BRÍGIDA: Pobre garza enjaulada, los sentidos me enajena, dentro la jaula nacida, y el alma ardiente me llena ¿qué sabe ella si hay más vida de su insensata pasión. ni más aire en que volar? Empezó por una apuesta, y aún virgen a las primeras siguió por un devaneo, impresiones del amor, engendró luego un deseo, nunca concibió la dicha y hoy me quema el corazón. fuera de su pobre estancia, Poco es el centro de un claustro: tratada desde la infancia ¡al mismo infierno bajara con cauteloso rigor. y a estocadas la arrancara Y tantos años monótonos de los brazos de Satán! de soledad y convento ¡oh, hermosa flor cuyo cáliz tenían su pensamiento al rocío aún no se ha abierto! ceñido a punto tan ruin, a transplantarte va al huerto a tan reducido espacio de sus amores don Juan. y a círculo tan mezquino, ¡Brígida! que era el claustro su destino BRÍGIDA: os estoy oyendo, y el altar era su fin. Y me hacéis perder el tino; «Aquí está Dios», la dijeron; yo os creía un libertino Y ella dijo: “Aquí le adoro”. sin alma y sin corazón. «Aquí está el claustro y el coro». DON JUAN:¿Eso extrañas? ¿No está claro Y pensó: «No hay más allá». que en un objeto tan noble Y sin otras ilusiones hay que interesarse doble que sus sueños infantiles, que en otros? pasó diez y siete abriles BRÍGIDA: Tenéis razón. sin conocerlo quizá. DON JUAN: Conque ¿a qué hora se recogen DON JUAN: ¿Y está hermosa? las madres? BRÍGIDA: ¡Oh! como un ángel. BRÍGIDA: ya recogidas DON JUAN: Y la has dicho... estarán. ¿Vos prevenidas BRÍGIDA: Figuraos todas las cosas tenéis? si habré metido tal caos DON JUAN: Todas. en su cabeza, don Juan. BRÍGIDA: pues luego que doblen Le hablé del amor, del mundo, a las ánimas con tiento de la corte y los placeres, saltando al huerto, al convento de cuánto con las mujeres fácilmente entrar podéis érais pródigo y galán. con la llave que os he enviado; La dije que erais el hombre de un claustro oscuro y estrecho por su padre destinado es, seguid bien derecho, para suyo; os he pintado y daréis con poco afán muerto por ella de amor, en nuestra celda. desesperado por ella, DON JUAN: y si acierto y por ella perseguido, a robar tan gran tesoro y por ella decidido te he de hacer pesar en oro. a perder vida y honor. BRÍGIDA: por mí no queda, don Juan. En fin, mis dulces palabras DON JUAN: ve y aguárdame. al posarse en sus oídos, BRÍGIDA: voy, pues, sus deseos mal dormidos A entrar por la portería arrastraron de sí en pos, Y a cegar a sor María y allá dentro de su pecho La tornera. Hasta después. han inflamado una llama de fuerza tal, que ya os ama y no piensa más que en vos. BRÍGIDA: Buenas noches, doña Inés. BRÍGIDA: Claro está; DOÑA INÉS: ¿Cómo habéis tardado tanto? en esa carta os vendrá BRÍGIDA: voy a cerrar esta puerta. ofreciendo el regalito. DOÑA INÉS: hay orden de que esté abierta. DOÑA INÉS: ¡Qué! ¿Será suyo el papel? BRÍGIDA: eso es muy bueno y muy santo BRÍGIDA: ¡Vaya, que sois inocente! para las otras novicias Pues que os feria, es consiguiente que han de consagrarse a Dios: que la carta será de él. no, doña Inés, para vos. DOÑA INÉS: ¡Ay, Jesús! DOÑA INÉS: Brígida, no ves que vicias BRÍGIDA: ¿Qué es lo que os da? Las reglas del monasterio, que no permiten… DOÑA INÉS: Nada, Brígida, no es nada. BRÍGIDA: ¡Bah! ¡bah! BRÍGIDA: No, no; si estáis inmutada. Más seguro así se está, (Aparte.) Y así se habla sin misterio Ya presa en la red está. Ni estorbos: ¿habéis mirado ¿Se os pasa? El libro que os he traído? DOÑA INÉS: Sí. DOÑA INÉS: ¡Ay!, se me había olvidado. BRÍGIDA: Eso habrá sido BRÍGIDA: ¡pues me hace gracia el olvido! cualquier mareíllo vano. DOÑA INÉS: ¡cómo la madre abadesa DOÑA INÉS: ¡Ay! Se me abrasa la mano Se entró aquí inmediatamente! con que el papel he cogido. BRÍGIDA: ¡Vieja más impertinente! BRÍGIDA: Doña Inés, válgame Dios, DOÑA INÉS: ¿pues tanto el libro interesa? jamás os he visto así; BRÍGIDA: Vaya si interesa, mucho. estáis trémula. ¡Pues quedó con poco afán DOÑA INÉS: ¡ay de mí! el infeliz! BRÍGIDA: ¿Qué es lo que pasa por vos? DOÑA INÉS: ¿Quién? DOÑA INÉS: No sé... El campo de mi mente BRÍGIDA: Don Juan. siento que cruzan perdidas DOÑA INÉS: ¡Válgame el cielo! ¡Qué escucho! mil sombras desconocidas, ¿Es don Juan quien me le envía? que me inquietan vagamente; BRÍGIDA: por supuesto. y ha tiempo al alma me dan DOÑA INÉS: ¡Oh! Yo no debo con su agitación tortura. tomarle. BRÍGIDA: ¿Tiene alguna, por ventura, BRÍGIDA: ¡Pobre mancebo! el semblante de don Juan? Desairarle así, sería DOÑA INÉS: No sé; desde que le vi, matarle. Brígida mía, y su nombre DOÑA INÉS: ¿Qué estás diciendo? me dijiste, tengo a ese hombre BRÍGIDA: Si ese Horario no tomáis, siempre delante de mí. tal pesadumbre le dais, Por doquiera me distraigo que va a enfermar, lo estoy viendo. con su agradable recuerdo, DOÑA INÉS: ¡Ah! No, no; de esa manera y si un instante le pierdo, le tomaré. en su recuerdo recaigo. BRÍGIDA: Bien haréis. No sé qué fascinación DOÑA INÉS: ¡ Y qué bonito es! en mis sentidos ejerce, BRÍGIDA: Ya veis: que siempre hacia él se me tuerce quien quiere agradar, se esmera. la mente y el corazón; DOÑA INÉS: Con sus manecillas de oro. ¡Y cuidado, que está prieto! y aquí, y en el oratorio, A ver, a ver si completo y en todas partes advierto contiene el rezo del coro. que el pensamiento divierto (Le abre y cae una carta de entre sus hojas.) con la imagen de Tenorio. Mas ¿qué cayó? BRÍGIDA: Un papelito. DOÑA INÉS: ¡Una carta!