Está en la página 1de 4

Jóvenes campesinos: sexualidad y cortejo amoroso

Gabriela Rodríguez y Benno de Keijzer

En las grandes urbes se ha fomentado una visión melancólica de la vida


campesina y un conjunto de estereotipos en cuanto a la realidad de los jóvenes del
campo. Ya Levi-Strauss nos ha hecho ver de qué manera la nostalgia de un orden
antiguo generada en las sociedades industriales ha transfigurado la relatividad de las
llamadas sociedades primitivas.

En México, nuestra idea sobre el cortejo y la vida sexual de los campesinos


mexicanos suele rodearse de un halo de ritualización folclórica idealizada y, al mismo
tiempo, de una devaluación y degradación por su pretendida incapacidad para
acceder al mundo civilizado, lo cual nos ha alejado de las perspectivas y
experiencias de quienes viven en el campo. Con la idea de conocer las
transformaciones que están ocurriendo en la sexualidad de las nuevas generaciones
rurales, nos abocamos a realizar un trabajo etnográfico en una comunidad mestiza
ubicada al sur del estado de Puebla.

Visibilidad de la adolescencia

El acercamiento al cortejo amoroso revela una combinación cultural muy


compleja en la vida sexual de las nuevas generaciones campesinas: un proceso de
penetración de la cultura urbana que genera simultáneamente movimientos de
apropiación y de resistencia selectiva: aceptación y rechazo de modelos sexuales
que provienen de la escuela, la iglesia, los trabajadores migrantes, la televisión, la
radio y la música. Los modos de cortejo de los campesinos y las campesinas más
jóvenes acceden a la nueva oferta cultural, sin desechar sus múltiples prácticas
rituales, religiosas y seculares, ni olvidar los mitos, las leyendas y las regulaciones
sociales de antaño.

En el pequeño poblado mestizo del municipio de Chietla, cercano a lzúcar de


Matamoros, una zona donde la principal actividad económica es la producción de
caña de azúcar, la tierra requiere de enormes sacrificios y esfuerzos para dar
subsistencia a las familias, lo que dificulta la sobrevivencia de las nuevas
generaciones en edad de formar su propio núcleo familiar. Tales condiciones
favorecen la emigración, inicialmente masculina, hacia otras ciudades del país y
hacia Estados Unidos de América. La comunidad rural estudiada cuenta con 1050
habitantes, más 200 que trabajan en el país vecino del norte, según calculan algunos
lugareños.

Una gran variedad de festejos y ceremonias que realizan niños, jóvenes y


adultos durante el año (las promesas al santo patrón San Miguel, las mojigangas y
rituales a los Santos difuntos, las procesiones de Semana Santa y a la Virgen de
Guadalupe) hablan de una gran capacidad de representación simbólica y de una
fuerte necesidad de domesticar las emociones, de señalar los límites territoriales y
resaltar las definiciones y regulaciones sociales.

Hasta hoy, estamos empezando a ubicar el significado de ser joven, así como
los principales ejes para comprender el fenómeno del cortejo. En principio podemos
afirmar que la adolescencia existe. Aunque parece una obviedad, no podíamos
suponer de entrada que la categoría adolescencia fuera una realidad en esta
comunidad rural. Aparentemente la institución escolar, particularmente la
telesecundaria, delimita un nuevo espacio territorial y temporal que gradualiza las
edades, facilita el contacto entre hombres y mujeres, estrena el discurso de las crisis
vitales y pretende, sin lograrlo, la secundarización de las actividades laborales entre
las muchachas y los muchachos. Si antes se transitaba al estatus de adulto junto con
la maduración sexual, hoy parece haber una etapa de mediación relativamente
reciente en la que los jóvenes y las jóvenes se identifican como parte de un sector
específico, con necesidades, prácticas y territorios propios, así como con
construcciones simbólicas particulares.

El espacio escolar y la educación sexual

Hay que resaltar la situación de la escuela, que aparece precariamente, con


algunos años de instrucción básica, en los años cuarenta, y con la formación
secundaria hasta la década de los ochenta en la modalidad de telesecundaria
(secundaria por televisión asesorada in situ por maestras). Dicha institución no
cuenta con mucho prestigio local, al grado de que las maestras realizan cada año
visitas domiciliarias en busca del suficiente quórum juvenil, para educar y mantener
su fuente de trabajo. De acuerdo con los testimonios de jóvenes y padres de familia,
la escuela no parece aportar elementos ni herramientas fundamentales para la
sobrevivencia. Hay más mujeres que hombres inscritos y estos últimos son menos
asiduos. La escuela es un espacio poco valorado, de ahí la mayor presencia
femenina. Paradójicamente, la fiesta de graduación de la secundaria es un rito de
transición al que acude toda la comunidad, para dar constancia del paso a la etapa
adulta. No significa un camino hacia niveles superiores de educación que
desemboque en una carrera universitaria, sino el final de la formación y la entrada a
un periodo de mayor entrega al trabajo para los hombres que tienen tierra, o de una
fase de mayor incertidumbre para las mujeres y los muchachos más pobres.

Como la familia, la escuela reproduce las normas de regulación moral secular


en coincidencia con los mensajes de la iglesia: se refuerza el valor de la virginidad
femenina y se habla poco, pero hay una aceptación casi unánime, de la iniciación
sexual masculina en los prostíbulos de los poblados más cercanos.

Los conocimientos sobre sexualidad en las aulas son mínimos. Al lado de las
actividades pedagógicas, es muy evidente una actitud represora a la participación
activa y crítica, al juego, al noviazgo, a los acercamientos corporales y a las formas
de vestir. Los contenidos de la educación sexual se incluyen como parte de una
nueva materia titulada Orientación Educativa. Como en todo el país, están casi
totalmente enfocados a la reproducción, aunque también se abordan las
enfermedades de transmisión sexual y el sida. Las maestras parecen muy
satisfechas, tanto con los programas videograbados que llegan, como de su actividad
educativa: “Los muchachos lo saben todo y lo han visto todo, hasta cómo se meten
los espermatozoides en el óvulo”, nos dice la maestra de tercero.

La recepción de estos temas entre los jóvenes es muy confusa. Han


incorporado en su léxico los términos de heterosexualidad y homosexualidad como
equivalentes a tener una sola pareja o ser promiscuos, respectivamente. Combinan
los efectos de la prevención de embarazos indeseados y la transmisión del VIH,
como si ambos riesgos pudiesen evitarse lo mismo con el uso del condón como de
pastillas o inyectable hormonales. Sin embargo, hay una contrastante desventaja de
quienes no asisten a la secundaria, particularmente las muchachas, que no tienen
idea de los procesos fisiológicos, y apenas difusamente han escuchado hablar de los
dispositivos preventivos.

El cortejo y el noviazgo

Otro fenómeno reciente es el noviazgo. Hemos encontrado cambios


importantes en las prácticas del cortejo, que van desde relaciones más puntuales y
distantes, como la realizada en tiempos de los abuelos, apoyados por cartas y
mensajes indirectos; los contactos menos esporádicos, pero rigurosamente vigilados,
que realizaban sus padres antes de unirse o casarse; hasta la posibilidad de un
noviazgo no terminal de las nuevas generaciones. Un nuevo estilo de relación social
que no necesariamente tiene que culminar con el matrimonio, y que los jóvenes de
ambos sexos relatan como múltiples noviazgos en las entrevistas individuales.

La prohibición de noviazgos para las mujeres es parte del discurso cotidiano


de adultos y jóvenes. Sin embargo, en la práctica han crecido las oportunidades de
relación (dentro y fuera de la escuela), a pesar de que los jóvenes no han sido
liberados de las responsabilidades laborales del campo, ni las jóvenes han sido
descargadas del trabajo doméstico y la colaboración en las cosechas. La
contradicción entre el discurso de la prohibición y un mayor espacio para las
relaciones entre iguales es quizá más aparente y propiciadora de inconsistencias y
aflicciones emocionales, en un grupo social que todavía no se permite los riesgos del
noviazgo tal como se viven en la ciudad.

Con esta mínima información las jóvenes y los jóvenes salen de la secundaria
a iniciar una nueva etapa de vida dentro de un menú muy restringido de opciones
futuras: la unión o matrimonio y la migración. Entre los jóvenes de la última
generación casi nadie tiene la expectativa de continuar estudiando. La mayoría de
las mujeres se ha reintegrado a las labores domésticas y los muchachos al campo;
para ambos grupos la fantasía de un mejor futuro está afuera, en el otro lado, lo cual
se expresa como una actitud pasiva de espera; espera de una oportunidad o excusa
para migrar.
En visión de los investigadores apenas empieza a emerger una serie de
prácticas sexuales variadas que nos hablan de una sexualidad galopante, la cual no
se acostumbra llevar a las conversaciones ni reflexionar desde un homosexual que
llega al balneario a tener encuentros sexuales con los jóvenes locales, las
narraciones de mujeres casadas e infieles, las jóvenes embarazadas por un hermano
mayor, la estudiante a punto de ser raptada por el ex novio y, lo que menos
esperábamos, relaciones sexuales dentro del noviazgo y experiencias puntuales de
aborto inducido.

También podría gustarte