Hemos vuelto, inexorablemente, a la era de las cavernas. Faltos de comunicación y de
electricidad, ¿qué le resta a esta pobre civilización? Las ciudades colapsan, los edificios se desploman. ¿Quedaremos, quizás, cual indígenas nativos previos a la colonización? ¿En pelotas y a los gritos? ¿Quién entonces nos colonizará, cuando llegue el momento en que la única forma de llegar a China sea con el pensamiento? Y mientras tanto, Buenos Aires no arde, como decía aquella canción, sino que se hunde como la Atlántida, en un torbellino de agua dulce y salada. Venecia quedará chica con sus canales. Pompeya no será la única sepultada. Sodoma tendrá compañía en su muerte y putrefacción. Y como siempre, en el mientras tanto, los argentinos aprenderemos a nadar. Tomaremos el mate mientras nos crecen branquias y haremos asado con los atunes del jardín trasero. ¿Total? Hemos tenido dictadores y autócratas. Yeguas y pingüinos. Guerras civiles y atentados. Crisis económica, ganadera, política y social. Hemos enfrentado a grandes potencias y apartado a nuestros hermanos del otro lado del Paraná. Contaminado los ríos. Ennegrecido los cielos. Secado la tierra y abusado del fuego. ¡Hicimos frente a Dios y a sus vicarios! ¡Persecuciones, gritos y matanzas! ¡La Argentina nació del odio! ¡Parto fratricida entre cañones y mártires! ¡Engendrada en la corrupción, la ira y la grandeza! Me querés decir, pibe: ¿QUE ES UNA LLUVIA DE MIERDA?