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Las cosas que me mueven

Todos los seres humanos somos distintos, aunque tengamos muchas cosas en común. Somos los
seres más impredecibles del universo conocido y esto es lo que creo que ha dado tanta variedad a
las sociedades de todo el planeta. A diferencia de todos los demás animales conscientes, hacemos
más que simplemente existir y preservar nuestra especie. Para los seres humanos son muy
importantes el raciocinio y la emoción.

A pesar de no ser psicólogo ni estudioso de esta materia fascinante, me aventuro a decir que
existen tres tipos de personas. Aquéllos que están definidos y dominados por la apatía y que no
son capaces de, como se dice coloquialmente, ‘ver más allá de sus narices’; aquéllos que viven en
su zona de confort y que a pesar de ver que existen cosas mejores el miedo domina su capacidad
de adaptarse y buscar el cambio; y por último, aquellos que incluso si no son capaces de ver el
futuro, se empujan a sí mismos a conseguir metas, mejorar y evolucionar.

De la misma forma como defino esta clasificación, creo que la capacidad de asombro está en
relación directa con esta adaptabilidad al cambio, ya que el primer grupo tiende a sentirse ajeno a
aquello que provoca el asombro, el segundo grupo se asombra pero considera que no tienen ellos
mismos mucho de especiales, y el tercer grupo encuentra una fuente de inspiración.

Como ser racional elijo estar en ese tercer grupo y como tal, existen ciertas cosas que son capaces
de tocar las fibras emocionales más profundas de mi ser.

Creo que no hay nada que me emocione más el ver, leer o escuchar a una persona ir más allá de
sus propios límites en cualquier actividad humana y demostrar una y otra vez que la razón por la
cual somos el pináculo de la evolución en este rincón del universo es la capacidad de cambiarnos a
nosotros mismos y de controlar nuestro destino.

¿Cuáles son los límites reales de las personas? Aparentemente estamos muy lejos de ellos ya que
constantemente estamos realizando cosas que antes no era posible hacer. Algunas veces como
especie, otras como individuos.

Por ejemplo, es fascinante escuchar a Luciano Pavarotti (requiescat in pace) interpretar Nessun
Dorma, sin embargo escuchar a Paul Potts hacerlo es una situación que me llena de emoción y me
provoca el ‘nudo en la garganta’.

Quizás por ello disfrute tanto los Juegos Olímpicos (que no Olimpíadas), en donde por dos
semanas, cientos de atletas hacen su máximo esfuerzo por demostrar que son únicos y los
mejores, pero al mismo tiempo, redefinen las capacidades de lo que podemos lograr.

El rictus de dolor de un atleta intentando llegar más rápido, más alto o más fuerte, que compone
una de las frases que más me mueven (Citius, Altius, Fortius) es como una bocanada de aire fresco
que me hace recordar por qué me esfuerzo en lograr cosas nuevas.
Me fascina el genio musical de Mozart, sin embargo al comprender las limitaciones físicas de
Beethoven al tener que componer las obras más increíbles de su tiempo – y posiblemente de la
actualidad también – no puedo más que sentir a flor de piel la emoción de una Novena Sinfonía
recordando que todo lo que escucho fue creado en el cerebro cuasi mágico de un sordo.

De igual forma, al observar las limitaciones tecnológicas de finales de los años 60 comparadas
contra la actualidad y ver que, aunque haya sido por razones equivocadas el hombre fue capaz de
llegar a la Luna, no puedo dejar de emocionarme viendo un documental sobre el Apolo 11 hasta
sentir la piel de gallina.

Considero que vivimos en una era, como especie, en donde estamos en una zona de confort.
Necesitamos volver a asombrarnos y dejar volar nuestra imaginación para romper las barreras que
tenemos enfrente que por otra parte son sólo fabricadas por nosotros mismos.

Leer cosas tan radicalmente distintas como El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien ó la Breve
Historial del Tiempo de Stephen Hawking no hacen más que recordarme que el hambre por el
conocimiento y la imaginación es lo que nos ha llevado de vivir en cavernas y estar supeditados a
nuestro entorno, a tener la capacidad de adaptarnos y controlar situaciones que antes atribuíamos
a poderes sobrenaturales.

Hoy existen más actividades y especializaciones de lo que nadie hubiera podido imaginarse
siquiera hace 50 años. Para que todo nuestro mundo pueda mejorar en verdad, cada quien debe
dedicarse a aquella actividad que le provoque esa emoción como de enamoramiento.

Una persona que se dedica a realizar efectos especiales para el cine o animaciones por
computadora para videojuegos puede provocar la misma admiración y tocar fibras emocionales de
la misma forma en que puede lograrlo un gran escritor, un virtuoso de la música, un arquitecto,
una persona con discapacidad que logra vencer sus limitaciones, un bebé que comienza a dominar
su cuerpo como el día anterior no podía hacerlo y hasta un comediante que es capaz de
entretenernos y arrancarnos una carcajada.

He encontrado que una buena receta para motivarse uno mismo y tratar de estar
permanentemente en ese estado de reto constante son dos frases que curiosamente vienen de la
televisión y que ahora quiero compartir contigo que estás leyendo estas líneas.

¿Hoy fue un día en que pensaste que ibas a hacer algo o fue un día en que hiciste algo?

¿Qué hiciste el día de hoy que te haya hecho sentir orgulloso de ti mismo?

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