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Vitrinas Narrativas. Mario Bellatín Y El Relato Fotográfico
Vitrinas Narrativas. Mario Bellatín Y El Relato Fotográfico
Año XXXIV, No. 68. Lima-Hanover NH, 2° Semestre de 2008, pp. 201 -210
VITRINAS NARRATIVAS.
MARIO BELLATÍN Y EL RELATO FOTOGRÁFICO
Facundo Ruiz
Universidad de Buenos Aires
que tienen dichos mundos narrativos por ser absoiutos, es decir, por
desatarse o desligarse: ser sin más.
Sin embargo, y con el narrador de Flores, cabe decir que "Es
cierto, la entrada es confusa. Nunca se sabe dónde está realmente la
puerta que conduce a la mezquita." (Beiíatín, 2004, p. 33). Así como no
son lo mismo origen y comienzo, tampoco entrada y puerta. Olvi-
dando momentáneamente la "mezquita" (punto de llegada), el pro-
blema de las transiciones aparece, en la cita, bajo la forma de entra-
das y puertas. En el sueño que cuenta el personaje-escritor de Flores
al sheik a través de la voz del narrador y por orden del religioso, es
necesario, oníricamente, que éi, ei escritor, haga entrar a un grupo
de beodos que, inexplicablemente, io han seguido desde ei bar don-
de se hailaba circunstancialmente hasta la mezquita donde debía ir.
Es una escena de pasaje con un escritor como guía, y en la cual, el
paso se abre a través de una puerta que, "curiosamente" (Bellatín,
ibid.), se vuelve más pequeña, más baja y angosta, cuando el grupo
quiere pasar. La puerta se convierte, "casi como por un milagro", en
una entrada cada vez más exigente y absurda.
Suponer que los beodos son los lectores y el escritor quien es-
cribe, es todavía, en pleno tránsito, muy impreciso. Sin embargo, se
ha producido un fraslado, y el movimiento narrativo ha pasado de un
lado (circunstancial o anecdótico) a otro (planeado o previsto), como
de un mundo (de beodos) a otro (de fieles). Y ésta es una de las ca-
racterísticas más recurrentes en los relatos de Bellatín: el salto inau-
gurai de un mundo a otro, o mejor, ei paso unidireccional de un
mundo impreciso a otro acabado, y final. El espacio narrativo se
hace interno, se cierra, se desenmarca y se vuelve absoluto. Y las
novelas de Mario Bellatín ocurren allí.
Quizás sean Poeta ciego (1998) y Salón de belleza (1999) las no-
velas más representativas de este primer salto o salto inaugural,
puesto que ambas ocurren no sólo en espacios recluidos sino de re-
clusión\ donde una puerta se ha vuelto, "curiosamente", una entra-
da exigente y absurda. En ambas novelas, es llamativamente impre-
ciso el mundo que rodea tanto a la Hermandad (se encuentre en el
Local Pedagógico, en el Campo de Conocimiento o en la Casa de la
Luz Negra) como al Moridero, ya que no sólo es geográficamente
nebuloso sino narrativamente nuio: las historias ocurren dentro, en
ese otro mundo acabado, interno, cerrado. El salto inaugural es
también el movimiento de entrada. Pero la entrada, simultáneamen-
te, es lo que detiene aquel mundo impreciso ante las puertas de un
lugar claramente ordenado, y legislado desde dentro. Salir, moverse
en sentido contrario, es inútil: lo que se fuga de la Hermandad o del
Moridero se anula, y lo que quiere fugarse, debe ser anulado. El salto
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Fotografías
tes como un "yo mismo" o un "yo solo": una autografía y no una au-
too/ografía, puesto que es el yo-narrador el que se escribe o descri-
be allí dentro como narración. Y de esta manera, el yo se narra una
genealogía (Arguedas, mi abuelo), una geografía (México, pero tam-
bién, Perú distante), una bibliografía (Meyrink, Canetti, Mann, Kawa-
bata, Moro, Pitol, Glantz), entre otras fotográficas escenas vividas, o
mejor, vistas como vividas. Lecciones...se organiza en un cruce o
como intersección, y esto le imprime una dinámica extraña al relato,
una cartografía móvil que también se expresa en la ausencia de ma-
yúsculas (exceptuando las que abren las oraciones), como si no
hubiera tiempo para detenerse en ello o como si la escritura estuvie-
ra resuelta a avanzar, a continuar: a ser registro. La memoria obra
sus relatos por saltos, por partes, por reescrituras y condensaciones,
y se desplaza simultáneamente retro y prospectivamente configu-
rando un presente ilimitado. Otra vez, lo testimonial y lo ficcional
convergen en el narrador bellatinesco. Sin embargo, su narración va
progresivamente mostrándose como un interior ordenado (detenién-
dose), dejando ver que la secuencia de fragmentos está siendo de
alguna manera prevista. Y en este sentido, el libro funciona más co-
mo límite que como último (más como muerta que como iiebre), y
puede leerse un orden de serie: un mundo cerrado, ahora, como re-
trospectiva (modo mineral); una lecciones (modo marcial), como ver-
tical de la memoria narrativa.
Los relatos de Mario Bellatín quedan expuestos en la vitrina de la
narración que los ordena como en un diario imaginario (autográfico),
o un catálogo de escenas vistas como vividas, y vividas como vistas.
La dimensión narrativa suele adoptar la forma retrospectiva y los na-
rradores^^ se colocan al final, acentuando el carácter acabado de la
perspectiva, testimoniando la nítida pero inasible existencia de lo
ocurrido.
El lector, a diferencia de los beodos de Fiores, ha entrado junto
con el escritor a la mezquita. La puerta envuelve la lectura como sig-
no (estar adentro) y fija al signo cierta idea de fidelidad (también fo-
tográfica). Todo invita a no extraviar el paseo.
NOTAS:
1. Cfr. Mary L. Pratt, "Tres incendios y dos mujeres extraviadas" en Morana, Ma-
bel, comp. Espacio urbano, comunicación y violencia en América Latina. Pitts-
burgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, University of Pitts-
burgh, 2002.
2. En los restantes, puede ocurrir que un párrafo no numerado anteceda y antici-
pe la narración, como en Canon perpetuo (1993), La escuela del dolor humano
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