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Blog Ii
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La estudiada cortesía de los empleados a la hora de indagar sobre los destinos de los clientes
no desconcertaba a nadie. Horas de tediosa espera. Folletos publicitarios bailando sobre las caras
humana, que giraba varias veces sobre sí misma, había adoptado el modo de traslado de un
parsimonioso reptil.
apoyando su índice derecho sobre la sien y mirando fijamente al hombre que le interpelaba.
Durante los últimos días trituró en su cabeza la oportunidad que se le presentaba de obtener
dietas con un trabajo fácil. Lo animaba la posibilidad de no terminar de limpiacarros.
En cuanto el patrón se ausentó del garage, Benito invadió la pequeña y mugrienta oficina
La responsabilidad que supone una decisión riesgosa se le agarró a la garganta. Con la mano
encima del teléfono sentía el temor a una mentira descubierta. Le impedía levantar el auricular, y
-Qué onda, honey. Te foneo desde el parkeadero de la agencia. I'm sorry, pero el bos me
pide que trabaje overtaim. La pura neta. Tiene un bisnes bien padre y estaré fuera de la ciudad un
par de días. Tengo que colgar, no puedo usar este fone. Si me checa el bos, se me encabrona. Te
Apoyó el auricular en la base del teléfono y cerró los ojos esperando la condena por la
infamia.
Navegaban juntos, pero sus caminos se mantenían paralelos sin saludarse en ningún punto.
Lupe quería volver a la tierra que la vio nacer. Odiaba los Yunaites.
“No eres un gallo, honey. Eres gente humilde y te sobra corazón, pero no para maldades. No
puedes andar de malo siendo bueno.” Recordaba sus palabras con tanta nitidez, que Lupe parecía
sentada a su lado.
Ella lo sacó de las gangs cuando vivían en el Este de Los Ángeles. Ser espectador en una
reyerta impulsó el alejamiento de familia y amigos siendo casi plebitos. Huyeron hacia el norte en
un bus de la Greyhound, con un ridículo presupuesto.
y sus reproches.
Combatía contra sí mismo y recordaba la tierra de sus padres. La misma donde Lupe vio la
luz. Grandes trocas del año, enérgicos stéreos, trajes nuevos y fajos de dólares. "Sin posición en la
Falto de codicia.
Falto de carácter.
El pánico y el temor a que Lupe no volviera a confiar en él, le destrozaba por dentro. Pero el orgullo
le vencía.
-Te van a partir la madre, cabrón. Esos pinches putos son una bola de razos. A mí me
chingaron un vez y nomás les dije ahí nos vidrios cocodrilo. -Insistía Hernán en el intento de que
-Wacha lo que tienes alrededor, carnal. Wacha el patrón. Wacha el garage. Mugre, carnal,
solo mugre.
-No me periquees cabrón. Me vale madres cuando te las tiras de abusao. Nomás un jale y
agarro descuento.
-Tienes una ruca que me vale madres, carnal. Y nomás andas rifándote el cuero, homs.
-Yo soy bien bravo, carnal. Me rifo la vida con quien quiera, o qué? -Reaccionó Benito.
-Suaveciiiiito, ese. Sigue tu onda, homs. Nomás piénsalo bien antes de dar un placazo.
-Es un bisnes bien chingón, ese. Mucha raza lo ha hecho por una buena lana.
-No seas güey y deja el bisnes para otro bato. Dos años atrás que te conozco y eres bien ley.
Eres buena onda, ese. Y ahí nomás, que quiero lo más nais p'a ti y tu chavita, pero nomás ahí te lo
En los días de dudas Hernán siempre intentó disuadir a su broder de aceptar la transa. Ahora
De espaldas a Benito, se encajó la grasienta gorra de béisbol con la visera vuelta hacia atrás.
Incrustó sus manos en los bolsillos del mono de trabajo y se fue, con ritmo cansino, a rematar el
Benito lo acompañó con la mirada y llegó a considerar, durante unos segundos, un probable
compadreo entre Hernán y su jaina. Era la única relación que sustentaba en San Francisco, al
margen de Lupe. Y ahora lo veía bien enchilado por la decisión tomada. Pensó en la posibilidad de
una intriga concertada para desbaratar cualquier intento de desviarse del aburrido sendero que Lupe
le marcaba en los últimos meses. Una vida de moderación, lejos de la insensatez vivida en Los
Ángeles.
Una pareja que pasaba entre él y Hernán le hizo olvidarse de su amigo y compañero. Clavó
sus ojos en ellos y observó como se acercaban al coche que horas antes había limpiado.
fondo.
Un microchip de seguimiento para vivir en espejo la vida de las dos personas que ahora
El pulso se le aceleró.
Los observaba abriendo la cajuela y metiendo los bultos. Con la parsimonia que acarrean
aquellos que consideran que el tiempo es algo secundario y los faculta para disfrutar de cada
Tras un beso conectaron el stéreo, pusieron música para gringos viejos y salieron
pausadamente.
Con la manga de su mono de trabajo llegó a formar un ojo de buey en el mugriento cristal
del despacho para seguirlos con la vista, hasta que se desaparecieron por la rampa del garage
Minutos después de su salida, recuperó la consciencia y miró la hoja de ruta que su mano
arrugaba con fuerza. La misma que habían pasado los empleados de la oficina de atención al
público al jefe y éste le trasladó a él. Vio nombres de lugares y ciudades. Tijuana le recordó casetas
de inmigración, días con sus noches de cuerpo entumecido en camiones de la Greyhound, Lupe,
veranos de Mazatlan.
El resto, nombres conocidos de sus largas horas ante la tiví imposibles de ubicar en el mapa.
Lentamente, con los ojos cerrados, se encajó la gorra de béisbol y comenzó a pensar en
Lupe.
“Chale homs, es la primera vez, voy a dejar de ser un pinche culero como el pinche bato ese
Tomó un pequeño Chevy. El tráfico y el calor en el centro de San Francisco eran asfixiantes,
pero tuvo la sensación de que los límites de su vida eran inagotables. Comenzó a sentirse parte de
un mundo del que hasta hoy no había sido partícipe. Ahora era una gota más en un mar de vehículos
y gente desconocida. No era aficionado a la música, pero el sentir el corazón alegre le llevó a
sintonizar estaciones. Se quedó con la Ké Buena. Sonaba Estoy enamorada de Yolanda Pérez.