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Soy consciente de lo cuidadoso que se tiene que ser al hablar de estos asuntos y tampoco es un

contexto normal en mi blog, pero acabo de realizar una asociación en mi cabeza que me ha
preocupado bastante.

Por lo general, creo que la Asociación de Víctimas del Terrorismo tiene como objetivo dejar de
existir. No hablo de que se desintegre, ni de que se disuelva. Hablo de que deje de ser una voz.
Respeto la situación de todos y cada uno de sus miembros, que eso quede claro. Pero me parecen
un impedimento para un avance. La sociedad actualmente se está enfrentando a una minoría
irracional a base de dialogar con etarras. Los que conocen mi blog ya saben lo que pienso sobre las
minorías irracionales que corrompen las libertades aunque, insisto, no es éste un tema intrínseco
de este blog.

Pero hoy me he dado cuenta de algo: Imaginemos a unos soldados israelíes entrando fuertemente
armados a la casa de un terrorista palestino al que acribillan a balazos delante de sus ocho hijos.
Todos pensamos que alguien comete el error de ganarse ocho enemigos en lugar de destruir uno.
Nada podrá evitar que esos niños crezcan con odio puro corriendo por sus venas.

Hoy comprendido que la AVT es un producto colateral de ETA, con el que seguramente no
contaban. A medida que han ido acumulando centenares de muertos, se han ido ganando
centenares de familias enemigas. No quiero decir que la sociedad no sea per se enemiga del
terrorismo, sino que me refiero a que cada una de sus bombas tiene una inesperada onda
expansiva de odio más allá del odio racional y evidente que tiene la sociedad ante un atentado.

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