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EL LIBRO DEL

APOCALIPSIS

Por: ARMANDO R. LACOUTURE


FINALIDAD DE LOS LIBROS APOCALÍPTICOS
El sentido fundamental de la literatura apocalíptica es el de desocultar, revelar, hacer
visible, tangible, audible, entendible algo que estaba oculto, invisible, ininteligible. Lo
que desoculta esta literatura, es lo que interesa a los santos, a los justos, a los pobres y de
esta manera la finalidad de la literatura apocalíptica es la de hacer visible la realidad de
los santos y legitimar su causa, su resistencia, su lucha. El Apocalipsis se opone a la
ideología, en tanto que esta oculta la realidad y legitima la dominación, mientras que
aquella desoculta la realidad de los pobres y legitima su liberación, razón por la cual el
Apocalipsis es liberador, es la buena noticia para los pobres. El Apocalipsis revela el
cielo, haciendo visible la dimensión oculta, trascendente y profunda de la historia.
La revelación apocalíptica se diferencia de la revelación tradicional en que va mas allá,
tratando de resolver los interrogantes que plantean las nuevas situaciones de crisis y que
la revelación tradicional (Torá, profetas, escritos) no ayuda suficientemente a
comprender, porque no es suficiente el recordar o interpretar las escrituras recibidas, lo
que, aunque necesario, no alcanza a revelar en la nueva situación de crisis, donde está
Dios y cual es su voluntad o plan de salvación. El autor apocalíptico no hace reflexiones
teológicas basadas en textos anteriores, sino que presenta su mensaje como una
revelación directa y nueva de Dios. Esta concepción de la revelación puede llevar a
abusos, como efectivamente se han dado y por eso el Apocalipsis se da solamente cuando
está fundado en una fuerte experiencia espiritual de la comunidad y en continuidad con
toda la revelación anterior, que se asume como criterio de discernimiento de la revelación
actual en la historia. El sentido del Apocalipsis se compara con lo que en la hermenéutica
se conoce como sentido alegórico o espiritual, el cual es legítimo cuando es controlado
por el sentido literal e histórico, así como por la comunidad (magisterio) y por la ciencia
bíblica. La Biblia nos revela, además de la Palabra de Dios, donde y como Dios se revela
hoy y el Apocalipsis es la gran revelación de Dios; por tanto, la Biblia nos capacita para
ser apocalípticos en cada nueva coyuntura, nueva crisis o mundo nuevo que nos toca
vivir.
En la apocalíptica se presenta la escatología como algo mas que una doctrina o
escatología individual (salvación del alma) y se da como escatología histórica y política y
aunque en apariencia el lenguaje mítico y cósmico junto a las visiones fantásticas con
cielo, ángeles y demonios, no presenta una imagen histórica, esto no corresponde a la
realidad en que se expresa la apocalíptica. La historia en la apocalíptica tiene un presente
un pasado y un futuro, siguiendo ese orden y tomando como fundamental el presente en
el cual se encuentran el autor y los oyentes del libro. Ese presente es tiempo de crisis,
posterior a una catástrofe, persecución u opresión extrema, pero es también cairos, el
tiempo especial de conversión y de Gracia. El autor escribe para animar a sus
destinatarios en su resistencia, su esperanza, su lucha y la construcción del Reino,
animándolos con el anuncio de un fin que va a poner término a los sufrimientos del
presente y dará inicio a un nuevo mundo y para que los lectores se convenzan, el escritor
acude al pasado identificándose ficticiamente con un personaje del pasado, que vivió en
una situación semejante a la que viven los lectores en el presente. El pasado se presenta
como una revelación en la que se anuncia lo que va a suceder en el futuro, futuro que ya
ha sucedido de la misma manera que ha sido revelado, ya que el autor está en el presente.
Esta realización, es la que da credibilidad al autor para anunciar la certeza del fin: si lo
pasado se cumplió, también el fin próximo va a llegar con certeza. Este fenómeno, típico
de la apocalíptica, llamado prophetía ex evento, pseudonimia o antedatación, tiene una
función retórica y querigmática para exhortar y convencer, pero su función va mas allá:
muestra el interés del autor por la historia e inspirado por el Espíritu Santo, estudia y
discierne el pasado para sacar consecuencias y enseñanzas para el presente.
El futuro escatológico del apocalíptico no es un discurso abstracto sobre el fin o el futuro,
sino un discurso concreto sobre lo que pone fin al tiempo presente, presentando el autor
al futuro en función del tiempo presente; el futuro no es, sino que viene; esto es, irrumpe
en el tiempo presente. El fin es dinámico y consiste en poner fin a los sufrimientos del
tiempo presente de una manera escatológica, a través del juicio de Dios, que es siempre la
buena noticia para los santos, pero terrible para las bestias y los impíos y después viene lo
desconocido que cada autor describe de una manera diferente de entender la esperanza, la
utopía. La escatología apocalíptica es histórica y política porque es la construcción del
futuro lo que da sentido al momento presente y a toda la historia y el futuro escatológico
es parte de la historia, se realiza en la historia, es trascendente porque es realizado por
Dios y está mas allá del fin, mas allá de la muerte, mas allá de este mundo, pero se realiza
dentro de la historia como el éxito total y final de esta historia.
La visión apocalíptica (sueños, éxtasis, cuadros) es sobre todo para ser contemplada y
llevada a la acción, buscando transmitir una convicción fundamental o desarrollar una
espiritualidad. Aquí se vive la centralidad del Apocalipsis de Juan en la liturgia, que nos
lleva al corazón de la comunidad, en la que los himnos que canta nos dan las claves para
interpretar los textos del Apocalipsis. Las visiones del Apocalipsis les ofrecen a los
cristianos un mundo alternativo, para animarlos y aumentar su poder de resistencia en la
persecución, organizando la experiencia imaginativa creativa del pueblo. Las visiones
apocalípticas ayudan al pueblo a crear e imaginar un mundo alternativo al mundo que
acabó. Las imágenes y mitos apocalípticos ayudan al pueblo a recordar la historia,
marcando en su memoria las visiones, a través de las cuales el autor nos introduce en el
mundo de Dios, en el mundo trascendente, para hacernos vivir la historia de una manera
diferente.
El Apocalipsis de Juan se escribió para hablar de Jesús, no de la Bestia o del Anticristo.
Todo el libro del Apocalipsis es para hablar del triunfo definitivo y total del Cordero (la
forma simbólica de referirse a Jesús en el Apocalipsis).El centro y esencia del libro es
Cristo, no la Bestia. El centro y esencia del libro es la Gracia, no el pecado. El centro y
esencia del libro es la resurrección, no la muerte (ni la de Cristo ni la de nadie). El centro
y esencia del libro es Cristo, no el diablo. El centro y esencia del libro es el Reino de
Dios (en Cristo), no el infierno ni la destrucción.
DESTINATARIOS DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS
El libro del Apocalipsis en su primer versículo dice que el escrito va destinado a los
siervos, mientras que en 1,4 dirige un saludo a las siete iglesias de Asia, lo cual, por el
uso del número siete, sugiere una idea de plenitud y algunos autores lo interpretan como
que se trata de un mensaje universal dirigido a todas las iglesias, a todos los cristianos o
judíos, quienes son los únicos que pueden interpretar los símbolos apocalípticos. Fuera de
este círculo la interpretación sería de catástrofe, como suele ocurrir hoy en día con
algunos que pretenden encontrar en este libro la descripción del fin del mundo.
Al hablar de las siete iglesias se sitúa el libro en función de unas comunidades cristianas
reales, con unos problemas reales, que el autor parece conocer bastante bien. Estas
iglesias están en ciudades conocidas, de las cuales se destacan hechos concretos. Viven
entre dificultades y tentaciones. Se habla de persecuciones en Esmirna (2,10) y Pérgamo
(2,13). También hay peligros de desviación doctrinal, aunque no está claro cuáles son las
desviaciones concretas, pues no se conoce quiénes son los llamados nicolaitas (2, 2.6.15)
o los de la sinagoga de Satanás (2,9; 3,9), tampoco hay una identificación clara de Jezabel
(2,20.24) o de la doctrina de Balaam (2,14). El texto nos muestra dos posibles direcciones
a las cuales tenían la tentación de tomar estas comunidades: la tentación de retornar al
judaísmo olvidando que Jesús es el que da su verdadero y definitivo sentido a la historia
de la revelación de Dios a los judíos; y la tentación de doblegarse al poder del imperio
romano aceptando sus formas de vida, como es el caso de Jezabel, de los que profesan la
doctrina de Balaam, y, posiblemente, de los nicolaítas.
Los cristianos destinatarios viven en el Imperio Romano, bajo un régimen que diviniza a
su emperador y oprime a los pueblos, poniendo a todos los habitantes del Imperio ante
dos opciones radicales: rendirse y acatar su régimen o sucumbir a su poder. Frente a eso
los cristianos saben que el único Señor es Jesucristo, el único que libera al hombre. En
nombre de ese Señor se envían estas cartas a las Iglesias, para guardarlas del riesgo de
renegar de él y asimilarse a un Imperio que pretende ocupar el lugar de Dios en el mundo.
Pero esos cristianos son también muy conscientes de sus raíces judías y conocen las
Escrituras Sagradas, por eso encontramos en el Apocalipsis una gran cantidad de citas del
Antiguo Testamento. Esta situación los tienta a volver a su primitivo judaísmo, ya que el
judaísmo es una religión socialmente aceptada en el Imperio. Frente a esto también el
Apocalipsis proclama con fuerza que es Jesucristo el que revela definitivamente a Dios,
no hay marcha atrás posible.
En definitiva, el origen de los problemas es el mismo: buscar un cristianismo acomodado,
ya sea en el judaísmo ya sea en el Imperio Romano. Las cartas denuncian la falta de valor
de los que quieren vivir según unos criterios distintos de los de Jesucristo en las
comunidades de Éfeso (2,4), Sardes (3,2) y Laodicea (3,15).
El pueblo de las comunidades tenía además otras dificultades. Estaba el cansancio natural
después de tantos años de caminar (2,2). Había bajado el entusiasmo del primer fervor
(2,4). Estaban los falsos líderes que se presentaban como apóstoles y no lo eran (2,2).
Corrían doctrinas equivocadas que traían confusión (2,6.15); las persecuciones por parte
de los judíos (2,9; 3,9); el problema de otras religiones que se mezclaban con la fe en
Jesús (2,14-15.20). Algunas comunidades se estaban muriendo (3,1); otras, aunque
debiluchas, continuaban firmes en la fe (3,8). En general era gente pobre y hasta
indigente (2,9). Las comunidades más ricas se acomodaban engañadas por su riqueza
(3,16-17). ¡No eran ni frías, ni calientes! (3,15).
En conclusión, los destinatarios son unos cristianos perseguidos y desorientados, frente a
lo cual se les propone conservar lo que se tiene (2,10.25; 3,11) y romper con las
desviaciones doctrinales (2,16; 3,18). Esta visión general es también válida para toda la
iglesia, si tomamos en cuenta que el siete es el número de la totalidad.
Las siete cartas le proponen a las iglesias a Cristo en primer lugar, presente en ellas como
el que conoce y supervisa, amonesta y felicita, pero también como el que llama a estas
comunidades a vivir en su vida una historia de la salvación renovada; veladamente, las
promesas a cada una de las Iglesias son un repaso de toda la historia de la salvación,
como podemos comprobar en el siguiente esquema:
Destinatario Promesa Historia de Salvación
Éfeso Comer del árbol de la vida Orígenes y primer pecado
Esmirna Liberación de la segunda muerte Liberación de Egipto
Pérgamo Maná oculto Travesía del desierto
Tiatira Poder sobre las naciones Reino de David y Salomón
Sardes Vestido blanco Destierro (purificación)
Filadelfia Columna del Templo Restauración tras el destierro
Laodicea Cena con Cristo Jesucristo
Todas estas alusiones invitan a las Iglesias a vivir su historia como historia de salvación.
En el ahora de cada cristiano se pueden realizar de nuevo las gestas de Dios, que sigue
siendo salvador, porque toda su obra salvadora está presente y viva en el hoy de la
Iglesia, su promesa sigue vigente para los cristianos.
De este modo fortalecer la fe de los cristianos significa hacerles vivir las circunstancias
de su vida presente a la luz de la historia de la salvación, esa es la gran preocupación del
Apocalipsis, desvelar que, incluso en las situaciones más negativas, sigue estando
presente la voluntad salvífica de Dios para con su pueblo, por eso la fe no debe
desfallecer, sino revitalizarse para ser capaz de ver todo lo que ocurre a la luz del amor de
Dios.
FUENTE DE INSPIRACIÓN DEL APOCALIPSIS
El origen concreto de los símbolos del Apocalipsis hay que buscarlos en el Antiguo
Testamento, pero también se puede encontrar influencias de tradiciones judías. Esos
símbolos son comprensibles principalmente para los cristianos de origen judío, quienes
conformaban mayoritariamente las primeras comunidades.
En el Apocalipsis se trata de describir lo indescriptible y, para eso, se usan imágenes que
eran utilizadas por el pueblo judío, pero se usan también otras imágenes conocidas usadas
por paganos, pero con un sentido nuevo, con un sentido cristiano. Las imágenes del
Apocalipsis eran perfectamente comprensibles para los judíos que habían leído los libros
de Jeremías, Ezequiel, Daniel, Joel, o Isaías. Para describir lo indescriptible se usan hasta
símbolos de la astrología o de la mitología pagana.
Revisemos el contexto histórico en que se escribe el libro:
En el año 96 o un poco antes, en plena persecución de Domiciano, se escribe un libro
como si hubiera sido escrito alrededor del año 68 (bajo la persecución de Nerón) y se
presenta todo lo ocurrido entre el año 68 y el año 96 como profecías hechas en el año 68.
Si todo lo profetizado desde el año 68 ha ocurrido, se dice, también ocurrirá lo que falta
por cumplir: que Cristo acabará triunfando. Es para dar esperanzas y fuerzas a los
cristianos y comunidades perseguidas; no deben flaquear porque Cristo triunfará y el
perseguidor desaparecerá. Todo eso se dice en forma tal que sólo puedan entender el
escrito los iniciados (por eso todos los símbolos usados y las imágenes empleadas para
describir los hechos).
Seguramente el autor se inspiró en la antigua literatura apocalíptica existente en el medio
judío, de la cual el único texto que se considera canónico es el de Daniel.
En los 404 versículos del Apocalipsis se encuentran 518 citas del Antiguo Testamento, de
las cuales 88 tomadas de Daniel. Ello muestra sobradamente que en la misma Biblia es
donde han de buscarse luces para la interpretación de esta divina profecía
REPRESENTACIÓN DE JESÚS A LO LARGO DEL APOCALIPSIS
El Jesucristo que presenta el Apocalipsis es ante todo y sobre todo humano, Hijo de
hombre, recogiendo un símbolo de Daniel donde el poder humano de Dios se contrapone
al poder bestial del mal (Dn 7, 13-14). Este Jesucristo humano y humanitario está
adornado por una amplia serie de signos de poder y honor:
 Túnica larga y pecho ceñido aluden al sacerdocio (Ex 29,5) y a la dignidad (Dn
10,5).
 Cabellos blancos de anciano que denotan sabiduría.
 Ojos como llamas: su mirada ilumina (Dn 10,6).
 Pies de bronce: contrapuestos a la estatua del sueño de Nabucodonosor (Dn 2,31-
45) indican un poder duradero.
 Voz como estruendo de aguas torrenciales: Recuerdan el poder de Dios para
acabar con el mal (Gn 6-8), para liberar (Ex 14) y dar vida (Ez 47)
 Siete estrellas en la mano: Puede ser una alusión a los siete planetas entonces
conocidos, con lo cual significaría su poder sobre el universo. Posteriormente estas
estrellas son explicadas como signo de los ángeles de las Iglesias, con lo que haría
referencia de forma particular a su poder sobre la Iglesia.
 De su boca sale una espada de doble filo: La metáfora de la espada se usa en la
Biblia para expresar el poder de la palabra, aquí en particular estaríamos ante un
símbolo del poder de discernimiento de la Palabra de Dios que encontramos en boca
de Jesús (Hb 4,12)
 Aspecto como el sol: Es un Jesucristo glorioso que lo ilumina todo.
Todo este amplio juego simbólico nos presenta un Jesús resucitado, resplandeciente, y
vivo corporalmente en su Iglesia, lo que complementa la visión de los Evangelios: éstos
nos llevan al Resucitado a partir del Jesús humano y el Apocalipsis ve la humanidad de
Jesús desde el resplandor deslumbrante de su Resurrección. Es precisamente este Jesús
glorioso y henchido de poder aquél en quien confía y a quien espera la Iglesia. Desde su
ser glorioso Jesús va a dirigirle su Palabra, y veremos como en las cartas a las siete
Iglesias se irán retomando los distintos elementos de esta descripción en relación con
cada una de ellas.
El título de Cordero se utiliza 28 veces, inmolado pero resucitado, el único capacitado
para abrir el libro e interpretar la historia. Con su sangre rescató a la humanidad y por eso
también Él es el centro de la liturgia celestial (c. 5). La nueva Jerusalén es la esposa del
cordero (c. 21) y en ella está el trono compartido por Dios y por el Cordero (22,3). Él es
también el que vive, el que estuvo muerto y pasó de nuevo a la vida, el Hijo de Dios, el
Alfa y el Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin (22,13), el deseado: “¡Ven
Señor Jesús!” (22,20).
La presencia salvadora de Cristo en la historia se presenta como el jinete vencedor sobre
un caballo blanco.
EL ESPÍRITU SANTO EN EL APOCALIPSIS
Aunque no se le nombra con la misma insistencia que el Cordero, está presente en el
Apocalipsis y es el que habla a las siete iglesias y las conmina a la conversión y
santificación: “El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias”
(2,7.11.17.29; 3,6.13.22). Él es también quien al final estimula la oración constante de la
Iglesia, anhelando el retorno de Jesús: “El Espíritu y la Novia dicen: ¡Ven!” (22,17).
“Los siete espíritus que están delante del trono de Dios”. Son espíritus, esto es, son la
acción invisible de Dios en la vida y en la historia de los hombres. “El Espíritu del Señor
llena el universo” (Sab 1,7). El número siete representa la plenitud de acción con la que
Dios actúa en el mundo para realizar su plan. Están delante de su trono, es decir, están
siempre listos para atender a cualquiera orden del Padre (5,6).
EXIGENCIAS A LAS COMUNIDADES CRISTIANAS EN EL APOCALIPSIS
En las cartas a las siete iglesias podemos resumir un esquema de juicios acerca de lo
positivo y lo negativo que el que habla detecta en cada una de estas iglesias y lo que les
exige para obtener el premio final del Reino de Dios. Ese esquema lo he plasmado en la
siguiente tabla:
Iglesia Juicio Exigencia
Bueno Malo
Éfeso Trabajos, constancia, no soporta a Abandonaron el amor primero Arrepiéntete y
los malos, probaron a los apóstoles, conviértete
odian a los nicolaitas
Esmirna Tribulación, pobreza aunque es rica, No temas,
los ataques de los judíos permanece fiel
Pérgamo Perseverancia en la fe, martirio de Habitan en el trono de Satanás, siguen Conviértete
Antipas a Balaán y a los nicolaítas
Tiatira Amor, fe, servicialidad, entereza en Tolerancia de Jezabel Conserven
sufrir firmemente lo que
tienen y rechacen a
Jezabel.
Sardes Algunos han conservado sus Muerto en vida Despierta y fortalece
vestiduras blancas lo que está a punto
de morir. Conviértete
Filadelfia Fidelidad a la palabra, el nombre y Poca fuerza Conserva lo que
sufren con entereza tienes
Laodicea Tibieza, rico pero desdichado y Sé celoso y
miserable, pobre, ciego y desnudo conviértete

Siendo consecuentes con lo dicho acerca de que el concepto de las siete iglesias involucra
totalidad y que por tanto se puede asumir que estos mensajes son válidos para la Iglesia
de hoy y para cada uno de los bautizados como miembros de esa Iglesia, tenemos que
reconocer que todos los juicios que el Apocalipsis hace sobre cada una de las iglesias, son
aplicables a las Iglesias particulares e incluso a las Iglesias domésticas; por tanto,
tenemos que reconocernos como destinatarios de este libro y acoger el llamado a la
conversión, a mantenernos fieles en la fe a pesar de los contratiempos que esto nos pueda
ocasionar. La Iglesia de hoy sufre persecuciones y opresión, manifestadas en formas
diferentes y prueba de ello son los constantes escritos y películas en los que se trata de
desvirtuar el sentido de la fe cristiana; grupos de opositores promueven la legalización de
prácticas morales indignas y presentan a la Iglesia como un obstáculo para el progreso.
Dentro de la misma Iglesia se ve también la presencia de personajes y movimientos que
pretenden desvirtuar el sentido de la fe en Cristo, desvalorizando el hecho de que Cristo
es Dios que se encarnó en María, padeció, murió, resucitó y subió al Cielo, por nuestra
salvación y pretenden convertir la Iglesia como una simple agrupación de personas que
buscan un bienestar común. Ante esta situación, la voz del Apocalipsis resuena con la
fuerza de las siete trompetas para darnos una voz de aliento, para decirnos que no
desfallezcamos en nuestro empeño de mantener viva la fe y de que no olvidemos nuestro
amor primero y mantengamos viva la esperanza en el triunfo de Nuestro Señor Jesucristo
sobre el mal, para ayudarnos a construir, desde ahora, ese Reino de los Cielos que tanto
anhelamos. El Apocalipsis nos llama a que seamos ahora mas que nunca miembros
activos dentro de la Iglesia que Cristo fundó, que despertemos de ese letargo en que
hemos estado durante tantos años y cuidemos con celo fraternal ese regalo que Cristo nos
dejó como instrumento de nuestra salvación.

BIBLIOGRAFÍA
 Nuevo comentario Bíblico San Jerónimo. Raymond E. Brown, Joseph A. Fitzmyer y
Roland E Murphy. Ed. Verbo Divino. Estella ( Navarra ). 2004
 Biblia de América. Ed. La Casa de la Biblia. 6a edición. 1994
 Biblia de Jerusalén. Ed. Desclée De Brouwer, S.A. 1998
 Apocalipsis, reconstrucción de la esperanza. Pablo Richard. Colección Biblia 65. Ed.
Tierra Nueva y Centro Bíblico verbo Divino. Tercera edición. 1999. Vicaría sur de
Quito.
 Curso de Biblia. Claves para leer el libro Sagrado. Tirzo Cepedal. Colección
Evangelización. Ed. Covarrubias. Tercera edición revisada. Madrid
 Apocalipsis. Pedro Ortiz V. S.J. Pro manuscripto. Facultad de Teología. Pontificia
Universidad Javeriana. Bogotá.

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