La desaprobación ciudadana al Poder Judicial, nos indica que no trabajamos lo bien
que creemos. La desaprobación tiene, entre muchas razones, dos poco comentadas: La primera es el desconocimiento ciudadano de la labor judicial y creencia errónea de tener siempre la razón. Todos nos equivocamos por nuestra condición humana y es ilógico pensar que el Juez es el único equivocado y el abogado propio, el sabio incomprendido. Algunos abogados mantienen en error a sus clientes sin llamar pan al pan ni vino al vino, creando ilusiones falsas. Se necesita abogados íntegros, lo que no es fácil en una sociedad que confunde éxito profesional con económico. Es obligación de Universidades formar profesionales con valores y, del Colegio de Abogados, controlar el ejercicio ético del derecho. La segunda razón es un problema interno: Los magistrados no trabajamos en equipo creando valor colectivo que trascienda a nuestra Institución y beneficie a la sociedad en general. Nos preocupa ser grandes personajes, pero no hacer grande nuestra Institución. No somos campeones en compartir conocimiento y nos escudamos algunas veces en el criterio de conciencia para cerrarnos ante críticas ajenas. No saber trabajar en equipo nos hace vulnerables a terceros, lo que algunas veces nos lleva a suplir dicha deficiencia con un mal espíritu de cuerpo. Trabajar en equipo es reconocer la importancia de TODOS, con jueces líderes de objetivos comunes, lenguaje claro y directo, que vean más allá de su persona y prediquen con el ejemplo. Es buscar predictibilidad; no es que los jueces piensen igual, pero sí pueden crear valor con sentencias predecibles fruto de la autocrítica, compartiendo experiencias y conocimientos. Recordemos que inclusive, los míticos y antagónicos jueces Hércules y Herbert (Dworkin y Hart), logran respuestas similares ante casos difíciles. Carlos Polanco Gutiérrez (Diario La República agosto 2010)