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Acuey, Revista de Filosofia? 15,1997, 25-47 La lucha por el reconocimiento en el Estado democratico de derecho* JURGEN HABERMAS Las constituciones modernas deben 2 las ideas dei derecho racional el que los ciudadanos se agrupen a partir de su propia decisién en una comunidad de asociados juridicos libres ¢ iguales. La ‘constitucién pone en vigor precisamente aquellos derechos que los ciudadanos deben concederse reofprocamente, cuando quieren regular su vida en comin en forma legitima con los medios del derecho positivo. Con ello son presupuestos los conceptos del derecho subjetivo y de la persona jjurfdica individual como titular de los derechos. El derecho moderno fundamenta por cierto relacio- nes de reconocimiento intessubjetivo sancionadas por el Estado, pero los derechos asi deducidos aseguran la vulnerable integridad de cada uno de los sujetos de derechos en particular. En dltima instancia se trata de la proteccién de esas personas jurfdicas individuales, incluso cuando la integridad del individuo —en el derecho no menos que en la moral— dependa de las estructuras intactas de relaciones de reconocimiento reciproco. {Puede jt it icar una teoria del derecho cons- ‘ruida en forma individualista aquellas luchas por el reconocimiento, en las cuales aparentemente se trata de la articulaciGn y afirmacién de identidades colectivas? ‘Una constitucidn puede entenderse como un proyecto historico, que los ciudadanos prosiguen de nuevo en cada generacién. En el estado democritico de derecho est doblemente codificado el ejercicio del poder politico: debe poder entenderse a la vez como realizacién de un sistema de derecho Ia elaboracién institucional de los problemas planteados y la mediacién procedimentalmen- te regulada de los intereses correspondientes'. Pero en la arena politica estin frente a actores colectivos, que disputan sobre fines colectivos y sobre la distribucién de bicnes colectivos. Sélo frente al tribunal y en el discurso jurdico se tata directamente de derechos individuales exigibles judicialmente. El derecho vigente debe ser también interpretado en forma nueva en coniextos ‘camibiantes en vista de nuevas necesidades y diferentes coyunturas de intereses. Esa disputa en torno a la interpretacién y realizacidn de pretensiones no desempefiadas histéricamente es una lucha por derechos legitimos, en la que de nuevo estén involucrados actores colectivos, quienes oponen resistencia contra el irrespeto a su dignidad. En esa «lucha por el reconocimiento» se articulan experiencias colectivas de una integridad violada, como lo mostré recientemente A. Honneth’ {Pueden hacerse compatibles estos fenémenos con una teoria individualista del derecho? ‘Una respuesta afirmativa la insintan las conquistas politicas del liberalismo y de la socialdemo- ctacig, que resultaron de los movimientos de emancipacién de la burguesfa y del movimiento protetario en Europa, Ciertamente busearon como meta los das movimientos superar la privacién "Publicado en: Die Einbecehung des Anderon. Sudlen 2x polischon Theorie Subvkam, Frankfur’M., 1997. pp. 257 26 1 HABERMAS, J: Falszii und Gelung, Fraskfon aM, 1992, Kap I 2 HONNETH, A: Kampf um Anerheraung, Frankf aM, 1992, 26 Lirgen Habermas de derechos de los grupos subprivilegiados y con esto Ia divisidn de Ia sociedad en clases sociales. Pero allf donde el reformismo social-liberal entré en accién se desarroll6 la lucha contra la represién de colectivos, que fueron privados de iguales oportunidades de vida social, en la forma de tuna lucha por la universalizacién de los derechos civiles (del estado social). Tras la caida del socialism de Estado no quedé més que esta perspectiva; —Is masa de la poblaci6n debie lograr la ‘oportunidad de vivir con a justificada expectativa en su seguridad, justia social y bienestar a través de que el status del trabajo asalariado dependiente se complements con los derechos sociales y politicos de participacién. Las desiguales condiciones sociales de vida de la sociedad cupitalista {deben ser compensadas por medio de una distribuci6n justa de los bienes colectivos. Esa meta es concifiable en general con Ia teoria del derecho, porque se pueden distribuir los «bienes bésicos» {en el sentido de Rawls) ya sea individualmente (dinero, tiempo libre y servicios) o utilizar en forma individual (como la infraestructure de los servicios de transportes, salud y educacién) y por esto pudieron ser cancedidos en la forma de derechos individuales a la prestacién, ‘A primera vista la situacién es sin embargo completamente diferente con las pretensiones de reconocimiento de las identidades colectivas y con las demandas de igualdad de derechos de las, formas de vida culturales. Hoy en dia luchan por estas pretensiones las feministas, las minorfas en las sociedades multiculturales, pueblos que aspiran a su independencia nacional, y aquellas regi res otrora colonias que reclaman judicialments en el escenario internacional la igualdad de con cidn de sus culturas. ;No exige entonces el reconocimiento de formas de vida culturales y tradicio- nes que han sido marginalizadas, ya sea en el contexto de una cultura mayoritaria 9 en el de la sociedad mundial dominada eurocéntricamente o por el Attintico norte, unas garantfas de status y supervivencia, en todo caso un tipo de derechos colectives, que hacen estallar nuestra tradicional ‘utocomprensién «liberal» del Estado democritico de derecho cortada sobre la idea de los derechos subjetivos? ‘A esta pregunta da Charles Taylor una respuesta diferenciada, la cual conduce a que esta discusién dé un gran paso’. Asi lo muestran Jos comentarios publicados en este mismo libro, los ‘cuales retan a sus pensamientos originales hacia la ertica. En los puntos esenciales Taylor perma- nece ambiguo. Distingue dos versiones del Estado democratico de derecho, a los que denomina Jiberalismo 1 y liberalismo 2. Esa denominacién sugiere que la segunda variante de liberalismo, la cual favorece en su distinciGn, corrige solamente una comprensién inadecuada de los principios liberales. Sin embargo, si se mira la cosa mis de cerca la versiGn de Taylor ataca esos principios en si mismos y pone en cuestién el niicleo individualista de la autocomprensién moderna de la libertad. «La politica del reconocimiento» de Taylor Indiscutible es Ia expresién de Amy Gutmann: «A un reconocimiento publico completo le ppertenecen dos formas de respeto: 1. Respeto por la inconfundible identidad de cada individuo, con independencia del sexo, raza o pertenencia étnica, y 2. respeto por todas aquellas formas de accién, précticas, variedades de concepciones del mundo, las cuales gozan de un alto aprecio entre los miembros de grupos discriminados © con las cuales éstos se sienten estrechamente vinculados. A. estos grupos pertenecen en los Estados Unidos las mujeres, los asiéticoamericanos, Ios afroameri- 3. TAYLOR, Ch: Mulicultralsn and The Politics of Recognition, Pincenton University Press, Princenton, 1952. ‘La lucha porelreconocimionto en el Extado democrétcn de derecho 27 ccanos, los indigenas americanos y una variedad de otros grupos.»‘.Lo mismo vale naturalmente para Jos obreros extranjeros y otros extranjeros en Alemania, los croatas en Serbia, los rusos en Ucania, los kurdos en Turquia, los limitados fisicos, los homosexuals, tc... sta exigencia no apunta fen primera linea a una igualacién de las condiciones de vida sociales, sino a la proteccién de la integridad de las formas de vida y de las tradiciones, en las cuales pueden reconocerse los miembros de los grupos discriminados. Por cierto se vinculan en forma normal el no reconocimiento cultural con una pronunciads subprivilegiacin social, por lo cual las dos se hacen acumulativamente més fuertes. ‘Controvertibie es la pregunta si la exigencia (2) resulta de (1) —es decir del principio de igual respeto ‘para cada individuo— o si esas dos exigencias deben entrar en colisién por lo menos en algunos casos. Taylor parte de que el aseguramiento de las identidades colectivas entra en competencia con el derecho a las iguales libertades subjetivas —con el Gnico y originario derecho humano en el sentido de Kant—, de tal manera que en caso de colisién se debe decidir sobre la primacia de la una o del ‘otro. Al respecto habla la siguiente reflexién. Ya que (2) exige precisamente la consideraciGn de las paricularidades, de las cuales parece que (1) hace abstraccién, debe entonces hacerse valer el principio de la igualdad de trato, en politicas que corran en direccién opuesta —de un lado, en una politica de la consideracién de las diferencias culturales, y de otro lado, en una politica de la uuniversalizacién de los derechos subjetivos. Una de estas politicas debe compensar el precio, que la otra exige en forma de un universalism igualador. Taylor deletrea esta oposicién en los conceptos terico-morales de lo bueno y Jo justo que como quisiers mostrar ha sido construida equivocada- ‘mente. Liberales del tipo de Rawls y Dworkin exigen un orden juridico neutral éicamente, el cual debe asegurarle jguales oportunidades a todas las personas que sigan su propia concepcion de vida ‘buena. Por el contrario comunitaristas como Taylor y Walzer le cuestioman al derecho su nevtrali- dad ética y esperan por esto del Estado de derecho también el activo fomento de determinadas concepeiones de la vida buena en easos necesarios, Taylor se refiere al ejemplo canadiense de las minorfes francéfonas que conforman ia mayoria fen la provincia de Quebec. Estas reivindican para Quebec el derecho a conformar al interior del Estado una «sociedad de un tipo particular»; quieren asegurar alli la integridad de su forma de vida contra las culturas mayoritarias anglosajonas entre otras cosas, mediante reglas que le prohiban a la poblacién de habla francesa y a los inmigrantes enviar a sus hijos a escuelas inglesas, a través de estipular que el francés sea el lenguaje de la comunicaciGn en empresas con més de 50 trabajadores y de prescribir el francés como el lenguaje comercial en general. Tales fines colectivos deben ‘cerrarse frente a una teorfa del derecho del primer tipo: «Una sociedad con fines colectivos como en el caso de Quebec viola este modelo. Al seguir este modelo se pasa por alto, peligrosamente, una ‘muy importante diferencia al hablar de los derechos fundementales, cuando se trata por ejemplo de la firma de documentos en el lenguaje que uno prefiera. Hay que distinguir las libertades fundamen- tales, las que nunca deben ser limitadas y que por eso deben estar firmemente establecidas, por una parte, de las inmunidades y los privilegios, que en cierta forma son importantes, pero que s6lo pueden ser revocados 0 recortados por razones de politica publica que estén ciertamente muy bien fundamentadas, por otra.»*. Taylor propone un modelo contrapuesto, el cual posibilita imitar el status de garantfas de Ios derechos fundamentales bajo ciertas condiciones, con el fin de asegurar la supervivencia de formas de vida culturales amenazadas; con esto propone también politicas «que deben tratar activamente de crear miembros de la comunidad, por ejemplo, al asegurar que las 4 GUTMANN, A: «Komentam, en: Multuluratsnus und de Polit der Anerkemnung.S. FISCHER. Ferkfur/M, 1993, 128, 5 TAYLOR, Che op. cit, S153 28 Hirgen Habermas ¢generaciones futuras continien identificdndose como francoparlantes. No podemos considerar que sas politicas simplemente estén dando una posibilidad 2 las personas que ya existen.»* ‘Taylor hace plausible su tesis de la incompatibilidad a través de presentar, en primer lugar, la teoria de los derechos en la lectura selectiva del liberalismo 1. Ademds interpreta su ejemplo canadiense en forma no selectiva; poco nitida permanece también la referencia juridica de su planteamiento. Antes de considerar estos dos problemas mencionados quiero mostrar que una bien ‘entendida teoria de los derechos no es de ninguna manera ciega frente alas diferencias culturales, Bajo liberalismo 1 entiende Taylor una teorfs segiin la cual a todos los asociados de una comunidad de derecho se les deben garamtizar iguales libertades de accién subjetivas en la forma de derechos fundamentales; en caso de conflicto deciden los tribunales a quien le corresponden tales derechos; el principio del respeto igual para todos adquiere validez por tanto slo en la forma de tuna autonomfa protegida jurfdicamente, que cada uno puede utilizar con el fin de realizar su proyecto personal de vida. Esta interpretacién del sistema de derechos es patemalista porque escinde el concepto de autonomia. No considera que los destinatarios del derecho pueden adquirir ‘autonomia (en sentido kantiano), sdlo en la medida en que ellos mismos puedan comprenderse como autores de las leyes a las que estén sometidos como sujetos del derecho privado. El liberalis- ‘mo I desconoce la cooriginariedad de la autonomia pblica y privada, Con esto se trata no sélo de tuna complementacién que permanece extrinseca a la avtonomia privada, sino de una necesaria ‘conexin conceptual interna entre ambas. Al fin y al cabo, los sujetos de derecho privado no pueden Hogar a obtener el disfrute de las libertades subjetivas, a no ser que ellos mismos alcancen, en el éjercicio conjunto de su autonomia ciudadana, claridad sobre los intereses justos y los crtetios, y Neguen a un acuerdo sobre aquellos aspectos relevantes, segtn los cuales cosas iguales han de ser tratados igualmente y cosas diferentes de manera diferente. En la medida en que nosotros tomemos en serio esa conexién interna entre el Estado de derecho. y la democracia, se aclara que el sistema de derechos no slo no es ciego frente a las desiguales condiciones sociales de vida, sino, que tampoco lo es en absoluto a las diferencias culturales. El daltonismo de la lectura selectiva desaparece, si se supone que le alribuimos @ los titulares de los derechos subjetives una identidad intersubjetivamente constituida. Las personas, también los suje- tos de derecho s¢ individualizan slo por medio de procesos de socializacién’, Bajo esta premisa requiere una teorfa de los derechos comectamente entendida una politica del reconocimiento que proteja Ia identidad del individuo en el contexto de vida que forma su identidad. Para esto no es necesario ningin modelo contrapuesto que corrija el corte individualista del sistema de derechos por medio de otro punto de vista normativo, sino solamente su consecuente realizacién. Sin duda ésta tomaria un mal cariz sin movimientos sociales y luchas politcas. Esto ultimo puede probarse en la historia del feminismo, que siempre debié hacer nuevos arranques para imponer sus metas politico-juridicas contra fuertes resistencias, As{ como el desarrollo del derecho en general en las sociedades occidentales ha seguido un ‘modelo durante tos dltimos cien afios, de la misma manera ha sido éste seguido por las politicas feministas igualitarias; éste puede describirse como la dialéctica entre igualdad juridica y féctica. Las libertades de accién conceden iguales atribuciones jurdicas las cuales pueden ser usadas en forma diferencial y, por tanto, no fomentan la igualdad féctica de condiciones de vida 0 de & TAYLOR, Ch: op. cit, 52 7 HABERMAS, . «ladividuierung durch Vergsalshaftong>. en: Naclmetaplpsiches Denken, Sukekamp, Fankfut M. 1988, 197.241 La tucha por el reconacimieno en el Estado demoerdico de derecho 29 posiciones de poder. Para que el sentido normativo de la igualdad jurdiea no transforme en su aoe ario, deben, de un lado, satisfacerse los presupuestos fécticos pars una igualdad de oportunida- dee de ejereicio de la aribuciones juridicas igualmente éistribuidas. De otto lado, una nivelacién sear cosdiciones fécticas de vida y de las posiciones de poder que se intenten a partir de est panto de vista no debe conducir a intervenciones normalizadas tales, que Fimiten sensiblemente al presunto beneficiaro de los derechos en su espacio de acciGn necesario para Ja conformacién de ares vida auténoma. En 1a medida en que quedelimitado el horizonte al mero aseguramienio de a antiwomia privada y se haga desaparecer Ia conexién interna de Jos derechos subjetvos de las personas privadas con la autonomia publica de os ciudadanos participantes £0 el proceso legislati- vo, tambalea desvalida la politica de los derechos entre los polos de un paradigma del derecho Jiieral en el sentido de Locke y uno del Estado social de horizonteslimitados, De la misma manera sucede con el tratamiento igual a hombres y mujeres". a politica liberal pretende, en primer lugar, separar el status adquirido de Ia identidad del sexo yy garantizar para las mujeres una igualdad neutral de oportunidades en la compessne™ Po puestos Je abajo, I estimacidn social, la educacién, e! poder police, et. La nivelacién formal parcial- sete coneguida permite destacar en forma mas clara el trato desigual que de hecho ¢¢ i ba dado 1 jas mujeres. Al respecto reaccion6 la politica del estado social con reglas especiales, particular sme en el derecho social, del trabajo y de familia, les cuales se refieren al embaraz> y la secret dad o a eargas sociale en e} caso de separacisn. Claro que entretanto se han convertide 6 Shjeto de critica feminista no s6lo las reivindicaciones liberles no desempeRas, S10 también las cet lensias ambivalentes de 10s programas levados adelante con éxito por el estado social come por ejemplo el riesgo incrementado de ocupacion para las mujeres a aves de estas compensacio- aoe ayorrepresentacion de mujeres en 10s grupos con bajo salario, el probleméico «bietest ree ae iose, en general 1a creciente «feminizaciGno de ia pobreza, etc. La azén estructural para sof ecrimivacidn prodvcida en forma reflexiva consise en laclsifiacién sobregeneralizada pars cao erer diserimanadas y para grupos de personas discriminados. Esas eflsas» clasficaciones anarison a iniervenciones «normalizadas» en las maneras de vivir, las cuales hacen eambiat al sete de la compensacion de daffos en una nueva discriminacin y la garantia de libertad en supresiGn de la libertad. En los campos feministas ée] derecho adopta un sentido literal el paterna- Tere del estado social, porque el legislativo y la administracién de justicia se erientap segin tnodelos tradicionales de interpretaci6n y consolidan asf los estereotipos existentes de 12 identidad de los sexos. La clasificacién de roles de los sexos y las diferencias determinadas por el sexo tocan TPS, lemonales de la autocomprensin cultural de una sociedad. Sélo ahora ha hecho comprondet al ernerns radical el cadcter faible, necestado de revision y fundamentalmente cuestionable d& os autocomprensi6n. Est insiste con derecho en que los aspactos bajo las cuales adauleret significado las ‘iferencios entre experienci y situaciones de vida de determinados grupos de hombres y mujeres, para una utlizacién en igualdad de oportunidades de las Hibertades de aecién subjetivas, deben ser Prjaradas en la esfera publica politica y cierumente en la discusién péblica para asf obtener imterpretacién adecuada de las necesidades’. Por esto pusde demostrarseclaramente ¢h c& lucha por aanrrrrvelaciGn de las mujeres el cambio de comprension en el paradigma del derecho, En tugst del ae ote cobre i la autonomie de Tos sujetos de derecho queda mejor asegurada por medio ‘de Tas Fenades subjtivas para la competencia de las personas privadas oa través de derechos ala prestacién FT RHODE, DL: Justice and Gender, Cambsidge. Mas, 1989. Part One 3 FRASER, Nis «Suuggle over needs in: des, Unruly Practices, Oxford 1989, 144-160, 30 Sirgen Habermas para los clientes de las burocracias de los estados de bienestar, aparece una concepcidn procedimental del derecho, segin la cual el proceso democratico debe asegurar a la ver la autonomia piblica y privada: los derechos subjetivos, que deben garantizarlea las mujeres una formacién auténoma de su ‘vida, no pueden ser formulados en forma adecuada, si antes las implicadas mismas no han articulado y fundamentado en las discusiones publicas los correspondientes aspectos relevantes para los casos tipicosen que cosas iguales han de ser tretadas igualmente y cosas diferentes de manera diferente. La autonoméa privada de ls ciudadanos con los mismos derechos puede asegurarse solamente a un mismo paso con la activaciOn de su autonomfs ciudadan La lectura selectiva «liberal» del sistema de derechos ignora esta conexién y entiende por esto cn forma equivocada el universalismo de los derechos fundamentales como una nivelacisn abstrac- tae diferencias y, por cierto de la misma manera, las diferencias culturales como las sociales; éstas deben ser percibidas y consideradas con una sensibilidad contextual siempre mayor, cuando se trata de realizar el sistema de derechos a través de un camino democrético. La universalizacién de los derechos civiles es abora como antes él motor de una diferenciacién progresiva del sistema de derechos, el cual no puede asegurar la integridad de los sujetos de derechos sin que garantice a la vez. un estricto trato igual de los comtextos de vida que conforman las identidades. Si la lectura selectiva de la teorfa de los derechos se corrige en la linea de una comprensiOn democratica de la realizacién de los derechos fundamentales, no es necesario contraponerle a la forma abreviada del liberalismo 1, un modelo que introduce derechos colectivos extrafios al sistema. La lucha por el reconocimiento, Los fendmenos y niveles de su anilisis Feminismo, multiculturalismo, nacionalismo, y la lucha contra la herencia eurocénirica del ccolonialismo son fendmenos emparentados que no deben ser confundidos, Su parentesco consiste ‘en que las mujeres, minorias étnicas y culturales, as{ como naciones y culturas, se resisten contra la ‘opresicn, la marginalizacién, el desprecio y por esto luchan por el reconocimiento de sus identida- des colectivas, ya sea en el contexto de una cultura mayoritaria o en ¢l de la comunidad de los pueblos. Se traia de movimientos de emancipacién cuyas metas politicas colectivas son definidas ‘en primera Ifnea culturalmente, aunque siempre estén en juego también desigualdades sociales y econémicas, asf como también dependencias polfticas. (a) El feminismo no es ciertamente una cuestién de una minorfa, pero se dirige contra una ‘cultura dominante la cual interpreta las relaciones entre los sexos en una forma asimétrica, que excluye Ia igualdad de derechos. La diferencia en las condiciones de vida y de experiencias especificas a los sexos no encuentra juridicamente ni formalmente la consideracién adecuada: la autocomprensién cultural de las mujeres no encuentra su debido reconocimiento, asf como tampoco su contribucién 2 la cultra comiin; bajo las definiciones dominantes no pueden articularse en forma suficiente las necesidades femeninas. Asi comienza la lucha politica por el reconocimiento ‘como lucha por la interpretacién de los intereses y de las capacidades especificas de los sexos: en la medida en que ésta tiene éxito, cambia junto con la idemtidad colectiva de las mujeres Tas relaciones entre los sexos ¢ influye a través de esto inmediatamente en la autocomprensién de los hombres. El registro de valores de la sociedad en su totalidad es puesto en discusi6n; las consecuen- cias de esa problematizacién penetran incluso en la médula misma de los ambitos privados y afectan también a las fronteras establecidas entre las esferas privada y pablica”. 10 BENHABIB, S- Situation the sei Oxfors, 1992, Part {La lucha por el reconccimentoen el Estado democritico de derecho a1 (b) El asunto es distinto sucede con la lucha por el reconocimiento de la identidad colectiva de minorias étnicas y culturales oprimidas. Ya que tales movimientos de emancipacién aspiran tam- bign a superar una divisin ilegitima de la sociedad, no puede por esto permanecer intacta la ‘autocomprensién de la cultura mayoritaria. Pero desde su perspectiva no deben cambiar sus propios roles las interpretaciones de las capacidades e intereses de os otros, en la misma forma que las reinterpretaciones de las relaciones entre los sexos cambian el rol del hombre. Los movimientos de emancipacién en las sociedades multiculturales no forman un fenémeno unitario. Estos presentan distintos desafios segtin que las minorias endégenas se han hecho cons~ ccientes de su identidad o si surgen nuevas minorias a través de la inmigraciGn; dependiendo de si ‘con esa tarea se confrontan Estados que se comprenden a si mismos como estados inmigrantes en virtud de su historia y de su cultura politica, o como Estados que, primero, deben adecuar su autocomprensién nacional a la integracién de culturas extraias. Los desafios son més grandes ‘cuanto més profundas Meguen a ser las diferencias religiosas, de raza o étnicas o las no-simultanei- , para lo cual 32. Jurgen Habermas ofrecen un amplio especiro entre unas regulaciones para una confederacién de Estados y una taxa construceién de Estados federales. En Canada se vincula la descentraizacion de los poderes estatales soberanos con la cuestién de la autonoméa cultural para una minorfa que en su propia casa quiere convertrse en tna mayoria relativa. Desde nego asf surgirdn nuevas minorfas con el cambio de color de la cultura mayoritaria, ‘Nosotros debemos distinguir al lado de los diferentes fenémenos caracterizados desde (a) hasta (4) también otros distintos niveles de su andlisis. Las reflexiones de Taylor tocan por lo menos tres discursos los cuales surgieron a la luz con estos fendmencs. (€) En el debate sobre Political Correciness han constituido estos fenémenos la ocasién para tuna autocomprensién de los intelectuales americanos sobre la importancia de la modernidad!” ‘Ninguno de los partidos en disputa quiere continuar la modernidad como un proyecto inacabado partir de si mismo, Aquello que para los «radicales> significé un paso valeroso en la postmoder- nidad y una superaci6n de figuras totalitarias de pensamiento, constituy6 para los «tredicionalistas» tun signo de la crisis, la cual s6lo podia superarse mediante un retorno evocador a la tradicién clésica de occidente, Esos debates podemos darlos por terminados, puesto que no contribuyen al anélisis de 1a lucha por el reconocimiento y menos a su soluci6n politica”. (B) En otro nivel estén situados los discursos filos6ficos en sentido estrecho que parten de los problemas mencionados para describir problemas generales. Los fenémenos son adecuados para ilustrar las dificultades de la comprensién intercultural; iluminan la relacién entre moral y eticidad (Sittlichkeit) 0 la relacién interna entre significado y validez; y le dan a la vieja pregunta nuevo mpulso: si nosotros podemos en general trascender el contexto de nuestra cultura y los lenguajes particulares o si permanecen sujetos todos los esténdares de racionalidad a determinadas tradiciones imagenes del mundo. Las imponentes evidencias de Ia fragmentacién de las sociedades multicul- turales y la confusion babilénica de Ienguas en una sociedad mundial supercompleja parecen constrefirnos a conceptos contextualistas de imagenes del mundo y a lenguajes holistas, los cuales se muestran escépticos frente a todas las pretensiones universalistas de validez ya sean de tipo cognitivista 6 normativo. El ramificado, provisional y aun abierto debate sobre la racionalidad tiene ciertamente consecuencias para los conceptos de lo bueno y 10 justo con los que operanmos cuando investigamos las condiciones para una «politica del reconocimientov. Pero la propuesta de Taylor tiene otro contexto; est situada en el nivel de referencia entre el derecho y la politica. (g) La pregunta por el «derecho» 0 los aderechos> de minorfas despreciadas © no respetadas ‘gana a través de esto un sentido juridico. Las decisiones politicas utilizan la forma de regulacién del derecho positive para hacerse efectivas en realidad en las sociedades complejas. Por medio del «derecho» damos con una estructura artificial con la cual estin unidas determinadas predecisiones normativas. El derecho moderno es formal porque se basa en la premisa segin la cual todo lo que no esté explicitamente prohibido, esté permitido. Es individualista porque hace a la persona parti- cular la titular de los derechos subjetivos. Es un derecho coercitivo porque es sancionado por el Estado y se extiende solamente a comportamientos legales © conformes con las regias —por ejemplo dejar al buen criterio de cada cual el ¢jercicio religioso pero sin prescribir ninguna conviccién. Es un derecho positive porque se basa en las decisiones —cambiables— de un legisla- 11 BERMAN. P: (54), Debating PC..NLY. 1992: especto también SEARLE, J «Sion over the University, pp. 85-123. 12 HABERMAS, J: Der Plulosephusche Diskurs der Moderne, FronkfuriM., 1985, 13. Asf lo muestra A.; Gutmann respocto al modo de desenmascaramiento deconstctivista: Vesse: Ch, Taylor wa, ‘Malliultaralismas und die Polk der Anerennung. Frankgua am Main 1993, , 139. ‘Lz lucha por el reconocimiento en el Estado demoeréica de derecho 33 dor politico, y es finalmente un derecho procedimentalmente estaruido, porque ha sido legitimado «através de un proceso democrético. El derecho positivo exige ciertamente s6lo un comportamiento legal, pero debe ser legttimo: aunque deja el motivo de la obediencia al derecho al buen eriterio de cada cual, éste es creado de tal manera que debe poder ser seguido por sus destinatarios siempre por respeto a la ley. Un orden de derechos es legitimo cuando asegura en forma simétrica la autonomia de todos los ciudadanos. Estos son auténomos solamente cuando los destinatarios del derecho se omprenden a sf mismos a la yez.como sus autores. ¥ los autores son libres s6lo como participes en pprocesos legislativos los cuales son regulados de tal manera y se producen en formas de comunica- cidn, que permiten suponer a todos, que las regulaciones acordadas obtienen un consentimiento universal y motivado racionalmente. Visto normativamente no hay ningin Estado de derecho sin democracia. De otro lado, ya que el proceso democratic mismo debe ser juridicamente insttucio- nalizado, exige en sentido opvesto el principio de le soberania popular y aquellos derechos funda- rmentales sin los cuales no puede haber un derecho legitimo en general: en primera linea el derecho a iguales libertades subjetivas de accién, las cuales de su lado presuponen una completa proteccién individual a través del derecho. En la medida en que tratemos un problema como problema juridico, ponemos en juego junto con él un concepto del derecho modemno que nos constrie a todos —s6lo por razones conceptua- les— a operar con los amplios presupuestos arquitecténicos del Estado de derecho. Esto tiene también consecuencias para el tratamiento de los problemas de la igualdad de derechos y del igual reconocimiento de grupos definidos culturalmente, es decir, por colectivos que se diferencian de otros colectivos por su tradicién, forma de vida, origen étnico, etc... y que sus micmbros quieren diferenciarse de los demds colectivos en aras de la conservacién y desarrollo de su propia identidad La impregnacién ética del Estado de derecho Desde una perspectiva tedrica del derecho plantea el multiculturalismo, en primer lugar, la ‘cuestiOn de la neutralidad ética de un orden jurdico y de Ia politica. Al respecto denomino «éticas» todas las cuestiones que se refieren a concepciones de lo bueno o a formas de vida no erradas. Las ‘cuestiones éticas, no pueden ser juzgadas a parti del punto de vista moral, que surja al preguntar si ‘algo es «bueno para todos de igual forma; el juicio imparcial sobre cuestiones éticas se mide més bien sobre la base de hiperbienes, en la autocomprensién y ¢l proyecto de vida perspectivista de grupos particulares, es decir, sobre aquello que visto desde nuestra perspectiva hacia la totaidad «es bueno para nosotros». A las cuestiones éticas les esté inscrta conceptualmente la referencia a la primera persona y con esto su relacién con la identidad (de un individuo o) de un grupo. En el ejempio de la disputa constitucional en Canadé quiero considerar, ante todo, la exigencia liberal de la neutralidad ‘6tica del derecho con miras a la autocomprensiGn ético-politica de una nacién de ciuéadanos. La neutralidad del derecho —y del proceso democritico legislativo— es entendida ocasional- ‘mente como si las cuestiones politicas de tipo ético debieran mantenerse distanciadas de la agenda y excluidas de 1a discusién mediante «reglas de amordazamiento» (gagrules), porque éstas serian inabordables para la regulacién juridica imparcial. Asi, el Estado en el sentido del liberalismo 1), no debe seguir ningin tipo de fin colectivo, més allé del aseguramiento de la libertad privada, del bienestar personal y de la seguridad de los ciudadanos. El modelo contrapuesto (en el sentido del liberalismo 2) espera por el contrario del Estado que asegure en forma general los derechos fundamentales, pero ademés aboga por Ia supervivencia y las cxigencias de una determinada racién, cultura 0 religin © por un nlimero determinado de naciones, culturas y religiones. Para 34 Jurgen Habermas Michael Walzer este modelo es también fundamental; posbilita, por cierto, que los ciudadanos se decidan, bajo ciertas circunstancias, por la prioridad de los derechos fundamentales. Para lo cual comparte Walzer la premisa, segtin la cual son posibles en general coaliciones entre las dos orientaciones normativas fundamentales y que en tales casos sélo ¢] liberalismo 2 permite una decision en favor de la consideracion y de la prioridad relativa de fines colectivos ¢ identidades. ‘Ahora bien, la teorfa del derecho afirma en efecto una prioridad absoluta de los derechos frente a Jos bienes colectivos, de tal manera que el argumento en pro de Jos fines, como lo muestra Dworkin, solo podré aventajar a las pretensiones de los derechos subjetivos, cuando aquél sea fundamentado & la luz de derechos prioritarios". Pero esto, formulado asi, no apoya atin la concep ‘cin comunitarista compartida por Taylor y Walzer, segtin la cual el sistema de derechos es ciego frente a las reivindicaciones sobre la proteccién de formas de vida culturales y de identidades colectivas y por lo tanto necesitado de cigualaciém» (gleichmacherisch) y de correccin. En el ejemplo de las politicas feministas igualitaristas mostramos aquello que vale como ‘universal: que 1a conformacién democratica del sistema del derecho no s6lo debe incorpotar dentro de sf finalidades politicas universalistas, sino también tales fines colectivos que se articulen en luchas por el reconocimiento. Pues, a diferencia de las normas morales que regulan las posibles interacciones entre sujetos capaces de lenguaje y acciGn, se refieren las normas de derecho a los contextos de interaccién de una sociedad concreta, Las normas de derecho se basan en decisiones de un legislador local, se extienden al interior de un drea estatal geogrdficamente determinada, a un colectivo de miembros de un Estado socialmente delimitado y producen decisiones politicas al interior de esa esfera de validez circunscrta, con las cuales 1a sociedad organizada en el Estado ‘acta sobre si misma en la forma de programas colectivos obligatorios. Ciertamente, la considera- ciién de fines eolectivos no debe disolver Ia estructura del derecho, no debe destruir la forma de! derecho como tal y con esto superar la diferencia entre derecho y politica. Pero depende de la naturaleza concreta de las materias nevesitadas de regulacién, que se abra la regulacién de las formas de comportamicnto en el medio del derecho —distinto que en la moral—, para la final des de la voluntad politica de una sociedad. Por eso es cada orden de derecho también la expresin de una forma particular de vida, no s6lo reflejo del contenido universal de los derechos huranos. Las decisiones del legislador politico deben por cierto, dejarse comprender como realizacién del derecho, sus politicas como formas del sistema de derechos; pero cuanto més concreto es el corte de Ja materia, mas se expresa en la aceptabilidad de una correspondiente regulacicn juridiea, también Ja autocomprensién de un colectivo y de su forma de vida (asi como el compromiso entre grupos de incereses en competencia y la eleccién informada entre medios y fines alternativos), Esto se muestra cn el amplio espectro de razones que entran a participar en un proceso racional de formacién de la opinién y de la voluntad del legislador politico —al lado de las consideraciones morales, las reflexiones pragmiticas y de los resultados de las negociaciones correctas entran también razones éticas en las deliberaciones y justificaciones de las decisiones legislativas, En la medida en que la formacién de la opinion y de la voluntad politica de los ciudadanos se orienta por la idea de la realizacién de los derechos, no debe igualarse ésta con una autocompren= sin ético-politica, como lo proponen los comunitarstas"; pero el proveso de realizaciGn de los derechos debe empotrarse en contextos que requieren como una parte importante de la politica, precisamente también discursos de autocomprensi6n ético-politica discusiones sobre una concep- 14 DWORKIN, R: Birgerrchieerestgenommen, Frakfur/M, 1984, 158 15 BEINER, R: Political Jugdereni Ciesgo, 1983, 138. {a lnc pore! reconocimiento en el Estado democrdic de derecto 35 cin compartida de vida buena y sobre el reconocimiento de ta forma de vids deseada como auténtica. Estas son discusiones en las que los participantes obtienen claridad, por ejemplo, sobre cémo quieren comprenderse: cdmo ciudadanos de una determinada repiiblica, como habitantes de tuna determinada regién, como herederos de una éeterminada cultura, qué tradiciones continian 0 interrumpen, y cOmo quieren tratar su destino histérico, entre si y a la naturaleza, etc. ¥ natural- ‘mente la eleccién del lenguaje burocrético o la decisiGn sobre el curriculum de las escuelas publicas toca la autocomprensién ética de una nacién. Debido a que las cuestiones ético-politicas son una parte ineludible de la politica, y las comespondientes regulaciones expresan la identidad colectiva de los ciudadanos de una nacién, pueden producirse Iuchas culturales por causa de éstas, en las, cuales minorias despreciadas oponen resistencia contra una cultura mayoritaria insensible. La neutralidad ética del orden juridico estat no es et detonante, sino la inevitable impregnacicn ética de cada comunidad de derecho y de cada proceso democrético de realizacién de los derechos fundamentales. De esto dan testimonio por ejemplo las garantias insttucionales de las que gozan las iglesias cristianas —a pesar de la libertad religiosa— en Estados como la Repdblica Federal ‘Alemang o la, aquf muy discutible, rcientemente introducida garantia de status que la constitucién le da a Ia familia, a diferencia de comunidades de vide similares a la pareja En nuestro contexto ¢s de interés que tales decisiones, consideradas empitica y normativamente, dependen de una contingente combinacién del Estado-nacién. La delimitacién social de los pueblos en Estados resulta de circunstancias historicas que son externas al sistema de los derechos y a los principios dei Estado de derecho. Esta decide sobre el conjunto basico de personas que viven sobre tun terrtorio y que a través de la constituciGn; es decir, de la decisidn de los padres fundadores, se comprometen a regular su vida en comin en forma legitima con los medios del derecho positive: como herederos de ésta han dado implicitamente su voto para continuar un proyecto de constitucién con el que se han encontrado (como ciudadanos inmigrantes lo han dado explicitamente). Pero las personas con las cuales se conforma un Estado-nacién en un momento dado del tiempo, encarnan con su proceso de socializacién a la vez las formas de vide culturales, en las cuales ellas han formado su identidad —incluso cuando estas personas se han separado de las tradiciones de su origen. Ellas forman por cierto los puntos nodales en una red adscriptiva de culturas y tradiciones, de contextos intersubjetivos de vida y experiencia cominmente compartides. Y esos contextas constituyen también el horizonte, al interior del cual los ciudadanos, lo quieran 0 no, realizan sus autocomprensivos discursos ético-politicos. Si cambia el conjunto bésico de ciudadanos, cambia centonces también ese horizonte, de tal manera que se produciran, sobre las mismas cuestiones, otros discursos y se buscardn otros resultados, De esta circunstancia son constientes al menos intuitiva- ‘mente las minorias nacionales y constituye un motivo importante para reclamar un propio Estado 0 para exigir ser reconocido como «distinctive society», como ha sucedido entre tanto con el bosque- jo fracasado de constitucién de Meech Lake. Si se constituyera la minorfa francéfona como una comunidad de derechos propia, se formaria en ésta sobre los mismos eaminos democréticos, en relaciGn a cuestiones ético-politicas importantes, otras mayorias, y buscarian obtener regulaciones particulares, como hasta ahora los canadienses en su totalidad, Como lo muestra la historia de la conformacién de los estados nacionales surgen ciertamente ‘con nuevas fronteras estatales s6lo nuevas minorfas nacionales'* el problema no desaparece, a no ‘set bajo el precio politico-moral injustificable de la «limpieza étnica». En los ejemplos de los kurdos que viven disgregados en cinco distintos estados 0 en el de Bosnia-Herzegowina, dénde 16 ALTER, P: Navonaismas, Frankfus/M., 1985. 36 Jitrgen Habermas luchan sin compasién grupos étnicos, se puede demostrar claramente la discrepancia del «derecho» la autodeterminacién nacional. De un lado lucha un colectivo, que se comprende a si mismo como luna comunidad con su propia identidad mediante el paso hacia la conformacién de su propio Estado, por un nuevo nivel de reconocimiento, el cual le ha sido negado como comunidad lingiifs- tica prepolitica y de origen, o incluso como una «nacién cultural» atomizada. La necesidad de ser reconocido como un Estado-nacional se fortalece en épocas de crisis, cuando el pueblo —como sucedié después de la disolucién del imperio soviético— se aferra a las caracteristicas adscriptivas de una anterior identidad colectiva, ahora renovada. Esa posicidn promete compensaciones proble- maticas a angustias fundamentadas frente al futuro y desconciertos sociales. De otro lado la Independencia nacional s6lo se consigue bajo el precio de guerras civiles, nuevas represiones 0 con problemas que de ahf siguen, los cuales perpetiian los conflictos de partida con signos contradictorios. Las cosas en Canada suceden de otra manera, pues alli se busca en forma racional una solucién federalista que deja intacto al Estado en su totalidad, pero que quiere asegurar Ia autonomfa cultural de una parte por medio de la descentralizacion de competencias estatales. A través de esto cambian en determinados dominios politicos 1a comunidad basica de los ciudadanos participantes en los procesos democriticos, pero no sus principios. Pues la teorfa de los derechos de ninguna manera le prohibe a los ciudadanos del Estado democrético de derecho, hacer valer una concepcién del bien en su respectivo orden estatal general, que comparten desde el principio o que resulta del acuerdo por medio de los discursos politicos; en efecto, ella prohibe al interior del Estado privilegiar una forma de vida a costa de otra. En una construccién federal del Estado vale esto tanto para los niveles federales como para los componentes estatales. Si veo la cosa correctamente, en Canad no se trata del conflicto sobre el principio de la igualdad de derechos, sino del tipo y medida de competencias estatales que deben ser trasladadas a la provincia de Quebec. Coexistencia en igualdad de derechos vs. tipos de proteccién Claro que el camino del federalismo se ofrece como una solucién cuando los miembros de diferentes grupos étnicos y de distintos mundos de la vida culturales se pueden delimitar territorial- mente més 0 menos unos con otros. Este no es el caso en sociedades multiculturales como la de USA; y tampoco es el caso para paises que (como la Reptblica Federal de Alemania) cambian su composicién étnica bajo la presién de las corrientes universales de inmigracién. Incluso también se encontraria Quebec, constituido como una provincia cultural auténoma, en lé misma situacién y solamente se habria cambiado una cultura inglesa mayoritaria por una francesa. En la medida en que se pueda desarrollar en tales sociedades multiculturales una esfera publica con estructuras comunicativas no obstruidas, sobre el trasfondo de una cultura liberal y sobre la base de asociacio- nes voluntarias, que posibiliten y fomenten discursos de autoentendimiento, se extender entonces, el proceso democratico de la realizacién de los derechos iguales subjetivos también al asegura- ‘miento de la coexistencia en igualdad de derechos de los distintos grupos étnicos y de sus formas de vida culturales. Para esto no es necesaria ninguna fundamentacién especial y ningun principio fundamental rival. Pues considerado normativamente no puede garantizarse la integridad de la persona de derechos sin la proteccién de aquellos contextos intersubjetivamente compartidos de ‘experiencia y de vida, en los cuales el individuo se ha socializado y ha conformado su identidad. La identidad del individuo esta entretejida con las identidades colectivas y puede solamente estabili- zarse en una red cultural, la cual al igual que el mismo lenguaje materno, debe uno hacer suya como si fuese propiedad privada. Por esto ciertamente el individuo permanece como el titular de los {La lca por el reconceriam enol Estado democrdico de derecto 37 cortespondientes «derechos a la pertenencia cultural» en el sentido de W. Kymlicka”; pero de ahi resultan, en el proceso dialéctico de la igualdad de derechos y la igualdad féctica, més amplias garanfas de estatus, derechos a la autoadministracién, servicios de infraestructura, subvenciones, etc... Con el fin de obtener apoyo, pueden hacer valer culturas primitivas amenazadas determinadas razones morales tomadas de ta historia de sv propio teritorio, que entre tanto es ocupado por la cultura mayoritaria. Argumentos similares pueden aducirse para una «diseriminaci6n a la inversa> por culturas en otro tiempo esclavizadas y que han sido durante largo tiempo oprimidas y descono- cidas'*. Estos y otros deberes similares resultan de pretensiones de derechos y en ningdn momento de una estimacién valorativa universal de las correspondientes culturas. La politica del reconoci- ‘miento de Taylor tendr‘a una muy débil independencia, si ésta dependicra del «supuesto del valor igual de las culturas» y de su contribucisn a la civilizacién mundial. Fl derecho al respeto igual que eada no puede pretender también en sus contextos vitales conformadores de identidad, no tiene nada que ver con la supuesta excelencia de su cultura de procedencia. Esto lo acentia también Susan Wolf: «Por lo ‘menos un daiio masivo que se perpetia a través de la negacidn del reconocimiento no tiene que ver con la cuestin de si la persona o a cultura que no es reconocida tiene algo importante que decirle a todos los hombres. La necesidad de remediares0s dafios no resulta de supuesto 0 de la confirmacisn de que ‘una determinad cultura pasee un valor particular para hombres que no pertenccen a ella", Por lo tanto, no se requiere que la coexistencia en igualdad de derechos de distintos grupos €inicos y de sus formas de vida culturales sea asegurada por medio de derechos colectivos, los cuales sobrecargarian una teoria de los derechos hecha a la medida de personas legales individua- les, Incluso cuando estos derechos colectivos pudieran ser aémitidos en un Estado democratico de (John Rawls). Naturalmente no deben vincularse concepciones globales del mundo y convicciones religiosas con un falibilismo como el que hoy acompatia al saber hipotético de las ciencias experimentales. Pero las imagenes del mundo funda- ‘mentalistas son dogmaticas en los siguientes sentidos: no permiten ningun campo de juego para realizar una reflexion sobre sus relaciones con otras imagenes del mundo con las cuales comparten el mismo universo discursivo y contra las pretensiones ¢e validez en competencia que s6lo pueden afirmarse con razones. No dejan ningiin espacio para un «reasonable disagreement»® Por el contrario, se han caracterizado los poderes de Ia fe subjetivizados en el mundo moderno por una posicidn reflexiva que no s6lo permite un modus vivendi juridicamente coercible —bajo las condiciones de la libertad religiosa—. Las imsgenes del mundo no fundamentalistas que Rawls caracteriza como «not unreasonable comprehensive doctrines» posibilitan més bien —en el sent 4o de una tolerancia a lo Lessing— una disputa civilizada de las convicciones, en las cuales un ppartido sin abandonar sus propias pretensiones de validez, puede reconocer a los otros partidos ‘como luchadores por verdades auténticas. La constitucién de un Estado de derecho puede tolerar en las sociedades multiculturales s6lo aquellas formas de vida que pueden articularse en el medio de aquellas tradiciones no-fundamentalstas, ya que la coexistencia en igualdad de derechos de esas formas de vida exigen el recfproco reconocimiento de los diferentes tipos de pertenencia cultural: cada persona debe ser reconocida también como miembro de comunidades, que se integran cada tuna bajo distintas concepeiones del bien. La integracién ética de grupos y subculturas cada una con tuna identidad colectiva distinta debe ser separada del nivel abstracto dela integracién politica, en el 4que todos los eiudadanos son concebidos simétricamente La integracin de los ciudadanos asegura Ieaitad frente a la cultura politica comén compartida. Esta se enrafza en aquella interpretacién de los principios constitcionales que cada Bstado-nacién hace desde la perspectiva de su contexto histérico de experiencias y que por tanto no puede ser ‘ticamente neutral, Quizé deberia hablarse mejor de un horizonte comin de interpretacién al interior del cual se disputara piblicamente, a partir de motives actuales, por la autocomprensién politica de los ciudadanos de una repiblica, La disputa de los historiadores (der Historikerstreit) realizada en la Repiiblica Federal de Alemania en 1986/87 es un buen ejemplo de esto: Pero la polémica fue siempre sobre la mejor interpretacién de fos mismos derechos fundamentales principios. Estos conforman el punto de referencia basico de cualquier tipo de patriotismo constitu- ional, el cual sitia el sistema de derecho en el contexto histérico de una comunidad juridica. Estos deben producir, junto con la motivacién y las convicciones de los ciudadanos, una vinculacién duradera; pues sin una tal cimentacién motivacional no podrian convertirse en la fuerza impulsora para el proyecto dinamicamente concebido de la creacién de una asociacidn de libres e iguales. Por esto esté también éticamente impregnads Ja cultura politica comén, en la que los ciudadanos se reconocen como miembros de su comunidad ‘Al mismo tiempo el contenido ético del patriotismo constitucional no debe perjudicar Ia neutra- lidad del orden juridico frente a las comunidades éticamente integradas a un nivel subpolitico; debe nds bien agudizar el sentido para la multiplicidad diferencialy la integridad de las distintas formas 22. HABERMAS, J: Erlamerungen zur Dislusethit,Fraskfur/M., 1992. 204-208. 23. RAWLS, 1: «Der Gedanke eines dhergeifenden Konsenses», en: ders. Die Idee des poltischen Liberalisms,Frankfurd M,, 1992, 293-332. 2b HABERMAS, 1: Bie 41 ShadensabwicRlung, PrankfuruM, 1857 40 gen Habermas de vida que coexisten en una sociedad multicultural. Lo decisivo ¢s el mantenimiento de la diferencia entre los dos niveles de la integraciGn. En la medida en que éstas coinciden, usurpa la cultura mayoritaria privilegios a costa de la igualdad de derechos de otras formas de vida culturales, y viola su pretensién a un reconocimiento reciproco. La neutralidad del derecho frente a las diferenciaciones éticas en el interior se aclara a través de que en las sociedades complejas no pueden mantenerse vinculados a la totalidad de los ciudadanos por medio de un consenso sobre valores substanciales, sino solamente a través de un consenso sobre los procesos legitimos legisla tivos y del uso del poder. Los ciudadanos integrados politicamente comparten el convencimiento motivado racionalmente de que con el desencadenamiento de las libertades comunicativas en la esfera piblica politica, el procedimiento democritico de la resolucién de conflictos y la canaliza- ‘cin constitucional de! poder, se fundamenta una visién sobre la domesticacién del poder ilegftimo y del uso del poder administrativo en interés siméirico de todos. El universalismo de los principios del derecho se refleja en un consenso procedimental, el cual debe empotrarse, por cierto, en el contexto de tuna cultura politica determinada histéricamente, por asi decirlo patristicamente consttucional. Inmigracién, ciudadanfa e identidad nacional Los juristas prefieren discutir cuestiones normativas en relacién con casos, que no ofrezcan reparos para tomar una decisin; ellos piensan orientados por la aplicacién, Los fildsofos se retiran de esa presién decisionista; como contemporéneos de pensamientos clasicos que se extienden por més de 200 afios, se comprenden a sf mismos en forma desenvuelta como participantes de una conversacién eterna. Esto es atin més fascinante cuando un fildsofo como Charles Taylor intenta captar su época en pensamientos y hacer ities entelequias filoséficas para las cvestiones apremian- tes del presente. Su ensayo ¢s un raro y brillante ejemplo de este tipo, aunque (0 mejor: porque) no procede siguiendo Ia senda de «1a ética aplicadan En la Repablica Federal Alemana, como en general en la comunidad europea, se encuentra al ddfa.un tema distinto tras las revoluciones en Europa central y oriental: la inmigraci6n. Un colega holandés lleg6, a partir de una muy completa representacin del problema, al siguiente pronéstico veridico: «Los Pafses Europeos occidentales.. quieren hacer todo lo posible para prevenir la inmigracién de terceros paises. Para ese fin quieren conceder posibilidades de trabajo s6lo excep- cionalmente a personas que posean destrezas de relevancia inmediata para la sociedad (jugadores de football, especialistas en software de USA, estudiantes de la India, ete.). Buscan combinar una politica restrictive de inmigracién con politicas que pretendan y traten répida y efectivamente peticiones de asilo y con una prictica de deportaciOn sin demorar a aquélios que hayan hecho la solicitud y les haya sido negada... La conclusién es que quieren individual y en conjunto usar todos Jos medios a su disposicién para avanzar en la marcha.>*, Esta descripcién corresponde exactamente con ¢ compromiso sobre asilo que en el afio 1993 negosiaron el gobierno y la oposicién en la Repdblica Federal Alemana, No hay ninguna duda sobre el hecho de que esta politica fue recibida con beneplécito por la mayoria de la poblacion. En los estados de la UE se ha extendido ampliamente también Ia hostilidad hacia los extranjeros, la cual se revela en forma diferente en los distintos paises: pero las posiciones de los alemanes no se diferencian en forma considerable de aquéllas de los franceses y de los ingleses*. El ejemplo de 25 VAN DE KAA, DJ.: «European Migration atthe end of Hisory, en: European Review, Vo. 1, Jan. 1993, S. 94 La lca pore! reconoinento enol Estado democrdico de derecho 4 Taylor puede animarnos a buscar (también) desde una perspective filos6fica una respuesta a la pregunta de si esa politica del bloqueo contra inmigrantes ¢s justificable. En primer lugar quiero iscutir esta pregunta en abstracto, después, ir al debate alemin sobre el asilo € iluminar su trasfondo histérico y finalmente sefialar las alternativas que deben ser aclaradas en un debate hasta hoy no realizado sobre la autocomprensién ético-politica de la ampliada Repdblica Alemana tras la unificacién con la Alemania oriental ‘Aunque el derecho moderno se diferencia a través de distintas propiedades formales de la moral racional post-tradicional, estén en consonancia la moral com el sistema del derecho y los principios del Estado de derecho, en razén de sus contenidos universalistas. Al mismo tiempo los érdenes juridicos estén «impregnados éticamentes, como lo vimos antes, en la medida en que se reflejan en ellos la voluntad politica y la forma de vida de una comunidad jurfdica conereta. Al respecto dan los USA un buen ejemplo con su cultura politica mareada por una tradicidn consttucional de més de 200 afios. Pero el ethos juridico de un Estado-nacién no puede entrar en contradiccién con los, derechos civiles en tanto el legislador politico se oriemte segtin los principios fundamentales del Estado de derecho y segtin la idea de la realizacién de los derechos fundamentales. El cont ético de una politica de integraciOn unificadora de todos los ciudadanos debe, por esto, ser «neu- tral» frente a las diferencias que existen al interior del Estado entre las comunidades ético-cultura~ les, que se integran cada una de acuerdo a su propia concepcién de lo bueno, A pesar de la separacién de esos dos niveles de integracién puede una nacién de ciudadanos mantener con vida las instituciones de Ia libertad, si ésta cultiva un determinado grado de lealtad frente al propio Estado, no coaccionable juridicamente. Es esta autocomprensiGn ético-politica de la nacidn la que resulta afectada por los inmigrantes, ya que la corriente de inmigranies cambia la composiciOn de la poblacién también en un sentido &:ico-cultural. Por eso se plantea la cuestiOn de si la voluntad de negar la inmigraci6n tiene sus fronteras en el derecho de una comunidad politica de mantener intacta su forma de vida poltico- cultural. :No ineluye el derecho a la autodeterminacién —bajo la premise de que el orden total del Estado desarrollado en forma auténoma esté éticamente impregnado— el derecho a Ja autoafirma- cin de la identidad de una nacién, y ciertamente también contra inmigrantes que podrian reacufiar esa forma de vida politco-cultural histéricamente conformada? Desde la perspectiva de la sociedad que acoge plantea el problema de la inmigracién la pregunta sobre las condiciones legitimas de ingreso. Deseuidando los procesos iniermedios de la inmigra- ccién, podemos agudizar la pregunta hasta el acto de la nacionalizacién con el cual cada Estado ‘controla la ampliacién de la comunidad definida por medio de los derechos de ciudadanfa, ;Bajo ‘qué condiciones puede el Estado negar la ciudadania a aquellos que pueden hacer valer su derecho a la nacionalizacién? Prescindiendo de la cautelas comunes (por ejemplo contra la criminalidad), en nuestro ‘contexto es relevante en la cuestiOn: en qué sentido puede exigir un Estado democratico de derecho sus ciudadanos, para preservar la integridad de la propia forma de vida, que asimilen 2 los inmigrantes. ‘Al nivel de abstraccicn de la reflexinfilosofica podemos distinguir dos etapas de la asimilaciGn: (@) Ia de la aprobacién de los principios de la constitucién dentro del espacio de juego de interpretacién que esté determinado por la sutocomprensién ético-politica de los ciudadanos y la cultura politica del pais; esto significa por tanto una asimilacién de la forma y manera como es instiucionalizada la autonomia de los ciudadanos en la sociedad que acoge y cémo aqui es practicado «el uso pifblico» de la razén (Rawls); 26, WIEGAND, E: «Avstindereitichkit in der Festung Europe, Finsellngen i Fremden im eropischen Vergleich», en: Iformationsdienst Sova Inditaroren ZUMA), Nt 9, Jen 193, S. bl a2 Jargon Habermas (b) la etapa ulterior de una disposicién a la aculturacién, es decir, no sélo el acomodamiento exterior, sino el ejercicio en la forma de vida, en las précticas y costumbres de la cultura del pais; esto significa una asimilacién que traspasa nivel de la integracién ético-cultural y por tanto toca ‘en forma més profunda la identided colectiva de la cultura originaria de los inmigrantes 2 como lo hace la socializacién politica exigida en (a). ‘Los resultados de la politica de inmigracion practicados hasta ahora en USA admiten wna interpre tacién liberal que aclara la primera alternativa”. Para la segunda alternativa¢silustrativo el ejemplo de Ja fase orientada hacia Ta germanizacién de la polftica polaca prasiana en el imperio de Bismarck. El Estado democratico de derecho que realice en serio la separacién de las dos etapas de integracién puede exigir a os inmigrantes solamente la asociacién politica en el sentido de (a) (y ‘esperar en forma pragmatica a la segunda generacién). De esta manera puede el Estado preservar la identidad de la comunidad, la cual no puede ser tocada a través de la inmigracién, ya que aquélla (la identidad) est sujeta alos principios constitucionales incorporados en la cultura politica y no alas orientaciones éticas fundamentales de una forma de vida cultural predominante en el pais. Segiin ‘esto debe esperarse de los inmigrantes solamente la disposicién a comprometerse con 1a cultura politica de su nueva patria sin tener por esto que abandonar la forma cultural de vida de su procedencia. El derecho a la autodeterminacisn democrética incluye ciertamente el derecho de los ‘ciudadanos a mantener el carécter inclusivo de su propia cultura politica; és asegura ata sociedad frente al peligro de su segmentacin —de la exclusion de subculturas extrafias 0 del desmorona~ ‘miento separatista en subculturas sin ningiin tipo de relacidn entre si. La integraci6n politica excluye también culturas inmigrantes fundamentalistas, como se mostré anteriormente. Prescin- diendo de esto no se justfica una asimilacién obligada en beneficio de la autoafirmacién de una forma de vida cultural dominante en un pais™. La alternativa del Estado de derecho tiene por cierto la importante implicacién de que la identidad de la comunidad afirmada en forma legitima no puede de ninguna manera ser preservada a largo plazo de cambios que resulten de otras olas de inmigraciGn. Ya que los inmigrantes. no pueden ser obligados a abandonar sus propias tradiciones, se amplia, dado el caso, el horizonte en €l que los ciudadanos interpretan sus principios constitucionales comunes con las nuevas formas de vvida establecidas. Entonces interviene aque! mecanismo, segtin el cual, con una renovada composi- cin de la ciudadania activa, cambia también el contexto sobre el que se basa Ja autocomprensién ético-politica de la nacién: «El pueblo vive en comunidades con vineulos y limites que pueden tener diferentes formas. En una sociedad liberal pueden ser los vinculos y limites compatibles con principios liberales. La inmigracién abierta puede cambiar el cardcter de la comunidad, pero no deja a Ta comunidad sin su cardcter»®. Snficiente respecto a las condiciones que puede colocar un Bstado democrético de derecho para 1a admisiGn de inmigrantes. Pero ,quién tiene en general un derecho a la inmigraciGn? Hay buenas razones morales para un derecho individual al asilo politico (en el sentido del CG Art. 19, el cual debe ser interpretado con referencia al Art. 1 que garantiza la proteccién de la 27 WALZER, M.: “What does it mean w be an Amesican, in: Soiat Research, Vol. $7, Fall 1990, S. 581-614, con la ‘eriflesein de qu la concepcin comunitarsa no es usta oa a compleja composicién de ura sociedad rouiulura (613) BRUBAKER, R. Clizenship and Natinalhood in France and Germany, Cacbridge, Mass, 1992, 8,128 8 (COHN-BENDIT.: Sclumid, 20, Cap. & CCARENS, JH. «Aliens and Cities, in: Review of Plt, vol 49, 1987, S. 271; compare al respecto, «Statsbir- _etechaft ond nationale Wem, em: ders, Fakir und Geltung, 2.0, 5. 632-660, eee 1 lucha por et recenociniemo on el ado demecrtico de derecho 43 dignidad humana y en relacién con el Art. 19 que establece las garantfas de proteccién juridicas). Exto no necesito tratarlo ahora. Lo que es importante es la definicién del refugiado. Seguin el articulo 33 de la Convencién de Ginebra sobre el asilo, puede considerarse como persona con derecho al asilo a todo aquel que huye de paises en los cuales su vida o su libertad esté amenazada «causa de su raza, religién, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social © por sus convieciones politicasm. A a luz de las recientes experiencias requiere, sin embargo, esta definicién tuna ampliacién que incluya la proteccién de las mujeres de las violaciones en masa. No menos. probleinatico es el derecho de los refugiados provenientes de regiones en guerra civil al otorga- miento de un asilo limitado temporalmente, Pero desde el descubrimicnto de América y a partir del siglo XIX con el aumento explosivo de la inmigraciOn a nivel mundial se compone la gran masa de log inmigrantes de trabajadores inmigrantes y de inmigrantes pobres que quieren huir de una existencia miserable en su patria. Y asi es hoy también. Contra esa inmigracion de las regiones pobres del oeste y del sur se arma el chauvinismo curopeo del bienest Desde el punto de vista moral debemos considerar ese problema no solo desde la perspectiva de Jos habitantes de sociedades acomodadas y pacificas; debemos asumir también la perspectiva de aquéllos que en otos continentes buscan su salvacidn, es decir, una existencia humana digna —y no sélo protecciGn frente a la persecucién politica—. La pregunta sobre la reivindicaci6n de un derecho a la inmigracién se presenta ante todo en la actual situacién alli donde las solicitudes de inmigracién sobrepasan visiblemente las capacidades de admision. ara una reivindicacién moral pueden presentarse buenas razones. Normalmente los hombres no abandonan su patria original sin una gran necesidad; para documentar su necesidad de ayuda es suficiente por regla general el simple hecho de la huida. El deber de ayuda resulta principalmente de la creciente interdependencia de una sociedad mundial, la cual ha creciéo a wavés del mercado ‘mundial capitalista y de la comunicacién electrénica masiva de tal manera que la Organizacién de las Naciones Unidas, como Jo mostr6 recientemente el ejemplo de Somalia, asumi6 algo asi como tuna responsabilidad politica total para el aseguramiento de las condiciones de vida en este mundo. Deberes especiales para el primer mundo resultan ademés de la historia de la colonizacién y del desarraigo de culturas regionales a través de la irupci6n de la modernizacién capitalista. Ademds. se puede affadir que los europeos partciparon, en el perfodo entre 1800 y 1960, en los movimientos. de inmigracién intercontinental en forma sobreproporcional con un 80 por ciento, y de esto abtuvie- ron ventajas, es decir, mejoraron sus condiciones de vida en comparacién con otros emigrantes y ‘con aquellos que permanecieron en sus pafses de origen. A la vez este éxodo durante el siglo XIX y comienzos del XX mejoré en forma decisiva la situacién econémica de los europeos que ‘permanecieron en el viejo continente, asi como en sentido inverso la inmigracién hacia Europa en cl tiempo de la reconstruccidn después de la segunda guerra mundial”. Europa fue de un modo u ‘tro un beneficiario de esas corriente migratoria A partir de estas y otras razones morales similares no se justifica la reivindicacién de una garantia al derecho individual a la inmigraciOn, pero s{ el deber hacia una politica liberal de inmigracién que abra a la propis sociedad a los inmigrantes y que controle la inmigracién segin la ‘medida de las capacidades existentes. El eslogan defensivo «el bote esta repleto» deja sentir la ausencia de la disposiciGn a asumir la perspectiva de la otra parte, por ejemplo aquella «boat People» que busca huir en zozobrantes canoas del terror en Indochina. Los limites de la eapacidad de esfuerzo en las sociedades europeas con seguridad no han sido aleanzados; éstas se han reducido 31 EMMER, PC. elmercominental Migration en: European Review, Vol 1 Jan. 1993, 8. 67-74, (196) 44 gen Habermas demogréficamente y por razones econémicas dependen ahora como antes de la inmigracién A partir de la fundamentacién moral de una politica liberal de inmigracién resulta ademas el deber de no limitar el contingente inmigratorio a las necesidades econdmicas del pafs que acoge, es decir, 1 fuerza de trabajo especielizada, sino més bien determinarla segsin criterios que sean aceptables desde la perspectiva de todos los participantes. La politica de asilo en la Alemania unificada Si se parte de estos principios fundamentales es injustficable desde un punto de vista normati- ‘vo, el compromiso sobre asilo al que Hegaron el gobierno y el partido socialdemécrata, que entré en vigencia a comicnzos de 1993. Sin entrar en detalles voy a tratar tres errores centrales y a crticar las premisas en las cuales se fundamentan. (@) Esta reglamentaciGn se limita al asilo politico, es decir, a medidas contra los xabusos» al derecho de asilo. Con esto se ignora la circunstancia de que la Repiblica Federal Alemana necesita de una politica de inmigraciOn que abra para los inmigrantes otras opciones juridicas. El problema de la inmigracién es definido en forma falsa. Quien suprima el vinculo entre ias cuestiones del asilo politico y de la inmigracién por pobreza, aclara impifcitamente, a saber, que quiere deshacerse del deber moral de Europa frente 2 los inmigrantes de las regiones pobres del mundo. A cambio de esto se conforma con una inmigracién ilegal que esté fuera de control, la cual puede ser instrumentali- zada en cualquier momento para fines de politica interna como «abuso al derecho de asilo». (b) El acuerdo entre los partidos conseguido el 15 de enero de 1993 para complementar la ley fundamental en relacién con el ariculo 16a socava el contenido esencial» de la pretensiGa individual del derecho al asito politico, porque segiin éte, los inmigrantes que provengan de un ddenominado tercer pais seguro pueden ser deportados sin aplicacién de los recursos de derecho. De cesta manera se trasiada el peso de la inmigracién a Europa oriental, a nuestros pafses vecinos como Polonia, las Repiiblicas Checa y Eslovaca, Hungria y Austra, a paises que en su situacién actual no ‘estaban preparados para una solucién de ese problema de acuerdo con el derecho. Ademés es muy problemética la restriccin de las garantias de proteccidn juridicas para inmigrantes de paises que sean definidos desde la perspectiva de la Repiblica Federal Alemana como «libres de persecuci6n>. (©) A lugar de facilitar la obtencién del derecho a la ciudadanfa para los extranjeros ya estable- cidos en Alemania, particularmente de los contratados como «trabajadores extranjerosm, rechaza el compromiso de asilo un cambio del derecho @ Ia nacionalizacién. A éstos les es negada la doble ciudadania, que por obvias razones prefieren. Ni siquiera sus hijos nacidos en Alemania obticnen sin més los derechos ciudadanos. Incluso para los extranjeros, que quieran renunciar a su actual ‘ciudadan‘a, es posible la nacionalizacién sino después de un minimo de 15 afios. Por el contrario poseen los denominados Volkdeuschen, ante todos aquellos polacos y rusos que pueden comprobar tun origen alemén, un derecho a la nacionalizacién garantizado en los principios fundamentales ‘constitucionales. Sobre esta base fueron acogidos en Alemania 220.000 inmigrantes, ademas de los casi 500.000 solicitantes de asilo del aio 1992 (de los cuales 130.000 provenian de la anterior Yugosiavia). (@) La politica alemana ¢e asilo se basa en la premisa nuevamente reforzada de que la Repablica Federal Alemana no es un pais de inmigrantes. Esto contradice no s6lo lo que uno puede ver en las calles y en las estaciones del metro de nuestras grandes ciudades —Francfort tiene entre sus habitantes un porcentaje del 26 por ciento de extranjeros—, sino también hechos hist6ricos. A saber, solamente a los Estados Unidos emigraron casi 8 millones de alemanes desde comienzos del as ach pore reconocimiento ene! Estado democrico de derecho 45 siglo XIX y durante los tltimos cien afios se han producido grandes movimientos de inmigracién, Hasta fa primera guerra mundial Hegaron al pafs 1.200.000 de trabajadores inmigrantes; la segunda {guerra mundial dej6 12 millones «displaced persons» —principalmente trabajadores forzados que fueron deportados a Polonia y la Unién Sovistica—. Tras las huellas de esa politica nacional- socialista para los trabajadores extranjeros eomenz6 en 1955, a pesar del alto porcentaje de desem- pleados en el pais, la contratacin organizada de fuerza de trabajo masculina, sin familia barata, ‘proveniente de los pafses del sur y del suroriente europeo —hasta la detencién de la contratacién en el aio de 1973—. Hoy viven las familias y los descendientes de los «trabajadores extranjeros» que no regresaron cen la situaci6n paraddjica de inmigrantes sin una clara perspectiva frente a la inmigracién —como alemanes con pasaporie extranjero™. Estos conforman la masa del 8,2 por ciento de extranjeros que vivfan en Alemania en 1990. La resistencia contra la completa integracién de esos extranjeros, sin los cuales no hubiese sido posible el auge econdmico alemén, slo comparable al del Japén, es aiin mds incomprensible, si uno piensa que la vieja Repiblica Federal Alemana hasta ese mismo afio integr6 15 millones de alemanes inmigrantes, inmigrantes de origen alemén, emigrantes y extranje- 105, €8 decir, de «nuevos ciudadanos»: «si se afiade una poblacidn extranjera de aproximadamente 4,8 millones, entonces, casi una tercera parte de la poblacign de Alemania occidental es el resultado de movimientos inmigratorios que se dieron desde la segunda guerra mundial»™ Si puede, sin embargo, mantenerse frente la opinién publica, contra estas evidencias, la afirmacién de que «no somos tn pais de inmigrantes», se descubre con esto una baja mentalidad —y la necesidad de un doloroso cambio de la autocomprensién nacional—. No es ninguna casue- lidad que se decida sobre la nacionalizaciOn segin el principio del origen, y no como en otros Estados occidentales, segiin el principio de la teritorialidad. Uno debe entender estas deficiencias descritas —dle (a) a (d)— en el tratamiento del problema de la nacionalizacién en Alemania a partir del trasfondo de una autocomprensién, centrada en la cultura y el lenguaje de los alemanes como tuna nacién de compatriotas (Volksgenossen). Como francés cuenta aquel que nacié en Francia y ‘que posee los derechos de un ciudadano francés; entre nosotros se hicieron hasta el fin de la Gltima guerra sutiles diferencias entre «alemanes», es decir, ciudadanos alemanes de origen alemén, s

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