oxidados al sol en el Bicentenario, recuerdan que hubo compatriotas que vendieron a sus hermanos por ambición. De este héroe sólo quedan unas pocas fotos. Ya no existe. Su cuerpo, cruelmente desmembrado, fue rematado también por 30 monedas de plata. Su orgullosa estampa se pierde en el horizonte del recuerdo, como aquellas vitales travesías que realizaba para unir los confines de la patria. En algún lugar del cielo, dos solitarias tumbas se hacen compañía. Requiem, para los héroes que prestaron servicios invalorables a una nación necesitada. Traicionados, vendidos … asesinados por la cobarde ambición de intereses mezquinos. Un minuto de silencio en su honor y para recordar los nombres de los impunes traidores. ¡Viva el Bicentenario!