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El uso de drogas es parte integrante de todas las culturas humanas en su historia. Las culturas
de cazadores recolectores, (sin duda las más antiguas del planeta), tienen en común una enorme
pluralidad de dioses y se sabe que en una alta proporción de esas sociedades los sujetos aprenden
y reafirman su identidad cultural atravesando experiencias con alguna droga psicoactiva, en este
contexto lo percibido en estados de conciencia alterada fue el corazón de innumerables cultos, y
lo fue a título de conocimiento revelado. Precisamente, las primeras hostias o sagradas formas
fueron sustancias psicoactivas, como el peyote, el vino o ciertos hongos.
Por otra parte, solo el tiempo irá deslindando fiesta, medicina, magia y religión. Enfermedad,
castigo e impureza son al principio la misma cosa, un peligro que intenta conjurarse mediante
sacrificios. Unos obsequian víctimas a alguna deidad para lograr su favor, mientras otros comen
en común algo considerado divino.
Esta segunda forma -el ágape o banquete sacramental- se relaciona casi infaliblemente con las
drogas. Así sucede hoy con el peyote en México, con la ayahuasca en el Amazonas, con la iboga
en Africa occidental o con la kawa en Oceanía. Numerosos indicios sugieren que otras plantas
fueron usadas de forma más o menos análoga en el pasado. Desde tiempos inmemoriales ingerir
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algo que es considerado como “carne o sangre” de cierto dios puede considerarse un rasgo de la
religión natural o primitiva, frecuente también en ceremonias de iniciación a la madurez y otros
ritos de pasaje.
Desde esa época a la fecha ha habido innumerables cambios en cuanto a los tipos de droga, su
composición y su uso, pero básicamente se sigue aplicando la definición que hace siglos manejaba
Hipócrates y Galeno: “sustancia que en vez de ser vencida por el cuerpo y asimilada como simple
nutrición es capaz de vencerle, provocando en pequeñas dosis grandes cambios orgánicos, anímicos
o de ambos tipos”.
En ese contexto y considerando que el consumo ha acompañado la existencia del ser humano casi
desde sus orígenes, el desarrollo del tema fuera del ámbito de la religiosidad o celebración es un
fenómeno reciente, relacionado con el devenir de la sociedad moderna.
Las drogas dejaron de ser vegetales más o menos mágicos, ligados a ritos y sacramentos, gracias
a descubrimientos de la química, la farmacia y la medicina, sus principios activos -casi siempre
compuestos alcalinos o alcaloides, formados básicamente por carbono, hidrógeno y nitrógeno- se
comprendieron como elementos nucleares de la sustancia orgánica. No fueron menos maravillosos
desde luego, pero estaban libres del énfasis mítico. Este pensamiento básicamente se desarrolla
en el siglo XIX, a comienzos de la civilización industrial. Un período de cambio, tensión y feroz
competitividad en nombre del progreso, trayendo consigo insomnio, neurosis y abatimiento.
También comienza una crisis de fe, religiosidad y autoridad dentro de la familia tradicional, que
propicia nostalgia en algunos y desarraigo en otros.
Hacia 1900 todas las drogas conocidas se encuentran disponibles en farmacias y droguerías. En
Europa y Norteamérica las drogas más buscadas habían sido estimulantes y apaciguadoras. Las
visionarias apenas habían provocado entusiasmo desde el “Club des Haschischiens”, fundado por
Baudelaire y sus amigos. Más tarde, surge un vivo interés por el peyote y otras sustancias de este
tipo, como vehículo de conocimiento. Por primera vez en la historia, el uso explícito de ciertas
drogas se asocia a un discurso orientado a influir filosóficamente sobre su tiempo.
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La masificación del consumo de drogas en nuestra sociedad se inició a partir de los movimientos
sociales de la década del 60. El “hipismo” surge como protesta a la estructura social imperante;
simbolizada, principalmente, en el rechazo a la guerra de Vietnam.
Los dos casos masivos más relevantes han sido las epidemias de opio en China, en el tránsito de
los siglos XIX y XX, y el consumo masivo de marihuana por parte de soldados norteamericanos en la
guerra de Vietnam. De este último modo, y asociado a un fuerte sentido de protesta y transgresión
social, se hizo popular en el sector joven el uso de la marihuana y drogas psicodélicas como el
ácido lisérgico (LSD). Este fenómeno comienza a reproducirse en Chile a mediados de la década
del 60 en las zonas altas de Santiago, desde donde se extiende a otros sectores.
El concepto droga, evoca un sinnúmero de significados que por lo general se asocian a sustancias
como la marihuana, cocaína etc. En general, se asocia a conceptos tales como sustancias ilícitas o
que producen alteraciones de estados de conciencia y de percepción de la realidad. Sin embargo,
este concepto no se relaciona a otro tipo de sustancia que tienen un carácter legal como el alcohol
y el tabaco, que de igual forma poseen un efecto psicoactivo. Al respecto existe cierta confusión
debido a la amplitud del concepto.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), define droga como “cualquier sustancia natural o
sintética, que al ser introducida en el organismo es capaz, por sus efectos en el sistema nerviosos
central, de alterar la actividad psíquica y el funcionamiento del organismo”. Desde esta definición,
es posible desprender que se entiende por droga cualquier sustancia incorporada al organismo
que provoca un cambio en el funcionamiento, ya sea a nivel físico, psicológico o ambos, que se
manifiesta en forma distinta en la persona, según sea el efecto principal de la sustancia2.
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Es posible reconocer el carácter dañino -en mayor o menor magnitud- de las sustancias
denominadas drogas. Cada sociedad y/o grupo cultural, define las pautas de uso y regulaciones
respecto del consumo de drogas; define qué drogas son aceptadas y cuáles no. Así, por ejemplo,
el alcohol y el tabaco son aceptados en nuestra sociedad, dado el carácter social del cual están
revestidas.
Con relación al concepto “drogas de uso social”, se puede reconocer el consumo moderado o
inmoderado según las motivaciones, situaciones, frecuencia, cantidad y efectos sobre la salud.
Respecto de los fármacos, podemos establecer que utilizados bajo una adecuada supervisión
médica tienen importantes beneficios para el tratamiento de distinto tipo de enfermedades.
Es posible establecer una distinción de los tipos de drogas, de acuerdo a los siguientes criterios:
Según su potencia de adicción: la distinción más gruesa las clasifica en drogas blandas
y drogas duras; se diferencian drogas que producen dependencia psíquica y aquellas
que producen dependencia física3.
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LECTURA COMPLEMENTARIA