Según Beder Bocanegra , autor del texto Evaluación del aprendizaje,
Un enfoque socializador , sostiene “ Medición y evaluación son términos análogos porque los dos se asocian directamente a calificativos sobre el logro de capacidades” .
Si bien es cierto la diferencia es muy puntual entre medición y evaluación,
en la práctica, muchas veces utilizamos los instrumentos de evaluación para justificar nuestra participación como docente capaz de medir, o calcular la cantidad de información, maquillando así el error de evaluación.
En consecuencia, es importante definir la diferencia entre medición y
evaluación, cuando un alumno obtiene un calificativo de catorce se está midiendo su capacidad desde lo cuantitativo, pero al explicar las causas evidenciadas durante el proceso que motivan el catorce probablemente esto permitiría tipificar al alumno como bueno, regular, más o menos etc. (cualitativo) estaría evaluando porque tales interpretaciones obedecen a ciertos criterios establecidos previamente.
Los docentes debemos evaluar de manera objetiva en función a criterios
que implique un proceso coherente y pertinente. Si queremos saber cuanto sabe el alumno deberemos ir más allá de un calificativo haciéndonos algunas preguntas: porqué logró catorce, que pasó con la diferencia, donde incide el error, los reactivos mal contestados están mal formulados, no interesan al alumno o no son pertinentes; Cuando el maestro explique realmente las causas y logre que los contenidos sean significativos a partir de la evaluación, entonces estaríamos ante un nuevo paradigma de valorar el proceso de aprendizaje.
Este paradigma realmente posee fundamento por cuanto la evaluación se
consagra a merced de los exámenes de memoria y además legítimos para obtener información del cuanto saben los estudiantes, donde el docente no sabe realmente que hacer y continua simplemente evaluando para medir el nivel de evocación cognitiva.
Caracterizar los tradicionales conceptos de evaluación nos permite
reflexionar que nuestro rol como docente con principios de evaluación en el marco del constructivismo debe garantizar que los resultados reflejen, en definitiva, el logro de capacidades en toda su dimensión.