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La filosofía analítica
WITTGENSTEIN
Apuntes para uso privado de los alumnos de Sta. Mª de los Apóstoles, basados en la obra Cuadernos
de COU y Selectividad Historia de la Filosofía de los autores J.M. GARCÍA-MAURIÑO y J.A. FERNÁNDEZ
REVUELTA de la Editorial Alambra Longman, así como en Historia de la Filosofía de J. SEGOVIA, J.
ARROYO, F. NAVARRO, de la editorial Anaya.
Todos los filósofos defienden el empirismo, el positivismo. Hay dos corrientes filosóficas: el
Positivismo Lógico y la Filosofía Analítica; los positivistas lógicos se preguntan si tienen sentido algunos
enunciados, como éstos: ¿Qué es el ser? ¿Existe Dios? ¿Ha tenido el mundo un comienzo? ¿Cuál es el
sentido de la vida?, etc. Y deducen que solamente tienen sentido aquellos enunciados que se pueden
verificar. Entonces, ¿sólo los enunciados científicos pueden pasar con éxito esta prueba?
Desde este punto de vista, el lenguaje desempeña un papel importante en la expresión del
pensamiento; ¿es razonable identificar el análisis filosófico con el análisis lingüístico? De aquí brota la
filosofía del lenguaje; es una práctica, más que una doctrina. La Filosofía Analítica es una actividad
clarificadora que incide sobre un único tema: el lenguaje.
Wittgenstein ejerce una gran influencia sobre los dos tipos de análisis vigentes; es el maestro de
toda filosofía analítica; ha dado lugar, después, a todo un movimiento de epistemología científica.
En la primera mitad del siglo XX se dan una serie de corrientes filosóficas que tienen una gran
vigencia en la actualidad:
• El Movimiento Analítico:
- Atomismo lógico (Bertrand Russell).
- Neopositivismo.
- Filosofía Analítica.
Lo que vamos a estudiar ahora es este tercer movimiento filosófico del siglo XX que se ha llamado
en general Movimiento Analítico. Este movimiento se ha desarrollado en tres etapas o corrientes más o
menos sucesivas:
1. Se inicia a principios de siglo con Bertrand Russell y su teoría del Atomismo lógico; le sigue el
primer Wittgenstein.
2. Se continúa con el Neopositivismo o Positivismo lógico; desarrollado por los miembros del
Círculo de Viena, e inspirado en el Tractatus, de Wittgenstein.
3. Llega hasta nuestros días con la denominada Filosofía Analítica. Son seguidores del segundo
Wittgenstein.
Este movimiento analítico tiene como común denominador el que todos los filósofos de esta
corriente otorgan primacía al análisis del lenguaje. Se trata de una corriente de pensamiento propia de
ingleses y americanos.
La doctrina que se conoce con el nombre de Atomismo Lógico es una obra conjunta de Bertrand
Russell y el primer Wittgenstein. Se trata de un viraje decisivo en la concepción de la Filosofía: ahora se
van a tratar a fondo los aspectos lógicos del lenguaje. Su caminar tiene su origen en la Lógica; Leibniz fue
el que vio confusamente el principio. Frege y Russell abrieron tramos importantes en las últimas décadas,
pero el punto de inflexión definitivo lo dio Wittgenstein.
El Atomismo Lógico propone que el mundo se descompone en una serie de entidades aisladas e
independientes, que no tienen nada que ver unas con otras, ni con el resto del universo. Cada objeto,
cada cosa, es como un átomo, y se puede conocer directamente por él mismo; se define mucho más por
su independencia, por su autonomía, por lo que la cosa es en sí, que por su relación con un conjunto, con
un todo. El único camino para conocer el universo será descomponerlo en elementos simples, en cada
uno de sus átomos o hechos atómicos, y el instrumento para conocer esos átomos es la lógica; por tanto,
el análisis lógico del lenguaje nos lleva a conocer el mundo.
Y entonces nos hacemos esta pregunta: ¿todo lo que se expresa por medio del lenguaje se puede
verificar en la realidad? ¿Es esto científico?
Algunos filósofos dicen que sólo tienen significado los enunciados que pueden ser sometidos a
verificación científica. Y como los enunciados científicos son los únicos que pueden pasar con éxito esta
prueba, se sigue que todos los enunciados que no pertenezcan al dominio de las ciencias tendrán que ser
descartados como si fuesen falsas proposiciones.
Así, los enunciados metafísicos como éstos parece que tendrían que ser descartados: ¿Qué es
el ser? ¿Existe Dios? ¿Ha tenido el mundo un comienzo en el tiempo? ¿Cuál es el sentido de la vida?...
La Filosofía, o, mejor, la Metafísica, no es posible como ciencia (¡ya lo decía Kant!), pues nada se
puede decir con sentido de ella; es decir, las proposiciones con las que se pretenden expresar los
pensamientos metafísicos no cumplen los requisitos que todo enunciado debe cumplir para que signifique
algo, y, por tanto, todos esos enunciados son falsos, son pseudoproposiciones, carecen de sentido.
Pero aún hay más. Resulta que el mismo lenguaje ordinario (no ya ese lenguaje «científico»),
ese que se emplea «para andar por casa», el que se usa ordinariamente, ¿se puede decir que tiene
sentido, que tiene un significado, que expresa la realidad diaria? ¿Qué es lo que se puede decir por medio
de proposiciones, de oraciones, de enunciados, que tenga relación con la realidad? ¿Es el lenguaje el
reflejo de nuestras posibilidades de hablar sobre el mundo, sobre el hombre, sobre las cosas...?
El Positivismo, tal como se desarrolló a lo largo del siglo XX, acabó por presentarse como una
concepción filosófico-científica inaceptable e insostenible, por dos razones fundamentales:
• La crítica que hizo de este positivismo el filósofo y literato Henri Bergson (1859-1941), Premio
Nobel de Literatura en 1928; su teoría del élan vital -corriente vital-, por ser lo vitalista tan diferente
de lo puramente mecánico, positivo, real, preciso, lo dado, etc., destrozó el pensamiento propio del
positivismo y el mecanicismo materialista, junto con el cientifismo de su tiempo.
• La misma evolución de la ciencia, la teoría de los quanta del físico Max Planck (1858-1947) y la
teoría de la relatividad de Albert Einstein (1879-1955) socavaron la fundamentación científica de la
filosofía de Comte. La verificación científica de estos investigadores deja al margen lo sociológico
de Comte.
Sin embargo, el espíritu del Positivismo iba a surgir de nuevo, revestido con un ropaje más moderno y
actualizado, bautizado con los nombres de «Neopositivismo», Positivismo Lógico, Empirismo Lógico, o
Filosofía del Círculo de Viena.
El Neopositivismo nació hacia el año 1920: es un pensamiento de carácter científico, sólido, bien
sistematizado y que, junto con la Filosofía Analítica y el Marxismo, constituye el núcleo central de la
reflexión filosófica de la actualidad.
El Neopositivismo se encuadra dentro del Movimiento analítico. El «análisis», más que un punto de
vista o un método, o una doctrina, o un conjunto de principios, es una actitud; el análisis filosófico es una
actividad clarificadora ejercida sobre un tema fundamental: el lenguaje.
Se llama Positivismo Lógico o Empirismo Lógico por agrupar las tendencias de renovación de un
Positivismo fundamentado en un empirismo y no en un idealismo.
En resumen:
a) Se trata de una Filosofía del análisis del lenguaje científico, sobre todo de la matemática, y se usa
como medio la Lógica. Se trata, pues, de la Lógica matemática. Su influencia ha sido importante en el
planteamiento y en el rigor de la problemática y la metodología científicas. Era una forma de fundamentar
las matemáticas, de revisar los conceptos básicos de la Física, etc.
b) Se concibe la Filosofía como análisis formal: es decir, lo que caracteriza a esta Filosofía es el
ejercicio del análisis sobre el lenguaje, y entiende el lenguaje de tal forma que se puede llamar
«idealizada» o formalizada. El lenguaje científico es preciso, exacto; sería el ideal, no el lenguaje
ordinario, que es ambiguo, impreciso. No es una teoría, sino una actividad, una clarificación de ideas,
conceptos y métodos. El análisis lógico del lenguaje científico es el lenguaje ideal; es un medio, no un fin
en sí mismo.
c) Pretende que haya unidad en las ciencias, unidad en el contenido, unidad en el lenguaje, y en el
mismo método: todo lo que no quepa en estos términos es un falso problema, «cáscaras vacías». De ahí
viene todo ese rechazo a la Metafísica, a la especulación, «fruto de descarríos filosóficos». El lenguaje no
puede expresar con exactitud científica los contenidos de la metafísica.
d) Los grandes frutos de esta filosofía son su enorme aportación al lenguaje: el análisis, la semántica,
la semiótica (ciencia de los significados y teoría de los signos), el estudio de los lenguajes formales,
buscando la corrección y el rigor, para evitar ambigüedades.
El Tractatus fue publicado en 1921, y obtuvo una rápida difusión. En 1922, Wittgenstein entra en
contacto con Moritz Schlick y su ayudante de cátedra F. Waissmann, quienes se reúnen con una serie de
científicos, interesados en la Filosofía, para discutir las tesis de esta obra de Wittgenstein, y así empieza a
constituirse lo que se conocerá después como el Círculo de Viena.
Hacia 1910, empieza a surgir en Viena un movimiento que considera la Filosofía de Ernst Mach
como muy importante para la vida intelectual. Mach (1838-1916) es un físico y filósofo austriaco, profesor
de Matemáticas y Física en la ciudad de Graz, y profesor de Filosofía Inductiva en Viena. Estaba de
moda.
Una serie de pensadores de talla excepcional discuten una serie de problemas que les interesan.
Entre ellos se encuentran: Freud, Karl Popper, B. Russell, S. Mill, Ostwald von Neurath, Rudolf Carnap.
Tienen en común la preocupación por la Filosofía de la Ciencia.
Entre ellos, la figura central podría ser el mismo Einstein y, junto con él, el profesor Philipp Frank
(1884-1966), también profesor de Física y uno de los fundadores del Círculo, especialmente preocupado
por la filosofía del lenguaje de la Física.
Todos ellos tienen conciencia de pertenecer a un círculo cultural de distinto signo que el círculo
cultural propiamente alemán. Quieren desarrollar la filosofía de Mach y completarla, y, así, éste se
convierte en el mentor del Círculo.
Hacia 1920 se reúnen un grupo de intelectuales, físicos, matemáticos, científicos, sociólogos, etc.,
en torno al profesor Moritz Schlick, catedrático de Filosofía de la Ciencia en Viena. El tema central de sus
conversaciones son las tesis del Tractatus de Wittgenstein, elaborado años atrás y terminado en 1916,
pero aparecido en 1921.
El Círculo empieza a funcionar como tal en 1929, con ocasión del Congreso para la Epistemología
de las Ciencias Exactas, que incluía al grupo de Viena y al de Berlín, bajo la presidencia de Moritz Schlick.
En 1928 aparece un grupo procedente de Berlín, y entre los dos fundan la revista Erkenntnis
(Conocimiento), que dirige Rudolf Carnap.
Círculo, éste se va diversificando en varios, según la ciudad donde se ubicaban: Círculo de Varsovia, de
Oslo, de Upsala, de Berlín, de Helsinki...
Los componentes del Círculo se dispersan, sobre todo por EE.UU. e Inglaterra.
Modernamente, esta filosofía parece superada por otros modelos de análisis, como el que aparece en la
Universidad de Oxford y del que hablaremos más adelante.
El Círculo de Viena, al agrupar varias escuelas europeas con unos puntos de vista comunes, da
origen a esa corriente filosófica llamada Neopositivismo o Positivismo lógico.
Las características de esta corriente, nacida de la obra de Wittgenstein y elaborada por el Círculo,
son:
El interés de los positivistas nuevos fue motivado por la admiración suscitada por la obra de
Wittgenstein. En el Tractatus se concede gran importancia a la Lógica como instrumento depurador del
lenguaje, es decir, como medio adecuado para la construcción de un lenguaje distinto y más perfecto que
el natural, y apto para la expresión del saber científico. Este saber estaba despojado de contenidos
metafísicos, y, sin embargo, se encontraba profundamente vinculado con las matemáticas, el saber más
perfecto y seguro.
El criterio de verificación
Sólo se admiten como proposiciones válidas las analíticas y las sintéticas, pero no las sintéticas a
priori de Kant. Las primeras son las propias de las matemáticas y la lógica; las segundas son las
integrantes de las ciencias naturales.
Las analíticas son tautológicas, no necesitan ser verificadas; pero las sintéticas necesitan ser
validadas, y esta validación no puede ser otra que la verificación y comprobación experimentales.
El fisicalismo
La actitud antimetafísica
1889: Nace en Viena, uno de los principales centros culturales europeos, en el seno de una
familia rica y culta, del estamento industrial y de origen judío.
1912: Se preocupa más por la Lógica y la Filosofía que por las matemáticas y la ingeniería. Acude
a Cambridge y estudia Lógica con Russell y Moore. Muere su padre, y hereda una inmensa
fortuna; distribuye su dinero, en gran parte, entre escritores y artistas pobres.
1915: Vuelve a Viena y participa en la Primera Guerra Mundial, como soldado voluntario del
ejército austriaco. Durante la campaña, escribe y piensa todo lo que le permiten las
circunstancias, y redacta su diario; empieza la redacción del Tractatus a fondo, sobre todo
sus primeras notas, tomadas ya en 1914, actividad que desarrolla hasta 1916.
1920: Empieza su actividad como maestro de primaria en los pueblos de la montaña, en Austria,
hasta 1926.
1922: Se traduce el Tractatus al inglés y se publica con una introducción de Russell. Entra en
contacto con Schlick y Waissmann, futuros fundadores del Círculo de Viena.
1925: Escribe un diccionario para la Escuela primaria, en el que recoge las experiencias sobre el
aprendizaje de las palabras en los niños.
1927: Abandona la actividad escolar con los niños. Se dedica a jardinero en un convento. Piensa
en hacerse monje. Inicia una serie de trabajos relacionados con la arquitectura y la
escultura. Construye una casa en Viena para su hermana Hermine, que le va a durar dos
años.
1929: Empieza a tener grandes dudas sobre las ideas expresadas en su Tractatus, y decide
volver a Cambridge a madurar sus ideas; piensa en reanudar su dedicación a la Filosofía.
En el Círculo de Viena, se da a conocer. Este Círculo empieza a tener difusión en el
Congreso Internacional de Praga.
Resumen
En este primer periodo, y en su obra, el Tractatus, Wittgenstein se muestra seguidor del Atomismo
Lógico de Russell, intentando conocer la estructura del mundo a través de la Lógica matemática, que es el
lenguaje ideal, prototipo de los otros lenguajes, pero vacío de contenido.
Ludwig Wittgenstein experimenta una honda problemática filosófica, inserta en la línea del
pensamiento metafísico, que va desde Kant a Schopenhauer y Nietzsche. Se angustiaba por los limites
intrínsecos de la razón y vivía una profunda tensión personal. Incluso pensó en suicidarse. Es claro el
paralelismo con Kant: éste se pregunta sobre las condiciones de la posibilidad del conocimiento, y, por lo
tanto, por los límites del conocimiento; Wittgenstein se pregunta por las condiciones de la posibilidad del
lenguaje y por los límites del lenguaje. El mismo Wittgenstein no estaba seguro de que los demás le
entendieran, sino únicamente aquellos que hubieran tenido los mismos pensamientos.
Wittgenstein no era filósofo (¡el pobre era sólo ingeniero!), pero buscaba un nuevo tipo de análisis
crítico que situara su reflexión filosófica en el camino de la ciencia.
Al ponerse en contacto con Frege y con Russell, va buscando, con sus obras, la construcción de
un lenguaje que signifique algo de verdad; es decir, lo que pretende en su obra, tan concisa y enigmática,
es fijar unos límites absolutamente precisos del pensamiento, como interpretación de la realidad, en su
expresión perceptible, que es el lenguaje. En esta primera etapa de su vida, huye de toda imprecisión y
ambigüedad en el lenguaje.
El Tractatus es una de las obras más concisas y enigmáticas de toda la historia de la Filosofía. El
libro consta de siete temas o siete proposiciones y va seguido de un desarrollo, también proposicional, de
tipo decimal.
Este desarrollo consiste en una colección de sentencias cortas, concisas, sintéticas, expresadas
de forma lógica. A veces presenta una cierta vaguedad poética, que le dota de un cierto aire enigmático.
Es un libro que resulta difícil de comprender y que se presta a múltiples interpretaciones. Trata,
evidentemente, de problemas de filosofía, y muestra que la formulación de esos problemas descansa en
la falta de comprensión de la lógica de nuestro lenguaje.
El objetivo del libro lo expresaba así el autor en su introducción: «el objetivo del libro es trazar un
límite al pensamiento, o, mejor, no al pensamiento, sino a la expresión de los pensamientos».
Por tanto, se dan tres elementos que se relacionan entre sí: realidad, pensamiento y lenguaje; la
realidad está ahí, el pensamiento es interpretación de la realidad, y el lenguaje es expresión del
pensamiento. A la identidad lógica entre la estructura de la realidad, la estructura del pensamiento y la
estructura del lenguaje la llama isomorfía. Vamos a analizar cada uno de estos elementos:
a) Estructura de la realidad
Es lo que es, lo que existe; es decir, el mundo que es un conjunto de hechos. Son hechos
atómicos, o sea, hechos independientes, aislados, contingentes, que se pueden conocer al mar-gen del
universo. «El mundo es todo lo que ocurre, es la totalidad de los hechos, no de las cosas, el mundo se
divide en hechos». (Tractatus lógico philosophicus [TLP] 1,1.1.,1.2). Lo que caracteriza el mundo es muy
difícil de saber: los hechos son la combinación de objetos (TU, 2.01); la relación estructural entre los
objetos y el mundo no aparece claramente definida en el Tractatus. El mundo tiene una estructura lógico-
matemática.
Es el que interpreta la realidad, el mundo; es como una «pintura» que reproduce el paisaje de la realidad,
es como el espejo del mundo. El pensamiento es el retrato-figura de la realidad pensada. «El pensamiento
es la proposición con significado; la totalidad de las proposiciones es el lenguaje» (TLP, 4,4.001); el
pensamiento sólo puede reproducir los hechos, porque el pensamiento piensa el mundo y el mundo es la
totalidad de los hechos. Este pensamiento tiene una estructura lógica, y es reflejo del mundo que tiene
una entidad lógico-matemática.
Existe una diferencia entre proposiciones y nombres: los nombres designan -a los objetos; las
proposiciones describen los hechos; pero la relación que hay entre el nombre y el objeto es puramente
convencional: sabemos a qué se refiere el nombre cuando se nos muestra el objeto.
Sin embargo, las proposiciones las entendemos sin que se nos tenga que mostrar nada; las entendemos
con el simple análisis de los términos; y la razón es que hay una relación necesaria entre la proposición y
el hecho: la proposición «pinta» el hecho. Estudiando, por tanto, el conjunto de las proposiciones,
estudiando el lenguaje, conocemos la realidad, conocemos el mundo, la totalidad.
El lenguaje tiene una armazón lógica, que representa la armazón lógica del mundo: posee un
significado unívoco de sus signos, y su sintaxis supera las imperfecciones gramaticales de los lenguajes
ordinarios.
El Tractatus ha servido para mostrar lo que pretendía: que la lógica es el lenguaje ideal, pero es
sólo un instrumento: «cualquier instrumento que quieras levantar lo has de construir con estos ladrillos [...]
pero no dicen nada de su contenido [...]. Es la escalera que se abandona una vez que has subido». Lo
que pretende Wittgenstein es demostrar los límites del lenguaje (Kant demostró los límites de la razón).
Pero no niega esa realidad que está más allá de las ciencias, lo místico, Dios, lo ético, lo estético, «lo que
está más alto». Todo eso pertenece al ámbito del sentimiento o de la intuición.
El objetivo del Tractatus era demostrar que por encima del lenguaje hay otras muchas cosas que
no pueden ser dichas en el lenguaje: el lenguaje sirve para describir estados de cosas; todo lo que no sea
una cosa, o un hecho, no se puede explicar a través del lenguaje con sentido; eso queda para el lenguaje
sin sentido. Hay cosas que no pueden expresarse, que pertenecen al sentimiento, a la relación, a la vida;
hay que vivirlas. Y ante lo que no se puede hablar, es mejor callarse...
La Filosofía de Wittgenstein es una teoría del lenguaje, y a partir de aquí discurre el Mundo y el
modo de expresarlo. El Mundo es la totalidad de los hechos. El lenguaje es la correspondencia entre
hechos atómicos y proposiciones atómicas, que es una correspondencia lógica.
1930: Escribe Observaciones filosóficas, con las que pone en cuestión la teoría figurativa del
Tractatus.
1933: Comienza una serie de clases con sus discípulos, que se encuentran recogidas en los
llamados Cuadernos azul y marrón (color de las tapas de los cuadernos). Son los cursos de
1933 a 135. En esos cuadernos se ve claramente la noción del «juego del lenguaje». Hitler
es nombrado Canciller de Alemania.
1937: Empieza una serie de escritos que serán la base de su nueva obra: Investigaciones
filosóficas.
1938: Austria es anexionada al Reich alemán por las fuerzas nazis. Disolución del Círculo de
Viena.
1941: Empieza a escribir algunos capítulos de la primera parte de las Investigaciones, que
concluirá en 1945.
1942: Abandona la cátedra de Cambridge para participar como voluntario en la Segunda Guerra
mundial, ejerciendo de ayudante de enfermero en un hospital de Londres.
1944: Vuelve a Cambridge, pero empieza a sentirse incómodo dentro de la vida académica.
1949: Se traslada a Oxford y empieza otros escritos sobre la certeza. Dos días antes de su
muerte aún trabajaba en esta obra.
• En su primera etapa trata del lenguaje formal; la palabra es signo de la cosa, es el nombre del
objeto.
• En su segunda etapa trata del lenguaje como uso; la palabra es signo del sujeto, expresa al mismo
sujeto.
Considera que el Tractatus tenía una estructura cerrada en la que todos los cabos habían quedado
bien atados, y todos los problemas filosóficos, resueltos.
Sin embargo, las nuevas experiencias docentes y el contacto con la Universidad de Cambridge, en
1929, hacen que vaya madurando sus ideas. Así, los escritos de 1929 a 1945 suponen la transición o el
desmantelamiento de las teorías del lenguaje contenidas en el Tractatus. Un período caracterizado por la
autocrítica.
1. Wittgenstein ve que el lenguaje ordinario tiene una serie de proposiciones que son vagas,
imprecisas, ambiguas, pero que, sin embargo, sirven para nuestros fines de comunicación humana.
Apuntes para uso privado de Historia de la Filosofía 249
Víctor M. Gallardo
Sta. María de los Apóstoles Wittgenstein. La filosofía analítica
La gramática del lenguaje ordinario es mucho más amplia que la gramática del lenguaje lógico. La
proposición, la oración, el lenguaje, son una representación o figura de la realidad, pero incompleta, lo
cual no quiere decir que no tenga sentido.
Empieza así a ver las ventajas del lenguaje ordinario, el lenguaje de la expectativa, que son las
proposiciones que apuntan al futuro, las cuales no tienen sentido porque sean verdaderas o falsas, sino
porque desempeñan una función dentro de la vida humana, y tienen su propia lógica.
Tiene cabida otro lenguaje, el lenguaje usual: el que no solamente se dedica a reflejar el mundo, sino
que sirve también para otras muchas cosas, como rogar, mandar, interrogar...
2. Los Cuadernos Azul y Marrón suponen ya una revisión más sistemática de las teorías del
lenguaje científico, recogidas en el Tractatus. Son unos apuntes de transición, entre el Tractatus y las
Investigaciones, en los que se recoge la teoría de los «juegos del lenguaje».
Ahora, lo que va buscando es el significado de las palabras, del lenguaje, en el uso normal que
emplean los que hablan, en sus diversos contextos, situaciones, estados, etc., puesto que, antes que
observadores de nuestro lenguaje, somos, en realidad, los usuarios de ese lenguaje; antes que los
análisis que revelen el significado de nuestras palabras, somos nosotros los que sabemos lo que hemos
querido decir con ellas.
El lenguaje, pues, no tiene una única función: representar científicamente al mundo, usando
palabras totalmente adecuadas, casi perfectas, sino que tiene múltiples usos, y éstos pueden entenderse
como «juegos del lenguaje».
En esta obra, Wittgenstein opta decididamente por el lenguaje ordinario, que prevalece sobre el
lenguaje lógico formal:
La propia filosofía es un juego lingüístico: los problemas filosóficos no son problemas, sino enredos
lingüísticos. La función del análisis es comprender el juego del lenguaje filosófico para disolver tales
complicaciones. «La filosofía, tal como la entendemos nosotros, es una lucha contra la fascinación que
ejercen en nosotros las formas de expresión».
La obra consta de dos partes: la primera está escrita en párrafos numerados, entre los años 1941-45;
la segunda se compone de 14 capítulos, y abarca los años 1947-49.
En el Tractatus se consideraba el lenguaje a través de la relación que la palabra tenía con la cosa
referida, por medio de una significación o una representación.
Las palabras nombraban los objetos, los representaban, y, de este modo, adquirían su significado.
Pero esta teoría de la significación tenía graves dificultades.
Por ejemplo, hay palabras que no tienen referencia alguna a objetos, sino solamente uso,
funcionalidad dentro del lenguaje, como es el caso de las palabras que sirven para relacionar a la gente.
Cuando se dice: «es una gozada», o, en Andalucía: «es un tío muy apañao», ello tiene un significado muy
específico.
Estas palabras, para las cuales no es posible establecer ninguna relación con la cosa, con el
objeto, necesitan, para su comprensión, de un contexto, sin el cual no se entienden.
a) El lenguaje es un instrumento que puede ser usado para múltiples actividades: para escribir
cuentos, para describir paisajes, para dar órdenes, hacer promesas, inventar historias, pronunciar
discursos, hacer y contar chistes, etc.
b) Los juegos del lenguaje no tienen ninguna esencia común, ni notas características comunes,
definitorias de todos los juegos. ¿Qué tienen en común el ajedrez, el rugby, las cartas, los deportes
olímpicos, los dados, etc. Sólo alguna semejanza, «un aire de familia...».
Estos juegos son una forma de vida: el lenguaje se emplea siempre en un entorno social, en una
actividad común (lenguaje de oficina, de taller, lenguaje escolar, etc.). Forma parte de la vida de cada
persona, y sólo desde ella puede ser comprendido.
c) El número de juegos es indefinido; unos tienen vigencia, otros caen en desuso; se olvidan unos,
se inventan otros, según la historia, el ritmo de la vida.
De ahí que «uso», «juego» y «contexto» se conviertan, de esta manera, en el concepto clave de la
nueva concepción del lenguaje.
«Uso» no es, en el lenguaje, una regla, sino la costumbre. En una caja de herramientas (es una
comparación de Wittgenstein), cada una de ellas es válida para lo que sirve, no por lo que es: «piénsese
en los instrumentos contenidos en una caja de herramientas: en ella hay un martillo, unos clavos y
tornillos». Cada uno tiene un uso diferente.
El lenguaje es como un juego que siempre funciona con unas reglas. Supone una técnica, una
habilidad que se adquiere y se desarrolla en la práctica, respondiendo a las diversas actividades que
diariamente nos ofrece la vida.
La práctica del lenguaje, como la del juego, supone la observancia de unas reglas más o menos
convencionales que la hacen posible. Pero tampoco esas reglas son fijas, sino que dependen del
lenguaje, del juego que haya de practicarse. Es distinto el lenguaje del deporte del de la clase de filosofía
o del que se habla en una discoteca. Siempre habrá que hablar -usar palabras- de acuerdo con la
situación a la que se tenga que responder.
En definitiva: lo que interesa es, más que las reglas del juego en sí mismas, saber cómo hemos de
usarlas.
En las Investigaciones se sigue concibiendo la Filosofía como una actividad cuya tarea consiste en
trazar los límites del sentido: es decir, indicar lo que se puede y lo que no se puede decir. La novedad
está en que ahora los límites de este sentido se establecen de acuerdo con los criterios que fijan los
diversos usos o juegos del lenguaje.
Es decir, ya no existe un criterio de significación totalmente preciso, como en el Tractatus, sino que
los criterios se establecen según los usos del lenguaje que se tratan de analizar.
Mostrar a la mosca el agujero de salida de la botella. A la mosca le basta, para salir, con ver la
salida. A los problemas filosóficos se les invita a salir mostrándoles el agujero por donde se colaron, es
decir, los «malentendidos».
Los problemas han podido surgir por los malentendidos o confusiones de uso. Por ejemplo, creer
que el lenguaje ético tiene el mismo valor que el psicológico al usar las palabras conciencia, conducta,
regla, norma... Cuando los filósofos usan palabras como saber, ser, objeto del conocimiento, proposición,
yo, hombre, y aspiran a captar la esencia del objeto, se ha de preguntar siempre si tiene efectivamente
sentido esta palabra en el lenguaje ordinario. El significado de una palabra no es unívoco, no es el reflejo
exacto de una realidad, cosa, objeto, sino el del uso que se- le da en el lenguaje ordinario.
La filosofía debe disolver -no resolver- los problemas filosóficos; no puede hacer otra cosa que
describirlos, no puede fundamentarlos; hay que dejar las cosas como están: «La filosofía no debe, en
modo alguno, interferir en el uso efectivo del lenguaje; en último término, lo único que hace es describirlo.
Lo que hacemos es devolver las palabras, de su uso metafísico, al uso diario».
No se trata, pues, de seguir analizando el lenguaje científico como el único que propiamente tiene
significado, sino de analizar el lenguaje común con su pluralidad de usos y significados.
Todos ellos desarrollan la concepción de la filosofía como terapéutica de los hechos del lenguaje.
En sus análisis del lenguaje ordinario, tratan de analizar el sentido de las palabras sin que medie ninguna
limitación terminológica ni doctrinal.
Los problemas filosóficos son perplejidades producidas por unos enunciados que, aunque no sean
verdaderos, no hay que desechar, sino tratar de descubrir.
La aplicación del método analítico al lenguaje filosófico viene a ser parecido a la del psicoanálisis;
al igual que éste, ayuda a disolver el problema una vez que salen afuera sus ocultas motivaciones
inconscientes.
Es otra de las direcciones en que se bifurcan los continuadores de Wittgenstein, y parece seguir un
camino más constructivo para el análisis filosófico: trata de completar las enseñanzas del segundo
Wittgenstein con un estudio que pretende ser exhaustivo.
Sus representantes más importantes son: G. Ryle, P. F. Stravson y S. L. Austin. Todos ellos,
discípulos de Wittgenstein.
Se dedican al estudio de los diferentes lenguajes filosóficos, tales como el propio de la ética, el
lenguaje religioso, o el patológico, y lo hacen de forma sistemática, con el fin de establecer los límites
precisos de cada uno de ellos.
1
Primero vamos a ver el texto del Tractatus, y después, el de Investigaciones, siguiendo así un orden cronológico. Además, el
segundo es una corrección del primero.
Apuntes para uso privado de Historia de la Filosofía 253
Víctor M. Gallardo
Sta. María de los Apóstoles Wittgenstein. La filosofía analítica
mediante el lenguaje. Por tanto, la relación que existe entre el mundo, el pensamiento y el lenguaje
constituye el eje de su investigación.
Cuando las palabras se combinan entre sí, siguiendo una estructura lógica propia, se llega a
formar la proposición, que es la manifestación adecuada del pensamiento. La expresión del pensamiento
es el lenguaje. El lenguaje forma parte del ser humano (núm. 4.002) y, por eso, tiene esa capacidad de
crear lenguajes. Ahora bien, para que el lenguaje tenga sentido, había que llegar al «lenguaje ideal», es
decir, aquel que expresa la realidad sin dobles significados para evitar confusiones (nums. 3.323, 3.324);
así pues, las proposiciones lógico-matemáticas serían el lenguaje ideal, puesto que representan los
hechos de un modo lógicamente perfecto, sin disfrazar el pensamiento (núm. 4.002).
La estructura del texto estaría señalada por la tesis principal (núm. 4.11); la delimitación del ámbito
propio de la ciencia y el de la filosofía (núm. 4.111), y la descripción de la naturaleza del quehacer
filosófico (núm. 4.112).
Estas sentencias del Tractatus contienen una de las doctrinas más características del autor: la
filosofía la presenta como una actividad, frente a la idea de la filosofía como un saber. La filosofía es un
lenguaje que expresa un pensamiento, y el pensamiento se expresa en proposiciones. Y un pensamiento
es una proposición con sentido (núm. 4). El problema de la filosofía es que la mayor parte de sus
proposiciones son sinsentidos, «no son proposiciones filosóficas» (núm. 4.112), y están originados por
nuestro mal entendimiento de la lógica del lenguaje. Éste sirve para representar la realidad, pero la
filosofía no suministra representaciones de la realidad. De aquí que la filosofía no sea una teoría, un
saber, sino una actividad. De lo que se trata es de esclarecer y delimitar los pensamientos que
Esta última parte del Tractatus, en las proposiciones números 6.4 y 6.5, el autor trata o evoca las
cuestiones eternas del hombre: las proposiciones que estudian el sentido último de la vida y del mundo;
cuestiones éticas y religiosas que le preocupaban, no cuestiones científicas.
Siempre a cuestas con la delimitación del pensamiento a través del lenguaje, el autor se ve
obligado a salir de los límites que él mismo se ha impuesto (núm. 6.41); para analizar el sentido del
mundo, tiene que salir fuera del mundo. No parece que sea muy coherente dedicar esta última parte a
hablar de lo que queda fuera de esos límites; porque ha demostrado que el lenguaje limita al mundo: los
dos, lenguaje y mundo, están regidos por la misma lógica y fuera de ellos no hay nada. Da la impresión
que Wittgenstein quiere mostrar un especial interés por establecer qué es aquello de lo que no se puede
hablar, y hace justamente lo contrario de lo que predica.
6.4.1. Lo místico
¿Cómo se puede afirmar la existencia de algo que queda fuera del lenguaje, de lo que se puede
expresar? «Se da, ciertamente, lo inexpresable; esto se muestra, es lo místico» (núm. 6.522). Dios, la
ética, el bien y el mal, lo estético, la inmortalidad, son el conjunto que él llama «lo místico»; no es que se
sitúe fuera del mundo, sino «sobre» el mundo; no es que esté fuera de la lógica, sino sobre la lógica. Lo
inefable no puede estar más alto (núm. 6.42).
Lo místico no se puede definir con el planteamiento de cómo es el mundo. El cómo del mundo lo
proporcionan los hechos y su representación se expresa en el lenguaje científico-descriptivo, o filosófico-
matemático; pero el sentido último, la razón de ser del mundo, se escapa del campo de los hechos. Aun
cuando tuviéramos un perfecto conocimiento de cómo están las cosas, aun así no nos daría una
respuesta de por qué existe el mundo.
La solución al problema del mundo es de carácter ético. Y la ética no se puede expresar (núm.
6.421). La ética constituye el tema central de lo místico, y alrededor de ella giran otros aspectos como el
tema de Dios, o de la muerte.
6.4.2. La voluntad
En el número 6.423 habla de dos clases de voluntad: como sujeto de la ética, y la voluntad como
fenómeno psicológico. La que nos interesa aquí es la voluntad como sujeto de la ética; y ésta es el mundo
de los valores. Y éste es el problema: el mundo está compuesto solamente por lo que acaece, los hechos;
entonces, ya no queda lugar para el debe ser que es lo propio de la ética; la ética no trata de lo que es,
de lo que ya existe. Los hechos son o no son, acaecen o no, pero no tiene sentido decir si deben o no
deben ser. La ética queda así fuera de los hechos, y por consiguiente, del mundo. Éste no es ni malo ni
bueno, simplemente es. La acción voluntaria, la opción de la libertad que elige un deber ser, no modifica
nada, puesto que no implica un nexo de causa-efecto, pues los hechos son independientes unos de otros:
«Cualquier cosa puede ocurrir o no ocurrir y todo el resto permanece igual» (núm. 1.21).
El tratamiento del tema de Dios es muy ambiguo. Si Dios no se revela en el mundo (núm. 6.432)
es únicamente porque Dios es el sentido del mundo. Dios es una categoría que cae fuera del mundo. Al
Apuntes para uso privado de Historia de la Filosofía 255
Víctor M. Gallardo
Sta. María de los Apóstoles Wittgenstein. La filosofía analítica
significado de la vida, esto es, al significado del mundo, le podemos llamar Dios -según otro texto del
mismo Wittgenstein-. De esta forma, yo me hago Dios en la medida que hago mío el sentido del mundo,
cuando llego a estar de acuerdo con él. Y si estoy de acuerdo con el, soy feliz. No está claro que el autor
pueda tener una visión panteísta del mundo.
Esta nueva obra del autor la termina en 1949, pero no aparece editada hasta después de su
muerte. También es una doctrina de análisis del lenguaje y de los límites del conocimiento. Las
Investigaciones se caracterizan por el progresivo abandono de las tesis fundamentales del Tractatus y la
consiguiente creación de un nuevo pensamiento filosófico: el abandono de la teoría figurativa de la
proposición -él insistía en la identidad entre la proposición y el hecho descrito- y la creación de una nueva
teoría del lenguaje, la de los usos y juegos del lenguaje, que dará lugar a un conflicto (núm. 107).
Uno de los errores fue reducir el lenguaje a las proposiciones que tuvieran sentido; se da cuenta
de que esta forma resulta excesivamente rígida, y la empieza a sustituir por una nueva manera de ver el
lenguaje, de carácter más pluralista y pragmático: pasará del punto de referencia del lenguaje que era el
significado, al punto de referencia que es el uso, el lenguaje que utilizamos en la vida ordinaria (núm.
108). No se trata de problemas empíricos, sino de problemas conceptuales causados por el hechizo que
el lenguaje produce en nuestra inteligencia (núm. 109).
Las tres tesis fundamentales de este nuevo trabajo se pueden resumir así:
- los juegos del lenguaje no comparten una esencia común, sino que mantienen un cierto
«parecido de familia».
Wittgenstein constata la variedad de usos que puede tener el lenguaje, hay muchos (los llama
«juegos»), no existe un único lenguaje, el científico, que era el que antes proponía; entonces, cabe
plantearse la pregunta: ¿qué es lo que tienen de común todos ellos?, ¿se puede describir alguna esencia
de este nuevo tipo de lenguaje? La respuesta del autor es clara y rotunda: lo que hay de común a todos
los juegos del lenguaje es exactamente lo mismo que entre todas las actividades que denominamos
juegos, es decir: nada. No hay una esencia del lenguaje, no existe ningún elemento común a todos los
juegos, como no la hay entre el juego del ajedrez, jugar a las muñecas o jugar a los dados. Y, sin
embargo, todos son juegos.
Los juegos se parecen unos a otros como se parecen los miembros de una familia: unos por la
nariz, otros por los ojos, otros por el color del pelo: todos son distintos, pero a todos se les nota un cierto
aire de familia (núm. 66).
Esa búsqueda de esencias surge cuando se desplaza a las palabras, a las proposiciones
científicas, de uso cotidiano, normal y corriente, y se les da un uso metafísico (núm. 116). Aprender el
lenguaje consiste, por tanto, no únicamente en conocer palabras, sino en saber usarlas. Solamente en un
contexto determinado, por ejemplo, en su tierra natal, sólo allí ciertas palabras concretas tienen sentido y
significado (núm. 116). El significado, por tanto, de una palabra o proposición, está determinado por su
uso, empleo y aplicación. Así pues, no existe un lenguaje único, sino pluralidad: no sólo el lenguaje
científico, sino el lenguaje que se usa normalmente. No existe una plataforma única sobre la que se
fundamente el lenguaje: se deja completamente libre la base sobre la que se asienta (núm. 118).
Como los límites del lenguaje no son necesarios aquí (como aseguraba en su primera obra), no
pueden ser trazados a priori; entonces, la misión del filósofo no consiste en imponer al lenguaje una
estructura determinada, sino en describirlo. La filosofía se convierte así en una tarea descriptiva. Toda
explicación debe ser rechazada y sustituida por la descripción (núm. 109). Se trata de ver cuál es el
funcionamiento ordinario del lenguaje, a fin de detectar cuándo deja de funcionar.
En este segundo Wittgenstein, la Filosofía sigue siendo una actividad: describe, no explica, no
proporciona nuevos conocimientos, sino que ordena los que ya tenemos (núm. 109). Lo que hace no es
establecer «el» orden del lenguaje, rígido, estricto, científico, sino un cierto orden en nuestro conocimiento
del lenguaje (núm. 132).
Los enunciados de la Filosofía solamente son enunciados gramaticales; no nos dan ninguna nueva
información. Sería tan absurdo como pretender explicar el movimiento del caballo a uno que ya sabe jugar
al ajedrez (núm. 124).
Insiste en que la misión de la Filosofía va en la línea de disolver los problemas filosóficos (núm.
133). En último término, los problemas filosóficos descansan en confusiones acerca del funcionamiento
del lenguaje. El resultado del análisis del lenguaje es la completa claridad; esto significa la completa
desaparición de los problemas filosóficos y la posibilidad de dejar de filosofar cuando uno quiera. El
paciente es aquí la filosofía, atormentada por cuestiones que llegan a ponerla a ella misma en cuestión
(núm. 133).
Los problemas filosóficos son los coscorrones que se lleva nuestro entendimiento cuando embiste
contra las barreras del lenguaje (núm. 119). La forma típica de un problema filosófico es el embrollo, el no
saber cómo arreglárselas (núm. 123). Los problemas filosóficos surgen cuando el lenguaje «se va de
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Sta. María de los Apóstoles Wittgenstein. La filosofía analítica
vacaciones» (núm. 38), y la única forma de resolverlos es hacer que el lenguaje se «reincorpore» de
nuevo al trabajo, a la vida ordinaria.