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DE SIENA
(1347-1380)
Introducción:
Felizmente, desde hace algunos años, está tomando fuerza entre los dominicos y
dominicas la idea de Familia Dominicana. Estamos volviendo a las más genuinas
fuentes que nos hicieron. Esto, puede darnos una pista para redescubrir, que ella es
un patrimonio de familia, y que en la Familia de Domingo, como en toda familia, la
figura de la madre es clave ya que constituye un punto de referencia constante y un
lugar de encuentro para los hijos. Por eso, Catalina, es de todos, como Domingo es
de todos. Podemos decir que ellos encarnan la figura paterna y materna de nuestra
Familia Predicadora, y que son el espejo que refleja con claridad la imagen de lo
que ellos concibieron a la hora de poner las bases y de vivir con un estilo nuevo el
Evangelio; son además la plasmación histórica de lo que nosotros queremos vivir,
en nuestra vida presente, en nuestra hora actual, según nuestras propias
características y según las exigencias de nuestro tiempo. La ausencia de uno de
ellos, haría que la comunidad familiar se viera truncada, incompleta, mutilada, y por
tanto privada de una gran riqueza, de la plenitud de su desarrollo y su peculiaridad
profética, histórica, eterna.
Domingo que comenzó con las monjas, y que tuvo con ellas detalles exquisitos
de padre, antes de lanzarse a la aventura de fundar la Orden con los hermanos; y
Catalina que bebió de la sabiduría que sació la sed de Domingo y que lo lanzó,
rompiendo baremos, formó y acompañó a aquellos hombres y mujeres deseosos de
vivir el Evangelio en toda su frescura y creó una “escuela de discípulos”, nos
iluminan en nuestra común tarea en la que estamos llamados a caminar juntos,
bajo el peligro, si no lo hacemos, de desvirtuar la riqueza de nuestra vocación,
endureciéndonos en nuestros propios criterios e incapacitándonos para sacar
adelante un proyecto para el que nacimos juntos; una tarea que es de todos,
porque el gran desafío es vivir : Juntos en misión.
Esto es válido para unos y para otras, porque hoy más que nunca es urgente que
sepamos complementarnos y asumir los valores femeninos y masculinos, desde
nuestra propia identidad, sexo y condición, para llevar a plenitud nuestra vocación
humana, cristiana y apostólica: nunca serán demasiados los esfuerzos por
redescubrir y vivir esta doble riqueza del carisma de Domingo. Catalina tiene mucho
que decirnos, porque su vida es totalmente actual: “Es de hoy, no la
arrinconemos”[2]
Hoy, hablar de mística con seriedad, no es moneda corriente, pero no por eso es
un tema pasado o sin interés: Todo lo contrario. Sin vida mística, esto es, sin una
vida centrada en el Misterio de Dios, en esa profunda nostalgia de infinito, en ese
hondo deseo de ver completada la obra de la Salvación, no podemos hablar de
FELICIDAD, sino de sucedáneos descafeinados que no hacen más que aumentar el
vació del hombre y de su corazón sediento de Dios y atormentado por el sinsentido
y la superficialidad del “vivir a tope el momento presente” y nada más, a que nos
urge nuestra sociedad, tal vez, demasiado secularizada.
Acercarnos a Catalina, con nuestra mentalidad occidental de finales del Siglo XX,
y leer su vida, a conciencia, puede, a primera vista, no ser fácil. Tal vez, nos
asusten sus excesos, los acontecimientos extraordinarios, y acabemos por pensar
que es de otra pasta, que no es accesible a nuestra “mediana” capacidad, o como
hicieron algunos, descalificarla por ser “una vida fruto de la imaginación de sus
biógrafos”.
¿Cuál es el secreto de vuestra intimidad con Dios? ¿Qué fuego quema y inflama
vuestras entrañas?
Como los frailes que expiaban a Domingo en sus largas vigilias de oración,
asomémonos a la oración y a la vida de Catalina; a la oración y a la vida de
Domingo, y allí encontraremos el secreto que todos buscamos para nuestras vidas y
para nuestra misión. Si esto hacemos, podremos vivir, lo que alguien ha llamado en
Catalina “La tiranía de la gracia”: Un decir, LO QUIERO, y conseguirlo TODO de Dios
Introducción
Pablo VI, al declararla doctora de la Iglesia, dejará claro que "fue una mujer política,
pero en el sentido espiritual de la palabra, que ella misma explicará rechazando la
acusación de politizante: "Mis paisanos creen que gracias a mí y a las personas que
me rodean se hacen tratados; dicen la verdad, pero no saben de qué se trata, y sin
embargo, aciertan en sus juicios, porque no pretendo ni quiero que los que me
rodean se ocupen si no es de vencer al demonio y arrebatarle el señorío que ha
adquirido sobre el hombre por medio del pecado mortal, en extraer el odio del
corazón del hombre y en pacificarlo con Cristo crucificado y con su prójimo".
Estamos ante la mujer que recibió tres reconocimientos solemnes por parte de la
Iglesia: el Papa Pío II, compatriota suyo, la canonizó en el año el 29 de junio de
1461; Pablo VI la nombró, junto a Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia, título y
reconocimiento otorgado, hasta ese momento -el año 1970-, exclusivamente a
varones; y finalmente, Juan Pablo II, al entrar en el tercer milenio la declaró Patrona
de Europa junto a las santas Brígida de Suecia y Edith Stein-. Todo esto nos está
remitiendo, sin duda, a una gigante de la fe, a una mujer con peso específico
propio.
"Toma pues tus lágrima, tu sudor, y sácalos, tú y los otros siervos míos, de la fuente
de la divina Caridad, y lavad con estas lágrimas la cara de mi esposa. Yo te prometo
que por este medio le será restituida su belleza; no con espada, ni con guerras, ni
con crueldad reconquistará su hermosura, sino con la paz, la humilde y continua
oración, sudores y lágrimas, derramadas con angustioso deseo de mis siervos.
Catalina nunca sacrificó la verdad o la justicia por una paz fácil o a bajo precio.
Recordó, por ejemplo, a los soberanos de Bolonia, que buscar la paz sin la justicia
era "como poner bálsamo en una llaga que debía ser cauterizada y quemada con
fuego". Catalina se empeña en la tarea de la paz siguiendo los pasos de Cristo, que
hizo la paz entre Dios y los hombres, dando la propia vida, derramando
generosamente su sangre. El pacificador, -Catalina lo sabe y lo repite- compartirá el
mismo destino que Cristo, sufrirá el rechazo y la persecución, porque el pacificador
es "otro Cristo crucificado". Ante un mundo amenazado por la violencia y la
intolerancia étnica, religiosa, tribal, etc., Catalina se nos estimula a tener el coraje
de asumir el papel de pacificadores, aunque esto traiga consigo la persecución y el
rechazo.
Ella supo ponerse a la altura de las circunstancias, como laica y como mujer,
desempeñando un papel significativo en la sociedad y en la Iglesia. Ganándose la
confianza y el corazón de muchos, que no tardaron en acogerse a su maternidad,
formó un ingente grupo de discípulos, que encontraban en ella, perfectamente
armonizado la ternura de lo femenino, la intuición de las necesidades de las
personas, propias del corazón materno, y la firmeza y radicalidad de la mujer de fe.
La llamaban la "mamma", porque ella lograba engendrar hijos para la VIDA, desde
el manantial de la fe que brota generosa del costado de Cristo.
Estamos sin duda en la hora de la mujer. Así quiso indicarlo Juan Pablo II al
proclamar a Catalina de Siena junto a Brígida de Suecia y Edith Stein, patronas de
Europa; indicando, al comienzo de la Asamblea especial para Europa del Sínodo de
los Obispos y a las puertas del año 2000, que así como Europa gozaba de la
protección de tres patronos –varones- que vivieron durante el primer milenio
Cristiano – San Benito de Nursia, San Cirilo y San Metodio-, él quería, con esta
proclamación solemne integrar al grupo de los santos patronos tres figuras
emblemáticas de momentos cruciales del segundo milenio que concluía: "...Tres
grandes santas, tres mujeres que, en diversas épocas se han destacado por el amor
generoso a la Iglesia de Cristo y por el testimonio dado de su cruz.
Sus escritos
Catalina tiene un lugar privilegiado entre los más grandes escritores, la potencia de
su poesía no envidia nada a la genialidad de los poetas de mayor renombre. Su
producción literaria le sitúa "en un puesto de honor entre los escritores del Trecento
italiano, o sea, el siglo que produjo los astros mayores de la literatura italiana"; y
esto, a pesar de que era lo que hoy llamaríamos analfabeta o iletrada.. El beato
Raimundo, nos dirá, que su doctrina es, tal vez, lo más admirable de su vida, y el P.
Royo Marín que "Su doctrina mística representa uno de los hitos más importantes
en la historia de la espiritualidad de todos los tiempos".
Sus cartas atestiguan un conocimiento profundo de los Evangelios así como de las
Cartas de San Pablo, con quien muchos autores la han comparado. Su lectura
preferida era el breviario, pues éste la introducía en dulces coloquios con su esposo.
Todos sus historiadores coinciden en afirmar que no sabía leer ni escribir, pero que
como mujer inteligente y práctica dictaba a dos o tres secretarios, que eran
discípulos de su entera confianza, aquello que deseaba plasmar. Se ha dicho
también, que a menudo dictaba estando en éxtasis, afirmación que ha dado lugar a
muchas polémicas, que no es el caso analizar. Pero sea como sea, lo importante es
que su obra ha llegado hasta nosotros, y que sus escritos son la base de que su
nombre figure entre los doctores de la Iglesia.
Sus biógrafos de primera hora dirán que: "Una de sus hermanas, tal vez Alessia
Saracini (perteneciente a una noble familia, y por tanto instruida), le procuró un
alfabeto, y la joven de edad de veinte años, se dedicó a aprender las letras en la
soledad de su celda.
El Diálogo
No es un libro más en su vida: Es el libro de su vida. Allí queda plasmada ella tal
como es; en sus páginas se da del todo, se desborda. Por amor a Dios, y por el
deseo de comunicar lo que vive, se resiste a sepultar en el silencio de su tumba
cuanto Dios, la Divina Providencia, le da a gustar y le hace comprender y por eso
dicta
Catalina, sumida en la amargura por los males que agobian a la Iglesia, se abisma
en la contemplación de la Misericordia y de la Providencia y se desborda en las
páginas de este libro incomparable, que la contiene y resume a toda ella,
expresando tanto su angustia como su confianza.
Las páginas vivas, palpitantes, del Diálogo contienen el grito inenarrable que
compendia toda su existencia y misión, dirigido a Dios: "Por tu gloria, Señor, salva
al mundo". Escribió en él no lo que sabia, sino lo que vivía, lo que era, recogiendo
una serie de experiencias místicas que se habrían perdido definitivamente para
nosotros si, de modo providencial, no hubieran encontrado el eco cálido en las
páginas del Diálogo. Con la misma fuerza captamos en ellas la respuesta divina en
una promesa de misericordia sobre el hombre y la Santa Iglesia y en la enseñanza
de los caminos por los que el hombre hallará su salvación.
Según los últimos estudios, la obra fue compuesta entre diciembre de 1377 y los
últimos meses de 1378, y no fue dictado de un tirón, sino mediante sucesivas
reelaboraciones. En la nota preliminar del Diálogo vemos a un alma angustiada por
el deseo vehemente de la gloria de Dios y la salvación de las almas.
El libro del Diálogo consta de un Proemio, ocho grande apartados y una conclusión:
- Proemio (1-2)
- La obediencia (154-165)
- Conclusión (166-167)
Las Cartas
Nos han llegado 381 cartas en 55 códices, sólo 7 de éstas se consideran originales,
en el sentido de haber sido dictadas directamente por Catalina a sus discípulos. El
resto pertenecen a la colección recopilada por sus amanuenses después de su
muerte.
Los destinatarios de las mismas son muy variados: desde Papas y reyes, hasta
gentes muy sencillas. En ellas aborda una amplia gama de temas que nos permiten
conocer la riqueza de su fe y de su capacidad para aconsejar con palabras de
sabiduría. El denominador común en su correspondencia es:
- La denuncia de los fallos, con la exigencia tierna y firme de vivir según el designio
de Dios y la dignidad de la vocación a la que se está llamado.
La imagen que de sus cartas emerge, es mucho más real que la que nos
trasmitieron sus biógrafos, y es sin duda más simpática y viva. En ellas queda en
evidencia su amor maternal, su psicología femenina y su capacidad de sufrimiento
y de empatía con las personas.
i). Posdata: No siempre las hay, pero algunas cartas tienen hasta tres.
Hay que reconocer la dificultad que ofrece para la mentalidad actual, la lectura de
sus cartas; dificultad que queda superada una vez familiarizados con su estilo y
lenguaje.
Oraciones
Nos han llegado 26 oraciones pronunciadas por Catalina en los dos últimos años de
su vida. Todas ellas reflejan la agudeza de su vivencia interior y la solidez de su
reflexión teológica y vida teologal.
Sin duda, el primer biógrafo, como los hagiógrafos medievales, cae en el panegírico
apologético de su amada "mamma", intentando por todos los medios dejar en
evidencia su ejemplaridad y santidad precoz. Estilo y datos que más bien repugnan
a la mentalidad contemporánea, que buscan acercarse a la figura de os santos,
deseosos de descubrir su proceso de maduración y santificación que les hace más
cercanos e imitables.
Esbozo biográfico
Pero, ¿quién fue Catalina de Siena? Catalina nació en el año 1347, el 25 de marzo,
día de la Anunciación de la Virgen, que ese año, coincidía con el Domingo de
Ramos, en una casa de la calle de los Tintoreros, en el barrio de Fontebranda. Sus
padres Jacobo Benincasa, tintorero de pieles, hombre devoto, de quien heredó la
piedad sincera y la dulzura, y de Lapa Piacenti, de la que heredó la energía y el
tesón, aunque hay que reconocer que de manera más virtuosa. Matrimonio honrado
que vivía holgadamente.
Coinciden sus biógrafos en destacar que era una niña alegre y bulliciosa, y en que
su encanto le hacía ser el centro del cariño del círculo familiar y de las amistades.
Entre el año 1353-1354, cuando contaba con cinco o seis años, hay un hecho
significativo en su vida, lo que la teología moderna llama "la experiencia fundante."
Tiene una visión de Jesucristo, y poco después hace su voto de virginidad. Pero
sobre esto volveremos.
A partir de entonces y hasta los 15 años lleva una vida de oración intensa y de
sacrificios. Esto precedido por la lucha familiar por encontrarle marido y su
resistencia.
A la edad de 20 años, tiene la experiencia del desposorio místico con Jesucristo, que
la confirma en su fidelidad. Tres años más tarde, cree haber muerto, y despierta
con la claridad de los nuevos senderos que le manifestó Dios: Su espíritu
experimenta una imperiosa sed de la gloria de Dios y se acrisola su amor a la
Iglesia. En esta etapa de madurez, 1371-1372, comienza su actividad política
debiendo salir a la luz pública.
El 29 de abril de 1380, muere en Roma, ofreciendo su vida por la Iglesia que está
dividida por el Cisma de Occidente.
La experiencia fundante que vivió a los seis años fue el punto de partida de un
proceso imparable hacia las cumbres de la santidad. Cuando regresaba junto a su
hermano Esteban de casa de su hermana Buenaventura que vivía en el otro lado de
la Ciudad. "De repente Catalina levantó los ojos y pudo percibir, al otro lado del
Valle, por encima de la Iglesia de los Dominicos, la imagen de Jesucristo -que le
bendecía-, vestido de pontifical y acompañado por los apóstoles Pedro y Pablo y por
San Juan Evangelista."
No es este el lugar para analizar el hecho y cómo pudo ocurrir. Evidentemente, hoy
ni por asomo nos figuraríamos a Nuestro Señor vestido de pontifical y en medio de
gran majestad. Pero hay que decir, en este caso y en los muchos otros que van
jalonando su vida, que Dios siempre supo adaptarse a la psicología y mentalidad de
la época, haciéndose cercano y entendible para aquellos a los que dignó visitar o
revelar extraordinariamente. Si en aquel momento la imagen del Señor era
majestuoso y real, lógicamente esa era la forma de visualizarlo en la oración, el
pensamiento, los escritos.
Más allá de los hechos externos, que Catalina se negó a relatar a su hermano, que
no vio nada, lo cierto es que esta experiencia dejó en su alma y en la totalidad de
su vida, la huella profunda del paso de Dios, siendo el comienzo de un camino de
continua transformación en el que la atracción irresistible de Jesucristo configuró
definitivamente su santificación. Todo había cambiado en su vida, y a partir de este
momento la pequeña, movida, sin duda por una inexpresable sed de Dios, comenzó
a procurar la soledad, con el deseo de imitar a los Padres del desierto a los que
conocía por las narraciones e historias que de ellos le había relatado Tomasso Della
Fonte, más tarde dominico y primer confesor de nuestra Santa.
"¡Oh beatísima y Santísima Virgen!,que fuiste la primera entre todas las mujeres en
consagrar con voto perpetuo tu virginidad a Dios, y por esto te concedió ser Madre
de su Unigénito Hijo. Pido a tu inefable piedad que, no teniendo en cuenta mis
pecados y defectos, te dignes concederme gracia tan grande y me des por Esposo
al que deseo con toda mi alma: el sacratísimo Hijo único de Dios, mi Señor
Jesucristo"
Ahora, todo sería distinto: El altísimo la había cubierto con su sombra y había
hablado a su corazón de niña. Su proceso de santificación fue muy de prisa y estuvo
acompañado de no pocas gracias y carismas, a los que supo responder con una
exigente vida de oración, recogimiento y mortificación. Pero no le fue fácil. La
cándida idea de cortarse el cabello y hacerse pasar por chico para ser admitida en
el convento, revela, algo de lo que pasaba ya por su mente infantil con deseos
inexplicables de radicalidad. "De pequeña, quería ser fraile dominico, tuvo que
conformarse con ser Mantellata".
Entonces, y en Italia, a los doce años, una joven tenía que comenzar a preocuparse
por su porvenir. Su madre, que ya había casado a dos hijas, pensaba ya buscar
matrimonio para su hija Catalina. Hasta los quince años ella resistió con entereza la
presión familiar, y aunque jamás desistió de su compromiso con Jesucristo, sí tuvo
una época en la que su fervor decayó.
Por estas fecha, su hermana Buenaventura consiguió que se tiñera el cabello y que
realzara su belleza natural con vestidos apropiados para ello y con maquillajes en
su rostro. Pero al poco tiempo, en agosto de 1362, su hermana murió de parto, y
junto al cadáver de su hermana, Catalina experimenta, lo que ella llamará su
conversión, su vuelta a Dios, tomando la determinación de entregarse sin reservas
y para siempre a Dios. Tenía quince años.
A los 16 años, 1363, vence su natural timidez y habla claramente con su padre. Éste
ordena que se la respete y que se deje de tratarla como "la criada" de la casa,
actitud que habían tomado para hacerla desistir de su idea de desposarse con el
Señor, y que lejos de quitársela, la afianza. Decide hacerse Mantellate, -la tercera
orden- teniendo que superar diversos obstáculos para ser admitida: Se suceden
difamaciones, actitudes escépticas por parte de los frailes y de celos por otras
mantellates.
A los 20 años se ubican sus desposorios místicos con Jesús, y a partir de entonces,
tiene que dejar su vida de retiro y soledad, para darse a una actividad apostólica
inaudita: para sus fuerzas, para su condición de mujer y para el momento que
atravesaba la sociedad y la Iglesia. Aunque de momento temió que sus actividades
menoscabasen su intimidad con Dios, comprendió que había aprendido a vivir en lo
que ella llama la "celda interior del adentramiento en Dios y de su propio
conocimiento" Su actividad sería la proyección de su contemplación.
En 1376 intercede ante el Papa Gregorio XI para que regrese a Roma. Trabaja
incansablemente por la unidad de la Iglesia, que no logra ver, ya que en 1378 tiene
lugar el cisma de occidente. Durante este período, su amor a la Iglesia se va
acrisolando, hasta que el 29 de abril de 1380 muere en Roma, ofreciendo su vida
por esta "Esposa amada".
La verificación de su espiritualidad, como auténticamente cristiana, se verifica en el
compromiso que genera en ella la vivencia de su fe. Se da en ella el doble
movimiento verificador de la vida en Dios: Experiencia de Dios, entrada en la celda
interior, y envío a la misión. Que ella, en su doctrina expresará como el itinerario
que sigue a la conversión inicial:
"La persona viendo, conoce; conociendo ama; y amando gusta de Mí Sumo y eterno
Bien; y gustando, sacia y llena su voluntad; es decir, el deseo que tiene de verme y
conocerme: Deseando, tiene y teniendo, desea".
Este proceso explica, que el camino de Catalina que comenzó con una "visión",
acabara en amor consumado y oblativo, por la Iglesia y la humanidad: Por su
Esposo Jesucristo y su gloria.
Contexto histórico-cultural
- La sociedad y la Iglesia
A grandes rasgos, podemos decir que la situación que la rodeaba era la siguiente:
Es el siglo del gran Cisma de Occidente ocurrido a la muerte de Gregorio XI: Los
franceses presionaron para que el sucesor regresase a Aviñón, cuyo abandono era
considerado por la Monarquía francesa transitorio. Pero la presión romana fue
mucho mayor: Para impedir dicho retorno del Papa a Aviñón, presionó
violentamente para que el nuevo Papa fuera romano o al menos italiano. Hubo
violencia contra algunos cardenales, presiones por parte de las autoridades, y
veladas amenazas. Recordando estos acontecimientos los cardenales, ya fuera de
la Ciudad eterna, y después de haber elegido a Urbano VI –que resultó ser muy
tirano, según decían ellos mismos-, negaron la validez de dicha elección por haber
obrado bajo presión. El elegido es un napolitano que había regresado de Aviñón con
su predecesor, y había sido nombrado obispo de Bari. Éste gozaba de prestigio y
estaba bien relacionado con los cardenales, pero después de la elección, les echó
en cara el lujo en que vivían, cosa que les molestó; movidos por su descontento,
comenzaron a pensar y manifestar que se había producido un error. A los tres
meses, Junio 1378, en Agnani, los cardenales –excepto los cardenales italianos-
hacen pública sus dudas de legitimidad de la elección. Un mes más tarde, todos los
cardenales, a excepción del anciano Tebaldeschi, que fallece en esos días,
abandonan al Papa Urbano VI, proceden a realizar una nueva elección, con el apoyo
de Carlos V de Francia.
Ante la grave crisis que vive la Iglesia, ella comprende, que todo tiene su solución
en una inundación de santidad. Con este ánimo trabaja por defender a Urbano VI,
que ella considera el verdadero Papa, pero lo hace, sobre todo con una vivencia
muy profunda de la realidad de la Iglesia de Cristo, "con fiebre" por sembrar la
virtud, y con energía llamando a la conversión, exhortando a sus discípulos, a
cardenales y al mismo Papa. Se siente aplastada por el peso de la Iglesia, y en
1380, dicta su testamento en el que estimula y conforta a sus discípulos. Muere el
29 de abril de este año.
La compleja realidad del siglo XIV, y la agitación política, social y eclesial con el
denominador común de carencia de valores desinteresados, y la ausencia total de
líderes, a lo que se suma una crítica histórica que no acaba de encontrar puntos
definitivos de encuentro, hacen difícil una valoración justa de la influencia
determinante o no de Catalina, tanto en lo concerniente al Papado, como a los
conflictos políticos en los que intervino. Lo que no se le puede negar es su
convicción nacida de una fe comprometida y de la experiencia de Dios que busca el
bien y salvación de sus criaturas, que la hizo denunciar con valentía y coraje la
corrupción, la mentira y el fraude, allí donde se encontrara, sin importar demasiado
si la verdad tenía que ser gritada a prelados, religiosos, laicos, nobles , condenados
o al mismo Papa.
Ella se explica en su toscano materno, y Raimundo traduce. Habla al Papa del olivo
y de la cruz, y de la paz que él, montado en el pollino, como Jesús, debía llevar por
la dulzura y no por la espada. Si la paz no se logró entre Florencia y la Santa Sede,
la culpa fue de la República, porque los Florentinos que habían enviado a Catalina
delante, le habían asegurado que llegarían unos embajadores para sellar esa paz;
pero éstos no llegaban. El Papa aseguró a Catalina que estaba dispuesto a recibir a
esos embajadores como a hijos, pero le hizo notar que los florentinos se estaban
burlando del Papa y de ella.
El Papa regresó en 1376, y dos años más tarde moriría. En Aviñón Catalina constata
los pecados de la Corte, y recoge material que nutrirá terribles capítulos de su
Diálogo.
Doctrina y su lenguaje:
Claves de interpretación
Indicamos cuatro elementos que maneja constantemente, que la definen, y que nos
permiten entender su doctrina.
El conocimiento de sí y de Dios
No se trata aquí del conócete a ti mismo socrático que trata de llevar al ser humano
de la contemplación del cosmos a la reflexión de las cosas humanas. Catalina se
sitúa más bien en la órbita de San Agustín bajo cuyo influjo estaba la Orden de
Predicadores y su doctrina, cuando el santo de Hipona dice en sus confesiones:
"Conocedor mío, que yo te conzca como tú me conoces."
Se trata pues de reconocer que somos en virtud de Otro que es el Absoluto, a quien
no nos es lícito suplantar, y que nos da gratuitamente la existencia. Desde esta
experiencia de conocimiento de Dios, es posible descubrir nuestro proyecto de vida,
amar el bien, la bondad y la belleza, desear identificarnos con ella, y por lo mismo,
surge la aversión al mal, al pecado: Nos abrimos al amor, y allí entendemos que
"somos un árbol creado por amor, y no podemos sino amar, vivir abiertos en
relación y comunión con un Tú".
Vivir en la Verdad
Catalina entiende que en la morada interior hay dos celdas: La del conocimiento de
sí y la del conocimiento de la bondad de Dios pero, de hecho, son inseparables.
Catalina advierte del peligro de prescindir de una de ellas, con lo cual correríamos
el riesgo de caer en la desesperación o en la soberbia, porque fuera de Dios
tenemos una visión parcial de lo que somos y podemos sucumbir bajo el peso de
nuestra fragilidad. Por otra parte, el que conoce a Dios, sin conciencia de la propia
fragilidad, puede caer en la presunción. Por lo que la santa concluye: "Es necesario
que una y otra se hagan una misma cosa, y así vendrá la perfección."
En la hondura de nuestro ser se nos revela el amor de Dios y nos vemos impulsados
a rechazar el mal y el pecado que están enraizados en nuestra naturaleza; nos
abrimos al perdón y nuestra debilidad se convierte en camino de encuentro con
Dios que acoge nuestra pobreza y la transforma en apertura incondicional a Él y al
prójimo.
Pero hay más, Cristo, no sólo asumió la condición humana, sino que su deseo de
reconciliar al hombre con su Padre, le llevó a injertarse en el árbol de la cruz,
haciendo que éste sea el árbol de la vida. Allí Catalina descubre el amor que Él nos
tuvo; entiende que su amor destruye el orgullo humano; le descubre como "Puente"
que une el cielo con la tierra y como renovación de la alianza del Padre.
Catalina grita con su vida, que la transformación de las estructuras tiene su origen
en lo profundo del corazón del hombre. Si las iniciativas no nacen de éste, y éste
purificado del egoísmo, no es posible la armonía y la convivencia.
Promotora de la Paz
Coincidiendo con el comienzo de este curso, la semana pasada tuvo lugar en Madrid
un curso, organizado por la CONFER, en el que participaron más de un centenar de
personas, sobre "La tarea insustituible de la mujer en la acción evangelizadora de la
Iglesia". Era abierto, pero los participantes fueron 134 mujeres... Y esto es un
indicativo. El título no cuestiona, afirma. Pero, he aquí que las participantes y
ponentes al finalizar dicho curso "reclaman un protagonismo mayor e insustituible";
hablan de una Iglesia patriarcal –hoy- y afirman que "las mujeres son
evangelizadoras porque son portadoras de una antorcha, que pasó de mano en
mano, porque ayudan a despertar, a tomar conciencia y a actuar promoviendo así
el cambio social...". Hablaron de la mujer evangelizadora y evangelizada como
"servidora del Reino, no como sirvienta gratuita y no rentable, para las cuentas
diocesanas; de las mujeres como comensales del banquete, y no cocineras"... Se
habló de corresponsabilidad, y del papel del acompañamiento espiritual por parte
de la mujer en los procesos de fe, y se indicó que estamos en una sociedad y en
una Iglesia que carece de líderes y de maestros espirituales; y aquí se apunto un
papel insustituible para la mujer, por su capacidad de escucha, por su visión global
de la vida y por su tendencia maternal femenina". Finalmente se reconoció que la
voz de la mujer había sido silenciada.... ¿y hoy?.... La pregunta quedó abierta.
En esto también Catalina, fue una precursora, que puede arrojar mucha luz para
ayudarnos a descubrir nuevos caminos de realización. Basta ver su actuación, para
darnos cuenta que hay muchos ámbitos que, entonces como ahora, pueden ser
enriquecidos con la presencia activa de la mujer. Reducir su influjo o gastar todas
las cargas, por defender temas, como por ejemplo el sacerdocio de la mujer, sería,
tal vez una minimización del auténtico papel de la mujer. Eso, a lo mejor llegue, tal
vez lo veamos, tal vez no, pero no es lo único ni lo más importante. De momento
han dicho que no, que lo estudien los teólogos y lo discutan los que tienen a su
cargo la guía de la Iglesia. Nosotros, tratemos de "trabajar" por dar un paso
"protagónico", donde tiene que tenerlo la mujer, y no hay leyes -aunque sí
costumbres- que se lo puedan impedir: ¿Serían los cardenales y los papas; los
políticos y religiosos, los clérigos y laicos de entonces más dóciles que los de
ahora?.... Catalina hizo oír ante ellos su voz enérgica y grave, y fue escucha, y
también ignorada, pero no por eso dejó de: negociar, exponer, congregar en torno
suyo una "familia", orar, viajar, etc....
Monjas Dominicas
Santa Clara
Manresa
CATALINA DE SIENA:
ENCARNACIÓN FEMENINA
DEL PROYECTO DE
DOMINGO
ROMA 2003
Introducción
En la carta que le Maestro de la Orden, Fr. Timothy Radcliffe O.P. dirigió a toda la
Orden con motivo de la declaración de nuestra hermana, Catalina de Siena, como
co-patrona de Europa, citando a Juan Pablo II, afirma que "Catalina entró con paso
firme y palabras ardientes, en el corazón de los problemas eclesiales y sociales de
su época". El padre Timothy precisa que Catalina "se dirigió a los gobernantes
políticos y religiosos, personalmente o por cartas, y les señaló claramente sus fallos
y cuál era su deber como cristianos. No tuvo reparo –dirá- en decir, incluso al Papa,
que debía tener valentía y regresar a Roma. Visitó cárceles, cuidó de los pobres y
de los enfermos". Y concluye el párrafo haciendo una afirmación que yo creo es la
definición del carisma dominicano, o la encarnación viva del proyecto evangélico de
Domingo. Dice:
Nos hemos reunido hoy, como hermanos y como hijos de Domingo, y como
hermanos o hijos de Catalina, para ver qué nos aporta hoy la "Mamma"-como la
llamaron sus discípulos y discípulas- a la hora de vivir nuestra vocación dominicana
en el seno de la Iglesia y en medio del mundo, concretamente en la Europa del siglo
XXI, de la que Catalina es co-patrona.
Catalina, además, tiene "algo importante" que manifestarnos, en una época que
tanto se parece a la que a ella le tocó vivir, ya sea por la situación eclesial con sus
muchos escándalos y divisiones, como por la situación mundial, en la que vivió –y
vivimos- bajo el signo de la violencia y los enfrentamientos fraticidas, nacionalistas
e incluso religiosos, todos expresión de una gran intolerancia y de una no
aceptación positiva del hecho diferencial de los diversos pueblos, culturas y
religiones.
Catalina, mujer eclesial, hermana nuestra, que vivió y murió de pasión por una
Iglesia que se desangraba por su falta de espíritu evangélico y por la ambición
desmedida de sus responsables últimos, puede ayudarnos a vivir desde la fe y el
amor a la Verdad la nada fácil tarea de mantener la comunión cordial con Roma,
cuyo proceder, no pocas veces nos plantea serios interrogantes y nos lanza
positivamente a bucear en la fuente del Evangelio lo más genuino del mensaje de
Jesús en el aquí y ahora de nuestra historia.
Catalina fue una mujer de oración. Ella dejó que el Espíritu clamara en su interior y
dilatara su esperanza. Así, en el secreto de su amada celda interior, acogió el don
de Dios, al tiempo que supo abrirse al mundo haciéndose receptiva de sus
angustias y anhelos. De este modo, la intimidad de su "celda interior" hizo de su
vida contemplativa, no una fortaleza que debía defender del ajetreo de la vida
"mundana", sino un cáliz abierto dispuesto a derramarse para que los otros tuvieran
vida y la tuvieran en abundancia, porque antes el cáliz generoso de la Sangre del
Señor se había derramado en su corazón dándole a ella vida en abundancia,
embriangándola.
"Considera ahora la nave de tu Padre Domingo, querido hijo mío, y verás cómo la
dispuso con orden perfecto y no quiso que en ella atendieran a otra cosa más que a
mi honor y a la salud de las almas con la luz de la ciencia. ¡Quiso que esta antorcha
fuese el principio de su acción, sin renunciar a la pobreza verdadera y voluntaria!....
Tomó la luz de la ciencia como objeto más propio suyo para extirpar los errores que
se habían levantado en aquel tiempo. Tomó el oficio del Verbo, mi unigénito Hijo.
Realmente, parecía un apóstol sembrando en el mundo la verdad y la luz de mi
palabra, ahuyentando las tinieblas y trayendo la luz. Fue una luz que yo di al mundo
por medio de María. Lo puse en el Cuerpo Místico de la santa Iglesia para extirpar
las herejías.
¿Sobre qué mesa hace comer a sus hijos esta luz de la ciencia? La mesa de la cruz.
Sobre la cruz está preparada la mesa del santo deseo en la que comen las almas
para honra mía. No quiso que sus hijos se ocuparan de otra cosa más que de estar
sobre esta mesa, de buscar con la luz de la ciencia sólo la gloria y alabanza de mi
Nombre y la salvación de las almas. Y para que no se preocupen de otra cosa les
quitó el cuidado de las cosas temporales y quiso que fueran pobres. Jamás le faltó la
fe temiendo alguna vez que les faltara lo necesario: Revestido de la fe y con firme
esperanza confiaba en la providencia...
Por lo tanto, si Domingo tomó el oficio del Verbo, y se dispuso como Él a iluminar
con la luz con la luz de la Verdad, la vocación de Catalina, y la nuestra, no es otra
que la misma que el Padre encomendó a su Hijo: Estamos llamados a asumir el
oficio del Verbo y a " buscar con la luz de la ciencia sólo la gloria y alabanza de mi
Nombre y la salvación de las almas", -en palabras del Padre eterno-..
"No sé si he conseguido trasladar bien su pensamiento, pues ciertas cosas ella las
ha aprendido por experiencia... pero yo (y lo siento mucho) tan poco experto en la
materia como soy, no tengo las cualidades necesarias para repetirlas bien.
Medítalas, lector, o recíbelas según la gracia que Dios te haya dado. Pero sé que
cuánto más unido estés a Dios, tanto mejor entenderás esta profunda doctrina". Se
ha dicho que para entender el evangelio de Juan, se tiene que haber reclinado la
cabeza en el pecho de Jesús, y haber acogido a María como Madre en la propia
casa... Igualmente, para entender a Catalina, hemos de entrar en la Celda interior, y
allí aposentarnos... sólo así entenderemos su vivencia y doctrina.
¿Quién fue Catalina? El Padre Royo Marín escribió en el año 1982 un libro titulado:
"El Gran desconocido: El Espíritu Santo y sus dones". Lo mismo podríamos decir de
nuestra hermana Catalina, porque ella sigue siendo la "gran desconocida". Hemos
oído hablar de ella, sabemos cosas, pero su doctrina, su vida a fondo...¡poco y
nada!, y ¡Sigue siendo ¡la gran desconocida! Y es curioso, porque ella ha ejercido a
lo largo de la historia de la Orden una gran influencia, hasta el punto que ha sido
considerada como "la madre de la Orden", o su referente femenino. Gran cantidad
de congregaciones, provincias, conventos y monasterios están bajo su patrocinio, y
sin embargo, seguimos sabiendo poco o muy poco de ella. Pero en los últimos años
estamos asistiendo a un redescubrimiento de su doctrina y figura. Prueba de ellos
es que hoy estamos reflexionando juntos sobre su vida, legado y doctrina.
Y sin embargo, los tesoros de su doctrina, permanecen aún muy ocultos para sus
hermanos y hermanas, tal vez, -todo hay que decirlo- porque el exuberante
lenguaje de Catalina, la elocuencia de sus múltiples imágenes, y el torrente de su
amor apasionado, la hacen tan frondosa al escribir y expresarse, que nuestra
pragmática mentalidad occidental se pierde si no va con mucha atención. Pero
superada la primera y la segunda o tercera dificultad, una vez que nos hemos
familiarizado con su forma de ser y expresarse, resulta muy difícil desengancharse:
porque la sintonía cordial con Catalina, lleva irremediablemente a la fuente de su
pasión, a Jesús, y éste ejerce una fuerza seductora irresistible cuando de revelar se
trata.
Nos dice su biógrafo, Raimundo de Capua, que tenía un espíritu religioso y que era
amante de la piedad, no obstante que era una niña inquieta que sabía captar la
atención de todos. Era una niña normal.
Entre los cinco y seis años, tiene lugar acontecimiento que cambiará radicalmente
su vida: De regreso de casa de su hermana Bonaventura, a donde había ido para
hacer un recado, mientras atravesaba la cuesta llamada Valle Piata, tiene una
visión sobrenatural de Jesucristo, el cual la bendice. Ve al Señor, por encima del
tejado de la Iglesia de los dominicos, vestido con hábitos pontificales y acompañado
por los apóstoles Pedro, Pablo y Juan. A partir de esta experiencia su vida toma una
orientación definitiva. El biógrafo recalca que adquirió una gran madurez, no propia
de su edad: "En aquel momento se había encendido en ella el fuego del divino amor
que iluminaba su mente, inflamaba su voluntad, robustecía su pensamiento y hacía
que sus actos exteriores se conformasen a la ley divina".
Sin duda, que es el amor. Para Catalina, Dios es Amor y ella misma es fuego, amor;
porque toda criatura es "un árbol de amor" . "Porque el hombre ha sido creado por
amor, no puede vivir sin amor".
En su obra las imágenes o expresiones nupciales se perciben con gran fuerza; pero,
en Catalina no encontramos rasgos de una mística individual. No encontramos sólo
su alma y sólo Dios. Encontramos "no sólo Dios", no sólo la Santa, sino también, a
su lado, el prójimo, la Iglesia, el mundo entero, que actúan, haciendo viva y
universal esa experiencia.
Desde esta perspectiva, Catalina es capaz de ver las cosas, como las ve Dios. A
fuerza de tener fija su mirada en el Esposo, ésta se vuelve incandescente, de modo,
que no sólo ve las cosas como Él las ve, sino que siente que su pasión, y que su
misericordia, le devora las entrañas, y ella misma, al igual que Domingo se hace
reclamo de compasión y misericordia para la humanidad.
En este sentido, cabe recordar la experiencia del cambio de corazón, a partir del
cual, ella ya no quiere ni desea otra cosa más que lo que Él quiere, y por eso pide y
exige: "Io Voglio".
Nos dice el beato Raimundo de Capua que "nada le podía negar Aquel a cuya
bondad se conformaba con solicitud. En efecto, todo lo que Catalina pedía y
deseaba, estaba dirigido al Señor al que amaba con todas sus fuerzas y a cuyo
servicio se había entregado enteramente".
Ella no se resignó ante este sufrimiento y división, sino que se lanzó a la nada fácil
tarea de la reforma y pacificación de la Iglesia y la sociedad, y lo hizo porque "la
devoraba la urgencia de llevar a todos el amor y la misericordia de Dios", porque
estaban en juego los intereses del Reino, los intereses del Esposo.
"Toma pues tus lágrima, tu sudor, y sácalos, tú y los otros siervos míos, de la fuente
de la divina Caridad, y lavad con estas lágrimas la cara de mi esposa. Yo te prometo
que por este medio le será restituida su belleza; no con espada, ni con guerras, ni
con crueldad reconquistará su hermosura, sino con la paz, la humilde y continua
oración, sudores y lágrimas, derramadas con angustioso deseo de mis siervos.
No temáis porque el mundo os persiga. Yo estoy con vosotros y en nada os faltará
mi providencia".
Este es el requisito primordial para encontrarse con Dios y para vivir una auténtica
vida evangélica. De esta celda no es posible salir, ni siquiera por los reclamos del
exterior: Es tierra conquistada. Ella lo experimentó y descubrió en sus años de
persecución familiar. De ahí la importancia de saber que nuestra libertad nos hace
ser dueños de nosotros mismos, a pesar de las dificultades externas: lo que
construimos desde dentro nada ni nadie nos lo puede arrebatar.
- El conocimiento de sí y de Dios
Esta llamada tiene su origen en una experiencia personal que su director explica
así:
No se trata aquí del conócete a ti mismo socrático que trata de llevar al ser humano
de la contemplación del cosmos a la reflexión de las cosas humanas. Catalina se
sitúa más bien en la órbita de San Agustín bajo cuyo influjo estaba la Orden de
Predicadores y su doctrina, cuando el santo de Hipona dice en sus confesiones:
"Conocedor mío, que yo te conozca como tú me conoces."
Se trata pues de reconocer que somos en virtud de Otro que es el Absoluto, a quien
no nos es lícito suplantar, y que nos da gratuitamente la existencia. Desde esta
experiencia de conocimiento de Dios, es posible descubrir nuestro proyecto de vida,
amar el bien, la bondad y la belleza, desear identificarnos con ella, y por lo mismo,
surge la aversión al mal, al pecado: Nos abrimos al amor, y allí entendemos que
"somos un árbol creado por amor, y no podemos sino amar, vivir abiertos en
relación y comunión con un Tú".
- Vivir en la Verdad
"Es necesario que una y otra se hagan una misma cosa, y así vendrá la perfección."
En la realidad de nuestro ser se nos revela el amor de Dios y nos vemos impulsados
a rechazar el mal y el pecado que están enraizados en nuestra naturaleza; nos
abrimos al perdón y nuestra debilidad se convierte en camino de encuentro con
Dios que acoge nuestra pobreza y la transforma en apertura incondicional a Él y al
prójimo.
El amor y la fidelidad a la Iglesia, junto con el celo por la salvación de las almas, son
la constante de la vida de Catalina y de Domingo. De ella se ha dicho que es la
"doctora del Cuerpo Místico de Cristo", y de Domingo, que es la "luz de la Iglesia".
"Habéis vuelto la espalda como viles y miserables caballeros; tenéis miedo hasta de
vuestra propia sombra. Os habéis alejado de la verdad que os fortalecía,
entregándoos a la mentira que enerva el espíritu y el cuerpo, privándoos de la
gracia espiritual y temporal.¿Por qué habéis hecho esto? Por el veneno del amor
propio, que emponzoña el mundo. El amor propio os ha reducido de columnas a
menos que paja. No sois ya flores que expanden perfumes, sino cardos pestilentes y
de esa puzza (mal olor) habéis infectado la cristiandad. No sois lucernas puestas
sobre el candelero, para dilatar la fe; escondiendo la luz debajo del celemín de
disimulada soberbia, os habéis hecho, no heraldos, sino contaminadores de la fe,
arrojando tinieblas en vosotros y en los prójimos"
Y cuando los cardenales pretenden decir que eligieron al Papa Urbano por temor a
los Italianos, les dice:
"Oh insensatos, dignos de mil muertes, sois como ciegos que no ven su propio
mal...Os declaráis embusteros e idólatras".
Sólo un entrañable amor a la Iglesia y una valentía heroica explican que una mujer
se haya atrevido, en aquellos tiempos, a escribir tan duras acusaciones a los
príncipes de la Iglesia. Sólo la pasión por la Iglesia, la pasión por los hombres
explican su audacia dominicana que la hicieron ser una reformadora firme y tenaz.
La Iglesia, para Catalina, es Jesús. Su pasión por ella era la pasión de una
enamorada de Cristo y de los hijos. Es decir, del Cuerpo Místico completo. Su amor
a Jesús se dilata, se hace insaciable, infinito, al punto que se extiende por todo su
Cuerpo Místico, por el que ofrece su vida: "Toma mi corazón y exprímelo sobre el
rostro de tu santa Iglesia". La identificación con Cristo y con su Iglesia, estaba, en
ella, muy grabada. Y este, es un rasgo que Catalina bebió y asimiló desde su
infancia a la sombra de los dominicos, y lógicamente de su amado Padre Domingo.
Su afán era que el Papa estuviera a la altura de lo que era y luchaba con la misma
audacia (¡voglio!) con él, como con Cristo. Pero con la seducción femenina de quien
tiene brío en el corazón: Dulzuras en la expresión y energía en el consejo ¡y en el
mandato!.
La Iglesia entonces, sangraba por mil heridas: guerra, falta de espíritu de pobreza,
escándalos, ambiciones, atrocidades múltiples. Iglesia real y también Iglesia en
potencia, o sea, el mundo entero. Para restañar esa sangre, Catalina apela a LA
SANGRE. Tenía obsesión por el valor de la Sangre de su Cristo. La invocaba, la
apresaba, la derramaba, lo empapaba todo en ella.
Ese amor y esa pasión, esa radicalidad en la fidelidad a la esposa de Cristo, hicieron
de Catalina no sólo la gran reformadora sino el prototipo del amor fiel y veraz a la
Iglesia.
Sin duda, Catalina hoy nos interpela. Sus tiempos no fueron fáciles, como tampoco
lo son los nuestros. Sin embargo, su figura nos grita con dulzura y con firmeza, que
sólo una cosa es necesaria: Jesucristo y su obra salvadora.
Ella, nos remite, en primer lugar a nuestro propio corazón, porque es allí donde se
opera la más auténtica liberación que nace de un compromiso fascinante con Aquel
que dio su vida por amor; a la celda interior donde conocemos y somos conocidos, y
desde donde nos hacemos portavoces de los derechos de Dios sobre la humanidad.
Catalina hoy nos grita, como a sus contemporáneos: Sangre y Fuego, la Sangre de
Cristo y el Fuego de su Espíritu. Nos invita a recorrer el camino de retorno a nuestro
centro y a dejar que el Fuego que la abrasó a ella, y que ardía en el corazón de los
de Emaús, arda en nuestro corazón y nos haga hombres y mujeres incandescentes:
Convencidos y enamorados; apasionados y veraces; confiados en la providencia y
audaces en el riesgo.
En una época en la que crece, por una parte la indiferencia y por otra la "utilización"
de la iglesia y de los privilegios para recuperar espacios de poder; en un momento
en el que podemos hablar de crisis profunda en el seno de la Iglesia, Catalina dirá a
los gobernantes de Siena algo de una vigencia impresionante para la Iglesia y los
cristianos de hoy:
"Os escribo en su preciosa Sangre con el deseo de veros fieles a la santa madre
Iglesia para que seáis miembros ligados y unidos a vuestra cabeza como
verdaderos y fieles cristianos, junto con el celo por la verdadera justicia, queriendo
que esta margarita brille siempre en vuestros pechos, expulsando todo amor
propio, atendiendo al bien común.... y no propiamente a vuestro bien particular.
Porque el que se mira mucho a sí mismo, vive con poco temor de Dios y no observa
la justicia. La traspasa, comete muchas injusticias, se deja manchar unas veces por
los halagos y otras por el dinero; o por agradar a los que piden el servicio".
Atender a la justicia, no vendernos por nada y vivir como verdaderos discípulos del
Verbo. Con esto, se nos puede pasar la vida "ardiendo e iluminado", contemplando
y predicando. Lo demás, no es propio ni de nuestra dignidad humana, ni de nuestra
vida cristiana ni dominicana.
En la carta 284, dirigida al Cardenal Pedro Luna, le dirá: "Deseo verte amante de la
verdad, la cual nos hace libres, porque nadie hay que pueda obrar contra ella. Me
parece que esta verdad no se puede poseer con perfección si el hombre no la
conoce, y por no conocerla, no la ama y, no amándola, no la descubre en sí mismo y
no la sigue. Necesitamos por tanto, la luz de la fe que es la pupila del ojo del
entendimiento."
Vivir en esta "dulce verdad" es lo que nos hace realmente libres en medio de una
sociedad en la que la mentira y el engaño han quitado credibilidad a la palabra y en
la que los hombres viven esclavos del fraude que produce haber hipotecado la
propia libertad.
Catalina no se calla la verdad, vive de ella, más aún, permanece a sus pies y le pide
guíe sus pasos. Por eso había pedido al Padre eterno, con insistencia el don de la fe,
con el que se desposa:
Catalina se sabe desposada en la fe con el Señor, y esto es garantía para vivir con
libertad. Nada ni nadie puede acallar cuanto bulle en su corazón. Esta fe es la que la
hace, al igual que a Domingo, clamar y reclamar la misericordia, que sabe que Dios
debe ejercer con la criatura, porque ésta es su voluntad.
Nos dicen lo testigos del proceso de canonización de N.P Santo Domingo, que
dedicaba las noches a la oración y el día a hablar de Dios. Catalina nutre su fe en el
contacto asiduo con el Dios de las misericordias, y "armada con la fortaleza de la
fe", "actúa sin vacilación".
Catalina, nos recordará el Padre Timothy en la carta antes citada, "nunca sacrificó
la verdad o la justicia por una paz fácil o a bajo precio. Sabía que ser pacificador
significaba seguir los pasos de Cristo, que hizo la paz entre Dios y la humanidad", y
por eso Catalina acepta con alegría y serenidad compartir el mismo destino que
Cristo. Se lo propone, y lo pide y exige a los seguidores de Cristo.
"Amó tanto a la Iglesia que se atrevió a decir a Dios lo que debía hacer cuando le
rogó: "te apremio, pues, puesto que tú sabes, puedes y quieres, que tengas
misericordia del mundo, y envíes el calor de la caridad con paz y unión a la santa
Iglesia. No quiero que tardes más".
Su amor al Esposo, la llevó a defender sus derechos en la Iglesia. Hoy el amor por la
Iglesia se entiende a veces –nos dirá el Padre Timothy- como un silencio falto de
sentido crítico. ¡No se debe "agitar la barca"! Pero Catalina nunca pudo permanecer
en silencio. Escribió a un importante prelado: "No os quedéis más en silencio. Gritad
con cien mil lenguas. Veo que el mundo está perdido por callar. La esposa de Cristo
está descolorida, ha perdido el color" . Que Santa Catalina nos enseñe su amor
profundo al Cuerpo de Cristo, y su sabiduría y coraje para decir con verdad y
abiertamente palabras que unen en lugar de dividir, que iluminan en vez de
oscurecer, y que curan en lugar de herir.
Su corazón humano ama con el amor con el que ella es amada. Sus relaciones
estuvieron impregnadas de este amor. Amó a sus amigos con un corazón tierno y
cercano, y amó especialmente a sus hermanos y hermanas dominicas. En sus
relaciones supo armonizar su ternura femenina y la firmeza necesaria para que
aquellos a los que amaba vivieran conforme a la vocación a la que habían sido
llamados.
Para Catalina el amigo y el hermano, es un don de Dios, que debía amarse "muy
cercanamente, con un amor particular" . Creía que la amistad mutua era una
oportunidad "para engendrarse mutuamente en la presencia dulce de Dios" , y una
proclamación de "la gloria y alabanza del nombre de Dios en el prójimo" .
Ella había oído del Padre eterno: “No dejéis de ofrecerme el incienso de la oración
por la salud de las almas, porque yo quiero usar de misericordia con el mundo, y
con estas oraciones, sudores y lágrimas, lavar la cara de mi esposa, la santa
Iglesia” y por eso ama y espera; insiste, y ora.
El mensaje que nos trasmite es, por tanto, de una fe purísima, de un amor ardiente,
de una entrega humilde y generosa a la Iglesia Católica. Cuerpo místico y Esposa
del divino Redentor. Este es el mensaje específico de la nueva doctora de la Iglesia,
Catalina de Siena, para que sea luz y ejemplo de cuantos se glorían de pertenecer a
ella. Acojámoslo con ánimo agradecido y generoso, para que sea luz de nuestra
vida terrena y prenda segura de la definitiva pertenencia a la Iglesia triunfante del
cielo.
Sus cortos 33 años de vida fueron de gran impacto para la Iglesia. Santa Catalina es
una de las tres doctoras de la Iglesia, a pesar de que nunca tuvo una preparación
académica formal y no sabía leer ni escribir (las otras dos doctoras son Santa
Teresa de Avila y Santa Teresita del Niño Jesús). Sta. Catalina fue el instrumento
que utilizó el Señor para que regresara el Papado de Aviñón (Francia), a Roma.
Santa Catalina tenía un profundo amor a la Eucaristía, a la Stma. Virgen y a los
pobres. Tuvo muchas experiencias místicas, entre ellas: El desposorio con Cristo,
profecías, estigmas y ayunos de largos períodos, en los cuales se alimentaba
solamente de la Eucaristía.
Breve Historia de Santa Catalina de Siena
En la fiesta de la Anunciación en el año 1347 nació en Siena, "la ciudad de la
Virgen", una joven de un atractivo extraordinario y de una gran fuerza de voluntad.
En solo 33 años de santidad heroica vivió, sufrió y murió por el Cuerpo Místico de su
Amado Señor. Esta alma extraordinaria es conocida en la historia como Santa
Catalina de Siena, una de las mas grandes de la Iglesia, y una de las mas
fascinantes.
Durante su corta vida convirtió a muchos, de diferentes edades y clases, a una
auténtica vida cristiana. Los que la conocían sabían que solo tenían que presentarle
a Catalina un pecador, y por su sencilla pero profunda caridad, y por su corazón y
personalidad, el pecador era movido a ser otro "catelinato", como le decían a sus
seguidores en Siena.
Jesucristo es el centro de su vida
Catalina fue tan inmensamente devota a su Salvador que El fue el centro de todas
sus muchas experiencias místicas. Pero veremos como la santa, tenia una muy
tierna, amorosa y confiada relación con la Virgen Santísima, y en un número
significante de eventos en su vida, fue en la Madre de Dios que ella buscó su
refugio, o fue la Virgen la que vino en su ayuda.
La conversión de Nannes
Nannes, un poderoso personaje, fue llevado ante la santa. Nada de lo que ella le
decía parecía tener efecto. Entonces Catalina hizo una pausa repentina para ofrecer
oraciones por el. En ese mismo instante el joven comenzó a llorar, profundamente
convertido. Se reconcilió con sus enemigos y se dedicó a la penitencia. Cuando mas
tarde Nannes tuvo muchas calamidades temporales, la santa se alegraba
entendiéndolo como para su bien espiritual. "Dios purgó su corazón", dijo Catalina,
"del veneno con que estaba infectado por su gran apego a las criaturas". Nannes
dio a Catalina una mansión la cual ella, con la aprobación del papa, convirtió en un
convento.
Fueron muchas las conversiones impresionantes que se lograron por su mediación.
Entre ellas, durante la pestilencia de 1374, en la que sirvió a los enfermos, las de
dos santos dominicos, Raimundo de Capua y Bartolomé de Siena. Los pecadores
mas empecinados se ablandaban ante el poder de sus exhortaciones.
Tenía el don de sanación.
Catalina tenía gran compasión por los enfermos y los atendía con esmero. En una
visita a Pisa, enviada por sus superiores, sanó a muchos enfermos y aún a mas
almas.
Intercede por un condenado a muerte
Como Catalina dedicaba toda su vida enteramente al servicio del Crucificado y de
su dulce Madre, ésta a menudo venía en su auxilio. En ocasiones en que Catalina
tenía entre manos la conversión de un endurecido pecador, se dirigía con confianza
a la Madre de Misericordia. A través de la Virgen Santísima logró la gracia de la
resignación y de la paz para un joven condenado a la decapitación y pudo estar con
el hasta el final.
"Esperé por el en el lugar de la ejecución, esperé en oración continua y en la
presencia de María y antes que el llegase, puse mi cabeza sobre el ladrillo y oré
suplicándole al cielo, repitiendo: "¡María!". Quería obtener la gracia de que ella, en
el último momento, le diera luz y paz. Y María no me defraudó".
Milagros al servicio de los pobres
En al menos dos ocasiones Catalina recibió ayuda sobrenatural de parte de la
Virgen cuando preparaba comida para los demás. Una vez cuando estaba
horneando pan para su familia, la otra vez fue durante una epidemia, donde por la
misma cantidad de harina que tenían todos los demás, logró sacar cinco veces mas
pan.
No debemos olvidar que Jesús le concedía tanto porque ella por su parte era
siempre fiel, presta para sufrirlo todo y pasar las mayores pruebas por Su amor.
El mayor de los milagros posiblemente fue su paciencia ante los severos ataques y
reproches aun de personas desagradecidas que ella había beneficiado con sus
servicios. Así fue el caso de una mujer leprosa a quién todos habían abandonado y
que Catalina cuidó con esmero. Su cuidado continuó igual a pesar de los insultos de
la mujer. Atendió a otra mujer cancerosa. Por mucho tiempo Catalina vencía su
natural desagrado y chupaba y vestía sus llagas. Esta sin embargo publicó contra
Catalina las calumnias mas infames, las que fueron secundadas por una hermana
del convento. Catalina sufrió en silencio la persecución violenta. y continuó con
afecto sus servicios hasta que con su paciencia y oración obtuvo de Dios la
conversión de ambas.
Un noble secretario
Esteban fue uno de los discípulos mas cercanos a Catalina. Hijo de un senador de
Siena, este noble había sido reducido a ruina por sus enemigos. La santa le enseño
el camino del Evangelio y la renuncia a las cosas del mudo. Se hizo secretario de la
santa y compiló sus palabras y cartas. Fue su compañero en los viajes a Avignón,
Florencia y Roma. Mas tarde, por consejo de la santa, Esteban se hizo monje
Cartujo. Asistió a la santa en su muerte y escribió su vida.
El Dialogo de Santa Catalina de Siena
Fue en el "día de María", como Catalina llamaba al sábado, que empezó a escribir
su famoso "Dialogo", un tratado inspirado sobre las virtudes cristianas.
La Virgen le da un confesor
Catalina había orado por muchísimo tiempo para conseguir un buen confesor y
director espiritual. Ella, como todos los santos, comprendía la importancia de ser
guiada por un santo pastor de almas. Un día, durante la misa en la iglesia dominica
de Santa María Novella, en Florencia, le pareció a la santa que la Virgen estaba de
pie a su lado y le indicaba un sacerdote para que fuera su guía: el Padre Raimundo
de Capua. Este se convirtió en el director espiritual de Catalina. Después de muchos
años de una relación muy fructífera, le llamó: "mi Padre y mi hijo, quién mi dulce
Madre María me regaló". El por su parte creció mucho espiritualmente gracias a la
inspiración de la santa y llegó a ser beatificado.
El niño Jesús
Catalina tenía gran devoción al Niño Jesús. Una noche de Navidad, mientras oraba
con sus hermanas de la tercera orden en la Iglesia de San. Domingo, se le concedió
una visión muy impresionante: La Virgen María de rodillas adorando en oración
ferviente al recién nacido, el Divino Niño. Catalina estaba tan sobrecogida que
suplicó humildemente a la Virgen que le permitiera cargar al Niño por un momento.
Con una sonrisa afectuosa, la Virgen tomo el Niño y se lo entregó a Catalina, quien
teniéndolo en sus brazos, lo beso y le susurró en el oído los nombres de todos sus
seres queridos.
Poco antes de morir, en el adviento, Santa Catalina escribió estas palabras a una
amiga: "Te pido, en este dulce tiempo de adviento y de la fiesta de la Navidad, que
visites el pesebre donde posa el Manso Cordero. Allí encontrarás también a María,
una extranjera y un exilio, en tan gran pobreza que no tiene con que vestir al Hijo
de Dios, o fuego con que calentarlo....Asegúrate de recurrir siempre a la Virgen
Santísima, abrazando siempre la cruz."
Introducción
Lectora 1
Nos ha convocado en este día la figura de nuestra hermana Catalina de Siena. Ella,
seducida por Jesucristo, supo, como nuestro Padre Santo Domingo, adentrarse en la
intimidad de la oración: Hablando con Dios en la intimidad de la "celda interior",
dejó que su Palabra resonará en su corazón, y se hiciera anuncio de la Buena
Noticia de la salvación de Dios.
Lectora 2
Todas:
por todos los que me has dado, para que los ame con singular amor.
Que sean plenamente iluminados con tu luz
y que se quite de ellos toda imperfección,
para que en verdad puedan trabajar en tu jardín,
donde tú los has destinado.
que me aumentes la fe
Lectora 1
Oremos: Que tu Espíritu esté en nosotras, Señor, para que acojamos tu Palabra; que
ella arda en nuestros corazones para que te reconozcamos cada día al compartir tu
Pan y tu Palabra con todos aquellos que Tú pones en nuestro camino.
SILENCIO
Lectora 2
Jesús les dijo: Vosotros cuando oréis no hagáis como hacen los hipócritas: a ellos les
gusta orar de pie en las sinagogas y en las plazas para ser vistos. Os aseguro que
ya tienen su recompensa.
SILENCIO
Lectora 1
"A vosotros queridísimos hijos míos, os digo, que paséis por encima del Puente, no
por debajo, porque éste no es el camino de la Verdad sino de la mentira; por el que
andan los pecadores. En favor de ellos os apremio que me roguéis, y os pido
lágrimas y sudores a fin de que de mí consigan misericordia".
SILENCIO
Lectora 2
¿Cuál era su oración? Ante todo era pedir la identificación con Cristo, y como él,
-nos dice Jordán de Sajonia- daba el día al prójimo y la noche a Dios. Durante el día
hablaba de Dios, y por las noches hablaba con Dios.
Durante la noche repetía con frecuencia gritando: `Dios mío, misericordia mía, ¿qué
será de los pecadores?´ O sea que hablaba a Dios de los pecadores, de su
ministerio, de todos aquellos que había encontrado en su predicación. Además, se
observa que "misericordia mía" para él era el nombre de Dios preferido, si es que
así puede decirse, y que ésta "misericordia mía" está en relación directa con la
compasión de Santo Domingo."
SILENCIO
Lectora 1
"Entonces, aquella alma, como ebria no podía contenerse. Sintiéndose casi cara a
cara con Dios decía: ¡Oh Eterna Misericordia!, que cubres los pecados de tus
criaturas, no me maravillo que digas de quienes salen del pecado mortal para
retornar a ti: -Yo no me acordaré jamás de que me hayas ofendido"
¡Oh misericordia inefable! No me maravillo que digas esto de quienes salen del
pecado cuando dices, refiriéndote a los que te persiguen: -Quiero que me roguéis
por ellos, para que yo tenga con ellos misericordia".
Catalina de Siena.
comprometida y perseverante,
ilusionada y luchadora.
mediadora de unidad,
Amén.
Manresa