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Guerreras

de la Luz

Autora:

Mª del Carmen G. Segalés

©2009
CAPITULO 1

CERRANDO PUERTAS

Cuando la puerta se cerró tras ella sintió un gran alivio, cerró los ojos, levantó
la cabeza al cielo y dejó que los rayos del sol acariciaran su rostro por unos
segundos, luego respiró profundamente y comenzó a caminar, el aire era más
puro y el sol tenía otro brillo estando en libertad.

Tras caminar un buen rato disfrutando de la suave brisa que soplaba, llegó a su
antigua casa donde vivía con sus padres, se paró ante la puerta y dudó por un
momento si entrar o no, temblorosa, metió la llave en la cerradura y la giró. Muy
lentamente, con pasos titubeantes, entró en la casa, apenas traspasó el umbral
cuando se quedó allí inmóvil, con la mirada perdida, ausente, los recuerdos
que llegaban a su mente en forma de imágenes en flash le producían mucho
dolor.

Quería borrarlo de su mente, pero el pensamiento era más fuerte. Las


imágenes se sucedían una detrás de otra, así volvió a revivir lo que sucedió
aquel día en que su padre llegó borracho a casa, como tantas otras veces, y
empezó a discutir con su madre, ella intentó mediar en la pelea, pero lejos de
conseguirlo, eso enfureció más a su padre que la golpeó haciéndola caer al
suelo. La madre reaccionó dándole un empujón a su marido, pero éste se
revolvió furioso y le propinó un golpe mortal que acabó con su vida al
golpearse en la nuca con la mesa de cristal que había en el salón, la cual
quedó hecha pedazos. Kira corrió hacia su madre que yacía en el suelo bañada
en un charco de sangre, le tomó el pulso pero no notó nada, ya no había nada
que hacer, murió en el acto. La rabia y la frustración se apoderaron de Kira,
que en un acto reflejo, sin pensar lo que hacía, cogió un pedazo grande de
cristal de la mesa rota y se lo clavó al asesino de su madre, su padre.

Todo lo sucedido pasó por su mente como una película, quería olvidar pero no
podía, y aunque ya había pagado por ello ante la sociedad, los remordimientos
por lo que hizo la atormentaban. No pudo soportarlo, con los ojos llenos de
lágrimas salió corriendo de allí, y tras deambular por su ciudad durante horas,
acabó pasando la noche en un motel.

Aquella noche apenas pegó ojo, se sentía tan sola, tan desamparada, la única
persona que jamás le dio la espalda, su amiga Nicole, estaba tan lejos, hacía
ya un tiempo que por trabajo se había trasladado a vivir a Egipto,
concretamente a El Cairo, ella era arqueóloga y combinaba su trabajo entre el
Museo Egipcio y la American University de El Cairo, donde impartía clases de
egiptología.

Ya por la mañana, cuando las primeras luces del día empezaban a iluminar la
ciudad, Kira se levantó convencida de lo que iba a hacer, había tomado una
decisión radical para intentar dejar su pasado atrás, su intención era vender la
casa donde sucedió todo, su casa, y marcharse muy lejos de allí, se iría a El
Cairo una larga temporada, al fin y al cabo la cultura egipcia siempre le había
fascinado y además allí se encontraba la única persona, a parte de su madre,
que siempre la había apoyado y demostrado un cariño verdadero.

Pasado un tiempo, había vendido la casa y zanjado todos sus asuntos, ya lo


tenía todo dispuesto para su marcha, nada la retenía allí y su amiga Nicole la
esperaba en El Cairo con los brazos abiertos.

Y llegó el día, tomó un taxi para dirigirse al aeropuerto, mientras se alejaba


volvió la vista atrás por última vez, luego miró al frente de nuevo, hacia su
nueva vida, hacia su futuro, un futuro el cual le depararía algunas sorpresas
que no podía ni imaginar.

Al llegar al aeropuerto de El Cairo su amiga Nicole la estaba esperando, hacía


mucho que no se veían y tenía un poco de miedo de cómo sería su
reencuentro después de todo lo sucedido, pero pronto se disiparon sus dudas,
cuando al encontrarse, se estrecharon en un efusivo abrazo, lo que le hizo
entender que aquel cariño que se profesaban seguía intacto.

- Kira ¿cómo estás?, te he echado mucho de menos - dijo Nicole


- Yo también te he echado mucho de menos, tus cartas eran lo único que me
reconfortaba en la cárcel, lo único que me daba fuerzas para seguir –
respondió Kira.

- Vamos a casa, te he preparado una habitación para que te instales


cómodamente y puedas sentir que tienes un hogar - prosiguió Nicole.

Nicole vivía sola, por desgracia la vida no la había tratado muy bien tiempo
atrás y sabía perfectamente lo que era perderlo todo, sabía lo que era sentirse
sola, por eso comprendía tan bien lo que sentía su amiga.

Por el momento Kira se instalaría en casa de su amiga, tenía sitio más que
suficiente para las dos en ella y además le apetecía compartir su día a día con
su vieja amiga recién llegada, la ayudaría a adaptarse al nuevo país y, sobre
todo, la ayudaría a recobrar su vida.
CAPITULO 2

UNA NUEVA VIDA

Una vez instalada en la que sería su nueva casa, se sentaron a charlar


tranquilamente mientras saboreaban una taza de café, estuvieron recordando
viejos y alegres tiempos, pero también hablaron de aquellos momentos tan
dolorosos que marcaron sus vidas, las dos pudieron desahogarse a gusto.

Al día siguiente le pidió a su amiga Nicole que le mostrara la ciudad, quería


adaptarse al lugar lo antes posible, pensaba que así podría dejar
definitivamente el pasado atrás, ella la complació encantada, la llevó a todos
los sitios emblemáticos de El Cairo, incluido por supuesto el museo donde
trabajaba la arqueóloga, un lugar lleno de riquezas históricas que la dejó
impresionada, y aunque había visto fotografías y leído mucho sobre el tema,
no era lo mismo que verlo con sus propios ojos.

Antes de acabar la visita al museo, Nicole se ausentó un momento…

- Kira te dejo un momento sola, debo arreglar unos asuntos en el despacho.

- De acuerdo, no te preocupes, seguiré la visita yo sola - asintió Kira.

- Muy bien, no tardaré mucho, ahora nos vemos.

Kira continuó admirado las maravillas que allí había. Durante la visita a una de
las salas del museo, pudo descubrir una panorámica del complejo panteón de
los dioses egipcios y de las múltiples manifestaciones de la entidad divina,
observaba todo con mucha atención, pero hubo un momento que se quedó
absorta mirando, estaba delante de una estatuilla de la diosa Maat y no podía
dejar de mirarla, era como si alguna fuerza superior la mantuviera allí, inmóvil,
con la mirada fijada en los ojos de aquella figura y, mientras la miraba
fijamente, percibió un brillo que salía de aquellos ojos, sin apenas darse cuenta
de lo que hacía, levantó una mano y posó sus dedos en los ojos de la estatuilla,
el brillo se hizo más intenso, fue entonces cuando sintió una extraña fuerza en
su interior al mismo tiempo que veía en su mente algunas imágenes difusas y
confusas de luchas y tinieblas, asustada, apartó rápidamente la mano de la
estatua, al tiempo que oía una voz detrás de ella que la llamaba…

- Kira, Kira… - era Nicole - se diría que has visto un fantasma, ¿te encuentras
bien?

Kira al oír la voz se giró, y ante la pregunta de su amiga volvió a mirar la


estatuilla, la luz de sus ojos había desaparecido…

- ¡Ah, Nicole!, estooo… sí, estoy bien, creo que me quedé un poco traspuesta -
contestó Kira sonriendo, que no le dijo nada de lo sucedido pues pensó que
había sido producto de su imaginación, sugestionada por todo lo que estaba
viviendo.

- Creo que tanta cultura egipcia me está afectando a la cabeza - pensó para sí
Kira.

- Pensé que la diosa Maat te había hipnotizado - comentó entre risas Nicole -
por cierto, ¿sabes algo de los dioses egipcios? - prosiguió.

- Ya sabes que me apasiona todo lo relacionado con la mitología y la


civilización egipcia y, si no recuerdo mal, la diosa Maat representaba la verdad
y la justicia, el equilibrio, la armonía del universo.

- Efectivamente, fue una diosa fundamental en el gobernar de los faraones


como suprema guardiana del orden universal. Era la protectora de los jueces,
que eran sus seguidores, y presidía el juicio de los difuntos y su imagen o su
pluma servían de contrapeso para valorar el corazón del difunto, si el corazón
pesaba más alcanzaba el descanso eterno en el Paraíso - le explicó Nicole.

- A veces me pregunto cómo sería vivir en aquella época en una civilización tan
avanzada como la egipcia, capaces de construir esas inmensas pirámides y
esos templos tan majestuosos para sus dioses - expuso Kira.

- Supongo que no es lo mismo, pero podemos hacernos una pequeña idea


gracias a los descubrimientos arqueológicos que se han ido haciendo durante
años - prosiguió Nicole.
- Bueno Kira, he de decirte algo, tenía pendiente mis vacaciones y he decidido
que es un buen momento para tomarme unos días libres, ya lo he arreglado
con mis jefes y si te parece bien y estás dispuesta a correr grandes aventuras
en el país de los faraones, puedo llevarte a conocer algunas de las maravillas
de este país.

- Me parece fantástico, me encantará conocer más cosas que no sea a través


de los libros - le contestó Kira.

Abandonaron la sala pero antes volvió a mirar la estatua por última vez y pensó
que no podía ser lo que había visto…

- Es absurdo - pensó Kira - solo es una estatua, algo inerte y no puede


iluminarse como si estuviera viva… no, no puede ser - y salió de allí con Nicole
pensando que la mente le había jugado una mala pasada.

Al salir del museo, ya en la calle, iban hablando las dos amigas de lo que
podían hacer aquellos días, cuando un individuo agarró el bolso de Kira, que lo
llevaba colgado al hombro, e intentó salir corriendo con él en la mano, pero en
un acto reflejo Kira tiró del bolso hacia ella arrastrando al individuo hacia sí
para encontrarse con su puño, el hombre recibió un golpe seco en el rostro y
voló hacia atrás cayendo de espaldas, quedó tan sorprendido por la destreza
de la joven, que dolorido, salió corriendo.

Las dos mujeres se miraron perplejas…

- Caray, no sabía que supieras dar esos puñetazos - dijo Nicole atónita.

- Ni yo tampoco… - contestó Kira mirándose la mano con la que había


golpeado al asaltante, aún incrédula por lo que había hecho.

- Es increíble… vaya día llevo de cosas… incalificables, creo que esa es la


palabra, porque no sé cómo calificarlas - pensó Kira.

Después de aquel incidente continuaron con sus planes, y tras los preparativos
previos a un viaje, ya estaban dispuestas para disfrutar juntas de la rica historia
egipcia y también, cómo no, de su inquebrantable amistad, recordando viejos
tiempos en los que solían divertirse juntas. Estaba empezando una nueva vida
para Kira, pero gracias a su amiga, todo iba a ser más fácil.
CAPITULO 3

PERDIDAS

Ya con todo planificado, iniciaron su viaje que las llevaría a visitar las grandes
pirámides, el Valle de los Reyes y los templos más famosos y majestuosos de
Egipto, Kira estaba encantada e impresionada por tanta grandeza.

Llegando casi al final de su recorrido, circulaban en jeep por una carretera


desértica en mitad de la nada, a unos pocos kilómetros del Valle de los Reyes
donde tan solo se veía un montículo rocoso a lo lejos, y mucho más lejos aún
las montañas que formaban el valle, cuando de pronto el cielo empezó a
nublarse y comenzaron a oír un silbido que cada vez se hacía más fuerte,
cuando se dieron cuenta, una impresionante tormenta de arena acompañada
de fuerte descarga eléctrica se les venía encima…

- Oh oh, esto no me gusta - exclamó la arqueóloga - si nos pilla la tormenta en


campo abierto lo vamos a pasar muy mal.

- Dirígete a aquella zona rocosa, tal vez nos resguarde un poco - propuso Kira.

- Tienes razón, estaremos más seguras allí.

Nicole aceleró a tope el jeep para intentar escapar de las fuerzas de la


naturaleza que las amenazaban, y ya las estaba alcanzando la tormenta
cuando consiguieron llegar al macizo rocoso, paró el todoterreno tras unas
grandes rocas, el ruido ya era ensordecedor, el viento era cada vez más fuerte
y el polvo que arrastraba hacía el ambiente irrespirable, entonces divisaron un
agujero en la pared de al lado…

- Mira allí, parece una cueva, deberíamos refugiarnos en ella - gritó Kira.

- Sí, será mejor, ¡vamos!... - se apresuró en contestar la arqueóloga.

Corrieron hacia el agujero casi sin poder respirar, la tormenta ya estaba


encima y el viento las golpeaba con fuerza.
- ¡Uf!, por los pelos - exclamó Nicole

- Ni que lo digas - contestó Kira, sacudiéndose la arena que cubría todo su


cuerpo.

Al cabo de un rato la tormenta ya había pasado, pero el pequeño agujero por el


que habían entrado a la cueva quedó totalmente obstruido por una montaña de
arena.

- ¡Vaya, lo que faltaba! - exclamó la arqueóloga mientras intentaba apartar la


arena de la entrada con las manos - es imposible salir por aquí.

- ¿Y qué hacemos ahora?- preguntó Kira.

- Pues tendremos que buscar otra salida, nos adentraremos en la cueva a ver
que vemos, no hay más remedio - propuso Nicole.

- Muy bien, ¿y qué camino tomamos? hay dos pasadizos - preguntó de nuevo
Kira.

- Lo echaremos a suertes, o no, mira, si te fijas, en el pasadizo de la derecha


se puede apreciar una tenue luz al fondo, eso quiere decir que hay alguna
obertura al exterior, iremos por ahí - contestó la arqueóloga.

- De acuerdo, vamos allá - asintió Kira.

Pasado el susto inicial y, ante la inesperada situación, se adentraron en la


cueva por el pasadizo de la derecha con la esperanza de encontrar una salida,
y esa búsqueda las llevaría a descubrir algo insólito e inesperado.

El túnel por el que avanzaban era muy irregular y estaba muy oscuro, pero por
suerte Nicole llevaba una linterna en su mochila. Después de un buen rato
caminando, sorteando los desniveles del túnel, llegaron a un punto en que el
paso se estrechaba de tal manera que tuvieron que pasar prácticamente
arrastrándose. Cuando, con mucho esfuerzo, consiguieron dejar atrás ese
estrecho paso, llegaron a una cavidad más grande, de techos altos y paredes
muy lisas, en lo más alto de una pared había un pequeño hueco por donde
entraba la luz y, cual no fue su asombro al descubrir frente a luz de sus
linternas unos grabados en la piedra…
- Mira estos grabados, parecen muy antiguos - exclamó Kira - ¿Qué
significarán?

- Sin duda son antiguos - contestó la arqueóloga mientras los examinaba -


parece que dicen algo sobre unas guerreras que luchan contra el mal, pero no
acabo de entenderlo, en la multitud de grabados que he visto a lo largo de mi
carrera nunca había visto algo parecido.

En todos los grabados se apreciaba a dos mujeres portando escudos, con


diferentes motivos a su alrededor, en uno se veía a las guerreras solas como
si estuvieran viajando, en otro se las veía luchando contra seres monstruosos,
pero el que llamó más la atención de Kira fue uno de gran tamaño que se
extendía desde el suelo hasta poco más de su altura y estaba rodeado por una
especie de marco, como si imitara una entrada, en ese grabado se veía a la
diosa Maat entregando algo a las guerreras, que se veían bajo lo que parecía
significar una potente luz.

Kira, al ver la figura de la Diosa, recordó lo que había pasado en el museo días
atrás, tenía la mirada fijada en aquel grabado cuando la voz de su amiga la
sacó de sus pensamientos…

- Hemos hecho un gran descubrimiento, pero aquí no hay salida…

- Pero la luz que entra por ese hueco de arriba debe venir del exterior -
contestó Kira - tiene que haber algún modo de salir, seguro que tiene que
haber algún pasadizo secreto.

Mientras decía esto, nerviosa, se puso a tocar y empujar en diferentes partes


de las paredes esperando que algo sucediera, y algo sucedió. Al posar su
mano sobre el grabado que tanto le había llamado la atención, los perfiles de
las figuras grabadas empezaron a iluminarse, era como si la pared se agrietara
en esos puntos y dejara entrar una luz muy brillante. Apartó su mano
atemorizada y miró a su amiga…

- ¿Has visto lo mismo que yo… o estoy alucinando otra vez?

- No estás alucinando, lo he visto - contestó la arqueóloga - ¿y… qué quieres


decir con… otra vez? - prosiguió con cara de no entender nada.
- Pues verás, me ocurrió algo parecido en el museo, pensé que estaba
alucinando por eso no te dije nada - respondió.

- ¿Fue cuando te pregunté si habías visto un fantasma? - siguió preguntando la


arqueóloga.

- Sí, estaba mirando los ojos de la estatua de la diosa Maat cuando se


iluminaron y, al tocarlos, tuve una visión de imágenes confusas de lucha en un
mundo en tinieblas, pensé que me había quedado dormida de pie y estaba
soñando, pero después de lo que acabamos de ver las dos creo que no lo
soñé, creo que ocurrió de verdad - le contó Kira.

Su amiga la arqueóloga no supo que decir, no tenía una explicación para esos
sucesos.

Tras contarle los hechos a su compañera de viaje, Kira volvió a poner su mano
sobre el grabado, y a medida que recorría el perfil de las figuras la luz se hacía
más potente, hasta el punto de hacerse cegadora cuando acabó de delimitar
todo el perfil con sus manos, la pared se abría a la luz inundando a la mujer y
toda la cavidad en la que estaban, al cabo de unos segundos ese trozo de
pared había desaparecido consumida por la potente luminiscencia, se había
convertido en una puerta de luz brillante que no dejaba ver nada al otro lado.

Después de eso Kira volvió a sentirse rara, como le sucedió días atrás en el
museo, percibía de nuevo esa extraña fuerza en su interior que no entendía,
una fuerza que la llevó a coger a su amiga de la mano y atravesar aquella
puerta de luz sin pensarlo dos veces, Nicole aún aturdida por lo que estaba
pasando, se dejó llevar.

Ya en el otro lado aparecieron en mitad del desierto, echaron un vistazo a su


alrededor y luego se miraron las dos…

- ¡Hemos salido, estamos fuera! - exclamó la arqueóloga - pero… ¿qué


demonios ha pasado ahí dentro?- prosiguió.

- Si tú tienes una explicación dámela, porque yo no tengo ni idea - contestó


Kira.
- Bueno, ahora lo que importa es que estamos fuera - prosiguió Nicole.

- Sí, pero ¿dónde está el jeep? es más, ¿dónde está el macizo rocoso donde
nos refugiamos? - preguntó extrañada Kira.

- Quizás esté detrás de aquella duna - dijo la arqueóloga señalando a lo lejos -


subamos para tener una perspectiva más alta.

Y así lo hicieron, caminaron un buen rato hasta llegar a lo alto de la duna, pero
una vez allí solo se veía más arena, no había rastro del montículo ni del jeep…

- ¿Dónde estamos Nicole?

- No tengo ni idea, todo esto es muy extraño, no hemos caminado tanto en la


cueva como para haber salido tan lejos que no se vea el macizo donde nos
refugiamos - contestó la arqueóloga.

Fue entonces cuando divisaron en el horizonte una pequeña mancha verdosa,


casi como un punto diminuto…

- Allí parece que hay algo, a no ser que sea un espejismo claro, porque
después de los últimos acontecimientos ya me creo cualquier cosa - dijo Kira

- Si lo es… estamos viendo el mismo espejismo las dos - contestó la


arqueóloga - ¿Qué te parece, vamos en esa dirección? - prosiguió

- A menos que tengas una idea mejor no se qué otra cosa podemos hacer -
respondió su amiga.

Observaron de nuevo a su alrededor, donde sólo se podía ver arena y más


arena, luego se miraron las dos de nuevo y, sin decir nada más, se pusieron a
caminar.

Caminaron durante horas sobre la ardiente arena del desierto, bajo un sol
abrasador, estaban tan cansadas y deshidratadas, sobre todo la arqueóloga,
que apenas podían dar un paso más.

- Ya no puedo más - exclamó Nicole dejándose caer de rodillas al pie de una


duna.
- Está bien, descansemos un rato - siguió su amiga.

- Oye Kira, dime una cosa, ¿cómo puede ser que tú que no estás
acostumbrada a este clima tengas más aguante que yo? Deberías estar
exhausta.

- Y lo estoy, pero siento una fuerza interior que me impulsa a seguir, la verdad
es que desde que salimos de esa cueva es como si fuera otra persona, más
fuerte y capaz de todo - contestó

Diciendo esto, se encaramó a lo más alto de la duna que había delante de


ellas, lo que vieron sus ojos la hicieron explotar de alegría…

-¡ Nicole ven, mira esto! - exclamó riendo de forma nerviosa.

La arqueóloga subió a duras penas hasta donde estaba Kira, cuando llegó, sin
poder articular palabra, pudo ver lo mismo que veía ella, luego cruzaron sus
miradas y salieron corriendo en una explosión de júbilo.

Escondido entre las dunas se hallaba un frondoso oasis que parecía de otro
mundo. Un pequeño lago, abastecido por el agua que salía de entre las rocas
formando una pequeña cascada, se extendía delante de ellas, las orillas de
arena blanquecina se asemejaban a una playa, rodeando el entorno, algunos
árboles con frutas las invitaban a saborear tales delicias y bajo los árboles un
verde pasto cubría el suelo. Era un lugar increíble, digno de dioses, que
desprendía cierta magia, como si alguna divinidad se encargara de cuidar y
proteger lo que allí había, y de alguna manera, a ellas también, porque aquello
les salvó la vida por el momento.

En la carrera final, agotaron el último resquicio de fuerzas que les quedaba,


estaban tan acaloradas y sedientas que se lanzaron a las cristalinas aguas
como posesas.

- Agua por fin, que delicia - exclamó Nicole saciando su sed.

- No solo el agua es una delicia, ¿te has fijado en el entorno? es un lugar


maravilloso, mágico diría yo - prosiguió Kira.
- La verdad es que sí, es un paraíso - admitió la arqueóloga - pero es muy
extraño que este oasis no salga en los mapas, nunca he oído hablar de un
lugar así por estas tierras.

- ¿Y qué importa si sale en los mapas o no? está aquí y gracias a eso tenemos
una oportunidad de seguir vivas - contestó Kira.

- Sí, tienes razón… aunque no sé hasta cuando - murmuró la arqueóloga.

Faltaba poco para anochecer, así que después de saciar su sed y de un baño
refrescante y regenerador que las hizo sentirse mejor, recogieron algo de fruta
y se dispusieron a comer algo.

Tras la ligera cena, se sentaron apoyadas contra un tronco que había tumbado
en el suelo contemplando la belleza de un firmamento plagado de estrellas.

- Mira ese cielo, Nicole, está precioso tan lleno de estrellas, se ve tan limpio sin
la polución de las ciudades.

- Es cierto, es una vista maravillosa - contestó la arqueóloga - se pueden


apreciar todas las constelaciones perfectamente

Nicole fijó su vista en una estrella que parecía más grande que las otras y su
brillo era superior al de las demás…

Se hizo un largo silencio que su amiga Kira interrumpió…

- ¿En qué piensas Nicole?

- Pensaba en lo bella que es esa estrella, reluciendo con todo su fulgor por
encima de las demás - contestó señalándola con el dedo - ya sé que siempre
ha estado ahí, pero hoy la veo más hermosa que nunca, me dan ganas de
cogerla y guardarla en un frasco para que te guíe e ilumine siempre, sería un
bonito regalo por nuestra amistad.

- Eso que has dicho es muy bonito, pero ¿sabes una cosa Nicole?, yo no
necesito esa estrella del cielo, la estrella más bella la tengo aquí, a mi lado, y
tiene la luz más pura y brillante del universo, la luz que tú irradias…porque tú
eres mi estrella, esa estrella que me ha dado su luz y su calor siempre, incluso
cuando todos me daban la espalda.

Dicho esto, las dos se estrecharon en un fuerte abrazo embargadas por la


emoción.

- Y ahora será mejor que intentemos dormir algo, mañana debemos volver a
ese mar de arena, a no ser que ocurra un milagro - continuó Kira.

Se acurrucaron junto al tronco caído y se prepararon para dormir, les costó


bastante conciliar el sueño después de tantas aventuras inexplicables vividas,
pero al final pudo más el cansancio.

Continuará...

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