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JOSE MARTI PROLOGO I En LAs MAS significativas paginas de José Marti, desde Ei presidio politico en Cuba (1871) hasta su ultimo Diario de campafia (1895), el contenido re- volucionario y [a creacién verbal resultan inseparables. Nace de este hecho la primera dificultad para presentar una seleccién de su obra especfficamente “literaria’, de la que deben excluirse aquellos textos politicos —semblanzas como la de Céspedes y Agraronte, articulos como “Nuestra América”, dis- cursos como “Con todos y para el bien de todos”, testimonios de su accién revolucionaria en cartas y diatios— donde sin embargo estd con frecuencia lo mds granado y perdurable de su expresién. Paraddjicamente, pues, debe- mos comenzar nuestra tarea remitiendo al lector a otros vohimenes de esta coleccién en que se recoja una muestra amplia de lo que Marti escribié sobre fos problemas politicos y sociales de Cuba y América Latina, en cuanto doc- trinario y protagonista de Ja revolucién cubana y latinoamericana en marcha hasta nuestros dias, como tinico medio para remediar las inevitables deficien- cias de la presente seleccidn. Por otra parte, realizada tan dolorosa renuncia, surge de inmediato otra dificultad no menor: la planteada por la enorme obra periodistica de Marti, en la que a su vez se halla, bajo la apariencia de meros reportajes o crénicas de sucesos, buena parte de su mejor creacidn [teraria. Comprendemos enton- ces que el verdadero obstdculo consiste en la esencia de Marti como escritor, caracterizado por una obra en la gue literatura y revolucién, literatura y servi- cio, literatura y redencién histérica del hombre, son elementos inextricable- mente unidos desde el arranque mismo de Ja palabra. En rigor no es pasible despojar a ninguna pagina de Marti de su cardcter nativamente stico, mora- lizador, y, en el sentido mds profundo, politico y revolucionario. Tal es la sustancia misma de su palabra, tanto en la obra lirica, como en la periodis- IX tica, como en la de propaganda y concientizacién para la guerra liberadora y antimperialista. Esto explica que su genio literario no se moviera tan a sus anchas en los géneros convencionales —teatro, novela— como en la evocacién de los héroes y en la prédica revolucionaria, o en la descripcién y comen- tario de fenémenos sociales —especialmente a través de sus pletéricas Esce- was Norteamericanas— que eran para él como las vertiginosas escenas del drama humano, fos capitulos en carne viva de una novela multitedinaria, en los que se encierran siempre una leccién y una clave para el porvenir del hombre. Sabiendo todo esto, fuerza es sin embargo que deslindemos el campo, cifiendo nuestra seleccién —que de otro modo desbordaria los limites de un volumen— a las p4ginas de género y tema especificamente literarios, entre las que hay también, desde luego, ejemplos de mdxima creacién podtica y critica. I Por LOS MISMOS afios en que Stéphane Mallarmé Jlevaba hasta sus ultimas consecuencias el sentido hierdtico de la escritura, José Marti daba un ejemplo magne de la escritura como encarnacién. Lo primero parece inscribirse en la linea iniciada para Occidente por el Ordculo de Delfos que, segin Herd- clito, “ni dice, ni oculta, sino hace sefiales": esencia del signo que va desde el jeroglifico hasta Ia letra impresa (y sus blancos) como idolo de la literatura. Lo segundo puede remontatse originariamente a la idea evangélica del verbo encarnado al servicio de los hombres. Gon independencia de su sentido teolé- gico, de esta idea se desprende una concepcién de la palabra humanizada como participacién y sacrificio que es, en el mundo laico y politico, exactamente el sentido de ia palabra de Marti. Su escritura no es portadora de una liturgia sino de una pasién; no se define por la espacialidad sino por la temporali- dad; no tiene un relieve icénico, sino un impulso misional y redentor. De este modo, Marti se sittia en las antipadas de Ja tendencia dominante en Jas décadas finales del siglo x1x —parnasianisma, decadentismo, modernismo en su primeta fase—, para convertirse en maestro y heraldo de una literatura de servicio y agonia cuyo fundamento no es el signa sino la voz, como ocu- rrird también, por ejemplo, en Miguel de Unamuno y en César Vallejo. Leemos y teleemos cientos, miles de paginas de Marti. Lo que esta pre- sente en todas ellas, lo que no falta nunca, se nos escapa. No se nos escapa por sutileza del contenido (su pensamiento es siempre claro) ni por oscuridad de Ja expresién (su palabra es siempre cenital). Se nos escapa por su misma presencia, como Ia luz en que estd inmerso un paisaje. Quisiéramos apresar esa luz, saber qué significa, qué nos dice. "El discurso del escritor —observa Roland Barthes— dice lo que dice pero también dice que es literatura.” | No asi en el caso de Marti. Su Hteratura no dice que es literatura (aunque tam- bién lo sea): por debajo de sus otros decires argumentales, dice que es vida, | Le degré xéro de Véeriture. Paris, Editions du Seuil, 1964, p. 5. x que es compasidn, que es hombre. O mds bien no lo dice en realidad: es vida, es hombre, es hambre y sed de justicia. Siendo se dice: no hay fisura para un distanciamiento del ser y el decir del dltimo plano, que es el mas evidente y totalizador, por eso el mds inapresable. Ni siquiera en sus secun- darias obras de teatro, en su novela, se percibe ese irdnico dambito segundo, esa autonomfa irreductible y latente de “lo literario” que se aviene con la buena definicién de Giambattista Vico: “ficcién del 4nimo conmovido”.? El dnimo conmovido aqui fulmina a la ficcidn, encarna lo que dice y nos remite siempre a un campo de lucha extraliteratio: el de la milizante eticidad. Ahora bien, esta esctitura tiene también sa propio “arte de bien decir”. Es evidente que hay en Masti una acepcién peyorativa de lo retérico, en cuanto sindnimo de artificioso, postizo, scbramte ¢ innecesario: antitesis, en suma, de lo ajustado y natural. Sabemos que Ja idea de ajuste es basica en su concepcién del estilo: "El que ajuste su pensamiente a su forma, como una hoja de espada a la vaina, ése tiene estilo". “El Jenguaje ha de ser mate- matico, geométrica, escultdrico. La idea ha de encajar exactamente en la fra- se, tan exactamente que no pueda quitarse nada de la frase sin quitar eso mismo de la idea.” “Debe ser cada pérrafo dispuesto como excelente maqui- na, y cada una de sus partes ajustar, encajar con tal perfeccién entre Jas ottas, que si se la saca de entre ellas, éstas quedan como pajaro sin alas, y no fun- cionan, o como edificio al cval se saca una pared de las paredes.” Se percibe aqui una inesperada analogia entre mdéquina o fabrica y naturaleza, patente en el ejemplo del pajaro. Lo fundamental es la exactitud y funcionalidad de la forma, tal como se da en la ecuacién, la figura geométrica, la escultura o la mdquina. Muchos afios después Alfonso Reyes (en El destinde}, al dis- tinguir el coloquio fungible de los paraloquios rigidos (tecnicismo, rito, lite- ratura), define a sta como “paraloquio de configuracién semdéntico-poética inseparable”? que viene a ser la férmula cientifica de la intaicién martiana. Pero en Marti lo basico es el ejemplo y la inspiracién de la Naturaleza, madre de todas las exactitudes y funcionalidades de la forma, y también de toda Ja fantasia del ornamenzo. Por eso cuando él dice: “Contra el verso retérico y ordenado, / El verso nazural...", en seguida vemos que ese verso tiene su propio ornamento necesario, su primor orgdnico, su retérica origi- nal. (En efecto, el poema continia: “Acd& un torrente: / Aqui una piedra seca. Allé un dorado / Pajaro, que en las ramas verdes brilla, / Como una matafiuela entre esmeraldas...”.) Ya desde 1876 Marti habla advertido que "antes que la retérica oprimiese al talento, el talento fue el creador de la retérica”, y que: “No hay cdtedras para el genio: él no tiene reglas, él las crea”. Esa creacién genial surge siempre de lo nativo en el hombre, a imagen y semejanza de la naturaleza que lo sustenta. Hay, pues, también, una acep- cién no peyorativa de la retérica, y por eso en un concentrado apunte resumid Marti; “Los hombres nuevos. A la Academia de los Retéricos, !a Academia de la Naturaleza.” 2 Citado por Alfonso Reyes en El destinde, México, El Colegio de México, 1944, p. 161. 3) Op. cit, p. 235. XE Esta “academia” se funda en la originalidad, que a su vez corresponde a lo que viene de si: “sacudimiento del instante, y brisa o terremoto de las entrafias". En ella reside la tinica garantfa contra el] aspecto negativo de la retdrica, porque —advierte Marti— la lengua poética que hoy nos parece natural ' ‘parecer luego como ahora Ja gongdtica, cuando pasen las cosas pre- sentes que atin le sirven de razén, y dan cierta naturaleza a los modos vio- lentos y patafrasticos de interpretarlas” . Glosande otro apunte suyo, puede afiaditse que para “renovar {a forma po¢tica” {en verso o prosa) se hace necesatio “escribir viviendo”, lo cual significa, en el contexto martiano, es- cribir al dictado de Ja vida, con estricta fidelidad a sus formas surgentes, a su cambiante naturaleza y sentido; y también, asumiendo y amando, en pe- renne combustién de sacrificio. No olvidemos cémo sintetiz6 Marti su pro- pia vida: "He padecido con amor”. Esta identificacién de Arte y Vida, de forma y amoroso sacrificio, es su principal diferencia con el tipo de moder- nismo representado en Cuba por Julidn del Casal, y desde luego con las corrientes patnasianas, ésteticistas y artepuristas: lo que hace de <] un maes- tro de hoy y de mafiana. Dicha identificacién, a su vez, exige dos principios: “la expresién sincera” y “el pensamiento libre”. La sinceridad en Martf no es sdélo un valor ético, sino también estético, en cuanto incluye los valores de fidelidad y participacién. El ajuste intrinseco de contenido y forma se origina en Ja verdad del estilo, y esa verdad sélo puede alcanzarse mediante la participacién afectiva. La expresién fiel y par- ticipante sera, necesariamente, sincera; y cuando se trate de decir lo fntimo y taigal, lo que viene de si, sera, necesariamente, libre, porque lo que viene de si es la libertad misma. Esa libertad, con su retérica siempre en estado naciente v creador, tiene que romper sin cesar las trabas de la otra retérica, la anquilosada y esclavizadora. Su simbolo en el primer poema de Versos libres (“Académica”, referido precisamente 2 Ja “Academia de la Naturaleza”) serf el caballo desnudo que echa por tierra los emblemas pintados de la re- térica tradicional, "Y al sol del alba en que Ja tierra rompe / Echa arrogante por el orbe nuevo”. He aqui el “orbe nuevo” de Ja poesia renovada, que corresponde al “hombre nuevo” de la Academia de la Naturaleza y, sin duda, de la revolucién americana. He aqui el verso libre que corresponde al hom- bre liberador en su més vasto sentido, porque, afirma también Marti, “mien- tras mds trabas rompe el hombre, mas cerca estd de la divinidad (getmina- dora” —es decir, de] Gran Semf sembrador de “Ia Amética tmeva"™. Resumiendo, puntualizamos: 1. Su escritura de encarnacién y de pasién genera una retérica a ima- gen y semejanza de la Naturaleza. 2. Esa retérica se basa en la intuicién de una armonia césmica, y, pot lo tanto, en el ajuste perfecto de asunto y forma, donde se trasluce estilisticamente Ja ley de analogia, ley maestra de su pensamiente. 3. Cuando el asunto viene de afuera (crénica periodistica), el estilo tie- ne que encatnarlo mediante Ja participacién afectiva: de ahi la mul- tiplicidad de “estilos”. XII 4. Cuando el asunto es Ja propia intimidad, la forma debe irrumpir li- bremente desde la raiz, entera, stbita, acumulada, sin pulimento en frfo y “con el menor mimero de palabras posibles” (norma de con- crecién y sencillez, que no excluye, como él mismo advirtid, la abun- dancia natural). 5. Cuando el asunto es su relacién trdgica con la historia y con los hom- bres (discursos, cartas, Ultimos Diarios), irrupcién y participacién se funden entrafiablemente. i Como ES NATURAL en todo escritor, estas principios tienen un desenvolvi- miento que, de la adolescencia a la madurez, y siguiende el curso de los via- jes, quehaceres y experiencias, los afina y los depura. Estén presentes, sin em- bargo, en cada pdgina creadora de Marti, en cualquier fecha y cizcunstancia, y muy especialmente a partir de su viaje a Caracas en 1881, afio que parece marcar su toma de conciencia estilistica y el comienzo de su mayor plenitud expresiva. Baste recordar su articulo sobre “El cardcter de la Revisia Vene- zolana” , su prélogo al Poewma del Nidgara, de Juan Antonio Pérez Bonalde, y su primer libro de versos publicado, Ismaeliilo, para situar entre el 81 y el 82, aunque hubiera desde luego sintomas y semillas anteriores, el arranque de ese movimiento de libertad, enriquectmiento y universalizacién de la pa- labra hispancamericana, que tuvo en José Marti su primer y mayor maes- tro, péstumamente reconocido por Dario, y que Hega hasta nuestros dias con el nombre, casi indtil ya, de modernismo, Casi imitil, decimos, como una bandera hecha jirones por encarnizadas y absurdas batallas, dignas de mejor causa. Por la bandera misma no vamos a abogar: ya lo han hecho dectos profesores a quienes respetamos; ni mucho menos gastaremos fuerzas en cubrir la obra de Marti con ese agujereado pabellén literario, que él nunca empufid con tal nombre. En un apunte sobre La Espatia Moderna, observé: “cuando, si lo fuese de veras, no le habrian llamado asi, con un vocablo in- directo, que huele a polvos de arroz, sino La Espaia Nueva a secas, que es mds viril y castizo"; y en su juicio antolégico sobre Casal, que fo es sobre el modernismo a la alrura de 1893, tampoco fo nombré as(, prefiriendo de- cir: “Y es que en América esté ya en flor la gente nueua...". De esa “gente nueva” fue y es Marti, o debiera ser, un capitan vigente, mientras buena parte de la obra de los calificados “modernistas” incluyendo al profundo y matavilloso Dario, va quedando atrdés como legado noble o Ilama hermosa del pasado, sin contar las letras caedizas que toda época con- Heva. No queremos con esto decir que la literatura martiana sea toda de igual calidad y toda igualmente perdurable: sus ocasionales ensayos teatrales nos desmentirian; mi que dejara de pagar tributo a su época, fatalidad que él mismo advirtié. La estructura oratoria de buena parte de su expresidn es suficiente ejemplo de este tributo, que é] Hevd a grados de elocuencia incan- descente. Juan Marinello y Juan Ramon Jiménez sefialaron el exceso de XHL casticismo que hay a veces en su prosa, rasgo que él justificé al defender su condicién simultdnea de “arcaico” y de “nedlogo": “no hay por qué invalidar vocablos dtiles, ni por qué cejar en Ja faena de dar palabras nuevas a ideas nuevas’. Amistad fanesta, la novela por encargo (que en una proyectada edi- cién pensaba Hamar Lucia ferez, titulo que aqui preferimos) despide sus pre- ciosas luces de pequefia obra maestra, desde la fecha en que fue escrita, no mds acé. Pero sus mejores versos, desde el minimo, primoroso y encendido Ismaelille, pasando por la abrupta y pluténica agonia de los Versos libres, hasta la gota de oro popular y gndmica de los Versos sencillos, escala de Jacob por la que bajan y suben los dngeles que mds tarde visitarfan con men- sajes afines a Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Gabriela Mistral y César Vallejo; La Edad de Oro, pedagogia en estado de gracia, joya mayor de la literatura para nifios en nuestra lengua; muchisimas cartas de esas cuyas palabras, segdn dijera Unamuno, “parecen creaciones, actos”; inmumerables paginas de sus crénicas y todas las de sus des ultimos Diarios, pueden leetse hoy como literatura contempordnea. E] estilo participante, la poesia de lo simultaneo, ef arte pictérico del retrato y cinematografico en la captacién de Jas multitudes (cuando todavia el cine no existfa}, junto con el don miste- rioso de las imagenes y el nervio de Ja frase incidental dandole vida nueva al periodo y color imprevisible al juicio, explican quizd lo que sea explicable en la vitalidad de la obra periodistica de Marti. Obra enorme, incomparable en nuestro idioma, que no puede en rigor conocerse por fragmentos ni antolo- gias. Todo ello, sin embargo, palidece cuando entramos en el reino de los Ultimos Diarios, alli donde la crénica y el poema, asumidos al nivel de la naturaleza patria, la accién revolucionatia del pueblo y el destino petsonal del agonista, cobran los fulgores mas intensos ¢ interminables de !a palabra martiana. Volvemos, pues, al punto de partida. Para conocer de veras la “obra lite- raria” de Marti, hay que leerlo todo, y en primer término su epistolario com- pleto, sus alegatos, discursos y ersayos politicos, y sus Diarios de guerra, y sus cr6nicas periodisticas, y sus apuntes fatimes. Comprendemos entonces que no hay tal obra literaria aislable, sino una sola obra revolucionaria en ef mas creciente sentido: liberaci6n de Cuba, liberaci6n de América, liberacién del hombre de sus trabas seculares, epifania de un mundo nuevo. Y com- prendemos que ia calidad del hecho literario en él, su inconfundible hechizo, depende precisamente de ese estar su palabra tensionada desde otro sitio que no es la literatura, que es el sitio del héroe moral, de la transformacién del mundo, de Ja suerte echada con “los pobres de la tierra”. Peto eno serd ese otro sitio entonces, también, el centro vital de Ja mejor literatura? IV Para LA RESPUESTA a esta pregunta —la pregunta por lo que después se lamaria “literatura comprometida”— la obra critica de Marti, como sus cuadernos de apuntes, ofrecen importantes elementos de juicio. De una parte hay que recordar su enorme aprecio de la creacién literaria, y especialmente XIV de la poesia, por si misma. Compara la forma a un céliz “donde se alberga el pensamiento hermoso como para los catélicos se alberga en el cdliz el cuerpo de Cristo”. Considera que “en todo gran escritor hay un gran pintor, un gran escultor y un gran musico”. Se interesa profundamente en las operacio- nes rigurosamente artisticas de la palabra escrita, dejando de ello testimonios tan ricos como el articulo en defensa de su propio estilo en la Revista Ve- nezolana (1881) y el comentario a las poesias de Francisco Sellén (1890), don- de expone su personal poética, que en [o que a recursos expresivos se refiere ne andaba lejos de la poética de la sinestesia ejemplificada en Francia por los sonetos “Correspondances” de Charles Baudelaire y “Voyelles” de Ar- thur Rimband. En ef discurso sobre Heredia (1889) advierte categéricamente que “a Ja poesia, que es arte, no vale disculparia con que es patridtica o filo- sdfica, sino que ha de resistir como el bronce y vibrar como la porcelana”. Dos afios atrds, a propdésito de Walt Whitman (de quien hizo una critica de primera magnitud que significd, seguin el testimonio de Rubén Darfo y de Juan Ramén Jiménez, la entrada de lo norteamericano mejor en las letras hispano- americanas y espajiclas), postulé la importancia suma de la poesfa para la vida misma de los pueblos: ¢Quién es el ignorante que mantiene que la poesia no es indispensable a Jos pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental, gue creen que toda la fruta se acaba en la cdscara. La poesia, que congrega o disgrega, que fortifica o an- gustia, que apuniala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es mds necesaria 2 los puebles que Ia industria misma, pues ésta les proporciona el mode de subsistir, mientras que aquélla les da ef deseo y la fuerza de la vida Por otra parte, cuando comenta “La exhibicién de pinturas del ruso Ve- reschagin” (889), no vacila en exclamar ante el espectdculo del régimen de explotacion e infamia en que vivia aquel “pueblo espantade y deforme”: jLa justicia primero, y el arte después! ”. Le que se conjuga con otras de- claraciones conexas y can vatios enérgicos apuntes, el mas violento de les cuales dice: “En los paises donde se padece, el caracolear con la mera fan- iasia es un delito publico. La inteligencia se ha hecho para servir a la patria. Y la que no sirva para esto, hasta que toda la justicia no sea cumplida, fusti- gada y echada sea del cerco, como un perro ladrdn.” Y sin embargo en otro apunte préximo elogia “la locura fortuniana de la fantasia, propia del genio”, y en otro sentencia: “Preservad la imaginacidn, hermana del cora- zén, fuente amplia y dichosa. Los pueblos que perduran en la historia son los pueblos imaginatives.” No se trata de ideas contradictorias sino comple- mentarias dentro de un pensamiento dialéctico y muy atento a la realidad sucesiva y multiple: pensamiento cuya prueba de fuego es el caso concteto y cuya clave interpretativa esta dada quizds en otro apunte: “Todo lo desequi- librado irrita. Esta es la gran ley estética, la ley matriz y esencial.” Veamos cémo funciona esta ley en el caso concreto mds antitético de Marti, el caso dei esteticista y decadentista Julian del Casal, sobre cuya muer- te escribié en Patria el 31 de octubre de 1893. gAcaso lo condena sin apela- clones? XV Ciertamente no; incluso justifica el “poco apego que artista tan deli- cado habia de sentir pot aquel pais de sus entrafias, donde la conciencia oculta o confesa de la general humillacién trae a todo el mundo como acorralado, o come con antifaz...”. Si unimos “poco apego” (lo que después se lamard “evasién”) y “pais de sus entrafias’, tenemos apresados por dentro todo el desgarramiento de Casal. Mayor comprensién, y amor, es imposible. Pero éacaso aprueba Marti a Casal totalmente? Tampoco, pues reconociendo sus valores artisticos y su mérito estético principal, que fue abortecer “Io falso y lo pomposo”, le opone delicadamente su propia poética de raiz moral y vocacién autéctona. Pero Casal, sin ser un patadigima, se salva a sus ojos como prenda pteciosa de la cultura cubana, como testimonio paraddjicamente fiel de wn pais deformado, y por una virtud fundamental en la estimativa mattiana: la sinceridad. “La América lo quiere, por fino y por sincero. Las mujeres lo Ioran.” De este modo Marti, mds allé de la justificada diversidad de sus enjuicia- mientos y de sus desahogos intimos, en plena madurez, nos da un ejemplo de equilibrio critico. Para él, personalmente, la literatura es un oficio con leyes tigurosas y un quehacer de creacién o critica militantes, siempre al servicio de los hombres; pero lo primero que los hombres de bien necesitan, y entre ellos los artistas y escritores honrados, es la comprensién didfana, el corazén abierto, el amor como conccimiento justiciero. Por eso afirmé en su Revista Venezolana: “Amar: he aqui la critica’. Vv En ex centro de las letras martianas esta su pasién por “nuestra América”. Esa pasién no puede medirse sdlo por los escritos de tema americanista, sino ademas, y sobre todo, por la intencién de la mayor parte de sus escritos a partir de su Hegada a México en 1875. Asi lo que escribié sobre autores y sucesos norteamericanos y europeos esta dirigido, en gran medida, al aleccio- namiento de nuestros pueblos a través de su vanguardia lectora. Tanto pien- sa en Latinoamérica cuando escribe sobre “Autores americanos aborigenes” como cuando escribe scbre Emerson, Oscar Wilde, los pintores impresionis- tas o "Un pases por la tierra de los anamitas”. Para la ilustracién, el rescate y el crecimiento de “nuestra América” escribe siempre. Su palabra es en todo momento un instrumento educador de primer or- den, y la educacién que le interesa es la que conduzea al hombre latinoame- ticano a ser duefie de si, univetsal y libre por su cultura, autéctono por sus valores, licido ante tedos los peligros, fraterno para todos los hombres de buena voluntad. - Su acercamiento entrafiable a los dolores y virtudes de Ja raza negra en América y al esplendor destruido de las culturas indfgenas, esté en la base de su profundo americanismo literario, pues ello le permitié sentirse espi- ritualmente mestizo, hermano del esclavo, del preso y del paria. Entendid a la América por dentro, lo que se ve en sus asombrosas evo- caciones de “Las muinas indias” o “La pampa’. Partiendo de esa capacidad XVI de identificacién a través del tiempo y del espacio, pudo Negar a ser el primer latinoamericano cabal, hijo de todos los pueblos del continente y de las islas del Caribe, primogénito de Bolfvar y padre de David, de las islas Turcas, que lo despidié llorando. Una vez dijo: “No hay letras, que son expresidn, hasta que no haya esencia que expresar en ellas. Ni habrd Literatura Hispano Americana, hasta que no haya Hispano Amética”. En é se dio el modelo vivo de lo que ha de ser nuestra literatura cuando Ia justicia y el arte puedan realmente con- sumarse y coincidir, Una literatura descolonizada, autdctona, libre y univer- sal, dueiia de la imaginacién como de la realidad, cuyo centro sea el hombre entero y nuevo, trabajador y artista, amoroso y justiciero: el hombre ame- ticano por el que claman como armas wibrantes todas las palabras de José Marti. VI DuRANTE LOS DIEZ afios anteriores a la fundacién del Partido Revolacionario Cubano (1892), los grandes periddicos en que colaboraba Marti —La Nacidu de Buenos Aires, Ef Partido Liberal de México, La Opinién Nacional de Ca- racas, y otros de Latinoamérica y Estados Unidos— dieron a su palabra una telativa difusidn continental que no pasé inadvertida por los espiritus més alertas. Hubo entonces una voz, la de Sarmiento, que Ilamé la atencién sobre la excelencia de la prosa martiana (no sin disentir, como era previsible, de ta actitud cada vez mds critica de Marti ante el “modelo norteamericano”). Pidiéndole a Paul Groussac la traduccién de fa crénica sobre la inauguracién de Ja estatua de la Libertad en Nueva York, escribié: “En espafiol nada hay que se patezca a la salida de bramidos de Marti, y después de Victor Hugo nada presenta la Francia de esta resonancia de metal”. Y mds adelante: “Deseo que le [legue a Marti este homenaje de mi admiraciém por su ta- lento descriptivo y su estilo de Goya...”.' gran acierto intuitive, pues Sar- miento ne podia saber que Marti, et efecto, consideraba a Goya uno de sus maestros, junto a los genios literarios del Siglo de Oto espafiol como Que- vedo, de quien dijo “que ahondé tanto en lo que venia, que los que hoy vivimos, con su lengua hablamos”, El elogio de Sarmiento, publicado en Le Nacién el 4 de enero de 1887, de seguro no sorprendié a escritores como Manuel Gutiérrez Néjera, que dos afios después escribirfa un precioso atticulo sobre La Edad de Oro} o como Rubén Dario, principal beneficiario de la prosa martiana, quien desgarrado desde Ja orifla literaria por Ja cafda del Maestro en Dos Rios, esctibié: “para acompafiar, americanos todos que ha- bldis idioma espafial, el entietro de José Marti, necesitariase su propia len- 4 “La libertad iftuminanda al mundo” (La Nacién, 4 de enero de 1887} en Obras de D. FE, Sarnsiento, tomo XLVI, Buenos Aires, Imprenta y Litograffa Mariano Moreno, 1900, pp. 173-176. 5 "La Edad de Oro, de José Marti”, en Manuel Gutiérrez Ndjera, Obras, Critica {i- teraria, 1, México, Universidad Nacional Auténoma de México, 1959, pp. 369-373. (Se publicé en E! Partido Liberal, de México, el 25 de septiembre de 1889). XVIL gua, su 6rgano prodigioso Meno de innumerables registros, sus potentes caros verbales, sus trompas de oro, sus cuerdas quejosas, sus oboes sollozantes, sus flautas, sus timpanos, sus liras, sus sistros”. Que ese entusiasmo lirico ocultaba un conocimiento teal de los rasgos especfficos de la prosa del Maes- tro (al que asi Hamma, como Marti al conocerlo en Nueva York Jo Ilamd “hijo” ), lo comprobemos al leer en otro lugar del mismo articulo: $i, aquel prosista que siempre fiel a la Castalia cldsica se abrevd en ella todos los dias, al propio tiempo que por su constante comunién con todo lo moderno y su saber universal y poligiota formaba su manera especial y pe- culiarfsima, mezclando en su estilo a Saavedra Fajardo con Gautier, con Gon- court, con el que gustéis, pues de todos tiene; usando a la continua del hi- perbaten inglés, lanzando a escape sus cuadrigas de metdforas, tetotciehdo sus espirales de figuras; pintando ya con minucia de pre-rafaclista las mds pequefias hojas del paisaje, ya a manchas, a pinceladas stbitas, a golpes de espdtula, dando vida a las figuras; aquel fuerte cazador, hacia versos y casi siempre versos pequefiitos, versos sencillos...¢ No conocia entonces Dario los Versos Libres. Afios después, en 1913, de dicé cuatro pletéricos articulos a comentar Ja obra en vetso de Marti: el pri- mero se cifie a presentar, con abundancia de citas, el Arte Poética martia- na; el segundo y casi todo el tercero, a glosar Ismaelilio y Versos sencillos; el cuarto, a Versos libres, a los que hace plena justicia. Termina esta suite de comentatios fervorosos: "Y yo admiro —recordando al varén puro y al dulce amigo— aquel cerebro césmico, aquella vasta alma, aquel concentrado y vasto universo, que lo tuve todo: la accién y el ensuefio, el ideal y la vida y una épica muerte, y, en su América, una segura inmottalidad”” Pero América (ni qué decir Espafia) siguid desconociendo bastante a José Marti. Para llegar a un nuevo teconocimiento indoamericano de primera mag- nitud, hubo que esperar a los dos ensayos de Gabriela Mistral: La lengua de Marti (1934) y Los “Versos sencillos"” de José Marti (1939). Afios atrds, en 1919, se habian producido los comentarios, a veces errdticos, de Miguel de Unamuno, que valen por chispazos de esta penetsacidn, a propésito de su_estilo epistolar: “Ni esta siempre escrito en prosa sino en esa expresién informe, protoplasmdtica, que precedié a ja prosa y al verso”. Hablando antes de los Versos libres ya habia conjeturado que “prosa y verso eran dife- renciaciones sistematizadas de una forma primitiva de expresién, protoplas- matica, por decirlo asi. Es fa forma que representan los salmos hebraicos, la de Walt Whitman y también la de los versos libres de Marti”." Observacién 6 “José Marti”, en Los raros. Barcelona, Maucci, 1905. (Apatecid en La Nacion, de Buenos Aires, el 1.° de junio de 1893.) 7 “José Marti, poeta”, en Antologia critica de José Marti, recopilacién, introduccién y notas de Manuel Pedro Gonzalez, México, Editorial Cultura, 1960, pp. 267-295. (Estos atticulos se publicaron en La Nacién, de Buenos Aires, entre abril y junio de 1913.) 4 “Sobre ei estilo de Marti” (1919), en Archive José Marti, La Habana, Ministerio de Educacién, enero-diciembre £947, En otro articulo ticulado “Notas estéticas. Cartas de poeta” (Nuevo Mundo, Madrid, 10 de octubre de 1919), también recogido en este Archive, dijo Unamuno de la carta de despedida de Martf a su madre (25 de marzo de 1895}, “que es una de las mds grandes y més poéticas oraciones —en ambos sentidos del término oracién— que se pueden Icer en espaiol”. XVIIT de veras profunda, atesorable. Por su parte la Mistral, que se adentraré en el transparente y misterioso reino de los Versos sencitlos con una completez de identificaci6n que no ha sido superada, logra en La lengua de Marti una valo tacién literaria cabal, fijadora sobre todo de dos puntos: la originalidad de tono, sintaxis y vocabularic, y la legitimidad del trépico asumido desde la taiz por la palabra martiana. Sobre este aspecto, partiendo de las conocidas rectificaciones previas de Pedro Henriquez Urefia en torno a ia falsa idea del “tropicalismo”, dice Gabriela: . En primer lugar, el Trdépico aparece en su prosa como un clima de efu- sién. A lo largo de arengas, de discursos académicos, ‘de articulos de perid- dicos, de simples cartas, una efusidn constante marca todas esas piezas, tan contrarias entre ellas, de la marca de su naturaleza que es la efusién y que no lo abandona nunca, Yo digo efusién y no digo fiebre. (...) La segunda manifestacién del Trdpico en él seria la abundancia. El Tré- pico es abundante por riqueza y no por recargo, como se cree, es abundante por vitalidad y no por perifollo y yo quisiera saber pintar para hacer entender esto a los que no han visto el Tr6pico. (...) La abundancia del estilo de Marti, viene de varias causas, y es una e5- pecie de conjuncién de vitalidades. Hervia de ideas al revés del escritor que ha de seguir una sola como hilito de agua en terra pobre; el corazonazo ca- liente le echaba sobre la garganta el borbotn de Ja pasién constante; cl voca- bulario pasmosn le entregaba a manos Ilenas las expresiones ahorrandole esa basqueda de la frase tan acusada en otros. {Come no habia de ser abundante! Le hicieron en grande... (...) Todavia debemos anotarle en la conjuncién de abundancias el espectéculo de abundancia que le regalé el Trépico. Que los demds escritores ecuatoriales vivan sin conmoverse delante de este derramamiento de fuerzas naturales, negocio de ellos es, mal negocio de distracci6n o de deslealtad; pero dejemos que este respondedor, que este pagador, hable y escriba de acuerdo con su aposento geografico, dentro del orden de su hogar fisico, dejémoslo.? También Juan Ramén Jiménez, en la breve semblanza escrita durante su visita a Cuba en 1938, apunté cosas esenciales, como esta obsetvacién a pro- pésito del necesario paralelo con Casal: “To veia (a Mart{) mas derecho, mds acerado, més directo, mas fino, mds secteto, mas nacional y mds uni- versal”. (.,.) "El modernismo, para mi, era novedad diferente, era libertad interior. No, Marti fue otra cosa, y Marti estaba, por esa ‘otra cosa’, muy cerca de mi.” De este modo e! scbreabundante por fidelidad a su trépico, del juicio de Gabriela, era también el “més secreto” y el mds Ileno de “libertad interior’. de la vivencia de Juan Ramén, quien aporta, ademés, en el plano de la historia literaria, un testimonio de primera mano: “Marti vive (prosa y verso} en Dario, que reconocié con nobleza, desde el primer instante, el legado. Lo que le dio, me asombra hoy que he leido a los dos enteramente. 1¥ qué bien dado y recibido!* ” Por su parte Alfonso Reyes, para seguir con las cimas, lo HNamé en Ei deslinde “supremo varén literario” "' y en 1953 le dedicéd un agudo articulo ? La fengua de Marvi, La Habana, Secretaria de Educacién, 1934. 10 “José Martf (1895)", en Espaioles de tres mundos, Buenos Aires, Losada, 1942. Wo Ob. eit., p. 213. XIX —"Marti a la luz de la nueva fisica’— en el que las observaciones anteriores de Gabriela Mistral (tropicalismo orgdnico, sustantivo} y las de Juan Ramon Jiménez ("mds derecho, més acerado, més directo, mds fino, més secreto”), parece confluir en la férmula felicfsima de la “precisién tropical”: una diana critica que, como la de Miguel de Unamuno sobre el lenguaje protoplasma- tica, debe sefialarse con piedra blanca. Dice Reyes: La nueva fisica nos ayuda a entenderlo mucho mejor de lo que pudieton entenderlo sus contempotaneos. Marti era un ser en estado radiante. (...) Que en tan corta vida haya podido hacer cuanto hizo —ser ese escritor que parece llenar un siglo o mas de literatura, ser ese amigo de todos y ese hombre Unico que fue, ser el politico, el combatiente, el héroe— raya en milagre, de veras que raya en milagro. (...) A la velocidad externa de su vida corresponde con perfecta adecuacién la velocidad interna de su pensamiento. jiba tan de prisa! (...) Y de aqui su estilo, sélo explicable por esta singular condiciédn: estilo de continuos dis- paros, de ondas cortas, ultracortas, que son las mds rigidas y penetrantes: de agui su estilo de ametralladora. (...} Par su ardor sin desmayo —fuego al rojo azul—— y por su buena punterfa de arquero, él realizé esta paradoja: dar cjemplo de Jo que puede iegar a set la precisrén tropical: aunque bufen los que nos ignoran.2 Finalmente, después dei triunfo de la Revolucién cubana, el gran ensa- yista argentino Ezequiel Martinez Estrada escribid su polémico, desigual y magnifico Marti revolucionario, en el que figuran observaciones literarias de excepcional calado, precisamente referidas a textos que, por las razones apun- tadas al inicio de este prdélogo, no aparecen en nuestra seleccién. Una de ellas alude a la escena de El presidio politico en que el padre de Marti cae lorando abrazado al pie de su hijo, Nagado por la cadena del presidio. Dice Martinez Estrada: No hay en la literatura universal, puedo aseverarlo con entera convic- cidén, ni siquiera en la Héewba de Euripides, sino una escena que pueda com- pardrscle: la del Rey Lear arrodillado ante Cordelia, pidiéndole perdén por su extravio La otra observacién de don Ezequiel gue ahora queremos recordar se refiere a pasajes del Diario de campana, y es una verdadera observacién li- mite: Esas emociones, esas sensaciones no pueden describirse ni expresarse en e] lenguaje de los poctas y los pintores, los musics y los misricos: pueden ser bailadas, gritadas, mimadas segin los ritos orgidsticos primitives, o absor- bidas sin respuesta como los animales con sus ojos contemplativos y absortos.!? De propésito hemos omitido en este breve recuento la intensa tradicién de exégesis martiana iniciada en Cuba, a raiz de su muerte, por Manuel San- guily, Enrique José Varona y Manuel de Ja Cruz, y sefioreada desde les "Marti a la luz de la nueva fisica", en Boletin de la Academia Cubana de la Lengua, La Habana, julio-diciembre, 1953. 3 Marti revolucionario. Primer tomo. Prélogo de Roberto Fernandez Retamar. La Habana, Casa de las Américas, 1967, p. 32, p. 414, n. XX afios 30 hasta nuestros dias por la palabra magistral de Juan Matinello, a quien debemos tantas pdéginas memorables ¢ imprescindibles pata la estima-. cin literaria de Martf, sefialadamente en dos libros fundamentales: José Marti, escritor americana y Ensayos martianos’ Hemos querido cefirnos aqui, dentro del campo estrictamente literatio, a la recepcién de grandes crea- dores no pertenecientes a la patria que en él tiene su mayor pasién y orgullo, sin desdefiar por otra parte los muy valiosos aportes de criticos como Federico de Onis, en su ya cldsica valoraci6n de Mart{ como maestro no de la “escue- la" sino de la “época” modernista;* Manuel Pedro Gonzdlez, por sus inves- tigaciones sobre el influjo de Marti en Darfo y los caracteres modernistas, en el sentido sefialado por Onis, de su obra literaria;* o Guillermo Diaz-Plaja, que en su Modernismo frente a noventa y ocho lo declara “desde luego, el primer ‘creador’ de prosa que ha tenido el mundo hispdnico”."’ Estas men- ciones pudieran multiplicarse, sin clyidar estudios estilisticos como les de José Antonio Portuondo," Enrique Anderson Imbert, Claude Bochet-Huré ® y Giovanni Meo Zilio,” entre otros cubanos y extranjeros, Esperames que los voltimenes dedicados a Marti por la Biblioteca Ayacu- cho, impresos en Ja ciudad donde él maduré juntamente su concepcién de Hispanoamérica y de la palabra creadora que le corresponde, difundan su obra de tal manera, que lo que ha sido siempre conviccién de nuestros me- jores espfritus: la grandeza literaria y la fecundidad revolucionaria de José Marti, cara y cruz indisolubles de su genio, Hegue también a ser vivencia de un circula de lectores cada vez mds amplio y profundo. De este conocimiento sélo pueden esperarse beneficios, horizontes y semillas para el futuro de la América por la que él vivid, escribié y murid combatiendo. CinTio VITIER 4# Del primero hay una edicién_mexicana (Editorial Grijalbo, 1958) y otta cubana (Imprenta Nacional de Cuba, 1962). En el segundo, publicado por la Universidad Cencral de Las Villas en 1961, se incluyen, entre otros ensayos, “Espafiolidad literaria de José Marti” (1953), “Caminos en la lengua de Mart{” (1955) y “Sobre el modernismo, Po- lémica y definicién” (s, £.), Debe consultarse también “Poesia de José Marti”, en En- sayos, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1977. % “José Marti: valoracién” (1952), en Espatia en América, Universidad de Puerto Rico, 1955. 6 Indagacianes martianas, La Habana, Universidad Central de Las Villas, 1961 Y Modernisino frente a noventa y ocho. Madrid, Espasa Calpe, 1951, pp. 305-307. 8 La volumtad de estilo en José Marti. Santiago de Cuba, Universidad de Orien- te, 1953, 9 “La prosa poética de José Marti. A propdsito de Amistad funesta’, en Estudios sobre eseritores de Aniérica. Buenos Aires, Editorial Raigal, 1954. 2 “Las iiltimas notas de viaje de José Mart{. Algunas observaciones sobre su estilo”, en Anuario Martiano 1, La Habana, Biblioteca Nacional José Marti, 1969. 21 “José Marti (Tres estudios estilisticos)", en Anuario Martiano 2, La Habana, Biblioteca Nacienal José Marti, 1970. XXL CRITERIO DE ESTA EDICION Topos Los TexTos de este yolumen han sida tomados de Ja edicién ultima de Obras Com- pletas de José Marti (La Habana, Editorial Nacional, 1963-1965, 27 vols.), siguiendo por lo tanto Ja leccién textual alli establecida. Se han conservada asimismo las notas de esa edicién, tanto informativas como referidas al estado de los manuscrites, algunas de las cuales pertenecen a publicaciones anteriores (Gonzalo de Quesada), Se distinguen de las notas que puso a esta edicién de la Biblioteca Ayacucho ef etitico Cintio Vitier, por- que éstas [llevan la mencién expresa. (Nota de C. Vi} B. A. XXII POESIA ISMAELILLO' Hyo: Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en Ia vida futura, en Ia utilidad de la virtud, y en ti. Si alguien te dice que estas pdginas se parecen a ottas paginas, diles que te amo demasiado para profanarte asi. Tal como aqui te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he ce- sado de verte en una forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazén. jLleguen al tuyo! 1 Fracasada la “guerra chiquita” en 1880, a finales de octubre la esposa de Marti, Carmen Zayas Bazén, descontenta con ja existencia inestable, de sacrificios y estrecheces, elegida por aquel hombre cuyo verdadero anillo nupcial estaba hecho con el hierro del grillete del presidio politico, parte de Nueva York hacia Cuba Ievandose al hijo de am- bos, préximo entonces a cumplir dos afios. En los comienzos de 1881 Martf viaja a Ca- racas, donde rdpidamente se hace de un cftculo de amigos, pronuncia discursos, da clases de oratoria y funda la Revista Venezolana. Sintiéndose menos desamparado, reclama in- sistentemente a su mujer y a su hijo, pero Carmen no acude, y poco después los hechos Je dan la razén a su realismo maternal cuando Marti, en pugna con los modos dictato- riales de Guzmén Blanco, tiene que volver a Nueva York. Alli, en 1882, colaborando ya egularmente en La Naciést de Buenos Aires, el hogar maltrecho, minado ya por la incom- prensién, logra tehacerse provisionalmente hasta que, después de varias crisis, en 1891 llega Ia ruptura definitiva. En el momento de mayor soledad del padre acongojado, en los dias de Caracas, nacen los versos de Isaelillo. Segin le dice a Diego Jugo Ramirez en diciembre del 81, son sus amigos venezolanes Juan Antonio Pérez Bonalde y Jacinto Gutiérrez Coll quienes lo animan, en Nueva York, a imprimir este Jibrito, que aparece em los primeros meses de 1882. (N. de C. V.) 3 PRINCIPE ENANO Para un principe enano se hace esta fiesta. Tiene guedejas rubias, blandas guedejas; por sobre el hombro blanco fuengas Je cuelgan. Sus dos ojos parecen estrellas negras: ivuelan, brillan, palpitan, relampaguean! El para mf es corona, almohada, espuela. Mi mano, que asi embrida potros y hienas, va, mansa y obediente, donde él Ia lleva. Si el cefio frunce, temo; si s¢ me queja, — cual de mujer, mi rostro nieve se trueca: su sangre, pues, anima mis flacas venas: jcon su gozo mi sangre se hincha, 0 se seca! Para un principe enano se hace esta fiesta. ;Venga mi caballero por esta senda! jEntrese mi tirano por esta cueva! Tal es, cuando a mis ojos su imagen Jlega, cual si en lébrego antro palida estrella, con fulgor de dpalo todo vistiera. A su paso la sombra matices muestra, como al sol que las hiere las nubes negras. jHeme ya, puesto en armas, en la pelea! Quiere el principe enano que a luchar vuelva: 4 jél para mi es corona, almohada, espvela! Y como el sol, quebrando las nubes negras, en banda de colores ja sombra trueca, -— él, al tocarla, borda en la onda espesa, mi banda de batalla roja y violeta. éConque mi duefia quiere que a vivir vuelva? }Venga mi caballero pot esta senda! jEntrese mi tirano por esta cueva! jDéjeme que la vida a él, a él ofrezca! Patra un principe enano se hace esta fiesta. SUENO DESPIERTO Yo suefio con los ojos abiertos, y de dia y noche siempre suefio. Y sobre las espumas del ancho mar revuelto, y por entre las crespas arenas del desierto, y del leén pujante, monarca de mi pecho, montado alegremente, sobre el sumiso cuello, — {Un nifio que me ilama flotande siempre veo! BRAZOS FRAGANTES Sé de brazos robustos, blandos, fragantes; y sé que cuando envuelven el cuello fragil, 5 mi cuerpo, como resa besada, se abre, y en su propio perfume languido exhdlase. Ricas en sangre nueva las sienes laten; mueven las rojas plumas internas aves; sobre la piel, curtida de humanos aires, matiposas inquietas sus alas baten; isavia de rosa enciende Jas muertas carnes! — iy yo doy los redondos brazos fragantes, por dos brazos menudos que halarme saben, va mi pélido cuello recios colgarse, y de misticos lirios collar labrarme! jLejos de mi por siempre, brazos fragantes! MI CABALLERO Por las mafanas mi pequefuelo me despertaba con un gran beso. Puesto a horcajadas sobre mi pecho, bridas forjaba con mis cabellos, Ebrio él de gozo, de gozo yo ebrio, me espoleaba mi caballero: iqué suave espuela sus dos pies frescos! jCémo refa mi jinetuelo! Y¥ yo besaba sus pies pequefios, jDos pies que caben en solo un beso! 6 MUSA FRAVIESA ¢M1 musa? Es un diablillo con alas de Angel, ;Ab, musilla traviesa, qué vuelo trae! Yo suelo, caballero en suefos graves, cabalgar horas luengas sobre los aires. Me entro en nubes rosadas, bajo a hondos mates, y en los senos eternes hago viajes. Alli asisto a la inmensa boda inefable, y en los talleres huelgo de la luz madre: y con ella es la oscura vida, radiante, iy a mis ojos los antros son nidos de angeles! Al viajero del cielo egué el mundo fragil? Pues ¢no saben los hombres qué encargo traen? jRasgarse el bravo pecho, vaciar su sangre, y andar, andar heridos muy largo valle, roto el cuerpo en harapos, los pies en carne, hasta dar sonriendo —jno en tierra! — exdnimes! Y entonces sus talleres la luz les abre, y ven Jo que yo veo: equé el mundo f{rdgil? Seres hay de montafa, seres de valle, y seres de pantanos v lodazales. De mis suefios desciendo, volando vanse, y en papel amarillo cuento el viaje. 7 Contdéndolo, me inunda un gozo grave: — y cual si el monte alegre, queriendo holgarse al alba enamorando con voces dgiles, sus hilillos sonoros desanudase, y salpicando riscos, labrando esmaltes, tefrescando sedientas cdlidas cauces, echdralos risuefios por falda y valle, — asi, el alba del alma regocijdndose, mi espiritu encendido me echa a raudales pot las mejillas secas lagrimas suaves. Me siento, cual si en magno templo oficiase; cual si mi alma por mirra virtiese al aire; cual si en mi hombro surgicran fuerzas de Atlante; cual si el sol en mi seno la luz fraguase: — iy estallo, hiervo, vibro, alas me nacen! Suavemente la puerta del cuarto se abre, y éntranse a él gozosos luz, risas, aire. Al par da el sol en mi alma y en los cristales: ipor la puerta se ha entrado mi diablo angel! éQué fue de aquellos suefios, de mi viaje, de! papel amarillo, del Manto suave? Cual si de mariposas tras gran combate volaran alas de oro por tierra y aite, 8 asf vuelan las hojas do cuento el trance. Hala acd el travesuelo mi pafio drabe; alld monta en el lomo de un incunable; un carcax con mis plumas fabrica y dtase; un stlex persiguiendo vuelca un estante, y jallé ruedan por tierra versillos fragiles, brumosos pensadores, lépeos. galanes! De 4guilas diminutas puéblase el aire: json las ideas, que ascienden, totas sus cdrceles! Del muro arranca, v cifiese, indio plumaje: aquella que me dieron de oro brillante, pluma, a marcar nacida frentes infames, de su caja de seda saca, y la blande: del sol a los requiebros brilla el plumaje, que bafia en dureas tintas su audaz semblante. De ambos lados el rubio cabello al aire, a mi stbito viénese a que lo abrace. De beso en beso escala mi mesa frdgil; joh, Jacob, mariposa, Ismaelillo, drabe! ¢Qué ha de haber que me guste como mirarle de entre polve de libros surgir radiante, y, en vez de acero, verle de pluma armarse, y buscar en mis brazos tregua al combate? 9 Venga, venga, Ismaelillo: la mesa asalte, y por los anchos pliegues del pafio drabe en rota vergonzosa mis libros lance, y siéntese magnifico sobre el desastre, y muéstreme riendo, roto el encaje — — jqué encaje no se rompe en el combate! — jSu cuello,.en que la risa gtuesa onda hace! Venga, y por cauce nuevo mi vida lance, y @ mis manos Ia vieja péfiola arranque, iy del vaso manchado ia tinta vacie! {Vaso puro de ndcar: dame a que harte esta sed de pureza: los labios cdnsame! éSon. éstas que lo envuelven carnes, © ndcares? La risa, como en taza de dnice drabe, en su incélume seno buile triunfante: jhete aqui, hueso pélido, vivo y durable! jHijo say de mi hijo! iEI me rehace! iPudiera yo, hijo mio, quebrando el arte universal, muriendo mis afios ddndote, etivejecerte stibito, la vida ahorrarte! — Mas no: jque no verias en horas graves entrar el sol al alma y a los cristales! Hierva en tu seno puro risa sonante: 10 rueden pliegues abajo libros exangiies: sube, Jacob alegre, la escala suave: ven, y de beSo en beso mi mesa asaltes: — jpues ésa es mi musilla, mi diablo angel! jAh, musilla traviesa, qué vuelo trae! MI REYECILLO Los persas tienen un rey sombrio; Jos hunos foscos an rey altivo; un rey ameno tienen los fberos; rey tiene el hombre, rey amatillo: jma! van los hombres con su dominio! Mas yo vasallo de otro rey vivo, — un rey desnudo, blanco y rollizo: su cetro — jun beso! mi premio — jun mimo! jOh! cual los dureos reyes divinos de tierras muertas, de pueblos idos —jcnande te vayas, llévame, hijo! — Toca en mi frente tu cetto omnimodo; ungeme sietvo, siervo sumiso: jno he de cansarme de verme ungido! jLealtad te juro, mi reyecillo! Sea mi espalda pavés de mi hijo; pasa en mis hombros 1 el mar sombrio: muera al ponerte en tierra vivo: — mas si amar piensas el amarillo rey de los hombres, jmuete conmigo! ¢Vivir impuro? iNo vivas, hijo! PENACHOS VIVIDOS Como taza.en que hierve de tratisparente vino en doradas burbujas el generoso espfritu; como inquieto mar joven del cauce nuevo henchido tebosa, y por las playas bulle y muere tranquilo; como manada alegre de bellos potros vivos que en la mafiana clara muestran su regocijo, ora en carreras locas, © en sonoros relinchos, o sacudiendo el aire el crinaje magnifico; — asi mis pensamientos rebosan en mi vivides, y €n creéspa espuma de oro besan tus pies sumisos, o en filgidos penachos de varios tintes ricos, se mecen y se inclinan cuando ti pasas — jhijo! HIJO DEL ALMA iTU flotas sobre todo, hijo del alma! De Ja revuelta noche las oleadas, 12 en mi seno desnudo déjante el alba; y del dia la espuma turbia y amarga, de la noche revuelta te echa en las aguas. Guardiancillo magndnimo, Ja no cerrada puerta de mi hondo espiritu amante guardas; y si en la sombra ocultas biscanme avaras, de mi calma celosas, mis penas varias, — en el umbral oscuro fiero te alzas, iy les ciertan el paso tus alas blancas! Ondas de luz y flores trae la mafiana, y t en Jas luminosas ondas cabalgas. No es, no, la luz del dia Ia que me llama, sino tus manecizas en mi almohada. Me hablan de que estas lejos: jlocuras me hablan! Ellos tienen tu sombra; iyo tengo tu alma! Esas son cosas nuevas, mifas y extrafias. Yo sé que tus dos ojos alla en lejanas Uerras relampaguean, — y en las doradas olas de aire que baten mi frente pdlida, pudiera con mi mano, cual si haz segara de estrellas, segar haces de tus miradas: iti flotas sobre todo, hijo del alma! 13 AMOR ERRANTE Hyo, en tu busca cruzo los mares: las olas buenas a ti me traen: los aires frescos limpian mis carnes de los gusanos de las ciudades; pero voy triste porque en los mares per nadie puedo verter mi sangre. Qué a ini las ondas mansas ¢ iguales? Qué a mi las nubes, joyas volantes? ¢Qué a mi jos blandos juegos del aire? éQué fa iracunda voz de huracanes? A éstos — jla frente hecha a dotarles! jA fos lascivos besos fugaces de las menudas brisas amables, — mis dos mejillas SeCAS Y Exangiies, de un beso inmenso siempre voraces! Y, ga quién, el blanco palido angel que aqui en mi pecho las alas abre y a los cansados que de €[ se amparen y en dl se nutran busca anhelante? ¢A quién envuelye con sus suaves alas nubosas mi amor errante? jLibres de esclavos cielos y mares, 14 por nadie puedo verter mi sangre! ¥ llora el blanco pdlido Angel: jcelos del cielo lforar [e hacen, que a todos cubre con sus celajes! Las alas uiveas cierra, y ampdrase de ellas el rostto inconsolable: — y en el confuso mundo fragante que en la profunda sombra se abre, donde en solemne silencio nacen flores eternas v colosales, ¥ sobre el dorso de aves gigantes despiertan besos inacabables, — ifisuefio y vivo surge otre Angel! SOBRE ME HOMBRO Ven: sentado lo llevo sobre mi hombre: joculto va, y visible pata mi sdlo! El me cifie las sienes con su redondo braze, cuando a las fieras penas me postro: — cuando el cabello hirsuto yérguese y hosco, cual de interna tormenta simbole torvo, como un beso que vuela siento en el tosco crdneo: jsu mano amansa el bridén loco! — 15 Cuando en medio del recio camino |débrego, sonrio, y desmayado del raro gozo, ta mano tiendo en busca de amigo apoyo, — €s que un beso invisible me da el hermoso nifie que va sentado sobre mi hombro. TABANOS FIEROS Veni, tdbanos fieros, venid, chacales, y mucvan trompa y diente y en horda ataquen, y cual tigre a bisonte sitienme y salten! iPor aqui, verde envidia! iT, bella carne, en los dos labios muérdeme: sécame: mdénchame! {Por acd, los vendados celos voraces! i¥ ti, moneda de oro, por todas partes! jDe virtud mercaderes, mercadeadme! Maré ef Gozo a la Hontra: venga a mi,—- jy mate! Cada cual con sus armas surja y batalle: el placer, con sw copa; con sus amables Inahos, en mirra untadas, Ja virgen dpil; con su espada de plata, el diablo baérame: — ila espada cegadora no ha de cegarme! Asorde Ja caterva de batallantes: brillen cascos plumados como brillasen 16 sobre montes de oro nieves radiantes: como gotas de Huvia Jas nubes lancen muchedumbre de aceros y de estandartes: parezca que la tierra, rota en el trance, cubrid su dorso verde de atireos gigantes: lidiemos, no a la lumbre del sol suave, sino al funesto brillo de fos cortantes hierros: rojos relémpagos Ja niebla tajen: sacudan sus raices libres los drboles: sus faldas trueque el monte en alas dgiles: clamor Gigase, como si en un instante mismo, las almas todas volando ex cdrceres, rodar a sus pies vieran sv hopa de catnes: cifame recia veste de amenazantes astas agudas: hilos tenues de sangre por mi piel rueden leves cual rojos dspides: su diente en lodo afilen pardos chacales: lime ¢l t4bano terco su aspa volante: muérdame en los dos labios la bella carne: — ique ya vienen, ya vienen mis talismanes! Como nubes vinieron esos gigatites: jligeros come nubes volando irénse! La desdentada envidia ird, secas las fauces, 7 hambrienta, por desiertos y calcinades valles, royéndose las mondas escudlidas falanges; vestide ira de oro el diablo formidable, en el cansado pufio quebrada la tajante: vistiendo con sus légrimas ird, y con voces gratides de duelo, la Hermesura su imitil arreaje: — y yo en el agua fresca de algiin arroyo amable bafiaré sonriendo mis hiliflos de sangre. Ya miro en polvareda radiosa evaporarse aquellas escamadas corazas centellantes: las alas de los cascos agitanse, debdtense, y el casco de oro en fuga se pierde por los aires. Tras mistetiosa viento sobre la hierba arrdstranse, cual sierpes de colores, las flémulas ondeantes. Junta la tierra subito sus grietas colosales y echa su dorso verde por sobre los gigantes: corren como que vuelan tabanos y chacales, vy queda el campo lleno de un humillo fragante, de la derrota ciega los gritos espantables esctichanse, que evocan callados capitanes; v mésase soberbia el dspero crinaje, y como muere un buitre expira sobre e] valle: en tanto, yo a la orilla de un fresco arroyo amable, 18 restafio sonriendo mis hilillos de sangre. jNo temo yo ni cure de ejércitos pujantes, ni tentaciones sordas, ni virgenes voraces! El vuela en torno mio, él gira, él para, él bate; aqui su escudo opone; alli su clava blande; a diestra y a siniestra mandobla, quiebra, esparce; recibe en su escudillo lluvia de dardos habiles; sacidelos al suelo, brindalo a nuevo ataque. ;Ya vuelan, ya se vuelan taébanos y gigantes! — Esctichase el chasquido de hierros que se parten; al aire chispas filgidas suben en rubios haces; alfémbrase la tierra de dagas y montantes; iya vuelan, ya se esconden tabanos y chacales! — El como abeja zumba, él rompe y mueve el aire, detiénese, ondea, deja rumor de alas de ave: ya mis cabellos roza; ya sobre mi hombro parase; ya a mi costado cruza; ya en mi regazo ldnzase; iva la enemiga tropa huye, rota y cobarde! jHijos, escudos fuertes, de los cansados padres! iVenga mi caballero, cabailero del aire! jWéngase mi desnudo guerrero de alas de ave, y echemos por la via que va a ese arroyo amable, y con sus aguas frescas baiie mi hilo de sangre! 19 jCaballeruelo mio! jBatallador volante! TORTOLA BLANCA EL aire esta espeso, la alfombra manchada, las tuces ardientes, revuelta la sala; y acd entre divanes y alld entre otomanas, tropiézase en restos de tules, — jo de alas! Un baile parece de copas exhaustas! Despierto estd ef cuerpo, dormida estd el alma. iQué férvido el valse! iQué alegre la danza! {Qué fiera hay dormida cuando el baile acaba! Detona, chispea, espuma, sé vacia, y expira dichosa Ja rubia champafia: Jos ojos fulguran, las manos abrasan, de tiernas palomas se nutren lag dpuilas; don Juanes Jucientes devoran Rosauras; fermenta y rebosa la inquieta palabra; estrecha en su cdrcel la vida incendiada, en risas se rompe ven lava y en Ilamas; y lirios se quiebran, v violas se manchan, v giran las gentes, y ondulan y valsan; mariposas rojas inundan la sala, yen la alfombra muere la tértola blanca. 20 Yo fiero rehtiso Ja copa labrada; traspaso a un sediento Ja alegre champaiia; palido recojo la tértola hollada; y en su fiesta dejo las fieras humanas; — que el baledn azotan dos alitas blancas que Ilenas de miedo temblando me !laman. VALLE LOZANO Dicame mi labriego ecémo es que ha andado en esta noche ldbrega este hondo campo? Digame ede qué flores unté el arado, que la tierra olorosa trasciende a nardos? Digame ¢gde qué rics regdé ese prado, que era un valle muy negro y ora es lozano? Otros, con dagas grandes mi pecho araron: pues equé hierro es el tuyo que no hace dafio? ¥ esto dije — y el nifio riendo me trajo en sus dos manos blancas un beso casto. MI DESPENSERO éQué me das? zChipre? Yo no lo quiero: ni rey de bolsa ni posaderos tienen del vino que yo deseo; 21 ni es de cristales de cristaleros la dulce copa en que lo bebo. Mas esté ausente mi despensero, y de otro vino yo nunca bebo. ROSILLA NUEVA iTRarpor! ¢Con qué arma de oro me has cautivado? Pues yo tengo coraza de hierro dspero. Hiela el dolor: el pecho trueca en pefiasco. Y asi como la nieve, del sof al blando rayo, suelta el magnifico manto plateado, y salta en hilo alegre al valle pdlido, y las rosillas nuevas riega magnadnimo; — asi, guerrero fulgido, roto a tu paso, humildoso y alegre tueda el pefasco; v cual lebrel sumiso busca salrando a la rosilla nueva del valle palido. 22 VERSOS SENCILLOS A Manuel Mercado, de México A Enrique Estrézulas, del Uruguay Mis aMiGos SABEN como se me salieron estos versos del corazén. Fue aque! invierno de angustia, en que por ignorancia, o por fe fandtica, o por miedo, ° por cortes{a, se reunieron en Washington, bajo el dguila zemible, los pue- blos hispanoamericanos. ¢Cudl de nosotros ha olwidada aquel escudo, ef es- cudo en que el dguila de Monterrey y de Chapultepec, el dguila de Lépez y de Walker, apretaba en sus garras los pabellones todos de la América? Y la agonia en que vivi, hasta que pude confirmar Ia cautela y el brio de nuestros pueblos; y el horror y vergiienza en que me tuvo el temor legitimo de que pudiéramos los cubanos, con manos parricidas, ayudar el plan insensato de apartar a Cuba, para bien unico de un nuevo amo disimulado, de la patria que la reclama y en ella se completa, de la patria hispanoamericana, que quitaron las fuerzas mermadas por dolores injustos. Me eché el médico al monte: corrian arroyos, y se cerraban Jas nubes: escribi versos. A veces ruge el mar, y revienta la ola, en la noche negra, contra las rocas del castillo ensangrentado: a veces susurra la abeja, merodeando entre las flores. éPor qué se publica esta sencillez, escrita como jugando, y no mis en- erespados Versos Lipres, mis endecasilabos hirsutos, nacidos de grandes miedos, o de grandes esperanzas, o de indémito amor de libertad, o de amor doloroso a la hermosura, como tiachuelo de oro natural, que va entre arena y aguas turbias y taices, o como hierro caldeado, que silba y chispea, o como surtidores candentes? gY mis VeERsos cuBanos, tan llenos de enojo, que estén mejor donde no se les ve? ¢Y tanto pecado mio escondido, y tanta prueba ingenua y rebelde de literatura? ¢Ni a qué exhibir ahora, con ocasién de estas flores silvestres, un curso de mi poética, y decir por qué repite un consonante de propédsito, o los gtadtio y agrupo de mode que vayan por la vista y el ofdo al sentimiento, o salto por ellos, cuando no pide rimas ni 23 soporta repujos la idea tumultuosa? Se imprimen estos versos porque el afecto con que los acogieron, en una noche de poesia y amistad, algunas almas buenas, los ha hecho ya publicos. Y porque amo la sencillez, y creo en la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sinceras. JosE Marti Nueva York: 1891. I Yo soy un hombre sincero de donde crece la palma, y antes de morirme quiero echar mis versos del alma. Yo vengo de todas partes, y hacia todas partes voy: arte soy entre las artes, en los montes, monte soy. Yo sé los nombres extrafios de las yerbas y las flores, y de mortales engafios, y de sublimes dolores. Yo he visto en la noche oscura llover sobre mi cabeza los tayos de lumbre pura de la divina belleza. Alas nacer vi en los hombros . de las mujeres hermosas: y salir de los escombros, volando Jas mariposas. He visto vivir a un hombre con el pufial al costado, sin decir jam4s el nombre de aquella que lo ha matado, Rapida, como un reflejo, dos veces vi el alma, dos: cuando murié el pobre viejo, cuando ella me dijo adids. 24 Temblé una vez -—en la reja, a la entrada de la vitia, — cuando la bérbara abeja picé en la frente a mi nifia. Gocé una vez, de tal suerte que gocé cual nunca: — cuando la sentencia de mi muerte leyé el alcaide Morando. Oigo un suspiro, a través de las tierras y la mar, y no es un suspito, — es que mi hijo va a despertar. Si dicen que del joyero tome la joya mejor, tomo a un amigo sincero y pongo a un lado el amor. Yo he visto al dguila herida volar al azul sereno, y morir en su guatida Ja vibora del veneno. Yo sé bien que cuando el mundo cede, livido, al descanso, sobre el silencio ptofundo murmura el arroyo manso. Yo he puesto la mano osada, de horror y jubilo yerta, sobre la estrella apagada que cayé frente a mi puerta. Oculto en mi pecho bravo la pena que me lo hiere: el hijo de un pueblo esclavo vive por él, calla y muere. Todo es hermoso y constante, todo es miisica y raz6n, y todo, como el diamante, antes que luz es carbén. Yo sé que el necio se entierra con gran lujo y con grat llanto, — Y gue no hay fruta en Ia tierra como Ia del camposanto. 25 Callo, y entiendo, y me quito la pompa del rimador: cuelgo de un drbol marchito mi muceta de doctor. ir Yo sé de Egipto y Nigricia, y de Persia y Kenophonte; y prefiero la caticia del aire fresco del monte. Yo sé de las historias viejas del hombre y de sus rencillas; y prefiero las abejas volando en las campanillas. Yo sé del canto del viento en las tamas vocingleras: nadie me diga que miento, que lo prefiero de veras. Yo sé de un gamo aterrado que vuelve al redil, y expira, — y de un corazdén cansado que muere oscuro y sin ira. Ii Onro la méscara ¥ vicio del corredor de mi hotel: me vuelvo al manso bullicio de mi monte de laurel. Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar: el arroyo de la sierra me complace més que el mar. Denle al vano el oro tierno que arde y brilla en el crisol: a mi denme el bosque eterno cuando rompe en él el sol. 26 Yo he visto el oro hecho tierra barbullendo en la redoima: prefiero estar en la sierra cuando vuela una paloma. Busca el obispo de Espafia pilares para su altar; jen mi templo, en la montafia, el] alamo es el pilar! Y la alfombra es puro helecho, y los muros abedul, y la luz viene del techo, del techo de cielo azul. E! obispo, por la noche, sale, despacio, a cantar: monta, callado, en su coche, que es la pifia de un pinar. Las jacas de su carroza son dos pajaros azules: y canta el aire y retoza, y cantan los abedules. Duermo en mi cama de roca mi suefio dulce y profundo: roza una abeja mi boca y crece en mi cuerpo el mundo. Briilan las grandes molduras al fuego de la mafiana, que tifie las colgaduras de rosa, violeta y grana. El clarin, solo en el monte, canta al ptimer arrebol: la gasa del horizonte prende, de un aliento, el sol. iDiganle al obispo ciego, al viejo obispo de Espafia que venga, que venga luego, a mi templo, a la montafa! 27 IV Yo visitaré anhelante les rincones donde a solas estuvimos yo y mi amante retozando con las olas. Solos los dos estuvimos, solos, con la compafifa de dos pajaros que vimos meterse en la gruta umbria. ¥ ella, clavando los ojos, en la pareja ligera, deshizo los lirios rojos que le dio la jardinera. La madreselva olorosa cogid con sus manos ella, y una madama graciosa, y un jazm{n como una estrella. Yo quise, diestro y galdn, abrirle su quitasol; y ella me dijo: “jQué afdn! jSi hoy me gusta ver el sol!”. “Nunca més altos he visto estos nobles robledales: aqui debe estar el Cristo, porque estan Jas catedrales.” “Ya sé dénde ha de venir mi nifia a la comunidén; de blanco Ia he de vestir con un gtan sombrero aldn.” Después, del calor al peso, entramos por el camina, y nos dabamos un beso en cuanto sonaba un trino. TVolveré, cual quien no existe, al lago mudo y helado: clavaré la quilla triste: posaré e] remo callado! 28 Vv Si ves un monte de espumas, es mi verso lo que ves: mi verso es un monte, ¥ es un abanico de plumas. Mi verso es como un puaal que por el pufio echa flor: mi verso es un surtidor que da un agua de coral. Mi verso es de un verde claro y de un carmin encendido: mi verso es un ciervo herido que busca en el monte amparo. Mi verso al valiente agrada: mi verso, breve y sincero, es del vigor del acero con que se funde la espada. Vi S1 quieren que de este mundo ileve una memoria grata, jlevaré, padre profundo, tu cabellera de plata. Si quieren, por gran favor, que lleve mds, levaré la copia que hizo el pintor de la hermana que adoré. Si quieren que a la otra vida me lleve todo un tesoro, jllevo la trenza escondida que guardo en mi caja de oro! Vii Para Aragén, en Espafa, tengo yo en mi corazén un lugar todo Atagén, franco, fiero, fiel, sin safia. 29 Si quiere un tonto saber por qué lo tengo, Je digo que allf tuve un buen amigo, ° que alli quise a una mujer. Allé, en Ja vega florida, la de la heroica defensa, por mantener lo que piensa juega la gente la vida. Y si un alcalde Jo aprieta o lo enoja un rey cazurro, calza la manta el baturro y muere con su escopeta. Quiero a la tierra amarilla que bafia el Ebro lodoso: quiero el Pilar azulose de Lanuza y de Padilla. Estimo a quien de un revés echa por tierra a un tirano: Jo estimo, si ¢s un cubano; lo estimo, si atagonés. Amo los patios sombrfos con escaleras bordadas; amo las naves calladas y los conventos vacios. Amo la tierra florida, musulmana © espafiola, donde rompié su corola la poca flor de mi vida. VIII Yo tengo un amigo muerto que suele venirme a ver: mi amigo se sienta, y canta; canta en voz que ha de doler. “En un ave de dos alas bogo por el cielo azul: un ala del ave es negra, otra de oro Caribi.” 30 “E! corazén es un loco que no sabe de un color: o es su amor de dos colores, o dice que no es amor.” “Hay una loca més fiera que el corazén infeliz: la que le chupé la sangre y se eché luego a reir.” “Corazén que [leva rota el ancla fiel del hogar, Va como barca perdida, que no sabe a dénde va.” En cuanto llega a esta angustia rompe e} muerto a maldecir: Je amanso el craneo: fo acuesto: acuesto el muerto a dormir. Ix Qurexo, 2 le sombra de un ala, contar este cuento en flor: la nifia de Guatemala, la que se muriéd de amor. Eran de lirios los ramos, y las orlas de reseda y de jazmin: la enterramos en una caja de seda. ..-Ella dia al desmemoriado una almohadilla de olor: él volvié, volvid casado: ella se murié de amor. Iban cargaéndola en andas obispos y embajadores: detrés iba el pueblo en tandas, todo cargado de flores. . Ella, por volverlo a ver, salié a verlo al mirador: él volvid con su mujer: ella se murié de amor. 3L Como de bronce candente al beso de despedida era su frente jla frente que mds he amado en mi vida! .. Se entré de tarde en el rio, la sacé muerta el doctor: dicen que murié de frfo: yo sé que murié de amor. Alli, en la béveda helada, la pusieron en dos bancos: besé su mano afilada, besé sus zapatos blances. Callado, al oscurecer, me ilamd el enterrador: jmunca mds he vuelto a ver a la que murid de amor! x Ex alma trémula y sola padece al anochecer: hay baile; vamos a ver la bailarina espafiola. Han hecho bien en quitar el banderdn de la acera; porque si esta ja bandera, no sé, yo no puedo entrar. Ya Sega la bailatina: soberbia y pélida llega: ecdme dicen que es gallega? Pues dicen mal: es divina. Lieva un sombrero rorero y una capa carmesi: ilo mismo que un aleli que se pusiese un sombrero! Se ve, de paso, la ceja, ceja de mora traidora: y la mirada, de mora: v como nieve la oreja. 32 Preludian, bajan la luz, y sale en bata y mantén, Ja virgen de Ja Asuncién bailando un baile andaluz. Alza, retando, la frente; crizase al hombro la manta: en arco el brazo levanta: mueve despacio el pie ardiente. Repica con los tacones el tablado zalamera, como si Ja tabla fuera tablado de corazones. Y va el convite creciendo en las llamas de los ojos, y el manto de flecos rojos se va en el aire meciendo. Sabito, de un salto arranca: hiirtase, se quiebra, gira: abre en dos la cachemira, ofrece la bata blanca, El cuerpo cede y ondea; da boca abierta provoca; es una rosa la boca: lentamente taconea. Recoge, de un débil giro, el manto de flecos rojos: se va, cerrando los ojos, se va, como en un suspiro... Baila muy bien la espafola; es blanco y rojo el mantdn: jvuelve, fosca, a su rincdén el alma trémmula y sola! XI Yo tengo un paje muy fiel que me cuida y que me grufe, y al salir, me limpia y brufie mi corona de laurel. 33 Yo tengo un paje ejemplar que no come, que no duerme, y que se acurtuca a verme trabajar, y sollozar. Salgo, y el vil se desliza y en mi bolsillo aparece; vuelvo, y el terco me ofrece una taza de ceniza. Si duermo, al rayar el dia se sienta junto a mi cama: si escribo, sangre derrama mi paje cn la escribania. Mi paje, hombre de respeto, al andar castafietea: hiela mi paje, y chispea: mi paje es un ésqueleto. XII En el bate iba remando por el lago seductor con el sol que era oro puro y en el alma més de un sol. Y¥ a mis pies vi de repente, ofendido det hedor, uh pez muerto, un pez hediondo en el bote remador. XIE Por donde abunda la malva y da el camino un rodeo, iba un dngel de paseo con una cabeza calva. Del castaiiar por la zona Ja pareja se perdfa: Ja calva respiandecia lo mismo que una corona. 34 Sonaba el hacha en lo espeso y cruzé un ave volando: pero no se sabe cuando se dieron el primer beso. Era rubio el dngel; era el de la calva radiosa, como el tronco a que amorosa se prende la enredadera. XIV Yo no puedo olvidar nunca la mafianita de otoiio en que le salié un retofio ala pobre rama trunca. La mafianita en que, en vano, junto a la estufa apagada, una nifia enamorada le tendid al viejo la mano. XV Vino el médico amarillo a darme su medicina, con una mano cetrina y la otra mano al bolsillo: iyo tengo alld en un rincén un médico que no manca con una mano muy blanca ¥ otra mano al corazén! Viene, de blusa y casquete, el grave del repostero, a preguntarme si quiero © Malaga o Pajarete: jdiganle a la repostera que ha tanto tiempo no he visto que me tenga un beso listo al entrar la primavera! 35 XVI En el alféizar calado de la ventana moruna, pdlido como Ia luna, medita un enamorado. Palida, en su canapé de seda tortola y roja, Eva, callada, deshoja una violeta en el té. SVIT Es rubia: el cabello suelto da més luz al ojo moro: voy, desde entonces, enyuelto en un torbellino de oro. La abeja estival que zomba més 4gil por la flor nueva, no dice, como antes, “tumba”: “Eva” dice: todo es “Eva”. Bajo, en lo oscuro, al temido raudal de la catarata: iy brilla el iris, tendido sobre las hojas de plata! Miro, cefiudo, Ja agreste pompa del monte irritado: iy en el alma azul celeste brota un jacinto rosado! Voy, por el bosque, a paseo a la laguna vecina: y entre las ramas la veo, y por el agua camina. La serpience del jardin silba, escupe, y se resbala por su agujero: el clarin me tiende, trinando, el ala. jArpa soy, salterio soy donde vibra el Universo: vengo del sol, y al sol voy: soy el amor: soy el verso! 36 XVITI Et alfiler de Eva loca es hecho del oro oscuro que je sacé un hombre puro del corazén de una roca, Un pajaro tentador le trajo en el pico ayer un relumbraate alfiler de pasta y de similor. Eva se prendié al oscuro talle el diamante embustero: y eché en el alfiletero el alfiler de oro puro. XIX Por tus ojos encendidos y lo mal puesto de un broche, pensé que estuviste anoche jugando a juegos prohibidos. Te odié por vil y alevosa: te odié con odio de muerte: nduseas me daba de verte tan villana y tan hermosa. Y por la esquela que vi sin saber cémo ni cuando, sé que estuviste llorando toda la noche por mi. XX Mi amor del aire se azora; Eva es mbia, falsa es Eva: viene una nube, y se lleva mi amor que gime y que llora. Se leva mi amor que llora €sa nube que se va: Eva me ha sido traidora: jEva me consolara! 37 XXI Aver la vi en ej salén de fos pintores, y ayer detrds de aquella mujer se me salté el corazén. Sentada en el suelo rudo esté en el lienzo: dormido al pie, el esposo rendido: al sena el nitio desnudo. Sobre unas briznas de paja se ven mendrugos mondados; le cuelga el manto a los lados, Jo mismo que una mortaja. No nace en el torvo suelo ni una viola, nt una espiga: jmuy lejos, la casa antiga, muy triste y oscuro el cielo!... jEsa es la hermosa mujer que me robé el corazén en el soberbio salén de los pintores de ayer! XXII Estoy en el baile extrafio de polaina y casaquin que dan, del aio hacia el fin, Jos cazadores del afio. Una duquesa violeta va con un frac colorado: marca un vizconde pintado el tiempo en [a pandereta. Y pasan las chupas rojas, pasan los tules de fuego, como delante de un ciego pasan volando las hojas. 38 XXII Yo quiero salir del mundo por la puerta natural: en un carro de hojas verdes a morir me han de llevar. No me pongan en jo oscuro a motir como un traidor: iyo soy bueno, y como bueno moriré de cara al sol! XXIV Sé de un pintor atrevido que sale a pintar contento sobre la tela del viento y la espnma del alvido, Yo sé de un pintor gigante, e! de divinos colores, puesto a pintarle las flores a una corbeta mercante. Yo sé de un pobre pintor que mira el agua al pintar, —- el agua ronca del mar, — con un entrafiable amor. XAV Yo pienso, cuando me alegro como un escolar sencillo, en el canario amarillo, — jque tiene el ojo tan negro! Yo quiero, cuando me muera, sin patria, pero sin amo, tener en mi losa un ramo de flores, — jy una bandera! 39 XXVI Yo que vivo, aunque me he muerto, soy un gran descubridor, porque anoche he descubierto la medicina de amor. Cuando al peso de la cruz el hombre morir resuelve, sale a hacer bien, lo hace, y vuelve como de un bafio de luz. XXVII Ex enemigo brutal nos pone fuego a Ja casa: el sable la calle atrasa, a la luna tropical. Pocos salieron ilesos del sable del espaiiol: la calle, al salir el sol, era un reguero de sesas. Pasa, entre balas, un coche: entran, llorando, a una muerta: llama una mano a la puerta en lo negro de Ia nache. Neo hay bala que no taladre el portén: y la mujer que llama, me ha dado el ser: me viene a buscar mi madre. A la boca de la muerte, los valientes habaneros s€ quitaron los sombreros ante la matrona fuerte. Y después que nos besamos como dos locos, me dijo: “Vamos pronto, vamos, hijo: la nifia estd sola: vamos!” 40 XXVHI Por fa tumba del cortijo donde esté el padre enterrado, pasa el hijo, de soldado del invasor: pasa el hijo. El padre, un bravo en le guerra, envuelto en sa pabellén dlzase: y de un bofetén lo tiende, muetto, por tietra. E] rayo reluce: zumba el viento por el cortijo: el padre recoge al hijo, v se Jo leva a la tumba. XXIX La imagen del rey, por ley, lleva el papel de] Estado: el nifio fue fusilado por los fusiles del rey. Festejar el santo es ley del rey: y en la fiesta santa jla hermana del nifio canta ante la imagen del rey! XXX En tavo surea, sangriento, el idbrego nubarrén: echa el barco, ciento a ciento, los negros por el portén. E] viento, fiero, quebraba les almdcigos copudes; andaba la hilera, andaba, de los esclavos desnudos. E] temporal sacudia los barracones henchidos: una madre con su cria pasaba, dando alaridas. 41 Rojo, como en el desierto, salié el sol al horizonte: v alumbrd a un esclavo muerto, colgado a un seibo del monte. Un nifio lo vie: temblé de pasién por los que gimen: iy, al pie del muerto, juré lavar con su vida el crimen! XXXI Para modelo de un dios el pintor lo envid a pedir; — ipata eso no! jpara ir, Patria, a servirte los dos! Bien estaré en la pintura el hijo que amo yv bendigo: — jmejor en la ceja oscura, cata a cara al enemigo! Es rubio, es fuerte, es garzén de sobleza natural: iHijo, por la luz natal! jHijo, por el pabelldn! Vamos, pues, hijo viril: vamos los dos: si yo muero, me besas: si ti... jprefiero verte Muerto a verte vil! XXXIT En el negro callején donde en tinieblas paseo, alzo los ojos, y veo la iglesia, erguida, a un rincén. ¢Serd misterio? ¢Serd revelacién y poder? éSer4, rodilla, el deber de postrarse? ¢Qué sera? 42 Tiembla la noche: en Ja parra muerde el gusano el retofio; grazna, Ilamando al ctofio, la hueca y hosca cigarra. Graznan dos: atento al dio alzo los ojos y veo que Ja iglesia del paseo tiene [a forma de un biho. XXXTI De mi desdicha espantosa siento, oh estreilas, que muero: yo quiero vivir, yo quiero ver a una mujer hermosa. El cabelle, como un casco, le corona el rostro bello: brilla su negro cabello como un sable de Damasco. éAquélla?... Pues pon la hiel del mundo entero en un haz, y tallala en cuerpo, y jhaz un alma entera de hiel! éEsta?... Pues esta infeliz Neva escarpines rosados, y los labios colorados, vy la cara de barniz. E] alma ligubre grita: “Mujer, maldita mujer!” jNo sé yo quién pueda ser entre las dos la maldita! XXXIV jPenas! ¢Quién osa decir que tengo yo penas? Luego, después del rayo, y del fuego, tendré tiempo de sufrir. 43 Yo sé de un pesar profundo entre las penas sin nombres: jLa esclavitud de los hombres es Ja gran pena del mundo! Hay montes, y hay que subir los montes altos; jdespués veremos, alma, quién es guien te me ha puesto al morir! AXXV ¢Qvé importa que tu pufial se me clave en el rifién? iTengo mis versos, que son mds fuertes que tu puiial! ¢Qué importa que este dolor seque el mar, y nuble el cielo? E] verso, dulce consuelo, nace alado del dolor. XXXVI Ya sé: de carne se puede hacer una flor: se puede, con el poder del carifio, hacer un cielo, — jy un nifio! De carne se hace también el alacrén; y también el gusano de la rosa, y la lechuza espantosa. XXXVIT Aguf esté el pecho, mujer, que ya s¢ que lo herirds; jmas grande debiera ser, para que fo hirieses més! 44 Porque noto, alma torcida, que en mi pecho milagroso, mientras mds honda la herida, es mi canto mds hermoso. XXXVIII éDEL tirano? Del titano di todo, jdi mds!; y clava con furia de mano esclava sobre su oprobio al tirano. éDel error? Pues del error di el antro, di las veredas oscuras: di cuanto puedas del tirano y del error. ¢De mujer? Pues puede ser que mueras de su mordida; ipero no empafies tu vida diciendo mal de mujer! XXXIX Cuttivo una rosa blanca, en julio como en enero, para el amigo sincero que me da su mano franca. Y para el cruel que me arranca el corazén con que vivo, cardo ni oruga cultivo: cultivo la rosa blanca. XL Pinta mi amigo el pintor sus angelones dorados, en nubes arrodillados, con soles alrededor. Pinteme con sus pinceles los angelitos medrosos que me trajeron, piadosos, sus dos ramos de claveles. 45 XLI Cuanpo me vino el honor de la tierra generosa, no pensé en Blanca ni en Rosa ni en lo grande del favor. Pensé en el pobre artillero que estd en la tumba, callado: pensé en mi padre, el soldado: pensé en mi padre, el obrero. Cuando llegé la pomposa catta, en su noble cubietta, pensé en la tumba desierta, no pensé en Blanca ni en Rosa. XLII En el extrafio bazar del amor, junto a la mar, la perla triste y sin par Je tocd por suerte a Agar. Agar, de tanto tenerla al pecho, de tanto verla Agar, Megé a aborrecerla: majé, tiré al mar la perla. ¥ cuando Agar, venenosa de inutil furia, y llorosa, pidié al mar la perla hermosa, dijo la mar borrascosa: “Qué hiciste, torpe, qué hiciste de la perla que tuviste? La majaste, me la diste: yo guardo la perla triste.” XLII Mucno, sefiora, daria por tender sobre tu espalda tu cabellera bravia, tu cabellera de gualda: despacio 1a tendetia, callado la besaria. 46 Por sobre la oreja fina baja lujoso el cabello, Jo mismo que una cortina que se levanta hacia el cuelio. La oreja es obra divina de porcelana de China. Mucho, sefiora, te diera por desenredat el nudo de tu roja cabellera sobre tu cuello desnudo: muy despacio la esparciera, hilo por hilo la abriera. XLIV Tiexe el leopardo un abrigo en su monte seco y pardo: yo tengo m4s que el leopardo, porque tengo un buen amigo. Duerme, como en un juguete, fa mushma en su cojinete de arce del Japén: yo digo: “No hay cojin como un amigo.” Tiene el conde su abolengo: tiene la aurora el mendigo: tiene ala el ave: jyo tengo alld en México un amigo! Tiene el sefior presidente un jardin com una fuente, y wn tesoro en oro y trigo: tengo mds, tengo un amigo. XLV Sueo con claustros de mdrmol donde en silencio divino fos héroes, de pie, reposan: ide noche, a la luz del alma, hablo con ellos: de nache! Estan en fila: paseo entre las filas: las manos 47 de piedra les beso: abren los ojos de piedra: mueven los labios de piedra: tiemblan las barbas de piedra: empufian la espada de piedra: loran: ivibra la espada en la vaina! Mudo, les beso la mano. iHablo con elles, de noche! Estén en fila: paseo entre las filas: Horoso me abrazo a un marmol: “j;Oh mdrmol, dicen que beben tus hijos su propia sangre en las copas venenosas de sus duefios! jQue hablan la lengua podrida de sus rufianes! jQue comen juntos el pan del oprobio, en la mesa ensangrentada! iQue pierden en lengua inutil el tiltimo fuego! [Dicen, oh marmol, marmo] dormida, que ya s¢ ha muerto tu raza!”. Echame en tierra de un bote el héroe que abrazo: me ase del cuello: barre Ja tierra con mi cabeza: levanta el brazo, jel brazo le luce lo mismo que un sol!: resuena Ja piedra: buscan el cinto Jas manos blancas: jdel soclo saltan los hombres de mdtmol! XLVI VIERTE, corazdn, tu pena donde no se Iegue a ver, por soberbia, y por no ser motivo de pena ajena, Yo te quiero, verso amigo, porque cuando siento el pecho ya muy cargado y deshecho, parto la carga contigo. 48 Ta me sufres, td aposentas en tu fegazo amoroso, todo mi amor doloroso, todas mis ansias y aftentas. Ti, porque yo pueda en calma amar y hacer bien, consientes en enturbiar tus corrientes con cuanto me agobia el alma. Td, porque yo cruce fiero la tierta, y sin odio, y puro, te arrastras, palido y duro, mi amoroso compafiero. Mi vida asi se encamina al cielo limpia y serena, y tu me catgas mi pena con tu paciencia divina. Y porque mi cruel costumbre de echarme en ii te desvia de tu dichosa armonia y natural mansedumbre; porque mis penas arrojo sobre tu seno, y le azotan, y tu corriente alborotan, y acd livido, alld rojo, blanco allé como la muerte, ora arremetes y ruges, ora con el peso crujes de un dolor més que ti fuerte, éhabré, como me aconseja un corazén mal nacido, de dejar en el olvido a aque! que nunca me deja? j Verso, nos hablan de un Dios adonde van los difuntos: verso, © nos condenan juntos, o nos salvamos los dos! 49 VERSOS LIBRES' (Seleccién) MIS VERSOS Esros son mis versos. Son como son. A nadie los pedf prestados. Mientras no pude encerrar integras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones: joh, cudnto 4uteo amigo que ya munca ha vuelto! Pero la poesfa tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado. Recortar versos, también sé, pero no quiero, As{ como cada hombre trae su fisono- mia, cada inspiracién trae su lenguaje. Amo las sonoridades diftciles, el verso escultérico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, atdiente y accollador como una lengua de lava. El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el Sol, se rompe en alas. Tajos son éstos de mis propias entrafias —mis guerreros—. Ninguno me ha salido recalentado, artificioso, recompuesto, de la mente; sino como las faprimas salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la herida. No zurci de éste y aquél, sino sajé en mi mismo. Van escritos, no en tinta de academia, sino en mi propia sangre. Lo que aqui doy a ver [o he visto antes (yo lo he visto, yo), y he visto mucho mds, que huyé sin darme tiempo a que copiata sus rasgos. — De la extrafieza, singularidad, prisa, amontonamiento, arrebato de mis visiones, yo mismo tuve la culpa, que las he hecho surgir ante mi como las copio. De la copia yo soy el responsable. Hallé quebrados los vestides, y otros no y usé de estos colores. Ya sé que no son usados. Amo las sonoridades dificiles y la sincetidad, aunque pueda parecer brutal. Todo lo que han de decir, ya lo sé, y me lo tengo contestado. He querido ser leal, y si pequé, no me avergiienzo de haber pecado. ‘AY margen de los manuscritos de sus Versos Libres se encuentra esta nota, escrita a lapiz por Marti y apenas legible: “A los 25 afios de mi vida escribi estos versos; hoy tengo cuarenta: se ha de escri- bir viviendo, con la expresién sincera del pensamiento libre, para renovar la forma poé tica, Eilo significaria que estos versos fueron escritos en 1878. Algunos, sin embargo, tie- nen, de puno y letra de Marti, la fecha de 1882. 50 ACADEMICA VEN, mi caballo, a que te encinche: quieren que no con gatbo natural el coso al sabio impulso corras de la vida, sino que el paso de Ja pista aprendas, y Ja lengua del latigo, y sumiso des a la silla el arrogante lomo: — ven, mi caballo: dicen gue en el pecho lo que es cierto, no es cierto: que las estrofas igneas que en lo hondo de {as almas nacen, como penacho de fontana pura que el blando manto de la tierra rompe yen gotas mil arreboladas cuelga, no han de cantarse, no, sino las pautas que en moldecillo azucarado y hueco encasacados démines dibujan: yv gritan “Al bribén!” — jcuando a las puertas del templo augusto un hombre libre asoma! — Ven, mi caballo, con tu casco limpic a yerba nueva y flor de Ilano oliente, cinchas estruja, lanza sobre un ttonco seco v piadoso, donde el sol la avive, del repintado démine ta chupa, de hojas de antafio vy de romanas rosas orlada, y deslucidas joyas griegas, — vy al sol del alba en que la tierra rompe echa arrogante por el orbe nuevo. “POLLICE VERSO” (Memoria de presidia) jSit jyo también, desnuda la cabeza de tocado y cabellos, y al tobillo una cadena lurda, heme arrastrado entre un montén de sierpes, que revueltas sobre sus vicios negros, parecian ¢sos gusanos de pesado vientre y ojos viscosos, que en hedionda cuba de pardo lodo lentos se revuelcan! Y yo pasé, sereno entre los viles, cual si en mis manos, como en ruego juntas, las anchas alas piidicas, abriese una paloma blanca. Y atin me aterro de ver con el recuerdo lo que he visto 31 uka vez con mis ojos. Y espantado, ipéngome en pie, cual a emprender la fuga! jRecuerdos hay que queman la memoria! iZarzal es la memoria; mas Ja mia es un cesto de Ilamas! A su lumbre el porvenir de mi nacién preveo. ¥ loro. Hay leyes en Ja mente, leyes cual las del rio, el mar, la piedra, el astro, asperas y fatales: ese almendro que con su rama oscura en flor sombrea mi alta ventana, viene de sernilla de almendro; y ese rico globo de oro de dulce y perfumoso jugo lleno que en blanca fuente una nifivela cara, flor del destierro, cdndida me brinda, hatanja es, y vino de naranjo. ¥ el suelo triste en que se siembran légrimas, dara arbol de lagrimas. La culpa es madre del castigo, No es la vida copa de mago que el capricho torna en hiel para los miseros, y en férvido tokay para el feliz. La vida es grave, y hasta el pomo ruin la daga hundida, al flojo gladiador clava en Ja arena. jAlza, ob pueblo, el escudo, porque es grave cosa esta vida, y cada accidén es culpa que como aro servil se Leva luego cerrado al cuello, o premio generoso que del futuro mal prévido libra!

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