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Osho
El temor es “el repliegue doloroso sobre uno mismo” (Lasprilla, E. 2008). Es una
emoción que puede sentirse con diferentes niveles de intensidad y se presenta
siempre que una o más cosas que uno considera importantes para la propia vida
peligran, real o imaginariamente. Solo hay temor cuando se considera que algo
valioso para uno (o, incluso, uno mismo) está en riesgo de dañarse o perderse
aunque no seamos conscientes de qué es lo que peligra. Muchas veces decimos
“tengo temor pero no sé de qué ni por qué”, pero si indagamos atentamente en
nosotros mismos veremos que hay algo que, consideramos, puede ir mal en
nuestros apegos.
Siendo así las cosas, lo primero que debemos hacer es familiarizarnos con esta
emoción: sentirla una vez aparece y no reprimirla –sepultándola en la sombra-;
vivirla, sin resistencia, tal cual aparece en nuestra consciencia; observarla –como
siempre recomendaba Osho- y no rechazarla; y si aparece en nuestro corazón sin
razón alguna aparente, en primera instancia aceptémosla y luego centrémonos en
ella para penetrarla más profundamente y así encontrar el apego al cual se vincula.
Por otra parte, es menester aclarar que tanto el cobarde como el temerario y
valiente sienten temor, aunque los dos últimos exteriormente parezcan que no. Lo
que los diferencia está en el hecho de que mientras el cobarde huye con su temor y
el temerario exagera su valentía ocultando su temor, el valiente sigue adelante a
pesar de él sin llegar a excesos1. Por ello el valiente tiene la posibilidad de librarse
del mismo, ya que al atravesarlo devela una realidad que de otra forma sería
imposible vivenciar. El cobarde y el temerario viven y mueren con su temor; el
valiente no.
Pero esto no debe llevarnos a la idea de que ser valiente es mostrarle al mundo -y
mostrarnos a nosotros mismos- que no tenemos temor. Eso es una formación
reactiva y esta nada sirve al crecimiento. Ser valiente es atreverse a hacer lo que se
teme hacer sin descuidar el hecho de que se tiene temor, es decir, dar “el salto al
vacío” sin dejar de ser conciente del mismo. El valiente sabe que teme pero su
valor supera en intensidad a su temor. Y, el temerario, exagerando tanto su
valentía, termina poniendo en peligro su vida por asumir riesgos nada sensatos.
Por otra parte, muy a fin al tema del temor está la diferencia que propongo entre
autenticidad y corrección. Veamos
Ahora bien, cuando mi sentir y mi pensar concuerdan con las normas establecidas
en una sociedad, puedo ser autentico y correcto a la vez, como le sucede al
1
Recordemos que Aristóteles dejó totalmente claro el hecho de que la valentía era una virtud, pero que
la cobardía y la temeridad eran vicios (el primero por defecto y el segundo por exceso). Recomiendo al
lector estudiar la ÉTICA A NICÓMACO de Aristóteles.
2
O también, mostrar terror por una cucaracha es incorrecto aunque seamos auténticos en nuestra
expresión de esa emoción.
individuo que se siente muy bien pagando sus deudas: está siendo auténtico -
porque hace lo que siente- y correcto –porque eso es lo que se considera indicado
hacer ante las deudas-. Pero es menester aclarar que la corrección se mueve en
líneas verticales en tanto que la autenticidad lo hace en líneas horizontales, lo que
sucede es que es mucho más común encontrar armonía entre lo correcto y lo
auténtico es los niveles de desarrollo más elevados: segundo y tercer grados de Ken
Wilber.
Para finalizar, es necesario resaltar que como uno no siempre puede hacer lo que
siente –por múltiples razones-, en esos momentos donde la acción no concuerde
con el corazón, lo mejor es suprimir y no reprimir. Seamos conscientes de lo que
sentimos y pensamos aunque hagamos lo contrario exteriormente, así no nos
mentiremos a nosotros mismos aunque puede que sí a los demás. La supresión
permite mantener en la consciencia el deseo o la emoción y, por ello mismo,
permite observarla detenidamente, impidiendo así que maltratemos a los demás o
nos hagamos daño a nosotros mismos. Sin embargo, cada vez que podamos llevar a
cabo lo que sentimos o deseamos, hagámoslo.