angustia que tienen los hombres ante el abismo del futuro no realizado, y sus típicos intentos de pretender que no son responsables. Así, lo mismo que los católicos o los marxistas, Sartre coloca la base de su visión moral en una metafísica de la naturaleza humana. Como Sartre, los prescriptivistas y los emotivistas no derivan la fuente de la necesidad de elegir, o de asumir las propias actitudes, de la historia moral de la sociedad. La atribuyen a la naturaleza de los conceptos morales en cuanto tales. Y en esta forma, lo mismo que Sartre, tratan de dar un carácter absoluto a su propia moralidad in- dividualista, y a la de la época, mediante una invocación a conceptos, en la misma medida en que sus críticos tratan de atribuir un carácter absoluto a sus propias moralidades mediante una apelación a consi- deraciones conceptuales. Pero estos intentos sólo podrían tener éxito si los conceptos morales fueran intemporales y ahistóncos, y si sólo hubiera un único conjunto disponible de conceptos morales. Una de las virtudes de la historia de la filosofía moral es mostrarnos que esto no es verdad y que los mismos conceptos morales tienen una historia. Comprender esto es liberarse de toda falsa pretensión absolutista.