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Hay algo más que debemos desafiar en la política venezolana del siglo XXI, algo más que al
gobierno que no nos gusta, algo más que la personalidad del presidente de turno, algo más que el
chavismo: las formas de hacer política en nuestro país. Las pueden haber de distintas maneras, pero
quiero remitirme a las que yo creo no deben ser más en la acción ni en el verbo, estrechando mi
concepto sin nombre ni apellido, colocando el nombre de muchos en la acción del futuro.

Partiendo de que el poder es una responsabilidad y no la pomposa meta, queremos que el


activismo político contagie en los venezolanos las ganas de servir al país, dar lo mejor de sí con talento y
esmero, sin mezquindades ni sandeces, para ser focos de luz ante la oscuridad a veces robusta de dos
bandos. Por eso creemos, que el chavista de nuestros días es un militante desconcertado del fracaso
constante de un sueño que nunca se hizo realidad, que muchas veces y vaya que son muchas, escucha
con atención a quien pueda materializar el sueño de tener un país decente y donde se pueda vivir bien y
feliz. De allí que la principal y primordial preocupación que esta generación tiene, es la de saberles a
ellos que nosotros no somos sus enemigos, sino que somos una mano amiga y creíble que al igual que
ellos, queremos el mismo sueño. Por eso, la polarización no tiene espacio en nuestra agenda. Pero para
otros, la polarización es fundamental en su crecimiento político.

Con las manos vacías llegamos al mundo y con ellas, vacías también nos vamos. La justicia debe
ser parte de nuestras acciones, porque la responsabilidad del poder así lo exige y la historia bien lo
recompensa. La corrupción es un mal que aún permanece, inevitable auspicio a la permanente batalla
que seguiremos librando contra ella, siempre teniendo en cuenta que no son necesarias las
personalísimas ambiciones, ni mucho menos sus excesos. Es por sí solo lamentable, el dinero como
principal motivación y aspiración para servir al pueblo, y cuando es así se encarga de dejar en el camino
a los muertos de su propia felicidad.

Por otra parte, me causan preocupación y desvelo quienes aun no tienen conciencia de que
realmente nuestra democracia esta agredida y asaltada, por eso no quiero hablar de lo que ya no saben
demasiado, quisiera de repente y más bien hacerle una leal invitación a la historia, que siendo ella la
memoria de nuestro pueblo acompañe cada paso que damos juntos, y que convierta el miedo a morir
temprano por nuestra bandera, en el ejemplo del porvenir, con el fuego del sagrado corazón combativo
que nos caracteriza, junto al imbatible rayo de nuestro verbo sacudido por la convicción inefable de
convertir a Venezuela, en el primer país del continente con progreso y bienestar para los ciudadanos.

Ya del pasado es suficiente, lo estamos dando todo en el presente para tener el futuro que todos
nos merecemos, de manera que esto no es una mera declaración de principios, sino el decreto del
momento de la política de los equipos con ideas. La fraternidad ha de caracterizar a esta notable
generación de dirigentes que enmarca ya el rumbo de una Venezuela distinta, impermeables al viejo y
nuevo cainismo que prolonga a modo de retruque, el final del siglo XX en Venezuela.

Ese cainismo impune a su propia acción, como el de las Águilas Reales.

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