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Piedra a piedra
Hernán Vargascarreño
Sexto Premio Nacional de Poesía
José Manuel Arango
Bogotá - Santa Marta
2010
Piedra a piedra
ISBN
© Hernán Vargascarreño
poetasalexilio@gmail.com
Piedra a piedra recibió en el año 2010 el
Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango,
otorgado por el Instituto de Cultura de El Carmen
de Viboral, población natal del poeta J. M. Arango.
El jurado estuvo conformado por los escritores
Armando Ibarra Racines, Marcel Valencia Valencia
y Luis Germán Sierra Jaramillo.
Visiones marinas
Al puerto de Santa Marta
“El mar no está en la orilla, está en el hombre”
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MIRA CÓMO el silencioso vuelo
de los pelícanos nos balancea.
Cómo esa línea
que no existe en el horizonte del mar
nos reclama y nos limita.
Aves presas de ninguna fuga somos
cuando no alcanzamos tanto azul,
cuando no sabemos cómo desplegar las alas
que lastradas llevamos a nuestras espaldas.
Para qué estos alados deseos
que no saben hollar distancias.
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CONTEMPLEMOS
la serenidad de los árboles
frente a la bahía, sus alas secretas
y sus cantos grávidos de enigmas
que no podemos descifrar.
En las tardes
suelen empinarse para ver el mar.
Pero nada revelan de sus avistamientos.
Herméticos, como son,
enredan al rumor de sus follajes
lo que no debemos entender.
Mudos nacemos
–murmuran calladamente–
con su grito enterrado
que no reclama ecos.
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LLUEVE en el trópico.
El mar sacude sus tormentas secretas
y en maderos arroja sus vestigios de furia
a lo largo de las playas,
su abecedario de confusiones divinas
intraducible a nuestros ojos.
Serenamente, durante varias jornadas,
vemos a los pescadores recogiendo una a una
las preciosidades de ese lenguaje yerto.
Y ante el asombro de cualquier mañana
sobre las playas vuelve a reinar
la murmurante brillantez
del eterno poema:
ese pausado diálogo de oleajes
iniciado en la larga noche
de todos los tiempos.
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Trenes Nacionales
Para El viaje, de Álvaro Mutis
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Se sabe también de los trenes que regresan
entre neblinas, en religioso mutismo, antes del
amanecer. Leves, invaden con su larga sombra
la estación, y allí se instalan en absoluto silencio,
como respirando alivio a su memoria de tantas
rutas ya vejadas. Apenas clareando, huyen con
su esperpento sin rumbo conocido, pero antes
borran su jornada de toda memoria humana para
no atreverse siquiera a humillar la vida.
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También se ha conocido de aquellos trenes
destinados a la celebración impúdica. Allí los
verdugos eternamente intentan saciar entre sí
su sed impura, pero nunca alcanzan la dicha.
Jamás son felices ni en los sueños porque viven
de los restos de su pasado ignominioso. Alguien
oscuro que bien sabe cosechar el odio se ceba en
alimentarlos con sus propias pesadillas. Nadie los
ve del todo, pero su infeliz lujuria llaga su paso
advirtiéndole a todo parroquiano el peso de la
desdicha.
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Existe, se sabe, el alucinado tren que aparece
de cualquier dirección en la hora más inesperada.
Como un mal recuerdo, cruza con su estruendo
pueblos desolados multiplicando sus ecos en toda
ruina y buscando en vano sus antiguos pasajeros. Y
aunque toda falsa estación es un anhelo devenido
en bálsamo y sosiego, siempre sucumbe huyendo
a sus mismas soledades.
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Piedra a piedra,
palabra a palabra
“Sola, insegura, apremiante palabra,
casa sin atavíos”.
Rafael Cadenas
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CIERTAS PALABRAS
saben esconder sus alas
–temerosas de los hombres, claro está–
Sellan en su canto inoído
el visaje de secretas escrituras.
Guardan lumbre
para otros tiempos más aciagos
ante la oscuridad que las acosa.
Nunca dicen nada, y su santo y seña
es el aire mudo e inmóvil.
Por su aspecto, tremolante e invisible,
solemos confundirlas
con una vaharada de los dioses.
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HAY PALABRAS
que hacen sombra,
como nube, árbol, casa…
También hay
las que guerrean, atacan y destrozan.
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LA PALABRA guijarro
parece un poco olvidada
y la hemos abandonado
a las aguas de sus ríos y riberas.
La palabra poema
cada día está más confinada
al tiempo de los libros.
Podemos unirlas
para unir sus fuerzas:
Un poema es un guijarro,
pequeño canto rodado
alisado y redondeado
a fuerza de rodar impulsado
por las aguas del tiempo.
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NADA,
es una palabra llena de sí misma.
También es una ambigua tentación
que a menudo nos encanta
con sus inaudibles cantos de sirenas.
Escribimos para engañarla,
para no caer en ella.
Eso creemos.
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Un misterio no develado
yace en la palabra misterio.
Cuando descubrimos
la desolación del hombre,
comprobamos lo animales que somos
de mudas y estériles palabras.
Piedra a piedra,
palabra a palabra
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hemos levantado
las más oprobiosas ignominias.
Piedra a piedra,
palabra a palabra,
también las hemos sabido
derrumbar.
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Partidas
“Mas volver debe el alma…
Volver a la morada suya antigua”.
Luis Cernuda
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II
Me voy despidiendo de todos
ahora que nadie me ve;
poco a poco he aligerado las valijas:
libros, trastes, ropas y asuntos
que ya no puedo soportar
porque mis fuerzas son livianas,
y no conozco dónde sueñe el puerto
que urde un tramo de mi tiempo
desde siglos antes de nacer.
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IV
Mañana asomará la hora precisada.
He dicho adiós a los vecinos
que solían saludarme cuando estaban vivos;
abrí la puerta de la jaula a los pájaros
que nunca apresé: soltaron vuelo;
me deshice de mis duelos, de mis huesos,
de un tanto de mí para poder ser espantajo,
y saludé como siempre a las nubes y montañas
engañándolas para que no sepan que me voy.
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VII
Perdí mi ruta
sin moverme de mi puerto,
aposté al lujo de amar
y gané tres veces en mi vida,
mis tres amores van conmigo
y no sé cómo ocultarlos,
todos llevan su mirada delatora:
otra vida más dichosa.
Estas manos conocen tu última morada,
cuerpo casi mío que a veces confundí
con el ulular de la noche;
navegué en tu sangre a brazo fuerte
y tuve miedos,
arrié velas, erigí casa y dormí bajo sus árboles;
de sus ramajes imité algunas trinadas
para alejar la larga sombra
del ahorcado matutino;
sentí crecer los hijos
que de tanto no ser ya son ancianos
y hasta el final acaricié fielmente
el lomo de mis perros;
pero nada era mío,
salvo el irme permanente;
perdí mi ruta sin moverme de mi cuerpo.
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tar con el viejo y sus mujeres el firmamento de
sus mejores rubaiyyat.
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Ya no recuerdo cuándo.
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Este libro se terminó de imprimir el día
26 de noviembre de 2010, en los talleres
de Editorial Lealon (Cra. 54 No. 56-46
Tel.: 571 94 43, lealon@une.net.co) de
Medellín, Colombia. Se usaron tipos de 11
puntos Georgia para los textos y 11 puntos
negro para los títulos, papel Kimberly
granito gris de 90 gramos y cartulina
Propalcote 1 lado de 180 gramos. La
impresión estuvo dirigida por Ernesto
López Arismendi.
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