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de la Luz
Autora:
©2009
CAPITULO 1
CERRANDO PUERTAS
Cuando la puerta se cerró tras ella sintió un gran alivio, cerró los ojos, levantó
la cabeza al cielo y dejó que los rayos del sol acariciaran su rostro por unos
segundos, luego respiró profundamente y comenzó a caminar, el aire era más
puro y el sol tenía otro brillo estando en libertad.
Tras caminar un buen rato disfrutando de la suave brisa que soplaba, llegó a su
antigua casa donde vivía con sus padres, se paró ante la puerta y dudó por un
momento si entrar o no, temblorosa, metió la llave en la cerradura y la giró. Muy
lentamente, con pasos titubeantes, entró en la casa, apenas traspasó el umbral
cuando se quedó allí inmóvil, con la mirada perdida, ausente, los recuerdos
que llegaban a su mente en forma de imágenes en flash le producían mucho
dolor.
Todo lo sucedido pasó por su mente como una película, quería olvidar pero no
podía, y aunque ya había pagado por ello ante la sociedad, los remordimientos
por lo que hizo la atormentaban. No pudo soportarlo, con los ojos llenos de
lágrimas salió corriendo de allí, y tras deambular por su ciudad durante horas,
acabó pasando la noche en un motel.
Aquella noche apenas pegó ojo, se sentía tan sola, tan desamparada, la única
persona que jamás le dio la espalda, su amiga Nicole, estaba tan lejos, hacía
ya un tiempo que por trabajo se había trasladado a vivir a Egipto,
concretamente a El Cairo, ella era arqueóloga y combinaba su trabajo entre el
Museo Egipcio y la American University de El Cairo, donde impartía clases de
egiptología.
Ya por la mañana, cuando las primeras luces del día empezaban a iluminar la
ciudad, Kira se levantó convencida de lo que iba a hacer, había tomado una
decisión radical para intentar dejar su pasado atrás, su intención era vender la
casa donde sucedió todo, su casa, y marcharse muy lejos de allí, se iría a El
Cairo una larga temporada, al fin y al cabo la cultura egipcia siempre le había
fascinado y además allí se encontraba la única persona, a parte de su madre,
que siempre la había apoyado y demostrado un cariño verdadero.
Nicole vivía sola, por desgracia la vida no la había tratado muy bien tiempo
atrás y sabía perfectamente lo que era perderlo todo, sabía lo que era sentirse
sola, por eso comprendía tan bien lo que sentía su amiga.
Por el momento Kira se instalaría en casa de su amiga, tenía sitio más que
suficiente para las dos en ella y además le apetecía compartir su día a día con
su vieja amiga recién llegada, la ayudaría a adaptarse al nuevo país y, sobre
todo, la ayudaría a recobrar su vida.
CAPITULO 2
Kira continuó admirado las maravillas que allí había. Durante la visita a una de
las salas del museo, pudo descubrir una panorámica del complejo panteón de
los dioses egipcios y de las múltiples manifestaciones de la entidad divina,
observaba todo con mucha atención, pero hubo un momento que se quedó
absorta mirando, estaba delante de una estatuilla de la diosa Maat y no podía
dejar de mirarla, era como si alguna fuerza superior la mantuviera allí, inmóvil,
con la mirada fijada en los ojos de aquella figura y, mientras la miraba
fijamente, percibió un brillo que salía de aquellos ojos, sin apenas darse cuenta
de lo que hacía, levantó una mano y posó sus dedos en los ojos de la estatuilla,
el brillo se hizo más intenso, fue entonces cuando sintió una extraña fuerza en
su interior al mismo tiempo que veía en su mente algunas imágenes difusas y
confusas de luchas y tinieblas, asustada, apartó rápidamente la mano de la
estatua, al tiempo que oía una voz detrás de ella que la llamaba…
- Kira, Kira… - era Nicole - se diría que has visto un fantasma, ¿te encuentras
bien?
- ¡Ah, Nicole!, estooo… sí, estoy bien, creo que me quedé un poco traspuesta -
contestó Kira sonriendo, que no le dijo nada de lo sucedido pues pensó que
había sido producto de su imaginación, sugestionada por todo lo que estaba
viviendo.
- Creo que tanta cultura egipcia me está afectando a la cabeza - pensó para sí
Kira.
- Pensé que la diosa Maat te había hipnotizado - comentó entre risas Nicole -
por cierto, ¿sabes algo de los dioses egipcios? - prosiguió.
- A veces me pregunto cómo sería vivir en aquella época en una civilización tan
avanzada como la egipcia, capaces de construir esas inmensas pirámides y
esos templos tan majestuosos para sus dioses - expuso Kira.
Abandonaron la sala pero antes volvió a mirar la estatua por última vez y pensó
que no podía ser lo que había visto…
Al salir del museo, ya en la calle, iban hablando las dos amigas de lo que
podían hacer aquellos días, cuando un individuo agarró el bolso de Kira, que lo
llevaba colgado al hombro, e intentó salir corriendo con él en la mano, pero en
un acto reflejo Kira tiró del bolso hacia ella arrastrando al individuo hacia sí
para encontrarse con su puño, el hombre recibió un golpe seco en el rostro y
voló hacia atrás cayendo de espaldas, quedó tan sorprendido por la destreza
de la joven, que dolorido, salió corriendo.
- Caray, no sabía que supieras dar esos puñetazos - dijo Nicole atónita.
Después de aquel incidente continuaron con sus planes, y tras los preparativos
previos a un viaje, ya estaban dispuestas para disfrutar juntas de la rica historia
egipcia y también, cómo no, de su inquebrantable amistad, recordando viejos
tiempos en los que solían divertirse juntas. Estaba empezando una nueva vida
para Kira, pero gracias a su amiga, todo iba a ser más fácil.
CAPITULO 3
PERDIDAS
Ya con todo planificado, iniciaron su viaje que las llevaría a visitar las grandes
pirámides, el Valle de los Reyes y los templos más famosos y majestuosos de
Egipto, Kira estaba encantada e impresionada por tanta grandeza.
- Dirígete a aquella zona rocosa, tal vez nos resguarde un poco - propuso Kira.
- Mira allí, parece una cueva, deberíamos refugiarnos en ella - gritó Kira.
- Pues tendremos que buscar otra salida, nos adentraremos en la cueva a ver
que vemos, no hay más remedio - propuso Nicole.
- Muy bien, ¿y qué camino tomamos? hay dos pasadizos - preguntó de nuevo
Kira.
El túnel por el que avanzaban era muy irregular y estaba muy oscuro, pero por
suerte Nicole llevaba una linterna en su mochila. Después de un buen rato
caminando, sorteando los desniveles del túnel, llegaron a un punto en que el
paso se estrechaba de tal manera que tuvieron que pasar prácticamente
arrastrándose. Cuando, con mucho esfuerzo, consiguieron dejar atrás ese
estrecho paso, llegaron a una cavidad más grande, de techos altos y paredes
muy lisas, en lo más alto de una pared había un pequeño hueco por donde
entraba la luz y, cual no fue su asombro al descubrir frente a luz de sus
linternas unos grabados en la piedra…
- Mira estos grabados, parecen muy antiguos - exclamó Kira - ¿Qué
significarán?
Kira, al ver la figura de la Diosa, recordó lo que había pasado en el museo días
atrás, tenía la mirada fijada en aquel grabado cuando la voz de su amiga la
sacó de sus pensamientos…
- Pero la luz que entra por ese hueco de arriba debe venir del exterior -
contestó Kira - tiene que haber algún modo de salir, seguro que tiene que
haber algún pasadizo secreto.
Su amiga la arqueóloga no supo que decir, no tenía una explicación para esos
sucesos.
Tras contarle los hechos a su compañera de viaje, Kira volvió a poner su mano
sobre el grabado, y a medida que recorría el perfil de las figuras la luz se hacía
más potente, hasta el punto de hacerse cegadora cuando acabó de delimitar
todo el perfil con sus manos, la pared se abría a la luz inundando a la mujer y
toda la cavidad en la que estaban, al cabo de unos segundos ese trozo de
pared había desaparecido consumida por la potente luminiscencia, se había
convertido en una puerta de luz brillante que no dejaba ver nada al otro lado.
Después de eso Kira volvió a sentirse rara, como le sucedió días atrás en el
museo, percibía de nuevo esa extraña fuerza en su interior que no entendía,
una fuerza que la llevó a coger a su amiga de la mano y atravesar aquella
puerta de luz sin pensarlo dos veces, Nicole aún aturdida por lo que estaba
pasando, se dejó llevar.
- Sí, pero ¿dónde está el jeep? es más, ¿dónde está el macizo rocoso donde
nos refugiamos? - preguntó extrañada Kira.
Y así lo hicieron, caminaron un buen rato hasta llegar a lo alto de la duna, pero
una vez allí solo se veía más arena, no había rastro del montículo ni del jeep…
- Allí parece que hay algo, a no ser que sea un espejismo claro, porque
después de los últimos acontecimientos ya me creo cualquier cosa - dijo Kira
- A menos que tengas una idea mejor no se qué otra cosa podemos hacer -
respondió su amiga.
Caminaron durante horas sobre la ardiente arena del desierto, bajo un sol
abrasador, estaban tan cansadas y deshidratadas, sobre todo la arqueóloga,
que apenas podían dar un paso más.
- Oye Kira, dime una cosa, ¿cómo puede ser que tú que no estás
acostumbrada a este clima tengas más aguante que yo? Deberías estar
exhausta.
- Y lo estoy, pero siento una fuerza interior que me impulsa a seguir, la verdad
es que desde que salimos de esa cueva es como si fuera otra persona, más
fuerte y capaz de todo - contestó
La arqueóloga subió a duras penas hasta donde estaba Kira, cuando llegó, sin
poder articular palabra, pudo ver lo mismo que veía ella, luego cruzaron sus
miradas y salieron corriendo en una explosión de júbilo.
Escondido entre las dunas se hallaba un frondoso oasis que parecía de otro
mundo. Un pequeño lago, abastecido por el agua que salía de entre las rocas
formando una pequeña cascada, se extendía delante de ellas, las orillas de
arena blanquecina se asemejaban a una playa, rodeando el entorno, algunos
árboles con frutas las invitaban a saborear tales delicias y bajo los árboles un
verde pasto cubría el suelo. Era un lugar increíble, digno de dioses, que
desprendía cierta magia, como si alguna divinidad se encargara de cuidar y
proteger lo que allí había, y de alguna manera, a ellas también, porque aquello
les salvó la vida por el momento.
- ¿Y qué importa si sale en los mapas o no? está aquí y gracias a eso tenemos
una oportunidad de seguir vivas - contestó Kira.
Faltaba poco para anochecer, así que después de saciar su sed y de un baño
refrescante y regenerador que las hizo sentirse mejor, recogieron algo de fruta
y se dispusieron a comer algo.
Tras la ligera cena, se sentaron apoyadas contra un tronco que había tumbado
en el suelo contemplando la belleza de un firmamento plagado de estrellas.
- Mira ese cielo, Nicole, está precioso tan lleno de estrellas, se ve tan limpio sin
la polución de las ciudades.
Nicole fijó su vista en una estrella que parecía más grande que las otras y su
brillo era superior al de las demás…
- Pensaba en lo bella que es esa estrella, reluciendo con todo su fulgor por
encima de las demás - contestó señalándola con el dedo - ya sé que siempre
ha estado ahí, pero hoy la veo más hermosa que nunca, me dan ganas de
cogerla y guardarla en un frasco para que te guíe e ilumine siempre, sería un
bonito regalo por nuestra amistad.
- Eso que has dicho es muy bonito, pero ¿sabes una cosa Nicole?, yo no
necesito esa estrella del cielo, la estrella más bella la tengo aquí, a mi lado, y
tiene la luz más pura y brillante del universo, la luz que tú irradias…porque tú
eres mi estrella, esa estrella que me ha dado su luz y su calor siempre, incluso
cuando todos me daban la espalda.
- Y ahora será mejor que intentemos dormir algo, mañana debemos volver a
ese mar de arena, a no ser que ocurra un milagro - continuó Kira.
Continuará...