de la pasión y el fuego alborotado, el entusiasmo juvenil y ardiente del sexo y del placer le cede el paso a otra forma de amor más reposada, a un cariño profundo y sosegado, al goce de las horas y los días de compañía y de descanso amable. Ese cariño manso y sin urgencias no tiene el fuego apasionado, intenso de la pasión ardiente y desatada, pero es amor también, amor profundo, amor que va ya más allá del mero disfrute de la piel y del abrazo, amor que nace de la cercanía de las mentes unidas por la vida y por tantos recuerdos compartidos y por la unión profunda de las almas.