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Lowell Mission

Música
Richard Rodriguez, o “Ricardo” para algunos que usaban el nombre en su lengua
materna, no sólo estaba concentrado estaba tenso. Las lecturas de la computadora no
pasaban frente a la pantalla como ocurría en el resto del complejo sino que eran
“escuchados” por él. Los acolchados auriculares, entregaban más de 512 diferentes flujos
numéricos en formas de ruido multibanda, una canción que se repetía por horas. Hubiera sido
un gran músico en su infancia pero la obsesión por la matemática cambió el arte del mundo
por las melodías del universo.
“efe cinco ka menos ocho en dos, se espera efe ocho bajando veinte porciento, equis
ocho ka equilibrando en veinte”. Cada 10 o 15 segundos alguna frase similar, surgía de su
boca, lo cual era una tarea impresionante ya que muy pocos podían procesar semejante
cantidad de información y dar respuestas precisas en términos de decisiones humanas. Eso
denotaban las complejas operaciones de aquella mente única. Los dedos de su mano izquierda
encontraron la taza de café junto a ella pero ya estaba fría o vacía, algo que hubiera sido más
que obvio para una persona vidente. Levantó la voz y arqueó su espalda como un granjero que
llama a su esposa:
-“más bati-café”-.
Volvió a la postura original listo para dar una lectura más a la computadora cuando se
percató de varios cambios simultáneos, la melodía se volvía caótica en varias frecuencias.
Docenas de ojos se acercaron a los datos que corrían en las pantallas del salón cuando Richard
gritó “anomalía en uno-uno-tres!, todas las frecuencias aumentando, efe cuatro, ocho, diez y
doce en cuarenta punto ocho porciento, efe veintiocho menos veinte, ¿están escuchando?” se
sacó los auriculares y escuchó el mundo a su alrededor moverse a toda velocidad, y agregó:
“¡Hay que sacarlo de ahí, la tormenta en cero cinco marca tres cambia de dirección rápido!”.
Del otro lado del salón la voz de alguien confirmaba la información.

Rally
Cualquier niño ama jugar con pequeños juguetes radio controlados, pero el “LOWELL”
en comparación sería el equivalente millonario de aquel juguete. A primera vista era un
pequeño camión semi autónomo, poseía la capacidad de operar de forma independiente hasta
recibir las órdenes por radio. Las ruedas usualmente no levantaban polvo ya que su marcha
era más o menos lenta provista por un motor eléctrico y una batería que se recargaban por los
paneles extendidos en la parte superior.
Desde la última comunicación, la mente artificial había puesto sus motores a funcionar
al máximo hasta el borde de la meseta dejándose caer colina abajo, detrás de la cual iba
dejando como testigo una gran y alta nube de tierra. Desde lo alto parecía una persecución
policial, de esas que se ven por televisión. El camioncito corriendo a toda velocidad y
acelerando por una larga explanada, sorteando obstáculos en medio de un infinito desierto
rocoso.
Los ojos de sus amos contemplaban y se sentían ansiosos aunque sabían muy bien que
ningún patrullero o auto iba a interponerse en su camino. El vehículo extendió sus paneles
solares de forma perpendicular al piso, y para dar soporte dos de las seis ruedas se levantaron
para trabarlos en un movimiento jamás previsto por su diseñador. Desde una vista superior
divisaban chorros de arena corriendo bajo sus ruedas a 60 grados de su avance, y los paneles
servían como vela, ahora el vehículo aceleraba y se levantaba sobre dos ruedas laterales. El
segundo panel bajaba y giraba para servir de contrapeso y evitando que el vehículo diera un
tumbo. El aire iba siendo dirigido en ángulos, robándole al viento parte de su energía.
Desde la última transmisión aquel cerebro robótico había recibido siglos de
conocimientos para dichas maniobras, que eran ejecutadas con precisión milimétrica. El
vehículo estaba soportando tensiones y velocidades que estaban más allá del límite de
seguridad, acercándose peligrosamente a sus límites operativos. El avance, dibujaba un arco
inmenso en el terreno que seguía descendiendo y pasando a toda velocidad bajo las ruedas
que tocaban el piso, y hacía vibrar los pares mientras los vientos se iban intensificando. Las
velas de silicio seguían cumpliendo su función aunque las turbulencias, y las pequeñas
partículas que golpeaban contra ellas rompían los cristales de de la superficie. La máquina
cambió la posición de sus brillantes velas con movimientos curvos, para dejar pasar el viento
en zigzag y ganar velocidad usando la fuerza del viento en otro vector. Las otras dos ruedas
tocaron el piso y la suspensión fué eliminada para lograr mayor adherencia en su marcha final
levantando tierra y dejando el rastro de partículas de vidrio y uñas masticadas.
En el último tramo, la máquina corrigió un panel, prediciendo un segundo antes que el
viento le arrancara el otro, para llegar al borde de un gran crater abriendo su compuerta
principal, excretando inercialmente las catorce esferas metálicas que llevaba en sus entrañas
que siguieron su propio camino hacia abajo en la pendiente. Una nube de polvo y tierra se
embolsó en el compartimiento frontal que había quedado abierto. El viento arrancó al
vehículo en dirección opuesta elevándolo 40 metros en el aire. Los ojos de aquel robot veían
al mundo dar giros y tumbos hasta que cayó nuevamente en el suelo, se elevó otra vez pero
los sensores no sabían decir a que altura. Los vientos circundantes se volvieron huracanados y
el otro panel le fué arrancado por las fuerzas cruzada. Cayó una vez más lejos del campo de
visión y los números de varias pantallas desaparecieron.
El “LOWELL” quedó partida en dos por una gran piedra filosa que estaba en medio de
su caída, aunque muchas más fueron las partes que rodaron y se esparcieron alrededor.
Cuando el viento cesó y la terrible tormenta se alejó dispersándose a medida que encontraba
resistencia del relieve allá adelante. La mente artificial no podía comprender su muerte,
seguía codificando datos para una antena que ya no transmitía, ordenaba el avance de sus
ruedas, las cuales ya no respondían a sus órdenes, de hecho una de ellas se iba rodando
inocentemente a unos metros. Unas horas más tarde siendo incapaz de usar los paneles para
robar energía del sol, se convirtió en otro pedazo de chatarra humana en Marte.

Refugio
En el cráter las esferas rodaron libremente hacia abajo por la ladera que dejó de ser
curva rápidamente, una de ellas cambió de dirección hacia una de las tantas grietas y las
otras inmediatamente detrás cambiaron su posición para seguirla. La tormenta pasó por
encima arrebatando del suelo uno de los integrantes del grupo contra una roca cercana,
abriendo sus gajos metálicos exponiendo sus entrañas y las patas de insecto que trataron
inútilmente de rasguñar algo, pero las fuerzas de la tormenta lo atraparon arrebatándolo por
los aires para nunca más volver. Dentro de la grieta, cada esfera hizo lo mismo y se aferró a
alguna irregularidad cercana. Estaban a salvo de los vientos.
Cuando la tormenta pasó, la esfera más cercana a la abertura se fué separando de la
saliente a la que estaba aferrada. Guardó lentamente sus extremidades metálicas, cerrando
el gajo del cual provenían, para volverse una esfera nuevamente. Rodó lentamente hacia
afuera. Se detuvo unos segundos, luego salió unos diez centímetros y emitió una pequeña luz
hacia la oscura grieta de la cual brotaron las otras esferas. Se alejaron de su refugio y se
dispusieron en una ronda circular. Una de ellas se puso en el centro geométrico del círculo y
emitió un haz de luz lázer vertical al zénit. Seis horas después La esfera del centro se unió al
círculo con las otras y se alejaron de forma radial del centro.
Desde el cielo un bólido envuelto en fuego se abrió paso estrellándose o más bien
clavándose en el centro del grupo. El objeto recién llegado era un cilindro metálico, una de
las esferas se acercó y con la ayuda de las pequeñas patas que brotaron desde abajo una vez
más, trepó hasta la parte superior del mismo. Si se tratara de una persona, hubiera dicho que
se sentó sobre el cilindro. La esfera se acopló al tubo, las patas se aferraron al mismo. Los
gajos esféricos de la parte superior se abrieron como una flor robótica mirando hacia el cielo.
Giró sobre sí misma buscando la señal del orbitador “Schiaparelli-2” que pasaba sobre las
nubes. Era la única estrella que se encendía y apagaba mostrando diferentes colores.
Las pantallas frente a los ojos humanos en la tierra volvieron a la vida, nuevos números
comenzaron a bailar frente a varias caras que habían estado angustiadas por horas. Richard en
su estación, volvió a escuchar la dulce melodía armónica en las frecuencias altas, aunque las
aparecieron otras nuevas notas que llamaron rápidamente su atención.

Asteroide
A cincuenta metros estaba el objeto, simplemente denominado “asteroid 2007 WD5”,
el cual no era parte de la misión original de la LOWELL. Dos días antes de estrellarse de forma
tan espectacular, sus ojos habían mostrado a las pantallas del mundo desde primera fila la
caída del mismo a pocos kilómetros, desde el gran ojo robótico en la superficie. Además el
Schiaparelli-2, había mostrado desde los alto impresionantes acercamientos del hongo de
fuego y partículas que habían encendido la imaginación de muchos. Una aburrida operación
geológica, una tarea de remoción de rocas tan aburrida como cualquiera de las anteriores
misiones se convirtió en una gran película de acción, con descomunales colisiones y
explosiones en el muerto planeta rojo.
Eso no era todo, el orbitador había disparado una de sus sondas contra él, uno de sus
cuatro misiles diseñado para clavarse en marte y dar lecturas del subsuelo, pero había sido
usado para penetrar el objeto y obtener lecturas antes de su caída. La cámara que estaba en
el el proyectil mostró a los espectadores en la tierra la vertiginosa vista subjetiva de su
posterior la caída a toda velocidad por la atmósfera marciana hasta la repentina pérdida de
señal.

La LOWELL había desaparecido en la tormenta pero las esferas, o “Krabies” como se les
hacía referencia comúnmente en internet, eran robots diseñados para trabajar en conjunto, si
una se perdía, las otras debían reorganizarse y continuar el trabajo. El grupo contaba con 2
miembros menos. Rompieron la formación circular y rodaron en fila siguiendo el recorrido de
la primera a la perfección, cada tanto alguna tomaba un camino diferente y las que venían
detrás seguían el cambio, pero luego se reunían a las que iban delante, esas correcciones eran
comunes. El grupo se dividió en dos subgrupos. Las esferas que fueron a la parte inferior
empezaron a escudriñar los puntos de contacto con las rocas del suelo en la parte inferior del
asteriode, el segundo grupo treparon a la misma, se aferraron de forma lateral, otros a la
parte superior y se abrieron de tal manera que diminutos taladros emergieron de cada uno de
ellos penetrando la roca.
Aquella roca estaba siendo copulada por los Krabies, despojándole de cualquier vestigio
de dignidad cósmica. En la tierra, la magia del Photoshop fué usada mil veces para
reemplazar a aquel asteroide por algún personaje famoso, actor, político o de quien fuera
necesario burlarse. la revista Rolling Stone mostraba un krabie acostado en una cama con una
botella y un cigarrillo frente al titular “Krabies, Sex and Rocks to Roll”.

El cráter había sin dudas removido mucho material, tenía veinticinco metros de
profundidad y todo ese material estaba ahora esparcido en varios kilómetros a la redonda
desde hacía varios días. La pérdida del LOWELL no parecía tan importante, el asteroide había
hecho por ellos toda la excavación, una oportunidad única, ya que no podía traerse equipo
pesado para amplias escavaciones desde la tierra.

Anomalía
La misión original, requería la confirmación de una anomalía geológica pero el
asteroide hizo que en comparación eso pareciera algo secundario. Uno de los pequeños
krabies que escudriñaba los fragmentos del suelo y removía pedregones quemados de todas
las formas, se detuvo en seco y prendió una luz en su parte superior. La flor robótica repitió
la señal amplificada para luego ser retransmitida a tierra.
El director de misión no podría creer que tan lejos del lugar original de aterrizaje
hubiera lecturas tan poderosas de la misma anomalía, de hecho en el cráter parecía ser más
fuerte, Richard en su silla abrió la boca sin dar crédito a lo que escuchaba. La misión se había
“distraído” con la caída del asteroide, pero ahora podría retomar su curso.

Las órdenes de la tierra se retransmitieron a todos los krabies. Los que estaban sobre la
roca abandonaron su actividad venérea y rodaron para reunirse con su compañero en el piso.
Las rocas quemadas y los fragmentos carbonizados que eran de inmenso valor científico
tomando en cuenta al asteroide, pero dejando éso de lado. Ahora eran simplemente basura a
ser removida.
Cuatro Krabies se juntaron donde la lectura magnética era más poderosa y comenzaron
a escarbar con sus diminutas pezuñas, apuñalando la tierra. Una vez que hicieron un pozo en
el cual estaban hundidos unos cinco centímetros, quedaron inmóviles y los otros se reunieron
en torno a ellos. Los que estaban en el centro eran obligados a girar, por los que estaban
alrededor. Cuatro chorros de residuos y polvo salían despedidos a varios metros de distancia
cual aspersores de agua regando el césped. Todo el grupo de robots empezó a girar sobre el
centro, ahora el pozo se iba ensanchando y los del medio se hundían más rápidamente,
acelerando aún más el trabajo. Todo el movimiento se detuvieron en seco de forma
simultánea, y se alejaron del centro. Una roca negra se vió en el fondo del pozo que tenía
medio mero cuadrado. Los 4 krabies originales sacaron su pequeño taladro y buscaron de
forma simultánea romper la superficie pero les fue imposible, la roca debajo era demasiado
dura sólo quedaron rasguñones en la superficie.
Esperaron un tiempo transmitiendo sus observaciones, mientras esperaban inmóviles
nuevas instrucciones. Volvieron a moverse cuando una luz en la flor metálica empezó a
parpadear de nuevo, nuevas instrucciones habían llegado. Un solo robot quedó en su lugar; los
otros rodaron al otro lado del asteroide. El solitario robot tembló por última vez y estalló en
mil pedazos haciendo volar por los aires trozos de toca en todas direcciones, ahora el hueco
en el piso estaba más despejado.
Sin un segundo de compasión el resto de las esferas volvieron al pozo a remover los
escombros y fragmentos de su compañero, para intentar talagrar la dura roca
sin éxito. En la tierra, un ingeniero tiraba una carpeta en el piso mientras discutía
airadamente con el director de la misión por la acción inútil y costosa. La roca negra
enterrada era inescrutable por las herramientas de aquellos pequeños robots pero ahora
podían ver casi metro cuadrado de la misma.

Ecos
Richard no lograba comprender la información que estaba recibiendo, y otros cuatro
mastodontes informáticos, poderosas computadoras analizaban la misma información, sin
lograr por un momento ir más allá de lo que los sensores detectaban. En términos profanos,
Richard no podía explicar la presencia de una roca maciza de extrañas proporciones enterrada
casi treinta metros de la superficie, era dura y respondía magnéticamente.
“Quiero escucharlo”
dijo sintiéndose estúpido, puesto que era una reacción natural para cualquier ciego “¡dije que
quiero escucharlo!”.
Una voz le respondió
“Está pasando el flujo de datos completo en tus auriculares”.
La respuesta fue:
“quiero escucharlo, que sonido produce, quiero audio, cuarenta y ocho kilohertz,
dieciséis bits, ¿les suena?”.
Furiosos dedos escribieron comandos en una terminal, para enviar audio puro a la terminal de
Ricardo.

Dos de los robots apoyaron sus sensores de presión en la dura superficie y golpearon
con sus patas alternadamente. Ricardo presionaba fuertemente los auriculares contra su
cráneo. No era suficiente. “Necesito más... quiero que hagan un ruido más fuerte”.

Tres de los robots que no participaba de la acción, levantaron a otro sobre ellos y lo
arrojaron como si fuera una pelota contra la piedra negra produciendo un ruido que los otros
transmitieron. El ciego en la tierra dijo: “cien, doscientos, trescientos, cuatrocientos...
¡cincuenta! ¡Sí, eso es! Se extiende más de cuatrocientos cincuenta metros en dirección
norte, un poco menos en dirección sur, no es una roca, es un tubo, un largo tubo. Todos
hablaban al mismo tiempo y alguien le preguntó: “¿como sabes eso?”.
La respuesta fué: “Puedo sentir los ecos, conozco ése sonido es metálico, estoy
seguro”.Más silencio y un minuto después agregó con una enorme sonrisa:
“Menos mal que ése caño no se rompió, los Krabies no son a prueba de agua”.

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