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Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, otro publicano.

El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera:


“¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás
hombres, injustos, adúlteros, ni tampoco
como este publicano. …”
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia,
no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba
el pecho diciendo:

“¡Oh Dios!
¿Ten compasión de mí, que soy pecador!”
Lc 18, 10-14
Según la parábola,
uno y otro suben al templo a orar.
Los publicanos son alabados no por las injusticias
que a veces cometen, sino por su capacidad
para reconocerse necesitados de perdón.
La parábola continúa afirmando
que el publicano volvió a su casa
reconciliado con el Dios justo y santo,
pero el fariseo no.
El texto termina con un proverbio que recuerda el
cántico de María:

“Todo el que se enaltece y el que se humilla


será humillado, será enaltecido”
 Se eleva quien decide
por sí mismo su puesto
en el mundo y ante Dios.

Quien elabora a su
gusto la realidad
y se inventa
su propia imagen.
La altivez es inmoral
por lo que tiene de injusticia
hacia los demás.

Y sobre todo por lo que tiene


de engaño sobre uno mismo.
 Quien acepta su
realidad verdadera
no puede caer en el
pecado de la arrogancia.

 Su verdad es su
auténtica gloria, porque
conocerse a sí mismo
constituye la verdadera
sabiduría.
Texto: José Román Flecha Andrés
PALABRA DEL SEÑOR –Salamanca -
Presentación: Antonia Castro Panero
Música: Moment Of Good-Bye

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