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Salmos e Himnos para la Lectura Orante Universidad Pontificia Comillas

SALMO 32

1 6
¡Dichoso el que está absuelto de su culpa, Por eso, que todo fiel te suplique,
a quien le han enterrado su pecado! y la avenida de aguas torrenciales
2
¡Dichoso el hombre a quien el Señor no lo alcanzará.
7
no le apunta el delito Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
y cuya conciencia no queda turbia! cuando grito ¡socorro!, me rodeas.
3 8
Se consumían mis huesos cuando callaba, –Te instruiré, te señalaré
cuando rugía sin parar; el camino que has de seguir;
4
porque día y noche tu mano te aconsejaré, fijaré en ti mis ojos:
pesaba sobre mí; cuando llegue la tribulación,
se me secaba la savia no se acercará a ti.
9
en un bochorno estivo. No seáis como caballos o mulos,
irracionales,
5
Te declaré mi pecado, cuyo brío hay que domar
no te encubrí mi delito; con freno y bocado.
propuse confesarme
10
de mis delitos al Señor; El malvado sufre muchas penas,
y tú perdonaste al que confía en el Señor
mi culpa y mi pecado. su lealtad lo rodea.
11
Festejad al Señor, los honrados, alegraos,
aclamadlo, los hombres sinceros.

Cuando leas

• Fíjate en que estamos ante un salmo penitencial. Pero el orante se dirige a Dios
una vez que ha acabado el proceso: ya se ha recibido el perdón de Dios (v. 5). Es
una meditación sobre la experiencia de pecado, confesión o reconocimiento de
culpas y perdón.

• Observa el contenido de los vv. 8-9: ¿quién habla, Dios o el orante? Si es el


orante, entonces se dirige a otros y les ofrece su historia de perdón. Si es Dios,
entonces se dirige al orante señalándole el “propósito de la enmienda”: el
camino que debe seguir (un camino “razonable”, humano, no “animal”).

• Fíjate en los personajes: el orante, el Señor, “todo fiel” (hasid) y los “honrados”
(saddiqim = hombres sinceros). Hay una especie de diálogo entre el orante y
Dios, del que probablemente son testigos los fieles y honrados, la asamblea.

• Observa las pocas imágenes que se emplean:


- savia y bochorno (v. 4)
- inundación (v. 6)
- animales recalcitrantes (v. 9)

• Fíjate en el relativo despliegue de términos para el pecado (vv. 1-2 y 5) y sus


correspondientes para “perdonar”:
- culpa (pesa‘) / absolver (nasa’)
- pecado (hatta’a) / enterrar, cubrir (kasah)
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- delito (‘awon) / no apuntar (lo’ hasab)

• Observa algunos juegos u oposiciones:


- si el hombre “cubre” su pecado, lo “encubre” (v. 5) / si el que lo “cubre”
es Dios, lo “perdona” (v. 1)
- bajo la culpa, ni el silencio ni el rugido valen para nada (v. 3) / porque
día y noche se siente el “peso de la mano” del Señor
- las aguas torrenciales no alcanzan al fiel que suplica a Dios (v. 6; v. 8:
“La tribulación no se acercará a ti”) / porque el que rodea y defiende a
ese fiel es el Señor (v. 7; en el v. 10 es la lealtad o misericordia [hésed]
del Señor la que rodea al fiel [hasid])
- la savia seca por el bochorno, imagen del pecador, es la antítesis del justo
de Sal 1,3, “árbol plantado junto a acequias que da fruto en su sazón y su
follaje no se marchita”

• Recuerda que los vv. 1-2 del salmo son citados por san Pablo (Rom 4,7-8) como
argumento para la salvación por la sola fe, independientemente de las obras: en
efecto, en el salmo Dios perdona únicamente porque el fiel ha reconocido su
culpa.

Cuando medites

• Reflexiona sobre tu historia pasada con la misma clave que el salmo: ¿has
percibido algún sufrimiento en tu vida como “castigo de Dios”? ¿Te has sentido
perdonado y aliviado después de reconocer tus culpas? ¿Experimentas a Dios
como refugio de “aguas torrenciales”? ¿Eres dócil a la palabra del Señor o un
“mulo” irracional y terco?

• Piensa si verdaderamente Dios castiga con enfermedades, desgracias,


accidentes… El salmo participa de la mentalidad del Antiguo Testamento, según
la cual al bueno le van bien las cosas y al malo mal: los éxitos o los fracasos de
la vida se consideran el pago que Dios otorga a nuestras buenas o malas
acciones. ¿Qué se puede decir de esto desde la experiencia de Jesús y del Dios
de Jesús?

• Sobre todo, considera toda tu vida como una historia de perdón.

Cuando ores

• Haz el esfuerzo por hacer viva la sensación de frescor en el bochorno, de


seguridad ante la inundación, de la compañía misericordiosa de Dios –“fijaré en
ti mis ojos” (v. 8)– en el camino de la vida.

• Visualiza la escena en que Jesús te está dirigiendo a ti estas palabras: “Venid a


mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28).
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• Recuerda la parábola del “hijo pródigo” (Lc 15,11-32) y ponte sucesivamente en


el papel del hijo menor, del hijo mayor y del padre con respecto al perdón.

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