cacao y arroz para Cuenca.
07 de septiembre. Llega la comunicación del comandante Villavicencio
a través de Juan José Aguilar, sobre el nombramiento de corregidor de
Cañar a favor de Luis Cobos. Tanto el portador como el beneficiario
fueron apresados y procesados.15
——————La Junta Suprema envía oficios a los cabildos de Popa-
yán, Cuenca y Guayaquil sobre los nombramientos de comisionados
de paz.
——————En una carta a Joaquín Salazar se comenta sobre los comi-
sionados de paz Pedro Calisto y Salvador Murgueytio.
——————Cartas a Mauricio Salazar, prebendado de la catedral, con
noticias sobre las tropas distribuidas en diversos lugares, inclusive con
participación de los indios de Riobamba, quienes tendrían 5 000 flechas y
harían rodar galgas de los cerros y montañas contra los revolucionarios.
08 de septiembre. Melchor Aymerich hizo una junta de guerra en Ca-
ñar para preparar el avance hacia el norte, con estrategias de mandar
avanzadas y espionajes. Asistieron Manuel Rada, Manuel Chica y As-
tudillo, Francisco Chica y Astudillo, Miguel de la Piedra, José Vega y
Veintemilla, Bernardo Rodal, Juan Benítez y Carrión, Vicente Gascón,
Juan Ángel Cabrera y Rico, Jorge Mariño y Piedra y Miguel Vélez
Ramírez.
09 de septiembre. El virrey de Lima José Abascal envía un oficio infor-
mando que ha dado a Guayaquil instrucciones sobre la defensa de esa
ciudad y de la de Cuenca, felicitando al mismo tiempo, por la lealtad
de unos y otros. Comenta sobre el conocimiento de lo ocurrido por un
informe de un comisionado de Cuenca (José María Landa y Ramírez) y
da razones para considerar que la Junta de Quito ha actuado errónea-
mente y con ánimo revolucionario. El cabildo de Cuenca aprovechó la
recepción de esta comunicación para insistir en el envío de armas y de
soldados. En la documentación se ha copiado íntegramente el oficio.
11 de septiembre. Convocatoria a Cortes a reunirse en España a partir
del 1 de mayo de 1810.
12 de septiembre. Orden del obispo para que los prelados y autorida-
des de las comunidades de Santo Domingo, San Francisco, San Agus-
tín, la Merced y Betlemitas, renueven su juramento de fidelidad a la

15 Cabe señalar que la Junta Suprema de Quito, con este nombramiento, elevó la categoría de
Cañar a corregimiento, pues antes era sólo una tenencia.

174
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

Junta residente en Sevilla y no a la de Quito, y que lo hagan también


todos los miembros de sus comunidades.
13 de septiembre. Desde Riobamba los comisionados Salvador Mur-
gueytio y Pedro Calisto escriben a Melchor Aymerich dando a conocer
que viajan a nombre de la Junta Suprema para informar sobre los suce-
sos de Quito.
——————Los comisionados envían otro oficio desde Riobamba
dirigido al obispo Andrés Quintián.
——————Se añade un documento a la causa seguida contra Jacinto
Bejarano. También se comenta sobre la Junta y dice Cucalón estar pre-
parado para la defensa de Guayaquil y que ha pedido tropas al virrey
del Perú.
14 de septiembre. El gobernador de Cuenca manda refuerzos al Cañar
con los capitanes José María Vázquez de Noboa y Joaquín Crespo.
——————Copia de un oficio remitido en contestación de otro, sobre
la retención del correo del Perú.
15 de septiembre. El comisionado de Biblián Ignacio Argudo informa
que se había detenido al padre Julián Zeas por haberse negado a ser re-
gistrado. El obispo tuvo que intervenir para que se lo soltara, previo un
nuevo juramento sobre su lealtad.
16 de septiembre. Las autoridades de Cuenca responden a los comisio-
nados pidiéndoles que expongan por escrito sus planteamientos pero
que no se desplacen más acá de Alausí.
——————Cuenca agradece a Loja por su apoyo y por los auxilios
ofrecidos.
——————Una nueva carta de José María Landa y Ramírez, emitida
desde Piura, daba razón de sus gestiones para logar apoyo del virrey
del Perú.
17 de septiembre. El virrey de Lima envía una proclama dirigida a los
quiteños para que desistan de la revolución, pero con la amenaza de
hacer la guerra, con todas sus consecuencias e informando que sus tro-
pas son más numerosas y experimentadas. Ofrece interceder ante el
virrey de Santa Fe para que no tome represalias.
——————Oficio dirigido desde Anaquito (Iñaquito) por el conde
Ruiz de Castilla sobre José Ignacio Checa, gobernador de Jaén, presen-
te en Cuenca el 10 de Agosto, señalando que no ha tenido participación
en el movimiento revolucionario de Quito y con fecha 18 se recomien-
da entregarle el pasaporte.

175
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

——————Juan Pío Montúfar concede un pasaporte a José María


Palacios, vecino de Loja.
——————Resolución de José Abascal sobre las apelaciones en los
juicios de justicia y gobierno que deben hacerse ante él y los tribunales
de Lima hasta que termine el problema con Quito.
18 de septiembre. José María Landa emite otro informe al Cabildo des-
de Lima. También comenta que José Silva y Olave ha sido elegido dipu-
tado de la Junta Suprema de Sevilla.
19 de septiembre. El obispo Andrés Quintián contesta en una larga
misiva a los comisionados Murgueytio y Calisto. Hace largas reflexio-
nes y dice que no puede garantizar la seguridad de ellos por el ardor
del pueblo y que incluso han sido detenidos los sacerdotes Julián Cea
y Felis Costa por lo que ha tenido que intervenir él para librarlos.
——————El gobernador provisional de Bracamoros Joaquín Barco,
comunica que había tomado todas las providencias en el caso de que
sea cierto el levantamiento de Quito. El Cabildo de Cuenca recibió el
oficio el 14 de octubre y contestó de inmediato, dándole las gracias.
——————Oficio de Melchor Aymerich a Landa y Ramírez, insis-
tiendo en la protección que se debe recibir desde Lima.
20 de septiembre. Nombramiento de Vicente Argudo como juez pedá-
neo de Chunchi, en la provincia de Alausí.
21 de septiembre. El virrey de Santa Fe Antonio Amar felicita a Cuenca
por su actuación a favor de la “justa causa”. Da a Melchor Aymerich el
nombramiento de comandante general de las armas y jefe de la gente
de guerra en las provincias de Cuenca, Loja y Jaén de Bracamoros. Al
virrey del Perú le ha informado sobre sus disposiciones. Las comunica-
ciones con Santa Fe se harán por el mar y de allí a Popayán, que se ha
mantenido fiel.
——————Se conoce, por documentos capturados por espías, sobre
los nombramiento del doctor Salvador Murgueytio como senador de la
sala del crimen y como comisionado para parlamentar con el cabildo y
las autoridades de Cuenca, conjuntamente con Pedro Calisto, regidor
del cabildo de Quito. Vienen con instrucciones de conciliar la paz con
Cuenca, pero también con otras intenciones.
22 de septiembre. En un nuevo oficio dirigido por el virrey de Lima
José Abascal al gobernador de Guayaquil le expone sus estrategias de
guerra: bloquear por todo lado a Quito, para que no le llegue ni un
grano de sal. Las tropas deben vigilar los puertos e incluso la vía a

176
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

Mainas. Además, le ordena apoyar a Cuenca en todo lo que pida.


Insiste también en la continuación de la búsqueda de los arreglos por
la vía pacífica.
——————En otro oficio el virrey de Lima da órdenes sobre los pre-
parativos para la guerra, pero insiste en los arreglos pacíficos. Se orde-
na también que se obtenga de Loja todo apoyo y que se coordinen las
acciones con el gobernador de Guayaquil. Este oficio se leyó en la se-
sión del Cabildo del 9 de octubre y se resolvió darle las gracias por todo
el apoyo brindado a Cuenca.
——————Juan de Dios Morales, creyendo que Murgueytio ya había
llegado a Cuenca, en una carta le trata de senador, cargo que en esa
época estaba asociado a la administración de justicia. Esto despierta
sospechas entre las autoridades de Cuenca.
Su comunicación es un largo alegato sobre los procedimientos de la
Junta Suprema con argumentos jurídicos, históricos y circunstanciales.
Juzga que se debía retirar del poder a los negligentes que se habían he-
cho odiosos al pueblo. Lo planificado y ejecutado se ha hecho con me-
ditación y no es obra de intrigas o de locas ambiciones. Dice que que-
rer que nada se haga es querer que América se entregue a Bonaparte.
Manifiesta que se ven tristes síntomas de destrucción de la patria y
querer que Quito no actúe es inadecuado. No hemos faltado a nuestras
obligaciones –dice–. Las autoridades de España ya están recibiendo
órdenes de Bonaparte, como el cierre de los puertos de América a los
ingleses. “Es crasa ignorancia pensar que no tienen los pueblos de América
los mismos derechos que tuvieron los de España para crear Juntas…pensáis
erróneamente que ni puede, ni debe, ni es capaz de mandar el americano”. El
americano no es un negro del África que nació sólo para arrastrarse y obede-
cer con temor y temblor…”.16 Por último, a las autoridades españolas de
Cuenca les invita a no encender la guerra civil.
Pide que no entre en las conversaciones Pablo Ylario Chica, primer
motor de los enredos de Cuenca por ser gran deudor de las cajas reales.
Al parecer, como una sobre carta le informa brevemente sobre los suce-
sos de Chuquisaca y La Paz, donde Santa ha renunciado y el obispo de
Charcas de ha fugado. (Estos hechos ocurrieron en mayo y junio de
1809, es decir, pocos meses antes que en Quito y tuvieron otros rasgos
que les dan menos trascendencia que al movimiento revolucionario
quiteño)
16 Colección de documentos transcritos para la obra Cuenca y el Diez de Agosto, del autor de este
artículo.

177
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

El cabildo de Cuenca ha incorporado junto a esta documentación un


Manifiesto a los Quiteños, escrito de acuerdo con el pensamiento de
Andrés Quintián Ponte donde junto al relato completo de lo ocurrido
antes del diez de agosto, en ese día y en posteriores están reflexiones
sobre la política y el papel que debió cumplir el Cabildo de Quito, si se
creía que faltaban las autoridades. También se revisan los sucesos de
España y se hacen elucubraciones como la de pensar que para sostener
la Revolución echarán mano hasta de las alhajas y reliquias religiosas.
Se les invita a declinar el poder ante el Cabildo.
——————Se da una respuesta más sobre la retención de oficios de
la correspondencia oficial y particular. Se vuelve a criticar la mala ad-
ministración de justicia y se justifican los cambios ocurridos, con la
remoción de las autoridades, sin perjudicarles en nada. Se elogia a los
integrantes de la Junta y se enumera a todos los comprometidos con los
cambios, tanto seglares como eclesiásticos. Y comenta que se los ha cri-
ticado por ser quiteños y no asturianos.
——————En cartas dirigidas a Joaquín Salazar, abogado de la Real
Audiencia en Cuenca, así como en otras anónimas, se comenta sobre la
preparación de las fuerzas militares. Es como una guerra de noticias
para atemorizarse unos a otros.
——————Cartas de un tal José Lorenzo dirigida desde Quito a Ig-
nacia Álvarez. Al parecer es de un pretendiente que ha recibido de ella
críticas por la revolución quiteña y que las responde con insultos con-
tra los cuencanos que se han unido para afrontar hasta con las armas a
los quiteños. Usa términos tales como bestias, borricos e idiotas. (Como
se sabía que la correspondencia era interceptada por las autoridades de
Cuenca, estas cartas, quizá con nombres supuestos, están dentro de la
guerra de noticias que se propalaban desde uno y otro bando)
——————En un oficio dirigido al gobernador Aymerich, un desco-
nocido de Quito se atribuye la redacción de la larga Proclama a los qui-
teños y pide que se la reproduzca para su difusión.
——————Oficio dirigido a Aymerich sobre los delegados Murguey-
tio y Calisto, escrito por los párrocos y doctrineros Fernando Vélez Ra-
mírez, Mariano Ángelo de Ormaza y José María Plaza de los Reyes, pi-
diendo que atienda sus exposiciones.
23 de septiembre. Murgueytio insistió por medio de otra comunica-
ción para que se les reciba. El Cabildo contestó que se había resuelto no
obedecer sino a la Junta de Sevilla.

178
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

25 de septiembre. Llegó otro oficio del marqués de Selva Alegre dirigi-


do a Salvador Murgueytio y a Pedro Calisto y Muñoz dándoles más
instrucciones para tratar sobre la Junta y sus objetivos con las autorida-
des de Cuenca. Otras instrucciones, más radicales, fueron dadas por
Juan de Dios Morales sobre el mismo tema.
26 de septiembre. Recepción de una comunicación del virrey del Perú,
con un agradecimiento al Cabildo por su actuación y con la oferta de
informar a las autoridades de la Península sobre la lealtad de Cuenca.
Informaba también de las disposiciones dadas al gobernador de Gua-
yaquil para auxiliar a nuestra ciudad, en todo lo que le pida y, además
anunciaba el envío de 500 fusiles y más armas y la indicación de que se
ataque antes de que entren las aguas y de que se sigan difundiendo las
noticias que pueden contagiar a toda la provincia.
Le expresa a Aymerich que debe someterse a las resoluciones del go-
bernador de Guayaquil, pues así lo ha querido el conde Ruiz de Cas-
tilla y le pide que no haya rivalidades entre los dos.
——————Como consecuencia de este oficio el Cabildo ordenó que
se saquen copias de todas las resoluciones y quizá aquí esté el origen
de la presente compilación que publicaremos.
28 de septiembre. El Cabildo de Cuenca rechaza al comisionado Mur-
gueytio por no haber acreditado sus credenciales, pero sobre todo por
estar en total discrepancia con su misión.
29 de septiembre. Oficio de Salvador Murgueytio dirigido al Ayunta-
miento de Cuenca insistiendo en sus sanas intenciones.

Mes de octubre

En este mes se dan las movilizaciones desde Cuenca para so-


meter a Quito por las armas, pero también se ordena la desmoviliza-
ción, con la correspondiente decepción de Aymerich. La Junta se ha
visto en la necesidad de llegar a arreglos con el conde Ruiz de Castilla,
por haberse quedado prácticamente aislada y sin alternativas por las
amenazas bélicas desde Santa Fe, Lima, Cuenca y Guayaquil.

01 de octubre. Se recibe la carta de Antonio de la Peña a Manuel Rada,


alférez de Cuenca en Cañar, enviada por medio de Vicente Olmedo.
02 de octubre. Nueva carta de Murgueytio, emitida desde Alausí, insis-
tiendo el la conveniencia de la Alianza de Cuenca con Quito.

179
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

03 de octubre. Melchor de Aymerich va a Cañar a inspeccionar las tro-


pas de avanzada.
04 de octubre. En Riobamba se captura, con intervención violenta de
Antonio de la Peña a Luis Saa, Pedro Calisto, José Bosmediano y José
Pérez, a quienes se les consideraba como traidores y espías, por unas
cartas que estuvieron en poder de ellos.
05 de octubre. Se retuvieron dos pasaportes emitidos por la Junta de
Quito a favor de Manuel Ramírez, cura de Loja y de José María Pala-
cios, vecino de esa ciudad. Se los detuvo para interrogarlos, pero se los
soltó, pues el primero era partidario de la contrarrevolución. También
se retuvo una comunicación del Marqués de Selva Alegre dirigida a
Vicente Argudo, con el nombramiento de teniente de Chunchi.
——————Aymerich pasa revista de las armas que poseen. Señala
que son adictos a su causa algunos funcionarios distribuidos desde
Cañar hasta Tacunga: el doctor Ante, José Pontón, Pedro Calisto, Felipe
Santos, Fernando Dávalos, el doctor Velozo, el cura de la villa de Rio-
bamba, Jorge Ricaurte, entre otros y considera que el pueblo bajo de
Quito también está en contra de la Junta.
Informa también que un correo llevado por un indio no contuvo sino
papeles en blanco por lo que dedujeron que los revolucionarios los
habían interceptado.
——————Aymerich comunica que José Antonio Pontón, Alejandro
Muñoz y el cura José Reyes, todos de Alausí, ofrecieron apoyar a la
expedición guerrera contra los quiteños y que se les había recibido el
juramento de lealtad. Al día siguiente llegaron otros vecinos de Alausí,
entre los que estaban los presbíteros Fernando Vélez y Mariano Costa
y Lucas Urbano, José Orozco y los hermanos Joaquín, Casimiro y Juan
Antonio Cobos, con la novedad de la actuación del capitán Antonio de
la Peña, a favor de los quiteños.
07 de octubre. Melchor de Aymerich informa también de la detención
del botánico lojano Vicente Olmedo, quien reveló ser agente de los rea-
listas y que tenía en su poder oficios de los virreyes de Lima y Santa Fe
dirigidos al gobernador Cucalón y al obispo Andrés Quintián Ponte.
También tenía documentos de varios regidores de Riobamba en contra
de la revolución de Quito, que la habían apoyado sólo por el despotis-
mo del corregidor de esa ciudad Xavier Montúfar, hijo del marqués de
Selva Alegre y que pedían auxilio a Cuenca. A pesar de esas muestras
se le exigió a Olmedo fianza para dejarle ir a su destino.

180
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

——————Se da razón de todos los preparativos bélicos de uno y


otro bando, gracias a los apoyos de laicos y religiosos y las pesquisas o
espías, incluyendo a delatores como Pedro Calisto, quien a través de su
hijo informaba sobre las estrategias de los revolucionarios. Se hace refe-
rencia a la necesidad de liberarse del yugo afrancesado de Xavier Mon-
túfar, corregidor de Riobamba y de su padre el marqués de Selva
Alegre.
08 de octubre. José M. Landa informa al Cabildo desde Lima, sobre sus
gestiones de apoyo y lo hace por medio de varios oficios.
——————El corregidor de Riobamba Xavier Montúfar renuncia a
su cargo por presión del pueblo y con ánimo de facilitar los arreglos
con la Junta Suprema, dispuesta a que retorne a la presidencia Fran-
cisco Urries, conde Ruiz de Castilla.
09 de octubre. El Cabildo de Riobamba acepta la renuncia de Xavier
Montúfar y comunica a los gobernadores de Guayaquil y Cuenca que
el camino está expedito para que lleguen con sus tropas.
——————El Cabildo de Riobamba envía un oficio al de Cuenca
ofreciendo todo apoyo a las tropas que lleguen y uniéndose para ven-
cer a las de Quito, pues hasta Tambillo estaba ya con ellos.
——————Se acata la resolución de que los asuntos judiciales de
Cuenca, que debían ser conocidos por la Audiencia de Quito, sean re-
sueltos por la Audiencia de Lima, mientras dure la Junta Suprema.
——————El virrey de Lima José Abascal escribe al marqués de
Selva Alegre pidiéndole que deponga su actitud y ofreciendo interpo-
ner sus buenos oficios para que el virrey de Santa Fe mire con piedad a
los que se han dejado seducir.
10 de octubre. Auto de Juan López Tormaleo, gobernador encargado,
sobre la fidelidad de la ciudad y sobre la aceptación de Lima para
admitir y poner a Cuenca bajo su protección en asuntos de gobierno y
justicia. Se ordena que se conozca por bando.
——————El Cabildo de Cuenca conoce una carta del teniente de
Chunchi Vicente Argudo, quien reflexiona sobre la inutilidad de una
guerra entre cristianos y la conveniencia de llegar a acuerdos de paz.
——————Pedro Calisto expresa al Cabildo de Riobamba la conve-
niencia de que se suspendan las hostilidades pues es innecesaria una
guerra civil.
——————El Cabildo de Riobamba informa al de Cuenca que ha re-
nunciado el corregidor Xavier Montúfar y que esperan en esa ciudad
con ansias los auxilios de Cuenca.

181
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

12 de octubre. En Alausí y con testimonio del escribano del lugar, se


reúne un consejo de guerra donde declaran Pedro Calisto y Miguel
Lunavictoria que han aparentado estar con los revolucionarios pero
que en realidad estuvieron en su contra y que ya no piensan los miem-
bros de la Junta sino en llegar a arreglos, dejando sus posiciones.
——————El Cabildo de Cuenca exhorta a los miembros de la Junta
Suprema que depongan su actitud para que las cosas vuelvan al esta-
do en que estaban antes del Diez de Agosto.
13 de octubre. Se conoce en el Cabildo de Cuenca que el virrey ha en-
viado una proclama en la que ha hecho constar que ha tomado a su
cargo provisionalmente el cuidado y protección de la ciudad. Se da a
conocer que también ha amenazado llevar una sangrienta guerra hasta
la liquidación de los revolucionarios, a la ciudad de Quito.
El Cabildo informa por un oficio al obispo de la mencionada proclama,
para que como cabeza del cuerpo eclesiástico proceda de la mejor
manera ante su grey, con las armas que maneja la Iglesia.
El Ayuntamiento de Cuenca envía una comunicación al marqués de
Selva Alegre con la proclama del virrey de Lima sobre la administra-
ción de Cuenca bajo su mando temporal y sobre la declaración de la
ciudad de una sangrienta guerra a la de Quito, según los juramentos
hechos ante los Evangelios. Si se volviesen las cosas a la situación ante-
rior al Diez de Agosto, se impulsará la hermandad entre Quito y
Cuenca.
——————Los guarandeños se ponen a las órdenes de B. Cucalón
para combatir a los quiteños.
——————Nuevos oficios son enviados a los prelados regulares y a
las preladas de los monasterios, con términos similares, para cortar “el
cáncer que amenaza la ruina de sus conventos, templos y altares.” Se
les incita a utilizar los medios religiosos para lograr el desistimiento de
los insurrectos de Quito, fundamentalmente con oraciones, ayunos y
mortificaciones.
——————Oficio dirigido por el Cabildo de Cuenca a los corregido-
res, jefes y tropas de Riobamba, Guaranda, Ambato y Tacunga, requi-
riendo todo el apoyo necesario para las tropas organizadas en Cuenca
y exhortando el desistimiento de cualquier apoyo a los quiteños.
——————En una carta particular de Agustín Bustamante se da a
conocer que el corregidor de Riobamba Xavier Montúfar había renun-
ciado y huido. Se informa sobre el bribón de Peña (Antonio de la) y

182
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

sobre la prisión encubierta de Pedro Calisto, Luis Saa, José Bosme-


diano. Invita a Aymerich a avanzar triunfante hasta Quito, pues las tro-
pas se han replegado.
——————Se toman declaraciones a Luis Saa y Pedro Calisto, dete-
nidos por acusación de traición. Estos escriben al obispo de Cuenca
sobre su inocencia e informan sobre las estrategias a seguir para vencer
a las tropas revolucionarias. Calisto dice que ha convencido ya de su
proceder a Antonio de la Peña, quien también le escribe una misiva.
14 de octubre. El Cabildo y la Junta de apoyo resuelven esperar las
órdenes del gobernador de Guayaquil, pues por disposición del virrey
tenían que actuar conjuntamente para auxiliar a Riobamba y acometer
a Quito. Aymerich tuvo que respetar esta disposición, aunque se sentía
perjudicado pues él tenía mayor antigüedad. Se consoló con el nom-
bramiento dada por el virrey de Santa Fe como comandante en jefe de
las tropas de Cuenca, Loja y Jaén de Bracamoros.
——————Juan Pío Montúfar deja la presidencia de la Junta, siendo
sustituido por el conde de Selva Florida, Juan José Guerrero. Esto faci-
litó un entendimiento con las anteriores autoridades.
——————Se dan a conocer varias actas de sesiones del Cabildo de
Riobamba y una Protesta del mismo, con una relación de los hechos
desde que fueron comunicados del ascenso de la Junta Suprema y que
obedecieron inicialmente por temor y en contra de su deliberada vo-
luntad para poder defender sus vidas, siendo estos actos nulos por
muchas razones jurídicas. Lo firmaron ante el notario Baltasar de Pa-
redes todos sus miembros: Fernando Velasco, Mariano Dávalos, Jorge
Luis de Ricaurte, Martín Chiriboga y León, Juan Bernardo de León,
Ramón Puyol y Ximénez, Antonio Paredes, Diego Donoso y Chiriboga,
Antonio Venegas, Ciro de Vida y Torres.
El Cabildo de Riobamba expone su parecer sobre la revolución al Ca-
bildo de Cuenca, informa sobre la recuperación de Guaranda y Ambato
y de su disposición de apoyar el avance hacia Quito para someter a la
Junta. Una comunicación similar fue enviada al gobernador Aymerich.
15 de octubre. Resolución del gobernador de Guayaquil sobre la expe-
dición hacia Quito. Debían esperarse órdenes expresas del virrey.
——————Pedro Calixto y el capitán Peña, reconciliados, se unen
para hacer la contrarrevolución a los quiteños. Asociados a Luis de Saa
pidieron a Aymerich que asuma el mando de las tropas de Alausí y
Riobamba.

183
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

——————Oficio del gobernador de Guayaquil al de Cuenca sobre


los preparativos para la guerra, pero que aún había que seguir inten-
tando la persuasión y que se debía esperar órdenes expresas de Lima.
Informó también que había realizado varias juntas de guerra y que
había recibido de Juan Pío Montúfar oficios sobre el retiro de las tropas
de uno y otro bando para poder parlamentar. Dice que el punto de en-
cuentro de las tropas de Cuenca y Guayaquil sería en Riobamba y que
le informará el día exacto de su salida.
16 de octubre. Entre las tropas enviadas por el virrey de Santa Fe y sol-
dados quiteños se dio un enfrentamiento en Fúnez, con pérdida de los
patriotas.
20 de octubre. Desplazamiento de Aymerich hacia Riobamba.
21 de octubre. Se recibió en el Cabildo de Cuenca un nuevo oficio diri-
gido desde Riobamba exponiendo los motivos que tenían Alausí, Am-
bato y Latacunga para oponerse a la Junta de Quito. Con esto se veía
como se iba debilitando el poder de la Junta y se abría el camino para
una reconciliación con el viejo presidente conde Ruiz de Castilla.
23 de octubre. El corregidor de Ambato Ignacio Arteta y el de Lata-
cunga Miguel Bello, se ponen a las órdenes de Aymerich para apoyar-
le con sus tropas, reiterando su lealtad a la Corona.
——————El virrey de Lima José Abascal contestó un oficio del
Ayuntamiento de Cuenca y se ratificó en elevar al Rey un informe so-
bre los méritos de la ciudad en la defensa de los intereses reales, agra-
deciendo nuevamente por los servicios prestados. También en otra
comunicación hizo referencia al decomiso o captura de papeles sedicio-
sos distribuidos por los seguidores de la Junta Suprema.
——————Proclama del virrey de Lima dirigida a los vecinos quite-
ños en contra de la Junta Suprema, solicitándoles no apoyarlos y ame-
nazando con una guerra de exterminio en caso de insistir en la revolu-
ción.
——————El corregimiento de Ambato envía una comunicación
similar. Sólo esperan al gobernador Aymerich para invadir a Quito,
poniéndola en estado de rendición o muerte.
——————José Abascal ordena desde Lima que se remitan a Gua-
yaquil las causas iniciadas contra los reos para que allí se las substan-
cie y que los reos sean custodiados debidamente.
24 de octubre. El conde Ruiz de Castilla es repuesto a su antiguo cargo
de presidente de la Real Audiencia de Quito.
——————El Cabildo de Riobamba se dirige al Cabildo de Cuenca y

184
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

al gobernador Melchor Aymerich para informar que están preparados


para recibir las tropas que han pasado por Cañar, a las que pueden dar
alojamiento y alimentación.
25 de octubre. Nicolás Calisto, hijo de Pedro Calisto hace referencia a
los arreglos con el conde Ruiz de Castilla sólo por temor a las tropas
que llegaban del sur y desde Popayán, pues siguen en sus cargos Sa-
linas y Morales, quienes esperarán su oportunidad para reemprender
las acciones contra la Corona. Da también otros informes sobre el apre-
samiento de Xavier Ascasubi y de otros asuntos relacionados con lo
que ocurría en esos momentos.
——————Desde Ambato se insiste en el envío de refuerzos y que
hay que actuar rápidamente.
26 de octubre. Se ordena depositar 18.500 pesos correspondientes al
obispo José Cuero y Caicedo, para gastos militares, según disposición
del cabildo eclesiástico de Cuenca.
——————Pedro Calisto escribe a Melchor Aymerich criticando los
arreglos y urgiéndole a seguir avanzando para lograr el rendimiento
de los miembros de la Junta y para capturar a los tres principales cabe-
cillas de la Revolución.
28 de octubre. Oficio de Antonio Amar, virrey de Santa Fe, acusando
recibo de copias de resoluciones tomadas por el Cabildo de Cuenca
desde el 16 de agosto. Las da por aprobadas. El Cabildo ordenó la pro-
mulgación por bando.
——————Oficio del Cabildo de Riobamba a Aymerich urgiéndole
que avance lo más pronto posible y que no espere la coordinación con
el gobernador de Guayaquil por la urgencia del caso.
——————El Cabildo de Riobamba, por un oficio enviado por el
conde Ruiz de Castilla, pide que se suspendan los avances de las tro-
pas, aunque sus miembros creen que se le ha hecho coacción y opinan
que sí deben avanzar.

Mes de noviembre

01 de noviembre. Oficio desde Riobamba dirigido por Pedro Calisto a


Melchor Aymerich pidiéndole que avance para unir sus fuerzas a las de
la región Norte, las que lleguen de Guayaquil y las del virreinato de
Santa Fe para sorprender a los quiteños a dos fuegos. Comunica que se
ha informado que las tropas no saldrán de Latacunga por órdenes
superiores, pero insiste en que hay que liquidar a los rebeldes.

185
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

03 de noviembre. Aymerich solicita al Cabildo de Cuenca el envío de


16 000 pesos. Se toman 12 000 de las cajas reales y 4 000 del ramo de
consolidación.
05 de noviembre. Pedro Calisto insiste en elogiar y expresar su afecto
a Melchor Aymerich y comenta que son falsas e hipócritas las actitudes
de los revolucionarios que han llegado a los arreglos con el conde Ruiz
de Castilla y que sus armas y hombres son inmensamente superiores,
pues a más de todas las que se habían reunido, por fin saldrán de
Guayaquil las que se ofrecieron y otras llegarán de Panamá, Guatemala
y Acapulco ya que se ha formado una idea muy abultada del alzamiento de
Quito. (Pedro Calisto se había presentado como mensajero de la Junta,
pero realmente actuó siempre en su contra. Fue apresado y golpeado
en Riobamba y quizá por ello guardó el más profundo resentimiento y
el ánimo de vengarse por todo lo que le había ocurrido.)
06 de noviembre. Se informa a Melchor Aymerich que los comisiona-
dos del conde Ruiz de Castilla han hecho regresar a las tropas y que no
hay dinero para su mantenimiento.
09 de noviembre. Se conoce en el Cabildo de Cuenca un oficio del vi-
rrey de Lima, fechado el 23 de octubre, acusando recibo de los docu-
mentos enviados para demostrar la lealtad de la ciudad y ofreciendo
informar de todo ello a la Corona. También hace referencia a la susten-
tación de la causa seguida contra los presos que se hallan en Guaya-
quil. Asistieron: Juan López Tormaleo, Ignacio de Dávila y Astudillo,
José Seminario y Saldivar, Tomás Borrero, Antonio Soler, Eugenio de
Arteaga, Juan de Rivera, Francisco Javier de Arcelus, Vicente de Arria-
ga, Manuel del Pozo y Pino, Luis José de Andrade, José Chica y Astu-
dillo, Mariano Isidro Crespo, Carlos Casamayor. Cerifica José Villa-
vicencio y Andrade.
——————Sale un despacho del presidente Ruiz de Castilla, llevado
por el regidor Rafael Maldonado, en el que se pide a Aymerich el reti-
ro de las tropas de los puestos de avanzada y se le dice expresamente
que ya no era necesario su auxilio, porque era suficiente el que llegaba
desde Lima.
——————Conoce el Cabildo de Cuenca una comunicación del vi-
rrey de Santa Fe Antonio Amar, aprobando la actitud de Cuenca en
todo el proceso revolucionario. Se dispone que no se acate a las nuevas
autoridades.
10 de noviembre. El ejército de Aymerich llega a Ambato con 1 800 sol-
dados.

186
AC TI T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN A

11 de noviembre. El conde Ruiz de Castilla se dirige enérgicamente a


Melchor Aymerich para que retire inmediatamente las tropas, hacién-
dole responsable de lo que pueda ocurrir si insiste en avanzar.
12 de noviembre. Melchor Aymerich contesta al conde Ruiz de Castilla
que él actuaba por disposición del virrey de Lima, bajo cuya dependen-
cia se puso a la ciudad de Cuenca cuando se cortaron lo nexos con el
virreinato de Santa Fe.
13 de noviembre. Aymerich envía varios oficios sobre la mala fe de los
revolucionarios quiteños. También dice que sus procedimientos esta-
ban acordes con las instrucciones del virrey de Lima, quien había pedi-
do que se repongan las cosas al estado en que estaban el 9 de agosto y
que veía que no era así. También manda una copia del oficio cursado
por el conde Ruiz de Castilla, pidiéndole que regrese con sus tropas.
14 de noviembre. El Cabildo de Cuenca manifiesta al conde Ruiz de
Castilla que permita que Aymerich estacione sus tropas en Machachi u
otro lugar de su agrado, al que debería concurrir el presidente para ma-
nifestar que estaba actuando con plena libertad y no influido por los
insurgentes.
Se conoce un escrito de Manuela Garaicoa, esposa de Francisco
Calderón, para que se sustancie pronto la causa seguida en su contra.
Se le contesta que acuda ante el gobernador de Guayaquil, quien está
conociendo la causa.
21 de noviembre. Se conocen los oficios enviados días antes por Ay-
merich. Se contesta que aún dudaban de los revolucionarios porque se-
guían gobernando los reos más escandalosos de Quito: Juan de Salinas,
en las armas y Juan de Dios Morales en la secretaría.
Se conocen dos escritos presentados por Fernando Valdivieso
sobre el embargo que se hizo de mulas pertenecientes a Guillermo
Valdivieso y sobre la conclusión de la causa contra José Félix
Valdivieso, sobre las sospechas que tuvieron de su conexión con los
insurrectos de Quito. Se resuelve que pasen los autos al asesor.
28 de noviembre. Sesión del Cabildo para conocer los oficios del conde
Ruiz de Castilla, sobre su reposición en el cargo de presidente. Se rati-
ficó en su pedido e informó que había aceptado algunas condiciones
racionales sujetas a la aprobación del virrey de Santa Fe. Agradeció e
informó que les agradece por los servicios prestidos y que informará a
la Corona para que otorgue mercedes a Cuenca.
Que se haga misa y te deum por los triunfos de España y sus
aliados contra los franceses. Que continúe normalmente el correo.

187
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

El Cabildo expresa también que se extrañaba por no dársele el


tratamiento de Usía obtenido legítimamente desde su fundación.
28 de noviembre. Empieza el retiro de Aymerich y su retorno a Cuenca.

Mes de diciembre

01 de diciembre. Los alabarderos debían dejar sus alabardas en la sala


de armas. Cuenca quedaría protegida sólo por las compañías de Sara-
guro y Oña. Los soldados debían conservar sus uniformes y relucirlos
sólo en las fiestas solemnes.
04 de diciembre. Sesión del Cabildo cuencano. Se informa que ya ha
terminado la reconquista y que los soldados deben ser tratados con
gratitud, que han devuelto las armas y se les dejado con los uniformes,
“como joya la más preciosa.” Que se les reciba con arcos triunfales a su
retorno, presididos por Aymerich.
Se levanta el arraigo dictaminado contra José Félix Valdivieso
por no haberle encontrado en complicidad con los revolucionarios de
Quito, con lo cual se le permitió pasar a su destino.
——————En Quito se inicia la persecución a quienes integraron la
Junta Suprema y el nuevo gobierno, faltando así a su palabra el conde
Ruiz de Castilla.
07 de diciembre. Después de varios meses se tramita favorablemente
el despacho del pasaporte del gobernador de Jaén José Ignacio Checa.
12 de diciembre. El gobernador Aymerich preside la sesión del Cabil-
do. Informa que ha licenciado las tropas, reservándose sólo 35 perso-
nas para custodiar la sala de armas, la cárcel y el cobro de tributos, que
se habían suspendido por orden del gobierno. Se hace referencia a que
se había utilizado a los indios en varios servicios relacionados con la lla-
mada reconquista.
Se solicitará al virrey de Lima para que Cuenca tenga una com-
pañía de 75 hombres. Se resuelve que se reinicie el servicio de correos.
Ignacio Checa pide que se le certifique su lealtad.
Se hace una nueva referencia al juicio criminal seguido contra
Francisco Calderón, que se estaba tramitando en Guayaquil.
Se resuelve que las próximas sesiones del Cabildo sean sólo
con sus miembros natos.
Pedro León Coronel expuso que como proveedor de las tropas
recibió 4 000 pesos y que todos los gastos los asumía, por lo que devol-

188
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

vía íntegramente esa suma, solicitando también la correspondiente cer-


tificación.
José Ignacio Valencia, vecino de Buga, pide certificación de su
lealtad y de su donación de 100 pesos para uniformes.
—————— Se remiten más documentos para añadir al juicio contra
Francisco Calderón.
22 de diciembre. Oficio del prior de la comunidad de dominicanos
acusando recibo de la proclama del virrey de Lima y ofrecimientos
para contribuir a la paz y a la obediencia de las autoridades.
—————— Contestación dada por la comunidad de mercedarios a la
recepción de un oficio del Cabildo de Cuenca y la proclama del virrey.
Se felicita a Cuenca por su actitud, destacando el papel del gobernador
y del obispo. Esta contestación incluyó asuntos doctrinarios. Se dijo,
por ejemplo, que “la fidelidad y obediencia a los monarcas son de derecho
natural y divino, según consta de las santas Escrituras.”17 Se dijo que es qui-
mérica la autoridad del pueblo. Más adelante se incluyó la información
de que fueron los que denunciaron las reuniones sediciosas realizadas
en diciembre de 1808 y que por falta de pruebas se les dejó libres a los
implicados. Terminan criticando la formación de la Falange, un cuerpo
de ejército de la Junta Suprema.
28 de diciembre. Sesión del Cabildo. Se conoce un oficio del presiden-
te de Quito con las debidas gracias por la felicitación enviada por su
retorno.
Se conocen los oficios de fray Julián Naranjo, provincial de los
dominicos y de los mercedarios, sobre sus lealtades y repudio a los
insurrectos de Quito.
Se conoce que se había elegido a Antonio de Narváez como
diputado por el Nuevo Reino de Granada para asistir a las Cortes de
España.
Por oficio del gobernador se resuelve enviar a Quito los expe-
dientes contra los reos de la “escandalosa revolución”, guardando una
copia legalizada.
El cura de Paute Gaspar Polo pide certificación de su conducta.
Manuel Rada, alférez real, informa sobre la carta del quiteño
Antonio de la Peña en que previene de los peligros de algunos valero-
sos quiteños frente a los revolucionarios. (Este joven estuvo primero
unido a los rebeldes, luego a los realistas y después de que se sospecha-

17 Colección de documentos transcritos en este volumen.

189
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

ra de su conducta, fue apresado y murió el 2 de agosto de 1810 en la


cárcel de Quito.)
30 de diciembre. Se envía copia de la carta de Antonio de la Peña, reci-
bida el primero de octubre, para que se incorpore a un proceso legal.

1810

05 de enero. J. M. Landa y Ramírez informa al Cabildo de Cuenca sobre


el envío desde Lima de documentos a la Corona, dando a conocer la
lealtad de la ciudad.
——————El Cabildo de Cuenca trata sobre el fluido de vacuna tra-
ído por Landa y Ramírez, así como su cuidado y aplicación por medio
de los facultativos.
15 de enero. La Junta Suprema establecida en Sevilla, luego en Cádiz
se refugió en la Isla de León.
07 de febrero. El conde Ruiz de Castilla solicita que los presos que esta-
ban en El Callao sean remitidos a Quito.
07 de marzo. Salen de España los comisionados regios Carlos Montúfar
y Antonio Villavicencio, el primero para Quito y el segundo para
Bogotá.
24 de marzo. En el Cabildo se lee el oficio del virrey de Santa Fe por el
que pide expresamente al gobernador que dé las gracias a la Junta de
Cuenca y a su vecindario por su lealtad y apoyo a la causa real.
04 de abril. El ministro de gracia y justicia da a conocer un real decreto
por el cual se daba el tratamiento de Excelencia a los cabildos de Cuen-
ca, Guayaquil, Panamá, Popayán y Loja, por su valor, lealtad y patrio-
tismo. Se les llamaría Señorías, de palabra y por escrito, a cada uno de
sus miembros. A Aymerich se le ascendía a brigadier de los ejércitos.
02 de agosto. Asesinato de los patriotas presos en Quito. De esto no se
comenta oficialmente en Cuenca.
09 de septiembre. Arribo a Quito del comisionado regio Carlos Mon-
túfar, nombrado por la Junta Central de Gobierno de España.
19 de septiembre. Instalación de la Junta Superior de Gobierno organi-
zada por el comisionado regio Carlos Montúfar. Se integra el obispo de
Quito, nacido en Cali, José Cuero y Caicedo.
20 de septiembre. Reunión en la Universidad de la Junta Superior de
Gobierno con los representantes de los diversos estamentos. Preside el
conde Ruiz de Castilla y como vicepresidentes actúan Calos Montúfar
y José Cuero y Caicedo.

190
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

22 de septiembre. Llega una comunicación a Cuenca sobre el arribo del


comisionado regio Carlos Montúfar. Hay alarma entre las autoridades,
y más del gobernador y del obispo.
06 de octubre. Se conoce oficialmente en una sesión del Cabildo la lle-
gada de Carlos Montúfar. Los criterios fueron dispares, pues el alcalde
de primer voto Manuel Pío Rodríguez y Villagómez y los regidores
Eugenio Arteaga, Carlos Célleri, Ignacio Dávila, José Neyra y José Se-
minario decidieron exigirle la presentación de las credenciales y remi-
tirlas al virrey del Perú para recibir su criterio en torno al reconoci-
miento de su autoridad y en otros relacionados con el envío de delega-
dos ante la Junta Superior constituida en Quito, en reemplazo de la
Junta Suprema. Los regidores de minoría opinaron que se le dé la enho-
rabuena y que envíe las credenciales respectivas.
10 de octubre. Entre las acciones más importantes tomadas por la Junta
Superior de Gobierno está la separación de Quito del virreinato de
Nueva Granada y el nombramiento de José Mejía Lequerica como re-
presentante a las Cortes de Cádiz, sin intervención de Bogotá.

1811

Febrero. Carlos Montúfar es detenido en Paredones del Cañar por tro-


pas procedentes de Cuenca.
14 de marzo. Por real orden aprobó la Regencia de España el estatuto
de la Junta de Gobierno de Quito.
Joaquín Molina y Zuleta, nombrado como presidente de la Au-
diencia de Quito es desconocido por la Junta Superior y se refugia en
Cuenca, para ejercer su cargo, donde permanece hasta 1816.
04 de abril. El Consejo de Regencia reforma provisionalmente el esta-
tuto de la Junta Suprema de Quito, quedando de presidente Joaquín
Molina y Zuleta y como vicepresidentes Carlos Montúfar y José Cuero
y Caicedo. Todo esto hasta que las Cortes determinen el sistema de
gobierno de las provincias de la nación española.
29 de junio. Las tropas dirigidas por Carlos Montúfar vencieron a las
dirigidas por Miguel Tacón, gobernador de Popayán en Guaspud.

1812

14 de febrero. Se organiza el primer gobierno republicano del Estado

191
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

de Quito, con los nombramientos de las tres funciones: ejecutivo, con


el triunvirato del marqués de Selva Alegre, el canónigo Calisto Mi-
randa y el marqués de Miraflores; el legislativo y el judicial.
La minoría montufarista protestó y fue a reunirse en Latacunga.
15 de febrero. Se aprueba la Constitución que creaba el Estado de
Quito.
La minoría desconoció lo obrado y la mayoría quedó disuelta.
Se autollamó Junta Revolucionaria.
01 de abril. Del Perú se dirigió a Cuenca el ejército de Toribio Montes
con 2 000 soldados.
La Junta Revolucionaria no pudo actuar por la presión realista
dirigida por Toribio Montes, nombrado presidente de la Audiencia, a
quien le acompañaban Juan Sámano y Melchor Aymerich.
31 de agosto. Desastre total de los patriotas en Mochapata y Yanayacu.
03 de noviembre. Pedro Calisto Muñoz, el mayor realista que actuó
traidoramente cuando fue a parlamentar con el Cabildo de Cuenca, fue
apresado en Quito y fusilado conjuntamente con su hijo Nicolás.
07 de noviembre. Toribio Montes atacó a Quito por tres frentes y al día
siguiente entró en la ciudad casi desierta y con la mayor indiferencia de
los pocos que se habían quedado allí. Le acompañaron milicianos cuen-
canos que continuaban siendo realistas desde 1809.
15 y 16 de noviembre. Las tropas de los patriotas se reunieron en Ibarra
con las que tenían el coronel Francisco Calderón. Sámano les seguía
con una fuerza mayor. Las condiciones para un arreglo fueron humi-
llantes para los patriotas.
01 de diciembre. En Yaguarcocha Sánano atacó a los patriotas y los
venció. Capturó a algunos. Le acompañaban algunos milicianos proce-
dentes de Cuenca.
04 de diciembre. En un juicio sumario se condenó a Francisco Calde-
rón, junto con otros y se ejecutó su fusilamiento de inmediato. Tenía 47
años.

192
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

PERSONAJES MÁS RELEVANTES DENTRO DE LOS


DOCUMENTOS (SIEMPRE RELACIONADOS CON CUENCA)

AYMERICH, MELCHOR DE. Español, apodado Cara calzón que ejer-


ció la gobernación política y militar de Cuenca en el largo lapso de 1803
a 1819, es decir, dentro del primer proceso libertario de nuestro país. En
su carrera militar llegó al grado de mariscal de campo. Ambicioso, qui-
so a toda costa llegar a Quito con el ejército formado en Cuenca, con
auxilios de Loja, Saraguro, y de las provincias que recorrió hasta llegar
a Ambato, con la intención de castigar a los quiteños que formaron la
Junta Suprema de Gobierno el 10 de agosto de 1809, como lo hizo con
aquellos que simpatizaron con este movimiento en nuestra ciudad. Su
aspiración, conocida por muy pocos, fue la de sustituir al conde Ruiz
de Castilla, viejo y débil, por ello emprendió el viaje acompañado de su
esposa y de sus hijos. De ello se informó el presidente, que se puso rá-
pidamente de acuerdo con los miembros de la Junta Suprema, para rea-
sumir el poder, haciéndoles algunas concesiones. Una vez seguro le
ordenó a Aymerich que se detenga y no entre en Quito y poco después
le obligó a regresar a Cuenca, donde esperó una nueva oportunidad
que le llegó en 1819 y en 1822, asumiendo la última presidencia de la
Audiencia debiendo enfrentarse a las tropas de Antonio José de Sucre
en la batalla del Pichincha el 24 de mayo de 1822 y firmar de inmedia-
to la rendición definitiva de los españoles.
En su administración ocurrió el traslado de la Audiencia a la
ciudad de Cuenca. Luchó contra los primeros insurgentes, apresó a las
tropas de relevo, a Francisco García Calderón y a cualquier sospecho-
so para enjuiciarlo, decomisar sus bienes y enviarles a Guayaquil o al
Callao.
Fue excesivamente duro en reprimir cualquier intento de libe-
ración y a su lado estuvo apoyándolo plenamente, inspirándole y
financiando algunos gastos el obispo Andrés Quintián Ponte. Los dos
dirigieron la política y la ideología cuencanas durante los primeros
años del siglo XIX.

CALDERÓN, FRANCISCO 1765 (Pinar del Río, Cuba)–1812 (Ibarra)


Fue conocido también como Francisco García Calderón. Cubano de na-
cimiento, trabajó en rentas, llegando a ser contador de las cajas reales
de Cuenca, hacia el año 1779. Casado con Manuela Garaicoa y suegro
de Vicente Rocafuerte.

193
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Compartió los ideales del 10 de agosto de 1809 con otros cuen-


canos como Joaquín Tobar, que era contador interventor de correos y
Fernando Salazar, alcalde ordinario de Cuenca. Descubiertos y enjui-
ciados por el cabildo fueron apresados y llevados a Guayaquil y sus
bienes confiscados y rematados. Liberado, dirigió un combate en Ver-
deloma, donde triunfó y otro en San Antonio de Caranqui, cerca de
Ibarra, que lo perdió frente a Juan de Sámano. Fue apresado. El 2 de
diciembre de 1812 el fiscal le acusó de ser comandante en jefe del ejér-
cito insurgente que acometió contra el ejército real y el presidente
Montes dispuso su ejecución, así como de otros patriotas vencidos y
apresados.
Una comunicación de Juan López Tormaleo dice así: “Es cierto
que por comisión del cabildo ampliado o junta que se formó en esta
ciudad de Cuenca el año pasado de 1809, con motivo de la novedad
promovida por los de Quito, seguí en unión del fiel ejecutor don Carlos
Célleri proceso al referido don Francisco Calderón hasta el estado de
que habiéndose tomado su confesión, se le remitió con otros al puerto
de Guayaquil y sus bienes se vendieron en esta ciudad en pública
subasta…18”

LANDA Y RAMÍREZ, JOSÉ MARÍA. 1768 (Buenos Aires)–1848.


Agustino. Abogado, canónigo, permaneció en Chile por algún tiempo.
Fue sacerdote y secretario del obispo Andrés Quintián. En 1809 fue
delegado por el Cabildo de Cuenca para que viajara a Loja y el Perú,
con el objeto de conseguir apoyo para enfrentar a los revolucionarios
quiteños. Empleó en ir venir alrededor de cuatro meses y fue felicitado
por sus acciones pues consiguió lo que se propuso. Desde Lima infor-
mó al Rey sobre la lealtad de Cuenca. De todos sus cuantiosos gastos
sólo recibió 1.000 pesos de devolución, renunciando gustoso a lo de-
más. De sus fondos propios compró fluido vacuno en Lima en 1809 y
entregó a los médicos cuencanos con instrucciones sobre su uso. En
general, se decía y era verdad, que tenía la virtud de la generosidad.
Costeó de su peculio la enseñanza, con una buena maestra, hasta de
doscientas niñas, incluyendo la dotación de material didáctico.
Como canónigo se encargó del Obispado, hasta que ascendió a
la titularidad en 1813. Fue el primer rector efectivo del Seminario
Conciliar.

18 En El Ecuador en cien años de Independencia. Obra poligráfica. Quito, 1930. Volumen I, p.


79

194
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

En 1822 presidió una visita oficial de los miembros de la Iglesia


a Simón Bolívar que se hallaba en Cuenca y mantuvo un diálogo cor-
dial en el que se recordó que los argentinos son muy orgullosos. Des-
pués de unos días le obsequió una mula bien enjaezada que le había
gustado al Libertador.
De realista pasó a ser un ciudadano republicano y el 1830 estu-
vo entre los siete representantes de Cuenca ante la Asamblea Constitu-
yente de Riobamba. En 1846 fue elegido senador.

LÓPEZ TORMALEO, JUAN. Gobernador interino entre los períodos


de Antonio Vallejo. También lo fue posteriormente, habiendo sustitui-
do por un lapso a Melchor Aymerich, cuando este llevó las tropas que
había reunido para liquidar el movimiento revolucionario del Diez de
Agosto. Cuando no lo sustituía actuaba como asesor del gobernador,
pues tenía una larga experiencia jurídica.
Para justificar varias disposiciones administrativas dictadas el
22 de octubre de 1792, expuso que: “sin embargo de haberse repetidas
veces tirado a arreglar el despacho público para la mejor expedición de
los negocios, y en beneficio de la causa común por varias providencias
de este gobierno, y de estar el actual, de su parte, sacrificado en servi-
cio del público casi todas las horas del día con las regulares de la noche,
ha llegado a experimentar con indecible dolor de su corazón, los infi-
nitos abusos que en desacato de dichas providencias, en perjuicio de la
causa pública, se están cometiendo a cada paso por los dependientes
de esta plaza, con grave detrimento de la autoridad de este gobierno y
honor de su propia persona, y aún de la misma causa pública.19”

PONTE ANDRADE, ANDRÉS QUINTIÁN. 02/02/1807 (La Coruña)


– 1813 (Cuenca). Cuarto obispo de Cuenca, nombrado por Pío VII y
ratificado por el rey Carlos IV. Se consagró en Lima e inició sus labores
en Cuenca el 7 de noviembre de 1807. Contó con buenos colaborado-
res, entre los que estaba José María Landa y Ramírez, quien llegó a ser
su sucesor. Fue extremadamente realista y se manifestó siempre opues-
to a las ideas libertarias que ya se expresaron claramente en Quito el 10
de agosto de 1809. Consideraba al rey como una autoridad de derecho
divino y exigía la fidelidad por medio de reiterados juramentos públi-

19 Archivo Nacional de Historia, Sección del Azuay, doc. 98885. Citado por Lucas Achig en
su discurso de incorporación a la Academia de la Historia.

195
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

cos. Rechazó el nombramiento de miembro de la Junta Suprema y apo-


yó a Aymerich hasta con sus dineros y con fondos de la Iglesia, el Semi-
nario, de la catedral y otros, inclusive exonerando pagos con la condi-
ción de luchar contra los rebeldes quiteños y quienes los apoyasen. El
23 de agosto de 1809 huyó de Cuenca cuando circuló la noticia de una
posible toma de la ciudad por las tropas quiteñas e igualmente huyó
cuando creyó que llegaría a Cuenca Carlos Montúfar, tomando la vía
de Naranjal hacia Guayaquil donde murió en junio de 1813.
En una carta escrita el 29 de septiembre de 1810 a Miguel Pey,
vicepresidente de la Junta de Santa Fe, comentó claramente que los mo-
vimientos que se registraron hasta entonces siempre serán insurreccio-
nes con “un manifiesto deseo por la independencia”. Y añadió que “si fuera
capaz de aconsejar a los que concibo caminan tan errados, o ellos admitieran
mis consejos, les dijera y aún les rogara por las amorosas entrañas de
Jesucristo, que inmediatamente entren en razón, que deshicieran su Junta es-
candalosa; que restablezcan el legítimo gobierno y que pidieran un indulto
general al Supremo Consejo de Regencia a imitación de Caracas.” En una res-
puesta larga dice, Miguel Pey: “Los americanos, señor obispo de Cuenca,
son unos hombres tan libres, como los españoles europeos y pueden y deben
establecer un gobierno, siempre que así lo pidan las necesidades, como ya lo
han exigido imperiosamente en la desgraciada situación en que se halla la
Península.”

SALAZAR, FERNANDO. Acostumbraba también firmar como Fer-


nando Guerrero y Salazar. Alcalde de primer voto en 1809. Se opuso a
la entrega e fondos de las cajas reales para combatir la revolución del
Diez de Agosto, a pesar de las exigencias del gobernador Melchor Ay-
merich. Consideró que no era legal la resolución porque la habían
tomado en una sesión con la participación de muchas personas que no
tenían derecho a voz y voto. Se expresó también a favor de la Junta
Suprema de Quito y opinó que era mejor ser gobernados por criollos
que por chapetones.
Fue apresado y enviado a Guayaquil para la iniciación de un
juicio y cuando se le trasladaba a Quito para la continuación de la cau-
sa murió en el trayecto. Tenía sesenta y dos años.

SALAZAR LOZANO, JOAQUÍN. Prócer quiteño que residió en


Cuenca desde 1803. Como abogado, en 1807 fue nombrado asesor jurí-

196
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS

dico del cabildo cuencano, dentro del que redactó en 1808 un docu-
mento de lealtad a Fernando VII, después de conocidos los problemas
que tuvo frente a Napoleón Bonaparte. En 1809 recibió el encargo del
Concejo Municipal para que solicitara auxilios en Guayaquil y así opo-
nerse mejor al levantamiento quiteño del 10 de agosto. Se negó a hacer-
lo por lo que se le persiguió y se le confinó en Quingeo, de donde huyó.
En 1820 fue uno de los impulsores del levantamiento del 3 de noviem-
bre y fue quien le pidió que renuncie al gobernador Antonio Díaz
Cruzado. Por los abogados de Cuenca intervino en el Consejo de la
Sanción que aprobó la Constitución de Cuenca. Con la pérdida de los
patriotas en Verdeloma el 20 de diciembre de 1820 huyó a Guayaquil y
en Cuenca fueron decomisados sus bienes. En el puerto principal fue
ministro de la Corte de Apelaciones y en 1830 fue nombrado por la
Asamblea Constituyente ministro juez de la Corte de Apelaciones del
Azuay, de la que fue presidente por varias ocasiones. Cumplió otros
cargos más en nuestra ciudad, en la que se radicó definitivamente.

VÁZQUEZ DE NOBOA, JOSÉ MARÍA. Nació en Concepción (Chile).


Estudió leyes. Llegó como abogado a la Audiencia de Quito. En 1809
fue alcalde de segundo voto en el cabildo cuencano y participó en la
toma de decisiones en contra del movimiento revolucionario del Diez
de Agosto. Retornó a Quito para actuar como fiscal en el procesamien-
to de los patriotas.
Retornó a Cuenca integrado a la Audiencia trasladada a nues-
tra ciudad y colaboró con el presidente Joaquín Molina y Zuleta, como
su secretario. Después fue nuevamente alcalde de segundo voto, regi-
dor, asesor del cabildo y síndico municipal. En 1819 contrajo matrimo-
nio en Cuenca con Teresa Ramírez Gordillo. Se sabe de un hijo, con el
largo nombre de José María Vicente Francisco, quien llegó a ser tam-
bién alcalde y regidor.
Como vecino patricio al servicio de la Corona española se man-
tuvo hasta pasarse a ser el impulsor jurídico de la liberación política de
Cuenca, el 3 de noviembre.
Durante el proceso libertario de 1820 fue Presidente de la Junta
Suprema de Gobierno, Senado de Justicia, Excelentísimo cabildo y de-
más corporaciones del Distrito. Tuvo un fugaz ascenso militar, con la
designación de General del Ejército Libertador de las cadenas. Fue
mentor, impulsor y director del Consejo de la Sanción que el 15 de

197
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

noviembre aprobó la Constitución o Plan de Gobierno de la República


de Cuenca. Fue nombrado Jefe político y militar de la provincia libre de
Cuenca. Después de la derrota de los patriotas el 20 de diciembre de
1820 en Verdeloma se fue a vivir en Guayaquil y, acompañado de su
hermano Ramón, pasó a Lima, donde residía su hijo. Allí reconcedie-
ron la condecoración Orden del Sol.
Se integró a las filas de José de San Martín y desempeñó algu-
nos cargos como vocal del tribunal de seguridad pública y coronel ma-
yor de la plaza. Después de que José de San Martín abandonara el Perú
se unió a José de la Riva Agüero, Torre Tagle, Manuel Pérez Tudela,
Manuel Anaya, Toribio Dávalos, José de la Torre Ugalde, Ramón Herre-
ra, entre otros, quienes se enfrentaron con Simón Bolívar, fueron derro-
tados y apresados, cayendo también Vázquez de Noboa. Todos fueron
condenados a muerte, pero hubo algunos indultos y no se conoce a
ciencia cierta qué pasó con Vázquez de Noboa.
El Señor Negocios, como se lo apodaba, según Alberto Muñoz
Vernaza, retornó a su país y sus restos mortales están en la catedral de
Concepción.
Antonio Lloret cree que no hubo una investigación seria y que
fue ligera la supresión de su nombre de una de las calles de Cuenca.
Dice: “El papel que le correspondió asumir a Vázquez de Noboa fue de tanta
importancia en el 3 de noviembre que sin su actuación no habría sido posible
la culminación del movimiento político militar que encabezó y tal fue de im-
portante su rol patriótico que llegó a fundar la República de Cuenca, cuya
Constitución fue el primero en sancionarla y rubricarla.” 20

20 Antonio Lloret Bastidas, cronista vitalicio de cuenca opinaba que fue precipitada la decisión
de borrar de la nomenclatura de las calles de Cuenca el nombre de este singular personaje
que fue realista, luego patriota y tuvo unos oscuros años finales, aún no bien estudiados.

198
ENVÍO DE LOS COMISIONADOS D. CARLOS MONTÚFAR Y
LARREA Y D. ANTONIO VILLAVICENCIO Y VERÁSTEGUI
AL VIRREINATO DE NUEVA GRANADA Y
D. JOSÉ COS E IRRIBERI AL VIRREINATO DEL PERÚ,
POR PARTE DEL CONSEJO DE REGENCIA DE ESPAÑA1

Enrique Muñoz Larrea

En mayo de 1808 los reyes Carlos IV y Fernando VII abdicaron el trono


de España a favor del emperador Napoleón, concediéndole a su vez a
su hermano José el título de Rey de España, acto que fue ratificado por
las Cortes españolas convocadas al efecto en Bayona, con el juramento
de lealtad al nuevo rey así como a la Constitución preparada por el
Corso. Legalmente José I Bonaparte era el nuevo rey de España, pero
no para el épico pueblo español que tenía gravado en su corazón el
sentido de honor y de nación por encima de la falacia de sus reyes que
no supieron corresponder a sus nobles sentimientos, y se levantó en
armas para rechazar al “rey intruso”; Fernando VII sin merecer, se con-
virtió en símbolo de la resistencia nacional tanto para españoles como
para los americanos.
El Cabildo de Cuenca recibe el 18 de julio de 1808 dos oficios
que contienen: el Real decreto proveído en Aranjuez el 18 de marzo,
por el que abdica el Rey la corona en su hijo y heredero, el Príncipe de
Asturias, mandando en consecuencia sea reconocido como Rey; y el
segundo, que indica la exoneración de los cargos que ostentaba D. Ma-
nuel Godoy como generalísimo y almirante.
Para octubre de 1810 se conoce la noticia en Cuenca que el Rey
Fernando VII se hallaba “afligido por la nación francesa” (preso) y que
España estaba gobernada por la Suprema Junta, en cuyo auxilio la igle-
sia, cabildo, gremios y toda la población contribuyeron bajo lista: el
gobernador da 50 pesos y el resto del consejo 100 pesos; a los tres meses
de este donativo se inicia otro, el Cabildo destina de la partida de pro-
pios un préstamo de 3.000 pesos para el mismo fin. El Cabildo resolvió

1 Enrique Muñoz Larrea. Teniente general D. Melchor Aymerich y Villajuana, último presidente de
Quito.

199
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

que el día 4 de noviembre se celebre en la Catedral una misa de acción


de gracias con motivo de la proclamación de Fernando VII como Rey y
Señor de España e Indias y para el día siguiente la jura solemne “con
aplauso público”.
En la mañana del día 5 don Manuel de Rada y Egüez, alférez
Real se dirige a la Catedral a retirar el Pendón Real, sale acompañado
del gobernador, obispo, cabildo en pleno, religiosos, gremios y ciuda-
danos principales, se encamina al estrado que había sido levantado en
el centro de la plaza mayor, alrededor del cual se había congregado el
pueblo de Cuenca. El macero del Cabildo voceó: “¡Silencio!, Oíd, Oíd,
Oíd, entonces el alférez Real tremolando el estandarte real con voz
potente proclamó: Castilla, Castilla, Castilla, por el Rey Nuestro Señor,
que Dios guarde, don Fernando séptimo”. Todos los presentes entu-
siasmados dieron vivas y ovaciones al proclamado rey; terminado este
acto, el Cabildo ofreció al pueblo algunas viandas y refrescos. No se
hicieron como en otras ocasiones mayores festejos, debido a la prisión
que sufría el rey, por lo menos, así lo creía el pueblo.

LAS AUTORIDADES EN EL ESTADO ESPAÑOL


POR LA AUSENCIA DE FERNANDO VII

Al producirse la renuncia obligada del rey Fernando VII y el


nombramiento de José I Napoleón, el pueblo español no lo reconoció,
y en todas las provincias se formaron Juntas subordinadas a la de
Aranjuez que asumió el control del Reino. Cuando se origina el levan-
tamiento de Madrid el 2 de agosto de 1808 y hay una terrible represión
francesa contra la población, todo el estamento gubernamental emigra
hacia el sur, desaparece la Junta de Aranjuez y se crea la Suprema Junta
de Sevilla que se atribuyó el título de “majestad” y creó cinco ministe-
rios: Estado, Justicia, Guerra, Marina y Hacienda para que administre
al país; se consideraba heredera natural del gobierno. Ante el despres-
tigio de esta Junta se ve precisada a renunciar y se crea el 1 de febrero
de 1810 una Junta de Regencia que subsiste hasta 22 de febrero de 1812,
en este corto periodo de dos años, se formaron 8 Juntas de Regencia. De
1812 a mayo de 1814, que toma posesión del trono Fernando VII y hay
cuatro Regentes.
Al tiempo de crearse la Regencia se formó la Junta Superior de
Cádiz, compuesta por comerciantes e importantes funcionarios, que

200
COMISIONADOS DEL CONSEJO DE REGENCIA A NUEVA GRANADA Y PERÚ

manejaban los impuestos establecidos en Cádiz y los caudales que lle-


gaban de América, por lo cual, esta tenía una gran influencia sobre la
Regencia ya que dictaba los términos del intercambio y el comercio
americano.
Es manifiesta la inestabilidad política en este corto período de
la historia de España, ha sido regida por doce gobiernos, y han cambia-
do a cncuenta ministros; no se como pudo subsistir como nación.
La Suprema Junta Central dirigió a los españoles de América la
famosa proclama escrita por el Ilustrado poeta Manuel José Quintana
“No sois los mismos que antes, encorvados bajo el yugo, mirados con
indiferencia, vejados por la codicia, destruidos por la ignorancia…..
Vuestros destinos ya no dependen de los ministros, ni de los virreyes,
ni de los gobernadores; está en vuestras manos”.2
¡Esto es lo que trataron de hacer nuestros Próceres y lo pagaron
con su vida!
El 26 de junio de 1808 se embarca en Cádiz don Juan José de
Sanllorente comisionado de la Junta de Sevilla ante el virrey de Nueva
Granada don Antonio Amar y Borbón portador de un real despacho;
arribó a Cartagena el 9 de agosto y a Bogotá el 2 de septiembre. Con es-
tos datos podemos calcular, que si no había ningún inconveniente en el
trayecto, se podía viajar de la Península a Cartagena en un mes y me-
dio y hasta Bogotá en 66 días. Dicho despacho facultaba al virrey de
Santa Fe que nombre una persona de confianza para que informe de vi-
va voz a los presidentes, gobernadores, comandantes generales, cabil-
dos ayuntamientos etc., que la Junta Suprema despacha a nombre de
su Majestad don Fernando Séptimo, por “la introducción en España
del Emperador de los franceses y su lugarteniente el general Joaquín
Murat duque de Berg”. El virrey nombró el 9 de septiembre de 1808 al
capitán de Granaderos don Rafael Vicente de Bourman como Comisio-
nado para la Audiencia de Quito que llega casi dos meses después. El
Presidente Ruiz de Castilla convoca a todas la entidades civiles, ecle-
siásticas, nobleza etc. el 9 de diciembre de 1808 para que oigan al Co-
misionado el contenido de la Real Cédula y luego de oír misa presten
juramento al rey don Fernando VII “.3 No hay constancia que dicho

2 Manuel José Quintana y Lorenzo (Madrid; 11 de abril de 1772 - 11 de marzo de 1857), poeta
español de la Ilustración y una de las figuras más importantes en la etapa de transición al
Romanticismo.
3 ANH. Audiencia de Quito 1808. Libro # 448. Doc. 10339.

201
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Comisionado se haya trasladado a otro lugar de la Audiencia, sin em-


bargo, si hay en la que el Presidente comunicó al Cabildo Cuencano la
indicada Real Cédula, quienes avocaron conocimiento en la sesión de 7
de diciembre de 1808, sobre “cuyo particular proveyeron en su obede-
cimiento”.4
Año y medio duró esta Junta Central y ante el embate de las
fuerzas francesas a Sevilla se replegaron a Cádiz y reconociendo que
había expirado su mandato se formó un Consejo de Regencia compues-
to por Castaños, Escaño, Lardizábal, obispo de Orense y Saavedra.
He pensado muchas veces el porqué del nombramiento de
Carlos Montúfar y Larrea como Comisionado del Consejo de Regencia
de España, si bien era un distinguido y valeroso militar, a mi parecer
no tenía el peso de los años, ni la experiencia necesaria para arreglar,
dentro de una perspectiva de imparcialidad, el grave problema en que
estaba inmersa la Presidencia de Quito, y que las facultades de la Co-
misión que le otorgaron, no fueron suficientes amplias ni precisas,
como así lo dictaminó el Real Acuerdo de la Audiencia de Lima, cuan-
do Montúfar comunica al Virrey del Perú que ha sido nombrado comi-
sionado Regio, le indica que dicha misión solamente “se reduce su
encargo al sólo fin de inspeccionar y dar cuenta a S.M. de las quejas de
los pueblos y abusos que en su perjuicio notase, para proceder a su
pronto remedio por la Soberanía”.
Creo que Montúfar al tener conocimiento que su padre había
sido encausado por sedición en 18095, hizo todo lo posible para que el
general Castaños, que acababa de ser nombrado presidente de la pri-
mera Regencia le nombrara su enviado, como manifiesta a su hermana
Rosa, en carta que le envía el 10 mayo de 1810 desde Cartagena: “nues-
tro amigo, mi protector y casi padre, el General Castaños, 6 hermano de

4 Libro de Cabildos de Cuenca 1806-1810. Banco Central del Ecuador. pág. 385.
5 En una carta que su padre le envía desde Quito el 6 de abril de 1809, le da cuenta que ha sido
encausado por conspiración, este delito está condenado de acuerdo a la legislación española
a graves penas, incluso con la muerte.
6 Compañero de Humbodt en el viaje de regreso a Alemania llega a España a mediados de
1803. Ingresó en la Escuela Noble de Cadetes, habiendo salido de subteniente a servir en
algún regimiento destinado en Madrid.
En la guerra de la Independencia de España por méritos en acciones, en poco tiempo alcan-
zó diversos ascensos dentro del arma de caballería, fue Ayudante de Campo del héroe de la
batalla de Bailén el teniente general don Francisco Javier Castaños y Aragoni, acción que se
llevó a cabo el 19 de julio de 1808 y para el año de 1810, ya era teniente coronel de Caballería
del batallón de Húsares.

202
COMISIONADOS DEL CONSEJO DE REGENCIA A NUEVA GRANADA Y PERÚ

nuestra Baronesa, es el Presidente de la Regencia. Miguel Lardizábal,


primo de padre y mío por dos partes, con quien he vivido un año y que
nos tratamos de tú y como hermanos, es el Representante de las Amé-
ricas y el que despacha todo lo concerniente a esto. Infiere ahora si po-
dremos sufrir más y si llegará día que se arrepientan en Quito de cómo
nos han tratado. Lo sé todo, y no deseo sino llegar para que empece-
mos a vivir.” 7
En el mes de febrero de 1810 fueron designados comisionados
ante Santa Fe y Quito los quiteños: el teniente de navío y Segundo Ayu-
dante Secretario de la Dirección General de la Armada, el Conde del
Real Agrado, don Antonio de Villavicencio y Verástegui, su primo el
teniente coronel de húsares don Carlos Montúfar y Larrea y D. José Cos
e Irriberi al virreinato del Perú
Parten de Cádiz en la Goleta de la Real Armada Española
“Carmen”, pasan por La Guaira dejando el correo y se enteran del gol-
pe Insurgente de Caracas, y arriban a Cartagena el 9 de marzo de 1810.
En su quimérica misión, desde que pisan tierra americana, se
les presentaron una serie de dificultades por acontecimientos que están
fuera de su control, les traerá pesadumbre y terminarán trágicamente.
Fue una historia llena de incomprensiones por parte de las autoridades
coloniales que se sentían inseguras y se resistían aceptar a los comisio-
nados; o bien, porque no sabían el alcance de su misión, que en el caso
de la Presidencia de Quito era la de “informar a la monarquía el esta-
do en que se hallaba esta región, aclarar ideas equivocadas y falsas
noticias y ofreciendo a nombre de la Regencia que serán oídas sus que-
jas y remediadas en justicia, ofreciendo un olvido absoluto de todo lo
pasado”; o porque, las versiones interesadas en uno u otro sentido
que se propagaron rápidamente en el territorio del virreinato distorsio-
naron la significación de la misma. La coincidencia de los pronuncia-
mientos libertarios en Cartagena y Santa Fe (el 19 de junio y 20 de julio
respectivamente) con la llegada de los Comisionados a esas ciudades,
hicieron que la Regencia, que ya había cambiado de titulares, les impu-
ten a sus representantes tales acontecimientos, les cancelan su comisión
y les ordenan regresar a España. Como dice Gonzalo Zaldumbide

7 Esta carta no llegó a su destinataria doña Rosa Muntúfar y Larrea, fue interceptada por el
gobierno de Ruiz de Castilla y su áulico Tomás de Arrechaga, que temían la venida de
Montúfar. La presntó como prueba en un escrito que envía a la Regencia desde Cádiz el 11
de julio de 1811, luego de salir huyendo de Quito.

203
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

“ambos fueron denostados por los realistas como traidores a España,”


y mirados como sospechosos por los nuevos gobiernos establecidos en
Quito y Bogotá, como se quejaba Villavicencio.
Antonio de Villavicencio, hizo cuanto pudo para ser fiel a su
comisión y ser, junto a Montufar, leales a las dos Españas; pero, como
el mismo lo dice en comunicación enviada a la Regencia desde Santa Fe
de Bogotá el 11 de febrero de 1811 –nótese que se comienza a poner el
nombre de Bogotá– “No he tenido otro objeto en mis tareas que el mejor
desempeño de la comisión que se dignó S. M. confiarme en la Isla de León, el
mes de Febrero del mismo año, y la felicidad de mi Patria, ya dispuesta en
aquella fecha a la transformación o reforma de gobierno, que después hemos
vista realizada.” 8
La fuerza de las circunstancias, en las que no tuvieron nada
que ver los comisionados, les obligaron por su propio entendimiento
tomar uno u otro partido. Tal es el caso de Montúfar que después de
los crímenes del 2 de agosto de 1810, optó en conciencia, en preferir sus
sentimientos hacia su terruño quiteño; y en el caso de Villavicencio, los
acontecimientos consumados con los que se topó como fueron, la de-
claratoria de independencia en Cartagena, la destitución del virrey
Amar y Borbón y la creación de una Junta de Gobierno independiente
de España y al poco interés que demostraba hacia él la Segunda Re-
gencia a las múltiples comunicaciones que por más de un año les envió
dando cuenta de la situación del virreinato y a las medidas que acon-
sejaba tomar para no perder ese territorio. Fue suspendido de su comi-
sión y se le ordenó regresar a España. Ante tales circunstancias no le
quedó otro camino que quedarse en su patria. Al peruano Irriberi
Abascal no le hicieron ni caso.
Cuando llegó a Quito el Comisionado don Carlos Montúfar
habían pasado tres gobiernos y varios gabinetes.9 Las repetidas comu-
nicaciones que envió para que le amplíen los poderes de su comisión
llegaron a saco roto. Los problemas de América eran de menor impor-
tancia frente a los que arrostraban los peninsulares; lo que más les inte-
resaba es que las colonias sigan enviando dinero para poder afrontar
los gastos ocasionados por la guerra que libraban contra las tropas
invasoras; se calcula que durante los años de 1808 a 1814, México envió

8 Archivo Alvaro de Bazán. Secc. Oficiales de Guerra. Leg. n.o 620/ R 82.
9 El nombramiento de Comisionado Real le otorgó el general don Francisco Javier Castaños
que a la sazón era ministro de Estado, puesto en el que estuvo pocos meses.

204
COMISIONADOS DEL CONSEJO DE REGENCIA A NUEVA GRANADA Y PERÚ

24´000.000 de pesos, Perú 16´000.000 y el resto de las Colonias


10´000.000 de pesos.
Montúfar informa al virrey del Perú don José Fernando Abas-
cal y Souza marqués de la Concordia y a los gobernadores de Cuenca
y Guayaquil sobre el propósito de su misión y la creación de una nueva
Junta de Gobierno. Abascal consiguió un Real Acuerdo de la Audien-
cia de Lima que desconocía su autoridad, y le decía: “aún en el supues-
to que fuera tal Comisionado no se podían extender demasiado las fa-
cultades concedidas al extremo de dictar leyes y crear Juntas que turban
la paz y tranquilidad de estos pueblos,.... que se abstuviera de dirigir
oficios al gobernador de Guayaquil por estar agregado al Perú... y que
hallándose próximo a ir a Guayaquil el señor Molina nombrado nuevo
Presidente de Quito, para todo lo que ocurra se dirigiera a el...” 10
El gobernador de Cuenca don Melchor Aymerich le dice que
tampoco lo reconoce por estar esa ciudad bajo la protección del virrei-
nato peruano. Otro tanto le responde el Cabildo de Guayaquil En estos
caso, se hacía presente la vieja costumbre de la burocracia española en
América de asumir por si y ante si decisiones que no les correspondían.

10 José Gabriel Navarro. La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809. Quito 1962. Pag. 229

205
206
10 DE AGOSTO DE 1809: QUITO
27 DE AGOSTO DE 1809:AMBATO
DOS FECHAS I UN MISMO BICENTENARIO

Fausto Palacios Gavilánez

ANTECEDENTES

Relación e interpretación de los hechos históricos


La libertad de los pueblos no constituye un suceso aislado, sin
influencias ni consecuencias, en oíros pueblos i lugares, a través del
tiempo i del espacio.
La Historia de la humanidad es fiel testimonio de este plantea-
miento, llámenselos hechos históricos i sociales Revolución Francesa, o
socialista, o cristiana, o la Reforma, movimientos de independencia de
pueblos i de naciones que han proclamado la Libertad, la Justicia, la
Razón en mérito a la solidaridad i lucha por aquellos ideales fraternos,
de los unos pueblos para con los otros.
De tal manera han ejercido influencia los sucesos sociales, políticos,
históricos, de unos i otros pueblos, a través de la historia de la huma-
nidad, que no es aventurado afirmar que los hechos consecuentes, de
unos sobre otros, constituyen fundamentales factores para el triunfo de
los grandes i supremos ideales de la Justicia, de la Libertad, de la igual-
dad, de la Fraternidad.
La interrelación entre unos hechos i otros, constituye poderoso
factor dialéctico para el hecho histórico posterior.
Los hechos históricos no son mágicos: tienen una causa, i un
efecto, i su repercusión no se concreta a la simple circunscripción geo-
gráfica : trasciende los límites territoriales.

LOS MOVIMIENTOS PRECEDENTES DE LOS ESTANCOS


I DE LAS ALCABALAS

En nuestro país, i en América, realizáronse diversos movimien-


tos revolucionarios, como los llamados de los Estancos, de las Alcaba-
las, entre otros. Desde ahí iban a flamear banderas de libertad.

207
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Estos extraordinarios movimientos rebeldes, i sociales, de fijación de


los derechos de los pueblos. tuvieron marcada repercusión en el futuro
de nuestros países, para los hechos libertarios posteriores. De tal mane-
ra que estos sucesos no constituyen hechos aislados en el tiempo. Todo
lo contrario: tienen relación de causa a efecto, los unos con los otros,
como el 10 de Agosto de 1809, de Quito, i 27 de Agosto de 1809, de
Ambato. Todos estos hechos -Alcabalas, Estancos- etc. Tuvieron reper-
cusión en América, i jamás, jamás tan sólo en una determinada Í única
circunscripción.
La Declaración de los Derechos del Hombre tuvo fundamental
influencia, en el pensamiento americano. Sus principios humanísticos
conmovieron e! espíritu de Eugenio Espejo, de Nariño.
Los principios libertarios flameaban desde un continente a
otro, sobre mares i montañas. I llegaron a América. I llegaron a nuestra
patria. Se encendieron antorchas de insurgencia.
Ambato no permaneció ajeno a los movimientos de las Alcaba-
las y de los Estancos, verdaderos movimientos populares que ocurrie-
ron con motivo del establecimiento del estanco de aguardientes i del
impuesto de las alcabalas.
En enero de 1780 –del 10 al 13– la “plebe”, los pueblos de esta
región, desde Quisapincha hasta Píllaro, Baños, Pelileo, alzaron su gri-
to de rebelión, con churos i bocinas. Fueron días de franca rebelión de
los pueblos de Ambato i de la provincia. De ahí que se ha dicho que “la
protesta de los pueblos de Tungurahua tuvo los visos de franca insu-
rrección“.
La realización de todos estos hechos influyó poderosamente en los
grandes sucesos que habrían de producirse en años posteriores.
Luis Alberto Sánchez, en la “Historia General de América”, sostiene:
“aunque ningún hecho histórico puede ser localizado con exactitud entre dos
fechas precisas, conviene dar éstas aproximadamente, para mayor claridad.
Diremos, pues, que la Revolución abarca el lapso entre 1770 i 1824 “.
Añade: “En este periodo fermenta la fijación criolla, de tipo separatista i polí-
tico; que desemboca en la guerra emancipadora, con la confirmación i procla-
mación de la Independencia de las Américas “.
Con lo expuesto, doctrinaria i documentalmente, nos permite
situar al 27 de agosto de 1809 (de Ambato), entre los “movimientos
separatistas i políticos, que desembocan en la guerra emancipadora,
con la proclamación de la Independencia de las Américas “.

208
D O S FE CH A S I U N M I S M O B I C EN T EN AR I O

Que se entienda bien: El 27 de agosto de 1809, de Ambato, no


constituye un simple i aislado movimiento de ciudad.
El 27 de Agosto de 1809 es la adhesión vibrante i combativa a
un movimiento de independencia de América.
Por consiguiente, el 27 de agosto de 1809, constituye fecha he-
roica i procerosa de la independencia de la Patria, i de América
No, no se traía solamente de una ciudad.
Esta exposición de antecedentes confirma el planteamiento ini-
cial.
En consecuencia, el gran movimiento emancipador del 27 de
agosto de 1809, no fue un movimiento aislado en el tiempo.
Todo lo contrario: mantiene unidad i relación de tiempo entre
el 10 de Agosto de 1809 de Quito, i el 27 de Agosto de 1809 de Ambato.
Esta relación i concordancia se observa con otros movimientos
independentistas de América i, de igual manera, con los otros movi-
mientos de América, por, i para su emancipación.
El 10 de Agosto, definitivamente, le consagra a Quito como
Luz de América.
Un ambateño intervino como actor del 10 de Agosto de 1809:
Mariano Castillo.
Además, este prócer estuvo en la matanza del 2 de Agosto de
1810. Escapó heroica i prodigiosamente.
Los patriotas de Quito, próceres del 10 de agosto, comunicaron
a Ambato sobre su movimiento independentista. I Ambato, el 27 de
agosto, a escasos 17 días de aquel pronunciamiento libertario, se adhi-
rió. Téngase en cuenta que otras ciudades se negaron a hacerlo.
Estos movimientos, estas proclamas tuvieron franco espíritu
de independencia.
Jorge Salvador Lara, en defensa del Marqués de Selva Alegre,
expresa que en estos movimientos había matices “hasta de los que pen-
saban en una República absolutamente libre i soberana”.
Isaías Toro Ruiz, cronista oficial de Ambato, expresa que la
reacción en Ambato fue de tal efervescencia, “que obligó al cura Araujo i
al corregidor Arteta a abandonar el lugar“.
El corregidor de Riobamba fue mui elocuente, al expresar que
“Los ambateños fueron los que ocuparon Riobamba en el número de
300 al momento que se instaló la Segunda Junta (la de Quito, con Mon-
túfar, en septiembre de 1810) para impedir que esta Villa hiciese su

209
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

deber como en el 18 de octubre (la contrarrevolución del año anterior).


El notable historiador C. de Gangotena i Jijón, afirma: “EL 27 de agosto
de 1809 , todas las corporaciones de la villa, i los vecinos más notables, firma-
ron la adhesión a la causa de América”.
Léase bien. Escúchese bien.
El notable historiador de Gangotena i Jijón se refiere concretamente a
una fecha i a unos hechos: al 27 de Agosto de 1809, Primer Grito de In-
dependencia de Ambato, Grito i proclama de adhesión al Grito del 10
de Agosto de 1809, de los patriotas libertarios de Quito,- esto es, 27 de
Agosto de 1809, Grito de adhesión a la Causa de América. El cronista Isaías
Toro Ruiz , añade : “El acta del 27 de agosto tiene su mérito al punto de que
reforzaba los actos de la Junta Suprema, i a los ojos de los distantes enemigos
de Guayaquil, Cuenca, Pasto, tenía la ciudad de Quito SU RESPALDO“.
El acta del 27 de agosto de 1809 es absolutamente clara:

“En la villa de San Juan de Ambato, en 27 de Agosto de mil ochocien-


tos nueve, hallándose en la Iglesia Matriz todos los cuerpos y restan-
tes vecinos que se nominan en el auto que lo mueve… dijeron: que se
conformaban con los principios que se habían adoptado en la Muy
Noble i Muy leal Ciudad i Corte de Quito...”.

Esta ponencia se completa con el homenaje al gran historiador


Celiano Monge, indiscutible investigador i descubridor del Primer
Grito de Independencia de Ambato, del 27 de Agosto de 1809.
Sépase que el I. Municipio de Ambato, en sesión de 20 de agos-
to de 1920, celebró de manera apoteósica el 27 de Agosto en conmemo-
ración i homenaje a la fecha en que Ambato elevó su Primer Grito de
Independencia, i se resolvió declarar”Fiesta provincial el 27 de agosto”
Cuenca le rindió homenaje a Celiano Monge por el descubri-
miento i entrega de su primera Constitución.
Celiano Monge es cofundador del diario El Comercio, fundador de la
Biblioteca Municipal de Ambato.
Perteneció a varias Academias:
Real Academia de la Lengua,
Academia Ecuatoriana de la Lengua,
Academia de Historia de Madrid, de Ecuador, de Caracas.
Celiano Monge fue reconocido a nivel nacional por su invalo-
rable aporte a la cultura, al periodismo, a la causa de la libertad.

210
D O S FE CH A S I U N M I S M O B I C EN T EN AR I O

A su muerte, los más destacados intelectuales i periodistas del


país le rindieron homenaje.
Con mi homenaje a Celiano Monge, continúo con la relación de
Ambato, i el 27 de Agosto.
Ambato no solamente se adhirió e hizo causa propia, con el
grito libertario del 10 de agosto de 1809, de Quilo, sino que estuvo pre-
sente en todo momento i lugar, con el contingente de sus habitantes,
para la lucha por la independencia de la patria i de América.
De ahí que el cura patriota Juan de Alarcón le bautizara a Am-
bato, en altar levantado entre dos cañones libertarios: “¡AMBATO,
LUZ DE PATRIA¡
La lucha continuaba para Ambato. De ahí al ambateño i octo-
genario Joaquín Hervas: el 2 de septiembre de 1812, gritó en la plaza
de Mocha, frente a las tropas de Montes: “¡ VIVA LA PATRIA, ABAJO
EL REY ¡” I cayó abaleado, sobre su propia sangre ofrendada por la
libertad de la Patria.
Así se luchó desde Ambato, antes i después del 10 de agosto,
del 27 de agosto, por la Patria ecuatoriana, por la patria americana,
desde cuya merindad se levantaron barricadas, con barro de la heredad
ambateña.
Por consiguiente:
10 de AGOSTO DE 1809, 27 DE AGOSTO DE 1809, constituyen
dos fechas, un mismo grito i un mismo destino: ¡La Independencia de
la Patria, movimientos pecursores de la Libertad de América!
I un mismo suceso apodíctico y sagrado: El Bicentenario de la Inde-
pendencia de la patria i de América: 10 de Agosto i 27 de Agosto de
1809. ¡Con este espíritu deben celebrarse las dos magnas efemérides de
la Patria, i de América, i un mismo Bicentenario.

Concluyo, con las palabras de José A. Ceniceros:


“Si hemos peleado por la Libertad, la Libertad es nuestro derecho”

211
212
ARTÍCULOS
Y
ENSAYOS
214
EL DOMINIO DEL MAR: UN FACTOR OLVIDADO
EN NUESTRA HISTORIA REPUBLICANA

Octavio Latorre T.

La mentalidad terrestre que ha dominado a América Latina desde an-


tes de la Independencia, rara vez ha tomado en cuenta el factor maríti-
mo en la formación de las nacionalidades y de igual forma sucede
cuando se estudia nuestra historia.
Los hechos o victorias de tierra firme se consideran las deter-
minantes, pero en la mayoría de los casos, se calla o se menciona muy
ligeramente el aspecto marítimo, aunque haya sido en algunos casos,
igualmente esencial, como vamos a ver.
El olvido del factor marítimo en nuestra historia es tanto más
contradictorio cuando que el Ecuador ha tenido la tradición marítima
posiblemente la más antigua y gloriosa de América. Basta recordar la
tradición de los “Balseros de la Mar del Sur”, concretamente la de los
Manteños y Huancavilcas que recorrieron las rutas del Pacífico desde
México a Chile y de los Astilleros de Guayaquil los más importantes
del imperio español del Pacífico, en los tres siglos coloniales.
Al comenzar las luchas de la Independencia, los Astilleros de
Guayaquil, pese a que habían decaído mucho, seguían siendo impor-
tantes. Como un ejemplo se puede ver la Relación de Moraleda y Mon-
tero, sobre la construcción de la corbeta “Alavesa” en 1806 1y los servi-
cios que prestaron los Astilleros durante las luchas de la Inde-
pendencia.

El factor marítimo en la Independencia


Aunque el principal teatro de la guerra fue la tierra firme, no
se puede excluir los servicios y acciones marítimas que en ciertos
momentos fueron decisivas.
Los Astilleros estuvieron en constante uso desde el 9 de octu-
bre de 1820 para atender a los buques en campaña, para reparar y care-

1 José Moraleda: y Montero: Travesía entre Lima, Guayaquil y Panamá de orden de su Majestad.
Construcción de la Corbeta “Alavesa”. 1806. Archivo Naval, Madrid. Ms. 216

215
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

nar a los de la escuadra chilena del almirante Cochrane, el transporte


de tropas, etc. Es difícil imaginar una campaña en las costas de Colom-
bia, Perú y Chile sin el respaldo de los astilleros de Guayaquil. No sin
razón el historiador Torrente dice lo que significó para el Virrey de
Lima, la noticia de la Revolución de Guayaquil: La pérdida de tan impor-
tante plaza en la que se hallaba el único importante arsenal de la Mar del Sur,
fueron golpes de los más duros para las brillantes esperanzas del General
Pezuela.
El Virrey del Perú creyó que la causa del Perú y de España esta-
ba perdida al no disponer de la base de Guayaquil. Veamos el papel
que jugaron.
l.- Los servicios de los barcos mercantesfueron importantes, sobre
todo en el traslado de tropas, armamento y abastecimientos desde Co-
lombia a Guayaquil. La resistencia de la fortaleza realista de Pasto obli-
gaba a trasladar casi todo por mar, desde los puertos de Panamá y Bue-
naventura hacia Guayaquil. El mismo General Sucre llegó a Guayaquil
por mar.
Mucho más importante fue el traslado de 8 000 soldados, ar-
mamento y abastecimientos desde Colombia al Perú para la Campaña
de Bolívar (1924–1926). Guayaquil era la base intermedia donde se de-
tenían los barcos para reabastecerse y dejar a los soldados enfermos. El
territorio de la Audiencia y sobre todo la provincia de Guayaquil es-
taban agotadas por la campaña de Sucre que terminó en Pichincha y no
había tenido tiempo para recobrarse económicamente. Por lo mismo, la
nueva campaña suponía innumerables gastos y sacrificios para la re-
gión entera (Guayas, Manabí, Los Ríos, El Oro y aun las provincias de
Chimborazo y Cuenca). El Archivo de la Gobernación de Guayaquil
(Biblioteca Municipal) están llenos de documentos que muestran la
angustia de las autoridades que no encontraban ya medios para hacer
frente a tantas naves que llegaban en malas condiciones y requerían
urgentes reparaciones. Una solución era enviar a batallones a buscar
alimentos en las haciendas o pueblos cercanos, mientras las naves
esperaban en el puerto para continuar el viaje al Perú.

La importancia de la escuadra naval


O´Higgins, el padre de la patria chilena dijo en forma termi-
nante: “Cien victorias como ésta (Maipú) no nos servirán de mucho si
no dominamos el mar”. Los chilenos lo tomaron como la hoja de ruta

216
E L D O M I N I O D E L M AR : U N FACTO R O LVI DADO

para toda su historia hasta el presente: el dominio del mar que en cier-
tos momentos fue decisivo.
La conclusión del Consejo de Estado de España (1823) era que
la Corona estaba perdiendo su imperio por el descuido de sus escua-
dras y la debilidad en el dominio del mar.
El dominio de la mentalidad terrestre, como dijimos al comien-
zo, ha hecho olvidar la importancia del dominio del mar en la lucha
por la libertad. Veamos algunos ejemplos:
Los historiadores que tratan sobre la Campaña de Bolívar por
la Independencia del Perú (1824–1826) concluyen con las dos grandes
victorias de Junín y Ayacucho.
En realidad ni fue el final ni fueron los únicos factores de la vic-
toria. La fortaleza del Callao permaneció, pese a las victorias de Bolívar
y Sucre, en manos del General Rodil hasta enero de 1826 y hubiera
podido complicarse toda la situación para los patriotas, si las escuadras
recién llegadas de España hubieran tenido una base como Guayaquil y
por otro lado, si no hubieran tenido la constante amenaza de la Escua-
dra Unida de Colombia y Chile. La Escuadra Unida impidió la llegada
de la escuadra española en auxilio del Callao.
El Capitán José Villegas que comandaba a los buques envia-
dos desde España, no bien llegado al Perú con los refuerzos, abandonó
las aguas del Pacífico y se dirigió a Filipinas, al darse cuenta de la inu-
tilidad de los esfuerzos, ya que las fuerzas españolas no disponían de
una base naval para sostener la escuadra y conseguir provisiones. En
cambio, si no hubiera existido la fuerza naval de los patriotas, los espa-
ñoles hubieran unido fuerzas en el Callao y hubieran puesto en peligro
la libertad o postergado por algunos años la independencia. El factor
marítimo fue pues, una fuerza esencial que permitió asegurar la liber-
tad de América.
Sin este dominio del mar, las dos victorias de Junín y Aya-
cucho pudieron convertirse en dos victorias más, entre las mil batallas
de Bolívar.

La lección de Tarqui
Según la mayoría de los textos de Historia, la guerra con el Pe-
rú terminó en el triunfo de Tarqui, sin mencionar la resistencia poste-
rior del Perú en Guayaquil, conocida como la Campaña de Buijo. Se lo
presenta, a lo más, como un apéndice incómodo que alargó innecesa-
riamente la guerra.

217
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

La realidad fue más dura y penosa.


Colombia había reducido la fuerza naval y convertido al apos-
tadero de Guayaquil en una estación semiabandonada, donde fueron
desapareciendo las naves que habían sobrevivido a la Campaña de Bo-
lívar en el Sur. Al declararse la guerra con el Perú, las mismas guarni-
ciones de Guayaquil, incluidas las tripulaciones de los buques, fueron
llevadas a Cuenca para reforzar las unidades que debían enfrentarse al
ejército de La Mar. El Jefe militar de Guayaquil, Almirante Juan Illing-
worth, dada la escasa guarnición de que disponía para defender la pla-
za, no tuvo otra alternativa que rendir la ciudad a la escuadra peruana
que se estableció y dominó los accesos al puerto.
Al llegar a la costa los batallones triunfantes de Tarqui, solo pu-
dieron mantenerse a las orillas del río Guayas por varios meses, inca-
paces de hacer nada contra la escuadra peruana que dominaba el
Golfo.
Ante tal situación, Bolívar ordenó a Bogotá el envío de las dos
gigantescas fragatas, Colombia y Cundinamarca para obligar al Perú a
cumplir con el Convenio de Girón, pero las autoridades colombianas
postergaron el zarpe por varios meses, usando todos los fútiles pretex-
tos. Ante las exigencias de Bolívar, únicamente zarpó de Puerto Cabello
la Fragata Colombia, pero como debía dar la vuelta por el Estrecho de
Magallanes, arribó a Guayaquil en enero de 1830 cuando Perú se había
ya retirado de Guayaquil, por problemas internos.
La campaña de Buijo agotó los presupuestos, paciencia y salud
de Bolívar, mientras el Perú aprovechó para dar largas, ganar tiempo y
neutralizar los efectos de Tarqui. La más dura consecuencia fue la pos-
tergación de la firma del Tratado de Guayaquil que significó para el
Ecuador, a la larga, la pérdida del Amazonas.

La pérdida de una gran oportunidad: Ecuador un potencia naval


La Fragata Colombia, que llegó a Guayaquil cuatro meses an-
tes de la desintegración de Colombia, estaba armada de 74 cañones.
Era, así, muy superior a todas las naves del Pacífico Oriental, Chile,
Perú y Colombia. El Departamento del Sur. Quito, se convirtió en ese
momento, en una pequeña potencia naval que hubiera podido exigir al
Perú el cumplimiento de los convenios de Guayaquil. Perú, Bolivia y
Chile miraban con recelo la posición ecuatoriana y más de una vez el
Ecuador recibió halagadoras propuestas para la compra de la nave.

218
E L D O M I N I O D E L M AR : U N FACTO R O LVI DADO

La Fragata era también una carga, pues exigía un alto costo de


mantenimiento y pago a la tripulación. Era una nave que podía desar-
ticular las finanzas o ayudar a una nueva época marinera.
¿Qué actitud mantuvo el Ecuador?
Los astilleros se revitalizaron por la necesidad de carenar la
fragata. Muchos oficiales extranjeros se integraron a la vida nacional,
entre ellos hay que recordar a Tomás Carlos Wright, al Teniente Law-
son, que fue el brazo derecho de Villamil en Galápagos, y otros. Des-
graciadamente, la mentalidad terrestre que dominaba en la nación, vio
solamente en la Fragata una pesada carga o el instrumento de apoyo a
la Revolución de los Chihuahuas. La Fragata que hubiera podido con-
vertir al Ecuador en una pequeña potencia, no fue de mucho provecho
y desapareció sin pena ni gloria.

El canto del cisne de una tradición marítima


El despertar de las actividades marítimas prosiguió por más de
una década con muestras de que la tradición del mar no había muerto.
Dos hechos, aunque aislados, lo ilustran: la invención del submarino
por Rodríguez de La Bandera en 1837 y la construcción del primer va-
por, el Guayas en 1842. Dos muestras de que la tradición del mar y el
genio marítimo de Guayaquil se resistían a morir.
Rodríguez de la Bandera tenía la genialidad del inventor y
aunque el submarino fue el que más llamó la atención, su mente esta-
ba siempre buscando nuevos caminos. El submarino, aunque muy lla-
mativo, no tenía futuro; era un invento muy novedoso y hasta genial,
pero demasiado caro y de poco uso en nuestro medio. Quedó sin em-
bargo, como un símbolo de la capacidad de buscar nuevos caminos.
Fue una lástima que los gobiernos no se dieran cuenta del genio del
inventor y de las posibilidades de orientarle a otros campos.
La construcción del Vapor Guayas fue otra idea muy valiosa de
un grupo de empresarios guayaquileños que veía posibilidades en el
nuevo sistema del vapor para la navegación comercial. Era un sistema
que iba a cambiar la navegación mundial de la propulsión a la vela a la
propulsión a vapor. Los veleros quedarían pronto como simples re-
cuerdos. La propulsión del viento era muy lenta y sobre todo muy irre-
gular, pues dependía de los caprichos de la naturaleza, por lo que las
marinas del mundo acogieron el nuevo sistema con entusiasmo.
Los empresarios guayaquileños, encabezados por Vicente Ro-

219
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

cafuerte, no querían quedarse atrás y reunieron fondos para la cons-


trucción del primer vapor; el primero no solo en Guayaquil sino en
toda América Meridional. Lastimosamente los esfuerzos no eran sufi-
cientes por la falta de fondos, por lo que Rocafuerte acudió al gobierno
central para un traspaso del proyecto al Estado. La influencia del ex
presidente surtió efecto y el vapor Guayas fue terminado con los apor-
tes del gobierno.
Era otro sueño demasiado temprano, pues los servicios no
compensaban los gastos a un vapor que requería nueva tecnología para
evitar los ingentes gastos de funcionamiento y reparaciones. Un ejem-
plo fue el único viaje del Vapor Guayas a Galápagos a órdenes de José
Villamil para buscar guano en las islas en 1854. Según cuenta José Vi-
llamil, más tiempo gastaba la tripulación en recoger combustible (leña)
para las calderas que en navegar.
Estos dos íconos: el submarino de Rodríguez de la Bandera y el
Vapor Guayas, fueron el canto del cisne de una época que moría, pues
sin una política de gobierno, pocos comerciantes podían arriesgar sus
capitales.
La mentalidad terrestre dominaría con pequeñas excepciones,
por el largo espacio de 100 años. “Los Cien años de soledad” se podrían
llamar la época de 1840 a 1940, en que el mar volvió a ser el mundo
misterioso y considerado casi inútil para la nación.

La política marítima en los cien años de soledad del mar


Los esfuerzos por volver a revivir la tradición marinera fueron
casi siempre inútiles. Varios presidentes (entre ellos dos antiguos mari-
nos, Urbina y Robles), abrieron nuevamente la Escuela Naval para for-
mar marinos, pero lo hicieron sin mucho entusiasmo y las escuelas
murieron o languidecieron luego de uno o dos años de existencia. El
empuje marinero había muerto.“Esta flor ya no retoña, tiene muerto el
corazón” se pudo decir.
La ocupación de Guayaquil en 1859 se considera un detalle his-
tórico sin mayor importancia. En realidad fue una manifestación de
nuestra debilidad completa en el flanco marítimo.
La Flota Peruana del Presidente Castilla ocupó Guayaquil sin
la menor resistencia y se mantuvo hasta el triunfo del ejército del Triun-
virato (García Moreno, Jerónimo Carrión y Pacífico Chiriboga), dirigi-
do por el general Juan José Flores en 1860.

220
E L D O M I N I O D E L M AR : U N FACTO R O LVI DADO

El Presidente García Moreno, en un típico sueño de grandes


obras, intentó promover la escuela naval y los astilleros de Guayaquil.
Pidió el asesoramiento de la Escuela Naval de Anápolis, Estados Uni-
dos, pero los presupuestos eran tan grandes que superaban nuestras
posibilidades. Hizo un llamado en 1869 a los comerciantes y hombres
poderosos de Guayaquil para reactivar los astilleros, dándoles benefi-
cios exclusivos por 50 años. Casi nadie respondió.
Curiosamente los regímenes del Partido Progresista (1884-
1895) fueron los más “marítimos” de esta época de desolación. José
María Plácido Caamaño impulsó a la Marina proveyéndoles de dos
“fuertes” unidades, el Cotopaxi (luego llamado el Calderón) y la Caño-
nera Tungurahua, para combatir a las Montoneras de Alfaro y reempla-
zar a las dos unidades (Huacho y Santa Lucía). La Santa Lucía había
sido tan efectiva, que hundió al Alahuela y detuvo la revolución liberal
hasta 1895.
El Presidente Luis Cordero creó la Escuela Naval en 1892 como
un homenaje al Cuarto Centenario de Descubrimiento de América. De
ella salieron algunos marinos de primera clase que se sacrificaron en la
Guerra de Concha o de Esmeraldas (1913–1916). La Escuela desapare-
ció con la Revolución Liberal de 1895.
La marina mercante renació en este tiempo por las iniciativas
privadas como la Empresa Indaburu, Aspiazu y otras, para aprovechar
el comercio del cacao. Eran empresas fluviales pero eran muestras de
las inquietudes en un mundo que renacían influenciadas por los cam-
bios en toda América, particularmente por el proyecto francés de abrir
un canal a través de Centro América.

Los gobiernos de Eloy Alfaro y el mar


Es difícil juzgar la actitud de Eloy Alfaro frente a la Marina y
frente a las actividades marítimas. La Marina fue la mayor opositora a
los intentos revolucionarios, derrotó al Viejo Luchador y hundió al
Alahuela en el combate de Jaramijó, el 6 de diciembre de 1884. ¿Man-
tuvo Don Eloy algún resentimiento contra la Marina?. Es difícil saber-
lo, pero tampoco mostró ningún interés por la Marina y por el mundo
marítimo. Las únicas acciones en que mostró cierto interés fueron dos:
la una muy modesta, la compra de un casco para convertirlo en pon-
tón, para depósito de carbón para los buques en 1899. La segunda, la
fundación de la Escuela Naval de 1911, sugerida, según se dice, por su

221
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

hijo el Coronel Olmedo Alfaro luego del peligro de guerra con el Perú
en 1910.2 Olmedo Alfaro le hizo ver, se dice, que una guerra con el Perú
no tenía sentido, mientras todo el flanco marítimo estuviera abierto e
indefenso.
La política marítima de Alfaro, sin embargo, no se diferencia
de otros gobiernos del siglo de soledad que hemos mencionado, hasta
podría calificarse como inferior. Dos testimonios ilustran esta política
de espaldas al mar, la del Capitán Chileno Rubén Morales que dirigió
la Misión Naval Chilena de 1906 a 1912 y la de su propio hijo Olmedo
Alfaro.
El Capitán de Navío Rubén Morales decía así en su comunica-
ción de renuncia:

“Señor General:
La necesidad de cumplir con los requisitos reglamentarios de la
Armada de mi Patria y la convicción que me tengo formada de la
esterilidad de mi labor y de mis esfuerzos, mientras el País y
el Gobierno no se resuelvan a hacer un sacrificio por su Marina
de Guerra, me obligan a solicitar mi desahucio de mi servicio para el
1º de diciembre próximo de conformidad con el aviso de tres meses
que el contrato establece. Dios y Libertad. F) Rubén Morales.

El Coronel Olmedo Alfaro, hijo de Don Eloy, al hablar en 1930


de los peligros de Galápagos se expresa así:

“El abandono en que se encuentran las Islas Galápagos obedece,


principalmente a nuestra desidia por incrementar en la vida nacional
el interés por las cosas del mar.
Basta ver nuestro presupuesto de ochocientos mil sucres para la
Marina contra nueve millones para las fuerzas militares de tierra.
Esta proporción viene agravándose día a día. Pocos de nuestros
ciudadanos nos creerán que hace medio siglo nuestras fuerzas e ini-
ciativas navales eran mucho mayores que las de hoy.
Un pequeño transporte de trescientas toneladas y una muy hon-
rosa ancianidad; con un par de remolcadores es lo que pomposamen-
te llamamos hoy “Armada Nacional”. (Así se califica el conjunto de
fuerzas marítimas de una potencia).
2 Ver el artículo del autor: ¿Guardó Eloy Alfaro algún resentimiento contra la Marina Ecuato-
riana?.

222
E L D O M I N I O D E L M AR : U N FACTO R O LVI DADO

Esto no va enderezado como recriminación a las autoridades que


actualmente ejercen jurisdicción, el mal data de mucho tiempo atrás,
pero sí parece llegado el momento de que estas examinen la situación
y que dentro de un presupuesto de 60 000 000 de sucres con que
cuenta el país, encuentren los recursos necesarios para la reconquis-
ta de las Islas de Galápagos, como lo hizo hace muchos lustros el Ge-
neral Villamil con elementos limitados”. 3

Con una gran sinceridad, Olmedo Alfaro incluye a su propio


padre en el abandono de las actividades del mar y del cuidado de
Galápagos.

La Marina en la guerra de Esmeraldas


La muerte trágica de los Alfaro prendió la guerra civil de Es-
meraldas, una provincia alejada y tradicionalmente abandonada. La
única vía de acceso era por mar. Era pues la hora de la Marina, pero ella
no disponía sino de dos unidades aceptables: el Cotopaxi y el caza tor-
pedero Bolívar, además de unos pequeños transportes. El gobierno de
Plaza tuvo que comprar algunas unidades, entre ellas el transporte
“Constitución” de 5 000 toneladas y contratar marinos extranjeros. Las
tareas de la Marina eran agotadoras: transporte de tropas, aprovisiona-
miento de armamento y víveres, vigilancia de costas, bombardeo de
costas, auxilio a los batallones en retirada, etc.
La actuación del ejército en la Guerra de Esmeraldas, dejó mu-
chas dudas de su capacidad para enfrentar a guerrilleros improvisados
pero formidablemente motivados, los soldados negros del Coronel
Concha. Las emboscadas del Guabo, Río Verde y la Propicia en que
murieron varios centenares de soldados, mostraban el extremo trágico
de una guerra civil. Los barcos de la Marina tenían que acercarse a las
costas o internarse en el río Esmeraldas, para recuperar a los restos de
los batallones en retirada.
Cuando terminó la guerra, la situación de la nación era de casi
bancarrota y el gobierno tuvo que apelar a todo medio desesperado.
Las primeras víctimas fueron los buques de la Marina: unos fueron
vendidos (transporte Constitución), otros abandonados por falta de
fondos para reparaciones (Casa Torpedero Bolívar). Solo quedó el

3 Olmedo Alfaro: Las Islas Galápagos y su situación actual. Guayaquil, 1930.

223
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Cotopaxi (Calderón), pues el motovelero “Patria”, encalló en la Jo-


sefina, al sur de Guayaquil en 1917.
La mayor parte de los oficiales de línea e ingenieros que habían
mantenido a la pequeña escuadra en buenas condiciones durante los
tres años de guerra, fueron también licenciados.

La extrema miopía de nuestra política con respecto al mar


Es increíble la ceguedad a que pudieron llegar algunos políti-
cos de este tiempo sobre la defensa marítima. Es cierto que mantener
una Marina en buenas condiciones es costoso, pero lo que asombra es
la ignorancia y falta de conciencia de la necesidad de defender nuestra
frontera y recursos marítimos.
En el Congreso de 1906 un grupo de diputados presentó un
proyecto para levantar fondos para revitalizar a la Marina de Guerra.
Fue rechazado, pero las razones usadas para hacerlo nos pueden dejar
más sorprendidos: “Comprar buques es muy caro y ahora no hay peligro de
guerra, pero si lo hubiera, se puede contratar buques y tripulaciones”. ¿Silen-
cio o risa? Esto sucedía cuatro años antes del final del Arbitraje del Rey
de España y el peligro inminente de guerra, como indicamos antes.
En el Congreso de 1931 se presentó un proyecto de decreto pa-
ra liquidar la Marina por muy costosa e innecesaria!. Felizmente fue re-
chazado, pero tampoco se hizo nada por la Marina ni por la actividad
marítima. Solo falta añadir un caso más.
En 1939 el Ministro de Defensa, Galo Plaza Lasso clausuraba
la Escuela Naval recién abierta (1936) porque la Marina era innecesaria
y un lujo que el Ecuador no podía darse.
Esto sucedía cuando todos sabían que el Perú preparaba sus
fuerzas armadas para invadir al Ecuador.

La desolación de la Marina y del mar hasta 1945


Los casos “asombrosos” citados no distan mucho de la reali-
dad marítima de las décadas recientes.
La Marina Nacional, desde 1840 no tenía personalidad propia;
era una rama auxiliar del Ejército con presupuestos que no llegaban al
10% del mismo. La Comandancia de la Marina era ocupada general-
mente por un coronel del Ejército. Resulta extraño leer en todo este
tiempo, las comunicaciones al “Señor Coronel, Comandante General
de Marina”.

224
E L D O M I N I O D E L M AR : U N FACTO R O LVI DADO

Las funciones normales de la Marina eran cuidar de faros y


boyas, luchar contra el contrabando, visitar de vez en cuando a las islas
Galápagos, llevar el correo a Babahoyo y servir de transporte de tropas
del Ejército a las provincias alejadas, como Manabí y Esmeraldas. La
función esencial de la defensa era más teórica que real, dada la debili-
dad de sus unidades (ninguna de guerra), lo que vuelve más admira-
ble el enfrentamiento del Calderón con el destructor peruano Villar en
1941. No existía Escuela Naval ni de Grumetes. Las capitanías de puer-
to eran ocupadas indistintamente por oficiales retirados del Ejército o
de la Marina, y muchas veces por civiles.
La realidad marítima de las costas del Ecuador en los cien años
de soledad (1840–1940) no podía ser más triste, y se vuelve más increí-
ble al ver a toda América que volvía al mar, sobre todo las naciones del
Pacífico, luego de la apertura del Canal de Panamá.
El Ecuador, como describe Olmedo Alfaro en 1930, no disponía
de un solo puerto verdadero que dispusiera de muelles, facilidades de
desembarco, almacenes, servicios, etc. Las líneas navieras internaciona-
les que hacían el servicio de cabotaje desde Panamá o hacia la misma,
dejaban a pasajeros y carga en la isla Puná desde donde eran traslada-
dos en botes y barcazas a la ciudad de Guayaquil. Lo mismo sucedía y
aun peor, en los otros puertos de Manta, Esmeraldas, Puerto Bolívar.
Esta situación llevó a un bochorno nacional cuando en 1928, el
recién electo Presidente Hoovert en visita oficial al Ecuador, éste no
tenía una nave digna para trasladarle de Puná a Guayaquil

Clamores de protesta y de esperanza. 1928-1934


La década de 1920 fue de amargos clamores de varios oficiales
de Marina ante la situación de la Institución y de las actividades del
mar, aunque en algunos casos se jugaban su carrera. Citemos algunos
testimonios:
1.- El Teniente de Navío, Antonio Alomía Guerra regresaba en
1922 luego de graduarse con honores en Chile. Recordaba: “En este
lapso (1914–1924) poco o nada había cambiado. El Presidente Tamayo logró
ordenar la reconstrucción del “Cotopaxi” para el servicio de nuestras costas.
En 1923 se organizó un curso de 10 meses para cadetes de Marina…”.
2.- El brillante ingeniero naval, Pedro Briones, al regresar en
1917 de una especialización en Londres, se encontró con que no había
cargo para él, pues casi todas las unidades habían sido vendidas o da-

225
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

das de baja, como dijimos antes. En 1925 escribía con amargura: “En
tanto vemos a otros oficiales están envejeciendo y que siguen siempre confia-
dos y esperando que algún día será un hecho la creación de una Marina para
la defensa de nuestras costas o por lo menos, para que sirva de respeto, para
que oigan siquiera que podemos defendernos si nos atacan, así como podemos
decir que nos podríamos defender en tierra”
3.- La Revolución de 1925 dio esperanzas de reorganización de
la nación y de preocuparse del mar y de su defensa. Los altos oficiales
de Marina fueron consultados sobre un plan de revitalización de la
misma. Era la ocasión que buscaban y lo hicieron en valentía. Luego de
analizar la trayectoria de la Armada y de la Marina Mercante y propo-
ner proyectos tras proyectos que eran rechazados, uno tras otro, termi-
naban:
La disyuntiva debe ser la siguiente: El Ecuador necesita o no necesi-
ta de la Marina de Guerra. Si lo primero, creemos tener derecho para
esperar en el futuro…Si lo segundo, es mejor borrarla de una pluma-
da, en vez de que subsista como está ahora, es decir sin material y
teniendo la cabeza metida dentro del ejército… En todos los Países la
Marina de Guerra es una institución organizada y progresista y que
sabe mejor todavía que la nuestra no tiene ni Estatutos ni Regla-
mentos, que son la base de toda organización…

El desaliento de la Marina llegó a tanto que en 1928, dentro del


proyecto de rearme de la Fuerza Naval, solo pudo enviar una propues-
ta: la compra de un transporte para atender a las tropas del Ejército
cuando éste lo requiriera (¡!).
También había voces de esperanza. Una de ellas fue la del “Sr.
Coronel (luego General) Luis Telmo Paz y Miño, Comandante General
de Marina (¡) que ante la urgencia de impulsar todo lo relacionado al
mar, comenzando por la Fuerza Naval, escribía: “El agua creará la Mari-
na de Guerra, pues la Marina de Guerra tanto o más que el Ejército, es el
medio de imponer nuestros derechos, o hay que renunciar a ellos”.

Una nueva esperanza. Manuel Alomía. 1934


La falta de Escuela Naval obligaba a conseguir becas en Insti-
tutos de países amigos para la formación de los pocos marinos que ne-
cesitaba la Armada. Desde 1913 en que se cerró la Escuela Naval, solo
se dio un curso de diez meses en 1923, como se dijo. En 1928 fueron

226
E L D O M I N I O D E L M AR : U N FACTO R O LVI DADO

enviados a Chile seis becarios quienes, luego de superar las dificulta-


des de estudios, regresaron a la Patria en 1935. Nadie sospechaba que
de este grupo iba a salir la esperanza. El más brillante era Manuel Alo-
mía que ganó la primera antigüedad en la Escuela Naval de Valparaíso.
La primera impresión al regresar, como él mismo confesaba, era para
desalentar a cualquiera: unos pocos oficiales y dos pequeños buqueci-
tos para una tarea de defender nuestras costas y Galápagos que era in-
vadido por los atuneros de California. ¿Cómo defender con tan débiles
medios? Parecía que los gobiernos esperaban que los marinos tuvieran
el lema de “Luchar con honor y…morir”.
En las travesías en los mares del sur en el buque escuela de
Chile, había jurado luchar por una Armada nueva. El 28 de septiembre
de 1934 daba una conferencia ante las autoridades de Gobierno, Fuer-
zas Armadas e invitados especiales sobre: LA IMPORTANCIA DE LA
MARINA EN LA VIDA NACIONAL”.
Manuel Alomía no lucía más que el uniforme de teniente de
marina, un uniforme poco conocido en Quito, pero su argumentación
sacudió a todos y muchos se comprometieron a respaldar los princi-
pios expuestos por el conferencista. Entre ellos estaba el Ministro de
Relaciones Exteriores, Manuel Sotomayor y Luna que convenció a los
dos gobiernos de entonces a respaldar la fundación de una Escuela
Naval. Efectivamente, pese a los cambios de gobierno, la Escuela Naval
se abrió el 14 de enero de 1936. Era el comienzo de una renovación que
nacía de una doctrina profunda y realizable.
Los principios expuestos por Alomía no han perdido actuali-
dad, más bien pueden sugerir nuevas rutas. Examinemos algunos pun-
tos centrales:
La razón de la existencia de la Marina es la defensa de nuestras cos-
tas y de Galápagos; pero hay que entenderse de la defensa integral: defensa de
la agresión y protección de sus recursos. La Armada no es solamente una fuer-
za de guerra, sino propulsora y protectora de sus riquezas como la pesca del
archipiélago de Galápagos. Aporta datos alarmantes sobre la invasión de atu-
neros de California mientras el Ecuador no recibía nada.
No hay defensa sin desarrollo como no hay desarrollo sin defensa.
La Marina no se improvisa. “Nunca pretendamos la guerra, pero
no la descuidemos; sería terrible y bochornoso declinar ante un enemigo por no
tener medios para defendernos”.
Necesidad de la formación profesional del personal de Marina.
“Es importantísimo que su organización sea verdaderamente modelo, que el

227
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

entrenamiento y capacidad de la tripulaciones sea completo y perfecto y como


consecuencia de todo, el comando sea superior…”
La Escuela Naval, aunque tuvo que enfrentar en un comienzo
dificultades (cambió de lugar cuatro veces y la supresión ordenada por
el Ministro Galo Plaza, como queda dicho antes) formó dos grupos de
oficiales que lucharon en el combate de Jambelí y luego impulsaron la
Marina en los próximos veinte años.
La guerra de 1941 fue una amarga experiencia para la nación,
pero pudo ser la ocasión de aprender de los errores del pasado. La
frontera marítima seguía abandonada y las pocas unidades hacían lo
imposible para resguardarla y apoyar a las fuerzas de tierra que com-
batían en la provincia de El Oro. El enfrentamiento con el destructor
peruano era una contienda muy desigual, pero el Calderón supo en-
frentar con coraje y pundonor. Los días siguientes al combate, siguie-
ron los marinos jugándose la vida al salir al Golfo, costa de Naranjal,
para auxiliar a los refugiados de la Provincia de El Oro.
Bien pudo decir el Coronel Urrutia, director General del
Ejército: “Nuestra diminuta Armada Naval, integrada por dos cañoneros y
unos cuantos “avisos” (sólo tenía uno); esta fuerza eternamente pospuesta en
la distribución presupuestaria, se superó más allá de sus proporciones físicas
y con altos factores morales, cumplió abnegada y heroicamente su deber”.
El ejemplo de esta actuación tuvo repercusión en la nación en-
tera. El Gobierno volvió a abrir la Escuela Naval (Nov. de 1941) al que
acudieron muchos jóvenes, algunos de ellos movidos por el heroico
ejemplo del Cañonero Calderón.
El Almirante Carlos Monteverde decía a unos pocos meses de
su muerte: “Para mí, el fruto más grande del combate de Jambelí fue que nos
hizo pensar. Hizo pensar a la nación de la necesidad de volver al mar; hizo pen-
sar a la Armada que de ella dependía casi todo y que si le daban oportunidad
de ser útil, debía aprovecharla”.

Final de los cien años de abandono


La Nación toma conciencia de su vocación marinera
La Marina que había sido reducida, como ya se dijo, a rama
auxiliar del ejército por tantos años, recobró su personalidad en agosto
de 1944, por Decreto del Presidente Velasco Ibarra. Desde entonces ha
mostrado una gran vitalidad que le ha convertido en la institución más
dinámica de la nación. Pese a los exiguos presupuestos (apenas la quin-

228
E L D O M I N I O D E L M AR : U N FACTO R O LVI DADO

ta parte del de FF.AA. y un tercio de lo que recibe el ejército), ha ido cre-


ciendo en número y en diversidad de actividades, hasta encargarse de
dos tercera partes del patrimonio nacional, es decir, un millón doscien-
tas mil kilómetros cuadrados, que incluyen todos los puertos, costas,
ríos, la zona marítima continental y alrededor de Galápagos, ampliada
a 200 millas.
Dispone de una escuadra de buques suficientes y capaces para
una defensa eficaz con oficiales y tripulaciones bien formadas.
El campo del desarrollo se ha ampliado y que contrasta con el
abandono de los 60 años anteriores. De la situación en que se esperaba
que supieran apenas sostener los débiles buques “armados en guerra”,
es decir buques de carga armados con algunos cañones, ha pasado a
servir a la patria en los campos más diversos.
El gran principio que guió a la Marina a participar en tantos
frentes fue el siguiente: el desarrollo era una necesidad impostergable
y en él todos debían participar por el bien de la patria. La Marina podía
extender sus servicios a los campos de desarrollo sin dejar sus campos
específicos y así lo hicieron..
Veamos estos diversos campos.
1.- Desarrollo portuario: en 1930 no disponía de ningún puer-
to y los puertos son esenciales para el desarrollo y la defensa de la
nación. El primero, el puerto de Guayaquil fue estudiado y diseñado
por el Cap. De Navío Luis Eloy Jarrín (1945).
Actualmente la nación dispone de cuatro puertos grandes, tres
de ellos iniciados por la Marina, luego de la Revolución de 1972.
2.-Desarrollo de la navegación: En los cien años de soledad,
solo se esperaba que los marinos supieran navegar en los pequeños
barcos, sin alejarse de nuestras costas. La Marina moderna extendió su
labor de navegación para ampliar la capacidad de defensa y otros pro-
yectos para impulsar el comercio por nuestras costas, por los mares de
Galápagos y los mares del mundo. Dos empresas representan este cam-
po de desarrollo: TRANSNAVE (Transportes Navales Ecuatorianos) y
FLOPEC (Flota Petrolera Ecuatoriana). El lema de esta última lo descri-
bió el Almirante Sergio Vazquez P. en su fundación (1973): “Petróleo
Ecuatoriano, en buques ecuatorianos, con tripulaciones ecuatorianos hacia los
mares del mundo”.
3.- Astilleros Navales: De las antiguas mecánicas, necesarias
para reparar y carenar a los Buques veteranos, la Marina lanzó un am-

229
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

bicioso proyecto de construcción naval en los Astilleros Navales, que


ayudaría a mantener operativos a nuestras unidades de defensa, pero
ampliarían sus servicios a la nación. En los primeros 30 años, Astinave
(Astilleros Navales Ecuatorianos) había construido, reparado o carena-
do cerca de 2 000 naves de todo tipo, la mayor parte de la empresa pri-
vada.
4.- Investigación oceanográfica: El humilde servicio de pro-
nóstico de mareas, unido al de faros y boyas, se transformó en 1970 en
el Servicio Hidrográfico y tres años después en el Instituto
Oceanográfico de la Armada, para alta investigación del mar, con múl-
tiples departamentos para los estudios de biología del mar, la cartogra-
fía marítima, las ayudas a la navegación, estudio de las variaciones del
mar, representación internacional de la prevención de maremotos (tsu-
namis), estudios del Fenómeno del Niño, señal horaria, Planetario, el
Programa Antártico, etc.
Vigilancia marítima contra la contaminación, lucha contra el
contrabando, tráfico de drogas, tráfico de ilegales. Servicio de dragas.
Un sueño que los promotores originales no creían posible.
5.- Formación de la conciencia marítima: Programas educati-
vos a nivel nacional para concienciar a la nación sobre los valores del
mar y de nuestros ríos es una labor callada pero, al mismo tiempo, gi-
gantesca. Gracias a esta nueva conciencia, el Ecuador nunca volverá al
descuido y olvido del mar como en los cien años de Soledad y sabrá
cuidar sus recursos fluviales, marítimos y oceánicos..

Una lección de la historia


El Almirante Carlos Monteverde hacía la siguiente reflexión,
poco antes de su muerte: “Las grandes naciones marítimas de la historia
(Grecia, Holanda, Inglaterra…), primero desarrollaron sus intereses maríti-
mos y para protegerlos, crearon la marina de guerra; en el Ecuador, la Marina
ha tenido que hacer todo”.
Otro Almirante, Raúl Jaramillo completaba: “La joven Marina ha
probado en apenas cuarenta años que el mar no es obstáculo sino camino.”

Mirada hacia el futuro


El gran navegante ítalo–español Alejandro Malaspina (1790)
decía que se necesitaban cinco años para formar un buen ejército; pero
se necesitaba un siglo para formar un pueblo marinero. La Marina

230
E L D O M I N I O D E L M AR : U N FACTO R O LVI DADO

ecuatoriana no ha llegado al punto ideal, pero se ha acercado. Más aún,


va recogiendo fuerzas para otros proyectos de gran envergadura para
el máximo aprovechamiento de nuestro mar y sobre todo del Océano
Pacífico, el Océano del siglo XXI.
El Ecuador Marítimo ha vuelto a la ruta que dejaron trazada
los primeros navegantes manteños y los navegantes de los veleros
construidos en los Astilleros de Guayaquil.
Ya es difícil creer que Ecuador vuelva a olvidar esa ruta que se
interna más y más en los mares del mundo.
El Almirante Mahan abrió la mente de los políticos norteame-
ricanos cuando les hizo ver que la grandeza de la nación se basaba en
el Poder Naval y en las Bases estratégicas en el mundo. Ecuador no es
imperialista, pero tiene su base avanzada en el Océano del siglo XXI, en
Galápagos. La Marina está ya diseñando un plan oceanográfico de
grandes proporciones para participar, como nación, en la conquista del
Océano del siglo XXI.

231
232
UNA ILUSTRE FAMILIA EN AMÉRICA: LOS URQUINAONA

Gregorio César De Larrea

A Lorena, Lorenita, la churitos,


a quien conocí en mis años universitarios

Con el objeto de celebrar el bicentenario del movimiento inde-


pendentista quiteño, del 10 de Agosto de 1809, hemos estudiado a la
familia Urquinaona, de origen vasco-español, cuyos eminentes actos se
dieron en América, más bien para el bando realista, en la actual
Colombia, Ecuador y Venezuela.
Para ello hemos contado con fuentes documentales y bibliográ-
ficas provenientes de estos tres países y de España. Investigamos en el
Archivo General de la Nación, de Bogotá, Colombia; en el Archivo
Nacional de Historia, de Quito, Ecuador; en el Archivo Municipal de
Historia, de Quito; Archivo Parroquial de El Sagrario, de Quito; en la
Biblioteca Luis Ángel Arango, de Bogotá; en la de la Academia Colom-
biana de Historia. Algún dato procede también, del Boletín de la Aca-
demia Venezolana de Historia; otros, los debemos a nuestro amigo, el
Genealogista colombiano, Doctor Juan Francisco Mantilla; al Doctor
Santiago Díaz Piedrahita, Director de la Academia Colombiana de His-
toria; al Sociólogo ecuatoriano Doctor Xavier Gomezjurado; y a otras
tantas bibliotecas y libros nacionales y extranjeros.
El desglose de las fuentes se lo verá a lo largo del artículo en
las citas generalmente entre paréntesis.

Quito, 10 de Octubre de 2008

233
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

LOS URQUINAONA

Según Jaime de Kerexeta, y Francisco de Abrisqueta, en su obra: Vascos


en Colombia, Bogotá, Ed. Oveja Negra, 1985, tomo 1, 2° parte (Dato
proporcionado por Xavier Gomejurado), proviene de Muxika Olaeta
(Araniona).
Urquinaona, etimológicamente significa: Abedulal o lugar del
Abedul pequeño.
De: Urquina: urqui = abedul, na = sitio de, ona = sitio de. “ona”
= Luis Mitxelena le da el significado de: bueno.
Le han localizado 2 casas solariegas: En Bilbao, 1659, y en
Azpeitia, 1659 y 1772.
Según Cadenas y Vicent, el escudo de armas de Urquinaona es:
en plata, una encina de sinople, frutada de gules, con 2 lobos alzados a
su tronco. Otro escudo, según el mismo autor es: en azur, un árbol de
sinople con un lobo pasante a su tronco.
La familia Urquinaona, que nos ocupa y que se radicó en Co-
lombia, era natural de la Villa de Azpeitia, en Vizcaya, país Vasco, Es-
paña. Ignacio de Urquinaona Iriarte y Manuela de Balanzátegui, o
Balzátegui, naturales de Vizcaya, fueron padres de don Francisco Igna-
cio de Urquinaona de Balanzátegui, natural de España, quien pasó a
Colombia y casó el 28 de Diciembre de 1771 en Santa Fe de Bogatá, con
doña Juana María Antonia Pardo y Vásquez. Ella, doña Juana María
Antonia Pardo y Vásquez nació el 26 de Diciembre de 1754 en la misma
Bogotá (Datos tomados de los Colegiales del San Bartolomé, N° 1923,
pg. 774, y enviados por el Genealogista Dr. Juan Francisco Mantilla
González, Bogotá, Colombia). Era hija de Francisco Fernández Pardo e
Inés Vásquez y Molina.
Don Francisco Ignacio de Urquinaona, español, era Contador
Ordenador del Tribunal y Real Audencia de Cuentas de Bogotá.
En 1776, don Francisco Ignacio de Urquinaona, Administrador
de Aguardientes de Honda, pide licencia para pasar a la Capital con su
mujer, por razones de salud. (Archivo General de la Nación, Bogotá,
Colombia. Ver CD room. Base de datos de Varios Fondos).
Del mismo Archivo General de la Nación, de Bogotá, hemos
extraído los siguientes datos:
En 1783, don Francisco Ignacio de Urquinaona, Administrador

234
L O S U R QU I N AO N A

de la Salina de Zipaquirá, se queja contra Carlos de Burgos, Corregidor,


por falta a sus deberes oficiales, respecto a la Administración de la
Salina. La Salina de Zipaquirá se encuentra muy cerca de Bogotá.
En 1783, el mismo Urquinaona, Administrador de las
Salinas de Zipaquirá, reclama contra Joaquín Lasso de la Vega, arren-
dador de ellas, por turnos en el beneficio de las hornadas de sal.
En 1784, Urquinaona demanda a José Joaquín Lasso de la Vega,
asentista de las Salinas de Zipaquirá, por inversión de caudales en
construcción de hornos.
En 1784, Urquinaona solicita el aumento de su asignación.
En 1786, el mismo don Francisco Ignacio de Urquinaona, Ad-
ministrador de las Salinas de Zipaquirá, presenta reclamo por el suma-
rio que instruye José Merchante de Contreras, como Juez Conservador
de los Hospicios, a quienes defraudaron la participación de estos esta-
blecimientos en la venta de salinas.
En 1786, Urquinaona envía su petición sobre nombramiento de
Contador de las Salinas de Zipaquirá.
En 1786, Urquinaona solicita la baja de precio de la sal vigua.
[SIC]
En 1794, don Francisco Ignacio de Urquinaona, Contador orde-
nador del Tribunal de Cuentas de Santa Fe de Bogotá, presenta su rela-
ción de servicios.
Del mismo Archivo General de la Nación, de Bogotá, Colom-
bia, “Real Hacienda”, Cartas (Sección Colonia), tomamos los siguientes
datos:
Madrid, 1790: Existe una Real Orden, dirigida por Valdez al
Virrey de Santa Fe, por la que se dispone dar posesión de sus cargos
como Contador Mayor a Manuel de Revilla, Oficial Real de estas Cajas,
y los de Contadores Ordenadores a don Francisco de Urquinaona, Ad-
ministrador de las Salinas de Zipaquirá, y don Juan de Learreamendi,
Oficial primero de Aduana de Bogotá, cargos otorgados por su Ma-
jestad según decreto de 20 de Marzo de 1789.
En Quito, en 1798, don Francisco Ignacio de Urquinaona, Con-
tador Mayor en comisión, comunica a don Pedro Mendinueta, Virrey
de Nueva Granada, haber hecho saber a Pedro Calisto su separación y
cese de la comisión de glosar cuentas atrasadas de este Tribunal.
En 1800 encontramos un expediente de las diligencias promo-
vidas por don Francisco Ignacio de Urquinaona, Contador Mayor de

235
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Quito, sobre las cuentas que anualmente debió presentar el Guarda


Almacén de Pertrechos y Municiones de Guerra, a los Oficiales Reales
de Guayaquil, los cuales se echaron de menos en el reconocimiento que
hizo el tribunal mayor de Quito, de las cuentas de esas Reales Cajas,
desde la primera que se presentó, correspondiente al año 1777.
En Quito, 1803, don Francisco Ignacio de Urquinaona, Con-
tador Mayor en comisión, informa al Virrey haberse enterado del infor-
me del Presidente al Rey y Vuestra Excelencia, sobre sus procedimien-
tos al haber sobornado al Excelentísimo de Real Hacienda, Ignacio de
Lossa, para que diese una certificación falsa acerca de la concordancia
entre estados, tanteos y cuentas de Real hacienda de 1801, y que su hijo
don Pedro de Urquinaona perjuró inducido por él, cuando declaró que
por encargo de él había trabajado en varios asuntos de esta Contaduría.
En Aranjuez, 1807, existe una Real orden dirigida por el Señor
Soler al Virrey de Santa Fe, por la cual declara Su Majestad infundada
la inconformidad expresada por el Contador Mayor de este Tribunal de
Cuentas, Manuel de Revilla, al negarse a rubricar la libreta de servicios
de don Francisco Ignacio de Urquinaona, aprobando, en consecuencia,
el Rey, la providencia del Virrey.
En el Archivo General de la Nación, de Bogotá, Cundinamarca,
Sección: Colonia, Fondo: Milicias y Marina, 1794, No. de orden: 074,
Legajo: 145, Folios: 532-535, dice que don Francisco Ignacio de Urqui-
naona era Contador ordenador del Tribunal de Cuentas de Bogotá.
Solicitaba una plaza de Contador Mayor en América.
A principios del siglo XIX arribó a América la Real Expedición
Filantrópica de la Vacuna contra la viruela en Ultramar. Tal fue así que,
en Quito, el 3 de Agosto de 1805, don Francisco Ignacio de Urquinaona,
Contador Mayor del Tribunal de Cuentas de la Real Audiencia de Qui-
to, presidía la Junta Filantrópica de Quito, entidad que promovió la
vacunación de los pobladores (Archivo Municipal de Historia, Quito,
Sociedad Filantrópica Municipal, 1805-1830, f.3).
Ya antes, el 16 de Septiembre de 1804, don Francisco Ignacio de
Urquinaona se desempeñaba como Contador Mayor del Tribunal de
Cuentas de Quito, cargo con rango equivalente a Ministro, la máxima
autoridad en manejo monetario de la Real Audiencia, y fue en esa fecha
padrino de bautizo de doña María Josefa Mercedes, hija legítima de
don Mariano de Larrea, chozabuelo de quien escribe estas letras, y de
doña Josefa del Arco y Veloz. Para entonces, don Mariano de Larrea era

236
L O S U R QU I N AO N A

el Segundo oficial y Comisario de Guías de la Real Administración de


Alcabalas de Quito. El bautizo se realizó en la parroquia El Sagrario, de
nuestra Capital. Más tarde, en 1813, don Mariano de Larrea fue ascen-
dido a Administrador de Alcabalas de Riobamba, cargo que desempe-
ñó hasta 1822 cuando se sellara nuestra independencia respecto de
España. En 1816, don Mariano de Larrea ganaba 500 pesos anuales co-
mo Administrador de Alcabalas de Riobamba y solicitaba aumento de
sueldo. La solicitud, la firmaba Mariano José de Echanique y añadía
que Larrea se desempeñaba extraordinariamente bien en su cargo.
Pedía se incremente su sueldo en 100 pesos anuales. (Archivo General
de La Nación, Bogotá, Cundinamarca, Sección/Fondo: Archivo Anexo.
Solicitudes. No. de orden: 016, legajo: 6, folios: 257-270) Don Mariano
de Larrea era propietario de una casa grande, terreno y batán en la
parroquia de Zámbiza de Quito. En Riobamba, el 28 de Noviembre de
1787, Mariano de Larrea es testigo del codicilo otorgado por don Mi-
guel Antonio García Gómez (Riobamba, Protocolos, en Archivo His-
tórico de la Casa de la Cultura de Riobamba).
Los Larrea provenían de Chambo, cerca de Riobamba, donde
el General y Doctor don José Manuel de Larrea y León se hallaba con-
finado el 11 de septiembre de 1764, a 16 leguas de Chimbo de donde
era Corregidor. Larrea se quejaba al Virrey de Nueva Granada, de su
confinamiento, en dicha fecha. El Oidor don Juan Navarro, enemigo de
don José Manuel de Larrea y León, había solicitado su confinamiento a
ese lugar. La hoja de servicios de don José Manuel de Larrea y la queja
reposan en el Archivo General de La nación, Bogotá, Colonia,
Residencias, Ecuador, 1764. No. de orden:100. Legajo: 65. Folios: 550-
552. Don José Manuel de Larrea y León era sobrino del gran fraile
misionero franciscano, R.P. Fray Fernando de Jesús Larrea y Dávalos,
autor de la obra: “Modelo Práctico para el Ejercicio de las siete palabras
que habló nuestro Redentor en la Cruz”.
En Quito, el 29 de Agosto de 1808, don Francisco Ignacio de
Urquinaona presenta relación sobre el estado del Real Hospicio de
Quito, donde tomó cuentas: el mencionado don Francisco, por comi-
sión del presidente Interino, don Diego Nieto, tomó cuentas rezagadas
del Real Hospicio hasta el año 1807. Dice haber encontrado bien ali-
mentados a los pobres, pues “comen tres veces al día”, y que están ves-
tidos suficientemente. Se les aplica catecismo, aplican los sacramentos
y se les socorre en todo. No faltan materiales pero expresa que “estas

237
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

gentes son haraganes”, el edificio está en parte maltratado, se carece de


caudal para emprender obra de consideración. El pequeño fondo de
1471 pesos que había en la Real Caja, por fin de año, era necesario con-
servar para el caso de una escasez de víveres u otra necesidad semejan-
te. Recomienda, para prevenir alguna malversación por parte de los
subalternos, prevenir al Administrador del Real Hospicio, don Juan de
Larrea y Villavicencio, que al menos cada dos días presencie y exami-
ne por sí mismo como se custodia y distribuye lo que compra (Archivo
nacional de Historia, Quito, Presidencia de Quito, caja 1808-1809, docu-
mento 10511). Don Juan de Larrea y Villavicencio es recordado por el
sabio Barón Alejandro von Humboldt como viajero por España, Fran-
cia, Inglaterra e Italia y como “el hombre más sabio, el más amable que
nosotros hemos encontrado en América” (Keeding, Ekkehart, Surge la
Nación, Ed. Banco Central del Ecuador, Quito, 2005, p.439). Larrea fue
Ministro de Hacienda de la Junta Independentista de Quito el 10 de
Agosto de 1809.
Anotemos que el 1 de Enero de 1787 era Administrador del
Real Hospicio y Lazareto de Quito don Joaquín Tinajero y Larrea. En
Enero de 1790 lo era don Francisco de Borja y Larráspuru (Archivo
Nacional de Historia, Quito, Real Hacienda, caja 25, 1786-1790).
Don Francisco Ignacio de Urquinaona residía en Quito cuando
se dieron los movimientos idependentistas de 1809. En tal ocasión fue
“realista” según el conocido informe de don Ramón Núñez del Arco.
En mayo de 1813 ya estaba ausente de Quito.
En 1809 era Visitador de la Casa de Moneda de Popayán e in-
forma sobre la necesidad de reconstruirla y de la renovación de maqui-
naria (Archivo General de la Nación, Bogotá, Ver CD room. Base de
datos de Varios Fondos).
Para el 19 de junio de 1810 encontramos a don Francisco Igna-
cio de Urquinaona en Popayán (Archivo Nacional de Historia, presi-
dencia de Quito, 1809, vol.3, f.54v.), pues había sido nombrado
Visitador de la Casa de la Moneda. Durante las guerras independentis-
tas encontramos al Gobernador de Popayán don Miguel Tacón y Ro-
sique, más tarde Duque de la Unión de Cuba, Marqués de la Unión de
Cuba y de Bayamo, Grande de España, despachando para Pasto todos
los caudales públicos que había en Popayán, los cuales condujo Urqui-
naona, consistentes en 200.000 pesos de dicha casa y 400.000 pesos que
había en la Tesorería de Hacienda del situado que de Quito se había
enviado a Cartagena.

238
L O S U R QU I N AO N A

Es importante recordar que uno de los testigos del matrimonio


del protomártir de la Revolución Independentista de Colombia, don
Antonio de Villavicencio hijo del Conde del Real Agrado, con doña
Gabriela Barriga y Brito, el 9 de Mayo de 1812, en Colombia, fue don
Francisco de Urquinaona. Nosotros desconocemos si se trata de don
Francisco Ignacio de Urquinaona o de su hijo don Francisco de Urqui-
naona y Pardo.
Don Francisco Iganacio de Urquinaona y su esposa doña Ma-
ría Antonia Pardo y Vásquez tuviera varios hijos. Conocemos los
siguientes:

Don Pedro de Urquinaona y Pardo

Don Pedro Juan Nepomuceno de Urquinaona y Pardo nació en Santa


Fe de Honda y fue bautizado el 29 de octubre de 1775, de 15 días de
nacido. Presentó informaciones el 19 de enero de 1796 entre los colegia-
les del San Bartolomé (Dato gentileza del Genealogista colombiano Dr.
Juan Francisco Mantilla González)
Don Pedro de Urquinaona y Pardo ya residía en Quito en 1799
(Libro de Claustro y ordenanzas de la Universidad de Santo Tómas de
Aquino, en Archivo de la Secretaría de la Universidad Central, Quito;
en: Zúñiga, Neptalí, Vicente León, Quito 1943, pg.118). Se recibió de
Abogado el 22 de noviembre de 1802 (Archivo Nacional de Historia,
Quito, Incorporación de Abogados, 1802, caja No.4, 1800-1809, tomo
12). Urquinanona había estado en Guayaquil practicando jurispruden-
cia desde noviembre de 1800 hasta febrero de 1801, y desde julio de
1801 hasta diciembre de 1801. Lo hizo en el Estudio Jurídico de don
José María Luziando y Murillo, Teniente de Gobernador y Asesor Ge-
neral y auditor de Guerra de Guayaquil. Urquinaona se gradúo de Ba-
chiller en la Universidad Pública de Quito. Practicó también en el Es-
tudio Jurídico del Dr. don Francisco Xavier de Salazar. En este expe-
diente se dice que es natural de Santa Fe de Bogotá y residente en Qui-
to. Presentó documentos de limpieza y legitimidad de nacimiento.
Practicó Jurisprudencia más de los 4 años necesarios para recibirse de
Abogado.
En Quito existe un expediente reguido por el Dr. don Pedro de
Urquinaona y Pardo por quejas contra el Dr. Juan Ruiz de Santo Do-
mingo, profesor de la Universidad y ex Rector de ella (Archivo nacio-

239
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

nal de Historia, Quito, Gobierno, caja 55, exp.14, 16 de octubre de


1799). Urquinaona había sustituído al Dr. don Melchor Rivadeneira,
por su enfermedad, desde septiembre de 1799, en la cátedra de Prima
de Cánones, en la Universidad Pública, en Quito. El ex Rector, prede-
cesor, Dr. Juan Ruiz de Santo Domingo, limitó este nombramiento a los
dos últimos meses lectivos. El Bachiller don Juan de Velasco y otros
declararon que Urquinaona cumplió, con celo, con su asistencia y obli-
gaciones los dos meses lectivos.
Al Rector Dr. Juan Ruiz de Santo Domingo le sucedió en el rec-
torado el Dr. Joaquín de Anda.
Don Pedro de Urquinaona y Pardo era Doctor en ambos
Derechos.
Cuando el sabio Barón Alejandro von Humboldt pasó por Qui-
to ascendió por segunda vez al cráter del volcán Pichincha el 26 de
mayo de 1802, en compañía de don Pedro de Urquinaona, don Vicente
Aguirre, don Juan José Matheu y Herrera y don José Javier de Ascá-
zubi, personajes más tarde ligados al proceso independentista del
Ecuador.
Don Pedro de Urquinaona fue Prosecretario de la Universidad
en Quito, a partir de 1803, y el 1 de marzo de 1817 escribía desde Cádiz
a Humboldt recordándole su estadía en Quito en compañía de don
Juan de Larrea y Villavicencio y otros personajes (Keeding, Uckehart:
Surge La Nación, Banco Central del Ecuador, Quito, 2005, p.546 y 566-
568).
Don Pedro de Urquinaona fue alto empleado de los Virreyes
Ezpeleta y Mendinueta. Educado en España. Hidalgo. En España tam-
bién desempeñó altos cargos y fue enviado a pacificar la Nueva Gra-
nada en la Revolución Independentista, en 1812, como Comisionado
Regio, en reemplazo del Protomártir don Antonio de Villavicencio,
pero renunció al saber de las atrocidades de los españoles en Vene-
zuela. Según Jaime García Maffla en la “Gran Enciclopedia de Colom-
bia”, es autor de uno de los más logrados sonetos colombianos y de la
legua española: “A Jesús Crucificado”, aunque también se ha dicho que
su autor es el poeta portugués Manuel de Nóbrega. José Miguel Rivas
Sacconi dice que Urquinaona lo tradujo en 1808 (Biblioteca Luis angel
Arango, Bogotá). Falleció en 1834.
En el Boletín de la Academia Nacional de Historia de Vene-
zuela, se escribió el artículo: “Un Americano al servicio de España: don
Pedro de Urquinaona y Pardo”, Caracas, 1959.

240
L O S U R QU I N AO N A

En 1806, don Pedro de Urquinaona reclama por los derechos de


aduana que le exigieron en Santa Marta, de mercancía llevada de Cuba,
con destino a Maracaibo, en asocio con Esteban Balanqué, Maestre de
la Goleta llamada Rosalía. (Archivo General de la Nación, Bogotá, Ver:
CD room. Base de Datos Varios Fondos. N° 27).
Don Pedro de Urquinaona había prestado declaraciones de vita
et moribus en Madrid, para el ingreso de don Joaquín Montúfar y La-
rrea, IV Marqués de Selva Alegre, como Caballero Pensionista de Car-
los III, en 1815. Prestó declaración en el mismo expediente, el guaya-
quileño don José Joaquín de Olmedo, Diputado a las Cortes de Cádiz
en 1812. El mencionado don Joaquín Montúfar y Larrea era hijo de don
Juan Pío Montúfar y Larrea, lider del movimiento revolucionario de
Quito del 10 de agosto de 1809.
Don Pedro de Urquinaona y Pardo, Comisionado de la Re-
gencia Española para la Pacificación del Nuevo Reino de Granada,
escribió las “Memorias de Urquinaona”, uno de cuyos ejemplares se
conserva en la Biblioteca de la Academia Colombiana de Historia, libro
publicado en Madrid, Editorial América, 1917. La primera edición se
realizó en Madrid, en 1820, en la Imprenta Nueva, calle de la Concep-
ción N° 9, con el título original de: “Relación documentada del origen
y progreso del trastorno de las provincias de Venezuela, hasta la exo-
neración del Capitán General don Domingo Monteverde, hecha en el
mes de Diciembre de 1813 por la guarnición de la plaza de Puerto
Cabello. Escribióla don Pedro Urquinaona y Pardo, etc., etc., etc.”.
En el prólogo de la edición de 1917 dice que Urquinaona era
Oficial de la Secretaría de Estado y del Despacho de la Gobernación de
Ultramar, y Secretario del Rey con ejercicio de decretos. De estas tareas
de alta burocracia lo sacó la Regencia Española en 1812 y, por orden del
25 de diciembre, se le nombró Comisionado para la pacificación del
Nuevo Reino de Granada. Desembarcó en Venezuela donde permane-
ció bastante tiempo como para enterarse con riqueza de pormenores
del movimiento y carácter de la revolución de Venezuela del 19 de abril
de 1810, cuando los ciudadanos de Caracas depusieran al Capitán
General Vicente Emparán.

Don Francisco de Urquinaona y Pardo

Don Francisco de Urquinaona y Pardo nació el 13 de diciembre de 1787

241
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

en Santa Fe de Bogotá. Presentó informaciones de Colegial del San


Bartolomé el 15 de marzo de 1803 (N° 1923, pg. 774).
Recibió tonsura clerical y 4 menores órdenes en Popayán, los
día 27 y 29 de enero de 1809. Era Bachiller, Colegial del Real Mayor y
Seminario de San Bartolomé. Probó legitimidad, confirmación, vida,
costumbres, conducta y tenía la edad cumplida. Estaba domiciliado en
el Arzobispado de Santa Fe. Esto ocurrió en Santa Fe de Bogotá, el 6 de
diciembre de 1808. (Archivo General de la Nación, Colombia, Arqui-
diócesis de Popayán, “Archivo Histórico”, microfilm, rollo 327, legajo
6142-6152).
Según datos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, de Bogotá, fue
poeta de ocasión y feliz improvisador. Cantó a los próceres. Ocupó
altos cargos públicos y, a pesar de ser bolivariano, fue preso por Bolí-
var. Con Santander fundó la Logia Masónica N° 1, de Bogotá. Su poe-
sía la publicó “La Guirnalda” de José Joaquín Ortiz.
Fue preceptor del célebre Literato e Historiador José Manuel
Groot y Urquinaona, su sobrino.
Un don Francisco de Urquinaona, junto con don Pedro Groot,
fue procesado en Colombia, luego de las asonadas y luchas pro inde-
pendentistas de su país. Desconocemos si se trata de nuestro biografia-
do o de su padre don Francisco Ignacio de Urquinaona.
Don Francisco de Urquinaona, junto con Antonio Nariño, An-
tonio Ricaurte y Primo Groot fueron negociantes y exportaron quina
naranjada en 1803 y 1808. (Dato cortesía del Dr. Xavier Gomezjurado,
Quito, Ecuador).
Existe una carta del sabio colombiano Francisco José de Cal-
das, a Benedicto Domínguez y Francisco Urquinaona, de 28 de Abril de
1812, en la que Caldas hace una descripción de la ruta Santa Fe-Tunja
y la acertada observación de que la espaciosa explanada correspondiente a la
Sabana de Bogotá fue en el pasado el fondo de un lago en el que los cerros de
Suba, Tibitó Grande, Tibitó Chico y demás montecillos existentes no fueron
otra cosa que islotes. (Díaz Piedrahita, Santiago: Nueva Aproximación a
Francisco José de Caldas, Academia Colombiana de Historia, Bogotá,
1997, pg.181).
En 1825 existe un oficio de don Francisco Urquinaona, vecino
de Bogotá, solicitando plazo para el pago de dineros al Ministro del
Tesoro Público. (Archivo General de la nación, Colombia, CD Room.
Bases de Datos de Varios Fondos).

242
L O S U R QU I N AO N A

Don Andrés de Urquinaona

Don Andrés de Urquinaona, comerciante español, es mecionado en la


Historia Eclesiástica y Civil de Nueva Granada, tomo II, pg.302, por
José Manuel Groot.
En 1797, don José Andrés de Urquinaona, apoderado del Con-
vento de San Francisco, de Honda, hace representación sobre cantidad
de pesos que tenía en depósito el Tesorero de Diezmos y que pertene-
cen al Convento en razón de un censo que reconoció don José Joaquín
de la Granja (Archivo General de la Nación, Colombia. Ver: CD-room.
Base de datos Varios Fondos).
Don Andrés de Urquinaona fue miembro de la “Junta de Se-
cuestros” que “se encargó de dejar en la miseria a los huérfanos y viu-
das de los condenados a muerte en 1816” en Bogotá, “y en la indigen-
cia a los que merecían ir al destierro a las filas de las tropas del Rey”.
La “Junta de Secuestros” tenía por miembros, entre otros, al
Gobernador Casano, Martín Urdaneta y Tomás Tenorio. Este tribunal
tenía como secretario a Vicente Rojas y funcionó en la “Casa de la
Botánica”, al oriente del Observatorio, donde murió el sabio Mutis,
casa que hoy existe en Bogotá reconstruida en el siglo XIX. (Dato cor-
tesía del Sociólogo Xavier Gomezjurado, Quito).
Don José Andrés de Urquinaona, Vocal de la “Junta de Secues-
tros”, fue comisionado por ella para secuestrar los nuevos libros de
propiedad del sabio colombiano Francisco José de Caldas, en Bogotá el
18 de Junio de 1816, para luego rematarlos. Urquinaona los secuestró
en donde se encontraban: el Palacio Virreinal, donde a la sazón se ha-
laba aposentado el General Pablo Morillo, más tarde Conde de Carta-
gena y Marqués de La Puerta (Díaz Piedrahita, Santiago, Director de
la Academia Colombiana de Historia en 2008: Nueva Aproximación a
Francisco José de Caldas, Academia Colombiana de Historia, Bogotá,
1997, pg.256. Este libro nos lo obsequió en Santa Fe de Bogotá el men-
cionado Dr. Santiago Díaz Piedrahita, a quien agradecemos).

Doña Francisca de Urquinaona y Pardo

En la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, Colombia, se


dice que perteneció a familia de comerciantes y funcionarios reales.
Fue alumna del Colegio La Esperanza. Casó con Primo Groot de Var-

243
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

gas Machuca. Tuvo como hijo a José Manuel Francisco Antonio del Pi-
lar Groot Urquinaona, nacido el 25 de Diciembre de 1800 en Bogotá,
bautizado el 28 de Diciembre de 1800 en la Catedral.
En 1826, doña Francisca de Urquinaona y Pardo seguía autos
sobre tierras en Bogotá (Archivo General de la Nación, Colombia. Ver:
CD room. Base de Datos de Varios Fondos).
Su hijo, don José Manuel Groot y Urquinaona, fue pintor, escri-
tor, historiador, educador, periodista. Falleció en Bogotá el 3 de Mayo
de 1878.
Los Groot eran de origen holandés, radicados en España desde
varias generaciones atrás.
Don José Manuel Groot y Urquinanona, según la Enciclopedia
Espasa, recibió esmerada educación y colaboró con periódicos desde
muy joven. Biografiado por Miguel Antonio Caro, él opina que quizá
se trate del escritor público más fecundo de Colombia. Su obra princi-
pal es la Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada (Bogotá,
1869), que describe la Historia de Colombia, desde la conquista espa-
ñola hasta la disolución de la Gran Colombia.

Don Manuel de Urquinaona y Añes

Don Manuel de la Concepción de Urquinaona y Añes pertene-


ció a otra familia Urquinaona, distinta de la anterior.
Nació el 23 de Diciembre de 1784 en Maracaibo. Presentó infor-
maciones de Colegial del San Bartolomé el 15 de Marzo de 1803 (N°
1922. Pg.773).
Fueron sus padres: Francisco de Urquinaona Díaz, nacido el 29
de Marzo de 1755 en Cádiz, España. Vecino de Maracaibo. Fue Padre
de Menores, Síndico Procurador General, Alcalde Ordinario y Alcalde
de la Santa Hermandad, en dicha ciudad. Y, Juana Tomasa Añes y
Arrios, vecina de Maracaibo. Casaron el 25 de Mayo de 1778 en la mis-
ma Maracaibo.
Abuelos paternos: Francisco Urquinaona Quirezaeta y Ma-
nuela Díaz Delfín. Casaron el 20 de Junio de 1738.
Abuelos maternos: Diego Añes Franco, natural y vecino de
Maracaibo, Teniente de Milicias, y Andrea Arrios, natural y vecina de
Maracaibo.
Bisabuelos paterno-paternos: Francisco Urquinaona y Antonia
Quirezaeta.

244
L O S U R QU I N AO N A

Bisabuelos paterno–maternos: Diego Félix Días y Juana Delfín.


(Datos enviados por el Genealogista colombiano Dr. Juan Francisco
Mantilla, Bogotá).
Apenas encontramos en el Archivo General de La Nación, de
Colombia (CDroom. Base de Datos Varios Fondos), que en 1818, don
Manuel Urquinaona era Escribiente de la Secretaría de Cámara del Vi-
rreinato de Nueva Granada y solicitaba se le confiera un empleo que
corresponda a su antigüedad y méritos, solicitud fechada en Bogotá.

245
246
DISCURSOS
ACADÉMICOS
.
BIENVENIDA A ALICIA ALBORNOZ BUENO
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Fray Agustín Moreno Proaño

Son ya más de veinte años que tuve la suerte y el privilegio de


conocer a Alicia Albornoz Bueno. Ella estaba entusiasmada ante el des-
cubrimiento de una extraordinaria figura de la historia de América, el
franciscano flamenco Fray Pedro de Gante, el cuarto centenario de cu-
ya muerte fue celebrado en 1972 en todo el mundo, pero de manera sin-
gular en México, que le considera como el padre espiritual de la gran
nación azteca y el mayor de sus benefactores. Quedé asombrado de sus
exhaustivos conocimientos sobre la vida y la obra de Fray Pedro. Es-
taba, sobre todo, ilusionadísima en descubrir y transcribir una de las
joyas bibliográficas más raras y valiosas en la historia de la cultura: “el
Catecismo en figura” del eximio lego franciscano, compuesto para la
evangelización de los indios aztecas, entre 1524–1526.
Para esa labor dificilísima, doña Alicia tenía la suficiente pre-
paración académica, la colaboración de historiadores y lingüistas y una
tenacidad admirable, basada en una convicción interior, que bien
puede expresarse con la paráfrasis de un bello verso de Juana de Ibar-
burú, cuando dijo que “un ancho amor por la cultura en la sangre nos
viene”.
Una primera versión de la vida y del Catecismo de Fray Pedro
de Gante fue publicada en 1989 en Quito. A los méritos literarios e
investigativos se unen la genuina admiración por el personaje y los
aportes que él hizo en el nacimiento del nuevo México a partir de la
conquista española.
Luego doña Alicia volcó sus talentos a la interpretación lo más
precisa posible, de la imagen de nuestra Señora de Guadalupe, apare-
cida al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, imagen que constitu-
ye el eje del alma religiosa de los mexicanos. Para la canonización de
Juan Diego por el Papa Juan Pablo II, se hicieron prolijos estudios do-
cumentales, con el rigor acostumbrado en los tribunales vaticanos. To-
do eso unido a numerosas pruebas científicas, suministran unas con-

249
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

vicciones irrefutables sobre la muy singular protección de la Santísima


Virgen María sobre México y sus hijos. Doña Alicia Albornoz Bueno
domina este tema y ha escrito sobre él, páginas vibrantes de ternura y
convicción.
Para la incorporación en nuestra Academia Nacional de His-
toria, ha escogido un tema muy novedoso relativo a los orígenes leja-
nos de nuestra nacionalidad y a los primitivos habitantes de nuestro
suelo patrio,
El discurso es una genuina filosofía de la Historia, que, al mis-
mo tiempo que destaca las particularidades de nuestro modo de ser, no
olvida lo que es parte de nuestra pertenencia a una única especie
humana.
Cada siglo que avanza, la Historia va utilizando más los apor-
tes de la Etnografía de la Antropología, de la Arqueología, de la Lin-
güística, de las migraciones de la incesante caravana humana y de su
imparable movilidad.
Las ideas y constataciones que Doña Alicia nos entrega dará
pie a fecundos diálogos que enriquecerán el ayer y el hoy ecuatorianos.
Tangencialmente estimularán investigaciones sobre los posibles oríge-
nes de los primeros pobladores de la sierra, costa y oriente y removerá
viejas creencias sin mayor sustento evidencial.
En el año centenario de su fundación, os da la bienvenida a su
seno, la Academia Nacional y de Historia y está segura de que vuestra
presencia y vuestros escritos le llenarán de gloria y de prestigio.
¡Bienvenida, Señora!.

Quito, 13 de Noviembre de 2008

250
SÍMBOLO, MITO Y METÁFORA
TRANSMISORES COMUNICANTES EN LA HISTORIA

TUPO, TOLA Y MINGA


ELEMENTOS SACROS DE LA CULTURA ANDINA

Alicia Albornoz Bueno

Nuestra misión, de hecho nuestro principal deber es


(…) buscar lo que hemos perdido, una
orientación en nuestro mundo y la dirección que debemos seguir.
El problema del significado de la historia
es el problema del significado del hombre,
el problema del significado de la vida humana.”

Erich Kahler

“En el centro se encuentra el germen del hombre inmortal”.


Erwin Rousselle

La Historia permite diversas lecturas e interpretaciones. Con el


manejo de la Simbología, esta visión se enriquece. Símbolo, metáfora y
mito abren otras perspectivas para el estudio de esta disciplina. Como
expresiones analógicas, el símbolo y la metáfora permiten la entrada en
otros planos del lenguaje y estratos de la realidad; coadyuvan a tras-
cender lo material para alcanzar el ámbito espiritual. Conciernen al
hombre y lo llevan al terreno de lo trascendente, de los valores, de lo
primordial en la existencia.
De la misma manera, la Historia de las Religiones ofrece pau-
tas importantes para esclarecer hechos históricos; conforma la crónica
del hombre y de su esencia espiritual, que se vincula al sentido de la
vida. Indaga en las raíces de un pueblo, de una cultura, y del propio
ser. Llega a la historia del espíritu humano y a la unidad universal del

* Discurso de incorporación a la Academia Nacional de Historia como Miembro Corres-


pondiente. 13 de noviembre de 2008. Sede de la ANH, Quito.

251
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

hombre y de las culturas: a la esencia de la condición humana; al sen-


tido profundo de las cosas y a la dignidad del hombre. La Historia de
las Religiones esclarece el desarrollo espiritual de los pueblos.
El estudio de la Historia de las Religiones implica el conoci-
miento de la Historia Universal,1 puesto que existe “una unidad en la his-
toria de la mente humana” 2 y la historia espiritual. La unidad fundamen-
tal del fenómeno religioso con el individuo es un hecho histórico. El
dato del acontecimiento histórico per se, poco significa si no se refiere al
hombre y su cultura.
Es esencial la conciencia histórica. Pero la visión de la Historia
debe revisarse y tal vez re escribirse.
Hay quienes consideran que el término “Historia” se aplica a
la narración de los acontecimientos humanos y su recopilación, más
que a los hechos mismos. En cambio, Erich Kahler afirma que la “histo-
ria ha de entenderse como el acontecimiento mismo, no como la descripción o
investigación de él” 3.
En la definición de J. H. Robinson, la Historia redime todo lo
que sabemos acerca del hombre: lo que ha hecho, pensado, expresado
o sentido. Y todo lo relativo a la conciencia humana.
Tiene también su fase social y psicológica. El símbolo está hon-
damente vinculado a la Psicología, de allí su relación con la Historia.
Puesto que el hombre es el objetivo de la Historia, el terreno
de la Simbología o el estudio del significado de los símbolos –tan liga-
do al interior anímico del hombre y a su aspecto espiritual- cobran
especial relevancia.
Bajo esta perspectiva, la disciplina adquiere nueva importan-
cia. Su visión tendrá que ver con la vida del individuo y no sólo de su
comunidad; con la Religión y la moralidad; con lo que permanece más
allá de los hechos transitorios y la división cronológica de períodos.
El historiador Robinson predijo que la Historia se nutriría de
los descubrimientos de antropólogos, psicólogos, sociólogos y econo-
mistas, para conocer mejor los orígenes y la existencia de la humanidad.
Se concibe como Historia los relatos escritos acerca de una cul-
tura.4 Pero esto no debe corresponder únicamente a lo que se plasma a
través de alfabetos, ya que existen otras formas de expresión, como los

1 Mircea Eliade, Historia de las Ideas Religiosas, p. xvi.


2 Idem.
3 Erich Kahler, ¿Qué es Historia?, p. 14.
4 Idem.

252
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

símbolos o los jeroglíficos.5 El lenguaje de éstos, propios de las antiguas


culturas, está profundamente relacionado con la Simbología.
Existen también imágenes hermenéuticas, secretas, plenas de
contenidos, que rescatan la sabiduría original. M. Maier destaca que
son ideogramas que se dirigen a los sentidos; contienen el lenguaje de
sabiduría transmitido por una élite de generación en generación.
No obstante lo reducido en número de los elementos expresi-
vos en estas figuras, su contenido significante es amplio. Preservan
desde épocas remotas los conocimientos sacros del mundo.
El Tupo andino, por ejemplo, representa el misterio de la vida.
Es un discurso sin palabras, como afirma Roob6 de las imágenes herme-
néuticas. Un estudio de muchos temas en síntesis máxima.
Comprendidos los símbolos y los mitos, la visión de las tradi-
ciones y de los hechos históricos se modifica, y los antiguos ritos ad-
quieren coherencia y significado.
El mundo es regenerado por los ritos; y no sólo la vida de un
pueblo sino la existencia del ser humano en el planeta; y el planeta
mismo. El Cosmos se regenera y la vida continúa.
Señala Heinrich Zimmer que el destino del hombre ha sido de-
positado en símbolos y arquetipos7, razón suficiente para considerar-
los como básicos en el estudio de la Historia.
Mucho podría revelarse acerca de los pueblos y culturas indí-
genas de América analizando el lenguaje y los significados de los nom-
bres locales, que reflejan el entorno histórico y cultural con mayor pre-
cisión. La nomenclatura es también reveladora por sus imágenes meta-
fóricas que exponen el ámbito psicológico de sus pobladores.

DOS FORMAS DE PENSAMIENTO


En el enfrentamiento entre Europa y “el Nuevo Mundo” con-
vergen dos formas de pensamiento: el analítico, de origen griego, y el
analógico propio de las culturas orientales y de algunas etnias de
América.8

5 En cuanto al nombre de “jeroglífico”, el egipcio Horapollo en el siglo V d.c. escribió un tra-


tado acerca de la escritura secreta; esta obra se llama Hierogliphica y trata acerca de esta escri-
tura. Se les ha llamado así mismo jeroglíficos a las figuras expresivas de lenguaje provenien-
tes del mundo americano.
6 Alexander Roob, op. cit.
7 Heinrich Zimmer, artículo “The Significance of Tantric Yoga”, en Spiritual Disciplines,
Princeton University Press
8 El pensamiento chino concibe la correlación de las cosas como un factor de orden.

253
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Al estudiar las culturas indígenas americanas es prudente con-


siderar el pensamiento analógico y por lo tanto el símbolo y el mito
como elementos esclarecedores, puesto que determinan el ámbito psi-
cológico de una cultura. Es también necesario conocer las culturas
orientales como antecesoras de algunas etnias de América.9

II. LOS SÍMBOLOS SACROS

1. El Árbol
Existen símbolos universales o arquetipos. El árbol, como me-
táfora, manifiesta la verticalidad del ser humano y la posibilidad de
trascender. Conector de tierra y cielo, es imagen del individuo. Surge el
Árbol Cósmico como refiguración no sólo del hombre sino del Univer-
so y su Totalidad; expresa la posibilidad de la vida renovante. A través
de lo dual en el árbol, el hombre llega al concepto de la Unidad y del
“centro”. Tres mil años a. C. existía ya el concepto del Árbol Cósmico,
sostén del Cosmos, punto y eje fijo de lo no cambiante y estable.10 Se
vincula a la vida, al eje cósmico, al Paraíso.

2. El Laberinto
En la Historia de los pueblos ciertas figuras claves son revela-
doras de lo anímico. El Laberinto, por ejemplo, denota la vida como
búsqueda de un “centro”, lugar de la luz, el origen y la verticalidad;
implica una protección y un núcleo donde el espacio claro se abre al
cielo. Es imagen de las pruebas que vive el ser humano en busca de su
propio centro, donde se encuentra lo verdaderamente importante de la
vida. El concepto e imagen del centro tiene importancia especial en la
Simbología. Lo externo lo resguarda. El núcleo se identifica con la toma
de conciencia, y el arribo a la luz del entendimiento, la inteligencia y el
Conocimiento. El centro del laberinto precisa lo solar.

3. El Sol
El laberinto se relaciona a la figura del Tupo, elemento simbó-
lico del sol en la culturas andinas. En muchos pueblos antiguos, el sol,
como centro, es imagen de la divinidad. El astro se figura en la Simbo-

9 Joseph Campbell, Oriental Mythology, The Masks of God, p. 47


10 Árbol, fuente, isla, serpiente, montaña, se identifican en los antiguos pueblos y coinciden en
este lenguaje relacionado al tesoro de la Vida.

254
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

logía como un círculo o una piedra sacra, como entre los Incas,11 y co-
mo aparece en el tupo circular.

4. Dualidad y figración del Universo


El hombre, al percatarse de la dualidad ligada a los Orígenes,
concibió la pareja primordial, cielo y tierra, el matrimonio sacro, que apa-
rece en representaciones distintas de múltiples culturas. La dualidad se
expresa con imágenes que revelan conceptos provenientes de la remota
antigüedad de Mesopotamia y se encuentran en todos los pueblos, en
especial en los orientales. En China se determina como el yin (femeni-
no) y el yang (masculino), cuya conjunción conforma la Totalidad.
La conjunción de la dualidad resume la Unidad. Mientras exis-
te esta Totalidad, perdura la vida. El retorno a la Unidad conlleva la
toma de conciencia de la unidad esencial del Universo, y de la unidad
anímica del hombre; y del ser humano con el Universo y sus creaturas.
Al tomar conciencia de lo circundante, el individuo se percata
de la similitud entre su vida y la Naturaleza; se percibe profundamen-
te ligado al mundo que lo circunda.
El Misterio del Universo se le revela con imágenes que devie-
nen sagradas; la figura representativa simultáneamente refiere el uni-
verso externo como el particular. Lo cósmico y el hombre se identifican.
La coincidencia de los opuestos constituye la vida; el ser hu-
mano se encuentra en medio de estas oposiciones. La comprensión de
este Misterio constituye una Revelación en que se percibe la continui-
dad de la existencia. La Vida y el Cosmos están condicionados por la
dualidad cuya conjunción conforma la Unidad del Universo, así como
la íntima unidad del hombre; l. La dualidad da lugar a la disyuntiva y
a la lucha interna anímica (de donde nace la creación artística). Estos
conceptos y figuras forman parte del Conocimiento Sacro.

5. Mandala
Jung se percató de la presencia de figuras circulares utilizadas
en la India como representativas del Universo: los “mandalas”, y perci-
bió su correlación con lo anímico del hombre; estos círculos concéntri-
cos son también imágenes propias de las antiguas culturas de América.
A esta forma pertenece la figura hermenéutica del Tupo. Desde la era
Paleolítica se tiene noticias de mandalas en diferentes latitudes.
11 El sol se representa en muchas culturas por un ave local que con su vuelo conjuga tierra y
cielo La imagen expresa la elevación y lo espiritual del vuelo solar.

255
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Manifiestan la dualidad figuras geométricas como el círculo,


para exteriorizar lo espiritual, y el cuadrado para figurar lo terrenal o
cuaternario, con los cuatro puntos del espacio. En conjunto, también
conforman un “mandala”, representación del Universo y la Totalidad.
A este grupo pertenece la tola, el montículo con la plataforma cuadra-
da en la cúspide. Tupo y tola coinciden en un mismo lenguaje.

III. OBJETOS SACROS DE LA CULTURA ANDINA

1. Bastón de mando
Una serie de objetos se tornan sacros y representativos del Or-
den Universal. El bastón de mando, imagen del Árbol Cósmico, denota
la autoridad y el orden. Une cielo y tierra, expresa la armonía12, la con-
tinuidad de la existencia. Constituye el eje de estabilidad, imagen del
axis mundi que sostiene al Universo y que hace posible la vida del
lugar. En su sentido de árbol, el báculo significa transmutación. Resu-
me la verticalidad esencial. Es la vara, de varah en sánscrito, el rayo –
también símbolo unificador de cielo y tierra.

2. El tupo
El tupo como mandala, imagen solar y representación del
Universo, cobra especial relevancia. Puesto que no existe la o en que-
chua, el vocablo original es tupu.13
Desde los cronistas más antiguos pasó inadvertido su hondo
significado religioso. En el siglo XVI, en su Crónica del Perú, Cieza de
León, como otros, lo denomina “palabra quechua que designa un largo alfi-
ler que se usa para sujetar las ropas.” 14 Unos sujetan la pachalina. Otros,
redondos, tienen el alfiler en el anverso y se usan sobre la faja que sos-
tiene el anaco o falda.
Se observan también tupus duales, que se usan como par y
recalcan la dualidad.15
Figura de círculos concéntricos, el Tupo es un mandala que
marca un centro, y se caracteriza por el largo alfiler que lo sostiene. Pe-
ro el Tupo además tiene otros contenidos, que a través de la Lingüís-
tica, la Simbología y la Historia de las Religiones se pueden esclarecer.
12 Es la vara, de “varah” del sánscrito, el rayo, también símbolo que une cielo y tierra.
13 Ulloa en 1738 “registró las voces tupu y tupo, considerando esta última corrupción de la pri-
mera.” Según el Diccionario de Folklore, pp. 95, 96.
14 Pedro Cieza de León en la Crónica del Perú, p. 192.
15 Stevenson en 1808 los designa como “dos grandes alfileres”. Idem.

256
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

La palabra Tupu en quechua significa “medida”; es figuración


de la “mesura”, el justo medio, el centro. Revela la conjunción de los
opuestos, de cielo y tierra. En esencia denota el equilibrio, la armonía.
Al traducir el vocablo como medida, se entiende porqué, además de los
tupos redondos, con el centro marcado por una piedra (“preciosa”) de
color, existen tupos en forma de cucharas. La “cuchara” es la “medida”.
Y se relaciona a aquello que nutre.16
Los círculos externos del mandala representan lo periférico y
temporal.17 El centro expresa lo trascendente. La imagen se vincula al
símbolo del laberinto. Entre otras cosas, denota el camino del hombre
hacia el centro de luz; el paso de lo temporal a lo eterno. Es un manda-
la de antiguo origen tibetano. La piedra central refleja lo permanente;
el “centro” corresponde a la montaña sacra de los inicios de la Creación,
de acuerdo a diversas tradiciones. Según Platón, la figura del centro
con los círculos concéntricos (como la imagen del Tupo), era el antiguo
símbolo de la Atlántida.
Vistas a la luz, las perforaciones en el Tupo metálico represen-
tan las estrellas. La forma circular es imagen del cielo: evoca el sol y la
luna. Desde la antigua China los círculos concéntricos figuraban los
cielos.
Sin comienzo ni fin, el círculo es la forma perfecta; símbolo sa-
cro, concierne al dominio espiritual. Sol, luna y estrellas conforman el
Tupo: el sol se expresa en lo circular y en las diversas circunferencias
que encierran el centro; la luna, en los círculos concéntricos, y en las
figuras de hojas cinceladas sobre éstos: la vegetación se rige por la luna.
Como elemento vegetal refiere también la tierra y la fecundidad: la
vida.

a) Mandala y Tupo
Al igual que el claro del Laberinto, el Tupo expresa el centro
liberador de la unidad o totalidad integrada; y el triunfo sobre la dua-
lidad y lo material, el centro; ejemplifica lo espiritual y trascendente.
En la imagen, lo múltiple conduce a lo Uno. En el centro se conjugan
muerte y vida (renovación), trascendencia e Iniciación.
El Tupo manifiesta un lenguaje complementario (sol y luna) de

16 En esto existe una relación al ombligo nutriente que refiere el centro del Tupo.
17 Como dato curioso, imagen similar utiliza Santa Teresa en Las Moradas como representación
del camino hacia la perfección.

257
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

triunfo sobre la dualidad y búsqueda de la unidad en el hombre18.


Proviene este símbolo de la filosofía tántrica del cuarto siglo de nues-
tra era, que influyó en la India y en la China budista, y alcanzó el
Japón, pero cuyas raíces datan del siglo primero d.C.19

b) Tupo y laberinto
Imagen del laberinto, el Tupo participa de su simbolismo. Co-
mo en el claro del laberinto, en la piedra central del Tupo se encuentra
el centro vinculado a la luz y la conciencia-conocimiento.
Expresa Behaeghel que el laberinto es la madre Tierra a la que
el individuo retorna para volver a nacer. El mismo significado tiene el
Tupo. Los pasos referidos en el laberinto, y en las circunferencias, ma-
nifiestan las escalas en el Conocimiento hacia la Luz.20 Es un símbolo
Iniciático.
Muerte y resurrección se conjugan en el Laberinto, en el man-
dala y en el Tupo, como también en el Bastón de mando, con su memoria
de árbol, de raíces y tierra, anunciando un re-nacimiento, una Ini-
ciación. Son éstas figuras de umbral.
El centro del Tupo marca el lugar del equilibrio de las fuerzas
contrarias denota la armonía; expresa el lugar de la justicia y la virtud.
Lo cambiante corresponde a lo que pertenece a la circunferen-
cia externa, que expresa la rotación (movimiento de la rueda, la “rota”),
frente a lo fijo del punto central que corresponde a lo inamovible y per-
manente, reflejado en el centro del Tupo, así como en el alfiler con su
función de eje cósmico y sostén del Universo. El alfiler, por analogía, se
vincula al rayo solar que determina la energía vital.
Lo temporal externo se manifiesta por la circunferencia exte-
rior que refiere lo mundano; el centro, marcado con la piedra determi-
na lo Eterno. Este punto se presenta en distintas tradiciones como el
sol, que a su vez es un símbolo. Revela el centro del mundo, el Prin-
cipio divino.21 No puede existir la circunferencia, lo externo, sin el cen-

18 De manera similar que la imagen del águila y la serpiente. Ambos son símbolos de concen-
tración de los poderes divinos.
19 Como el mandala o los pequeños bonsáis que refieren el Universo, el Tupo constituye un auxi-
liar en la meditación de lo auténticamente importante en la existencia.
20 En el individuo se concentra la decisión de permanecer en las tinieblas o de pasar a la lumi-
nosidad de la Iniciación. “Somos el laberinto”, como dice Behaeghel, y de una cierta mane-
ra decidimos entre el camino del exterior de sombras y tinieblas o el centro de luz.
21 Idem. p. 64

258
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

tro. Todo emana de allí: “el punto es el emblema del Principio, el círculo lo
es del Mundo”; “los círculos concéntricos representan los diferentes estados o
grados de la existencia manifestada”.22 Lugar del sol, centro, centro del
Mundo, coinciden en el punto medio del Tupo.
El centro es también imagen de la ciudad primordial,23 del
Paraíso. Anota Guénon24 que existe en el ser humano una aspiración de
retorno al centro creador, al motor o semilla de la Vida.25 De allí emana
la fuerza vital. Se identifica también con la tierra propia como lugar de
origen y sitio de estabilidad.
El Tupo es un símbolo solar, pero su significado es más vasto y
profundo. Nada existe sin el Principio Supremo. El Tupo no sólo expre-
sa la rueda de la vida sino la rueda de la Luz, de la Justicia y el Orden,
del equilibrio, de la paz, porque en el centro se concilian los contrarios.
Denota el lugar sagrado por excelencia. Resume la armonía, el poder y
la energía vital.
Representación del hombre y su dualidad, el Tupo expresa lo
cósmico y lo anímico.

c) Espejos mandálicos
En China, imágenes idénticas a las de los tupos andinos se
encuentran cinceladas detrás de espejos de mano de remota antigüe-
dad. En la Simbología, el espejo expresa la conciencia. Mandala, Tupo y
espejo determinan el autoconocimiento, la conciencia, el encuentro in-
dividual, como sucede con el símbolo del Laberinto. Y si “especulamos”
(palabra latina origen del vocablo “espejo”) el porqué del símbolo
mandálico detrás de los espejos chinos, lo relacionamos con los ritos de
Iniciación donde eran utilizados. Se conectan a la investigación, al
conocimiento y a las sociedades secretas.26 Instrumentos de la Ilumi-
nación, símbolos de Sabiduría, de la mente creativa, expresan la reve-
lación de la identidad; símbolos solares y a la vez lunares, al igual que
el mandala o Tupo, reflejan la luz. En la China taoista servían de pro-
tección. Los espejos eran sagrados; se relacionan al alma y al autocono-
cimiento, como el Tupo. En los espejos de mano, también asume expre-
sión simbólica la presencia de anverso y reverso, conjunción que refle-
22 René Guénon, Symboles de la Science Sacrée, p. 63
23 Idem.
24 Idem., Guenon, op. cit.
25 Mircea Eliade ahonda el tema en su libro Imagen y Símbolo.
26 Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, Diccionario de Símbolos

259
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

ja la dualidad en el hombre y el Universo.


La figura del Tupo mandala (al igual que el espejo), refiere el
autoconocimiento como prioridad y condición del encuentro indivi-
dual; viene a ser “el reflejo de la verdad”.27
Importantes migraciones de China al Ecuador se llevaron a
cabo principalmente durante la dinastía Han.28 Ya desde el siglo X a. C.
existen evidencias de la influencia china en América: Geldern y Meyers
sostienen que las influencias “asiáticas más antiguas, se tienen que datar al
principio del tercer milenio antes de nuestra era”.29

d) Tupo, árbol. laberinto


Como expresión de un “centro” que determina la “Vida” y re-
fiere el punto de los Orígenes, la simbología del Tupo coincide con la
del Árbol, la del Laberinto y de los mandalas orientales. Manifiesta la
unidad de los opuestos; revela el haber trascendido de la dualidad a lo
Uno.

e) Luna: Medida
El Tupo, como “medida” se identifica con la luna, “el instrumen-
to de medida universal”.30 “La luna mide, pero también unifica sus “fuer-
zas”.31 Se vincula a la mujer, a la fertilidad y la Iniciación. La conjunción
de sol y luna determina la Unidad; refieren los dos ritmos astrales, los
dos centros de energía sacrocósmica.
Desde antiguas épocas, el círculo (imagen de la perfección, sin
inicio ni fin) encierra la región sacra. La piedra consigna el lugar de lo
sacro. El Tupo como mandala tiene carácter protector del individuo. Es
un amuleto que determina una defensa en quien lo porta mientras soli-
dariza a su dueño con el Cosmos. Manifiesta lo histórico y determina
la condición psíquica de la persona que lo lleva. Tiene ante todo una
función estabilizadora, unificadora; es imagen de armonía.
En el Tupo la existencia humana se refleja en dos planos para-
lelos: el de lo terrenal, del devenir, referido en los círculos concéntricos;

27 Gregorio de Niza apud. M. M. Davy, L´Arbre p. 71, cita: “El hombre porta en sí la humanidad,
contiene también el cosmos.”
28 Barry Fell, Saga América.
29 Heine Geldern y Evans Meggers apud. W. Marschall INFLUENCIAS ASIÁTICAS en las cul-
turas de la América Antigua, p. 71.
30 Mircea Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, p. 150.
31 Idem. , p. 151

260
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

y el de lo eterno, lo permanente en el centro. En esta imagen destaca la


importancia de los valores espirituales en las antiguas culturas.

f) Tupo y círculo
La forma circular del Tupo corresponde tanto a los orígenes
como al final; se asocia al espíritu y refiere los inicios de la vida de un
pueblo; pero también es la forma desvinculada del tiempo32 que deter-
mina un grado espiritual evolucionado. En la Psicología expresa la cul-
minación del proceso de logro de la Individuación y corresponde en
una cultura a la etapa del desarrollo del yo superior. Tiene que ver con
la identidad y la conciencia superior del ser humano.
El Tupo, además de representación solar, es imagen lunar con
su característica de innovación, fertilidad y vida. Al conjugar sol y lu-
na, identifica la Totalidad y la Perfección. En los dos elementos astrales
se encuentra la expresión luminosa, y en ésta se concentra el Conoci-
miento y la Sabiduría, el Renacimiento y el Despertar. Asociado a la luz
está el consciente, y la posibilidad de recuperar la conciencia de la pro-
pia identidad.
Como “medida” el Tupo se vincula a la posibilidad de orienta-
ción material y espiritual; es una especie de brújula que refiere siempre
la mesura y el lugar del centro y otorga su amparo. La posibilidad de
orientación hace libre al hombre; por ella se vuelve dueño de conocer
dónde se encuentra, como punto referencial, y así poder ir y venir y
reconocer los lugares o retornar a un sitio. La conciencia es el saberse
en un lugar.

g) Tupo, ombligo, centro y piedra


El Tupo es un símbolo de continuidad y renovación de la vida,33
relacionado al ombligo nutriente y cósmico, el omphalos, referente del
inicio de la existencia y el Paraíso. Como imagen de centro revela la po-
sibilidad de conocimiento no sólo del lugar sino del individuo. Como
mandala, lleva a la meditación y al hallazgo del centro, propio del sitio
de una fundación, y de carácter existencial y ontológico.
En el centro del Tupo se encuentra la piedra, que en la Sim-
bología expresa el lugar en que se supera la dualidad y se llega a la
Unidad. De allí lo sacro de una fundación.

32 “El círculo, la esfera, lo redondo, son aspectos del yo, sin principio ni fin, es la perfección primordial,
sin antes ni después, sin tiempo”.
33 Hermanado al Jeroglífico del águila y la serpiente por su significado

261
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

La forma redonda de la piedra era venerada entre los Incas


como representativa del sol, de la divinidad. Con su solidez determina
lo inamovible, la trascendencia. Expresa el centro. De allí que represen-
te una fundación.34
Al igual que el mandala, el Tupo invita a quien lo posee a cen-
trarse en las cosas importantes de la vida. Insta a la moderación del
justo medio; allí radican los valores; denota el centro psíquico de la
personalidad y el logro de la Individuación35. Concentra la Totalidad ex-
terna e interna, la circunstancia y lo anímico. Conjugadas estas formas,
determina el Paraíso, concepto propio de distintas civilizaciones.

h) El largo alfiler
Visto con un criterio analógico, el largo alfiler del Tupo simboli-
za el eje o axis mundi que revela el sol en su punto más alto, el cenit,
aspecto clave que define la continuidad del camino solar, la permanen-
cia de la vida. Denota el astro en movimiento, alusivo al sol vertical
propio de estas latitudes; este sol equinoccial no produce sombra por
sus rayos verticales, hecho importante en la religión solar.
En los Tupos circulares, como algunos de aquellos que tienen
forma de cuchara, es importante el alfiler que actúa como eje cósmico
que expresa el Orden del Universo y el anímico. La misma función tie-
ne el mango de la cuchara: es el sostén. Es elemento simbólico sacro por
su vinculación al eje vertical del rayo solar, mismo que une tierra y
cielo conformando la Totalidad y expresa la energía vital.
Portan el Tupo las mujeres36 porque éstas se relacionan con la
medida de la tierra, la agricultura, la semilla, la matriz, a su vez rela-
cionada con la luna y los ciclos de la Naturaleza. La mujer, como la tie-
rra, es portadora de vida. Y ésta se rige por el sol, la luna y los cielos
que el Tupo representa.
La destrucción por parte de los españoles de los elementos
“idolátricos” de la antigua religión andina, soslayó el importante ele-
mento simbólico del Tupo solar como depositario y contenedor de
carácter religioso autóctono, y su hondo valor significante pasó inad-
vertido en virtud de su aspecto decorativo. De allí que no fuera extirpa-
do su uso.

34 Muchas culturas cuentan con una piedra sacra como símbolo.


35 “Proceso de individuación” es término utilizado por C. Jung inicialmente y luego por otros
como E. Neumann, en El Origen de la Conciencia.
36 En la Provincia de Cotopaxi, en Cuenca, en Loja entre los Saraguros.

262
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

i) Tupo e Iniciación
Puesto que como mandala el Tupo evoca la Creación y el
Cosmos, (como lo señala Eliade con relación a estas figuras simbóli-
cas),37 desde una visión religiosa universal el Tupo es sagrado; anuncia
un renacimiento, un nuevo inicio. Refiere el punto sacro de los Orí-
genes de la Vida. Es el ombligo nutriente. Religa cielo y tierra. Es la
pauta del equilibrio que debe caracterizar toda vida humana siguien-
do la armonía del Cosmos como ejemplo. De allí que denote mesura,
“medida”. Como símbolo de Iniciación representa la superación indi-
vidual. Desde el antiguo Tibet refleja la Vida en sus dos aspectos: mate-
rial y espiritual. Es símbolo cósmico de la divinidad,38 e imagen guía
que centra al hombre. Representa la ascensión espiritual.39

j) Tupo y Pichincha
Sinónimo del “Tupo” es el vocablo “Pichincha”: en el gran baile
del Chimborazo “las mujeres lucían grandes tupus, conocidos también por
Pichinchas.” 40 El Pichincha o Pechinche, conformado por las dos elevacio-
nes, el Rucu y el Guagua, el viejo y el niño, condensa también las etapas
de la vida y su continuidad, tiene un carácter mágico y mítico, vincu-
lado a la vida; expresa la Totalidad que permite la existencia. La co-
nexión entre el Tupo y el Pichincha es la dualidad, presente en la monta-
ña de las dos cumbres y en la conjunción cielo-tierra que infiere el
Tupo, dualidad que constituye su sacralidad. La montaña dual resume
la Unión de lo diverso, que denota el trascender lo múltiple en aras de
lo Uno, concepto que refiere también el Tupo. El Pichincha, como el
Tupo y la danza sacra, determinan el paso de lo múltiple a lo Uno,
como la circunambulación en la búsqueda del centro en las danzas
sacras al sol.

IV. ORIGEN DE QUITO: LOS CARAS O CARANQUIS

En remotas épocas, navegantes orientales llegaron de ultramar por el


Pacífico a Manabí en las costas del Ecuador. Algunas fuentes dan como
antigüedad el siglo V a. C. Pero otros asignan fechas muy anteriores. Se
llamaron a sí mismos caras o caranquis. De la Bahía de Caraquez avan-

37 Mircea Eliade, Sources Orientales, artículo “La naissance du monde”, pp. 474-475
38 J. Chevalier y A. Gheerbrant, Diccionario de Símbolos, p. 633
39 Idem., p. 654
40 Piedad y Alfredo Costales, Los Señores Naturales de la Tierra, Seros, Quito, p. 17

263
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

zaron a la península de Santa Elena, entonces llamada Sumpa41. “Migran


después al norte, hasta La Tolita, ascienden a la sierra y se expanden por el
altiplano andino ecuatorial”.42
A la lengua de los caras el Padre Velasco denomina lengua “qui-
to” y advierte en ella la falta de distinción entre la letra “o” y la u”, al
igual que sucede en el quechua. En su camino fundan “Jama Cuaque,
Cojimíes, Atacamez y La Tolita. Eran adoradores del Sol. (Abundan las
imágenes solares de oro en La Tolita). Por donde pasaban construían
sus tolas. El término utilizado tanto en el quechua como en la lengua
caranqui sería “Tula”, vocablo sacro antiguo de suma importancia en
muchas culturas.

a) Las tolas o tulas


Las tolas eran construcciones de montículos “de variado uso y for-
mas” (…) “piramidales, con una y hasta dos rampas de acceso”.43 Algunas de
estas “rampas” se observan en las pirámides de Cochasquí, también tolas
o adoratorios piramidales y muy probablemente representaciones del
ámbito estelar44. Las rampas son seguramente representaciones de ejes
cósmicos, por ser la tola imagen solar. Estos ejes sostienen el sol. Cum-
plen la misma función del alfiler del tupo. Refieren el eje cósmico de esta-
bilidad. Determinan el sol vertical,45 y el camino, (como el camino solar).
Al enterrar al cadáver en la tola-montaña, se le aseguraba la
“vida eterna”, ya que la montaña es imagen que contiene y representa el
axis mundi o conector de cielo y tierra, unión que asegura la continui-
dad del orden del Universo, que expresa la vida. La montaña refiere la
caverna, imagen simbólica vinculada a la matriz y los Orígenes.46
Las montañas se relacionan al sol y su aspecto de muerte-vida
y renovación. El sol, como el fallecido, también se esconde bajo la tie-
rra para renacer. Muerte y vida se unen en la tola o Tula.
Quitumbe, el cabecilla de los caras conquistó Quito. En su ho-
nor la ciudad lleva su nombre, como es propio de otras culturas en la
Historia de las Religiones.47

41 ¿Existirá relación entre este vocablo y el antiguo nombre del Japón, Supango?
42 Jorge Salvador Lara, Quito en la Prehistoria 1972, Pontificia Universidad Católica deEcuador
43 Jorge Salvador Lara, op .cit., p. 18
44 Al igual que Teotihuacán en México. Como es arriba es abajo enunció Hermes Trismegistos.
45 Cochasquí era el antiguo centro sacro equinoccial.
46 La olla de barro, de tierra, es también imagen de la montaña-cueva y de la matriz.
47 En la nota de Enrique Urbano y Pierre Duviols en Fábulas y Mitos de los Incas, p. 100 “quito
en aymará es tórtola.”

264
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

Aquí los caranquis encontraron como tola natural, el cerro del


Panecillo, y construyeron la del Itchimbía y la de San Juan, el templo a
la luna. Una antigua tola de los caranquis conserva aún su nombre en el
barrio de La Tola en Quito.
Quitumbe envió a sus exploradores a poblar el Cuzco y Char-
cas. Según la tradición, su hijo Guayanay es “el origen de la dinastía Inca
del Cuzco” 48 (…) “a través de su nieto Manco Cápac”. Los caranquis o caras,
según los mitos, eran así considerados como origen de los Incas.49 Y
Quito, la ciudad madre del Cuzco.
Se menciona abundantemente el carácter “santo” de la ciudad
de Quito,50 debido en parte a los rayos solares verticales, de suma im-
portancia en la religión solar. Existen constancias de que los aborígenes
religiosos iban hacia el norte desde el Perú en busca de la región de los
rayos verticales del sol así como de las tierras de donde provenían los
ancestros. Garcilaso de la Vega anota que los Incas conocían que en la
zona de la línea equinoccial los rayos del sol eran perpendiculares y no
hacían sombra, expresión clara del sol en el cenit, sitio supremo del
astro, ubicado en el punto más alto de su recorrido. Determina este si-
tio como la casa del sol por excelencia.
Quito “era el ombligo del Reyno”.51 Muchas ciudades se han con-
siderado a sí mismas centro y ombligo. China era el “Reino del Centro” y
coordinaba el Universo. Se encontraba en el punto en que se unen los
pares opuestos. El mismo concepto se advierte en Roma, y en México52,
y lo expresa también el Tupo andino y el Pichincha dual. La importan-
cia de la imagen de centro de una fundación es universal: corresponde
al ombligo nutriente del mundo, sitio de donde emana la vida.

b) Fundación incaica de Quito


Los caras, caranquis o quitos fueron conquistados por los Incas
en el siglo XV, pocos años antes de la llegada de los españoles.
Según señala R. Guénon, una fundación sigue ciertas reglas
que derivan de la ciencia sacra.

48 Jorge Salvador Lara, Quito en la Prehistoria, Revista de la Pontificia Universidad Católica del
Ecuador, 1972, p. 15
49 Jorge Salvador Lara, op. cit., p. 21
50 Jorge Salvador Lara, op cit., p. 32
51 Idem. p. 34
52 La partícula “xic” determina el ombligo, equivalente al centro.

265
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Tupac Yupanqui el Inca, según la Crónica de Montesinos53, al


conquistar Quito conservó el antiguo nombre al fundarse por segunda
vez y “dividió la ciudad al modo ritual de los incas, en dos barrios, Huanan-
suyo y Urinsuyo” (…) “puso nombres a los cerros de la redonda de la ciudad:
al cerro del Oriente, llamó Anac-huasqui y al del poniente, Huanacauri; al del
medio Yavirac, y al del septentrión, Cayminga”. La división original de la
ciudad en dos es común según la Historia de las Religiones: el hecho
evoca la dualidad inicial. Reprodujo el Inca los nombres sagrados del
Cuzco. Tomó posesión de la tierra y determinó las direcciones del espa-
cio. Este rito era una especie de bendición del lugar al evocar los pun-
tos del espacio en los nombres de los montículos. Rememoraba la ciu-
dad sagrada de origen, el Cuzco. Pero el rito evoca la Primera Creación.
La ciudad se inicia con la forma de la cruz.

c) El Yavira
La antigua tola “natural” de los caranquis recibió del Inca el
nombre de “Yavira” en quechua y en memoria del cerro del mismo
nombre en el Cuzco: El Yavira era una guaca. Allí se armaban caballe-
ros del Inca. “Esta guaca Yauira heran dos alcones de piedra puestos en un
altar en lo alto del cerro.”54 Guaca significa santuario. La presencia de las
dos aves recalcaba la dualidad. El halcón es ave de cacería vinculada al
guerrero. En el ave se conjuga lo material y lo espiritual.
En el Yauira, a media legua del Cuzco, el Ynca entregaba orejas
de oro y mantas coloradas con unas borlas azules a los recién armados
caballeros.55 En la simbología de los colores, el rojo expresa el día y el
azul, la noche. La dualidad que expresa la fuerza de las dos energías.
Yavira es “manadero de agua” o lugar del manantial.56 Era lugar de
culto de Viracocha. Esto se explica desde la Simbología por la asocia-
ción entre el Conocimiento y el sol en el cenit, el sol del Mediodía, y la
vinculación con el dios civilizador.
En el lado sureste del Yavirac de de Quito se ubicaba el manan-
tial. En la Simbología éste representa el elixir de la Vida y manifiesta los
inicios, los Orígenes. A su vez, las aguas del manantial se relacionan al

53 Fernando Montesinos, Crónica de 1650, Memorias antiguas historiales y políticas del Perú”,
Librería e Imprenta Gil, Lima Perú, apud por Salvador Lara, Jorge, Quito en la Prehistoria.
54 C. de Molina, Relación de las Fábulas y Ritos de los Incas, p. 106
55 Idem.
56 En la cultura local, la chicha es la bebida proveniente del maíz. En chino el “chi” expresa la
energía vital.

266
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

eje o axis mundi como sostén de la existencia, y a las fundaciones y cen-


tros sacros. El Yavirac era sitio del Templo del Sol, el Intihuasi, la “Casa
del sol” de los Incas. Bañarse en el agua del Yavirac era de carácter
ritual,57 era el sitio del Agua de la Vida, lugar del ombligo cósmico, el
montículo, imagen de la unión de cielo y tierra, del Templo del Sol,
lugar inicial de una fundación marcada por el templo ubicado en el
“Mediodía” o centro, como sucede en otras culturas.
La Creación se llevó a cabo en la cumbre de la montaña sacra.
El Paraíso era el ombligo de la tierra; allí comienza la vida, con el agua.
Es el sitio de la unión tierra y cielo; del vértice, del ombligo, del eje cós-
mico estabilizador. El lugar de lo inamovible y permanente. El punto
de donde brota, como un manantial, la vida. De allí su relación a las
bebidas sacras, vinculadas a su vez con las plantas y la savia del Árbol
de la Vida. Se vincula con el “chi”, la energía vital china.58
En la antigua mítica y Simbología y según la Historia de las
Religiones, el lugar inicial del manantial se asociaba a la Fuente de la
Eterna Juventud, tema reiterativo y propio de diversas latitudes. El agua
denota el nutriente vital y el semen de los orígenes. Determina la puri-
ficación y la sanación. En la Historia de las Religiones, el manantial en
la montaña es imagen vinculada a la vida y al Paraíso Terrenal.
En el Cuzco, el Yavira, sitio sacro donde se consagraban los
guerreros;59 marcaba el “centro sacro” que revela el lugar de la “tierra
santa” ubicado en el sitio de la fuente. En la Historia de las Religiones
éste centro determina el lugar de los defensores del tesoro, de lo sacro.
De allí la conexión con los guerreros. En el centro se concentran “los
guardianes del tesoro”. La “Tierra Santa es el centro del círculo en el sentido
cosmogónico”.60 Es el lugar de la inmortalidad. La montaña, la cueva, el
manantial, son símbolos de centro.61 De igual manera la piedra y el tem-
plo inicial.

d) Tola y tula
En el interior de la cueva se juntan muerte y nacimiento.62 La
tola hace función de la cueva, la montaña, la pirámide, el astro, el cen-
57 Jorge Salvador Lara, op. cit. p. 32
58 Es posible que de aquí provenga el vocablo quechua Chicha
59 Pedro Cieza de León, op. cit.
60 R. Guénon, op. cit., p. 85
61 R. Guénon, op. cit., p. 197
62 R. Guénon, op. cit. p. 194

267
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

tro espiritual: “La tierra santa se correlaciona con el centro espiritual.” Y


con una fundación.
La cueva refiere la interiorización, la maternidad y la matriz;
la montaña expresa la elevación a la luz. El centro determina un eje. La
cueva montaña es imagen del paso de las tinieblas a la luz por el eje
cósmico. Revela la superación espiritual, al igual que el tupo que refle-
ja la montaña.
La cumbre de la tola del Yavirac era cuadrada y de piedra63, con
cubierta piramidal y con su puerta dirigida al Oriente para recibir al
Sol del amanecer reflejado sobre la imagen de oro del dios solar que allí
era adorado.
Como tola, el Yavira constaba así del cerro y la plataforma.
Según la Simbología, la conjunción del cerro, (lo redondo), y el cuadra-
do (la plataforma) conforma el mandala perfecto, representativo de la
unión de cielo y tierra. En la Simbología, la conjunción denota el
Paraíso64 como lugar de la Totalidad.
“Desde allí se observaban los dos solsticios” 65. Pero más que obser-
vatorio sería adoratorio del sol. Rodeaban la plazuela doce columnas
de piedra que representaban, para algunos, los doce meses del año. Es
más probable que hayan figurado las doce horas de sol del día.66
El montículo del Yavirac era expresión solar que determina el
Orden del Cosmos y la Vida.
El Tupo es una representación de la tola que expresa la caver-
na cósmica y los cielos, y denota la Creación, el Conocimiento, la con-
ciencia y el renacimiento.
Al igual que en el Tupo, en la tola del Yavirac se conjugaban el
sol–fuego (monte y el altar del sol) y el agua (manantial), vinculada a
la luna. La Totalidad.
Según la Simbología y la Historia de las Religiones, en un man-
dala, y en el tupo como tal, también se expresan las aguas en los círcu-
los externos; y en el centro, la tierra santa. La piedra denota la isla de
la salvación.
La tola del Yavira era el núcleo nutriente y salvador de la vida
del lugar.

63 Garcilazo de la Vega, op. cit.


64 R. Guénon, op. cit., p. 88
65 Garcilazo de la Vega, op. cit.
66 Pueden haber sido restos de un antiguo laberinto, por la simbología del sitio que se asocia
a este elemento y cuya presencia se advierte en otras culturas.

268
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

La tola semeja la figura del tupo, cuyo centro-piedra correspon-


dería a la cima que infiere lo más preciado y trascendente de la vida. Su
forma redonda sería ya motivo sacro vinculado al sol. En la
Simbología, la piedra, representativa del monte, tiene referencia solar.
La presencia divina aseguraría la vida, la permanencia o duración del
lugar. El Yavirac como tola y como centro era sitio de conjunción muer-
te-vida. Sitio de Renovación y trascendencia.

e) La Tula Sacra: Escala, balanza, medida, ying–yang


El auténtico vocablo cara para la tola era tula. La traducción del
sánscrito del vocablo Tula es balanza. Desde la más remota antigüedad
de la Tradición Sacra, el término Tula era sagrado. Designaba el asien-
to de los poderes espirituales, el origen de la Tradición”,67 y lugar de
“las revoluciones del sol”.68
La escala o balanza se relaciona al yin y al yang, luz y sombra,
la mesura. La “Tula”, la “escala” o balanza, a su vez es sinónimo de la
Tierra Santa de los inicios que refiere el Paraíso. La “Tula” se relaciona
al tular, tiene que ver con las fundaciones, tanto por las plantas acuáti-
cas del tule que expresan la vida, como por la dualidad, referida en la
balanza que denota la armonía, el equilibrio esencial para una funda-
ción. Y por su vínculo con el Paraíso.
Tula y tupo se correlacionan. El Tupo es la medida. Una perso-
na equilibrada es mesurada. La mesura, la medida, es importante factor
en el comportamiento humano. El equilibrio que denota la balanza
indica el retorno a la unidad frente a la dualidad; expresa la perfección,
la posibilidad de la vida, la paz.69 (También la dualidad de la montaña
se expresa en la balanza y sus dos platillos.)
De allí el vínculo del término tupo con el montículo sacro, la
tola, sitio del encuentro de vida y muerte, referente de los Orígenes.
La “Tula”aparece relacionada a las fundaciones en muchas lati-
tudes desde la India; se encuentra en todo el continente americano y en
Europa. Los antiguos griegos se consideraban originarios de la Tula.
En México aparece antepuesto al nombre del lugar de una fundación.70
Determina una forma de “Creación” alusiva al Paraíso terrenal mítico,

67 R. Guénon, op. cit. p. 94


68 Idem.
69 Jean Chevalier, y Alain Gheerbrant, Diccionario de Símbolos, pp. 831-832
70

269
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

propio de diversas tradiciones y que se vincula a la montaña donde se


llevó a cabo la Creación Original. La Tula de los inicios, se relacionaba
a la montaña sacra y al Paraíso Terrenal, que el sitio de una fundación
emula. El concepto se plasma en el Tupo, que denota la montaña sacra,
la Totalidad y el Paraíso.
Ya desde el segundo milenio a. C. el tema de la Tula aparece
ligado al Paraíso,71 y a la tierra santa en la mítica griega, rememorada
como la tierra de la felicidad; y a la “isla de los Benditos”, del Origen y
el Paraíso, de la vida.

f) Tupo y tula
Como el Laberinto, el Tupo expresa el camino al lugar del cen-
tro, de la luz y el Principio. La “Tierra santa es el centro del mundo en el
sentido cosmogónico”.72 La Tula, desde 2,000 años a. C., era considerada
el lugar de Origen y Paraíso. El centro es el lugar del sol, la luz. El cen-
tro espiritual rige el orden del Universo. La imagen solar del Tupo con-
juga el dominio de lo celestial y cósmico.
La tola se liga así a los orígenes y por lo tanto al Paraíso. Reúne
cielo y tierra. Como la montaña y la cueva, denota el centro espiritual.
Quito, con el Yavirac, deviene un centro espiritual.
La Tula, al igual que el tupo expresa el centro y el equilibrio del
justo medio. Tula, tierra santa y Paraíso son sinónimos. Expresan naci-
miento e Iniciación.
La antigua Tula mítica se relacionaba con la región polar, por
ser ésta la zona propia del axis mundi, sostén del Universo, el lugar del
centro de la Tierra. Su ubicación en el extremo norte era indetermina-
da. Simbolizaba los “límites temporales de la Tierra”.73 “La Tula se vincu-
la a la región polar equivalente al centro.” 74 Porque simboliza los límites
temporales de la tierra, denota la conjunción tierra y cielo, materia y
espíritu.
Desde la antigua China la Tula se relacionaba a los cielos, espe-
cíficamente a la constelación de la Osa Mayor y Menor, equivalentes a
la balanza, y por lo tanto al justo medio, a la medida, al centro. De allí
el vínculo entre la Tula, la escala o balanza, con el tema del equilibrio,

71 J. Chevalier, y A. Gheerbrant, Dictionary of Symbols, p. 535


72 R. Guénon, op. cit., p. 85
73 J. Chevalier y A. Gheerbrant, op. cit., p. 1001
74 Idem.

270
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

y el tupo. Esto a su vez relacionaba a la Tula con la justicia, la mesura,


el gobierno, la vida y las fundaciones. De allí, de la Tula, provienen los
demás centros sacros que expresan la búsqueda de la estabilidad. Y las
imágenes como el Tupo, la “medida”, que también lo revela. His-
tóricamente, la figura del Tupo era la imagen hermenéutica representa-
tiva de la Tula.
La Tula denota el equilibrio del centro, del justo medio. La
montaña, la cueva, son imágenes del centro sacro. Y del mismo modo el
Tupo y la tola lo determinan. La tola, como la Tula, son imágenes que
expresan el arribo al equilibrio del centro, a la mediación entre el círcu-
lo y el cuadrado, a la Sabiduría.
El Tupo como medida y la Tula, como balanza, se correlacionan en
un mismo lenguaje de significados. Como mandalas se relacionan con el
justo medio y con la balanza, que en muchas culturas representa la justi-
cia, la moderación y el equilibrio “indicador del retorno a la unidad”. En la
Kabbalah la balanza se relaciona a los inicios, a la perfección” 75.
Estos temas son propios de las fundaciones y se expresan tam-
bién en el Tupo manifestación de lo sagrado, continente de ser y de po-
der, con un vasto contenido espiritual. Contiene el lenguaje atemporal
y cósmico de la Totalidad y de los Orígenes, de la Armonía. Expresa la
relación de tierra y cielo, imagen que asegura el orden y la continuidad;
su significado trasciende el tiempo y el espacio, las barreras de los paí-
ses; se centra en aquello que no cambia en la Historia.
La vinculación de la medida a la luna es también importante.76
Denota la fertilidad de la tierra, la fecundidad de la vida.
Tula (tola) y Tupo tienen vinculación por su significado. La Tu-
la se asociaba a la antigua Sabiduría y a la Alquimia; a la corresponden-
cia entre el Universo material y espiritual, a la conjunción cielo y tierra.
En el equilibrio marcado en esta conjunción y en la escala se expresa la
Sabiduría.

g) Laberinto y “Medida”
El tupo, imagen solar, astral y celeste, como “medida” refiere
los ritos de orientación. Eliade relaciona los mitos cosmogónicos a las

75 Jean Chevalier, y Alain Gheerbrant, op. cit., pp. 831 - 832


76 “los cambios de la luna hicieron posible medir por primera vez períodos de tiempo que superasen el
que podía calcularse por el sol.” Anne Baring y Jules Cashford, El Mito de la Diosa, Fondo de
Cultura Económica/ Siruela, México, 2005

271
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

orientaciones,77 esenciales y básicas para la vida del hombre en la tie-


rra; y en una fundación, como el primer aspecto que permite la cons-
trucción, la cual se inicia por ubicar el lugar para la colocación de la
piedra fundacional, el núcleo de la vida permanente del lugar.
Las primeras formas relacionadas a las fundaciones son el cua-
drado o el círculo como imágenes del Universo.78 Fungen como elemen-
tos básicos para que el hombre pueda orientarse y corresponden no
sólo a lo externo del lugar sino a lo interno anímico del ser humano.
Estas formas conjugadas determinan el Paraíso Terrenal, y la continui-
dad de la vida.
La construcción inicial en una fundación se presenta como
microcosmos del macrocosmos Universo; pero a su vez el hecho cons-
tituye un acto inicial de hallazgo de la conciencia en el individuo:
determina el autohallazgo.
La “Tula” estaba hondamente relacionada a la figura del Tupo,
como mandala, y a su vez representación de la montaña sacra de los ini-
cios de la Creación, al igual que la montaña en la Simbología sagrada.
La tola y el Tupo expresan un mismo lenguaje de permanencia
de la Vida y de logro del centro espiritual representado por lo solar. El
Tupo es imagen de la tola (y de la antigua Tula). Los dos símbolos con-
tienen un mismo significado de dualidad y centro, muy probablemen-
te del mismo origen remoto. Si el montículo o tola es observado desde
arriba, su forma corresponde a la del Tupo; la piedra equivaldría a la
cima de la montaña, a la que representa.
En un mandala, o en el Tupo, como en la tola, es importante su
centro que se relaciona al eje o axis representativo del sostén del Orden,
de la armonía que permite la vida.
En el Tupo, como mandala, se encuentra la referencia a los cua-
tro elementos: agua, tierra, aire y fuego.
El Yavirac, como tola era expresión del “centro”, de la semilla
inicial, del ombligo nutriente de donde emana la vida, del punto de
conexión entre cielo y tierra. Del eje cósmico.

h) Pichincha, tola y Tupo


También el Pichincha se vincula en su simbología sacra a la
dualidad y al significado del Yavirac como tola y al del Tupo. Expresan
un lenguaje idóneo.
77 Mircea Eliade, La naissance, p. 475 ff., apud. Kees W. Bolle, The Freedom of Man in Myth
78 Kees W. Bolle, op. cit., p. 34

272
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

Desde que el Yavirac inca fuera la tola o tula de los Caras, ya era
la montaña sagrada relacionada al Sol. La asociación de la montaña y
el sol se encuentra en el eje o axis mundi que expresa, que a su vez se
relaciona a los rayos solares. Uno y otros refieren la permanencia de la
vida, su continuidad.
El Tupo, Laberinto y la tola, representan el peregrinaje del indi-
viduo al centro, a lo Uno. Puntualizan el paso de la realidad externa a
la espiritual y anímica; de la materia temporal a lo metafísico y trascen-
dente. De lo efímero a lo duradero, al terreno de los valores. Revelan
el hallazgo de lo permanente; destaca como lo importante el centro ina-
movible.

i) Tula y fundaciones
Desde la remota antigüedad de la India, la Tula estaba vincu-
lada a las fundaciones.
En la antigüedad latina la “última Tula” (Thule) marcaba los lí-
mites del mundo en el norte. Era la tierra del ámbar,79 lugar de origen
de la Tradición, lugar de las leyes del secreto del Universo y de las lla-
ves del Ordenamiento, tierra de los hyperbóreos.

j) Tradición sacra: Minga y Ming Tang


En las tradiciones autóctonas se conservan antiguas simbologí-
as. Entre ellas la “minga”, término que bien puede tener vínculo ances-
tral con el “Ming Tang” (luz–salón o Palacio) chino, el Templo del Em-
perador y los ritos vinculados a la Creación. En el Ecuador la minga
determina el trabajo colectivo de colaboración, no remunerado, ya sea
agrícola para la siembra o cosecha o el trabajo de edificación, una
forma de Creación, “para fines de beneficio social”.80
Las palabras se vuelven reveladoras. “Ming” en chino no sólo
determina la luz sino también la “substancia pura o esencia de la Vida”81,
la fuerza vital. Representación del “ming”, de la luz y la elevación, era
la figura de la unión de sol y luna,82 como lo determina la imagen del

79 Enrique Cazenave, Enciclopedie des Symboles, p. 677


80 Moreno Mora piensa que la palabra es de origen cakchiquel. No es improbable que el caran-
qui y el cakchiquel (variante del maya del sur de México) tengan un mismo origen anterior, o
relación con el chino. En otras áreas de Chiapas a la minga se le denomina Tequio (vocablo
nahua que determina el centro). Este refiere la Creación.
81 Heinrich Zimmer, artículo “The Significance of Tantric Yoga” en Spiritual Disciplines, p.27
82 Idem., p. 26

273
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Tupo. La unión del yin y el yang resume las dos fuerzas cósmicas, la
masculina celeste y la femenina o terrena83 “cuya correlación renueva el
mundo continuamente”.
La representación del ming era la unión de sol y luna, (imagen
del tupo) equivalente al yin-yang, la totalidad, que expresa el Tao o
camino.84. El yin y el yang resume la pareja cósmica, “cuya correlación
renueva el mundo continuamente”.85 El sol se relaciona con el pensamien-
to racional y la luna con el intuitivo y con el centro cósmico de la fecun-
didad. En conjunto, conforman la vida.
Esta imagen expresa así mismo la personalidad íntegrada del
individuo. La sentencia: “Cultiva tu propia personalidad, entonces habrá
orden en el Cosmos es de antigua procedencia china.86 Existe en el hom-
bre una búsqueda de perfección que para los chinos se resumía en el
“ming”, la luz Suprema, el camino de luz.87 Es el equivalente a la con-
junción del yin y yang, que corresponde al Tao, el camino, el secreto de
la Sabiduría. De aquí la importancia del Tupo, como síntesis armónica
de la dualidad, del camino en la vida; y de la armonía del equilibrio.
El Tupo conjuga las fuerzas vitales.
Ming tang (Luz-Palacio) se le llamaba al salón o Palacio de los
discursos de los sabios, siendo la Luz imagen de la Sabiduría y de la
Creación. El ming es el asiento de la fuerza vital que en el hombre se
ubica en el ombligo,88 (como centro) y corresponde a la conjunción de
yin- yang. El aspecto luminoso del ming se relaciona al alma,89 a la inte-
ligencia y a la intuición, (sol y luna); a la Sabiduría, al Conocimiento y
a la Creación.

k) Orientación y Geometría sacra


De una equivalencia o similitud, percibida en los elementos,
nace el símbolo. Existe un significado en las orientaciones. El espacio,
el territorio, devienen sacros. El paisaje, la arquitectura, gozan de un
83 Idem., p. 27
84 Idem., p. 27
85 Idem.
86 Erwin Rousselle, cita el Libro de Mencio, VIII, B, 32 cf. Legge, The Chinese Classics, vol. II,
London 1861
87 Heinrich Zimmer, artículo “The Significance of Tantric Yoga”, en Spiritual Disciplines, Prin-
ceton University Press
88 Erwin Rousselle, artículo: “Spiritual Guidance in contemporary Taoism”, en Spiritual
Disciplines, p.65
89 Max Puler, “The Experience of Light”, artículo en Spiritual Disciplines, p. 145

274
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

lenguaje, de una geometría sagrada: hay un sentido en el punto, en el


círculo, en el cuadrado, en la línea horizontal; en la vertical, en la “x”
representativa del cruce de caminos, del centro y los espacios abiertos
de los puntos cardinales.90 Los números son sacros; el cuatro determina
el inicio y la totalidad: refiere el Universo. Las orientaciones son bási-
cas en la creación del nuevo sitio de una fundación. Las ciudades cre-
cen a partir de un punto, de un centro, de un núcleo desde donde se
expande la vida, como en la Creación inicial, hacia los cuatro puntos
del espacio. Toda fundación emula la primera Creación.91

l) Montaña sagrada, altura, ascensión y centro


El simbolismo de lo sagrado celeste, la altura, la ascensión y el
centro, están presentes en el lenguaje de mitos y rituales divinos desde
la más remota antigüedad. Por su proximidad a lo celeste, la montaña
es sacra; refiere lo trascendente en la altura y la verticalidad como eje y
punto de encuentro entre cielo y tierra; tiene un carácter religioso. El
centro expresa el eje o axis mundi, pleno de lo sacro. El concepto de la
unión cielo y tierra por medio de la montaña, data desde Mesopota-
mia.92 Eliade remonta el concepto del eje cósmico a las culturas del Ár-
tico, anteriores a la civilización agrícola. Es denominador común entre
los símbolos del bastón de mando, el Tupo, el centro cósmico, la mon-
taña y la tola y la antigua Tula.
El sentido de orientación no sólo se refiere a lo externo sino a
lo anímico. Todo adquiere un significado en otro plano del lenguaje
simbólico.
Los elementos de la Naturaleza son significantes. La montaña
tiene su importancia simbólica, como la cueva, o la piedra, considera-
da sacra por sus características de permanencia o por provenir origi-
nalmente del espacio; o del fondo de la tierra. La cueva refiere el cen-
tro, y este alude a los muertos y expresa el anhelo de continuidad de la
vida. Representa la certeza de la presencia y protección del ancestro.
El monte sacro se vincula a la mitad de la tierra. Los terrenos de
la altura son regiones sacras, consagradas. Refieren el centro o la tierra
santa, los lugares no alcanzados por el diluvio. En el Pichincha se sal-
varon los hombres del diluvio según la mítica local. La altura contiene

90 En México esta imagen expresa el “nahui ollin”, “cuatro movimiento” del sol.
91 Mircea Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, p. 19
92 Mircea Eliade, idem., p. 112

275
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

la fuerza sagrada y determina la trascendencia. La montaña y la ascen-


sión también se vinculan a la Iniciación.
Los lugares tienen su simbología relacionada al paisaje. A Qui-
to, le rodean las montañas, y lo ampara la montaña dual. Contiene lo
sacro del centro, marcado por la tola del Yavirac, el ombligo cósmico que
determina la posibilidad de arribar a la “tierra pura”, y denota lo per-
manente y duradero de las culturas y del hombre. Determina el lugar
de la consagración y la Iniciación. La altura, la ascensión, expresa una
ruptura de nivel, un paso al “más allá”, un rebasamiento del espacio
profano”.93 La trascendencia se figura por un paso, una subida, una
ascensión.94
Cuenta Quito con los aspectos sacros de la antigua Tradición
del mundo: el centro, el ombligo cósmico, la montaña dual (Pichincha). El
Tupo como elemento figurativo del Primer Principio y del mundo reve-
la el sitio de la Vida misma. El bastón de mando, la tola y el centro del
Tupo figuran el eje cósmico de estabilidad. La minga evoca el equili-
brio, la luz, la Sabiduría.
La mitología nos introduce en la Historia. Quito es en especial
mítico, deviene en mágico por su ubicación, seguramente no fortuita,
en el “centro”, próximo a la línea equinoccial. Las ciudades dirigidas a
los cuatro puntos del espacio son una copia del Universo. Con la pre-
sencia de los montes simbólicos de los cuatro puntos del espacio y el
centro, y los nombres quechuas que lo determinan, Quito resumía la
Totalidad del Universo. En la presencia del montículo tola del sol en
conjunto con la de la luna, se conjugaba la dualidad, y resumían la
Totalidad del Universo.
El antiguo trazo de la ciudad con los montes representativos de
los adoratorios del sol y el de la luna, expresan el mismo contenido del
Tupo. Este bien podría representar la ciudad de Quito. El Tupo es ima-
gen que refiere un sitio de fundación que como tal deviene en “centro”.
No es improbable que la palabra Quito, que proviene de Qui-
tumbe el cabecilla fundador, (como sucede en la Historia de las Reli-
giones, vocablo en lengua quitu de los caras, tenga como sus orígenes
el ideograma japonés Kyoto, que significa centro.95 Interesantes datos
vinculan la costa ecuatoriana con Japón.

93 Mircea Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, p. 114


94 Idem.
95 En un paralelismo, la lengua azteca nahua el quiote es la vara o eje que surge del centro del
maguey, del cuenco u ombligo. Es tal vez de la misma procedencia.

276
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

Estudiosos de distintas disciplinas han señalado el origen asiá-


tico de los antiguos ecuatorianos, como los estudios de Jorge Salvador
lo confirman.96 Wilfredo Loor ha incursionado en el tema. El Dr. Ramiro
Molina Cedeño en su Discurso de Incorporación a la Academia de
Historia del Ecuador mencionó las teorías del científico japonés Tehe-
hiki Furuta (aparecidas en el diario El Universo de Guayaquil en febre-
ro 2007) acerca de los orígenes de los manabitas: “originario del sur de
Japón de la actual área de Kagoshima y Ariak” (…) “llevados por la corrien-
te kuroshio hasta América”, quienes hace 6300 años arribaron al Cantón
Jama “que en japonés quiere decir “Entrada a la playa grande”. “Manabí”,
afirma que significa en japonés “tierra del sol verdadero”.97
Se han especificado fechas para los remotos arribos de los
orientales al Ecuador: éstas varían: “los análisis de carbono catorce señalan
a la cultura de los caras con una cronología de 500 años antes de Cristo”.98

m) Antigüedad de Quito
Pero Quito es mucho más antiguo. El Dr. Jorge Salvador Lara
cita la conclusión de Olaf Hola “podemos sin duda decir hoy que el sitio
geográfico donde está la ciudad de Quito ha sido poblado desde un tiempo tan
lejano como el 3 000 a 6 000 a.C., o sea un total de 8,000 años, edad muy res-
petable para la capital del Ecuador”.99

n) La tradición sacra
El conocimiento de los mitos y de los símbolos enriquece y res-
cata las culturas, la Historia. En todas las latitudes existe un simbolis-
mo religioso. Las tradiciones resguardan lo sacro. Existe un lenguaje
de símbolos que unifica a las culturas. Revelan lo espiritual. Y: “La cul-
tura es una creación del espíritu”.100
Se le llama Tradición (sacra) a los conocimientos sagrados here-
dados, conceptos acerca de la vida, del Cosmos y del hombre, que
coinciden en distintas latitudes; lenguajes como el del Tupo andino,
que expresan la esencia misma de la vida.

96 Jorge Salvador Lara, op. cit.


97 Idem., Boletín de la Academia Nacional de Historia, artículo “Manabí, su historia, su nom-
bre”, p. 177
98 Julio Viteri Gamboa, artículo, “El antiguo Reino de Quito y los Caras”, Ministerio de
Educación, Quito, Junio 1969, p. 10
99 Claude Henri Rocquet, cita a Mircea Eliade.
100 Claude Henri Rocquet, cita a Mircea Eliade, Laberinto, p. 83

277
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Los símbolos del mandala, el Tupo, el Bastón de Mando, la tola,


la Tula, la Minga son reminiscencias que condensan la antigua
Tradición y Sabiduría.
Las raíces del lenguaje simbólico datan de hace 3 500 años, y
provienen de Mesopotamia en las montañas del Norte del Golfo
Pérsico, donde se inicia la civilización. El lenguaje inicial de la cultura
es el mítico, de donde surgen los arquetipos101 y en éstos se plasman
“vestigios de la más antigua sabiduría”.102
La ley, la organización social, parten del centro, - tanto la vida
organizada como la espiritual. El centro es el sitio de toda potenciali-
dad. El sentido de centro o de medio (medida, mesura) denota lo divino.
De allí que la zona de la mitad de la tierra es sacra.
El Tupo en la Simbología expresa la divinidad.
Los símbolos ordenan el Caos y refieren el mundo interior de
la psique. En el símbolo se conjugan consciente e inconsciente, pensa-
miento e intuición; materia y espíritu.
La Tradición se hereda de los ancestros y se rige por la ense-
ñanza secreta que conserva el conocimiento sacro. Se crean las culturas.
Se plasman las representaciones de las creencias o del mundo
en figuras simbólicas significantes, productos de una experiencia exis-
tencial y sagrada del mundo, expresiones del individuo frente al cues-
tionamiento de la vida, la muerte y el hombre; concepciones profundas
de una cultura, de las cuales puede abrevar la Historia. Son la búsque-
da del misterio de la resurrección. Se conjugan en estas representacio-
nes la concepción del Universo y de la existencia humana. Denotan la
posición del espíritu en el mundo, derivan de la experiencia de lo
sacro.

o) Laberinto e Iniciación
Los símbolos que refieren un “centro”, un equilibrio, una ar-
monía, se vinculan al tiempo mítico. Expresan la conjunción de la dua-
lidad inicial, que constituye la Unidad. Determinan lo anímico. Reve-
lan los Orígenes, la Creación. Expresan la personalidad realizada.

p) Símbolos del equilibrio


Imagen con significado similar al del Tupo es el emblema in-

101 Tom Chetwynd, Diccionario de Símbolos, p. 25


102 Idem.

278
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

caico del gobernante: las dos serpientes aladas que se enfrentan. Con-
jugan cielo y tierra en las dos energías, que determinan no sólo la fuer-
za sino la mesura propia del buen gobierno. Es el mismo lenguaje del
Tupo. Reúnen los dos poderes, el material y el espiritual.
De modo similar, entre los chinos el símbolo del Emperador
era el de los dos dragones enfrentados, actualmente símbolo nacional.
Dragón y serpiente se corresponden en la Simbología.
La misma ciudad constituía una síntesis del Universo, con la
presencia del sol y la luna; el Todo cósmico. Las ciudades dirigidas a
los cuatro puntos del espacio son una copia del Universo.
En la tola y el Tupo existen como lenguaje las formas geomé-
tricas, expresiones de la Simbología universal, arquetipos símbolos del
hombre. Se vinculan al lenguaje sabio de la Tradición que se remonta
a civilizaciones lejanas y que aparece en distintas latitudes y épocas.
Las formas simbólicas del tupo y de la tola son manifestaciones
de un anhelo común de vida trascendente, de permanencia de la exis-
tencia. Es similar el simbolismo del Bastón de mando. Resumen la
Sabiduría del hombre de todos los tiempos, se remontan a mucho antes
de los Incas y de los Caras o Caranquis, portadores de estos antiquísi-
mos conceptos e imágenes y formas de lenguaje hermenéutico, síntesis
de lo sacro.
Joseph Campbell refiere que las artes y las ideas nacidas en
Mesopotamia, en el templo de Sumer pasaron a Egipto c. 2800 a.C.
Luego a Creta y al Indus en el 2600 a.C. y a China hacia el 1600 a.C. “Y
a América dentro de los siguientes mil años”.
El retorno al centro, a la tierra propia, trae la renovación de la
energía vital. Es el sitio de los antepasados, del origen nutriente de la
vida.
El Tupo, la Tula y la tola, el Yavirac, expresan la región sacra, la
tierra propia, el lugar del centro, resguardado, protegido por las circun-
ferencias. Estos símbolos portan el espacio sagrado como recordatorio
del camino a la Luz; solidarizan al hombre con el Cosmos. Conjugan la
historia y lo psíquico; y los dos tiempos, el profano y el sacro de la eter-
nidad, marcado por la piedra central que ejemplifica el eje, que marca
lo inmutable y duradero, aquello de donde emana la vida y lo que sos-
tiene la existencia. Tiene el Tupo una función unificadora de lo disper-
so. Ejemplifica lo vital y trascendente. Es imagen de la vida que se rege-
nera. El Tiempo se regenera.

279
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

El Tupo como ombligo, representa también el Árbol Cósmico que


ejemplifica el Orden del Universo. Al igual que el árbol, determina la
Iniciación, el paso de lo profano a lo sacro, de las tinieblas a la luz, de
lo mútiple a lo Uno, de lo intrascendente a lo trascendente.
El Árbol de la Vida se vincula al Paraíso, el lugar del agua, y del
centro. Y desde China y la India el Árbol de la Vida- (de igual manera
que la Tola, la Minga y el Tupo,) se relacionaba al centro, al eje y la Luz,
al sol y la Creación.

q) Salida del Laberinto


“Penetrar en un laberinto y volver a salir de él, tal es el rito iniciático
por excelencia”.103 Equivale al retorno a la tierra propia, al centro del
Universo, que se ubica no en un lugar externo sino en nosotros mismos.
La salida del Laberinto implica el haber llegado al centro lumi-
noso vinculado al sol; punto de arribo a la inmortalidad; corresponde
al hallazgo de una vida nueva, de una visión diferente de la existencia
y del Universo; revela la recuperación de la Unidad primera; el retor-
no al centro luminoso; el hallazgo del sentido de las cosas, del hombre
y su Historia.
En la Simbología, el sol, el centro, la cueva, se vinculan al cora-
zón, que en la Historia de las Religiones está vinculado al sitio del
manantial de la vida y del inicio de una población como ombligo nu-
triente, al templo y la montaña sacra de los inicios. El corazón del cabe-
cilla o sacrificado asegura la continuidad de la vida del lugar. Por su
expresa voluntad Huayna Cápac dejó instrucciones de depositar su co-
razón en el Yavirac cuando su cuerpo fuera llevado al Cuzco. Segura-
mente sabiendo que éste era el centro nutriente de la vida, conocería
que su corazón aseguraría la permanencia del lugar, gestaría la vida, su
durabilidad, su continuidad.
Los símbolos analizados revelan una cultura avanzada, un
pueblo inteligente, espiritual. Expresan una filosofía de vida que busca
la armonía.
El Tupo se presenta como emblema de todo lo positivo y de la
fuerza de la Unidad, de la importancia del centro, de la relevancia de
la Vida y de la existencia armónica.
Recuperar el significado del Tupo autóctono y universal será

103 Mircea Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, p. 342

280
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

recuperar el espacio sagrado, lo duradero y eterno frente a lo transito-


rio e inicuo; será arribar a la sacralidad subyacente del Cosmos.
¿Cual es entonces la procedencia inicial del Tupo? Induda-
blemente, el Tupo es de origen y procedencia oriental y específicamen-
te china. Pero, ¿lo trajeron a Quito los Incas o fue llevado de norte a sur
desde las costas del Ecuador? Esto queda por resolverse. Es imagen de
conceptos presentes en la tola desde antes que llegaran los Incas a nues-
tro territorio. Al igual que el montículo de la Tola, el Tupo alude a la
montaña cósmica, el Paraíso, el centro y al eje de estabilidad.
Más que “descubrimientos” culturales, estos son re encuentros
con nuestras antiguas raíces, no sólo en el Ecuador sino en latitudes re-
motas. Determinan el hallazgo en lo local de lo universal. La vida cósmi-
ca y la existencia humana se conjugan. El secreto del Universo vuelve a
develarse, mientras la condición humana se despliega. Se percibe la uni-
dad entre las culturas, entre la condición cósmica y la del ser humano.
Se llega entonces al destino propio y al quehacer cósmico. Nuestro
mundo desacralizado se torna sacro nuevamente. Nos encontramos.

281
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

BIBLIOGRAFÍA

–Baring, Anne, y Cashford, Jules, El Mito de la Diosa, Fondo de Cultura Econó-


mica/ Siruela, México, 2005
–Behaeghel, Julien, Voyage au coeur du symbole, Editions du Rocher, 2004, Paris,
France
–Bolle, Kees W. The Freedom of Man in Myth, Vanderbilt University Press,
U.S.A., 1996
–Campbell, Joseph, The Masks of God, Volume II Oriental mythology, Arkana,
Arkansas, U.S.A., 1991
–Carvalho Neto, Diccionario de Folklore Ecuatoriano, Casa de la Cultura Ecua-
toriana, 1964
–Cazenave, Michel, Encyclopedie des Symboles, La Pochoteque, París, 1989
–Cevallos, P. F., Historia, VI, p.146
–Cieza de León, Pedro, La Crónica del Perú, Rascar S.A., (Edición de Manuel de
Ballesteros, España, 1984
–Córdova, Carlos Joaquín, Diccionario de ecuatorianismos, Universidad del
Azuay, Cuenca, 1995, tomo II, p. 878
–Costales, Alfredo y Piedad, Los Señores de la Tierra
–Chevalier, Jean y Gheerbrant, Allan, Diccionario de Símbolos
–Davy, Marie Magdeleine & Hirsch, Charles, L´Arbre, Les Symboles, Editions du
Felin, Philippe Lebaud, Paris, France, 1997
–Duviols, Pierre, La Destrucción de la Religión de los Incas
–Eliade, Mircea, A History of Religious Ideas, vol 1, translated by Willard R.
Trask, The University of Chicago Press, USA, 1978
–Eliade, Mircea, Laberinto
–Eliade, Mircea, La naissance du Monde,, Sources Orientales
–Estete, Miguel de, Nouvelles Certaines des Isles du Peru, Ed. Amito Lenganey,
Paris, 1992 (edición original de 1534).
–Estrada, Emilio, Los Huancavilcas, Ultimas Civilizaciones Pre Hispánicas de la
Costa del Guayas, 1 de junio, 1957, Publicaciones Museo Victor Emlio Estrada
–Fell, Barry, Saga América, Times Books Quadrangle, Three Park Avenue, New
York, N. Y., [AÑO]
–Garcilazo de la Vega
–Gisbert, Teresa, Grabado No. 137 en Iconografía y Mitos Indígenas en el Arte,
Gisbert y Cia. S.A., Libreros Editores, La Paz, Bolivia, 1980
–Guénon, René, Symboles de la Science Sacrée, Tradition, Gallimard, Paris,
France, 1962
–Kahler, Erich, ¿Qué es la Historia? Breviarios del Fondo de Cultura Económi-
ca, novena reimpresión 2004, México D.F., México
–Libro de Mencio, viii, B, 32 cf. Legge, The Chinese Classics, vol. II (London 1861)
apud. Russelle, Erwin

282
S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A

–Lao-tse, XVI, apud. Rousselle, Erwin, Spiritual Guidance in Contemporary Taoism


–Marschall. Wolfgang, Influencias Asiáticas en las culturas de la América Antigua,
edición original en alemán 1972. Edición en español: Ediciones
Euroamericanas Klaus Thiele; México, 1979
–Molina, C. de y C. de Albornoz, Fábulas y Mitos de los Incas. ( Relación de las
Fábulas y Ritos de los Incas, Cristóbal de Molina), Colección Manuel Balleste-
ros, Edición de Enrique Urbano y Pierre Duviols, España, 1988
–Montesinos, Fernando, Crónica de 1650, Memorias antiguas historiales y políticas
del Perú”, Librería e Imprenta Gil, Lima Perú, apud por Salvador Lara, Jorge,
Quito en la Prehistoria
–Neumann, Erich, The origins and history of consciousness, Bolingen Series, Prin-
ceton University Press, volume 4, U.S.A., 1985
–Puler, Max, The Experience of Light, artículo en Spiritual Disciplines
–Pullas de la Cruz, Virgilio, Historia hecha en Cangahua , (Cochasquí), Ediciones
ABYA Ayala, 1997
–Roob, Alexander, Alchimie & Mystique, Le Musée Hermetique, Taschen, Koln,
London, Madrid, New York, 2001
–Roquet, Claude Henri, Entretiens., L´epreuve du Labyrinthe, Editions du Rocher,
Paris, 2006
–Rousselle, Erwin, artículo: Spiritual Guidance in contemporary Taoism, en
Spiritual Disciplines, Recopilación de los libros Eranos, elaborada por Joseph Camp-
bell,
–Salvador Lara, Jorge, Quito en la Prehistoria, Revista de la Pontificia Universi-
dad Católica del Ecuador, 1972
–Salvador Lara, Jorge, p.4 Esquema para el estudio de la Protohistoria Ecuatoriana,
Quito, 1972
–Salvador Lara, Jorge, Discurso de Incorporación a la Academia de Historia del
Ecuador: Los Restos Humanos más Antiguos en el Ecuador.
–Valle, M. M., Yunga, Quechua, Kolla. láminas de Guamán Poma de la edición
de Angel Rosenblat en su obra la Población Indígena y el Mestizaje en América,
Buenos Aires, 1954
–Viteri Gamboa, Julio, artículo, “El antiguo Reino de Quito y los Caras”, Mi-
nisterio de Educación, Quito, Junio 1969,
–Zimmer, Heinrich, artículo The Significance of Tantric Yoga, en Spiritual Dis-
ciplines, Princeton University Press

283
BIENVENIDA AL DR. JAVIER GOMEZJURADO ZEVALLOS
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Jorge Núñez Sánchez

Un acto de incorporación académica tiene siempre un grato sabor, tan-


to porque implica la culminación de una etapa de esfuerzo intelectual
del recipiendario, que es reconocida públicamente por sus colegas,
cuanto porque marca la presencia de simiente nueva en el fértil surco
de la cultura académica, lo que constituye una promesa de reverdeci-
miento del tronco longevo.
Inspirado en estos pensamientos, he querido hurgar un poco
en la historia del academicismo hispanoamericano, para brindar a uste-
des un poco de agua prístina de aquellas vertientes.
Como es conocido, el término castellano Academia viene del
latín academia, y éste a su vez del griego akademeia. En su sentido origi-
nal recuerda a la institución fundada por Platón en la Grecia clásica,
inspirada en el nombre de un héroe mitológico, Akademos o Hekade-
mos. La Academia platónica estaba integrada por un olivar para traba-
jar, un parque para pasear y un gimnasio para ejercitarse y ahí se ense-
ñaba a los jóvenes griegos matemáticas, filosofía y ciencias naturales.
Siguiendo el ejemplo griego, en la Europa Moderna se institu-
yeron academias político–culturales bajo el influjo de las ideas de la
Ilustración. La primera de ellas fue la Academia Francesa, fundada en
1634 por iniciativa del Cardenal Richelieu y reconocida oficialmente al
año siguiente por el rey Luis XIII. Surgió como una academia literaria
destinada a vigilar el uso correcto de la lengua francesa, que se creía
había llegado a la culminación de su desarrollo. Se compuso original-
mente de 34 miembros, llamados “Los Inmortales”, tanto por su lema
institucional (“A la inmortalidad”) cuanto por el hecho de que sus
miembros tenían carácter vitalicio. Ese número fue aumentado a 40 en
1639. Un siglo y medio más tarde, la Convención revolucionaria de
1793 disolvió la Academia Francesa y las demás academias reales, pero
la nueva República Francesa, comprendiendo la necesidad que la
nación tenía de la creación y la reflexión académicas, reorganizó a estas

284
BIE NV E N I DA A L D O CTO R J AV I E R GO M EZJ U R ADO

instituciones e integró con ellas el nuevo Instituto de Francia, creado


dos años más tarde. Cabe precisar que el primer Diccionario de la Len-
gua Francesa fue publicado por la Academia en 1694, despertando la
envidia de las demás naciones europeas, que buscaron emular su
acción.
Surgió así la Real Academia Española, institución cultural fun-
dada en 1713 por un grupo de ilustrados que lideraba don Juan Manuel
Fernández Pacheco, marqués de Villena y duque de Escalona, quienes
buscaron constituirla para trabajar en ella al servicio del idioma nacio-
nal. Al año siguiente, el rey Felipe V aprobó su constitución y la colocó
bajo su “amparo y Real Protección”.
Una veintena de años más tarde empezó a gestarse la Real
Academia de la Historia, que nació como una tertulia literaria de afi-
cionados a esta ciencia. En 1735, los contertulios consiguieron que el
rey Felipe V autorizara y protegiera oficialmente sus trabajos intelec-
tuales, lo que se hizo mediante Real Cédula de 17 de junio de 1738. Ese
decreto real reconoció a la Real Academia de la Historia y la tomó bajo
la Real Protección

… para estudio de la Historia y la formación de un Diccionario


Histórico–Crítico universal de España, y la consideración no menor
de las grandes utilidades que producirá esta vasta obra en beneficio
común, aclarando la importante verdad de lo sucesos, desterrando las
fábulas introducidas por la ignorancia, o por la malicia, y conducien-
do al conocimiento de muchas cosas, que obscureció la antigüedad, o
tiene sepultadas el descuido…

LAS ACADEMIAS EN NUESTRO PAíS

Siguiendo el influjo de la Ilustración europea, la Ilustración americana


buscó también crear sus propias academias, para tener espacios ade-
cuados a la reflexión filosófica, histórica, literaria y científica. Y a nues-
tro país le corresponde el honor de haber organizado la primera acade-
mia ilustrada del continente americano, cual fue la “Academia Pi-
chinchense”, fundada en Quito al comenzar la segunda mitad del siglo
XVIII. Tarea ardua es la de establecer el año exacto de su establecimien-
to, que según Dionisio Alcedo se habría producido en 1763, aunque
Pedro Fermín Cevallos afirmó que esta sociedad cultural habría nacido

285
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

“hacia el año de 1762” y opiniones actuales la sitúan en 1756 e inclusive


antes. Lo cierto e irrefutable es que existió, que funcionó por varios
años en la segunda mitad del siglo XVIII y que se extinguió tras la
expulsión de los jesuitas, que fueran sus animadores.
Nuestro ilustre colega el doctor Jorge Salvador Lara, Director
Honorario de esta Academia y actual Director de la Academia Ecuato-
riana de la Lengua, ha buscado reconstruir la nómina de los posibles
miembros de la Academia Pichinchense y ha incluido en ella al quite-
ño Juan Romualdo Navarro, que fuera oidor de esta Audiencia Real y
tuviera un papel protagónico en la “Revolución de los barrios de Quito”,
ocurrida en 1765. Y esto me da pie para manifestar que basta leer el
erudito estudio escrito por Navarro Monteserrín, titulado “Idea del
Reyno de Quito”, redactado entre 1761 y 1764, para formarse un criterio
aproximado del nivel intelectual que debió tener aquella academia.
Redactado con un estilo elegante y entusiasta, este libro fue el primero
en describir íntegramente la geografía y la demografía quiteñas, deta-
llando de modo sorprendente la toponimia y los recursos de cada re-
gión, las misiones religiosas asentadas en ellas y hasta las empresas
extractivas emprendidas en cada lugar, lo que revelaba un amplísimo
conocimiento del país. Pero lo más sorprendente de su libro era la serie
de proyectos que su autor recomendaba al rey de España, para el fo-
mento y progreso del país quiteño, y un gran capítulo de “Providencias
de Buen Gobierno que pide la provincia de Quito a beneficio de la Real Ha-
cienda y de los Indios y reflexiones jurídicas sobre cada una de ellas.” En sín-
tesis, esta obra prueba a plenitud varias cosas: una, que los quiteños
tenían hacia 1760 un conocimiento cabal de las realidades y potenciali-
dades de su país; dos, que estaban, por tanto, en capacidad de autogo-
bernarse; y, tres, que la Academia Pichinchense fue no sólo una tertulia
intelectual sino, sobre todo, un centro de reflexión política sobre los
problemas del país quiteño y un espacio para el florecimiento de la ini-
cial conciencia patriótica.
Tras la temprana extinción de la Academia Pichinchense, sur-
gieron en Quito nuevas academias del pensamiento ilustrado. Durante
su destierro en Bogotá, el sabio mestizo Eugenio Espejo concibió la idea
de organizar en Quito una fraternidad patriótica, destinada a promo-
ver las nuevas ideas y a motivar a los criollos quiteños acerca de las
posibilidades de progreso de su país. Ese fue el origen de su “Discurso
a la Escuela de la Concordia”, publicado en Bogotá, en 1789, con financia-

286
BIE NV E N I DA A L D O CTO R J AV I E R GO M EZJ U R ADO

miento de su amigo Juan Pío Montúfar y Larrea, que fuera el antece-


dente de la instalación de esa academia privada, ocurrida hacia 1790 o
1791. A decir de Jorge Carrera Andrade, esa organización “llegaría a
contar con veintidós miembros y veintiséis socios correspondientes y formaría,
en 1789, el núcleo de la Sociedad Económica de Amigos del País. Natu-
ralmente, el sagaz y activo conde (Gijón) fue el primer Presidente de la revo-
lucionaria “Escuela...”, taller, logia y almáciga de los futuros próceres y már-
tires de la emancipación de la colonia”.1 El doctor Espejo, padre espiritual
de esa organización, pero de escasos recursos económicos y de modes-
ta extracción social, fue designado Secretario de la entidad, en la que el
conde Gijón demostró a la élite quiteña la viabilidad de sus proyectos
de desarrollo económico y social, en razón de la riqueza del país y de
la laboriosidad y talento práctico de sus pobladores, que entre los si-
glos XVI y XVII habían levantado una formidable industria manufac-
turera, que era el asombro de toda la América española. Gijón contri-
buyó de manera importante al proceso de auto reconocimiento y auto-
valoración de la élite criolla, a la que aportó una conciencia económica
sobre su país, pero sus ideas alarmaron a la Inquisición limeña, que en
enero de 1789 lo enjuició por el delito de “proposiciones e irreverencias”.2
Mas el esfuerzo de esos académicos no quedó ahí. Siguiendo el
modelo de las sociedades patrióticas europeas, ellos buscaron consti-
tuir una organización pública para promover sus ideas de progreso
social. Nació así la “Sociedad Patriótica de Amigos del País” de Quito,
que juntó a patricios quiteños y altos funcionarios coloniales; fue su
Presidente al mismo que lo era de la Audiencia, el general Luis Muñoz
de Guzmán, su Vicepresidente el progresista obispo José Pérez Calama
y su Secretario el sabio doctor Espejo, quien quedó también encargado
de la redacción y publicación del primer periódico quiteño, llamado
“Primicias de la Cultura de Quito”.
Para la “Sociedad Patriótica de Amigos del País” fue funda-
mental el aporte del obispo de Quito, don José Pérez Calama, quien
fuera desde antes socio correspondiente de la Sociedad Bascongada y
fundador de la “Sociedad de Amigos del País” de Michoacán, en Mé-
xico, en 1784. Este personaje actuó como director de la nueva academia

1 Jorge Carrera Andrade: “La tierra siempre verde”, Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito,
1977, p. 254.
2 El proceso contra Gijón en: Archivo Histórico Nacional, Madrid, Fondo Inquisición, legajo
1649.

287
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

quiteña y se encargó de la Reforma del Plan de Estudios de la Real y


Pública Universidad de Santo Tomás. Aportó con su biblioteca perso-
nal a los estudios ilustrados, creó una cátedra de entrada libre en la
Real Universidad, que se denominó “Política personal y gubernativa y
economía pública” (1791) y se empeñó en promover proyectos prácticos
para el desarrollo del país, tales como la reapertura y puesta en uso del
camino a la costa de Esmeraldas.
En general, al interior de la “Sociedad Patriótica de Amigos del
País”, la élite local tuvo ocasión de debatir abiertamente los problemas
de la nación quiteña. Por su parte, el órgano de ésta, “Primicias de la
Cultura de Quito”, se convirtió, gracias a su editor y redactor, Eugenio
Espejo, en un vehículo de difusión del matinal pensamiento criollo.
Así, nuestro Precursor escribió en el Nº 1 de ese periódico:

“No puede llamarse adulta en la literatura, ni menos sabia a una


nación, mientras con universalidad no atienda ni abrace sus verdade-
ros intereses; no conozca y admita los medios de encontrar la verdad;
no examine y adopte los caminos de llegar a su grandeza; no mire, en
fin, con celo, y se entregue apasionadamente, al incremento y felici-
dad de sí misma, esto es del Estado y la sociedad”.3

La extinción temprana de la “Sociedad Patriótica de Amigos del País”


de Quito, por falta de la real aprobación para sus estatutos, fue segui-
da de la prisión y muerte del revolucionario doctor Espejo y del enjui-
ciamiento de Gijón por la Inquisición limeña, lo que provocó la fuga de
éste hacia Europa por las selvas del Amazonas y finalmente su muerte
en la ruta de tránsito.

LAS ACADEMIAS REPUBLICANAS

Con el advenimiento de la república, surgieron en el actual Ecuador


nuevos proyectos tendientes a organizar sociedades de corte académi-
co, que sirvieran como espacios de reflexión sobre los nuevos retos y
problemas que enfrentaba la nación independiente. Una de las prime-
ras iniciativas en este sentido la tuvo el general Antonio José de Sucre,
en su calidad de Intendente del Distrito Sur de Colombia. Consciente

3 “Primicias de la Cultura de Quito”, Nº 1.

288
BIE NV E N I DA A L D O CTO R J AV I E R GO M EZJ U R ADO

de que en el país quiteño se había aletargado el espíritu público, Sucre


promovió la formación de una academia llamada “Sociedad Económi-
ca”, a la cual confió la formación de planes para el desarrollo del país.
Posteriormente, ante las reiteradas quejas de Quito frente a la política
librecambista del gobierno del Vicepresidente Santander, que estaba
arruinando la agricultura quiteña y lo que quedaba de su antigua
industria manufacturera, el Libertador Simón Bolívar escogió a algu-
nos miembros de esta academia para integrar con ellos las Juntas de
Beneficencia de los Departamentos del Sur, “compuestas de los vecinos
más distinguidos por sus talentos, representación y patriotismo” y a ellas les
encargó la tarea de “meditar y proponer al Gobierno Supremo los arbitrios
más adecuados para promover la felicidad, o por lo menos remediar los males
que sufrían los departamentos meridionales de la República”.4
La Junta de Beneficencia del Ecuador estaba presidida por el Jefe
Superior del Sur e integrada por los influyentes quiteños doctor José
Fernández Salvador, coronel Vicente Aguirre y don José Modesto La-
rrea; a falta del presidente titular, debía actuar como tal el doctor José
Fernández Salvador. Tras tres meses de trabajo, la Junta concluyó su
detallado informe acerca de los problemas del país y sus posibles solu-
ciones, mismo que fue remitido a Bogotá por el Jefe Superior del Sur, el
5 de enero de 1827. El amplio memorial quiteño comenzaba por hacer
un recuento histórico del origen de las manufacturas quiteñas, de su
florecimiento mercantil y finalmente de los problemas que se habían
ido acumulando en las últimas décadas en contra de éstas, provocando
su decadencia y la ruina de general de la región; a continuación pasa-
ba a formular una serie de precisas recomendaciones para solucionar
los problemas de la economía quiteña, entre las cuales constaban las si-
guientes: que los licores y artículos de un lujo refinado se recargasen de
fuertes derechos de importación, y que se prohibiese introducir por los
puertos de la república, desde Guayaquil hasta el Istmo, y en las pro-
vincias de Antioquia y del departamento del Cauca, las manufacturas
extranjeras que pudieran ser reemplazadas por los artefactos de Quito.
Poco después, tras regresar a Quito, el mariscal Sucre se inte-
gró a la Sociedad Económica, que seguía funcionando como una acade-
mia de carácter privado, y ahí expuso inicialmente sus ideas sobre pro-
tección industrial y fomento de la economía nacional, que luego comu-

4 Restrepo, “Historia de la Revolución de Colombia”, Ed. Bedout, Medellín, 1969, t. V, P. 307.

289
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

nicó oficialmente al gobierno de Bogotá, mostrándose así como un sóli-


do pensador y asumiendo el liderazgo en la defensa de los intereses
nacionales, frente a la penetración económica británica y norteamerica-
na en los países recién emancipados de España.
Esa búsqueda de crear centros de reflexión académica acerca
de los asuntos nacionales no salió únicamente de los círculos del poder
republicano. También floreció en la sociedad civil quiteña, donde pen-
sadores republicanos (tanto hijos de las familias tradicionales como de
la emergente clase media urbana) buscaron espacios para expresar sus
ideas en beneficio de la república y promovieron la formación de círcu-
los de pensamiento, que luego dieron lugar a nuevas academias, deno-
minadas “Sociedades Democráticas”. Uno de esos círculos fue organi-
zado por el padre Clavijo, un progresista fraile mercedario, quien, poco
después de la batalla de Pichincha, hizo circular una publicación a
favor de la liberación de los indios. “El estilo vivo y picante llamó la aten-
ción de todos los hombres pensadores. Era un cargo directo contra los liberta-
dores de la América, que no hacían la menor cosa en desagravio de esa raza tan
paciente, sufrida y desgraciada.”5 Más tarde, este fraile nucleó a su alrede-
dor a un grupo de jóvenes discípulos que se interesaban por el destino
de su país. “Era un sacerdote ilustrado, filantrópico y amante de la justicia.
Escritor culto y ameno, buen orador, y, como profesor de Humanidades, abrió
la senda de la filosofía moderna. Sus discípulos lo idolatraban…”6. Mas las
gentes del poder lo veían con malos ojos y el general Flores se refería a
ese círculo republicano que el fraile había formado, con el mote de “Los
demagogos del doctor Clavijo”.
Posteriormente, esos mismos jóvenes ingresaron a la Univer-
sidad Central, se empeñaron en el estudio del Derecho Público y for-
maron una tertulia patriótica que se reunía en casa de uno de ellos, José
Miguel Murgueitio, quien abrió su buena biblioteca al uso de sus com-
pañeros. Según dejara constancia uno de sus miembros,

La primera reunión tuvo lugar en casa del general Matheu, con más
de sesenta personas, todas llenas de entusiasmo y patriotismo. Se
nombró de Presidente al general (José María) Sáenz y de Secretario a
José Miguel Murgueitio. De entre las personas notables que forma-

5 Pedro Moncayo, “El Ecuador de 1825 a 1875”, Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito,
1979, 2º tomo, p. 11
6 Id.

290
BIE NV E N I DA A L D O CTO R J AV I E R GO M EZJ U R ADO

ban dicha sociedad, a más de las enumeradas, citaremos a los señores


Sáenz, Ontaneda, Barrera, Los Ascázubis, Zaldumbide y otros mu-
chos que sería prolijo enumerar. 7

Finalmente, los miembros de ese grupo buscaron el consejo y dirección


del coronel Francisco Hall, un viejo héroe de la independencia, irlandés
de origen, que vivía retirado en una de las colinas de la ciudad y aco-
gía en su casa a los jóvenes ecuatorianos que se interesaban por el des-
tino de su país y de las demás repúblicas hispanoamericanas. Hall
había sido discípulo del filósofo liberal inglés Jeremías Bentham y las
gentes de su tiempo lo consideraban un verdadero filósofo. Nació, así,
la primera de las “Sociedades Democráticas” del Ecuador decimonóni-
co, llamada precisamente “Sociedad Democrática del Quiteño Libre”,
nombre que remarcaba la intención liberadora de esta organización.
Pero la nueva entidad no se limitó a estudiar los libros de los
filósofos liberales y a debatir en privado sobre el destino de la nación.
Creyó indispensable contar con un órgano público, para manifestar a
toda la sociedad sus ideas sociales y planteamientos políticos. Ese órga-
no fue el periódico “El Quiteño Libre”, que tuvo como su redactor al
coronel Hall y como editor responsable a Pedro Moncayo.
No vamos a hacer aquí la historia política de esa sociedad, que
se enfrentó valientemente al régimen floreano y se extinguió ahogada en
sangre. Pero dejamos constancia de su original carácter académico, que
la llevó luego a compromisos concretos con la realidad de su tiempo.
Nuevas “Sociedades Democráticas” surgieron en las décadas
posteriores, con un espíritu académico similar a esa primera, es decir,
en búsqueda de desarrollar y difundir los conocimientos filosóficos,
científicos y artísticos, pero también con ánimo de conquistar una am-
plia y genuina vida democrática, que terminara con las lacras sociales
heredadas de la colonia.
La Revolución Marcista, al exaltar un espíritu patriótico y de
autoafirmación nacional, abrió espacios para que floreciera una prima-
vera de libertad. Los sectores más avanzados de la sociedad ecuatoria-
na, en particular la juventud, encontraron en ella la oportunidad para
expresar abiertamente sus ideas de progreso y renovación social y para
lanzarse a la búsqueda de una auténtica cultura nacional. Por su parte,
el nuevo régimen, de corte liberal y nacionalista, contribuyó a afianzar
7 Id., p. 113.

291
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

esa búsqueda de nuevos rumbos sociales y culturales con la implanta-


ción de la instrucción primaria gratuita, por la Convención Nacional de
1853, en busca de crear las bases para una nueva y ampliada ciudada-
nía, que fuera el sostén de la soberanía popular y la independencia
nacional.
Una cuestión poco visible, pero de la mayor significación, fue
por entonces el trastrocamiento de los personajes simbólicos de la his-
toria y la historiografía, como efecto inmediato e inevitable de las gue-
rras y revoluciones, que, con su huracán de violencia, impactaron pro-
fundamente en la conciencia colectiva de los pueblos y recrearon el
imaginario colectivo.
En el caso de la prolongada y sangrienta guerra de indepen-
dencia, ella produjo numerosos héroes y mártires, que, como necesaria
consecuencia ideológica, vinieron a sustituir a los santos coloniales en
el renovado altar patriótico. Complementariamente, esto produjo otras
formas de innovación cultural y una de ellas fue la relativamente pron-
ta reorientación de la percepción histórica y de los estudios sobre el
pasado, con lo cual surgió una novedosa crónica político–militar, que
prácticamente desterró a la crónica religiosa y a las historias de las vi-
das de los santos. Ahí se originó también el “arte heroico”, que simbo-
lizó en los héroes y mártires de la independencia a los arquetipos del
ser nacional y la vida republicana, del mismo modo que las imágenes
de los santos habían simbolizado el modelo de vida de la época colo-
nial. Así, el arte encontró nuevos motivos de inspiración, nuevos pode-
res tutelares y nueva clientela artística alrededor de las entidades y
autoridades republicanas. Eso permitió que el arte y los artistas pudie-
ran liberarse progresivamente de la tutela eclesiástica y ensayar la bús-
queda de una ideología más abierta y propicia a su creación intelectual.
Más tarde, ese fenómeno se expresó públicamente con la cons-
titución de la Escuela Democrática de Arte “Miguel de Santiago”, el 31
de enero de 1852 y con 92 socios, todos ellos artesanos y artistas, culto-
res de la pintura, la escultura y la música. Aunque la finalidad explíci-
ta de la nueva entidad era mejorar la formación técnico–académica de
sus miembros, en realidad su acción apuntaba a combatir el viejo espí-
ritu colonial superviviente y apuntalar el emergente espíritu republica-
no. Por eso, su pénsum de estudios abarcaba cuestiones tan aparente-
mente desconectadas como “cultivar el arte del dibujo, la Constitución de
la República y los principales elementos de Derecho Público”.

292
BIE NV E N I DA A L D O CTO R J AV I E R GO M EZJ U R ADO

Por la misma época, se constituyeron también en Quito otras


dos Sociedades Democráticas: la “Sociedad de Ilustración” y la “Socie-
dad Hipocrática”. La primera estaba conformada por jóvenes intelec-
tuales de diversa especialidad, estudiantes universitarios y gentes
letradas, y su objeto era promover la educación general del pueblo y en
especial la educación política de los ciudadanos, pues consideraba que
la ignorancia era la base de la inacción y el fanatismo. Su Presidente,
Juan Francisco Gómez de la Torre, proclamaba:

Aunque los retrógrados maldigan y se irriten, los jóvenes de la So-


ciedad de Ilustración mantendremos en continuo movimiento el pen-
samiento regenerador. No nos intimidaremos porque se nos diga que
al indicar una reforma abrimos un volcán a nuestros pies... Para el
combate no se necesita más que de valor, y para el triunfo, la justicia
de la causa que se defiende. Nunca aplazaremos los momentos favora-
bles que se presenten para luchar con(tra) todos aquellos que quieran
su elevación destruyendo los derechos del pueblo…8

A su vez, la Sociedad Hipocrática estaba integrada por médi-


cos, estudiantes de medicina y auxiliares, y tenía por finalidad desarro-
llar la ciencia médica y utilizarla al servicio de los más necesitados.
Como afirmara su Presidente, doctor Rafael Barahona:

La Sociedad Hipocrática trabaja por emancipar a la Medicina de esa


vieja rutina en que ha gemido, y por encarrilarla por el sendero de los
descubrimientos. Procurará demostrar que un método universal, ade-
más de ser quimérico, es extravagante y exótico, y que el clima, los
alimentos, las costumbres, etc, constituyen el sistema higiénico de un
país. Y para conseguir los resultados a que se dirijan nuestros esfuer-
zos, aguardamos de los sentimientos filantrópicos del gobierno, que…
se empeñe en fomentar la salubridad pública, como el bien más posi-
tivo de la doliente humanidad…9

Naturalmente, la emergencia de estas sociedades, en las que

8 “Discursos pronunciados por los miembros de la Sociedad de Ilustración, de la Escuela


Democrática de Miguel de Santiago y de la Sociedad Hipocrática en el día seis de marzo del
presente año de 1853, en el local de sesiones de la Sociedad de Ilustración”, Quito, 1853,
Imprenta del Gobierno.
9 “Discursos…”, cit., p 9.

293
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

bullía el pensamiento liberal y se manifestaban los primeros atisbos de


socialismo utópico, inquietó grandemente a las entidades del viejo ré-
gimen, que las combatieron acusándolas de ser clubes revolucionarios
empeñados en la disolución social. Finalmente, las “Sociedades De-
mocráticas” fueron afectadas profundamente por la crisis política y la
guerra civil de 1859–1860, de la que emergió triunfante el caudillo aris-
tocrático Gabriel García Moreno. Luego, la nueva situación política ter-
minó por privarlas de libertad de acción y llevarlas a su extinción.

LAS PRIMERAS ACADEMIAS NACIONALES

La Academia Ecuatoriana de la Lengua nació como un grupo


de académicos, expertos en el uso de la lengua española en Ecuador.
Fue establecida en Quito, el 15 de octubre de 1874, apenas tres años
después que la Academia Colombiana, que es la decana de su tipo en
América.
Y ahora hablemos de nuestra Academia, que nació en 1909 con
el nombre de “Sociedad de Estudios Históricos Americanos” por inspi-
ración y gestión del sabio historiador y notable patriota monseñor Fe-
derico González Suárez, que fuera obispo de Ibarra y arzobispo de
Quito. Esa Sociedad congregó a toda la brillante intelectualidad capita-
lina de su tiempo y entre sus socios fundadores figuraron algunos jóve-
nes discípulos de González Suárez y otros destacados hijos de la aris-
tocracia terrateniente: Luis Felipe Borja, Alfredo Flores Caamaño, Cris-
tóbal de Gangotena y Jijón, Jacinto Jijón y Caamaño, Carlos Manuel La-
rrea, Aníbal Viteri Lafronte, Juan León Mera y José Gabriel Navarro.
La fundación de esta Sociedad tuvo como motivación explícita
la promoción de los estudios históricos bajo las concepciones científi-
cas del positivismo, en razón de que hasta entonces había prevalecido
una “historia de opiniones”, que respondía a la lucha ideológica libe-
ral–conservadora más que a una rigurosa investigación de las fuentes
primarias. El positivismo histórico surgió, pues, como una alternativa
científica, cuya acción se orientaba a construir un saber histórico a par-
tir de la exhaustiva investigación de las fuentes documentales.
También podemos hacer una lectura histórico–ideológica del
nacimiento de esa sociedad académica, pues resulta obvio que el blo-
que histórico conservador, acosado y vencido por los liberales en el
campo político–militar, buscó refugio en el ámbito de la ciencia y la cul-

294
BIE NV E N I DA A L D O CTO R J AV I E R GO M EZJ U R ADO

tura, quizá con la esperanza de sentar las bases para un futuro rescate
de su antigua influencia cultural. Pero debemos reconocer también que
esta agrupación mostró desde sus inicios una apertura hacia otros sec-
tores intelectuales, de diversa matriz ideológica. Así se explica que
desde sus inicios ella haya tenido en sus filas a un liberal como Luis
Felipe Borja Pérez y que, en 1915, ella haya invitado a participar en sus
trabajos al historiador radical y maestro laico Celiano Monge y al mo-
derado Isaac J. Barrera, con lo cual la entidad fue adquiriendo un cier-
to perfil ecuménico.
Dos años más tarde, en diciembre de 1917, moría González
Suárez y asumía la dirección de la Sociedad don Jacinto Jijón y Caa-
maño, que se convirtió desde entonces en su Director y también en su
mecenas, pues la entidad funcionaba en su casa y su peculio personal
financiaba el Boletín de la entidad, que inició su publicación en 1918,
por lo que hoy mismo es la más antigua revista científica ecuatoriana.
Y dos años más tarde, en 1920, la sociedad fue reconocida por el Con-
greso Nacional como una entidad privada con finalidad social y públi-
ca, y por mandato de la ley fue cambiado su nombre original por el de
“Academia Nacional de Historia”.
Estas remembranzas resultan útiles para entender en toda su
magnitud el acto de esta tarde, en el que se incorpora a la Academia
Nacional de Historia un nuevo miembro correspondiente, que es el
doctor Javier Gomezjurado Zevallos.
En verdad, nuestro recipiendario no es neófito en estos asun-
tos, pues desde hace algunos años ha sido académico de la historia en
la Casa de la Cultura Ecuatoriana, donde ostenta la categoría de Miem-
bro de Número de la Sección Académica de Historia y Geografía. Lo
que es más: nuestro colega viene respaldado por una sólida formación
académica, que incluye estudios de sociología, historia y gestión am-
biental, un doctorado en Sociología y Ciencias Políticas y varios cursos
de postgrado.
También respalda su presencia entre nosostros su amplia labor
historiográfica, que abarca varios libros como autor, otros como editor
y otros más como coautor, amén de numerosos ensayos y artículos
científicos, publicados en revistas especializadas del país y el extranje-
ro, y de muchas ponencias presentadas a congresos de historiadores.
Su inicial aproximación a la historia se dio, como en muchos
casos, a través de los estudios genealógicos, campo en el que ha desco-
llado con muy sonados logros, entre los que cito: “El historiador Fer-

295
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

nando Zevallos Ross”. Guayaquil, 1994. “El artista Enrique Gomez-


jurado Flores y su descendencia”. Quito, 1994. “Los Gomezjurado en
Ecuador y Colombia” (volumen completo). Quito, 1995. “El Árbol
Genealógico”. Quito, 1996. “Historia y desarrollo de la Genealogía en
el Ecuador”. Quito, 1997. “Biografía y Genealogía del Gral. Guillermo
Rodríguez Lara”. Quito, 1997. “Relación histórica del apellido Assures
y su derivación en el de Henestroza, en Colombia”. Bogotá, 1998. “Ge-
nealogía de una línea de los Mendoza de Manabí”. Quito, 2007.
Sin embargo, Javier ha entendido que la Genealogía es una dis-
ciplina auxiliar de la Historia y que para ser un historiador acabado es
indispensable incursionar en otras disciplinas, como la biografía, y fun-
damentalmente en los nuevos campos de la historia social, que se vin-
culan con las estructuras socio económicas, las formaciones étnicas, la
vida cotidiana y la historia de las mentalidades. Es así que su labor his-
toriográfica se ha ampliado a nuevas temáticas, que revelan su afán de
investigación y esclarecimiento del pasado. Cito en este campo a los
siguientes trabajos: “Matrimonios Indígenas en Latacunga entre 1689 y
1720”. Quito, 1996. “Matrimonios blanco mestizos en Latacunga”. Qui-
to, 1996. “Un aporte inédito para la historia social de Popayán”. Bo-
gotá, 1997. “Chapacoto en la época garciana”. Quito, 1998. “Comercio
de Esclavos en Ibarra entre 1670 y 1681”. Quito, 1999. “Los estamentos
sociales en Ibarra Colonial”. Ibarra, 1999. “La historia en torno al Vol-
cán Pichincha”. Quito, 1999. “El Centro Histórico de Quito como es-
pacio de reproducción económica y sociocultural”. Quito, 2000. “El
pensamiento periodístico de Juan Benigno Vela”. Quito, 2000. “Pleitos
sobre cacicazgos en Quero”. Quito, 2001. “El pensamiento periodístico
de Celiano Monge Navarrete”. Quito, 2002. “Sangolquí Profundo”.
Quito, 2003. Quito, 2004. “Pleitos sobre cacicazgos en Otavalo en el
siglo XVIII”. Quito, 2004.
Ahora, como discurso de ingreso a esta Academia, Gomezjura-
do ha escogido un tema a la vez sugerente y difícil, cual es el de los ni-
ños expósitos y naturales en la Real Audiencia de Quito. Sugerente,
porque nos ayuda a entender las mentalidades de la época, construidas
sobre el prejuicio y la hipocresía social, y difícil, porque su tratamiento
implica desentrañar problemas humanos de alta sensibilidad, que ata-
ñen a la ética social y a la moral privada.
Precisamente por ello, nuestro recipiendario ha puesto particu-
lar interés en manejarse con absoluto rigor académico, esbozando pre-
viamente los conceptos y valoraciones teóricas que sustentan su traba-

296
BIE NV E N I DA A L D O CTO R J AV I E R GO M EZJ U R ADO

jo y documentando minuciosamente cada caso analizado. Esto muestra


su seriedad profesional y marca un ejemplo en la forma en que deben
tratarse asuntos históricos que conciernen o afectan a cosas o gentes del
presente.
Tal es tratamiento dado, entre otros, al caso de los hijos ilegíti-
mos habidos entre el I Marqués de Selva Alegre, don Juan Pío Montú-
far y Frasso, y la quiteña doña Rosa Larrea y Santa Coloma, asunto
manejado con gran secreto por las autoridades civiles y eclesiásticas de
la época, habida cuenta de la alcurnia de ambos padres y de la condi-
ción de Presidente de Quito que ostentaba el marqués.
Pues bien, Javier Gomezjurado ha venido a continuar el deve-
lamiento de esta situación, que iniciara Neptalí Zúñiga con su libro
“Juan Pío Montúfar, Primer Presidente de la América Libre” (Quito,
1944) y que seguramente va a ser continuado en el futuro, puesto que
se acerca el bicentenario de nuestras primeras luchas de independen-
cia, en las que tuvo papel protagónico central el II Marqués de Selva
Alegre, conocido entre nosotros como Juan Pío Montúfar y Larrea, y
por otros historiadores, como el norteamericano Eric Beerman, con el
nombre de Juan María Torcuato de Montúfar y Larrea, todo ello por
causa de su irregular nacimiento y su aparentemente doble inscripción
de bautizo, una vez (secretamente) antes del matrimonio de sus padres
y, otra vez, después de este hecho, ocurrido recién en 1761.
De paso, esto viene a revisar la genealogía de la familia Montú-
far elaborada por Cristóbal de Gangotena y Jijón, y publicada en 1919
en el Boletín de la Sociedad de Estudios Históricos Americanos –luego
Academia Nacional de Historia–, volumen III, Nos. 7 y 8. Pero así es y
debe ser la Historia, ciencia donde los nuevos conocimientos e infor-
maciones superan y revisan a los anteriores, sin que ello vaya en des-
medro de nadie, pero sí en beneficio de la verdad.
Por todo lo expuesto, me place grandemente dar la bienvenida
a la Academia Nacional de Historia al presigioso historiador y admira-
do amigo Javier Gomezjurado Zevallos, en la seguridad de que su pre-
sencia entre nosotros animará nuestros trabajos y contribuirá a un salu-
dable intercambio de opiniones intelectuales.

Gracias.

297
LOS HIJOS EXPÓSITOS Y NATURALES EN LA
REAL AUDIENCIA DE QUITO*

Javier Gomezjurado Zevallos

Preliminares

Hablar del tema de los niños expósitos y naturales durante la Real Au-
diencia no es fácil, pues a pesar de que en el Archivo Nacional de Qui-
to, existe un Fondo destinado para los expedientes sobre el tema en la
época colonial, no todas las fuentes son explícitas en la mayoría de los
casos, y buena parte de la información queda jurídicamente inconclu-
sa. Sin embargo, y para este trabajo, hemos realizado una detallada
indagación de cada uno de los expedientes de cuatro de las ocho cajas
que en este archivo reposan, con el objeto de tener un mejor acerca-
miento de la situación de los hijos ilegítimos. En dichos documentos
constan las solicitudes para legitimación o reconocimiento de hijos,
reclamaciones de herencias y amparos para hijos expósitos y naturales
remitidos desde el Tribunal de la Audiencia a las partes interesadas,
curadores o albaceas testamentarios, de ser el caso.
Desde sus inicios, la sociedad colonial abordó el tema de la ile-
gitimidad como un asunto de exclusión social y de bastardía; así la
legislación de la época consideraba que la legitimidad de los hijos habi-
dos dentro del matrimonio se presumía siempre, de tal manera que la
condición de ilegítimo –sea el hijo habido fuera del matrimonio o de
uniones informales- era sinónimo de prejuicios e inferioridad. Estos
fueron tratados en muchas ocasiones con el mayor vilipendio, y fueron
calificados como bastardos, espurios, incestuosos o adulterinos, aun-
que no siempre hayan tenido esta condición.1

* Discurso de incorporación a la Academia Nacional de Historia como Miembro Correspon-


dinte. 27 de noviembre de 2008. Sede de la ANH. Quito.
1 En determinados casos, y para otras administraciones coloniales diferentes al del actual
Ecuador –en particular Nueva España-, muchos ilegítimos vivieron al margen del derecho,
pues no tuvieron la legitimación civil, razón por la cual estaban libres de cargas y tributos.
Para el actual Ecuador no hemos hallado nada al respecto. Cfr. Cayetano Reyes. “Expósitos e
hidalgos, la polarización social de la Nueva España”. En Boletín del Archivo General de la
Nación. México, 1980.

298
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

La legislación española clasificaba en varias clases a los hijos


ilegítimos de acuerdo a lo dispuesto en las Siete Partidas y las Leyes de
Toro2, siendo los principales los hijos naturales y los espurios.
Los hijos naturales eran los más respetables, ya que venían de
la unión de padre y madre solteros, que no tenían ninguna prohibición
para legalizar su unión con el matrimonio, inclusive sin necesidad de
dispensa. En este caso, solo era suficiente que el padre reconociese a su
hijo, para que éste fuese inscrito como tal. Todo los demás hijos ilegíti-
mos eran considerados espurios, pues habían nacido de relaciones pro-
hibidas, es decir, de padre o madre que no podían casarse libremente.
Entres los espurios estaban: los incestuosos, o hijos de familiares dentro
de los grados de consanguinidad en que estaba prohibido el matrimo-
nio; los sacrílegos, nacidos de clérigos ordenados, monjas o frailes que
hubiesen profesado; los bastardos, que provenían de las relaciones de
concubinato; los adulterinos, hijos de una mujer casada y de su amante;
los nefarios, que eran hijos procreados por descendientes con ascen-
dientes; y los manceros, es decir los hijos de mujeres públicas3.
Desde la edad antigua la exposición de los hijos no deseados
era una clara práctica, y la mayoría de ellos fallecían sin dejar rastro
alguno. En la mitología y cosmogonía griega el fenómeno del abando-
no de los niños en los bosques era una costumbre practicada también
por los dioses del Parnaso, así de esta forma, se consideraba que todos
los vicios y debilidades del género humano aparecían justificados de
algún modo en los dioses griegos. Mientras tanto en Roma, el poder del
paterfamilias no tenía límites en el Derecho romano; sólo él era “sui ju-
ris”; y el resto de la familia dependía de él. Era padre, señor, sacerdote,
juez y educador de toda la familia, en el sentido amplio del término; y
el derecho a exponer al hijo recién nacido (lux exponendi) facultaba al
padre a abandonarlo con cualquier pretexto. En estos casos los niños
eran depositados ante la columna lactaria, o en los estercoleros públi-
cos, donde podían ser recogidos por cualquiera o morían de frío, de

2 Las Siete Partidas es un cuerpo normativo redactado en Castilla, durante el reinado de


Alfonso X “el Sabio” (1252-1284), con el objeto de conseguir una cierta uniformidad jurídica
del Reino. Su nombre original era Libro de las Leyes, y hacia el siglo XIV recibió su actual deno-
minación, por las secciones en que se encuentra dividida. Por otro lado, las “Leyes de Toro”
son el resultado de la actividad legislativa de los Reyes Católicos, fijada tras la muerte de la
Reina Isabel con ocasión de las Cortes de Toro de 1505, en un conjunto de 83 leyes promul-
gadas el 7 de marzo de ese mismo año por la Reina Juana I de Castilla (Juana la Loca).
3 Jenny Londoño. Entre la sumisión y la resistencia – Las mujeres en la Real Audiencia de Quito.
Edic. Abya Yala. Quito, 1997.

299
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

hambre o eran devorados por animales. Era el destino de gran número


de niñas y de los bastardos.
En los primeros siglos de la Edad Media y bien entrado el
Renacimiento, las leyes y los libros penitenciales dieron testimonio de
los esfuerzos y las tentativas por impedir el abandono o exposición de
niños. Las puertas de las iglesias y hospitales, los campos y las calles
de las florecientes ciudades fueron testigos de este mal categorizado
como endémico. Algunas criaturas eran recogidas por personas consi-
deradas “de buen corazón”, otras perecían de hambre o enfermedades
y otras tantas eran recogidas por personas sin escrúpulos. Los prime-
ros hospicios surgieron en el siglo X en las ciudades italianas y en el
siglo XIII esta solución se había extendido por las más prósperas ciu-
dades europeas4. Las crisis económicas, la disminución de las fuentes
de riqueza, la escasez y encarecimiento de víveres y las fuertes oscila-
ciones de los precios en el siglo XVI en Europa, provocaron gran males-
tar en la población, dando lugar a frecuentes levantamientos y desór-
denes públicos. La deficiente alimentación dio lugar a una fuerte mor-
talidad y al abandono masivo de niños en las calles e iglesias de las
grandes ciudades5.
La exposición social o el abandono de un niño es producto de
las formas de conciencia social de la época, donde pesa el temor a la crí-
tica y a la censura pública hacia los padres del menor, por un lado, así
como a la vergüenza que dichos progenitores debían pasar frente a gru-
pos sociales hipócritas y a un clero y una iglesia cristiana condenatorias.
En América colonial fue muy común la costumbre de procrear
hijos fuera del matrimonio por la licenciosa vida que llevaban muchos
de sus pobladores. En virtud de cualquiera de las condiciones en que
un niño era concebido, por las circunstancias y prejuicios sociales de
aquel entonces terminaba por convertirse en expósito, que en estricto
sentido jurídico era definido como: “... aquel recién nacido que, por
indeseado en el núcleo materno (aún más lo sería por el padre, que no
puede o no quiere hacerse cargo de él, si es que sabe de su existencia) es
abandonado en algún lugar para que sea acristianado y criado por la
caridad de algún benefactor o institución que se haga cargo de él…” 6.

4 Al respecto se puede revisar: Marina Quintero. “Infancia, Vínculo parental y Educación”. En


Revista Psicoespacios. Nº 2. Institución Universitaria de Envigado. Colombia, 2007.
5 Cfr. Buenaventura Delgado. Historia de la infancia. Edic. Ariel. Barcelona, 1998.
6 Bartolomé García Jiménez. “Demografía Rural Andaluza: Rute en el Antiguo Régimen”. En
Estudios Cordobeses. Publicaciones de la Excma. Diputación Provincial, Córdoba, 1987.

300
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

Esa etiqueta de indeseado o ilegítimo se convertirá en un ele-


mento fundamental en la vida futura de estos niños, más aún en un
grupo societal donde el honor y buen nombre se convertía en factor
primordial de la cotidianidad. Pero asimismo, para la madre, el honor
propio y de su familia se vería menoscabado por un embarazo indebi-
do, optando por ocultar luego su estado y exponiendo al producto de
su relación ilícita ante parientes, amigos ó simplemente ante ciudada-
nos con mayor poder económico. El honor en ambos casos se vincula-
ba al concepto de “pureza de sangre que representaba la historia de
una buena familia, avalada por generaciones de matrimonios santifica-
dos y nacimientos de hijos legítimos” 7.
La ilegitimidad, constituye un hecho que se encuentra en los
orígenes de la formación de la sociedad colonial, pues la conquista sig-
nificó la apropiación de las mujeres indígenas por parte de los españo-
les y la conformación de una sociedad en la cual las ‘uniones’ eran pre-
dominantemente consensuales. La ‘notoria desigualdad’ de las parejas,
como lo manifiesta Bernard Lavallé, fue no sólo un motivo válido para
la nulidad del matrimonio, sino, también, para concebir hijos ilegíti-
mos y expuestos al abandono, pues si bien no había reparos para esta-
blecer relaciones consensuales entre parejas disímiles, no se tenía la
misma actitud para formalizar dichas uniones8. Es bien sabido que los
padres solían oponerse a los matrimonios si consideraban que la pare-
ja elegida era inadecuada por tener diferente raza, economía o status,
por lo que la mujer podía ser abandonada por el marido y los hijos que-
dar en situación precaria.9 Por otro lado, el honor fue considerado
como un atributo de valor impuesto sobre la base de principios mora-
les y éticos que se buscó establecer en las formas de vida cotidianas, en
donde se evitaba la ‘mezcla de razas’, que bajo conceptos morales cris-
tianos consolidó el matrimonio entre pares iguales.

7 Al respecto véase: Ann Twinam. “Honor, sexualidad e ilegitimidad en la Hispanoamérica


Colonial”. En Asunción Lavrin (coord.), Sexualidad y matrimonio en la América hispánica. Siglos
XVI-XVIII. Editorial Grijalbo. México, D. F., 1991.
8 Cfr. Bernard Lavallé. “El argumento de la notoria desigualdad en la relación de pareja (Lima
y Quito, siglos XVII y XVIII)”. En Scarlett O’Phelan, et al. (coords.). Familia y vida cotidiana en
América Latina. Siglos XVIII-XX. Instituto Riva-Agüero. Lima, 2003.
9 Carlota Casalino. “De los expósitos protegidos a los expósitos desprotegidos. La transición
de la administración colonial al Estado republicano del Perú y sus efectos en grupos vulne-
rables”. En Scarlett O`Phelan y Margarita Zegarra (editoras). Mujeres, familia y sociedad en la
historia de América Latina, siglos XVIII-XXI. CENDOC- PUCP–Instituto Riva-Agüero. Instituto
Francés de Estudios Andinos. Lima, 2006.

301
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Con los elementos anotados, desde inicios de la conquista se


conciben hijos considerados ilegítimos, pero fue durante la Colonia
que se abandonan muchos más niños por las causas apuntadas, a las
puertas de las casas de familias generalmente conocidas por los proge-
nitores de aquellos expósitos. Dichos niños ‘recogidos’ llegaron en
muchas ocasiones a tener similares derechos que los hijos legítimos de
sus benefactores, derechos que además se sustentaron en los principios
de la legislación española, que en un principio concedió a los expósi-
tos, a diferencia de los bastardos, un estatuto equivalente a la limpieza
de sangre que les permitía gozar de los privilegios de que hubieran
podido ser privados por el origen de sus padres o la naturaleza de la
unión de que procedían10.
Las primeras disposiciones legales que llegaron a las colonias
españolas sobre los expósitos surgen de forma muy tardía de las refor-
mas borbónicas finales. Sin embargo, esto no significa que hasta ese
momento los expósitos en su condición de indeseados, comenzaran a
ser un problema social y una preocupación. En la Real Cédula del 5 de
enero de 1794 se establece la legitimidad civil de los expósitos, y se
manifiesta:

“En consecuencia de todo, ordeno y mando, por el presente mi Real


Decreto (el cual se ha de insertar en los cuerpos de las leyes, de
España e Indias) que todos los expósitos de ambos sexos existentes, y
futuros así los que hayan sido expuesto en la Inclusas, o casas de cari-
dad, como las que lo hayan sido, o fueren en cualquier otro paraje, y
no tengan padres conocidos, sean tenidos por legitimados, por mi
Real autoridad, y por legítimos para todos los efectos civiles general-
mente y sin excepción, no obstante que en alguna o algunas Reales
disposiciones se hallan exceptuado algunos casos, ó excluido de la
legitimación civil para algunos efectos... Todos los expósitos actuales
y futuros, quedan y han de quedar mientras no consten sus verdade-
ros padres en la clase de hombres buenos del estado llano general,
gozando los propios honores y llevando las cargas sin diferencia de los
demás vasallos honrados de la misma clase”11

10 Cfr. Bernard Lavallé. Amor y opresión en los andes coloniales. Instituto de Estudios Peruanos-
IFEA-URP. Lima, 1999.
11 Archivo Nacional. Quito. Cedularios 1794. (Se ha modificado la ortografía para mejor com-
prensión [n.a.]). Ver también Hijos Expósitos y Naturales, 1794.

302
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

Creemos que esta Cédula Real se dicta porque muchos de los expósitos
pertenecían a familias honorables, lo que se corrobora cuando a conti-
nuación del mismo documento se anota que los expósitos también tie-
nen derecho a dotes matrimoniales y a ingresar a ciertas instituciones
como colegios, siempre y cuando esas instituciones no establezcan lo
contrario. Así se establece que:

“Cumplida la edad en que otros niños son admitidos en los colegios


de pobres, convictorios, casas de huérfanos, y demás de misericordia,
también han de ser recibidos los expósitos sin diferencia alguna, y han
de entrar á optar en las dotes, y consignaciones dejadas, y que se deja-
ren para casar jóvenes de uno, y otro sexo, o para otros destinos fun-
dados en favor de los pobres huérfanos, siempre que las constitucio-
nes de los tales colegios, ó fundaciones piadosas, no pidan literalmen-
te que sus individuos sean hijos legítimos habidos, y procreados, en
legítimo, y verdadero matrimonio...” 12

Finalmente la Cédula Real estipulaba que los niños expósitos no


podrán ser calumniados ni castigados con penas que sean de vergüen-
za pública, concluyendo que:

...castiguen como injuria y ofensa a cualquier persona que intitulare


y llamare a expósito alguno con los nombres de borde, ilegítimo, bas-
tardo, espurio incestuoso ó adulterino, y que además de hacerle
retractar judicialmente de esta injuria, le impongan la multa pecu-
niaria que fuere proporcionada a las circunstancias dándole la ordi-
naria aplicación. Finalmente mando que en lo sucesivo no se impon-
gan a los expósitos las penas de vergüenza pública, ni la de azotes, ni
la de horca, sino a aquellas que en iguales delitos se impondrían á per-
sonas privilegiadas, incluyendo el ultimo suplicio (como se ha practi-
cado con los expósitos de la Inclusa de Madrid) pues pudiendo suce-
der que el expósito castigado sea de familia ilustre. 13

Para 1794, año de expedición de esta Cédula, ya era un poco tarde el


intentar restituir el buen nombre de los niños expósitos, puesto que
durante toda la Colonia se había denigrado su persona y difamado su
origen. Poco ha de durar tal disposición, ya que veinticinco años más
12 Ibídem.
13 Ibídem.

303
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

tarde vendrían los procesos independentistas. Respecto a la última


frase de la Cédula Real antes citada, nos deja la posibilidad abierta de
que era de entendido en el medio social que muchos de los expósitos
fueron hijos de conocidos ciudadanos y por lo tanto de prestigiosas y
acomodadas familias.
Esa ilegitimidad y la condición de expuesto o de simple natura-
lidad fueron tratadas en la época colonial de manera oprobiosa y ambi-
valente de acuerdo a los documentos del Archivo Nacional de Quito.
Detrás de las expresiones expósito, hijo de padres desconocidos, ó hijo natural
se escondían intereses diversos, a tal punto que se elevaron varios expe-
dientes legales, muchos de los cuales estuvieron vinculados a la pose-
sión de bienes materiales y de los cuales analizaremos algunos de ellos.

El primer caso de expósitos en el Archivo Nacional

El primer expediente que encontramos está fechado en Ibarra el 8 de


octubre de 1647, por medio del cual se genera un pleito entre Pablo y
Lorenzo Carballo contra los bienes de Pedro Carballo, apodado el
Viejo. Pablo resultó ser hijo natural de don Pedro, quien lo tuvo de sol-
tero con una mujer llamada Angelina. Sin embargo su medio hermano
no lo reconoce, llegando a decir que la madre de Pablo fue una mujer
pública.14 Imaginemos lo que pudo haber pasado con tremenda acusa-
ción, sin embargo desconocemos cual fue el resultado final del litigio,
por más testigos que de parte y parte se presentaran. Esta es la prime-
ra muestra, por la cual un individuo que seguramente siempre fue co-
nocido como hijo de Pedro el Viejo, fue desconocido por su hermano
por cuestiones de pesos, cuando Pablo solicitó el quinto de los bienes
de su difunto padre.

Un descendiente del conquistador Diego de Sandoval

Caso similar encontramos el 9 de noviembre de 1649 en el expediente


de Miguel de Sandoval, en contra de su padre, el encomendero Juan de
Sandoval y Silva, este último bisnieto del capitán y conquistador Diego
de Sandoval y La Mota. Miguel dice que fue producto de los amoríos
del encomendero y la latacungueña Ana de Rojas y Cueva, cuando
ambos eran solteros. Fue criado en casa de su padre desde los tres me-

14 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 1.

304
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

ses y luego aprendió a leer y escribir en el Seminario de San Luis.


Cuando Miguel llegó a los 19 años fue abandonado por su padre, y es
cuando decide ponerle una demanda donde reclama 3000 patacones
para su sustento. El encomendero llegó a decir que no es su hijo y que
solamente lo mantuvo porque su suegra Leonor de Zorrilla lo llevó a
su casa. La cosa se complicó cuando la propia madre de Miguel, la
señora Rojas, declara que no es hijo del encomendero; sin embargo
parece que lo hace por hallarse furiosa por el “mal casamiento” de su
hijo Miguel. Lastimosamente ahí termina este expediente y se descono-
ce si Miguelito disfrutó de las rentas de su padre y de sus acaudalados
antepasados.15 En todo caso, la genealogía de nuestro personaje es así:

Gonzalo Rodríguez de Sampedro, n. Toledo por 1400,


armado caballero en 1431 por Juan II de Castilla

Juan Rodríguez de Sampedro, n. por 1425

Contador Hernán Dianez de Sampedro, n. Toledo por 1450

Gonzalo Sandoval y Sampedro, n. Santa Olalla-España por 1480


c.c. Inés de La Mota

Cap. Diego de Sandoval y La Mota, n. Santa Olalla por 150516


c. 1545 c. Catalina Calderón de Robles, n. España por 1510

Juana [Catalina] Calderón y Sandoval, n. por 1546


c.c. Juan de Londoño y Montenegro

Diego de Sandoval y Londoño, n. por 1570


c.c. Catalina de Silva

Juan Sandoval y Silva17, n. por 1605


f.f.c. Ana de Rojas y Cueva

Miguel de Sandoval, n. 1628

15 Ibídem. Caja 1.
16 Cfr. Fernando Jurado. Las Coyas y Pallas del Tahuantinsuyo. Edic. Xerox. Quito, 1982.
17 Javier Ortiz de la Tabla. Los Encomenderos de Quito (1534-1660). Escuela de Estudios
Hispanoamericanos de Sevilla. Sevilla, 1993.

305
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

En los dos casos anteriores no se llegan a conocer el resultado


de los pleitos judiciales, es decir, si los litigantes consiguen obtener ren-
tas de sus probables padres naturales. Al no continuarse con el juicio
planteado, pues no existe documentación adicional, creemos con segu-
ridad que se llegó a un acuerdo entre las partes, lo que por un lado pro-
baría que en efecto los demandantes podrían ser hijos de los demanda-
dos, y por otro que consiguieran algo de las rentas reclamadas.
Sin embargo, en algunos casos, sí existe sentencia frente a la
demanda, así lo observamos a través de un expediente de agosto de
1705, donde Gertrudis Sánchez de Salas, vecina de Ambato, reclama
sus derechos frente a doña Ana Rodríguez de Naranjo. El caso es que
doña Gertrudis declara ser nieta de Lorenzo Sánchez de Salas, quien se
había casado por primera vez con Isabel Ormena y tuvieron entre va-
rios hijos a María Sánchez de Salas, madre a su vez de Gertrudis. Don
Lorenzo casó por segunda vez con Ana Rodríguez Naranjo, de modo
que la demandada resultaba ser la abuelastra de Gertrudis.
El pleito dura dos años, y en agosto de 1707 se niega el pedido
de doña Gertrudis. No sabemos si en la decisión influyó el hecho de
que sus tíos Cristóbal y Juan Sánchez hayan sido desterrados a Chile,
luego de haber sido acusados de asesinato.18
Los reclamos en la época colonial efectuados por expósitos,
giraban generalmente en torno al reclamo de pensiones o el quinto de
los bienes que por ley les tocaba. Al conocer cuáles eran sus verdade-
ros padres y saber que poseían ó habían poseído mientras vivían cier-
tos bienes materiales, sus hijos naturales que cuando niños habían sido
expuestos para tapar el pecado de sus padres, y que de adultos pasa-
ban penurias o eran pobres, recurrían a los tribunales de la Audiencia
para exigir de sus progenitores o de los parientes que les quedaba,
alguna renta económica para subsistir. No siempre tenían suerte, pues
ó no alcanzaban a probar su condición de naturalidad, ó bien la parte
demandada hábilmente negaba tal parentesco en defensa de su patri-
monio, valiéndose para los alegatos de prestigiosos abogados de la
época, como lo fuera un lejano pariente mío Gerónimo Gomezjurado.

Los Orbe de Ibarra

En otros casos, el expediente sirvió únicamente para probar a posterio-

18 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 1.

306
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

ri, quienes eran los verdaderos padres del expósito, de manera que a
futuro no tenga problemas de herencia ó socialmente se conozca su
auténtico origen, pues al momento de haber nacido dicho niño y por
los prejuicios y habladurías de la época, fueron expuestos. Este fue el
caso, en 1728, de Gabriel Manuel de los Reyes, hijo de Lucas de los Re-
yes y Lucía Martínez de Orbe, vecinos de Ibarra, quienes contrajeron
matrimonio luego de haber nacido el niño.
Los Orbe eran una de las familias fundadoras de Ibarra, y el
pionero y tronco de este clan fue el vasco Juan Martínez de Orbe e Ízte-
gui, nacido por 1560 en el caserío de Berrio, cerca del pueblo de Elorrio
en España. Pasó a Indias y se estableció en Caranqui, donde casó por
1594 con doña Paula de Soto e Ibacache, mestiza nativa de la zona, cu-
yo origen fuera ocultado por algunos prejuiciados historiadores que
destruyeron parcialmente el testamento de Isabel Ibacache cacica del
pueblo de Santiago y madre de doña Paula de Soto19, con el objeto de
tapar el origen indígena de muchas familias ibarreñas.
Para no afrontar la vergüenza social y retomando el caso del
niño Gabriel Manuel de los Reyes, la tía materna de éste y su marido lo
llevaron al Convento de San Agustín y lo hicieron bautizar en calidad
de expósito el 23 de mayo de 1715, quince días después de nacido. Es
sólo a través de este expediente de agosto de 1728, que se conocería el
verdadero origen del niño Gabriel Manuel de los Reyes20. Veamos su
genealogía:

Martín de Orbe
c.c. María Íztegui

Cap. Juan Martínez de Orbe, n. Elorrio por 1560


c.c. Paula de Soto e Ibacache
(hija del español Alonso Miguez de Soto
y de la cacica indígena Isabel Ibacache)

Alférez Francisco Martínez de Orbe y Soto, n. Caranqui 1602


c.c. María Magdalena de Ledesma, n. Ibarra por 1607
(hija de Cristóbal García de Ledesma)

19 Archivo Banco Central de Ibarra. Protocolos, 1635-1640.


20 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 2.

307
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Jerónimo Martínez de Orbe y Ledesma, n. Ibarra por 1630


c.c. Francisca de Ribera, n. Ibarra por 1655

Lucía Martínez de Orbe, n. por 1680


formó familia y luego casó con Lucas de los Reyes
(hijo de Domingo de los Reyes, n. Galicia y
de Agustina Sánchez Miño, n. Quito)

Gabriel Manuel de los Reyes, b. 23-05-1715

Este reconocimiento se lo hizo además para mantener el “buen nom-


bre” de la familia; de esta manera se aseguraba su estatus socio-econó-
mico, el manejo del poder sobre todo a nivel del Cabildo, y para evitar
el desmembramiento de las propiedades en muchas manos. Así, pocos
son los casos de ilegitimidades que se conocen en este grupo familiar
durante el siglo 17 y principios del 18, siendo importante, además del
estudiado, el de Agustín Martínez de Orbe, n. en Ibarra por 1665 y
quien en 1698 solicitó la quinta parte de los bienes de su difunto padre
Mateo Martínez de Orbe y Medina, que antes de haber sido clérigo lo
tuvo con la indígena de Caranqui Manuela de Lara.21

La mujer que negó a su hija

Otro caso interesante es el de María Rosa Espinosa de los Monteros,


quien en enero de 1738 pide a la Audiencia que se le reconozca como
hija legítima del Alférez Juan Esteban Espinosa de los Monteros y de
doña Felipa Peláez de Ibarra22.

En el expediente, su madre niega que María Rosa sea su hija legítima,


y que a pesar de existir una partida de bautizo23 donde se menciona la
legitimidad de María Rosa, su madre insiste que ésta en realidad es
21 Archivo Banco Central de Ibarra. Protocolos, 1698.
22 El alférez Juan Esteban Espinosa de los Monteros, n. en Jerez de la Frontera en España. Fue
hijo legítimo de Antonio Montero de Espinosa y de doña Juana Téllez de Igan. Pasó a Quito
por 1675, donde casó cuatro años más tarde con Felipa Peláez de Ibarra, n. en Cuenca e hija
natural de Fernando Peláez y de doña Antonia de Ibarra. Fueron vecinos de San Marcos
donde tuvieron casa.
23 Cfr. Archivo San Marcos, Quito. Bautizos, 1687.

308
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

expósita. Inclusive el Alférez Espinosa de los Monteros en su testamen-


to24 no cita a esta hija, nombrando sólo a Juan Matías, María Juana y
María Nicolasa como los legítimos hijos con la señora Peláez. María
Rosa entonces acusa a su madre de tener diabólicos influjos y de estar
senil, para negarla como hija.
El asunto se aclara cuando Luis de la Puente, testigo de seten-
ta años en 1738, precisa que el alférez y doña Felipa mantuvieron amis-
tad ilícita por varios años, pues el alférez había sido casado en España
con doña Catalina de Rojas, y que luego de muerta, el alférez pudo le-
galizar su situación con su nueva mujer, siendo por lo tanto María Rosa
su hija legítima. Es más, la propia nuera de la señora Peláez, Josefa de
los Arcos Príncipe Quintero, también declara que María Rosa sí es hija
legítima de ambos, y que no es la primera vez que la señora Peláez
niega a un hijo, pues años antes también había negado a Juan Matías,
de lo que se arrepintió pidiendo perdón a su hijo.
A pesar de que la señora Peláez hiciera testamento en febrero
de 1738, es decir un mes después del reclamo de su hija, y en el cual
refiere que aquella es expósita, las autoridades de la Audiencia termi-
nan por declarar a María Rosa como hija legítima del alférez Espinosa
de los Monteros y la señora Peláez, aunque el documento final penosa-
mente no contiene las firmas de responsabilidad respectivas.25

El caso del hijo del marqués

Un caso muy interesante donde se aprecia la influencia y el


poder económico de una familia es el de Juan Asensio de la Riva, quien
en Cuenca en septiembre de 1743, declara ser hijo natural del segundo
marqués de Solanda Pedro Sánchez de Orellana y de la mestiza Leonor
de Saldaña (ésta a su vez hija de la indígena Ana López).
El caso es que Juan Asensio, vecino de Cuenca y nacido allí en
1707, venía apellidándose “De la Riva y Sánchez de Orellana” ó tam-
bién era conocido en el lugar como Don Juan de Orellana, habiendo
tomado el apellido “De la Riva” porque había sido expuesto en casa del
Cap. don Juan de la Riva. Así lo declararon varios testigos en el expe-
diente de aquel entonces.

24 Archivo Nacional. Protocolos, 1685.


25 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 2.

309
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Cuando el marqués conoció la pretensión de Juan Asensio debió haber


montado en iras, y en su declaración niega ser el padre de Juan, que
para aquel entonces ya tenía 37 años. El marqués puntualizó que tuvo
“comercio” una o dos veces con la señora Saldaña y que esta no fue
doncella sino mujer corriente26. Es decir, encima de haber negado su
paternidad ofendió vilmente a la mujer que le había dado una o dos
noches de placer.
Cabe recordar que don Pedro, nacido en Loja en 1680, por
influencia de su padre fue electo Alcalde Ordinario de su ciudad natal en
1699, es decir a los 19 años de edad, a pesar de que las leyes de la época
establecían tener 25 años para ejercer cargos públicos. En 1702 fue nom-
brado Familiar y Alguacil Mayor del Santo Oficio, en 1707 Alcalde Ordi-
nario de Cuenca y en 1708 Corregidor de Latacunga27. Por aquel enton-
ces Pedro Sánchez de Orellana, que todavía no era marqués pues su pa-
dre todavía viviría hasta 1731, debió haber tenido la feliz noticia que la
Saldaña había dado a luz a su primer hijo. Esta es su genealogía:

Álvaro Sánchez, n. en Perales de Tajuña 1569,


minero de Zaruma de 1595 a 1607,
c.c. María Daza Nieto

Antonio Sánchez Daza, n. Loja 1600


c.c. Ana Goyas, n. Zaruma 1605

Cap. Clemente Sánchez de Orellana y Goyas, n. Zaruma 1626


c. 1648 c. Jacinta Ramírez de Arellano y Román

Antonio Sánchez de Orellana, n. Zaruma 1651


1er. Marqués de Solanda,
c. 2º c. Elvira de Góngora e Inurrigarro, n. España28

Pedro Javier Sánchez de Orellana, n. Loja 1680,


2do. Marqués de Solanda,
tuvo con la mestiza Leonor de Saldaña a

Juan Asensio de la Riva Sánchez de Orellana, n. 1707


26 Ibídem.
27 Fernando Jurado. “El destino del oro de Zaruma”. En Zaruma: Cuatro siglos de peregrinaje his-
tórico 1560-1992. Edic. SAG. Quito, 1992.
28 Ibídem.

310
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

Don Pedro se casó en 1714 con Francisca de Rada Alvarado y


Ortiz y en 1735 fundó Mayorazgo por 110 mil pesos. Para 1743, fecha
del litigio con su hijo Juan Asensio, utilizó todo el arsenal de amistades
para negarlo como tal. Así declararon en favor del marqués, el tenien-
te Nicolás Montero, el Dr. Francisco Barzallo, Don Gabriel Nieto de
Rivera, Don Pedro Fernández de Córdova y otros “prestantes” cuenca-
nos que decían no saber nada del tal Juan Asensio. No podía faltar la
parentela del marqués, así su primo el Presbítero y Comisario de la
Santa Inquisición José Sánchez de Orellana llegó a manifestar que “…
[a Juan Asensio] nunca lo trató como hijo natural del marqués, sino como
pariente, y que por complacer su pretensión [la de Juan Asensio]… lo lison-
jeaba llamándolo así”. Otro familiar del marqués, el también Presbítero
Domingo Sánchez de Orellana llegó a decir -sabiendo que no podía
mentir-, “…que el mismo Juan Asensio le había expresado que era hijo del
marqués y que por ello lo había tratado de pariente”. Era más que evidente
la paternidad del marqués.
En el afán de demorar la sentencia o de convencer a Juan
Asensio de descartar sus pretensiones, las autoridades de la Audiencia
volvieron a llamar a todos los testigos del marqués para que ratifiquen
sus declaraciones. Al final, el 10 de junio de 1744, la Audiencia se pro-
nuncia en favor del marqués, “quien ha probado no ser padre de Juan
Asensio”, prohibiendo al hijo de la señora Saldaña usar los apelativos
de Sánchez de Orellana. Poderoso caballero es don dinero.

El destino de los abandonados

Las relaciones prematrimoniales, como en el caso anterior; la


consensualidad –estable o esporádica-, entendida como la voluntad de
la pareja para vivir unida; la bigamia y poligamia; el adulterio; y los
romances clandestinos entre religiosos y laicos fueron componentes
significativos de la vida cotidiana de la sociedad colonial29 que, como
prácticas sexuales habituales no solamente exclusiva de un estamento
socio-económico, trajeron como consecuencia niños ilegítimos, que en
la mayoría de los casos eran abandonados, siendo este un mal menor
frente al infanticidio, pues al desamparar un niño existía la posibilidad
de salvarle la vida a través del cuidado que le ofrecerían ciertas fami-

29 Al respecto Cfr. María Emma Mannarelli. Pecados públicos. La ilegitimidad en Lima en el siglo
XVII. Ediciones Flora Tristán. Lima, 1993.

311
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

lias que los acogían y los criaban; de ahí que la condición de expósito
implicara la sospecha de ser hijo legítimo en ciertos casos.
Sin embargo, no todos los niños abandonados eran expuestos
a las puertas de las residencias de familias que generalmente tenían
holgura económica, dado que la categoría de expósito estaba reserva-
da para los niños blancos, más aún a raíz de la Cédula Real de 1794.
Otros niños –que podían o no tener la calidad de blancos- fueron ex-
puestos a las puertas de los conventos. Este fue el caso de Joaquín, un
niño que en 1752 fuera abandonado a las puertas del Monasterio de las
Conceptas de Quito. Allí, las monjas Juana de San Cayetano y María
Josefa de San Gerónimo lo criaron hasta cuando el niño tuvo siete años.
Frente a la imposibilidad de seguir con él, lo entregaron a Don Fran-
cisco Bernardo de Mena, hermano de la monja Josefa para que lo cuide,
cosa que no sucedió, a pesar de que el señor Mena recibió un par de
esclavos, joyas y otros bienes para los gastos y atención del niño
Joaquín.30
Caso parecido es el de María de Grijalva, nacida en Ibarra por
1732 e hija natural de doña María de Grijalva y Recalde. La niña fue
expuesta a las puertas de la casa del Presbítero Pedro de Santa Cruz,
donde fue criada por una cocinera mulata de nombre Petrona. Cuando
la madre se casa hacia 1735 con don Ignacio Páez de Trastamara, dice
que la niña no es de ella y que sólo le ha dado caridad. Al parecer quiso
evitar problemas con su marido al ocultar el verdadero origen de su
hija. Por el expediente de 30 de junio de 1774 se sabe que doña María
de Grijalva y Recalde también fue madre de otra niña llamada Antonia
Grijalva31, n. en la hacienda de Buenaventura en Ibarra por 1730 y cria-
da por su tía María Recalde. En 1742 doña Antonia fue nombrada por
su madre como heredera de la hacienda de Pueblo Viejo y de dos escla-
vos; casó por 1750 con el quiteño Manuel José de Sosa y Márquez y es
antepasada de connotados e ilustres quiteños.

El caso de Manuela de Anda y Suasti

Este expediente de 14 de agosto de 1782 no menciona casos de


niños expuestos, sino del proceso de Manuela de Anda, hija natural del
Gral. Pedro Pérez de Anda y de Melchora Suasti, quien reclama el
quinto de los bienes de su difunto padre.
30 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 2.
31 Ibídem.

312
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

El Gral. Pérez de Anda había nacido en la villa de Ormijana en


España y fue nombrado Corregidor de Latacunga en 1742, cargo que
ocupó por cinco años. En esa ciudad casó en 1752 con María Sáenz de
Viteri y Loma, con quien procreó cinco hijos. Testó el 8 de noviembre
de 1781 y falleció dos semanas después. Había declarado ser dueño de
una estancia en Isinlibí en San Felipe y de la hacienda Andagualo, don-
de tenía cuatro manadas de ovejas y algunas cabezas de ganado32.
A raíz de la demanda que presentara su hija natural, la viuda
del general niega que Manuela sea hija de su difunto esposo, aún a pe-
sar de la declaración de esta última que dice que sí tenía conocimiento
del hecho y que inclusive le mandaba cartas a su hijastra. Frente a ello,
la señora Viteri arremete contra Manuela y contra la madre de ésta,
doña Melchora, de quien llega a decir que es mujer de vida licenciosa,
que anda de fandango en fandango bebiendo aguardiente y que había
tenido relaciones sexuales con el difunto Marqués de Lises, así como
con el cirujano inglés Diego de Cox, con Antonio del Pino y con don
Manuel Moncayo. La viuda únicamente está dispuesta a darle 100
pesos, quizá por la duda de que en efecto sea hija de Pedro Pérez de
Anda y por eximirse algún cargo de conciencia.
Lo más seguro fue que en efecto era hija natural de general,
pero sus deudos no querían compartir sus bienes heredados con
alguien aparentemente extraña. Las autoridades de la Audiencia sen-
tenciaron a entregar 300 pesos a la hija natural, pero aún seis años más
tarde, los Anda no le habían entregado ni un centavo.33
La genealogía de Manuela de Anda y Suasti es como sigue:

Martín Pérez de Anda, n. Ormijana-España por 1640


c.c. Casilda Ramírez de Salazar

Vicente Pérez de Anda y Salazar, n. por 1670 y m. 1733


c.c. María Díaz de Corcuera, n. por 1680 y m. 1736

Gral. Pedro Pérez de Anda Salazar y Corcuera, n. por 1705, m. 1781


f.f.c. Melchora Suasti

Manuela de Anda y Suasti


32 Alfonso Anda Aguirre. “Los Anda”. En Revista Ceniga. No. 9. Quito, 1991.
33 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 3.

313
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Los marqueses de Selva Alegre en escena

La calidad de expósito ligada a la infancia en el esquema social


de la época colonial, suponía el nivel más ínfimo, por el escaso signifi-
cado del niño expuesto en su seno familiar adoptivo, ya sea por la
tacha que representa su presumible filiación ilegítima, la falta de iden-
tidad social y desvinculación del núcleo familiar de origen, así como el
estado de miseria que acompañará al individuo durante todo su desa-
rrollo34.
La exposición no se limita únicamente a una condición de mar-
ginación social y de desprestigio personal desde la infancia, sino que
enfrenta un maltrato legal que fuera atenuado sólo a fines del siglo
XVIII, cuando por iniciativa de Carlos IV y a través de la Cédula Real
de 1794, los expósitos son reconocidos como legítimos a todos los efec-
tos civiles y abolidas todas las penas y agravios que les son aplicados,
como analizáramos anteriormente.
Así como la condición de expósito socialmente generaba exclu-
sión, degradación y bochorno, el ser considerado hijo ilegítimo era
motivo de deshonra y descrédito, sobre todo a nivel de familias de
élite, lo que inevitablemente provocaba una serie de escándalos de los
cuales se hablaba por años. Y sobre esto se fundamenta el expediente
de 26 de noviembre de 179335, en el que Pedro Montúfar y Larrea de-
fiende el honor de su difunto padre el primer Marqués de Selva Alegre
Juan Pío Montúfar y Frasso, cuando fuera “difamado” por don Simón
Sáenz de Vergara, al manifestar que el marqués había convivido con
doña Rosa Larrea y Santa Coloma, siendo por lo tanto sus hijos ilegíti-
mos habidos fuera de matrimonio.
El origen de la rivalidad entre Sáenz y Montúfar surgió unos
nueve años antes, cuando el inquieto Simón Sáenz en su ambición de
obtener dinero y poder, se había cruzado con los intereses del podero-
so bando de los Montúfares, a causa de haberse hecho asignar el trans-
porte del “situado” en 1784 y de haberse hecho nombrar, por influjo del
vanidoso presidente de la Audiencia Luis Antonio Muñoz, alcalde
ordinario y regidor perpetuo. Como resultado de ello, sus enemigos lo
enjuiciaron, azuzaron en su contra una protesta popular y finalmente

34 Al respecto Cfr. María Gema Cava López. “Pobreza y marginación infantil: expósitos en la
Alta-Extremadura moderna”. En Coloquios Históricos de Extremadura. España, 1997.
35 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 3.

314
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

lo denunciaron ante el virrey por vivir amancebado en Quito con doña


Joaquina Aizpuru, teniendo como mujer en Popayán a doña Juana
María del Campo.36
Siendo así, enemigo de los Montúfares, un buen día el tenorio
de Sáenz injurió públicamente al difunto marqués y ex Presidente de la
Audiencia de Quito que en efecto había convivido y formado familia
con la señora Larrea desde 1757. El matrimonio de estos últimos no se
había efectuado por no contar con el permiso real que necesitaban los
funcionarios de las Audiencias en América para el efecto; legitimando
su unión de hecho en enero de 1761, es decir después de cuatro años de
vivir juntos37. Las partidas de bautizo y matrimonio de los Montúfares
se hicieron públicas, todo mundo comentó el hecho por lo menos hasta
1795, cuando una Cédula Real, en la que se menciona que Sáenz y
Pedro Montúfar se habían dicho de todo, termina pidiendo que los liti-
gantes se reconcilien y no se vuelvan a injuriar. Así terminó este lío en
defensa del honor de la legitimidad del matrimonio. Vale mencionar
que don Pedro Montúfar terminó dejando sucesión ilegítima en Pujilí,
Sigchos y Angamarca, lugares donde tenía propiedades; y don Simón
Sáenz de Vergara, de los amoríos con Joaquina Aizpuru, nacería
Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador.

La naturalidad de José Mejía Lequerica

Uno de los casos sobre naturalidad es la del gran patriota, polí-


tico, científico y poeta José Mejía Lequerica, bautizado en Quito el 24
de mayo de 1775. Esa condición de ilegitimidad le generó una serie de
dificultades, sin embargo su talento se impuso a tal factor. Debemos
anotar que dicha circunstancia de ser “hijo natural” era común en la
época; pues los hijos sacrílegos, espurios y naturales, fueron en gran
número en la época colonial, que se acercaban a la cuarta parte de la
población de América38.
Por otro lado, Quito era considerada como una “ciudad ale-
gre”, y así fue vista por Jorge Juan y Antonio de Ulloa cuando, acom-

36 Jorge Núñez Sánchez. Historias del País de Quito. Edit. Eskeletra. 1ª Edic. Quito, 1999.
37 Al respecto véase lo que el realista y ferviente defensor de los intereses de la Corona espa-
ñola Pedro Pérez Muñoz menciona en sus “Cartas”. En Fernando Hidalgo-Nistri, comp.
Compendio de la rebelión de la América – Cartas de Pedro Pérez Muñoz. Edic. Abya Yala, 1998.
38 Cfr. María Antonieta Vásquez Hahn. “El tiempo quiteño de José Mejía Lequerica”. En Jorge
Núñez, et. al. Mejía, portavoz de América. Edic. Fonsal. Quito, 2008.

315
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

pañando a la Misión Geodésica Francesa, “…descubrieron [en Quito]


la existencia de una recoleta ciudad andina que por las noches se trans-
formaba en una especie de Sodoma o Gomorra… El vicio más genera-
lizado en la sociedad quiteña era el concubinaje, al punto que se había
convertido en hábito social que era practicado por las gentes de todos
los estamentos, razas y condiciones”. Las mujeres quiteñas de aquella
época eran poco interesadas por el matrimonio, aunque muy proclives
a establecer relaciones de amor libre, siempre que el potencial amante
les garantizase una relación estable y duradera39.
El 6 de noviembre de 1797, doña María y don José Mejía Le-
querica, solicitan a la Audiencia que se les declare como hijos naturales
del Dr. José Mejía del Valle y de Joaquina Lequerica, con el objeto de
heredar las dos partes de herencia que las Leyes del Reino les concedí-
an. Uno de los testigos fue Mariano Mejía del Valle, tío de José Mejía,
quien llegó a declarar que no sabía si su hermano había casado con
Joaquina.40 Aunque no tenían impedimento legal para haber contraído
matrimonio, es posible que la pareja se hubiera casado en secreto y
ocultarlo, con el objeto de no pagar la multa que le correspondía al Dr.
Mejía del Valle por ser doctor en Teología, cuyo monto hubiese ascen-
dido a dos mil pesos. Asimismo otra razón importante para reservar la
condición de casados radicaba en el hecho de evitar el pago adicional
de seis mil seiscientos pesos, para que la señora Lequerica pudiese con-
tinuar en la tutela de sus otros dos hijos habidos en su primer matrimo-
nio41 con su difunto pariente y ex esposo don Antonio Zerrajería y
Berrutieta, que había muerto en 177242.
El Dr. Mejía del Valle en verdad nunca se preocupó por sus
hijos naturales, al punto que los dejó con su madre para irse a la Costa,
donde fue nombrado Gobernador de Yaguachi en 1780 y Auditor de
Guerra del Gobierno de Guayaquil en 1790. Al haber quedado en Quito
la señora Lequerica, sola y con sus hijos, y en el afán de proteger a sus
hijos legítimos de primer matrimonio, dejó el cuidado de sus hijos
naturales en manos de Rosa Moreto tía abuela de los chicos, y luego
con la familia del Dr. Mejía del Valle. Años después volvió el padre de

39 Jorge Núñez Sánchez. Historias… op. cit.


40 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 4.
41 Vásquez, op. cit.
42 Fernando Jurado. “El linaje de José Mejía Lequerica y su verdadera casa natal”. En Museo
Histórico. Nº 57. Quito, 1980.

316
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

Mejía a Quito y murió en Pomasqui en octubre de 1797, sin haber hecho


testamento, razón por la que sus hijos naturales reclamaron parte de la
herencia que su padre había dejado. A pesar de haber logrado en
diciembre de 1797 por parte de las autoridades de la Audiencia el reco-
nocimiento como hijos naturales del Dr. Mejía del Valle, no lograron
obtener nada de la herencia y los pocos bienes pasaron a poder de sus
tíos paternos.

El niño expósito que fue prócer de la Independencia

El 26 de septiembre de 1805, don Juan Ante y Valencia solicita


a la Audiencia que se le califique su idoneidad y se le declare hábil y
capaz de obtener y desempeñar debidamente el oficio concejil, como lo
es el de Regidor ordinario.
Don Juan Ante había sido de niño expuesto a las puertas del
Dr. Pedro de Ante y Valencia, vecino de Quito, quien lo adoptó por
hijo, lo crió y educó. Lo habría llevado a casa del Dr. Ante un sacerdo-
te, con una considerable suma de dinero, como prueba de que prove-
nía de padres respetados e ilustres. Esta última condición era requisito
indispensable para ejercer cargos públicos, mencionándolo en el expe-
diente, así como también el hecho de haber recibido una gran educa-
ción por parte de su padre adoptivo, aduciendo que, de acuerdo a la
Cédula Real de 2 de septiembre de 1784, solamente se requiere legiti-
midad de nacimiento para los oficios de judicatura y no para los regi-
mientos ordinarios, para los cuales solo basta la limpieza de sangre y
conducta honrada.
Como alegato para lo solicitado se sustenta además en lo dis-
puesto en la Cédula Real de 1794, que en su parte pertinente, estudia-
da en páginas anteriores, declara expresamente que todos los expósitos
de ambos sexos, existentes y futuros, que hayan sido expuestos en
casas de caridad o en cualquier otro lugar y que no tengan padres
conocidos, sean tenidos por legítimos para todos los efectos civiles sin
excepción.
Sin embargo, el fiscal de la Audiencia Andrés José de Iriarte,
considera que a pesar de que Ante sea hombre bueno y del estado llano
general, no debe optar por el cargo de Regidor, en razón de lo dispues-
to en las Leyes 7ª y 8ª de Indias, que considera que para dicho cargo,
sobre todo en ciudades grandes o capitales de provincia, deberá ser

317
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

ocupado por vecinos ilustres o de primera distinción; exhortando a las


autoridades a negar la petición de Ante, por ser sujeto de clase inferior.
Sin embargo, las autoridades de la Audiencia deciden reconocerle la
condición prevista en la Cédula Real de 1794, dejando abierta las puer-
tas para ser Regidor.43
Juan Ante llegó a ser notable prócer de la Independencia de
1809, asistió la noche del 9 de agosto a la famosa reunión en la casa
parroquial de El Sagrario, donde tenía sus habitaciones Manuela Ca-
ñizares y suscribió el acta de independencia como delegado del barrio
de La Catedral. Fue nombrado Capitán de la Falange de Fernando VII
y a pesar de haber estado a punto de ser apresado en 1810, trajo varios
jóvenes desde Machachi con el objeto de liberar a sus compatriotas pre-
sos en el Cuartel de la Audiencia.
Formó familia con las señoras Ramona Rodríguez, Francisca
Salas y Josefa Nicolalde. Casó luego el 26 de septiembre de 1820 con
doña Antonia Velasco y Cobo, y murió el 26 de julio de 1828, dejando
una extensísima sucesión.
Su viuda, la señora Velasco, en 1829 contrajo segundo matri-
monio con Francisco Antonio Rebolledo Valencia, conociéndose por la
dispensa previa para este enlace, que la madre del prócer había sido
Lorenza Valencia y Hurtado del Águila, y por lo tanto primo hermano
del segundo marido de su esposa, y sobrino segundo de su padre
adoptivo44.

Un caso a puertas de la Independencia

La actitud manifestada por el Estado en la época colonial fren-


te al expósito se caracterizó en todo momento por la relativa indiferen-
cia e insensibilidad mostrada hacia las difíciles circunstancias de este
colectivo, aún a pesar de la tardía Cédula Real de 1794, que duraría
poco más de dos décadas, pues la independencia se venía encima.
La atención del poder político de la Audiencia de Quito frente
a la realidad de los expuestos aparece seriamente reducida y sin mayo-
res implicaciones en la misión de poner en práctica, salvo contados
casos, lo dispuesto por Carlos IV a fines del siglo XVIII; de modo que

43 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 4.


44 Fernando Jurado. Los descendientes de Benalcázar en la formación social ecuatoriana. Tomo 8.
Edit. Artes Gráficas. Quito, 1990.

318
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

existe indiferencia por parte de las autoridades coloniales hacia los


expósitos de los estamentos medios, llegando inclusive a bloquearse
las legítimas aspiraciones de quienes habrían de ascender socialmente.
Este es el caso de don José Manuel de Salazar y Astorga, quiteño ex-
puesto primeramente a las puertas de la monja San Francisco Narcisa
de Acevedo, y por segunda vez a Francisco Vicente Salazar.
De acuerdo al expediente de 29 de julio de 1809, se menciona
que don José Manuel, el expósito que vivirá un verdadero vía crucis,
había sido bautizado en la Catedral el 9 de junio de 1787 y estudió
Filosofía y Leyes en el Colegio San Fernando. En conocimiento de lo
proclamado en la Cédula Real de 1794, y al iniciarse el proceso solicitó
a la Audiencia se le considere como expósito, con seguridad para ser
tenido como legítimo y con iguales derechos a éstos al momento de
incorporarse como abogado.
En efecto, siete años más tarde, en enero de 1816, solicita se le
incorpore como tal, sin embargo el Tribunal Superior universitario di-
lata tal pedido, hasta que en julio del mismo año Salazar vuelve a pedir
al Tribunal se le acepte rendir examen previa la obtención del soñado
título. Salazar no es aceptado para el examen, y seguramente por algu-
na afirmación que lo vinculaba a los hechos de la revolución de 1809,
requiere la presencia de varios testigos que informen que él no tuvo
nada que ver con “la desastrosa revolución de aquellos años y que
siempre ha mostrado fidelidad al rey”. Con certeza, por habérsele vin-
culado a los hechos de aquel entonces, y frente al nuevo pedido de 1817
para rendir el ineludible examen, la Universidad lo vuelve a negar.
El pleito para conseguir su ansiado objetivo llega hasta 1822,
teniendo inclusive en noviembre de ese año que escribir al Libertador
para que disponga se analice su caso. Tres años después, el 21 de
noviembre de 1825 y luego de haber padecido tantas negativas, pudo
recién incorporarse como abogado45, a pesar de constar en los archivos
que se había graduado en 181646. Debieron pasar diez años de ruegos y
pedidos para hacerse justicia.

Consideraciones finales

El análisis de los datos extraídos de los libros del Archivo Nacional


45 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 4.
46 Nómina de Abogados Graduados en la Universidad Central. S/e. Quito, 1950.

319
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

relacionados a hijos expósitos y naturales nos muestran una aparente


moderación de las cifras de abandono y naturalidad, que no correspon-
den a la realidad en la Audiencia de Quito, puesto que dichos expe-
dientes refieren únicamente a las solicitudes de amparo de aquella con-
dición, para la obtención de quintas partes de herencias y legados, ren-
tas, o aplicabilidad de igualdad de derechos de los ilegítimos frente a
los hijos legítimos, aunque esto último después de promulgada la Cé-
dula Real de 1794. Para una mejor comprensión de la realidad es nece-
sario además tener como fuentes primarias los registros de bautizos de
las diferentes parroquias de la ciudad de Quito y de otras ciudades de
la Audiencia que nos muestran un número mucho mayor de ilegítimos.
Al respecto y a manera de ejemplo podemos citar los niños bautizados
en la Catedral de Quito entre 1801 y 1810, donde la ilegitimidad corres-
ponde a un 16% de 389 niños bautizados en esta década y sólo en esta
iglesia, es decir 63 niños ilegítimos, de los cuales más de la mitad fue-
ron expósitos47. Imaginemos el número en toda la Audiencia.
Los casos analizados, en su mayoría, corresponden a hijos de
estamentos socio-económicos medios o medios altos, razón por la cual
el fundamento del reclamo del peticionario en el expediente es la ob-
tención de rentas económicas de sus casi seguros padres. Las razones
para el abandono de estos niños fundamentalmente radican en la nece-
sidad de ocultamiento de la paternidad por razones variadas, y en oca-
siones tuvieron la suerte de ser acogidos por familias pudientes o pres-
tantes sacerdotes. Este fue el caso de Mariano Joaquín Lemos, nacido
en 1764 y quien fue expuesto a las puertas de la casa del Dr. Francisco
García de Lemos, cura de Cuenca, donde recibió una de las mejores
educaciones y luego de haber sido justificada su condición de expósito
por las autoridades de la Audiencia en 179348, ocupó importantes car-
gos como Defensor y Protector de Indios, Oficial Mayor de la Ad-
ministración de Aguardientes de Cuenca, Oficial de las Cajas de la Real
Contraloría en Quito y Oficial de la Administración de Correos. Pero
por otro lado, los casos que no estaban vinculados al reclamo de heren-
cia de sus padres, nos permiten sospechar que las razones para desha-
cerse de un hijo fueron por situaciones de miseria, sobre todo en fami-
lias de blancos pobres y de mestizos, cuya situación económica no

47 Cfr. Jorge Moreno Egas. Vecinos de la Catedral de Quito bautizados entre 1801 y 1831. Offset
Ecuador. Quito, 1984.
48 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 3.

320
L O S H I J O S E X P Ó S I TO S Y N AT U R A L E S E N L A R E A L A U D I E N C I A D E Q U I TO

garantizaba la alimentación y crianza de sus hijos, viéndose en la nece-


sidad de abandonarlos a las puertas de familias con cierta solvencia
monetaria.
Por otra parte, los niños expósitos parecen haber sido, en su
mayoría, de raza blanca o blanca mestiza, pues parece muy dudoso
que las mujeres indígenas hubieran repudiado un hijo, por las caracte-
rísticas de su propia cosmovisión, puesto que dada la estrategia de su-
pervivencia indígena, las manos para el trabajo agrícola son funda-
mentales. Asimismo concordamos con la historiadora Jenny Londoño,
al considerar que es bastante improbable que mujeres indígenas o ne-
gras hubiesen expuesto a sus hijos en las casas de las familias blancas,
pues por el consecuente repudio que tradicionalmente existió a grupos
étnicamente diferentes, no hubiesen aceptado la crianza de un niño de
aquellas, salvo en calidad de sirviente o esclavo49. Si esto último ocu-
rría, el expósito era inscrito generalmente solo con el nombre de pila e
indicando a quién pertenecía; la inclusión del apellido en algunos ca-
sos, más aún si la madre era esclava de la casa que acogía al niño, podía
generar sospechas acerca de la paternidad del niño.
Desde otro enfoque y debido a la generalizada actitud de re-
chazo social frente al expósito recién nacido en la Real Audiencia de
Quito, se intentó atenuar su situación a través de otorgar su crianza y
cuidado en conventos y monasterios, cuando no eran acunados en ca-
sas particulares. El Estado intentó generar una respuesta institucional
a este crítico problema por medio de la creación de “casas de protec-
ción” para estos desamparados, cuya realidad se singulariza por el
desequilibrio en la instauración de estos centros que, por su mala dis-
tribución, la inercia en el funcionamiento de las mismas y el escaso
interés por ofrecer un apoyo más amplio, terminó por convertirlas en
ineficientes, claro está, en los territorios donde existían dichas casas de
amparo.
El interés dedicado a este problema aparece pues en mayor
medida relacionado con responsabilidades secundarias pero dotadas
de mayor relieve, tales como las obligaciones de alimentación y vestua-
rio para con el expósito, cuyos costos eran asumidos por los conventos
que recogían a los abandonados ó por dichos centros de amparo, de
donde los niños solían escapar por el maltrato recibido y por hallarse

49 Londoño, op. cit.

321
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

en lugares remotos, generando un grupo de niños y jóvenes que fácil-


mente podrían dedicarse a la delincuencia. La tarea de crianza y aten-
ción de los menores, puestos al cuidado de amas, es decir a cargo de
mujeres pobres que alimentaban a los niños a cambio de un salario por
espacio de siete años, fue un remedio momentáneo que surge de la
Cédula Real de 1794, pues pasado este tiempo los menores quedaban a
su suerte, terminando como vagabundos, viviendo de la caridad o
dedicándose al hurto para subsistir.
Finalmente, la consideración y el trato social brindado al me-
nor expósito es el reflejo del comportamiento de las autoridades insti-
tucionales en la Colonia, cuyos discursos configuraron un sistema de
valores para la comunidad de élite frente a este grupo social desprote-
gido. La actitud adoptada hacia el abandonado no se limita únicamen-
te a las muestras de rechazo, sino que encierra conductas de maltrato
al que fueron sometidos muchos niños desamparados, así como a la
explotación con características de servidumbre en expósitos mestizos
de origen humilde y a una permanente despreocupación y apatía de
varios grupos sociales frente a este grupo indefenso, sumado esto a la
ausencia de reales y efectivas iniciativas estatales para el mantenimien-
to de casas de asistencias y protección para expósitos, prácticamente
inexistentes en la Audiencia de Quito. La tardía Cédula Real de 1794
sirvió únicamente para proteger a aquellos expósitos blancos cuyo ori-
gen generalmente era conocido en círculos familiares, pero no ayudó a
mejorar la condición socioeconómica de los mestizos coloniales, cuya
categoría los estigmatizó toda su vida.

322
BIENVENIDA AL DOCTOR VLADIMIR SERRANO PEREZ
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LA ACADEMIA
NACIONAL DE HISTORIA DEL ECUADOR

Manuel de Guzmán Polanco

La historia estuvo limitada, por mucho tiempo, al relato de los grandes


sucesos y a la presentación consecuente de las virtudes, los vicios y
deficiencias de los dirigentes de los pueblos, fueran éstos guías de las
ideas en la comunidad o rectores de la vida de los hombres, por su
capacidad organizativa. Sintetizando, lo que haría la historia clásica era
presentar los modelos de excelencia o de vituperio.
El desarrollo de las ciencias positivas y de los medios de comu-
nicación han permitido en los últimos siglos, el desarrollo de la histo-
ria en apoyo de las nuevas actividades o inquietudes del ser humano,
más bien en los trajines de la vida diaria, como la atención a la natura-
leza y su influencia en la vida del hombre, o la atención a las reaccio-
nes del ser humano frente a sus congéneres y al medio en que actúan.
Esto es lo que en términos generales llamamos la Ecología, las Ciencias
Naturales y las relativas a la conducta como las psicológicas. En otras
palabras, la historia actual está, se registra, más en el entramado social,
aclarándolo, ampliándolo, asumiendo en parte la dirección de la comu-
nidad. Ya no es solamente el recuento del pasado sino además el índi-
ce del presente y por lo mismo, la luz del porvenir.
Para tal responsabilidad requiere de individuos de la más clara
formación y dotados de cualidades intelectuales y morales de altura,
solvencia y responsabilidad muy definida, pues al fin o al cabo, su la-
bor es de dirección, de guía segura, sin alarde ni encomio, pero sí de
entrega.
El cronista ha pasado a ser el analista y a consejero de la socie-
dad a que pertenece. Desde el altozano de su responsabilidad observa,
registra, ayuda a distinguir y decidir. Al examinar la Hoja de Vida de
Vladimir Serrano Pérez, se encuentran los variados y múltiples pasos
que le han llevado al altiplano de la cultura. Sus principios morales son
definidos y sus conocimientos básicos de las Ciencias Sociales le ubican
en el medio jurídico-social en el que ahora ya no sólo es un estudiante

323
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

de los postulados y doctrinas de los grandes maestros, sino también de


las realidades del mundo propio, inmediato, en el que vive y para el
que vive.
De las generalidades a la especialización. Antena móvil que
recorre el horizonte variado y sorpresivo del mundo actual, en el que
los prototipos se multiplican y reclaman soluciones para las nuevas
realidades y la afirmación de las antiguas que dieron la entraña y el
colorido a este ente tradicional y mestizo que llamamos Nación. Vla-
dimir Serrano maneja la Historia en la gama que señala el mito y la
leyenda hasta la cruda realidad que nos conmueve.
Una buena indicación de lo que ha hecho, de lo que piensa y
de lo que sugiere, es la lista de las principales publicaciones por él
logradas.
Saltando sobre el amplísimo catálogo se puede leer una impre-
sionante variedad de temas como: Ecuador Multinacional, Sociología y
Cultura; Derecho, Ecología y Sociedad; Hacia la formulación de un
Derecho Ecológico; Psicopedagogía del Desarrollo; En busca de un diá-
logo entre la conciencia occidental y la aborigen; Panorama del Dere-
cho indígena ecuatoriano; Análisis del Derecho Indígena desde el rea-
lismo jurídico en comunidades indígenas del Ecuador; La psicología
jungiana en América Latina.- Se refiere al Científico de la totalidad Carl
Gustav Yung. Y por ahí va hasta el análisis de las últimas causas con su
libro en el que habla de la Teología de la Ecología. Una teología para la
conservación de la creación en América. Y de golpe nos sorprende con
“La consecuencias sociales de la Revolución Juliana”, es decir disquisi-
ciones sobre la vida política y social del Ecuador. Apenas he tocado una
muestra de sus inquietudes culturales. Porque no solo piensa y escribe
sino que ha sido un gran realizador así en instituciones públicas como
en privadas. Por lo que, en materia de historia, es amplísimo su reco-
rrido. Desde la perspectiva general para estudiantes secundarios hasta
los procedimientos, las investigaciones, las tajantes realidades explica-
das a los universitarios. Como también las amenas relaciones históricas
de sus programas de Televisión, Radio y Prensa escrita.
Un estudio sobre la psicología de la sociedad quiteña y unos
cuantos episodios ya introducidos en la historia de la misma, es lo que
Vladimir Serrano Pérez nos presenta en esta tarde como tema de su in-
corporación a la Academia Nacional de Historia, que lleva el título “El
imaginario en la historia de Quito–Sentido de las leyendas y tradiciones”.

324
BIE NV E N I DA A L D O CTO R V L AD I M I R SER R AN O

Para nosotros la “Historia del Reino de Quito en la América


Meridional” escrita por el Presbítero Don Juan de Velasco, nativo del
mismo Reino en 1789, es la obra primera y fundamental que encuadra
lo que fue y lo que vino a ser la República del Ecuador. Tres tomos en
los que describe la Historia: Natural, la Historia Antigua y la Historia
Moderna, respectivamente, de esta parcela que entonces formaba parte
del Imperio Español, el más grande de entonces. La publicación que se
hizo en la primera mitad del siglo XIX en Quito, despertó inmediata-
mente los comentarios adversos, de carácter político y hasta ideológico
en varias partes de América, sobre todo de los vecinos, y en el propio
Ecuador.
Qué es eso de “Reino de Quito”, dijeron, qué es eso de territo-
rio amazónico, o marítimo o cordillerano. Sólo son inventos del jesuita
amargado por su extrañamiento en Faenza y la destrucción de la mo-
numental obra de esos misioneros a los que les quitó bienes, hogar y
poder, el ilustrado, más bien dicho, resentido Rey Carlos III. Ese rio-
bambeño no es sino un inventor de cuentos, basado en falsedades tra-
dicionales o fraguadas por él mismo. Pero la crítica amargada tuvo que
callarse ante otras opiniones lo cual ayudó a admirar la verdadera his-
toria. Y sigue el denuesto aún en nuestros días. Cierto que es ya muy
tenue la enquina contra el admirable patriota y su país. Recordemos
que la discusión copó la actividad de uno de los más calificados y pre-
parados historiadores nuestros, uno de los alumnos de Federico Gon-
zález Suárez y uno de los fundadores de nuestra Academia, el gran
quiteño Jacinto Jijón y Caamaño.
Los primeros números del Boletín de la Academia, que él diri-
gía y financiaba, están ocupados en una radical oposición de Don Ja-
cinto al sistema de historia verbal que, transmitida por tradición de
generaciones, luego aparecieron impresas, dando la impresión de que
eran verdades creadas por Velasco. Es que como las parcialidades o
nacionalidades indígenas no tenían escritura, no existían documentos
originarios de la historia de esos pueblos. Es más, como lo dijo en su
discurso de ingreso a la Academia el gran científico Dr. Eduardo Es-
trella, el Padre Velasco “lo que quiso es reconstruir la historia de un
pueblo, sobre la base de sus tradiciones, este fue su objetivo, tal como
lo declara abiertamente” (Boletín de la ANH año 1997, páginas 303 a
318). Años después, con la experiencia de los años, el señor Jijón cam-
bió su drástica opinión personal y contribuyó a rescatar el valor histó-
rico de la obra de Juan de Velasco.

325
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Prácticamente no hay historia de país alguno que no tenga una


parte imaginaria. Al acaso preguntamos, cuál es la base fundamental
de la historia del gran pueblo germano cuando trata de los Nibelungos.
O del real orígen de nuestros Incas. Oigamos al propio Juan de Velasco
en su artículo sobre la “Segunda época del Reyno de Quito, conquistado por
Caran Shyri. La nación extranjera, llamada Cara por su principal cabeza
Caran, el cual se intitulaba Schyri o Señor de todos, fue siempre insubsisten-
te, hasta no establecerse en el Reyno de Quito. De dónde, por qué motivo, o con
qué circunstancia hubiera pasado por mar a la costa americana, lo tengo dicho
según las conjeturas más bien fundadas, en el libro 4, capítulo 5 de la Historia
Natural” (Página 88 del Tomo II de la Historia del Reino de Quito de
Juan de Velasco. Edición Casa de la Cultura Ecuatoriana 1996—Quito).
Los grandes historiadores que vinieron después del Padre Ve-
lasco, como González Suárez, Pedro Fermín Cevallos, Luis Robalino
Dávila, Alfredo Pareja Diez Canseco, Jorge Luna Yépez, Jorge Salvador
Lara, tuvieron que partir del imaginario prehistórico y atenerse a otras
normas de la ciencia histórica para poder construir el edificio de la
nacionalidad con los componentes de los hechos cumplidos. Una esce-
na similar vino a ser igual para todos los países jóvenes con anteceden-
tes milenarios, como los hispanoamericanos. El mito hizo su papel y
seguirá haciéndolo, como componente de la historia verificable.
El historiador Serrano ha elegido para su estudio ciertas leyen-
das quiteñas que ilustran la tendencia del imaginario histórico quiteño;
en que la “psique colectiva” una de ellas el caso de Eloy Alfaro hecho
histórico que ha llegado a ser transformado, quizás finalmente, en el
mito polìtico que se puede ver en pinturas, estatuas, restos corporales,
frases grabadas, armas y edificios públicos de dimensiones y estructu-
ras revolucionarias, en lo que se llama Montecristi.
Otro hecho, que conmovió la sensibilidad hasta de Simón Bolí-
var, fue la presencia heroica del “héroe niño” Abdón Calderón Garai-
coa, en la batalla de Pichincha; figura magnífica de la entrega total de la
juventud en las duras horas de lucha por la independencia, para defen-
der el hecho egregio del Diez de Agosto. Las caídas, las heridas, las pro-
clamas, la bandera y la espada, acumuladas por los relatos patrióticos
de muchos crearon un relato, ésto es un mito, que tiene sus manifesta-
ciones en estatuas, monumentos, instantes dramáticos y gloriosos.
Nos lleva el Dr. Serrano a la identificación de las personalida-
des e instituciones mundiales que han estudiado e institucionalizado la

326
BIE NV E N I DA A L D O CTO R V L AD I M I R SER R AN O

figura del Mito como parte de la historia de la humanidad. Entre los


muchos nombres o descripciones señalaremos tres de los que él forma
parte: el Instituto Latinoamericano de Ciencias Sociales ILADES, el
Centro Superior de Sabiduría Ancestral Jatun Yachay Huasi y la Fun-
dación Carl Gustav Yung. Lo que puede explicarnos en parte la nove-
dad y profundidad de su obra denominada “Historia de los Movi-
mientos Sociales”.
Con suficiente claridad el doctor Serrano califica a las Leyen-
das como descripciones “que tienen que ver con héroes o seres huma-
nos comunes, que viven episodios extraordinarios”. Un muy buen
ejemplo es del “Cristo de la Agonía” narrado por el gran peruano
Ricardo Palma que vivió exiliado durante unos años en Ecuador. Creo
que todos hemos oído de aquel óleo de Miguel de Santiago que era la
imagen de uno de sus alumnos al que colgó en la cruz y lo mató logran-
do la imagen de la angustia infinita del martirio y la muerte.
Otra leyenda famosa estudiada por Serrano es la de Cantuña,
el indio que entregó su alma al diablo por cumplir una promesa de tra-
bajo y dotar de belleza al antepecho de la Iglesia de San Francisco en
Quito.
De historietas populares como éstas, Vladimir Serrano extrae
sabiamente sus conclusiones para descubrir los derroteros de la cultu-
ra popular de la época y otras superiores deducciones que forman ya
parte de la sociología ecuatoriana. El doctor Serrano hace un buen
recuento de los ecuatorianos que han rellenado con sus Tradiciones la
historia nacional y empieza por Don Cristóbal de Gangotena y Jijón,
uno de los fundadores de nuestra Academia, que alegró a dos genera-
ciones con su sabrosa obra “Al margen de la historia” y que continúa
alegrándonos con sus cuentos de pícaros frailes y caballeros de antaño.
Eso era hacen 100 años. Pero ya en 1898 un colombiano, residente en
Quito, había escrito la primera de 50 tradiciones históricas del ambien-
te bolivariano que se publicó primero en “El Diario” de Montevideo el
23 de julio de 1899 y luego en el muy valioso repertorio quiteño “La
ilustración ecuatoriana”, el 1º. de febrero de 1910, importante Revista
en la que había ya escrito desde sus primeros números, en 1909, varias
otras tradiciones. El autor se llamaba Rafael María de Guzmán España,
mi abuelo, del que Vladimir no se ocupa, para que yo hablara de él y
con mucho gusto, pues su labor metódica fue amplia y le llevó a cubrir
el espacio consabido en El Comercio de Quito hasta julio de 1929, el

327
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

mismo día en que murió. La primera de sus Leyendas se tituló “Con


cuchara” regocijante aventura doméstica entre Barbacoas y Quito del
General Maza, uno de los más duros militares del ejército libertador.
El 22 de julio de 1929, al medio día estuve a visitar a mi abue-
lo en su lecho de dolor; tomándome la mano me preguntó si había sali-
do en El Comercio de ese día su Leyenda quiteña. “Qué fue del muer-
to y de su amada, qué se hicieron”. Le dije que ahí estaba para enseñár-
sela. “Gracias hijito, Dios te bendiga” me dijo ya tembloroso. Dos horas
más tarde falleció.
Don Rafael pertenecía a esa generación numerosa de ciudada-
nos que cuando Ecuador se independizó de la Gran Colombia en 1830
tuvieron que cambiar de nacionalidad. En su caso, su hermano mayor,
Ramón, era ecuatoriano y Rafael colombiano. El resto de la familia así
mismo repartida entre Ibarra, Pasto y Popayán. Ramón fue luego y por
años, el representante diplomático permanente del Ecuador en el Perú,
con el cargo de Cónsul General, recomendado especialmente por Vi-
cente Rocafuerte, hasta que murió cerca de Lima, mientras cumplía
funciones de inspección de los bienes ecuatorianos en todo el norte del
actual Perú y de los territorios que se hallaban en discusión con el
Ecuador en todo lo que era el amplio y rico territorio de Jaén.
Rafael de Guzmán vino con grados doctorales en las Univer-
sidades de Popayán y Bogotá y en Quito obtuvo el título de Abogado
de los Tribunales del Ecuador y Doctor en Jurisprudencia en la Uni-
versidad Central. Casado con la quiteña Dolores Echerri Salvador, mi
abuela, tuvo una hija llamada Rosario que casó con el sociólogo Jesús
Vaquero Dávila y Manuel, mi padre, que casó con la que fue mi adora-
da madre, María Esther Polanco Landázuri. Rafael María pasó pues la
mayor parte de su vida en el Ecuador, en donde como Abogado fue
especializado en Derecho y sobre todo en leyes militares. En el Poder
Judicial fue Alcalde y Fiscal. Empresario de transportes y agricultor.
Escritor y especialmente tradicionalista, durante más de 30 años. En
1992 el Municipio de Quito publicó el Primer Tomo de sus “Leyendas
Históricas” y el Segundo lo publicó en 1998 la Sociedad de Amigos de
la Genealogía. Nuestro historiador Alfrede Pareja y Diez Canseco que
hizo una encomiástica introducción al primer tomo, recordó que este
“casi olvidado tradicionalista, había escrito con certero dominio de la
lengua tan hermosas historias tradicionales”. Muy encomiados fueron
en su época y ya vemos que después, también, esas variadas tradicio-

328
BIE NV E N I DA A L D O CTO R V L AD I M I R SER R AN O

nes referidas al ámbito bolivariano, en su mayoría al Ecuador, pero


descuidadas después porque procedían de alguien que no nació ecua-
toriano y debía catalogarse como producción extranjera, como lo anotó
con acierto el Académico ecuatoriano alto especialista en materia cul-
tural Dr. Hernán Rodríguez Castelo.
Bienvenido pues, doctor Vladimir Serrano Pérez al seno de la
Academia Nacional de Historia. Entra Ud. con su inconmensurable ba-
gaje de conocimientos y producción histórica, que enriquece y aprecia
esta Corporación. Su influencia en el desarrollo de las labores de esta
centenaria institución será decisiva para que trajinemos con paso firme
y por nuevos derroteros al servicio de los intereses íntimos y definiti-
vos de la nacionalidad ecuatoriana. La elección hecha por ti para que te
presente académicamente, me enorgullece querido amigo Vladimir y
me da la satisfacción de haber contribuido en esta forma a enriquecer
de veras a nuestra gloriosa institución, en donde has dado el primer
paso siendo desde este instante Miembro Correspondiente, como lo
acreditan este Diploma y la Medalla en que luce la figura del gran
Federico González Suárez y que me place poner en tus manos y en tu
pecho.

Quito, Abril 30 de 2009

329
EL IMAGINARIO EN LA HISTORIA DE QUITO:
SENTIDO DE LAS LEYENDAS Y TRADICIONES*

Vladimir Serrano Pérez

Introducción

“Esta colección de leyendas de pícaros, frailes y caballeros de antaño,


que te ofrezco, lector, no tiene otra pretensión que la de divertirte un
rato. Son cuentos tradicionales de tu tierra, están escritos al margen de
la historia”. De esta manera introdujo Cristóbal de Gangotena y Jijón
su libro de leyendas quiteñas en época, en que los estudios históricos,
habían adquirido gran rigor científico y que por lo mismo hechos y
documentos eran mirados con gran objetividad, puesto que la excelen-
te institución que nos acoge, había sido fundada con catorce años de
anterioridad.
“Al margen de la historia”, por lo mismo definía un universo
de libertad imaginativa que no se proponía llegar con acierto a los
acontecimientos verificables sino permitir que la facultad imaginativa
o fabuladora del psiquismo humano, como la denominó el filósofo
vitalista francés Henri Bergson, pudiera desarrollarse a plenitud, al
mismo tiempo que la realidad, es decir los hechos objetivos, demostra-
bles a través de una metodología y de fuentes fidedignas, constituye-
ran las bases para escribir la historia propiamente dicha.
La separación entre el mito y la historia, como formas de esta-
blecer el origen de los seres humanos y su cultura, se produjo en el
siglo VI anterior a la era cristiana, cuando según Jean Gebser, una
nueva forma de conocimiento apareció en diversos pueblos de la anti-
güedad, que este autor denomina la conciencia mental; la que se carac-
teriza por poseer la percepción de las tres dimensiones y la capacidad
reflexiva que le permitió al hombre como especie diferenciarse clara-
mente de su entorno. Entonces fue Tucídides en Grecia dijo que, para
ver claro los acontecimientos pasados y los venideros se observaran

* Discurso de incorporación a la Academia Nacional de Historia del Ecuador, como Miembro


Correspondiente. Abril 30 de 2009. Sede de la ANH. Quito.

330
E L I M AG I N A R I O E N L A H I S TO R I A DE QU I TO

sus similitudes y analogías. Esto pensaba Tucídides, cuando Heródoto,


al historiar las guerras médicas, únicamente las relató, creyendo que
las mismas todavía estaban determinadas por los dioses, manteniéndo-
se el padre de la historia aún en la mentalidad mítica, porque no se
debe olvidar que la palabra mito, significa precisamente relato.
Muchos siglos debieron pasar, para que la historia adquiriera
auténticos métodos racionales de investigación, lo que solo ocurrió,
cuando se estructuró el paradigma científico racionalista-reductivo que
aún orienta las ciencias de nuestros días y cuyos mentores fueron Ni-
colás Copérnico, René Descartes e Isaac Newton, quienes trazaron los
caminos para la posterior llegada de la Ilustración y sobre todo del
Positivismo que marcaría las investigaciones históricas modernas, las
que por principio excluyen especulaciones que no sean demostrables.
Con esto adquiere mucho sentido aquello de “al margen de la historia”.
Pero ese margen, más bien ha constituido un paralelismo, ya que por
efecto de compensación psico-cultural a la reducción del racionalismo,
con más rapidez ha llegado, el mito, la leyenda y la anécdota al gené-
rico de las personas, que los escritos históricos. Si bien hay que tomar
en cuenta también al hecho de que solamente en los últimos dos siglos
la escritura se ha extendido de manera masiva y por lo tanto los libros
u otros medios de comunicación, influyen determinantemente en las
masas.
La función fabuladora de la psique colectiva ha sido verifica-
ble modernamente con la llamada psicología del rumor, la que de-
muestra la alteración que puede sufrir un relato verbal, cuando es tras-
mitido de persona a persona en secreto, es decir sin que pueda ser escu-
chado por terceros. Para demostrar esta hipótesis se puede realizar este
experimento hasta con cinco personas, hablándole al oído a la primera
y haciendo que ésta continúe el procedimiento, con la segunda y así
sucesivamente hasta llegar a la quinta, cuando el último recibe el men-
saje hasta él ha llegado con gran alteración del contenido original. Fe-
nómeno que también ocurre en la transmisión de las tradiciones de
relato, aunque no en el caso de los ritos, donde la repetición genera
hábito y por lo mismo, suelen ser bastante cercanos a lo original, auque
no se hallen obviamente escritos.
Las mencionadas actitudes míticas que conllevan alteración
del sentido histórico de realidad, son verificables en nuestro propio
país. Así acontecimientos ocurridos hace ciento noventa y siete años el

331
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

uno y ciento ochenta y siete años el otro, como fueron los casos de las
muertes heroicas de Jorge Landáburo y Abdón Calderón, son eviden-
cias de esas alteraciones pues se observa la sincretización de los dos
acontecimientos, es decir que se han juntado elementos de las dos ver-
siones, conllevando el surgimiento de una tercera. Jorge Landáburo, de
lo que se sabe sobre la vida de él, fue un personaje, que actuó en el perí-
odo de la Revolución de Quito e intentó la toma del cuartel Real de Li-
ma o de los Pardos el 2 de agosto de 1810, fracasando en el intento; vol-
viéndosele a encontrar en diciembre de 1812, según versión de Manuel
María Borrero, sosteniendo la bandera patriota en la batalla de Yaguar-
cocha, en momentos en que la suerte de las armas estaba echada y ven-
cían las tropas de Juan de Sámano. Entonces Landáburo en gesto heroi-
co y cubierto con la bandera, se lanza contra los realistas, los cuales le
reciben con puñales, muriendo en el acto.
Abdón Calderón, hijo de Francisco Calderón, fusilado por Sá-
mano en 1812, se alistó en las huestes del general Antonio José de Su-
cre, combatió en Yaguachi y se encontró en la batalla del Pichincha en
la tercera compañía del batallón también denominado Yaguachi. Según
destacan algunos historiadores, al inicio de la batalla, fue herido en su
brazo derecho, lo que le obligó a tomar la espada con la mano izquier-
da; como recibió otro balazo, la espada fue recogida por un sargento y
colocada en su vaina en la cintura de Calderón; quien con imperturba-
ble serenidad y el brazo fracturado colgado de un pañuelo al cuello,
continuó avanzando más y más enardecido a la cabeza de su compa-
ñía, hasta recibir una tercera herida en la pierna izquierda en los preci-
sos momentos en que la batalla cambió de escenario al Panecillo. Su
entusiasmo continuó y una cuarta bala lo arrojó a tierra, fracturándole
el hueso de la pierna derecha. Lo que demuestra que las heridas se
produjeron, pero que nunca cargó una bandera e incluso la espada por
circunstancias físicas, una vez inutilizados los brazos, nunca más salió
de su vaina.
Al parecer los dos acontecimientos se unieron; gracias a la fun-
ción fabuladora, o mítica de la psique colectiva. Observándose en todo
caso que como la acción guerrera triunfal se dio en Pichincha y que por
el contrario Yaguarcocha fue el escenario de la derrota los dos hechos
se fusionaron en favor de Calderón, a tal extremo que muchas pinturas
con propósitos cívicos, presentan al así llamado “héroe niño” portando
una bandera; lo cual a pesar de no haber sido cierto, infundió en niños

332
E L I M AG I N A R I O E N L A H I S TO R I A DE QU I TO

y adultos de varias generaciones de ecuatorianos, una particular vene-


ración a la heroicidad de Calderón, que según las versiones más extre-
mas de este mito, una vez inutilizadas sus cuatro extremidades aún lle-
vó la bandera en la boca.
Con el ejemplo propuesto se concluye el como la historia se
puede convertir en mito, siendo necesario intentar la comprensión de
existencia de este fenómeno en época en que el racionalismo aparente-
mente lo había eliminado surgiendo algunas respuestas a los interro-
gantes, que parten de las necesidades que los colectivos tienen de
adaptarse a nuevas circunstancias vitales, así como también de la emer-
gencia de expresar una nueva identidad, siendo entonces que habrían
surgido estos relatos, con el fin de dar raíces heroicas a las nuevas enti-
dades nacionales. Lo cual si bien tiene un alto grado de positividad,
igualmente puede desatar emociones destructivas de xenofobia o peli-
grosas inflaciones etnocéntricas. En ese mismo contexto se pudo com-
probar que en la política del siglo XX y aún en la de nuestros días, no
ha cesado el culto por los difuntos. El 15 de noviembre del 2007 el go-
bierno que rige en la actualidad al país, efectuó rituales cívicos en ho-
menaje a Eloy Alfaro a quien se le considera uno de sus inspiradores
ideológicos. Parte de sus cenizas fueron trasladadas desde Guayaquil a
Montecristi, cumpliendo su voluntad de reposar en ambos lugares. Sin
embargo la coyuntura de inaugurar una Asamblea Constituyente con
una clara determinación doctrinaria, llevó a realizar una exaltación
mítica del personaje, con lo cual se borra su dimensión humana de vir-
tudes y defectos, que se expresaron durante sus gobiernos y se lo con-
sagra como el héroe salvador, que además vuelve simbólicamente des-
de más allá de la muerte, para presidir una nueva transformación polí-
tica. Por cierto que bajo las mismas o más altas condiciones de culto
mítico, se ha tratado a la figura del libertador Simón Bolívar, atribuyen-
do traición y criminalidad a sus detractores, mientras que en él solo se
exaltan sus grandes cualidades.
Si esto ha ocurrido en Hispanoamérica en Europa ha sido una
constante a lo largo de los tiempos. El profesor de Historia de la Cul-
tura de la Universidad Humboldt de Berlín Olaf B. Rader, en su libro
“Tumba y Poder” (Rader, 2006), demuestra con varios casos esta aso-
ciación de la muerte, la mitología y la política, en los que se encuentra
desde monarquías absolutas hasta la Unión Soviética, en cuanto a la
exaltación de sus jefes de Estado y el deseo de eternizarlos a través de

333
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

la momificación. Cuando murió Lenin el 21 de enero de 1924, en su


homenaje, no solo que se cambió la denominación de la antigua ciudad
de Petrogrado a Leningrado, sino que todo un síndrome de deificación
se manifestó. La vida privada de Lenin se convirtió en un asunto de
Estado. Las biografías de carácter hagiográfico (término utilizado para
referirse a la vida de los santos en la iglesia cristiana), difundieron fá-
bulas y leyendas; Lenin como campesino u obrero, como amigo de los
niños y de los animales, siempre actuando por el bienestar de las per-
sonas. Surgieron las fotografías de Lenin colocadas en las fachadas de
los edificios públicos. Un retrato vivo hecho de plantas decoró un par-
que de Moscú. El cerebro del revolucionario fue extraído del cadáver
y dividido en treinta mil preparados. Un equipo de científicos se pasó
décadas buscando la sustancia de un genio en las partículas cerebrales
colocadas en plaquitas de cristal. La orden oficial decía como justifica-
ción que el cerebro de Lenin evidenciaba ya un estadio superior de la
evolución humana. Rader insiste que la hora de la muerte del hombre
Lenin fue pues, al mismo tiempo la hora del nacimiento del dios Lenin.
Con todo esto se esperaba que el cuerpo momificado del fundador del
Estado Soviético, ejerciera un efecto parecido al culto de los santos en
el cristianismo. Stalin dijo: “que Lenin era un lider de tipo superior, un
águila de las montañas….de nuestro partido”, a pesar de que Lenin
había advertido sobre la peligrosidad de Stalin en su testamento políti-
co. Una vez consumada la perestroika, el culto a la personalidad acabó,
poniendo en apuros al gobierno de la República Federativa de Rusia,
que debía financiar, el caro mantenimiento de la momia de Lenin.
Se podría decir que ha sido característica de los gobiernos tota-
litarios, la exaltación mítica, a pesar de que los marxistas profesaban un
ultra racionalismo; y si el fenómeno se manifestó así en ellos, mucho
más agudo, se lo encontró en el régimen nazi. Los SS con sus cascos de
hierro evocaban a los caballeros teutones y cuando murió el mariscal
Paul von Hindenburg, presidente de la republica del Weimar, Hitler,
ordenó míticas ceremonias para el vencedor de Tannenberg. Los fune-
rales fueron nocturnos, organizados por Joseph Goebbels, el talento
propagandístico nazi, parte del espectáculo estaba destinado a trasla-
dar las acciones heroicas de Hindenburg a Hitler y este en su discurso
dijo: “Difunto general entra ahora en el Walhalla”, que era el antiguo
reino de los muertos y el lugar de residencia de los guerreros caídos en
la mitología germánica. El mausoleo construido para Hindeburg en

334
E L I M AG I N A R I O E N L A H I S TO R I A DE QU I TO

Tanneberg, fue majestuoso, aunque terminó siendo destruido por las


propias tropas alemanas en retirada. Como se podrá observar la fuerza
misteriosa de la muerte, constituye todavía otro de los acicates, para
que el pensamiento mítico vuelva a expresarse.
Pero todavía más asombro causa el saber que Hitler, una vez
que entró en Viena el 10 de mayo de 1938, apenas le fue posible, se diri-
gió a la Hobfurg (palacio imperial), hasta el recinto donde se guarda la
Santa Lanza, es decir el venablo que según relatan tanto los evangelios
como la tradición fue clavado en el costado de Cristo, por Longinos y
que por lo mismo se habría constituido en el eje del mundo (axis mun-
di) y que quien lo tuviera controlaría al planeta. Hitler lo creía a pie jun-
tillas, por tanto hizo trasladar la lanza hasta Baviera donde se constru-
yó un bunker inexpugnable bajo dos kilómetros de profundidad, hasta
cuando los americanos dominaron el sur de Alemania, penetraron al
escondite y tuvieron la reliquia en su poder por unas horas, devolvién-
dola luego a su lugar de origen. La creencia en los poderes de la Santa
Lanza se encuentra en la leyenda de Parzival de Wolfram von Eschen-
bach, escrita en el siglo XIII.
Con lo cual se vuelve a ratificar que las ideologías no están
exentas del mito, el que se expresa a pesar del revestimiento de racio-
nalidad que un proyecto pueda contener y todavía más cuando los mo-
vimientos políticos se presentan con la fuerza emocional del naciona-
lismo, el etnocentrismo o la reivindicación social.

EL IMAGINARIO

Los hechos históricos mencionados, en los que se ha descrito la


indudable vigencia del mito, producido por esta facultad humana que
es la imaginación; finalmente no podía ser menospreciada por la cien-
cia y si bien las corrientes científicas oficiales la han visto desde un
ámbito reductivo; personalidades que anduvieron a caballo entre el
pensamiento científico lineal, lógico y reflexivo y la imaginación crea-
dora, como los casos de Gastón Bachelard y Henri Corbin, así como de
los varios participantes de las reuniones del grupo Eranos en Ascona
Suiza, entre 1933 y 1988 han estructurado una concepción para este
fenómeno, denominándolo imaginario. Que comprende el estudio de
las imágenes, símbolos y mitos impresos en todo tipo de soportes de
expresión como por ejemplo el lenguaje verbal, la imagen pictórica, fíl-
mica e incluso musical.

335
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

El imaginario pues remite al mundo simbólico de la creativi-


dad humana el cual es anterior a la razón y también post-racional,
puesto que incluye desde las pinturas rupestres en las grutas prehistó-
ricas hasta las películas fantásticas de nuestros días, pasando por las
religiones y las ideologías políticas. Con lo cual se demuestra que la
producción de símbolos es una necesidad del psiquismo y que por lo
tanto estudiar el imaginario es investigar el sentido de la existencia del
hombre en la tierra.
La comprensión del imaginario, hace tomar conciencia de la unicidad
del fenómeno humano, el hombre como especie evidentemente, no es
el mismo en todas las latitudes, sus diferencias se hallan en el orden
cultural y se han determinado también por las condiciones ecológicas;
sin embargo todos tienen actitud para el pensamiento simbólico, lo que
determina que no existan unas sociedades superiores en relación a
otras, puesto que la manifestación imaginativa es rica en todas las lati-
tudes y por lo mismo cualquier forma de discriminación no tiene nin-
gún asidero.
Dos notables científicos: el psiquiatra Carl Gustav Jung (1875 -
1961) y el historiador de las religiones Mircea Eliade (1907- 1986), lle-
garon por separado a la concepción de arquetipo (que proviene del
griego arje, inicio, fundamento y tipo huella, es decir arquetipo signifi-
ca huella de origen), describiéndolo, como imágenes arcaicas, que se
mantienen en el psiquismo humano y que son la causa, para la creación
de mitos, leyendas, literatura e incluso de la propia ciencia, expresán-
dose tanto en las actitudes creativas como en las destructivas. En ese
sentido la base del imaginario estaría conectada con los arquetipos, los
que pueden ser detectados, por los llamados motivos o modelos arque-
típicos, esto es temas que se repiten en los mitos, historias y leyendas,
aunque los escenarios y personajes sean distintos.
La biología, así como otras ciencias de la vida y de la cultura,
que se han fundamentado en sus paradigmas reductivos, pensaron que
la dinámica vital, se encontraba relacionada únicamente con los instin-
tos, impulsos interiores y compulsivos, que obligan a un determinado
tipo de comportamiento, destinado a proteger la vida. Los arquetipos
manteniendo las mismas finalidades instintivas, tendrían en cambio la
presencia permanente de una imagen, por si misma y no como un puro
producto de un deseo. Siendo así se infiere que las construcciones efec-
tuadas por la imaginación, ya sean de naturaleza normal o incluso pa-

336
E L I M AG I N A R I O E N L A H I S TO R I A DE QU I TO

tológica, tendrían una base arquetipal, la cual sería la matriz de la cul-


tura. Por lo tanto la forja de mitos o leyendas a su vez, es la forma pri-
mordial en que se expresa la cultura. A un mayor imaginario se pose-
erá una cultura más rica.
En los últimos cincuenta años la urgente necesidad de empren-
der de manera sistemática el estudio de la imaginación y sus diversas
formas, llevó a Gilbert Durand, a fundar el Centro de Investigación
sobre lo Imaginario en 1966. Durand perteneció a la resistencia france-
sa en la ocupación nazi y estuvo en contacto, con las otras corrientes
del pensamiento contemporáneo, que habían encontrado que el para-
digma mecanicista reductivo era insuficiente para enfrentar la enorme
tarea de conocer al ser humano en su totalidad. Por lo mismo intentó
sacudir la rutina de las universidades francesas, aportando nuevos
enfoques, que aparecerían a partir de ampliar la visión característica
del positivismo, precisamente a través de la imaginación, a la cual se le
asignó la tarea de llevar adelante una síntesis de saberes, posibilitando
el aparecimiento de un nuevo espíritu antropológico. Para lo cual pro-
puso el estudio de las estructuras y el funcionamiento de lo imagina-
rio, teniendo como antecedente los trabajos de Sigmund Freud, Carl
Gustav Jung, Ernest Cassirer, Gastón Bachelard, Mircea Eliade, Geor-
ges Dumézil, Claude Lévi-Strauss y Max Weber. Desde entonces se han
producido múltiples investigaciones y publicaciones en esta línea, que
permiten emprender lo que el propio Durand llamó el mitoanánlisis, es
decir la comprensión racional amplificatoria del mito, con lo cual se
abre una nueva puerta para la propia historia
Con estas bases es posible adentrarse en la comprensión del
imaginario en la historia de Quito, para lo cual como resulta obvio que
nuestra materia prima será las leyendas y tradiciones.

EL IMAGINARIO EN LA HISTORIA DE QUITO

Los europeos para fines del siglo XV, estaban orientados por
una conciencia mental racional, en cambio, que los indígenas mantení-
an formas del conocimiento mágico mítico, lo que fue una de las cau-
sas para su sometimiento. Sin embargo de lo dicho, una vez fuera de su
ámbito, los españoles al encontrarse en un mundo exótico, revivieron
muchos de los mitos antiguos de la cultura occidental, como el del
paraíso perdido o la fuente de la eterna juventud, a lo cual agregaron

337
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

la búsqueda del dorado que impulsó tantas aventuras trágicas. El con-


tacto con informantes, permitió a los cronistas, enterarse de historias
pasadas, las que por supuesto se hallaban impregnadas de mitos y for-
mas culturales, para cuya comprensión no se encontraban preparados
y por lo mismo forjaron desde un principio los sincretismos, y esto
especialmente los misioneros deseosos de que fuera admitida la nueva
religión que ellos traían.
En lo que se refiere a Quito sus mitos, pasaron igualmente por
el cernidero de la civilización occidental y por lo mismo fueron some-
tidos a diversas interpretaciones, que permitieran a la mentalidad his-
pana tener un acercamiento de la mitología local. Monseñor Silvio Luis
Haro y después de él otros autores entre los que habría que mencionar
a Alfredo Costales y Piedad Peñaherrera, han recogido algunos de es-
tos mitos. En el caso de Silvio Luis Haro, su libro publicado en 1980,
titulado “Los mitos y cultos del Reino de Quito”, expone las diversas
narraciones mitológicas que recogieron los cronistas de la conquista e
historiadores posteriores, como el padre Juan de Velasco y Federico
González Suárez. Constituyéndose esto, desde la perspectiva del pre-
sente trabajo los primeros intentos de acercamiento al imaginario indí-
gena. Observándose de paso la enorme dificultad que involucró la
diferenciación del mito de hechos históricos demostrables, lo que dará
con el tiempo lugar a la gran controversia suscitada por la historia del
padre Juan de Velasco, a quien el país le debe mucho puesto que más
allá, de los obvios cuestionamientos que se pueden hacer a su obra, su
labor fue la demostración de la conciencia de identidad nacional que
surgía en los criollos del siglo XVIII.
Pero volviendo a nuestra tarea específica de investigar en las
leyendas quiteñas, podemos formular la hipótesis de que los mitos tie-
nen que ver con la etapa previa a la llegada de los hispanos y que las
leyendas, en cambio aparecen bajo su dominación. Pues aunque con
riesgo de inexactitud, los mitos narran sobre las existencias de los dio-
ses, las leyendas tienen más bien que ver con héroes, o con seres huma-
nos comunes, que viven episodios extraordinarios.
Tanto los mitos como las leyendas, durante el siglo de la Ilus-
tración, no fueron objeto de mayor interés de la literatura, o la filosofía,
que prefirieron las especulaciones racionalistas; en cambio con la llega-
da del Romanticismo, que puso gran énfasis en el sentimiento y la ima-
ginación, la literatura se decantó por un retorno y valoración de las cre-

338
E L I M AG I N A R I O E N L A H I S TO R I A DE QU I TO

aciones colectivas, dedicándose algunos literatos a la recolección de


cuentos y leyendas. Así cabe recordar que Víctor Hugo llamó a una de
sus poesías épicas “La leyenda de los siglos”, en la que narra algunos
de los hechos históricos precisamente con énfasis en lo heroico, conti-
nuando la tradición medieval, donde surgieron, múltiples narraciones
sobre todo alrededor de la vida de los santos que alcanzaron su cum-
bre en la “Leyenda de Oro” de Giacomo de Vorágine. Igualmente en
España, se hizo ver un romanticismo que apreció también las leyendas,
como fue el caso de Gustavo Adolfo Bécquer, que recogió narraciones
que corrieron por los siglos, algunas incluso desde la Edad Media y
que exhiben motivos mito-poéticos algunos de los cuales tuvieron su
origen con la Edad Media y que se refieren a promesas hechas en rela-
ción a la vida de ultratumba, mujeres fascinantes que pierden a los
hombres y hasta las supuestas maldades de los judíos que sacrificaban
a niños cristianos, dando con esto modelos, para las leyendas que apa-
recieron posteriormente en Hispanoamérica.
Producida la Independencia al Ecuador también llegaría el Ro-
manticismo y tuvo excelentes representantes como Juan León Mera y
Juan Montalvo. El primero entre muchísimas otras obras recogió los
“Cantares del pueblo ecuatoriano”, magnífico libro, pues constituye la
expresión del alma mestiza, donde se han combinado como bien dijo
Issac J. Barrera, “el alma del aborigen y el aliento del conquistador”,
dando lugar a que las diversas emociones y sentimientos se expresen
en un lenguaje popular, pues como bien expresaba el propio Mera el
pueblo es poeta, pero si se pregunta quien pulsa la lira no se podrá con-
testar, con lo cual se entiende el rescate que el autor hizo de la entraña
popular, haciendo honor de esta manera a su tendencia romántica.
Igualmente Juan Montalvo no dejó de manifestar en sus obras el amor
a la naturaleza y el paisaje, que igualmente caracterizaron a la tenden-
cia romántica.
El peruano Ricardo Palma (1833-1919), comprometió también
su espíritu creativo con las tradiciones peruanas, por cierto igualmen-
te, dentro del espíritu del Romanticismo, aunque lo suyo podría tam-
bién llamarse una historia poetizada, la que al igual que “Los cantares
del pueblo ecuatoriano” de Juan León Mera, contiene dichos comunes
y peruanismos. Comenzó a publicarlas en diversos periódicos y las
convirtió en serie en 1872, para luego fundirlas en lo que serían sus tres
tomos de tradiciones peruanas, entre las que incluyó una en relación a

339
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Quito, “El Cristo de la agonía”, referente al notable pintor Miguel de


Santiago y la muerte a propósito de uno de sus jóvenes discípulos, con
el objeto de captar en la forma más realista la expresión de agonía, lo
que obviamente se convirtió en un crimen y en una terrible paradoja en
que una obra pía tuviera semejante origen. Ricardo Palma apreció de
manera especial al Ecuador, porque como perseguido político vivió un
destierro en Guayaquil, en donde fue fraternalmente recibido. Sus tra-
diciones se convirtieron en un referente importante en nuestro país y
muchas de ellas se fundieron de nuevo en la gran corriente del imagi-
nario popular, apareciendo en nuevas recopilaciones.
Cristóbal de Gangotena y Jijón, naturalmente conoció a Palma
y con la de él y otras inspiraciones habría dado lugar a su “Al margen
de la Historia”. Pero aparte de estos importantísimos autores es intere-
sante recordar que el cultivo literario, llevó a algunos quiteños a reco-
ger leyendas y tradiciones y a escribirlas. Ese fue el sorprendente caso
de ese gran experto en economía que fue Luis Napoleón Dillon quien
en agosto de 1898 publicó algunas tradiciones quiteñas y entre ellas “el
candelerazo de San Agustín”, al igual que Quintiliano Sánchez Ren-
dón, quien también se dio la tarea de recoger leyendas de nuestra ciu-
dad entre las que se cuenta la del “Padre Almeida”, igualmente Manuel
de J.Calle, escribió sus “Leyendas del tiempo heroico”.
Afortunadamente a lo largo del siglo XX, aparecieron más li-
bros sobre las tradiciones quiteñas, escritos por, Luciano Andrade Ma-
rín, Laura Pérez de Oleas Zambrano, Guillermo Noboa, las hermanas
Barrera, Alfredo Fuentes Roldán, Edgar Freire Rubio y otros autores,
que han seguido divulgando las tradiciones originales y han insertado
algunas otras que tienen que ver con personajes históricos. En este últi-
mo caso es indispensable, tener muy en cuenta, las tendencias de ru-
mor, que fueron mencionadas al principio de esta exposición y que
necesariamente, pueden ser un componente de las leyendas. Para lo
cual debe confrontarse con los documentos históricos y si no darle ese
carácter de paralelo, que no por serlo, deja de reflejar, lo que ocurría en
la mentalidad colectiva del tiempo en que se forjaron los relatos. Tal el
caso por ejemplo de la tradición recogida por Laura Pérez de Oleas
Zambrano “El crimen pasional de Faustino Rayo”, que algunos han
considerado como histórico, el hecho ahí descrito de relaciones amoro-
sas entre el presidente Gabriel García Moreno y Mercedes Carpio, la
esposa de su asesino Faustino Rayo, lo que obviamente debió formar

340
E L I M AG I N A R I O E N L A H I S TO R I A DE QU I TO

parte del rumor de ese tiempo, pero al no existir una completa verifi-
cación histórica queda en este singular marco de lo tradicional.
En este sentido el mitoanálisis, estructurado por Gilbert Du-
rand, puede ayudar, para comprender los sentidos ocultos de las leyen-
das y tradiciones, pero sin caer en lo reductivo, sino tratando de enten-
der como reiteradamente se ha dicho, la coyuntura psicocultural e his-
tórica, de cuando la leyenda fue forjada.
Si analizamos los contenidos de las leyendas quiteñas, hasta
hoy publicadas, podemos encontrar que algunas de ellas, forman parte
de la historia en general, pero han sido extraídas para destacar, mo-
mentos particulares de las vidas de los personajes o sus hechos heroicos
y que pueden denominarse como las leyendas históricas. En cambio
hay otras que hacen referencia a acontecimientos misteriosos, cuando
no terroríficos, en las que hay un desarrollo mucho mayor de la imagi-
nación y que podrían llamarse leyendas fantásticas, otras hacen referen-
cia al origen de los monumentos quiteños, como iglesias y capillas, que
tienen un carácter predominantemente católico y que se emparentan
con las del medievo europeo, y unas cuartas en relación a hechos crimi-
nales, que han salido de la investigación de los respectivos archivos.
Para experimentar la forma en que funciona el mitoanálisis en
las leyendas quiteñas hemos escogido la de “Cantuña” o “la tradición
de San Francisco”, por reflejar, el momento de confrontación entre las
dos culturas la hispana y la aborigen, lo cual no tuvo únicamente que
ver con las diferencias tecnológicas como se ha señalado con anteriori-
dad reiteradamente, sino con dos distintos estados de conciencia.
Si bien los incas y aztecas, consolidaron un régimen patriarcal,
el mismo se encontraba todavía circunscrito a lo mágico-mítico y por lo
tanto, no se conocían las tres dimensiones de la perspectiva sino sola-
mente dos. Los indígenas resultaban absolutamente inocentes, en rela-
ción a la astucia de los europeos, los que claramente diferenciaban los
fenómenos de la naturaleza de sus creencias religiosas, los animales de
los seres humanos y en general traían la ciencia, que ya tenía cierto
desarrollo en la Europa del siglo XVI.
Aparte de la resistencia guerrera, algunos de los indios ameri-
canos por fuerza de las circunstancias, se despertaron a la nueva cons-
ciencia, pasando de inocentes a suspicaces y aprendiendo con facilidad
de sus dominadores, el uso del engaño y la astucia, como armas.
Como otra de las funciones de los mitos y las leyendas, que en

341
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

definitiva son sueños colectivos de los pueblos, es el de anticipar los


saltos de conciencia, en el caso quiteño es precisamente “Cantuña” la
leyenda, que permite inferir los procesos de la psique colectiva para
enfrentar una nueva situación y por ende la necesidad de emular a los
conquistadores.
En este sentido en Cantuña encontramos los atisbos de la pi-
cardía, en algunos de los indígenas que en el siglo XVI tuvieron una
rápida adaptación a la conciencia mental de las tres dimensiones.
Aparte de esto la nueva religión, es sincretizada con los antiguos cul-
tos, como fue el caso de la Virgen Guadalupe en Méjico, la que se asi-
miló a la antigua diosa Tonantzin.
La leyenda de Cantuña o de San Francisco que ha continuación
relatamos, otro de los tradicionalistas Luis Aníbal Sánchez dedicó uno
de sus varios textos a Ricardo Palma, el que dice lo siguiente:

“Lentos corrían los tiempos monótonos del coloniaje. Un indiano


llamado Cantuña, impulsado quizás por la sed de oro o el ansia de
grandeza, acometió la singular locura de firmar solemne compromiso
para construir el atrio grandioso. Expiraba ya el plazo; y la obra esta-
ba a la mitad. Con el esfuerzo humano era imposible acabar la fábrica
en el tiempo sobrante aún. Loco de dolor, jadeante, consumido por la
fiebre y por los temores, Cantuña se debatía en su estancia: faltaban
diez y ocho horas para vencerse el término.
Los sueños de dicha, de grandeza que alimentara el pobre indiano
se iban abajo ante la realidad terrible. Pronto debería estar sumido en
las tinieblas de una cárcel; con el sarcasmo de las gentes encima. El
orgullo innato en el indio lo devoraba.
Moría la tarde lujuriosa en un crepúsculo de fuego. Las campanas
de las escasas iglesias llamaban con sonoridad a la oración de la tarde;
flotaba un aroma campesino y puro.
Desiertas iban quedando las callejuelas tortuosas y sin empedrar.
La poca gente se dirigía al templo, o, presurosa a encerrarse en el hogar.
Cantuña veía danzar en rededor de la estancia sumida en penum-
bra formas extrañas y diabólicas. Jadeante, ansioso, el mísero recorría
a largos pasos la habitación. No le valían ni los rezos ni las súplicas
al cielo. Creyó distinguir una voz misteriosa que le exhortaba a im-
plorar remedio a Dios: y así lo hizo. Conforme iban saliendo de su bo-
ca las palabras de la oración, un bálsamo inefable de consuelo parecía

342
E L I M AG I N A R I O E N L A H I S TO R I A DE QU I TO

descender sobre él. Acabada la plegaria, Cantuña se dirige a San


Francisco. Secreta esperanza le dice que el señor ha atendido su rue-
go, mandando que la obra concluyera. Por un ángulo de la plaza,
envuelto en amplia capa, apareció Cantuña. Sus ojos creyeron vis-
lumbrar obreros divinos que daban la última mano al atrio gigantes-
co. Palpitó su corazón de gozo; y la oración de gracia brotó ferviente
de su pecho. Y vio luz, mucha luz....Pero la visión alegre se esfuma
ya....la regresión a la realidad fue rápida... ¡se había engañado...La
ira salió de su corazón y la blasfemia vibró por el espacio...
¿Pero, qué era aquello? ¿Otra vez se engañaba? de entre los haci-
namientos de piedra salió un personaje misterioso, envuelto en manto
rojo. Su rostro estaba negro, sudoroso; sonrisa enigmática se dibuja-
ba en la enorme boca.
Calzaba botas retorcidas y también rojas: poco a poco, el fantasma
se acercaba al estupefacto indígena.
¡Cantuña! le dijo, “se cual es tu dolor; se que mañana serás des-
graciado y maldito; pero yo puedo consolarte en tu aflicción, antes de
que asome el alba el atrio estará concluido; tú, en cambio, firmarás
hoy este contrato; soy Luzbel; y quiero tu alma”. “¿Aceptas?” Dijo
el demonio
El indio no vacilo:
¡Acepto. Pero si al rayar el alba, antes de que se extinga el sonido
de la última campana de la Ave María, no está concluido el atrio, si
falta una piedra de colocar, una sola, óyelo bien, el contrato será nulo!
¡ Hecho. Firma el documento! contestó el Demonio.
...Y poco después, azorado y maldito, volvía el triste Cantuña a su
vivienda. Lágrimas abundantes corrían por el rostro bronceado del
indiano. Ferviente imploró al cielo perdón para su culpa y remedio
para su alma...y al día siguiente, cuando empezaba a romper el alba,
Cantuña se dirigió presuroso a San Francisco.
La obra estaba al concluirse; millones de diablillos rojos cruzaban
como lenguas de fuego, por el espacio atareados en la construcción del
atrio, que majestuoso se alzaba...Y el alma, la pobre alma del indíge-
na, estaba ya perdida. Una oración, la última, llena de fe y de peni-
tencia, salió de sus labios. Luzbel reía.
Pero el día asomaba. Un pálido color violeta empezó a cubrir el fir-
mamento; tornaban a cantar los gallos; el sol se desperezaba atrás del
Itchimbia. El indio, afligido contemplaba el espectáculo, el atrio esta-

343
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

ba al acabar de concluirse. Luzbel reía.


Lentas, graves y consoladoras sonaron las cuatro campanadas,
heraldos de la aurora
- ¡Victoria! rugió Luzbel
- ¡Victoria! exclamó el criollo.
Falta una piedra, en efecto; un bloque, uno solo, faltaba uno. El
alma de Cantuña habíase salvado...Satanás, maldiciendo, se hundió
en los infiernos con sus secuaces.
El alma del atristado indiano estaba libre; y, como evocación pro-
digiosa, el atrio alzábase solemne a las miradas de los creyentes qui-
teños.

Lo primero que habría que anotar es que en Cantuña se pue-


den encontrar motivos arquetípicos de carácter universal de los cuales
vamos a identificar dos: el del pacto y el del embaucador o pícaro.
En el primero, el pacto se realiza con el diablo, a la manera del
doctor Fausto germánico. La decisión de involucrarse con tan peligro-
so personaje, surge de una situación de gran emergencia, en que le va
la vida del pactante y que pone en riesgo su propia alma. En la Europa
medieval, se crearon leyendas similares a la de nuestro Cantuña. Tal el
caso de San Virila de Leyre, titulada “El puente del diablo”, una de las
tradiciones del camino de Santiago y que relata, la enorme habilidad
que el santo tenía para detener el tiempo, con lo cual podía someter al
propio demonio. Su texto es el siguiente:

“Cerca de Leyre, el camino de Santiago cruza el río Iratí, salvando un


impresionante desfiladero, gracias a un puentecillo llamado la foz de
Lumbier - en honor a su contructor- también conocido como el puen-
te del Diablo. Dice la leyenda que hacia el siglo X, existía en su ori-
lla derecha una fuente de aguas curativas. Cierta doncella fue a bus-
car el precioso líquido para sanar a su señora de una grave enferme-
dad, pero la tormenta había arrastrado la barca con la que se cruza-
ba. La doncella se encomendó entonces a los dioses célticos y se le apa-
reció un diablo, quien se comprometió a construirle un puente antes
del siguiente amanecer. A cambio, la joven debía entregar su alma.
Cuando regresó a casa y contó a su señora lo sucedido, esta le rezó a
San Virila para que intercediera por su bondadosa pero atolondrada
sirvienta. El santo se le apareció luego en sueños y le dijo como debía

344
E L I M AG I N A R I O E N L A H I S TO R I A DE QU I TO

actuar. Mientras, el diablo y su cuadrilla estuvieron toda la noche


acarreando piedras, labrándolas y tendiéndolas sobre el río. Faltaba
colocar la última cuando se presentó la doncella y recriminó al diablo
por no haber cumplido el trato. Este le hizo ver que todavía no había
salido el Sol. Entonces se apareció San Virila y a una señal suya el
Sol avanzó en el cielo, iluminando la foz de Lumbier. El diablo arro-
jó la piedra al río y desapareció entre vapores de azufre, la joven pudo
cruzar, llenó su cántaro y, con dicha agua, sanó a su señora. Ambas,
abandonaron el culto a los viejos dioses para venerar solo a Jesús y
María que, por intercesión de San Virila, les ayudaron”. La leyen-
da, como se puede ver, asocia a este santo con el control del
tiempo”.

De los dos textos se desprende, el motivo mito-arquetípico del


pacto con el diablo, a fin de construir una obra física indispensable. Los
pactantes se libran del dominio luciferino, gracias a que no se ha colo-
cado la última piedra al momento de cumplir con lo prometido.
Las interpretaciones míticas y psicológicas son múltiples sobre
el hecho de entenderse con las fuerzas obscuras, para conseguir un bien.
En el caso de Cantuña, si ciertamente se percibe la quiteñización del
tema, por la figura del indígena, de todas formas, comparte con la
leyenda española el hecho de la confrontación cristiana con el paganis-
mo actuante en la España del siglo X y la América del XVI. Huelga decir
que los misioneros identificaban a los dioses paganos con el diablo.
Siguiendo el motivo del pacto, se le va a encontrar en otros
relatos del mismo tinte religioso, en los cuales algunos monjes deseo-
sos de ayudar a niños o menesterosos, con la realización de obras físi-
cas de gran dimensión, se vieron en el caso de pactar igualmente con el
diablo, siendo en último momento el burlador burlado. También Her-
man Hesse en sus “leyendas medievales”, vuelve a tratar el tema, te-
niendo como personaje a un monje, que en vez de permitir que un ni-
ño cruce por un puente, lo cual hubiera significado según el pacto que
su alma se la llevaba el diablo, echó un cerdo, gritando al estupefacto
diablo ¡ahí tienes tu primera alma!
En lo que se refiere al arquetipo del pícaro, también es posible
identificarlo, porque en ese Cantuña del siglo XVI, ya no se encuentran
las características mágico míticas, comunes a los indios de entonces,
sino reflexiones y pretensiones típicas de los hispanos, que denotan un

345
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

ego más desarrollado. Esta circunstancia es demostrable históricamen-


te, porque las elites nativas, rápidamente se hispanizaron, pudiendo
mencionarse el caso de don Mateo Yupanqui, tío de Atahualpa, que en
los albores de Quito incluso prestaba apoyo a los españoles pobres.
Si atendemos a la versión que sobre el protagonista de la le-
yenda forjó el padre Juan de Velasco, al parecer Cantuña, era hijo de un
cacique y contaba con una fortuna de origen desconocido con la cual
favoreció al capitán Hernán Suárez, su amo quien a su vez facilitó fon-
dos a los franciscanos para la construcción de su magno templo. A
pesar de esta versión de Velasco conviene recordar, que es el Cantuña
registrado documentalmente es un Francisco que vivió a fines del siglo
XVI y comienzos del XVII, el que habría donado dinero a los francisca-
nos para sus construcciones.
Volviendo al arquetipo del pícaro, es importante detenerse en
el diablo en el nuevo papel cultural que los misioneros asignaron le
asignaron, apenas puso su pezuña en América. Así siguiendo a la psi-
cología profunda y al mitoanálisis, una de las imágenes arquetipicas
del diablo sería el dios Pan de los griegos, quien dio origen al gran mie-
do conocido como pánico. En este sentido el temor a esta imagen, se
habría convertido en pieza clave, para conseguir las conversiones y la
rectificación de las conductas promiscuas y perversas que caracteriza-
ban a los indígenas según la moral de los conquistadores. Sin embar-
go, los indios tuvieron mucha habilidad para reasignar roles a las imá-
genes que la nueva religión traía, en las procesiones y actos religiosos.
Crearon un diablo que tenía el perfil del pícaro. Aparecía con una más-
cara roja con cuernos y llevaba en su mano un látigo, con el que fusti-
gaba constantemente a los presentes. Así, junto al miedo que la figura
generaba, también producía el despertar de la adormilada masa, obli-
gándola quizá a tomar consciencia de su realidad.
Por otra parte, no pasa desapercibido, como se refirió con ante-
rioridad el carácter fáustico de esta leyenda, por el hecho mismo del
pacto. La tarea es ingente, construir el atrio, el antepecho de la iglesia,
lo que en ese tiempo demandaba de grandes esfuerzos humanos y
decenas de años; por cierto la labor de un mago. Faltaban únicamente
dieciocho horas para que se cumpliera el plazo establecido y entonces
hace su presencia el señor infernal.
Cantuña se había jactado de su poder para realizar la obra, y
eso recuerda al padre de la molinera en el cuento de los hermanos

346
E L I M AG I N A R I O E N L A H I S TO R I A DE QU I TO

Grimm, Rumpelstiltskin; quien en público sostuvo que su hija era ca-


paz de convertir la paja en oro, siendo compelido por el rey a que
demostrara tan fabulosa habilidad, y habiéndose visto la pobre mujer
en tal apuro que no le quedó más que aceptar un pacto de nuevo con
el demoníaco Rumpelstiltskin, quien a cambio le exigió que le entregue
el primer niño que naciera de su matrimonio con el rey. Cantuña y la
molinera están poseídos por lo prometéico, solos no lo pueden hacer,
y es tan monumental la obra que tienen que acudir a lo transpersonal
y cada uno se juega en ello lo más importante de su vida, en el indio
su alma, en la muchacha su hijo; y al final los dos burlan a la fuerza
demoníaca, el primero por el incumplimiento del pacto y la segunda
por el descubrimiento del nombre, que había sido dicho en un bosque
y alcanzado a oír por un paje de la reina, mientras el duende Rum-
pelstiltskin, se jactaba de un triunfo anticipado
En el caso de Cantuña asombra lo históricamente temprano de
los motivos arquetípicos que incluyen claros elementos de la alquimia,
a saber: la construcción del atrio, la obra y que es precisamente la au-
sencia de una piedra, lo que salva al nativo del cumplimiento de su
palabra. Muy probablemente entre los primeros frailes que arribaron
al actual territorio ecuatoriano había conocedores de estos antiguos
mitos y quizás aún de la propia alquimia; no olvidemos que el siglo de
la conquista es el XVI, cuando todavía los trabajos alquímicos tenían
reconocimiento oficial de ciencia. El emperador Rodolfo II reinaba des-
de Praga ilusionado en la fabricación de oro por parte de sus alquimis-
tas, habiendo prestado especial atención a Agripa von Nettesheim y
John Dee. De esta manera, entonces la mitología alquimista se trasladó
a América y comenzó a actuar en la construcción de las propias igle-
sias. Por cierto esta afirmación no excluye la existencia de motivos al-
quimistas en las propias mitologías indígenas tal como se ha empeña-
do en demostrar el distinguido autor mexicano, de tendencia junguia-
na, Manuel Aceves.
En Cantuña al igual que en el Fausto de Goethe, Dios y el Dia-
blo se entienden a final de cuentas. Pero en la leyenda quiteña encon-
tramos una paradoja: para el diablo es tan importante conseguir un
alma, que no le preocupa colaborar en la edificación de una iglesia, por
una parte, y por otra, un fiel cristiano vende su alma al diablo con el
mismo propósito.
El analista de psicología Luigi Soja, comentaba con acierto al

347
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

visitar el museo del Banco Central del Ecuador, que los pintores prác-
ticamente habían reelaborado el dogma cristiano. Como que nuevos
apócrifos salidos del alma popular quiteña, se reflejaran en las devotas
pinturas. La creencia original queda atrás y la fantasía galopa adelan-
te, generando hasta cierto punto un cristianismo propio. Así en Can-
tuña no parecería ningún pecado el servirse del diablo y luego burlar-
lo para conseguir un santo propósito. Por cierto, prosigue la extrañeza
cuando recordamos la leyenda del “Cristo de la Agonía” de Miguel de
Santiago, citada con anterioridad, la que cuenta que el célebre pintor
del siglo XVII para conseguir imprimir en su lienzo el paroxismo de la
agonía de Cristo, clavó una lanza en el corazón de uno de sus discípu-
los, quien pendía de una cruz, a manera de modelo. Supuestamente las
autoridades habrían perdonado tan nefasto crimen por la belleza de la
obra, con lo cual nos encontraríamos otra vez con las peculiaridades de
lo sagrado.
Es entendible que el pícaro o embaucador, una de las caras del
dios griego Hermes, se convirtiera en intermediario entre el mundo
matriarcal de los indígenas y el adusto régimen de los españoles bajo
un Carlos V, un Felipe II y la mano de hierro de la Inquisición. El píca-
ro en América, ya no está actuando de bufón en las cortes, sino en la
cotidianidad. Comprendiéndose mejor el papel de los diablos uma –ca-
beza en quichua– en las festividades campesinas y porqué el indígena
para acceder al mundo patriarcal dominante, de inocente y huérfano,
tenía que convertirse en pícaro, siendo su modelo Cantuña.
La etnóloga Laura Levi Makarius, al enfrentar el análisis del
mana (energía transpersonal para los pueblos oceánicos) y de lo sagra-
do en las religiones primitivas, observó que en la violación de los tabú-
es, cobraban importante papel el trickster (que en inglés significa píca-
ro) y los clowns (payasos), características que acompañan a los diablos
uma. Por otro lado es importante observar la obvia naturaleza sombría
que lo español fue cobrando en las diferentes castas coloniales, pro-
ductos del constante mestizaje racial; por lo tanto la imaginería diabó-
lica en estas aparece con rasgos hispanos. De esta manera, el santo
limeño Martín de Porres cuando visionaba al satánico personaje, lo
veía con figura de conquistador español. No está por demás recordar
así mismo, que los excesos de las huestes peninsulares con los indíge-
nas, a través de la tortura y el genocidio, que fueron recogidos y de-
nunciados por Fray Bartolomé de las Casas y en el siglo XX psicopato-

348
E L I M AG I N A R I O E N L A H I S TO R I A DE QU I TO

logizados por el psiquiatra venezolano Francisco Herrera Luque, per-


miten entender cualquier satanización de los conquistadores. En la re-
gión andina en los primeros tiempos de la dominación hispana, se te-
nía pavor y admiración por Juan de Salinas y Loyola conocido con el
nombre del demonio de Macas, quien con sus respectivos cambios,
recuerda al conde Drácula por su sed de sangre.
Para concluir, se puede decir que la leyenda de Cantuña, cons-
tituye una importante raíz para el desarrollo de la interculturalidad,
que es la gran tarea que deben enfrentar las actuales generaciones en
el Ecuador. Que por lo mismo los relatos que han surgido a lo largo de
la historia quiteña, son verdaderos tesoros, para el conocimiento del
Quito profundo, recordándonos que nuestra ciudad tiene alma.

Quito, 30 de abril del 2009

Bibliografía

Alarcón Rafael, Virila de Leyre: El santo que viajó en el tiempo, Revista Año Cero,
Editorial América Ibérica. Año 12. N.131

Durand Gilbert, La imaginación simbólica, Amorrortu Editores, Buenos Aires,


1971.

Makarius Laura, Le sacré et la violation des interdis. París, citada por Juliem
Riess, París, Lo sagrado en la Historia de la Humanidad. Encuentro, 1989.

Rader Olaf B, Tumba y poder, El culto político a los muertos desde Alejandro Magno
hasta Lenin, Madrid, Ediciones Siruela, 2006.

Varios Autores, Leyendas Ecuatorianas, 1972

349
BIENVENIDA A KLEVER BRAVO
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Jorge Núñez Sánchez

Junto con buscar testimonios del pasado, una de las tareas fundamen-
tales del historiador es el estudio y uso de las palabras. Ellas son la
materia prima de su labor diaria y le sirven para hacer explícitas sus
ideas, describir o estudiar un suceso, reconstruir un escenario histórico
o un panorama social, formular una hipótesis o plantear una teoría. En
su trabajo con las palabras, el historiador deambula entre el pasado y
el presente: recupera con tino y analiza con delicadeza unas palabras
aparentemente muertas, escritas en unos papeles antiguos, a veces ya
carcomidos por el tiempo o destruidos por la desidia de los hombres, y
las siente con emoción, goza con las bromas o picardías de las gentes
del pasado, se indigna ante las infamias del ayer, sufre con los dolores
de los pobres y desvalidos de otrora, y finalmente busca revivir, recons-
truir, retrotraer esos hechos al presente, para informar a las gentes de
hogaño sobre las ideas y acciones de las gentes de antaño.
Así, buscando responder a los interrogantes de los vivos, da
actualidad a palabras de gentes ya extintas, que escribiera algún desco-
nocido y a veces anónimo escribiente, palabras dichas con unos modos
y dejos del pasado, pero en cuya letra muerta pervive silenciosamente
una vida que se niega a morir, una vida que, a veces sin habérselo pro-
puesto, logra eternidad por medio de la escritura; una vida extinta que
tiene todavía la fuerza de conmovernos, se sacudirnos, de indignarnos
o de convocarnos a la acción.
En estos mismos días, la conmemoración del Bicentenario de la
Revolución Quiteña de 1809 ha impulsado todo un frenesí de búsque-
da de aquellas palabras del ayer. Por serio afán investigativo o también
por moda y novelería intelectual, muchas gentes se han dedicado a la
tarea de rebuscar papeles desconocidos y releer los ya conocidos, en
busca de respuestas a los nuevos interrogantes que cada generación
tiene sobre su historia. Cualquiera sea la motivación que lo impulsa, se
trata de un esfuerzo positivo y prometedor, que nos ayuda a superar,
como nación, la cansina reiteración de las viejas opiniones, aprecia-

350
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

ciones y conceptos, y a ensayar nuevas miradas y renovadas formas de


comprensión de nuestro pasado.
Y ya puestos en este andarivel de la historia, podemos aproxi-
marnos a la comprensión de esos hechos de agosto de 1809, poblados
de tantos claroscuros y contradicciones internas, que no solo provo-
caron efectos inmediatos, tales como el rápido colapso de la Junta
Soberana de Quito, sino que también han dado lugar a unos apasiona-
dos debates contemporáneos, alguno de ellos tan curioso como el mío,
que hace más de treinta años llevo debatiendo con mi otro yo sobre los
verdaderos alcances del Diez de Agosto.
Capturar y destituir a las autoridades coloniales, formar un
gobierno autónomo enteramente criollo, organizar un ejército propio
para defender sus intereses políticos, eran ciertamente acciones de una
notable agresividad, propias de rebeldes contra el poder real y de
insurgentes contra el dominio colonial. Así, lo entendieron las autori-
dades españolas de los virreinatos próximos y así lo entendieron, sobre
todo, los mismos rebeldes de Quito, que se prepararon desde el primer
momento para la guerra, sabiendo que su reconocimiento a la sober-
anía de Fernando VII, aconsejado según parece por fray Camilo
Henríquez, no lograba ocultar su reto anticolonial ni iba a protegerlos
de las represalias políticas, judiciales y militares del poder español.
Y las represalias llegaron, en efecto, y aún antes de lo que se
esperaba. Primero vino la sorda resistencia de los cabildos de las ciu-
dades próximas, que reveló a los rebeldes quiteños que la clase criolla,
en su conjunto, no estaba preparada para la emancipación, como ellos
suponían, y que las provincias resistían la centralidad de Quito. Luego
vino la acción opositora de los sectores realistas, abierta unas veces y
soterrada otras, que minó la misma unidad de los criollos capitalinos y
facilitó la represión que venía de los virreinatos próximos. Y finalmente
se hizo presente el poder represivo del sistema colonial, que buscó
aplastar prontamente, a sangre y fuego, esa rebelión anticolonial inici-
ada en Quito, para lo cual marcharon hacia esta ciudad tropas organi-
zadas en Lima, Guayaquil, Panamá y Bogotá.
Ese fue el marco político en el que se desarrollaron las pri-
meras campañas militares de nuestra independencia, que fueron dos:
la de 1809 y la de 1810–1812. Y es en ese contexto que debemos enten-
der esas primeras acciones militares de nuestro proceso de indepen-
dencia, que generalmente han sido tratadas como un relato literario y

351
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

sin detenerse a valorar su significación política, su propia dimensión


militar y su trascendencia social. En lo político, los análisis se han limi-
tado a analizar las declaraciones formales de los protagonistas, pala-
bras que, como se sabe, no siempre revelan los planes ocultos o el pen-
samiento profundo de los personajes; peor aún, se analiza su pen-
samiento por lo que dijeron o declararon luego de la derrota, cuando se
hallaban enjuiciados y en trance de perder la vida, ignorando que las
palabras y declaraciones dichas en un juicio responden al deseo de de-
fenderse o de atenuar la condena, y no al de reivindicar sus acciones
pasadas. En lo militar y social, se ha soslayado el análisis de la estruc-
tura social, lo cual nos permitiría entender mejor el origen de esos com-
batientes del bando patriota, identificar las ideas que los impulsaban al
combate y comprender la dimensión de su arrojo, que en general su-
plió su falta de entrenamiento y equipamiento militar. Y eso mismo
configura de mejor modo el carácter anticolonial de esa guerra, en la
que peleaban, por el bando patriota, tropas con más o menos forma-
ción y experiencia previa, provenientes de los cuerpos de milicias y los
cuerpos de tropa fija asentados en Quito, junto a civiles armados para
defender una causa política, que comenzó buscando el autogobierno
pero terminó luchando por la emancipación nacional.
El carácter poco profesional de buena parte de esas fuerzas
patrióticas se patentiza, en nuestro caso, en las cartas que el cura de
Píntag, don José Riofrío, designado Comisario de Guerra por la Junta
Soberana de Quito, dirigió a su jefe, el Ministro Juan de Dios Morales,
desde las provincias quiteñas del norte, durante la primera campaña
de Pasto. En una de ellas, fechada en Tulcán, el 15 de septiembre de
1809, manifestaba:

Una expedición mal conducida y la total falta de armas, ha puesto en


un manifiesto riesgo a más de quinientos hombres, que están acuar-
telados, y a todo este fiel vecindario. Con una compañía de las que han
venido de auxilio a Pasto y a la Provincia, habría sobrado refuerzo
para atacarnos a su satisfacción y sacrificarnos a todos si quisiesen.
Ni de la tropa que viene atrás, ni del Teniente Coronel, ni de los
pertrechos, tenemos aquí la menor noticia. … Si quisiésemos esperar
que el Teniente Coronel llegué aquí dentro de uno o dos meses, pre-
servándose de los soles, de las aguas, de los vientos y del rigor del
clima, que exige vivir todo el día en la cama, es asunto perdido, pues
los de Pasto no duermen y se encarnizan por momentos.

352
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Permítame Vuestra Excelencia explicarme con la claridad que acos-


tumbro y que se necesita en un asunto de la mayor importancia. Si no
se hubiese compuesto la Falange de oficiales delicados, que no pueden
dormir sino en catre; que no pueden salir al aire sin el temor de un
resfrío; que no pueden comer sino pucheros exquisitos, y manejarse,
últimamente, como damas y no como hombres, no haría tantos gastos
el Estado, haríamos temblar a las Provincias y no seríamos (califica-
dos como) sediciosos. En fin, ya se cometió el yerro, y espero … que
en adelante se atienda al mérito de vasallos útiles y no a la (ambición)
de hombres inservibles, y por tanto perjudiciales.
… El uniforme para las tropas es muy esencial, pues más respeto son
diez soldados vestidos que cien desnudos … Insta demasiado que a
vuelta de este correo se remita al Teniente Coronel (con) el dinero que
se considere suficiente para el pago de tropas… Por lo que toca a los
gastos de mi persona, no pensionaré en un maravedí al Estado, pues
no busco más gloria que la de distinguirme entre los patriotas. …”

Deseamos que estos razonamientos previos nos ayuden a en-


tender y valorar mejor el trabajo que hoy nos presentará el Maestro
Kléver Antonio Bravo, joven y talentoso historiador a la vez que mili-
tar profesional, quién se ha empeñado en estudiar con rigor lo referente
a los principales combates de la primera campaña de independencia de
Quito. Este es, precisamente, el tema de su discurso de incorporación,
que sin duda nos ilustrará sobre aquellas acciones militares y nos per-
mitirá valorar de mejor modo el esfuerzo humano de nuestros
próceres.
Kléver Bravo nació en Tixán, Provincia del Chimborazo, el 29
de julio de 1964. Ingresó al Colegio Militar Eloy Alfaro en 1979 y se
graduó como oficial de Artillería en 1985. En el año de 1999 alcanzó el
grado de Mayor. Hombre con vocación de cultura y gran ansia de
conocimientos, para entonces ya había obtenido una Maestría en Re-
laciones Internacionales en la Universidad San Francisco de Quito, un
Diploma Superior en Comunicación en la Universidad Andina Simón
Bolívar y se hallaba cursando un Diplomado Superior en Comuni-
cación Social en la Universidad Técnica Particular de Loja. También
había cursado estudios de Derechos Humanos en Suecia y Sudáfrica, y
había sido representante de las FF. AA. ecuatorianas a varias Confe-
rencias Iberoamericanas de Editores Militares. También era ya merito-

353
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

rio su trabajo en el campo de la investigación histórica, pues tenía es-


critos tres libros de la especialidad, dos de ellos sobre historia militar, y
un tercero sobre la historia de la corrupción en el Ecuador, cuyo título
evoca otro del inolvidable historiador británico Eric J. Hobsbawm:
“Bandidos”.
Fue en esa circunstancia que él ingresó a la Sección Académica
de Historia y Geografía de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en cere-
monia cumplida el martes 2 de marzo de 2004. Me tocó en suerte darle
el discurso de bienvenida, en el que expresé:

Kléver Bravo ha llegado al campo de la historia sin otro título que su


afán de comprender el pasado, de bucear en los archivos y repositorios
documentales en busca de explicaciones para los problemas de hoy, de
ayudar a su país a reencontrar el rumbo hacia un futuro digno y
promisorio, para dejar atrás esta sombría hora crepuscular de nuestra
historia nacional. Es, pues, un historiador autodidacta, uno más en
esa honrosa lista intelectual que presiden el inolvidable maestro Al-
fredo Pareja Diezcanseco y el respetado maestro Oswaldo Albornoz
Peralta, académicos de la CCE.

Algún tiempo después, un grupo de académicos de la Casa de


la Cultura Ecuatoriana, integrado por Kléver Bravo, Javier Gomez-
jurado, Jenny Londoño y el que habla, hicimos un inolvidable periplo
por Colombia, invitados por entidades culturales de ese país. Así, par-
ticipamos en un Simposio Colombo–Ecuatoriano de Historia en la Uni-
versidad del Meta, en la caliente ciudad oriental de Villavicencio, que
lleva el nombre de otro olvidado prócer quiteño de la independencia;
luego en otro evento similar, organizado por la Fundación Universi-
taria de Boyacá, en la colonial y andina Tunja; en una reunión académi-
ca y social convocada por la Academia Hispanoamericana de Ciencias
y Letras, en Bogotá, y finalmente en una reunión ordinaria de la Aca-
demia Colombiana de Historia, en la misma ciudad. Lo más grato fue
que pudimos visitar los principales escenarios de la guerra de indepen-
dencia en la Nueva Granada, tales como los llanos orientales donde se
formó el ejército libertador; el pantano de Vargas, en el valle andino de
Paipa, donde la caballería española sucumbió ante el empuje de los
llaneros y donde hoy se levanta el formidable monumento a “Los lan-
ceros de Rondón”, obra máxima del maestro Rodrigo Arenas Betancur,

354
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

y el puente de Boyacá, donde fueron destrozadas las tropas del virrey


Sámano por las fuerzas de la libertad, y donde existe otro impresion-
ante conjunto monumental.
Hallo que todo eso contribuyó a que nuestro amigo Kléver to-
mara finalmente la determinación de retirarse del Ejército para dedi-
carse a estudios de postgrado en Historia, que los ha desarrollado en
los últimos años en la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla, donde
ha obtenido el título de Maestro en Historia y ha sido calificado como
Candidato a Doctor en Historia. Gracias a esa decisión, que sin duda
fue dura para nuestro colega, el Ejército perdió un brillante y pundo-
noroso oficial, pero el mundo académico ecuatoriano ganó un historia-
dor profesional, que sin duda contribuirá a elevar el nivel de los estu-
dios de historia militar en nuestro país.
Este es, pues, el perfil humano e intelectual de nuestro nuevo
académico, al que extiendo la cordial bienvenida en nombre de la
Academia Nacional de Historia y doy mi sincero parabién de amigo.

Quito, a 2 de abril de 2009.

355
LOS SIETE COMBATES DEL EJÉRCITO QUITEÑO
EN NOMBRE DE LA INDEPENDENCIA, 1809-1812

Kléver Antonio Bravo

A pesar de que se nos avecina una celebración del Bicentenario del


Primer Grito de Independencia, un tanto discreta y con bajo perfil; lo que
viene a continuación es una síntesis de las campañas militares del Ejér-
cito quiteño que, con el paso de los años, reflejan el poco reconocimien-
to de aquellas acciones de armas, tomando en cuenta que esa tropa
llegó a ser la verdadera fuerza que supo mantener con firmeza y cora-
je los anhelos de la Junta Suprema de Gobierno en lo referente a la
independencia política de la antigua Real Audiencia frente al coloniaje
español.
Si bien, aquellas campañas que fueron protagonizadas inicial-
mente con oficiales y tropa de la Falange quiteña y que finalizaron con
la matanza y persecución de sus líderes que persistieron en el tema de
la Independencia; pues todo este proceso, tanto como sus actores, no
fue nada improvisado. El papel de los militares patriotas y la configu-
ración del Ejército quiteño obedece a la organización de milicias y tropa
regular aparecidas en siglos anteriores, especialmente ésta última, lla-
mada también tropa veterana, cuyos orígenes se remontan al año de
1755, tiempo en el que fue creada la Compañía de Guardia del Presidente,
a cargo de don Juan Pío Montúfar y Frasso, marqués de Selva Alegre y
presidente de la Audiencia, con el propósito de disponer de un cuerpo
armado que garantice su seguridad y que pueda repeler los alzamien-
tos populares.1
Al emprender esta interesante labor de narración y análisis de
los siete principales combates protagonizados por los patriotas frente a
las tropas realistas, entre los años 1809 y 1812; grato es reconocer su
valor y decisión en el campo de batalla, pero así mismo, ingrato es re-
cordar los conflictos políticos que dividieron y que además frustraron

* Discurso de incorporación a la Academia Nacional de Historia como Miembro Correspon-


diente. 2 de abril de 2009. Sede de la ANH, Quito.
1 La Compañía estaba integrada por un capitán, un teniente, dos sargentos, dos cabos, un
tambor y 25 soldados. Fue creada mediante Real Decreto del 8 de febrero de 1755. Archivo
General de Indias, AGI, Quito, legajo 573, f. 207

356
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

el éxito en las últimas operaciones militares. Aquí sus pormenores,


entornos y actores:

1.- CAMPAÑA CONTRA PASTO

Ante la negativa de adhesión al movimiento emancipador del 10 de


Agosto, de parte de las principales ciudades del Norte, Sur y Occidente
de la Real Audiencia; la Junta Suprema desplegó una expedición mili-
tar hacia la provincia de Pasto, en vista de que sus habitantes –exhor-
tados por el teniente coronel de Infantería Miguel Tacón, gobernador
de Popayán y el doctor Tomás Santacruz, presidente del cabildo de
Pasto– rechazaron de plano las comunicaciones de adhesión enviadas
por los directivos de la mencionada Junta.
Aunque era visible el apego de los pastusos a la Corona a tra-
vés de la “defensa de su territorio”, la causa de sus autoridades era
diferente. Su interés por la defensa territorial no era otra cosa que la
defensa de sus bienes y su estabilidad en el poder. Esta era la realidad
ante la cual don Ignacio Ortiz, secretario de la expedición quiteña, ma-
nifestaba que los pastusos no defendían la causa del Rey sino los dere-
chos del doctor Santacruz.
Con el rechazo a la propuesta de la Junta, el cabildo de Pasto
procedió a embargar los caudales de los quiteños que reposaban en las
Cajas Reales de Popayán, suspendió el correo oficial de Quito y detu-
vo a don Pedro Montúfar que se encontraba en Popayán junto a sus
tres ayudantes, entre ellos don Joaquín Gómez de la Torre.2 Con esto, la
guerra entre Pasto y Quito estaba declarada, pero antes de que inicien
las operaciones militares, la Junta, a través del general Manuel Zam-
brano, comandante de la tropa quiteña, planteó al cabildo de la “fiel
ciudad de San Juan de Pasto” una tregua y un encuentro para llevar la
situación de forma pacífica y así buscar la unión fraternal para el bie-
nestar de las provincias. El cabildo consultó a Tacón y éste reiteró su
rechazo a la tregua y al diálogo, dando paso al enfrentamiento entre
quiteños y pastusos: un encuentro bélico que ante la historia sería el
primer combate por la independencia en la nueva Hispanoamérica.3

2 Gerardo León Guerrero Vinueza, Pasto en la Guerra de Independencia 1809-1824, Bogotá, 1994,
p. 22
3 Extracto del oficio de la Sala Capitular de Quito al ayuntamiento de Pasto, septiembre de 1809,
Archivo Nacional de Madrid, sección Consejos, legajo 21679, en Gerardo Guerrero, “¿Por qué
vinieron los quiteños?, dos invasiones al distrito de Pasto 1809 – 1811”, Primer encuentro colom-
bo-ecuatoriano sobre raíces históricas, Memorias, Pasto, 24-28 de mayo de 1987, p. 108, 111

357
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

La tropa pastusa se dividió en destacamentos a fin de cubrir


con algunos puntos críticos del río Guáitara. A la cabeza de esta tropa
estaban los capitanes Tomás Santacruz, Ramón Zambrano Santacruz,
Miguel Nieto Polo, Francisco María Santacruz y Gregorio Angulo. A la
cabeza de la primera compañía estaban el capitán Nicolás Quiñones, un
teniente y un subteniente. En la segunda compañía: el capitán Agustín
Estupiñán, un teniente y un subteniente.4
Este ejército de Pasto se preparó para enfrentarse a nuestro
ejército comandado por el general Manuel Zambrano, teniente coronel
Francisco Xavier Ascázubi, el doctor Ignacio Ortiz de Cevallos y 18 ofi-
ciales, quienes lideraban una fuerza de 553 hombres.5
Rumbo a Tulcán se integraron una compañía de milicias de
Otavalo y dos compañías de milicias enviadas por el corregidor de Iba-
rra, don Domingo Gangotena. Toda esta fuerza se constituía en la Van-
guardia del Norte, al mando del sargento mayor Javier Zambrano y el
ayudante mayor José Vinueza, quienes llegaron hasta Tulcán, en espe-
ra de ser reforzados por el grueso del personal, armamento y demás
pertrechos que salieron de Quito a finales de agosto, al mando del te-
niente coronel Ascázubi.
A su arribo a Tulcán el día 23 de septiembre, el teniente coro-
nel Ascázubi y el joven general Manuel Zambrano tomaron el mando
de toda la fuerza integrada por los 18 oficiales y 553 soldados. El día
28, luego de una marcha táctica en la cual lograron someter a los pue-
blos de Cumbal y Guachucal, establecieron el cuartel general en Tú-
querres y de allí emprender la operación ofensiva hacia Pasto.
Inicialmente los patriotas invadieron Ipiales, Sapuyes, Castigo
y el Guabo y luego bloquearon los caminos que conducían a Barbacoas.
Por su parte, el ejército pastuso organizó una contraofensiva, dividien-
do su fuerza en destacamentos ubicados en varios puntos de acceso,
entre estos la tarabita de Funes, lugar donde se dio el primer combate
que duró cerca de una hora. Fue el 16 de octubre de 1809, día en el que
el ejército patriota fue derrotado luego de un ataque envolvente ejecu-
tado por todas las compañías del ejército contrario. Como resultado de
este fracaso, cayeron prisioneros dos capitanes, un teniente, dos subte-
nientes, 99 soldados y seis mujeres.6
La derrota empezó cuando el grueso del oponente pastuso

4 Gerardo León Guerrero Vinueza, op. cit., p. 25


5 Alfredo Ponce Rivadeneira, Quito 1809-1812, imprenta Juan Bravo, Madrid, 1960, p. 39
6 Guerrero, op. cit., p. 174

358
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

atravesó el paso de Funes. Al anunciarse la derrota, las tropas revolu-


cionarias terminaron en desbanda; sin embargo, dos días más tarde,
lograron reunirse e iniciar otras escaramuzas que lamentablemente no
fueron exitosas, más bien cayeron prisioneros: el teniente Miguel Ca-
rrasco, un sargento y 13 soldados; aparte de que fueron tomados cua-
tro cañones y demás pertrechos de guerra.7
Estos combates en la frontera norte dejaron en la historia la
figura de dos ejércitos que pelearon con toda la valentía y decisión: unos
por la fidelidad al Rey y los otros por el ideal de la Independencia.

2.- LA EXPEDICIÓN MILITAR A GUARANDA Y CUENCA

Luego de la masacre del 2 de Agosto, los proyectos revolucio-


narios de Carlos Montúfar vinieron a opacar los intereses políticos de
los gobernadores de Cuenca y Guayaquil, lo que motivó a otra decla-
ración de guerra en contra de la segunda Junta recién instalada. Pero
esta vez las cosas eran diferentes, la tropa quiteña tenía mejor organi-
zación y estaba al mando de un oficial que sabía de su oficio.
En esos momentos de tensión y desconcierto, llegó a Guaya-
quil el 7 de noviembre de 1810 el nuevo presidente de la Real Audien-
cia de Quito, brigadier Joaquín Molina. Había sido nombrado por el
Consejo de Regencia de España y vino desde Lima acompañado de una
veintena de soldados del Real de Lima, 13 artilleros, 200 fusiles y dos
piezas de Artillería de campaña.8
Con su puesto de mando instalado en Guayaquil, Molina man-
tenía una estrecha correspondencia con el gobernador de Cuenca: entre
líneas insistía que se tome las debidas providencias a fin de que se envíe
a Alausí un buen número de soldados al mando de los mejores oficiales
y de allí tomarse Riobamba y Ambato. Para esto, dispuso al gobernador
Aymerich que se aliste por lo menor a 1.800 hombres, “sin detenerse en
los gastos que origine” y así, dejar a los quiteños “sin comercio ni comu-
nicación, encerrados en los estrechos límites de su jurisdicción…”.9
Luego de haberse confirmado la guerra entre la Junta y Molina;

7 Informes de los capitanes pastusos Ramón Zambrano y Antonio Rodríguez, de fecha 18 de


octubre de 1809, Archivo Nacional de Madrid, legajo 21674, en Guerrero, op. cit., p. 29
8 Archivo Nacional del Ecuador, ANE, Fondo Especial, caja 190, Vol. 2, documento 10.675,
Guayaquil, 8 de noviembre de1810
9 Archivo Histórico del Banco Central del Ecuador, AHBCE, Fondo General, Vol. 00006, f. 6.
Carta del presidente Molina al virrey Abascal, 6 de diciembre de 1810. Encabezaba el docu-
mento con el titular “Cuenca del Perú”.

359
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Montúfar, con un número aproximado de 2.620 hombres y 16 cañones,


emprendió la marcha hacia Guaranda para atacar por los tres puntos
predeterminados: La Ensillada, Guanujo y San Miguel,10 El ataque sor-
presa de los patriotas se dio el 31 de diciembre de 1810 frente a los 900
hombres que conformaban las tropas realistas que se encontraban al
mando del coronel Manuel Arredondo.11 Apenas se dio una escaramu-
za entre las vanguardias conformadas por soldados de caballería de los
dos bandos, las tropas realistas abandonaron el campo de batalla tras
sufrir una inesperada derrota. Con esta victoria, los patriotas se lanza-
ron a la persecución, pero debido a las torrenciales lluvias retornaron
al puesto de mando con un número reducido de prisioneros.12
Pasada la victoria en Guaranda, el Ejército patriota marchaba
hacia el Sur con todo el espíritu de lucha, con una logística completa y
con una moral cada vez en ascenso. En esta condición de vencedor, don
Carlos Montúfar escribió una carta al cabildo de Cuenca proponiendo
un ambiente de paz y a la vez, recordando que Quito había sido inva-
dida dos años antes por sus provincias limítrofes y por soldados ex-
tranjeros que protagonizaron la masacre del 2 de Agosto, en tal razón,
Quito debía recuperar sus derechos de Capital tomando el camino de
las armas como último recurso. Lamentablemente en Cuenca había cri-
terios divididos, por lo que se dejó que la situación avance por la
misma vía de las armas.13 Así, los patriotas llegaron a Paredones, y con
una ligera operación ofensiva en la madrugada del 17 de febrero de
1811, lograron una segunda victoria con apenas 500 hombres que se en-
frentaron a la vanguardia realista. En esta acción de armas se capturó a
51 soldados, a quienes se les dejó en libertad viendo que Aymerich y
sus 2.000 soldados tocaban la retirada hacia Cañar en una fuga deses-
perada.14
Con el fracaso en Paredones, las tropas realistas replegaron
hacia Cañar, donde llegaron el 18 de febrero a las tres de la madruga-
da, habiendo sido reforzadas con gente de Gualaceo y Paute al mando

10 AHBCE, Fondo General, Vol. 00005, f. 147.


11 ANE, Fondo Especial, caja 190, Vol. 2, documento 10.675, cuaderno segundo
12 Carta de Molina a la Regencia, AGI, 126-3-10, en Jacinto Jijón y Caamaño, “Influencia de
Quito…” p. 72.
13 Montúfar al cabildo de Cuenca, Puyal, febrero de 1811, AGI, 126-3-10, en Jacinto Jijón y
Caamaño, “Influencia de Quito en la emancipación del continente americano”, Boletín
ANH, Vol. VIII, Quito, 1924, p. 72.
14 AHBCE, Fondo General, Vol. 00005, f. 40. Cartas del provisor don Manuel José Caicedo al
doctor Joaquín Arrieta, 6 de marzo de 1811.

360
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

de don Ignacio Balladares, teniente gobernador de Chuquipata, del


capitán del Ejército realista don Francisco Villarreal y del capitán de
infantería Santiago Serrano.
Pese a esta derrota de la fuerza realista, la logística aumentaba
su volumen gracias a la ayuda de diversas partes: la entrega de víveres
de las monjas Carmelitas y la vecindad de Azoguez, los donativos eco-
nómicos y la fabricación de lanzas desde la vecindad de Loja.15 Con
esto, Molina ordenó al jefe militar de Cuenca que, a pedido de Ruiz de
Castilla, se realice el intercambio de prisioneros “hombre por hombre”,
los quiteños detenidos en Cuenca y los limeños en Quito16 y que las tro-
pas restantes de Paredones replieguen a Verdeloma.17
Después del triunfo en Paredones, el próximo objetivo debió ser
la toma de Cuenca, pues esta conquista aseguraba el proyecto emanci-
pador de la Junta; empero a pesar de que Montúfar tenía todas las de
ganar en el ataque a esa ciudad, no atacó. ¿Y por qué no atacó? El mis-
mo Carlos Montúfar decía que desertaron los milicianos por la intensi-
dad de las lluvias, que desaparecieron los indios de Riobamba con las
bestias que llevaban los bagajes y pertrechos militares y que también
había escasez de víveres.18
La campaña del Sur terminó con una victoria incompleta. Las
tropas adoptaron una retirada “prudente” y marcharon hacia Quito,
ciudad a la que arribaron el 1 de abril de 1811, con los laureles en alto
y con una victoria no definida.

3.- TRIUNFO EN PASTO

Tras haberse iniciado la campaña emancipadora en Santa Fe de Bogotá,


el gobernador de Popayán, don Miguel Tacón, declaró su desacuerdo a
la nueva “Confederación de las ciudades del Valle del Cauca”, nacida
en febrero de 1811, bajo la presidencia del doctor Joaquín Caicedo y
Cuero, sobrino del Ilmo. Cuero y Caicedo. Esta divergencia de Tacón
no fue más que una declaración de guerra para la nueva Confedera-
ción, de modo que con la difusión del sentimiento religioso y la fideli-
dad al Rey, logró reunir a la caballería de Pasto y los soldados del valle

15 Ibíd., caja 192, Vol. 467, documento 10.841, exp. 12 y 80


16 Ibíd., exp. 89
17 Ibíd., caja 190, Vol. 2, documento 10.675, cuaderno segundo, 1811.
18 Revista Ejército Nacional, No. 36, tomo 33-36, 1927

361
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

del Patía y así dar guerra a los “Patriotas de Cali” que, en número de
900 hombres, marcharon hacia Popayán para enfrentarse en la famosa
batalla intestina de Palacé, el 28 de marzo, con una sonada victoria de
los caleños y la fuga inmediata de Tacón.19
Derrotado y perseguido, el gobernador Tacón se atrincheró en
Pasto y de allí envió a su emisario, don Antonio Mendizábal, para soli-
citar una entrevista con el coronel Carlos Montúfar, a fin de alcanzar
una mediación entre las dos regiones. Esta petición fue sometida a la
Junta Superior de Quito, la misma que no dio paso a tal entrevista por
la intriga y desconfianza que irradiaba dicho gobernador.20 Por esta
razón, el 3 de mayo fue desplazado hacia Tulcán el teniente coronel
Pedro Montúfar al mando de una fuerza de 300 hombres, precisamen-
te con la misión de cubrir la frontera septentrional,21 a sabiendas de que
ya estaba en marcha una acción combinada entre las fuerzas de la Con-
federación del Cauca por el Norte y el ejército quiteño que marchaba
en su segunda expedición ofensiva por el Sur. Esta vez nuestros patrio-
tas marcharon con las siguientes misiones: desalojar a las fuerzas de
Tacón que habían invadido Tumaco, proteger a los habitantes de Pasto
que sufrían hostilidad y violencia de su propio cabildo y que por lo
mismo solicitaban agregarse a la Real Audiencia de Quito; y, finalmen-
te, recuperar el tesoro perteneciente a las cajas quiteñas.22
Al cruzar el río Carchi, el 29 de junio de 1811, los patriotas
habían aumentado sus filas con 200 hombres enviados desde Quito.
Frente a este avance, Tacón destacó parte de su tropa en Carlosama,
lugar donde tomaron prisioneros a varios soldados de la vanguardia
de Montúfar.23 Luego de varios días de combates, los pastusos, al man-
do de los tenientes coroneles José María Villota y José Uriguen, cedie-
ron terreno para que se dé combate cuerpo a cuerpo, dando un resul-
tado favorable para los patriotas quienes se tomaron la loma de Cuas-

19 Guerrero, “¿Por qué vinieron los quiteños?...” p. 111. Se conoce que en su fuga, Tacón olvi-
dó salvar a su esposa y sus dos hijos que permanecían en Popayán. Lo que no olvidó sacar
fue el oro de las Cajas Reales.
20 Manuel María Borrero, op. cit. pp. 309, 310. El rechazo de tal entrevista quedó sentada en
actas de la Junta del 4 de junio de 1811
21 Pedro Fermín Cevallos, Resumen de la Historia del Ecuador desde su origen hasta 1845, segunda
edición, tomo III, Imprenta de la Nación, Guayaquil, 1886, p. 106
22 Guerrero, op. cit., pp. 48-51
23 M. M. Borrero, op. cit., p. 314. Recordemos que Tacón ya tuvo su papel represivo en el 2 de
Agosto, por ser ultrarrealista y por haberse amparado en sus vínculos familiares con Ma-
nuel Godoy, recordado éste por su “poder tras el trono” en la época de Carlos IV

362
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

pud. Con este triunfo parcial a favor de los quiteños, Tacón decidió
tomar el mando de sus huestes y ubicarse en Sapuyes, lugar donde fue
atacado y obligado a replegar, pues ya tenía conocimiento de que las
fuerzas revolucionarias del Norte estaban en camino y que los patrio-
tas quiteños preparaban una mayor ofensiva por el Sur.
Luego de varios días, el ejército de Montúfar sentó su cuartel
general en Túquerres con el fin de iniciar su ofensiva final contra Pasto.
Con un ejército de aproximadamente 2.000 hombres, los quiteños se or-
ganizaron en tres divisiones: la primera, al mando del teniente coronel
Pedro Montúfar; la segunda, al mando del teniente coronel Feliciano
Checa; y la tercera, al mando del capitán Luis Arboleda.24 Con este con-
tingente, los patriotas se trabaron en un feroz combate con los pastu-
sos, liderados por los comandantes Corral y Taques. Luego de cuatro
días de reñida lucha se logró desalojar a un fragmento de la fuerza ene-
miga que hostigaba desde Funes.25
Merecido es recordar que el 22 de septiembre de 1811, los qui-
teños cantaban una merecida victoria en las afueras de Pasto. Aquí vale
la pena mencionar la maniobra inteligente de Checa, con lo cual se
pudo salvar el paso del río Guáitara y los 40 soldados del Regimiento
de Artillería que lograron tomarse el puesto de mando enemigo. Al en-
trar a Pasto, los vencedores la encontraron desierta, su gente y autori-
dades habían huido a los campos por el temor de posibles represalias,
cosa que no sucedió, más bien los patriotas promulgaron un bando
exhortando la tranquilidad y la prohibición de los excesos por parte de
la tropa victoriosa.26

4.- LA SEGUNDA EXPEDICIÓN A CUENCA

Después de las tres campañas en mención, el movimiento independen-


tista empezaba a sufrir los efectos de la desunión, dividiéndose en dos
grupos claramente definidos: los sanchistas y los montufaristas. El pri-
mero estaba encabezado por el marqués Jacinto Sánchez de
Villaorellana y sostenido por el teniente coronel Francisco Calderón,

24 Luis Felipe Borja (hijo), “Méritos y servicios del coronel Feliciano Checa”, Boletín No. 5 de
la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, Quito, marzo–abril de 1919, p. 223
25 Los patriotas que vencieron en Guapuscal podían “traer un parche pequeño con un rotuli-
to bordado que diga Guáitara”, Acta de la Junta del 5 de noviembre de 1811. Jacinto Jijón y
Caamaño, “La influencia de Quito…” p. 76
26 Guerrero, “¿Por qué vinieron los quiteños?”, p. 114

363
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

tenía una posición radical en cuanto a la independencia total de España


basándose en el proyecto de un gobierno republicano. El segundo gru-
po, liderado por el marqués de Selva Alegre y respaldado por su hijo,
el coronel Carlos Montúfar, aceptaba la independencia de España pero
manteniendo el sistema monárquico y su fidelidad a Fernando VII.27 La
división también salpicó al resto de autoridades, de modo que la balan-
za inclinaba su apoyo en base a la pasión o interés hacia tal o cual fac-
ción, fermentando así la unidad y propósitos que inicialmente procla-
maba la Revolución quiteña.28
En diciembre de 1811 se estableció la convocatoria para que se
instale el Congreso, el mismo que inició sus actividades el 1 de enero
de 1812 y al mes y medio de funcionamiento, resurgieron las diferen-
cias políticas entre los dos bandos en mención, por lo que ocho diputa-
dos sanchistas abandonaron su representación y se desplazaron a Lata-
cunga y desde allí ordenaron la incorporación de Francisco Calderón
para que tome el mando de las tropas y emprenda otra expedición al
Sur, para atender a la “defensa de la patria”29 ante la amenaza de Mo-
lina, que pretendía invadir Quito con todas las milicias de la zona de
Cuenca reforzadas con soldados y pertrechos de Guayaquil.
Al haberse declarado la guerra a Cuenca, el 27 de diciembre de
1811,30 las tropas revolucionarias salieron de Quito el 1 de abril de 1812,
con una fuerza aproximada de 1.500 hombres al mando de don Fran-
cisco Calderón. Le seguían en el mando los siguientes oficiales: el te-
niente coronel Feliciano Checa y otro del mismo rango de apellido Te-
rán, un sargento mayor y ocho capitanes. Este ejército aumentó sus fi-
las con la incorporación de 600 hombres de Latacunga y Ambato y con
otros de Riobamba y Guaranda, llegando a completar entre sus filas un
total aproximado de 3 000 combatientes.
Al tercer día de instalados en Paredones, llegó de Quito don
Mauricio Echenique con dinero para cancelar el sueldo de las tropas y,
por lo que se conoce de la narración histórica de Pedro Fermín Ceva-
llos, venía también a entorpecer la operación ofensiva comandada por

27 Carlos Landázuri, “La Independencia, un proceso continental”, en Manuel de Historia del


Ecuador, Universidad Andina Simón Bolívar y Corporación Editora Nacional, Tomo I,
Quito, 2008, p. 108
28 M. M. Borrero, op. cit., p. 117
29 José María Le Gohuir, Historia de la República del Ecuador, colección Grupo Aymesa, Vol. 2,
Quito, p. 205
30 Jacinto Jijón y Caamaño, “Influencia de Quito…”, p. 78

364
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Calderón. Con el pretexto de los sueldos, había entablado conversacio-


nes esquivas con los montufaristas dirigidos por el teniente coronel
Terán. Con síntomas de conspiración, se encerraron en un Consejo de
Guerra para decidir si continuaban con la ofensiva o emprendían la re-
tirada.31 Empero, los pleitos entre los dos bandos acallaron por un mo-
mento debido a que el enemigo –que se encontraba en Azóguez– ubi-
có a su vanguardia en la cima del cerro más próximo a Verdeloma,
situado al Oeste de Biblián. Con esta posición, los realistas tomaron
cierta ventaja que obligó a los patriotas a iniciar el combate.
Era el 24 de junio de 1812, cuando la vanguardia de Aguilar en-
frentó a la infantería enemiga. El combate de primera línea se daba de
igual a igual, hasta que Calderón ordenó la intervención de la caballe-
ría en refuerzo a las compañías de Aguilar. En eso el comandante de
las fuerzas realistas, teniente coronel Antonio María del Valle, oficial
del Real de Lima, también dispuso la entrada en acción de su caballe-
ría en apoyo a su infantería que estaba debilitada, dándose un encuen-
tro entre los soldados de a caballo que, de un inicio, se enfrentaban con
pistola y luego con sable. Luego del choque de las caballerías, el com-
bate terminaba con el repliegue de las tropas realistas que eran perse-
guidas por los soldados quiteños, alcanzando así una modesta victoria
para éstos y un saldo de 100 hombres entre muertos y heridos de los
dos ejércitos.32 Pasado el momento del triunfo, las rencillas entre
Calderón y los oficiales montufaristas volvió a su tono más alto debido
a que fueron tildados por aquel de “cobardes y traidores”. Este pleito
condujo a la retirada de las tropas hacia el Norte, dejando inconclusa la
misión de tomarse Cuenca y así, garantizar los planes de la Junta.
Con el relato de este acontecimiento, se podría decir que se
perdió una vez más la oportunidad de ingresar victoriosos en Cuenca
y consolidar el nuevo Estado, debido a la división partidista.

5.- CAMPAÑA EN SAN MIGUEL Y MOCHA

El 21 de junio de 1812, día en el que llegó a Guayaquil el general realis-


ta Toribio Montes, la mayoría de los pueblos de Cuenca y la Costa se
proyectaron a una campaña masiva en contra de los insurgentes quite-
ños. Para el efecto, el nuevo presidente de la Real Audiencia destacó al

31 Cevallos, op. cit., pp. 126, 127


32 Alfonso María Borrero, Cuenca en Pichincha, imprenta de la Casa de la Cultura Ecuatoriana,
núcleo del Azuay, tomo I, Cuenca, 1972, p. 14

365
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

coronel Juan Sámano a que se haga cargo de las tropas cuencanas y así,
convertir a todas las huestes morlacas en una fuerza de carácter ofen-
sivo. De igual manera, Montes tomó la ruta de Guaranda, en dirección
a Quito, para cumplir con la misma consigna, pero con el membrete de
“pacificador”. Ante los dos avances simultáneos, el Ejército patriota,
que se encontraba concentrado en Riobamba al mando del teniente
coronel Feliciano Checa, debió atender al mismo tiempo dos frentes de
batalla: uno que venía de Guayaquil y el otro de Cuenca.
El primer combate de esta campaña se dio en San Miguel, po-
blación cercana a Guaranda. Allí, la vanguardia realista, comandada
por el teniente coronel Alejandro Eagar y organizada por 500 hombres,
entre infantes y dragones apoyados por cuatro cañones,33 se enfrentó a
una fuerza que sobrepasaba los 400 patriotas al mando del teniente
coronel Antonio Ante. Era el 25 de julio, día en el que la tropa quiteña
se lanzó al ataque, causando 100 bajas, de las cuales perecieron 35 hom-
bres, incluyendo el mismo teniente coronel Eagar que murió al tercer
día del enfrentamiento y el segundo jefe, don Juan Manuel Fromista
que cayó herido. No se llegó a prolongar este éxito patriota porque se
agotó la munición. Esta carencia logística obligó a replegar a sus cuar-
teles provisionales en Guaranda.34
Al llegar a Cuenca, el coronel Sámano llegaría a organizar una
fuerza de 2 100 hombres distribuidos en 18 compañías de infantería y
tres escuadrones de caballería. Con este contingente emprendió la mar-
cha hacia el Norte a finales de julio, específicamente hacia la zona de
San Andrés, población ubicada a un par de leguas al norte de Riobam-
ba35 y lugar donde se reunieron los dos comandantes realistas, cuya tro-
pa ascendía a un número de 2 675 combatientes, destacándose de entre
ellos 1 860 milicianos cuencanos, 418 milicianos guayaquileños y 397
limeños entre pardos, milicianos y veteranos.36 Toda esta tropa habría
recibido de parte del gobernador de Guayaquil, don Vasco Pascual, 59
cajones que contenían 50 000 cartuchos de fusil, los cuales serían tras-
ladados por el cabo Juan Martínez y ocho soldados.37
En este sector destacó el arrojo y valentía el capitán Ramón

33 ANE, Fondo Especial, caja 193, Vol. 469, documento 10.922, exp. 67.
34 Cevallos, op. cit., pp. 137-139.
35 Agustín Salazar, Recuerdos de la Revolución Quiteña, Quito, 1910, p. 54.
36 Cevallos, op. cit., p. 139. En referencia al oficio de Montes al virrey de Santa Fe, del 6 de
abril de 1813.
37 ANE, Fondo Especial, caja 193, Vol. 469, documento 10.922, exp. 174.

366
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Chiriboga38; quien, al mando de 40 soldados de caballería, emprendió


una misión de reconocimiento en los páramos de Pazguazo. Allí com-
batió con otro escuadrón de caballería enemigo al mando del teniente
coronel Jiménez. El resultado de esta acción de armas entre caballerías
resultó favorable a Chiriboga y sus soldados. Un tipo de confrontación
que se volvió a repetir al día siguiente con similares resultados favora-
bles a los patriotas.39
Estos dos efímeros triunfos de la caballería patriota no logra-
ron impedir el avance de las fuerzas de Montes, lo que obligó a las tro-
pas de Checa a un repliegue forzado a Mocha para adoptar una posi-
ción defensiva en la quebrada más cercana al pueblo. Al decir de nues-
tro Ejército, estaba constituido por 2 938 hombres.
Momentos antes del combate, los dos ejércitos estaban separa-
dos con distancias mínimas, por lo que daba a suponer que tenían con-
tacto visual. Con esta situación, el primer cañonazo lo dio el capitán
patriota Carlos Larrea y nada menos que a la tienda de campaña del
general Montes, que acampaba con sus tropas en la finca de Mocha-
pata. Como resultado del tiro directo del cañón, murió uno de los sir-
vientes del Presidente.40
Iniciadas las hostilidades, el 3 de septiembre de 1812, Montes
envió al grueso de su tropa a la conquista de Mocha. Se dio un combate
de apenas media hora en un punto cercano al pueblo denominado la Pie-
dra. Pese a que los oficiales patriotas Sevilla, Bahamonde y Lana defen-
dieron con todo el coraje este punto a ellos asignado; más pudo la expe-
riencia, la logística y el estruendo de los cañones de Montes para que
hayan entrado sin el menor peligro a la plaza de Mocha, al tiempo en que
indios, soldados y curas del Ejército patriota replegaban hacia el Norte.

6.- COMBATE EN EL PANECILLO

A raíz de la derrota en Mocha, el comandante Checa renunció a la jefa-


tura de las tropas revolucionarias y don Antonio Ante no llegó a asu-
mir el comando de dicha tropa. Con este vacío de mando, fue llamado
38 Alfredo Costales Samaniego, Dolores Costales Peñaherrera, Insurgentes y Realistas, la revolu-
ción y la contrarrevolución quiteñas, 1809–1822, Biblioteca del Bicentenario de la Indepen-
dencia, Fonsal, editorial Trama, Quito, 2008, pp. 58 – 63.
39 Élmer Carvajal, Riobamba: personajes ilustres de la colonia, Editorial Pedagógica Freire, Rio-
bamba, 1999, p. 122
40 Cevallos, op. cit., p. 142

367
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

de forma urgente el coronel Carlos Montúfar a fin de que retome el co


mando de las fuerzas patriotas que se encontraban haciendo operacio-
nes de defensa móvil entre las provincias de Tungurahua y León.
Al tiempo en que los patriotas preparaban su trinchera, Mon-
tes avanzaba con sus tropas hacia Latacunga bajo el hostigamiento de
patrullas móviles. Al respecto, el capitán Vivero daba parte por escrito
que su reparto realista fue víctima de incendios y saqueos en Latacun-
ga, Tanicuchí y Pujilí, por parte de los insurgentes e indígenas del sec-
tor.41 Una vez instalado su campamento en las inmediaciones de El Cal-
zado, Montes envió un oficio a las autoridades quiteñas, exhortando, a
la rendición en un plazo de tres horas; de lo contrario, estarían en peli-
gro las vidas, bienes y haciendas de los quiteños. Carlos Montúfar no
tardó en responder a tal oficio dando un plazo de dos horas para que
las fuerzas realistas sean quienes abandonen estas tierras en nombre
del Rey, la religión católica y el Ejército al cual dirigía. Con este tipo de
amenazas de parte y parte, los dos ejércitos continuaron en el camino
de las armas.42
Con el propósito de rechazar el avance de las tropas realistas,
Montúfar adoptó una especie de defensa en posición, ubicando a sus
tropas en tres frentes: el primero en la entrada de San Sebastián, el se-
gundo en la Magdalena y el tercero en la cima del Panecillo, este últi-
mo, reforzado con cinco cañones. Montes, tras conocer las posiciones
de los patriotas, procedió a organizar la marcha ofensiva destacando a
una división por el río Machángara, al mando del coronel Sámano; la
segunda división por el arco de la Magdalena, a órdenes del capitán in-
geniero Miguel Atero y la tercera en la reserva.43
En vista de que las dos divisiones estaban desgastadas, Montes
colocó una batería de cuatro cañones para apoyar el avance de la van-
guardia, llegando a la cima para trabarse en combate cercano con la tro-
pa quiteña que se encontraba en la cima del Panecillo, la misma que es-
taba compuesta por milicianos y jóvenes que lucharon con todo el brío
y audacia para defender este punto estratégico, pero ante el incesante
fuego enemigo, la munición de los patriotas se agotó, debiendo reple-
41 ANE, Fondo Especial, caja 194, Vol. 471, exp. 16. Oficio del capitán Francisco José de Vivero
a Montes, escrito en Pujilí con fecha 11 de septiembre de 1812
42 Cevallos, op. cit., pp. 151-153. El oficio de Montes fue despachado el 6 de noviembre de 1812
a las ocho de la mañana.
43 Luciano Andrade Marín, La Batalla del Panecillo, 7 de noviembre de 1812, imprenta Municipal,
Quito, 1954, p. 20

368
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

gar de forma urgente a la ciudad para reorganizarse, dejando el cerro


en manos de las tropas realistas. Este combate dejó como saldo 47
muertos y decenas de heridos del lado patriota; mientras que del lado
realista fueron 15 muertos y 71 heridos, incluidos seis oficiales.44
El 8 de noviembre, Montes hacía su entrada triunfal en una
ciudad, haciendo del convento de San Francisco su área de vivac, su
campamento. De inmediato despachó 520 soldados de infantería y 80
de caballería, con la misión de perseguir a los insurgentes que partie-
ron hacia Ibarra.

7.- SAN ANTONIO, EPÍLOGO DE LA REVOLUCIÓN

Luego de varias jornadas de marcha forzada, los patriotas quiteños lle-


garon a Otavalo. En ese trayecto se reorganizó una fuerza de aproxi-
madamente 600 combatientes, reuniéndose en Ibarra, el 16 de noviem-
bre, con otros 600, al mando del coronel Francisco Calderón. Inespera-
damente renació la discordia entre los jefes sanchistas y montufaristas
por la disputa del comando del ejército y porque cada bando quería
tomar la decisión que más le convenía: los que estaban con el coronel
Carlos Montúfar querían un armisticio con Montes, mientras dure su
gobierno; en tanto que los del grupo de Calderón estaban empecinados
en continuar por el camino de la guerra.45 Los pleitos no daban tregua,
hasta cuando llegó por casualidad a manos de los líderes quiteños una
comunicación de Montes, dirigida a Sámano, en la cual disponía la cap-
tura de los comandantes patriotas y su correspondiente sentencia a la
pena de muerte junto con el cobro de 500 000 pesos en un plazo no
mayor a las 24 horas.46
El contenido de aquella comunicación, más la noticia de que
Sámano y sus soldados ya estaban en Atuntaqui, exaltaron a los jefes
patriotas a una reflexión que llevó a dejar de lado las diferencias y
luchar por un ideal común. En tanto el jefe realista, al ver que los insur-
gentes ya no estaban dispersos, más bien estaban organizados y dis-
puestos a pelear por el triunfo, agitó la bandera blanca, consiguiendo
un diálogo con Montúfar. Una vez aceptado el armisticio entre las dos
fuerzas, Sámano hizo lo suyo: en pretexto de dar el rancho y descanso

44 Ibíd., p. 22. Oficio del general Montes al virrey del Perú, de fecha 11 de noviembre de 1812
45 M. M. Borrero, op. cit., p. 373
46 Ibíd., p. 374

369
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

a su tropa, la condujo a San Antonio de Ibarra y desde allí empezó a


fortalecerse armando su artillería y recibiendo de Montes un refuerzo
de 380 hombres al mando del teniente coronel Antonio Párames, con la
consigna de aprehender a los patriotas Calderón, De la Peña, Caicedo,
Rodríguez, Villaorellana, Gullón, Chiriboga, Mancheno, Vásconez y
Correa.
Al ser detectados ciertos movimientos extraños al Acuerdo, el
cura párroco de San Antonio dio aviso inmediato a Montúfar sobre esta
novedad. Al principio este aviso fue subestimado por cuanto el jefe rea-
lista supo vender con certeza su perfidia, pero como el aviso fue reite-
rado, la cúpula quiteña decidió enfrentar el asunto por el método de las
armas, dividiendo el ejército de 620 soldados en cuatro columnas enca-
bezadas por Montúfar, Calderón, Gullón y Pólit, para enfrentarse al
enemigo que se encontraba atrincherado en el pueblo con un contin-
gente similar.
La primera escaramuza se dio el 27 de noviembre de 1812, des-
tacándose los oficiales patriotas Chiriboga, Gullón, Núñez y Moscoso,
quienes al mando de un escuadrón de caballería, se apoderaron de los
cañones que habían sido instalados por los realistas en las calles prin-
cipales de San Antonio. Las fuerzas quiteñas acometieron con tal bra-
vura que Sámano replegó a la iglesia, haciendo de ésta su posición de-
fensiva y una fábrica improvisada de cartuchos elaborados con los
misales y otros libros religiosos.
Llegada la noche, las dos fuerzas adversarias decidieron cesar
el fuego; los patriotas eran los más próximos a la victoria, no así los rea-
listas, cuyos jefes habían hablado de una rendición al amanecer del 28
de noviembre, luego de ver a los insurgentes como una tropa discipli-
nada y bien organizada. En esa misma noche, los soldados realistas,
que habían consumido toda su munición, realizaron un contraataque
con bayoneta calada y arma blanca, logrando abrir una brecha sobre el
ejército patriota que les tenía sitiados. En eso, la tropa de Sámano reci-
bió los refuerzos con lo que pudo perseguir a los patriotas que rompie-
ron filas y tomaron el camino hacia Ibarra.47
Viéndose sin enemigos en ningún frente, el jefe realista em-
prendió la persecución hacia la villa de Ibarra, logrando apoderarse de
armas y pertrechos que habían abandonado los patriotas.
Gran parte de los patriotas lograron escapar: unos fueron a

47 J. Jijón y Caamaño, “Influencia de Quito…”, p. 84

370
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

ocultarse en sus haciendas, otros se dispersaron por el camino de Mal-


bucho, sendero que conducía al Pacífico; empero Calderón y otros sol-
dados perseveraron en la lucha y tomaron el camino hacia el Norte,
pensando en unirse a los patriotas del Cauca. Dieron la cara al enemi-
go, a sabiendas de que disparaban sus últimos cartuchos y que tarde o
temprano serían vencidos. Hasta que cayeron prisioneros en Yahuar-
cocha.48
El 1 de diciembre, era el día en que el último reducto insurgen-
te peleaba con denuedo, agotando sus últimas energías en el combate.
Allí pasó a la historia el valiente capitán Landaburu, oficial que había
recibido 13 puñaladas por no dejarse arrebatar el pendón insurgente.
En esos mismos instantes, Calderón fue tomado prisionero por un sol-
dado de apellido Guerrilla, oriundo de Cañar.49 La misma suerte corrie-
ron los oficiales Manuel de Aguilar y Marcos Gullón, algunos soldados
y siete indígenas de Otavalo.50 Todos estos fueron condenados a muer-
te en Ibarra el 4 de diciembre, luego de un juicio y sumario verbal orde-
nado por Sámano.

CONSIDERACIONES FINALES

Con el mismo entusiasmo con el que se formó la Junta Suprema de


Gobierno, igual se formó el Ejército quiteño, de cuyas campañas descri-
tas en páginas anteriores, vale decir que los siete combates tuvieron sus
finales de gloria y derrota. Guaranda, Paredones, Pasto y San Miguel,
fueron los escenarios de triunfo para los patriotas, pero no todos éstos
disfrutaron del éxito. Recordemos que luego de Paredones, la retirada
fue discreta debido a la deserción de los indígenas que servían como
elemento de apoyo logístico y transporte de abastecimiento y muni-
ción, y sin estos elementos, ningún ejército está en capacidad de com-
batir, mas todavía percibir el triunfo.
En cuanto a las derrotas en Pasto, Mocha, Panecillo y San An-
tonio de Ibarra, fueron el resultado de la falta de armamento y muni-
ción, como fue el caso del Panecillo, y una mejor organización para el
combate, como fue el caso de Pasto. Empero lo más crítico se vio en
Verdeloma y San Antonio, escenarios de guerra donde las rencillas en-

48 Cevallos, op. cit., p. 170.


49 Rafael Villacís, “10 de Agosto, 2 de Agosto”, Revista , No. 5, Quito, 1922, p. 396.
50 ANE, serie Indígenas, caja 161, exp.17.

371
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

tre sanchistas y montufaristas, lograron dividir a las filas patriotas,


opacando el verdadero sentido de la campaña.
De los soldados patriotas no faltó coraje, intrepidez y entrega
a la causa independentista. Lucharon sin reposo. Por más señas, persis-
tieron durante tres años hasta agotar sus últimos esfuerzos. El grave
problema fue la discordia política lo que condujo al fracaso.
Con la derrota en San Antonio de Ibarra y el fusilamiento de
los principales líderes patriotas, el tiempo de lucha del Ejército quiteño
se acabó. Lo que no se acabó fue la gran aspiración de conseguir la li-
bertad y la autonomía de la Corona española. En Quito se fraguó el
proyecto de Independencia el 10 de Agosto de 1809 y en Quito se con-
solidó la Independencia el 24 de Mayo de 1822. Debió pasar más de
una década de combates y batallas para entender que sin el papel de
las armas y de los ejércitos, la Independencia apenas sería un proyecto
a largo plazo.

372
BIENVENIDA A LA DOCTORA MARÍA LUISA LAVIANA
COMO MIEMBRO CORRESPONDINTE EXTRANJERO DE LA
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Jorge Núñez Sánchez

A nombre de la Academia Nacional de Historia, me es muy grato dar


la bienvenida a nuestra institución a la ilustre historiadora hispano-
americana doctora María Luisa Laviana Cuetos, quien ha sido designa-
da por la Junta General de nuestra institución como Miembro Corres-
pondiente Extranjero de ella y el día de hoy dará su discurso de ingre-
so a la entidad.
Me he referido a la doctora Laviana presentándola como his-
panoamericana y no como española, porque creo que ello se ajusta más
adecuadamente a la verdad de su vida y de su acción intelectual, que
han estado orientadas preferentemente al estudio de la historia hispa-
noamericana, tanto en el período colonial, cuando se plantaron las se-
millas de nuestra vigorosa cultura común, como en el periodo republi-
cano, donde los desencuentros de la emancipación cedieron lugar al
reconocimiento mutuo y la activa colaboración entre España e Hispa-
noamérica.
Esa vocación americanista de María Luisa Laviana ha tenido
un sentido amplio, pues se ha expresado en variados estudios sobre la
América española, sobre Guayaquil y su gobernación, sobre el mundo
andino y sobre Mesoamérica y el Caribe. En medio de ese amplio hori-
zonte de su actividad intelectual, dos temas han destacado por la per-
sistencia de su búsqueda y la generosa floración de resultados: la ciu-
dad y provincia de Guayaquil, analizados como un ejemplo particular
de desarrollo económico y social, y la figura de José Martí, vista como
el eje constitutivo de la cubanía, esto es, de la personalidad nacional y
la cultura cubanas.
No deja de ser curiosa la circunstancia de que Cuba y Guaya-
quil hayan sido los dos temas más atractivos para esta hermeneuta de
la ciencia histórica. Y ello me lleva a recordar que un gran filólogo cu-
bano, Juan José Arrom, ha escrito que, en el ámbito de su conocimien-
to, el Caribe termina en Guayaquil, esto es, que nuestro puerto consti-

373
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

tuye la frontera sur de la cultura caribe, que tiene como su centro más
notorio y reconocido a la isla de Cuba.
Volvamos a María Luisa y su obra ecuatorianista, que es hoy el
centro de nuestra atención institucional. Esta admirada amiga nuestra,
ha dedicado a Guayaquil y su región quizá la mayor parte de sus enco-
miables afanes intelectuales, enriqueciendo la historiografía ecuatori-
ana contemporánea con un formidable y novedoso aporte de libros, en-
sayos y artículos que es difícil mensurar con precisión, dadas su ri-
queza y variedad. En todo caso, podemos afirmar que nuestra recipien-
daria nos ha regalado a los ecuatorianos tres grandes libros de su au-
toría, varios libros en coautoría, veintitrés artículos científicos y nume-
rosas comunicaciones y ponencias a congresos efectuados en todo el
mundo, con lo cual los temas históricos de nuestro país han adquirido
dimensión y difusión universal.
Si la importancia cuantitativa de su obra revela la constancia
de su vocación ecuatorianista, no es menor la evaluación cualitativa
que podemos hacer de ella, dada la seriedad profesional, el alto nivel
académico y la honestidad intelectual con que han sido hechos esos
diversos estudios de la doctora Laviana.
Hallo importante analizar también la temática estudiada por
nuestra recipiendaria con relación a Guayaquil. Superando con largue-
za las preocupaciones recurrentes de nuestros historiadores, centradas
en la historia política o la genealogía de las grandes familias, ella he
enfocado su atención hacia el centro medular en la vida de una ciu-
dad–puerto: su economía, lo que incluye sus recursos naturales, su
proceso de desarrollo interno y vinculación al mercado exterior, sus fi-
nanzas y recursos monetarios y otros temas de esta laya. De este modo,
nos ha regalado una visión esencial, realista y concreta de la estructura
económica, que nos ayuda entender mejor la vida social del puerto y
sus relaciones con las demás regiones y poderes del mundo colonial.
Otro aspecto que ha concitado su atención es el referido a la
evolución urbana de Guayaquil, que se inició como un pequeño pue-
blo, azotado por los desbordamientos de las aguas invernales, y, tras
sucesivos reasentamientos, se plantó en su actual locación y progresó
hasta convertirse en una vigorosa ciudad, que actuaba –y actúa– como
motor económico de su región y del país todo. En este punto, cabe
relievar también sus estudios sobre las “Ordenanzas Municipales de
Guayaquil, de 1590” y sobre la “Descripción de Guayaquil de Francisco

374
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Requena”, documentos fundamentales para la historia porteña, que


Laviana encontró en los archivos españoles y dio a la luz pública, enri-
queciendo con ello el acervo documental de la historia guayaquileña y
ecuatoriana.
Pero Laviana no se ha limitado al estudio de la economía gua-
yaquileña y la historia urbana del puerto, sino que ha ido más allá, bus-
cando conocer el fondo y trasfondo de las cosas; de este modo, ha in-
vestigado en detalle la vida de las gentes del común en los pueblos de
la península de Santa Elena, desde la producción de sal hasta sus prác-
ticas medicinales, rituales de brujería y cultura religiosa, vistos como
asuntos diabólicos por la autoridad eclesiástica, que acusaba la existen-
cia de una resistencia indígena a la cristianización impuesta por los
conquistadores.
También ha estudiado el papel de los inmigrantes de aquel
tiempo en el desarrollo de Guayaquil, como en su artículo sobre el ma-
lagueño Miguel de Olmedo o sus referencias al comandante Bernardo
Roca, mostrándonos que en el Guayaquil colonial existía una sociedad
abierta, que brindaba oportunidades a los inmigrantes y aun a gentes
surgidas de los estratos inferiores de la sociedad, pero que se habían
destacado por su esfuerzo e inteligencia. Y a todo esto cabría agregar
sus estudios sobre la producción y comercio del aguardiente, sobre el
cultivo y estanco del tabaco, sobre la maestranza del astillero de Gua-
yaquil, sobre la explotación y comercio de la madera, y sobre la
situación político administrativa de Guayaquil, envuelta en una larga
disputa entre Quito y Lima por el control de este floreciente puerto.
Además de haber investigado y escrito tanto sobre nuestro
país, la doctora Laviana ha dictado varios cursos y numerosas confe-
rencias en el Ecuador, y ha participado en reuniones y talleres de traba-
jo, con lo cual ha roto ese aislamiento que regularmente marca la labor
de los ecuatorianistas extranjeros y nos impide acceder directamente al
conocimiento de sus opiniones, teorías y conceptos científicos. Así, en
agosto de 1996, actuó como profesora invitada en la Universidad Esta-
tal de Bolívar (Guaranda), donde impartió los cursos de especializa-
ción: "La sociedad colonial hispanoamericana" y "La costa ecuatoriana
en el siglo XVIII", a profesores y alumnos de la Universidad. A conti-
nuación dictó un ciclo de conferencias en la Universidad Católica San-
tiago de Guayaquil y en la Escuela Superior Politécnica del Litoral, to-
do ello dentro del Programa Intercampus de Cooperación Univer-
sitaria entre España y América Latina.

375
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Tres años después, en febrero de 1999, vino a Guayaquil para


el lanzamiento de su libro Estudios sobre el Guayaquil colonial, edita-
do por el Archivo Histórico del Guayas, y en la ocasión dictó varias
conferencias en entidades culturales guayaquileñas.
Cosa parecida sucedió en noviembre de 2000, cuando dictó
varias conferencias y participó en mesas redondas en Quito, Cuenca y
Guayaquil. Durante esa nueva estancia, fue profesora invitada del
Seminario-Taller “Revisión crítica y actualización metodológica de la
historia del Ecuador y de la historia regional de Guayaquil” y “Proceso
histórico de configuración de la región costeña: de las sociedades pre-
colombinas a nuestros días”, organizado por el Archivo Histórico del
Guayas en asocio con el Ministerio de Educación y Cultura, y destina-
do a Profesores de Educación Básica y Bachillerato en Estudios Sociales.
Entre 2003 y 2004 participó como asesora en los encuentros y
trabajos preparatorios de la Exposición “Vientos de Ría”, sobre la his-
toria regional del Guayaquil colonial, que se inauguró en agosto de
2006, en el Museo Nahim Isaías de Guayaquil.
También deben mencionarse sus numerosos cursos y conferen-
cias en varias universidades e instituciones culturales de nuestro país.
Fueron dictados, en Guayaquil, en la Universidad Católica, la Escuela
Superior Politécnica del Litoral, el Archivo Histórico del Guayas, el
Instituto de Historia Marítima, los auditorios del Banco del Progreso,
de la Cámara de Comercio, de la Librería Científica y del Club de La
Unión, A su vez, en Quito, fueron dictados en la PUCE, la FLACSO,
la Universidad Andina Simón Bolívar, la Universidad San Francisco, el
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural y otras instituciones. Pero
su labor cultural se ha extendido también a otras provincias, tales como
Azuay, Bolívar y Esmeraldas. En esta última participó, en agosto de
2005, en la Reunión de Expertos del “Centro Internacional de Es-
meraldas para la Diversidad Cultural Afro-Indoamericana y el Desa-
rrollo Humano”, donde fue elegida miembro de su Comité
Asesor Internacional, así como Coordinadora del Proyecto
Piloto “La Ruta del Cacao”, presentado y aprobado en dicha Reunión
y patrocinado por la Oficina Nacional de la UNESCO.
Una evaluación objetiva de este notable y sostenido esfuerzo
intelectual nos muestra cuan fuerte es el vínculo que la doctora Lavia-
na tiene con Guayaquil y el Ecuador, un vínculo hecho de interés cien-
tífico, pero también de vivencias humanas y de afecto por el país y sus

376
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

gentes. Por suerte, el Ecuador y Guayaquil han sabido corresponder, en


la medida de sus posibilidades, al esfuerzo y afecto de María Luisa
Laviana, reconociendo de varios modos su valía intelectual y sus es-
fuerzos en beneficio de nuestro país. Ahora es nuestra Academia Na-
cional de Historia la que ha tomado la posta en esta grata actividad,
designando a la doctora María Luisa Laviana como su Miembro Co-
rrespondiente Extranjero, en reconocimiento a sus méritos científicos y
a sus notables aportes de historiadora ecuatorianista.
Estamos conscientes de que esta designación hace justicia a
una constante y sabia tarea intelectual, desarrollada en la frialdad de
los archivos y el silencio de los gabinetes, pero sabemos también que
nos honramos al vincular oficialmente a la doctora Laviana a nuestro
círculo académico y a nuestras labores institucionales.
En lo particular, me llena de orgullo que la Academia me haya
designado para dar esta bienvenida oficial a esta inteligente y generosa
amiga, asturiana de origen, sevillana de formación y americana de
corazón, en la que se juntan todas las cualidades de la belleza física y
espiritual y con quien nos unen antiguos lazos de afecto personal y de
colaboración intelectual.
Bienvenida, admirada profesora y querida amiga, a la Acade-
mia Nacional de Historia del Ecuador.

Guayaquil, a 22 de octubre de 2008.

377
REFORMISMO BORBÓNICO Y CONTROL FISCAL:
LAS CAJAS REALES DE GUAYAQUIL EN EL SIGLO XVIII*

María Luisa Laviana Cuetos


Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC
Sevilla, España

AGRADECIMIENTOS:
Al Dr. Manuel de Guzmán Polanco, director de la Academia
Nacional de Historia del Ecuador, y en su persona a todo el directorio
y miembros de número de la institución, por aprobar mi nombramien-
to como académica correspondiente.
Al Dr. Benjamín Rosales Valenzuela, director del Centro Pro-
vincial Correspondiente del Guayas de la Academia Nacional de His-
toria, y a todos los miembros de su equipo directivo, que propusieron
mi nombre a esta institución.
Al Dr. Eduardo Estrada Guzmán, secretario del Centro Pro-
vincial Correspondiente del Guayas que ha cuidado con gran eficacia
todo lo relativo a la organización de este acto.
Al Dr. Jorge Núñez Sánchez, académico de número y tesorero
de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, quien a su ya extra-
ordinaria serie de bondades conmigo acaba de añadir su discurso de
bienvenida y presentación de mi persona.
A la ilustre Municipalidad de Guayaquil, por facilitar el es-
pléndido Salón de la Ciudad para realizar esta ceremonia, y por su
intermedio, a la ciudad de Guayaquil, que siento y quiero como propia.
A todos los aquí presentes, por acompañarme en este acto tan
emotivo, y en particular a aquellos de ustedes que, siendo mis amigos,
siento como la representación de mi familia ecuatoriana, compensando
así en alguna medida la ausencia –física, que no en espíritu– de mi
familia española.
Muchas gracias.

* Discurso de Incorporación de la Dra. María Luisa Laviana Cuetos como Miembro


Correspondiente Extranjero de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, durante el
acto realizado en el Salón de la Ciudad de la Ilustre Municipalidad de Guayaquil, el miérco-
les 22 de octubre de 2008.

378
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

INTRODUCCIÓN

En el siglo XVIII la gobernación de Guayaquil era un territorio


de unos 50.000 Km2 que comprendía toda la costa central y meridional
de la Audiencia de Quito, lo que hoy son 5 provincias: Guayas, Santa
Elena, Manabí, Los Ríos y El Oro, es decir, toda la costa ecuatoriana
actual a excepción de Esmeraldas. La provincia estaba dividida en dis-
tritos –llamados partidos o tenientazgos–, que a comienzos del XVIII
eran 7 y a fines de ese siglo eran 13, además de la propia capital.1
La ciudad de Santiago de Guayaquil, en el estuario del Guayas,
tenía unos 5 000 habitantes hacia 1740, y casi 14 000 en 1805; mientras
que el conjunto de la provincia pasa de 20 000 a 61 400 habitantes en el
mismo período. Grosso modo, podemos decir que esta población estaba
formada por un 13 ó 14 % de blancos o españoles, un 30 % de indios,
un 50 % de mulatos y mestizos (“libres de varios colores”, como dicen
los censos de la época), y un 6 % de esclavos.
Estas cifras de población apuntan a un período de crecimiento.
Y en efecto, el siglo XVIII es una época de especial interés para Gua-
yaquil, que durante más de dos siglos (desde su definitivo emplaza-
miento a orillas del Guayas en 1547) había desempeñado un papel
siempre importante, sí, pero también subsidiario en el contexto regio-
nal, dada su función de intermediaria, como “puerto y puerta de Qui-
to”. Sólo a partir del último tercio del XVIII es cuando esa ciudad–
puerto inicia el despegue que en pocas décadas la convertirá en la ciu-
dad sin duda más importante rica y poblada de la república del Ecua-
dor. Los estudios que ya he realizado sobre la demografía, economía y
otros aspectos del Guayaquil colonial, demuestran que el auge de la
ciudad y de su amplio hinterland no se originó en su actividad portua-
ria para la Sierra, sino en el constante crecimiento económico derivado
de la explotación y comercialización de sus propios recursos, y más
concretamente de la producción y exportación de cacao.
Es sabido que la política colonial española en el último cuarto
del siglo XVIII favoreció la prosperidad de muchas zonas americanas
de las llamadas “periféricas”, entre las que se encuentra la provincia de

1 Tanto el mapa como los datos sobre Guayaquil que se ofrecen a continuación están tomados
de mi obra: Guayaquil en el siglo XVIII. Recursos naturales y desarrollo económico, Sevilla, Escuela
de Estudios Hispano-Americanos, CSIC, 1987. [2ª edición: Guayaquil, Archivo Histórico del
Guayas, 2002; 3ª ed.: Guayaquil, ESPOL, 2003].

379
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Guayaquil, pues la liberalización comercial le permitió orientar plena-


mente su economía hacia el mercado externo mediante la ampliación
del comercio agroexportador y la consolidación del monocultivo. Con
el libre comercio por el Pacífico decretado en 1774, Guayaquil obtiene
–después de casi dos siglos de prohibiciones– la posibilidad de expor-
tar su más prometedor recurso a su mejor mercado, es decir, el comer-
cio del cacao con México. Paralelamente, también Guayaquil se benefi-
cia de la reducción de impuestos y derechos aduaneros al cacao, que en
1776 se rebajan a la mitad. Sólo un dato a modo de ejemplo: si hacia
1770 sus exportaciones de cacao se cifraban en unas 30 ó 40.000 cargas
de 81 libras al año -nivel que, con las lógicas fluctuaciones venía sien-
do el máximo alcanzado desde hacía más de un siglo-, ya en 1799 son
casi 100.000 (99.600) las cargas de cacao que Guayaquil exporta cada
año hacia la Vieja y la Nueva España.
A fines del XVIII es cuando comenzó la prosperidad de Guaya-
quil basada en el cacao, y fue en esa época cuando la provincia empe-
zó a ocupar el puesto que durante siglo y medio tendrá en el sistema
económico internacional: ser la principal productora y exportadora de
cacao en el mundo hasta bien entrado el siglo XX.
Este es, pues, el territorio sobre el que se centra mi trabajo, cu-
yo contexto general es el del reformismo borbónico aplicado a la Real
Hacienda indiana. Un tema muy importante, pues no cabe duda de
que el estudio de la fiscalidad colonial es esencial para entender la pro-
pia estructura del imperio español, del que se ha dicho que “fue más
imperio que nunca” en el siglo XVIII, cuando se produjo lo que se ha
dado en llamar la “segunda conquista de América”, que fue, sobre todo
una conquista administrativa y fiscal.
En el aspecto fiscal, el programa reformista borbónico en Amé-
rica pretendió esencialmente aumentar la productividad económica
para revertir los beneficios en lograr la prosperidad de la metrópoli.
Por tanto, requisito previo indispensable era reconstruir la máquina del
estado y controlar la administración colonial, para lo cual uno de los
instrumentos claves era una burocracia profesional, y dentro de ella se
pone un especial interés en el reforzamiento y la modernización de la
burocracia fiscal, que permitiría recaudar directamente los impuestos y
los nuevos monopolios estatales, todo lo cual se esperaba que conduci-
ría a un espectacular incremento de los ingresos fiscales.
El manejo y control de las finanzas del imperio español impli-

380
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

caba llevar un minucioso registro escrito de todas las operaciones efec-


tuadas, y gracias a ello la historia colonial latinoamericana tiene en la
documentación fiscal unas fuentes extraordinariamente ricas de conte-
nido, además de muy homogéneas, abundantes y disponibles en largas
series cronológicas para casi toda la América española, incluida la anti-
gua provincia de Guayaquil. La importancia de la documentación fis-
cal como fuente histórica ha sido ya convenientemente subrayada en
numerosas ocasiones desde mediados del pasado siglo, manteniéndo-
se vivo su interés hasta la actualidad, a pesar de que son también unas
fuentes extraordinariamente áridas y poco atractivas, cuyo estudio es
una tarea en gran medida tediosa que requiere no pocas dosis de pa-
ciencia y perseverancia.
A esa tarea estoy dedicada, de modo intermitente y disconti-
nuo pero también recurrente, desde hace muchos años, desde que ini-
cié mi investigación para la tesis doctoral sobre Guayaquil en el siglo
XVIII y me sentí también seducida por la documentación fiscal. Algu-
nos frutos de esa tarea ya han visto la luz en forma de artículos o po-
nencias en congresos, como son los temas relativos a la organización de
las Cajas, los impuestos sobre el comercio, la creación de los estancos
de tabaco y aguardiente, o los problemas metodológicos que plantea el
análisis de la documentación hacendística;2 y espero que pronto esté
publicado mi estudio completo de la fiscalidad guayaquileña durante
el siglo XVIII, con particular atención a la segunda mitad de la centu-
ria debido a la mayor disponibilidad de fuentes cuantitativas.3 El pre-

2 Dichos trabajos son: “Organización y funcionamiento de las Cajas Reales de Guayaquil en la


segunda mitad del siglo XVIII”, Anuario de Estudios Americanos, vol. XXXVII, Sevilla, 1980, pp.
313-349. - “Comercio y Fisco: Los ‘Productos de la Aduana’ de Guayaquil, 1757-1804”, en:
Europa e Iberoamérica: Cinco siglos de intercambios. Asociación de Historiadores Latinoamerica-
nistas Europeos (AHILA), Sevilla, 1992, vol. II, pp. 599-615. - “El estanco del tabaco en
Guayaquil”, Temas Americanistas, nº 5, Sevilla, 1985, pp. 21-32.- “La renta del tabaco en el
Guayaquil colonial”, Revista Ecuatoriana de Historia Económica, Banco Central del Ecuador, nº
9, Quito, primer semestre de 1994, pp. 13-136.- “La creación del estanco del aguardiente en
Guayaquil, 1778”, en: El vino de Jerez (y otras bebidas espirituosas) en la historia de España y Amé-
rica, Jerez, 2004, pp. 365-376.- “Problemas metodológicos en el estudio de la Real Hacienda:
Ingreso bruto e ingreso neto en las Cajas de Guayaquil (1757-1804)”, en: Jorge Núñez Sánchez
(ed.): Historia Económica de América Latina, Quito, 1992, pp. 3-20.
3 Para el siglo XVIII, y de forma ininterrumpida, sólo disponemos de las cuentas fiscales de
Guayaquil correspondientes al período 1757-1804 y a ese período se referirán los datos numé-
ricos; pero en aspectos de tipo más cualitativo, el trabajo sí ofrece abundante información
relativa a todo el siglo XVIII. Cuentas de Real Hacienda de las Cajas de Guayaquil, 1757-1804.
Archivo General de Indias de Sevilla [en adelante AGI], Contaduría 1777 y Quito 469-477.

381
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

sente texto es en realidad una síntesis o un adelanto de ese estudio, que


se distribuye en tres partes bien diferenciadas (organización o adminis-
tración, ingresos y gastos) y que al trazar una especie de historia finan-
ciera provincial resulta muy elocuente para configurar una época, a la
vez que contribuye a explicarnos el sistema colonial.

LA ADMINISTRACIÓN HACENDÍSTICA
En materia de organización cabe recordar que la administra-
ción fiscal se organizó con una burocracia específica, que fue la prime-
ra en aparecer en Indias, pues en cada expedición descubridora y con-
quistadora ya iba algún representante de la Corona para proteger sus
intereses y en especial el quinto real. Después, en las principales ciuda-
des se establecieron oficinas de Hacienda denominadas Cajas Reales,
con funcionarios llamados oficiales reales, que inicialmente eran tres pe-
ro acabaron siendo sólo dos, contador y tesorero. Y además de en las ca-
pitales administrativas, muchas Cajas se sitúan en importantes centros
mineros y otras en los principales puertos, como es el caso de las Cajas
de Guayaquil, establecidas hacia 1570 con el único objeto inicial de re-
caudar los derechos aduaneros y controlar las cargas de los navíos.
Aspectos importantes en cualquier análisis sobre la fiscalidad
colonial son los relativos a los sistemas de contabilidad empleados y las
formas de fiscalización de los funcionarios de Hacienda, ya sea me-
diante la presentación (“rendición” según la terminología de la época)
de cuentas ante los organismos superiores, ya sea por las visitas de ins-
pección realizadas a las diferentes oficinas del Fisco.
El sistema de contabilidad era el llamado método de partida
sencilla, que divide las cuentas en dos secciones, cargo y data, ingresos y
gastos respectivamente. Y del cotejo de uno y otro al examinar la cuen-
ta puede resultar un alcance contra los oficiales reales. Todo acompaña-
do de los documentos comprobantes. Pero el orden en la contabilidad
guayaquileña no era, desde luego, muy bueno, y por ello son frecuen-
tes las advertencias que hacen los tribunales supervisores (primero el
Tribunal de Cuentas de Santa Fe, y a partir de 1776 el de Quito). Este
problema, general a la mayor parte de las contadurías, se intenta subsa-
nar mediante la introducción en 1784 del sistema de partida doble, reem-
plazándose cargo y data por debe y haber, pero no tardarán en surgir las
críticas al nuevo método de contabilidad, al que se achacaba su proce-

382
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

dencia comercial,4 aunque en realidad los ataques no se dirigían al


método en sí, sino a la incapacidad de los funcionarios fiscales para asi-
milarlo. De todas formas, la real orden de 25 de octubre de 1787 dis-
pondrá volver a la situación anterior. En Guayaquil se hicieron por el
método de partida doble las cuentas de los años 1786 y 1787, que pre-
cisamente son las más confusas de todo el período.
Pero lo más llamativo es la falta de control práctico de la actua-
ción de los funcionarios fiscales de Guayaquil, pues las revisiones de
las cuentas hechas por los tribunales respectivos no constituyen en la
mayoría de los casos un control eficaz, ya que los oficiales reales sue-
len hacer caso omiso de las observaciones del Tribunal, y éste carece
normalmente de medios efectivos para hacerse obedecer.
Hay, sin embargo, un procedimiento que se mostró más positi-
vo a la hora de fiscalizar la actuación de los funcionarios de Hacienda:
las visitas. En este sentido, son de una importancia excepcional las dos
visitas realizadas a las Cajas Reales de Guayaquil en el siglo XVIII, am-
bas en la 2ª mitad de la centuria.
La primera de ellas, llevada a cabo por Juan Martín de Sarra-
tea y Goyeneche en los años 1756 y 1757, tiene importantes medidas
organizadoras y fiscales, entre ellas el descubierto hallado en la revi-
sión de las cuentas de varios años anteriores, que ascendió a 101 637
pesos, de ellos casi 30 000 contra los propios oficiales reales de esos
años, muchos ya fallecidos, resultando como único responsable el teso-
rero José Ventura Domínguez Laínez, contra quien se inicia un largo y
complicado proceso. Pero además del descubierto hallado, la visita
tiene también como consecuencia el establecimiento de un nuevo im-
puesto para sufragar la obra de la Casa de Aduana, una vieja petición
de Guayaquil, cuyo cabildo y oficiales reales están reclamando su cons-
trucción desde 1736. El edificio (que será tanto Aduana como Conta-
duría) se construirá entre 1758 y 1762 con un costo total de 74 000 pesos
adelantados por la Hacienda, que después se resarcirá, y con creces, de
la inversión mediante el impuesto de medio real por cada carga tanto
a la entrada como a la salida del puerto, que producirá en total 127 000
pesos en el período estudiado.
4 Se afirmaba, por ejemplo, que pretender que “los tesoreros y oficiales reales de América usen
del Debe y Haber, y que sus cuentas vengan a España tan confusas como las de los comer-
ciantes, que sólo ellos las entienden o los que han sido tenedores de libros en sus casas, es, a
la verdad, el único medio que se ha podido buscar para introducir en la América un nuevo
desorden y confusión”. Manuel Gregorio Fernández al ministro Antonio Valdés, Madrid, 20
de agosto de 1787. AGI, Indiferente General, 1712.

383
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

La gestión de Sarratea fue muy beneficiosa desde el punto de


vista fiscal pues, además de los alcances descubiertos, solucionó el pro-
blema de la aduana de Guayaquil y proporcionó a la Real hacienda una
nueva fuente de ingresos.
Aún más importante es la visita de José García de León y Pi-
zarro en 1778, que tiene un matiz distinto pues se encuadra en la inspec-
ción general de las Cajas indianas ordenada por Carlos III con el objeto
primordial de aumentar la producción de las rentas reales mejorando su
administración. La visita de las Cajas del virreinato de Nueva Granada
se encomienda a Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, pero se segrega de
su actuación el distrito de la Audiencia de Quito, que se encomienda a
García de León, nombrado también presidente de la Audiencia.
Los seis meses de estancia en Guayaquil del visitador significa-
rán una profunda modificación de la Hacienda pública en la provincia.
García de León pone en administración directa las principales rentas
(almojarifazgos, alcabalas, impuesto de aduana, sisa, pulperías y comi-
sos) y crea nuevas fuentes de ingreso al establecer los estancos del
aguardiente, tabaco, pólvora y naipes. El aumento de productividad
que se observa en todas estas rentas son buena muestra del éxito fiscal
de esta visita, que marca un antes y un después en la evolución y orga-
nización hacendística de la provincia.
Pero las estrictas reglas adoptadas para el cobro de la alcabala
y el establecimiento de los estancos encontrarán una fuerte oposición
en varios frentes. Así, los vecinos se resisten a acatar las medidas limi-
tando el corte de madera;5 hay también protestas de Iglesia porque
García de León pretende que, de acuerdo con el concordato de 1737, los
eclesiásticos paguen alcabala de determinadas propiedades o activida-
des por los intentos de hacerle pagar alcabala;6 y lo más interesante, el
intento de sublevación contra los impuestos protagonizado en 1780 por
varias decenas de personas capitaneadas por Esteban Zúñiga, que será
capturado y ejecutado.7

5 Véase mi artículo “Los intentos de controlar la explotación forestal en Guayaquil: Pugna


entre el cabildo y el gobierno colonial”, en: Peset, José Luis (coord.): Ciencia, vida y espacio en
Iberoamérica, Madrid, CSIC, 1989, tomo II, pp. 397-413. Reproducido en: Revista del Instituto de
Historia Marítima. Armada del Ecuador, año XVIII, nº 33, Guayaquil, diciembre 2003, pp. 29-49.
6 El conflicto será resuelto por el Consejo de Indias, que anula la actuación del visitador en este
punto y confirma la exención de alcabalas para el estado eclesiástico. Real decreto de 8 de
marzo de 1780. AGI, Quito, 570.
7 En 1980 publiqué la solicitud de indulto fechada en los “montes de Guayaquil” el 21 de febre-
ro de 1781 y firmada por varios fugitivos implicados en ese intento de sublevación. (Cfr.:
“Organización y funcionamiento de las Cajas Reales”, cit., pp. 347-349).

384
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

LOS INGRESOS FISCALES EN GUAYAQUIL


En los estudios de Hacienda es tradicional la separación de su
contenido en dos grandes sectores: ingresos y gastos o, en terminología
de la época, “cargo” y “data”. En este esquema, el análisis de las fuen-
tes de ingreso, auténtica base de la organización fiscal, plantea varios
problemas de tipo metodológico, comenzando por su propia clasifica-
ción, que podría hacerse distinguiendo entre ingresos ordinarios y ex-
traordinarios, según sea su periodicidad. Aquí seguiremos la clasifica-
ción que consta en las cuentas estudiadas, que distinguen entre ingre-
sos propios y comunes de Real Hacienda, ingresos o ramos particula-
res (por tener un destino “particular” o específico), e ingresos ajenos,
que como indica su nombre no pertenecen realmente al Fisco.
Esto último está aludiendo a otro problema planteado en el es-
tudio global de los caudales recaudados por la Hacienda: la localización
de los verdaderos ingresos y los que no lo son. Por ello, el paso previo
ineludible en el análisis será depurar las cifras para separar del ingreso
bruto dado por los oficiales reales en sus cuentas, aquellas cantidades
que ya sea por su procedencia o por su destino no corresponden real-
mente al producto de la Hacienda., como son: los ramos ajenos (présta-
mos, depósitos, etc.), el dinero que quedó en Caja al cierre de la cuenta
del año anterior (el “caudal residuo”) y las deudas a favor de la Real Ha-
cienda, de las que los oficiales reales, por una parte, se hacen cargo in-
cluyéndolas en la suma total y, por otra, se datan por ser dinero que
realmente no han recibido. Son deudas que en Guayaquil llegan a alcan-
zar cifras muy elevadas y se originan en unos casos por el retraso en el
pago de impuestos o del producto de rentas arrendadas, y en otros por
la demora en la devolución de cantidades adelantadas por el fisco.
Así pues, el dinero existente en Caja como sobrante del año an-
terior, las deudas no cobradas y los ramos ajenos, constituyen la impor-
tante partida de la cantidad que hay que deducir del ingreso bruto para
obtener el producto efectivo anual de la Real Hacienda. Las cifras tota-
les son estas:

AÑOS INGRESO BRUTO CANTIDAD DEDUCIDA INGRESO NETO


1757-1804 10.402.664 p. 2 r. 15 m. 5.282.136 p. 1 r. 12 1/2 m. 5.120.528 p. 1 r. 2 1/2 m.

385
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Obsérvese que la cantidad deducida supone más de la mitad


del ingreso bruto, y que el ingreso neto total en el período asciende a
5.120.528 pesos.
La nota predominante es la tendencia ascendente fuertemente
acusada, que en cifras absolutas va de los casi 58 500 pesos del princi-
pio a más de 193 000 del año 1804: el ingreso se ha triplicado con cre-
ces en esos años (230 % de incremento).
Durante las dos primeras décadas estudiadas los valores se
mantiene en niveles bastante bajos, y se produce a continuación un
salto brusco que significa una verdadera aceleración del ritmo de cre-
cimiento. La razón del pobre aumento del producto fiscal durante los
primeros 20 años es que en esa época la casi totalidad de las rentas que
lo integran están en arrendamiento: los remates se celebran por cinco
años, por una cantidad fija anual, y la mayoría de las veces el arrenda-
dor suele renovar su contrato por la misma cantidad o incluso por una
cantidad inferior, de manera que las rentas rinden lo mismo durante
muchos años.
En 1778 el visitador García de León establece el sistema de ad-
ministración directa de las principales rentas, así como los estancos del
aguardiente, tabaco, naipes y pólvora. Estas reformas en el sistema
hacendístico y el simultáneo aumento del tráfico mercantil a raíz del
reglamento de libre comercio, son la causa fundamental del primer sal-
to importante que se produce en los ingresos de las Cajas guayaquile-
ñas a partir de 1778. Pero siendo la Real Hacienda un reflejo de la evo-
lución económica, es evidente que no son sólo estas medidas racionali-
zadoras de la administración fiscal y liberalizadoras del comercio las
únicas que determinan la marcha del Erario, de ahí que aunque tales
medidas provocan un rápido aumento de los ingresos fiscales guaya-
quileños, no pueden por sí solas garantizar la continuidad del auge,
que debe también sustentarse en un crecimiento económico general.
Por ello, la notable disminución de los ingresos públicos a fines de la
década de 1780, tiene unas causas puramente económicas: una serie de
años de malas cosechas de tabaco y caña de azúcar, y sobre todo una
alarmante disminución del precio y la exportación del cacao,8 explican
ese retroceso dada su inmediata repercusión sobre algunas de las más
importantes rentas fiscales del momento. La desaparición de estos pro-
blemas coyunturales motiva la recuperación de los ingresos. Algunos

8 Temas que he estudiado ampliamente en mi obra Guayaquil en el siglo XVIII, cit., pp. 170-209.

386
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

problemas de menor importancia se deben fundamentalmente a la dis-


minución del comercio transatlántico a raíz del nuevo período bélico
inaugurado en 1796, cuyos efectos serán pronto paliados por el extra-
ordinario auge del comercio intercolonial. Los primeros años del siglo
XIX representan las cotas más elevadas de la curva de ingresos de las
Cajas de Guayaquil.
Pero para una comprensión global de la evolución de los ingre-
sos de Real Hacienda es preciso estudiar los distintos elementos que
forman ese conjunto, es decir, las rentas reales. Por orden de importan-
cia y según la clasificación que consta en las propias cuentas, son:
Ramos propios y comunes de Real Hacienda [25]: almojarifaz-
gos de entrada y salida, alcabalas, aguardientes, tributos, aduana de
entrada y salida, novenos de diezmos, bodegas, pulperías, sisa, papel
sellado, oficios vendibles y renunciables, medias anatas seculares, in-
válidos, minas de brea y copé, montes de Bulubulu, bulas de Cruzada,
pólvora, impuesto del aguardiente de uva, vacantes menores, comisos,
juego de gallos, avería, alquileres de tiendas, azufre y quinto del oro y
plata labrada. Aparte de las rentas guayaquileñas, en ocasiones hay
también ingresos de dinero enviado por otras Cajas para sufragar sus
propios gastos –generalmente de tipo militar– en la provincia.
Ramos particulares [10]: estanco de tabacos, alcances de visita,
naipes, subsidio eclesiástico, donación para la guerra, capitales im-
puestos a censo, alcances de cuentas, espolios, asignaciones de emple-
ados y mesadas eclesiásticas; incluyéndose también en este apartado
los llamados “depósitos particulares”.
Ramos ajenos [8], cuyo producto no hemos contabilizado en el
ingreso neto dado precisamente su carácter “ajeno”, pero que también
deben ser tenidos en cuenta ya que se trataba de dinero manejado por
los oficiales reales. En Guayaquil tales ramos eran los siguientes: tem-
poralidades, penas de cámara, montepío militar, montepío ministerial,
Hospital de San Lázaro, cuartas partes de comisos, seminario conciliar
y gastos de justicia, además de cantidades entregadas “en depósito”. El
importe total de los ingresos correspondientes a ramos ajenos en el pe-
ríodo 1757–1804 ascendió a 228 587 pesos 3 reales 17 maravedís, aun-
que las cantidades “ajenas” ingresadas en Caja fueron muy superiores
debido a los depósitos ajenos, que en todo el período ascendieron a
452 663 pesos.9 La importancia de tales depósitos radica primordial-
9 Una de las partidas más importantes incluidas en los depósitos ajenos era el producto del
impuesto de dos reales en cada carga de cacao exportado por Guayaquil, contribución crea-

387
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

mente en que en ocasiones y pese a su carácter “ajeno”, actuaron como


verdaderos “bancos de crédito” para la Real Hacienda pues los oficia-
les reales se sirvieron a veces de estos caudales depositados para afron-
tar ciertos gastos inminentes.
Pero en sentido estricto, esto es en los ramos denominados pro-
pios y particulares de Real Hacienda, el capítulo “cargo” o “haber” de
las Cajas de Guayaquil está formado por 35 diferentes rubros de ingre-
sos, una parte de los cuales es simple rutina administrativa. Pero algu-
nas rentas sí ofrecen interés como fuentes de alimentación de la Caja
Real, y podemos agruparlas en tres bloques: a) los impuestos sobre el
comercio; b) las rentas estancadas; y c) los tributos indígenas.
Los impuestos sobre el comercio son los que las cuentas guaya-
quileñas recogen bajo el epígrafe de “Productos de la Real Aduana”,
que incluyen (en orden de importancia) los almojarifazgos, alcabalas,
impuesto de aduana, pulperías, sisa y comisos. En conjunto estos im-
puestos suponen un ingreso total de 2 287 281 pesos, que representan
casi el 45 % (44,66) del total ingreso neto. Sin embargo, no fue esta la
única aportación del comercio guayaquileño al Fisco en esta época,
pues las cuentas de Hacienda recogen otros ingresos procedentes más
o menos directamente de las operaciones mercantiles, como son: el im-
puesto sobre el aguardiente de uva traído del Perú, o el arrendamien-
to de las Bodegas o aduanas fluviales interiores (Babahoyo, Bola o Na-
ranjal, y Yaguachi), además de los beneficios obtenidos del comercio
realizado por el propio Estado que monopoliza la venta (y en ciertos
casos la producción) de artículos como el tabaco, aguardiente, pólvora,
papel sellado y naipes. Sin duda en el caso de Guayaquil es muy evi-
dente que es el comercio el que sostiene al Estado.
Vistas individualmente, las principales fuentes de ingreso de la
Real Hacienda en Guayaquil en el siglo XVIII son, por orden de impor-
tancia: almojarifazgos, alcabalas, aguardientes, tabacos y tributos. Es-
tas cinco rentas constituyen el 63,34 % del total ingreso neto en el perí-
odo estudiado (y por eso son las únicas que analizaremos aquí con al-
gún detalle) Todas las demás fuentes de ingreso de las Cajas de Guaya-
quil son de escasa importancia relativa: una treintena de rentas diferen-
tes, constituyen apenas el 19,29 % del total. El 17,37 % restante del in-

da en 1789 con destino a las obras de la catedral de Cuenca, que se recauda entre 1790 y 1802,
con un producto total de 146.474 pesos. Certificación de los oficiales reales de Guayaquil, 10
de enero de 1810. AGI, Quito, 596, fol. 733.

388
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

greso fiscal corresponde a ingresos sin especificar, a depósitos particu-


lares y a envíos de dinero por parte de otras Cajas.

1. Almojarifazgos
Durante toda la época colonial la principal fuente de ingresos
de la Corona española en Guayaquil fue el producto de los almojarifaz-
gos, esto es: el impuesto que se establece a base de un tanto por ciento
sobre el valor de las mercancías importadas y exportadas, almojarifaz-
go de entrada y salida, respectivamente.
A mediados del XVIII, las tasas de almojarifazgos vigentes en
Guayaquil son 5 % de entrada y 2,5 % de salida. A partir de 1778, con
el “libre comercio”, estas tasas se multiplican: el almojarifazgo de en-
trada se cobrará al 3, al 5 y al 7 % según la procedencia de las mercan-
cías, y el de salida al 3 % si son géneros europeos, y 2,5 % de los frutos
del país (o, como indican las cuentas, “de efectos de esta provincia e
interiores de la Sierra”), con la excepción del cacao que paga exacta-
mente la mitad (1,25 %) según se concedió a Guayaquil por real orden
del 5 de julio de 1776, que establecía que “para fomentar el cultivo y
comercio del cacao de Guayaquil se ha servido S. M. declarar la rebaja
de los [derechos] que hasta ahora ha contribuido este fruto, debiéndo-
se entender esta gracia a su salida de Guayaquil y a su importación en
cualesquiera otros puertos de ambas Américas”.10
La reducción e incluso exención (en el caso del cacao enviado
directamente a España, que a fines del XVIII era unas 60 000 cargas
anuales) de derechos aduaneros concedida al cacao guayaquileño
repercutirá, naturalmente, en el aumento de la exportación de ese pro-
ducto básico de la economía de la provincia, pero desde el punto de
vista fiscal tendrá también dos efectos importantes: en primer lugar, los
almojarifazgos de salida se mantendrán en unos niveles bastante bajos
que no responden al volumen de las exportaciones guayaquileñas; y en
segundo lugar, al no afectar dicha reducción a las alcabalas, esta renta
irá adquiriendo cada vez más importancia relativa.
En cifras absolutas, el producto de los almojarifazgos se
quintuplica como promedio, incrementándose los de entrada en casi un
500 % (496) y los de salida un 226 %. Pero recordemos que estos datos
sólo se pueden considerar como índice del comercio exterior guayaqui-
10 Real orden al gobernador y oficiales reales de Guayaquil. Madrid, 5 de julio de 1776. AGI,
Quito 365.

389
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

leño en el caso de las importaciones, pues el incremento del volumen


de las exportaciones de la provincia no se refleja en un paralelo aumen-
to de los ingresos aduaneros debido a la reducción de las tasas sobre el
cacao. Su evolución, sin embargo, es muy irregular, con grandes fluc-
tuaciones debidas sobre todo a la política borbónica de la segunda
mitad del siglo XVIII y a los sucesivos períodos bélicos, que perjudican
enormemente al comercio transatlántico.
Pese a ello, el papel de los almojarifazgos como fuentes de
ingreso de las Cajas de Guayaquil es extraordinario. Producen un total
de 1 131 097 pesos entre 1757 y 1804, y de ellos dos terceras partes
(829 846 pesos) corresponden al de entrada y un tercio (301 250 pesos)
al de salida. Sin duda alguna, es la renta reina de la organización ha-
cendística guayaquileña, representando por sí sola el 22,08 % del total
ingreso neto de las Cajas.

2. Alcabalas
Las alcabalas, o impuesto sobre las transacciones mercantiles,
constituyen un ramo de gran importancia en cualquier contaduría, y
pese a ello en Guayaquil están en arrendamiento durante casi toda la
época colonial, constituyendo uno de los más claros ejemplos de los
efectos negativos de este sistema, pues su producto es casi ridículo en
relación con el volumen de transacciones que se realizaban en la ciu-
dad y su provincia. Así, entre 1729 y 1750 la recaudación de las alcaba-
las, efectuada por el cabildo en calidad de arrendatario, oscilaba entre
1 275 y 1 400 pesos al año, subiendo paulatinamente desde mediados
del siglo XVIII. Pero a partir de 1778 se establece el sistema de adminis-
tración directa por cuenta de la Real Hacienda, y los efectos del nuevo
sistema son inmediatos: si en 1778 las alcabalas estaban arrendadas en
13 000 pesos (que era la cantidad máxima alcanzada hasta la fecha), ya
en 1779 produjeron más de 30 000 pesos.
A partir de 1778 tenemos una información muy detallada sobre
las alcabalas, pues las cuentas del administrador de la Aduana especi-
fican las distintas clases de alcabalas (la del cacao, la de efectos ultra-
marinos de América y Europa, la de efectos y ropas de la tierra, de las
maderas, del tabaco en rama y mieles, la “alcabala del viento” sobre co-
mestibles y menudencias, la de la carne muerta, etc.), la mayoría de las
cuales se cobra a razón del 3 % sobre el valor de la venta.
El producto total de las alcabalas en las Cajas Reales entre 1757

390
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

y 1804 fue de 860.891 pesos, que representan casi el 17 % del total ingre-
so neto. En cifras absolutas y relativas, las alcabalas ocupan el segundo
lugar en orden de importancia en todo el período, inmediatamente
detrás de los almojarifazgos. El incremento experimentado por esta
renta es espectacular, pues entre 1757 y 1804 se multiplica por 14 (pasa
de 3 500 a 50 000 pesos, respectivamente). Sin duda, la evolución de las
alcabalas es un claro ejemplo de las ventajas fiscales del sistema de
administración directa sobre el de arrendamiento.

3. Estanco del aguardiente


La implantación del estanco del aguardiente es uno de los obje-
tivos específicos de la visita de José García de León y Pizarro, quien se
empeña en establecerlo a pesar de la resistencia que encuentra por
parte de los comerciantes guayaquileños, interesados en el comercio
del aguardiente de uva peruano. Superadas las dificultades iniciales,
en agosto de 1778 ya queda establecido y funcionando el estanco del
aguardiente de caña y la fábrica de San José establecida en la ciudad de
Guayaquil.
Las cuentas nos informan con detalle sobre los tipos de licores
obtenidos a partir de la caña de azúcar (aguardiente blanco, anisete,
mistela y ron), los precios, etc., pero me limitaré ahora a señalar que en
los 25 años comprendidos entre 1780 (año en que el estanco del aguar-
diente efectúa su primer ingreso en Cajas Reales) y 1804, su producto
ascendió a casi medio millón de pesos (488 205 p. exactamente), que
representa el 9,53 % del total ingreso neto en el período 1757-1804. En
general, tras unos años de crisis a fines de la década de 1780 debido a
la pérdida de las cosechas de caña, el estanco del aguardiente muestra
un crecimiento continuado y progresivo, de manera que ya en 1799 se
ha convertido en el principal ingreso de las Cajas guayaquileñas
En cifras absolutas, el producto de esta renta se quintuplica en-
tre 1780 y 1804, y a pesar de figurar sólo en 25 años ocupa cuantitativa-
mente el tercer lugar entre las rentas de la provincia en el casi medio
siglo estudiado. Una buena administración de la renta, un ventajoso
precio de compra de las mieles a los productores y unos bajos precios de
venta al público para lograr un mayor consumo, son los tres componen-
tes básicos del éxito del estanco del aguardiente en Guayaquil. Nada de
esto se dará en el estanco del tabaco, también establecido por el visita-
dor García de León y cuya evolución será exactamente la contraria.

391
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

4. Estanco del tabaco


Casi lo primero que el visitador hace a su llegada a Guayaquil
es ocuparse de establecer el estanco del tabaco, que logra en apenas 20
días, recogiendo todas las existencias de tabaco en rama y en polvo,
cigarros y cigarrillos que había en la ciudad. El administrador nombra-
do por García de León –que será el único durante todo el período– fue
Francisco Ventura de Garaicoa, y el estanco tendrá un número de fun-
cionarios y empleados que oscilará entre 90 y 100 personas, aunque
casi dos terceras partes del importe total de los sueldos correspondían
a sólo dos personas, el administrador y el contador, quedando una ter-
cera parte para los sueldos de todos los demás empleados fijos. En
cuanto a los trabajadores de la fábrica de tabaco, no tenían asignado
ningún sueldo, pagándoseles en función del trabajo realizado, y según
se desprende de las cuentas no parece que estos operarios pudieran
obtener más de dos reales diarios y la comida, jornal bastante bajo en
relación a lo que ganaban en esos mismos años otros trabajadores no
cualificados en Guayaquil, y que sin duda se debía a la disponibilidad
de mano de obra gratuita para la fábrica, es decir, los presidiarios, pues
se hizo algo bastante común la condena a trabajar en ella.11
Este procedimiento de obtención de mano de obra redundará
finalmente en perjuicio de la renta, pues en 1791 se asegura que en la
fábrica de tabaco de Guayaquil se había establecido “una especie de
presidio para hombres y mujeres, ha venido ejerciéndose esta manufac-
tura por gentes tan indignas y malvadas que en pena de sus delitos se
destinaban a esta fatiga, por lo que ha mirado el común de las gentes
con aversión los cigarros de la fábrica, dando de mano el vicio más bien
que chupar de unas tan inmundas y de gentes tan perversas que intro-
ducen en ellos mil suciedades”, y por el ello el presidente de la Au-
diencia proponía que se cerrase la fábrica y que la renta se limitara a
vender el tabaco en rama, con lo cual además de ahorrarse sueldos y
simplificarse las cuentas, “las gentes se llenarán de gozo con la aboli-
ción de tal establecimiento y muchos volverían a su antigua costumbre

11 Por ejemplo, en 1783 se condena a Vicente Galarza “al servicio de dos años, a ración y sin
sueldo, en la Real Administración de tabacos” de Guayaquil, “por atrevido, inobediente a
la justicia, habitualmente entregado a juegos prohibidos, amancebado y reo de otras cul-
pas”. Archivo Nacional de Historia, Quito, Tierras, 1782/2. Sobre el estanco del tabaco,
véase mi artículo: “La renta del tabaco en el Guayaquil colonial”, Revista Ecuatoriana de
Historia Económica, Banco Central del Ecuador, nº 9, Quito, primer semestre de 1994, pp. 13-
136.

392
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

solo por la satisfacción de comprar el tabaco en rama y hacer los ciga-


rros a su gusto. He sido siempre del sentir que en ciertas cosas se debe
complacer al público, aunque el erario no logre todas las utilidades que
pudiera, pues al fin con más o menos lentitud vienen a este término”.12
En realidad, la política de ahorro que preconizaba el presiden-
te de la Audiencia de Quito se relaciona con la ya en esos años eviden-
te decadencia del estanco, tras su éxito fulgurante en los primeros años
de funcionamiento.
El estanco del tabaco aportó a la Corona española un beneficio
líquido de casi 400 000 pesos (396.057) ingresados en Cajas Reales, que
representan el 7,72 % del total ingreso neto (gráfico 2), muy por deba-
jo de las expectativas generadas
Una de las claves del fracaso del estanco del tabaco en Gua-
yaquil estaba en los elevados gastos de administración y funciona-
miento: las cuentas del estanco muestran que sólo se llegaban a ingre-
sar en las Cajas Reales el 32 % del producto total, pues el 68 % había
que gastarlo en sueldos y compra de tabaco a los cosecheros, siendo
por cierto mucho más elevada la partida correspondiente a gastos de
administración y sueldos.
Por otro lado, y al contrario de lo ocurrido tras el estableci-
miento del estanco del aguardiente, el del tabaco no supuso un impor-
tante aumento del precio de la materia prima sino la institucionaliza-
ción de los precios vigentes desde bastantes años atrás, y además no
eran raras las arbitrariedades en la tasación de las distintas clases y
calidades de tabaco. El estanco sí fue muy estricto en cumplir la tarifa
de precios de venta del tabaco, tanto el contratado con el estanco de Li-
ma por el tabaco en rama enviado como los precios de venta al públi-
co en la provincia de Guayaquil, que fueron muy elevados, lo cual fue
retrayendo el consumo y a la larga determinará el cierre de la propia
fábrica. Desde fines del XVIII ya la función del estanco se reducía a
comprar y vender tabaco en rama dentro de la gobernación y a sumi-
nistrárselo a Quito y Lima.
De todo lo expuesto se deduce que en el caso de la renta del
tabaco en Guayaquil no se cumplió una de las condiciones básicas para
el éxito de un estanco: precios remunerativos para estimular a los pro-
ductores y precios que además debían estar garantizados. Los cultiva-

12 Mon y Velarde al virrey, Quito, 18 de enero de 1791. AGI, Quito, 379.

393
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

dores de tabaco de Guayaquil contaron con un comprador seguro para


su producto, pero los bajos precios y las arbitrariedades en la valora-
ción de la cosecha no podían dar lugar al pretendido aumento de la
producción. Falló también el estanco en vender el tabaco elaborado a
precios razonables, y la pretensión de aumentar el margen de utilida-
des a costa de cosecheros y consumidores no ocasionó más que la deca-
dencia progresiva de la renta, acompañada de la generalización del
contrabando y el cultivo ilícito.

5. Tributos
El ramo de los tributos reales ocupa el quinto lugar entre las
rentas de la Real Hacienda en Guayaquil, y presenta una evolución
bastante homogénea y equilibrada a lo largo de todo el período estu-
diado.
El pago del tributo, que según la ley debía hacerse cada cuatro
meses (cada “tercio”), se efectuaba en realidad por semestres, aunque
se mantiene la denominación de “tercios”, el de San Juan y el de Na-
vidad. En las cuentas de la administración se establecen distintas “cla-
ses” de indios (los de la “gruesa” y los de la Real Corona, indios foras-
teros, indios colorados) y diferentes tasas impositivas, oscilando el tri-
buto entre los tres y los diez pesos al año.
Hasta mediados del siglo XVIII era el corregidor de Guayaquil
el encargado de cobrar los tributos, y en 1757 el visitador Sarratea orde-
na que sean los oficiales reales de la ciudad los que se ocupen de esa
recaudación. Pero a petición de los propios oficiales reales, desde 1764
se encomienda de nuevo al gobernador de Guayaquil (entretanto, en
1763 la provincia, antiguo corregimiento, había sido erigida en gobier-
no militar), y eran los tenientes de gobernador los encargados de la
recaudación en sus correspondientes partidos abonándoseles dos rea-
les por cada tributario y tercio. Por fin, en 1785 se establecerá la recau-
dación de los tributos por administración directa de cuenta de la Real
Hacienda: de inmediato se pasa de un ingreso medio de unos 7 000
pesos anuales a unos 12 000 pesos, y se mantiene estable en los niveles
de doce a trece mil pesos anuales hasta el año 1800, cuando se produ-
ce un nuevo cambio de niveles, pasándose a un ingreso medio de quin-
ce mil pesos al año.
El producto total de los tributos asciende a 366 543 pesos (7,15 %
del ingreso neto), bien entendido que esta es la cantidad que entró en

394
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

las Cajas una vez pagados los gastos de administración, etc., pues el
producto real de ésta como de otras rentas fue mayor.
En cierta medida, la positiva evolución de los tributos se puede
atribuir al aumento de tributarios, que entre 1756 y 1801 pasan de 1 190
a 2 726, debido tanto a la propia recuperación demográfica indígena,
como a las mejoras en el sistema de recaudación y a la inclusión de
indios forasteros entre los contribuyentes de la provincia. Sin embargo,
mientras el número de tributarios se duplica, la recaudación de los tri-
butos se quintuplica en el mismo período, lo cual de nuevo nos remite
a las mejoras administrativas introducidas.

ANÁLISIS DEL GASTO FISCAL


Casi tan importante como el estudio del ingreso o cargo, es el
del gasto o data, pues si consideramos que los gastos fiscales no son
más que la expresión del coste de los servicios públicos procurados por
la Hacienda, su análisis deberá mostrar los objetivos de esa Hacienda,
o con otras palabras: los objetivos del poder político, del Estado.
Para obtener el monto de los gastos realmente efectuados hay
que deducir de la data total señalada en las cuentas las mismas parti-
das que deducíamos del ingreso bruto: caudal existente en Caja (que en
este caso queda como residuo para la cuenta siguiente), deudas no
cobradas y pagos hechos con cargo a los ramos ajenos. En ocasiones
hay que deducir además otras partidas consignadas en las cuentas co-
mo gastos y que en realidad sólo corresponden a operaciones contables
internas para reintegrar cantidades suplidas de unos ramos a otros.
Tales detalles sólo se pueden detectar mediante un análisis minucioso
de las cuentas, comprobándose así la improcedencia o irrealidad de los
datos que proporcionaría un estudio basado sólo en los sumarios gene-
rales de cargo y data.
Las cifras globales relativas a la data son las siguientes:

AÑOS DATA TOTAL CANTIDAD DEDUCIDA GASTO REAL


1757-1804 10.389.042 p. 7 r. 26 m. 5.466.166 p. 6 r. 15 m. 4.922.876 p. 1 r. 11 m.

Como se ve, al igual que ocurría con los ingresos, una vez des-
contadas esas partidas resulta que el gasto real de las Cajas de Guaya-
quil en el período 1757–1804 alcanzó un monto cercano a los cinco mi-

395
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

llones de pesos (4 922 876), cuya distribución anual consta en el cuadro


1 y se ha reflejado en el gráfico 1. Tanto las tablas numéricas como el
gráfico expresan el absoluto paralelismo entre la evolución de los in-
gresos y la de los gastos fiscales, aunque contrastando esas cifras resul-
ta a favor de las Cajas guayaquileñas la cantidad e 197 652 pesos que
corresponde al dinero que quedaba en la Caja al iniciarse el año 1805.
Tanto las tablas numéricas como el gráfico 1 expresan el absoluto para-
lelismo entre la evolución de los ingresos y la de los gastos fiscales, y al
final del período estudiado, los gastos reales –igual que el ingreso neto–
se han triplicado.
Pese a ese paralelismo, y pese a que la curva de los gastos se sue-
le mover en niveles algo inferiores a la de los ingresos, hay sin embargo
algunos años en que se gasta mucho más de lo que se recauda y es nece-
sario utilizar el caudal existente como residuo o recurrir a dinero depo-
sitado, quedando así la llamada “masa común de Real Hacienda” en
descubierto y obligada a reintegrar a su lugar tales cantidades.
¿Y en qué consisten las partidas del gasto público? Son de tres
tipos: a) gastos de la administración en general, subdivididos en ordi-
narios y extraordinarios; b) gastos militares; y c) remisiones de caudal
sobrante a Quito.

1. Gastos de administración
La principal partida de los gastos ordinarios de la administra-
ción es la designada como “sueldos políticos y de hacienda” (goberna-
dor, oficiales reales, empleados de la Contaduría), que en total ascen-
dieron a 342 409 pesos (de ellos casi la mitad corresponde al sueldo del
gobernador), que significan casi el 7 % de los gastos reales del período.
Además de una serie de gastos fijos (alquileres, correos, y lo
que hoy diríamos “material fungible”), hay otra partida de relativa im-
portancia en los gastos generales, como es la de las obras públicas cos-
teadas directamente por las Cajas, ya sea por completo (como e edificio
de la Aduana, la nueva Casa Real y Contaduría, la fábrica de aguar-
diente), o participando en obras sufragadas por el cabildo (la cárcel, el
muelle, reparaciones en la calzada, etc.). En el capítulo obras civiles la
Real Hacienda guayaquileña invierte 271.329 pesos, que suponen el 5,6 %
de los gastos totales.
Cabe mencionar también la existencia de diversas partidas de
gastos extraordinarios, como los generados por la expulsión de los

396
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

jesuitas en 1767 (que cuesta a las Cajas de guayaquileñas más de 36 000


pesos), el proyecto de establecimiento del astillero real en Guayaquil
(con un costo de casi diez mil pesos entre 1768 y 1771), los gastos de la
expedición botánica de Tafalla (casi 17 000 pesos entre 1799 y 1803), y
otros.

2. Gastos militares
El 37 % del gasto fiscal de Guayaquil entre 1757 y 1804 corres-
ponde a gastos militares, que ascienden a 1 821 057 pesos, de ellos algo
más de la mitad dedicados a sueldos: el 54 %, ó 996 315 pesos (tres
veces más que los sueldos civiles, y la proporción aumentaría si consi-
deramos que el gobernador de Guayaquil –cuyo sueldo era el más ele-
vado de los salarios civiles- debía ser militar de profesión). El resto co-
rresponde a obras de fortificación y defensa (muy pocas en este perío-
do, aunque sí se hicieron muchos proyectos y estudios de la defensa de
la ciudad, cuyos gastos fueron sufragados por las Cajas), compra de
armas, transporte de tropas y gastos extraordinarios.
Las cifras revelan que a mediados del XVIII los gastos militares
eran prácticamente inexistentes por la total ausencia de tropas en la ciu-
dad, superando apenas los dos mil pesos anuales, mientras que en 1804
son más de cien mil pesos. El exagerado aumento de los gastos milita-
res es más que evidente, revelando que fue a fines del XVIII cuando
Guayaquil se convirtió realmente en una plaz amilitar y se reconoció su
valor estratégico.
Todo ello se puede ver con claridad en el gráfico 3, donde la
evolución de los gastos militares presenta una bien definida tendencia
al aumento incluso en épocas de paz.
No obstante, de acuerdo con la coyuntura de cada momento, la
curva relativa a los gastos militares presenta tres hitos fundamentales:
el año 1766, el comienzo de la década de los 80 y el tránsito del XVIII
al XIX. Tres grandes crestas que corresponden a tres situaciones concre-
tas: la primera en 1766, por la expedición pacificadora de Quito con
motivo del motín del aguardiente o de los estancos que había estallado
el año anterior y costó más de 86 000 pesos a las Cajas de Guayaquil;
las otras dos grandes subidas (años 1779–83, y de 1796 en adelante) se
deben a la dotación de tropas permanentes y el envío a Guayaquil de
destacamentos militares de Quito, Lima e incluso Santa Fe para prote-
ger el puerto en ocasión de las guerras que España mantiene con In-
glaterra en esos años.

397
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

El gráfico refleja también una fuerte subida en los años 1770–71,


por el costo de la carena de la fragata de guerra La Liebre, y la manuten-
ción y hospitalidades de su tripulación. Y en 1777–78 se acusa el gasto
representado por la expedición miliatr al río Marañón, organizada en
1777 por orden del presidente de la Audiencia y suspendida cuando
llega la noticia del acuerdo entre las cortes de Madrid y Lisboa (Tratado
de San Ildefonso, 1º octubre 1777), cuando ya ha supuesto para las
Cajas guayaquileñas un gasto de unos 45 000 pesos.

3. Remesas de numerario a Quito


Llegamos al fin al punto quizás más importante en un estudio
sobre la Hacienda pública: el relativo a los beneficios, o lo que es lo
mismo, los excedentes fiscales, que en el caso de las Cajas guayaquile-
ñas debían ser remitidos a Quito.
Con frecuencia estas remesas son denominadas “situado”,
nombre que en el caso de Guayaquil sólo puede aceptarse en sentido
amplio, por tratarse de un dinero enviado “por vía de situación”, es
decir, a través de un rematador o situadista. Igualmente, estos envíos
significaban una forma de comercio intercolonial, pues la mayoría de
las veces lo que en realidad llevaba el situadista eran mercancías con
las que negociaba en el lugar de destino y que, además del importe que
debía entregar en las Cajas Reales, le proporcionaban un superávit que
a su vez servía para adquirir nuevas mercancías.
Pero en un sentido estricto, la documentación fiscal guayaqui-
leña demuestra que no existe el pretendido “situado de 50 000 pesos”
que supuestamente las Cajas de Guayaquil enviaban cada año a Carta-
gena, según en ocasiones ha recogido la historiografía ecuatoriana.13 El
origen de la creencia en tal situado parece estar en una carta enviada a
Godoy por el gobernador de Guayaquil en 1802 y cuyas líneas finales
dicen:

Todo cuanto tengo el honor de exponer a V. E. en este oficio es esen-


cial; su más pronto logro asegura al Rey una provincia que después

13 Véase, por ejemplo: Castillo, Abel Romeo: Los gobernadores de Guayaquil del siglo XVIII. (Notas
para la historia de la ciudad durante los años de 1763 a 1803), Madrid 1931 [2ª ed., Guayaquil
1978], pp. 339-340.- León Borja, Dora y Adam Szaszdi: “El problema jurisdiccional de
Guayaquil antes de la independencia”, Cuadernos de Historia y Arqueología, Guayaquil 1971,
t. 21, núm. 38, pp. 13-146; especialmente p. 50.

398
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

de proveer con sus productos a todas sus necesidades, y pagar sus


empleados, envía todos los años a Cartagena cincuenta mil pesos para
incorporarse al situado que de este reino debe pasar a España, o absor-
berse en las atenciones de aquella importante plaza.14

Pero no era así, pues sobre las Cajas de Guayaquil no existía


“situado” alguno en beneficio de Cartagena ni de ningún otro lugar,
sino solo la obligación –general para todas las provincias indianas– de
remitir a las Cajas principales del distrito –en este caso, las de Quito–
el producto líquido de las rentas fiscales, es decir, los beneficios de la
Hacienda o el “caudal sobrante”, así como el producto de los llamados
ramos particulares y ajenos que estuvieran catalogados como “remisibles
a España” (como era el caso de los estancos de tabaco y naipes, dona-
tivos, temporalidades, etc.).
Por supuesto que el dinero enviado por Guayaquil podía, si las
autoridades así lo disponían, utilizarse para los respectivos situados
que tanto Quito como Santa Fe sí debían enviar anualmente a Cartage-
na,15 o bien pasaba a incorporarse a las remesas de numerario del virrei-
nato de Nueva Granada a España.
En cifras absolutas las remesas ascendieron en el período estu-
diado a 1 865 727 pesos 6 reales 27 maravedís, de los cuales hay que
descontar 102 553 pesos 1 r. 33 m. que corresponden a ramos ajenos,
resultando un envío efectivo de 1 763 174 pesos 4 reales 28 maravedís,
que en el conjunto del gasto representan el 35,81 %. Lo más significati-
vo es que casi todo ese dinero se envía en el último cuarto del siglo
XVIII, pues las remesas hechas entre 1757 y 1773 apenas habían ascen-
dido a 141 000 pesos, en los que se incluyen los más de 41 000 pesos
correspondientes a los alcances de la visita de Sarratea.
Era notoria una correspondencia inversa entre gastos militares
y remesas de numerario a Quito: si uno de los conceptos aumenta, el

14 El gobernador Juan Urbina al Príncipe de la Paz, Guayaquil, 14 de marzo de 1802. Archivo


General de Indias [en adelante AGI], Quito 262.
15 Sobre el situado de Quito sabemos que en 1672 su monto se había fijado en 30.375 pesos
anuales, cantidad que permaneció invariable hasta 1788, aunque los envíos realizados fue-
ron en ocasiones muy superiores, nunca alcanzaron el medio millón de pesos. Jara, Álvaro:
“El financiamiento de la defensa en Cartagena de Indias: los excedentes de las Cajas de
Bogotá y de Quito, 1761-1802”, Historia, nº 8, 1994, pp. 117-182.- Serrano Álvarez, José
Manuel: Fortificaciones y tropas. El gasto militar en Tierra Firme, 1700-1788, , Sevilla 2004, pp.
211-213.

399
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

otro disminuye, y viceversa. La distribución porcentual de las diferen-


tes partidas de la data global de las Cajas de Guayaquil, muestran los
gastos militares y las remesas a Quito nada menos que el 73 % del total.
Esta es la más expresiva síntesis de cuál es la utilización que hace el
Estado del dinero que produce la provincia.
En definitiva, los envíos de dinero de las Cajas guayaquileñas
a las de Quito no son sino la expresión concreta de los beneficios líqui-
dos obtenidos por la metrópoli en su cada vez más próspera colonia de
Guayaquil, unos beneficios cifrados en más de la tercera parte (exacta-
mente el 34,43 %) de los ingresos totales del Fisco en la provincia.

CONCLUSIÓN
El hecho más evidente derivado de este estudio es el incremen-
to experimentado por la Real Hacienda en Guayaquil, cuyos ingresos
se triplican de 1757 a 1804. Y en este caso -como en tantos otros pero
quizás con más nitidez que en muchos- la evolución de la Hacienda
pública es paralela al desarrollo económico general de la provincia,
pudiéndose hablar de una relación de causa-efecto pues la prosperidad
de Guayaquil (que sabemos fue en gran medida favorecida por el fin
de las discriminatorias restricciones al tráfico del cacao, producto que
además en estos mismos años obtuvo importantes rebajas de impues-
tos) beneficiaba también directamente, o en primer lugar, a la Corona
española, que incrementó sus ingresos fiscales de tal modo que pudo
sufragar todos los gastos del cada vez más complejo aparato burocrá-
tico y militar de la provincia, pudo acometer cierto número de obras
públicas en la ciudad y obtener además un beneficio líquido de casi
dos millones de pesos en la segunda mitad del siglo XVIII. Esa cifra,
que refleja las remesas de numerario a Quito, es la cuantificación o
expresión numérica de la rentabilidad de Guayaquil en el conjunto del
imperio español.
De manera que es en el último cuarto del siglo XVIII cuando
por primera vez esta provincia constituye una significativa fuente de
riqueza para la metrópoli. O dicho con otras palabras: en Guayaquil el
programa reformista borbónico fue todo un éxito. La llamada “revolu-
ción administrativa” logró acabar con algunos abusos, modernizar la
administración y aumentar los ingresos fiscales, es decir el Estado logró
exactamente lo que pretendía: hacer más productivas a las colonias.
En este sentido, y trascendiendo ya el caso concreto de Guaya-

400
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

quil, creo que la contabilidad fiscal de las diferentes partes del imperio
español nos ayuda a conocer la realidad colonial pues no sólo nos per-
mite establecer los mecanismos propios de la recaudación fiscal, sino
que también nos acerca al conocimiento interno del Estado y a la posi-
bilidad de comprobar el grado de cumplimiento de sus objetivos.
Nos ayuda, así, a entender mejor la propia política del Estado,
que en este caso era un Estado colonial pero que dejó profundas hue-
llas en los Estados nacionales de las repúblicas latinoamericanas. Hue-
llas también en el aspecto fiscal, pues sabemos que durante gran parte
del siglo XIX en casi todos los países de América Latina el sistema fis-
cal era en lo básico el sistema colonial original.
Este me parece un importante tema de reflexión, porque en de-
finitiva lo que el estudio de las Cajas Reales muestra no es sólo econo-
mía: es también organización, es funcionamiento del propio Estado.

401
402
RECENSIONES
.
Carlos E. Freile G. EUGENIO ESPEJO, PRECURSOR DE LA
INDEPENDENCIA (DOCUMENTOS 1794-1797)
Quito, FONSAL, 2009

Cuando Espejo es aún manoseado por seu-


domitificadores, que dicen lo que quieren,
según sus ideales, anacrónicos para el per-
sonaje, y urden una figura a su antojo, te-
niéndoles sin cuidado llegar a la roca viva
de lo que Eugenio Espejo realmente fue,
pensó e hizo, este libro, a más de aportar
materiales especialmente sólidos para lle-
gar al auténtico Espejo, se constituye en
recio y noble paradigma de cómo se puede
rastrear una existencia en el pasado sin
apenas pisar fuera de espacios firmes y
seguros.
El libro anuncia haberse fijado para su
ejemplar tarea un límite a quo : 1794. Y los documentos reproducidos en
la parte más voluminosa de la obra -páginas 111 a 395- arrancan de ese
año, del “Expediente en que se hallan las Ordenes Superiores expedi-
das con motivo de los Pasquines fijados en esta ciudad” (las tan traídas
y llevadas banderitas coloradas, con el Liveri sto Filicitatem et Gloriam
consecunto al un lado y Salva Cruce al otro, según ese documento). Pero
el largo “Estudio introductorio” de Carlos Freile arranca, aun docu-
mentalmente, de bastante atrás. Así dos textos del diferendo judicial
que enfrentó al doctor Espejo, médico en ejercicio de su profesión, con
el cura, Dr. Sancho de Escobar, cliente que había contratado sus servi-
cios para atender a un familiar que finalmente habría muerto, querella
de 1782.
Y el autor se ve obligado a volver atrás en la vida de Espejo, al
famoso caso del Golilla, sobre el que arrojan luz documentos posterio-
res, incorporados a la obra. Y sobre la acusación aquella aporta un
documento inédito, el “Informe del Fiscal de Santa Fe” que muestra, en
el enrevesado y torpe estilo y lenguaje leguleyesco del tiempo, que en
esa acusación la inocencia del doctor Espejo era cosa juzgada. Con
todo, varios de los documentos traídos por el paciente investigador nos

405
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

inducen a pensar que el asunto no puede resolverse entre el negro-


Espejo autor de la sátira aquella- y el blanco -Espejo nada tuvo que ver
con tal pasquín-, sino por retorcidos recovecos de grises.Y este es uno
de los grandes méritos del libro y que lo torna fascinante, con la fasci-
nación propia de los más intrincados casos judiciales y las novelas poli-
cíacas: incita a hurgar en los documentos, a contrastar declaraciones a
veces contradictorias, a desechar lo que se ofrece intencionado y hasta
perverso, para dar con lo que en realidad sucedió. O aproximarse, al
menos, a ello. Que es la fascinación de la historia.
Muy otra era la acusación de difamación puesta por doña
María Chiriboga, por los cuadros, tremendos como imputación moral,
estupendos como literatura de humor e inestimables como muestra de
lo más alto del tan socorrido ejercicio pasquinero del tiempo, de las
Cartas Riobambenses. Un documento fechado el 15 de octubre de 1795
declara que la causa había fenecido “por el término fatal de la Ley”.
Hay gente que cree que citar mucho es inelegante -y cierto
autor de esa generación tarda para citar, para justificar su inopia de
citas, llamaba a los escritos abundantes de ellas, “casas de citas”-. Y
otros piensan que el recurso frecuente al documento embaraza la na-
rración histórica. El presente libro muestra todo lo vivo, y en casos dra-
mático, que puede ser el documento, frío, desnudo, por el poder que
tiene de situarnos en ese presente en el que lector e historiador quieren
instalarse saliendo de su propio presente.
Y resulta que en ese presente salta a escena, como actor princi-
palísimo, el hermano de Eugenio Espejo, el presbítero Juan Pablo. La
lectura correcta hecha por Freile Granizo concluye que la declaración
de la Navarrete, antigua moza del cura, ya desechada y por ello amar-
gada -que se entrega en el Documento 4- (que no es la declaración com-
pleta, advierte el autor, sino un compendio), no acusa a Eugenio Espejo
sino a su antiguo amante, el cura Juan Pablo. (El haber atribuido tal
acusación a Eugenio Espejo le parece, con sobra de razón, a Freile
“equivocación incomprensible”).
Y lo que la Navarrete pone en labios de Juan Pablo Espejo
implica tantas facetas de su pensamiento libertario que el autor se ha
sentido obligado a organizarlo por temas: la libertad, criollos y chape-
tones, el mal y buen gobierno, la religión, planes concretos, asuntos
personales.
A párrafo seguido va el resumen del Provisor Fiscal eclesiásti-
co (Documento 16), que comienza nada menos que con esto:

406
R E CE N S I O N E S

En primer lugar expuso que la Nación francesa procedía justamente


en pretender la livertad, y era conforme a la Ley de Dios y a la razón
natural.

Y otro documento (el 7º), un escrito del abogado defensor del


encarcelado Eugenio Espejo, nos confirma, a más de mostrarnos las
inhumanas condiciones de esa prisión, que hacían pensar al público
que “había cometido el orrendo crimen de adherir a los funestos prin-
cipios que han sumergido en la mayor confusión el floridísimo Reyno
de Francia”, que el dicho de aquella mujer “liviana, deshonesta, desti-
tuido de apoyo y substancia” no se dirigía contra su defendido. Por
ello fue puesto en libertad. Pero solo para al día siguiente, el 28 de
marzo de ese 1795, haber sido de nuevo encarcelado.
Y es que, como ilustra con datos significativos el autor, se
temía, más que cualquier peste, el contagio francés y se prohibía celo-
samente hasta estampas.
Y por otro lado, como ha sido lugar común entre los biógrafos
de Espejo, y varios lugares de los documentos de este libro lo confir-
man. Eugenio Espejo arrastraba muy mala fama. En cierta declaración
del Marqués de Maenza leemos: “Que es cierto que el citado Dr. Espejo
había sido siempre reputado por Autor de muchos papeles satíricos y
de Libelos infamatorios”.
Pero el peso mayor o mayor carga documental de la obra está
en los alegatos de Manuela, la hermana del doctor Espejo, en el juicio
contra don Luis Muñoz de Guzmán, Presidente de la Real Audiencia
que ordenó el proceso que acarreó tantos males a Eugenio Espejo y pre-
cipitó su muerte. Documento largo y fundamental es el primer alegato,
pero no menos lo es la réplica de Manuela Espejo a lo esgrimido por el
abogado de Muñoz de Guzmán para exculparlo. Esta réplica ilumina
con luz cruda el proceso contra su hermano:

El primero, si huvo mérito para proceder contra mi hermano, con


tanto estrépito por la denuncia; por qué no conluyó esta causa confor-
me a Derecho, condenando al Reo de Estado definitivamente?
El segundo, si no huvo mérito por qué no lo absolvió, y no que mandó
agregar Prosesos auxiliares ya olvidados y y retuvo a mi hermano en
la p risión más rigurosa.

407
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

No hay lugar a duda: no se halló nada como para condenar a


Eugenio Espejo por Reo de Estado –es decir, insurgente, revoluciona-
rio, sedicioso-, y al hallar cosa que lo inculpase se removieron casos
antiguos que, como lo asienta Manuel Espejo eran cosa juzgada y esta-
ban archivados –las Cartas Riobambenses, la Golilla-. Y, una vez más,
recuerda “que la libertad que se dio a mi hermano fue porque se le
halló inocente en la causa de la denuncia de su hermano”.
Y, como de varios modos se había pretendido ensuciar la me-
moria del doctor Espejo y negarle sus méritos, y no poco de ello reco-
gía el escrito del defensor de Muñoz, Manuela recuerda el modo como
juzgó don Francisco Gil, Cirujano del Real Sitio y Monasterio de San
Lorenzo, lo que se había hecho en Quito en torno a su Disertación Físico-
Médica sobre la preservación de las viruelas. Escribió que el Magistrado y
Cabildo de aquella Ciudad dio el encargo de que diese su parecer sobre
lo que sentía acerca del proyecto de este disertación al Dr. Dn.
Francisco Santacruz y Espejo, hombre versado en todo género de lite-
ratura y verdaderamente sabio” (Manuela, podemos sentirla orgullosa
al hacerlo, subraya ese alto elogio de Espejo). Y tan importante le pare-
ció al cirujano real el aporte del médico quiteño que lo incluyó como
apéndice de su disertación. Y Manuela concluye: “Que se lea con aten-
ción esta producción de la pluma de mi hermano y se conocerá el fondo
de sus conocimientos en la Medicina, en la Física, en la Chímica, en la
Política y en otras Ciencias, sin cuya posesión perfecta no pudo escri-
birse una Obra tan acabada y tan útil; y se juzgará si fue un Curande-
ro infeliz, graduado por ensalmo, como se le honra en el escrito contra-
rio”. Y nuevamente subraya Manuela, esta vez seguramente con resen-
tido capricho, eso del “curandero infeliz”.
En fin, que hay mucho, importante, interesantísimo, que leer y
hurgar lo mismo en el juego de documentos, algunos inéditos, que en
el penetrante estudio introductorio de Carlos Freile .
A tono con la importancia dada al documento, para ir pisando
en piedras firmes en la reconstrucción histórica de personajes, hechos,
situaciones y ese juego especular de documentos que en casos reflejan
hechos desde ángulos diversos, el estilo del historiador Freile es serio,
medido, apegado a lo que el documento permite. Por eso suena a estri-
dente salida de tono un comentario como este -en el más riguroso esti-
lo y tono de los mitificadores y retóricos (en el mal uso del noble arte
de la Retórica)-: “Allí habrán estado los sempiternos sepultureros del

408
R E CE N S I O N E S

Precursor: los Rengifo, los Carriedo, los Solano, los Barreto, los Vallejo”
(P. 65). El recurso retórico con tufo a antigualla de ese falso plural resul-
ta muy poco histórico, así como la generalizadora y sumaria condena
de personajes tan distintos, en sí y en su relación con Espejo. Menos
mal que tan infeliz pasaje resulta una excepción o salida de tono. Y algo
más: el autor no maneja el tan útil punto y coma (¿Ha cedido a la abe-
rración ánglica?), y ello causa tropiezo en la lectura de algunos lugares.

Hernán Rodríguez Castelo

409
Eugenio de Santa Cruz y Espejo: “OBRAS COMPLETAS”, 4 v.,
Edición de Phipip L. Astuto, Casa de la Cultura Ecuatoriana
Benjamín Carrión, Núcleo de Chimborazo y Matriz Quito, Quito,
2008.

Siempre será de provecho la publicación


de las obras de los constructores de la
nacionalidad ecuatoriana, entre los cuales
sin lugar a dudas se halla Eugenio Espejo.
En el caso del Precursor la utilidad crece
pues desde la primera edición de sus
obras, iniciada por Federico González Suá-
rez en 1912 y culminada por Jacinto Jijón y
Homero Viteri en 1923, han pasado cerca
de cien años. Es cierto que algunas de sus
obras se han reeditado varias veces, sobre
todo las “Primicias de la Cultura de Quito”
y “Reflexiones acerca de las viruelas”, aun-
que no siempre ha habido la preocupación
por parte de lo editores de cotejar los di-
versos manuscritos coetáneos, de haberlos, o de enriquecer la edición
con notas acordes a la evolución de la ciencias históricas con sus apor-
tes al conocimiento del tiempo de Espejo y de su persona misma.
Representan una luminosa excepción las ediciones de las obras señala-
das debidas a la labor minuciosa de Samuel Guerra y Eduardo Estrella,
respectivamente. A ellos deben unirse Aurelio Espinosa Pólit S.J. y Her-
nán Rodríguez Castelo, el primero por la edición de “El Nuevo Lu-
ciano de Quito” y el segundo por los prólogos a las obras de Espejo en
la meritísima colección “Clásicos Ariel”. El mismo Astuto publicó una
edición de las que llama “Obras pedagógicas” con un buen trabajo crí-
tico. La Casa de la Cultura y los herederos de Astuto han dado oportu-
nidad a los estudiosos y al gran público de leer el corpus espejiano de
manera fácil, sin necesidad de recurrir a diversas ediciones, pues las de
González Suárez y Jijón – Viteri son una rareza bibliográfica, sobre todo
el último volumen.
Sin embargo se impone una mirada crítica a la edición que re-
seño. En primer lugar se constata una falencia notable: no constan to-

410
R E CE N S I O N E S

das las obras de Espejo. La ausencia más notable es la de las “Re-


flexiones acerca de las Viruelas”, que solo se puede atribuir a un des-
piste secretarial o administrativo, debido tal vez a la urgencia de editar
los volúmenes, pues se trata de una obra muy conocida y estudiada.
Otras ausencias, no justificables pero más entendibles, son las de dos
sermones, el “Moral”, publicado por Carlos Paladines, y el “de Do-
lores”, publicado por un servidor. Faltan también tres “Representa-
ciones” al Rey, dadas a conocer por Jorge Villalba SJ. en su obra acerca
de las prisiones de Espejo. Las obras completas de Espejo quedan así
incompletas. Es de desear que la aparición del V tomo, no solo incluya
las “Reflexiones” sino también los mencionados sermones, poco cono-
cidos pero fundamentales para conocer el pensamiento cabal del
Precursor.
También habría sido un adelanto para la historiografía ecuato-
riana el que se enriqueciera la nueva edición de las obras de Espejo con
notas aclaratorias a los textos, como sí se hace con “El Nuevo Luciano”,
“La Ciencias Blancardina” y “Marco Porcio Catón”. Una grave laguna
en nuestros estudios consiste en la publicación de obras ya conocidas
pero sin notas tendientes a ayudar al lector a ponerlas en su justo
ambiente y a entender las palabras, giros. Conceptos, instituciones,
etc., que ya no le son familiares.
Por otra parte, para la edición de la crucial obra conocida como
“Defensa de los Curas de Riobamba” se pudo dejar de lado la versión
llena de errores publicada por Jijón y Viteri en 1923 y recurrir al texto
auténtico editado por un servidor en 1997 gracias al apoyo del Dr. Jorge
Salvador Lara, Director del Archivo Metropolitano de Historia, y enri-
quecida con nutridas notas en las cuales también colaboró Carlos
Paladines. Cabe señalar que esta edición pasó desapercibida para los
historiadores ecuatorianos.
La publicación de las obras completas de Espejo constituye un
positivo aporte a la cultura nacional, sobre todo en la coyuntura del
Bicentenario de la Primera Junta Soberana, cuyos promotores recibie-
ron del Precursor las primeras inquietudes acerca de la libertad. Sin
embargo pudo haberse mejorado por las razones señaladas.

Carlos Freile

411
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Manuel Ygnacio Monteros Valdivieso: “EUGENIO ESPEJO


(CHÚZHIG) EL SABIO INDIO MÉDICO ECUATORIANO”, 2 v.,
Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Quito, 2008.

El lector de esta voluminosa obra debe te-


ner en cuenta que su autor falleció en 1970,
vale decir cerca de diez años antes de que
en el Ecuador se renovasen los estudios
sobre Espejo gracias a un grupo de pro-
fesores de la Pontificia Universidad Ca-
tólica del Ecuador, por consiguiente no pu-
do contar con los aportes críticos más ac-
tuales. La principal fortaleza del libro es el
tratamiento de los temas médicos, tanto re-
feridos a las obras mismas del sabio quite-
ño, de manera especial en el tema de las
enfermedades, tanto a su propia persona,
no solo en cuanto a su salud corporal, sino
a sus tendencias psíquicas. En estos aspec-
tos el autor demuestra una erudición que se puede catalogar de admira-
ble, poco común en nuestro medio, tan dado a la superficialidad y a los
escarceos de aficionados, aunque con poses de especialistas, de varios de
los intelectuales dados a escribir de omni re scibili et de quibusdam aliis.
Tal vez por haber sido concluida en 1962 la obra de Monteros
adolece de una modalidad frecuente en los escritos de historia de hace
más de medio siglo: la ausencia de referencias exactas a las fuentes de
donde toma datos o textos específicos, de tal manera que al lector acu-
cioso le cuesta cotejar la cita con el original. A lo largo y ancho del libro
el autor se muestra de manera franca como militante de izquierdas y
esa postura previa le lleva en ocasiones a leer a Espejo sin contextuali-
zar: para la comprensión del polígrafo quiteños no solo se requiere res-
petar sus más íntimas convicciones, fue católico toda su vida, sino colo-
car sus diferentes afirmaciones dentro de su obra total, pero al mismo
tiempo es imprescindible aquilatar con exactitud cuánto de lo que
decía estaba vinculado a un determinado acontecimiento o a un proce-
so contemporáneo. Cito, como ejemplo, la perspectiva con que Monte-
ros analiza ciertas expresiones de Espejo sobre los indígenas en la

412
R E CE N S I O N E S

“Defensa de los Curas de Riobamba”, como si se tratara de expresión


de una renuncia a su propio origen y de un desprecio a los naturales de
estas tierras. Cabe recordar que vista en conjunto esa obra ya ha sido
definida como una “defensa de los indios de América”. Pero también
señalar que la indianidad de Espejo es una certeza que se desmenuza
frente a nuevos análisis y nuevas fuentes.
La obra de Monteros se lee con placer y fácilmente, pues su
estilo es ameno, directo y combativo, además se nota que conocía el
tema hasta donde se alcanzaba hace medio siglo, pero es de lamentar
que no se publicara justamente entonces.

Carlos Freile

413
414
VIDA
ACADÉMICA
.
418
EL CONGRESO EXTRAORDINARIO DE LA ASOCIACION DE
ACADEMIAS IBEROAMERICANAS DE LA HISTORIA.

Junio 16 al 19 de 2009

La Asociación de las Academias Iberoamericanas de la Historia


se reúne cada dos años en diverso país para estudiar temas de la histo-
ria Americana o mundial. El Congreso de Lisboa de 2006 decidió por
unanimidad, a petición del representante del Ecuador y Director de
nuestra Academia, Dr. Manuel de Guzmán Polanco, celebrar un Con-
greso Extraordinario en 2009, como un homenaje a la Revolución de
Quito y Bicentenario del Diez de Agosto de 1809.
Era, pues, un compromiso nacional e histórico para la nación y
para la Academia Nacional de Historia, el celebrarlo dignamente, pese
a las crisis económicas, de todos conocidas. El Bicentenario de la Inde-
pendencia debía contar con la presencia, pero sobre todo, con los estu-
dios de los mejores historiadores de Ibero América.
Todo fue posible, gracias al respaldo del Gobierno Nacional a
través del Misterio de Cultura, del Ilustre Municipio de Quito, del Con-
sejo Provincial de Pichincha y a varias instituciones privadas, como
agencias de viajes y sobre todo, la Universidad Simón Bolívar.
La respuesta de las Academias Iberoamericanas de la Historia
fue notable, pues 19 representantes se hicieron presentes con ponencias
de indudable valor.
Para el desarrollo del Congreso, se escogió todo lo que forma-
ra el ambiente del Bicentenario del Primer Gobierno Autónomo de
Quito.

La Inauguración del Congreso Extraordinario


No podía encontrar otro sitio mejor que la Sala Capitular de
San Agustín, donde se reunieron los patriotas hace doscientos años; es
a la vez un símbolo de la Independencia y una maravillosa muestra de
la cultura artística de Quito.
En esta Inauguración y ante un selecto público, el Ilustre Muni-
cipio de Quito, por intermedio de su Alcalde Metropolitano dio la bien-
venida, declaró HUESPEDES ILUSTRES a los académicos visitantes y

419
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

condecoró al pabellón de la Academia Nacional de Historia por sus


cien años de existencia.
Las intervenciones del Director de la Academia y Presidente
del Congreso Extraordinario, Dr. Manuel de Guzmán Polanco, la del
Delegado del Presidente de la República, del Ministro de Cultura y del
Prefecto Provincial, fueron el inicio de los tres días de intercambio de
estudios y diálogo sobre la Independencia de América. Respondió a
nombre de todos los delegados de las Academias y como recién conde-
corado, el Dr. Sergio Mantínez de Chile.

Homenaje y ofrenda floral a los Héroes del Diez de Agosto


Todos los delegados y académicos nos reunimos, a continua-
ción, en la Plaza de la Independencia para un homenaje y ofrenda flo-
ral a los Héroes del Diez de Agosto, para visitar luego el teatro donde
fueron sacrificados los patriotas el Dos de Agosto de 1810.

Las Ponencias
Las sesiones del Congreso tuvieron lugar en el Paraninfo de la
Universidad Simón Bolívar, cedido gentilmente para el efecto, por el
Rector y Académico, Dr. Enrique Ayala Mora.
Las ponencias cubrían muchos aspectos relacionados con la in-
dependencia de América, desde la crisis de la monarquía y la fidelidad
a Fernando VII (República Dominicana, Guatemala, Ecuador), la ideo-
logía y aspectos jurídicos de los movimientos libertarios (Costa Rica,
Ecuador, Brasil, Paraguay), hasta temas indígenas en la Independencia
(Perú, Bolivia, El Salvador), las mujeres en el Primer Grito (Ecuador),
etc.
Las ponencias de los académicos ecuatorianos tocaban temas muy di-
rectos del movimiento libertario. Cabe resaltar algunos que serán de
consulta en las próximas discusiones del Bicentenario:
“Eugenio Espejo, ideólogo de la Independencia” del Dr. Plu-
tarco Naranjo; “Cuenca y el Diez de Agosto de 1809” del Dr. Juan Cor-
dero I.; “Guayaquil y el Diez de Agosto de 1809” del Dr. Benjamín Ro-
sales; “El Fidelismo como camino a la Independencia” de Dr. Jorge
Núñez y “Aporte teórico de la Revolución de Quito de 1809 a la Inde-
pendencia de América” del Lic. Hernán Rodríguez.
Las dos últimas ponencias mencionadas, fueron dictadas en el
Centro del Bicentenario, en la sesión previa a la clausura del Congreso,

420
V I DA AC A D É M I C A

lo que dejó un agradable colofón sobre el tema central del Congreso y


trataban de aclarar aspectos difíciles del Diez de Agosto.

Jueves 18. La Clausura


Tuvo lugar en el Centro del Bicentenario, un lugar apropiado
para conocer aspectos sociales, históricos y culturales de la realidad
ecuatoriana.
Fue una clausura brillante y un compendio de ideas y amiga-
bles experiencias de todas las Academias de Ibero América que conti-
nuarán en el próximo encuentro de Buenos Aires y en el futuro.

Viernes 19. Un tour a la mitad del mundo


No podían los académicos perderse una visita a la Línea Ecua-
torial y poner los pies en los dos hemisferios.
El almuerzo ofrecido por el Consejo Provincial en la Mitad del Mundo
reveló la amistad y cordialidad que se había fomentado en los tres últi-
mos días. Una nota general era el romper las barreras de los pueblos y
vivir una historia común. Hay más factores que nos unen que los que
nos separan.
Hasta vernos, el próximo año, en Buenos Aires

Eventos Especiales
Como es tradicional en los encuentros culturales, ciertos even-
tos sociales ayudan a estrechar la cálida amistad de los representantes
de las naciones y academias y mostrar nuestra cultura:
Las visitas a Quito colonial renovado, las iglesias, los museos,
Quito de noche, etc. Para muchos fue un verdadero descubrimiento del
Quito Colonial y de la cultura ecuatoriana.
Encuentro y almuerzo en la Sede de la Academia, en un am-
biente de alegría, música y recuerdos.
Una velada en el restaurant “Teatrum” (Teatro Sucre) ofrecida
por el Consejo Provincial de Pichincha, en un ambiente de gran cordia-
lidad.
Para las damas visitantes, una visita a los campos de flores de
Cayambe; fue para todas, un descubrimiento de las bellezas de la Pro-
vincia de Pichincha.
Presentación del libro ”Cien Años de la Academia Nacional de
Historia del Ecuador”, recopilado por el Dr. Leonardo Barriga.

421
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Agradecimientos
El Congreso Extraordinario de las Academias Iberoamericanas
no hubiera tenido el éxito conseguido sin la colaboración de las institu-
ciones de gobierno y de las privadas. Para todos, un agradecimiento
sincero.
Al Gobierno Central a través del Ministerio de Cultura.
A la Alcaldía de Quito y al Consejo Provincial de Pichincha
A la Universidad Simón Bolívar, a su rector que puso a la disposición
de los visitantes las habitaciones, el Paraninfo, las salas de reuniones,
la colaboración del personal, etc.
A las empresas de viaje que facilitaron viajes, traslado y visitas.
A nuestros Académicos por el trabajo voluntario y sugerencias para el
evento.

En Síntesis:
El Congreso Extraordinario de las Academias Iberoamericanas
fue un éxito en todo sentido, gracias al trabajo de colaboración de todos
que permitió superar las dificultades iniciales causadas por la crisis
económica nacional.
Fue una muestra de que la Academia Nacional de Historia al
cabo de CIEN AÑOS de servicio, sigue tan vigorosa como la fundó
Mons. Federico González Suarez en 1909.
Fue, sobre todo, la consagración de las inteligentes tareas de su
Director, Dr. Manuel de Guzmán Polanco.

422
POR LAS ACADEMIAS*

Gustavo Pérez Ramírez

La celebración del primer centenario de la fundación de la Academia


Nacional de Historia de Ecuador, no ha tenido en los Medios la acogi-
da que da a otros logros. Sin embargo, ésta rescata y reafirma de ofici
procesos sociales en los que se fundamenta la identidad de la sociedad,
que contribuye al orgullo de ser ecuatoriano.
La Academia celebró la efeméride convocando el Congreso Ex-
traordinario de la Asociación de Academias Iberoamericanas de la His-
toria, que se inauguró solemnemente en la Sala Capitular de San Agus-
tín, cuna de la Independencia. En el Congreso representantes de 18
Academias, incluyendo la Real de España, intercambiaron con los anfi-
triones valiosas informaciones históricas, para un mejor conocimiento
de los procesos de independencia en América Latina y el Caribe.
Culminó con dos conferencias de Antología, la del Lic. Hernán
Rodríguez sobre el Aporte teórico de la Revolución de 1809 y la del Dr.
Jorge Núñez, sobre Fidelismo como camino a la Independencia, que
reafirman la misión investigadora del historiógrafo para repensar la
Historia y eludir la Antihistoria.
Con motivo de estas celebraciones, la Academia rescató para el
país en microfilme la valiosa documentación de la época independista,
que por razones históricas se hallaba en el Archivo Histórico Restrepo
en Bogotá.
Como corolario proponemos que los Medios establezcan en
sus programas un espacio “Por las Academias”, donde, como en otras
latitudes, le hagan campo, entre las noticias de deporte, farándula, cró-
nica roja y reinados de belleza, a las que se generan en las Academias,
sea de Historia, Educación, Medicina, Lengua, y otras Asociaciones de
Arte y Cultura, como el Grupo América. Los Medios pueden ayudar a
que Ecuador, pequeño en territorio, sea grande en Cultura, como lo
propuso Benjamín Carrión.

* Artículo publicado en el diario “La Hora” de Quito

423
HOMENAJE A J. ROBERTO PAEZ
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

Fray Agustín Moreno Proaño*

En este año doblemente jubilar por cumplirse el bicentenario del pri-


mer movimiento emancipador de los territorios americanos de su
dependencia española, ocurrido el Diez de Agosto de 1809 en Quito, y
que fue la clarinada inicial para que se derrumbase el imperio y nacie-
sen a la libertad las jóvenes repúblicas iberoamericanas; y por cumplir-
se también los primeros cien años de fecundísima labor de la Academia
Nacional de Historia, fundada por el eximio Arzobispo de Quito,
Monseñor Federico González Suárez, el 24 de julio de 1909, con el mo-
desto nombre de “Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Ame-
ricanos”, su ilustre Director actual, Doctor Manuel de Guzmán Polanco

* Discurso pronunciado en el develamiento del retrato de Roberto Páez en la sede de la ANH,


el 7 de noviembre de 2008.

424
V I DA AC A D É M I C A

ha elaborado una serie de eventos de gran trascendencia, como la inau-


guración de esta sede propia de la Academia, la convocatoria a un
Concurso Histórico Internacional que valore el significado de la gesta
épica del 10 de Agosto de 1809 en el concierto de las hermanas nacio-
nes indo-hispánicas, y con justiciero espíritu, el ir colocando en este
decoroso solar los retratos de todos aquellos beneméritos ciudadanos
que la honraron con sus trabajos, enriquecieron la bibliografía patria,
investigaron sus más trascendentales momentos pasados y señalaron,
con voz firme y pluma elegante, el destino que nos corresponde en el
futuro.
El día de hoy se devela en este académico recinto el retrato del
Licenciado J. Roberto Páez, miembro de Número y que, durante varios
períodos, fuera Subdirector de la Academia y ornamento espiritual de
la misma, cuando los Directores titulares se encontraban fuera del país,
cumpliendo misiones diplomáticas y de servicio al Ecuador.
En cierta ocasión, el inmenso Remigio Crespo Toral se quejaba
de que “pecan de olvido las naciones al no tener siempre presentes los nom-
bres y las hazañas de sus mejores hijos, con lo que el alma de los pueblos queda
empobrecida”. Algo de esto ha ocurrido con la figura de J. Roberto Páez,
caballero cristiano a carta cabal, sapientísimo bibliófilo, enamorado de
Quito y de sus glorias, sagaz investigador de su historia, ponderado
periodista y noble amigo de todos los buscadores de la verdad.
José Roberto Páez nació en Quito el 18 de febrero de 1893. Hijo
del General Ulpiano Páez Egüez y de doña Eloisa Flor Pozo, de nota-
bles familias de la ciudad que, por entonces, tendría hasta unos 40 000
habitantes y no más. Por no fatigaros, no me detengo en ciertas consi-
deraciones genealógicas que son simpáticas de contar, pero es lo cierto
que los Páez se ufanaban de que su apellido completo era Páez de Tras-
tamara, y los Flor, por supuesto, estaban emparentados con el célebre
don Vicente López de la Flor, tronco de las más esclarecidas familias
quiteñas.
Un año antes, o sea, en 1892, no solo que se conmemoraron los
cuatro siglos del Descubrimiento de América, con un esplendor inusi-
tado, en toda Europa e Ibero América, sino que, en el Ecuador acababa
de asumir la presidencia de la República un insigne varón cuencano, el
Dr. Luís Cordero, poeta altísimo y coronado, y gran propulsor de la
cultura en todos sus aspectos. El propició la publicación de la copiosa
Antología de Escritores Ecuatorianos y el libro sobre los Cantares del

425
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Pueblo Ecuatoriano con los que la Academia Ecuatoriana de la Lengua


celebró el cuatricentenario. En ese mismo año publicó en Leipzig el Dr.
Teodoro Wolf, su invalorable Geografía y Geología del Ecuador y por
añadidura, el presbítero Federico González Suárez, editó el cuarto
Tomo de su Historia General de la República del Ecuador.
El filósofo español Don José Ortega y Gasset dice que, al recor-
dar el pasado, nunca nos debemos olvidar del “hombre y su circuns-
tancia”, porque son las circunstancias las que nos moldean para toda
nuestra existencia. José Roberto Páez tuvo la suerte y el privilegio de
recibir la educación primaria y el dominio del idioma francés de labios
de su propia madre. Lo mismo ocurrió con otro destacado compatrio-
ta, el Dr. José María Velasco Ibarra. Páez cursó con lucimiento sus estu-
dios secundarios en el Colegio San Gabriel graduándose de Bachiller
en 1910. E inmediatamente ingresó a la Universidad Central a estudiar
jurisprudencia, de donde egresó con el título de Licenciado en 1918.
En el entretanto, Mons. González Suárez había ya fundado la
Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos el 24 de julio
de 1909, con un pequeño pero selecto grupo de jóvenes que apenas bor-
deaban los veinte años de edad. Arrastrado por un ímpetu interior,
José Roberto era incansable en la lectura y en la adquisición de libros
para su Biblioteca, que llegó a ser una de las más completas y ricas de
Quito.
En 1921 empieza a publicar semblanzas históricas, artículos de
doctrina y crítica política y social, investigaciones de primer orden en
archivos y datos desconocidos que los encontraba en viejos documen-
tos y que eran leídos con avidez por el público. Para entonces J.
Roberto Páez ya tenía la irrenunciable convicción de que “todo juicio
sobre el pasado ha de apoyarse en el análisis de las piezas auténticas en que se
recogieron los afanes y anhelos de cuantos se esforzaron por legarnos una
Patria cada vez más próspera y mejor”. La publicación de ciertos hechos
de la vida privada de dos sacerdotes, religiosos de la Orden de Santo
Domingo de Guzmán, en el Tomo cuarto de la Historia del Dr. Federico
González Suárez, (aún no había sido electo Obispo de Ibarra; lo fue en
1895), conmocionó profundamente a la sociedad ecuatoriana, casi uná-
nimemente católica en ese tiempo (1892) y de manera especial a la Co-
munidad dominicana del país. Muchos negaban los hechos y otros se
escandalizaban. Dolido el Provincial de la Orden de Predicadores en el
Ecuador, el Padre Enrique Vacas Galindo, solicitó y obtuvo el apoyo

426
V I DA AC A D É M I C A

económico del General don Eloy Alfaro, ya Primer Magistrado de la


Patria, para viajar a Sevilla, España para investigar en el riquísimo
Archivo de Indias, qué había de verdad sobre los hechos relatados en
la Historia de González Suárez. El ilustre historiador había vivido en
España con este objetivo algo más de un año, patrocinado por el Arzo-
bispo José Ignacio Ordóñez, quien incluso le regaló su pluma de oro
para que escribiese la Historia General del Ecuador. Pero resulta que el
Archivo de Indias de Sevilla y el de Simancas, el de la Real Academia
de Historia de Madrid, son tan fabulosamente grandes que ni la vida
entera, no digo de uno, sino de docena de investigadores, sería sufi-
ciente para agotar un solo tema. Vacas Galindo trabajó allí cerca de cua-
renta años, ayudado por los paleógrafos oficiales del Archivo y logró
traer a Quito ciento ochenta enormes tomos de documentos descono-
cidos para que algún día se escriba la verdadera Historia de la Patria
en el período hispánico, que es el decisivo de nuestra formación como
Pueblo con personalidad y características inconfundibles. A ese tesoro
invalorable añadió Vacas Galindo diez y ocho gruesos tomos de docu-
mentos copiados en Roma en la curia general de los Dominicos, en el
convento de Santa Sabina, donde fue Prior por varios años, siendo
incluído su nombre en la terna para Maestro del Sacro Palacio, cargo
reservado a la Orden de Predicadores y que culmina siempre con el
Capelo Cardenalicio. De sus pacienciosas investigaciones publicó el
Padre Vacas Galindo tres formidables tomos sobre los derechos territo-
riales del Ecuador en su secular litigio con su vecino del Sur, documen-
tos irrefragables que, a su vez, utilizó el insignísimo Dr. Honorato Vás-
quez en el robusto alegato que presentó ante Su Majestad el Rey don
Alfonso XIII de Borbón, que debía dar el Laudo Arbitral sobre la mate-
ria. Volviendo al caso de los Padres Gamero y García el relato resultó
verdadero, pero lo que no dijo el sabio historiador González Suárez es
que los escandalosos se arrepintieron, hicieron severas penitencias y
murieron como santos. ¿Acaso en la Biblia no está el prolijo relato de la
caída del Rey David pero también el de su conversión?.
Sin perder el cariño, el respeto y la admiración para González
Suárez, el Lcdo. J. Roberto Páez y muchos otros creyeron conveniente
y necesario reexaminar y completar la visión histórica del eximio pa-
triota, compatriota y prelado. Dos preclaros sacerdotes dominicos del
convento dominico de Quito, Fray Ceslao María Moreno y Fray Alfon-
so Antonino Jerves fundaron la Revista “La Corona de María”, con el

427
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

objeto de publicar documentos sobre la historia religiosa del Ecuador.


Más tarde fundaron otra Revista “El Oriente Dominicano” con idéntico
propósito. El Padre Jerves se aplicó a dominar la Paleografía y a ense-
ñarla a los aficionados a la Historia. Discípulos del Padre Jerves en esa
ciencia y arte, fueron José Roberto Páez, Jacinto Jijón y Caamaño, Carlos
Manuel Larrea Ribadeneira, Jorge Garcés Garcés (quien por añadidura
dominaba el idioma latino) los hermanos José y Alfonso Rumazo Gon-
zález, Rafael Euclides Silva, Juan de Dios Navas, Carlos Vivanco y Ho-
mero Viteri Lafronte, entre otros. Todos ellos fueron ilustres Miembros
de Número de esta Academia Nacional de Historia.
Allá por el año 1928 gobernaba Italia el Dictador Benito Muso-
lini y acababa de solucionar las diferencias con la Iglesia Católica por
el Tratado de Letrán firmado entre él, como Jefe de Estado y el Carde-
nal Pietro Gasparri, que estuvo en el Ecuador con el afán de limar difi-
cultades con el régimen Liberal Radical de Eloy Alfaro. Para congra-
ciarse con las naciones latinoamericanas Musolini envió una lucida Mi-
sión de artistas e intelectuales, presidida por el pintor Giuglio Arístide
Sartorio que era el favorito del régimen fascista. El recorrido empezó
por Río de Janeiro, capital del Brasil, continuó por Buenos Aires, La
Paz, Santiago de Chile, Lima hasta llegar a Quito. Aquí fue recibida la
embajada con los debidos honores y con la clásica cordialidad de sus
vecinos. José Roberto Páez y Luis Alfonso Ortiz Bilbao se encargaron
de mostrarles los monumentos religiosos de la ciudad hispánica. El
asombro de los visitantes no tuvo límites así como las expresiones de
admiración por los tesoros artísticos que encontraron a cada paso. Sar-
torio enviaba semanalmente sus reportajes para que fuesen publicados
en una prestigiosa Revista de Artes italiana. Con genuino entusiasmo
llegó a decir que Quito era la Florencia de América y que nada seme-
jante había visto en los países hermanos, y auguraba para Quito en el
futuro el que se convertiría en el centro más activo de producción artís-
tica de todo el Nuevo Mundo como lo fuera en el Renacimiento la épo-
ca de los Médicis. La emoción subió de punto entre todos los quiteños
y, si bien Pablo Herrera, José Gabriel Navarro, Cristóbal de Gangotena
y Jijón, Alfredo Flores y Caamaño, entre otros, estaban empeñados en
estudiar los orígenes y los frutos del arte Quiteño y su valor universal,
la mayoría de la gente parecía estar adormecida ante tanto derroche de
belleza. En esta materia hemos avanzado bastante.
Habiendo sido nombrado Secretario del Ilustre Municipio de

428
V I DA AC A D É M I C A

Quito, por el Presidente del Cabildo, don Enrique Gangotena Jijón, al


fallecer otro distinguido funcionario que fue don Julio Prado, padre del
ex-canciller Julio Prado Vallejo, el Lcdo. José Roberto Páez, vio la opor-
tunidad de realizar sus sueños. Se acercaba el centenario del asesinato
del Antonio José de Sucre. Meses más tarde era Presidente del Cabildo
Quiteño don Carlos Freile Larrea. Había que honrar la memoria del
Gran Mariscal de Ayacucho que tanto amó al naciente Ecuador. Se es-
cogió en la Iglesia Catedral la más decorosa capilla para que allí des-
cansen los restos del Abel Americano. El genial pintor don Víctor Mi-
deros decoró las paredes con el relato vívido de las batallas de Sucre:
Quito, Junín, Ayacucho y su inicuo martirio.
Luego vino el centenario de la muerte del Libertador Simón
Bolívar. J. Roberto Páez se esmeró en los planes para levantar en su
honor el monumento más bello de todo el continente y aún diría que
de todo el mundo, al fundador de cinco naciones. Cúpole inaugurarlo
a la vibrante oratoria de José María Velasco Ibarra, en diciembre de
1934.
La obra cumbre de J. Roberto Páez estuvo reservada para las
conmemoraciones cuatro veces centenarias de la fundación de la villa
de San Francisco de Quito. Ocupaba entonces la presidencia del Muni-
cipio de Quito, don Jacinto Jijón y Caamaño. El famoso Libro Verde que
guardaba el acta de fundación original y las actas del Cabildo quiteño
hasta 1561 fue transcrito y publicado en cuatro tomos bellamente edi-
tados por José Rumazo González, bajo la amorosa vigilancia de José
Roberto Páez, quien puso sendos y esclarecedores prólogos a cada vo-
lumen y que fueron lanzados en la solemnísima sesión del 28 de agos-
to de 1934, día en el que el Congreso Nacional se unió a los festejos de
la ciudad capital con un decreto en el que se ordenaba levantar en Qui-
to un monumento a su fundador el Mariscal don Diego de Almagro,
con fondos del Estado. Parece mentira que han trascurrido setenta y
cuatro años desde ese Decreto y aún no se cumple, y más grave toda-
vía la inmensa mayoría de personas cree que el fundador de Quito es
Sebastián de Benalcázar y que la fecha es el 6 de Diciembre.
Ese gesto gloriosísimo de la publicación del Acta de Fundación
y de las Actas de las primeras sesiones del Cabildo del Quito Hispánico
no fue más que el principio de una estupenda labor editorial que asom-
bró a los medios cultos de América y Europa. Nadie se había atrevido
a esa empresa. Luego le invitaron Lima en 1935, Buenos Aires en 1940,

429
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Caracas en 1958 luego se editaron los oficios y cartas del Rey al Cabildo
de Quito, las Cédulas Reales a la Audiencia de Quito, las Actas de
Fundación y primeros Cabildos de Ibarra, de Cuenca, el famoso Libro
Rojo de la fundación de Ambato, los orígenes del obispado de Quito, el
relato de Fray Gaspar de Carvajal del descubrimiento del Río de las
Amazonas, las Primicias de la Cultura de Quito y otras maravillas que
ya deben llegar a unos setenta tomos, fruto de la acuciosidad de José
Roberto Páez que venía desempeñándose de Director de las Publi-
caciones del Archivo Municipal de Quito. Al Sr. Páez le sucedió en el
cargo Jorge Garcés Garcés, a él Hugo Moncayo Veloz, a él Luis Alfonso
Ortiz Bilbao y hoy Jorge Salvador Lara, todos Miembros de Número de
esta Academia y Cronistas Vitalicios de la ciudad.
Este aporte científico al patrimonio cultural de la estirpe His-
panoamérica mereció y merece aún hoy los más calurosos elogios de
notabilidades como el jurisconsulto e internacionalista español Don
Fernando de los Ríos, del Director de la Biblioteca del Congreso de
Washington, D.C., Lewis Hanke, del archivistólogo Lino Gómez Ca-
nedo, etc. Y todos esos elogios redundan naturalmente en José Roberto
Páez, su incansable realizador. Para terminar citaré lo que el insigne
poeta colombiano y maestro Don Guillermo Valencia escribió con emo-
ción: “Las publicaciones del Archivo Municipal de Quito son labor benedic-
tina con que se nos está entregando las fuentes únicas y auténticas de nuestra
común historia piadosamente restituidas de los viejos Archivos y corregidas
con un seguro y amplio criterio de investigación. Esos documentos ya en
forma accesible para todos han venido a confirmar, a aclarar, o a invalidar
pasos de nuestros orígenes y los años oscuros de la Conquista y de sus hom-
bres, y a establecer bases ciertas para la interpretación de la época colonial”.
“En los últimos tiempos ha sido lectura favorita la de los inaprecia-
bles volúmenes, magnífica ofrenda del Cabildo muy ilustre de Quito a la
América hispana. Como presente de gran Señor, la edición misma es magnifi-
ca y digna de quien le ofrece. Nuestro Cabildo bogotano está empeñado en
labor análoga, de más fácil realización porque alude a fuentes claras y muy cer-
canas a nosotros, en que la paleografía poco ha tenido que fatigarse para reve-
lar la letra y el sentido de los documentos. Por este aspecto, la obra de Quito
es magistral y de un mérito prócer”. Hasta aquí Guillermo Valencia (1938).
Con qué delicadeza de espíritu sugirió al Cabildo capitalino Jo-
sé Roberto Páez el que se rindiese un tributo de gratitud imperecedera
a Fray Jodoco Rique, piedra angular de nuestra nación, colocando su

430
V I DA AC A D É M I C A

estatua tallada por el genio de Luis Mideros, en el preciso sitio donde


el humilde franciscano flamenco, plantó el primer el primer trigo que
se cultivó en Sudamérica, y en la base del monumento esta preciosa de-
dicatoria: “La ciudad de Quito a Fray Jodoco Ricke - 1534 ” Y en una lápi-
da de mármol este conmovedor reconocimiento: “Las escuelas municipa-
les en nombre del niño quiteño al apóstol de la cultura, sembrador de campos
vírgenes e inteligencias nacientes, en el cuarto centenario de la Fundación de
Quito.- Liceo Fernández Madrid, Escuela Espejo, Escuela Sucre.- Diciembre
de 1934”.
Otro de los grandes logros de José Roberto Páez en 1934, al
cumplirse el cuarto centenario de la fundación de la ciudad de San
Francisco de Quito fue el haber persuadido al altísimo poeta cuencano
Remigio Romero y Cordero para que escribiese una Epopeya que glo-
rificara los orígenes y la trayectoria de Quito. Remigio Romero y Cor-
dero acababa de ser coronado en la cima del Panecillo, como la máxi-
ma voz lírica del país en emotiva ceremonia por representantes de to-
das las provincias, vestidas de ñustas, que le colocaron en las sienes el
laurel imperecedero. Remigio escribió la “Quiteida”, una especie de
Ilíada o Eneída americana que exaltó a la cumbre las proesas de la capi-
tal ecuatoriana. Ni México, ni Bogotá, ni Caracas, ni Lima, ni Santiago,
ni Buenos Aires, ni Río de Janeiro, han tenido hasta hoy esta honra.
Pero, así somos descuidados, el Fonsal ha hecho maravillas,
pero aún no reedita La Quiteida de Remigio Romero y Cordero para
que esté en los labios de todos los niños, jóvenes y adultos.
Una de las especialidades de José Roberto Páez fue indudable-
mente la relativa a la venida de los Académicos Franceses que vinieron
a la Audiencia de Quito en el siglo XVIII a medir el arco del meridiano,
precedidos por Mr. de la Condamine. Don Roberto tomó justamente es-
te tema para el discurso de incorporación como Miembro de Número.
El texto está publicado en el Boletín de la Academia. Para el segundo
centenario de este hecho trascendental en la historia patria, Francia tuvo
la gentileza de mandar otra misión científica de alto nivel, precedida
por el General Perríer, y que incluía entre otras notabilidades, al famo-
sísimo sabio Dr. Paul Rivet, que se encariñó tanto con el Ecuador que se
casó con una dama cuencana, que tanto le ayudó en París a realizar el
sueño del Museo del Hombre, una titulación que honra a la especie
humana toda. Decir la fraternidad que existió en Quito entre todos esos
sabios de la Misión Francesa y la impresionante gama de conocimientos
de José Roberto Páez, lo dejo a vuestra discreción.

431
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Al acercarse el primer centenario del nacimiento de Monseñor


Federico González Suárez en 1944, sus discípulos que eran legión, deci-
dieron agradecerle los ingentes servicios prestados al Ecuador y eterni-
zar su memoria en el bronce. Encargaron al escultor italiano Luigí Ca-
sadío la construcción del monumento y a Luis Mideros el de cuatro fi-
guras simbólicas de la Patria, la Iglesia, la Historia, y la Ciencia, que de-
bían ser colocadas en las cuatro esquinas, como a las plantas del inmor-
tal arzobispo. Los académicos discutían donde colocarlo, José Roberto
Páez académico de número desde 1936, mantenía una discreta reserva.
Al fin el Municipio decidió que se le pusiera en la mitad de la Plaza de
San Francisco. Y así se hizo. Pero años más tarde, especialistas en urba-
nismo dijeron que era un absurdo que un monumento estuviera delan-
te de otro opacando su grandiosidad y así González Suárez fue retira-
do volviendo la plaza franciscana a su prístino esplendor y a ser el clá-
sico sitio de las manifestaciones políticas sobre todo y el termómetro
nunca desmentido del apoyo popular. Parece que jamás se repetirán las
enfervorecidas muchedumbres que aclamaban la febril oratoria de José
María Velasco Ibarra.
Nos quedan eso sí, las clásicas biografías de González Suárez,
por Nicolás Jiménez, por el Padre José Maria Vargas, igualmente aca-
démicos, por el Dr. Leonidas Batallas y por el Canónigo Bueno. Y ahora
mismo tiene la Academia Nacional de Historia seis miembros numera-
rios que se precian de llevar en sus venas sangre del mismo Prelado e
Historiador máximo de nuestra Patria. González Suárez fue hombre de
su tiempo y en nada menguan su gloria, los trabajos exhaustivos que
se han publicado después de él, como la biografía de Don Antonio de
Morga, Presidente de la Real Audiencia de Quito, escrita por el Doctor
Phelan, o la de don Miguel de Ibarra de nuestro dilecto colega Dr. Jorge
Villalba Freire. Además, en esa época no se conocían las colecciones de
documentos inéditos para la Historia de Nicaragua recopilados por el
Doctor Vega Bolaños, (18 gruesos tomos) o la de idéntico nombre para
la Historia de Colombia del Dr. Juan Friede, (otros 18 tomos) y las in-
dispensables obras de los peruanos Raúl Porras Barrenachea, Gui-
llermo Lohmann Villena, o la del chileno Mario Góngora .
Cuando González Suárez fundó la Sociedad Ecuatoriana de Es-
tudios Históricos Americanos, luego Academia de Historia desde 1920,
reunía generalmente a sus jóvenes discípulos en el Palacio Arzobispal.
Muerto en 1917, sin bien Monseñor Manuel María Polit Laso era tam-

432
V I DA AC A D É M I C A

bién un varón cultísimo y fue miembro de número de la Academia no


pudo continuar con la tradición de las reuniones semanales. El alumno
predilecto Jacinto Jijón y Caamaño asumió esa responsabilidad como
Director y juntaba a sus compañeros, primero en su casa de la calle Su-
cre y luego en la Circasiana. Julio Tobar Donoso obtuvo del Presidente
Carlos Alberto Arroyo del Río la donación de una sede propia en la
calle Mejía frente al Convento de la Merced, las reuniones semanales
los días sábados eran ejemplares. Parecía un pequeño senado de sabios.
Isaac J. Barrera, Ángel Isaac Chiriboga, Celiano Monge, Luis A. León,
Hugo Moncayo, Jorge Garcés, Luis Robalino Dávila, Neptali Zúñiga,
Carlos de la Torre Reyes, Cristóbal de Gangotena y Jijón, y los nuevos
valores. José Roberto Páez brillaba entre ellos como un sol, síntesis de
sabiduría y modestia.
José Roberto Páez tuvo una larga vida, casi noventa y un años.
Y fue fecundísimo en muchos aspectos. Entró en la paz del señor el 7
de noviembre de 1983. Y quiero refrendar lo que en sus funerales, dijo
Monseñor Juan Ignacio Larrea Holguín, también eximio prelado y
jurisconsulto, ya fallecido. “J. Roberto Páez fue un gran amigo, un hombre
que desbordaba hacia otras personas afines por el amor a la ciencia, los tesoros
de sus conocimientos, y los elevados sentimientos de su alma: un científico
paciente, constante, abnegado para la investigación, un servidor honestísimo
de la Patria y un católico ejemplar. Todo esto con la mayor naturalidad y sen-
cillez. No era hombre de exageraciones. Su conversación amenísima y llena de
buen humos hacía cortas las horas junto a él”.
Por supuesto que me quedan muchas cosas que decir sobre su vida, su
acción y sus escritos. Pero afirmo paladinamente que su retrato honra
a la Academia Nacional de Historia y nos recordará cómo se debe ser.
En el corredor de entrada a la vieja mansión de la Real Aca-
demia de la Historia en el centro histórico de Madrid como que nos
sale a recibir el gran retrato de don Marcelino Menéndez y Pelayo que
fuere Secretario Perpetuo de la sabia institución. Aquí será el espíritu
de José Roberto Páez desde su inagotable bondad reflejada en la tran-
quilidad de su semblante.

433
HOMENAJE A CARLOS MANUEL LARREA,
HISTORIADOR, DIPLOMÁTICO, CANCILLER, COFUNDADOR
Y DIRECTOR DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA.

P. Julián Bravo Santillán S. I.*

En la revista del Pacífico de Santiago de Chile, correspondien-


te a los meses de marzo–abril de 1929, números 2–3, al revisar datos
sobre la personalidad de Don Carlos Manuel Larrea, nos encontramos
con un interesante reportaje del que quisiera empezar tomando algu-
nos datos que pergeñan la figura y personalidad de nuestro personaje
en la interesante etapa de su juventud, cuando ejercía las funciones de
Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Ecuador en la
República de Chile.

* Discurso pronunciado en el develamiento del retrato de Carlos Manuel Larrea en la sede de


la ANH.

434
V I DA AC A D É M I C A

Es un hombre joven, empieza describiéndole y presentándole física-


mente el corresponsal de la revista, delgado, de movimientos ágiles,
una cabeza inteligente en que los ojos tienen mirada penetrante y
serena. Habla para regalo del oído con una voz suavemente timbrada.
El gesto que subraya la frase es elocuente y la frase por su cultura
vastísima, posee espontaneidad, interés y elegancia.
Hombre de estudio que dedicó toda su juventud a las investigaciones
históricas y arqueológicas, realizando obra de indiscutible valor, por
el prestigio de sus obras sobre las materias en que se especializara;
(fue designado) miembro correspondiente de la Real Academia de
Historia de Madrid.

Con tales rasgos y tal perfil inicial, sin duda que tenemos ya
introducido y configurado el ambiente de la sesión solemne para la
que nos ha convocado hoy la Academia Nacional de Historia, para
dedicar el sitial de honor en la magna galería de directores a la efigie
del diplomático de vasta cultura, preparado y decidido por el servicio
exterior más exigente, en representación condigna, con su acendrado
civismo y amor a la patria.
Fue designado Secretario de la Legación de su país en Wa-
shington. Pronto sería representante del Ecuador en República Argen-
tina y en Chile, donde los respectivos gobiernos y la sociedad de Bue-
nos Aires y Santiago pudieron apreciar desde el primer momento, el
aquilatado metal de que estaba forjado y, en consecuencia, el privile-
giado sitial que se conquistara intelectual y socialmente el diplomático
Carlos Manuel Larrea.
La primera pregunta de la entrevista se refería acerca de sus
estudios de historia y arqueología.
Efectivamente, contestó:

Toda mi juventud la eché en eso. Fue mi iniciador en la historia y en


la arqueología el Obispo González Suárez, de grata memoria, uno de
los más grandes historiadores y arqueólogos de mi país. Yo venero su
memoria y me inclino ante su talento… Como simple sacerdote y con-
tando con escasos recursos de fortuna se trasladó a España para allá
proseguir en la búsqueda de documentos en que estaba empeñado
para la realización de su obra formidable y magnífica… él me inició
en los estudios arqueológicos. Era mi compañero Jacinto Jijón y
Caamaño con quien hice todos mis cursos de estudio.

435
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Discípulo aventajado de González Suárez, compañero y amigo


de Jacinto Jijón y Caamaño, Carlos Manuel Larrea figura entre el grupo
fundador de la “Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Ameri-
canos, más adelante “Academia Nacional de Historia”.
La historia como que, por una especie de natural impulso, sus-
cita y conduce a la investigación de los orígenes, de lo más remoto y
ancestral, no es de extrañar que maestros y discípulos centraran sus
estudios de inicio en la arqueología, es decir, en la ciencia que estudia
la antigüedad por los artefactos, monumentos, objetos y restos de
aquellas épocas pretéritas.
Dentro del desarrollo del diálogo de Don Carlos Manuel La-
rrea con su entrevistador, se llegó a la afirmación de que el Ecuador era
un campo privilegiado para esta clase de estudios, por su situación
geográfica ecuatorial, que le convertía en una especie de encrucijada de
las diversas civilizaciones provenientes de los cuatro puntos cardina-
les, originarios de Europa, África, Australia y Polinesia, Asia, Melane-
sia. Más tarde dedicó un estudio a las posibles influencias asiáticas en
las culturas prehistóricas ecuatorianas.

Así en nuestras provincias norteñas de la costa se pueden encontrar


los más claros vestigios del África, y de la civilización Maya y del
Caribe, en la parte sur del Asia, en la región interandina está patente
la influencia de la civilización Inca; en el oriente la de Laoa Santa del
Amazonas. Sin descartarse asentamientos humanos de aborígenes.
Las excavaciones que se hacen, dan los más demostrativos resultados
sacando a la luz piezas de alfarería, tejidos, y los interesantísimos
monumentos funerarios, especies de pirámides con rampas semejan-
tes a las que existen en México. Y de todos los estudios que se vienen
realizando últimamente a base de estos descubrimientos se ha llegado
a la conclusión de que la civilización, que tuviera su apogeo en Bolivia
no está proyectada desde el altiplano hacia nuestra patria sino que
tuvo en ésta sus comienzos.

En esta proyección de la investigación arqueológica, Don Car-


los Manuel Larrea se interesó vivamente por la cuestión de la antigüe-
dad del hombre en América y en el Ecuador.
En 1960 en el Boletín de informaciones científicas nacionales,
N° 92, correspondiente a abril-agosto de 1960 publicó un denso artícu-

436
V I DA AC A D É M I C A

lo bajo el título: Datos acerca de la antigüedad del hombre en el


Ecuador: “Entre los problemas de la Prehistoria sudamericana, todavía no
resueltos del todo, escribe, están el de los orígenes de la población de la parte
meridional del Continente y el de la antigüedad del hombre en estas tierras, en
las que la Historia propiamente dicha no comienza sino en los primeros años
del siglo XVI”.
El desarrollo de los estudios arqueológicos ha permitido hallar
relaciones de varias culturas sudamericanas con otras de Centro y Nor-
te América, comprobado en algunos casos por el método de la radioac-
tividad del carbono 14.
Exploraciones recientes en la costa ecuatoriana han dado a co-
nocer la existencia de cerámica correspondiente al período formativo,
contemporáneo al neolítico del viejo mundo y al tiempo que en México
y el Perú empiezan a cultivar el maíz y la yuca.
Hecho un estudio y un análisis comparativo del desarrollo de
la investigación arqueológica entre la América septentrional y meridio-
nal, señala la especial dificultad para establecer una cronología siquie-
ra relativa de las culturas sudamericanas, especialmente respecto a la
antigüedad del hombre.
Si en América septentrional, explica, donde los hallazgos de los
restos humanos han sido más numerosos y las investigaciones al res-
pecto han sido más extensas, y se conoce mejor la formación estratigrá-
fica y los períodos a que corresponde cada nivel geológico, aún no se
ha llegado a conclusiones definitivas, menos ha podido fijarse la anti-
güedad de las primeras migraciones, en Sudamérica donde inmensos
territorios permanecen aún inexplorados, y donde todavía hay mucho
que estudiar en el campo de la geología y de la paleontología sudame-
ricana.
La hipótesis del hombre aborigen del Continente americano, la
considera descartada científicamente, aunque cada vez aparecen prue-
bas de mayor antigüedad de la presencia del hombre en el nuevo
mundo.
De conformidad con los restos humanos encontrados o pro-
ductos de su industria, podría deducirse la presencia del hombre en
América septentrional al final de la última glaciación, unos ocho o diez
mil años a. de C. (principios del mesolítico europeo.
Respecto a la América meridional se da como determinada la
cronología de la cultura de Guañaque I en el Perú, hacia 1 200 y 1250 a.

437
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

de C. (Edad de bronce del viejo mundo). La Valdivia en la costa ecua-


toriana se mantendrá a 2000 o 2400 años.
En la región de Magallanes (sur de Chile) se han descubierto
vestigios de asentamientos humanos, hacia 7.000 a. de C.
En el Ecuador, en 1923, Mr. G. H H Tate descubrió el cráneo de
Punín que estudiado por los antropólogos doctores Louis Sullivan y
Milo Hellman, se considera como el más antiguo encontrado hasta
ahora en el Ecuador. Por la conformación geológica del lugar en que
fuera encontrado ha sido clasificado como del período pleistoceno.
Un maxilar humano bastante fosilizado encontrado a orillas
del río S. Pedro en Chillo y una tibia hallada a gran profundidad en Co-
tocollao parecen remontarse a la cuarta glaciación…
Los cráneos descubiertos en Pantacalo por el Doctor Paul Rivet
a orillas del río Jubones en la Provincia de El Oro, del tipo de los des-
cubiertos por el Doctor P. W. Lund en Lagoa Santa (Brasil), figuran
entre los restos humanos más antiguos en la América del Sur.
Extensa es la bibliografía de Don Carlos Manuel Larrea sobre
arqueología ecuatoriana que, demuestra a una, el interés y la seriedad
de sus investigaciones.
Títulos como “Introducción al estudio de la arqueología ecua-
toriana”; “La cultura incásica del Ecuador (notas históricas y cronoló-
gicas)”; “El misterio de las llamadas sillas de piedra de Manabí”; y
estudios más amplios como “Prehistoria de la región andina del Ecua-
dor” y “Notas de prehistoria e historia ecuatoriana” confirman su aser-
to en la introducción de esta última obra, que quizás lo más notable en
los últimos tiempos ha sido el interés por estudiar los múltiples problemas de
la prehistoria americana y en particular para investigar las cuestiones cientí-
ficas relacionadas con la Arqueología, Etnografía, y la Lingüística del pueblo
ecuatoriano.
Cuatro largos años pasó en Europa, preferentemente en Espa-
ña, visitando archivos, especialmente el Archivo de Indias, donde se
halla reunida toda la documentación referente a América. Con el mis-
mo propósito se trasladó a París y Londres. Fruto de sus búsquedas
bibliográficas y documentales fue su valiosa colección de la Bibliogra-
fía Científica del Ecuador que se editara en 1952, en Madrid, por Edi-
ciones de Cultura Hispánica; en 1953 por la Casa de la Cultura Ecua-
toriana (cinco tomos), y en 1968, por la Corporación de Estudios y
Publicaciones, en 3 ediciones la sección correspondiente a antropolo-

438
V I DA AC A D É M I C A

gía, etnografía, arqueología, prehistoria y lingüística. Fue también el


inicio de su selecta y nutrida biblioteca con no pocos libros y documen-
tos originales y únicos, apreciados tesoros del patrimonio cultural
ecuatoriano.
Su vasta cultura y brillante carrera de hombre público, inicia-
do en el servicio exterior y diplomático poco tiempo le quedaba para
sus trabajos de investigación. Hacia los años 1934 y 1935 la situación
política del Ecuador revestía caracteres de especial vidriosidad y deli-
cadeza, y fue designado Canciller de la República.
El 18 de diciembre 1935, el Encargado del Mando Supremo de
la República expidió un decreto por el que, “Según la opinión de la Aca-
demia de Abogados de Quito”, declaró que desde que entró en vigencia la
Constitución política de 1906–1907, las comunidades religiosas, las Iglesias,
y, en consecuencia las curias, perdieron el carácter de instituciones de derecho
público; y que para adquirir la calidad de personas jurídicas de derecho priva-
do, necesitarían cumplir con lo preceptuado en el art. 537 del Código Civil”.
(Julio Tobar Donoso, La Legislación liberal y la Iglesia Católica en el
Ecuador, p. 409).
Dicho decreto, comenta el Doctor Julio Tobar Donoso, era emi-
nentemente ilógico y lesivo de la dignidad de la Iglesia. Ilógico, por-
que del desconocimiento del carácter de entidad de derecho público no
se sigue la desaparición del antiquísimo predicado de Persona ya que
este había precedido y con mucho a aquel.
Lesivo de la dignidad de la Iglesia, porque pretendía rebajar a
la sociedad espiritual, perfecta y soberana, reconocida como institución
de Derecho de Gentes, a una sociedad que tiene cabal autonomía jurí-
dica en virtud de su propia esencia, a la categoría de cualquier entidad
de Derecho Civil que recibe su esencia del fiat del Estado.
El decreto 121 habría pretendido demostrar que a la Iglesia le
asistía la condición de persona solamente porque la ley ecuatoriana le
reconoció como institución de Derecho Público, siendo así que la Per-
sonalidad de la Iglesia ha sido afirmada sin contradicción desde el
siglo IV, desde la paz decretada por Constantino. No solo la organiza-
ción jurídica de las diócesis, sino las de las Iglesias parroquiales y las
instituciones monacales, se derivaron del statu episcopal con sus igle-
sias y patrimonio no sujeto a la autoridad del Obispo.
En cuanto a América, la facultad de poseer bienes y de admi-
nistrar libremente el patrimonio eclesiástico fue firmísima y la Silla

439
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Apostólica más bien tendió a que el Poder Espiritual limitase sus dere-
chos, a fin de no despertar indebidas susceptibilidades. Pío VI otorgó
amplias facultades, por Bula de 13 de agosto de 1799, a los Obispos
americanos para enajenar, conforme a prudencia, los bienes de las ins-
tituciones pías (Raccolta, p. 559).
El decreto No. 121, como era de preverse, tornó álgidas las ten-
siones ya existentes entre la Iglesia y la revolución liberal de 1895 que
se había propuesto trastocar la índole y la fisonomía histórica del país.
El 15 de febrero de 1936, los señores Arzobispo de Quito y
Obispos de Riobamba y Cuenca, dirigieron al Señor Encargado del
mando supremo un manifiesto en el que exponían la condición de la
Iglesia de sociedad perfecta, persona de iure, derivada de su misma
naturaleza, superior por el número de sus miembros, por su organiza-
ción cabal y jerárquica, por la riqueza de sus medios espirituales, al
más poderoso de los Estados; por lo tanto “En derecho y en ciencia social
la Iglesia Católica reúne las condiciones necesarias para ser reconocida como
persona jurídica y como persona soberana, puesto que es independiente de
otro poder. Es esta una verdad objetiva que no puede ser negada por el
Estado.” (Luis Le Fur, profesor de la Universidad de París).
La exposición del Emmo. Señor Arzobispo y Excmos. Señores
Obispos concluía:

La Iglesia y el Estado son dos sociedades diferentes y en su orden


soberanas: soberanos e independientes de todo poder humano son los
derechos con que plugo a su divino Fundador enriquecer a la Iglesia:
soberano el derecho de enseñar la verdad a toda criatura, soberano el
derecho de velar por la integridad de la fe y pureza de costumbres;
soberano el derecho de administrar los Sacramentos y de ordenar el
culto divino; soberano el derecho de proveer a la dignidad, al orden,
al reclutamiento, a la perpetuidad de su jerarquía, soberano el dere-
cho de poseer y tener un patrimonio, condición esencial de su inde-
pendencia y fuente perenne de sus obras; todos estos derechos se los
ha conferido Cristo en persona sin acudir para nada a los poderes de
la tierra y solo apelando a su omnipotencia soberana: “todo poder se
me ha dado en los cielos y en la tierra, id y enseñad a toda criatura.

El Señor Encargado del Mando Supremo con fecha 17 de febre-


ro contestó que el gobierno no abrigaba sentimiento de hostilidad algu-

440
V I DA AC A D É M I C A

na contra la Iglesia Católica ni contra Iglesia alguna; pero insistió en


que las instituciones dependientes de aquella, por no haber cumplido
con los requisitos legales, carecen de personalidad, aunque están en
situación de adquirirla cuando a bien tuvieren y añadía: “Lo que sí no
puedo dejar pasar sin protesta, es la doctrina sentada por su Señorías
Ilustrísimas, de que la Iglesia Católica es soberana. La Iglesia, cualquier
Iglesia, en lo que se refiere a todos los asuntos de carácter temporal
está subordinada al poder civil. No hay Estado en el mundo que pueda
concebir, menos tolerar la existencia de otro Poder soberano dentro del
mismo Estado.
El Estado Ecuatoriano es soberano y el único soberano dentro
de su jurisdicción territorial…”
El Doctor Julio Tobar Donoso acotaba a la afirmación del Señor
Encargado del Mando Supremo, que adolecía de desconocimiento de la
verdadera naturaleza de la soberanía: y olvido de la doble jurisdicción de la
Iglesia. El Señor Encargado partía del viejo concepto rousseauniano o
liberal de la soberanía identificado y confundido con la expresión de
voluntad de la masa, concepto según el cual ésta, tenía que ser necesa-
riamente uno, indivisible e inalienable y, por ende en un mismo terri-
torio no cabía sino un soberano, sin considerar que la noción de sobe-
ranía ha cambiado sustancialmente: es solo la facultad de decidir en
última instancia y sin ulterior recurso; y tanto la Iglesia como el Estado
poseen ese poder decisorio dentro de órbita privativa. (cf. La Legisla-
ción Liberal y la Iglesia Católica en el Ecuador, por Julio Tobar Donoso,
p. 415 y 416)
Si cada sociedad perfecta se mantiene en su ámbito, la coexis-
tencia de soberanía dentro de un mismo territorio es fácil y llana. Si
por el contrario una de las dos interviene en la jurisdicción de la otra
la concordia se vuelve imposible.
Nadie discute al Estado plena soberanía en las cosas simple-
mente temporales; así como nadie puede desconocer a la Iglesia juris-
dicción plena sobre las cosas sobrenaturales y espirituales.
La situación de relaciones de la Iglesia con el Estado ecuatoria-
no se había tornado tan grave que fue necesario iniciar negociaciones
eficaces en orden a conseguir un avenimiento que salvando los sagra-
dos intereses de la Iglesia, permitiera al Poder civil salir decorosamen-
te del callejón tortuoso en que se había introducido. Llegar al reconoci-
miento de las personas eclesiásticas y garantizar su actividad jurídica.
Y fue aquí en la solución de este intrincado problema de dere-

441
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

cho internacional y de relaciones de Iglesia y Estado donde hubo de


descollar la sapiencia jurídica de dos hombres destacados en la Fe y en
el amor a la Patria: el Canciller de la República, Don Carlos Manuel
Larrea y el Doctor Julio Tobar Donoso, quienes tras arduos, sapientes y
delicados esfuerzos de orden jurídico y diplomático lograron la sus-
cripción del convenio del Modus Vivendi entre el Excmo. Legado Apos-
tólico, Mons. Fernando Cento y el Canciller Don Carlos Manuel Larrea,
en representación del Estado ecuatoriano. Convenio que finalmente
resolviera de manera definitiva las relaciones de la Iglesia en el Ecua-
dor, con el Estado, rotas y mantenidas en tenaz guerra y persecución
religiosa por 42 años.
El historiador: No es posible cerrar esta mal pergeñada sem-
blanza sin hacer referencia somera a la evidentemente acusada conno-
tación de Historiador que aureolara la prestante personalidad del co-
fundador y ex director de la Academia Nacional de Historia, Don Car-
los Manuel Larrea.
“La Historia no se improvisa, escribió en 1961, en su estudio,
sin duda de los más autorizados que se han escrito acerca de uno de los
últimos Presidentes de la Real Audiencia de Quito, Don Dionisio de
Alsedo y Herrera, personaje que evidentemente contribuyó a hacer
conciencia de nacionalidad y a preparar la independencia americana y
particularmente de la Audiencia de Quito. “Para la exposición fiel y orde-
nada de los hechos verdaderos y memorables que han influido en los destinos
de un pueblo, es preciso no solo recopilar documentos, investigar la concate-
nación de los sucesos, el desenvolvimiento de los mismos, los antecedentes y
consecuencias de cada hecho notable; es necesario, además, el medio en el que
se han desarrollado los acontecimientos y conocer moralmente a los principa-
les actores que han jugado importante papel en el drama histórico de la nación
y cuyas vidas forman parte de la vida misma del Estado.”
Este proceso de acuciosa investigación, de rigor científico, es-
trictamente crítico y valorativo de los acontecimientos y personajes
destinados a jugar importante papel en el drama histórico de los pue-
blos, es lo que no ha podido menos de constatarse en la nutrida obra
histórica del ex Director de la Academia Nacional de Historia, Don
Carlos Manuel Larrea.
Junto a la personalidad y ejecutorias de Don Dionisio de Alse-
do y Herrera se destaca, bajo su sapiente pluma, la figura señera del
“Baron de Carondelet, XXIX Presidente de la Real Audiencia de Quito,

442
V I DA AC A D É M I C A

el reconstructor de la ciudad de Riobamba destruida por el terremoto


de 1797 y de la Catedral de Quito que sufriera también graves daños a
efectos del mismo nefasto suceso.
Su aquilatada responsabilidad de funcionario lo mismo que le
hacía escribir: “digo que conviene para que Dios y el Rey estén bien servidos
cumplir cada uno con su conciencia y obligación”… le impelía a atender
con solicitud a las emergencias públicas y de previsión social, a promo-
ver las obras públicas y la seguridad para Quito, interesándose por el
camino a la costa por Malbucho y a Guayaquil, fomentando la agricul-
tura y la minería, velando por la instrucción pública, que por entonces
sufriera no pequeño decaimiento.
“El Presidente Carondelet, anota Don Carlos Manuel Larrea, dán-
dose tiempo en medio de sus múltiples y variadas atenciones trató de conocer
a fondo el estado de la enseñanza en las escuelas; en las que había mucha defi-
ciencia”… Quiso sobre todo darse cuenta de la marcha de la Universidad y
pidió informes, estudió antecedentes de la vida universitaria, de los estatutos
vigentes y solicitó sugerencias para su perfeccionamiento.
El ilustrísimo Señor Obispo Mons. José Cuero y Caicedo coo-
peraba con los afanes del Presidente de la Audiencia por impulsar la
educación pública.
Entre los más notables catedráticos de la Universidad reorga-
nizada por el Presidente Carondelet figuraban los doctores Juan de
Dios Morales, Manuel Rodríguez Quiroga, Juan Pablo de Arenas, pro-
fesores de Derecho que en 1808 se dieron cita en la Hacienda del Mar-
qués de Selva Alegre, Don Juan Pío Montúfar y Larrea, donde se plan-
teó la emancipación de Quito, y quienes un año más tarde fueron
miembros de la Junta Soberana que el 10 de Agosto de 1809 proclamó
efectivamente la independencia.
“Los graves acontecimientos que se desarrollaban en España, escribe
Don Carlos Manuel Larrea, las intrigas cortesanas, las guerras internaciona-
les a las que había sido arrastrada la nación, en parte por desacertados pasos
de su gobierno y también por la conmoción reinante en toda Europa, obligaron
al gobierno de Madrid al acrecentamiento de impuestos a fin de mantener los
ejércitos en guerra y proveerlos de armas y municiones”. Todo lo cual, natu-
ralmente, provocó disgusto entre los ciudadanos, sobre todo en aque-
llos lugares, como en la Presidencia de Quito, empobrecida por las
extorsiones administrativas: alcabalas y estancos, y otras cargas que
llevaban inclusive a disturbios entre españoles y criollos.

443
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Aún resonaba en la Presidencia de Quito las ideas de Espejo, y


Carondelet veía claramente la razón que asistía a los quiteños, en vez
de perseguir a las personas denunciadas las hacía simplemente vigilar
y procuraba interesarlas en trabajos de adelanto general. Según el tes-
timonio del señor González Suárez, el Barón de Carondelet en cuanto
hombre de Estado era suave de carácter, culto y urbano con todos, digno en
sus costumbres y lleno de cordura y energía en sus procedimientos. Si hubie-
ra vivido algunos años más, quizás habría detenido el movimiento inde-
pendentista del 10 de Agosto de 1809, y tal vez evitado la tragedia del
2 de Agosto de 1810.
“La Real Audiencia de Quito y su Territorio”. Fue otro libro
fundamental en la perspectiva histórica de la nacionalidad ecuatoriana
escrito por Don Carlos Manuel Larrea. A partir del Reino de Quito y de
su situación geográfica ecuatorial, determinante de sus accidentes geo-
políticos y de su desarrollo histórico, el autor pone de relieve el carác-
ter integrante y unitario de su territorio. El Reino de Quito, en el meri-
diano de la tierra, al amparo de los solsticios que se expande hacia el
norte, y meridionalmente hacia el oriente y occidente en busca de espa-
cios de influencia con los que fueron marcándose los límites naturales
de su vasto territorio: Popayán, y Buga, Islas Galápagos, litoral Pací-
fico, región interandina, región amazónica y, hacia el meridiano hasta
Tumbes, eran los límites naturales de la nueva entidad política de la
Audiencia de Quito.
Historia de la Catedral de Quito durante cutro siglos. Un
monumento simbólico de nacionalidad “Entre los primeros actos del
Cabildo de Quito, escribe Don Carlos Manuel Larrea, debe contarse el
nombramiento del cura párroco de la incipiente parroquia, por cuanto
los Reyes de España, por concesión de la Santa Sede, ejercían en
América el derecho de patronato, por el que toda conquista o funda-
ción conllevaba la responsabilidad de evangelizar y establecer la
Iglesia de Cristo.
Organizado el Cabildo, establecida la parroquia, edificadas las casas
de los conquistadores se dio inicio a la vida de la Villa de San Francisco de
Quito, entre las quiebras orientales del Pichincha.
Todavía decurriría un decenio más hasta la creación del Obis-
pado de Quito y la erección de la Iglesia Catedral, sin embargo ya el
solar de ésta había sido definido, como habían sido definidos los sola-
res de las demás instituciones administrativas; del Cabildo, del Pre-
sidente de la Audiencia y de la administración eclesiástica.

444
V I DA AC A D É M I C A

El emperador Carlos V se vio precisado a enviar al Perú a Vaca


de Castro para pacificar las colonias perturbadas por las guerras civi-
les suscitadas entre los mismos conquistadores, a la vez que le ordenó
que se informara, para su mejor gobierno, acerca de las jurisdicciones
en las que convendría erigir nuevos obispados. Informado al respecto
el emperador Carlos V, por medio de su Embajada en Roma, solicitó al
Papa la erección del Obispado de Quito y propuso como candidato pa-
ra Obispo al Bachiller Garci Díaz Arias. El Pontífice Paulo III expidió la
Bula de creación del Obispado de Quito, el 8 de Enero de 1545.
De conformidad con la Bula, la nueva Catedral debía erigirse
bajo la advocación de la Sma. Virgen María, y los prelados del nuevo
Obispado debían titularse Obispos de San Francisco de Quito.
“La Catedral, escribe Don Carlos Manuel Larrea, como centro de
la vida cristiana de esta católica nación, como sede primaria de la constitución
y organización eclesiástica del Ecuador, ha jugado importantísimo papel en su
historia… Naturalmente ha sido centro de todo el movimiento eclesiástico
ecuatoriano de toda la vida institucional religiosa, de la actividad misional
para la difusión del catolicismo en ciudades y pueblos de la colonia, hasta las
más apartadas regiones a donde había de llegar la civilización cristiana.
La catedral, efectivamente, ha sido a través de los siglos fanal
de irradiación de fe, de cultura y de arte; testigo de acontecimientos
históricos trascendentales como la Consagración Nacional del Ecuador
al Sagrado Corazón de Jesucristo, así como también del asesinato del
Presidente Gabriel García Moreno y del Arzobispo mártir Ilmo. Y Re-
verendísimo Señor Doctor Don José Ignacio Checa y Barba, de quien
Don Carlos Manuel Larrea, pergeñó su biografía y martirio, a la luz del
más acucioso discernimiento documental, para que no pasaran desa-
percibidos los designios soberanos con que el Señor que dirige la his-
toria de los pueblos, quiso que un singular y trascendente testimonio
de fe y del reinado social de Jesucristo, del Hijo de Dios hecho hombre,
quien, integrado como un hombre más, enseñaría a la humanidad el
camino del bien y de la salvación. La consagración del pueblo ecuato-
riano al Divino Corazón de Jesucristo había de tener la refrendación
martirial del Presidente de la República y de la máxima autoridad de
la Iglesia en el Ecuador. Hechos históricos que en la Catedral habían de
alcanzar su carácter sagrado. Así como también en la Catedral, la Igle-
sia primada de la nacionalidad ecuatoriana había de alcanzar la ple-
nitud de su significado histórico el que en ella, en monumental mau-

445
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

soleo, se conservaran los restos mortales del héroe epónimo de la liber-


tad del pueblo ecuatoriano, del gran Mariscal Antonio José de Sucre.
Preciso es cerrar la valoración histórica de los escritos de Car-
los Manuel Larrea con sus dos libros que marcan hitos en la historia del
Ecuador: “Las biografías de Santa Mariana de Jesús”, y “Antonio Flo-
res Jijón, su vida y sus obras”. Respecto a la primera obra, el ilustre
autor dice en la Introducción: “Más que de las riquezas inagotables del
suelo; más que de los recursos de la naturaleza pródiga y de la variedad de cli-
mas en reducido territorio; más que de las bellezas del paisaje de imponderable
grandeza, el Ecuador puede gloriarse por haber sido la cuna de personajes que
llenan muchas páginas de la Historia con brillo inmarcesible”… “Pero sobre
toda la gloria que han podido dar al Ecuador tantos y tantos egregios varones,
mayor la ha dado una angelical criatura que con sus inigualadas virtudes, su
vida ejemplar, sus inverosímiles penitencias y con el heroico sacrificio de su
existencia para salvar a su querida patria, conquistó sin buscarlo inmortalidad
de heroína en los fastos nacionales, mereciendo ser elevada por la Iglesia al
Supremo honor de los Altares y expuesta a la veneración y culto de toda la
humanidad”.
Después de haber presentado una bien pergeñada y erudita
semblanza biográfica de la Santa y heroína Mariana de Jesús Paredes y
Flores, con acuciosa prolijidad de bibliófilo, presenta el estudio de las
fuentes más autorizadas de sus biografías señalando el primer lugar a
los Procesos de prueba de sus virtudes heroicas tan estrictamente rea-
lizados por la S. Congregación del Culto de los Santos, y por su orden
las primeras biografías, las de los siglos XIX y XX, para finalmente con-
cluir la obra con la más completa bibliografía de 252 títulos que a tra-
vés de casi cuatro siglos han encomiado, tratado y admirado la perso-
nalidad, espiritualidad y heroicidad de las virtudes de la primera Santa
ecuatoriana, la Azucena de Quito, floración opima, junto con Rosa de
Lima, de la fecunda siembra del Evangelio en tierras de América.
Todavía en 1974, Carlos Manuel Larrea nos sorprendió con
nuevo valioso libro “Antonio Flores Jijón, su vida y sus obras”. En la
Introducción, escribe: “El historiador, es el hombre que trata de resucitar la
vida de los pueblos, de las naciones, que el recorrer incesante del tiempo fue
ocultando bajo el velo del pasado; el hombre que procura encontrar la verdad
de los hechos hundidos en el correr de los años y los siglos en la densa niebla
del olvido”;… Palabras con las cuales ha querido expresar el por qué de
esta su nueva obra y lo que en ella se propone, rescatar del olvido a un

446
V I DA AC A D É M I C A

personaje, sin duda, benemérito y digno de memoria en la historia de


la nación ecuatoriana, en prueba de lo cual cita la síntesis que de él
hiciera en breves rasgos, de la vida de Antonio Flores Jijón, el insigne
escritor y crítico Dr. Don Remigio Crespo Toral:

Diplomático de escuela y de carrera, el primero en el Ecuador, militar,


literato, académico, tuvo sitio entre los hombres prominentes de su
país y puesto de honor entre las celebridades de la América española.
Caballero cultísimo, valiente por herencia, ejemplar en las relaciones
familiares, creyente por convicción y estudio, su nombre un día tan
discutido por los que tomaron la pluma, a veces, chocarrera, de Pedro
Moncayo, a continuar su tenaz empresa de difamación, será uno de
los pocos que en tierras extranjeras se citen comprobando que nues-
tra patria no va atrás en el movimiento intelectual de progreso y de
tolerancia humanitaria.
Representante de alta gloria familiar, el Doctor Antonio Flores Jijón,
hijo del General Juan José Flores, Fundador de la República ecuato-
riana y su Primer Presidente, fue también Jefe de Estado en su patria
(1888-1892).

Bajo la ágil y erudita pluma de Carlos Manuel Larrea se desta-


ca la personalidad y figura prominentes del Doctor Antonio Flores
Jijón, desde su condición de hijo del Primer presidente del Ecuador y
Fundador de la República, educado esmeradamente en París; del bri-
llante diplomático de carrera encargado por el Presidente García Mo-
reno de la delicada misión de gestionar con la Santa Sede el primer
Concordato entre la Iglesia y el Estado ecuatoriano, a la vez que se bus-
caba la reforma más conveniente y oportuna de la engorrosa cuestión
de los diezmos, hasta entonces en manos del poder civil, por el dere-
cho de patronato.
El 6 de agosto de 1875 es asesinado el Presiente García Moreno.
Participa protagónicamente en la subsiguiente en el movimiento de
Restauración y en la subsiguiente Asamblea Constituyente.
Elegido Presidente de la República, intenta renunciar ante los
graves problemas políticos y administrativos, renuncia que no es acep-
tada. Su plan de gobierno y su gabinete, su política internacional y ad-
ministrativa, más su programa de obras públicas, fueron la mejor ga-
rantía de su gobierno ordenado y eficiente.

447
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Fue el ideólogo del Progresismo.


Además de sus escritos literarios de crítica y poesía, dejó traba-
jos jurídicos y de administración económica. En su presidencia se firmo
el tratado de límites Herrera–García.
Tal la imagen destacada de la personalidad de Don Carlos Ma-
nuel Larrea que la Academia Nacional de Historia ha querido que figu-
rara con honor en la Galería de sus directores desde donde continua-
rán en su señera labor de testigos y guías de la memoria de la naciona-
lidad ecuatoriana. En esta nueva sede, finalmente digna de su ya secu-
lar prestigio, ganado con la más constante vivencia académica de alto
nivel investigativo.
Cuando la nación ecuatoriana se apresta a celebrar el bicente-
nario de la proclamación de su autonomía gubernamental como expre-
sión de su madurez política. Pues como escribiera el Humanista Au-
relio Espinosa Pólit: “Los pueblos, lo mismo que los individuos, unos tienen
y otros no tienen personalidad: pero no subsiste sino el pueblo que la tenga
propia y esté en capacidad de afirmarla frente a los demás como legítima barre-
ra de defensa”…

448
DISCURSO DE PRESENTACIÓN DEL LIBRO
“HISTORIA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA”

Juan Cordero Iñiguez,


Subdirector de la Academia Nacional de Historia.

Difícil es encontrar a una persona más erudita que Franklin Barriga


López para la redacción de la Historia de la Academia Nacional de Histo-
ria. Haberle escogido a él para que la redacte, en el corto tiempo que se
le dio para ello, es un acierto más de Manuel de Guzmán Polanco,
nuestro actual Director.
La Academia nació hace cien años y su historia esta ligada a la
celebración del primer centenario de la iniciación de la liberación polí-
tica de nuestro país. Y esta asociación está insistentemente destacada
en la obra de Barriga López, de manera que su publicación cubre los
dos acontecimientos y celebra, dignamente, el bicentenario del Diez de
Agosto de 1809 y el centenario de la Academia Nacional de Historia,
fundada por iniciativa y bajo la dirección de monseñor Federico Gon-
zález Suárez.
El hilo conductor de la obra es, indudablemente, el quehacer
de la Academia, dividido en hitos de veinticinco años, hasta llegar a los
cien; y, aunque aparentemente se crea que hay digresiones o desvíos
del camino trazado, en el contexto, todo tiene su fundamento y el obje-
tivo final está cumplido a cabalidad: la Academia tiene una fecunda
historia y un papel de suma importancia en el devenir de la Patria,
desde la iniciación del siglo XX.
Con el subtítulo de Irradiación de 1809 nos introduce en el aná-
lisis de la génesis de la liberación política del Ecuador y de América, a
partir de las ideas racionalistas del siglo XVIII, de la gran figura de
Eugenio Espejo y de los movimientos en contra de situaciones de injus-
ticia, producidos en nuestra patria, cuyo número asciende a veintisie-
te, según el registro hecho por Hugo Alemán.
Y desde el inicio de su obra Barriga anticipa su criterio en torno
a los promotores de esa gran revolución del Diez de Agosto de 1809.
No solo fueron los integrantes de una élite social, política y cultural, los
que la impulsaron, ni tampoco fue solo el pueblo quiteño el que la sos-

449
V I DA AC A D É M I C A

tuvo. Las dos fuerzas la llevaron a cabo y se apoyaron, tanto en los


momentos de euforia como en los de debilidad.
En el avance de su trabajo, Franklin ha incorporado en extenso
las cartas cruzadas entre Manuel María Borrero, autor de la obra Quito,
Luz de América, que circuló precisamente hace cincuenta años y, Jorge
Salvador Lara, en ese entonces un joven estudioso del pasado histórico
de nuestro país. Los dos mantuvieron tesis distintas, ardorosamente
defendidas con altura académica y cuyos aportes han enriquecido la
visión de nuestra temprana historia republicana.
Bajo el título de Cien años después resalta la actitud del presi-
dente Alfaro, quien decretó la realización de una gran exposición na-
cional para la conmemoración del Primer Grito de la Independencia. El
Municipio capitalino debía embellecer, asear y sanear la ciudad y en ca-
da provincia se constituiría un comité local para contribuir a dar más
realce a tal celebración. También se convocó un concurso bajo el título
de La América Independiente para la humanidad libre.
En este contexto, surgió el 24 de julio, aniversario del natalicio
de Simón Bolívar, la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Ame-
ricanos, a la que se integraron en el acta de fundación o se adhirieron
inmediatamente Federico González Suárez, elegido Director vitalicio,
Luis Felipe Borja, Alfredo Flores Caamaño, Cristóbal Gangotena, Ja-
cinto Jijón y Caamaño, Carlos Manuel Larrea, Aníbal Viteri Lafronte,
Juan León Mera Iturralde y José Gabriel Navarro. Se estructuraron al-
gunas comisiones y se adoptó como sello de identidad el propuesto por
Juan León Mera. El 29 de agosto del mismo año fueron nombrados
algunos miembros honorarios y correspondientes. Años después se in-
tegraron como miembros numerarios Isaac J. Barrera, Celiano Monge,
Julio Tobar Donoso y Homero Viteri Lafronte.
Parte importante de este capítulo es la exaltación de su funda-
dor y el lamento nacional e internacional por su muerte ocurrida en
1917. Como Subdirector se mantuvo por un año Jacinto Jijón, quien a
partir del siguiente pasó a ser Director y a impulsar la publicación del
Boletín de la Sociedad, que después fue sustituido por el Boletín de la
Academia.
Numerosas páginas dedica el autor a presentar el Perfil bio-
gráfico de los fundadores y de nuevos miembros, resaltando las inves-
tigaciones y publicaciones hechas por cada uno. Incluye en esta sección
a Carlos Vivanco Félix, quien sin ser miembro fundador de la Aca-

450
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

demia, colaboró asiduamente con el Boletín. Los nombres que incorpo-


ra al final de este capítulo dan cuenta del alto número y de la calidad
de los miembros honorarios nacionales y extranjeros.
La Sociedad se convierte en Academia y sus primeros veinti-
cinco años de actividad, es el título en el que informa sobre la transfor-
mación jurídica de la Sociedad en Academia Nacional de Historia, me-
diante una ley promulgada en el Registro Oficial N. 23 del 28 de sep-
tiembre de 1920. Se había tramitado en el pleno del Congreso, cuando
había una Cámara del Senado y otra de Diputados y recibió el ejecúte-
se del presidente de la República José Luis Tamayo.
Desde entonces el gobierno nacional o diversas instituciones
públicas y privadas han solicitado servicios en áreas relacionadas con
la Historia o la documentación para que las realice la Academia, desde
la formación de un museo arqueológico hasta la organización de los
documentos desperdigados en diversas dependencias.
Así mismo, por iniciativa de su Director, Jacinto Jijón se le invi-
tó a Max Uhle, quien hizo importantes estudios arqueológicos en Loja
y, sobre todo, en Pumapungo, donde descubrió el barrio administrati-
vo de la ciudad de Tomebamba, dando a conocer los resultados en una
publicación financiada por el mismo Director de la Academia y con un
excelente estudio introductorio de Remigio Crespo Toral.
Destaca también la presencia en el Ecuador de Paul Rivet, así
como de varios científicos que enriquecieron, sobre todo, el conoci-
miento de nuestro pasado más remoto. Resalta el valor de cada uno de
los miembros honorarios escogidos entre los mejores arqueólogos, an-
tropólogos e historiadores del mundo: Ramón Menéndez Pidal, Héctor
Marshall Saville, José de la Riva Agüero, José Toribio Medina, José La-
dislao Andara, Antonio Gómez Restrepo, Franz Boas, Rafael Altamira,
Teodoro Wolf.
La conmemoración, correspondiente al cuarto centenario de la
fundación de Quito tuvo mucha relevancia y la Academia participó en
varios de sus actos más sobresalientes.
Bajo el título De los 25 a los 50 años presenta un resumen de
las actividades más notables de la Academia. Se reinicia la publicación
del Boletín, destaca el papel relevante de los hermanos Alfonso y José
Rumazo González, por todas sus aportaciones en numerosas obras bio-
gráficas, de investigaciones históricas y de publicación de documentos,
así como del padre Enrique Vacas Galindo, por su inmenso trabajo de

451
V I DA AC A D É M I C A

transcripción de documentos en España. Se vale de esta oportunidad


para escribir sobre la riqueza documental del Archivo General de In-
dias de Sevilla.
Más adelante, vuelve el historiador a insistir en la importancia
de los archivos, particularmente de los nacionales, y deja constancia
del apoyo dado por destacados miembros de la Academia para su sis-
tematización y fomento de las investigaciones en fuentes primarias.
Dentro de este lapso incorpora información sobre la recorda-
ción del bicentenario de la llegada de la Misión Geodésica francesa, res-
ponsable de que nuestro país lleve el nombre de Ecuador. También nos
recuerda que se celebró debidamente el cuarto centenario del descubri-
miento del Río Amazonas, conocido por mucho tiempo como Río de
Quito. Aprovecha de esta oportunidad para destacar la labor de un
excepcional Académico, el doctor Honorato Vázquez, de quien resalta
sobre todo su faceta como internacionalista, en defensa de nuestro
territorio, sin dejar de elogiar al poeta y al lingüista.
Dentro de este lapso la Academia actuó como árbitro, por peti-
ción del Concejo Municipal de Ibarra, en la identificación de su autén-
tico escudo y de su bandera.
Incluye, en extenso, todo lo relacionado con la primera reunión
Panamericana de Consulta sobre la Historia, convocada por el Instituto
Panamericano de Geografía e Historia en 1947 y a la que asistió como
delegado el académico Ángel Isaac Chiriboga. Resulta muy interesan-
te conocer sobre las preocupaciones que se tenían en torno a veintinue-
ve aspectos relacionados con los diversos campos de estas dos grandes
ramas del saber humano.
Elogiosas líneas están dedicadas al mayor humanista ecuato-
riano, el jesuita Aurelio Espinosa Pólit y a su gran obra relacionada con
la formación de una biblioteca ecuatoriana en Cotocollao, que hoy lleva
su nombre y que cuenta con 500 000 volúmenes. No deja, de hacer
algunas referencias a las joyas bibliográficas que posee y destaca, así
mismo, que su incremento y cuidado ha continuado bajo la responsa-
bilidad de otro distinguido académico, el padre Julián Bravo.
En defensa del patrimonio arquitectónico, documental, arque-
ológico y bibliográfico ha participado activamente la Academia, siendo
una de sus más importantes intervenciones lograr que el Municipio
capitalino restaure el edificio donde fueron sacrificados el 2 de agosto
de 1810 nuestros primeros héroes.

452
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Al destacar la participación de numerosos académicos en la di-


fusión de datos históricos a través de la prensa, el autor elogia la fun-
dación de Diario El Comercio el 1 de enero de 1906 y exalta a la fami-
lia Mantilla Jácome. Dentro de este capítulo incluye el apoyo dado por
la Academia cuando fue candidatizado el escritor mexicano Alfonso
Reyes para recibir el Premio Nobel.
En 1950 hubo un acontecimiento de gran trascendencia para
nuestra patria: la exaltación de Mariana de Jesús Paredes y Flores a los
altares, convirtiéndose en la primera santa ecuatoriana. A ella le dedi-
ca varias páginas, así como a la recordación de la muerte, en ese mismo
año, de dos grandes académicos: Jacinto Jijón y Luis Felipe Borja Pérez.
Al llegar 1959, el presidente Camilo Ponce Enríquez declaró
como año de recordación nacional el lapso del 10 de agosto de 1959 al
10 de agosto de 1960 y, con otras instituciones, entre ellas la Academia,
se elaboró un gran programa a cumplirse en ese período. Todas las
publicaciones llevaría el lema: Sesquicentenario del Primer Grito de Inde-
pendencia en Hispanoamérica. 10 de Agosto. Quito. 1809-1959.
Concluye este capítulo con la respuesta dada al Trigésimo Ter-
cer Congreso de Americanistas, con el envío de una lista de los más
destacados historiadores, arqueólogos, etnólogos, antropólogos, folklo-
ristas, bibliógrafos y sociólogos de nuestro país.
“En 1959 la Academia Nacional de Historia del Ecuador cerró su
luminoso ciclo de medio siglo de existencia,” señala el autor.
De los cincuenta a los setenta y cinco años. Este capítulo co-
mienza con un comentario sobre la publicación de la obra Quito, Luz de
América, de Manuel María Borrero, tema al que nos referimos en líneas
anteriores. Creo que es pertinente la extensión dada a este tema y que
sirve para que una vez más, la Academia, a través de su distinguido
miembro doctor Franklin Barriga López, exalte este hecho histórico y
destaque las aportaciones y reflexiones de uno de nuestros grandes Di-
rectores de la Academia, el doctor Jorge Salvador Lara, quien desde
entonces no ha dejado de investigar hasta convertirse en la actualidad
en la figura más representativa del quehacer histórico ecuatoriano.
La Academia fue requerida para que precise algunos datos so-
bre el lugar donde fue asesinado Gabriel García Moreno el 5 de agosto
de 1875. Con la participación del Director Isaac J. Barrera y del acadé-
mico Carlos Manuel Larrea se cumplió eficientemente con el cometido.
Entre otras actividades, el autor resalta la propuesta argentina,

453
V I DA AC A D É M I C A

hecha en 1966, para la creación de la Unión de Academias Latinoame-


ricanas de la Historia y nos da a conocer el anteproyecto de los objetivos
de dicha institución. Incluye también un comentario sobre la muerte
del profesor e historiador Oscar Efrén Reyes, otro sobre la determina-
ción del lugar donde fue sepultado en 1748 Pedro Vicente Maldonado
y concluye con el hallazgo de un documento de oro, como dice el autor,
del Pacto solemne de Sociedad y Unión de las provincias que forman el Estado
de Quito, conocido ahora más como la Constitución quiteña de 1812.
Al cumplir la Academia sus setenta y cinco años contaba con
los siguientes miembros numerarios: Jorge Salvador Lara, José María
Vargas, Luis Alfonso Ortiz Bilbao, José y Alfonso Rumazo González,
Carlos de la Torre Reyes, Pedro Porras Garcés, Luis Bossano Paredes,
Agustín Moreno, Francisco Terán Nicolalde, Aquiles Pérez Tamayo,
Abel Romeo Castillo, Jorge Villalba Freire, Emilio Uzcátegui García,
Gabriel Cevallos García, Ángel Bedoya Maruri, Rafael Euclides Silva,
Jorge Pérez Concha, Miguel Díaz Cueva, Pedro Robles Chambers, Al-
fredo Pareja Diezcanseco, Julio Estrada Icaza, Fernando Jurado Noboa
y Eduardo Muñoz Borrero.
De 1984 al 2009. Dentro de este lapso se celebraron los 250 años
de la llegada de la Misión Geodésica franco española a nuestras tierras.
Y si hubo grandes celebraciones en su bicentenario, también se esmera-
ron sus organizadores en recordarlo en esta ocasión. Destaca el autor la
celebración de un Simposio en Quito, Riobamba y Bahía de Caráquez,
organizado por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia.
Se han registrado en esta parte algunos eventos nacionales e
internacionales de carácter histórico, a los que han acudido represen-
tantes de la Academia; la resolución tomada en 1984 de conceder una
medalla de oro a los académicos numerarios y una de plata a los corres-
pondientes; la celebración del nonagésimo aniversario de la Academia;
la entrega en comodato del edificio llamado La Alhambra, por parte del
Municipio de Quito, representado por su alcalde Paco Moncayo Ga-
llegos, el 8 de agosto del 2007; entre otras informaciones. En páginas
posteriores el autor nos informa sobre las diversas sedes de la Academia
hasta llegar a la actual, la mejor y más confortable que se ha tenido.
Entre las actividades más importantes de este lapso está la re-
cordación del prócer chileno Camilo Henríquez, quien llamó a Quito
Luz de América e hizo poner un gran letrero con este reconocimiento en
el faro de Valparaíso. Con la participación de Manuel de Guzmán Po-

454
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

lanco y del Académico de Número Jorge Núñez Sánchez, en el año


2008, se revalidó ese reconocimiento al pie del monumento dedicado al
mencionado héroe en una de las plazas de esa ciudad.
El autor se vale de esta oportunidad para dar a conocer las ba-
ses del concurso convocado por el gobierno ecuatoriano y la Academia
Nacional de Historia, a cumplirse en el presente año. El tema versará
sobre la Trascendencia internacional del gobierno quiteño autónomo del Diez
de Agosto de 1809. También da a conocer la realización de un Congreso
Extraordinario de Academias de Historia a realizarse en Quito.
El 17 de diciembre del 2007 se reinauguró la Biblioteca de la
Academia, en su nuevo local y se la bautizó con el nombre de Jacinto
Jijón y Caamaño. Más que una biblioteca se trata de un centro de docu-
mentación que también contendrá información digital y medios para
acceder a ella. Con los aportes de personal técnico y bajo la responsabi-
lidad del Académico de Número Enrique Muñoz Larrea, pronto se en-
riquecerán sus fondos, gracias a la donación del reino de España de
150.000 dólares para utilizarlos en la terminación del procesamiento
técnico y en la adquisición de libros de historia.
Franklin Barriga sabe lo que valen los archivos documentales
para la profundización en las investigaciones históricas y por ello, in-
troduce en esta parte importantes informaciones sobre el Archivo de
Antonio José de Sucre, con sus vicisitudes; y, especialmente sobre el
Archivo Nacional, con su historia, sus secciones, sus directores, parti-
cularizando la labor de los dos últimos, los académicos Juan Freire Gra-
nizo y Grecia Vasco de Escudero. Entre todos han logrado constituirlo
a la fecha en el más importante del país.
También insiste en el papel cumplido por la Academia en la de-
fensa del patrimonio cultural, remontándose a su intervención para
evitar la salida de piezas por contrabando, a la defensa de la riqueza
arqueológica de la isla La Tolita, a la motivación para hacer investiga-
ciones científicas, hasta llegar a la protección del patrimonio arquitec-
tónico e incluso a la emisión de criterios sobre el destino de las cenizas
del mariscal Sucre.
El Boletín. Valora, como no podía ser de otra manera, la publi-
cación del Boletín de la Academia, que ya ha llegado a sus 180 números
y hace referencia a la publicación de sus índices. Valga esta oportunidad
para destacar el papel que está cumpliendo el académico Irving Iván
Zapater, impulsor de un fichaje analítico de todos los artículos para una
publicación que se hará pronto, al servicio de los investigadores.

455
V I DA AC A D É M I C A

Memoria de los académicos fallecidos. La última parte de su


trabajo está destinada a presentar las semblanzas de casi todos los aca-
démicos que han fallecido: Pedro Fermín Cevallos, Ezequiel Márquez,
Remigio Crespo Toral, Octavio Cordero Palacios, Remigio Romero
León, José María Le Gouhir, Pío Jaramillo Alvarado, Luis Robalino Dá-
vila, Luis Telmo Paz y Miño, Ricardo Márquez Tapia, José María Ve-
lasco Ibarra, Víctor Manuel Albornoz, Luciano Andrade Marín, Emilio
Uzcátegui, Augusto Arias, Luis Alfonso Ortiz Bilbao, Gabriel Cevallos
García, Darío Guevara, Alfonso Rumazo González, Alfredo Pareja
Diezcanseco, Gonzalo Rubio Orbe, Neptalí Zúñiga, Enrique Vilasis Te-
rán, Ricardo Descalzi, Luis Andrade Reimers, Carlos de la Torre Reyes,
Hernán Crespo Toral.
Los directores. Al hacer las semblanzas de los directores vuel-
ve a tratar algunos aspectos de la vida y de la obra de nuestro funda-
dor, Federico González Suárez, deleitándose en completar su biografía,
ya expuesta en páginas anteriores. Igual ocurre con la de Jacinto Jijón y
Caamaño. Pasa luego a Celiano Monge Navarrete, Luis Felipe Borja Pé-
rez, Carlos Manuel Larrea, Julio Tobar Donoso, Isaac J. Barrera, Jorge
Salvador Lara, Plutarco Naranjo Vargas y Manuel de Guzmán Polanco.
Le incluye como director, a José María Vargas, pues asumió tal respon-
sabilidad en ausencia del titular, quien cumplía funciones diplomáticas
en el Vaticano, por un lapso de dos años.
Los miembros de número. Para su exposición ha dado prima-
cía a quienes conforman el directorio actual para luego presentar la
biobiblografía de cada uno de sus integrantes. Considero que esta ha
sido una tarea muy difícil, por cuando los currícula de cada uno han
debido ser reducidos para dar cierto equilibrio a la redacción. Termina
con una información general de los miembros correspondientes dentro
del Ecuador, de los honorarios y de los extranjeros correspondientes.
Remata con la organización de la Academia en Guayaquil y en Cuenca.
Conclusión. Debemos felicitarnos por esta aportación que nos
ha dado nuestro ilustre académico Franklin Barriga López y debe ser
en un doble sentido: por haber redactado nuestra historia particular de
cien años y por haberla incluido armónicamente dentro de la gran cele-
bración del bicentenario del Diez de Agosto de 1809. Este es un home-
naje más de la Academia, que ha incluido importante información so-
bre el tema en el Boletín N° 180, que con el fundamental apoyo de la
Universidad Alfredo Pérez Guerrero ha publicado tres obras de acadé-

456
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

micos numerarios: La Patria Heroica de Jorge Salvador Lara, Quito, Luz


de América de Manuel de Guzmán Polanco y Cuenca y el Diez de Agosto
de 1809 del autor de esta presentación. Y para terminar, me permito
recordar que desde Guayaquil se inició la celebración de este magno
acontecimiento con la reedición, hecha por el académico Melvin Hoyos
de la obra de Camilo Destruge, defensora del liderato de Quito en el
proceso de la emancipación iberoamericana.
Que esta conmemoración, que es quiteña y ecuatoriana, sirva
para profundizar en la historia de nuestra patria y lograr, con el mejor
conocimiento de la verdad, la unión indispensable de todas las regio-
nes y subregiones, en la búsqueda de mejores días para todos los ecua-
torianos.

457
DISCURSO DE PRESENTACIÓN DEL LIBRO “QUITO, LUZ DE
AMÉRICA” DE DON MANUEL DE GUZMÁN POLANCO

Benjamín Rosales

Realmente es para mi un honor, presentar esta mañana en Qui-


to, una obra sobre la primera revolución americana que depuso y reem-
plazó autoridades españolas en el continente. Muy especialmente por-
que estamos a pocas semanas de la celebración del bicentenario de ese
10 de Agosto, que en 1809 inspiró acciones revolucionarias en Caracas,
Buenos Aires y Bogota, ocho, nueve y once meses después, con las que
la Independencia de América se convirtió en un objetivo irrenunciable
para los pueblos sometidos.
Pero más grato honor es aún para mí, porque la obra que esta-
mos presentando es de un ilustre ecuatoriano que con su tesonero tra-
bajo, sabio y prudente criterio, se ha ganado la admiración y respeto de
los académicos de historia de todo el país. En los últimos años, he visto
a Don Manuel de Guzmán participar en eventos académicos en Lata-
cunga, Portoviejo, Cuenca, Quito, Guayaquil y otras poblaciones ecua-
torianas, siempre con el mismo ánimo positivo y entusiasta, soy testi-
go de cómo su inteligente pensamiento expresado con justas y precisas
palabras orienta y dirige las acciones de la Academia Nacional de His-
toria, como lo hiciera hace cien años el Arzobispo Federico González
Suárez. Realmente, es tal la vitalidad de Don Manuel, que si no cono-
ciéramos su edad, creeríamos que nos lleva unos cuantos años y no
unas décadas de delantera, en el camino de la vida.
La experiencia diplomática, política, jurídica y académica de
Don Manuel es amplísima: Inició su carrera en el servicio exterior ecua-
toriano hace setenta y cinco años, donde sirvió en varias misiones tran-
sitorias y algunas permanentes entre ellas: Panamá, Nueva York, Ar-
gentina, la Santa Sede y las Naciones Unidas. Ejerció la Abogacía du-
rante cuarenta y cinco años entre 1950 y 1995, como especialista en De-
recho Comercial, Petrolero y Minero. Ha sido Profesor y Conferencista
en varias áreas del Derecho, en Universidades y Academias del país y
del extranjero.

458
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

Junto al Dr. Camilo Ponce Enriquez, hace más de cincuenta


años, fue fundador del Partido Social Cristiano, organización política
de la que fue su Primer Presidente. Ha sido Concejal de Quito, Sub-
secretario de Gobierno y de Relaciones Exteriores, Magistrado de los
Tribunales Supremo Electoral y de Garantías Constitucionales, Presi-
dente del Seguro Social Ecuatoriano y participado como miembro y
asesor de muchas comisiones especiales.
Don Manuel ha publicado obras con los siguientes títulos: El
Partido Social Cristiano del Ecuador, Derecho Internacional y Perio-
dismo, La Reforma Agraria y La Educación Rural, Doctrinas Ecuatoria-
nas en el Derecho Internacional, Paginas de la Diplomacia—Vicente
Piedrahita, Doctrinas Ecuatorianas en el Derecho Internacional y Ma-
nuela Cañizares Heroína de la Independencia, ha escrito numerosos ar-
tículos y conferencias en revistas universitarias, boletines académicos y
la prensa nacional. Por su amplia actividad diplomática e intelectual,
el Doctor Manuel de Guzmán Polanco ha recibido condecoraciones de
los gobiernos de Brasil, Chile, Alemania, Colombia, España, Argentina,
el Vaticano y la Orden Soberana de Malta además de la Gran Cruz de
la Orden Nacional al Merito del gobierno ecuatoriano y la condecora-
ción Antonio Quevedo del Municipio de Quito.
Hoy nos presenta un brillante trabajo con motivo del bicente-
nario de la Revolución que se inició en Quito el 10 de Agosto de 1809.y
que como dice el historiador guayaquileño Don Camilo Destruge en
1909, en su defensa sobre la iniciativa quiteña de la Independencia de
América: llego bien pronto, el 11 de octubre de 1810, á esa terminante y final
resolución separatista y de independencia. Don Manuel, en su obra desta-
ca, para mejor comprensión del proceso, no solo los antecedentes loca-
les que llevaron a la revolución sino también los sucesos europeos que
influenciaron al movimiento revolucionario americano. La obra del Dr.
De Guzmán Polanco tiene 34 concisos capítulos en los que plasma to-
dos los aspectos anteriores, durante y posteriores a la revolución de
Quito.
No se le escapan a Don Manuel referencias a trabajos que en
los últimos años han enriquecido los conocimientos que tenemos sobre
estudios universitarios y pensamiento de la intelectualidad quiteña en
los años previos al proceso independentista americano. Resalta entre
estos, por cierto, el brillante trabajo del investigador alemán Ekkehart
Keeding, su obra “Surge la Nación” profundiza sobre la influencia de

459
V I DA AC A D É M I C A

las ideas de la ilustración en la Audiencia de Quito. Él analiza los libros


de las bibliotecas y los pensums académicos de las universidades qui-
teñas en la Colonia, encontrando ideas vanguardistas desde comienzos
del siglo XVII. Sobresalen los jesuitas, nacionales como Aguirre, Acosta
y Velasco, y extranjeros como Fritz, Magnin Melanesio y Coleti, pero no
solo ellos, Keeding dice: “La lista de los libros utilizados por los Agustinos
demuestra en forma contundente que los estudios de claustro en Quito no
esperaron el llamado de reforma en las universidades españolas, dictado en
1771, para proveerse de literatura moderna.” Sin duda resaltan en Quito
las obras de Eugenio Espejo, en las cuales advierte la exigencia del
hombre moderno de tener autonomía intelectual y moral. Pero Espejo
no estuvo sólo cuando difundía en Quito el pensamiento de la ilustra-
ción europea, destacan también el Obispo Dr. José Pérez Calama y el
Dr. Pedro Quiñónez que impulsaron la secularización de la enseñanza
universitaria y los Drs. Miguel Rodríguez y José Mejía; pero gracias a
la interesante y esclarecedora obra de Keeding salen a la luz persona-
jes hasta ahora poco conocidos, como Fernando López y José Clavijo
que forman parte de la intelectualidad quiteña que prepararon el cami-
no para el 10 de agosto.
No es del caso recorrer con ustedes las distintas etapas y he-
chos del proceso independentista que se inició en 1809, ni resaltar a los
patriotas que la protagonizaron, pues lo van a leer en la obra de Don
Manuel. Para entender la revolución hay que diferenciar sus etapas y
sus diversos participantes, el historiador quiteño José Gabriel Navarro
explica la conducta de Cuero y Caicedo, en su obra “La Revolución de
Quito del 10 de Agosto de 1809”, publicada hace 57 años, cuando dice:

Considerando que el movimiento del 10 de Agosto, era monárquico y


a favor de Fernando VII traicionado por Godoy y contra las autorida-
des puestas en Ultramar por el Príncipe de la Paz, se comprende el
levantamiento de la nobleza para deponer a las autoridades que las
consideraban adversas a Fernando VII. De ahí la pugna del pueblo
contra el gobierno de los virreyes y de los Presidentes y Capitanes
Generales; de ahí, las suplicas de los insurgentes y las quejas al mis-
mo Consejo de Regencia, de ahí el querer formar Juntas a la manera
como se formaban en España; de ahí una revolución, que si era con-
tra las autoridades españolas no era contra España; de ahí un Obispo
que tomaba su parte en el Gobierno revolucionario del miedo que se

460
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

desmande; de ahí las rogativas, las procesiones, las Misas para que
tengamos la fiesta en paz y no haya derramamiento de sangre herma-
na; de ahí, en fin, el que todas las quejas de los insurgentes se dirigie-
ran al gobierno español. Sólo más tarde cuando el pueblo quiteño, el
pueblo americano en general, sintió que no le comprendían las Cortes
y los monarquistas españoles, dio al traste con la Monarquía, que se
puso inaguantable en sus exigencias. En el grito del 10 de agosto, co-
mo en todos los de la América del Sur, no hubo revolución sino evolu-
ción. La revolución vino después, la hicieron los mismos españoles.

Dice Manuel de Guzmán que los lideres de agosto estaban di-


vididos: unos con Selva Alegre, y otros, los intelectuales de la Indepen-
dencia –como Morales y Quiroga– que tachaban al Marqués por su
“torpeza y cobardía” al haber cedido a entregar el gobierno a Ruiz de
Castilla, ante las amenazas de las tropas de Arredondo. Sin embargo,
algunos patriotas fueron independentistas desde el inició del proceso,
en su XI Carta a la Nación, en 1844, el ilustre guayaquileño Vicente
Rocafuerte dice que el Dr. Morales, que había sido Secretario del Barón
de Carondelet, Presidente de Quito, luego de la muerte de éste en agos-
to de 1807, entró en conflicto con el Coronel Nieto, oficial español de
paso por Quito en el tiempo del fallecimiento del querido y emprende-
dor Presidente, por el control provisional de la Audiencia. Cuando Mo-
rales acompañó a la viuda del ilustre Barón a Guayaquil, supo de la
orden de arresto que había dado Nieto en su contra y se escondió en la
Hacienda de Rocafuerte en Naranjito. Relata Rocafuerte:

Morales y yo discutimos largamente la cuestión de la Independencia


de América, convinimos en que había llegado la hora de establecerla;
solo diferimos en los medios de llevarla a cabo, y de obtener el mejor
resultado. Yo era del sentir que esperáramos a formar y extender la
opinión, por medio de sociedades secretas, de extenderlas al Perú y a
la Nueva Granada, para apoyarnos en tan poderosos auxiliares. El
quiso todo lo contrario, y que en el acto mismo se diese el grito de
Independencia. En efecto, se puso en comunicación con el Marques de
Selva Alegre, el Comandante Salinas, el Dr. Riofrío y otros patriotas
de Quito. Salió del Naranjito para la capital por la vía de Riobamba y
logró, realizar el proyecto en la noche del 9 de agosto de 1809.

461
V I DA AC A D É M I C A

Cuando retornó al poder Ruiz de Castilla el 24 de octubre de


1809, llegaron a Quito las tropas limeñas y granadinas a partir de
noviembre, entonces empezó la cruel represión a los patriotas quiteños
que culminó en la brutal matanza del 2 de agosto de 1810. Con esa bar-
barie, que no pudo ser casual, sino tramada por el Coronel Manuel
Arredondo, el Fiscal Tomás Aréchaga y el Presidente Castilla, para im-
pedir que los revolucionarios se quedaran sin castigo, se inicio la etapa
independentista de la revolución de Quito. De ahí que el historiador
Navarro sostenga que los españoles hicieran la revolución. La vengan-
za desmedida de Castilla y los absolutistas españoles, hizo que se diera
rienda suelta a las tropas que envió el Virrey Abascal y masacraran a
los patriotas quiteños.
La segunda etapa de la revolución es más larga y cuenta con el
liderazgo del Comisionado Regio, Carlos Montúfar, en ésta se llega a
es tablecer el Estado de Quito el 15 de febrero de 1812, el cual, por falta
de apoyo del resto de la región, por el antagonismo entre sus lideres,
republicanos los unos y monárquicos los otros, y la decidida acción
represiva del Virrey Abascal y sus tropas, sucumbe trágicamente en
Yaguarcocha en diciembre de ese mismo año.
La definitiva derrota de los revolucionarios quiteños, tres años
y cuatro meses después del 10 de agosto de 1809, en nada disminuye la
audacia y arrojo con que estos enfrentaron al dominio español en Amé-
rica. La memoria de todos aquellos que sacrificaron su vida por la cau-
sa de la libertad debe ser siempre recordada. Quito no solo perdió los
masacrados el 2 de agosto de 1810, el General Toribio Montes ordenó
la ejecución de casi cien hombres y mujeres luego de que ocupo la ciu-
dad en noviembre de 1812.
Don Manuel de Guzmán nos recuerda en su libro, al patriota
chileno Fray Camilo Henríquez, quien llegó a Quito en 1807 para fun-
dar una casa de la Orden de la Buena Muerte, a la que pertenecía, y que
por sus ideas libertarias entabló amistad con los intelectuales quiteños
de la Universidad de Santo Tomás, fue testigo de los preparativos de
los patriotas para su acción revolucionaria y de la infame represión y
masacre con que fueron enfrentados. Ya de regreso a Chile en 1811,
Henríquez participó activamente impulsando la Independencia de su
Patria, y como miembro del Primer Congreso Nacional Constituyente
de Chile obtuvo de éste la declaratoria que “Quito es luz de América”
y el mandato oficial de que esa frase, grabada en grandes caracteres,

462
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

sea colocada en el faro ubicado a la entrada del puerto de Valparaíso,


para que la vean todos los marinos y viajeros que arriben a éste. Este
temprano reconocimiento en América a Quito como inspiradora de los
movimientos que a partir de 1810 se realizaron en diferentes jurisdic-
ciones del imperio español americano para lograr la Independencia, ha
sido reconocido por las Academias de Historia de los dos países, Ecua-
dor y Chile, en el monumento erigido en Valparaíso, al patriota chile-
no Camilo Henríquez.
El querido poeta guayaquileño José Joaquín de Olmedo, dedi-
có una bella poesía al diez de agosto, la que nos recuerda Don Manuel
en su libro y que fue cantada según nos dice, en pasadas celebraciones
del aniversario de la revolución. Permítanme terminar esta interven-
ción con la lectura del coro y las dos primeras estrofas de esta oda del
patriota Olmedo en homenaje a la revolución del 10 de agosto de 1809,
en este año del bicentenario.

De la Patria loor al gran día


Comprensivo de dicha eternal
En que el paso primero dió Quito
Hacia el templo de la Libertad

Compatriotas ¿no asombra el saber


Qué produjo tamaño portento?
Quedó el mundo pasmado al momento
En que oyó las cadenas trozar:
Y mil astros mostraron entonces
Que en el orden se hallaba divino
El cambiar de la Patria el destino
Y al león de la Iberia humillar

Si los pueblos de Grecia, de Roma


Hoy hubieran su suerte probado,
En sus fastos habrían colocado
A esta Aurora de gloria inmortal.
Pero nó: que de América es día,
Y es de Quito animosa y triunfante,
Que en los Andes se muestra radiante
Cual vistoso, perenne fanal.

463
V I DA AC A D É M I C A

Felicitaciones, Don Manuel, por este nuevo aporte suyo para la histo-
ria nacional. El lanzamiento de este libro suyo es un buen inicio a la
celebración del bicentenario de la revolución de Quito, que fue el pri-
mer acto con el que se inició el proceso de Independencia de las colo-
nias españolas en América.

464
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA

INDIVIDUOS DE NÚMERO, A JULIO DE 2009

DIRECTORIO

1.- DR. MANUEL DE GUZMAN POLANCO – DIRECTOR 2556-022


Calle OE-6-142, 2ª. Etapa – El Condado – Quito 2492-188
E-mail: ahistoriaecuador@hotmail.com
Fecha de Incorporación: Febrero 11/99.- Sillón 12.
Tema del Discurso: “La Identidad Nacional”.
Le dio la bienvenida el Dr. Jorge Salvador Lara.

2.- DR. JUAN CORDERO IÑIGUEZ – SUBDIRECTOR 07-2839-181


Museo de las Culturas Aborígenes – Cueca 07-2841-540
Calle Larga 524 entre Hno. Miguel y Mariano Cueva 097-087431
E-mail: juancordero@hotmail.com
Fecha de Incorporación: Enero 23/02.- Sillón 20.
Tema del Discurso:“Nombres y Sobrenombres de Cuenca”.
Le dio la bienvenida el Dr. Manuel de Guzmán Polanco.

3.- HNO. EDUARDO MUÑOZ BORRERO – SECRETARIO 2656-589


Santuario Hno. Miguel – Ave. Antonio José de Sucre 2660-365
y Tte. Hugo Ortiz
Fecha de Incorporación: Febrero 28/91.- Sillón 11.
Tema del Discurso: “La Influencia de la revolución
Francesa en la Independencia de Hispanoamérica” .
Le dio la bienvenida el Dr.Jorge Villalba Freire, s.i.

4.- SR. ENRIQUE MUÑOZ LARREA


BIBLIOTECARIO-ARCHIVERO 2773-523
Edificio Tulipán, 2º. Piso 095-76358
Fco. Andrade Marín 360 y Eloy Alfaro – Quito
E-mail: vientos4@uio.satnet.net
Fecha de Incorporación: Junio 3/05. - Sillón 28.
Tema del Discurso:“Semblanza del Tte. Gral. Ing.
Don Fco. Requena y Herrera”
Le dio la bienvenida el Hno. de las EE.CC. Eduardo Muñoz.

465
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

5.- LCDO. HERNAN RODRIGUEZ CASTELO (casa) 2788-112


DIRECTOR DE PUBLICACIONES
Bolívar 705 y Batallas – Alangasí
Edif. Torres de Iñaquito, Torre C. Dpto. 1202
E-mail: sigridrodriguezc@yahoo.com
Fecha de Incorporación: Junio 12/01.- Sillón 18.
Tema del Discurso:“El Admirable Siglo XVIII de la
Literatura Quiteña”.
Le dio la bienvenida el Hno. Eduardo Muñoz Borrero.

6.- DR. JORGE NUÑEZ SANCHEZ – TESORERO 098-347433


De los Helechos y Cipreses, esquina 3464-761
Condominio Portal de Venecia – Quito
Email: jorgenez47@yahoo.es / jorgenu@andinanet.net
Fecha de Incorporación: Julio 12/01.- Sillón 19.
Tema del Discurso:“La Corrupción en el Ecuador
Colonial”.- Le dio la bienvenida el Dr. Plutarco Naranjo.

7.- LCDO. FRANCISCO SALAZAR ALVARADO 2446-049


RELACIONES PÚBLICAS 099-514366
Manuel Sotomayor 245 – Quito
Fecha de Incorporación: Febrero 17/01.- Sillón 17.
Tema del Discurso: “La Vida y el Pensamiento del
Gral. Francisco Javier Salazar Arboleda”.
Le dio la bienvenida el Dr. Carlos Freile Granizo.

******

8.- DR. JORGE SALVADOR LARA 2469-604


Guarderas 434 – (Urb. La Concepción – Quito (0f) 2509-471
E-mail: jorsalla@andinanet.net
Fecha de Incorporación: Julio 27/67.- Sillón 1.
Tema del Discurso: “Los Restos Humanos más
Antiguos del Ecuador”.
Le dio la bienvenida Don Carlos Manuel Larrea.

9.- FRAY AGUSTIN MORENO PROAÑO, ofm 2281-124


Convento de San Francisco – Quito 2281-613
Fecha de Incorporación: Enero 25/79.- Sillón 2.
Tema del Discurso: “Patria y Estirpe de Fray Jodoco
Rique”.- Le dio la bienvenida el Dr. Jorge Salvador Lara.

466
VIDA AC ADÉMIC A

10.- PADRE DR. JORGE VILLALBA FREILE 2237-940


Residencia Universidad Católica – Quito 2509-686
E-mail: jvillalbaf@puce.edu.ec
Fecha de Incorporación: Marzo 28/80.- Sillón 3.
Tema del Discurso: “José Joaquín de Olmedo en
1830 a través de sus Cartas”.
Le dio la bienvenida Fr. Agustín Moreno.

11.- PROF. ROBERTO MORALES Diario La Verdad


Flores 542 entre Sucre y Rocafuerte – Ibarra Fax: 06-2640-194
E-mail: diariolaverdad@andinanet.net
Fecha de Incorporación: Stbre.28/2006.- Sillón 4.-
Tema del Discurso:“Los aportes del Cruel. Teodoro
Gómez de la Torre al devenir Histórico del Norte del País”.
Le dio la Bienvenida Fray Agustín Moreno ofm.

12.- Dr. JUAN JOSE PAZ Y MIÑO 095-026475


El Día N 37 215 y El Telégrafo 6035-651
E-mail: juanpym@uio.satnet.net – Quito
Fecha de Incorporación: Marzo 14/2007.- Sillón 5.
Tema del Discurso. “La historia inmediata del Ecuador
y la deuda histórica con la sociedad ecuatoriana”.
Le dio la Bienvenida el Dr. Jorge Núñez Sánchez.

13.- DR. MIGUEL DIAZ CUEVA 07-2831-917


Calle Luis Cordero No. 1754 – Cuenca fax 07-2832-695
Fecha de Incorporación: Diciembre 17/86.- Sillón 7.
Tema del Discurso: “La Lápida de Tarqui”.
Le dio la bienvenida Fray Agustín Moreno Proaño, of.m.

14.- DR. PLUTARCO NARANJO VARGAS 2508-479


12 de Octubre 2206 y Colón 2236-590
Casilla 17-7-8884 – Quito 096-073321
E-mail: naranjo@lenguaje.com
Fecha de Incorporación: Julio 27/89.- Sillón 8.
Tema del Discurso: “Colón, Pizarro y las Especias”.
Le dio la bienvenida el Dr. Luis Bossano.

15.- DRA:. ESTRADA JENNY 04-2343-216


Chile 3312 y Vacas Galindo, 2º. Piso – Guayaquil 092-208616
E-mail: jennye@cua.net
Fecha de Incorporación: Dcbre. 8/2006.- Sillón 9.
Tema del Discurso: “Segunda Guerra Mundial,
Lista Negra en Ecuador”.
Le dio la bienvenida el Dr. Benjamín Rosales V.

467
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

16.- DR. JUAN FREILE GRANIZO 2333-478


Edificio Espro – 0f. 202 – (recado) 2506-923
Alpallana 505 y Whymper – Quito
Fecha de Incorporación: Junio 30/90.- Sillón 10.
Tema del Discurso:“La Vida Cotidiana de Quito a
finales del Siglo XVIII: el Testamento de Catalina
Aldás, madre del Precursor Espejo”.
Le dio la bienvenida el Dr. Carlos de la Torre Reyes.

17.- DR. ALFONSO ANDA AGUIRRE 2251-064


Vargas 342 y Oriente (Edificio Zaldumbide) – Quito
Fecha de Incorporación: Mayo 26/99.- Sillón 13.
Tema del Discurso: “La Federación Lojana y la Ley
de Descentralización del Estado”.
Le dio la bienvenida el Hno. Eduardo Muñoz Borrero, o.f.c.

18.- DR. CARLOS FREILE GRANIZO 2891-136


Alpallana 505 y Whymper- Edif.. Espro – Quito 098-300700
Apartado l7-22-20195 - E-Mail: cfreile@lahora.com.ec
Fecha de Incorporación: Junio 24/99.- Sillón 14.
Tema del Discurso: “La Visión de Manuela Espejo
sobre su hermano Eugenio, en el Juicio que por la
Muerte que éste siguió contra el Presidente Luis
Muñoz de Guzmán” .
Le dio la bienvenida: el Padre Jorge Villalba.

19.- DR. FERNANDO JURADO NOBOA (de 8 a 9 am)


Edificio Torres de Iñaquito – Torre A 2920-763
Of. 901 (Altos CCNNU) - Quito
Fecha de Incorporación: Diciembre 21/99.- Sillón 15.
Tema del Discurso:“Actitud ante la Muerte de los
Grandes Ecuatorianos”.
Le dio la bienvenida el Dr. Manuel de Guzmán Polanco.

20.- DRA. ISABEL ROBALINO BOLLE 2950-267


Rocafuerte 1477 y Venezuela – Quito 2280-764
E-mail: isabelrobalino@hotmail.com
Fecha de Incorporación: Mayo 4/00.- Sillón 16.
Tema del Discurso: “Luis Robalino Dávila: Capítulos de
un Ensayo de Biografía”.
Le dio la bienvenida el Dr. Jorge Salvador Lara.

468
VIDA AC ADÉMIC A

21..- DR. P. JULIAN BRAVO S.I. 2491-156/7


Nogales 220 y Francisco Arcos – Quito Fax: 2493-982
Fecha de Incorporación: Mayo 22/03.- Sillón 21.
Tema del Discurso:“Mario María Cicala, S.I. y su
contribución a la Historia de la Antigua Provincia de la
Compañía de Jesús y de la Audiencia de Quito”.
Le dio la bienvenida el Dr. Jorge Salvador Lara.

22.- DR. JUAN VALDANO MOREJON 2370-310


Buganvillas y Juan Montalvo – Tumbaco
E-mail: juanvaldano@access.net.ec
Fecha de Incorporación: Junio 5/03.- Sillón 22.
Tema del Discurso:“Generaciones e Ideologías en el
Ecuador. Itinerario de una búsqueda y nuevas aproximaciones
a un Método Histórico”.
Le dio la bienvenida el Dr. Manuel de Guzmán Polanco.

23.- DR. OCTAVIO LATORRE 2400-731


Samuel Fritz 176 y Joaquín Sumaita (El Inca) – Quito
E-mail: olatorre@andinanet.net
Fecha de Incorporación: Junio 19/03.- Sillón 23.
Tema del Discurso: “Historia de la Evolución de la
Armada del Ecuador”
Le dio la bienvenida Fray Agustín Moreno, o.f.m.

24.- DR. SANTIAGO CASTILLO 005411 4300 6196


Ave. Juan de Garay 845 – 4o.H – CP C1l53 AB
Buenos Aires, Capital Federa – Argentina
E-mail: Josancas53@hotmail.com
Fecha de Incorporación: Novbre. 19/03.- Sillón 24.
Tema del Discurso: “Epistolario de las Misiones
Diplomáticas de Rocafuerte en el Perú”.
Le dio la bienvenida el Dr. Manuel de Guzmán P.

25.- DR. ENRIQUE AYALA MORA 3228-083


Universidad Andina Simón Bolívar 3228-031
Toledo 2280–Plaza Brasilia – Quito Fax : 3228-426
De las Malvas E 15-247 y Fco. Arévalo 2433-485
Box 17-12-886–E-mail: rector@uasb.edu.ec 2554-558
Fecha de Incorporación: Enero 20/04.- Sillón 25.
Tema del Discurso: “Desarrollo Histórico de la
Nación Ecuatoriana”.
Le dio la bienvenida el Dr. Plutarco Naranjo Vargas.

469
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

26.- DRA. MARIA CRISTINA CARDENAS 07-4090-178


Edificio Puertas del Sol 094-296152
Jacarandá 1-57 Y Ordóñez Lazo – Cuenca
E-mail: acardena@ucuenca.edu.ec
Cristina.cardenas8@gmail.com fax: 07-2880-60
Fecha de Incorporación: Junio 3/2004.- Sillón 26.
Tema del Discurso: “El Proyecto Republicano
del Progresismo Azuayo (1840-1895)”.
Le dio la bienvenida Fray Agustín Moreno, ofm.

27.- DR. BENJAMIN ROSALES VALENZUELA 04-288-7492


Calle 1ª. N°103 entre Circunvalación y Bálsamos URDESA 04-2881-230
Apartado 09-01-562 – Guayaquil 093-040961
E-mail: anh_guayas@yahoo.com
Brosales777@gmail.com
Fecha de Incorporación: Dicbre. 1º./2004.- Sillón 27.
Tema del Discurso: “El General José de Villamil
y la Independencia de Hispano América”.
Le dio la bienvenida el Dr. Manuel de Guzmán P.

28.- DRA. DORA LEON BORJA DE SZASSDI


PUERTO RICO
E-mail lajosszas@hotmail.co.

*******

ELECTOS

DR. JOSE REIG SATORRES 04-2450-190


Tungurahua 511.- Guayaquil

Sillones disponibles: (6), (29), (30).

470
VIDA AC ADÉMIC A

LISTA DE MIEMBROS CORRESPONDIENTES A JULIO DE 2009

1.- LIC. ACHIG SUBÍA LUCAS 07-2816-555


Calle Valle de los Chillos 1-70 y Valle de Yunguilla fax 07-2842-424
(Sector Coliseo Mayor) – Cuenca.
E-mail: lachig@ucuenca.edu.ec

2.- DR. ALBORNOZ MIGUEL 5411-4781-7634


Ave. Libertador 5322 – Piso 10-11
Buenos Aires, C.P. 1426 C.P. – Argentina
E-mail: mikibaires@fullzero.com.ar

3.- Ms. ALBORNOZ ALICIA


Apartado Postal 10922, México 10
Las Lomas, México D.F.
E-mail: aliciaalbornoz@hotmail.com

4.- DR. AROSEMENA AROSEMENA GUILLERMO. telefax -04-2353-130


P.O.Box 09-01-921
Ave. 2ª. 511 entre 4ª. Y 6ª. (Los Ceibos) –- Guayaquil.
E-mail: garoseme@gye.satnet.net

5.- PROF. ARTEAGA PARRALES JOSÉ 06-2630-404


Calle 12 de Oct. 115 entre García Moreno
y Gabriela Mistral - Portoviejo – Manabí

6.- AVILÉS PINO EFRÉN 04-2533-970


Aguirre No. 104 y Malecón
2º. Piso, Of. 212 – Guayaquil.
E-mail: efrenaviles@hotmail.com

7.- DR. BARRIGA LÓPEZ FRANKLIN 2458-421


10 de Agosto 39-127 y Diguja – Quito.
E-mail: f - barri@uio.satnet.net .

8.- DRA. BORRERO ANA LUZ 07-2856-396


Universidad de Cuenca
Calle 12 de Abril s/n – Cuenca.
E-mail: alborveg@yahoo.com .

9.- PADRE BOTTASSO JUAN 2562-633


ABYALA .- 12 de Octubre y Wilson – Quito 2897-124
E-mail: juanbottasso@yahoo.com

10.- BRAVOMALO DE ESPINOSA AURELIA 2503-502


Wilson 728 y Juan León Mera – Quito.
aureliabravomalo@hotmail.com .

471
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

11.- MsC. BRAVO KLEBER 098-125941


Ultimas Noticias N 37-111 y El Espectador – Quito
E-mail: kbravo59@hotmail.com

12.- BURGOS HUGO 2891-228


América 1805 y Lagasca – Quito. 098-246041
E-mail: ahburgos@andinanet.net .

13.- LIC. CALDERÓN CHICO CARLOS 099-762568


Tulcán 1200 y Aguirre (esq.) – Guayaquil 04-2451023
E-mail: caldero@uees.edu.ec

14.- ING. CÁRDENAS ESPINOZA BOLÍVAR 092-862013


Luis Cordero y Aurelio Jaramillo (esq.) 07-2240-373 0f.
Consejo Provincial del Cañar – Azoguez

15.- M.A. CASTRO Y VELÁZQUEZ JUAN 04-2328-569


Casilla 4863 – Guayaquil 04-240-3212 Ext. 113
E-mail: castroyvelazquez@hotmail.com

16.- DR. CAZORLA JORGE 06-2644-602


José Martí 284 y Ave. Atahualpa – Ibarra

17.- DR. CHACÓN ZHAPAN JUAN 07-2450-105


Julio Torres s/n y Belisario Andrade 07-2817-844
Cdela. San Marcos – Cuenca 07-2883-128

18.- LIC. ESCUDERO ALBORNOZ XIMENA 2260-456 (casa)


Gaspar de Escalona N.39-68 y 2584-961/2 Ext.186
Granda Centeno–Buzón 544 099-678058
Casilla 17-21-1263 – Quito.

19.- ECON. ESPINOSA LEONARDO 07-2842-205


Calle Mariscal Sucre 17-55 y Miguel Heredia – Cuenca fax 07-2835-665
E-mail: lespinos@etapaonline.net.ec .

20.- ESTRADA GUZMÁN EDUARDO 04-2303-969


Roca 102 y Malecón, 9º. Piso – Edif.Rocamar 099-886712
Casilla 09-01-7648 – Guayaquil
E-mail: Eduardo_j_estrada@yahoo.com
anh_guayas@yahoo.com

21.- GRAL. GÁNDARA ENRÍQUEZ MARCOS 2543-888


D. de Almagro N 32-243 y J. Severino – Quito. fax 2507-569
casa 2898488
22.- DR. GARAICOA ORTIZ JOSÉ XAVIER 04-2300-929
Rumichaca 213 y Manuel Galecio – Guayaquil 04-2289-083

472
VIDA AC ADÉMIC A

23.- LIC. GARAY ARELLANO EZIO 04-2368041


Casilla 09-01-11140 – Guayaquil. 04-2394-440/41

24.- DR. GÓMEZ DE LA TORRE JOAQUIN 2414-731


Pablo Sachún 4766 y Samuel Fritz 2419-460
Urbanización Dammer – Quito 098-548609

25.- Dr. GOMEZJURADO JAVIER 2607-433


Conjunto Puertas del Sol, Bloque A-Dep. 2B 099-830454
Autopista Rumiñahui – Quito
jgomezjurado@gmail.com

26.- ARQ. HOYOS GALARZA MELVIN 04-2524-100


Biblioteca Municipal Ext. 7301 ó 08
10 de Agosto entre Chile y Pedro Carbo – Guayaquil.
E-mail: melvinhoyos@yahoo.com

27.- DRA. KENNEDY DE VEGA ALEXANDRA 07-2847-237


Galería Taller Eduardo Vega fax: 07-2816-159
Vía Turi 1-99-Casilla 01-05-1902 – Cuenca

28.- Ms. LONDOÑO JENNY 3464-761


De los Helechos y Cipreses esquina,
Condominio Portal de Venecia,
E-Mail: jennylondo52@gmail.com – Quito

29.- DR. MARCOS PINO JORGE 04-2850-780


Ave. Central 300 – Cdela. Sta. Cecilia – Guayaquil. 099-353534
Email: jgmarcos@es.inter.net

30.- DR. MARTÍNEZ GALO 2520-710


Pérez Guerrero 391 y Versalles -0f. 18 – Quito

31.- DR. MENA VILLAMAR CLAUDIO 2560-416


Páez 884 y Mercadillo, Edif.. Interandina – Quito 092-558372

32.- LIC. MIRANDA TORRES CARLOS LUIS 03-2871-218


Correo Central de Pelileo 03-2871-207 (0f.)

33.- AB. MOLINA CEDEÑO EDUARDO 05-2639-461


Universidad San Gregorio de Portoviejo 093-123580
Ave. Eloy Alfaro y Ave. Olímpica – Portoviejo
E-Mail: ramiro-molina@hotmail.es

34.- GRAL. MONCAYO GALLEGOS PACO


Edificio Coruña Plaza, 3er. Piso, Of. 302
Coruña 2788 y 0rellana

473
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

35.- MONCAYO JALIL LEONARDO Telefax. 2542-640


Edif. Torres de la Colón-Of. 11- Mezzanine – Quito 099-406138
E-mail: moncayolener@hotmail.com

36.- DR. MUÑOZ CHÁVEZ RICARDO 07-2880-170


Estudio: Ave. 12 de Abril 2-29
Edificio Torre del Río – 4º. Piso – Cuenca
E-mail: rmuñozch@cue.satnet.net

37.- PROF. NICOLA LÓPEZ GERARDO 03-2840-914


Calle Cuenca 14-35 – Ambato 03-2840-913

38.- ARQ. ORTIZ CRESPO ALFONSO 2377-565


González Suárez N 32-90 y Bejarano – Quito 2580-230
E-mail: aortizc@uio.satnet.net 099-716105

39.- DR. ORTIZ ARELLANO CARLOS 03-2966-264


Ayacucho 1370 y Loja – Riobamba 03-2900-715
E-Mail: croamba@hotmail.com 097-787709

40.- Dr. ORTIZ CRESPO GONZALO TEL. 2460-228


Los Comicios 271 – Conjunto Alcalá 087-293686
Edificio Alcázar-Urb. Quito Tennis – Quito
E-mail: gortiz@puntonet.ec

41.- ING. PÁEZ TERÁN RODRIGO 2340-164


Casilla l7-23-280 – Sangolquí 099-834529
E-mail: ro75pater@gmail.com

42.- DR. PALACIOS GAVILANES FAUSTO 03-2822-903


Av.Quisquis 1425, Cdela. San Antonio – Ambato 03-2841-879
E-mail: hernanpal@hotmail.com

43.- ING. PALADINES AGUSTÍN


Loja

44.- ARQ. PEÑAHERRERA ANDRÉS Telefax . 2560-791


Manuel Larrea 1003 – Quito 092-740375
E-mail: arqandrespenia@yahoo.com

45.- DR. PÉREZ RAMÍREZ GUSTAVO Telefax 2230-513


González Suárez 926, Dep. 2B 098-027342
Edificio Panorama (Frente a Nestlé) – Quito.
E-mail: gustavoperezramirez@yahoo.com

46.- ARQ. PÉREZ ARTETA JUAN FDO. 2042-011 / 13


Ave. Pampite, Edif.. Oficenter, 0f. 110 – Cumbayá 099-0306
E-Mail: jfperez@interactive.net.ec

474
VIDA AC ADÉMIC A

47.- DR. PÉREZ PIMENTEL RODOLFO 04-2303-700


Baquerizo Moreno 910 y Junín fax 04-2568-595
Casilla 09-01-00875 – Guayaquil 04-2568-596
E-mail: notari16@gye.satnet.net

48.- SR. PINO YEROVI VÍCTOR 04-2270-378


Alamos Norte Mz 1 V-10 fax 04-2248-257
P.0.Box 15160 – Guayaquil 04-2231-460
E-Mail: vpino@gye.satnet.net

49.- PROF. POMA MENDOZA VICENTE 07-2972-811


Rocafuerte entre Colón e Independencia
Pasaje, Prov. de El Oro

50.- Dr. RAMON VALAREZO GALO 099-700109


Eloy Alfaro 1824 y Bélgica, 3er.piso
E-mail: garaval@yahoo.com

51.- DR. REINOSO HERMIDA GUSTAVO 07-2825-934


Calle José Arízaga 1-62 entre P. Aguirre 07-2843-241
y Gral. Torres – Cuenca fax 07-2842-029

52.- Dr. RODRÍGUEZ JAIME EDMUNDO 92697-3275


Dpto. de Historia – Universidad de California
Irving, CA. 92717 – USA.
E-mail: jerodrig@uci.edu

53.- DRA. ROSERO JÁCOME ROCÍO 2234-296


Veintimilla E 10-50, Edif.. El Girón, 0f.74 096-032187
Toctiuco 130, Urb. San Antonio – Conocoto
E-mail: rosero@uio.telconet.net

54.- CAP.FR. SÁNCHEZ BRAVO MARIANO 04-285-3310


Colinas de los Ceibos 04-232-4231
Ave. Leopoldo Carrera Calvo 505 y Calle 9ª. fax 04-2325-906
Instituto de Historia Marítima
Edif. de la Gobernación – Guayaquil
E-mail: inhima@gye.satnet.net / ecuador06@yahoo.com

55.- Dr. SERRANO PEREZ VLADIMIR 2237-731


Orellana N-26 y San Ignacio – Quito
E-mail: vlasepe@hotmail.com

56.- DRA. STACEY CHIRIBOGA MARCIA 2370-734


Carlos Guarderas 618 y G. Salazar 099-016801
La Concepción – Quito

475
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

57.- DR. TAPIA AMÍLCAR 2401-148


10 de Agosto 8536 y A. Montalvo 097-676465
Sector La Luz, Casa 2-A, Dep.23 – Quito
E-Mail: amtapia@hotmail.es

58.- SRA. VASCO GRECIA 2280-431


Archivo Nacional 2275-590 (casa)
10 de Agosto N 11-359 y Sta. Prisca esq. – Quito.
E-Mail: archivonacionalec@andinanet.net

MIEMBROS ELECTOS PARA CORRESPONDIENTES

1.- DR. ARTEAGA MATUTE DIEGO 07-2875-365


Casilla 01 01 1413 – Cuenca

2.- DRA. BORCHART CHRISTIANA 2896-511


Casilla 17-01-2114 – Quito 2565-627 Ext. 1152

3.- Dr. BORJA BORJA RAMIRO 2555-898


República 500 y Almagro – Quito 2572-621

4.- DELGADO CEPEDA HUGO 04-2346-632


Fco. Segura 804 y 6 de Marzo 2348-650
Casilla 09-1-43-53 – Guayaquil

5.- LIC. ESTUPIÑÁN TAMARA 2777-273


Yaruquí km. 36 1/2 099-458322
E-mail: estupina@pi.pro.ec

6.- IDROBO URIGUEN JAIME


San Joaquín – Sector Cruz Verde
Box 01-01-143 – Cuenca

7 .- Dr. GARZON MARIO – Cuenca

8.- DR. CARLOS LANDÁZURI CAMACHO 2220-546


Banco Central – Edif. Aranjuez
Reina Victoria 2135 y Jorge Washington – Quito
E-Mail: clandazuri@uio.bce.fin.ec

9.- DR. MORENO YANEZ SEGUNDO 2896-511


Casilla l7-01-2184

10.- DR. MORENO EGAS JORGE 2564-526


Madrid 859 y Pontevedra
Apartado 17-12-595 – Quito

476
VIDA AC ADÉMIC A

11.- Dr. MUÑOZ VALDIVIESO PATRICIO 2431-022


Corte Nacional de Justicia 087-651395

12.- DRA. PONCE LEIVA PILAR 34 91 394 5784


Víctor de la Serna, 19 Madrid 28016 91 519 7443
Madrid, España.
E-mail: pilarponce@hotmail.com

13.- LIC. SEVILLA FLORES ALFONSO 2231-816


Alpallana E 6 123 – 5º.piso A.– Quito 2507-042

14.- USCÁTEGUI BYRON


Marchena 129/10 de Agosto Quito

15.- Lcdo. VEGA WILSON 2491-156


Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit – Quito

16.- DR. ZAPATER IRWING 2431-835


E-mail: ivanzapt@hotmail.com 099-812026

MIEMBROS HONORARIOS

- GRAL. PACO MONCAYO GALLEGOS Alcaldía Metropolitana

- PROF. SERGIO MARTÍNEZ BAEZA

MIEMBROS EXTRANJEROS ELECTOS COMO CORRESPONDIENTES

- Dr. BEERMAN ERIC


Hernández Rubin 7, ático, 28043, Madrid 917592603
E-mail: ericbeerman@telefonica.net

- Embjd. BAKULA PATIÑO MIGUEL fax 00511-4468-911


Lima, Perú

- Dr. CACUA PRADA ANTONIO 0057-1-2567-675


Subdirector Academia Colombiana de Historia
Calle 99 No. 8-45 – Bogotá D.C. Colombia.

- Dr. CRUZADO BALCÁZAR 00514-4967-6636


Ave. del Ejército 356 – Trujillo – Perú
E-Mail: alejandrocruzado@yahoo.com.ar

477
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

- Dr. DE BORJA MEDINA FRANCISCO


España

- Dr. DE LA PUENTE CANDAMO JOSE A. 00511-4277-987


Director Academia Nacional de Historia de Perú
E-Mail: admite@an-historia.org.ar
Lima, Perú

- Dr. DIAZ PIEDRAHITA SANTIAGO 0057-1-3367-350


Director Academia Colombiana de Historia fax 0057-1-2825-356
Calle 10 No. 8-95 – Bogotá D.C. Colombia

- Dra. ESPINOSA DE LOPEZ MA. PAULINA 0057-1-2564-656


Bogotá – Colombia

- Dr. ESPINOSA SORIANO WALDEMAR


E-Mail: valdemar_espinozasoriano@hotmail.com
Lima, Perú

- Mons. FAZIO FERNANDEZ MARIANO

- Dr. GÓMEZ ARISTIZÁBAL HORACIO 0057-13-342-439


E-Mail: patriciarapida@hotmail.com
Bogotá

- Dr. GONZÁLEZ SERVEN ASDRUBAL


Final Avenida Bolívar entre Calles 46 y 47
Puerto Cabello, Venezuela.

- Dr. KEEDING EKKEHAR


Talerweg 13 – D-67742 Aden Back – Alemania
E-Mail: ekke_keeding@yahoo.de

- Dra. LAVIANA CUETOS MARÍA LUISA (34) 954 551-224


C/Virgen del Valle 52, 4º. B - 41011 – Sevilla, España
E-Mail: laviana@cica.es

- LAVALLE BERNARD Fax 01-45-87-41-75


13, rue Sateuil, París, Francia Cedex 05.

- Dr. LEÓN GUERRA GERARDO


Academia Nariñense de la Historia – Pasto 0057-27-234-538

- Prof. MARTÍNEZ BAEZA SERGIO 00562-638 2489


Londres 65, Santiago–Chile
E-Mail: smbaeza@vtr.net .

- Dr. MARTIRÉ EDUARDO


Rodríguez Peña 1842, p. 10º. Dep. B.- 1021
E-Mail: inhide@infovia.com.ar .- Bs.As. Argentina

478
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

- Dra. MENOTTI VIOLA EMILIA 0054 011 4683-6025


E-Mail: sociedadbolivariana@yahoo.com
Bs As, Argentina.

- Dr. MORALES BENÍTEZ OTTO


Bogotá, Colombia

- Dra. MUÑOZ LYDIA INÉS 0057-27-234538


Presidenta de la Academia Nariñense de Historia
E-Mail: ac_narhistoria@hotmail.com
Pasto.

- Dr. RAMOS GOMEZ LUIS 917306620


Valle de En medio No. 2-F (3º.A)
28035 – Madrid

- Dra. ROBERTS LOISE J. (831) 625 5635


24694 Upper Trail – Carmel, CA. 93923 –USA
E-Mail: ljrobertsl4@aol.com

- Dra. RUIGOMEZ GOMEZ CARMEN 917306620


Valle de En medio No. 2-F (3º. A)
28035 Madrid

- Dr. SÁNCHEZ ALBORNOZ NICOLÁS


José Martínez de Velasco 6,
28007, Madrid, España
E-Mail: nsalbo@wanadoo.com

- Dr. VERDUGA PEDRO 0057-27-234-538


Academia Nariñense de la Historia – Pasto

- Dra. VON WOBESER GISELLA 0055-2196-53


Academia Mexicana de la Historia
Plaza Carlos Pacheco 21 Centro C.P.060, México
E-Mail: acadmxhistoria@prodigy.net.mex

479
VIDA AC ADÉMIC A

LISTADO DE MIEMBROS DE PROVINCIAS

CENTRO PROVINCIAL CORRESPONDIENTE DE GUAYAS

DIRECTORIO

- DR. BENJAMÍN ROSALES VALENZUELA 04-288-7492


Director
- ARQ. MELVIN HOYOS GALARZA 04-2524-100
Subdirector
- SR. EDUARDO ESTRADA GUZMÁN 04-2303-969
Secretario
- LIC. MARIANO SÁNCHEZ BRAVO 04-285-3310
Bibliotecario
- LIC. EZIO GARAY ARELLANO 04-236-8041
Tesorero
- DRA. JENNY ESTRADA RUIZ 04-2343-216
Vocal
- DR. JORGE MARCOS PINO 04-2850-780
Vocal

MIEMBROS

- DRA. DORA LEON DE SZÁSDI – Puerto Rico

- DR. SANTIAGO CASTILLO – Argentina 005411-4300-6196

- DR. GUILLERMO AROSEMENA 04-2353-130

- SR. EFRÉN AVILES PINO 04-2533-970

- LIC. CARLOS CALDERÓN CHICO 099-762-568

- M.A. JUAN CASTRO Y VELÁZQUEZ 04-2328-569

- DR. XAVIER GARAICOA 2562-029

- DR. RODOLFO PÉREZ PIMENTEL 04-2303-700

- SR. VÍCTOR PINO YEROVI 04-2270-378

- SR. HUGO DELGADO CEPEDA 04-2346-632


(electo)

480
BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A

CAÑAR, AZUAY Y LOJA

- DR. JUAN CORDERO ÍÑIGUEZ 07-2839-181

- DR. MIGUEL DIAZ CUEVA 07-2831-917

- ING. BOLÍVAR CÁRDENAS 07-2240-165

- DRA. MARÍA CRISTINA CÁRDENAS 07-2829-944

- LIC. LUCAS ACHIG SUBÍA 07-2816-555

- DRA. ANA LUZ BORRERO 07-2856-396

- DR. JUAN CHACÓN ZHAPAN 07-2450-105

- ECON. LEONARDO ESPINOSA 07-2842-205

- DRA. ALEXANDRA KENNEDY DE VEGA 07-2816-159

- DR. RICARDO MUÑOZ CHÁVEZ 07-2880-170

- DR. GUSTAVO REINOSO HERMIDA 07-2825-934

- DR. GALO RAMON VALAREZO 099-700109

- ING. AGUSTÍN PALADINES

- DR. JAIME IDROBO URIGUEN


(Electo)

- DR. DIEGO ARTEAGA MATUTE


(Electo)

- DR. PATRICIO MUÑOZ VALDIVIESO


(Electo)

IMBABURA

- PROF. ROBERTO MORALES 06-2640-335

- DR. JORGE ISAAC CAZORLA 06-2644-602

481
VIDA AC ADÉMIC A

TUINGURAHUA Y CHIMBORAZO

- SR. CARLOS LUIS MIRANDA TORRES 03-2871-218

- PROF. GERARDO NICOLA LÓPEZ 03-2840-914

- DR. CARLOS ORTIZ ARELLANO 03-2966-264

- DR. FAUSTO PALACIOS GAVILANES 03-2822-903

ESMERALDAS, MANABI Y EL ORO

- PROF. JOSÉ ARTEAGA PARRALES 05-2630-404

- AB. EDUARDO MOLINA CEDEÑO 05-2639-461

482
483
484

También podría gustarte