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SANTA CATALINA

DE SIENA
(1347-1380)

Catalina, Ayer y Hoy

Caterina de Siena 1347 – 1380: Conferencia en la Fundación Joan Maragall


de Barcelona

Catalina de Siena: Encarnación femenina del Proyecto de Domingo

Vida de Santa Catalina de Sena

Plegaria con Catalina

CATALINA, AYER Y HOY


Todos en esta gran familia predicaron al único Maestro y Señor, pero cada
uno lo hizo desde sí mismo, plasmando su mundo interno en un entramado
personal, de manera que -como dice Catalina, Diálogo C.158- la nuestra es una
familia`ancha, llena de gozo y perfumada: toda ella en sí misma, un jardín de
delicias´”.

Alejandra Marabotto, O.P.

Introducción:

Catalina de Siena, es llamada, no sin razón la Madre de la Orden de Predicadores.


Es, tal vez este el motivo por el que las distintas ramas de la Orden, a lo largo de
nuestra historia nos la hemos ido apropiando como un patrimonio exclusivo de cada
uno: monjas, frailes, dominicos seglares, etc.

Este natural cariño a Catalina, y el reconocimiento de su figura, no siempre, ha ido


acompañado de un conocimiento profundo de su vida y sus escritos, sino más bien
de una tradición “popular”, heredada de la tradición de los distintos conventos,
monasterios y asociaciones que la han tenido o tienen como titular. El
reconocimiento oficial de la Iglesia, como “Doctora de la Iglesia”, el 4 de octubre de
1970 avivó el deseo de conocerla y de dar a conocer su obra. Hay que reconocer,
que es de este siglo[1] el renacer de un movimiento Cateriniano tendente a re-crear
el entorno de la “dulcísima mamma”, que a semejanza de sus primeros discípulos
saquen de su fuego un ardor de renovación cristiana. Es eso, lo que, en parte, nos
proponemos: tomar conciencia de nuestra tradición mística y espirirtual -con
fundamento-, y avivar en nuestras vidas el valor de lo esencial, que es, en
definitiva, lo que pretendemos transmitir en nuestra predicación y vida.

Felizmente, desde hace algunos años, está tomando fuerza entre los dominicos y
dominicas la idea de Familia Dominicana. Estamos volviendo a las más genuinas
fuentes que nos hicieron. Esto, puede darnos una pista para redescubrir, que ella es
un patrimonio de familia, y que en la Familia de Domingo, como en toda familia, la
figura de la madre es clave ya que constituye un punto de referencia constante y un
lugar de encuentro para los hijos. Por eso, Catalina, es de todos, como Domingo es
de todos. Podemos decir que ellos encarnan la figura paterna y materna de nuestra
Familia Predicadora, y que son el espejo que refleja con claridad la imagen de lo
que ellos concibieron a la hora de poner las bases y de vivir con un estilo nuevo el
Evangelio; son además la plasmación histórica de lo que nosotros queremos vivir,
en nuestra vida presente, en nuestra hora actual, según nuestras propias
características y según las exigencias de nuestro tiempo. La ausencia de uno de
ellos, haría que la comunidad familiar se viera truncada, incompleta, mutilada, y por
tanto privada de una gran riqueza, de la plenitud de su desarrollo y su peculiaridad
profética, histórica, eterna.

Es un hecho unánimemente aceptado hoy, que el hombre y la mujer están hechos


para complementarse mutuamente, de tal modo que ambos se necesitan para vivir
la vida con toda su riqueza, para explotar al máximo sus cualidades y capacidades,
para ponerlas al servicio de los hermanos y del Reino, y para hacer nuestra
existencia más agradable, atractiva y apetecible de ser vivida con ilusión. Por eso,
volvemos hoy nuestros ojos a Catalina: porque su imagen de mujer cabal, junto a la
imagen de Domingo, hombre también cabal, nos darán una visión masculina y
femenina de nuestra particular vocación. Así, tal vez, podamos comprender un poco
más la urgencia de plantear nuestra vida, nuestro apostolado y nuestro ser en
relación a Dios, viviendo la ayuda semejante, adecuada y recíproca a la que ellos,
desde la historia y su presencia entre nosotros nos llaman.

Domingo que comenzó con las monjas, y que tuvo con ellas detalles exquisitos
de padre, antes de lanzarse a la aventura de fundar la Orden con los hermanos; y
Catalina que bebió de la sabiduría que sació la sed de Domingo y que lo lanzó,
rompiendo baremos, formó y acompañó a aquellos hombres y mujeres deseosos de
vivir el Evangelio en toda su frescura y creó una “escuela de discípulos”, nos
iluminan en nuestra común tarea en la que estamos llamados a caminar juntos,
bajo el peligro, si no lo hacemos, de desvirtuar la riqueza de nuestra vocación,
endureciéndonos en nuestros propios criterios e incapacitándonos para sacar
adelante un proyecto para el que nacimos juntos; una tarea que es de todos,
porque el gran desafío es vivir : Juntos en misión.

Algo de esto es lo que vamos a hacer: Nosotros, hombres y mujeres de la Orden


de Predicadores, vamos, juntos a mirar a Domingo en su perfil humano, espiritual y
apostólico, y vamos a descubrir, cómo su proyecto fue vivido en femenino, por
Catalina. Tal vez, es ella quien mejor supo encarnar el ideal y estilo de vida pensado
por Domingo. Es, por ello, un modelo legítimo para nosotros que andamos buscando
vivir hoy ese ideal.

Esto es válido para unos y para otras, porque hoy más que nunca es urgente que
sepamos complementarnos y asumir los valores femeninos y masculinos, desde
nuestra propia identidad, sexo y condición, para llevar a plenitud nuestra vocación
humana, cristiana y apostólica: nunca serán demasiados los esfuerzos por
redescubrir y vivir esta doble riqueza del carisma de Domingo. Catalina tiene mucho
que decirnos, porque su vida es totalmente actual: “Es de hoy, no la
arrinconemos”[2]

En este volver nuestra mirada a su persona, descubriremos cuál es el secreto de


su fecundidad apostólica y de su temple de mujer fuerte, el misterio de su
personalidad íntegra y de su firme voluntad: La intimidad con Dios, acrisolada en la
“Celda interior”, que la hizo y le permitió VIVIR de la superabundancia de su
profunda unión con Él.

Hoy, hablar de mística con seriedad, no es moneda corriente, pero no por eso es
un tema pasado o sin interés: Todo lo contrario. Sin vida mística, esto es, sin una
vida centrada en el Misterio de Dios, en esa profunda nostalgia de infinito, en ese
hondo deseo de ver completada la obra de la Salvación, no podemos hablar de
FELICIDAD, sino de sucedáneos descafeinados que no hacen más que aumentar el
vació del hombre y de su corazón sediento de Dios y atormentado por el sinsentido
y la superficialidad del “vivir a tope el momento presente” y nada más, a que nos
urge nuestra sociedad, tal vez, demasiado secularizada.
Acercarnos a Catalina, con nuestra mentalidad occidental de finales del Siglo XX,
y leer su vida, a conciencia, puede, a primera vista, no ser fácil. Tal vez, nos
asusten sus excesos, los acontecimientos extraordinarios, y acabemos por pensar
que es de otra pasta, que no es accesible a nuestra “mediana” capacidad, o como
hicieron algunos, descalificarla por ser “una vida fruto de la imaginación de sus
biógrafos”.

De cara al tercer milenio, los dominicos y dominicas, estamos llamados a vivir un


rol protagónico en nuestra historia; estamos llamados a devolver a la palabra el
contenido que ha perdido; a predicar la verdad sin componendas y con toda su
belleza, en una cultura dominada por la mentira; estamos urgidos a amar a la
Iglesia como a nuestra madre y a vivir con pasión de hijos nuestra pertenencia
-desde la verdad- a ella; estamos obligados a hablar del Evangelio con la novedad y
con la garra, con la que resonó en la Galilea de Jesús de Nazaret: con lo que tenía
de profético, de audaz, de desestabilizante, pero sobre todo con todo lo que tenía
de pasión por salvar hombres y mujeres, por hacerlos plenos con su plenitud, por
hacerlos felices a la medida y al modo de Dios.

De Catalina, como de Domingo, sabemos mucho sobre su oración: Clave y


secreto de sus vida “cristo-activas”[3], de su irradiación divina. Por eso, al
preguntarnos hoy por Catalina, al preguntarnos hoy por Domingo, tal vez, lo mejor
es preguntarles a ellos mismos:

¿Cómo oráis? ¿Cómo oras Catalina? ¿Cómo oras Domingo?

¿Cuál es el secreto de vuestra intimidad con Dios? ¿Qué fuego quema y inflama
vuestras entrañas?

Como los frailes que expiaban a Domingo en sus largas vigilias de oración,
asomémonos a la oración y a la vida de Catalina; a la oración y a la vida de
Domingo, y allí encontraremos el secreto que todos buscamos para nuestras vidas y
para nuestra misión. Si esto hacemos, podremos vivir, lo que alguien ha llamado en
Catalina “La tiranía de la gracia”: Un decir, LO QUIERO, y conseguirlo TODO de Dios

CATERINA DE SIENA 1347 – 1380

CONFERENCIA EN LA FUNDACIÓN JOAN MARAGALL DE BARCELONA

Introducción

El presente ciclo de conferencias está en plena sintonía con el Forum ecuménico de


mujeres de Europa, que en el año 1988 se proponía descubrir y profundizar en la
historia y aportación de las mujeres de nuestro pasado cristiano, con el objetivo de
poner de manifiesto el papel decisivo que muchas de ellas han jugado en el
desarrollo de la fe cristiana, tanto en el seno de la Iglesia como en la vida de la
sociedad a lo largo de los siglos.

Una de estas mujeres relevantes, tanto de la historia de la espiritualidad y la


mística cristiana, como en medio de una iglesia y sociedad convulsionada en pleno
siglo XIV, es sin duda Catalina de Siena, a quien hoy vamos a acercarnos intentando
profundizar en su vida y pensamiento. Su figura resulta particularmente
significativa, en una sociedad en la que la mujer va ocupando el lugar que le
corresponde y teniendo cierto protagonismo, y en una Iglesia, que dice hacer
esfuerzos positivos por reconocer este papel, en el seno de la cual los laicos –
Catalina lo fue- comienzan a jugar un papel decisivo, aunque hay que reconocer
que aún queda un largo camino por recorrer.

Hablar de Catalina de Siena, la virgen de Fontebranda, es hablar de la Iglesia, y esto


no es fácil, porque parece que ésta está en crisis, como lo está también nuestra
sociedad, los gobiernos, las instituciones, la familia, el mundo. Y estar en crisis, no
es malo, es posiblemente un síntoma de que un estilo y un sistema de vida y de
valores, se va desintegrando o va desapareciendo para dar paso a algo nuevo y
diferente; algo muy temido por los más conservadores, desconocido para los
progresistas, pero para unos y otros desafiante. En una situación como la nuestra,
con muchos puntos en común con la de Catalina de Siena, ella tiene mucho que
decirnos.

Hablar de Catalina de Siena –decía-, es hablar de la Iglesia, pero no de cualquier


manera: Es hablar de la Iglesia con pasión; Iglesia a la que amó, por la que vivió y
murió: "Si muero, sabed que muero de pasión por ella"; Iglesia que es, el "Cuerpo
místico de Cristo", o "la Esposa", que nos acoge como madre, pues nos engendra
como al Hijo –Jesús-, pero que también nos duele, porque es parte de nuestra vida.
Hablar de la Iglesia en clave cateriniana, es hablar de una Iglesia que no se
desentiende de los conflictos temporales, porque le preocupa la persona y su plena
realización, pero que está muy lejos de alianzas interesadas y de privilegios
temporales; de contubernios políticos y de tráfico de influencias. A este respecto,
Juan Pablo II, al declararla doctora de la Iglesia recordó que "la joven sienesa entró
con paso seguro y palabras ardientes en el corazón de los problemas eclesiales y
sociales de su época"

Pablo VI, al declararla doctora de la Iglesia, dejará claro que "fue una mujer política,
pero en el sentido espiritual de la palabra, que ella misma explicará rechazando la
acusación de politizante: "Mis paisanos creen que gracias a mí y a las personas que
me rodean se hacen tratados; dicen la verdad, pero no saben de qué se trata, y sin
embargo, aciertan en sus juicios, porque no pretendo ni quiero que los que me
rodean se ocupen si no es de vencer al demonio y arrebatarle el señorío que ha
adquirido sobre el hombre por medio del pecado mortal, en extraer el odio del
corazón del hombre y en pacificarlo con Cristo crucificado y con su prójimo".

Estamos ante la mujer que recibió tres reconocimientos solemnes por parte de la
Iglesia: el Papa Pío II, compatriota suyo, la canonizó en el año el 29 de junio de
1461; Pablo VI la nombró, junto a Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia, título y
reconocimiento otorgado, hasta ese momento -el año 1970-, exclusivamente a
varones; y finalmente, Juan Pablo II, al entrar en el tercer milenio la declaró Patrona
de Europa junto a las santas Brígida de Suecia y Edith Stein-. Todo esto nos está
remitiendo, sin duda, a una gigante de la fe, a una mujer con peso específico
propio.

Estamos ante una mujer analfabeta que a impulsos de su experiencia de Dios se


convirtió en maestra de espiritualidad, en indiscutible guía almas, en consejera de
todo tipo de personas, laicos, nobles, cardenales, obispos, religiosos, y en una
eficaz promotora de la paz. Todo esto bajo el signo de su identificación con
Jesucristo con quien se sabe desposada, y a impulsos de una pasión incandescente
por la Iglesia a la que ama sin mitigaciones ni rebajas, y por la que arde en amores;
ella misma se autodefinirá diciendo "mi naturaleza es fuego", y en virtud de este
fuego, habla, predica, ora, se consume, encarnado la perfección de la vida cristiana
mixta de la que su hermano en la Orden de Predicadores, Santo Tomás había dicho
"es más perfecta la (vida mixta: activa y contemplatiVA) porque es más perfecto
arder e iluminar que solo arder o solo iluminar".

Porque estudiar a Catalina de Siena hoy

El Padre Timothy Radclife, Maestro de la Orden de Predicadores, con motivo de la


proclamación de Catalina como doctora de la Iglesia, dirigió a toda la Orden una
carta en la que pone de relieve la actualidad de su mensaje. Por una parte, -porque
como veremos más adelante- porque "La Europa de Catalina, como nuestro mundo
de hoy, estuvo marcada por la violencia y por un futuro incierto... Había un declive
de vitalidad en la Iglesia y una pérdida de identidad, así como una crisis en la vida
religiosa". Ella no se resignó ante este sufrimiento y división, sino que se lanzó a la
nada fácil tarea de la reforma y pacificación de la Iglesia y la sociedad, y lo hizo
porque "la devoraba la urgencia de llevar a todos el amor y la misericordia de Dios",
y siendo éste el móvil, es también la clave para restaurar hoy, tal vez desde la
refundación, quizás desde la implicación temporal, y seguramente desde las
convicciones evangélicas, la misión de la Iglesia y de los cristianos en una sociedad
post.moderna de continuos e incesantes cambios.

En un mundo que se debate continuamente entre la guerra y la paz, en el que


triunfa, no la justicia, sino la ley del más fuerte, Catalina nos ofrece su pensamiento
que es capaz de promover la auténtica paz. Ella luchó por conseguirla con la
convicción. Su consigna o lema en los momentos turbulentos en los que le tocó
intervenir, fue expresado por ella así:

"Toma pues tus lágrima, tu sudor, y sácalos, tú y los otros siervos míos, de la fuente
de la divina Caridad, y lavad con estas lágrimas la cara de mi esposa. Yo te prometo
que por este medio le será restituida su belleza; no con espada, ni con guerras, ni
con crueldad reconquistará su hermosura, sino con la paz, la humilde y continua
oración, sudores y lágrimas, derramadas con angustioso deseo de mis siervos.

De este modo satisfaré tu deseo de sufrir mucho, extendiendo la luz de vuestra


paciencia en la tiniebla de los hombres perversos del mundo. No temáis porque el
mundo os persiga. Yo estoy con vosotros y en nada os faltará mi providencia".

Si la Iglesia, no se despreocupa más de su imagen y de sus temores, difícilmente


podrá empuñar con eficacia y confianza el arma de la paz y de la oración humilde
que nacen de un corazón y una vida apasionada por la causa de Jesucristo, que
nada tiene que ver con el poder temporal ni con los privilegios, solapados o
descarados.

Catalina nunca sacrificó la verdad o la justicia por una paz fácil o a bajo precio.
Recordó, por ejemplo, a los soberanos de Bolonia, que buscar la paz sin la justicia
era "como poner bálsamo en una llaga que debía ser cauterizada y quemada con
fuego". Catalina se empeña en la tarea de la paz siguiendo los pasos de Cristo, que
hizo la paz entre Dios y los hombres, dando la propia vida, derramando
generosamente su sangre. El pacificador, -Catalina lo sabe y lo repite- compartirá el
mismo destino que Cristo, sufrirá el rechazo y la persecución, porque el pacificador
es "otro Cristo crucificado". Ante un mundo amenazado por la violencia y la
intolerancia étnica, religiosa, tribal, etc., Catalina se nos estimula a tener el coraje
de asumir el papel de pacificadores, aunque esto traiga consigo la persecución y el
rechazo.
Ella supo ponerse a la altura de las circunstancias, como laica y como mujer,
desempeñando un papel significativo en la sociedad y en la Iglesia. Ganándose la
confianza y el corazón de muchos, que no tardaron en acogerse a su maternidad,
formó un ingente grupo de discípulos, que encontraban en ella, perfectamente
armonizado la ternura de lo femenino, la intuición de las necesidades de las
personas, propias del corazón materno, y la firmeza y radicalidad de la mujer de fe.
La llamaban la "mamma", porque ella lograba engendrar hijos para la VIDA, desde
el manantial de la fe que brota generosa del costado de Cristo.

Mujer: Doctora de la Iglesia y co-patrona de Europa

Estamos sin duda en la hora de la mujer. Así quiso indicarlo Juan Pablo II al
proclamar a Catalina de Siena junto a Brígida de Suecia y Edith Stein, patronas de
Europa; indicando, al comienzo de la Asamblea especial para Europa del Sínodo de
los Obispos y a las puertas del año 2000, que así como Europa gozaba de la
protección de tres patronos –varones- que vivieron durante el primer milenio
Cristiano – San Benito de Nursia, San Cirilo y San Metodio-, él quería, con esta
proclamación solemne integrar al grupo de los santos patronos tres figuras
emblemáticas de momentos cruciales del segundo milenio que concluía: "...Tres
grandes santas, tres mujeres que, en diversas épocas se han destacado por el amor
generoso a la Iglesia de Cristo y por el testimonio dado de su cruz.

Naturalmente, el panorama de la santidad es tan variado y rico que la elección de


nuevos patrones celestes podría haberse orientado hacia otras dignísimas figuras
que cada época y región pueden ofrecer. No obstante considero particularmente
significativa la opción por esta santidad de rostro femenino en el cuadro de la
tendencia providencial que, en la Iglesia y en la sociedad de nuestro tiempo, se ha
venido afirmando con un reconocimiento cada vez más claro de la dignidad y de la
riqueza propias de la mujer."

A renglón seguido Juan Pablo II explica que "...su santidad se expresó en


circunstancias históricas y en el contexto de ámbitos « geográficos » que las hacen
particularmente significativas para el Continente europeo".

Pablo VI, en el año 1970, proclamó a Catalina, doctora de la Iglesia, haciendo


justicia a su figura de gigante de la fe y a su irradiación misteriosa. Ella formó una
familia espiritual a la que orientó y enriqueció con su doctrina y consejo; pero su
influencia y valía fue, a su muerte, expandiéndose rápidamente. Sus obras corrieron
de mano en mano por toda Europa, cruzando más tarde el océano. Su figura inspiró
con el tiempo la fundación de algunos monasterios y congregaciones y Conventos
de la Orden de Predicadores, que la quisieron tener, además, como patrona.

Llegó a ser en el seno de la Orden de Santo Domingo, la encarnación femenina de


su proyecto evangélico, de modo que se ha convertido para sus hermanos y
hermanas en un referente indiscutible a lo largo de los siglos. El mismo Papa, indicó
que el valor de su doctrina residía, más que en su valor apologético, propio de la
obra de las grandes lumbreras de la Iglesia antigua de Oriente y occidente, y que
en las especulaciones propias de la teología sistemática que ha inmortalizado a los
teólogos del medioevo eclesiástico, en su sabiduría infusa y en su asimilación vital
de las verdades divinas que resplandecen en sus escritos, como una expresión
carismática del don de consejo, de las palabras de sabiduría y de ciencia.

Su doctrina a cerca de la Iglesia, es la que le ha merecido el título de doctora,


porque, a través de un rico simbolismo y de un lenguaje audaz "y atrevido",
devuelve a la eclesiología la dimensión más entrañable y vital. Las imágenes son el
vehículo por el que ella, de alguna manera, intenta explicar lo que se le ha dado a
gustar y conocer; así, la Iglesia es para Catalina: "Un cuerpo cuya cabeza es Cristo";
"el fruto de la cruz"; "el Cuerpo místico de Cristo"; "La esposa de Cristo"; "una
botica y una bodega"; "la viña"; "un jardín"; "la nave de Pedro"; "la madre de
nuestra fe", y un largo etc.

Fuentes para su conocimiento

Sus escritos

Catalina tiene un lugar privilegiado entre los más grandes escritores, la potencia de
su poesía no envidia nada a la genialidad de los poetas de mayor renombre. Su
producción literaria le sitúa "en un puesto de honor entre los escritores del Trecento
italiano, o sea, el siglo que produjo los astros mayores de la literatura italiana"; y
esto, a pesar de que era lo que hoy llamaríamos analfabeta o iletrada.. El beato
Raimundo, nos dirá, que su doctrina es, tal vez, lo más admirable de su vida, y el P.
Royo Marín que "Su doctrina mística representa uno de los hitos más importantes
en la historia de la espiritualidad de todos los tiempos".

Sus cartas atestiguan un conocimiento profundo de los Evangelios así como de las
Cartas de San Pablo, con quien muchos autores la han comparado. Su lectura
preferida era el breviario, pues éste la introducía en dulces coloquios con su esposo.

Todos sus historiadores coinciden en afirmar que no sabía leer ni escribir, pero que
como mujer inteligente y práctica dictaba a dos o tres secretarios, que eran
discípulos de su entera confianza, aquello que deseaba plasmar. Se ha dicho
también, que a menudo dictaba estando en éxtasis, afirmación que ha dado lugar a
muchas polémicas, que no es el caso analizar. Pero sea como sea, lo importante es
que su obra ha llegado hasta nosotros, y que sus escritos son la base de que su
nombre figure entre los doctores de la Iglesia.

Sus biógrafos de primera hora dirán que: "Una de sus hermanas, tal vez Alessia
Saracini (perteneciente a una noble familia, y por tanto instruida), le procuró un
alfabeto, y la joven de edad de veinte años, se dedicó a aprender las letras en la
soledad de su celda.

Los progresos eran lentos, y después de varias semanas de esfuerzos, le pareció


que nada adelantaba, entonces se dirigió a Jesús en su oración: "-Si te agrada,
Señor, que pueda leer el oficio y cantar tus alabanzas en la Iglesia, ven en mi
auxilio. Pero si no es esta tu voluntad, seguiré de buena gana en mi actual
ignorancia". Desde ese momento Catalina llegó a leer corrientemente. A veces, sin
embargo, adivinaba más que leía, porque como afirma Raimundo, cuando se le
rogaba que deletrease era incapaz de hacerlo porque apenas conocía las letras.
Esta observación revela la naturaleza de la ciencia de Catalina, puramente intuitiva
y de ningún modo razonada."
Ciertamente, a pesar de no haber recibido una formación académica, supo plasmar
en sus escritos una teología de gran valor, elaborada, fundamentalmente en el
diálogo interior que sostiene con el Maestro. Ella transmite también, sin duda, lo
que ha asimilado en su ambiente familiar y social. El Padre Huerga, -estudioso de la
santa- dijo que se trata de una cultura no masticada en los libros sino sorbida en el
ambiente de formación de la espiritualidad de cuño dominicano, enriquecida más
tarde con en su cenáculo o familia cateriniana, al que pertenecían laicos, religiosos,
hombres y mujeres de diversas condiciones, pero la mayoría eran personas muy
cultas.

Y el Padre Morta, afirmará: "Creemos científicamente ortodoxa la opinión de los que


creen que, además de sus experiencias místicas y comunicaciones extraordinarias
de Dios, aportaron elementos al caudal de su doctrina la formación recibida de los
PP.Dominicos, directores espirituales suyos; su propia reflexión sobre lo aprendido
por uno u otro medio, y la iluminación interior que acompañó siempre su hábito de
rumiar y asimilar cuanto recibía su espíritu en orden a la vida espiritual."

El Diálogo

No es un libro más en su vida: Es el libro de su vida. Allí queda plasmada ella tal
como es; en sus páginas se da del todo, se desborda. Por amor a Dios, y por el
deseo de comunicar lo que vive, se resiste a sepultar en el silencio de su tumba
cuanto Dios, la Divina Providencia, le da a gustar y le hace comprender y por eso
dicta

Catalina, sumida en la amargura por los males que agobian a la Iglesia, se abisma
en la contemplación de la Misericordia y de la Providencia y se desborda en las
páginas de este libro incomparable, que la contiene y resume a toda ella,
expresando tanto su angustia como su confianza.

Las páginas vivas, palpitantes, del Diálogo contienen el grito inenarrable que
compendia toda su existencia y misión, dirigido a Dios: "Por tu gloria, Señor, salva
al mundo". Escribió en él no lo que sabia, sino lo que vivía, lo que era, recogiendo
una serie de experiencias místicas que se habrían perdido definitivamente para
nosotros si, de modo providencial, no hubieran encontrado el eco cálido en las
páginas del Diálogo. Con la misma fuerza captamos en ellas la respuesta divina en
una promesa de misericordia sobre el hombre y la Santa Iglesia y en la enseñanza
de los caminos por los que el hombre hallará su salvación.

Según los últimos estudios, la obra fue compuesta entre diciembre de 1377 y los
últimos meses de 1378, y no fue dictado de un tirón, sino mediante sucesivas
reelaboraciones. En la nota preliminar del Diálogo vemos a un alma angustiada por
el deseo vehemente de la gloria de Dios y la salvación de las almas.

El libro del Diálogo consta de un Proemio, ocho grande apartados y una conclusión:

- Proemio (1-2)

- La Doctrina de la Perfección (3-13)

- Un diálogo en torno a las tres preguntas de Catalina (14-25)


- La doctrina del Puente (26-87)

- La Doctrina de las lágrimas (88-97)

- La Doctrina de la Verdad (98-109)

- El Cuerpo Místico de la Iglesia (110-134)

- La Providencia Divina (135-153)

- La obediencia (154-165)

- Conclusión (166-167)

Las Cartas

Nos han llegado 381 cartas en 55 códices, sólo 7 de éstas se consideran originales,
en el sentido de haber sido dictadas directamente por Catalina a sus discípulos. El
resto pertenecen a la colección recopilada por sus amanuenses después de su
muerte.

Los destinatarios de las mismas son muy variados: desde Papas y reyes, hasta
gentes muy sencillas. En ellas aborda una amplia gama de temas que nos permiten
conocer la riqueza de su fe y de su capacidad para aconsejar con palabras de
sabiduría. El denominador común en su correspondencia es:

- Su Amor ardiente Jesucristo.

- Su pasión por la Iglesia.

- Su ardor incansable por atraer a los hombres a Dios.

- La denuncia de los fallos, con la exigencia tierna y firme de vivir según el designio
de Dios y la dignidad de la vocación a la que se está llamado.

Al copiar las cartas se suprimieron algunos fragmentos personales, pero esas


variaciones carecen de importancia, constituyendo todas ellas un documento de
gran valor espiritual y de gran actualidad.

La imagen que de sus cartas emerge, es mucho más real que la que nos
trasmitieron sus biógrafos, y es sin duda más simpática y viva. En ellas queda en
evidencia su amor maternal, su psicología femenina y su capacidad de sufrimiento
y de empatía con las personas.

Básicamente la estructura de las mismas es la siguiente:

a).Un saludo Cristiano: Invocación a Cristo crucificado y a la dulce María.

b).Un saludo social: Saludo más o menos afectuoso al destinatario.


c). Motivo o tema: Enunciado del contenido principal.

d). Aspecto o aspectos de la vida cristiana: Cuerpo doctrinal de la carta.

e). Motivo por el que escribe: La aplicación práctica.

f). Conclusión de la parte doctrinal: "No digo más..."

g). No siempre hay otro apartado para: Saludos, recomendaciones, recados.

- Algunas veces en esta parte aparece el motivo de su misiva-.

h). Despedida cristiana: "Permaneced en el santo y dulce amor de Dios".

i). Posdata: No siempre las hay, pero algunas cartas tienen hasta tres.

Hay que reconocer la dificultad que ofrece para la mentalidad actual, la lectura de
sus cartas; dificultad que queda superada una vez familiarizados con su estilo y
lenguaje.

Oraciones

Nos han llegado 26 oraciones pronunciadas por Catalina en los dos últimos años de
su vida. Todas ellas reflejan la agudeza de su vivencia interior y la solidez de su
reflexión teológica y vida teologal.

Raimundo de Capua, discípulo y director de la Santa

Sin duda, Catalina de Siena, huiría de la biografía que le escribió su discípulo y


director, Fr. Raimundo de Capua, cuyo objetivo era, dar una visión de conjunto de
su santidad y contrarrestar las acusaciones que se siguieron a su figura en los años
posteriores a su muerte (se la acusó de bruja, de charlatana, de prostituta , etc)

Sin duda, el primer biógrafo, como los hagiógrafos medievales, cae en el panegírico
apologético de su amada "mamma", intentando por todos los medios dejar en
evidencia su ejemplaridad y santidad precoz. Estilo y datos que más bien repugnan
a la mentalidad contemporánea, que buscan acercarse a la figura de os santos,
deseosos de descubrir su proceso de maduración y santificación que les hace más
cercanos e imitables.

A pesar "de la pesada y fastidiosa relación de milagros" –escribe el crítico Fawtier-,


el testimonio de Raimundo, junto al de su otro discípulo y biógrafo, Caffarini,
complementado por la Catalina que emerge de las Cartas y del libro del Diálogo, es
ilustrativo y valioso. En su conjunto, los escritos propios de la santa, como los de
sus entusiastas discípulos, han contribuido positivamente a la investigación crítica e
histórica, hasta dar con la Catalina de Siena, que hoy se nos ofrece como mujer
creyente, cercana e imitable.
Semblanza

Esbozo biográfico

Pero, ¿quién fue Catalina de Siena? Catalina nació en el año 1347, el 25 de marzo,
día de la Anunciación de la Virgen, que ese año, coincidía con el Domingo de
Ramos, en una casa de la calle de los Tintoreros, en el barrio de Fontebranda. Sus
padres Jacobo Benincasa, tintorero de pieles, hombre devoto, de quien heredó la
piedad sincera y la dulzura, y de Lapa Piacenti, de la que heredó la energía y el
tesón, aunque hay que reconocer que de manera más virtuosa. Matrimonio honrado
que vivía holgadamente.

Catalina junto a su gemela Giovanna, que murió poco después, es la vigésima


cuarta hija de los veinticinco hijos que tuvieron sus padres. Su madre pudo criarla
personalmente, cosa que no pudo hacer con los otros hijos a causa de sus
frecuentes partos. Esto, en cierta manera la vinculó más a su hija, queriendo ejercer
en su hija una influencia excesiva.

Coinciden sus biógrafos en destacar que era una niña alegre y bulliciosa, y en que
su encanto le hacía ser el centro del cariño del círculo familiar y de las amistades.
Entre el año 1353-1354, cuando contaba con cinco o seis años, hay un hecho
significativo en su vida, lo que la teología moderna llama "la experiencia fundante."
Tiene una visión de Jesucristo, y poco después hace su voto de virginidad. Pero
sobre esto volveremos.

A partir de entonces y hasta los 15 años lleva una vida de oración intensa y de
sacrificios. Esto precedido por la lucha familiar por encontrarle marido y su
resistencia.

Un año más tarde ingresa como Mantellate, o Hermanas de la Penitencia de Santo


Domingo. Estos años se caracterizan por una intensa vida espiritual, en la que se
afianza su relación con Jesucristo, y su fe se ve acrisolada por las sutiles
tentaciones.

Sufre difamaciones y calumnias. Se va creando su familia espiritual: Se convierte en


consejera de religiosos y nobles, laicos y gente de toda condición.

A la edad de 20 años, tiene la experiencia del desposorio místico con Jesucristo, que
la confirma en su fidelidad. Tres años más tarde, cree haber muerto, y despierta
con la claridad de los nuevos senderos que le manifestó Dios: Su espíritu
experimenta una imperiosa sed de la gloria de Dios y se acrisola su amor a la
Iglesia. En esta etapa de madurez, 1371-1372, comienza su actividad política
debiendo salir a la luz pública.

Ante su fama creciente, el Capítulo de la Orden de Predicadores reunido en


Florencia, la llama para examinarla, y se le asigna como director a Raimundo de
Capua, dominico que llegaría a ser Maestro de la Orden y discípulo de la santa.
Regresa a Siena –1374- y se dedica en cuerpo y alma a la atención a los enfermos a
causa de la Peste Negra. Hasta su muerte será embajadora de la paz entre las
ciudades italianas entre sí, y de éstas con el Papa. Intercedió para que éste
regresara a Roma.

El 29 de abril de 1380, muere en Roma, ofreciendo su vida por la Iglesia que está
dividida por el Cisma de Occidente.

Itinerario y rasgos de su espiritualidad

En las diferentes etapas de su vida se constata un proceso de maduración


espiritual, en el que su experiencia de Dios, y su misión en medio del mundo
adquiere unos rasgos y un itinerario hacia su identificación plena con Jesucristo muy
característicos.

La experiencia fundante que vivió a los seis años fue el punto de partida de un
proceso imparable hacia las cumbres de la santidad. Cuando regresaba junto a su
hermano Esteban de casa de su hermana Buenaventura que vivía en el otro lado de
la Ciudad. "De repente Catalina levantó los ojos y pudo percibir, al otro lado del
Valle, por encima de la Iglesia de los Dominicos, la imagen de Jesucristo -que le
bendecía-, vestido de pontifical y acompañado por los apóstoles Pedro y Pablo y por
San Juan Evangelista."

No es este el lugar para analizar el hecho y cómo pudo ocurrir. Evidentemente, hoy
ni por asomo nos figuraríamos a Nuestro Señor vestido de pontifical y en medio de
gran majestad. Pero hay que decir, en este caso y en los muchos otros que van
jalonando su vida, que Dios siempre supo adaptarse a la psicología y mentalidad de
la época, haciéndose cercano y entendible para aquellos a los que dignó visitar o
revelar extraordinariamente. Si en aquel momento la imagen del Señor era
majestuoso y real, lógicamente esa era la forma de visualizarlo en la oración, el
pensamiento, los escritos.

Más allá de los hechos externos, que Catalina se negó a relatar a su hermano, que
no vio nada, lo cierto es que esta experiencia dejó en su alma y en la totalidad de
su vida, la huella profunda del paso de Dios, siendo el comienzo de un camino de
continua transformación en el que la atracción irresistible de Jesucristo configuró
definitivamente su santificación. Todo había cambiado en su vida, y a partir de este
momento la pequeña, movida, sin duda por una inexpresable sed de Dios, comenzó
a procurar la soledad, con el deseo de imitar a los Padres del desierto a los que
conocía por las narraciones e historias que de ellos le había relatado Tomasso Della
Fonte, más tarde dominico y primer confesor de nuestra Santa.

Tomó la decisión de hacer vida eremítica, primero ocultándose en los rincones, y


después, manifestando su naturaleza dominante, imponiendo a las demás niñas
que con ella jugaban determinadas oraciones. Pronto se cansó de este juego ya que
su corazón aspiraba a la realidad y a la entrega absoluta, y no a la ilusión y a la
fantasía.

Un día, huyó de su casa queriendo ir al desierto para concretar definitivamente su


deseo de soledad. Pero, como es lógico, al llegar la noche, sintió temor al verse
sola, pensó en sus padres, en que las puertas de la ciudad estarían cerradas y -nos
dicen sus biógrafos- milagrosamente pudo regresar sin que nadie se hubiera
percatado del hecho. Estos acontecimientos son reveladores de la misteriosa acción
y atracción de la gracia en su vida.

A los 7 años formuló expresamente al Señor su voto de virginidad, prometiendo


ante una imagen de la Madona, en la casa de su padre, que no tendría otro esposo
que a Jesús, su Hijo. El beato Raimundo nos transcribe la oración que en esta
ocasión hizo:

"¡Oh beatísima y Santísima Virgen!,que fuiste la primera entre todas las mujeres en
consagrar con voto perpetuo tu virginidad a Dios, y por esto te concedió ser Madre
de su Unigénito Hijo. Pido a tu inefable piedad que, no teniendo en cuenta mis
pecados y defectos, te dignes concederme gracia tan grande y me des por Esposo
al que deseo con toda mi alma: el sacratísimo Hijo único de Dios, mi Señor
Jesucristo"

Estamos en la primera etapa de su vida dedicada totalmente a la oración y a la


penitencia, ambas motivadas por un creciente amor a Jesucristo y por una legítima
pasión por la salvación de las almas."

Ahora, todo sería distinto: El altísimo la había cubierto con su sombra y había
hablado a su corazón de niña. Su proceso de santificación fue muy de prisa y estuvo
acompañado de no pocas gracias y carismas, a los que supo responder con una
exigente vida de oración, recogimiento y mortificación. Pero no le fue fácil. La
cándida idea de cortarse el cabello y hacerse pasar por chico para ser admitida en
el convento, revela, algo de lo que pasaba ya por su mente infantil con deseos
inexplicables de radicalidad. "De pequeña, quería ser fraile dominico, tuvo que
conformarse con ser Mantellata".

Su opción le acarrearía problemas: sus ayunos -comía sólo legumbres-, sus


extremadas penitencias y sus largas oraciones, trajeron consigo las reprimendas de
su madre. Tuvo que mantener ante ella una entereza y una dulzura, nada fácil de
combinar, para ser fiel a sus propósitos.

Entonces, y en Italia, a los doce años, una joven tenía que comenzar a preocuparse
por su porvenir. Su madre, que ya había casado a dos hijas, pensaba ya buscar
matrimonio para su hija Catalina. Hasta los quince años ella resistió con entereza la
presión familiar, y aunque jamás desistió de su compromiso con Jesucristo, sí tuvo
una época en la que su fervor decayó.

Por estas fecha, su hermana Buenaventura consiguió que se tiñera el cabello y que
realzara su belleza natural con vestidos apropiados para ello y con maquillajes en
su rostro. Pero al poco tiempo, en agosto de 1362, su hermana murió de parto, y
junto al cadáver de su hermana, Catalina experimenta, lo que ella llamará su
conversión, su vuelta a Dios, tomando la determinación de entregarse sin reservas
y para siempre a Dios. Tenía quince años.

La lucha familiar se desata en su contra, y la joven decide cortarse el cabello a


rape, reafirmando de este modo su opción. Su familia la confinó a las tareas
domésticas de la casa, no dejándole tiempo ni respiro. Lejos de turbar su ánimo,
ella decide asumir todo como un servicio a Jesucristo y a los apóstoles, y es cuando
comienza a forjarse en su interior la vivencia de la celda interior, donde se daba cita
con Dios en su corazón. Al no tener un espacio físico para ella, pero persistiendo la
atracción hacia la intimidad con Dios, ella descubrió esta misteriosa celda en el
fondo de su corazón.

A los 16 años, 1363, vence su natural timidez y habla claramente con su padre. Éste
ordena que se la respete y que se deje de tratarla como "la criada" de la casa,
actitud que habían tomado para hacerla desistir de su idea de desposarse con el
Señor, y que lejos de quitársela, la afianza. Decide hacerse Mantellate, -la tercera
orden- teniendo que superar diversos obstáculos para ser admitida: Se suceden
difamaciones, actitudes escépticas por parte de los frailes y de celos por otras
mantellates.

También es el tiempo en el que, entre el dolor y la oración continua, el sufrimiento y


su adentramiento en Dios, se va gestando su maternidad espiritual, y comienza a
nacer la familia de sus seguidores, hombres y mujeres, seglares y frailes van a
consultarla.

A los 20 años se ubican sus desposorios místicos con Jesús, y a partir de entonces,
tiene que dejar su vida de retiro y soledad, para darse a una actividad apostólica
inaudita: para sus fuerzas, para su condición de mujer y para el momento que
atravesaba la sociedad y la Iglesia. Aunque de momento temió que sus actividades
menoscabasen su intimidad con Dios, comprendió que había aprendido a vivir en lo
que ella llama la "celda interior del adentramiento en Dios y de su propio
conocimiento" Su actividad sería la proyección de su contemplación.

Empieza a darse a los más pobres y abandonados. Enfermos contagiosos y


repugnantes que nadie cuida. La intimidad con Jesús la conduce allí donde el rostro
de Cristo se muestra con claridad en medio de la miseria y del abandono. Empieza
a revelarse como una maestra espiritual de primer orden. Tenía una especial
capacidad de leer el interior de las personas e ir a la raíz de los problemas.

La contemplación de Cristo como Verbo Encarnado que derramó su sangre en la


cruz para la salvación del mundo, la comprensión espiritual del misterio trinitario de
Dios y la conciencia del amor de Dios y del pecado humano que hería ese amor
marcarán toda su vida interior. Ella quiere ser como Cristo.

Entre 1370-72, comienza la vida política. Comienza su relación personal y epistolar


con grandes personalidades del gobierno y de la Iglesia. Y da los primeros pasos
promoviendo la cruzada para recuperar, de manos de los infieles, el Santo Sepulcro.

El 1374, es llamada por el Capítulo General de Florencia para ser examinada, y se le


señala como director a Raimundo de Capua, asunto que ella considera una gracia
de la Virgen.

En 1376 intercede ante el Papa Gregorio XI para que regrese a Roma. Trabaja
incansablemente por la unidad de la Iglesia, que no logra ver, ya que en 1378 tiene
lugar el cisma de occidente. Durante este período, su amor a la Iglesia se va
acrisolando, hasta que el 29 de abril de 1380 muere en Roma, ofreciendo su vida
por esta "Esposa amada".
La verificación de su espiritualidad, como auténticamente cristiana, se verifica en el
compromiso que genera en ella la vivencia de su fe. Se da en ella el doble
movimiento verificador de la vida en Dios: Experiencia de Dios, entrada en la celda
interior, y envío a la misión. Que ella, en su doctrina expresará como el itinerario
que sigue a la conversión inicial:

Tras el descubrimiento realizado en la propia interioridad la persona se enfrenta


ante una encrucijada: La constatación de la propia finitud puede llevar a la persona,
o bien a instalarse en ella con resignación o rebeldía; o por el contrario, a abrirse
con confianza a Dios que habita en lo profundo del ser. Quien opta por éste último
camino acoge el amor creador de Dios y reorienta toda su existencia hasta alcanzar
la transformación interior. Este itinerario hacia la vida en Dios, es expresado por
Catalina poniendo en boca de Dios las etapas que se suceden en este proceso:

"La persona viendo, conoce; conociendo ama; y amando gusta de Mí Sumo y eterno
Bien; y gustando, sacia y llena su voluntad; es decir, el deseo que tiene de verme y
conocerme: Deseando, tiene y teniendo, desea".

Este proceso explica, que el camino de Catalina que comenzó con una "visión",
acabara en amor consumado y oblativo, por la Iglesia y la humanidad: Por su
Esposo Jesucristo y su gloria.

Contexto histórico-cultural

- La sociedad y la Iglesia

A grandes rasgos, podemos decir que la situación que la rodeaba era la siguiente:

Socialmente y eclesiásticamente se sufría la consecuencia de la peste Negra (1347-


1452), también llamada peste Bubónica que diezmó al continente europeo, de
hecho el saldo de muertes rondó un tercio de la población. La Provincia dominicana
de Lombardía, prácticamente desapareció, al igual que una gran cantidad de
conventos. Éstos, en situación muy precaria, comenzaron a acoger vocaciones, y
puesto que unos estaban muy débiles a causa de la enfermedad, y los que venían,
buscaban más bien un recurso para "vivir", sobrevino una gran decadencia a la vida
religiosa que se hizo extensiva a la Iglesia en general.

Políticamente, Italia, era un mosaico de pequeñas repúblicas en la que se


multiplicaban las luchas intestinas y el enfrentamiento con el Papa. Es el tiempo del
traslado de los Papas de Roma a Aviñón, (1305-1378) conocido como el tiempo del
exilio Babilónico, y en cuyo retorno a Roma Catalina tuvo que ver. La Iglesia sufre la
lacra del poder temporal de los papas llevado a extremos, relajación de las órdenes
religiosas, que suscitan fanatismos por una parte, y por otra, errores funestos. Se
constata también, la corrupción del clero alto y bajo, regular y secular.

Es el siglo del gran Cisma de Occidente ocurrido a la muerte de Gregorio XI: Los
franceses presionaron para que el sucesor regresase a Aviñón, cuyo abandono era
considerado por la Monarquía francesa transitorio. Pero la presión romana fue
mucho mayor: Para impedir dicho retorno del Papa a Aviñón, presionó
violentamente para que el nuevo Papa fuera romano o al menos italiano. Hubo
violencia contra algunos cardenales, presiones por parte de las autoridades, y
veladas amenazas. Recordando estos acontecimientos los cardenales, ya fuera de
la Ciudad eterna, y después de haber elegido a Urbano VI –que resultó ser muy
tirano, según decían ellos mismos-, negaron la validez de dicha elección por haber
obrado bajo presión. El elegido es un napolitano que había regresado de Aviñón con
su predecesor, y había sido nombrado obispo de Bari. Éste gozaba de prestigio y
estaba bien relacionado con los cardenales, pero después de la elección, les echó
en cara el lujo en que vivían, cosa que les molestó; movidos por su descontento,
comenzaron a pensar y manifestar que se había producido un error. A los tres
meses, Junio 1378, en Agnani, los cardenales –excepto los cardenales italianos-
hacen pública sus dudas de legitimidad de la elección. Un mes más tarde, todos los
cardenales, a excepción del anciano Tebaldeschi, que fallece en esos días,
abandonan al Papa Urbano VI, proceden a realizar una nueva elección, con el apoyo
de Carlos V de Francia.

Eligen a Roberto de Ginebra, que adopta el nombre de Clemente VII.

Tras diversos proyectos de solución se intentó llegar a un acuerdo, y en el Concilio


de Pisa, en 1409, se elige a Alejandro V como Papa. El problema se había agravado
por lo que en 1914, en el Concilio de Constanza, son depuestos los tres pontífices y
es elegido Martín V lo que supuso la extinción del cisma. Catalina ya había muerto,
no sin antes haber presagiado la gravedad e inminencia del cisma.

Antes de esta división profunda se suceden sus embajadas a favor de la paz y la


unidad de la Iglesia y de ésta con los Estados.

Ante la grave crisis que vive la Iglesia, ella comprende, que todo tiene su solución
en una inundación de santidad. Con este ánimo trabaja por defender a Urbano VI,
que ella considera el verdadero Papa, pero lo hace, sobre todo con una vivencia
muy profunda de la realidad de la Iglesia de Cristo, "con fiebre" por sembrar la
virtud, y con energía llamando a la conversión, exhortando a sus discípulos, a
cardenales y al mismo Papa. Se siente aplastada por el peso de la Iglesia, y en
1380, dicta su testamento en el que estimula y conforta a sus discípulos. Muere el
29 de abril de este año.

- Su influencia como consejera y mediadora

La compleja realidad del siglo XIV, y la agitación política, social y eclesial con el
denominador común de carencia de valores desinteresados, y la ausencia total de
líderes, a lo que se suma una crítica histórica que no acaba de encontrar puntos
definitivos de encuentro, hacen difícil una valoración justa de la influencia
determinante o no de Catalina, tanto en lo concerniente al Papado, como a los
conflictos políticos en los que intervino. Lo que no se le puede negar es su
convicción nacida de una fe comprometida y de la experiencia de Dios que busca el
bien y salvación de sus criaturas, que la hizo denunciar con valentía y coraje la
corrupción, la mentira y el fraude, allí donde se encontrara, sin importar demasiado
si la verdad tenía que ser gritada a prelados, religiosos, laicos, nobles , condenados
o al mismo Papa.

A nivel espiritual, es indudable su acierto, y es posible, con la historia como testigo,


definir claramente su influjo positivo en pro de la santidad que imprimió en el alma
de aquellos que, atraídos por su fama de santidad y sabiduría supieron acogerse a
su maternidad espiritual o beneficiarse de su consejo y sabiduría. Igualmente
ejerció un gran influjo en personas de gobierno, que al margen de encomiendas
oficiales, le pedían su consejo.

Entrar en el corazón de los conflictos políticos y sociales y analizar su real


incidencia, daría pie para interminables debates. Sin embargo, y a título ilustrativo,
vale la pena citar su encomienda por parte de los Florentinos para hacer la paz con
el Papa Gregorio XI con el fin de que éste pusiera fin al entredicho a que se
encontraba sometida la ciudad de Florencia y sus habitantes.

Ella se explica en su toscano materno, y Raimundo traduce. Habla al Papa del olivo
y de la cruz, y de la paz que él, montado en el pollino, como Jesús, debía llevar por
la dulzura y no por la espada. Si la paz no se logró entre Florencia y la Santa Sede,
la culpa fue de la República, porque los Florentinos que habían enviado a Catalina
delante, le habían asegurado que llegarían unos embajadores para sellar esa paz;
pero éstos no llegaban. El Papa aseguró a Catalina que estaba dispuesto a recibir a
esos embajadores como a hijos, pero le hizo notar que los florentinos se estaban
burlando del Papa y de ella.

Finalmente llegaron los embajadores, pero no aceptaron la mediación de Catalina,


por lo que Catalina se empeñó en ganar otra batalla: Que el Papa regresara a
Aviñón. Jörgensen relata este episodio de la siguiente manera: "Sin la menor
timidez habló con el Papa de los pecados que se cometían en la corte pontificia, y lo
hizo con tanta franqueza que Raimundo manifestó cierto temor. Después, como
Gregorio vacilase, ella utilizó su facultad de leer en las almas, recordándole la
promesa que hiciera a Dios, cuando aún era Cardenal, de restituir la Silla de Pedro a
Roma".

El Papa regresó en 1376, y dos años más tarde moriría. En Aviñón Catalina constata
los pecados de la Corte, y recoge material que nutrirá terribles capítulos de su
Diálogo.

Doctrina y su lenguaje:
Claves de interpretación

A primera vista puede resultar un tanto difícil entender el lenguaje de Catalina,


como lo es la consideración de tantos fenómenos místicos. Pero, una vez que se ha
entrado en su dinámica, y que se ha logrado la familiaridad con su personalidad
incandescente, fácilmente se descubre, detrás de la elocuencia de sus palabras, su
capacidad para presentar un modo ordinario y normal de conocer a Dios basado en
su propia experiencia mística. Ella sabe captar lo que las personas viven, y desde
esta vivencia las orienta a progresar en la vida cristiana. Esta capacidad "femenina"
la hace capaz de acompañar en su caminar en la fe a cuantos se acercan hoy a ella
a través de su vida y doctrina. Sus planteamientos y orientaciones son igualmente
válidos y cercanos para nosotros hoy.

Indicamos cuatro elementos que maneja constantemente, que la definen, y que nos
permiten entender su doctrina.

La doctrina de la Celda Interior


Hay una invitación apremiante, por parte de Catalina, al orientar al creyente, a
"adentrarse en la celda interior", en la interioridad y profundidad de nuestro ser.
Sólo allí somos conscientes de lo que somos y vivimos, y somos capaces de
reconocer los sentimientos, ideas y emociones que nos habitan. Allí comprendemos:
Quiénes somos, quién es Dios, y quién es el prójimo para el creyente.

Es el pilar básico de su espiritualidad y el requisito primordial para encontrarnos con


Dios. De esta celda no es posible salir, ni siquiera por los reclamos del exterior, ella
lo experimentó y descubrió en sus años de persecución familiar. De ahí la
importancia de saber que nuestra libertad nos hace ser dueños de nosotros
mismos, a pesar de las dificultades externas.

Cuando el alma se aposenta allí, se habitúa al silencio y en él entiende, conoce y


gusta la bondad de Dios, pues allí se da el encuentro con Él.

Catalina no habla sólo de la Celda interior, sino de la Celda interior de conocimiento


de sí y de Dios.

El conocimiento de sí y de Dios

Catalina descubre, que al estar aposentados en la celda interior, se experimenta


una atracción irresistible hacia Dios, y que allí se inicia un camino de crecimiento
espiritual a partir de la doble experiencia: El conocimiento de sí misma y el
conocimiento de Dios. Para Catalina este doble conocimiento es el fundamento de
toda vida espiritual, el cimiento sólido sobre el que se edifica la ciudad interior.

Esta llamada insistente al doble conocimiento en el que Catalina insiste a tiempo y


a destiempo a lo largo de todos sus escritos, tiene su origen en una experiencia
personal que su director explica así: "...al principio de sus visiones se le había
aparecido Nuestro Señor, durante la oración y le había dicho: `Has de saber hija mía
lo que eres tú y lo que soy Yo. Si aprendes estas dos cosas serás feliz. Tú eres lo
que no es, y Yo soy el que Soy. Si tu alma se penetra de esta verdad, jamás te
engañará el enemigo, triunfarás de todos sus ardiles, nada harás contra mis
mandamientos y adquirirás fácilmente la gracia, la verdad y la paz´.... Y, ¿qué he de
hacer? Piensa en mí, que yo pensaré en ti."

No se trata aquí del conócete a ti mismo socrático que trata de llevar al ser humano
de la contemplación del cosmos a la reflexión de las cosas humanas. Catalina se
sitúa más bien en la órbita de San Agustín bajo cuyo influjo estaba la Orden de
Predicadores y su doctrina, cuando el santo de Hipona dice en sus confesiones:
"Conocedor mío, que yo te conzca como tú me conoces."

Se trata pues de reconocer que somos en virtud de Otro que es el Absoluto, a quien
no nos es lícito suplantar, y que nos da gratuitamente la existencia. Desde esta
experiencia de conocimiento de Dios, es posible descubrir nuestro proyecto de vida,
amar el bien, la bondad y la belleza, desear identificarnos con ella, y por lo mismo,
surge la aversión al mal, al pecado: Nos abrimos al amor, y allí entendemos que
"somos un árbol creado por amor, y no podemos sino amar, vivir abiertos en
relación y comunión con un Tú".

Vivir en la Verdad
Catalina entiende que en la morada interior hay dos celdas: La del conocimiento de
sí y la del conocimiento de la bondad de Dios pero, de hecho, son inseparables.
Catalina advierte del peligro de prescindir de una de ellas, con lo cual correríamos
el riesgo de caer en la desesperación o en la soberbia, porque fuera de Dios
tenemos una visión parcial de lo que somos y podemos sucumbir bajo el peso de
nuestra fragilidad. Por otra parte, el que conoce a Dios, sin conciencia de la propia
fragilidad, puede caer en la presunción. Por lo que la santa concluye: "Es necesario
que una y otra se hagan una misma cosa, y así vendrá la perfección."

En la hondura de nuestro ser se nos revela el amor de Dios y nos vemos impulsados
a rechazar el mal y el pecado que están enraizados en nuestra naturaleza; nos
abrimos al perdón y nuestra debilidad se convierte en camino de encuentro con
Dios que acoge nuestra pobreza y la transforma en apertura incondicional a Él y al
prójimo.

El conocimiento de nosotros y de Dios en verdad, supone reconocerle como origen,


centro y meta de nuestra vida: Su gracia y la virtud de su poder, actúan en la
criatura y llevan a plenitud sus ansias de trascendencia, respetando el ritmo de la
naturaleza humana y la libertad de la persona. Catalina supera toda concepción
dualista que suponga contraponer lo corporal y lo espiritual, lo humano y lo divino,
lo natural y lo sobrenatural; y da pautas claras de integración y de una visión global
de la persona, que toda ella, con su psicología, cultura, realidad física, etc. ha de
encontrar su realización, es decir, vivir en la verdad dando cauce al crecimiento
personal no a costa del espiritual, sino simultánea y estrechamente unida a la vida
del Espíritu.

Pasión por Jesucristo y su Iglesia: Sangre y Fuego

Cuando estamos aposentados en la celda interior enraizados en la verdad del


conocimiento de nosotros mismos y de Dios, se abre ante nosotros un camino de
maduración personal: Descubrimos el amor que Dios nos tiene y sentimos la
urgencia de ser árboles de amor: Es decir, de crecer bien enraizados para dar frutos
sabrosos. Para que esto sea posible, Catalina nos dice que somos injertados en el
árbol de la cruz: "donde Cristo se injertó en la naturaleza humana, dándonos la
savia de la vida divina".

Cristo es el árbol de la vida injertado en la naturaleza humana para demostrarnos el


amor desbordante del Padre. Él unió definitivamente todo lo humano a la riqueza
divina, y por eso, la criatura puede dar sabrosos frutos, porque la savia que circula
por sus venas, tiene el vigor del que es "la Vida".

Pero hay más, Cristo, no sólo asumió la condición humana, sino que su deseo de
reconciliar al hombre con su Padre, le llevó a injertarse en el árbol de la cruz,
haciendo que éste sea el árbol de la vida. Allí Catalina descubre el amor que Él nos
tuvo; entiende que su amor destruye el orgullo humano; le descubre como "Puente"
que une el cielo con la tierra y como renovación de la alianza del Padre.

Seducida por su entrega incondicional, y consciente del valor de su Sangre


derramada por amor, Catalina, ansía identificar todo su ser y su actividad con Jesús,
"se sumerge en su sangre, en la que todo lo lava y purifica", y arde en pasión
porque su sangre bañe toda la tierra, y su fuego todo lo purifique al calor de su
amor incandescente.

La Sangre redentora de Cristo, es para Catalina, la manifestación de su providencia


infinita y el aval de su amor incondicional por su criatura; de ahí que exhorte a:
"embriagarse, lavarse, anegarse, saciarse, vestirse, etc. en la Sangre de Cristo".

En el diálogo, Dios se le revelará como fuego; comprenderá entonces que "su


naturaleza es también fuego", y que ha de amar: "En tu naturaleza, Deidad eterna,
conoceré la mía. Y ¿cuál es mi naturaleza, Amor inestimable? Es fuego, porque tú
no eres otra cosa que fuego de amor. A todas las cosas y criaturas, las hiciste por
amor."

Al recibir la absolución, dice experimentar el calor de la Sangre, y entiende


entonces, que es el fuego el que todo lo purifica, por lo que deduce, que el fuego
que nos purifica está amasado con sangre: El fuego del amor hirió al Cordero de
Dios y le hizo derramar su sangre.

Catalina se identifica con Cristo, se sumerge en su Sangre y arde en la hoguera del


amor, de esta manera su vida no aspira a otra cosa que a ser irradiación de la del
Verbo, deseando ella unirse a su acción redentora y empeñar su vida por la
salvación de la humanidad y la reforma de la Iglesia, la Esposa del Dulce Jesús.

4. Catalina de Siena hoy

El mensaje de Catalina hoy, es de indudable actualidad. No sólo porque la sociedad


y la Iglesia atraviesan una crisis de desmoronamiento y surgimiento de algo nuevo
y diferente, sino porque el hombre de entonces y de ahora tiene, en sus manos y en
su propia vida, la clave para hacer frente a las adversidades, para asumir su
historia, y para llegar a la Felicidad a la que es convocado. De ahí que podamos
enumerar, brevemente algunos ámbitos en los que la doctrina de Catalina recobra
hoy actualidad práctica:

Ante una sociedad y un mundo en crisis

Catalina grita con su vida, que la transformación de las estructuras tiene su origen
en lo profundo del corazón del hombre. Si las iniciativas no nacen de éste, y éste
purificado del egoísmo, no es posible la armonía y la convivencia.

La vida de fe y la experiencia de Dios, exigen del creyente un compromiso por la


justicia y la paz. No es posible ser creyente y permanecer indiferente ante la
sociedad y el sufrimiento de los hombres y mujeres: El Dios del éxodo que oía los
clamores de su pueblo y no podía soportarlos, sigue manifestándose en aquellos
hombres y mujeres que descubren su presencia y se dejan enviar para decir a los
que sufren, a los que oprimen, la humanidad: "Yo soy, me envía...". Si no hay
urgencia por redimir, por aliviar, por unir, no hay vida en Dios.
Es hora de vivir de lo esencial: si hay un viejo sistema que está cayendo, si las
estructuras están agonizando, hay que dejar que caigan y mueran, si han de morir y
desaparecer, con tal que todos nos comprometamos a construir algo nuevo pero
desde dentro; desde la real experiencia de conocimiento de nosotros mismos y de
Dios, donde el otro, la persona, no nos puede resultar indiferente.

Promotora de la Paz

Cuando los conflictos mundiales ya no nos sorprenden, porque la seguridad no


existe y medio planeta está en guerra, la figura de Catalina emerge invitándonos a
conjugar los movimientos de nuestra vida y corazón, sabiendo que la paz, nace de
un compromiso insobornable por la justicia y la verdad. Es urgente combinar:
Compasión y misericordia, de las que nace la auténtica denuncia de la inmoralidad
y a partir de la cual es posible erradicar la violencia que nace del desamor y del
egoísmo.

La paz auténtica, nace, para Catalina, del corazón reconciliado, que no se


avergüenza de vivir, obrar e invocar el nombre de Dios, pero no para hacer la
guerra, sino para llamar a la conversión, reconciliando primero al hombre consigo
mismo y con Dios, y luego a Dios con la humanidad: De la vida en Dios, no es
posible que surja ningún deseo de venganza, de violencia ni desamor.

La mujer en la Iglesia y en la sociedad

Estamos en un momento histórico en el que es indiscutible el rol de la mujer, y en el


que ésta va recuperando una serie de derechos que históricamente le fueron
arrebatados; aunque a lo largo de la historia hubo algunas, que, a pesar de los
condicionamientos históricos, se abrieron camino y son para las mujeres y para la
sociedad un referente, y ¿por qué no? un modelo a imitar.

Coincidiendo con el comienzo de este curso, la semana pasada tuvo lugar en Madrid
un curso, organizado por la CONFER, en el que participaron más de un centenar de
personas, sobre "La tarea insustituible de la mujer en la acción evangelizadora de la
Iglesia". Era abierto, pero los participantes fueron 134 mujeres... Y esto es un
indicativo. El título no cuestiona, afirma. Pero, he aquí que las participantes y
ponentes al finalizar dicho curso "reclaman un protagonismo mayor e insustituible";
hablan de una Iglesia patriarcal –hoy- y afirman que "las mujeres son
evangelizadoras porque son portadoras de una antorcha, que pasó de mano en
mano, porque ayudan a despertar, a tomar conciencia y a actuar promoviendo así
el cambio social...". Hablaron de la mujer evangelizadora y evangelizada como
"servidora del Reino, no como sirvienta gratuita y no rentable, para las cuentas
diocesanas; de las mujeres como comensales del banquete, y no cocineras"... Se
habló de corresponsabilidad, y del papel del acompañamiento espiritual por parte
de la mujer en los procesos de fe, y se indicó que estamos en una sociedad y en
una Iglesia que carece de líderes y de maestros espirituales; y aquí se apunto un
papel insustituible para la mujer, por su capacidad de escucha, por su visión global
de la vida y por su tendencia maternal femenina". Finalmente se reconoció que la
voz de la mujer había sido silenciada.... ¿y hoy?.... La pregunta quedó abierta.

Es justa la reivindicación, y ésta es muy diferente de igualdad de funciones.


Confundir los papeles de hombres y mujeres, podría ser nefasto, nos veríamos
privados de la riqueza que aporta lo femenino y lo masculino a nuestra existencia.
Valores igualmente dignos y nobles, pero diferentes entre sí, complementarios.
Viendo el influjo de Catalina, y pensando en nuestra la Iglesia, que es madre,
llegamos a la conclusión que no puede verse privada de lo femenino, de la
presencia de la mujer en los ámbitos de decisión, de consulta, de gobierno; en la
cátedra, en las relaciones diplomáticas, etc. porque por naturaleza ella está llamada
a llenar de ternura y de cercanía esos ámbitos, -que de por sí son frios y/o formales-
que sirven para acercarse al corazón del hombre, para comprender, perdonar,
acoger.

Es tiempo de devolver a la Iglesia su auténtico rostro de esposa y de madre, y de no


dejar a la sociedad privada de los valores auténticamente femeninos: La intuición,
la capacidad de escucha y de sufrimiento, la perseverancia, la
comprensión......ayudarán a dar respuestas a los problemas concretos del hombre
de hoy, y seguramente será un buen paso para suavizar actitudes de condena, de
inflexibilidad, de excesiva dureza.

En esto también Catalina, fue una precursora, que puede arrojar mucha luz para
ayudarnos a descubrir nuevos caminos de realización. Basta ver su actuación, para
darnos cuenta que hay muchos ámbitos que, entonces como ahora, pueden ser
enriquecidos con la presencia activa de la mujer. Reducir su influjo o gastar todas
las cargas, por defender temas, como por ejemplo el sacerdocio de la mujer, sería,
tal vez una minimización del auténtico papel de la mujer. Eso, a lo mejor llegue, tal
vez lo veamos, tal vez no, pero no es lo único ni lo más importante. De momento
han dicho que no, que lo estudien los teólogos y lo discutan los que tienen a su
cargo la guía de la Iglesia. Nosotros, tratemos de "trabajar" por dar un paso
"protagónico", donde tiene que tenerlo la mujer, y no hay leyes -aunque sí
costumbres- que se lo puedan impedir: ¿Serían los cardenales y los papas; los
políticos y religiosos, los clérigos y laicos de entonces más dóciles que los de
ahora?.... Catalina hizo oír ante ellos su voz enérgica y grave, y fue escucha, y
también ignorada, pero no por eso dejó de: negociar, exponer, congregar en torno
suyo una "familia", orar, viajar, etc....

Sor Lucía Caram

Monjas Dominicas

Santa Clara

Manresa
CATALINA DE SIENA:

ENCARNACIÓN FEMENINA

DEL PROYECTO DE

DOMINGO
ROMA 2003

Introducción

En la carta que le Maestro de la Orden, Fr. Timothy Radcliffe O.P. dirigió a toda la
Orden con motivo de la declaración de nuestra hermana, Catalina de Siena, como
co-patrona de Europa, citando a Juan Pablo II, afirma que "Catalina entró con paso
firme y palabras ardientes, en el corazón de los problemas eclesiales y sociales de
su época". El padre Timothy precisa que Catalina "se dirigió a los gobernantes
políticos y religiosos, personalmente o por cartas, y les señaló claramente sus fallos
y cuál era su deber como cristianos. No tuvo reparo –dirá- en decir, incluso al Papa,
que debía tener valentía y regresar a Roma. Visitó cárceles, cuidó de los pobres y
de los enfermos". Y concluye el párrafo haciendo una afirmación que yo creo es la
definición del carisma dominicano, o la encarnación viva del proyecto evangélico de
Domingo. Dice:

"La devoraba la urgencia de llevar a todos el amor y la misericordia de Dios".

Nos hemos reunido hoy, como hermanos y como hijos de Domingo, y como
hermanos o hijos de Catalina, para ver qué nos aporta hoy la "Mamma"-como la
llamaron sus discípulos y discípulas- a la hora de vivir nuestra vocación dominicana
en el seno de la Iglesia y en medio del mundo, concretamente en la Europa del siglo
XXI, de la que Catalina es co-patrona.

Hemos titulado este compartir fraterno "Catalina de Siena, encarnación femenina


del proyecto de Domingo", intuyendo, que ella, tiene mucho que comunicarnos,
puesto que comparte nuestra vocación evangélica en el seno de la Orden.

Catalina, además, tiene "algo importante" que manifestarnos, en una época que
tanto se parece a la que a ella le tocó vivir, ya sea por la situación eclesial con sus
muchos escándalos y divisiones, como por la situación mundial, en la que vivió –y
vivimos- bajo el signo de la violencia y los enfrentamientos fraticidas, nacionalistas
e incluso religiosos, todos expresión de una gran intolerancia y de una no
aceptación positiva del hecho diferencial de los diversos pueblos, culturas y
religiones.

Catalina, mujer eclesial, hermana nuestra, que vivió y murió de pasión por una
Iglesia que se desangraba por su falta de espíritu evangélico y por la ambición
desmedida de sus responsables últimos, puede ayudarnos a vivir desde la fe y el
amor a la Verdad la nada fácil tarea de mantener la comunión cordial con Roma,
cuyo proceder, no pocas veces nos plantea serios interrogantes y nos lanza
positivamente a bucear en la fuente del Evangelio lo más genuino del mensaje de
Jesús en el aquí y ahora de nuestra historia.

Catalina, embajadora de la paz, en un mundo convulsionado y dividido, nos alienta,


también ahora, a tomar partido por la fraternidad universal ante la amenaza de los
fanatismos desmedidos que en nombre de Dios o de nobles causas, encubren
intereses egoístas y la autoafirmación de los poderosos a cualquier precio.

Catalina se negó a resignarse ante el sufrimiento y división de la Iglesia, cuyo Papa


vivía con su corte en Aviñón; y cuya actitud había dividido países, ciudades y
órdenes religiosas –incluida nuestra querida Orden de Predicadores-. Movida por un
amor apasionado a Jesucristo canalizó toda su capacidad de amar, luchar, predicar
y vivir en pos del anuncio del mensaje de Jesús y la unidad de su esposa "la Iglesia".

"La devoraba la urgencia de llevar a todos el amor y la misericordia de Dios"; y es


que Catalina, como Domingo, a fuerza de auscultar el corazón de Dios, supo
escuchar con nitidez los gemidos de la humanidad, e identificada con Jesús
paciente, supo hacer suya la causa del Reino inmolando su vida como una ofrenda
grata al Padre, para que los hombres y mujeres tuvieran vida.

Catalina fue una mujer de oración. Ella dejó que el Espíritu clamara en su interior y
dilatara su esperanza. Así, en el secreto de su amada celda interior, acogió el don
de Dios, al tiempo que supo abrirse al mundo haciéndose receptiva de sus
angustias y anhelos. De este modo, la intimidad de su "celda interior" hizo de su
vida contemplativa, no una fortaleza que debía defender del ajetreo de la vida
"mundana", sino un cáliz abierto dispuesto a derramarse para que los otros tuvieran
vida y la tuvieran en abundancia, porque antes el cáliz generoso de la Sangre del
Señor se había derramado en su corazón dándole a ella vida en abundancia,
embriangándola.

A Catalina, como a Domingo, la devoraba la urgencia de la salvación de todas las


almas bajo el inseparable binomio de la compasión y la misericordia, y en este
sentido supo vaciarse de sí misma, convirtiéndose ella misma en vaso de
misericordia, gestado en el silencio en el que acogía el don de Dios y la vida de sus
hermanos y hermanas.

Catalina siguió a Jesús por el camino de Domingo, y el mismo Padre eterno le


reveló, en el diálogo, algo que es también para nosotros el eje de nuestra vocación
y misión en el seno de la Iglesia, del mundo y de la Orden. A partir de esta
revelación pudo, y podremos abordar lo específico de nuestra vocación en el
concierto de la Iglesia.

"Considera ahora la nave de tu Padre Domingo, querido hijo mío, y verás cómo la
dispuso con orden perfecto y no quiso que en ella atendieran a otra cosa más que a
mi honor y a la salud de las almas con la luz de la ciencia. ¡Quiso que esta antorcha
fuese el principio de su acción, sin renunciar a la pobreza verdadera y voluntaria!....

Tomó la luz de la ciencia como objeto más propio suyo para extirpar los errores que
se habían levantado en aquel tiempo. Tomó el oficio del Verbo, mi unigénito Hijo.
Realmente, parecía un apóstol sembrando en el mundo la verdad y la luz de mi
palabra, ahuyentando las tinieblas y trayendo la luz. Fue una luz que yo di al mundo
por medio de María. Lo puse en el Cuerpo Místico de la santa Iglesia para extirpar
las herejías.

¿Sobre qué mesa hace comer a sus hijos esta luz de la ciencia? La mesa de la cruz.
Sobre la cruz está preparada la mesa del santo deseo en la que comen las almas
para honra mía. No quiso que sus hijos se ocuparan de otra cosa más que de estar
sobre esta mesa, de buscar con la luz de la ciencia sólo la gloria y alabanza de mi
Nombre y la salvación de las almas. Y para que no se preocupen de otra cosa les
quitó el cuidado de las cosas temporales y quiso que fueran pobres. Jamás le faltó la
fe temiendo alguna vez que les faltara lo necesario: Revestido de la fe y con firme
esperanza confiaba en la providencia...

Domingo, pues, ha dispuesto su nave queriendo que estuviera asegurada con el


triple cordaje de la obediencia, la continencia y la pobreza.

Quiso asemejarse a mi Verdad, dando a entender que no quería la muerte del


pecador, sino que se convirtiese y viviese. La quiso amplia, toda gozosa y
perfumada, jardín agradabilísimo.

En verdad, Domingo y Francisco fueron dos columnas de la santa Iglesia: Francisco


en su pobreza, Domingo con la ciencia."

Por lo tanto, si Domingo tomó el oficio del Verbo, y se dispuso como Él a iluminar
con la luz con la luz de la Verdad, la vocación de Catalina, y la nuestra, no es otra
que la misma que el Padre encomendó a su Hijo: Estamos llamados a asumir el
oficio del Verbo y a " buscar con la luz de la ciencia sólo la gloria y alabanza de mi
Nombre y la salvación de las almas", -en palabras del Padre eterno-..

Esta fue la vocación-pasión de Catalina, y es sobre lo que hoy estamos


reflexionando. Valga tener presente una advertencia del Beato Raimundo de Capua
a la hora de acercarnos a la "Mamma". Él, después de transcribir la doctrina de la
celda interior que le había manifestado Catalina, dice:

"No sé si he conseguido trasladar bien su pensamiento, pues ciertas cosas ella las
ha aprendido por experiencia... pero yo (y lo siento mucho) tan poco experto en la
materia como soy, no tengo las cualidades necesarias para repetirlas bien.
Medítalas, lector, o recíbelas según la gracia que Dios te haya dado. Pero sé que
cuánto más unido estés a Dios, tanto mejor entenderás esta profunda doctrina". Se
ha dicho que para entender el evangelio de Juan, se tiene que haber reclinado la
cabeza en el pecho de Jesús, y haber acogido a María como Madre en la propia
casa... Igualmente, para entender a Catalina, hemos de entrar en la Celda interior, y
allí aposentarnos... sólo así entenderemos su vivencia y doctrina.

¿Quién fue Catalina? El Padre Royo Marín escribió en el año 1982 un libro titulado:
"El Gran desconocido: El Espíritu Santo y sus dones". Lo mismo podríamos decir de
nuestra hermana Catalina, porque ella sigue siendo la "gran desconocida". Hemos
oído hablar de ella, sabemos cosas, pero su doctrina, su vida a fondo...¡poco y
nada!, y ¡Sigue siendo ¡la gran desconocida! Y es curioso, porque ella ha ejercido a
lo largo de la historia de la Orden una gran influencia, hasta el punto que ha sido
considerada como "la madre de la Orden", o su referente femenino. Gran cantidad
de congregaciones, provincias, conventos y monasterios están bajo su patrocinio, y
sin embargo, seguimos sabiendo poco o muy poco de ella. Pero en los últimos años
estamos asistiendo a un redescubrimiento de su doctrina y figura. Prueba de ellos
es que hoy estamos reflexionando juntos sobre su vida, legado y doctrina.

Hemos de decir –con orgullo de familia, y con la consabida responsabilidad-, que


Catalina es la mujer que más reconocimientos "oficiales" ha recibido hasta la fecha
en el seno de la Iglesia: canonizada por el Papa Pio II, compatriota suyo en el año
1461; declarada en 1970 doctora de la Iglesia por el Papa Pablo VI, y co-patrona de
Europa por Juan Pablo II en 1999.

Y sin embargo, los tesoros de su doctrina, permanecen aún muy ocultos para sus
hermanos y hermanas, tal vez, -todo hay que decirlo- porque el exuberante
lenguaje de Catalina, la elocuencia de sus múltiples imágenes, y el torrente de su
amor apasionado, la hacen tan frondosa al escribir y expresarse, que nuestra
pragmática mentalidad occidental se pierde si no va con mucha atención. Pero
superada la primera y la segunda o tercera dificultad, una vez que nos hemos
familiarizado con su forma de ser y expresarse, resulta muy difícil desengancharse:
porque la sintonía cordial con Catalina, lleva irremediablemente a la fuente de su
pasión, a Jesús, y éste ejerce una fuerza seductora irresistible cuando de revelar se
trata.

Pero, ¿quién fue Catalina? Nace en la ciudad de Siena, en el barrio de Fontebranda,


el 25 de Marzo en el año 1347, -que ese año coincidía la solemnidad de la
Encarnación con el domingo de Ramos- en el seno de una familia numerosa y
modesta, pero no pobre. Fue la vigesimocuarta hija de Jacobo de Benincasa,
tintorero de pieles y de Mona Lapa Piagenti.. Su hermana gemela, Giovanna, murió
al poco tiempo de nacer.

Nos dice su biógrafo, Raimundo de Capua, que tenía un espíritu religioso y que era
amante de la piedad, no obstante que era una niña inquieta que sabía captar la
atención de todos. Era una niña normal.

Entre los cinco y seis años, tiene lugar acontecimiento que cambiará radicalmente
su vida: De regreso de casa de su hermana Bonaventura, a donde había ido para
hacer un recado, mientras atravesaba la cuesta llamada Valle Piata, tiene una
visión sobrenatural de Jesucristo, el cual la bendice. Ve al Señor, por encima del
tejado de la Iglesia de los dominicos, vestido con hábitos pontificales y acompañado
por los apóstoles Pedro, Pablo y Juan. A partir de esta experiencia su vida toma una
orientación definitiva. El biógrafo recalca que adquirió una gran madurez, no propia
de su edad: "En aquel momento se había encendido en ella el fuego del divino amor
que iluminaba su mente, inflamaba su voluntad, robustecía su pensamiento y hacía
que sus actos exteriores se conformasen a la ley divina".

Sin duda, se da en este momento lo que la teología llama la "experiencia fundante",


el momento de la vida en el cual hay un antes y un después, y en el que el paso de
Dios, es tan fuerte, que acaba por cautivarla. Experimentará vivamente el sentido
de la trascendencia, así como una atracción inexplicable hacia la Bondad que
cautivará irresistiblemente su corazón. Yo creo que tener presente este paso de
Dios por su vida, nos permitirá entender muchos aspectos de su doctrina y
experiencia de Dios.

1. La experiencia fundante: Experiencia contemplativa

a. Ver a Dios con ojos de mujer

Podemos preguntarnos, qué motivó su entrega radical a Dios en la Iglesia, al


servicio de la humanidad.

Sin duda, que es el amor. Para Catalina, Dios es Amor y ella misma es fuego, amor;
porque toda criatura es "un árbol de amor" . "Porque el hombre ha sido creado por
amor, no puede vivir sin amor".

En su vida, en su doctrina y en su lenguaje, vibra un rasgo curioso de este amor: la


suya es una experiencia filial femenina, respecto al Padre, esponsal respecto a
Jesús, y maternal respecto a los hijos de la amada esposa, la Iglesia.

En su obra las imágenes o expresiones nupciales se perciben con gran fuerza; pero,
en Catalina no encontramos rasgos de una mística individual. No encontramos sólo
su alma y sólo Dios. Encontramos "no sólo Dios", no sólo la Santa, sino también, a
su lado, el prójimo, la Iglesia, el mundo entero, que actúan, haciendo viva y
universal esa experiencia.

La intuición de lo divino aparece en Catalina animada de un amor actuado, no en la


forma de una pasión cerrada en la relación de dos, sino en el ritmo claro y reposado
del amor familiar, esponsal, materno y filial a la vez, severo y tierno a un tiempo".
Catalina, como una auténtica "mamma", como mujer sabe intuir el dolor y el
sufrimiento de los hijos, y los "intereses" desinteresados del Esposo, y por unos y
otros se consume, intercede, se gasta y se desgasta. No puede permanecer
indiferente, pues se siente requerida y reclamada por el amor.

Aconseja dulce y enérgicamente a la vez. Su mano es blanda de mujer, pero su


nervio es fuerte, y su recta no ofrece curvas ni oscilaciones -dirá Teresa Ortega-.

De la mano de Jörgensen, descubrimos en Catalina a una mujer de cuerpo entero:


"Amó a Jesucristo, con toda la pasión del que una mujer es capaz, hasta el total don
de sí misma. Un hombre puede amar a Jesús, como a un hermano mayor, como a
un amigo muy querido, como a un padre muy amado, al que no se desobedece por
nada de este mundo, pero una mujer ama a Jesús como `a su esposo´, como Aquel
a quien su vida se haya consagrada:`Heme aquí, soy tuya, haz de mí lo que te
plazca´. Sabe que eres esposa -escribió a una religiosa- y que Jesús se ha
desposado contigo.

Catalina no ignoraba lo que es el amor terrestre. Habla de él con la mayor sencillez


y con la mayor pureza:`El hombre no puede vivir sin amor -dice en una de sus
cartas-, porque el hombre ha sido creado por amor. El amor del padre y de la madre
da el ser al niño". El amor a Jesús, su Esposo, engendra vida en la Iglesia

b. Contemplar la historia con los ojos de Dios

Desde esta perspectiva, Catalina es capaz de ver las cosas, como las ve Dios. A
fuerza de tener fija su mirada en el Esposo, ésta se vuelve incandescente, de modo,
que no sólo ve las cosas como Él las ve, sino que siente que su pasión, y que su
misericordia, le devora las entrañas, y ella misma, al igual que Domingo se hace
reclamo de compasión y misericordia para la humanidad.

En este sentido, cabe recordar la experiencia del cambio de corazón, a partir del
cual, ella ya no quiere ni desea otra cosa más que lo que Él quiere, y por eso pide y
exige: "Io Voglio".

Nos dice el beato Raimundo de Capua que "nada le podía negar Aquel a cuya
bondad se conformaba con solicitud. En efecto, todo lo que Catalina pedía y
deseaba, estaba dirigido al Señor al que amaba con todas sus fuerzas y a cuyo
servicio se había entregado enteramente".

Catalina, se nutre en el silencio de la celda donde resuena la voz de Dios, pero su


eco se deja oír en cada rincón por Él creado y redimido, de esta forma, Catalina
puede ver indistintamente a Dios, en el silencio de la celda interior como en medio
del mundo o allá donde la caridad la reclama.

Sorprende su firmeza, su radicalidad, y su altísimo nivel de exigencia. Se sabe


movida por Dios, sabe que defiende sus intereses, y por eso, no vacila: Se lanza.
Sabe que la única violencia válida, es la que está orientada a combatir el pecado y
el error que hay en el propio corazón, y la que se forja en la oración y el deseo de
Dios.

Ella no se resignó ante este sufrimiento y división, sino que se lanzó a la nada fácil
tarea de la reforma y pacificación de la Iglesia y la sociedad, y lo hizo porque "la
devoraba la urgencia de llevar a todos el amor y la misericordia de Dios", porque
estaban en juego los intereses del Reino, los intereses del Esposo.

En un mundo que se debate continuamente entre la guerra y la paz, en el que


triunfa, no la justicia, sino la ley del más fuerte, Catalina nos ofrece su pensamiento
que es capaz de promover la auténtica paz. Ella luchó por conseguirla. Su consigna
o lema en los momentos turbulentos en los que le tocó intervenir, fue expresado
por el Padre eterno de la siguiente forma, según nos dice el beato Raimundo:

"Toma pues tus lágrima, tu sudor, y sácalos, tú y los otros siervos míos, de la fuente
de la divina Caridad, y lavad con estas lágrimas la cara de mi esposa. Yo te prometo
que por este medio le será restituida su belleza; no con espada, ni con guerras, ni
con crueldad reconquistará su hermosura, sino con la paz, la humilde y continua
oración, sudores y lágrimas, derramadas con angustioso deseo de mis siervos.
No temáis porque el mundo os persiga. Yo estoy con vosotros y en nada os faltará
mi providencia".

2. Clave de interpretación de la vida dominicana a la luz de la doctrina de la "Celda


interior": Conocimiento de sí - Conocimiento de Dios: Contemplar y dar lo
contemplado.

Catalina invita, de manera apremiante a "adentrarse en la celda interior", en la


interioridad y profundidad de nuestro ser. Sólo allí somos conscientes de lo que
somos y vivimos, y somos capaces de reconocer los sentimientos, ideas y
emociones que nos habitan. Allí comprendemos: Quiénes somos, quién es Dios, y
quién es el prójimo.

Este es el requisito primordial para encontrarse con Dios y para vivir una auténtica
vida evangélica. De esta celda no es posible salir, ni siquiera por los reclamos del
exterior: Es tierra conquistada. Ella lo experimentó y descubrió en sus años de
persecución familiar. De ahí la importancia de saber que nuestra libertad nos hace
ser dueños de nosotros mismos, a pesar de las dificultades externas: lo que
construimos desde dentro nada ni nadie nos lo puede arrebatar.

Cuando el alma se aposenta allí, se habitúa al silencio y en él entiende, conoce y


gusta la bondad de Dios, pues allí se da el encuentro con Él.

Catalina no habla sólo de la Celda interior, sino de la Celda interior de conocimiento


de sí y de Dios.

- El conocimiento de sí y de Dios

Al estar aposentados en la celda interior, se experimenta una atracción irresistible


hacia Dios. Allí se inicia un camino de crecimiento espiritual a partir de la doble
experiencia: El conocimiento de sí misma y el conocimiento de Dios. Este doble
conocimiento es el fundamento de toda vida espiritual, el cimiento sólido sobre el
que se edifica la ciudad interior:El conocimiento de sí desde Dios.

Esta llamada tiene su origen en una experiencia personal que su director explica
así:

"...al principio de sus visiones se le había aparecido Nuestro Señor, durante la


oración y le había dicho: `Has de saber hija mía lo que eres tú y lo que soy Yo. Si
aprendes estas dos cosas serás feliz. Tú eres lo que no es, y Yo soy el que Soy. Si tu
alma se penetra de esta verdad, jamás te engañará el enemigo, triunfarás de todos
sus ardiles, nada harás contra mis mandamientos y adquirirás fácilmente la gracia,
la verdad y la paz´.... Y, ¿qué he de hacer? Piensa en mí, que yo pensaré en ti."

No se trata aquí del conócete a ti mismo socrático que trata de llevar al ser humano
de la contemplación del cosmos a la reflexión de las cosas humanas. Catalina se
sitúa más bien en la órbita de San Agustín bajo cuyo influjo estaba la Orden de
Predicadores y su doctrina, cuando el santo de Hipona dice en sus confesiones:
"Conocedor mío, que yo te conozca como tú me conoces."
Se trata pues de reconocer que somos en virtud de Otro que es el Absoluto, a quien
no nos es lícito suplantar, y que nos da gratuitamente la existencia. Desde esta
experiencia de conocimiento de Dios, es posible descubrir nuestro proyecto de vida,
amar el bien, la bondad y la belleza, desear identificarnos con ella, y por lo mismo,
surge la aversión al mal, al pecado: Nos abrimos al amor, y allí entendemos que
"somos un árbol creado por amor, y no podemos sino amar, vivir abiertos en
relación y comunión con un Tú".

- Vivir en la Verdad

En la morada interior hay dos celdas: La del conocimiento de sí y la del


conocimiento de la bondad de Dios pero, de hecho, son inseparables.

Si prescindimos del conocimiento de Dios, viéndonos tal y como somos, corremos el


riesgo de desesperarnos; pero si nos fijamos sólo en Dios, y prescindimos de
nuestra realidad, de nuestra verdad, podemos caer en la presunción: nos salvará
porque es quien es, y por eso, "a vivir que son dos días". Por lo que Catalina dirá:

"Es necesario que una y otra se hagan una misma cosa, y así vendrá la perfección."

En la realidad de nuestro ser se nos revela el amor de Dios y nos vemos impulsados
a rechazar el mal y el pecado que están enraizados en nuestra naturaleza; nos
abrimos al perdón y nuestra debilidad se convierte en camino de encuentro con
Dios que acoge nuestra pobreza y la transforma en apertura incondicional a Él y al
prójimo.

El conocimiento de nosotros y de Dios nos lleva a reconocerle como origen, centro y


meta de nuestra vida.

La predicación dominicana, parte de la realidad de la gracia y de su actuación en la


criatura libre. Supera toda concepción dualista, y lleva a integrar a la persona y a
dar cauce al crecimiento personal no a costa del espiritual, sino simultánea y
estrechamente unida a la vida del Espíritu. De esta manera, la persona se proyecta
y se hace anuncio positivo de la "dulce Verdad"

3. La Iglesia: Pasión - Sangre y fuego

El amor y la fidelidad a la Iglesia, junto con el celo por la salvación de las almas, son
la constante de la vida de Catalina y de Domingo. De ella se ha dicho que es la
"doctora del Cuerpo Místico de Cristo", y de Domingo, que es la "luz de la Iglesia".

Domingo introduce toda una revolución en la Iglesia, en cuanto a estilo, forma y


contenido, buscando siempre la aprobación y el reconocimiento de la autoridad
dada por el Espíritu.

Esto no es menos cierto en Catalina; tanto que la eclesialidad fue la nota


característica de su personalidad y vocación. Es justo y oportuno que volvamos a
ella nuestra mirada, para que nos enseñe el secreto y la fuerza de este amor y de
esta fidelidad.
Catalina ama a la Iglesia, la defiende, y trabaja por su unidad. Pide obediencia y
sumisión, y a sus ministros les exige que vivan conforme a "la Sangre" que les ha
purificado. Pero no permanece ciega ante su realidad de decadencia y corrupción.
Se dan cita su sutil delicadeza de mujer, su capacidad inductiva, su convencimiento
de que -como le dijo Jesús- "ella es la que no es y Él es el que Es", y su espíritu de
fe, para ponerse en contacto con los Cardenales Italianos y decirles la verdad, de
parte del que Es. Habla con la autoridad que le da el amor que profesa a la Iglesia, y
con el celo de quien se está consumiendo por ella:

"Habéis vuelto la espalda como viles y miserables caballeros; tenéis miedo hasta de
vuestra propia sombra. Os habéis alejado de la verdad que os fortalecía,
entregándoos a la mentira que enerva el espíritu y el cuerpo, privándoos de la
gracia espiritual y temporal.¿Por qué habéis hecho esto? Por el veneno del amor
propio, que emponzoña el mundo. El amor propio os ha reducido de columnas a
menos que paja. No sois ya flores que expanden perfumes, sino cardos pestilentes y
de esa puzza (mal olor) habéis infectado la cristiandad. No sois lucernas puestas
sobre el candelero, para dilatar la fe; escondiendo la luz debajo del celemín de
disimulada soberbia, os habéis hecho, no heraldos, sino contaminadores de la fe,
arrojando tinieblas en vosotros y en los prójimos"

Y cuando los cardenales pretenden decir que eligieron al Papa Urbano por temor a
los Italianos, les dice:

"Oh insensatos, dignos de mil muertes, sois como ciegos que no ven su propio
mal...Os declaráis embusteros e idólatras".

Sólo un entrañable amor a la Iglesia y una valentía heroica explican que una mujer
se haya atrevido, en aquellos tiempos, a escribir tan duras acusaciones a los
príncipes de la Iglesia. Sólo la pasión por la Iglesia, la pasión por los hombres
explican su audacia dominicana que la hicieron ser una reformadora firme y tenaz.

La Iglesia, para Catalina, es Jesús. Su pasión por ella era la pasión de una
enamorada de Cristo y de los hijos. Es decir, del Cuerpo Místico completo. Su amor
a Jesús se dilata, se hace insaciable, infinito, al punto que se extiende por todo su
Cuerpo Místico, por el que ofrece su vida: "Toma mi corazón y exprímelo sobre el
rostro de tu santa Iglesia". La identificación con Cristo y con su Iglesia, estaba, en
ella, muy grabada. Y este, es un rasgo que Catalina bebió y asimiló desde su
infancia a la sombra de los dominicos, y lógicamente de su amado Padre Domingo.

Su afán era que el Papa estuviera a la altura de lo que era y luchaba con la misma
audacia (¡voglio!) con él, como con Cristo. Pero con la seducción femenina de quien
tiene brío en el corazón: Dulzuras en la expresión y energía en el consejo ¡y en el
mandato!.

La Iglesia entonces, sangraba por mil heridas: guerra, falta de espíritu de pobreza,
escándalos, ambiciones, atrocidades múltiples. Iglesia real y también Iglesia en
potencia, o sea, el mundo entero. Para restañar esa sangre, Catalina apela a LA
SANGRE. Tenía obsesión por el valor de la Sangre de su Cristo. La invocaba, la
apresaba, la derramaba, lo empapaba todo en ella.
Ese amor y esa pasión, esa radicalidad en la fidelidad a la esposa de Cristo, hicieron
de Catalina no sólo la gran reformadora sino el prototipo del amor fiel y veraz a la
Iglesia.

4. Catalina, mujer dominica y nosotros hoy

Sin duda, Catalina hoy nos interpela. Sus tiempos no fueron fáciles, como tampoco
lo son los nuestros. Sin embargo, su figura nos grita con dulzura y con firmeza, que
sólo una cosa es necesaria: Jesucristo y su obra salvadora.

Ella, nos remite, en primer lugar a nuestro propio corazón, porque es allí donde se
opera la más auténtica liberación que nace de un compromiso fascinante con Aquel
que dio su vida por amor; a la celda interior donde conocemos y somos conocidos, y
desde donde nos hacemos portavoces de los derechos de Dios sobre la humanidad.

Catalina hoy nos grita, como a sus contemporáneos: Sangre y Fuego, la Sangre de
Cristo y el Fuego de su Espíritu. Nos invita a recorrer el camino de retorno a nuestro
centro y a dejar que el Fuego que la abrasó a ella, y que ardía en el corazón de los
de Emaús, arda en nuestro corazón y nos haga hombres y mujeres incandescentes:
Convencidos y enamorados; apasionados y veraces; confiados en la providencia y
audaces en el riesgo.

En una época en la que crece, por una parte la indiferencia y por otra la "utilización"
de la iglesia y de los privilegios para recuperar espacios de poder; en un momento
en el que podemos hablar de crisis profunda en el seno de la Iglesia, Catalina dirá a
los gobernantes de Siena algo de una vigencia impresionante para la Iglesia y los
cristianos de hoy:

"Os escribo en su preciosa Sangre con el deseo de veros fieles a la santa madre
Iglesia para que seáis miembros ligados y unidos a vuestra cabeza como
verdaderos y fieles cristianos, junto con el celo por la verdadera justicia, queriendo
que esta margarita brille siempre en vuestros pechos, expulsando todo amor
propio, atendiendo al bien común.... y no propiamente a vuestro bien particular.
Porque el que se mira mucho a sí mismo, vive con poco temor de Dios y no observa
la justicia. La traspasa, comete muchas injusticias, se deja manchar unas veces por
los halagos y otras por el dinero; o por agradar a los que piden el servicio".

Atender a la justicia, no vendernos por nada y vivir como verdaderos discípulos del
Verbo. Con esto, se nos puede pasar la vida "ardiendo e iluminado", contemplando
y predicando. Lo demás, no es propio ni de nuestra dignidad humana, ni de nuestra
vida cristiana ni dominicana.

5. La predicación de la verdad en una sociedad en "crisis"

En la carta 284, dirigida al Cardenal Pedro Luna, le dirá: "Deseo verte amante de la
verdad, la cual nos hace libres, porque nadie hay que pueda obrar contra ella. Me
parece que esta verdad no se puede poseer con perfección si el hombre no la
conoce, y por no conocerla, no la ama y, no amándola, no la descubre en sí mismo y
no la sigue. Necesitamos por tanto, la luz de la fe que es la pupila del ojo del
entendimiento."

La verdad, tiene su origen en la Palabra revelada, y la fe, es la que nos permite


vislumbrar, el amor que nos ha tenido Dios y que se nos ha manifestado en
Jesucristo.

Vivir en esta "dulce verdad" es lo que nos hace realmente libres en medio de una
sociedad en la que la mentira y el engaño han quitado credibilidad a la palabra y en
la que los hombres viven esclavos del fraude que produce haber hipotecado la
propia libertad.

Catalina no se calla la verdad, vive de ella, más aún, permanece a sus pies y le pide
guíe sus pasos. Por eso había pedido al Padre eterno, con insistencia el don de la fe,
con el que se desposa:

"Comenzó a pedir al Señor, como los discípulos, que le aumentase la fe y le


otorgase la perfección de la virtud de la fe. El Señor le cogió la palabra y le
respondió: Yo te desposaré a mí en la fe.... Puesto que por amor has expulsado de ti
todas las cosas vanas y has puesto sólo en mí las delicias de tu corazón, celebraré
contigo la fiesta nupcial de tu alma, y tal como te prometí, te desposo a mí en la
fe...

Te desposo a mí en la fe; a mí, tu Creador y Salvador. Conservarás inmaculada esta


fe hasta que vengas conmigo al cielo a celebrar las bodas eternas. Desde ahora en
adelante, hija mía, actúa sin ninguna vacilación en todo aquello que, por disposición
de mi providencia, encuentres delante. Armada como estás con la fortaleza de la fe,
vencerás felizmente a todos tus enemigos"

a. La fidelidad a Dios y a nuestras convicciones: Mujeres de fe

Catalina se sabe desposada en la fe con el Señor, y esto es garantía para vivir con
libertad. Nada ni nadie puede acallar cuanto bulle en su corazón. Esta fe es la que la
hace, al igual que a Domingo, clamar y reclamar la misericordia, que sabe que Dios
debe ejercer con la criatura, porque ésta es su voluntad.

Nos dicen lo testigos del proceso de canonización de N.P Santo Domingo, que
dedicaba las noches a la oración y el día a hablar de Dios. Catalina nutre su fe en el
contacto asiduo con el Dios de las misericordias, y "armada con la fortaleza de la
fe", "actúa sin vacilación".

En la vivencia de nuestra vocación en medio de la Iglesia, es importante que nos


ayuden a "hacer memoria" del paso de Dios por nuestras vidas, para ver cómo
vamos de convicciones de fe. Éstas destierran el miedo y nos permiten vivir con
abandono y audacia las exigencias que brotan del contacto asiduo con Aquel a
quien amamos y que nos ama.

Esperar contra toda desesperanza: Alegría


En la carta 352, que escribe a una mujer que necesita consuelo, Catalina le
recuerda que "en la esperanza se fundamenta una grandísima alegría. Tan dulce y
deleitable es la esperanza que hace que las cosas amargas parezcan dulces y que
las grandes cargas resulten pequeñas..."

Catalina no se resigna ante el sufrimiento y la división de la Iglesia, confía en Aquel


que todo lo puede y entra con paso firme, con espíritu de fe y esperanza confiada
en el corazón de los problemas que afligen a la "esposa amada"; y movida por la
esperanza cierta, de la que dijo el apóstol que no defrauda, se deja llevar por la
urgencia del amor que devora sus entrañas, se deja arrastrar por la compasión y se
lanza, en nombre de su esposo a "ejercer misericordia", porque su fruto es, sin duda
la renovación de la alianza de Dios con su criatura.

Catalina, nos recordará el Padre Timothy en la carta antes citada, "nunca sacrificó
la verdad o la justicia por una paz fácil o a bajo precio. Sabía que ser pacificador
significaba seguir los pasos de Cristo, que hizo la paz entre Dios y la humanidad", y
por eso Catalina acepta con alegría y serenidad compartir el mismo destino que
Cristo. Se lo propone, y lo pide y exige a los seguidores de Cristo.

"Amó tanto a la Iglesia que se atrevió a decir a Dios lo que debía hacer cuando le
rogó: "te apremio, pues, puesto que tú sabes, puedes y quieres, que tengas
misericordia del mundo, y envíes el calor de la caridad con paz y unión a la santa
Iglesia. No quiero que tardes más".

Su esperanza es activa: habla, exhorta, anima, ¡ora y ama!

c. Amar con entrañas de madre: La Misericordia.

En tiempos de Catalina, y en los nuestros, percibimos, en el mundo de las


relaciones eclesiales y sociales una sensible pérdida del "calor de la caridad y la
paz". Catalina respondió con coherencia, y por eso sabiendo que “su naturaleza era
fuego”, se lanzó a amar y a ejercer, maternalmente, la misericordia.

Su amor al Esposo, la llevó a defender sus derechos en la Iglesia. Hoy el amor por la
Iglesia se entiende a veces –nos dirá el Padre Timothy- como un silencio falto de
sentido crítico. ¡No se debe "agitar la barca"! Pero Catalina nunca pudo permanecer
en silencio. Escribió a un importante prelado: "No os quedéis más en silencio. Gritad
con cien mil lenguas. Veo que el mundo está perdido por callar. La esposa de Cristo
está descolorida, ha perdido el color" . Que Santa Catalina nos enseñe su amor
profundo al Cuerpo de Cristo, y su sabiduría y coraje para decir con verdad y
abiertamente palabras que unen en lugar de dividir, que iluminan en vez de
oscurecer, y que curan en lugar de herir.

Su corazón humano ama con el amor con el que ella es amada. Sus relaciones
estuvieron impregnadas de este amor. Amó a sus amigos con un corazón tierno y
cercano, y amó especialmente a sus hermanos y hermanas dominicas. En sus
relaciones supo armonizar su ternura femenina y la firmeza necesaria para que
aquellos a los que amaba vivieran conforme a la vocación a la que habían sido
llamados.

Para Catalina el amigo y el hermano, es un don de Dios, que debía amarse "muy
cercanamente, con un amor particular" . Creía que la amistad mutua era una
oportunidad "para engendrarse mutuamente en la presencia dulce de Dios" , y una
proclamación de "la gloria y alabanza del nombre de Dios en el prójimo" .

Catalina, en el diálogo pidió a Dios “castiga en mí los pecados de mis hermanos”,


porque realmente les amaba, pero lo hacía con”un amor inefable”. Estaba dispuesta
a todo, con tal que todos pudieran embriagarse de la Sangre de Jesús, de la
hoguera de su amor.

Ella había oído del Padre eterno: “No dejéis de ofrecerme el incienso de la oración
por la salud de las almas, porque yo quiero usar de misericordia con el mundo, y
con estas oraciones, sudores y lágrimas, lavar la cara de mi esposa, la santa
Iglesia” y por eso ama y espera; insiste, y ora.

Pablo VI, al declararla doctora de la Iglesia, dirá de ella:

El mensaje que nos trasmite es, por tanto, de una fe purísima, de un amor ardiente,
de una entrega humilde y generosa a la Iglesia Católica. Cuerpo místico y Esposa
del divino Redentor. Este es el mensaje específico de la nueva doctora de la Iglesia,
Catalina de Siena, para que sea luz y ejemplo de cuantos se glorían de pertenecer a
ella. Acojámoslo con ánimo agradecido y generoso, para que sea luz de nuestra
vida terrena y prenda segura de la definitiva pertenencia a la Iglesia triunfante del
cielo.

Que ella nos enseñe el arte de amar y vivir en la Verdad.

Sor Lucía Caram O.P

Santa Catalina de Siena


Doctora de la Iglesia (1347-1380). Fiesta: 30 de abril. Virgen,
esposa mística de Cristo, segunda mujer proclamada Doctora
de la Iglesia, dominica terciaria, consejera de papas, autora
del "Diálogo".

Por el P. Jordi Rivero

Sus cortos 33 años de vida fueron de gran impacto para la Iglesia. Santa Catalina es
una de las tres doctoras de la Iglesia, a pesar de que nunca tuvo una preparación
académica formal y no sabía leer ni escribir (las otras dos doctoras son Santa
Teresa de Avila y Santa Teresita del Niño Jesús). Sta. Catalina fue el instrumento
que utilizó el Señor para que regresara el Papado de Aviñón (Francia), a Roma.
Santa Catalina tenía un profundo amor a la Eucaristía, a la Stma. Virgen y a los
pobres. Tuvo muchas experiencias místicas, entre ellas: El desposorio con Cristo,
profecías, estigmas y ayunos de largos períodos, en los cuales se alimentaba
solamente de la Eucaristía.
Breve Historia de Santa Catalina de Siena
En la fiesta de la Anunciación en el año 1347 nació en Siena, "la ciudad de la
Virgen", una joven de un atractivo extraordinario y de una gran fuerza de voluntad.
En solo 33 años de santidad heroica vivió, sufrió y murió por el Cuerpo Místico de su
Amado Señor. Esta alma extraordinaria es conocida en la historia como Santa
Catalina de Siena, una de las mas grandes de la Iglesia, y una de las mas
fascinantes.
Durante su corta vida convirtió a muchos, de diferentes edades y clases, a una
auténtica vida cristiana. Los que la conocían sabían que solo tenían que presentarle
a Catalina un pecador, y por su sencilla pero profunda caridad, y por su corazón y
personalidad, el pecador era movido a ser otro "catelinato", como le decían a sus
seguidores en Siena.
Jesucristo es el centro de su vida

Catalina fue tan inmensamente devota a su Salvador que El fue el centro de todas
sus muchas experiencias místicas. Pero veremos como la santa, tenia una muy
tierna, amorosa y confiada relación con la Virgen Santísima, y en un número
significante de eventos en su vida, fue en la Madre de Dios que ella buscó su
refugio, o fue la Virgen la que vino en su ayuda.

Confianza y amor a la Virgen María


Desde niña, empezó a orar a la Reina de Siena, y a menudo se le oía rezar el Ave
María bajando las escaleras de su casa. Un día cuando tenía 6 años de edad y
mientras caminaba por las calles de Siena con su hermano, elevó su mirada y de
repente vio en el sobre el techo de la Iglesia de San. Domingo, al Rey de Reyes
sobre un espléndido trono, vestido como el Papa con su corona Papal; y con el
estaban San. Pedro, San. Pablo y San Juan. Jesús mirando con ternura a Catalina,
despacio y solemnemente la bendijo, haciendo tres veces la señal de la Cruz sobre
ella con su mano derecha, como lo hace un obispo.
Desde ese momento Catalina dejó de ser una niña, se enamoró profundamente de
su amado Salvador. "esa visión y esa bendición fueron tan poderosas que después
ella no pudo pensar en nada mas que en los ermitaños, y en como imitarlos."
El año siguiente, ante un cuadro de Nuestra Señora, se ofreció al Señor que la había
bendecido. En este momento tan crucial oró a la Virgen: "¡Santísima Virgen, no
mires mi debilidad, sino dame la gracia de tener como esposo a aquel a quién yo
amo con toda mi alma, tu Santísimo Hijo, Nuestro Único Señor, Jesucristo! Le
prometo a El a ti, que nunca tendré otro esposo".

Solo Jesucristo será su esposo


Cuando Catalina tenía doce años, su familia quería obligarla a contraer matrimonio.
Ella, después de consultar con un sacerdote dominico acerca de su voto de castidad
y como defenderlo ante esta amenaza, se cortó el pelo, como señal de haber
¨cortado¨ con el mundo. Sus padres hacían todo lo posible por impedir que ella
tuviera tiempo de oración y soledad. La pusieron a trabajar a toda hora, tratándola
muy mal, como sirviente de la familia. Catalina humildemente aceptó este rechazo
de su familia, y actuaba como si estuviese en la casa de Nazaret, tomando como a
su única madre a la Virgen Santísima.
Sus hermanas y amistades la persuadieron a que participara en sus diversiones y
vanidades. Pero pronto se arrepintió y le dolió aquello por el resto de su vida. Lo
consideró como la mayor infidelidad a su esposo del cielo de la cual ella fue
culpable. La muerte de su hermana mayor, Bonaventura, ocurrida poco después,
confirmó sus sentimientos.
Modelo de virtud antes de sus quince años de edad
Con su ejemplo de humildad, obediencia y caridad ante su familia, los conquistó y
entonces le permitieron ser miembro de la Tercera Orden de Santo Domingo y tener
un cuarto privado. Allí comenzó a hacer actos de mortificación heroicos. Se
alimentaba principalmente de hierbas y vestía con telas muy crudas. Asistía con
gran generosidad a los pobres, a los enfermos, consolaba a los presos. Su
sometimiento de la propia voluntad al Señor, aun en sus penitencias, daba
verdadero valor a lo que hacía.
Pero sus experiencias místicas no le quitaban las pruebas. Sufría por su
temperamento al que dominaba con gran paciencia y por los baños calientes que le
ordenaron los médicos. En medio de sus dolencias oraba sin cesar para expiar sus
ofensas y purificar su corazón.
Recibe el hábito de la tercera orden dominica
En la noche anterior a su profesión en la orden, después de pasar por una severa
prueba en la cual el demonio se le apareció como un caballero muy guapo y
elegante y le ofreció un traje de ceda con joyas brillantes, Catalina se tiró sobre el
crucifijo y gritó: "¡Mi único, mi amado esposo, Tu sabes que jamás he deseado a
nadie mas que a ti. Ven en mi ayuda, mi amado Salvador!".
De pronto, frente a Catalina estaba la Madre de Dios, teniendo en sus manos un
traje de oro , y con su voz suave y tierna, la Virgen le dijo: "Este vestido, hija mía, lo
he traído del corazón de mi Hijo. Estaba escondido en la herida de su costado como
en una canasta de oro, y te lo hice con mis propias manos." Entonces con ferviente
amor y humildad, Catalina inclinó su cabeza, mientras la Virgen le imponía este
vestido celestial".
Por fin, en 1635, a los 18 años (según algunos escritores a los 20 años), recibió el
hábito de la tercera orden dominica.
Durante tres años después de recibir el hábito, Catalina vivió, en la santa soledad
de su pequeño cuarto y en su capilla favorita. Allí pasó un entrenamiento estricto
basado en la auto-negación y desarrollo espiritual bajo la dirección personal de
Cristo y de su Madre. No hablaba sino con Dios, la Virgen y su confesor.
Severos ataques del demonio
La serpiente, viendo su vida angelical, la asaltaba buscando destruir su virtud.
Llenaba su imaginación con las mas sucias representaciones y asaltaba su corazón
con las mas bajas y humillantes tentaciones. Después su alma quedaba en una
nube de oscuridad, las mas severa prueba imaginable. Se veía a si misma cientos
de veces al borde del precipicio, pero siempre sostenida por una mano invisible. Sus
armas eran la oración ferviente, la humildad, resignación y confianza en Dios. Así
venció las pruebas que sirvieron mucho para purificar su corazón. Nuestro Señor la
visitó después y ella le dijo: "¿Dónde estabas, mi divino Esposo, mientras yo yacía
en tan temible condición de abandono?". Jesús le contestó: "Estaba contigo".
"¡¿Cómo?! -replicó ella- ¡¿entre las sucias abominaciones en que infectaban mi
alma?!. El le dice "Eran desagradables y sumamente dolorosas para ti. Este
conflicto, por lo tanto, fue tu mérito, y la victoria sobre ellas, fue debido a mi
presencia."
El enemigo también la invitaba al orgullo, sin escatimar ni violencia ni estrategia
alguna para seducirla a sus vicios. Pero la humildad era su defensa. Dios la
recompensó con su caridad para los pobres y muchos milagros.
Nupcias con Jesús
Un día jueves después de que Catalina había orado todo el día con extraordinaria
fe, Nuestro Señor se le apareció y le dijo: "Ya que por amor a Mi has renunciado a
todos los gozos terrenales y deseas gozarte solo en Mi, he resuelto solemnemente
celebrar Mi esposorio contigo y tomarte como mi esposa en la fe".
Mientras el Señor hablaba, aparecieron muchos ángeles, su Santísima Madre, San
Juan, San Pablo y Sto. Domingo (ella era de su orden). Y mientras el Rey David
tocaba una dulce música en su arpa, nuestra amorosa Madre tomó la mano de
Catalina y la puso en la mano de su Hijo. Entonces Jesús, puso un anillo de oro en el
dedo de Catalina, y dijo: "Yo, tu creador y Salvador, te acepto como esposa y te
concedo una fe firme que nunca fallara.. Nada temas. Te he puesto el escudo de la
fe y prevalecerás sobre todos tus enemigos".

Guía de papas y pobres.


Con la fortaleza recibida del Señor, Catalina continuó creciendo en su fervor y
efectividad en el apostolado, primero entre la gente de Siena, luego en Pisa, en
Florencia, y eventualmente en las ciudades Papales de Avignón y Roma. Catalina
fue atrayendo a un grupo de devotos amigos. Todos sus discursos, acciones y hasta
su silencio inducía al amor a la virtud. Según el papa Pío II, nadie se acercó a ella
que no se fuera mejor.
Estableció una inspiradora correspondencia que alcanzó seis volúmenes.
Comenzaba todas sus cartas con estas palabras: "En el nombre de Jesucristo
Crucificado y de la dulce María".
Santa Catalina llegó a influenciar a dos papas, numerosos prelados y religiosos. Mas
que ningún otro factor, fueron las oraciones y sacrificios de esta joven esposa de
Cristo, las que le permitieron ser instrumento de mensajes divinos que llegaron a
ser escuchados por el papa.

La conversión de Nannes
Nannes, un poderoso personaje, fue llevado ante la santa. Nada de lo que ella le
decía parecía tener efecto. Entonces Catalina hizo una pausa repentina para ofrecer
oraciones por el. En ese mismo instante el joven comenzó a llorar, profundamente
convertido. Se reconcilió con sus enemigos y se dedicó a la penitencia. Cuando mas
tarde Nannes tuvo muchas calamidades temporales, la santa se alegraba
entendiéndolo como para su bien espiritual. "Dios purgó su corazón", dijo Catalina,
"del veneno con que estaba infectado por su gran apego a las criaturas". Nannes
dio a Catalina una mansión la cual ella, con la aprobación del papa, convirtió en un
convento.
Fueron muchas las conversiones impresionantes que se lograron por su mediación.
Entre ellas, durante la pestilencia de 1374, en la que sirvió a los enfermos, las de
dos santos dominicos, Raimundo de Capua y Bartolomé de Siena. Los pecadores
mas empecinados se ablandaban ante el poder de sus exhortaciones.
Tenía el don de sanación.
Catalina tenía gran compasión por los enfermos y los atendía con esmero. En una
visita a Pisa, enviada por sus superiores, sanó a muchos enfermos y aún a mas
almas.
Intercede por un condenado a muerte
Como Catalina dedicaba toda su vida enteramente al servicio del Crucificado y de
su dulce Madre, ésta a menudo venía en su auxilio. En ocasiones en que Catalina
tenía entre manos la conversión de un endurecido pecador, se dirigía con confianza
a la Madre de Misericordia. A través de la Virgen Santísima logró la gracia de la
resignación y de la paz para un joven condenado a la decapitación y pudo estar con
el hasta el final.
"Esperé por el en el lugar de la ejecución, esperé en oración continua y en la
presencia de María y antes que el llegase, puse mi cabeza sobre el ladrillo y oré
suplicándole al cielo, repitiendo: "¡María!". Quería obtener la gracia de que ella, en
el último momento, le diera luz y paz. Y María no me defraudó".
Milagros al servicio de los pobres
En al menos dos ocasiones Catalina recibió ayuda sobrenatural de parte de la
Virgen cuando preparaba comida para los demás. Una vez cuando estaba
horneando pan para su familia, la otra vez fue durante una epidemia, donde por la
misma cantidad de harina que tenían todos los demás, logró sacar cinco veces mas
pan.
No debemos olvidar que Jesús le concedía tanto porque ella por su parte era
siempre fiel, presta para sufrirlo todo y pasar las mayores pruebas por Su amor.
El mayor de los milagros posiblemente fue su paciencia ante los severos ataques y
reproches aun de personas desagradecidas que ella había beneficiado con sus
servicios. Así fue el caso de una mujer leprosa a quién todos habían abandonado y
que Catalina cuidó con esmero. Su cuidado continuó igual a pesar de los insultos de
la mujer. Atendió a otra mujer cancerosa. Por mucho tiempo Catalina vencía su
natural desagrado y chupaba y vestía sus llagas. Esta sin embargo publicó contra
Catalina las calumnias mas infames, las que fueron secundadas por una hermana
del convento. Catalina sufrió en silencio la persecución violenta. y continuó con
afecto sus servicios hasta que con su paciencia y oración obtuvo de Dios la
conversión de ambas.

Un noble secretario
Esteban fue uno de los discípulos mas cercanos a Catalina. Hijo de un senador de
Siena, este noble había sido reducido a ruina por sus enemigos. La santa le enseño
el camino del Evangelio y la renuncia a las cosas del mudo. Se hizo secretario de la
santa y compiló sus palabras y cartas. Fue su compañero en los viajes a Avignón,
Florencia y Roma. Mas tarde, por consejo de la santa, Esteban se hizo monje
Cartujo. Asistió a la santa en su muerte y escribió su vida.
El Dialogo de Santa Catalina de Siena
Fue en el "día de María", como Catalina llamaba al sábado, que empezó a escribir
su famoso "Dialogo", un tratado inspirado sobre las virtudes cristianas.

La Virgen le da un confesor
Catalina había orado por muchísimo tiempo para conseguir un buen confesor y
director espiritual. Ella, como todos los santos, comprendía la importancia de ser
guiada por un santo pastor de almas. Un día, durante la misa en la iglesia dominica
de Santa María Novella, en Florencia, le pareció a la santa que la Virgen estaba de
pie a su lado y le indicaba un sacerdote para que fuera su guía: el Padre Raimundo
de Capua. Este se convirtió en el director espiritual de Catalina. Después de muchos
años de una relación muy fructífera, le llamó: "mi Padre y mi hijo, quién mi dulce
Madre María me regaló". El por su parte creció mucho espiritualmente gracias a la
inspiración de la santa y llegó a ser beatificado.

Inspira el retorno del papado a Roma


En 1375 Florencia, Perugia, una gran parte de la región Toscana de Italia y hasta de
los Estados Pontificios, entraron en liga contra la Santa Sede. El corazón de
Catalina, que tres años antes había profetizado estos eventos, se traspasó de dolor.
Por sus oraciones y esfuerzos, muchas ciudades, entre ellas Arezzo, Lucca y Siena
se mantuvieron fieles al Papa.
El papa Gregorio XI que residía en Avignón, al no conseguir nada con sus cartas a
Florencia, envió un ejército a esta ciudad. Las divisiones internas causaron que los
florentinos buscaran reconciliación. Le pidieron a Santa Catalina que fuera
mediadora. La santa llegó a Avignón el 18 de junio de, 1376. El Papa se reunió con
ella y con gran admiración por su prudencia y santidad, le dijo: "No quiero otra cosa
sino paz. Pongo este asunto enteramente en tus manos".
El papado se encontraba en Avignón, (hoy parte de Francia), desde el 1314, cuando
fue electo Papa el francés que tomó el nombre Juan XXII. Sus sucesores también
vivieron en Avignón. El Papa es el obispo de Roma, por lo que los romanos
protestaban que su obispo los había abandonado por setenta y cuatro años y
amenazaban con un cisma. Gregorio XI había hecho un voto secreto de regresar a
Roma, pero no se decidía al notar la resistencia de su corte. Aprovechando la
presencia de Catalina en Avignón, le consultó el caso. "Cumpla lo que le ha
prometido a Dios", fue la respuesta de Catalina. La santa recibió del Señor la
certeza de que el papa debía regresar a Roma y aquél fue el momento en que se lo
pudo comunicar. El papa, sorprendido de que supiese por revelación lo que el no
había confiado a nadie, decidió cumplir con su traslado a Roma. Catalina le escribió
en varias ocasiones animándole a apresurar su retorno a Roma. El Papa salió de
Avignón el 14 de septiembre de 1376.
No tardaron en aparecer las envidias y las preguntas farisaicas de los que deseaban
atrapar a la santa. Pero se quedaban asombrados ante sus respuestas a las
preguntas mas difíciles sobre la vida interior y otros temas. Por otro lado, los
florentinos continuaban en sus intrigas contra el papa por lo que este envió a
Catalina a vivir en esa ciudad. Allí sufrió muchísimo y en varias ocasiones peligraba
su vida. Pero al final, en 1378, logró la reconciliación de esta ciudad con el sucesor
de Gregorio, el Papa Urbano VI.

Gusto por la vida contemplativa


En seguida Catalina volvió a Siena para continuar su vida solitaria de oración
intensa. Algunas de sus meditaciones fueron recogidas en el tratado Sobre la
Providencia.
Por años vivió en abstinencia rigurosa, de tal manera que prácticamente se
alimentaba solo de la Eucaristía. En una ocasión ayunó desde el miércoles de ceniza
hasta el día de la Ascensión, recibiendo solamente la Sagrada Hostia.
La corona de espinas
En una visión, El Señor le presentó dos coronas, una de oro y la otra de espinas,
invitándola a escoger la que mas le gustara. Ella respondió: "Yo deseo, oh Señor,
vivir aquí siempre conformada a tu pasión y a tu dolor, encontrando en el dolor y el
sufrimiento mi respuesta y deleite." Entonces, con decisión tomó la corona de
espinas y la presionó con fuerza sobre su cabeza.

Experiencias místicas con la Virgen


Dos veces, en fiestas litúrgicas especiales, la Virgen le ayudó milagrosamente.
Durante una Misa de año nuevo, Catalina estaba tan sobrecogida por la emoción,
que cuando se puso de pie para ir a recibir comunión estuvo a punto de caer. La
Virgen, con sus manos tiernas y al mismo tiempo fuertes, la sostuvo hasta que se
recuperó.
Un día de la Asunción, que tradicionalmente era la fiesta mas grande del año en
Siena, la ciudad de la Virgen, Catalina estaba muy enferma en cama, y deseaba
intensamente por lo menos poder ver la catedral. De pronto se encontró en el atrio
de la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, y pudo caminar perfectamente y
participar en la Misa solemne dedicada a la Virgen.

El niño Jesús
Catalina tenía gran devoción al Niño Jesús. Una noche de Navidad, mientras oraba
con sus hermanas de la tercera orden en la Iglesia de San. Domingo, se le concedió
una visión muy impresionante: La Virgen María de rodillas adorando en oración
ferviente al recién nacido, el Divino Niño. Catalina estaba tan sobrecogida que
suplicó humildemente a la Virgen que le permitiera cargar al Niño por un momento.
Con una sonrisa afectuosa, la Virgen tomo el Niño y se lo entregó a Catalina, quien
teniéndolo en sus brazos, lo beso y le susurró en el oído los nombres de todos sus
seres queridos.
Poco antes de morir, en el adviento, Santa Catalina escribió estas palabras a una
amiga: "Te pido, en este dulce tiempo de adviento y de la fiesta de la Navidad, que
visites el pesebre donde posa el Manso Cordero. Allí encontrarás también a María,
una extranjera y un exilio, en tan gran pobreza que no tiene con que vestir al Hijo
de Dios, o fuego con que calentarlo....Asegúrate de recurrir siempre a la Virgen
Santísima, abrazando siempre la cruz."

Las turbulencias políticas continúan


En 1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir Gregorio XI, el papa Urbano VI
fue electo. Mas tarde muchos cardenales declararon la elección nula y eligieron un
nuevo papa, Clemente VII. Con el, se fueron a Avignón.
Santa Catalina sufrió muchísimo por Jesús y su Iglesia. Escribió a los cardenales y
príncipes de varios países implorándoles que reconozcan al papa Urbano y así
acabar con el cisma. También escribió al mismo papa Urbano exhortándole a
dominar su difícil temperamento que había sido en parte causa de la división. El
papa la escuchó y le pidió ir a Roma para ayudarle a persuadir a los cismáticos.
Trabajando en esa misión en Roma, la santa se enfermó y murió el 29 de abril de
1380, a la edad de treinta y tres años.
Fue enterrada en Roma, en la iglesia de Minerva, donde hoy día puede visitarse su
cuerpo que yace bajo el altar tras un panel de cristal. Su cabeza está en la iglesia
de Sto. Domingo en Siena, en cuya ciudad también se puede visitar su casa, ver sus
instrumentos de penitencia y otras reliquias.
Para apreciar la vida de la santa, tan engalanada con dones extraordinarios, no
podemos olvidar su incondicional amor a la cruz. Tuvo grandes y prolongados
sufrimientos, tanto los físicos como los del corazón. Cuando se ama mucho se sufre
por el amado. Ella sufría las ofensas contra Jesús, contra Su Madre, contra la Iglesia,
contra los pobres. Sufría por los pecadores. Aunque muchos la admiraban, muchos
también la tildaban de farsante y la hacían sufrir. Sus virtudes heroicas la hicieron
victoriosa sobre sus pasiones en las pruebas mas difíciles. Es por todo esto que la
debemos admirar y nos sirve de insiración para nosotros buscar la santidad. En
Santa Catalina vemos lo que Dios puede hacer con un corazón que se deja
traspasar de amor por El y por la Virgen.

-Canonizada por el Papa Pío II en 1461.


-Urbano VIII transfirió su festividad al 30 de abril
¡Santa Catalina de Siena..... Ruega por nosotros!

Gentileza de las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María:


www.corazones.org para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL
PLEGARIA CON CATALINA

Introducción

Lectora 1

Nos ha convocado en este día la figura de nuestra hermana Catalina de Siena. Ella,
seducida por Jesucristo, supo, como nuestro Padre Santo Domingo, adentrarse en la
intimidad de la oración: Hablando con Dios en la intimidad de la "celda interior",
dejó que su Palabra resonará en su corazón, y se hiciera anuncio de la Buena
Noticia de la salvación de Dios.

Lectora 2

Dejemos que su naturaleza de fuego, avive en nuestros corazones el deseo de


"arder e iluminar"llevando al mundo la luz del eterno Padre. Que ella nos enseñe a
vaciarnos de nosotras mismas para hacernos "cauce para que la gracia de Cristo, el
verdadero torrente de la vida" llegue a nuestros hermanos los hombres y mujeres
que buscan el rostro amable y misericordioso del Dios de la vida.

SALMO DE LA QUE NO ES AL QUE ES

Todas:

Dios eterno, al comenzar una nueva jornada,


te pido con singular solicitud

por todos los que me has dado, para que los ame con singular amor.
Que sean plenamente iluminados con tu luz
y que se quite de ellos toda imperfección,
para que en verdad puedan trabajar en tu jardín,
donde tú los has destinado.

Te pido que me sumerjas en el abismo de tu amor,

que me aumentes la fe

y que no permitas que nunca me separe de Ti.

Aviva en mí el deseo de entregarme

a los pobres y a los enfermos,

a los necesitados y a los que no te conocen,

y haz que te sirva en ellos

con el ardor de la caridad,

que Tú, Esposo fiel, has puesto en mi corazón.

Hazme comprender que no es con la espada

ni con las guerras, como conquistaré

la belleza de tu Esposa la Iglesia,

sino con la paz y con la continua y humilde oración.

En las horas de dificultad,

sé Tú mi refugio, y no permitas que claudique

cuando la Verdad sea defraudada

por la indiferencia y el pecado de los hombres.

Que comprenda que no hay paz sin justicia,

y que ésta se consigue sólo con el fuego de tu amor.

¡Oh Dios Eterno!,

te pido que aceptes el sacrificio de mi vida

por el Cuerpo Místico de la Santa Iglesia.

No tengo otra cosa que darte

sino lo que tú me has dado a mí.

Toma, pues, mi corazón

y exprímelo sobre el rostro de tu esposa la Iglesia.

Lectora 1
Oremos: Que tu Espíritu esté en nosotras, Señor, para que acojamos tu Palabra; que
ella arda en nuestros corazones para que te reconozcamos cada día al compartir tu
Pan y tu Palabra con todos aquellos que Tú pones en nuestro camino.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

SILENCIO

Lectora 2

Lectura del Evangelio según San Mateo 6, 5-6

Jesús les dijo: Vosotros cuando oréis no hagáis como hacen los hipócritas: a ellos les
gusta orar de pie en las sinagogas y en las plazas para ser vistos. Os aseguro que
ya tienen su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu


Padre, y tu Padre que está en lo secreto te recompensará.

SILENCIO

Lectora 1

Lectura del Diálogo de Santa Catalina

"A vosotros queridísimos hijos míos, os digo, que paséis por encima del Puente, no
por debajo, porque éste no es el camino de la Verdad sino de la mentira; por el que
andan los pecadores. En favor de ellos os apremio que me roguéis, y os pido
lágrimas y sudores a fin de que de mí consigan misericordia".

SILENCIO

Lectora 2

Del Padre Vicente de Couesnongle

"Santo Domingo es considerado un verdadero hombre de oración. Dedicaba gran


parte de la noche a su oración personal y, dicen, se las ingeniaba siempre para
tener tiempo para orar.

¿Cuál era su oración? Ante todo era pedir la identificación con Cristo, y como él,
-nos dice Jordán de Sajonia- daba el día al prójimo y la noche a Dios. Durante el día
hablaba de Dios, y por las noches hablaba con Dios.

Durante la noche repetía con frecuencia gritando: `Dios mío, misericordia mía, ¿qué
será de los pecadores?´ O sea que hablaba a Dios de los pecadores, de su
ministerio, de todos aquellos que había encontrado en su predicación. Además, se
observa que "misericordia mía" para él era el nombre de Dios preferido, si es que
así puede decirse, y que ésta "misericordia mía" está en relación directa con la
compasión de Santo Domingo."
SILENCIO

Lectora 1

Lectura del Diálogo de Santa Catalina

"Entonces, aquella alma, como ebria no podía contenerse. Sintiéndose casi cara a
cara con Dios decía: ¡Oh Eterna Misericordia!, que cubres los pecados de tus
criaturas, no me maravillo que digas de quienes salen del pecado mortal para
retornar a ti: -Yo no me acordaré jamás de que me hayas ofendido"

¡Oh misericordia inefable! No me maravillo que digas esto de quienes salen del
pecado cuando dices, refiriéndote a los que te persiguen: -Quiero que me roguéis
por ellos, para que yo tenga con ellos misericordia".

En tu misericordia fuimos creados, y en tu misericordia fuimos creados de nuevo en


la Sangre de tu Hijo. Tu misericordia nos conserva. Tu misericordia puso a tu Hijo en
los brazos de la cruz, luchando la muerte con la vida, y la vida con la muerte. La
Vida derrotó a la muerte de nuestra culpa,. ¿Quién quedó vencido? La muerte ¿Cuál
fue la causa de ello? Tu misericordia.

Tu misericordia da vida. Ella da la luz por la que tu criatura conoce la clemencia. Si


vuelvo la mirada a la tierra, la veo rebosar de tu misericordia. En las misma
tinieblas del infierno la veo relucir, porque no das a los condenados toda la pena
que merecen. Con tu misericordia mitigas la justicia: Por misericordia nos has
lavado en la Sangre; por pura misericordia quisiste convivir con tus criaturas...

Oh misericordia, el corazón se pierde pensando en Ti; a cualquier parte que me


ponga a pensar, no hallo sino misericordia."

Momento de reflexión – Silencio – Oración espontánea a partir de lo orado

Plegaria a Santa Catalina de Siena

Catalina de Siena.

Mujer de Dios, esposa de Cristo,

madre espiritual, doctora de la Iglesia,

patrona de Europa, "¡HERMANA NUESTRA!"

A ti acudo hoy para pedirte me ayudes a vivir en la Verdad,

y que me enseñes a amar como soy amada por Dios.

Te proclamo modelo de vida dominicana,

estímulo en el peregrinar por este mundo

sembrando la Palabra de la Vida.


Tú encarnas el ideal de mujer orante y apóstol,

tal como yo quiero ver la mujer

en la Iglesia y en el mundo de hoy.

Te consagraste a Jesús tu esposo sangrado,

y serviste a su Iglesia en plena desunión.

Enséñame, Catalina, como mística y doctora,

a ser humilde y valiente, servicial y fraternal,

comprometida y perseverante,

firme y esperanzada, alegre y profunda,

ilusionada y luchadora.

Enséñame a ser como tú,

mediadora de unidad,

instrumento de paz, defensora de la justicia,

amante del diálogo con Dios y los hermanos.

Concédeme la gracia de alcanzar mi meta

en la Iglesia y en el mundo de hoy

que me retan y me esperan.

Y haz que no defraude su esperanza e ilusión,

para gloria de Jesucristo y bien de nuestro pueblo.

Amén.

-Baltasar Hendriks, O.P.-

Sor Lucía Caram O.P

Manresa

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