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SINOPSIS

L a vida es un feo y desagradable lugar para no tener un mejor


amigo.

L
Halley y Scarlett han sido mejores amigas desde que se conocieron.

Halley siempre ha sido la más callada; Scarlett la más valiente y


extrovertida. Halley siempre ha recurrido a Scarlett cuando las cosas se
ponen difíciles, y Scarlett siempre ha sabido exactamente qué hacer. Es
la combinación perfecta. Pero todo cambia al comienzo de su tercer
año. El novio de Scarlett muere en un accidente de motocicleta; luego
descubre que está esperando un hijo de él. Por primera vez, Scarlett
realmente necesita a Halley. Ahora Halley tiene que aprender cómo ser
fuerte para Scarlett. No será fácil, pero Halley sabe que no le puede
fallar a Scarlett. Porque un amigo verdadero es una promesa que
mantienes para siempre.
PARTE I

El Gran Cañón

Capítulo 1
S carlett Thomas ha sido mi mejor amiga desde que tengo memoria. Por eso, fue que
supe cuando ella me llamó al Campamento de la Hermandad, durante la peor
semana de mi vida, que algo andaba mal, incluso antes que ella lo dijera. Solo por su
voz al otro lado de la línea. Lo supe.
— “Es Michael.” — dijo ella en un tono bajo. Su voz crepitó en la distancia. — “Michael
Sherwood.”
— “¿Que hay con él?” — La directora del campamento, una mujer llamada Ruth, con
cabello corto y sandalias Birken, se movía impaciente a mi lado. En el Campamento de la
Hermandad, se supone que debíamos estar aisladas de las presiones de la sociedad con el
fin de mejorar como mujeres. No se supone que recibiríamos llamadas. Especialmente no
n jueves, a medianoche, levantándote de tu cama plegable y llevándote a través del
bosque a un cuarto demasiado brillante y un teléfono que pesaba en tu mano. Scarlett
suspiró. Algo estaba pasando. — “¿Que hay con él?” — repetí.
La directora del campamento puso los ojos en blanco esta vez, pensando, estaba
segura, que esto no era una emergencia.
— “Está muerto.” — La voz de Scarlett era indiferente, como si estuviera recitando las
tablas de multiplicar. Podía oír el tintineo y las salpicaduras en el fondo.
— “¿Muerto?” — dije. La directora del campamento me miró, de repente preocupada,
mientras yo le daba la espalda. — “¿Cómo?”
— “Un accidente de moto. Esta tarde. Fue golpeado por un auto en Shortcrest.” — Más
salpicaduras, y de repente me di cuenta que estaba lavando los platos. Scarlett, siempre
capaz, podría hacer labores domésticas durante un holocausto.
— “Él está muerto.” — repetí, y el cuarto se me hizo pequeño y estrecho de repente, y
mientras la directora del campamento ponía su brazo a mí alrededor, yo me la sacudí,
dando un paso más, lejos de ella. Me imaginé a Scarlett frente al fregadero en tejanos y
camisetas, su cabello recogido en una cola de caballo, el teléfono atrapado entre su oreja
y su hombro. — “Oh por Dios.”
— “Lo sé.” — dijo Scarlett, y hubo un sonido de agua gorgoteando mientras descargaba el
fregadero. Ella no estaba llorando. — “Lo sé.”
Nos quedamos ahí en la línea por lo que me pareció mucho tiempo, el zumbido en el
fondo era el único sonido. Quería atravesar el teléfono, saltando al otro lado en la cocina a
su lado. Michael Sherwood, un chico con el que habíamos crecido, un chico que una de
nosotras había amado. Se había ido.
—“¿Halley?” — dijo ella de repente en voz suave.
— “¿Si?”
— “¿Puedes venir a casa?”
Miré fuera de la ventana a la oscuridad en el lago más allá de la luna brillante fuera
de él. Era finales de agosto, el final del verano. La escuela comenzaba en una semana; en
una semana estaríamos en último año.
— “¿Halley?” — dijo ella otra vez, y yo sabía que hasta preguntar era difícil para ella.
Ella nunca había sido la que me necesitara a mí.
— “Resiste” — le dije en ese cuarto brillante, la noche que todo comenzó. — “Estoy en
camino.”

***

Michael Alex Sherwood murió a las 8:55pm del trece de agosto. Estaba girando a la
izquierda en la Avenida Morrisville del paseo Shortcrest, cuando un hombre de negocios
en un BMW lo golpeó, dejándolo fuera de la motocicleta que él tenía apenas desde junio,
enviándolo a veinte pies volando por el aire. El periódico decía que murió en el impacto, la
motocicleta, quedo como pérdida total. No fue su culpa. Michael Sherwood tenía dieciséis
años.
Él también era el único chico que Scarlett había amado en verdad. Lo conocíamos
desde que éramos niñas, casi el mismo tiempo que llevábamos nosotras conociéndonos.
Lakeview, nuestro vecindario, se extendía varias calles y callejones, unidas solo por
postes de madera y señales hechas a mano, revestidas con pintura amarilla:

Bienvenido a Lakeview, Un vecindario de Amigos.

Un año un estudiante de secundaria había tachado la m de Amigos, dejándonos un


Vecindario de Aigos (*), algo que mi padre encontró absolutamente histérico. Le hizo
tanta gracia que mi madre le preguntaba a menudo si lo había hecho él mismo.

(*) En inglés: le quitaron la r a Friends dejando fiends en su lugar, es decir, Vecindario de


demonios.
La otra característica distintiva de Lakeview era el nuevo aeropuerto a tres millas, lo
que significaba un flujo constante de aviones despegando y aterrizando. Mi padre amó
esto, también; pasó la mayoría de las noches afuera en el porche trasero, mirando con
entusiasmo en el cielo como los estruendos lejanos se hacía cada vez más fuertes y más
cercanos, hasta que la trompa blanca de un avión estalló sobre nuestras cabezas, con
luces pestañeando, pareciendo lo suficientemente poderosas y ruidosas como para
barrernos con ellas. Le provocó a nuestro vecino, el señor Kramer, alta presión arterial,
pero a mi padre le encantó.
Para mí, era algo normal. Difícilmente me movía, incluso cuando estaba dormida,
mientras el vidrio de mi ventana se sacudía con la casa.
La primera vez que vi a Scarlett, fue el día que ella y su madre Marion se mudaron. Yo
tenía once. Estaba sentada junto a mi ventana, viendo la mudanza cuando divisé a una
chica de mi edad, con cabello rojo y tenis azules. Ella estaba sentada en los escalones de la
entrada de su nueva casa, viéndolos cargar los muebles y llevarlos dentro, con los codos
apoyados en sus rodillas, y la barbilla en sus manos, usando lentes de sol con forma de
corazón de plástico blanco. Me ignoró completamente mientras yo recorría su entrada,
me detuve en la sombra, bajo el toldo, y esperé que ella dijera algo. Nunca he sido buena
con las amistades; yo era demasiado tranquila, demasiado tímida, y tendía a escoger a las
mandonas, chicas crueles que me empujaban de un lado a otro y me enviaban llorando
hacia mi madre. Lakeview, Un Vecindario de Demonios, lleno de pequeños demonios en
bicicletas rosadas cargando Barbies en sus canastas blancas con apliques floreados. Yo
nunca había tenido una mejor amiga.
Así que caminé hacia esta nueva chica, sus lentes de sol me mostraron mi propio
reflejo; Camiseta blanca, pantaloncillos azules, keds desgastados con calcetines rosados. Y
esperé que ella se riera de mí, me enviara lejos o solo me ignorara como hacían las chicas
más grandes.
— “¿Scarlett?” — la voz de una mujer vino desde adentro, sonaba cansada y nerviosa. —
“¿Que hice con mi chequera?”
La chica en los escalones se volteó.
— “En el mostrador de la cocina.” — dijo ella en una voz clara. — “En la caja con las cosas
del agente.”
— “La caja con…“— la voz se volvió desigual, como si su dueño se moviera “…las cosas del
agente, hmmm, cariño no creo que esté aquí. Oh, espera. Si. ¡Aquí está!” — la mujer sonó
triunfante, como si hubiera descubierto el Pasaje del Noroeste (*), del cual acabamos de
aprender al final del año escolar.

(*) El Pasaje del Noroeste es una vía marítima a través del océano ártico, a lo largo de la
costa norte de América que conecta el Océano Atlántico con el Océano Pacífico.
La chica se volteó de nuevo y me miró, medio sacudiendo su cabeza. Recuerdo
pensar por primera vez como ella parecía mayor para su edad, mayor que yo. Y tuve ese
sentimiento familiar del demonio en bicicleta rosada.
— “Hey.” — me dijo ella de repente, justo cuando estaba pensando dar vuelta de regreso
a casa. — “Mi nombre es Scarlett.”
— “Soy Halley.” — dije, tratando de sonar tan enérgica como ella. Nunca había tenido una
amiga con un nombre inusual; todas las chicas en mis clases era Lisas y Tammys y
Carolinas y Kimberlys. — “Vivo allá.” — Señalé al otro lado de la calle, justo a la ventana
de mi cuarto.
Ella asintió, luego recogió su bolso se deslizó un poco hacia un lado en el escalón,
sacudiéndolo con su mano y dejando solo suficiente espacio para alguien de más o menos
su mismo tamaño. Y luego me miró con una sonrisa, yo crucé ese corto espacio de hierba
de verano y me senté a su lado, mirando hacia mi casa. No hablamos en seguida, pero
estaba bien; teníamos toda la vida para hablar de ahora en adelante. Solo me senté allí
con ella, observando mi casa al otro lado de la calle, mi garaje, mi padre empujando el
cortacésped más allá de los rosales. Todas las cosas que había pasado mi vida
aprendiendo de memoria. Pero ahora, tenía a Scarlett.
Y a partir de ese día, nada nunca lució igual.

***

Al momento que le colgué a Scarlett, llamé a mi madre. Ella era terapista, una
experta en comportamiento adolescente. Pero inclusive con todos sus libros, docenas de
seminarios, y apariciones en Talk Shows dándoles consejos a padres sobre cómo manejar
los Años Difíciles, mi madre no había encontrado la solución para lidiar conmigo.
Eran las 1:15 a.m. cuando llamé.
— “¿Hola?” — Extrañamente, mi madre sonaba bastante despierta. Era todo parte de esa
manera profesional que ella predicaba: Soy capaz. Soy fuerte. Estoy despierta.
— “¿Mamá?”
— “¿Halley? ¿Qué sucede?” — Se escuchaban ciertos murmullos en el fondo; mi padre,
levantándose.
— “Es Michael Sherwood, mamá.”
— “¿Quien?”
— “Está muerto.”
— “¿Quien está muerto?” — Más murmullos, esta vez más fuertes. Mi padre decía ¿Quien
está muerto? ¿Quién?
— “Michael Sherwood.” — dije. — “Mi amigo.”
— “Oh, por Dios.” — Ella suspiró, y la escuché diciéndole a mi padre que volviera a
dormirse, su mano sostenía el auricular. — “Cariño, lo sé, es horrible. Es muy tarde, ¿de
donde estás llamando?”
— “La oficina del campamento.” — dije. — “Necesito que vengas a buscarme.”
— “¿Buscarte?” — dije ella. Sonaba sorprendida. — “Todavía te queda otra semana
Halley.”
— “Lo sé, pero quiero ir a casa.”
— “Cariño, estás cansada, es tarde…“ y ahora ella estaba usando su voz de terapeuta, un
cambio que podía reconocer luego de todos estos años. — “¿Por qué no me llamas otra
vez mañana, cuando hayas tenido la oportunidad de calmarte? No quieres dejar el
campamento antes de tiempo.”
— “Mamá, él está muerto.” — dije otra vez. Cada vez que decía la palabra Ruth, la
directora del campamento que todavía estaba parada a mi lado, ponía su cara de
compasión.
— “Lo sé, cariño. Es terrible. Pero venir a casa no va cambiar eso. Solo irrumpirá tu
verano, además no hay para que…“
— “Quiero ir a casa.” — dije interrumpiéndola. — “Necesito ir a casa. Scarlett me llamó
para contarme. Ella me necesita.” — Mi garganta estaba hinchada ahora, lastimando con
su aflicción. Ella no entendía. Ella nunca entendió.
— “Scarlett tiene a su madre, Halley. Estará bien. Cariño, es muy tarde. ¿Estás con
alguien? ¿Está tu consejero allí?”
Tomé un respiro profundo, y todo lo que pude ver en mi mente era Michael, un chico
que apenas conocía, cuya muerte ahora parecía significarlo todo. Pensé en Scarlett en su
cocina brillante, esperando por mí. Esto era crucial.
— “Por favor.” — susurré, escondiendo mi rostro de Ruth, no queriendo que esta extraña
mujer sintiera pena por mí. — “Por favor ven a buscarme.”
— “Halley.” — Ella sonaba cansada ahora, casi irritada. — “Ve a dormir, te llamaré
mañana. Podremos discutirlo entonces.”
— “Di que vendrás.” — dije, no queriendo que colgara. — “Solo di que vendrás. Él era
nuestro amigo, mamá.”
Se quedó callada, y pude imaginármela sentada en su cama junto a mi padre
durmiendo, probablemente en su camisón azul; la luz de la cocina de Scarlett visible desde
la ventana sobre su hombro.
— “Oh, Halley.” — dijo ella como si yo siempre causara esta clase de problemas; como si
mis amigos murieran todos los días. — “Está bien. Iré.”
— “¿Lo harás?”
— “Acabo de decir que lo haré.” — me dijo ella, y supe esto tensaría más las cosas, una
batalla duramente ganada. — “Déjame hablar con tu consejero.”
— “Okey.” — Miré a Ruth, que estaba a punto de quedarse dormida. — “¿Mamá?”
— “¿Si?”
— “Gracias.”
Silencio.
Pagaría por esto por un tiempo, lo sabía.
— “Todo está bien. Déjame hablar con ella.”
Así que le tendí el teléfono a Ruth, luego me quedé de pie al otro lado de la puerta,
escuchando mientras ella le aseguraba a mi madre que estaba bien, yo empacaría y
estaría lista, y que qué pena, que horrible, tan joven. Luego volví a mi cabaña, me arrastré
a mi cama en la oscuridad, y cerré los ojos.
No pude dormir por un largo rato. Solo pensaba en el rostro de Michael Sherwood, el
que yo miraba de reojo en secundaria, el que Scarlett y yo habíamos estudiado anuario
tras anuario. Y luego, el rostro en la foto que estaba metida en el espejo de su dormitorio,
de Michael y Scarlett en el lago hace solo unas semanas, el agua brillante detrás de ellos.
La manera que la cabeza de ella descansaba en el hombro de él, la mano de él en la rodilla
de ella. La forma en que él la miraba, y no a la cámara, cuando yo presioné el botón rojo,
el flash los iluminó frente a mí.
Mi madre no lucía muy feliz cuando estacionó frente a la oficina la siguiente tarde.
Estaba claro para este momento que mi experiencia en el campamento de la
Hermandad había sido un total y absoluto desastre. Que era justo lo que yo había
predicho cuando fui arrastrada en contra de mi voluntad a pasar las últimas dos semanas
del verano en medio de las montañas con un grupo de chicas que tampoco tenían otra
opción.
El campamento de la hermandad, que era realmente llamado Campamento Cree (mi
padre acuñó el apodo), era algo de lo que mi madre había oído en uno de sus seminarios.
Ella había vuelto a casa con un folleto que metió bajo el plato de mi desayuno una
mañana, con una nota amarilla pegada encima diciendo ¿Qué piensas? Mi primera
reacción fue, No gracias, mientras miraba la foto de dos chicas como de mi edad corriendo
a través de un campo juntas, tomadas de la mano.
El punto básico era el siguiente: Un campamento con lo usual, natación, equitación y
hacer bisutería, pero en las tardes, seminarios y grupos de autoayuda como “Tal madre,
tal hija” y “Presión del grupo: ¿Donde encajo yo?” Había todo un párrafo sobre
autoestima y el valor de los cuidados y otras palabras que reconocí solo de las
propagandas en el reverso de los propios libros de mi madre. Yo solo sabía que a los
quince, a menos de tres meses para mi licencia de conducir, yo era demasiado vieja para
campamentos o el valor de los cuidados, sin mencionar la bisutería.
— “Será una experiencia valiosa.” — me dijo ella esa noche en la cena. — “Mucho más
que sentarse alrededor en la piscina, mientras Scarlett se broncea, hablando de chicos.”
— “Mamá, es verano.” — dije. — “Y de todas formas ya casi termina. La escuela comienza
en dos semanas.”
— “Estarás de regreso justo a tiempo para la escuela.” — dijo ella, hojeando el folleto de
nuevo.
— “Tengo un trabajo.” — le dije, usando mi último intento como excusa. Scarlett y yo
éramos cajeras en el Mercado de Milton, la tienda de comestibles en el centro comercial,
al finalizar la calle de nuestro vecindario. — “No puedo tomarme dos semanas de
permiso.”
— “El señor Averby dice que está lo suficientemente tranquilo como para que puedan
cubrir tus turnos.” — dijo ella simplemente.
— “¿Llamaste al señor Averby?” — dejé mi tenedor. Mi padre, que hasta este punto había
estado comiendo en silencio, quedándose fuera de esto, le lanzó una mirada.
Incluso él sabía lo anticuado que era que tu madre llamara a tu jefe.
— “Dios, mamá.”
— “Yo solo quería saber si era posible.” — dijo ella, más a mi padre que a mí, pero él solo
sacudió su cabeza ligeramente y siguió comiendo. — “Yo sabía que ella pensaría en
cualquier motivo para no ir.”
— “¿Por qué tengo que malgastar las últimas semanas del verano con un montón de
gente que no conozco?” — dije. — “Scarlett y yo tenemos planes, mamá. Estamos
trabajando turnos extras para ganar dinero para ir a la playa y nosotras…”
— “Halley.” — Ella se estaba irritando ahora. — “Scarlett estará aquí cuando vuelvas. ¿Y
yo no te pido muchas cosas no? Esto es algo que en verdad quiero para ti. Para mí,
también, creo que te encontrarás a ti misma. Solo son dos semanas.”
— “No quiero ir.” — dije, mirando a mi padre buscando algo de apoyo, pero él solo me
sonrió como disculpa sin decir nada, sirviéndose más pan. Él nunca se involucraba, su
trabajo era aplacar, suavizar, una vez que todo hubiera acabado.
Mi padre siempre era el que deslizaba mi puerta luego que había sido castigada,
metiendo a escondidas uno de sus especiales Batidos de Chocolate Congela Cerebros, el
cual él creía que podía resolver cualquier problema. Luego de gritar y azotar puertas,
luego de que mi madre y yo nos fuéramos a nuestras esquinas opuestas, siempre podía
contar con escuchar la licuadora en la cocina, y luego su aparición en mi puerta, con el
batido frío más grande como ofrenda de paz. Pero todos los batidos del mundo no iban a
sacarme de esta.
Entonces, solo así, perdí el final de mi verano. Para ese Domingo yo ya había
empacado y recorrido tres horas hacia las montañas con mi madre, que había pasado todo
el camino recordando sus años dorados de campista y prometiéndome que yo le
agradecería cuando esto terminara. Ella me dejó en la mesa de registro, me besó en la
frente y me dijo que me amaba, luego se fue hacia la puesta de sol. Me quedé allí con mi
bolsa de lona y le fruncí el ceño, rodeada de un montón de chicas que claramente
tampoco querían pasar dos semanas “Uniéndose.”
Yo estaba en lo que ellos llamaban la “beca” en el Campamento de la Hermandad, lo
que significaba que mi entrada era gratis, justo como otras cuatro chicas que conocí cuyos
padres resultaron ser terapistas. Me hice amiga de mis compañeras de cabaña, y nos
quejábamos entre nosotras, burlándonos de los líderes del seminario, trabajando en
nuestros bronceados y hablando de chicos.
Pero ahora me iba antes, llevada a casa por la pérdida de un chico que apenas
conocía. Puse mis cosas en el maletero del auto y me subí al lado de mi madre, que dijo
hola y luego muy poco durante los primeros quince minutos de viaje. En lo que a mí
respecta, habíamos llegado a un empate: Yo no había querido venir, y ella no quería que
yo me fuera. Estábamos parejas. Pero sabía que mi madre no lo vería así.
Últimamente, parecíamos no ver nada igual.
— “¿Entonces, como estuvo?” — me preguntó una vez que llegamos a la carretera. Ella
había tomado el control del viaje, ajustó el aire acondicionado, y ahora parecía lista para
hacer las paces. — “O lo que viste de ello.”
— “Estuvo bien.” — dije. — “Los seminarios eran algo aburridos.”
— “Hmm.” — dijo ella, y me di cuenta que estaba presionando. Sabía lo que pensaba mi
madre. Ella me ha devuelto el golpe. — “Bueno, quizás si te hubieras quedado todo el
tiempo hubieras obtenido más de ello.”
— “Quizás.” — dije. En el espejo lateral, pude ver las montañas alejándose detrás de
nosotras, poco a poco.
Sabía que había muchas cosas que probablemente quería decirme.
Quizás quería preguntarme porque me importaba Michael Sherwood, ya que yo
raramente lo mencionaba. O por qué había odiado la idea del campamento desde el
principio, sin siquiera darle un oportunidad, O quizás había más, como por qué en los
últimos meses incluso verla venir hacia mí era suficiente para ponerme en guardia. Por
qué habíamos pasado de ser mejores amigas a algo que ninguna de las dos podíamos
definir correctamente. Pero ella no dijo nada.
— “¿Mamá?”
Ella se volteó para mirarme, y casi pude oírla tomar un respiro, preparándose a sí
misma para lo que sea que yo pudiera intentar ahora.
— “¿Si?”
— “Gracias por dejarme venir a casa.”
Ella se volteó de nuevo hacia la carretera.
— “Todo está bien, Halley.” — me dijo suavemente mientras yo me recostaba en mi
asiento. — “Todo está bien.”
***

Mi madre y yo siempre habíamos sido cercanas.


Ella sabía todo de mí, desde los chicos que me gustaban hasta las chicas que
envidiaba; después de la escuela siempre me sentaba en la cocina comiendo mi merienda
y haciendo la tarea mientras esperaba oír su coche estacionar. Yo siempre tenía algo que
contarle. Luego de mi primera clase de danza ella se sentó conmigo comiendo helado del
envase mientras yo detallaba cada detalle de lo que había sucedido, desde la primera
canción hasta la última.
Los sábados, cuando mi papá tenía el turno de la mañana en la estación de radio,
teníamos Almuerzo de Chicas, así nos poníamos al día. Ella adoraba los lugares elegantes
donde servían pasta, y a mí, solo me gustaba la comida rápida y la pizza, así que
alternábamos. Ella me hizo comer caracoles, y yo la vi tragar (disfrutándolo más de lo que
ella nunca admitiría) incontables Big Mac’s. Teníamos solo una regla: siempre
ordenábamos dos postres y compartíamos. Después, recorríamos el centro comercial en
busca de ofertas, compitiendo por ver quién podría encontrar la mejor ganga. Ella
usualmente ganaba.
Ella escribía artículos en periódicos y revistas acerca de nuestra exitosa relación y
como habíamos resistido mi primer año de secundaria juntas, y habló en la escuela de
padres acerca de Estar en Contacto con Tu Adolescente. Cada vez que sus amigos venían a
tomar café y a quejarse de sus hijos volviéndose salvajes o cayendo en la drogas, ella solo
había sacudido su cabeza cuando ellos le preguntaban como ella y yo lo hacíamos tan
bien.
— “No lo sé.” — había dicho ella. — “Halley y yo solo somos muy unidas. Hablamos de
todo.”
Pero de repente, al inicio de ese verano, algo cambió.
No puedo decir cuando empezó exactamente. Pero sucedió después del Gran Cañón.
Cada verano, mis padres y yo nos íbamos de vacaciones. Era nuestro gran derroche
del año, y siempre íbamos a un lugar genial como Europa o México. Este año tomamos un
viaje de carretera alrededor del país, a California y luego al Gran Cañón, deteniéndonos
aquí y allá, absorbiendo paisajes y visitando familiares.
Mi madre y yo la pasamos genial; mi padre condujo la mayoría del tiempo, y nosotras
pasamos el rato hablando y escuchando la radio, compartiendo ropa, inventando
canciones y chistes mientras los límites estatales y sitios de interés pasaban. Mi padre y yo
la obligamos a comer comida rápida casi todos los días, como venganza por el valor de un
año de ensalada de rúcala y jamón tortellini. Pasamos dos semanas juntas, discutiendo a
veces, pero divirtiéndonos mayormente, mis padres y yo, en la carretera.
Tan pronto como llegué a casa, tres grandes cosas sucedieron.
Primero, empecé mi trabajo en Milton. Scarlett y yo pasamos el final del año escolar
llenando nuestras aplicaciones, y era el único lugar con plazas suficientes para las dos.
Para el momento que llegué a casa del viaje, Scarlett ya había estado allí dos semanas, así
que ella me enseñó cómo eran las cosas.
Segundo, ella me presentó a Ginny Tabor, a quien había conocido en la piscina en el
tiempo que estuve fuera. Ginny era animadora, con una vena salvaje de una milla de
ancho y una reputación entre el equipo de fútbol por algo más que sus porras y famosas
vueltas en el aire.
Ella vivía a unas millas de distancia en las Glorietas, un desarrollo de casas elegantes
al estilo Tudor con un club de campo, piscina y un campo de golf. El padre de Ginny Tabor
era un dentista, y su madre pesaba alrededor de cuarenta kilos, fumaba Benson y Hedger
100’s, y tenía una piel que era tan áspera como el otomán en nuestra sala. Ella le dada
dinero a Ginny y nos dejaba merodear por las calles de la Glorieta en nuestro camino a la
piscina, o escabullirnos a través del campo de golf para encontrarnos con chicos.
Lo que a su vez le dio lugar al tercer gran evento de ese verano, cuando dos semanas
luego de regresar a casa rompí con mi aburrido romance de un año con Noah Vaughn.
Noah fue mi primer “novio” lo que significaba que nos llamábamos por teléfono y nos
besábamos a veces. Él era alto y delgado, con un grueso cabello negro y un poco de acné.
Sus padres eran los mejores amigos de los míos, y habíamos pasado las noches de los
viernes juntos, en nuestra casa o la de ellos, casi toda nuestra vida. Él había estado bien
para comenzar. Pero cuando yo fui incluida en el nuevo mundo loco de Ginny Tabor, él
tuvo que irse.
Él no se lo tomó bien.
Puso mala cara, me fulminó con la mirada y continuó viniendo cada viernes con su
hermana pequeña y sus padres, sentándose con rostro de piedra en el sofá mientras yo
me deslizaba fuera de la puerta, gritando adiós. Siempre decía que iba a casa de Scarlett,
pero en vez de eso nos encontrábamos con chicos en la piscina o pasábamos el rato con
Ginny. Mi madre estaba más triste por nuestro rompimiento que nadie; creo que ella
medio esperaba que me casara con él.
Pero esta era la Nueva Yo, alguien en quien me estaba convirtiendo cada día del
caluroso y húmedo verano. Aprendí a fumar cigarrillos, bebí mi primera cerveza, tuve un
intenso bronceado, me hice dos perforaciones en las orejas mientras yo empezaba a ir con
la corriente, casi imperceptible al principio, para mi madre.
Hay una foto en nuestra chimenea que siempre me recuerda lo que mi madre y yo
éramos entonces. Estábamos en el Gran Cañón, en uno de esos sitios de observación, el
cual se esparcía grande y abierto detrás de nosotras. Teníamos camisetas iguales, lentes
de sol, y una gran sonrisa mientras posábamos, los brazos alrededor de la otra. Nunca, en
ninguna foto anterior o posterior, habíamos lucido más a gusto.
Tenemos la misma nariz pequeña, la misma postura, la misma sonrisa tonta. Lucimos
felices, paradas allí bajo el sol, el cielo propagado de azul y la inmensidad en la distancia.
Mi madre enmarcó la foto cuando llegamos a casa, introduciéndola en el frente y centro
de la chimenea donde no podías evitar verla. Era como si ella supiera, de alguna manera,
que eso sería una reliquia meses después, prueba de otro momento y lugar que ninguna
de nosotras podía imaginar que había existido: mi madre y yo, mejores amigas, posando
en el Gran cañón.

***
Scarlett estaba sentada en los escalones de su entrada cuando llegamos. Era cerca de
la puesta de sol, empezaba a oscurecer, y a todo lo largo de nuestra calle, las luces
estaban encendidas en las casas, la gente paseando a sus perros e hijos.
A unas pocas calles, alguien estaba haciendo una barbacoa, el olor se mezclaba en el
aire con hierba cortada y lluvia reciente.

Me bajé del auto y puse mi bolsa en la entrada, mirando al otro lado de la calle, a la
casa de Scarlett, la única luz venía de la cocina y se derramaba en el garaje vacío. Ella
levantó una mano y me saludó desde el porche.
— “Mamá, voy a casa de Scarlett.” — dije.
— “Bien.” — Yo aún no había sido perdonada por esto, no todavía. Pero era tarde, ella
estaba cansada, y estos días, teníamos que escoger nuestras batallas.
Me sabía de memoria el camino a casa de Scarlett al otro lado de la calle; podía
haberlo hecho con los ojos cerrados. El bache en medio de la calle, los dos arbustos
espinosos a cada lado de su entrada que dejaban pequeños rasguños en la piel cuando los
rozabas. Eran dieciocho pasos desde el inicio del camino hasta la escalera de la entrada;
los habíamos medido cuando estábamos en sexto grado y estábamos obsesionadas con
hechos y detalles.

Habíamos pasado meses calculando distancias y contando pasos, tratando de


organizar el mundo en pedazos y piezas manejables.

Ahora caminaba hacia ella en la penumbra, solo consciente del sonido de mis pasos y
el aire acondicionando zumbando suavemente bajo un lado de la ventana.

— “Hey.” — dije, y ella se echó hacia un lado para hacerme espacio. — “¿Cómo te va?”

Se oía como la cosa más estúpida que preguntar en esta situación una vez que lo
hice, pero en realidad no existían las palabras correctas. La miré sentada junto a mí,
descalza, su pelo alejado de su rostro en una coleta suelta.

Ella había estado llorando.

No estaba acostumbrada a verla de esta manera. Scarlett siempre había sido la más
fuerte, la más animada, la más valiente. La chica que golpeó a Missi Lassiter, la más
malvada, más diabólica de las chicas en bicicleta rosada ese primer verano que ella se
mudó, un día que ellas nos rodearon y trataron de hacernos llorar. La chica que mantenía
una casa, y a su madre en marcha desde que tenía cinco años, jugando a ser madre de una
niña de treinta y cinco años. La chica que no había permitido que el mundo me tragara, o
al menos eso siempre había creído yo.

— “¿Scarlett?” — dije, allí en la oscuridad, y mientras ella se volvía hacia mí, vi su rostro
lleno de lágrimas. Por un minuto, no supe que hacer. Pensé otra vez en esa foto metida en
el espejo, de ella y Michael hace solo semanas, el agua tan brillante y luminosa detrás de
ellos. Y pensé en lo que ella había hecho todas la millones de veces que yo había llorado
con ella, colapsando ante la más leve herida de mi corazón o mi orgullo.

Así que me acerqué y tiré de ella hacia mí, envolviendo mis brazos a su alrededor, y
sostuve cerca a mi mejor amiga, devolviendo todos esos favores a la vez.

Nos quedamos allí por un largo rato, Scarlett y yo, con su casa cernida sobre nosotras
y la mía justo al otro lado de la calle mirándonos con sus brillantes ventanas. Era el final
del verano, era el final de muchas cosas. Me quedé allí con ella, sintiendo su hombro
temblar bajo mis manos. No tenía idea de que hacer o que venía ahora. Solo sabía era que
ella me necesitaba y yo estaba ahí. Y por ahora, eso era lo mejor que podíamos hacer.
Capítulo 2
Traducido por Jhos y Mortalina

S carlett era una pelirroja, pero no del tipo naranja zanahoria. Su color era más
castaño, profundo y rojo mezclado con marrón que hacía que sus ojos verdes se
vieran casi luminosos. Su piel era pálida, con masas de pecas del primer año que la
conocí, mientras crecíamos, se desdibujaron esparciéndose por su nariz, como si hubieran
sido colocadas allí a mano. Ella era una pulgada y tres cuartos más baja que yo, su talla de
calzado más grande, y tenía una cicatriz en su estómago que lucía como una boca
sonriendo de cuando le habían sacado el apéndice. Ella era hermosa en todas las
consientes y accidentales formas que yo no era, y yo estaba más celosa de lo que jamás
habría admitido. Para mi Scarlett era extraña y exótica. Pero ella decía de habría dado
cualquier cosa por mi largo cabello y bronceado de verano, por mis pestañas y cejas
gruesas. Sin mencionar a mi padre, mi familia convencional, lejos de Marion con sus
caprichos y fantasías. Se trataba de un tratado incluso, nuestra envidia por la otra; hacía
todo justo.

Siempre creímos que vivíamos vidas perfectamente paralelas. Pasábamos por la mismas
etapas al mismo tiempo; a las dos nos gustaban las películas sangrientas y cosas cursis, y
sabíamos cada canción de las viejas bandas sonoras que mis padres tenían. Ella era más
confiada, capaz de hacer amigos rápido, mientras yo era tímida y callada, permaneciendo
lejos de la multitud. Yo siempre era conocida como Halley “la amiga de Scarlett.” Pero no
me importaba. Sin ella, sabía que estaría andando en el estacionamiento de autobuses
con los nerds y Noah Vaughn. Eso era, estaba segura, el destino para mi, hasta el día en
que Scarlett me miró desde detrás de esos lentes de sol y me hizo un lugar junto a ella por
el resto de mi vida. Y yo estaba agradecida. Porque la vida es un feo y desagradable lugar
para no tener un mejor amigo.

Cuando me imaginaba a mí misma, era siempre como una silueta en un libro para
colorear, con el interior incompleto. Todos los patrones estaban allí. Pero los colores, los
zigzags y cuadros, los trozos y las piezas que me componían, Halley, todavía no estaban en
su lugar. Los rojos y dorados vibrantes de Scartett ayudaban, pero todavía estaba
esperando.

*************
La mayoría de los de la escuela no conocíamos a Michael muy bien, incluso habiendo
crecido en el mismo vecindario. Él se había ido el verano luego de la secundaria a
California y había vuelto transformado: bronceado, más alto, y de repente hermoso. El fue
inmediatamente el chico para salir.

Salió con Ginny Habor como por quince minutos, luego Elizabeth Gunderson, la líder de las
animadoras, por unos pocos meses. Pero él nunca pareció encajar en ese grupo de
capitanes de equipos de fútbol y chaquetas Varsity. Él volvió a sus compañeros en
Lakeview, como su mejor amigo Macon Flaukner. Algunas veces los habíamos visto
caminando por la calle, entre nuestras casas, en medio de la noche, fumando cigarrillos y
riendo. Ellos eran diferentes y nos fascinaban.

Al dejar el grupo popular, Michael Sherwood se convirtió en un enigma. Nadie estaba


seguro donde encajaba él, y era amable con todos, algo como el gran igualador de la
escuela. Él era famoso por sus bromas a los profesores suplentes y siempre pedía
prestado un dólar a cambio de una buena historia; contó cuentos extravagantes, verdades
a medias, pero eran tan graciosas que valían la pena por un dólar. La única que recuerdo
que me contó tenía que ver con una chica Scout sicótica que lo estaba acosando. No le
creí, pero le di dos dólares y omití el almuerzo ese día. Valió la pena.

Cada uno de nosotros tenía su propia historia en relación a Michael, algo que él había
dicho o hecho o transmitido. Más que nada, eran las cosas que no hizo las que hacían a
Michael Sherwood tan intrigante; él parecía tan lejos de todos nosotros, y sin embargo
implícitamente, él pertenecía a todos.

Al final de cada año escolar era la presentación anual, llena de cándidas fotos que no
habían llegado al anuario. Todos nos metíamos al auditorio y veíamos los rostros de
nuestros compañeros en pantalla grande, todos animando a sus amigos y abucheando a
las personas que no les gustaban. Hubo solo una foto de Michael Sherwood, pero era una
buena: estaba sentado en el muro, solo, usando esa gorra negra de béisbol que siempre
llevaba, riéndose de algo fuera del marco, algo que no podíamos ver. La hierba muy verde
detrás de él, por encima una franja del cielo azul claro. Cuando la diapositiva apareció,
toda la multitud del auditorio vitoreó, aplaudiendo y gritando y estirando su cuello en
busca de Michael, que estaba sentado en el balcón con Macon Flaukner, luciendo
avergonzado. Pero, eso era lo que representaba él para nosotros, siempre; la única cosa
que todos teníamos en común.

************
El funeral era el día siguiente, jueves. Fui a la casa de Scarlett al otro lado de la calle luego
del desayuno, descalza y con tejanos cortos, cargando dos vestidos negros entre los que
no me podía decidir. Solo había estado en un funeral antes, el de mi abuelo en Búfalo, y
era tan pequeña que alguien me había vestido. Esto era diferente.

“Entra,” oí decir a Marion antes de que pudiera si quiera tocar la puerta. Ella estaba
sentada en la mesa de la cocina, una taza de café frente a ella, hojeando Vogue.

“Hey,” le dije mientras ella me sonreía. “Está despierta?”

“Prácticamente toda la noche,” dijo ella en voz baja, pasando la página y tomando un
sorbo de su café. “Estaba en el sofá cuando me levanté. En verdad necesita descansar, o
va a colapsar.”

Tuve que evitar sonreír. Esas eran las mismas palabras que le oía a Scarlett acerca de
Marion normalmente; desde que las conocía sus roles habían estado invertidos. Cuando
Marion había estado deprimida y bebiendo mucho hace unos años, era Scarlett la que
venía tocando nuestra puerta en su camisón a los 2:00 a.m. porque había encontrado a
Marion desmayada en el frío a mitad de la acera de su entrada, sus mejillas impresas con
las ondulaciones y grietas del hormigón. Mi padre cargaba a Marion al interior de su casa
mientras mi madre intentaba su mejor numerito de terapia con Scarlett, que no decía
nada y se acurrucaba en una silla junto a la cama de Marion, velando por ella hasta la
mañana. Mi padre llama a Scarlett “solemne”; mi madre decía que estaba “en negación.”

“Hey.” Levanté la vista para ver a Scarlett parada en la puerta con una camiseta roja y sus
calzoncillos largos, su cabello alborotado por dormir. Ella asintió hacia los vestidos que
tenía en mi mano. “Cuál vas a usar?”

“No lo sé,” dije.

Ella se acercó, tomándolos de mis manos, luego puso cada uno contra mí, entrecerrando
los ojos. “El corto,” dijo en voz baja, tendiendo el otro sobre el mostrador junto a la taza
de frutas. “El de la depresión en el cuello siempre te hace lucir como si tuvieras doce
años.”

Miré el vestido con la depresión en el cuello, tratando de recordar donde lo había usado
antes. Era Scarlett la que llevaba la cuenta de esas cosas: citas, recuerdos, lecciones
aprendidas. Yo olvidaba todo, apenas capaz de mantenerlos en mi cabeza de una semana
para otra. Pero Scarlett sabía todo, desde lo que estaba usando cuando le dieron su
primer beso, al nombre de la hermana del chico que yo había conocido en la playa el
verano anterior; ella era nuestro oráculo, nuestra memoria común.

Ella abrió el refrigerador y sacó la leche, luego cruzó la habitación con una caja de cereal
Krispes bajo el brazo, tomando un tazón del fregadero en el camino. Se sentó en el
extremo de la mesa, con Marion a la izquierda, y yo tomé asiento a su derecha. Incluso en
su pequeña familia, conmigo como miembro honorario, había tradiciones.

Scarlett se sirvió algo de cereal, añadiendo azúcar de la taza entre nosotras. “Quieres un
poco?”

“No,” dije. “Ya comí.” Mi madre me había hecho tostadas francesas, luego de pasar la
mayor parte de la madrugada chismeando sobre la valla con su mejor amiga, Irma Trilby,
que era conocida por sus increíbles azaleas y sus chismes, los que yo había escuchado
toda la mañana a través de mi ventana. Aparentemente la señora Trilby conocía bien a la
señora Sherwood de la asociación de padres y ya había pasado con su cazuela de pollo
para expresar su pesar. La señora Trilby también nos había visto a Michael, Scarlett y a mí
más de una vez caminando juntos de regreso del trabajo, y después una noche ella había
incluso visto a Michael y Scarlett besándose bajo una farola. Él era un dulce chico, dijo ella
con su voz nasal. Él cortaba el césped luego de la coronaria de Arthur y siempre le daba las
mejores bananas en Miltons, incluso si tenía que buscar unas en la parte de atrás. Un
buen chico.

Así que mi madre entró recientemente informada y comprensiva y me hizo un gran


desayuno del que elegí mientras ella se sentaba al otro lado de la mesa, con la taza de
café en sus manos, sonriendo como si ella esperara que yo dijera algo. Como si solo
hiciera falta que Michael Sherwood cortara el césped o encontrara la banana perfecta
para hacerlo merecedor del luto.

“Y bien a qué hora es el servicio?”me preguntó Marion, recogiendo sus Malboro ligeros de
la bandeja giratoria en el centro de la mesa.

“Once en punto.”

Ella encendió un cigarrillo. “Estamos llenos de citas hoy, pero trataré de llegar. Okey?”

“Okey,” dijo Scarlett.

Marion trabajaba en el centro comercial de Lakeview en Fabulosa Tu, una tienda


glamorosa de fotografía donde te maquillaban, vestían y arreglaban, luego tomaban
fotografías que podían conseguirte un novio o esposo. Marion pasaba cuarenta horas a la
semana maquillando amas de casa y adolescentes con demasiado lápiz labial y los mismos
vestidos de noche, haciéndolas posar con una copa de champaña vacía mientras
observaban a la cámara con su mejor mirada insinuante. Era un trabajo duro considerando
algunas de las materias primas con las que tenía que trabajar; no todo el mundo está
hecho para ser glamoroso. Ella a menudo decía que había un poco de milagro para ser
arreglada con corrector e iluminación creativa.
Marion empujó su silla hacia atrás, pasando una mano por su cabello; ella tenía el rostro
de Scartlett, redondo con profundos ojos verdes y cabello rubio que desteñía cada pocos
meses. Tenía uñas rojo brillante, fumaba constantemente y tenía más lencería que
Victoria’s Secret. Cuando la conocí, el día que se mudaron, Marion había estado
coqueteando con los de la mudanza, vestida con jeans a las caderas, una camiseta sin
mangas de macramé que mostraba su estómago, y tacones de al menos diez centímetros
de alto. Ella no era como mi madre; ella no era como la madre de nadie. Para mi lucía
como Barbie y me fascinó desde entonces.

“Bueno,” Marion arrastraba las palabras, de pie y alborotando el cabello de Scarlett


mientras pasaba. “Voy a alistarme para las minas de sal*. Llámenme si me necesitan,
Okey?”

*Minas de sal es una expresión que se refiere a cuando alguien va a hacer algo
desagradable.

“Okey,” dijo Scarlett, tomando otro bocado de cereal.

“Adiós, Marion,” dije.

“Ella no vendrá,” dijo Scarlett una vez que Marion se encontraba arriba, sus pasos crujían
sobre nosotras.

“Por qué?”

“Los funerales la enloquecen.” Dejó caer su cuchara en el plato, terminando. “Marion


tiene una excusa conveniente para todo.”

Subimos la escaleras para alistarnos y me tumbé al borde de su cama, que estaba cubierta
con ropa, revistas, mantas que no combinaban, y sábanas. Scarlett abrió su armario y se
paró frente a él con las manos en sus caderas, contemplando. Marion gritó una adiós
desde el pie de las escaleras y golpeó la puerta delantera, seguida por el sonido de su auto
encendiéndose y saliendo hacia la calle. A través de la ventana sobre la cama de Scarlett,
vi a mi madre sentada en el columpio de nuestro porche, bebiendo café y leyendo el
periódico. Mientras Marion pasaba, ella saludó con su “sonrisa de vecino”, y volvió a leer.

“Odio esto,” dijo Scarlett de repente, metiéndose en su armario y sacando un vestido azul
marino con cuello blanco. “No tengo nada que sea apropiado.”

“Puedes usar mi vestido que me hace lucir como de doce años,” ofrecí, y ella hizo una
mueca.

“Apuesto a que Marion tiene algo,” dijo, de repente abandonando la habitación. El


armario de Marion era leyenda; amante de la última moda y coleccionista, la más
peligrosa combinación.

Me estiré y encendí la radio junto a la cama, inclinándome hacia atrás y cerrando los ojos.
Yo había pasado la mitad de mi vida en el cuarto de Scarlett, tendida en la cama con una
pila de revistas Seventeen entre nosotras, escogiendo nuestros futuros vestidos de
graduación y leyendo sobre la prevención de granos y problemas con novios. Justo al lado
de su ventana estaba la plataforma con sus fotos: Ella y yo en la playa, hace dos años, con
sombreros de marinero iguales, simulando un saludo a la cámara de mi padre. Marion a
los dieciocho, una vieja foto de escuela, descolorida y arrugada. Y por último, al final y sin
enmarcar, la misma foto de ella y Michael en el lago. Luego de que me fui al Campamento
de la Hermanad, ella la había movido para tenerla más cerca.

Sentí algo presionando mi espalda, duro, y moví mi mano para moverlo; era una bota con
una suela gruesa que se resistió cuando tiré de ella. Cambié de posición y le di otro tirón,
preguntándome cuando había comprado Scarlett botas de montaña. Estaba a punto de
gritar para preguntarle, cuando de repente tiró hacia atrás, fuerte, y hubo un movimiento
explosivo en la cama, brazos y piernas al aire, cosas cayendo a los lados mientras alguien
surgía del desastre a mi alrededor, sacudiendo revistas, mantas y almohadas en todas las
direcciones. Y de repente, me encontré a mi misma cara a cara con Macon Faulkner.

Él miró a su alrededor como si no estuviera muy seguro de donde estaba. Su cabello rubio,
cortado bajo sobre sus orejas, atrapado en pequeños remolinos. En una oreja había una
fila de tres aros de plata.

“Qu-?” se las arregló para sentarse derecho y pestañar. Estaba todo enredado, una sábana
envuelta alrededor de su brazo. “Donde está Scarlett?”

“Está allí,” dije automáticamente, señalando a la puerta, como si eso fuera allí, que no era.

Él sacudió su cabeza, tratando de despertarse. Me hubiera sorprendido igual ver a


Mahatma Gandhi o al Elvis en la cama de Scarlett; no tenía idea de que ella conociera
siquiera a Macon Faulkner. Todos sabíamos quién era, por supuesto. Como un Chico con
reputación, su leyenda en el vecindario lo predecía.

Y que estaba haciendo en su cama? No podía significar -no. Ella me lo habría dicho, ella
me contaba todo. Y Marion había dicho que Scarlett durmió en el sofá.

“Bueno, creo que puedo usar esto,” escuché decir a Scarlett mientras regresaba por el
pasillo, un vestido negro sobre su brazo. Ella miró a Macon, luego a mí, y caminó hacia el
armario como si fuera la cosa más normal del mundo tener un chico extraño en tu cama a
las diez de la mañana de un jueves.

Macon se recostó hacia atrás, dejando una mano descansar sobre sus ojos. Su bota, y su
pie en ella, de alguna manera habían aterrizado en mi regazo, donde permanecieron. El
pie de Macon Faulkner estaba en mi regazo.

“Conoces a Halley?” le preguntó Scarlett, colgando el vestido en la puerta de su armario.


“Halley él es Macon. Macon, Halley.”

“Hola,” dije, inmediatamente consciente de lo alto que era mi tono de voz.

“Hey,” él asintió hacia mí, moviendo su pie de mi regazo como si eso no fuera nada
especial, luego se bajó de la cama y se puso de pie, estirando los brazos. “Hombre, me
siento terrible.”

“Bueno, deberías,” dijo Scarlett en la misma voz regañona que usaba conmigo cuando yo
era especialmente débil. “Estabas increíblemente borracho.”

Macon se inclinó removiendo las sábanas a su alrededor, buscando algo, mientras yo


estaba sentada allí mirándolo. Usaba una camiseta blanca rasgada a lo largo del dobladillo,
y pantaloncillos azul oscuro, esas botas torpes en sus pies. Él era alto y enjuto, y
bronceado por trabajar en el verano de jardinero en el vecindario, que era en único lugar
donde lo había visto, y aún así de lejos.

“Has visto-?” empezó él, pero Scarlett ya estaba llegando a la mesa al lado de la cama y a
la gorra de béisbol tendida allí. Macon se inclinó hacia adelante para tomarla, luego se la
puso con una mirada tímida. “Gracias.”

“De nada.” Scarlett empujó su cabello detrás de su cabeza, sosteniéndolo con sus manos,
lo que significaba que estaba pensando. “Necesitas un aventón al servicio?”

“Nah,” dijo él, caminando hacia la puerta de la habitación con sus manos en los bolsillos,
dando un paso sobre mis pies como si yo fuera invisible. “Te veré allá.”

“Bien.” Scarlett se paró en la puerta.

“¿Está bien? ¿Salir de esta manera?” él estaba susurrando, haciendo gestos hacia el final
pasillo a la puerta del cuarto vacío de Marion.

“Está bien.”

Él asintió, entonces caminó hacia ella torpemente, inclinándose hacia abajo para besar su
mejilla. “Gracias,” dijo él en voz baja, en una voz que probablemente no se suponía que
debía escuchar. “Lo digo enserio.”

“No es gran cosa,” dijo Scarlett, sonriéndole, y ambas lo miramos mientras se alejaba, sus
botas sonando en las escaleras y fuera de la puerta. Cuando la escuché girar y cerrarse
caminé hacia la ventana y me incliné contra el vidrio, esperando hasta que saliera a la
entrada, entre cerrando los ojos, y empezando esos dieciocho pasos hacia la calle. Del
otro lado de la calle mi madre levantó la vista, doblando su periódico en su regazo,
mirando también.

“No puedo creerlo,” dije a toda voz, mientras Macon Faulkner pasaba los arbustos
espinosos y giraba a la izquierda, dirigiéndose hacia Lakeview- Vecindario de Amigos.

“Él estaba disgustado,” dijo Scarlett simplemente. “Michael era su mejor amigo.”

“Pero tú nunca ni siquiera me dijiste que lo conocieras. Y entonces yo vengo aquí y él está
en tu cama.”

“Solo lo conocí a través de Michael. Está arruinado, Halley. Tiene muchos problemas.”

“Es tan raro, sin embargo,” dije. “Quiero decir, que él estuviera aquí.”

“Él solo necesitaba a alguien,” dijo ella. “Eso es todo.”

Todavía tenía mi ojo en Macon Faulkner mientras se movía pasando las perfectas casas de
nuestro vecindario, pareciendo fuera de lugar entre silbidos, aspersores y periódicos
tirados en una soleada y brillante mañana de verano. No podía decir entonces que era lo
que tenía él que me mantenía allí. Pero justo cuando él estaba doblando la esquina,
desapareciendo de vista, se giró y levantó su mano, saludándome, como si supiera incluso
sin girar que yo seguiría allí en la ventana, viéndolo irse.

**************

Cuando llegamos a la iglesia, ya había una fila fuera de la puerta. Scarlett no había dicho
mucho en todo el camino, y mientras caminábamos, ella estaba escurriendo sus manos.
“¿Estás bien?” le pregunté.

“Es solo extraño,” dijo ella, y su voz era baja y hueca. Tenía sus ojos en algo justo adelante.
“Todo esto.”

Cuando levanté la vista pude ver a qué se refería. Elizabeth Gunderson, líder de las
porristas, estaba rodeada por un grupo de sus amigas en un escalón de la iglesia. Estaba
sollozando histéricamente, una camisa roja en sus manos.

Scarlett se detuvo cuando estuvimos a unos de pies de la multitud, tan de repente que yo
seguí caminado y tuve que volver por ella. Estaba parada sola, sus brazos apretados
fuertemente frente a su pecho.

“¿Scarlett?,” dije.

“Esto fue una mala idea,” dijo ella. “No debimos haber venido.”

“Pero-”

Y eso fue todo lo lejos que pude ir antes de que Ginny Tarbor viniera detrás de mí, tirando
sus brazos alrededor de ambas a la vez y colapsando en lágrimas. Ella olía como a laca y
humo de cigarrillo y estaba usando un vestido azul que mostraba mucha pierna.

“Oh, mi Dios,” dijo ella, levantando su cabeza para mirarme a mí y luego a Scarlett
mientras nos alejábamos de ella tan delicadamente como era posible. “Es tan horrible, tan
terrible. No he sido capaz de comer desde que lo escuché. Estoy destrozada.”

Ninguna de nosotras dijo nada; solo seguimos caminando, mientras Ginny buscaba un
cigarrillo, encendiéndolo y luego abanicando el humo con una mano. “Quiero decir, el
tiempo en el que estuvimos juntos no fue todo tan bien, pero lo quería mucho. Solo
fueron circunstancias-” y ahora ella sollozó, sacudiendo su cabeza- “que nos mantuvieron
separados. Pero él fue, como, todo para mí en esos dos meses. Todo.”

Mire a Scarlett, quien estaba estudiando el pavimento, y dije, “Lo siento mucho, Ginny”

“Bueno,” dijo ella en una estrecha voz, exhalando una larga oleada de humo, “era tan
diferente cuando lo conocías bien. ¿Sabes?”

“Lo sé,” dije. No habíamos visto mucho a Ginny desde mediados verano. Después de pasar
un par de semanas salvajes con nosotras, ella había sido enviada a un campamento con
una combinación de porristas/Biblia mientras sus padres iban a Europa. Era tan bien como
nos imaginamos. No había mucho de la extrovertida Ginny que podías tomar. Un par de
días después Scarlett había conocido a Michael, y la segunda mitad de nuestro verano
comenzó.

Nos mantuvimos siguiendo la línea hacia la iglesia, ahora acercándonos a Elizabeth. Ginny,
por supuesto, hizo un gran show corriendo hacia ella y rompiendo en lágrimas, y ellas se
pararon y se abrazaron la una a la otra, llorando juntas.

“Es tan horrible,” dijo una chica detrás de mí. “Él amaba tanto a Elizabeth. Esa es su
camisa la que está sosteniendo, sabes. No la ha soltado desde que lo supo.”

“Creí que habían roto,” otra chica dijo, y explotó su chicle.


“Al principio del verano. Pero él seguía amándola. Como sea, esa Ginny Tabor es tan
endemoniadamente superficial,” dijo la primera chica. “Ella salió con él solamente por dos
días.”

Una vez dentro, nos sentamos hacia el fondo, al lado de dos ancianas quienes empujaron
sus rodillas a un lado remilgadamente mientras nos deslizábamos pasándolas. Arriba en el
frente de la iglesia había dos afiches con fotos de Michael pegadas a ellas: fotos de bebé,
fotos de la escuela, posadas que reconocí del anuario. Y en el medio, más grande que
todas, estaba la foto de la presentación anual, la que había traído porras en ese oscuro
auditorio en Junio. Quería señalársela a Scarlett, pero cuando me giré para decírselo, ella
estaba viendo el respaldo del banco en frente de nosotras, su cara pálida, y me mantuve
quieta.

El servicio comenzó tarde, con gente llenando y forrando las paredes, arrastrándose y
abanicándose a sí mismos con el pequeño papel del programa que habíamos agarrado en
la puerta. Elizabeth Gunderson entró, todavía llorando, y se dirigió a sentarse con Ginny
Tarbor sollozando justo detrás de ella. Era extraño ver a mis compañeros de clases en este
escenario; unos estaban vestidos bien, obviamente acostumbrados a usar ropa de iglesia.
Otros se veían fuera de lugar, incómodos, tirando de sus corbatas o la parte superior del
vestido. Me pregunté que estaría pensando Michael, mirando hacia toda esta gente con
caras rojas moviéndose en sus asientos, a las chicas gemidoras que él había dejado atrás, a
sus padres en el banco del frente con su hermana pequeña, silenciosamente estoica y
triste. Y miré a Scarlett, quien lo había amado tanto en tan poco tiempo, y resbalé mi
mano alrededor de las de ella, apretándolas. Ella apretó de vuelta, todavía mirando al
frente.

El servicio fue formal y corto; el calor estaba sofocando con toda la gente empacada tan
apretada, y apenas pudimos escuchar al ministro sobre los abanicos y el crujido de los
bancos. Él habló sobre Michael, y lo que él significaba para tanta gente; él dijo algo sobre
Dios teniendo sus razones. Elizabeth Gunderson se paró y se fue diez minutos en eso, su
mano presionada contra su boca mientras caminaba rápidamente por el pasillo de la
iglesia, una manada de sus amigas corriendo detrás de ella. La ancianas junto a nosotras
sacudieron sus cabezas, en desaprobación, y Scarlett apretó mi mano más fuerte, sus uñas
clavándose en mi piel.

Cuando el servicio terminó, hubo un incómodo murmuro de voces mientras todo el


mundo salía. De repente, se había puesto muy oscuro, con una extraña brisa soplando
oliendo a lluvia. Arriba las nubes se habían acumulado grandes y negras detrás de los
árboles.

Casi pierdo a Scarlett en la multitud de voces y caras y color en frente de la iglesia. Ginny
estaba apoyada en Brett Hershey, el capitán del equipo de fútbol, mientras él la dejaba
desahogarse. Elizabeth estaba sentada en el asiento delantero de un auto en el
estacionamiento, la puerta abierta, su cabeza en sus manos. Todos los demás estaban
parados alrededor con incertidumbre como si necesitaran permiso para salir, sosteniendo
sus programas y mirando al cielo.

“Pobre Elizabeth,” dijo Scarlett suavemente mientras íbamos hacia su auto.

“Ellos rompieron hace un tiempo,” dije.

“Si. Lo hicieron.” Ella pateó un guijarro y traqueteó con algo bajo el auto. “Pero él
realmente la amaba.”

Miré hacia ella, el viento soplando su cabello alrededor de su rostro, su piel clara tan
blanca contra el negro vestido de Marion. Las veces que la cogí desprevenida,
accidentalmente, fueron cuando ella estaba más hermosa. “Él te amaba, también,” le dije.

Ella miró al cielo, negro con nubes, el olor a lluvia más fuerte y más fuerte. “Lo sé,” dijo
ella suavemente. “Lo sé.”

La primera gota fue grande, chapoteada y húmeda, cayendo en mi hombro y dejando un


redondo, círculo oscuro. Entonces, de repente, estaba lloviendo a cántaros. La lluvia llegó
en forma de hojas, mandando a la gente a correr hacia sus autos, protegiéndose con sus
programas de fino papel. Scarlett y yo nos sumergimos en su coche y observamos el flujo
de agua por el parabrisas. Yo no podía recordar la última vez que había visto llover tan
fuerte.

Salimos a la calle principal en el Ford Aspire de Scarlett. Su abuela se lo había dado por su
cumpleaños en Abril. Era del tamaño de una caja de zapatos; parecía un coche más grande
que había sido cortado por la mitad con un gran cuchillo de pan. Mientras cruzábamos un
río de agua demarrado en la carretera, me pregunté por un instante que pasaría si nos
hubiéramos dejado llevar por la corriente como Wynken, Blynken, y Nod en su zapato
grande, hacia el mar.

Scarlett lo vio primero, caminando solo por la calle, su camisa blanca empapada y
pegándose a su espalda. Su cabeza estaba agachada y sus manos en sus bolsillos, la
mirada fija en el pavimento mientras la gente corría pasando con sus paraguas. Scarlett
sonó la bocina, frenando a su lado.

"Macon!" gritó ella, inclinándose en la lluvia. "Hey!" Él no la escuchaba, y me empujó.


"Grítale, Halley."

“¿Qué?”

"Baja la ventanilla y pregúntale si quiere un aventón".

"Scarlett", le dije, de repente nerviosa, “ni siquiera lo conozco."


"¿Y qué?" Ella me dirigió una mirada. "Está lloviendo. Date prisa."

Bajé mi ventanilla y saqué la cabeza, sintiendo la lluvia golpear la parte de atrás de mi


cuello. "Disculpa,” le dije.

Él no me escuchó. Me aclaré la garganta, duramente. "Disculpa".

"Halley", dijo Scarlett, mirando en el espejo retrovisor, "estamos deteniendo el tráfico


aquí. Vamos."

"Él no me oye", le dije a la defensiva.

"Estás casi susurrando."

"No lo estoy", espeté. "Estoy hablando en un tono de voz perfectamente audible."

“Solo grita.” Autos pasaban a nuestro alrededor ahora una nueva ola fresca de lluvia caía
en mi ventana, empapando mi regazo. Scarlett exhaló en voz alta, lo que significaba que
estaba perdiendo la paciencia. "Vamos, Halley, no seas tan gallina."

“No soy una gallina,” dije. “Dios.”

Ella sólo me miró. Saqué la cabeza por la ventana.

"Macon". Dije un poco más fuerte esta vez, sólo porque yo estaba enojada. "Macon".

Otra exhalación fuerte de Scarlett. Me estaba empapando completamente.

"Macon", dije un poco más fuerte, sacando la cabeza completamente fuera del coche.
"¡Macon!"

De repente se sacudió en la acera, dando la vuelta y mirándome como si esperara que


nosotras llegáramos volando frenando en nuestro pequeño auto para aplastarlo por
completo. Entonces sólo se quedó mirando, con la camisa empapada y pegada a su piel, el
pelo cayendo sobre su rostro, se levantó y me miró como si yo estuviera totalmente loca.

"¿Qué?" gritó en respuesta, al igual en voz alta. "¿Qué pasa?"

A mi lado, Scarlett se echó a reír, la primera vez que oía su risa desde que había vuelto a
casa. Se recostó en su asiento, la mano sobre su boca, riendo incontrolablemente. Yo me
quería morir.

"Um", dije, y él todavía estaba mirándome. "¿Quieres un aventón?"


"Estoy bien", dijo a través de mí, a Scarlett. "Pero gracias."

"Macon, llueve." Tenía activada su voz de mamá, una que yo reconocía. Mientras él
miraba a través de mi, pude ver cómo sus ojos estaban rojos, hinchados de llorar.
"Vamos."

"Estoy bien", dijo de nuevo, retrocediendo desde el coche. Se pasó la mano por la cara y el
pelo, agua rociando por todas partes. "Nos vemos más tarde".

"Macon", gritó de nuevo, pero ya se había ido, caminando de vuelta a la lluvia. Cuando
llegamos al semáforo, cruzó la esquina y desapareció; lo último que vi fue su camisa, un
destello de blanco contra el ladrillo del callejón. Entonces se marchó, desapareciendo con
tanta facilidad que parecía casi como magia- no había rastro. Scarlett suspiró mientras
subía mi ventana, diciendo algo acerca de que todo el mundo tiene sus maneras. Yo sólo
estaba mirando el callejón, el último lugar en que lo había visto, preguntándome si alguna
vez el había estado allí en absoluto.
Capítulo 3
Traducido por Jhos, Doryta y Maricarodelgado

C uando pienso en Michael Sherwood, lo que realmente me viene a la mente es


producir. Plátanos amarillo intenso, kiwis verde brillante, ciruelas moradas frescas
suaves al tacto. Nuestra amistad con Michael Sherwood, chico popular y leyenda,
comenzó simplemente con frutas y verduras.

Scarlett y yo éramos cajeras en el Mercado Milton, usando nuestras pequeñas batas


verdes y etiquetas plásticas que decían: ¡Hola, yo soy Halley! ¡Bienvenido a Milton! Ella
trabajaba en la registradora ocho, que era la caja de los Dulces, y yo trabajaba en Quince
Artículos Express y en Régimen, justo a su lado, lo suficientemente cerca como para poner
mis ojos en blanco o gritar por encima del pitido de mi escáner de precios cuando todo
simplemente era demasiado. No era el mejor trabajo por un largo trecho. Pero al menos
estábamos juntas.

Habíamos visto a Michael Sherwood venir a una entrevista a finales de junio. Había usado
una corbata. Parecía nervioso y me saludó como si fuéramos amigos mientras esperaba
una hoja de solicitud en el Centro de Atención al Cliente. Él fue colocado en Frutas y
Verduras, siendo su título oficial Asistente Junior del Gerente para Producción del Día, lo
que significa apilar naranjas, reempacar frutas en sus pequeñas bandejas verdes y sellarlas
con papel adhesivo, y humedecer las verduras con una manguera grande dos veces al día.
La mayoría del tiempo él se reía y se divertía, rápidamente haciéndose amigo de todos,
desde Carne hasta Salud y Ayuda de Belleza. Pero era a mí y a Scarlett era a quien él había
dirigido su atención. Bueno, era a Scarlett, en realidad. Como de costumbre, yo estaba
solo pintada en la pared.

Comenzó con los kiwis. Durante su primera semana, Michael Sherwood comió cuatro
kiwis para el almuerzo cada día. Sólo kiwis. Nada más. Los pesaba en la pequeña escala de
Scarlett en su bolsa de plástico, sonriendo, luego los llevaba a la pequeña parcela de
hierba en el estacionamiento y los cortaba y comía, uno por uno, solo. Nos asombramos
por eso. Nunca comíamos kiwis.

"Le gusta la fruta", dijo Scarlett un día después de que él se fue, sonriéndole con su gran
sonrisa y haciéndola ruborizarse. Vino a mi registradora una vez, pero al tercer día estaba
de pie en la línea de Scarlett, incluso cuando mi luz arriba estaba centelleando ABIERTO
NO ESPERA.
Miré a Michael, en su delantal verde, sentado en el sol con sus pequeñas frutas difusas, y
sacudí la cabeza. Siempre le tomaba al menos quince minutos a Scarlett para detener su
rubor.

Al día siguiente, cuando llegó al frente de la línea con sus kiwis y Scarlett le habló, dijo:
"De verdad deben gustarte estas cosas".

"Son grandiosas," dijo, inclinándose sobre su pequeño comprobador y la estación de


tarjeta de crédito. “¿No has probado una?”

"Sólo en ensalada de frutas", dijo Scarlett, y yo estaba tan distraída escuchando, que pasé
algunos rigatoni por doscientos dólares, arruinando mi registro completo y asustando
como los demonios a la pobre mujer en mi línea, que sólo estaba comprando eso, algunas
lanzas de piña, y una caja de tampones. Entre vaciar y pasar todo otra vez, me perdí la
mitad de su conversación, y cuando me di la vuelta Michael estaba caminando afuera con
su almuerzo y Scarlett estaba sosteniendo un difuso kiwi en la mano, examinándolo desde
todos los ángulos.

"Él me lo dio", susurró. Su rostro estaba ardiendo en rojo. "¿Puedes creerlo?"

"Disculpe, señorita," alguien en mi línea gritó: "¿Está abierto?"

"Sí", le grité en respuesta. A Scarlett le dije, "¿Qué más te dijo?"

"Tengo estos", dijo un hombre alto y peludo en una camisa de lunares mientras empujaba
su carro, metiendo un montón de cupones pegajosos en mi mano. Estaba comprando
cuatro latas de carne, un ambientador, y dos latas kerosene. Algunas veces no quieres ni
siquiera pensar en lo que están haciendo con sus comestibles.

"Creo que me voy a tomar mi descanso", me dijo Scarlett, empujando la gaveta de su


registradora. "Ya que está lento y todo."

"Espera, terminaré aquí en un segundo." Pero, por supuesto, mi línea estaba más larga
ahora, llena de gente con quince artículos, o dieciocho artículos, o incluso veinte con una
pequeña cuenta creativa, todos clavaban los ojos en mí.

"Te importa?" dijo Scarlett, ya partiendo a las oficinas para dejar su cajón, ese kiwi en su
mano libre. "Quiero decir..."

Miró hacia fuera rápidamente, y pude ver a Michael en la acera con su almuerzo.

"Está bien", le dije, volviendo a Scarlett mientras comprobaba el cheque del hombre
peludo a través del espacio de confirmación. "Tomaré mi descanso después, o algo así..."
Pero ella no me oyó, ya se había ido, fuera a la acera y la luz del sol, sentada al lado de
Michael Sherwood. Mi mejor amiga Scarlett había cambiado un kiwi por su corazón.

No tuve muchos descansos con ella después de eso. Michael Sherwood la había cortejado
con extrañas, extranjeras frutas y hortalizas, dejando caer pedacitos de melón verde y
naranjas rojo sangre oscuro bajo su registradora cuando ella estaba ocupada. Más tarde,
cuando ella levantó la vista, había algo suspendido sobre ella en su signo de NO
REGISTRADORA DE DULCES, una sola pera, perfectamente equilibrada, tres rabanitos
todos en fila. Yo nunca lo vi hacerlo, y yo vigilaba su estación como un halcón. Pero había
algo mágico en Michael Sherwood, y por supuesto a Scarlett encantó. Yo me sentiría igual,
si alguna vez me pasaba.

Ese fue el primer verano que no fuimos sólo Scarlett y yo. Michael siempre estaba
haciéndonos reír, haciendo caídas de panza en la piscina o deslizando sus brazos alrededor
de la cintura de Scarlett cuando se ponía de pie en el mostrador de la cocina, revolviendo
la mezcla de brownies. Fue el primer verano que no pasamos prácticamente todas las
noches juntas, o bien, a veces; había mirado al otro lado de la calle en el atardecer y visto
sus cortinas cerradas, el coche de Michael en la entrada, y supe que tenía que
mantenerme alejada. Tarde en la noche los oía despedirse, y tiraba de mi cortina para ver
como la besaba en el amarillo tenue de la farola. Yo nunca había tenido que luchar por su
atención antes. Ahora, todo lo que tomaba era una mirada de Michael y ella estaba fuera
y corriendo, conmigo quedándome atrás otra vez a comer sola o ver la tele con mi padre,
que siempre se queda dormido en el sofá a las ocho y treinta y roncaba de la patada. La
echaba de menos.

Pero Scarlett estaba tan feliz, no había manera de que pudiera tener algo en contra de
ella. Ella prácticamente brillaba veinticuatro horas al día, siempre riendo, sentada en la
acera delante de Milton con Michael, atrapando uvas que él le tiraba en la boca. Ellos se
escondieron en su casa fines de semana completos, cocinando espaguetis para Marion y
alquilando películas. Scarlett dijo que después de la ruptura de él con Elizabeth al final del
año escolar, Michael no quería hacer frente a los chismes. El día que fuimos al lago era la
primera vez que se arriesgaban a exponerse a nuestros compañeros de clase, pero estaba
vacío de bañistas, calmado, mientras jugábamos Frisbee y comíamos la merienda que
Scarlett empaquetó. Me senté con mi revista Madeimoselle, viéndolos nadar juntos,
mojándose entre sí y riéndose. Fue más tarde, justo cuando nos íbamos y el sol se ponía
naranja y rojo detrás de ellos, que tomé una foto, la única que Scarlett tenía de ellos
juntos. Ella la agarró de mi mano el día que las tuve, tomando mi copia doble, también,
para dársela a Michael, quien la metió en el velocímetro de su carro, donde permaneció
hasta que cambió el coche unas semanas más tarde por la moto.

Para principios de agosto, le había dicho que la amaba. Ella dijo que habían estado
sentados al lado de la piscina, las piernas colgando, y allí fue cuando él se inclinó, besó su
oreja, y lo dijo. Ella lo había susurrado mientras me lo contaba, como si fuera una especie
de hechizo que fácilmente podría ser roto por voces o conocimiento público. Te amo.
Lo que lo hizo mucho peor cuando él se fue tan rápido, apenas dos semanas después. El
único chico que le había dicho eso a ella, y en serio. El resto del mundo no sabía cuánto
Scarlett amaba a Michael Sherwood. Incluso yo no podía verdaderamente entenderlo, por
más que hubiera querido.

************************************

En el primer día de escuela, Scarlett y yo entramos en el estacionamiento, encontró un


espacio hacia la parte posterior del edificio de formación profesional, y se estacionó.
Apagó el motor del Aspire, dejando caer la llave en su regazo. Luego permanecimos ahí.

"No quiero hacerlo", dijo decisivamente.

"Lo sé", le dije.

"Quiero decir este año", dijo, suspirando. "Yo no creo que lo tenga en mí. Dadas
circunstancias".

"Lo sé", dije de nuevo. Desde el funeral, Scarlett parecía encerrarse en sí misma, ella casi
nunca mencionaba a Michael, y yo tampoco. Pasamos la primera parte del verano sin
hablar de nada a parte de él, pero al parecer, ahora él estaba fuera de límites, prohibido.
Ellos habían plantado un árbol por él en la escuela, con una placa especial, y los
Sherwoods habían puesto su casa a la venta, había oído que se mudaban a Florida. La vida
seguía sin él. Pero cuando él era mencionado, odiaba la mirada que cruzaba su cara, una
mezcla de dolor y tristeza abrumadora.

Ahora las personas andaban en ropa nueva, por el camino de concreto que llevaba a la
construcción principal. Podía oír voces y ruidos de automóviles pasando. Sentadas en el
Aspire, nos aferramos a nuestro último trozo de libertad.

Me senté y esperé, moviendo mi mochila nueva, la cual estaba entre mis pies, un montón
de nuevos cuadernos de espirales brillantes y los lápices sin punta, en sus limpios, aseados
compartimentos. Siempre era Scarlett, quien decidía cuando era el momento.

"Bueno", dijo deliberadamente, cruzando los brazos sobre el pecho. "Creo que no
tenemos mucha opción."

"Scarlett Thomas!" gritó alguien desde el otro lado del coche, y levantamos la mirada para
ver a Ginny Tabor, en un nuevo corte de pelo corto y labios pintados de rojo, corriendo
delante de nosotras de la mano de Brett Hershey, el capitán de fútbol. Sólo Ginny podría
ligar con alguien en un funeral. "¡La escuela es por acá!" Ella señaló con una uña roja, y se
echó a reír, echando la cabeza hacia atrás mientras Brett miraba como si esperara a que
alguien le tirara algo. Movió los dedos a nosotras y caminó delante, arrastrándolo tras de
sí. No podía creer que habíamos pasado tanto tiempo con ella a principios del verano.
Parecía como si hubiera sido años atrás.

"Dios," dijo Scarlett, "Realmente la odio."

"Lo sé." Esa era mi línea.

Tomó una respiración profunda, estiró la mano hacia el asiento trasero por su mochila, y
la puso en su regazo. "Está bien. En realidad no se puede evitar."

"Estoy de acuerdo", le dije, abriendo mi puerta.

"Vamos entonces", dijo a regañadientes, saliendo del coche y cerrando la puerta detrás de
ella, poniendo su mochila en su hombro. La seguí, fundiéndonos con la multitud que nos
llevó a través del aparcamiento de los profesores al patio delantero al edificio principal. La
primera campana sonó y todos se fueron al interior, de pronto todos lanzados juntos
delante de las puertas y causando un gran atasco de tráfico de cuerpos y mochilas, codos
y pies, una marea me llevó por el pasillo hacia mi salón, manteniendo mi ojo en la parte
posterior de la cabeza roja de Scarlett.

"Este es,” dije cuando llegamos a la puerta del señor Alexander, que estaba decorada con
recortes de ranas de cartón.

"Buena suerte," Scarlett gritó, tirando de la puerta de su propio salón y rodando ojos por
última vez mientras desaparecía en el interior.

El salón del señor Alexander ya olía a formol y me sonrió, su bigote meneándose, mientras
yo tomaba mi asiento. El primer día siempre era lo mismo: tomaban lista, entregaban los
horarios, y enviaban a casa unas diez millones de notas diferentes a tus padres sobre
transporte escolar y los precios de la cafetería y las reglas escolares. A mi lado Ben Cruzak
ya estaba apedreado y durmiendo, la cabeza sobre su escritorio, con Missy Cavenaugh
detrás de él haciéndose las uñas. Incluso la serpiente en el mostrador del Sr. Alexander
parecía aburrida, después de comerse un ratón para la audiencia de fanáticos de ciencia
que siempre se juntaban antes de la primera campana.

Después de unos quince minutos continuos de zumbido por el intercomunicador y un


montón de notas de una pulgada de espesor en mi escritorio, Alexander finalmente
entregó nuestros horarios. Me di cuenta de inmediato que algo andaba mal con la mía,
estaba inscrita para Pre-cálculo (cuando ni siquiera había tomado Algebra II), Francés III
(cuando tomaba español), y, lo peor de todo, la Banda.

"¡Tengan un buen día!" Alexander gritó por encima de la campana cuando todo el mundo
se dirigió hacia la puerta. Me acerqué a su escritorio. "Halley. ¿Sí?"

"Mi horario está mal", le dije. "Estoy suscrita a la Banda."

"¿Banda?"

“Sí. Y Pre-Cálculo y Francés III, y ninguna de esas son mis clases”.

"Hmmm," dijo, y ya estaba mirando por encima de mi cabeza a la oleada de personas de


su primera clase. "Es mejor ir a tu primera clase y obtener un pase a la orientación".

"Pero..."

Se puso de pie, el bigote ya en movimiento. "Bueno, gente, tomen asiento y les daré una
ficha para que llenen en el puesto que eligieron. Ese será su asiento por el resto del
semestre, por lo que sugiero que lo elijan cuidadosamente. No toquen aquel vidrio, vuelve
loca a la serpiente. Ahora, esto es Introducción a la Biología, así que si no pertenecen
aquí..."

Salí al pasillo, donde Scarlett estaba apoyada contra el extintor, esperándome. "Hey. ¿Cuál
es tu primera clase?"

"Pre-Calculo."

“¿Qué?, todavía no has tomado Algebra II."

"Lo sé". Cambié mi mochila al otro hombro, ya enferma de la escuela. "Mi horario es un
caos. Estoy suscrita a la Banda."

"¿Banda?"

"Sí". Me hice a un lado para dejar que un grupo de jugadores de fútbol pasara. "Tengo que
ir a Orientación".

"Oh, eso apesta", dijo. "Tengo Inglés y luego Diseño Comercial, así que te veré después,
¿está bien? En el patio por la máquina de refrescos."

"Se supone que debo estar en la banda entonces," le dije abatida.

"Ellos no te puede obligar a estar en la Banda", dijo riéndose. Sólo la miré. "No pueden. Ve
a orientación y te veré más tarde."

La oficina de Orientación estaba repleta de gente apoyada en las paredes y sentadas en el


suelo, todos esperando por los tres consejeros disponibles. La recepcionista, cuyo teléfono
sonaba con estridencia, sin parar, me miró con los ojos desorbitados de un animal rabioso.

"¿Qué?" Ella tenía el tipo de gafas que hacía que sus ojos parecieran más amplios que
platos, cientos de veces magnificados. "¿Qué necesitas?"

"Mi horario está todo mal," dije cuando el teléfono sonó de nuevo, la fila de luces rojas a
través del mismo, titilando. "Necesito ver a un consejero".

"Bien, vale", dijo, agarrando el teléfono y levantando un dedo hacia mí, como si estuviera
apretando un botón de pausa. "Hola, oficina de orientación. No, él no está disponible
ahora. Muy bien. Bien, claro. Bien". Colgó el teléfono, el cordón enrollado alrededor de su
muñeca. "Ahora, ¿qué? ¿Necesitas un consejero?"

"Tengo el horario equivocado. Estoy suscrita a la Banda."

"¿Banda?" ella me miró parpadeando. "¿Qué pasa con la Banda?"

"Nada", dije mientras un chico llevando un estuche de clarinete me pasó, con el ceño
fruncido. Bajé la voz. "Excepto que no toco ningún instrumento. Es decir, nunca he estado
en la Banda".

"Bueno", dijo lentamente cuando el teléfono sonó de nuevo, "tal vez es Introducción a la
Banda. Ese es el nivel de principiante".

"Nunca me registré para la Banda", dije un poco más alto, sólo para hacerla oír sobre el
teléfono. "No quiero estar en ella."

"Bien, bueno, en ese caso, escriba su nombre en esta hoja", replicó ella, perdiendo toda
paciencia alguna con el debate de los méritos de la formación musical y agarrando el
teléfono de nuevo a medio repique. "Te atenderemos tan pronto como podamos."

Me senté contra la pared, debajo de un estante con una fila de libros relacionados con el
adolescente, con títulos como Compartiendo Nuestras Diferencias: Comprendiendo Tu
Adolescente y Presión de los Compañeros: Encontrando Tu Propio Camino. El segundo
libro de mi madre, Emociones Mezcladas: Madres, Hijas y los Años de Escuela Secundaria,
también estaba allí, lo cual solo me puso de peor humor. Si quería torturarme a mí misma,
podría haberlo tomado y volver a leer cuan buena y fuerte era nuestra relación.

Hacía calor en la habitación, y todo el mundo estaba hablando muy alto, apretados juntos.
Una chica a mi lado estaba ocupada escribiendo Muere Muere Muere en diferentes
colores en la portada de su cuaderno, un montón de Marcadores Mágicos a su lado. Cerré
los ojos, pensando en el verano y en el agua fría de la piscina y en los días largos, sin nada
que hacer, salvo ir a nadar y dormir hasta tarde.
Sentí que alguien se sentó a mi lado, recostado contra la pared, tan cerca que su hombro
chocó con el mío. Crucé mis brazos sobre mi pecho, doblando las rodillas contra mí.
Entonces sentí un dedo en mi hombro, golpe, golpe, golpe. Abrí los ojos, preparándome a
mi misma para horas en el infierno de Orientación con Ginny Tabor.

Pero no era Ginny. Era Macon Faulkner, y él me sonreía. "¿Qué has hecho?" preguntó.

"¿Qué?" La chica del Muere Muere Muere había cambiado a la contratapa,


metódicamente llenando letra tras letra con tinta verde.

"¿Qué has hecho?", dijo de nuevo, a continuación, hizo un gesto hacia la recepción. "Es
sólo el primer día y ya estás en problemas."

"No lo estoy," le dije. "Mi horario está mal."

"Oh, claro," dijo lentamente, fingiendo sospecha. Llevaba puesta una gorra de béisbol, su
pelo rubio sobresalía por debajo, y una camiseta roja y unos jeans. No tenía mochila, sólo
un simple cuaderno de espiral con un lápiz atascado en la unión. Macon Faulkner
definitivamente no era del tipo escolar. "Probablemente ya te has metido en una pelea y
has sido suspendida".

"No", dije, y no sé si sólo fue el día que había tenido o una repentina ola de la audacia de
Scarlett, pero no estaba nerviosa hablando con él. "Me inscribieron en todas las clases
equivocadas."

"Claro que lo hiciste", dijo con facilidad. Se recostó a la pared. "Ahora, ¿Sabes cómo
manejarte ahí? ¿Verdad?"

Lo miré. "¿Qué?"

"Cómo manejarte." Pestañeó. "¡Oh, por favor! Necesitas de gran ayuda. Muy bien,
escúchame. En primer lugar, no lo admitas. Esa es la regla más importante".

"No estoy en problemas", le dije.

"En segundo lugar," dijo en voz alta, ignorándome, "trata de desviarlos mencionando
cualquier cosa acerca de tu terapeuta. Por ejemplo, dices, 'Mi terapeuta siempre dice que
tengo un problema con la autoridad.' Actúa muy seria al respecto. Sólo la palabra
'terapeuta', usualmente te da un poco de holgura".

Me reí. "Sí, claro."

"Es cierto. Y si eso no funciona, utiliza el Truco Mental Jedi. Pero sólo si realmente es
necesario".
"¿El qué?"

"El Truco Mental Jedi". Me miró. "¿No has visto Las Guerras de las Galaxias?"

Pensé. "Claro que sí."

"El Truco Mental Jedi es cuando le dices a alguien lo que quieres que piense, y luego ellos
lo piensan. Como, decir que soy el Sr. Mathers. Y digo," Macon, ya estás sobrepasando los
límites y sólo es el primer día de escuela. ¿Es ésta una forma de empezar el año? Y tú eres
yo. ¿Qué dices?"

Sacudí mi cabeza. "No tengo idea".

Puso sus ojos en blanco. "Tú dice, 'Sr. Mathers’, usted va a dejar esto pasar, porque es
sólo el primer día, fue un error honesto, y el fuego se apagó tan pronto como se inició."

"¿El fuego?" Dije. "¿Qué fuego?"

"El punto es," dijo fácilmente, volteando su mano, "que acabas de decírselo a él, muy
confiada. Y entonces, ¿qué dice él?"

"¿Que estás loco?"

"No. Dice, 'Bueno, Macon, voy a dejar ésta pasar, porque es sólo el primer día, fue un
error honesto, y el fuego se apagó tan rápido como empezó.'"

Me reí. "No lo hará."

"Lo hará," dijo, asintiendo. "Es el Truco Mental Jedi. Confía en mí." Y cuando me sonrió,
casi le creí.

"Realmente no estoy en problemas." Le entregué mi horario. "Al menos que ese truco
funcione para salirse de estas cosas, no creo que pueda usarlo."

Le echó un vistazo al horario. "Pre-cálculo." Me miró, levantando sus cejas. “¿De veras?”

"No, apenas logré pasar álgebra."

Él asintió con la cabeza en ésta; obviamente ahora teníamos algo en común. "Francés,
RE.... Hey, estamos en el mismo período."

“¿En serio?” Macon Faulkner y yo, jugando bádminton. Aprendiendo golpes de golf.
Mirándonos a través de un gimnasio lleno de pelotas de baloncesto rebotando.
"Sí. Tercer período." Siguió leyendo, entonces llegó hasta a quitarse su gorra, sacudir su
cabello libre, y colocársela de nuevo al revés. "Ciencias, Inglés, bla, bla, bla… ¡Oh! Miren
aquí."

Yo ya sabía lo que venía.

"Banda", dijo, sonriendo grande. "Estás en la banda."

"No estoy en la Banda", dije en voz alta, y el mismo chico con el clarinete me miró de
nuevo. "Es un gran error y nadie me cree."

"¿Qué tocas?" me preguntó.

"No lo hago," dije. Yo estaba tratando de parecer indignada, pero él era tan lindo. No tenía
idea de por qué siquiera estaba hablando conmigo.

"Pareces del tipo que toca flauta", dijo pensativo, acariciando su barbilla. "O tal vez, el
flautín".

"Cállate", le dije, sorprendiéndome con mi atrevimiento.

Se estaba riendo, sacudiendo su cabeza. "¿Tal vez el triángulo?" Levantó su mano,


pretendiendo sostener uno, y lo golpeó con nostalgia con una barra imaginaria.

"Déjame en paz," suspiré, poniendo mi cabeza en mis manos y esperando secretamente


más que cualquier cosa que no lo hiciera.

"¡Oh, ahora!," dijo, y sentí su mano alrededor de mi hombro, apretándolo, y me quería


morir allí mismo. "Solo bromeo."

"Este ha sido el peor día", le dije mientras él llevaba su brazo hacia atrás, deslizándolo por
mis hombros. "El peor".

"Faulkner". El tono fue alto, silenciando la habitación entera, y cuando levanté la vista vi al
Sr. Mathers, el consejero principal de la clase de último año, de pie junto a la recepción,
una carpeta en sus manos. No parecía feliz. "Vamos."

"Ese soy yo", dijo alegremente Macon, poniéndose de pie y agarrando su cuaderno. Se
tocó el lado de su cabeza con un dedo, haciéndome un guiño. "Recuerda. Truco Mental
Jedi".

"Claro," dije, asintiendo.


"Nos vemos luego, Halley," dijo. Se tomó su tiempo caminando hacia el Sr. Mathers, quien
le puso una mano en su hombro y lo condujo por el pasillo. Yo no podía creer que incluso
había recordado mi nombre. La chica Muere Muere Muere me estaba mirando fijamente
ahora, como si de repente, por mi breve encuentro con Macon Faulkner, yo fuera más
importante o digna de notar. Definitivamente me sentía diferente. Macon Faulkner, quien
antes me había dicho menos de siete palabras en total en toda mi vida, acababa de
aparecer y me habló por, digamos, minutos. Como si fuéramos amigos, compañeros,
después de sólo un día de conocernos formalmente. Me dio una extraña sensación
nerviosa en mi estómago y pensé de repente en Scarlett, de pie junto a la registradora
ocho en Milton, sonrojándose por un kiwi.

"Hal-Hal Cooke. ¿Hay un Hal Cooke aquí?" alguien estaba diciendo en una voz aburrida
desde la recepción, y cualquier euforia que estuviera experimentando paró en seco. Es en
momentos como el primer día de escuela que maldigo a mis padres por no llamarme Jane
o Lisa.

Me puse de pie, agarrando la mochila. La consejera junto a la recepción, una mujer


afroamericana enorme con un traje rosado brillante, todavía estaba tratando de descifrar
mi nombre. "Halley", dije mientras me acercaba. "Es Halley".

"Mmm-hmmm." Se dio la vuelta y me hizo un gesto para que la siguiera por el pasillo,
pasadas dos oficinas hasta la puerta número tres. Al pasar por la puerta del medio, me
pareció oír la voz de Macon por detrás de la puerta medio cerrada, el bajo resonar del Sr.
Mathers mezclado allí. Me pregunté si su truco estaba funcionando.

Casi lo había olvidado por completo cuando finalmente salí, magullada y cansada, con mi
nuevo horario en mi mano, aturdida, parada fuera de la oficina de orientación, mientras la
campana de final del segundo período sonaba y de repente, las personas comenzaban a
salir por montones de salones y pasillos. Fui a la máquina expendedora de gaseosas para
encontrar a Scarlett.

"Hey," ella me llamó a través de la multitud de personas empujando hacia adelante con
sus cuartos y billetes de un dólar, locos por una gaseosa. Agitó dos gaseosas por encima
de su cabeza, y la seguí hasta que la encontré contra la pared del fondo, la misma donde
Michael Sherwood estaba recostado en la foto de la presentación anual.

Me dio una Coca-Cola. "¿Cómo está la Banda?"

"Estupenda," dije, abriendo mi lata y tomando un trago. "Dicen que soy una chica prodigio
en el oboe."

"Claro que sí", dijo.

Sonreí. "Estoy fuera, gracias a Dios. Pero no creerás con quién hablé en la oficina de
orientación".

"¿Quién?"

Un fuerte chillido subió por la máquina de gaseosas, oprimiéndonos, y alguien fue a


buscar al conserje. Siempre se estropeaba por lo menos una vez al día, provocando un
motín de menor importancia. Esperé hasta que la multitud se calmara, alejándose
resonando su cambio, antes de decir, "Macon Faulkner."

"¿De veras?" Abrió su mochila, hurgando para encontrar algo. "¿Cómo le va?"

"Él ya estaba en problemas, creo."

"No me sorprende." Bajó su bebida. "Dios, me siento tan descompuesta de repente. Como
mal".

"¿Enferma?"

"Algo". Sacó una botella de Advil, abrió la tapa, y tomó dos. "Probablemente es sólo mi
bien documentado odio por la escuela."

"Probablemente". La observé mientras se recostaba contra la pared de ladrillo, cerrando


sus ojos. En el sol, su pelo era de un rojo intenso, casi irreal, con brillantes vetas que lo
atraviesan.

"Pero de todos modos," le dije, "fue muy extraño. Sólo se sentó junto a mí, como si nada,
y comenzó a hablarme al oído. Como si me conociera".

"Él te conoce."

"Sí, pero sólo del día del funeral. Antes de eso, ni siquiera habíamos sido presentados.”

"¿Y? Este pueblo es pequeño, Halley. Todo el mundo conoce a todo el mundo."

"Sólo fue raro," dije nuevamente, repitiéndolo en mi cabeza, desde el pinchazo en mi


hombro hasta él diciendo mi nombre mientras se alejaba, sonriendo. "No sé".

"Bueno", dijo lentamente, subiendo las manos detrás de su cabeza para recoger su cabello
en una cola de caballo, "tal vez le gustas."

"Oh, basta." Mi cara se empezó a arder otra vez.

"Nunca se sabe. No deberías asumir siempre que es tan imposible."


Sonó la campana y yo terminé mi refresco, lanzándolo en la papelera de reciclaje junto a
mí. “Tercer periodo”

“Uh. Oceanografía.” Se colocó su mochila. “¿Qué hay de ti?”

“Yo tengo… Comencé, pero alguien tocó mi hombro, y después se había ido mientras
miraba alrededor, el clásico engaño. Me volví hacia Scarlett y vi a Macon sobre su hombro,
camino hacia al gimnasio.

“Vamos,” me gritó a través del patio ahora vacío. “No quiero llegar tarde a P.E.*”

*P.E.: Physical education. Traducido al español: educación física o deportes.

“…P.E.,” termine tímidamente, sintiendo el calor de un nuevo sonrojo en mi rostro.


“Mejor me voy.”

Scarlett solo me miró, sacudiendo su cabeza, como si ya supiera algo que yo no, “Ten
cuidado,” ella dijo en voz baja, colocando su mochila sobre sus hombros.

“¿De qué?” yo dije.

“Tú sabes,” ella dijo, y su cara estaba tan triste, mirándome. Después sacudió su cabeza,
sonriendo, y comenzó a alejarse. “Solo ten cuidado. De RE y todo eso.”

“Ok,” dije, preguntándome si ella había tenido visiones de mi siendo clavada por pelotas
errantes de Wiffle o cegada por raquetas de bádminton, o si fue solo Macon, y todo lo que
él le recordaba, que la hacía estar tan triste. “Lo haré,” le dije.

Ella saludó y se marchó, hacia el edificio de ciencias, yo me volví y fui hacia el otro lado,
empujando las puertas del gimnasio hacia ese olor a moho, a pegamento y colchonetas
sudorosas, donde Macon Faulkner estaba esperándome.

************************************

Educación física se convirtió en los quince minutos más importantes de mi vida. A pesar de
enfermedad, desastres nacionales, o incluso la muerte, hubiese aparecido para el tercer
periodo, en mis calcetines blancos y short azul, lista para la campana. Macon faltaba
ocasionalmente, y en esos días yo era miserable, aplastada alrededor de mi pelota de
voleibol desganada y mirando el reloj. Pero los días que estaba allí, RE era lo mejor que
tenía.
Por supuesto actuaba como si lo odiara completamente, porque era peor que ser un
chiflado de la banda, que en realidad disfrutar RE. Pero era la única en el vestuario de las
chicas que no se quejaba en voz alta mientras nos vestíamos a las 10:30 a.m. para otro día
de voleibol. Todo lo que tenía que hacer era salir del vestidor, indiferente, actuando como
si todavía estuviera medio dormida y salir para ver a Macon, quien estaba generalmente
por el filtro de agua en zapatos de tenis no regulados y sin calcetines (por lo que obtiene
menos cinco cada día de clase). Me siento unos metros alejada de él, saludo, y pretendo
que no espero que él se deslice los pocos metros a través del suelo para sentarse a mi
lado, lo que siempre hacía. Siempre. Usualmente esos pocos minutos antes que el
entrenador Van Leek se organizara con su maletín eran la mejor parte de mi día, todos los
días. Con pequeñas variaciones, que era algo como esto:

Macon: ¿Qué tal?


Yo: Estoy tan cansada
Macon: Si, yo estuve fuera hasta tarde anoche.
Yo: (Como si tuviera permitido salir después de las 8 en noches de escuela) Yo también.
Veo que no estás usando calcetines hoy, otra vez.
Macon: Lo olvidé.
Yo: Vas a reprobar P.E., sabes.
Macon: No si tú me compras calcetines.
Yo: (risa sarcástica) Si, claro.
Macon: Ok. Entonces queda en tu conciencia.
Yo: Cállate.
Macon: ¿Lista para Voleibol?
Yo: (como si fuera tan ruda) Por supuesto. Voy a patear tu trasero.
Macon: (risa) Ok. Claro. Ya veremos.
Yo: Ok. Ya veremos.

************************************

Yo vivo para esto.

Macon no estaba en la escuela para Obtener una Educación o Prepararse para la


universidad. Solo era un mal necesario, mitigado con comida chatarra y tardanzas
perpetuas. La mitad del tiempo se aparecía luciendo como si se acabara de levantar de la
cama, y el entrenador siempre le gritaba por llevar comida a escondidas a P.E.: Coca-Cola
derramada en su mochila, Atomic ball y Twinkles en sus bolsillos. Era el maestro de las
excusas.

“Faulkner,” el entrenador le gritaba a Macon cuando se presentaba, diez minutos tarde,


sin calcetines, y medio Zinger saliendo de su boca, “será mejor que tengas una nota”.
”Aquí,” Macon decía alegremente, sacando una de su bolsillo. Todos mirábamos
atentamente mientras el Entrenador la escudriñaba. Macon nunca se veía preocupado. El
reprobaba todos los notoriamente fáciles exámenes de P.E., pero podía copiar cualquier
firma perfectamente en su primer intento. Era un don.

“Todo está en la muñeca,” el me decía mientras se excusaba por otro funeral o por una
consulta médica con una floritura del nombre de su madre. Yo seguía esperando que lo
atraparan. Pero nunca pasó.

Él no parecía tener un toque de queda; todo lo que sabía de su mamá era que ella no
había hecho las notas. Yo ni siquiera sabía donde vivía. Macon era salvaje, diferente, y
cuando yo estaba con él, envuelta en todo eso, podía jugar a que también lo era. Él me
hablaba de fiestas donde la policía siempre iba, o viajes que realizó en medio de la noche,
sin planearlo, a la playa o D.C., solo porque quería. Él se aparecía los lunes con historias
descabelladas, camisas de bandas que yo nunca había escuchado, manchado de sellos de
entrada de un club u otro en el dorso de sus manos. Mencionaba nombres y lugares que
yo nunca había escuchado, pero yo asentía, grabándolos en la memoria y repitiéndoselos
a Scarlett como si yo los conociera, hubiese estado allí o los hubiese visto. Algo en él,
acerca de él, en su fácil caminar y su sonrisa maliciosa, su secreto y misterioso pasado,
mientras el mío todo dispuesto y claro, en realidad documentado, me intrigaba más allá
de toda creencia.

Scarlett, por supuesto, solo sacudía su cabeza y sonreía como si escuchara todo mi
parloteo, detallando cada palabra y gesto de nuestras estúpidas conversaciones sobre
calcetines y voleibol. Y se sentaba sin decir nada cada vez que él no se presentaba y yo me
enfurruñaba en el almuerzo, mordiendo mi sándwich y diciendo que no es como si él me
gustara de todas formas. Y algunas veces, yo la miraba y veía esa misma tristeza en su
cara, como si Michael Sherwood de repente surgiera de donde sea que ella lo hubiera
ubicado cuidadosamente, recordándole el comienzo del verano cuando era ella la que
tenía todas las historias para contar.

Mientras tanto, a través de Septiembre, cosas estaban sucediendo. El programa de radio


de mi padre en T104 había recibido una revisión y cambio de formato durante el verano y
de repente era La estación para Escuchar. En la mañana escuchaba su voz viniendo de los
autos en el estacionamiento o en un semáforo o incluso en Zip Mart donde Scarlett y yo
parábamos antes de la escuela por Coca-Cola y gasolina. Mi padre, haciendo bromas y
atendiendo llamadas y colocando toda la música que yo escuchaba, la banda sonora de
cada movimiento que yo hacía. ¡Brian en la Mañana! La valla fuera del centro comercial
decía; ¡Él es mejor que los Wheaties!* Mi padre pensó que era grandioso, incluso mejor
que Un vecindario de demonios, y mi madre lo acusaba de que siempre tomaba el camino
más largo a casa solo para mirarlo. La suya era la voz que escuchaba no importa adonde
fuera, inseparable de mi vida fuera de nuestra casa. Era algo inquietante escuchar que mi
padre era de repente genial.
*Wheaties: cereal

Lo peor era cuando él hablaba sobre mí. Yo estaba en Zip Mart antes de un día de escuela,
y por supuesto ellos tenían la T104 puesta; la gente estaba llamando y compartiendo sus
momentos más embarazosos. Aproximadamente la mitad de mi escuela estaba
comprando cigarrillos y galletas y barras de caramelo, en la prisa de azúcar y nicotina para
la mañana. Yo estaba delante de la línea cuando escuché mi nombre.

“Si, yo recuerdo cuando mi hija Halley tenía unos cinco años,” dijo mi padre. “Dios, esta es
como la cosa más graciosa he visto jamás. Estábamos en esta sección de comida al aire
libre, y mi esposa y yo…”
En seguida mi cara se estaba poniendo roja. Podía sentir mi temperatura ascender como
diez grados con cada palabra que decía. El cajero, por supuesto, escogió ese momento
para cambiar la cinta de la caja registradora. Estaba atascado.

“Así que estábamos allí hablando con unos vecinos, justo al lado de un enorme charco de
barro; había estado lloviendo por unos días y todo estaba todavía un poco resbaloso,
sabes? De todos modos, Halley me grita, “¡Hey, papá, mira! Así que mi esposa y yo
volteamos y allí venía ella, corriendo como lo hacen los niños, toda encorvada y de lado,
¿sabes?”

“Demonios,” dijo el empleado, golpeando la cinta de la caja registradora con su puño. No


iba a entrar. Estaba en el infierno.

“Y lo juro,” mi padre siguió, ahora riéndose, “Yo estaba pensando mientras ella se
acercaba más y más al charco de barro, Dios, ella va a caer allí. Lo podía ver venir.” Detrás
de mi alguien soltó una risita. Mi estómago dio un vuelco.

“Y ella golpea el borde del charco, todavía corriendo, y sus pies solo, volaron por debajo
de ella.” Ahora mi padre estaba envuelto en risas, junco con, oh, casi mil viajeros y
trabajadores de oficina en toda el área tri-country. “Quiero decir, ella patinó sobre su
trasero, a todo lo largo del charco, dando tumbos con ese aspecto de sorpresa en su cara,
hasta que ella, aterrizó a nuestros pies. Cubierta con lodo. Y nosotros tratando de no
reírnos, Dios nos ayude. Fue la cosa más graciosa que he visto jamás. Jamás.”

“Eso serían un dólar nueve,” me dijo el empleado de repente. Yo le tiré mi dólar y algún
cambio, empujando al pasar todos los rostros sonrientes hasta el coche, donde Scarlett
me estaba esperando.

“Oh, Dios,” dijo ella mientras entraba. “¿Qué tan avergonzada estás ahora?”

“Cállate,” le dije. Todo el día tuve que escuchar las bromas del lodo y a la gente
empujándome y riendo. Macon me bautizó pantalones lodosos. Fue lo peor.
“Lo siento,” me dijo mi padre esa noche. Yo lo ignoré, subiendo las escaleras. “Yo de
verdad lo siento, de verdad. Solo salió a relucir, Halley. De verdad.”

“Brian,” dijo mi madre. “Creo que solo deberías mantener la vida de Halley fuera de los
límites. ¿Ok?”

Esto viene de la mujer que escribió dos libros acerca de mí. Mis padres se ganaban la vida
humillándome.

“Lo sé, lo sé,” dijo, pero estaba sonriendo. “Es que fue tan gracioso, sin embargo. ¿No?” El
rió, luego trato de acomodarlo. “¿No?”

“Muy gracioso,” dije. “Graciosísimo.”

Este fue solo un ejemplo de cómo mis padres estaban de repente, ese otoño, volviéndome
loca. No fue solo la vergüenza por la radio en todo el estado, tampoco. Era algo que no
podía definir claramente, sino una total mezcla de palabras e incidentes, todos juntándose
rápidamente y creciendo, como una bola de nieve bajando por una colina, para juntar
fuerza y volumen y aplastarme. No era lo que ellos decían, o ni siquiera las miradas que
intercambiaban cuando me preguntaban cómo me fue en la escuela ese día y yo solo
murmuraba “bien” con mi boca llena, mirando con nostalgia a casa de Scarlett, donde yo
estaba segura que estaba comiendo sola, en frente del TV, si tener que responderle a
nadie. Hubo un tiempo, en el que mi madre hubiese sido la primera a la que le dijera
sobre Macon Faulkner, y lo que P.E. se había convertido para mí. Pero ahora yo solo veía
su cuello rígido, la tensa y delgada línea de sus labios mientras se sentaba en frente de mí,
recordándome que debo hacer mi tarea, que no podía ir a que Scarlett si era noche de
escuela, no olvides lavar los platos y sacar la basura. Las cosas que ella me ha dicho por
años. Solo que ahora parecen cargadas con algo más, algo que caía entre nosotras en la
mesa, bloqueando cualquier conversación.

Yo sabía que mi madre no entendería sobre Macon Faulkner. Lo más lejos que podría
conseguir de ella era, Noah Vaughn, y la hija perfecta que había sido en la foto del gran
cañón. El mundo en el que estaba ahora, del bachillerato y mi aventura amorosa con P.E.,
con la ida de Michael Sherwood, no tenía lugar para mi madre o lo que ella representaba.
Era como uno de estos test donde te preguntaban qué cosas no pertenecen a este grupo:
una manzana, una banana, una pera, un tractor. No había nada que ella pudiera hacer al
respecto. Mi madre, a pesar de todos sus esfuerzos, era el tractor.
Capítulo 4
Traducido por Josel23, Mortalina
y Mariacarodelgado

M acon finalmente me invitó a salir el 18 de Octubre a las 11:27 a.m. Fue un


momento monumental, un momento fotográfico. No había tenido muchos
acontecimientos increíbles en mi vida, y pensaba recordar cada detalle de este.

Fue un viernes, el día de nuestro examen de bádminton. Después de entregar mi trabajo,


saqué mi cuaderno de inglés y comencé a hacer mi vocabulario, al mismo tiempo que
mantenía un ojo sobre Macon mientras masticaba su lápiz, miraba al techo y luchaba con
las cinco preguntas cortas del mismo examen que el entrenador había aplicado durante
los últimos quince años.

Unos minutos más tarde, él se levantó con su examen en la mano, colocando su lápiz
detrás de su oreja mientras pasaba. Me preparé a mi misma, leyendo la misma palabra del
vocabulario, feuilleton, una y otra vez, como un hechizo, tratando de atraerlo a hablar
conmigo. Feuilleton, feuilleton, él le entregó la prueba al entrenador, luego extendió sus
brazos sobre su cabeza y comenzó a volverse hacia mí, tomándose su tiempo. Feuilleton,
feuilleton, se acercó más y más, luego sonrió mientras pasaba a mi lado, regresando a
donde había estado sentado. Feuilleton, feuilleton. Me quedé pensando
irremediablemente, la palabra nadaba frente a mis ojos. Y luego finalmente, en el último
feuilleton, el sonido de su cuaderno deslizándose a mi lado y cayendo junto a él. Y solo así,
sentí el estúpido sonrojo del tercer período en P.E., como si los planetas se hubieran
alineado repentinamente y todo estaba bien por los siguientes quince minutos, mientras
lo tenía solo para mí.

*Feuilleton: título de una telenovela que fue transmitida en el siglo XIX. La traducción al
español es serie.

“Entonces”, dijo, recostado sobre el brillante piso del gimnasio, su cabeza justo al lado mi
pierna: “Quien inventó el bádminton?”

Lo miré. “¿No lo sabes?”

“No estoy diciendo eso. Sólo estoy preguntando qué escribiste.”

"Escribí la respuesta correcta.”


"¿Cuál es?”

Me encogí de hombros. “Sabes. Ese tipo.”

“Ah, sí”. Asintió, sonriendo, pasando una mano a través de su cabello mojado. “Cierto.
Bueno, eso fue lo que yo escribí también, Muddy Britches.”

“Bueno, bien por ti.” Pasé la página de mi cuaderno de inglés, fingiendo que estaba
concentrada en eso.

“¿Qué vas a hacer este fin de semana?” Dijo.

“No lo sé todavía”. Teníamos esa conversación cada viernes; él siempre tenía grandes
planes, y yo siempre actuaba así.

“¿Una gran cita con el Viejo Noah?”

“No,” dije. La clase de Noah había venido a un torneo de voleibol con la nuestra, y por
supuesto cuando me gruñó hola le tuve que explicar quién era él. No tengo idea de por
qué dije que había sido mi novio; había estado tratando de vivir bajo tierra desde
entonces.

“¿Qué hay de ti?” Le pregunté.

“Está esta fiesta, no sé,” dijo. “Allá en los Arbors.”

“Claro.”

“Sí, quizás no sea buena, sin embargo.”

Asentí, porque eso era siempre más seguro, luego mentí, lo cual lo era lo segundo mejor.
“Oh, sí. Creo que Scarlett lo mencionó.”

“Sí, estoy seguro que ella lo sabe.” Scarlett era nuestro terreno neutral. “Deberíais venir,
¿sabes?”

“Tal vez vayamos”, dije, haciéndome la idea de que estaríamos allí incluso si el mismo Dios
tratara de detenernos. “Si ella quiere. No lo sé.”

“Bueno,” dijo, mirándome con un mechón de pelo rubio cayendo a través de su frente,
“incluso, si ella no puede, deberías venir.”

“No puedo ir sola,” dije sin pensarlo.


“No irías sola,” dijo. “Estaré allí.”

“Oh.” Allí fue cuando miré el reloj, sobre su cabeza, marcando este momento para
siempre. La culminación de todos esos partidos de bádminton y lanzamientos de voleibol,
dieron vueltas en círculo alrededor del gimnasio. Esto era lo que había estado esperando.
“Bien. Estaré allí.”

“Bien.” Me estaba sonriendo, y en ese momento habría aceptado cualquier cosa que me
pidiera por más peligroso que fuera. “Te veré allí”.

Luego sonó la campana, fuerte y desagradable rebotando en las enormes paredes,


haciendo eco en el gimnasio mientras todo el mundo se detenía. El entrenador Van Leek
gritaba acerca del partido de bolos del lunes y que todos debíamos venir listos para
enfocarnos en aprender los cinco pasos, pero no lo estaba escuchando, ni a nadie más,
Macon tomó su cuaderno y se puso de pie, dándome una mano para ayudarme a
ponerme de pie. Yo sólo lo miraba, preguntándome en que me estaba metiendo, pero no
importaba. Puse mi mano en la de Macon, sintiendo sus dedos cerrarse sobre los míos. Le
permití que me llevara hacia él, sobre mis pies, y mis ojos estaban muy abiertos.

************************************

Después de la escuela Scarlett y yo fuimos a su casa, donde Marion estaba ocupada


preparándose para una gran cita con un contador que había conocido llamado Steve
Michaelson. Ella se estaba pintando las uñas y fumando mientras Scarlett y yo comíamos
papas fritas observándola.

“Entonces”, dije, “¿Qué tal ese Steve?”

“Es agradable”, dijo Marion con su voz grave, exhalando una corriente de humo. “Muy
serio, pero de una manera dulce. Él es el amigo de un amigo de un amigo.”

“Dile lo otro,” dijo Scarlett, colocando otra papa frita en su boca.

“¿Qué cosa?” Marion sacudió la botella de esmalte.

“Ya sabes.”

“¿Qué?” dije.

Marion levantó una mano examinándola. “Oh, es esa cosa que él hace. Es un pasatiempo”.

“Dile,” dijo Scarlett de nuevo, luego levantó sus cejas hacia mí, así que supe que algo
bueno venía.
Marion la miró, suspiró, y dijo: “Él está en este grupo. Es como un club de historia, donde
estudian el periodo medieval, los fines de semana.”

“Eso es interesante,” dije mientras Scarlett empujaba su silla e iba al fregadero.

“Un club de historia.”

“Marion.” Scarlett pasó sus manos debajo del grifo. “Dile que hace él en ese club.”

“¿Qué? ¿Qué hace él?” No podía aguantar.

“Se disfraza,” dijo Scarlett antes que Marion abriera su boca. “Tiene, como, un alter-ego
medieval, y los fines de semana, él y sus amigos se visten con ropa medieval y se
convierten en esos personajes. Ellos combaten y tienen festivales y cantan baladas.”

“Ellos no combaten,” refunfuñó Marion, comenzando con su otra mano.

“Sí, lo hacen,” dijo Scarlett. “Hablé con él la otra noche, me lo contó todo.”

“Bueno, ¿y qué?” dijo Marion. “Gran cosa. De hecho, creo que es algo dulce. Es como otro
mundo”.

“Es, como, loco,” dijo Scarlett, volviendo a la mesa y sentándose a mi lado. “Es un
chiflado.”

“No lo es.”

“¿Sabes cuál es el nombre de su alter-ego?” Me preguntó. “Sólo adivina.”

La miré. “No puedo imaginarlo.”

Marion actuaba como si no pudiera escucharnos, concentrada en pulir la uña del


meñique. “Vlad” dijo Scarlett dramáticamente. “Vlad el Empalador.”

“No es el Empalador,” dijo Marion, “es el guerrero. Hay una diferencia.”

“Lo que sea.” Scarlett nunca estaba feliz con ninguno de los que salían con Marion; en su
mayoría eran hombres que la miraban incómodos al salir por la puerta durante las
mañanas los fines de semana.

“Bueno”, dije suavemente cuando Marion terminó su mano izquierda y la agitó en el aire.
“Estoy segura que es muy agradable.”

“Lo es,” dijo simplemente, levantándose de la mesa y caminando hacia las escaleras,
moviendo los dedos extendidos frente a ella. “Y Scarlett también lo sabría, si le diera a
alguien una oportunidad.”

La escuchamos subiendo las escaleras, el piso crujía sobre nuestras cabezas mientras ella
caminaba del pasillo a su cuarto. Scarlett recogió las bolas de algodón sucio, lanzándolas
hacia afuera, y recogió el esmalte y el quitaesmalte, colocándolos de vuelta en la canasta
del baño donde pertenecían.

“Le he dado oportunidades a mucha gente,” dijo ella de repente, como si Marion
estuviera todavía en la habitación escuchándola. “Pero no sólo se puede tener fe en la
gente.”

Nos sentamos en su dormitorio y vimos llegar a Steve, en su Hyundai hatchback, con


flores. No lucía mucho como un guerrero o un empalador mientras caminaba con Marion
hacia el auto, sosteniéndole la puerta y cerrándola cuidadosamente detrás de ella.

Scarlett no miró mientras ellos se alejaban, dándole la espalda a la ventana, pero yo


presioné la palma de mi mano contra el vidrio, despidiendo a Marion mientras se alejaba.

Cuando fui a casa más tarde, mi mamá estaba en la cocina leyendo el periódico. “Hola,”
dijo ella. “¿Qué tal la escuela?”

“Bien.” Me detuve en la puerta abierta de la cocina, con los ojos en la escalera.

“¿Cómo estuvo el examen de matemáticas? ¿Crees que te fue bien?”

“Sí,” dije. “Supongo.”

“Bueno, Los Vaughns vienen esta noche a ver una película, si quieres quédate por aquí.
Ellos no te han visto desde hace tiempo.”

Noah Vaughn estaba en decimoprimero año y todavía pasaba los viernes por la noche
viendo películas con sus padres y los míos. No podía creer que alguna vez fue mi novio.
“Voy a casa de Scarlett.”

“Oh.” Ella estaba asintiendo. “Bien. ¿Qué haréis?”

Pensé en Macon, en ese reloj en el gimnasio, en el memorable día que había tenido, y
retuve todo. “No mucho, sólo pasar el rato. Creo que iremos a comer pizza.”

Una pausa. Luego: “Bueno, estate en casa a las once. Y no olvides que mañana vas a cortar
el césped. ¿Cierto?”

Mi mamá, inmersa en escribir un libro sobre adolescentes y responsabilidades, había


decidido que necesitaba hacer más tareas de la casa. Refuerza el sentido familiar, me
había dicho ella. Todos estamos trabajando por un objetivo común.

“El césped,” dije. “Cierto.”

Estaba a mitad de las escaleras cuando ella dijo: “¿Halley? Si tú y Scarlett os aburrís, venid.
Mientras más, mejor.”

“Bueno,” dije, y pensé de nuevo como ella siempre había metido sus manos en lo que sea
que yo hiciera, manteniéndome con ella o manteniéndose, de alguna manera, conmigo,
incluso cuando luchaba contra eso. Si le hubiese hablado sobre Macon, podía oír su voz
preguntando: ¿De quién es esa fiesta? ¿Estarán allí los padres? ¿Habrá licor? Me la
imaginé llamando a la casa, exigiendo hablar con los padres, como había hecho la primera
vez que fui a una fiesta mixta. Sabía que tenía que guardármelo para mí misma, tal como
lentamente había empezado a guardarme todo. Ahora teníamos secretos, verdades y
medias verdades, que la mantenían siempre a distancia, detrás de la puerta cerrada, a
kilómetros de distancia.

************************************

Scarlett y yo llegamos a la fiesta a las 9:30, supusimos que íbamos elegantemente tarde ya
había ya una línea de coches arriba y abajo de la calle, estacionados al azar en la curvas y
contra los buzones. Era la casa de Ginny Tabor, la fiesta de Ginny Tabor, y la primera cosa
que vimos cuando nos acercamos a la entrada fue a Ginny Tabor, ya ebria y sentada en la
parte trasera del BMW de su madre con un termo de vino en una mano y un cigarrillo en
la otra.

“¡Scarlett!” Nos gritó cuando aparecimos en el porche delantero, el cual era blanco y
marrón chocolate como el resto de la casa. Los Tabors vivían en una casa que lucía como
un gran pan de jengibre, todo con estilo Tudor*, aleros y cajas de flores.

*Tudor: Estilo arquitectónico Inglés, del siglo XV.

Ginny todavía le estaba gritando a Scarlett mientras saltaba por detrás del coche,
arrastrando a Brett Hershey de la mano.

“Hola chica” dijo Ginny mientras se acercaba, tropezando un poco, pasando por una gran
fuente que estaba en medio de la entrada. Ella llevaba un vestido rojo y tacones,
demasiado elegante para una fiesta de cervezas un viernes por la noche. “Tú eres justo la
persona con la que quería hablar.”

Escuché a Scarlett suspirar a mi lado. Tenía un resfriado y no quería salir de todos modos.
Fue solo porque le supliqué, no quería llegar sola, por lo cual se había levantado del sofá
donde había estado cómoda con su caja de pañuelos y su televisor. Y eso fue sólo después
que había tenido que esquivar a Noah Vaughn, quien se sentó enfadado en nuestra cocina
mientras yo decía adiós, mirándome, como si esperara que repentinamente decidiera ser
su novia otra vez. Su hermanita, Clara, se aferró a mis piernas y me suplicó que me
quedara, y mi madre me recordó de nuevo traer a Scarlett si lo deseaba. Medio esperaba
que me ataran y me forzaran a quedarme con ellos, alejándome de lo que estaba segura,
sería la noche más importante de mi vida.

Sólo esperaba que Macon apreciara lo que he pasado reunirme con él.

Seguí intentando tratar de encontrarlo sin ser obvia, mientras Ginny tiraba sus brazos
alrededor de Scarlett. Brett se detuvo viéndose incómodo. Él era un chico del tipo de
acero, una completa Broma Americana, con anchos hombros y un equipo a cuestas.

“Esta ha sido la mejor noche. No creerías las cosas que han pasado,” dijo Ginny frente a
Scarlett, y pude oler su aliento desde donde estaba parada. “Laurie Miller y Kent
Hutchinson han estado en el cuarto de invitados como toda la noche, y los vecinos ya han
llamado a la policía una vez. Pero nuestra ama de llaves es chaperona, así que no podían
hacer nada a parte decirnos que bajáramos el volumen.”

“En serio.” Scarlett se sonó la nariz, alcanzando un pañuelo en su bolsillo.

“Y Elizabeth Gunderson está aquí, con todas esas chicas con las que ha estado saliendo
desde que Michael murió. Están todas en el ático bebiendo vino y llorando. Escuché que
tienen algún santuario puesto para él, pero no estoy segura si eso es un rumor.” Tomó
otro trago de su termo de vino. “¿No es eso raro? Como si estuvieran tratando de traerlo
de vuelta o algo.”

“Deberíamos entrar,” dije, agarrando la espalda de la blusa de Scarlett y empujándola


detrás de mí. Adentro, la música se detuvo de repente, y pude escuchar a una chica
riendo. “Estamos buscando a alguien.”

“¿Quién?” Ginny gritó detrás de nosotras, mientras Brett envolvía sus brazos alrededor de
su cintura, sosteniéndola. La música volvió, el bajo golpeando sordo, mientras nos
acercábamos. Ella gritó algo que no pude entender, palabras medio arrastradas y sin
terminar, mientras íbamos dentro.

Empujé la puerta medio-abierta con mi mano, luego entré e inmediatamente golpeé a


Caleb Mitchell y Sasha Benedic, quienes estaban besándose al lado del reloj del abuelo. En
la sala, pude ver a algunas personas bailando, otros puestos al otro lado del sofá en frente
de la TV, y al VJ de MTV hablando sin sonido en la pantalla ancha. Mas lejos atrás, en el
estudio, un grupo de chicas estaban jugando cuartos, rebotando una moneda al otro lado
de la mesa de café. No vi a Macon en ningún lado.
“Vamos,” dijo Scarlett, y la seguí por el pasillo hacia la cocina, donde un grupo de gente
estaba sentada en los brillantes blancos mostradores y sentados en la mesa, fumando
cigarrillos y bebiendo. Liza Corbin, quien había sido la más nerd antes de un verano en la
escuela de modelaje y una operación de nariz, estaba sentada sobre el regazo de algunos
defensores, con la cabeza hacia atrás, riendo. Otra chica de mi clase estaba sentada en el
piso, rodillas subidas hasta su pecho, sosteniendo un termo de vino y viéndose algo verde.
Scarlett caminó a un lado del pasillo y empujó una puerta abierta, sorprendiendo a una
mujer hispana dentro, que estaba sentada en una cama doble viendo una reposición de
Falcon Crest haciendo punto de aguja.

“Lo siento,” dijo Scarlett mientras la mujer nos miraba, con los ojos abiertos, cerramos la
puerta de nuevo. Ella sacudió su cabeza, sonriendo. “Esa debe ser la chaperona.”

“Debe ser,” dije. Estaba empezando a pensar que toda esta noche había sido un gran
error; habíamos visto a cada miembro del equipo de fútbol, todas las porristas, más o
menos la mitad de los vagabundos de la escuela, y ningún Macon en ningún lugar. Me
sentí estúpida en la ropa que había escogido cuidadosamente para que pareciera tomada
al azar, como si fuera a fiestas a encontrarme con chicos todo el tiempo.

Fuimos arriba, todavía buscando, pero él no estaba allí. Me sentía como una tonta,
buscándolo cuando probablemente estaba millas lejos, en camino a la playa o a D.C., solo
porque él lo sentía así.

Podía decir que algo grande estaba pasando antes de volver abajo; estaba demasiado
tranquilo, y podía escuchar a alguien gritando. Mientras giraba en la esquina, vi a Ginny en
la sala, parada sobre una pila de vidrio roto en la alfombra. Una mancha roja que
combinaba con su vestido se estaba filtrando en la gruesa, blanca pila. Estaba temblorosa,
su cara ruborizada, un dedo apuntando a la puerta.

“Eso es todo, ¡salgan!” gritó hacia el grupo de personas apiñadas a su alrededor, quienes
dieron un par de pasos atrás y siguieron mirando. “Lo digo en serio. ¡¡¡Ahora!!!”

“Uh oh,” dijo Scarlett detrás de mí. “Me pregunto que habrá pasado.”

“Alguien rompió una preciada herencia,” una chica enfrente de nosotras, a quien reconocí
de P.E., dijo en una voz baja. “Wedgwood o cristal o algo, y derramó vino por toda la
alfombra.”

Ginny estaba sobre sus manos y rodillas ahora, secando la alfombra con una camisa,
mientras algunos de sus amigos se paraban alrededor incómodamente, ofreciendo
consejos de limpieza. La multitud alrededor de la sala empezó a moverse hacia la puerta.
“Esto es aburrido,” una chica en un alto top dijo sobre su hombro mientras nos pasaba. “Y
ya no queda cerveza de todas formas.”

Su amiga, una pelirroja con la nariz perforada, asintió, tirando su largo cabello hacia atrás
con una mano. “Escuché que hay una fiesta de fraternidad en el norte esta noche. Vamos
allí. Debe ser mejor que todos estos chicos de secundaria.”

Uno por uno los amigos de Ginny salieron, tomando sus cigarrillos y bolsos y dirigiéndose
hacia la puerta. Brett Hershey, siempre caballero, había encontrado un cepillo y un
recogedor y estaba limpiando el vidrio mientras Ginny se sentó en la alfombra, llorando y
la casa se volvía cada vez más silenciosa.

Yo solo miré a Scarlett, peguntándome que deberíamos hacer, y ella miró hacia la sala y
dice en una voz alegre. “Adiós, Ginny. Nos vemos el Lunes.”

Ginny miró hacia nosotras. Su rímel se había corrido, dejando manchas negras bajo sus
ojos. “Mis padres van a matarme,” gimió, dando palmadas a la alfombra manchada,
impotentemente. “Ese vidrio era un regalo de boda. Y no hay manera de que pueda cubrir
esto.”

“Agua de Soda,” dijo Scarlett mientras yo abría la puerta, esperando una limpia huida.
Ginny solos nos miró confundida. “Y un poco de Clorox. Lo saca de inmediato.”

“Agua de Soda,” Ginny repitió lentamente. “Gracias.”

Salimos por la puerta, dejándola cerrarse detrás de nosotras. Alguien había dejado un
vacío contenedor de six-pack en la fuente, y la botella estaba flotando y brillando en el
agua y golpeando contra sus lados, tintineando, mientras pasamos.

“Que calada,” dijo Scarlett mientras subíamos a su auto. Estaba siendo discretamente
respetuosa de mi enfurruñamiento. “De verdad.”

“Debí haberlo sabido,” dije. “Como si él en verdad me estaba pidiendo que nos
reuniéramos.”

“Sonó como que así era.”

“Como sea,” dije, subiendo al auto mientras ella encendía el motor. “Probablemente estoy
mejor apartada.”

“Sé que yo lo estoy,” dijo ella alegremente, saliendo hacia la calle, las grandes casas de los
Arbors apareciendo en ambos lados de nosotras. “Ahora ya no tengo que escuchar los
sórdidos detalles de P.E. todos los días.”
“Déjame tranquila.” Incliné mi cabeza contra el frío vidrio de la ventana. “Esto apesta.”

“Lo sé,” ella dijo suavemente, estirando la mano para golpear mi pierna. “Lo sé.”

Cuando llegamos a su casa nos sentamos en los escalones del frente, bebiendo Coca-Cola
y no hablando mucho. Scarlett sopló su nariz mucho y traté de rescatar lo que quedaba de
mi orgullo, pensando en pobres excusas que ninguna de las dos podía creía.

“En verdad él nunca me gustó,” dije. “Es muy salvaje de cualquier manera.”

“Sí,” dijo ella, pero podía sentirla sonriendo en la oscuridad. “No es tu tipo.”

“No lo es,” continué, ignorándola. “Él necesita salir con Ginny Tarbor. O Elizabeth
Gunderson. Alguien pueda igualar su reputación. Fui tan estúpida por siquiera pensar que
hubiera mirado dos veces a alguien como yo.”

Ella se inclinó contra la puerta, extendiendo sus piernas. “¿Por qué dices cosas como esa?”

“¿Cosas como qué?” Al otro lado de la calle pude ver a Noah Vaughn pasar frente a
nuestra ventana.

“Alguien como tú. Cualquier chico sería endemoniadamente suertudo de tenerte, Halley, y
lo sabes. Eres hermosa e inteligente y leal y divertida. Elizabeth Gunderson y Ginny son
solo chicas estúpidas con fuertes voces. Eso es todo. Tu eres especial.”

“Scarlett,” dije. “Por favor.”

“No tienes que creerme,” dijo ella, agitando la mano. “Pero es verdad, te conozco mejor
que nadie. Macon Faulkner sería endemoniadamente suertudo si tu lo escoges.” Ella
estornudó de nuevo, buscando alrededor por un Kleenex. “Rayos, vuelvo enseguida.
Espera.”

Fue adentro, la puerta chirriando lentamente cerrándose detrás de ella, y me apoyé


contra los escalones, mirando a mi alegre y brillante casa y a la oscura calle por encima de
ella. Dentro, mi padre probablemente estaba lanzando palomitas de maíz y bebiendo
cerveza, mientras mi madre y la Sra. Vaughn hablaban mucho durante la película de
manera que no podías escuchar nada. Noah seguía enfurruñándose, de seguro, y Clara
probablemente estaba enroscada durmiendo en mi cama, para ser cargada hasta el auto
luego. Conocía esas noches de viernes de memoria. Pero mi madre no podía entender por
qué no podía pasar el resto de mi vida en ese sillón con Noah, una taza de palomitas de
maíz en mi regazo, con ella a mi otro lado. Porque solo el pensamiento de eso era
suficiente para hacerme sentir que no podía respirar, o muy triste para siquiera poder
mirarla a los ojos.
Entonces, de repente, noté a alguien caminando en la calle hacia mi casa, esquivando a
través del patio de McDowells y a través de su seto, luego lanzándose al otro lado de la
acera y al lejos final de mi patio delantero. Me senté más derecha, viendo a la sombra
pasar la hilera de árboles que mi madre estaba tratando de dar un toque, pasando
suavemente el agujero donde mi padre se había esquinzado su tobillo moviendo el césped
el verano pasado. Me paré de los escalones y me moví sigilosamente al otro lado de la
calle, avanzando hacia mi casa.

Quienquiera que fuera, finalmente se detuvo bajo la ventana de mi habitación, entonces


se quedó allí mirando hacia ella por un buen rato antes de agacharse, recogiendo algo, y
lanzándolo. Escuché un ping como si rebotara con el vidrio y me moví más cerca, lo
suficientemente cerca para ver a la persona claramente mientras lanzaba otra roca,
perdiéndola completamente y golpeando la cuneta, lo que fue impreciso y golpeteó
fuerte. También estaba lo suficientemente cerca para escuchar la voz ahora, un silencioso
susurro.

“¡Halley!!” Entonces pausó, y otra roca sonando golpeando el vidrio. “¡Halley!” Me moví
detrás del árbol que le daba sombra a mi habitación durante el verano, a solo un metro
lejos de Macon Faulkner, quien se veía determinado a romper mi ventana o al menos
debilitarla al punto de un colapso espontáneo.

“¡Halley!” Dio un paso más cerca de la casa, estirando su cuello.

Me moví detrás de él, silenciosa, y golpeándolo en el hombro mientras estaba lanzando


otra roca; se sacudió para verme, sin completar el tiro, así que volvió hacia él, rebotando
en su cabeza y cayendo entre nosotros en el suelo.

“Rayos,” dijo, todo nervioso. Casi había saltado fuera de su piel. “¿De dónde saliste?”

“¿Por qué estás tratando de romper mi ventana?”

“No lo estoy. Estaba tratando de captar tu atención.”

“Pero no estaba en casa.” Dije.

“No sabía eso,” dijo. “Me asustaste como para hacerme en los pantalones.”

“Lo siento,” dije, y no podía creer que él estaba aquí, en mi patio, como una clase de
fantasma que yo hice aparecer con una ilusión. “¿Cómo sabías que esa era mi ventana de
todas formas?”

“Sólo lo sabía,” dijo sencillamente. Me había fijado en que usualmente no explicaba lo que
no tenía que. Él seguía un poco conmocionado pero ahora me sonrió, sus blancos dientes,
como si esto no fuera inusual o increíble. “¿Dónde estabas?”
“¿Cuando?”

“Temprano. Creí que ibas a ir a esa fiesta.”

“Estuve allí,” dije, tratando de sonar casual. “No te vi.”

“Oh,” dijo con seguridad. “Eso es una mentira.”

“Lo estaba,” dije. “Acabamos de llegar.”

“He estado allí desde las siete en punto,” dijo fuertemente, hablando por encima de mí. “Y
estuve buscándote, y esperando, y tú me plantaste...”

“No, tú me plantaste a mí,” dije en una voz más fuerte, “y tengo a Scarlett para dar fe a
ello.”

“¿Scarlett? Tampoco estaba allí.”

"Sí, estaba. Estaba conmigo." Miré hacia atrás a través de la calle, donde ella estaba de pie
en los escalones, con una mano tapándose los ojos, mirando por encima de nosotros. La
saludé y me devolvió el saludo, luego se sentó y se sonó la nariz.

"Estaba arriba", dijo. "Nunca te vi."

"¿Dónde arriba?"

"En el ático."

"Oh," dije. "Nosotras no fuimos allí."

"¿Por qué no?"

Él sólo me miró. "¿Por qué deberíamos?"

"No sé", dijo, sin argumentos. "Yo lo hice".

Una luz vino de arriba, en mi cuarto, y oí mi ventana deslizarse. Mi padre sacó la cabeza,
mirando alrededor, y empujé a Macon en la sombra de la casa, y luego volví a entrar en el
brillo de la luz del porche lateral.

"Hola", grité, asustando a mi padre, que se echó para atrás y se golpeó la cabeza con la
ventana. "Soy sólo yo."
"¿Halley?" Se dio la vuelta, frotándose la cabeza, y dijo hacia la casa: "Es sólo Halley, Clara,
vuelve a dormir. Está bien."

Macon estaba observando a mi padre; si él hubiese mirado hacia abajo, hubiese podido
verlo fácilmente.

“Estaba buscando algo,” dije repentinamente. No le había mentido mucho a mi padre, así
que estaba agradecida por la oscuridad. “Dejé caer el brazalete de Scarlett por aquí y
nosotras lo estábamos buscando.”

Mi padre estiró su cuello, buscando alrededor. “¿Un brazalete?” ¿Está Scarlett allí abajo?”

“Sí,” dije, y las mentiras sólo salieron de mi, una y otra vez: “Quiero decir, no, ella estaba
pero lo encontró y se fue a su casa, porque tiene este resfriado y eso. Así que yo sólo
estaba, um, preparándome para seguirla, cuando tu abriste la ventana.”

En frente de mi, Macon estaba riéndose silenciosamente.

“¿No es hora ya para que entres?” Dijo mi padre. “Son casi las diez y media.”

“Estaré en casa a las once.”

“Vosotras dos deberíais venir ahora. Estamos viendo esta película asombrosa que compró
Noah, y yo acabo de hacer palomitas de maíz.”

“Eso suena genial, pero mejor regreso al otro lado de la calle,” dije tranquilamente, dando
un paso atrás debajo del escudo de árboles detrás de mí. “Te veré en la mañana.”

Él chasqueó sus dedos. “¡Cierto! No tienes en la mañana una cita con...” y allí hizo una
pausa, dramáticamente, “¿la Bestia?”

Estaba a punto de morir.

“¿La Bestia?” Macon susurró, riendo. Arriba de nosotros mi padre estaba haciendo
gruñidos.

La Bestia, por supuesto, era el apodo cariñoso de mi padre para su podadora, su posesión
más preciada. Era tan vergonzoso.

“Sí,” dije, deseando con todas mis fuerzas que desapareciera. “Supongo.”

“Ok, entonces,” dijo, comenzando a empujar la ventana para cerrarla y teniendo que
empujarla con la mano en el punto donde siempre se tranca. “No te quedes por aquí, ¿ok?
Asustaste mucho a Clara.”
“De acuerdo,” dije mientras la ventana se cerraba, y pude ver mi habitación detrás de él
hasta que la luz se apagó. Me quedé allí, respirando pesadamente, hasta que estuve
segura que él se había ido.

“Tu,” dijo Macon, caminando a donde podía verlo, “eres una mentirosa.”

“No lo soy,” dije. “Bueno, no usualmente. Pero él se hubiese vuelto loco si te veía.”

“¿Quieres que me vaya?” Se acercó más a mí, e incluso en la oscuridad reconocí cada
centímetro de su cara por todas esas horas de P.E., estudiándolo desde la red de
bádminton.

“Sí,” dije fuertemente, y él pretendió marcharse pero yo lo agarré del brazo, trayéndolo
de vuelta. “Sólo bromeo.”

“¿Estás segura?”

“Sí.” Y por un minuto fue como si ya no fuera yo misma; pude haber sido cualquier otra
chica, alguien valiente y temeraria. Había algo acerca de Macon que me hacía actuar
diferente, dándole a ese contorno negro algo de color adentro, al final. Todavía estaba
sosteniendo su brazo, mi cara ardiendo, y en la oscuridad podría haber sido Elizabeth
Gunderson o Ginny Tabor o incluso Scarlett, cualquier chica a la que le suceden cosas. Y
mientras él se inclinaba para besarme, yo no pensaba en nada sino en que increíble era
que esto estuviera pasando, en mi jardín, el lugar más familiar.

Justo entonces un coche llegó chirriando al cruzar la esquina, música a todo volumen.
Pasó mi casa, tocando la bocina, y luego cruzó en la madreselva, donde se estacionó.

“Me tengo que ir,” dijo Macon, besándome otra vez. “Te llamo mañana.”

“Espera...” dije mientras se iba, sosteniendo mi mano hasta que tuvo que soltarla. “¿A
dónde vas?”

“¡Faulkner!” Escuché una voz gritar calle abajo. “¿Dónde estás?”

“Adiós, Halley,” susurró, sonriéndome mientras se deslizaba fácilmente por el lado de la


casa, desapareciendo en la oscuridad de mi patio. Me asomé en la esquina, viéndolo
mientras se agachaba por debajo de la ventana de la cocina, donde Noah Vaughn estaba
parado. Su cara era dura, solemne, mientras me miraba, sosteniendo un refresco en sus
manos. Él no pudo ver lo que vi: Macon, mi último vistazo, desvaneciéndose en el aire.

************************************
A la mañana siguiente mi padre estaba riendo cuando salí. A él le encantaba esto. “Bueno,
hola, chica del césped. ¿Lista para tomar a la Bestia?” Luego hizo los gruñidos otra vez.

“No eres gracioso,” dije.

“Seguro que sí,” rió. “Mejor empiezas antes de que se ponga más caluroso. Te tomará
unas buenas dos horas, por lo menos.”

“Cállate,” dije, lo que lo hizo reír más fuerte. Mi padre creía que nuestro césped era
imposible; alrededor de los años había enviado servicios de jardín y chicos que podaban
en nuestro vecindario a correr por sus vidas. Mi padre, el único que podía navegarlo de
forma segura, se veía a si mismo como un guerrero, victorioso entre los recortes de
césped.

“Ok, aquí está la cosa,” dijo él, poniéndose de repente serio. “Ese es el hoyo entre los
enebros que me atrapó el verano pasado, así como la raíces de la fila de árboles por la
cerca que fueron hechos específicamente para tirarte a un lado y dañar tu motor. Por no
mencionar los surcos en el patio trasero y la serie de troncos de árboles ocultos. Pero lo
harás bien.”

“Sólo déjame terminar con esto.” Me agaché y encendí la podadora, empujándola a la


acera del frente, con él todavía detrás de mí, riendo.

Hacía calor, fuerte y muy brillante en el patio. Estaba adormecida, luego descuidada, y
golpeé el hoyo, el cual por supuesto olvidé; mi tobillo se torció y caí hacia delante, la
podadora volando debajo de mi, sacudiéndose para detenerse. Para ese momento mi
padre se había ido a la cerca al lado de la avenida y estaba ocupado hablando con el Sr.
Perkins, nuestro vecino. Ninguno de los dos se dio cuenta cuando caí de cara en la hierba,
entonces pateé la podadora unos metros lejos por pura venganza.

Escuché una bocina y me volví para ver una camioneta deslizándose hasta detenerse junto
a la acera, con una lona verde tirada a lo largo del cajón de la camioneta. Era Macon.

“Hola,” dijo, saliendo de la camioneta y cerrando la puerta. “¿Cómo vas?”

“Bien,” dije. “En realidad, no. Me acabo de caer.” Miré a mi padre, que estaba justo detrás
de nosotros.

“¿Ese es tu papá?” Dijo Macon.

“Sip,” dije. “Ese es.”


Macon miró alrededor del jardín, a la pequeña parcela que había hecho hasta ahora y a la
alta hierba que quedaba alrededor de nosotros, aumentada por una semana consecutiva
de lluvia. “Entonces,” dijo confiadamente, “¿quieres ayuda?”

“Oh, tú no quieres…” dije, pero él ya estaba caminando hacia el camión, colocando la lona
a un lado para revelar una podadora de dos veces el tamaño de la mía, la cual bajó por la
rampa de atrás. Tenía una gorra que decía CASA Y JARDIN, la cual se colocó hacia atrás,
preparándose para la acción.

“Tú no entiendes,” le dije mientras él comenzaba a chequear el combustible, examinando


las ruedas, “este pasto es, como, imposible. Prácticamente necesitas un mapa para evitar
matarte.”

“¿Estás subestimando mi habilidad como proveedor de servicio de césped?” Preguntó,


mirándome. “Sinceramente espero que no.”

“No,” dije rápidamente, “pero es sólo… quiero decir, es realmente difícil.”

“Psssh,” me dijo, apartándome con una mano. “Solo quédate atrás, ¿ok?” Y luego se paró,
tiró del cordón, y la podadora cobró vida y se deslizó por el césped con Macon guiándola.
Succionaba la hierba, marcando una franja el doble de ancha de la que yo había hecho con
la Bestia. Me volví para mirar a mi padre, quien estaba mirando a Macon mientras se
deslizaba sobre la raíces de los árboles y pasaba el Hueco, y superaba la valla
perfectamente.

“Halley,” dijo mi padre detrás de mí, gritando sobre el ruido de la podadora, “se supone
que ese es tu trabajo.”

“Estoy trabajando,” dije rápidamente, comenzando con mi propia podadora, que andaba
en silencio como el juguete de un niño mientras la empujaba entre los arbustos de
enebro. “¿Ves?”

No escuché lo que él dijo mientras Macon nos pasaba otra vez, la podadora aniquilando la
hierba y dejando un suave sendero verde detrás de él. Cabeceó hacia a mi padre, todo
negocios, mientras cruzaba la esquina y desaparecía por el lado de la casa, el rugido
asustando a todos los pájaros que se alimentaban en el porche, volando repentinamente.

“¿Quién es ese chico?” dijo mi padre, asomando su cuello hacia el lado de la casa.

“¿Qué?” Todavía estaba empujando mi podadora, rodeando los árboles por la cerca. El
olor a césped recién cortado llenaba el aire, dulce y acre.

“¿Quién es él?”
Apagué la podadora. En el patio de atrás podía ver a Macon podando alrededor de los
troncos escondidos. Mi padre también lo vio, su cara llena de sorpresa. “Es mi amigo,”
dije.

Debió haber algo raro en la forma en que lo dije porque de repente su cara cambió y supe
ya que no estaba pensando en el césped.

Mi mamá salió por la puerta delantera, sosteniendo una taza de café. “¿Brian? Hay un
chico extraño podando el césped.”

“Lo sé,” dijo mi padre. “Estoy manejándolo.”

“Creía que era el trabajo de Halley,” dijo ella como si yo no estuviera allí. “¿Cierto?”

“Cierto,” dijo él con voz cansada. “Está bajo control.”

“De acuerdo.” Ella fue adentro, pero la podía ver parada en la puerta de vidrio,
mirándonos.

“Este se suponía era tu trabajo,” dijo, como si estuviera leyendo un guión que ella había
escrito.

“No le pedí que lo hiciera,” dije mientras la podadora rugía alrededor de la esquina de la
casa, terminando el jardín. “Estábamos hablando de eso anoche y me imagino que solo lo
recordó. Trabaja cortando césped, papá. Sólo me quería ayudar.”

“Bueno, eso no cambia el hecho de que era tu responsabilidad.” Se estaba esforzando


pero estaba fallando.

La podadora estaba rugiendo hacia nosotros ahora, mientras Macon terminaba la parcela
por la acera. Luego se acercó, hasta que el ruido disminuyó, antes de que finalmente se
apagara. Todos nos quedamos allí en un silencio repentino, mirándonos los unos a los
otros. Me zumbaban los oídos.

“Macon,” dije lentamente, “este en mi papá. Papá, este es Macon Faulkner.”

Macon estiró su mano y apretó la de mi papá, luego se volvió hacia la podadora,


quitándose su gorra. “Dios, este es un muy difícil jardín el que tiene aquí,” dijo. “Esos
troncos de atrás casi me matan.”

Mi padre, vacilante, no pudo evitar sonreír. No estaba seguro de cómo mi madre quería
que reaccionara a esto. “Bueno,” vaciló, estirándose y metiendo sus manos en sus
bolsillos, “ha acabado con algunos es su tiempo, déjame decirte.”
“Puedo creerlo,” dijo Macon. Miré sobre su cabeza, hacia la casa, y vi a mi madre parada
en la entrada, todavía observando. No pude distinguir su expresión. “Esta cosa está
equipada con sensores y cosas, para que sea más fácil.”

“¿Sensores?” Mi padre se acercó un poco, mirando hacia la consola de control de la


podadora. Estaba claramente dividido entre hacer lo correcto y su completo amor por las
herramientas y accesorios de jardín. “En serio.”

“Esta cosa aquí,” explicó Macon, señalando, “muestra cuán lejos has ido. Y entonces algo
más sobre la altura de la hoja aparece aquí, en la aplicación de Terreno Ámbito, así puedes
trabajar alrededor de él.”

“Aplicación de Terreno Ámbito,” mi padre repitió soñadoramente.

Luego todos lo escuchamos; la puerta principal se abrió y la voz de mi madre, rompiendo


el ensueño del césped con una estridencia que nunca había podido controlar. “¿Brian?
¿Podrías venir aquí un momento, por favor?”

Mi padre comenzó a alejarse de Macon, hacia la casa, sus ojos todavía en la podadora.
“Voy,” respondió, luego se volvió para mirarla, subiendo las escaleras. Pude ver su boca
moviéndose, furiosa, antes incluso de que él llegara al porche.

“Gracias,” le dije a Macon. “Me salvaste.”

“No hay problema.” Comenzó a empujar la podadora de vuelta a la acera. “Tengo que
devolver esto, sin embargo. Te veo después, ¿no?

“Sip,” dije, viéndolo subir a la camioneta. Se quitó su gorra y la colocó en el asiento. “Te
veo después.”

Condujo, tocando la bocina dos veces mientras cruzaba la esquina. Caminé tan lento como
pude hacia la acera y el porche, donde mi madre estaba esperando.

“Halley,” dijo ella antes incluso pisara el primer escalón, “Creí que teníamos un acuerdo de
que era tu trabajo podar el césped.”

“Lo sé,” dije, y mi padre estaba estudiando algún lugar por encima de mi cabeza, evitando
hacer contacto visual, “él solo me quería ayudar.”

“¿Quién es él?”

“Es sólo un chico”, dije.

“¿Cómo lo conoces?”
“Tenemos P.E. juntos,” dije, abriendo la puerta y deslizándome adentro, haciendo mi
salida. “No es gran cosa.”

“Parece agradable,” dijo mi padre, sus ojos en el césped.

“No lo sé,” dijo ella despacio. Comencé a subir las escaleras, simulando no escucharla,
huyendo para mantener mis secretos para mí misma. “Sólo no lo sé.”
PARTE II
Alguien como Tú

Capítulo 5
Traducido por Doryta, Mariacarodelgado
y Josel23

"Te necesito", me dijo Scarlett mientras yo estaba ocupada pesando un producto para una
mujer con dos niños gritando en su carrito. "Encuéntrame en el baño de damas."

"¿Qué?" dije, distraída por el ruido y la confusión, naranjas y ciruelas rodando por mi cinta
transportadora.

"¡Date prisa!," dijo entre dientes, desapareciendo por el pasillo de cereales y dejándome
ninguna posibilidad de discutir. Mi fila era larga, serpenteando alrededor de la exhibición
de Halloween y de vuelta a Productos Femeninos. Me tomó más de quince minutos llegar
al baño, donde ella estaba de pie en frente de los lavamanos, con los brazos cruzados
sobre su pecho.

"¿Qué pasa?" Dije.

Ella sólo sacudió su cabeza.

"¿Qué?" Dije. "¿Qué es?"

Ella buscó detrás del dispensador de toallas de papel y sacó un pequeño objeto blanco en
forma de bastón con un pequeño círculo en el extremo de la misma. Mientras lo sostenía,
vi que en el pequeño círculo estaba una cruz de color rosa brillante. Entonces, de repente,
me di cuenta.

"No", dije. "No puede ser."

Ella asintió, mordiéndose el labio. "Estoy embarazada."

"No puedes estarlo".


"Lo estoy." Ella sacudió el bastón delante de mí, el signo positivo más borroso. "Mira".

"Esas cosas siempre están mal", dije, como si supiera.

"Es la tercera que me he hecho."

"¿Y?" Dije.

"¿Y qué? Nada es incorrecto tres veces, Halley. Y he estado enferma y sintiéndome mal
por las mañanas durante las últimas tres semanas, no puedo dejar de orinar, todo está allí.
Estoy embarazada."

"No", dije. Pude ver a mi madre en mi cabeza, sus labios formando la palabra: negación.
"De ninguna manera."

"¿Qué voy a hacer?" dijo, en un tono nervioso. "Sólo tuve sexo una vez."

"¿Tuviste sexo?" Dije.

Se detuvo. "Por supuesto que tuve sexo. Dios, Halley, trata de permanecer aquí,
conmigo."

"Nunca me dijiste," le dije. "¿Por qué no me dijiste?"

Ella suspiró, fuertemente. "Dios, Halley, no lo sé. Tal vez fue porque él murió al día
siguiente. Ve tú a saber."

"¡Oh, Dios mío!," dije. "¿No utilizaron protección?"

"Por supuesto que sí. Pero algo sucedió, no lo sé. Se salió. No me di cuenta hasta que
había terminado. Y entonces," dijo, alzando la voz, "pensé que no había manera de que
esto pudiera ocurrir la primera vez. No podía."

"¿Se salió?" No lo entendía exactamente, no estaba muy clara en la logística del sexo. "Oh,
mi Dios."

"Esto es una locura." Apretó sus dedos en sus sienes, duro, algo que nunca le había visto
hacer antes. "No puedo tener un bebé, Halley."

"Por supuesto que no puedes", dije.

"Entonces, ¿qué? ¿Tengo que hacerme un aborto?" Sacudió su cabeza. "No puedo hacer
eso. Tal vez debería quedármelo".
"Oh, Dios mío," le dije de nuevo.

"Por favor." Se sentó contra la pared, llevando sus piernas contra su pecho. "Por favor,
deja de decir eso."

Me acerqué y me senté a su lado, colocando mi brazo alrededor de sus hombros. Nos


sentamos allí, juntas, sobre el suelo frío de Milton, escuchando el fondo musical apagado
tocando "Fernando" en el aire.

"Estarás bien", dije en mi voz más confiada. "Podemos manejar esto."

"¡Oh, Halley!," dijo en voz baja, apoyándose en mí, la prueba de embarazo yaciendo
delante de nosotras, el signo positivo hacia arriba. "Lo extraño. Lo extraño mucho."

"Lo sé", dije, y ahora sabía que era mi trabajo sostenernos, mi turno para ayudarnos a salir
del apuro. "Estarás bien, Scarlett. Todo va a estar bien."

Pero incluso mientras lo decía, estaba asustada.

************************************

Esa noche, tuvimos una reunión en la mesa de la cocina de Scarlett. Yo, Scarlett, y Marion,
que aún no sabía nada, comió su cena increíblemente despacio mientras nosotras la
rodeábamos. Ella tenía una cita con Steve/Vlad a las ocho, así que estábamos trabajando
con un límite de tiempo.

"Entonces," dije, mirando directamente a Scarlett, que estaba rellenando excesivamente


el servilletero con servilletas, "Son casi las ocho."

"¿Lo son?" Marion se volvió y miró el reloj de la cocina. Cogió sus cigarrillos, empujó su
silla fuera de la mesa, y dijo: "Mejor empiezo a arreglarme."

Ella comenzó a irse, y le lancé una mirada a Scarlett. Ella me regresó la mirada. Luchamos
silenciosamente durante unos segundos antes de que ella dijera, en voz muy baja, y
suficientemente plana para asegurar que nadie la oiría, "Espera."

Marion no la escuchó. Scarlett se encogió de hombros, como si lo hubiera intentado, yo


me puse de pie y me dispuse a llamarla. Podía escuchar a Marion subiendo por los
escalones, más allá del crujido del tercer escalón, cuando Scarlett suspiró y dijo, más
fuerte, "Marion. Espera."
Marion regresó bajando y se asomó en la cocina. Ella había tenido que arreglar a dos
mujeres glamorosas de ciento veinte kilos ese día en Fabulosa Tú, una de las cuales quería
fotos de lencería, así que ella estaba agotada. "¿Qué?"

"Tengo que hablar contigo."

Marion se quedó en la puerta. "¿Qué está pasando?"

Scarlett me miró, como si esto fuera una especie de carrera de relevo y yo podría llevar la
batuta desde aquí. Marion estaba empezando a verse nerviosa.

"¿Qué?" preguntó, mirando primero a Scarlett y luego a mí, luego de nuevo a Scarlett.
"¿Qué es?"

"Es malo," dijo Scarlett, y empezó a llorar. "Es realmente malo."

"¿Malo?" Ahora Marion parecía asustada. "Scarlett, dime. Ahora."

"No puedo," Scarlett alcanzó a decir, aún llorando.

"Ahora." Marion puso una mano en su cadera. Esa era la clásica postura de mi madre,
pero parecía fuera de lugar en Marion, como si ella estuviera usando un sombrero
gracioso. "Lo digo en serio."

Entonces, Scarlett sólo lo escupió. "Estoy embarazada."

Todo estaba muy tranquilo de repente, y repentinamente noté que el grifo estaba
goteando, goteo goteo goteo.

Entonces, Marion habló. "¿Desde cuándo?"

Scarlett se revolvió por un minuto, asimilando su respuesta. Había estado esperando otra
cosa. "¿Cuándo?"

"Sí." Marion todavía no estaba mirando a ninguna de nosotras.

"Ummm..." Scarlett me miró con impotencia. "¿Agosto?"

"Agosto," repitió Marion, como si fuera la pista que resolvía el rompecabezas. Ella suspiró,
muy fuerte. "Bueno, entonces."

Sonó el timbre, todo alegre, y cuando miré rápidamente por la ventana pude ver a
Steve/Vlad en el porche con un ramo de flores. Él nos saludó y tocó el timbre de nuevo.
"¡Oh, Dios!," dijo Marion. "Ese es Steve."

"Marion," empezó Scarlett, dando un paso más cerca de ella, "no quise que esto pasara,
usé algo, pero..."

"Vamos a tener que hablar de esto luego," le dijo Marion, pasando sus manos por su pelo
nerviosamente, enderezando su vestido mientras se dirigía a la puerta. "No puedo - no
puedo hablar de esto ahora."

Scarlett se secó los ojos, empezó a decir algo, y luego se volvió y salió corriendo de la
habitación, subiendo la escalera. Oí la puerta de su dormitorio cerrarse, con fuerza.

Marion respiró hondo, tranquilizándose a sí misma, y se dirigió a la puerta principal. Steve


estaba allí de pie, sonriente en su chaqueta deportiva y Weejuns. Le entregó las flores.

"Hola", dijo. "¿Estás lista?"

"No del todo," dijo Marion rápidamente, sonriendo lo mejor que pudo. "Tengo que buscar
algo. Enseguida bajo, okey?"

"Bien."

Marion subió las escaleras y la oí llamando a la puerta de Scarlett, con la voz apagada.
Steve entró en la cocina. Él lucía aún más soso bajo la luz brillante. "Hola allí," dijo. "Soy
Steve."

"Halley," dije, todavía tratando de escuchar lo que estaba pasando arriba. "Es un placer
conocerte".

"¿Eres una amiga de Scarlett?" preguntó.

"Sí," dije, y ahora podía oír la voz de Scarlett, exaltada, a través del cielo raso del techo.
Creí poder distinguir la palabra hipócrita. "Lo soy."

"Me parece una buena chica," dijo. "Halley. Ese es un nombre poco común."

"Me llamaron así por mi abuela," le dije. Ahora podía oír la voz de Marion, severa, y yo
parloteaba para cubrirlo. "Ella fue llamada así por el cometa."

"¿De veras?"

"Sí," dije, "Ella nació en mayo de 1910, cuando el cometa pasó. Su padre lo observó desde
el jardín del hospital mientras su madre estaba en la sala de parto. Y en 1986, cuando yo
tenía seis años, lo observamos juntas."

"Eso es fascinante", dijo Steve, como si hablara en serio.

"Bueno, yo no lo recuerdo tan bien", dije. "Ellos dicen que no fue muy claro ese año."

"Ya veo," dijo Steve. Parecía aliviado al oír a Marion bajando por las escaleras.

"¿Listo?" gritó, calmada, pero todavía no me miraba.

"Listo", dijo Steve alegremente. "Un placer conocerte, Halley."

"Un placer conocerte, también."

Él pasó su brazo alrededor de Marion mientras se marchaban, su mano en la parte baja de


su espalda mientras se dirigían por el camino principal. Ella estaba asintiendo con la
cabeza, escuchando mientras él hablaba, sosteniendo la puerta del carro abierta. A
medida que se alejaron, ella se permitió mirar hacia atrás y arriba, a la ventana del
dormitorio de Scarlett.

Cuando subí, Scarlett estaba en la cama, sus piernas flexionadas contra su pecho. Las
flores que Steve le había traído a Marion fueron abandonadas en el tocador, aún en su
envoltura de celofán arrugada.

"Entonces," le dije. "Creo que salió muy bien, ¿no crees?"

Ella apenas sonrió. “Deberías haberla escuchado. Todas esas cosas sobre los errores que
había cometido y como yo debería haberlo sabido. Como si hacer esto era una forma de
convertirla en la peor de las madres.”

“No,” dije yo, “creo que mi madre tiene ese premio.”

“Tu mamá te hubiese sentado y discutido esto, racionalmente, y después te hubiese


aconsejado sobre la mejor decisión. No hubiese corrido a la puerta con un guerrero.”

“Mi madre,” dije, “hubiese caído muerta en el acto.”

Se levantó y fue al espejo del vestidor, apoyándose para mirarse. “Ella dijo que iríamos a la
clínica el lunes y haríamos una cita. Para un aborto.”

Me podía ver a mi misma detrás de ella en el espejo. “Eso ¿es lo tu decidiste hacer?”

“No hubo mucha discusión.” Ella se pasó las manos por el vientre, a lo largo de la cintura
de sus vaqueros. “Ella dijo que se hizo uno, hace mucho tiempo. Cuando yo tenía seis o
siete. Dice que no es gran cosa.”

“Sería muy duro tener un bebé,” dije, tratando de ayudar. “Quiero decir, solo tienes
dieciséis. Tienes toda una vida por delante.”

“Ella lo hizo también. Cuando me tuvo.”

“Eso fue diferente,” dije, pero sabía que realmente no lo era. Marion había estado en
último año, a punto de ir a alguna universidad de mujeres en el oeste. El padre de Scarlett
era un jugador de fútbol, presidente del consejo estudiantil. Se fue para una gran
universidad del este y Marion nunca lo vio ni se puso en contacto con él de nuevo.

“Quedarse conmigo fue probablemente la única cosa no egoísta que Marion ha hecho en
su vida,” dijo Scarlett. “Siempre me pregunto por qué lo hizo.”

“Para,” dije. “No hables así.”

“Es cierto,” dijo ella. “Siempre me lo pregunté.” Se alejó del espejo, dejando caer sus
manos a sus costados. Habíamos pasado toda nuestra vida en este cuarto, pero nunca
había pasado algo como esto, nunca. Esto era más grande que nosotras.

“Todo va a estar bien,” le dije.

“Lo sé,” dijo ella tranquilamente, mirándose en el espejo y a mi detrás de ella. “Lo sé.”

************************************

Iba a ser realizado ese viernes. Nunca hablamos de eso abiertamente; era susurrado,
nunca llamado por su nombre, como si el silencio se hubiese apoderado de la casa de
Scarlett, llenando los cuartos hasta el techo. Para Marion, ya era un asunto resuelto. Fue a
las sesiones de asesoramiento en la clínica con Scarlett, arreglando todos los detalles. A
medida que la semana fue avanzando, Scarlett se volvió más y más silenciosa.

El viernes, mi mamá me llevó al colegio. Le dije que Scarlett tenía algo que hacer y no me
podía llevar; entonces, nos detuvimos detrás de ella y Marion, en un semáforo cerca de
Lakeview. Ellas no nos vieron. Scarlett estaba mirando fuera de la ventana, y Marion
estaba fumando, con su codo saliendo de la ventana del lado del conductor. Yo todavía no
podía creer que Scarlett estuviera embarazada, y ahora la próxima vez que la viera estaría
todo limpio, olvidado.

“Bueno, allí esta Scarlett,” dijo mi madre. “Creí que habías dicho que no iba a la escuela
hoy.”

“No va,” dije, “Tiene consulta.”

“Oh, ¿Está enferma?”

“No.” Encendí la radio, la voz de mi padre llenó el auto. Son las 8:04 a.m., Soy Brian, y
estás escuchando T104, lo único bueno de levantarse temprano…

“Bueno, debe pasar algo si ella va al doctor,” dijo mi mamá mientras la luz del semáforo
finalmente cambió y Scarlett y Marion cruzaron a la izquierda hacia el centro.

“No creo que sea una cita médica,” dije, “No sé que es.”

“Quizás sea el dentista,” ella dijo pensativamente. “Lo que me recuerda, tu deberías ir por
una limpieza y revisión.”

“No lo sé,” dije de nuevo.

“¿Ella perderá todo el día o solo llegará tarde?”

“No me dijo.” Estaba retorciéndome en mi asiento, manteniendo mi vista en el amarillo


autobús escolar en frente de nosotras.

“Pensé que ustedes se contaban todo,” dijo riéndose, mirándome. “¿No?”

Me preguntaba que se suponía que significaba eso, Todo ella lo dijo como si tuviera doble
sentido, como un lenguaje secreto que necesitaba ser decodificado con un anillo especial
o un gráfico que no tenía. Quería gritar, ¡Ella está haciéndose un aborto Mamá! ¿Estás
contenta ahora? Solo para ver su cara. Me la imaginé explotando por todo el lugar,
desapareciendo en una bocanada de humo, o derritiéndose en un charco como la
Malvada Bruja del Oeste. Cuando llegamos al estacionamiento, nunca había estado tan
contenta de ver la escuela en mi vida.

“Gracias,” dije, besándola en la mejilla rápidamente y deslizándome fuera del auto.

“Ven directo a casa luego de la escuela,” me dijo. “Haré la cena y necesitamos hablar
acerca de tu cumpleaños, ¿de acuerdo?”

Mañana era mi cumpleaños número dieciséis. Ni siquiera había tenido mucho tiempo para
pensar acerca de eso. Hace unos meses, habría sido lo único que aspiraba: mi licencia de
conducir, libertad, todas las cosas que había estado esperando. “Claro. Te veré esta
noche,” le dije, alejándome, perdiéndome en la multitud atravesando de las puertas
delanteras. Estaba caminando hacia el edificio principal, hacia afuera, cuando Macon
comenzó a caminar conmigo. Él siempre parecía aparecer de la nada, mágico; nunca lo
veía venir.

“Hola,” dijo él, deslizando su brazo sobre mi hombro. Olía como a caramelos de fresa Jolly
Ranchers, humo y loción después de afeitar, una extraña mezcla que había llegado a amar.
“¿Qué hay?”

“Mi mamá me está volviendo loca,” dije mientras caminábamos afuera. “Casi la mato
camino a la escuela hoy.”

“¿Ella te trajo?” dijo él, mirando alrededor. “¿Donde está Scarlett?”

“Ella tenía una cita o algo,” dije. Me sentí peor, mucho peor, al mentirle a él que al
mentirle a mi madre.

“Así que,” dijo, “no hagas planes para mañana en la noche.”

“¿Por qué?”

“Te voy a llevar a algún lugar por tu cumpleaños.”

“¿A dónde?”

Sonrió. “Ya verás.”


“Ok,” dije, alejando el pensamiento de la fiesta que mi mamá estaba planeando, completa
con torta de helado y los Vaughns y cena en Alfredo’s, mi restaurante favorito. “Soy toda
tuya.”

La campana sonó, y él camino conmigo hacia el salón hasta que alguien lo llamó. Un grupo
de chicos que había conocido en el centro unos días antes, con cabello largo y ojos
soñolientos, lo estaban saludando desde el estacionamiento. No importa que tanto
pensaba que estaba llegando a conocerlo, siempre había alguna parte de si mismo que él
mantenía oculta: gente o lugares, actividades en las cuales yo no estaba incluida. Yo
obtenía una llamada telefónica cada noche, temprano, solo él, reportándose para decir
hola. ¿Qué hacía él después de eso?, no tenía idea.

“Me tengo que ir,” dijo él, besándome rápido. Sentí que él deslizaba algo en mi bolsillo de
atrás de mis pantalones mientras empezó a alejarse, ya mezclándose con la manada de
personas. Ya yo sabía que era, antes incluso de sacarlo: un Jolly Rancher. Tenía una
pequeña colección de dulces en casa, en un plato en mi escritorio. Había guardado todos.

“¿Qué hay de las clases?” dije. A pesar de toda mi pretendida rebelión yo nunca había
faltado a clases o perdido un día de escuela en mi vida. Macon tenía la mejor escala de
asistencia intermitente, y yo ni siquiera le preguntaba sobre sus notas. Todas las revistas
de mujeres decían que no podías cambiar a un hombre, pero yo estaba aprendiendo de la
manera difícil.

“Te veo en el tercer periodo,” dijo él, ignorando la pregunta. Luego se volteó y comenzó a
caminar hacia el estacionamiento, colocando su único cuaderno bajo su brazo. Un grupo
de chicas de mi clase de inglés rieron mientras me pasaban, mirándolo a él. Habíamos sido
una gran noticia en las últimas dos semanas; un mes antes yo había sido Halley, la amiga
de Scarlett, y ahora era Halley, la novia de Macon Faulkner.

Al final del segundo periodo, alguien golpeó la puerta en mi clase de Diseño Comercial y le
dio a la Sra. Pate un pedazo de papel; ella lo leyó, me miró, y me dijo que tomara mis
cosas. Me habían llamado de la dirección.

Estaba nerviosa, caminando por el pasillo, tratando de pensar en todo lo que había hecho
que me podría haber metido en problemas. Pero cuando llegue allí la recepcionista me
pasó el teléfono y dijo, “Es tu mamá.”

Tuve un repentino destello: mi padre, muerto. Mi abuela, muerta. Todo el mundo,


muerto. Tome el teléfono. “¿Hola? ¿Mamá?”

“Espera,” escuché decir a alguien, y había unos ruidos sordos. Después, “¿Hola? ¿Halley?”

“¿Scar—?”

“Shhh! Soy tu mamá, ¿recuerdas?”

“Cierto,” dije, pero la recepcionista estaba ocupada discutiendo con algún chico sobre un
pase y ni siquiera estaba prestándome atención. “¿Qué sucede?”

“Necesito que me vengas a buscar, a la clínica.” dijo ella

Miré el reloj. Eran solo las 10:50. “¿Ya terminó? ¿Tan rápido?

“No.” Una pausa. Después, “Cambié de opinión.”

“¿Tú qué?”

“Cambié de opinión. Voy a tener al bebé.”

Se escuchaba tan calmada, tan segura. No se me ocurría nada que decir. “Dónde está
Marion?” dije.

“Le dije que me dejara aquí,” dijo. “Le dije que me estaba poniendo nerviosa. Se supone
que la llamara para que viniera después.”
“Oh,” dije.

“¿Puedes venir? ¿Por favor?”

“Claro,” dije, y ahora la recepcionista me miraba “Pero, Mamá, creo que tienes que
decirles que me den un pase o algo.”

“Claro,” dijo Scarlett, todo negocios. “Voy a poner a mi amiga Mary en el teléfono. Estoy
en la clínica en la primera calle, okey? Apúrate.”

“Bien,” dije, preguntándome como iba a llegar a ningún lado, dado que no tenía carro.

Hubo más sonidos sordos, Scarlett dando instrucciones, después la misma voz que
escuché antes regresó. “Esta es la Sra. Cooke.”

“Espera,” dije. Le pasé el teléfono a la recepcionista. “Mi mamá necesita hablar con
usted.”

Se colocó su bolígrafo detrás de su oído y tomó el teléfono. “¿Hola?”

Me concentré en el símbolo del final de las hojas en el mostrador en frente de mí,


tratando de no parecer culpable.

“¿Enserio? Okey, está bien. No, no es problema. Solo le daré un pase. Gracias, Sra.
Cooke.” Ella colgó y escribió un pase. “Solo muéstrale esto al guardia de la entrada al salir
del estacionamiento. Y consérvalo para enseñárselo a tus profesores para que tu ausencia
esté justificada.”

“Bien,” dije mientras la campana sonaba y el pasillo afuera comenzaba a llenarse.


“Gracias.”

“Y espero que la cirugía salga bien.” Dijo ella, mirándome cuidadosamente.

“Cierto,” dije, apoyada en la puerta para abrirla. “Gracias.”

Me detuve fuera del P.E*, (*P.E = Educación Física o gimnasia) esperando a Macon.
Cuando él pasó, camino a los vestidores, agarré su camisa y tire de él.

“Hey,” dijo él, sonriendo. Todavía me sonrojaba cada vez que él se veía tan feliz de verme.
“¿Qué pasó?”

“Necesito un favor.”
“Seguro. ¿Qué es?

“Necesito que te saltes P.E. conmigo.”

Él lo pensó como por un segundo, luego dijo, “hecho. Vamos.”

“Espera.” Lo halé. “Y necesito un aventón”.

“¿Un aventón?”

“Si.”

Se encogió de hombros. “No hay problema. Vamos.”

Caminamos hasta el estacionamiento y entramos a su carro; el empujó una pila de piezas


de equipos de música fuera de mi asiento. El carro olía ligeramente a humo y dulce, el
mismo olor que lo seguía, levemente, donde quiera que él fuera.

Él estaba siempre en un carro diferente, lo cual era algo que él nunca sintió que fuese
necesario explicar. Hasta ahora lo había visto en un Toyota, una camioneta, y algún
modelo extranjero que olía a perfume. Todos ellos tenían envoltorios de basura de dulces
en el piso y el cenicero lleno.

Hoy estaba en el Toyota.

“Espera un segundo,” dije cuando él encendió el motor, “esto no va a funcionar. Tú no


tienes un pase para salir.”

“No te preocupes por eso,” dijo él con tranquilidad, agarrando algo de su visera,
Escribiendo sobre él, y poniéndose en marcha sobre colina hacia la caseta de vigilancia. El
tipo de seguridad, un tipo afro-americano al que llamábamos Sr. Joe, salió con su
sujetapapeles, luciendo aburrido.

“Macon,” le susurré mientras nos deslizábamos a la parada. Incluso dudaba que el truco
mental del Jedi engañara a Joe. “Esto no va a funcionar; deberíamos regresar-“

“Silencio,” dijo él, bajando la ventana mientras Joe se acercaba, el sol brillaba en su placa
de guardia comprada en una tienda. “¿Qué hay de nuevo, Joe?”

“No mucho,” dijo Joe, mirándome. “¿Tienes un pase, Faulkner?”

“Justo aquí,” dijo Macon, dándole el pedazo de papel que él se había sacado de la visera.
Joe le echó una mirada, se lo devolvió, luego me miró.
“¿Qué hay de ti?”

“Justo aquí,” dijo Macon alegremente, tomando mi pase y entregándolo. Joe lo examinó
cuidadosamente, tomándose mucho más tiempo del que se tomó con el de Macon.

“Conduce con cuidado,” dijo Joe, entregándome mi pase. “Lo digo en serio, Faulkner.”

“Claro,” dijo Macon. “Gracias.”

Joe se quejó, deambulando de vuelta a su banqueta y mini-Tv en la caseta de vigilancia, y


Macon y yo salimos hacia la carretera, libres.

“No puedo creerlo,” dije mientras nos dirigíamos hacia la ciudad, faltando a clases un
viernes. Era mi primera vez, y todo parecía diferente, más brillante y más agradable, el
mundo de 8:30a.m. a 3:30p.m. en un día de escuela, un mundo que nunca había visto.

“Te dije que no te preocuparas,” dijo él con aires de suficiencia.

“¿Tienes toda una pila de esos pases, o qué?” Tiré del visor y él reía mientras agarraba mi
mano, deteniéndola.

“Solo unos pocos,” dijo él. “No un montón definitivamente.”

“Eres muy malo,” dije, pero estaba impresionada. “Él casi ni miró tu pase.”

“Le agrado,” dijo él simplemente, “de todos modos, ¿A dónde vamos?”

“Primera Calle.”

Él cambio de canal, encendiendo la señal de cruce. “¿Que hay en la primera calle?”

Lo miré, tan lindo, y sabía que tenía que confiar en él. Ambas lo haríamos. “Scarlett.”

“Muy bien,” dijo con facilidad. Y mientras, miraba el paisaje pasando rápidamente entre
casas, carros y el cielo azul brillante, indefinidamente. “Guía el camino.”

************************************

Scarlett estaba sentada en una banca frente a la clínica con una mujer corpulenta con un
suéter de lana y un sombrero de paja.
“Hey,” dije mientras nos deteníamos junto a ellas. Ahora, de cerca, pude ver que la mujer
tenía un perrito en su regazo con uno de esos collares de cono en su cabeza para que no
se mordiera a sí mismo. “¿Estás bien?”

“Estoy bien,” dijo rápidamente, agarrando su cartera de la banca, le dijo a la mujer,


“Gracias, Mary. En serio.”

La mujer acarició a su perro. “Eres una buena chica, cariño.”

“Gracias,” dijo Scarlett mientras yo le quitaba la cerradura a la puerta y ella se deslizaba


hacia el asiento trasero. “Le pagué cinco dólares,” me explicó ella. El perro en el regazo de
la mujer nos miraba y bostezaba. Scarlett le dijo a Macon en voz baja. “Vámonos. Ahora.
Por favor.”

Macon encendió el auto y nos alejamos de Mary, dejando atrás el centro y entrando al
tráfico. Scarlett se instaló en el asiento trasero, tirando las manos a través de su pelo, y
esperé a que dijera algo.

Después de unos pocos semáforos ella dijo en voz baja, “gracias por venir. En serio.”

“No hay problema,” dijo Macon.

“No hay problema,” repetí, volteándome para mirarla, pero ella estaba observando el
tráfico a través de la ventana

Cuando Macon se detuvo en el Zip Mart y salió para poner gasolina, me di la vuelta
nuevamente. “Hey.”

Ella me miró. “Hey.”

“Así que…” dije. No estaba segura por dónde empezar. “¿Qué pasó?”

“No pude hacerlo,” espetó ella, como si solo hubiese estado esperando, conteniendo su
respiración, a que yo le preguntara. “Traté, Halley, en serio. Conocía todos los argumentos
–soy joven, tengo toda mi vida por delante y que hay de la universidad- todo eso. Pero
cuando me recosté allí sobre esa cama y miré el techo, esperando que ellos vinieran a
hacerlo, me di cuenta de que no podía. Quiero decir, claro, ya nada va a ser igual para mí.
Pero ¿qué tan normal ha sido mi vida? Crecer con Marion seguro que no lo fue, perder a
Michael no lo fue. Nada lo ha sido.”

Vi a Macon mientras se detenía en la cola dentro, lanzando un paquete de Red Hots de


mano a mano. Dos meses antes, cuando Michael murió, yo no lo conocía.

“No va a ser fácil, para nada,” dije. Traté de imaginarnos con un bebé, Pero no pude, solo
veía un borrón, una vaga sombra en los brazos de Scarlett. Imposible.

“Lo sé,” suspiró, sonando como mi madre. “Sé que todos pensarán que estoy loca o
incluso estúpida. Pero no me importa. Esto es lo que quiero hacer. Y sé que es lo correcto.
No espero que alguien realmente entienda.”

Miré a mi mejor amiga, a Scarlett, la chica que siempre me había guiado, algunas veces
empujado, a las mejores partes de mi vida. “Excepto por mí,” dije. “Yo entiendo.”

“Excepto por ti,” repitió ella, suavemente, sonriendo al mirarme. Y desde ese momento,
nunca cuestioné su elección de nuevo.

************************************

Pasamos todo el día conduciendo por los alrededores, comiendo pizza en uno de los
escondites de Macon, buscando a un chico que él conocía por una razón que nunca dejó
muy clara, y solo escuchando la radio, matando tiempo. Scarlett llamó a Marion y le dijo
que tomaría un taxi a casa. Todo, por ahora, estaba cubierto.

Macon nos dejó a pocas calles de nuestras casas, así podía pretender que había tomado el
autobús, luego se alejó, sonando la bocina mientras se perdía de vista. Scarlett se
tranquilizó y fue a esperar a Marion, y yo entré por la puerta y encontré un extraño, e
inusual silencio, así como a mi padre, quien salió fuera de vista en el segundo que me vio.
Pero no lo suficientemente rápido: Malteadas. Gran momento.

“Estoy en casa,” grité. La casa olía como lasaña, y de repente me di cuenta que estaba
hambrienta. Lo cual me distrajo hasta que mi madre salió de la cocina, sosteniendo un
trapo de cocina. Su cara había tomado esa punzante mirada angular, un claro indicativo de
que estaba en problemas.

“Hola,” dijo suavemente, doblando la toalla. “¿Que tal la escuela hoy?”

“Bien,” dije, mientras mi padre pasaba rápidamente de nuevo, hacia la cocina, “Estuvo….”

“Yo lo pensaría muy bien antes de responder si fuera tu,” me interrumpió, su voz aún
seguía calmada. “Porque si me mientes, tu castigo será peor.”

Atrapada. No había nada que pudiera hacer.

“Te vi, Halley, hoy a las 10:45, que creo que es cuando se supone que debes estar en clase
de gimnasia. Estabas en un carro, saliendo del centro comercial en la Primera Calle.
“Mamá, dije. Puedo….”

“No.” Levantó su mano, deteniéndome. “Me vas a dejar terminar. Llamé a la escuela y me
dijeron, para mi sorpresa, que yo había hablado con alguien para que te enviara a casa
debido a una emergencia familiar.”

Tragué grueso.

“No puedo creer que me mientas así.” Miré al piso, era mi única opción. “Sin mencionar,”
continuó, “escaparte de clases y andar alrededor de la ciudad con un chico que no
conozco, y Scarlett, que de todas las personas debería conocer mejor. Llamé a Marion al
trabajo y ella estaba igualmente furiosa.”

“¿Le dijiste a Marion que Scarlett estaba con nosotros?” dije. Entonces ella lo sabía; Ella lo
sabía antes de que Scarlett siquiera tuviera la oportunidad de explicarlo.

“Si, lo hice,” dijo bruscamente. “Estamos de acuerdo en que si esto se trata de una nueva
tendencia para ustedes dos, tiene que ser cortada de raíz, ahora mismo. No quería hacer
esto, Halley. Me has estado presionando con Ginny y lo del campamento de verano, pero
hoy fue el colmo. No voy a dejar que me desafíes abiertamente cuando te conviene. Ahora
sube las escaleras y quédate allí hasta que te diga que bajes.”

“Pero…”

“Ve. Ahora.” Ella estaba temblando, estaba muy enojada. Había estado ese extraño
malestar todo el verano, el murmullo de la irritación - Pero esto era un verdadero
problema. Y ella no sabía la mitad todavía.

Subí a mi habitación directamente a la ventana, agarrando mi teléfono. Marqué el número


de Scarlett y justo cuando empezó a repicar vi el carro de Marion bajando la calle. Scarlett
respondió justo cuando ella cruzó hacia la entrada.

“Cuidado,” Dije rápidamente, susurrando, “nos atraparon. Y Marion sabe que no lo


hiciste.”

“¿Qué?” dijo ella. “No, no lo sabe. Ella piensa que tomé un taxi a casa.”

“No,” dije, y podía oír a mi madre subiendo las escaleras, por el pasillo, “mi madre la
llamó. Ella sabe.”

“¿Ella qué?” dijo Scarlett, y yo podía ver la puerta del garaje abriéndose.

“¡Halley, cuelga ese teléfono!” dijo mi madre desde fuera de mi puerta, haciendo sonar el
mango porque gracias a Dios estaba cerrada. “¡Quiero decir ahora!”

“Me tengo que ir,” dije, colgando rápidamente, y desde mi ventana podía ver a Scarlett en
la cocina, sosteniendo su teléfono y su mirada en mí cuando Marion estalló, su dedo la
apuntaba. Mi madre estaba al otro lado de mi puerta, su voz tenía un tono de negocios,
pero yo solo veía a Scarlett, tratando de explicarse a sí misma en la luz brillante de la
cocina antes de que Marion llegara y saliera de las sombras, haciéndola caer torcida, de
lado, y bloqueándome.
Capítulo 6
Traducido por Isabella

T uve que sentarme y esperar mi castigo. Podía oír a mis padres en la planta baja
hablando, la voz de mi padre en voz baja y calmada, la de mi madre de vez en
cuando rebotaba contra las paredes como picando y luego caía en picado. Después
de una hora, subió las escaleras, se paró frente a mí con las manos en las caderas y dejó
caer la ley.

"Tu padre y yo hemos discutido," empezó. "Y hemos decidido que estás castigada un mes
sin salir. Además de tener prohibido el teléfono de forma indefinida. Esto no cuenta para
tu cumpleaños mañana, la fiesta continuara como estaba prevista. Pero por todo lo
demás, solo puedes ir al colegio y al trabajo, a ningún otro sitio."

Estaba viendo su cara, como se transformaba cuando estaba enfadada. El corte de pelo
corto que siempre enmarcaba su rostro la hacía parecer más grave, con todos los ángulos
de sus pómulos marcados. Parecía una persona diferente.

"Halley."

"¿Qué?"

"¿Quién era el chico que estaba hoy contigo? El que conducía"

Macon me vino a la cabeza con una sonrisa. "¿Por qué?"

"¿Quién es él? ¿Era el chico que corto el césped el otro día?"

"No," dije. Mi padre había olvidado el nombre de Macon o había elegido, prudentemente,
mantenerse fuera de esto. "Quiero decir, no es él, es mi -"

"Te sacó del colegio y tengo que saber quién es. Te podría haber pasado cualquier cosa y
estoy segura de que a sus padres les gustaría saber lo ocurrido."

El pensamiento ya era mortificante. "¡Oh, no mamá! Quiero decir, no es nadie. Apenas lo


conozco."

"Es obvio que lo conoces lo suficiente bien para salir del colegio con él. Ahora, ¿cuál es su
nombre?"

"Mama," dije. "Por favor, no me hagas hacer esto."

"¿Es de Lakeview? Tengo que conocerlo, Halley."

"No." dije, y pensé, No conoces a todos los que conozco. No todo el mundo es de
Lakeview. "No lo conoces."

Dio un paso más cerca, con sus ojos fijos en mí. "Estoy perdiendo la paciencia, Halley,
¿cómo se llama el muchacho?"

Y la odié en ese momento, la odié por asumir que conocía todo lo que yo hacía, que era
incapaz de vivir sin ella. Así que le devolví la mirada, igual de dura. Ninguna de las dos dijo
nada.

Entonces, sonó el teléfono, de repente me sacudí donde estaba. Empecé a levantarme,


pero recordé la restricción de teléfono y me senté. Sabía que era Macon. El teléfono sonó
una vez, otra vez mientras ella estaba allí, mirándome, hasta que mi padre contestó.

"¡Julie!" gritó desde abajo, "Es Marion."

"¿Marion?" dijo mi madre. Cogió el teléfono que estaba al lado de mi cama, "¿Hola? Hola
Marion... Si, Halley y yo estábamos hablando de lo sucedido... ¿Qué? ¿Ahora? Vale, vale...
cálmate. Todo estará bien, Seguro. Bien. Te veo en un minuto."

Ella colgó el teléfono. "Tengo que cruzar la calle por unos minutos. Pero esta conversación
no ha terminado, ¿entiendes?"

"Bien," le dije, pero yo sabía que las cosas habrían cambiado en el momento en que ella
volviera.

Marion la encontró al final de la entrada, entre la maleza espinosa, donde estuvieron


hablando unos cinco minutos. En realidad Marion habló, de pie, nerviosa, con un mini
vestido y tacones de cuña, fumando, mientras mi madre solo escuchaba asintiendo con la
cabeza. Desde el otro lado de la calle, pude ver a Scarlett en su propia ventana,
observando. Presioné mi mano contra la ventana, nuestra señal especial, pero ella no me
vio.

Entonces mi madre entró con Marion, cerró la puerta y permaneció allí durante una hora
y media. Esperaba ver una onda de choque sacudiendo la casa cuando le dijeran a mi
madre la noticia, pero estuvo tranquilo, como lo estaba el barrio una noche de viernes.

A las siete llegaron los Vaughns, y a las ocho pude oler las palomitas de maíz en la planta
baja.

El teléfono sonó una vez más, a las ocho, traté de cogerlo, pero mi padre respondió
primero y Macon colgó de golpe. Unos pocos minutos después escuche el zumbido de la
licuadora.

A las ocho y cuarto Marion acompañó a mi madre a la puerta, y se quedó en la escalera


con los brazos cruzados sobre el pecho. Me madre la abrazó y a continuación cruzo la calle
de regreso a casa, donde mi padre y los Vaughns ya estaban viendo una película con una
gran cantidad de armas de fuego en ella. A los pocos minutos subió las escaleras y llamó a
la puerta.

Cuando la abrí, ella estaba allí, con un bol de palomitas de maíz y por supuesto un batido.
El chocolate era tan espeso que casi era negro, con una capa de espuma en el borde. Su
rostro estaba más suave ahora, de vuelta a su estado normal.

"Ofrenda de paz." dijo, entregándomelo, y di un paso atrás y la deje entrar.

"Gracias," tomé un sorbo de la pajita pero nada se movió.

"Entonces," dijo, sentándose en el borde de mi cama, "¿Por qué no me dijiste lo de


Scarlett?"

"No podía," dije. "Ella no quería que nadie lo supiera."

"Pensaste que me enojaría." dijo ella lentamente.

"No," dije. "Creí que enloquecerías."

Ella sonrió, cogiendo un puñado de palomitas. "Bien, para ser sincera, así fue."

"Ella va a tenerlo, ¿verdad?" Pregunté.

Ella suspiró pasándose la mano por el cuello. "Eso es lo que dice. Marion todavía espera
que cambie de opinión y lo dé en adopción. Tener un bebé es algo muy duro, Halley.
Cambiará su vida para siempre."

"Lo sé."

"Me refiero, por supuesto es genial tener a alguien que es todo tuyo, un amor
incondicional, pero ser madre conlleva responsabilidades: financieras, emocionales,
físicas. Afectará a su educación, su futuro, todo. No es una decisión inteligente tomar todo
eso ahora. Y estoy segura de que esto es un intento de aferrarse a una parte de Michael,
una extensión de su proceso de duelo, pero un bebé va mucho más allá."
Ella estaba en su rol ahora, con su voz cada vez más alta y suave.

"Mamá." puntualicé, "No soy Scarlett."

Tomó un respiro, preparándose a sí misma para otro punto, pero paró y suspiró. "Sé que
no lo eres cariño. Es simplemente frustrante, porque puedo ver el error que está
cometiendo."

"Ella no cree que sea un error."

"Ahora no. Pero lo hará. Cuando esté atada a un bebé y tu y todos sus amigos vayan a la
universidad, vayan fuera y vivan otras vidas."

"Yo no quiero ir fuera," dije en voz baja, cogiendo un puñado de palomitas de maíz.

"Mi punto es," dijo poniendo un brazo alrededor de mi hombro, "que tú tienes toda una
vida por delante al igual que Scarlett. Eres demasiado joven para asumir la
responsabilidad de otra persona."

De abajo se oía una lluvia de disparos de la película, después a mi padre riendo. Otro
viernes por la noche en casa con los Vaughns. Mi vida antes de Macon.

"Así que, sobre lo que pasó hoy," dijo, pero había perdido el fuego, la ira que había tenido
antes, lista para descuartizarme. "No podemos permitir que esto continúe, cariño. Tu
castigo sigue en pie, incluso si pensabas que estabas ayudando a Scarlett."

"Lo sé," dije. Pero estaba claro, que por el hecho de no estar embarazada, me había
escapado a lo peor de su ira. Scarlett me había salvado, otra vez.

Se levantó, se sacudió los pantalones. Pude verla en la cocina de Scarlett, un lugar que yo
consideraba mío, negociando con Marion y Scarlett una especie de tregua. Mi madre era
buena con todos los tipos de paz excepto conmigo.

"¿Por qué no vienes abajo y vemos la película?" dijo ella. "Los Vaughns no te han visto
desde hace tiempo. Clara piensa que eres fabulosa."

"Clara tiene cinco años mamá." dije. Traté de dar otro sorbo y entonces lo dejé en mi
mesilla de noche.

"Lo sé." estaba de pie en la puerta, apoyada contra el marco. "Bueno, ya sabes. Si cambias
de opinión."

"Ok."
Ella empezó a salir, pero se detuvo en la puerta y dijo en voz baja. "Marion dice que el
chico que estaba contigo se llama Macon. Dice que es tu novio."

Marion y su bocaza. Me acosté en la cama, dándole la espalda y tirando mis rodillas al


pecho. "Solo es un chico, mamá."

"Nunca me lo habías mencionado," dijo ella como si tuviera que hacerlo, como si fuera
necesario.

"No es gran cosa," no podía mirarla y correr el riesgo. Su voz sonaba bastante triste. Tenía
los ojos fijos en la ventana, donde las luces de un avión se acercaban, rojo y verde
intermitente, y el ruido no muy fuerte todavía.

Otro suspiro. A veces me preguntaba si necesitaba dejar de respirar para hablar. "Está
bien, entonces. Baja si te apetece."

Pero ella se quedo allí, tal vez pensando que me imaginaria que se había ido, mientras el
avión se acercaba más y más, las luces brillantes y el sonido cada vez más fuerte, y
finalmente empezó a temblar la casa, los cristales de la ventana por los estertores. Pude
ver su vientre amplio, donde irían los equipajes, como el vientre de una ballena blanca. Y
en el fragor de su paso, el temblor, y ruido, mi madre salió de allí y bajó las escaleras.
Cuando me volví, en un repentino silencio, ella se había ido.
Capítulo 7
Traducido por Isabella

E n el trabajo, en medio de un típico sábado terrible, Macon se acercó a mi puesto y


me sonrió.
"Oye," dijo. "¡Feliz cumpleaños!"
"Gracias," dije, tomándome todo el tiempo que pude para escanear su Pepsi y cuatro
barras de caramelo. Scarlett se estiró para meterse con él y él la saludó.
"Entonces," dijo él. "¿Cómo ha ido esta mañana? Has pasado, ¿o qué?"
Le miré. "Por supuesto que sí."
Se rio, echando la cabeza hacia atrás. "Halley con carnet de conducir, cuidado. Yo me
quedaré fuera de las carreteras por un tiempo."
"Que gracioso," dije y sonrió.
"No contestaste el teléfono anoche," dijo, inclinándose sobre la caja registradora y
bajando la voz. "Te llamé, sabes."
"Eso," dije, golpeando el botón del total, "es porque estoy castigada".
"¿Por qué motivo?"
"¿Tú qué crees?"
Pensé. "Oh. ¿Faltar a la escuela? ¿O ayudar a Scarlett?”
"Ambos." Extendí mi mano. "Van a ser dos con cincuenta y nueve."
Me dio uno de cinco sacándolo del bolsillo de atrás todo lleno de arrugas.
"¿Cuán malo ha sido?"
"Estoy castigada sin salir."
"¿Por cuánto tiempo?"
"Un mes."
Él suspiró, sacudiendo la cabeza. "Eso es muy malo."
"¿Para quién?"
La mujer de detrás estaba murmurando entre dientes, irritada.
Mientras le entregaba el cambio me agarró los dedos, manteniéndolos, luego se inclinó
sobre la caja registradora y me dio un beso rápido, antes de que tuviera oportunidad para
reaccionar. "Para mí," dijo y con la otra mano deslizó una barra de chocolate en el bolsillo
delantero de mi delantal de Milton.
"¿De veras?" le dije , pero él cogió la bolsa y se marchó, volviéndose para sonreírme.
Todos en la fila lo estaban viendo, y de mal humor e impacientes, pero no me importaba.
"De veras," dijo, dando algunos pasos aun cerca de mí, sonriendo. Luego se dio la vuelta y
salió de Milton, dejándome sin habla en mi caja.
"Hombre," dijo Scarlett mientras mi próxima cliente se acercaba, lanzado una caja de
Capris en la correa. "Hay algo mal con ese chico."
"Lo sé" dije, todavía sintiendo su beso en mis labios, salvándome de todos los sábados en
adelante."Le gusto."
****************************************

Esa noche teníamos mi fiesta en Alfredo's: Mis padres y yo, Scarlett, y por supuesto los
Vaughns. Scarlett se sentó junto a mí, mientras me contaba que mi madre había salvado a
su bebé. Dijo que cuando Marion entró violentamente y le dijo que ya había cogido cita
para el día siguiente y preveía sentarse a esperar y bloquear la puerta si era necesario.
Tuvieron una gran discusión y ella dijo que empacaría sus cosas, lista para irse a cualquier
lado, cuando mi madre apareció en la puerta delantera en su suéter rojo como el Sr.
Roger, lista para afrontar todo. Mi madre cogió la mano de Scarlett y calmó a Marion, y
ayudó a entender el cambio de Scarlett. Al final se decidió: Scarlett seguiría adelante con
el embarazo, pero se plantearía el deseo de Marion de darlo en adopción. Esa era la
tregua.
"Te estoy diciendo," me dijo otra vez mientras me comía la pasta. "Tu madre hace
milagros."
"Ella me ha castigado un mes entero sin salir," le dije, manteniendo la voz baja. "Ni
siquiera puedo salir después."
"Esta es una fiesta muy bonita." dijo. "Noah parece especialmente feliz por ti."
"Cállate." Ya estaba harta de mi cumpleaños.
"Me gustaría proponer un brindis." Mi madre se levantó de su asiento, sosteniendo su
copa de vino, con la sonrisa de mi padre que estaba sentado a su lado."Por mi hija Halley,
en su decimosexto cumpleaños."
"Por Halley," hizo eco todo el mundo. Noah todavía no me miraba a los ojos.
"Quizás este año sea el mejor," mi madre continuó, a pesar de que todo el mundo ya
había bebido, ella aún estaba de pie, "y te amamos."
Entonces, todos chocaron sus copas de nuevo y volvieron a beber, y mi madre se quedo
allí, con las mejillas enrojecidas, sonriéndome como si ayer nunca hubiera ocurrido.
Cuando llegamos a casa abrimos los regalos. Me dieron algo de ropa, y dinero de parte de
mis padres, un libro de parte de los Vaughns, y un brazalete de plata de Noah, que había
puesto la caja en mis manos cuando nadie estaba mirando y no me hizo caso durante el
resto de la noche. Scarlett me dio un par de aretes y un llavero para las llaves de mi coche
nuevo y cuando salía para irse a casa, me abrazó muy fuerte, de repente muy
emocionada, y me dijo lo mucho que me quería. Mientras la abrazaba intenté ver de
nuevo la imagen de ella con un bebé o incluso embarazada. Todavía era duro.
Me estaba preparando para ir a la cama sobre las once, cuando lo escuché. El suave ruido
de un coche que pasaba lentamente por la calle, luego se paraba, con el motor zumbando.
Fui a la ventana y miré, mis ojos se fijaron en la señal de Pare que daba a mi casa. Unos
segundos después, el coche se deslizó de nuevo a la vista, frente a mi ventana, y las luces
parpadearon. Dos veces.
Me puse los zapatos y me deslicé por las escaleras en pijama y con la chaqueta, pasando la
habitación de mi madre con la puerta medio abierta, pasando donde mi padre dormitaba
en el sofá frente al televisor. Abrí la puerta de atrás, consciente de ir lento por el crujido
que hizo mientras lo hacía. Salí a través del porche y alrededor de la casa por el patio
lateral, pasando los arbustos de enebro, la acera y crucé la calle.
"Hey," dijo Macon cuando me apoyé en la ventana. "Entra."
Di la vuelta y me metí en el asiento del copiloto, tirando de la puerta tras de mí. Hacía
calor en el interior, las luces del tablero emitían un resplandor verde brillante.
"¿Lista para tu regalo?" preguntó.
"Claro," me metí en mi asiento, "¿Qué es?"
"En primer lugar," dijo, poniendo el motor en marcha. "Tenemos que ir a un lugar."
"¿Un lugar?" miré con pánico a mi casa. Era muy malo escaparse, pero cuanto más lejos
mayor oportunidad de ser atrapada. Podía ver como mi padre asomaba la cabeza en mi
cuarto para darme las buenas noches y yo no estaba, viendo que me había ido.
"Probablemente no debería."
Me miró."¿Por qué no?"
"Quiero decir, ya estoy en problemas," dije, y sonaba como una cobarde, incluso para mí
misma." Y si me agarran—"
"Oh , vamos." dijo , subiendo por Lakeview ya. "Vive un poco. Es tu cumpleaños, ¿no?"
Miré a mi casa a oscuras. Tenía sólo una hora para que dejara de serlo, y tenía el derecho
a celebrarlo, al menos, un poco en la forma en que yo quisiera.
"Vamos," le dije, y me sonrió, pisando el acelerador mientras pasábamos la esquina, con
los neumáticos chillando un poco, nos alejamos.

*********************************************

Me llevó de camino a Topper Lake, unos buenos veinte minutos desde mi casa. Nos
detuvimos a mitad de camino, y conduje yo, viendo como se retorcía, igual que mi padre,
cuando el velocímetro subía y subía.
"¿Nervioso?" le pregunté a medida que avanzábamos cruzando el puente, el agua negra e
inmensa a nuestro alrededor.
"De ninguna manera," dijo. Pero lo estaba, y me reí de él. Apenas iba al límite de
velocidad.
Pasamos todas las rampas para los botes y los muelles, todas las partes para turistas y por
último, bajo un camino de tierra a través del bosque con baches y sin signos de terreno en
la oscuridad. En la distancia podía ver las torres de radio de la emisora de mi padre, rojo y
verde intermitentes en el cielo.
Salimos del coche y le seguí a través de la oscuridad, con su mano sosteniendo la mía. Oía
el agua, pero no podía ver exactamente donde estaba.
"Mira por donde pisas aquí," dijo él, al subir una colina empinada, subiendo y subiendo,
conmigo apenas capaz de no caer. Tenía frío con el pijama y la chaqueta, desorientada y
sin aliento en el momento en que mis pies estuvieron estables. Todavía no tenía ni idea de
donde estaba.
"Macon, ¿a dónde vamos?" dije.
"Casi estamos," gritó por encima de su hombro."Camina justo detrás de mí, ¿okey?"
"Okey." mantuve la mirada delante, en su cabello rubio, la única cosa que podía ver en la
oscuridad.
Luego de repente, se paró en seco y dijo, "aquí es."
No estaba segura a que se refería con aquí y aún no podía ver nada. Él se sentó, con las
piernas colgando en el borde de delante, y yo hice lo mismo. Todavía podía oír el agua,
más fuerte ahora.
"Entonces, ¿qué es esto?" dije, temblando debajo de mi chaqueta.
"Solo un lugar que conozco," dijo él. “Sherwood y yo lo encontramos, hace un par de años.
Solíamos venir aquí todo el tiempo."
Fue una de las únicas veces que había mencionado a Michael, desde que lo conocía.
Michael había estado bastante en mi cabeza con lo del bebé. Scarlett me dijo que tenía
que armarse de valor para escribir a su madre, aunque se hubiera mudado a Florida, tenía
derecho a saber acerca de su nieto. "Apuesto a que lo echas de menos," dije.
"Sí," se recostó contra el grueso hormigón detrás nuestro. "Era un buen tipo."
"Si hubiera perdido a Scarlett," le dije, sin saber si iba demasiado lejos o si decía algo
equivocado. "No sé lo que haría. No creo que pueda vivir sin ella."
"Sí," dijo, en la oscuridad. Volvió la cabeza, sin mirarme. "Crees eso en un primer
momento."
Así que nos sentamos allí, en la oscuridad intensa, el sonido del agua corriendo, y pensé
en Michael Sherwood. Me pregunté cómo sería de diferente este año si no hubiera
tomado ese camino por la noche, si siguiera aún con nosotros. Si Scarlett conservaría al
bebé, si nunca hubiera conocido a Macon o llegado hasta aquí.
"Okey," dijo de repente, mirando su reloj brillante. "Prepárate."
"¿Para qué?"
"Ya verás." deslizó su brazo alrededor de mi cintura, tirando de mi más cerca y sentí sus
labios calientes en mi cuello. Justo cuando volvía mi cabeza para besarlo, hubo un ruido
silbante a mí alrededor y el mundo de repente se iluminó a nuestro alrededor. Era cegador
al principio, y aterrador, como el flash de una cámara yendo directo hacia mi cara. Me di
la vuelta hacia Macon y vi que estaba sentada en una delgada franja de cemento de color
blanco, rodeada de signos de PELIGRO; NO ENTRAR, mis pies colgando en el aire. Macon
me agarró de la cintura, mientras me inclinaba hacia delante, todavía aturdida y
parpadeando, para mirar por encima del borde y finalmente ver, que el agua que había
estado escuchando brotaba una milla más adelante. Era como abrir los ojos y encontrarte
de pronto en medio del aire, cayendo. La presa estaba gimiendo, abriéndose, mientras me
agarraba a los brazos de Macon, de repente aterrorizada por todas las luces y ruidos, y el
mundo muy por debajo de nosotros.
"Macon," dije, tratando de retroceder hacia la ruta de acceso. "Me—"
Pero entonces me jaló de nuevo, besándome fuerte, con las manos suavizando mi cabello,
y yo cerré los ojos a la luz, el ruido, el agua que corría, y lo sentí por primera vez. Esa
alegría, la sensación de estar al borde y celebrarlo, el mundo giró sin control a mí
alrededor. Y le devolví el beso, dejando de ser la chica de principio de verano y del Gran
Cañón. En ese momento, suspendida y cayendo libre, pude sentir que me abandonaba.
Capítulo 8
Traducido por Isabella

"Está bien, veamos... antojos."

"Si."

"Aversiones alimentarias."

"Uf. Si."

"Dolores de cabeza."

"Si."

"Mal humor," le dije. "Oh, yo responderé esa. Si."

"Cállate." dijo Scarlett, agarrándome el libro de las manos y echándose atrás en su


asiento. Estábamos en su coche, antes de sonar la campana. Desde que había obtenido mi
licencia, me dejaba conducir cada día. Estaba comiendo galletas saladas y zumo, lo único
que podía mantener, mientras yo intentaba comerme mis patatas fritas en silencio y
discretamente.

"Espera," dije, lanzando otra en mi boca. "El libro dice que las nauseas matutinas deben
terminar a principios del cuarto mes."

"Oh, bueno, no es eso especial," replicó ella. Había sido un infierno los últimos días. "Te lo
juro, esas patatas huelen tan mal que van a hacer que vomite."

"Lo siento," dije, bajando la ventana y haciendo mi gran espectáculo del hecho de
sostenerlas afuera del auto, mi cabeza pegada a un lado para comer libre y fuera de los
confines del coche. "Ya sabes que el médico dijo que es normal que te sientas enferma
bastante tiempo."

"Ya sé que lo dijo." Metió otra galleta salada en la boca, sorbiendo un poco de zumo para
bajar la comida. "Esto es una locura. Yo nunca había tenido ni siquiera ardor de estómago
antes y ahora lo hago, todo el tiempo, mi ropa se ve horrible en mi, por alguna extraña
razón estoy sudando constantemente, e incluso cuando me estoy muriendo de hambre,
todo lo que miro me hace sentir enferma. Es ridículo."

"Te sentirás mejor a partir del quinto mes, " le dije, cogiendo el libro que se llamaba,
'Estás embarazada - ¿Y ahora qué?' Era como nuestra biblia, lo consultábamos
constantemente.

"Me gustaría," dijo ella en voz baja, dándose la vuelta hacia mí, con una cara que no había
visto hasta el segundo mes. "que te callaras durante el mes cuatro."

Me callé.

Macon me estaba esperando fuera de clase, apoyado en el extintor de incendios. Desde


mi cumpleaños, las cosas habían cambiado entre nosotros, casi imperceptiblemente, todo
era un poco más serio. Ahora solo al verlo, tenía la sensación de mirar hacia abajo y
encontrarme a mi misma en el aire, colgando perdida por encima del mundo.

"Oye," dijo mientras me acercaba, "¿Dónde estabas?"

"Discutiendo con Scarlett," dije. "Últimamente está muy irritable."

"Oh, vamos. Déjala. Está embarazada." Le conté la noche de mi cumpleaños. Él era el


único además de mis padres, Marion y nosotras que lo sabía.

"Lo sé. Pero es muy duro, eso es todo." Me paré un poco más cerca de él, bajando la voz.
"Y guarda silencio sobre esto. ¿De acuerdo? Ella no quiere que nadie sepa todavía."

"Yo no le conté a nadie," dijo. Detrás de mi la gente se agolpaba en mi aula, golpeando


mochilas y codos contra mí. "Uf, ¿que clase de idiota crees que soy de todas formas?"

"Uno grande," dije. Él no se reía. "Ella solo quiere esperar hasta tenga que decirlo. Eso es
todo."

"No hay problema." dijo.

"¡Faulkner!" grito alguien detrás nuestro. "Ven aquí, tengo que hablar contigo."

"En un segundo," gritó Macon.

"Dijiste que irías al salón esta tarde," le recordé. "¿Recuerdas?"

"Correcto. Me tengo que ir." Me dio un beso en la frente, rápido y empezó a alejarse
antes de que pudiera detenerlo. "Nos vemos en el tercer periodo."
"Espera," dije, pero él había desaparecido entre las voces del pasillo. Yo solo vi la parte
superior de la cabeza y el destello rojo de su camiseta antes de que se fuera. Más tarde,
cuando estaba buscando un lápiz en el bolsillo de mi mochila, encontré un puñado de
Kisses Hershey. Me preguntaba de nuevo como lo hizo sin darme cuenta.

Más tarde, durante la mañana, estaba en Diseño Comercial, la única clase que tenía con
Scarlett, en busca de un poco de papel morado en la sala de suministros. Oí alguien detrás
de mí y me volví para ver a Elizabeth Gunderson arrastrando los pies con una pila de papel
de color naranja. Había estado rara desde la muerte de Michael, dejó el equipo de
animadoras, fumaba y salía con un cantante de la universidad con un pearcing en la
lengua y perilla. Todas sus amigas le estaban siguiendo el rollo, despojándose de las
prendas de la J.Crew, por vaqueros rotos y vestidos de negro, tratando de parecer hoscos
y mórbidos en sus BMW y Mercedes.

"Entonces, Halley," dijo, acercándose a mí, con un fajo naranja debajo del brazo. "He oído
que estas saliendo con Macon Faulkner."

Eché un vistazo al aula, a Scarlett que estaba inclinada sobre la mesa, cortando y pegando
letras para nuestro proyecto del alfabeto.

"Si," dije, concentrándome en el papel morado de la mano. "Supongo que lo estoy."

"Es un buen tipo." Se acercó a mí con un poco de papel de color rojo brillante.

"Pero entre nosotras, como tu amiga, creo que debo advertirte de algo."

La miré. Incluso con sus vaqueros rotos y con ese estilo, Elizabeth Gunderson, seguía
siendo la ex jefa de animadoras, la reina de las fiestas, la niña con la piel perfecta, salida
directo de la revista Seventeen. No era como yo, para nada. Ella ni siquiera me conocía.

"Quiero decir," continuó, dando un paso atrás y metiendo el papel bajo el brazo, "él puede
ser realmente dulce, pero ha tratado a un montón de chicas bastante mal. Al igual que a
mi amiga Raquel, él realmente la usó y luego no habló más con ella. Cosas como esas."

"Sí, bueno," dije, tratando de pasar a su lado, pero ella no se movió, allí de pie con los ojos
fijos en mí.

"Yo le conocí muy bien cuando estaba con Michael." Ella dijo su nombre lentamente, para
sonar segura. "Yo no sabía si sabías como era. Con las chicas y eso."

Yo no sabía que decirle, como defenderme, así que pasé junto a ella, golpeándome el
hombro en un estante solo para pasar.

"Pensé que deberías saberlo antes de involucrarte demasiado," me dijo ella detrás de mí,
"quiero decir, a mi me gustaría saberlo."

Entré en la clase. Cuando miré hacia atrás todavía me miraba, junto a Ginny Tabor, que
prácticamente tenía un radar para este tipo de confrontaciones. Tiré el papel al lado de
Scarlett y saqué mi silla.

"No te imaginas lo que me ha sucedido," le dije. "Yo estaba en la sala de suministros, y- "

No llegué más lejos, porque de pronto echó la silla hacia atrás, se puso una mano en la
boca y corrió hacia el cuarto de baño.

"Scarlett?" La Sra. Pate, nuestra profesora, era fácilmente excitable; las explosiones le
ponían nerviosa. Ella estaba supervisando la cortadora de papel, asegurándose de que
nadie perdiera los dedos. "Halley, ¿está ella bien?"

"Tiene gripe, " dije. "Voy a ir a verla."

"Bien," dijo la Sra. Pate, redirigiendo su atención a Michelle Long, que estaba a punto de
cortarse al menos la mitad de la mano con su comportamiento de cortadora, "Michelle,
espera. Mira lo que estás a punto de hacer. ¿Lo ves? ¿Lo ves?"

Encontré a Scarlett en el último cubículo al lado de la pared, de rodillas en el suelo. Cogí


algunas toallas húmedas del fregadero y se las entregué, a continuación le dije. "Va a
mejorar."

Ella sollozó, secándose los ojos con el dorso de la manga. Sentía tanta lástima por ella.
"¿Estamos solas?".

Caminé por delante del resto de cubículos, mirando por debajo a ver si había pies, y no vi
nada. Estábamos solo nosotras, los profundos bloques de hormigón azul del cuarto de
baño de las niñas y un grifo goteando.

Se inclinó sobre sus talones, secándose la cara con el papel mojado. "Esto" dijo con voz
ahogada, lloriqueando, “es lo peor."

"Lo sé," le dije, diciéndome a mi misma que no debía hablar del cuarto mes, o de la alegría
del nacimiento, o la vida pequeña dentro de ella, todas las cosas que ya me habían fallado
en el pasado. "Lo sé."

Se limpió la boca con el dorso de la mano, cerrando los ojos. "Es como si, cada vez que
miro las mujeres embarazadas, siempre parecen felices. ¿No es cierto? En la televisión,
con sus vestidos grandes, vestiditos para bebés. Nadie te dice que lo pasas mal, que te
enfermas, y te cabreas. Y tan solo estoy de tres meses Halley. Esto solo va a empeorar."
"El médico dijo -" empecé, pero me cortó, agitando la mano.

"No se trata de eso," dijo en voz baja, llorando de nuevo. "Sería diferente si Michael
estuviera aquí o estuviera casada con un marido. Marion ni siquiera quiere que tenga este
bebé, Halley. No es como si tuviera mucho apoyo. Eso es todo ¿sabes? Voy por mi cuenta.
Y da miedo."

"No vas por tu propia cuenta," le dije con fuerza. "Estoy aquí, ¿no? He estado sosteniendo
tu cabeza mientras te sientes estés enferma y trayéndote galletitas saladas y lo que te
apetece. Estoy haciendo todo lo que tu marido o nadie haría por ti."

"No es lo mismo." A la luz fluorescente su rostro se veía más pálido que nunca. "Le echo
mucho de menos. Este tropezón ha sido tan difícil."

"Lo sé, " le dije. "Tú has sido muy fuerte, Scarlett."

"Si él estuviera aquí, ni siquiera sé qué hubiera pasado entre nosotros. Solo estuvimos
juntos ese verano, ¿sabes? Tal vez él se hubiera vuelto el mayor idiota de todos. Nunca lo
sabré. Pero cuando me pongo así, y estoy triste, todo lo que puedo pensar es que él
hubiera hecho que todo estuviera bien. Que el sería el único que me entendería.
Siempre."

Me arrodillé junto a ella. "Podemos hacer esto," dije con firmeza. "Sé que podemos."

Ella sollozó. "¿Que pasa con las clases de parto? ¿Qué pasa cuando tenga que dar a luz y
duela y todo eso? ¿Y el dinero? Como voy a mantener a otra persona escaneando
comestibles en Milton?

"Ya hemos hablado de eso," dije, "Tienes que confiar en lo que tus abuelos te darán,
vamos a usar eso."

"Eso es para la universidad," se quejó. "Específicamente."

"Oh, bien." le dije. "Tienes razón. La universidad es mucho más importante ahora verdad.
Es tu bebé, Scarlett. Tienen que estar juntos porque te necesita."

"Mi bebé," repitió, con voz hueca en el azul intenso del sitio. "Mi bebé."

Entonces oí: el crujido de una puerta, no la puerta de la entrada, si no más cerca, justo
detrás mío. Me volví, temiendo lo que iba a ver. Un juego de pies que de alguna manera
no había visto, pertenecían a alguien que ahora había oído todo. Pero fue peor que eso.
Mucho peor.

"Oh dios mío," dijo Ginny Tabor mientras me volvía para encararla, allí con su suéter
blanco, y la boca en una perfecta O. "Oh dios mío."

Scarlett cerró los ojos, poniendo las manos sobre su cara. Oía las luces zumbando. Nadie
dijo nada.

"No se lo diré a nadie," dijo Ginny rápidamente, poniéndose junto a la puerta, con los ojos
moviéndose de forma extraña. "Lo prometo. No lo haré."

"Ginny -" empecé. "No es -"

"No voy a decirlo," dijo en voz más alta, acercándose más a la puerta y golpeándola
salvajemente. "Lo juro," dijo de nuevo, saliendo a medida que se cerraba entre nosotras,
un flash blanco fue todo lo que vi antes de que se hubiera ido.

*************************

Para el almuerzo estábamos obteniendo extrañas miradas mientras caminábamos hacia el


coche de Macon. Todos parecían estar mirando el estómago de Scarlett, como si durante
el segundo periodo de repente fuera visto, el bebé preparado para salir en cualquier
momento. Almorzamos en el Toyota, aparcado en el Zip Mart.

"Es extraño," dijo Scarlett, acabándose su perrito caliente por segunda vez, "pero desde
que sé que todo el mundo lo sabe, me muero de hambre."

"Disminuye la velocidad de los perros calientes," dije nerviosa. "No te confíes en exceso."

"Me siento bien," dijo y Macon se acercó y me apretó la pierna. A lo largo de RE. Había
agonizado acerca de cómo era mi culpa, Ginny Tabor evadiéndome, luego extendiendo el
secreto de Scarlett como reguero de pólvora a través del campus. "Y no estoy enfadada
contigo, así que deja de mirarme como si estuvieras esperando que montara en cólera en
cualquier momento."

"Lo siento," dije por lo menos por vigésima vez. "Realmente lo siento."

"¿El que?" dijo. "Esto no es por ti, es por Ginny y su enorme boca. Punto. Olvídalo. Por lo
menos ya paso."

"Dios," dije, y Macon cerró los ojos. Yo ya había planeado varias maneras de matar a
Ginny con mis propias manos. "Realmente lo siento."

"Cállate y pasa esas patatas de nuevo aquí," dijo Scarlett, tocando mi hombro.
"Mejor se las pasas," dijo Macon, agarrándolas de mi regazo, "antes de que empiece a
comerse la tapicería."

"Tengo hambre," dijo Scarlett, con la boca llena."Estoy comiendo por dos ahora."

"No debes comer muchos perritos calientes, entonces," dijo Macon dirigiéndose a ella. "Al
menos no todo el tiempo. Es necesario comer frutas y verduras, muchas proteínas y
yogur. Ah! y vitamina C es importante, también. Melón, naranjas, ese tipo de cosas.
Pimientos verdes. Cargado con C."

Solo lo miramos.

"¿Qué?" dijo él.

"¿Desde cuando eres el señor embarazo?" le pregunté.

"No lo sé," dijo él, avergonzado ahora."Quiero decir, no lo soy. Es solo el saber común."

"¿Melones, eh?" dijo Scarlett, terminándose la bolsa de papas fritas.

"Vitamina C," dijo Macon al arrancar el coche. "Es importante."

En el momento en que regresamos del almuerzo, todo el mundo definitivamente estaba


mirando, conversaciones que iban desapareciendo a medida que pasábamos. Macon
siguió caminando, apenas dándose cuenta, pero el rostro de Scarlett estaba mal. Me
pregunté si veríamos estos perritos calientes salir de nuevo.

"Oh por favor," dijo Macon cuando pasamos por delante de Ginny Tabor, de pie con
Elizabeth Gunderson ambas fijas en un pensamiento que yo conocía, Michael, "como si
nunca hubieran visto una mujer embarazada."

"Macon," dije. "No estás ayudando."

Scarlett siguió caminando, mirando hacia delante, como si solo la concentración pudiera
hacer que todo desapareciera. Me preguntaba que era más chocante al final, que Scarlett
estuviera embarazada o que el bebé fuera de Michael. Cuando las niñas se quedan
embarazadas en el colegio, por lo general lo abandonan unos meses y luego regresan con
fotos de bebés en sus carteras. Algunas dejan a sus bebés en las guarderías de la escuela
con orgullo, donde los niños pequeños corren para subirse a la valla y ver a sus madres
pasar de camino a clase. Pero para las niñas como nosotras, como Scarlett, estas cosas no
suceden. Y si sucedía, era atendida en secreto, con discreción y eran solo rumores, nada
probado.
Esto era diferente. Si habíamos empezado a olvidar a Michael Sherwood, cualquiera de
nosotros, pasaría un tiempo antes de que volviéramos a hacerlo.
Capítulo 9
Traducido por Mortalina y Nanndadu

E ntonces, en medio de todo, empezamos a perder a mi Abuela Halley.


En realidad había empezado meses antes, en la última primavera. Ella se volvió
olvidadiza; me llamaba Julie, confundiéndome con mi madre, olvidando incluso su
propio nombre. Siguió quedándose fuera de su casa, perdiendo su llave. Mi madre incluso
la convenció de usar una en una cuerda alrededor de su cuello, pero nada funcionó. Las
llaves solo se escabullían en grietas y rejas, aceras y en las esquinas de las calles, en el
fino aire.
Se puso peor. Caminó fuera de la tienda Hallmark con una tarjeta de felicitaciones que
olvidó pagar, activando todas las alarmas, lo cual la asustó. Ella comenzó a llamar en
medio de la noche, toda ansiosa y molesta, seguro, habíamos dicho que iríamos a visitarla
al día siguiente, o el anterior, cuando ningún plan en realidad se había hecho. En esas
llamadas su voz era desequilibrada y alta, asustándome mientras le pasaba el teléfono a
mi madre, quien paseaba por el piso de la cocina, asegurándole a su propia madre que
todo estaba bien, que todos estábamos bien; que no había nada por qué temer. Para
finales de Octubre, no estábamos tan seguros.
Yo siempre fui cercana a mi Abuela Halley. Yo era su tocaya y eso la hacía especial, y había
pasado con ella varios veranos cuando era pequeña y mis padres se iban de viaje. Vivía
sola en una pequeña casa victoriana en las afueras de Buffalo con una vidriera y un gran
gato gordo llamado Jasper. A mitad de camino de su escalera zigzagueante había una
ventana, y desde el alféizar de la parte superior ella colgó una campana de un alambre.
Siempre la tocaba con mis dedos mientras pasaba, el repique rebotaba en el vidrio y las
paredes alrededor de mí. Era la campana lo que siempre me venía a la mente antes que su
rostro, o su voz, cuando escuchaba su nombre.
Mi madre tenía los brillantes ojos de la Abuela Halley, su mentón pequeño, y a veces, si
sabías cuándo escuchar, su risa cantarina. Pero mi abuela Halley era algo salvaje, un poco
excéntrica, más en los diez años desde que mi abuelo había muerto. Ella ajardinaba con
un overol de hombre y un blando sombrero de sol, y compuso sus espantapájaros para
hacerlo parecer a los vecinos que no le agradaban, especialmente al Sr. Farrow que vivía a
dos casas y tenía dientes de conejo y cabello rojo-zanahoria, que se ajustaba bien a un
espantapájaros. Comía solo alimentos orgánicos, adoptó a veinte niños a través de Salven
a los Niños, y me enseñó el paso de caja cuando yo estaba en quinto grado, las dos
bailando alrededor de la sala mientras que su tocadiscos crujía y cantaba.
Ella nació en mayo de 1910, mientras el cometa Halley iluminaba el cielo de su pequeña
ciudad en Virginia. Su padre, viendolo con una multitud en el jardín del hospital, lo
consideró una señal y la nombraron Halley. Era el cometa que siempre la hacía parecer
mucho más mística, diferente. Mágica. Y cuando fui nombrada después de ella, me había
vuelto un poco mágica también, o al menos eso esperaba.
El invierno en el que tenía seis, hicimos un viaje especial por el paso del cometa. Recuerdo
sentarme afuera en su regazo, envuelta en una manta. Había tanto bombo, tanta
excitación, pero no pude ver mucho, sólo un poco de luz a medida que nos esforzábamos
para distinguirlo en el cielo. La abuela Halley estaba tranquila, sosteniéndome fuerte
contra ella, ella parecía verlo perfectamente, agarrando mi mano y susurrando, ‘Mira eso,
Halley. Allí esta’. Mi madre seguía diciendo que nadie podía verlo, estaba demasiado
brumoso, pero la abuela Halley siempre le decía que estaba equivocada. Esa era la magia
de la abuela Halley. Ella podía crear cualquier cosa, incluso un cometa, y hacerlo bailar
ante tus ojos
Ahora mi madre estaba de repente distraída, haciendo llamadas a Buffalo y teniendo
largas conversaciones con mi padre después de que me iba a la cama. Me entretuve con la
escuela, el trabajo, y Macon; con mi castigo superado, yo me escapaba para verlo por un
par de horas cada vez que podía. Iba con Scarlett al doctor, le leía la Biblia del embarazo,
recordándole tomar más vitamina C, comer más naranjas y pimientos verdes. Nos
estábamos ajustando al embarazo; no teníamos opción. Y después de nuestro escándalo
por un par de semanas, el novio de lengua-perforada de Elizabeth Gunderson la engañó
con su mejor amiga Maggie, y Scarlett y el bebé fueron noticia vieja.
Pero cada vez que la Abuela Halley volvía a llamar, asustada, yo veía la cara de mi madre,
frunciendo el ceño con la ahora familiar preocupación. Y cada vez, yo solo pensaba en el
paso de ese cometa, mientras ella me sostenía cada vez más cerca, hace tantos años atrás.
‘Mira eso. Allí esta’. Y yo cerraba los ojos, tratando de recordar, pero sin poder ver nada,
nada en absoluto.
***
A mediados de noviembre, Marion había estado saliendo con Steve el contador por casi
todo el tiempo en que yo había estado saliendo con Macon. Y lentamente, empezaba a
mostrar su alter ego.
Empezó alrededor de la tercera o cuarta cita. Scarlett lo notó primero, dándome un
codazo mientras nos sentábamos en las escaleras, hablando con él y esperando a que
Marion bajara. Siempre se presentaba en corbatas y camisas Oxford, lindas chaquetas
deportivas con pantalones de vestir o chinos, y mocasines con borlas. Pero esta noche, de
repente, había algo diferente. Alrededor de su cuello, apenas visible sobre su corbata,
había un trozo de cuerda de cuero marrón. Y colgando de la cuerda había una circular,
cosa plateada.
“No es un medallón,” le susurré a Scarlett después de que él se excusó para ir al baño. “Es
solo una joya.”
“Es un medallón,” dijo ella otra vez. “¿Viste los símbolos en él? Es una clase de rara
moneda guerrera.”
“Oh, detente.”
“Lo es. Te lo digo, Halley, es como si su otro lado no pudiera ser contenido por mucho
tiempo. Está empezando a salir, poco a poco.”
“Scarlett,” dije de nuevo. “Es contador.”
“Es un fenómeno.” Ella empujó sus rodillas contra su pecho. “Solo espera.”
Marion estaba bajando las escaleras ahora, su vestido con la cremallera medio-abierta,
levantando la mano para ponerse un pendiente. Se detuvo frente a nosotras, de espaldas
a Scarlett, quien se levantó sin que se lo pidieran y le cerró la cremallera.
“Marion", dijo en voz baja mientras escuchábamos la cadena del baño y la puerta del
abrirse, "mira a su cuello."
“¿A su qué?” Marion dijo, en voz alta mientras él daba la vuelta en la esquina, estupendo.
En su chaqueta deportiva con el cordón de cuero todavía visible, solo apenas, por encima
de su cuello.
“Nada,” murmuró Scarlett. “Pásala bien.”
“Gracias.” Marion se inclinó y besó la mejilla de Steve. “¿Has visto mi bolso?”
“Mesa de la cocina,” Scarlett dijo fácilmente. “Tus llaves están en el mostrador.”
"Perfecto". Marion desapareció y regresó con el bolso bajo el brazo. "Bueno, ustedes
chicas tengan una buena noche. Manténgase alejadas de los problemas y vayan a la cama
a una hora decente" Marion había estado actuando un poco más maternal, más madura,
desde que se relacionaba con el conservador guerrero Steve. Tal vez ella se estaba
preparando para ser abuela. No estábamos seguras.
“Lo haremos,” dije.
“Dios, danos algo de crédito,” Scarlett dijo casualmente. “No es como si nos fuéramos a ir
y quedar embarazadas o algo.”
Marion le lanzó una mirada, los ojos estrechos, Steve todavía no sabía sobre el bebé.
Después de un mes y medio; Marion pensó que todavía era muy temprano para
soltárselo. Todavía no lidiaba muy bien con eso ella misma, de todos modos. Difícilmente
hablaba sobre el bebé, y cuando lo hacía “adopción” siempre era la primera o la última
palabra de la frase. Steve se paró allí por la puerta, sonriendo suavemente, claramente
como un no guerrero. Era mi esperanza de que se transformara en Vlad, justo ante
nuestros ojos.
“Pásenla bien,” grité mientras salían, Marion seguía enojada y no miró hacia atrás, Steve
saludaba desenfadado mientras salía por la puerta.
"Dios," dijo Scarlett. “Que extraño.”
"Él no es tan malo."
Ella se inclinó contra el escalón, pasando sus manos sobre su estómago. A pesar de que no
se notaba todavía, solo en la semana pasada ella empezó a verse diferente. No era algo
que podría describir fácilmente. Fue como esas películas de acción detenida de flores
floreciendo que vimos en biología. Cada marco algo pasaba, algo pequeño que se perdía
en tiempo real, el brote empujando, poco a poco, desde el suelo, los pétalos moviéndose
lentamente hacia el exterior. A simple vista, de repente solo florece, y hay color donde
antes no había. Pero en el tiempo real, siempre está construyendo, trabajando para
revelarse a sí misma, para llegar a ser.
***
Cameron Newton era probablemente la única persona en la escuela que obtenía más
miradas extrañas que Scarlett ese otoño. Se había transferido en septiembre, lo que era lo
suficientemente difícil, pero también era uno de esos bajos, niños delgados con una pálida
piel blanca; siempre vestía de negro, lo que lo hacía parecer medio muerto, o medio vivo,
dependiendo de qué tan optimista eras. De cualquier manera, él estaba pasando por un
momento difícil. Así que no parecía inusual que él estuviera dibujando al otro lado de la
clase de Diseño Comercial de la Sra. Pate a Scarlett.
Me había perdido una mañana de clases por una cita con el doctor, y cuando llegamos al
siguiente allí estaba Cameron Newton, sentado en nuestra mesa.
“Mira,” dije, susurrando. “Es Cameron Newton.”
“Lo sé,” dijo ella alegremente, levantando una mano para saludarlo. Se veía nervioso y
miraba a su tarro de cola. “Es un buen chico. Le dije que debería de sentarse con
nosotras.”
“¿Qué?” dije, pero ya era tarde, estábamos allí y Cameron estaba mirándonos, en su
negro cuello de tortuga y jeans negros. Incluso sus ojos se veían negros.
“Hey, Cameron,” dijo Scarlett, sacando la silla al lado de él y sentándose. “Ella es Halley.”
“Hola,” dije.
“Hola.” Su voz era sorprendentemente profunda para un hombre tan pequeño, y tenía un
acento que te hacia inclinarte y concentrarte para entenderlo. Tenía los dedos muy largos
y estaba ocupado trabajando con un terrón de arcilla y un cuchillo de masilla.
“Cameron pasó los últimos cinco años en Francia.” Me dijo Scarlett mientras nos
preparábamos, sacando todas nuestras letras del alfabeto y organizándolas. "Su padre es
un famoso chef."
“En serio,” dije. Cameron todavía me ponía algo nerviosa. Él tenía la asustadiza extraña
cualidad de alguien que había pasado mucho tiempo solo. “Eso es genial.”
Scarlett me dio una patada debajo de la mesa y me miró, como si me estuviera burlando
de él, lo que definitivamente no era así. Cameron se paró de pronto, empujando su silla, y
fue a la sala de suministro. Caminaba como un pequeño viejo anciano, lenta y
deliberadamente. Mientras pasaba la cortadora de papel, un grupo de chicas se
disolvieron en risas, lo suficientemente fuerte, así que estaba segura que él había
escuchado.
“No me dijiste que habías hecho amistad con Cameron Newton,” dije en una voz baja.
“No pensé que era la gran cosa,” Scarlett dijo, cortando una O. “Como sea, fue la cosa más
genial. Ayer estaba aquí sola, no? Y Maryann Lister y sus amigas estaban hablando de mí.
Podía escuchar cada palabra, ya sabes, todo sobre Michael y el bebé y como yo era una
zorra, blah blah blah.”
“¿Ellas dijeron eso?” dije, haciendo girar mi silla para mirar a Maryann Lister, quien me
miró, sobresaltada, hasta que me di la vuelta.
“No me importa ahora,” dijo. “Pero ayer estuve sintiéndome mal toda la mañana y estaba
algo azul y tu no estabas aquí y solo me llegó, ¿sabes? Así que empiezo el lloriqueo aquí
en Diseño Comercial, y estaba tratando de ocultarlo pero no puedo y justo cuando me
estoy sintiendo completamente patética, Cameron empuja su silla y pone este pequeño
trozo de arcilla sobre la mesa delante de mí. Y es Maryann Lister.”
“¿Es que?”
“Es Maryann Lister. Quiero decir, es esta pequeña cabeza perfecta con su cara en ella, y
los detalles eran asombrosos. Incluso tenía el pequeño lunar en su barbilla y el estampado
del suéter que ella estaba usando.”
“¿Por qué hizo eso?” Dije, mirando a la sala de suministro donde Cameron pasaba los
pasillos, cuchillo de masilla en mano, buscando algo.
“No tenía idea. Pero yo solo le dije que era agradable, y lindo, y él me ignoró un poco y
luego me entrega su libro de historia. Y él solo lo pone en mi mano, pero todavía no sabía
que quería que hiciera con él, así que se lo devolví. Y justo entonces, ella y sus amigas
dijeron algo sobre él y yo, como éramos perfectos el uno para el otro o algo así.”
“La odio,” murmuré.
“No, pero escucha.” Ella se estaba riendo. “Así que Cameron, totalmente solemne, toma el
libro, centra la pequeña arcilla de Maryann en la mesa frente a nosotros, y luego levanta
el libro, y lo deja caer, sobre ella. Así nada mas, aplastándola. Fue tan gracioso, Halley.
Quiero decir, casi muero. Y luego tomé el libro y la golpeé, y él también, y la pulverizamos
por completo. Te lo digo, él es graciosísimo.”
“Graciosísimo,” dije mientras Cameron salía del cuarto de suministros con otro trozo de
arcilla en sus manos. Él miraba al frente mientras caminaba, como si estuviera en una
misión. “No lo sé.”
“Lo es,” dijo Scarlett con certeza mientras él se acercaba. “Solo espera.”
Pasé el resto de esa semana en Diseño Comercial llegando a conocer a Cameron Newton.
Y Scarlett tenía razón: él era gracioso. En una extraña
bajo-su-aliento-como-si-no-lo-pretendiera-para-nada manera que te hacía pensar que no
deberías reírte, incluso cuando querías hacerlo. Él era increíblemente artístico, realmente
talentoso; él podía hacer el rostro de alguien en arcilla en solo minutos, completamente
exacto hasta el último detalle. Hizo a Scarlett hermosamente, la curva de su rostro y
sonrisa, su cabello demarrándose sobre sus hombros. Y me hizo a mí, con una media
sonrisa, mi rostro pequeño y preciso. Él tenía una manera de ser capaz de capturar el
mundo, perfectamente, en miniatura.
Así que Scarlett aceptó a Cameron, de la forma que me había aceptado a mí hace tantos
años. Y yo también lo acepté; su calmada voz, sus conjuntos todos negros, su extraña y
nerviosa sonrisa. No tenía nada en común con Cameron Newton excepto lo único que
contaba: Scarlett. Y solo eso era suficiente para hacernos amigos.
Mi mamá seguía sin estar feliz por lo de Macon. Había cosas que él hizo por las que ella no
podía culparlo directamente, pero tenía sus sospechas. Como las llamadas que él me hacía
cada noche: cuando yo no contestaba él colgaba o no dejaba mensaje. A veces él llamaba
muy tarde en la noche, el teléfono parecía sonar increíblemente alto, solo una vez, antes
de que yo pudiera agarrarlo. A veces ella lo cogía, y yo podía oírla, medio dormida,
respirando al otro lado del teléfono.
"Lo tengo," dije, y ella colgó. Macon se reía, y yo me acurrucaba aún más en las sábanas, y
susurraba para que ella no pudiera escuchar.
"Tu madre me odia," dijo él. Parecía disfrutarlo.
"Ella ni siquiera te conoce."
"Ah," dijo él, y pude sentir su sonrisa al otro lado de la línea. "Y conocerme, como te has
dado cuenta, es amarme.”
Por esto, y otras frustraciones, ella comenzó a hacer nuevas reglas.
"Nada de llamadas después de las diez treinta," dijo ella una mañana, sobre su taza de
café. "Tus amigos deben saberlo.”
"No puedo hacer que dejen de llamar," dije.
"Pues diles que te quitarán el teléfono," dijo ella secamente. "¿Okey?"
"Okey." Pero por supuesto las llamadas no se detuvieron. Nunca fui capaz de conciliar el
sueño completamente, con una mano siempre en el teléfono. Todo esto solo para decirle
a Macon buenas noches, donde quiera que él se encontrara.
Había también otras cosas. Algunas noches, cuando Macon sabía que no podía verlo, él
conducía hasta aquí y simplemente hacía sonar la bocina o se paraba en la señal de alto al
otro lado de la ventana. Yo sabía que él estaba esperándome, pero nunca pude ir. Yo sabía
que él también lo sabía. Pero él seguía viniendo. Y esperaba.
Así que yo solo me quedaba ahí, sonriendo para mis adentros, segura al saber que él
estaba pensando en mí en esos pocos segundos antes de que él pisara el acelerador y se
fuera. Esto siempre hacía que se encendieran las luces en la casa de los Harper, y el Sr.
Harper, presidente de la vigilancia del vecindario, de pie en su porche, mirando hacia la
calle. No sé por qué Macon lo hacía; él sabía que yo estaba en un fino cubo de hielo, que
mis padres eran estrictos en un concepto que él claramente no podía entender. Cada vez
que escuchaba una bocina o el chirrido de unos neumáticos, sentía la misma presión en mi
estómago, mitad alegría, mitad terror. Y mi madre siempre levantaba la mirada de su
libro, su papel, o su plato y me miraba como si yo estuviese detrás de ese neumático,
pisando el acelerador, aterrorizando a los vecinos.
Por esto, tuve que idear nuevas formas para que él pudiera recogerme. Me iba de casa la
mayoría de las noches los fines de semana, rumbo a la casa de Scarlett, y atravesaba el
bosque tras su piscina para poder encontrarme con él en la calle Spruce. Y de allí, íbamos
a todas partes y a cualquier lugar. Lentamente, empecé a ver pedazos del resto de su vida.
Una noche, luego de algunas horas de manejar, nos metimos en un estacionamiento al
fondo de un inmenso edificio. De frente a unos altos apartamentos iluminados con filas y
filas de luces brillantes. El piso más alto era todo de ventanas, y podías ver a las personas
caminando alrededor, sosteniendo copas de vino y riendo, como una fiesta en la cima del
mundo.
"¿Qué es esto?" dije mientras nos bajábamos del auto y subíamos al edificio, luego a una
escalera con una barandilla de hierro.
"Esto," dijo Macon mientras llegábamos a una fila de puertas de vidrio, y a un recibidor
con paredes color crema y una enorme lámpara de araña, “es casa."
"¿Casa?" Él sostuvo la puerta por mí. Cuando entré, lo primero que olí fue lilas, justo como
el perfume que mi mamá lleva en ocasiones especiales. Miré mi reloj: 11:06. Tenía
cincuenta y cuatro minutos antes de mi toque de queda.
Macon abrió paso al elevador, golpeando un botón en forma de triángulo con el dorso de
su mano. La puerta se deslizó abriéndose con un suave pitido. El ascensor estaba cubierto
por una alfombra verde oscuro e incluso tenía un banco pequeño contra la pared en caso
de que estuvieras cansado de estar de pie. Él presionó el botón P y comenzamos a
movernos.
"¿Vives en el penthouse?" giré en un círculo, viéndome en los cuatros espejos de las
paredes.
"Si," dijo él, sus ojos en los números sobre mi cabeza. "Mi madre está metida en los viajes
de poder." Esta fue la primera vez que él habló de ella. Todo lo que sabía era lo que había
escuchado, años atrás, cuando ella vivía en nuestro vecindario. Ella vende bienes raíces y
se ha casado al menos tres veces, el último un desarrollador de casas de filetes.
"Esto es increíble," dije. "El elevador es más bonito que mi casa entera." El pitido sonó de
nuevo cuando las puertas se abrieron, en otro pequeño recibidor. Mientras salíamos vi, a
través de una puerta, personas moviéndose, mezclándose, y las voces combinadas con el
tintineo de copas y música de piano.
"Aquí," dijo Macon, llevándome a una esquina que se veía como un armario o un cuarto
de servicio. Sacó una llave de su bolsillo, la abrió, y encendió una luz. Luego, se quedo allí
de pie, sosteniéndola, esperando por mí. "Bien, vamos," dijo él, acercándose aun más a mí
para tocarme en el único sitio donde yo sentía cosquillas, "no tenemos toda la noche."
La habitación era bastante pequeña, pintada de azul cielo claro; había una sola cama,
cuidadosamente arreglada, y un armario y un escritorio que parecían nuevos. Más allá de
otra puerta al otro lado de la pared, podía oír a alguien tocando el piano. En una silla, al
final de la cama, había un televisor con algo pegado en la pantalla.
"¿Esta es tu habitación?" dije, acercándome un poco al televisor para tener una mejor
vista de lo que tenía pegado. Parecía una fotografía.
"Sip." Él abrió la puerta a la fiesta, solo un poco, se salió y luego la volvió a cerrar. "Espera
aquí," dijo él. "Ya vuelvo."
Me senté en la cama, de frente al televisor, y me incliné para ver mejor la fotografía.
Pensé en lo familiar que me parecía, y el lugar, hasta que finalmente me golpeó: era yo.
Yo, en el Gran Cañón con mi madre, la misma foto que estaba colgada en nuestra
chimenea. Pero ella no estaba en esta foto, de alguna manera había sido cortada
limpiamente, dejando a mi brazo llegar a ninguna parte, cortado por el codo.
Quité la fotografía del televisor, dándole vuelta. Aún estaba sosteniéndola cuando Macon
volvió, cargando dos copas y un plato de bocadillos.
"Oye," dijo él, "espero que te guste el caviar porque es la mejor cosa que tienen allá
afuera."
"¿Dónde conseguiste esto?" le pregunté, alzando la foto.
Él simplemente me miró, y juraría que se sonrojó, así fuera solo por un segundo. "De
algún lugar."
"¿Dónde?" No me habría sorprendido ni un poco que al llegar a casa encontrara el marco
de la chimenea vacío, todo lo demás intacto y en su lugar. Él era así de astuto.
De algún lugar," dijo de nuevo, tendiéndome una copa de vino y el plato de papel.
"¿Dónde, Macon?" dije. "Vamos."
"Scarlett. La tomé-prestada-de-Scarlett. Estaba pegada en su espejo."
"Oh," dije, girándome de nuevo. "Pudiste pedirme una."
"Si" dijo él, lanzando algo pequeño y pastoso a su boca sin mirarme.

"Bien," dije, besando su mejilla que estaba lisa y suave y olía como a algo frío, como a
después de afeitarse. "Me alegra que te guste lo suficiente como para robar mi foto."
Afuera la música seguía sonando. En el pequeño cuarto de Macon, estábamos como
polizones.
"No pasas mucho tiempo aquí, ¿verdad?" le pregunté.
"Nop." Él se sentó y vació su vaso. "¿Se nota?"
"Si. No parece como si alguien viviera aquí. ¿Dónde te quedas, Macon?"
"No lo sé. Solía quedarme donde Sherwood. Ellos tenían un cuarto adicional, su padre
siempre estaba fuera de la ciudad. A su madre nunca le importaba. Y tengo muchos
amigos, otros lugares. Ya sabes."
"Seguro," dije, pero no lo sabía. Esto era totalmente extraño para mí, esta vida de
nómada, viajando de un lugar a otro, quedándose en cualquier lugar que sea conveniente.
Pensé en mi propia habitación, llena hasta el tope con mis trofeos y fotografías, mis cintas
de deletreo y libros de texto. El único lugar en el mundo que era todo mío, siempre.
Levanté la mirada y él estaba observándome, luego se inclinó para besarme mientras yo
cerraba mis ojos y me echaba hacia atrás, sintiendo sus brazos deslizándose a mí
alrededor. Con la música de la fiesta de fondo, y las voces de afuera pasando altas y bajas,
él me besó y me besó, la cama de sentía cómoda bajo nosotros. Las sábanas olían como él,
dulces y ahumadas. Macon besaba muy bien -no es como si tuviera muchos con quien
compararlo- pero yo solo lo sabía. Intenté en no pensar en toda la práctica que él había
tenido.
Luego, de lo que parecieron horas maravillosas, vi su brillante reloj, y la hora en él: 12:09.
"Tenemos que irnos," dije repentinamente, sentándome. Mi camisa estaba toda revuelta y
fuera de lugar y mi boca se sentía entumecida. "Es tarde.”
"¿Tarde?" dijo él, viéndose confundido. "¿Para qué?"
"Para mi toque de queda." Tomé mi chaqueta y metí mis pies en mis zapatos mientras él
saltaba y encendía las luces a un lado de la cama, las cuales de algún modo se habían
apagado aunque no podía recordar cuándo. "Dios," dije, sacudiendo mi cabeza. "Estoy
muerta."
Corrimos al elevador y bajamos al estacionamiento, saltando al auto y chirriando en las
esquinas y en las señales de alto, finalmente girando en la esquina de mi calle
exactamente a las 12:21. Podía ver las luces de la casa de Scarlett, donde se suponía que
yo debería estar, a través de los árboles.
"Me tengo que ir," dije, abriendo la puerta. "Gracias."
"Te llamaré mañana," gritó él a través de la ventana del carro. Podía verlo sonriendo en la
oscuridad.
"Está bien," dije, sonriendo de vuelta mientras pasaban los preciados segundos. Lo
despedí, una última vez, y luego pasé a través de los árboles y salí por la piscina de
Scarlett. Escuché el pitido del motor.
Me acerqué a la parte trasera, y entré a la cocina, donde ella estaba sentada en la mesa
comiendo un helado de chocolate caliente, con Así que estas embarazada ¿Ahora qué?
Apoyado en la azucarera frente a ella.
"Llegas tarde," dijo ella distraídamente mientras yo pasaba corriendo directo a la puerta
de enfrente. Había una mancha de salsa de chocolate en su barbilla.
"Lo sé," dije, limpiándolo con mi dedo y pasándola. "Te veré mañana."
"Bien." Ella volvió a su libro y yo abrí la puerta principal y empecé a caminar, cruzando la
calle.
Mi madre estaba esperándome adentro, junto a la escalera. Cuando cerré la puerta detrás
de mi pude escuchar el ruido del motor de Macon, tentando a la suerte de nuevo. Mal
momento.
"Llegas tarde," dijo ella. "Ya se pasó tu toque de queda."
"Lo sé," dije, buscando una excusa, "pero Scarlett y yo estábamos viendo esta película, y
perdí la noción del tiempo."
"No estabas con Scarlett." Esto era una afirmación. "Pude verla sentada en su sala sola,
toda la noche. Buen intento, Halley."
Afuera, Macon seguía ahí, retumbando. Él no sabía cuánto estaba empeorando las cosas.
"¿A dónde fuiste?" me dijo. "¿A dónde fuiste con él?"
"Mamá, nosotros solo salimos, no fue nada."
"¿A dónde fuiste?" Ahora su voz estaba subiendo de tono. Mi padre apareció en el tope
de la escalera, observando.
"A ninguna parte," dije, mientras el sonido del acelerador aumentaba más y más, y yo
apretaba mis puños. No había forma de detenerlo. "Estábamos en su casa, solo pasando el
rato."
"¿Dónde vive?"
"Mamá, no tiene importancia."
Ella tenía su cara de piedra, esa mirada de nuevo, como si una tormenta estuviera
pasando. "Si la tiene para mí. No sé qué te está sucediendo últimamente, Halley.
Escabulléndote, deslizando la puerta. Mintiéndome en mi cara. Todo por culpa de este
Macon, un chico que no quieres presentarnos, a quien ni siquiera conocemos."
El sonido se hacía más y más fuerte. Cerré mis ojos.
Su voz se elevó demasiado, sobre él. En la alcoba, parecía todo abalanzarse sobre mí.
"¿Cómo puedes continuar mintiéndonos, Halley? ¿Cómo puedes ser tan deshonesta?" Y
ella me agarró fuera de guardia, sonando no molesta, ni furiosa, solo triste. Odié eso.
"No entiendes," dije. "No quiero…" y entonces el motor fue aumentando más y más, Dios
él quería que me atraparan, él no entendía, los neumáticos chillaron, quemando, se fue
bajando por la calle, corriendo, deteniéndose para pitar mientras rodeaba la esquina.
Todo lo sabía, sin siquiera mirar, tan bien como sabía que las luces del Sr. Harper ya
estaban encendidas, él ya estaba afuera con sus zapatillas y su bata de baño, maldiciendo
el humo que aún flotaba en el aire.
“¿Escuchaste eso?" dijo mi madre, girándose para mirar a mi padre, quien estaba
asintiendo. "Él podría matar a alguien manejando de esa forma. Matar a alguien." Su voz
estaba temblando, casi asustada, justo como la abuela Halley
“Mamá" dije. "Solo déjame…"
“Ve a la cama, Halley," dijo mi padre en voz baja, bajando paso a paso. Tomó a mi madre
del brazo y la condujo a la cocina, encendiendo las luces a su paso. "Ahora."
Así que fui a mi habitación, con mi corazón golpeando. Al pasar por el espejo del pasillo
me mire a mí misma, una chica con el cabello cayendo sobre sus hombros, con una
chaqueta de jean gastada, labios rojos por los besos. Me enfrenté a mi reflejo y entregué a
esta chica a mi memoria: la chica que había salido aquella noche al Lago Topper, la chica
que estaba con Macon Faulkner, la chica que rompió el corazón de su madre sin
importarle. La chica que era yo.
Capítulo 10
Traducido por Doryta y Mariacarodelgado

"Mira esto," dijo Scarlett, pasándome la revista que estaba sosteniendo. "Para el cuarto
mes, el bebé está aprendiendo a succionar y tragar, y se están formando los dientes. Y los
dedos de las manos y pies están bien definidos."

"Eso es sorprendente," le dije, "considerando que está viviendo sólo de perros calientes y
jugo de naranja." Era el día siguiente, y estábamos en el consultorio del médico para el
chequeo del cuarto mes. Scarlett siempre había sido fóbica a los estetoscopios y las batas
de laboratorio y necesitaba apoyo moral, por lo que había sido perdonada desde mi más
reciente castigo, por (1) mentir acerca de estar con Macon y (2) romper el toque de
queda. Me estaba convirtiendo en una experta en estar castigada; podría haber escrito
libros, impartido seminarios.

"Estoy comiendo mejor, lo sabes," dijo indignada, cambiando su posición en la mesa. Ella
llevaba uno de esos vestidos abiertos por la espalda, tratando de cubrir sus partes
expuestas. Detrás de ella, en la pared, había un afiche totalmente gráfico con el título El
Sistema Reproductivo Femenino. Yo estaba tratando de no mirar el afiche, enfocando, en
su lugar, el pavo y los peregrinos de plástico clavados a su alrededor; el día de Acción de
Gracias era en dos semanas.

"Todavía no estás comiendo suficientes verduras de hoja verde," le dije. "Lechuga en una
Big Mac no cuenta."

"Cállate." Ella se reclinó, pasando su mano sobre su vientre, alisándolo. En tan sólo las
últimas semanas, finalmente se estaba comenzando a notar, su cintura abultándose sólo
apenas. Sus pechos, por otra parte, estaban volviéndose enormes. Ella dijo que ese era el
único beneficio.

Hubo un golpe en la puerta, y la doctora entró. Ella tenía una etiqueta que decía Dra.
Roberts y llevaba un portapapeles. Llevaba zapatillas de color rosa brillante y pantalones
de mezclilla, su cabello atado en la parte posterior de su cabeza.

"Hola," dijo, y luego miró sus notas y agregó: "Scarlett. ¿Cómo estás hoy?"

"Bien," dijo Scarlett. Ella ya estaba empezando a retorcer sus manos, una reacción
involuntaria. Me concentré en la revista Life en mi regazo; la portada era de Elvis.
"Así que son alrededor de dieciséis semanas," dijo la Dra. Roberts, leyendo en la planilla.
"¿Estás teniendo algún problema? ¿Preocupaciones?"

"No," dijo Scarlett en voz baja, y le lancé una mirada. "No realmente."

"¿Dolores de cabeza? ¿Hemorragias nasales? ¿Estreñimiento?"

"No," dijo Scarlett.

"Mentirosa," dije en voz alta.

"Tu cállate," me replicó ella. A la doctora le dijo, "Ella no sabe nada."

"¿Y tú quién eres?" La Dra. Roberts se volvió hacia mí, metiendo su portapapeles bajo su
brazo. "¿Su hermana?"

"Soy su amiga," le dije. "Y ella le tiene pánico a los médicos, así que no le dirá nada."

"Okey," dijo la doctora, sonriendo. "Ahora, Scarlett, sé que todo esto es un poco
atemorizante, sobre todo para alguien de tu edad. Pero tienes que ser honesta conmigo,
por tu bien y el de tu bebé. Es importante que yo sepa lo que está pasando."

"Ella tiene razón," intervine, y obtuve otra mirada asesina de Scarlett. Volví a Elvis y
guardé silencio.

Scarlett retorció el borde de su vestido con sus manos. "Bueno," dijo lentamente, "Tengo
mucha acidez. Y he estado mareada últimamente."

"Eso es normal," dijo la doctora, acariciando a Scarlett en su espalda y deslizando su mano


bajo el vestido. Ella pasó sus dedos sobre el estómago de Scarlett, a continuación, puso su
estetoscopio sobre la piel y escuchó. "¿Has notado un aumento en tu apetito?"

"Sí. Estoy comiendo todo el tiempo."

"Eso está bien. Sólo asegúrate de seguir con tus proteínas y vitamina C. Te daré un folleto
cuando te vayas hoy, y podemos discutirlo luego." Quitó su estetoscopio y consultó la
planilla de nuevo, tecleando el portapapeles con su dedo, "la presión arterial está bien, ya
hemos recibido la muestra de orina. ¿Hay algo de lo que te gustaría hablar? ¿O
preguntarme?"

Scarlett me lanzó una mirada, pero yo no dije nada. Sólo pasé la página, leyendo sobre la
política nacional, y fingí que no estaba escuchando.
"Bueno," dijo Scarlett en voz baja. "Tengo una pregunta. ¿Qué tanto duele?"

"¿Qué cosa?"

"El parto. Cuando llega. ¿Es realmente malo?"

La Dra. Roberts sonrió. "Depende de la situación, Scarlett, pero estaría mintiendo si dijera
que no duele. También depende del curso de parto que deseas tomar. Algunas mujeres
prefieren hacerlo sin drogas o medicamentos; ese se llama ‘parto natural.’ Hay clases de
parto que puedes tomar, que yo estaré encantada de remitirte, que enseñan maneras de
respirar que pueden ayudar con el proceso de parto."

"Pero está diciendo que duele."

"Estoy diciendo que depende," dijo la Dra. Roberts suavemente, "pero honestamente, sí,
duele. Pero mira cuánta gente ha pasado por ello y vivieron para contarlo. Todos estamos
aquí por eso. Así que no puede ser tan malo. ¿No?"

"Claro," dijo Scarlett melancólicamente, poniendo su mano sobre su estómago.

"Vas a necesitar muchas drogas," le dije mientras nos íbamos, subiendo al auto, camino a
nuestro turno sabatino de doce a seis en Milton. Yo estaba conduciendo, y ella se instaló
en el asiento del pasajero, suspirando. Le dije: "Ellos sólo deben dejarte totalmente
inconsciente. Como con un bate de béisbol."

"Yo sé", dijo, "pero eso es malo para el bebé."

"¿El bate?"

"No, las drogas. Creo que debo tomar una clase de parto o algo así. Aprender como
respirar."

"¿Cómo Lamaze?"

"Sí, o algo así." Ella barajeó de un lado a otro los folletos que la doctora nos había dado,
los paquetes y folletos, todos con mujeres embarazadas felices en sus portadas. "Tal vez
Marion podía ir conmigo."

"Estoy segura que sí," dije. "Entonces, ella podría estar allí cuando llegue. Eso sería
genial."

"No lo sé. Ella todavía está hablando de adopción, como si fuera seguro que va a pasar. Ya
se ha puesto en contacto a una agencia, todo."
"Ella se rendirá."

"Creo que ella está diciendo lo mismo de mí." Nos detuvimos en el estacionamiento de
Milton, ya abarrotado de compradores sabatinos. "Tarde o temprano, una de nosotras
tendrá que dar un paso atrás."

Esa misma tarde, después de lo que parecieron miles de niños gritando y galones de leche,
cientos de bananas y Coca-Cola light de dos litros, miré mi fila y vi a mi madre. Estaba
leyendo ‘Buen cuidado del hogar’, una botella de vino bajo un brazo, y cuando me vio me
saludó, sonriendo. Mi madre todavía sentía alguna pequeña emoción al verme en el
trabajo.

"Hola," dijo alegremente, cuando llegó a la parte delantera de la fila, colocando la botella
delante de mí.

"Hola," le dije, escaneando la botella y presionando el botón de total.

"¿A qué hora sales esta noche?"

"Seis." Detrás de mí, pude escuchar a Scarlett discutiendo con un hombre sobre el precio
de las uvas. "Son siete con ochenta y nueve."

"Salgamos a cenar," dijo, dándome un billete de diez. "Yo invito."

"No lo sé," dije. "Estoy realmente cansada."

"Quiero hablar contigo," dijo. Mi fila aún era larga, personas moviéndose
impacientemente. Como yo, ellos no tenían tiempo para los planes de mi madre. "Paso
por ti."

"Pero, mamá," le dije mientras ella agarraba su vino y el cambio de mis manos y se dirigía
a la puerta. "Yo no-"

"Nos vemos a las seis," gritó con alegría, y me dejó atrapada allí, cara a cara con un
hombre gordo comprando dos cajas de Súper Snax y una botella de Old English.
Últimamente, para llegar a mí había tenido que golpear duro y rápido, correteándome, y
luego tumbándome al suelo. Por el resto de la tarde, todo lo que podía pensar era en lo
que ella había planeado, qué truco tenía bajo la manga.

Ella me buscó a las seis, esperando en la zona de carga con el motor en marcha. Cuando
llegué al carro, ella me miró y sonrió, verdaderamente feliz, y sentí una punzada de culpa
por todo el drama que había estado haciendo toda la tarde.

Fuimos a un pequeño lugar italiano cerca de nuestra casa, con manteles de cuadros y
buffet de pizza. Después de media rebanada de pepperoni y una pequeña charla acerca de
Milton y la escuela, se inclinó sobre la mesa y dijo, "Quiero hablar contigo acerca de
Macon."

Por la forma en que lo dijo, pensarías que lo conocía, que eran amigos. "Macon."

"Si." Bebió un sorbo de su bebida. "Para ser honesta, Halley, no estoy contenta con esa
relación."

Bueno, pensé, tú no estás en ella. Pero no dije nada. Me di cuenta de que esto no iba a ser
una discusión, un diálogo, o nada que involucrara mi opinión. Yo era una experta en mi
madre. Conocía sus caras, sus tonos de voz, podía traducir los ocultos y complejos
significados de cada una de sus suspiros.

"Ahora," ella comenzó, y me di cuenta que trabajó en esto, planificó cada palabra,
probablemente lo escribió en un cuaderno para su libro, "desde que estás saliendo con
Macon te han atrapado escapándote del colegio, rompiendo tu toque de queda, y tu
actitud siempre es de confrontación y difícil. Honestamente, ya ni siquiera te conozco."

No dije nada y solo tomé mi pizza. Estaba perdiendo mi apetito, rápido. Ella continuó;
estaba en su papel.

"Tu apariencia ha cambiado." Su voz era muy alta, y me hundí más en mi asiento; este no
era el lugar para esto, lo cual era exactamente por lo que ella lo eligió. "Hueles a cigarrillos
cuando llegas a casa, estás indiferente y distraída. Ya nunca hablas acerca de la escuela
con nosotros. Estás distante."

Distante. Si no podía mantenerme debajo de su pulgar, yo estaba muy lejos.

"Estos son todos signos de alarma," continuó ella. "Le digo a los padres que tengan
cuidado con ellos todos los días."

"No estoy haciendo nada," dije. "Solo llegué veinte minutos tarde, mamá."

"Ese no es el punto aquí, y lo sabes." Ella se cayó mientras el camarero vino con más pan,
después bajó la voz y continuó. "Él no es bueno para ti." Como si el fuera comida. No un
pimiento verde o una naranja, sino una grande y olorosa barra de Snickers.

"Ni siquiera lo conoces," dije.

"¡Eso es porque te niegas a hablar de él!" ella arrugó su servilleta y la tiró en el plato. "Te
he dado muchas oportunidades para probar que estoy equivocada. He tratado de hablar
–"
"Yo no quiero hablar," solté. "Ya tú tomaste tu decisión de todas formas, lo odias. Y esto
no es sobre él, de todas formas."

"Esto es lo que sé," dijo ella, acercándose a mí. "Conduce como un loco. No es de
Lakeview. Y tú estás dispuesta a hacer cualquier cosa por él, incluyendo, pero
probablemente no se limita a mentirnos a tu padre y a mí. Lo que no sé es lo que estás
haciendo con él, que tan lejos han llegado las cosas–si hay drogas involucradas o Dios sabe
que otra cosa."

"Drogas," repetí, y me reí. "Dios, tu siempre piensas que todo es sobre drogas."

Ella no se estaba riendo. "Tu padre y yo," dijo ella, finalmente bajando su voz, "hemos
discutido esto a fondo. Y decidimos que no lo puedes ver más."

"¿Que?" dije. "No puedes hacer eso." Mi estómago estaba pesado y ardiendo. "No puedes
solo decidir eso."

"Bueno, Halley, con tus acciones últimamente no nos has dejado otra opción." Se recostó
en la silla, cruzando sus brazos. Esto no estaba yendo de la forma en que ella quería, lo
noté. Esta no era su oficina y yo no era su paciente y ella no me podía decir que hacer.
Pero no sabía que había pensado. ¿Que me estaba haciendo un favor? "Halley, no creo
que entiendas cuan fácil es cometer un error que te costaría toda la vida. Todo lo que se
necesita es una mala decisión, y…"

"Estás hablando sobre Scarlett otra vez," dije, sacudiendo mi cabeza. Estaba cansada de
esto, cansada de batallar y la confrontación de frentes, de tener pensar con cada detalle
mi siguiente movimiento.

"No," dijo ella, "estoy hablando de andar con la gente equivocada, siendo influenciada
para hacer algo que no estás lista para hacer. Que no quieres hacer. No sabes en lo que
Macon está involucrado."

Odiaba la forma en que ella seguía diciendo su nombre.

"Hay muchas cosas peligrosas allá afuera," dijo ella. "No tienes experiencia. Y tú eres como
yo, Halley. Tienes la tendencia a no ver a la gente por lo que verdaderamente son."

Me senté allí y miré a mi madre, a la facilidad con la que ella me decía como me sentía,
que pensaba, todo. Como si fuera un rompecabezas, uno que ella creo, y ella supiera la
solución todo el tiempo. Si no podía mantenerme cerca de ella, me obligaría a estar donde
siempre pudiera encontrarme.

"Eso no es cierto," le dije muy suavemente, y ya sabía que diría algo feo, algo definitivo,
incluso mientras me levantaba, empujando mi silla. "No estoy siendo influenciada, no soy
inexperimentada, y No soy como tú."

Fue lo último que hice. Su cara se puso blanca, en shock, como si hubiese tendido mi
mano, y la hubiese abofeteado.

Querías distancia, pensé, Aquí la tienes.

Ella se apoyo en su silla, manteniendo su voz baja, y dijo, "Siéntate, Halley. Ahora."

Yo solo me quedé allí, pensando en salir corriendo por la puerta, perdiéndome a mí


misma, en la red secreta de Macon, pizza y galerías, calles y callejones, subiendo a ese
pent-house y permaneciendo lejos, para siempre.

"Siéntate," dijo ella otra vez. Estaba mirando sobre mi cabeza, hacia el estacionamiento.
Estaba pestañeando, mucho, y pude escucharla tomar profundas, muy profundas
respiraciones.

Me senté, empujando mi silla, mientras ella se limpiaba la boca con una servilleta y
llamaba al camarero. Pedimos la cuenta, pagamos, y fuimos hacia el carro sin cruzar
palabra. Todo el camino a casa estuve mirando por la ventana, mirando las casas pasar y
pensando en el Gran Cañón, vasto e infranqueable, como muchas cosas eran ahora.

************************************

Cuando nos detuvimos en nuestra entrada pasamos a Steve, quien estaba saliendo de su
Hyundai en frente de la casa de Scarlett. Llevaba flores, como siempre, y usaba una
chaqueta raída con parches en los codos. Pero esta vez no necesité que Scarlett me
señalara las nuevas señales de cómo emergía Vlad: botas. No unas botas normales, unas
grandes, de cuero, con un talón grueso y hebillas que imaginé debían ser muy ruidosas
con cada paso, sin embargo mi ventana estaba cerrada y no pude escucharlas. Botas de
guerrero, asomadas por debajo de sus pantalones como si acabaran de caminar sobre la
cabeza de sus oponentes muertos. Saludó alegremente cuando pasamos, y mi madre,
todavía irritada, levantó su mano con su falso saludo de vecina.

Todavía no nos habíamos dicho una palabra la una a la otra cuando entramos en la cocina
donde mi padre estaba en el teléfono, dándonos la espalda. Mientras se giraba, me di
cuenta instantáneamente que algo andaba mal.

"Espera," dijo al teléfono, después lo cubrió con su mano. "Julie. Es tu mamá."


Se quitó el bolso. "¿Qué? ¿Qué pasó?"

"Se cayó, en su casa – se lastimó bastante, cariño. Los vecinos la encontraron, Estuvo allí
por un tiempo."

"¿Se cayó?" la voz de mi madre era alta, inestable.

"Este es el Dr. Robbins." Le pasó el teléfono, añadiendo. "Usaré el otro teléfono y buscaré
un vuelo."
Ella tomó el teléfono, tomando un respiro profundo mientras él le apretaba el hombro y
se dirigía hacia el corredor, hacia su oficina. Yo me quedé en la puerta y contuve mi
aliento.

"Hola, es Julie Cooke… Si. Si, mi esposo dijo… Ya veo. ¿Sabe cuando pasó? Bien. Bien,
seguro."

Todo ese tiempo, cada palabra que decía, ella me estaba mirando. No como si fuese
consciente de eso. Solo sus ojos en mí, constantes, como si fuera la única cosa a la que
aferrarse.

"Mi esposo está consiguiendo un vuelo ahora mismo, así que estaré allí tan pronto como
pueda, ¿Tiene dolor?... Bueno, por supuesto. Así que la cirugía será mañana a las seis, y yo
solo – Llegaré tan pronto pueda. Okey. Muchas gracias. Adiós." Ella colgó el teléfono,
dándome la espalda, y después solo se quedó allí. Con una mano todavía en el teléfono.
Pude ver su espalda tensa, sus omoplatos asomándose.

"Tu abuela está herida," dijo en voz baja, todavía sin voltearse. "Se cayó y se fracturó
varias costillas, y la tienen que operar de la cadera mañana. Estuvo sola por mucho tiempo
antes de que alguien la encontrara." Se ahogó en la última parte, con su voz temblorosa.

"¿Se va a poner bien?" En el pasillo pude escuchar la voz de mi padre, preguntando acerca
de llegadas y salidas, turista o primera clase, las posibilidades de espera. "¿Mamá?"

Vi sus hombros subir y bajar, una respiración profunda, antes que se volviera, su rostro
compuesto. "No lo sé, cariño. Tendremos que esperar."

"Mama—" comencé, queriendo arreglar esto de alguna manera, lo que había abierto
entre nosotras por no querer compartir a Macon con ella. Por no querer compartir con
ella.

"Julie," la voz de mi padre llegó desde el pasillo, siempre muy alta para espacios
pequeños, "hay un vuelo en una hora, pero tienes una larga espera en Baltimore. Es
nuestra mejor opción, creo."
"Está bien," dijo ella de manera uniforme. "Resérvalo. Voy a preparar el equipaje."

"Mama," dije, "Yo solo—"

"Cariño, no hay tiempo," dijo ella rápidamente mientras me pasaba, llegando para
alcanzar mi hombro, distraída. "Tengo que empacar."

Así que me senté en mi cama, en mi habitación, con mi tarea de matemáticas en mi


regazo y la puerta abierta. Escuché las puertas del closet abriéndose y cerrándose, mi
mamá empacando, la voz de mi padre baja y suave. Pero el silencio era lo peor, cuando
asomé mi cabeza, esperando una palabra o un sonido. Todo habría sido mejor que
imaginar lo que estaba sucediendo cuando todo estaba tan callado, y sabía que ella debía
estar llorando.

Ella vino a mi cuarto, alborotando mi cabello como cuando era pequeña; me dijo que no
me preocupara, que me llamaría más tarde, que todo estaría bien. Ella había olvidado lo
que yo había dicho, lo que pasó en la cena. Solo así, con una llamada, ella era una hija otra
vez.
Capítulo 11
Traducido por Josel23 y Jen Masen

C on mi madre fuera, era como si me hubiesen entregado un Pase Para Salir de la


Cárcel. El programa matutino de mi padre todavía estaba obteniendo gran sintonía,
lo cual significaba que él estaba ocupado casi cada tarde o noche con eventos
promocionales. En los últimos meses, él había perdido una batalla al aire con el tipo del
tráfico que terminó con él llevando a cabo un embarazoso (y gracias a Dios, no completo)
striptease en un club de baile local, asistieron cientos de ganadores a la fiesta de coctel, y
él luchó por beneficencia con un hombre llamado el Dominador de Hilton. Aquel lo dejó
magullado, maltratado, y con una férula en la nariz por una semana, con la cual se había
encariñado. Él discutía sus problemas de drenaje, terminando con un millón de chistes
sobre mocos, cada mañana mientras me yo iba camino a la escuela.

El teléfono sonaba constantemente, usualmente era un hombre que sonaba nervioso


llamado Lottie, el cual organizaba cada momento de desvelo de mi padre, organizando
otro viaje al centro comercial, reunión o maniobra absurda. Mi madre insistía que mi
padre era muy viejo y muy educado para cualquiera de esas tonterías, apenas me veía,
mucho menos mantenía un registro cuidadoso de lo que estaba haciendo. A lo sumo, nos
cruzábamos por la noche cuando pasaba por su habitación para cepillarme los dientes.
Llegamos a un acuerdo tácito: Yo me comportaba, llegaba cuando se suponía que debía
hacerlo, y él no haría preguntas. Eran solo cuatro días, después de todo.

Por supuesto, yo estaba siempre con Macon. Ahora él podía recogerme en la escuela y
llevarme al trabajo o a casa en las tardes; Scarlett, quien solía llevarme, estaba tan
ocupada como mi padre. Ella estaba trabajando turnos extras en Milton de ese modo
podía comprar ropa de bebé y artículos para el cuarto del bebé; además,estaba pasando
mucho tiempo con Cameron, quien la hacía reír y le masajeaba pies. Finalmente, nuestro
consejero, el señor Bagbie, la había convencido de unirse a un Grupo de Apoyo Para
Madres Adolescentes que se reunía en la escuela dos tardes a la semana. Ella no quería ir,
pero decía que las otras chicas – algunas embarazadas, algunas ya con hijos- la hacían
sentir un poco menos extraña. Y Scarlett, como yo sabía, podía hacer amigos en cualquier
lugar.

Macon y yo nos divertíamos. El lunes no fuimos a la escuela en absoluto, pasamos todo el


tiempo solo conduciendo por los alrededores, comiendo en McDonald’s, pasando el rato
junto al río. Cuando la escuela llamó esa noche mi padre no estaba en casa, y fácilmente
expliqué que había estado enferma y que mi madre estaba fuera de la ciudad. Macon ya
había dominado su firma, firmando cada nota que necesitaba.

Ella me llamaba cada noche y hacía las preguntas básicas sobre la escuela y el trabajo, si
mi padre estaba recordando darme de comer. Me decía que me extrañaba, que la abuela
Halley iba a estar bien. Decía que lamentaba nuestra discusión, y que sabía que era difícil
para mí romper con Macon, pero que algún día iba a entender que eso era lo correcto. Al
otro lado de la línea, con el teléfono en la mano, asentía y lo veía salir de nuestra entrada,
las luces se movían a través de mí, luego lo escuchaba pitando mientras se alejaba. Me
dije a mi misma que no debía sentir culpa, que ella había jugado sucio, cambiando las
reglas a su conveniencia. Algunas veces funcionaba, algunas a veces no.

La noche antes de que mi padre y yo partiéramos hacia Búfalo por el día de acción de
gracias, Macon me trajo a casa del trabajo. La casa estaba oscura cuando nos
estacionamos.

“¿Dónde está tu papá?” dijo él mientras apagaba el motor.

“No lo sé.” Agarré mi mochila de la parte trasera del auto y abrí mi puerta. “Haciendo
cosas de la radio, probablemente.”

Cuando me incliné para darle un beso de despedida, él se retiró un poco, sus ojos todavía
estaban sobre mi casa oscura. Al otro lado de la calle la luz del porche de Scarlett estaba
prendida, y pude ver a Marion frente a la TV en la sala, descalza, los pies sobre la mesa de
café. En la cocina Scarlett estaba de pie en la estufa, agitando algo.

“Bueno,” le dije a Macon, deslizando mi mano alrededor de su cuello. “Supongo que te


veré cuando regrese.”

“¿No vas a invitarme a entrar?”

“¿Entrar?” Me aparté. Él nunca me había preguntado eso antes. “¿Quieres?”

“Seguro.” Se inclinó y abrió su puerta, y así estábamos caminando por la entrada, pasando
las flores de mi madre, hacia los escalones de la entrada. El periódico estaba en el porche
y algunas hojas volaban alrededor, haciendo ruidos rapados. Iba a llover.

Busqué mis llaves en mi mochila, luego abrí la puerta y la empujé para abrirla, mientras
hubo una descarga de ruidos fuertes. Incluso sin mirar arriba podía sentir el avión cerca, la
delgada línea de los cristales de las ventanas a cada lado de la puerta vibraban.

“Hombre,” dijo Macon. “Eso es escandaloso.”

“Es malo a esta hora,” le dije. “Hay muchos vuelos temprano en la noche.” La casa estaba
completamente oscura adentro, y pasé mis manos por la pared buscando el interruptor de
la luz. Justo cuando la luz se encendió sobre nuestras cabezas hubo un ruido, un flash, y
estábamos en la oscuridad de nuevo.

”Espera,” dije, soltando mi mochila mientras el caminaba detrás de mí, algunas hojas
volaron dentro a través de sus pies. ”Voy a buscar otra bombilla.”

Y luego sentí sus brazos envolviéndome desde atrás, su mano, fría, sobre mi estómago, y
en la oscuridad de la alcoba de mis padres me besó. Él no parecía tener ningún problema
franqueando en la oscuridad de la casa vacía, encaminándome hacia la sala y el sofá,
empujándome hacia abajo tras los cojines bordados de mi madre. Lo besé, permitiéndole
deslizar su mano sobre mi camiseta, sintiendo el calor de sus piernas presionando contra
las mías. Otro avión retumbó en la distancia.

“Macon,” dije, tomando aire después de unos minutos, “mi padre podría llegar en
cualquier momento.”

El continuó besándome, sus manos seguían explorando. Obviamente ese no era una
amenaza para él tanto como lo era para mí.

“Macon.” Lo empujé hacia atrás un poco. “Hablo en serio.”

“Okey, okey.” Se sentó, chocando contra otra pila de cojines. Mi madre estaba en la onda
de los cojines. “¿Dónde está tu sentido de la aventura?”

“No conoces a mi padre,” dije, como si él fuera un gran ogro, persiguiendo chicos a través
del jardín con una escopeta. Estaba corriendo un riesgo solo con tenerlo allí; que mi padre
nos encontrara solos en la oscuridad sería otra historia.

Me levanté y fui a la cocina, encendiendo las luces a medida que avanzaba. Todas las
cosas familiares parecían diferentes con él deslizándose detrás de mí. Me preguntaba que
estaba pensando.

“¿Quieres algo de tomar?” dije, abriendo el refrigerador.

“Nah,” dijo, halando una silla de la mesa de la cocina y sentándose.

Estaba inclinada en la nevera, buscando una Coca Cola, cuando de repente escuché la voz
de mi padre, como si se hubiese formado detrás de mí. Juro que casi dejé de respirar.

“Bien estamos aquí en la nueva tintorería Simpson, el centro comercial Lakeview, soy
Brian y voy a decirles, que he visto un montón de tintorerías antes pero este lugar es
diferente. Herb y Mary Simpson, bueno, ellos saben un poco sobre este negocio, y…”

Sentí que mi cara se calentó, la sangre corrió presa del pánico, incluso después de darme
cuenta que era solo la radio y di la vuelta para ver a Macon sonriendo detrás de mí, sus
manos todavía estaban sobre el botón.

“No es gracioso" dije, halando una silla para sentarme junto a él. Bajó el volumen y solo
podía escuchar a mi padre murmurando algo sobre servicio de almidonado al instante.

Él dijo que quería ver mi cuarto, y yo sabía por qué, pero lo llevé arriba de todos modos,
subiendo las escaleras en la oscuridad con él tomando mi mano. Caminó alrededor de mi
cama, apoyándose en mí espejo para examinar las medallas azules que había obtenido en
gimnasia años atrás, mis fotos con Scarlett en la cabina del centro comercial, haciendo
muecas y sonriendo para la cámara. Se acostó sobre mi cama como si fuera suya. Y
cuando se inclinó para besarme, yo tenía mis ojos abiertos, mirando por encima de su
cabeza a la parte superior de mi biblioteca, a la muñeca Madame Alexander que la abuela
Halley me había regalado por mí decimo cumpleaños. Era Scarlett O’Hara, en un vestido y
sombrero verde y blanco, y solo mirar eso por ese segundo antes de cerrar mis ojos me
produjo la misma punzada de culpabilidad, la cara de mi madre parpadeando, diciéndome
lo mal q estaba esto.

Afuera, los aviones seguían pasando, sacudiendo mis ventanas. Macon seguía deslizando
su mano sobre mi cintura, avanzando más de lo que lo había hecho antes, yo lo seguía
empujando hacia atrás. Encendimos mi radio-reloj, bajo, para seguir el rastro del paradero
de mi padre. Pero después de un tiempo se apagó y solo éramos nosotros y el silencio, los
labios de Macon contra mi oreja me engatusaban. Su voz era baja y rasposa y adecuada en
mi oído, sus dedos acariciaban la parte de atrás de mi cuello. Todo se sentía muy bien, y
pude sentirme a mi misma olvidando, deslizándome y perdiéndome en eso, hasta que de
repente- “No,” dije, agarrando sus manos cuando trató de desabrochar mis pantalones,
“Esto no es una buena idea.”

“¿Por qué no?” Su voz era apagada.

“Tú sabes por qué no,” dije.

“No, no lo sé.”

"Macon."

“¿Cuál es el problema?” me preguntó, volteándose sobre su espalda, su cabeza en mi


almohada. Su camisa estaba desabotonada; su mano todavía estaba sobre mi estómago,
sus dedos extendidos a través de mi piel.

“El problema es que esta es mi casa y mi cama, y mi padre llegará a casa en cualquier
momento. Podrían atraparme.”

Se dio la vuelta y encendió la radio de nuevo, la voz de mi padre, llenando la habitación.


"Así que venga aquí a Limpieza en Seco Simpson, tenemos algunos premios y grandes
ofertas, y pastel, -¿hay pastel también?, ¿Cómo puede decir que no al pastel? Soy Brian,
estoy aquí hasta las nueve". Él sólo estaba allí, mirándome, demostrándome que estaba
equivocada.

"Simplemente no es una buena idea", dije, extendiendo mi mano y encendiendo la luz.


Todo alrededor en mi habitación saltó en su lugar, los parámetros familiares de mi vida:
mi cama, mi alfombra, mis animales de peluche alineados en el tercer estante de mi
librero. Había un pequeño cerdito verde en medio que Noah Vaughn me había comprado
para el día de San Valentín, dos años antes. Noah nunca había deslizado su mano más allá
de mi cuello, nunca había encontrado formas ingeniosas para alcanzar lugares que yo
estaba tratando afanosamente de guardar. Noah Vaughn había sido feliz sólo con sostener
mi mano.

"Halley", Macon dijo, en voz baja. "Estoy en lo de ser paciente y esperar y todo, pero han
pasado casi tres meses."

"Eso no es tanto tiempo", le dije, recogiendo el lugar usado en comodidad.

"Es para mí". Rodó un poco más cerca, poniendo su cabeza en mi regazo. Tuve un destello
repentino, de la nada, que él había hecho esto antes. "Sólo piensa en ello, ¿está bien?
Tendremos cuidado, lo prometo."

"Pienso en eso", le dije, pasando mis dedos por su cabello. Cerró los ojos. Y yo pensaba en
eso, todo el tiempo. Pero cada vez que era tentada, cada vez que quería renunciar a mi
defensa y tirar mis tropas, pensaba en Scarlett. Por supuesto, pensaba en Scarlett. Ella
había pensado que estaba siendo cuidadosa, también.

Se fue no mucho tiempo después de eso. Él no quería quedarse a ver televisión o


simplemente pasar el rato y hablar. Algo estaba cambiando, algo que yo podía sentir a
pesar de que nunca había estado allí antes, como las tortugas bebé que saben la manera
de ir al agua al nacer, por instinto. Ellas sólo saben. Y yo ya sabía que iba a perder a
Macon, probablemente pronto, si me acostaba con él. Me dio un beso de despedida y se
fue, y yo me quedé en mi puerta y lo vi irse, tocando como siempre hacía cuando el
doblaba la esquina.
Cuando lo perdí de vista, pensé en eso esbozando un contorno negro, los colores dentro
apenas comenzaban a llenar. La chica que había sido, la chica que era. Me dije a mi misma
los cambios que habían llegado rápidos y furiosos en estos últimos meses, y uno más que
no era la gran cosa. Pero cada vez que lo hacía pensaba en Scarlett, siempre Scarlett, y en
el nuevo color, esa forma particular, que yo no estaba dispuesta a asumir por el momento.

************************************
Cuando me acerqué a Scarlett para decir adiós, había comida sobre la mesa de la cocina y
los contadores, y ella estaba en cuclillas en el suelo con un balde y una esponja, frotando
el interior de la nevera.

"¿Puedes olerlo?", dijo antes de que yo hubiera abierto la boca. Ella ni siquiera se había
volteado. El embarazo estaba haciendo cada uno de sus sentidos más fuerte, más intenso,
y juraría que a veces parecía casi clarividente.

"¿Oler qué?”

"¿No lo puedes oler?" Ahora se dio vuelta, apuntándome con la esponja. Ella respiró
hondo, cerrando los ojos. "Eso. Esa podredumbre, el tipo de olor apestoso".

Respiré, pero todo lo que estaba obteniendo era Clorox de la cubeta. "No."

"Dios". Se puso de pie, agarrándose de la puerta de la nevera para apoyarse. Era más
difícil para ella ponerse de pie ahora, su estómago haciéndola perder el equilibrio.
"Cameron no puede olerlo tampoco—dijo que yo estaba loca. Pero te juro, es tan fuerte
que me hará vomitar. He tenido que aguantar la respiración durante todo el tiempo que
he estado haciendo esto".

Miré a la Biblia del embarazo, que estaba sobre la mesa, abierto en el capítulo sobre El
Quinto Mes, que se acercaba rápidamente. Pasé las páginas cuando ella se inclinó sobre el
rizador de hortalizas, la nariz arrugada, lavando como loca. "Página setenta y cuatro,
párrafo final," dije en voz alta, siguiendo las palabras con el dedo. "Y cito: ‘Tu sentido del
olfato puede ser más fuerte durante el embarazo, causando aversión a algunos alimentos.
‘"

"No puedo creer que no huelas eso," murmuró, haciendo caso omiso de mí.

"¿Qué vas a hacer, fregar toda la casa?" Le dije mientras ella tiraba del plato de
mantequilla, lo examinaba, y lo sumergía en el cubo.

"Si tengo que hacerlo."

"Estás loca".

"No", dijo, "estoy embarazada y se me permiten excentricidades, lo dijo el médico. Así que
cállate."

Saqué una silla y me senté, apoyando un brazo sobre la mesa. Cada vez que estaba en la
cocina de Scarlett pensaba en los años que pasamos allí, en la mesa, con la radio
encendida. En los largos días de verano haciendo galletas de chocolate y bailando
alrededor del suelo de linóleo sin zapatos, la música a todo volumen.

Me senté en la mesa, hojeando Mes Cinco. "Mira esto", dije. "Para diciembre continuará
el estreñimiento, calambres en las piernas, hinchazón de tobillos se espera."

"Genial". Ella se sentó sobre sus talones, pasando la esponja en el cubo. "¿Qué más?"

"Umm... Venas varicosas, tal vez, y un orgasmo más fácil o más difícil."

Se dio la vuelta, apartándose el cabello del rostro. "Halley. Por favor."

"Solo estoy leyendo el libro."

"Bueno, tú de todas las personas debes saber que los orgasmos no son mi gran
preocupación en este momento. Estoy más interesada en encontrar lo que está podrido
en esta cocina."

Todavía no podía oler nada, pero yo sabía que no debía discutir. Scarlett estaba
manejando las cosas, y yo estaba orgullosa de ella, estaba comiendo mejor, caminaba por
el vecindario durante media hora todos los días, porque había oído que era bueno para el
bebé, y leía todo lo que llegaba a sus manos sobre crianza de los niños. Todo, excepto los
artículos de adopción y folletos que Marion iba dejando en la bandeja giratoria o en su
cama, siempre con una tarjeta de alguien interesado en Discutir sus Opciones. Scarlett le
seguía la corriente porque tenía que hacerlo, pero iba a quedarse con el bebé. Como todo
lo demás, había hecho su elección y ella se atenía a ella, todos los demás podían irse al
infierno.

"Scarlett?" dije.

“¿Sí?" su voz era apagada, tenía la cabeza metida en el cajón de carne y queso,
inspeccionando.

"¿Qué te hizo decidir dormir con él?"

Salió lentamente, y se volvió hacia mí. "¿Por qué?"

"No sé", me encogí de hombros. "Sólo pregunto."

"¿Te has acostado con Macon?"

"No", dije. "Por supuesto que no."


"Pero él quiere."

"No, no exactamente." Giré la bandeja giratoria. "Él lo mencionó, eso es todo."

Ella se acercó y se sentó a mi lado, tirando de su cabello hacia atrás con las manos. Olía a
Clorox. "¿Qué dijiste?"

"Le dije que lo pensaría."

Se sentó, absorbiéndolo. "¿Quieres?"

"No lo sé. Pero él sí, y no es la gran cosa para él. ¿Sabes? No entiende por qué lo es para
mí".

"Eso es mentira", dijo simplemente. "Él sabe por qué."

"No es así", dije. "Quiero decir, realmente me gusta él. Y creo que para chicos como
él—así—no es la gran cosa. Es solo que, lo que sabes, lo haces."

"Halley". Sacudió la cabeza. "Esto no es acerca de él. Se trata de ti. Tú no debes hacer
nada que no estés lista".

"Estoy lista", le dije.

“¿Estás segura?”

"¿Tú estabas lista?", dije.

Eso la detuvo. Pasó las manos sobre su estómago, parecía como si se hubiera tragado un
melón pequeño, o una calabaza. "No sé. Probablemente no. Yo lo amaba, y una noche las
cosas fueron más lejos de lo que habían ido antes. Después me di cuenta que era un error,
en más de un sentido."

"Porque se salió", le dije.

“Sí. Y por otras razones, también. Pero no puedo predicarte, porque estaba segura de que
estaba haciendo lo correcto. Yo no sabía que él se habría ido al día siguiente. Como,
literalmente ido. Pero tienes que considerar eso”.

"¿El hecho de que él podría morir?"

"No morir", dijo en voz baja, y hubo esa onda de nuevo, la que aún se apoderaba de su
rostro cuando hablaba de él, y de repente me di cuenta de cuánto tiempo había pasado
realmente. "Quiero decir, amaba a Michael mucho, pero—yo no lo conocía bien. Sólo fue
un verano, ya sabes. Es mucho pudo haber sucedido este otoño. Nunca sabré".

"Puedo notar que él quiere. Pronto. Se está haciendo más insistente al respecto".

"Si duermes con él, van a cambiar las cosas", dijo. "Tienen que hacerlo. Y si se va, perderás
algo más que él. Así que asegúrate, Halley. Que estés realmente segura."
Capítulo 12
Traducido por Isabella

L a abuela Halley estaba en un sitio llamado Evergreen Rest Care Facility. Algunas de
las personas estaban postradas en cama, pero otros podían moverse; mujeres en
sillas de ruedas motorizadas pasaban por nuestro lado por los pasillos, con los bolsos
apretados al regazo. Todo olía afrutado y agudo, como si hubiera demasiado ambientador
barato. Parecía como que en cada espacio libre en la pared había una decoración grabada
de Acción de Gracias en ella, pavos, peregrinos y maíz, daba la sensación de que las
festividades eran imprescindibles, importantes, porque no había más nada interesante.

Había dormido la mayor parte del viaje hasta allí, ya que mi padre quería salir a las 4 a.m.
para adelantar a los demás viajeros. Mi padre siempre se preocupaba por adelantar
cuando viajábamos, obsesionado con engañar a los otros coches, y una vez en el coche
ponía la radio para verificar su competencia, algo que me volvía loca ya que nunca llegaba
a escuchar ningún tipo de música.

Antes de irnos, me quedé despierta toda la noche, escuchando los coches afuera. Estaba
segura de que Macon pasaría, aunque solo fuera para oírle, para decir adiós otra vez. Él
sabía que estaba disgustada por lo de mi abuela, pero le hacía sentir incómodo; las cosas
de familia no eran su punto fuerte. Y yo no quería dejar las cosas de la forma en que
estaban, sin resolver, y me lo imaginaba en los pocos lugares a los que yo sabía que iba,
con los pocos amigos suyos que conocía, e intentaba decirme a mi misma que yo le
importaba lo suficiente como para no buscar en otro lugar lo que yo no le daba.

Lo primero que pensé cuando entré en el cuarto de la abuela Halley fue lo pequeña que
parecía. Estaba en la cama, con los ojos cerrados y un cuadrado de luz de sol que caía
sobre la cara desde su ventana. Su cara parecía la de una muñeca de porcelana e irreal,
como la señora Alexander Scarlett O'Hara que me había regalado ella.

"Hola," mi madre se levantó de una silla al lado de la ventana. No la había visto. "¿Cómo
estuvo el viaje?"

"Bien," le dije mientras se acercaba y me besaba.

"Bien," dijo mi padre, poniendo los brazos alrededor de su cintura. "Hemos hecho en buen
tiempo. Realmente nos hemos adelantado a todo el mundo."
"Vamos fuera," dijo ella en voz baja. "Ha tenía una noche difícil y necesita descansar."

En el pasillo un grupo de mujeres en sillas de ruedas estaban paseando, riendo y


hablando, y junto a la habitación de la abuela Halley, detrás de una puerta medio cerrada
pude ver a alguien conectado a una máquina, con un tubo en la nariz. La habitación estaba
oscura, las cortinas puestas.

"¿Cómo va todo?" me dijo mi madre atrayéndome hacia ella."Os he echado mucho de


menos chicos."

"¿Cómo estás?" dijo mi padre, observando lo cansada que se veía, el rostro más viejo y
estirado, como si el tiempo aquí te envejeciera.

"Estoy bien," le dijo ella, con su brazo todavía alrededor mío. Estaba incómoda, apretando
el brazo en una posición extraña en mi costado, pero esto era importante para ella así que
no me moví. "Ella está mucho mejor hoy. Cada día mejora a pasos agigantados." Cada par
de palabras ella me apretaba el hombro para darle más énfasis.

Cuando volvimos a entrar solo hablé con la abuela Halley por unos minutos. Al principio,
cuando abrió los ojos y me vio allí parpadeó para recocerme, no comprendiendo quien era
de inmediato y eso me asustó. Como si yo hubiera sido cambiada por otra muchacha, otra
Halley, diferente voz y características, todo volviéndome irreconocible.

"Es Halley, madre," dijo mi madre en voz baja al otro lado de la cama, mirándome
alentadoramente, ya que no podía apretarme el hombro y que me tomara esto mejor de
lo que lo hacía.

Y entonces lo vi, cruzando su cara, encontrándome en el extraño rostro que la estaba


mirando.

"Halley," dijo ella casi regañándome, como si fuera una vieja amiga haciéndole un truco.
"¿Cómo estás corazón?"

"Estoy bien. Te he echado de menos." dije, y le cogí la mano, tan pequeña encima de la
mía, y la envolví alrededor de mis dedos. Podía sentir los huesos de su mano, moviéndose
con el agarre, así que la apreté con cuidado, haciendo hincapié en que todo estaría bien.

*********************************

Más tarde, vimos a la abuela Halley comer pavo y gelatina de arándanos con un vaso color
naranja decorado en la bandeja. Las salas de Evergreen se llenaban con otros parientes
ahora; en un momento cuando pasé por la habitación de al lado, el hombre con los tubos
y máquinas estaba rodeado de gente, hablando en voz baja y apretándose juntos. Fuera,
en el pasillo, una niña con un delantal y Mary Janes estaba jugando a la rayuela sobre las
baldosas de linóleo. Los pasillos tenían un olor diferente ahora, ambientador mezclado
con cientos de tipos de perfumes y lacas para pelo, de repente mezclado con el mundo
exterior.

Esa noche fuimos a un hotel en la ciudad y pagamos veinte dólares cada uno por un buffet
de Acción de gracia, filas y filas de mesas de vapor de puré de patatas, salsa de carne y
salsa de arándanos y pastel de calabaza. Todo el mundo estaba vestido y comiendo en
pequeñas mesas, como una gran familia rota en pedazos. Mi padre se comió el valor de
tres platos y mi madre, con el rostro cansado y bordeado por la falta de sueño, habló todo
el tiempo, sin parar, como si las suficientes palabras pudieran hacerlo menos extraño,
menos diferente a todos los demás días de Acción de Gracia que habíamos tenido.

Me hizo toneladas de preguntas, solo para mantener la conversación, sobre Scarlett, el


colegio, y de Milton. Mi padre contó una larga historia de un oyente que se había
desnudado y corrido por la calle principal por entradas para un concierto. Cogí un poco de
puré de patatas, suave como la seda, y me pregunté que estaría haciendo Macon, si
siquiera había una cena de pavo o solo un Big Mac en su habitación vacía o en otra fiesta
sin mí. Le echaba de menos, justo como echaba de menos las papas grumosas que mi
madre hacía todos los días de Acción de Gracia.

Nos instalamos en la casa de la abuela Halley, en mi viejo cuarto de todos los veranos, mis
padres en el pasillo en la habitación de invitados con la pared de flores azules. Nada había
cambiado mucho. El gato aún era gordo, los tubos todavía jadeaban por la noche y cada
vez que pasaba por la campana de la ventana de la escalera la tocaba de forma
automática sin pensar, anunciándome a mi misma a la escalera vacía.

Por las noches, volvía a leer las pocas revistas que había llevado o llamaba a Scarlett. Ella
había cocinado una cena tradicional para Cameron (cuya familia comía temprano), Marion
y Steve/Vlad, que se presentó, según me dijo, en pantalones de vestir, con sus botas y
collares haciéndolos sonar y lo que ella dijo que solo podía describirse cortésmente como
una túnica.

"¿Una qué?" dije.

"Una túnica," dijo ella simplemente. "Como una camiseta grande, con un cordón colgando
por la cintura."

"Se la metió por dentro, ¿no?"

"No," dijo ella. "Solo lo usaba. Y te juro que Marion casi ni lo ha notado."

Esto me fascinó. "¿Qué le dijiste?"


"¿Qué pude decir? Le dije que se sentara y le di un plato de frutos secos. No sé, Marion
está loca por él. No le importaría que se presente con el trasero desnudo."

Yo me reí. "Para."

"Hablo en serio," suspiró ella. "Bueno al menos la cena ha ido bien. Cameron mantuvo la
conversación y recibí muchos cumplidos por las patatas. No es que yo pudiera comer. Mi
espalda me ha estado matando y estuve teniendo náuseas la semana pasada. Algo se está
pudriendo en la cocina. ¿Te lo había dicho?"

"Si, lo hiciste." le dije. "¿Tienen grumos?"

"¿Qué?"

"Las patatas. ¿Tienen grumos?"

"Por supuesto que tienen," dijo ella. "solo son buenas si tienen grumos."

"Lo sé," dije. "Guárdame un plato, ¿vale?"

"Okey," dijo ella, con su voz crepitante a través de la línea, tranquilizándome como
siempre. "Lo haré."

*******************************

Conocí un poco mejor a la abuela Halley ese fin de semana, y no a través de las visitas
cortas que pasé con ella, tomándole la mano. Estaba aún dolorida por su cirugía y un poco
confusa, ella me llamó Julie más de una vez y me contó historias que se quedaron a medio
camino, desapareciendo en el silencio. Y todo el tiempo mi madre estuvo ahí detrás de mí
o a mi lado, terminando las oraciones que mi abuela no podía, o intentando poner todo
bien de nuevo.

En mi dormitorio en casa de la abuela Halley, había un viejo armario hecho de madera con
dulce aroma con rosas pintadas en las puertas. Una noche, mientras me aburría lo abrí y
dentro había un montón de cajas, fotografías, cartas y más cosas, pequeñas cosas que mi
abuela, que era una buena roedora, no podía tirar. Había fotos de cuando ella era una
adolescente en un baile de disfraces, posando con otras chicas, todas ellas sonriendo. Su
cabello había sido largo y oscuro y lo llevaba trenzado por encima de la cabeza, con flores
tejidas a través de la corona. Había una caja llena de cartas del baile firmadas por chicos
en ella, cada baile numerado. Encontré una foto de la boda de ella y mi abuelo donde se
inclinaban sobre un pastel con el cuchillo en ambas manos. Todo me fascinaba. Leí cartas
que escribió a su madre durante su primer viaje al extranjero, donde se pasó cuatro
páginas describiendo a un muchacho indio que había conocido en el parque y cada
palabra que dijo, y cuan azul era el cielo. Y luego las cartas sobre mi abuelo, lo mucho que
lo amaba, cartas que fueron devueltas a su sello postal bien atadas con una cuerda
cuando su madre murió.

Bajé las escaleras y encontré a mi madre en la mesa de la cocina, bebiendo una taza de té
y sentada en la gran silla verde de la abuela Halley junto a la ventana. Ella no me oyó
entrar y saltó cuando le toqué el hombro.

"Hey," dijo ella. "¿Qué estás haciendo levantada?"

"He estado leyendo todo esto de la abuela Halley," dije, deslizándome a su lado. "Mira
esto." Y le enseñé la tarjeta de danza que me había atado a la muñeca y la foto de la boda
de ellos bailando con la banda, y mi anuncio de nacimiento cuidadosamente guardado en
su propio sobre. Había pasado horas sentada, pasando por la vida de mi abuela,
almacenada en cajas y sobres, perfectamente organizados como si hubiera estado allí,
para que yo lo encontrara, todo el tiempo.

"¿Puedes creer que era tan joven?" dijo mi madre , poniendo la foto junto a la luz. "¿Ves
el collar que lleva puesto? Ella me lo dio el día de mi boda. Era mi "algo prestado". "

"Ella se enamoró de un muchacho indio el verano que tenía diecinueve años," le dije. "En
un parque de Londres. Le escribió a ella durante dos años después de conocerse."

"No bromees," dijo en voz baja, con sus dedos acariciando mi pelo. "Nunca me lo dijo."

"¿Y sabes la campana que tiene en la ventana a mitad de las escaleras? El abuelo la
compró en un mercadillo, en España, cuando se fue al servicio."

"¿De veras?"

"Deberías leer estas cartas," dije, mirando mi propio nombre en el anuncio de nacimiento:
¡Bienvenida Halley!

Me sonrió, como si de recordando de repente momentos como este entre nosotras, no se


notara el hecho mismo de lo raro que eran.

"Cariño," dijo, recogiendo mi pelo en sus manos. "Siento lo de esa noche en el


restaurante. Sé que es difícil entender por qué no te permitimos ver a Macon. Pero es lo
mejor. Algún día lo entenderás."

"No," dije. "No lo haré." Y entonces, tan fácilmente como se había cerrado, la distancia se
abrió entre nosotras. Casi pude verla.

Ella suspiró, dejando caer mi pelo. Ella lo sintió también. "Bueno, es tarde. Deberías irte a
la cama, ¿vale?"

"Si, está bien." Me levanté y caminé hacia la escalera, más allá de la enmarcada primera
página del periódico local, anunciando la llegada del cometa Halley. HALLEY HACE OTRA
VISITA, decía.

"Recuerdo cuando llegó el cometa de nuevo," dije y ella vino para ponerse detrás de mí,
leyendo sobre mi hombro. "Me senté en el regazo de la abuela y lo vimos juntas."

"Oh, cariño, eras tan pequeña," dijo ella con facilidad."Y realmente no fue claro en
absoluto. Tú no viste nada. Lo recuerdo."

Y eso era todo, era muy fácil para ella. Ni mis propios recuerdos me pertenecían.

Pero sabía que ella estaba equivocada. Vi el cometa. Lo sabía tan bien como conocía mi
rostro o mis propias manos. Mi propio corazón.

**************************

A la mañana siguiente cerramos la casa, dimos de comer al gato y dejamos dinero para el
cuidador de mascotas, a continuación, nos metimos en el coche para la última visita a la
Abuela Halley. Evergreen estaba tranquilo, con los visitantes que ya se habían ido,
adelantándose unos a otros. Mi padre se despidió rápidamente y salió al estacionamiento
junto al coche, los ojos puestos en la rampa, su cabeza contra el viento. Dentro, detrás de
las ventanas de seguridad ni siquiera se oía soplar.

Me senté durante un largo tiempo junto a la cama de la abuela Halley, su mano con la
mía, y mi madre al otro lado. Ella era coherente, pero apenas; estaba cansada, las drogas
la dejaban mareada y seguía cerrando los ojos. Su mejilla estaba seca, cuando me besó
como hacía antes, puso su mano contra mi cara, los dedos suaves y frescos sonriéndome
pero sin decir nada. Me acordé de la niña de las imágenes, con las rosas y los vestidos de
baile largos y le sonreí.

Esperé en el pasillo, mientras mi madre decía adiós. Me quedé contra la pared, bajo el
reloj y escuché las agujas. En el interior, la voz de mi madre era aún más baja y no podía
distinguir las palabras. Al lado, el hombre de los tubos estaba solo de nuevo, el
equipamiento a su lado pitando en la oscuridad. La televisión a través de su cama estaba
simplemente en estática.
Por último, después de unos veinte minutos, regresé a la entreabierta puerta. Mi madre
estaba de espaldas a mí, una mano con la de la abuela Halley, y cuando miré de cerca
pude ver que la abuela Halley se había dormido, los ojos cerrados, respiración regular y
suave. Y mi madre, que había pasado el fin de semana entero con su maniática
tranquilidad, apretando mi hombro y sonriendo, obligándose a conversar, estaba llorando.
Tenía la cabeza gacha, apoyada en la barandilla de la cama y sus hombros se estremecían
mientras lloraba, con la abuela Halley durmiendo, ajena. Me asusté, de la misma manera
que lo había estado la noche que llegué a casa del Campamento de la Hermandad y
encontré a Scarlett llorando en el porche, esperándome. Hay algunas cosas en este mundo
en las que confías como una apuesta segura. Y cuando se derrumban, pasando por donde
tú has estado cuidadosamente, esto mueve tu fe, justo donde estás parada.
Capítulo 13
Traducido por Jhos

A hora que era el Mes Cinco, ya no se escondía que Scarlett estaba embarazada. Con
su protuberante estómago y su rostro siempre sonrojado, inclusive el monótono
delantal verde del Mercado Milton, no podría ocultar su secreto. La primera
semana de diciembre, le llamaron para hablar con el señor Averby. La acompañé para
darle apoyo moral.

“Ahora Scarlett,” El Sr. Averby nos miró por encima de su escritorio y nos sonrió. Él era
como de la edad de mi papá, con una calva que trataba de cubrir con un peinado creativo.
“No pude evitar darme cuenta que tienes, uh, noticias.”

“¿Noticias?” dijo Scarlett. Ella tenía este pequeño juego con las personas. Le gustaba que
ellos lo dijeran.

“Sí, bueno, lo que quiero decir es que llamó mi atención -es decir, he notado- que pareces
estar esperando.”

“Esperando,” dijo Scarlett, asintiendo. “Estoy embarazada.”

“Claro,” dijo él rápidamente. Parecía como si hubiera empezado a sudar. “Así que, solo me
preguntaba, si había algo que debiéramos discutir sobre esto.”

“No lo creo,” dijo Scarlett, cambiando su peso en la silla. Ya no podía sentirse cómoda.
“¿Usted si?”

“Bueno, no, pero creo que hay que reconocer que quizás hayan problemas, con la posición
que alguien en tu condición debería tener.” Le estaba costando decirlo, claramente,
estaba preocupado por lo que los clientes pensarían de una de cajera de dieciséis años
embarazada en Milton, El Supermercado de la Familia. De que fuera un mal ejemplo. O
malo para el negocio. O algo.

“No lo creo,” dijo Scarlett alegremente. “El doctor dice que está bien que esté de pie,
mientras no sea tiempo completo. Y mi trabajo no se verá afectado, Sr. Averby.”

“Ella es una muy buena empleada,” dije entrometiéndome. “Empleada del Mes en
agosto.”
“Así es,” Scarlett me sonrió. Ella ya me había dicho que no renunciaría por nada, ni
siquiera para salvar a Milton de la vergüenza. Y ellos no podían despedirla. Iba contra la
ley; ella lo sabía de su Grupo de Apoyo para Madres Adolescentes.

“Eres una muy buena empleada,” dijo el Sr. Averby, y ahora se movía en su asiento como
si no pudiera ponerse cómodo tampoco. “Solo no sabía cómo te sentías acerca de
mantener tu horario actual. Si quería recortarlo o discutir otras opciones o-“

“Nop. Para nada. Estoy perfectamente a gusto,” dijo Scarlett interrumpiéndolo. “Pero de
verdad aprecio su consideración.”

Ahora el Sr. Averby solo lucía cansado, vencido. Resignado. “Okey,” dijo él. “Entonces
supongo que eso es todo. Gracias por venir, Scarlett, y por favor hazme saber si tienes
algún problema.”

“Gracias,” dijo ella, y nos levantamos juntas y salimos de la oficina, cerrando la puerta
detrás de nosotras. Llegamos a Alimentos a Granel y Cereales antes de que ella empezara
a reírse y tuviera que detenerse para descansar.

“Pobre diablo,” dije mientras ella se inclinaba más aún riéndose. “Nunca supo que lo
golpeó.”

“Nop. Pensó que estaría feliz de irme.” Ella se inclinó sobre las filas de café importado,
recuperando el aliento. “No estoy avergonzada, Halley. Sé que estoy haciendo lo correcto
y ellos no pueden hacerme pensar diferente.”

“Sé que es así,” dije, y me pregunté otra vez porque lo correcto siempre parecía
encontrase con tanta resistencia, cuando uno pensaría que sería el camino más fácil.
Tienes que pelear para ser virtuoso, o al menos de eso me estaba dando cuenta.

*************************

A medida que se acercaba diciembre, y todo de repente era verde, rojo y oropel, y los
villancicos torturaban mis oídos en el trabajo, “Jingle Bells” una y otra vez, yo todavía no
había tomado una decisión sobre Macon. La única razón por la que me estaba librando de
ello era solo porque no nos habíamos visto mucho, excepto en la escuela, que era el único
lugar en el que no tenía que preocuparme que las cosas fueran demasiado lejos. Yo estaba
trabajando turnos extras por las festividades en Milton y también estaba ocupada con
Scarlett. Ella me necesitaba más que nunca. Yo la llevaba a sus citas con el Doctor,
empujaba el carro en la Supertienda del bebé, mientras ella observaba los precios de
cunas y cochecitos, y fui más de una vez entrada la noche por helado de chocolate y
frambuesa cuando era fundamentalmente necesario. Incluso me senté con ella mientras
escribía borrador, tras borrador, tras borrador de una carta a la Sra. Sherwood a su nueva
dirección en Florida, cada una comenzaba con Usted no me conoce, pero. Esa era la parte
fácil. El resto era más difícil.

Macon también estaba ocupado. Siempre se escapaba de la escuela o ni siquiera iba, me


llamaba para conversaciones de dos minutos a toda hora y siempre tenía que colgar
repentinamente. Él no podía venir a mi casa o ni siquiera traerme porque era muy
arriesgado. Mi madre no lo mencionaba mucho, ella asumía que sus normas eran
seguidas. Estaba muy ocupada con su trabajo y organizando que la abuela Halley se
mudara.

“Es solo que él está diferente,” me quejé con Scarlett mientras estábamos sentadas en su
cama una tarde leyendo revistas. Yo estaba leyendo Elle; ella Madre Trabajadora.
Cameron estaba abajo haciendo Kool-Aid, el último antojo de Scarlett. Él ponía mucha
azúcar en el, como para darte un dolor de cabeza, pero era como a ella le gustaba. “No es
como era.”

“Halley,” dijo ella. “Tu lees Cosmo. Sabes que ninguna relación se queda en este estado de
vértigo para siempre. Es normal.”

“¿Tú crees?”

“Si,” dijo ella, pasando la página. “Totalmente.”

Aún así hubieron un par de meses, mientras la Navidad se abalanzaba sobre nosotros, que
tuve que detenerlo mientras su mano de movía más allá de unos límites sobre los que aún
no había decidido. Dos veces en su casa, los viernes por la noche mientras yacíamos en su
cama, tan cerca que parecía inevitable. Una vez en la auto, estacionados junto al lago,
hacía frío y él se apartó de mi de repente, sacudiendo su cabeza en la oscuridad. No era
solo él, tampoco. Se estaba volviendo más difícil para mí también.

“¿Lo amas?” me preguntó Scarlett un día luego que le contara de este último incidente.
Estábamos en Milton, sentadas en el muelle de carga durante nuestro descanso, rodeadas
por paquetes de envases de jugo de tomate.

“Si,” dije. Nunca lo había dicho, pero así era.

“¿Él te ama?”

“Si,” dije, falseando un poco.

No funcionó. Ella tomó otro bocado de su bagel y dijo. “¿Te lo ha dicho?”


“No. No exactamente.”

Se recostó en el asiento, sin decir nada más. Su punto, asumí, estaba claro.

“Pero ese es un cliché,” dije. “Quiero decir, Me amas. Como si significara algo. Como si
porque lo dijera, yo debería dormir con él, y si no, no debería.”

“No dije eso,” dijo ella simple. “Todo lo que digo es que esperaría que lo hiciera antes de
seguir adelante con esto.”

“Son solo dos palabras,” dije casualmente, terminando mi Coca-Cola. “Muchos duermen
juntos sin decir ‘Te amo.’”

Scarlett se recostó, empujando sus piernas lo más que pudo contra su estómago. “No la
gente como nosotras, Halley. No la gente como nosotras.”

****************************

Mi madre, que es seria y formal sobre la mayoría de las cosas, es una fanática absoluta de
las festividades. La Navidad comienza en nuestra casa en el instante que el último bocado
de la cena de Acción de Gracias es comido, y nuestro árbol de Navidad, decorado de
manera decreciente con demasiados adornos, no se va hasta el Día de Año Nuevo. Vuelve
a mi padre, que se proclama a sí mismo un ateo de la navidad, completamente loco, Si
fuera por él, el árbol estaría desmantelado y fuera diez segundos después de que último
regalo fuera abierto -un asunto terminado. De hecho, si fuera su decisión, no tendríamos
un árbol, punto. Solo nos daríamos nuestros regalos en las bolsas en que vinieron (su
envoltorio favorito), comerías un gran banquete, y veríamos fútbol en la TV. Pero él sabía
cuando se casó con mi madre, que insistió en una boda de Año Nuevo, que él no
obtendría eso. Para nada.

Supuse que la abuela Halley estando enferma haría las festividades un poco menos
importantes este año, o al menos distraería a mi madre. Estaba equivocada. En todo caso,
era más importante que esta fuera la navidad Perfecta, la Mejor que Jamás Hayamos
Tenido. Ella se tomó un día, quizás dos, luego que llegamos a casa de Acción de Gracias
antes de sacar los adornos de las cajas, la existencia aumentó, y la planificación estaba en
pleno apogeo. Era vertiginoso.

“Tenemos que comprar un árbol,” anunció ella alrededor del cuarto día de Diciembre.
Estábamos en la mesa de comer. “Esta noche, estaba pensando. Sería algo agradable para
hacer juntos.”
Mi padre lo hizo por primera vez ese año, una combinación de un suspiro con un bajo
murmuro. Su única tradición de las festividades: El gruñido navideño.

“El lote abre a las nueve,” dijo ella alegremente, alcanzando mi plato.

“Tengo mucha tarea,” dije, mi excusa por excelencia, y mi padre me pateó bajo la mesa. Si
él iba, yo iba.

El lote estaba lleno, así que le tomó media hora en frío helado encontrar el Árbol perfecto.
Me quedé junto al auto, más frustrada cada minuto, mientras la veía recorrer los pasillos
de abetos con mi padre tomando este, luego este otro, para su inspección. Por encima de
todo, lo que sonaba como la misma cinta navideña que colocábamos en Milton sonaba
alto; me sabía cada palabra, cada ritmo, cada pausa, murmurándola sin si quiera darme
cuenta.

“Hola, Halley.” Me volteé y vi a Elizabeth Gunderson, allí parada tomada de la mano con
una pequeña niña usando un tutu y un pesado abrigo de invierno. Tenían rostros idénticos
y también el color del cabello. No la había visto mucho últimamente; luego del escándalo
de su novio y su mejor amiga, ella se había mantenido alejada por un par de semanas “se
estaba sacando el apéndice:” el rumor era que había estado en alguna clase de hospital
pero nunca fue verificado tampoco.

“Hey, Elizabeth,” dije, sonriendo educadamente. Yo no me iba a poner en ridículo de


nuevo.

“Lizabeth, quiero ir a buscar el muérdago,” dijo la niña, jalándola hacia la pantalla de


registro. “Vamos.”

“Un segundo, Amy,” dijo Elizabeth fríamente, jalando hacia atrás. La niña puso mala cara,
pateando con su zapatilla de Ballet. “Halley, ¿que tal?”

“No mucho. Haciendo cosas de familia.”

“Si. Yo también.” Ella miró a Amy, que le había soltado la mano y daba vueltas entre
nosotras. “Y bien, ¿como están las cosas con Macon?”

“Bien,” dije, tan fríamente como pude, mis ojos en el tutu rosado de Amy.

“Lo he estado viendo en un lote donde Rhetta,” dijo. “Conoces a Rhetta, ¿no?”

La respuesta correcta a eso, por supuesto, era. “Claro.”

“Nunca te he visto allá con él, pero me imaginé que solo no te vi.” Se echó su cabello hacia
atrás, un gesto clásico de Elizabeth Gunderson; todavía podía verla en su uniforme de
Animadora, lanzando patadas al aire, su cabello balanceándose. “Sabes, desde que Mack y
yo rompimos, he pasado mucho tiempo allá.”

“Que mal,” dije. “Quiero decir, lo de tu y Mack.”

“Si.” Su respiración salió en una nube de color blanco. “Macon ha sido tan genial, él de
verdad entiende este tipo de cosas. Eres afortunada de tenerlo.”

La observé, olvidándome por el momento de ser serena y amigable, de mantener mi


fachada. Traté de leer su mirada, ver más allá de las palabras lo que realmente pudiera
estar sucediendo donde Rhetta, un lugar al que nunca había ido. O sido invitada. Elizabeth
Gunderson obviamente no había estado castigada, ni su vida controlada por la mano de su
madre. Elizabeth Gunderson podía ir a lugares.

“¡Elizabeth!” Las dos miramos para ver un hombre parado junto a un BMW, un árbol
estaba atado al techo. El motor estaba encendido. “Vámonos cariño. Amy, tu también.”

“Bien,” dijo Elizabeth mientras Amy corría hacia el auto. “Supongo que te veré mañana en
clase ¿no?”

“Correcto.”

Ella se despidió con la mano, como si fuéramos amigas, y su papá cerró la puerta detrás de
ella. Mientras se alejaban, los faros inundaron mi rostro, haciéndome entre cerrar los ojos,
y no pude notar si ella estaba mirándome.

“¡Encontramos uno!” Escuché decir a mi madre detrás de mí. “Es sencillamente perfecto y
es bueno porque tu padre estaba a punto de perder la paciencia.”

“Bien,” dije.

“¿Era esa una de tus amigas de la escuela?” dijo ella mientras el auto de Elizabeth se
alejaba.

“No,” dije en voz baja. El gruñido navideño.

“¿La conozco?”

“No,” dije en voz más alta. Ella pensaba que los conocía a todos. “Igual, la odio.”

Mi madre dio un paso atrás y me miró. Como terapista, esto le daba permiso para revisar
mi cerebro.
“La odias,” repitió. “¿Por qué?”

“Ninguna razón.” Lamentaba haberlo dicho.

“Bueno, aquí está el maldito árbol,” dijo mi padre con su voz de locutor; algunas personas
voltearon. Él se acercó y lo colocó entre nosotras así que tuve el rostro lleno de ramas. “El
mejor del lote, o al menos tu madre está convenida de eso.”

“Vamos a casa,” dijo mi madre, todavía observándome a través del árbol. Habrías pensado
que ella nunca me había oído decir que odiaba a alguien. “Se está haciendo tarde.”

“Bien” dijo mi padre. “Creo que podemos meter esto en la parte de atrás si tenemos
suerte.”

Ellos fueron a la parte de atrás del auto, y yo me senté en el asiento delantero, azotando
la puerta más fuerte de lo que debí. Si, odiaba a Elizabeth Gunderson, y odiaba que Dios
me hubiera dado la virginidad solo para que tuviera que perderla algún día, e incluso
odiaba la Navidad, solo porque si. En septiembre le dije a Scarlett que Macon debía estar
con alguien como Elizabeth, y quizás había estado en lo cierto. No estaba lista para pensar
en lo otro aún: que no era que yo no fuera la indicada para Macon, sino que él no fuera el
indicado para mí. Había una diferencia. Inclusive para alguien para quien las cosas no
llegan tan fáciles, alguien como yo.

***************************

La siguiente tarde, cuando yo estaba supuestamente en el trabajo y Macon y yo


estábamos en su casa, su mano se deslizó de nuevo a nuestro familiar campo de batalla.
La agarré, me senté, y dije, “¿Quien es Rhetta?”

Él me miró. “¿Quien?”

“Rhetta.”

“¿Por qué?”

“Solo quiero saber.”

Él suspiró ruidosamente, dramáticamente, luego se dejó caer al otro lado de la cama. “Ella
es solo una amiga mía,” dijo él. “Ella vive en Coverdale.”

“¿Vas mucho allá?” Sabía que sonaba bastante celosa, pero no había otra forma de
manejar esto. Estaría preparada, pronto, para entregarle algo valioso. Necesitaba estar
segura.

“A veces.” Trazó mi ombligo con su dedo, ausente. Para él obviamente no era la gran cosa.
“¿Como sabes de ella?”

“Elizabeth Gunderson,” dije. Observando su rostro de cerca por una señal, cualquier onda
sospechosa ante la mención de su nombre.

“Si, ella está allí a veces,” dijo él de forma casual. “Ella y Rhetta son amigas o algo.”

“De verdad.”

“Seah.” Yo estaba observándolo, y el solo me miraba también, de repente captándolo.


“¿Que Halley? ¿Cuál es el problema?”

“Nada,” dije. “Solo me pareció raro que nunca lo hubieras mencionado. Elizabeth dijo que
te ha visto mucho allá.

“Elizabeth no sabe nada.”

“Actúa como si supiera,” dije.

“¿Entonces? ¿Es mi culpa?” Él se estaba molestando. “Dios, Halley, no es nada, ¿okey?


¿Por qué es esto importante ahora?”

“No lo es,” dije. “Excepto que la mitad del tiempo no sé dónde estás ni lo que estás
haciendo y luego escucho de Elizabeth que andas con ella en un sitio del que nunca me
has hablado.”

“No ando con ella. Solo estoy en el mismo lugar que ella está, a veces. No estoy
acostumbrado a rendirle cuentas a nadie. No puedo decirte lo que estoy haciendo cada
segundo, porque la mitad del tiempo ni yo mismo lo sé.” Él sacudió su cabeza. “Solo soy
como soy.”

Antes, cuando PE era mi vida y nada había pasado entre nosotros todavía, las cosas no
eran así. Inclusive hace dos meses, cuando pasaba las tardes solo conduciendo por los
alrededores con él, escuchando la radio bajo el azul y brillante cielo, no había estos
problemas, estos silencios incómodos. No nos reíamos ni hablábamos mucho ya, o
simplemente jugábamos. Todo se había reducido solo a ir a su casa, aparcar junto al lago y
la lucha por territorio mientras se argumentaban confianzas y expectativas. Era como
lidiar con mi madre.

“Mira,” dijo él, y deslizó su brazo alrededor de mi cintura, acercándome a él. “Tienes que
confiar en mi, ¿okey?”

“Lo sé,” dije, y era fácil creerle, mientras estábamos tendidos en la oscuridad de inicios de
invierno, él besando mi frente, mis pies descalzos entrelazados con los suyos. Todo se
sentía bien, muy bien, y esto es lo que la gente hacía, todo el mundo, excepto yo. Me sentí
más cerca que nunca de decirle que lo amaba, pero me contuve. Él tenía que decirlo
primero, y yo lo sugestionaría, tal como lo había hecho para que se acercara a mí en PE
cuando todo comenzó.

Feuilleton, feuilleton, pensé mientras él me besaba. Feuilleton, Feuilleton Feuilleton.


Besarlo se sentía muy bien y cerré mis ojos, sintiendo su piel cálida contra la mía,
respirándolo.

Feuilleton, Feuilleton, y su mano se deslizó hacia mi cintura. Te amo, te amo.

Pero no lo escuché, nunca lo había hecho. Lo empujé hacia atrás, tratando de seguir
besándolo, pero él se alejó, sacudiendo la cabeza.

“¿Qué?” dije, pero yo sabía.

“¿Soy yo?” me preguntó. “Quiero decir, ¿es que no quieres hacerlo conmigo?”

“No,” dije. “Claro que no. Es solo- que es algo importante para mí”

“Dijiste que estabas pensándolo.”

“Lo estoy,” cada maldito segundo, pensé. “Lo estoy, Macon.”

Él se sentó, sus manos todavía alrededor de mi cintura. “Lo que le sucedió a Scarlett,” dijo
él confiado, “es como algo imposible. Seremos cuidadosos.”

“No es eso.”

Él me estaba observando. “¿Entonces que es?”

“Soy yo,” le dije, y por la forma que se movió a mirar la ventana, pude notar que esa no
era la respuesta correcta. “Es simplemente como soy.”

Había llegado al mimo lugar de siempre, un lugar que conocía bien. Solo de pie en la línea
de batalla, ojo a ojo, no más allá de donde habíamos comenzado. Un empate.

***********************************
La navidad estaba llegando, y todos parecían de repente aturdidos. Todas las madres
venían a Milton en sudaderas con las guirnaldas y los renos e incluso mi jefe, el apiñado
Sr. Averby, usó un sombrero de Santa el día antes de navidad. Mis padre fueron a una
fiesta, y yo me quedé tendida en mi cama y los escuché llegar, medio ebrios y tontos, sus
voces apagadas y risueñas en el piso de abajo. La abuela Halley ya se había mudado al
hogar de reposo, y mi madre iría a ayudarla en enero. Pensé en mi abuela en esa pequeña
habitación, pequeña en su cama, y alejé ese pensamiento.

Teníamos nuestro árbol, todos los regalos debajo de él, las tarjetas de navidad alineadas
en la repisa de la chimenea. Teníamos luces colgando del porche y adornos de navidad en
cada pequeño espacio libre en las mesas y las paredes. Mi padre seguía rompiendo cosas.
Primero, con un movimiento de brazo demasiado audaz, envió al gordito sonriente santa
de porcelana del final de la mesa a la pared, y luego uno de los tres reyes magos bajo el
árbol rodó por el suelo y lo apastó como si nada mientras caminaba por la habitación.
Crunch. Esto pasaba todos los años, lo que explicaba porque en nuestras navidades todo
era pequeño, un niño Jesús, un reno. Las víctimas de la navidad.

Scarlett y yo hicimos nuestras compras juntas en el centro comercial, en las noches; ella
compró un CD de ABBA para Cameron, y yo le compré a Macon unos lentes de sol
Ray-Ban, ya que él siempre perdía los suyos. El centro comercial estaba lleno y caluroso e
incluso el pequeño duende mecánico de santa parecía agotado.

Sentía que veía a Macon cada vez menos, él siempre andaba con sus amigos, sus llamadas
eran cada vez más cortas. Cuando pasaba por mi o salíamos no éramos solo nosotros,
usualmente le estábamos dando el aventón a alguien aquí o allá, o uno de sus amigos
estaba con nosotros. Él estaba constantemente distraído, y yo dejé de encontrar dulces en
mis bolsillos y en mi mochila. Un día en el baño escuché a una chica decir que Macon
había robado el estéreo del coche de su novio, pero cuando se lo pregunté él solo se rió y
sacudió su cabeza, diciéndome que no creyera todo lo que oía en el baño. Cuando me
llamaba ahora, desde lugares ruidosos por los que tenía curiosidad, tenía la sensación de
que era solo porque él sentía que tenía que hacerlo, no porque me extrañaba. Lo estaba
perdiendo, podía sentirlo. Tenía que actuar rápido.

Mientras tanto, mi madre estaba a muy feliz, segura de que las cosas estaban bien entre
nosotras otra vez. La había atrapado sonriéndome desde el otro lado de la habitación,
complacida consigo misma, como si dijera, ves, ¿no tenía yo razón? ¿no es esto mejor?

En noche buena, luego de que mis padres se fueran a otra fiesta, Macon vino a darme mi
regalo. Había llamado de la estación de servicio en la otra calle y dicho que solo tenía un
minuto. Me encontré con él afuera.
“Aquí,” dijo él, tendiéndome una caja envuelta con papel de regalo rojo. “Ábrelo ahora.”

Era un anillo, plateado y grueso, que lucía como algo que yo jamás habría escogido para
mí misma. Pero luego me lo coloqué, y simplemente se veía bien. “Wow,” dije,
sosteniendo mi mano derecha. “Es hermoso.”

“Seah. Sabía que lo sería.” Él ya tenía los lentes de sol; yo no era buena guardando
secretos. Él me convenció de que le diera su regalo el día que lo compré, rogándome y
suplicándome como un niño pequeño. Era solo la mitad de su regalo, pero él aún no lo
sabía.

“Feliz Navidad,” dije, inclinándome para besarlo. “Y gracias.”

“De nada,” dijo él. “Luce bien en ti.” Levantó mi mano para inspeccionar mi dedo.

“Así que,” pregunté, “¿que harás esta noche?”

“No mucho.” Dejó caer mi mano. “Solo andar por ahí con los chicos.”

“¿Tienes que hacer cosas con tu mamá?”

Él se encogió de hombros. “No esta noche.”

“¿Vas donde Rhetta?”

Un suspiro. Él puso los ojos en blanco. “No lo sé, Halley, ¿por qué?”

Pateé la botella en el suelo con mis pies. “Solo preguntaba.”

“No empieces otra vez, ¿okey?” él miró la carretera. Una mención de esto y él ya estaba
desasosegado y listo para irse.

Pero no me podía detener. “¿Por qué nunca me llevas allí?” dije. “¿O a ninguno de los
lugares a los que vas? Quiero decir, ¿que es lo que hacen?”

“No es nada,” dijo él fácilmente. “No te gustaría. Te aburrirías.”

“No lo haría.” Lo miré. “¿Estás avergonzado de mi o algo?”

“No,” dijo él. “Claro que no. Mira, Halley. Algunos de los lugares en lo que ando no me
gustaría que fueras. No es la clase de sitio para ti, ¿sabes?”

Estaba bastante segura de que eso era un insulto. “¿Que significa eso?”
“Nada.” Agitó su mano frustrado. “Olvídalo.”

“Que, ¿piensas que yo soy muy ingenua o algo? ¿Para andar con tus amigos?”

“Eso no fue lo que dije.” Suspiró. “No hagamos esto. ¿Por favor?”

Yo tenía una opción aquí: dejarlo pasar, y preguntarme si eso era lo que había querido
decir, o presionarlo para saberlo. Pero era navidad, y las luces de nuestro árbol en nuestra
ventana delantera brillaban y resplandecían. Tenía un anillo en mi dedo, y eso tenía que
significar algo.

“Lo siento,” dije. “De verdad me gusta mi anillo.”

“Bien.” Él me besó, acariciando mi cabello. “Tengo que irme, ¿okey? Te llamaré.”

“Okey.”

Él me besó otra vez, luego fue al lado del conductor, su cabeza se agachó contra el viento.
“Macon.”

“¿Qué?” él estaba mitad en el coche, mitad afuera.

“¿Que harás para año nuevo?”

“No lo sé todavía, ¿por qué?”

“Porque quiero pasarlo contigo,” dije. Incluso mientras lo decía esperaba que él
entendiera lo que estaba diciendo, lo importante que esto era. Lo que yo le estaba dando.
“¿Okey?”

Él se paró ahí, mirando mi rostro, y asintió. “Okey, es un plan.”

“Feliz navidad,” dije otra vez mientras él se subía al auto.

“Feliz navidad,” dijo él, entonces encendió el motor, acelerando y volviendo a la calle. Al
final las luces de atrás parpadearon y él tocó la bocina, luego se alejó ruidosamente,
trayendo las luces de la casa del señor Harper.

Así que era eso. Había tomado mi decisión y ahora tenía que apegarme a ella. Me dije a mi
misma que era lo correcto, que yo quería hacerlo, aún así todavía se sentía algo fuera de
balance. Pero era muy tarde para dar marcha atrás ahora.

Entonces oí la voz de Scarlett.


“¡Halley! ¡Ven aquí!”

Me di la vuelta. Ella estaba para en su entrada, con una mano en su estómago,


haciéndome señas frenéticamente. Detrás de ella pude ver a Cameron, una mancha negra
contra las luces amarillas de la sala.

“¡Ahora! ¡Apúrate!” Ella estaba gritando y yo corrí atravesando la calle, mi mente gritaba:
algo está mal con el bebé. El bebé. El bebé.

Llegué a la escalera jadeando, ya en crisis, y la encontré sonriéndome, su rostro


emocionado. “¿Qué?” dije. “¿Que pasa?”

“Esto.” Y ella tomó mi mano y la colocó en su estómago, entre el medio y la parte baja, y
sentí su piel cálida bajo mi mano, la miré confundida, y entonces lo sentí. Una onda bajo
mi mano, resistencia- una patada.

“¿Sentiste eso?” dijo ella, colocando su mano sobre la mía. Ella sonreía. “¿Lo sentiste?”

“Seah,” dije, manteniendo mi mano ahí mientras el bebé pateaba una y otra vez. “Es
asombroso.”

“Lo sé, lo sé.” Ella se rió. “El doctor dijo que pasaría pronto, pero cuando pasó, me asusté.
Estaba sentada en el sofá y boom. Ni siquiera puedo explicarlo.”

“Deberías haber visto tu rostro,” dijo Cameron en su voz baja y calmada. “Casi se pone a
llorar.”

“No,” dijo Scarlett dándole un codazo. “Era solo- quiero decir, oyes lo que es sentirlo por
primera vez, y piensas que la gente exagera- pero es realmente algo, sabes. Realmente
algo.”

“Lo sé,” dije, y nos sentamos juntos en el porche. Miré a Scarlett, su rostro sonrojado, sus
dedos extendidos por la piel de su vientre, y quería decirle lo que había decidido. Pero no
era el momento, así que solo puse mi mano sobre las suyas, sintiendo las patadas, y
apoyándola.
Capítulo 14
Traducido por Kirtassh y Mariacarodelgado

M i madre se pasó el día entero de Fin de Año como una loca limpiando la casa
para su anual fiesta de Aniversario de Año Nuevo. Estaba tan distraída que no
fue hasta la tarde, cuando levanté mis piernas para que así ella pudiera alcanzar
una mancha del suelo cerca de la tele, que ella puso su atención en mí.

"Así que, ¿Qué planes tienes para esta noche?" preguntó, pulverizando el Pledge sobre la
mesa de café y después atacándolo con una bayeta de polvo. "¿Scarlett y tu irán a ver caer
el balón en el Times Square?"

"No sé," dije. "No nos hemos decidido."

"Bueno, he estado pensando," dijo ella, abriéndose camino por la chimenea, y después
alrededor del árbol de navidad, que, independientemente de las fuertes quejas de mi
padre, estaba todavía ahí parado, dejando caer lo que parecían montañas de ramas cada
vez que alguien lo pasaba. "¿Por qué no te quedas aquí y me ayudas? Estoy segura de que
podría funcionar."

"Sí, claro," dije. Honestamente, pensé que estaba bromeando. Quiero decir, es Noche
Vieja ¡Por el amor de dios! La miré mientras ella desinfectaba la biblioteca.

"Los Vaughns estarán aquí, y tú puedes cuidar de Clara por nosotros, a Scarlett y a ti
siempre les gusta ayudar en las fiestas—"

"Espera un segundo," dije, pero ella siguió moviéndose, quitando el polvo a los estantes
como si su vida dependiera de ello. "Tengo planes para esta noche."

"Bueno, no sonó como si los tuvieras," dijo ella con voz entrecortada, levantando la foto
del Gran Cañón y pasando en ella el trapo, para después ponerla de nuevo en la repisa de
la chimenea. "Parece como que Scarlett y tú ni siquiera saben lo que harán. Así que pensé
que sería mejor—"

"No," dije, y entonces de repente me di cuenta que había sonado más fuerte de lo que
debía, más desesperada, ya que sentí la red empezar a cerrarse en mi alrededor. "No
puedo."

Medio esperé que ella se diera la vuelta, trapo en mano, me apuntara y dijera, ¡Vas a
dormir con él esta noche! demostrando que ella se las había ingeniado de alguna manera
para leer mi mente, y una vez más eligiendo por mi antes de que yo tuviera la oportunidad
de pensar por mí misma.

"Solo pensé que tú y Scarlett podían ver la tele y pasar el rato aquí tan fácilmente como lo
hacen allá, Halley. Y me sentiría mejor sabiendo dónde estás."

"Es noche vieja," dije. "Tengo dieciséis años. No puedes hacer que me quede en casa."

"Oh, Halley," dijo ella, suspirando. "Deja de ser tan dramática."

"¿Por qué estás haciendo esto?" dije. "No puedes entrar aquí a las cinco y prohibirme
salir. No es justo."

Se giró para mirarme, con el trapo del polvo suelto en su mano. "Muy bien," dijo
finalmente, mirándome de verdad sin por el menor atisbo de vacilación por mi parte.
"Puedes ir a casa de Scarlett. Pero que sepas que estoy confiando en ti, Halley. No me
hagas arrepentirme de eso."

Y de pronto, fue muy difícil aguantarle la mirada. Después de todos estos meses de
negociación y trueques, levantando fortalezas y retiradas, ella había usado su última
arma: la confianza.

"Muy bien," dije, y luché contra esa repentina influencia de todos esos días en el Gran
Cañón y antes. Cuando ella era mi amiga, mi mejor amiga. "Puedes confiar en mí."

"Muy bien," dijo ella en voz baja, todavía mirándome, y dejé que ella fuera la que mirara a
otro lado primero.

*****************************

Cuando me vestí para salir esa noche, me paré ante el espejo, estudiando detenidamente
mi rostro. Aparté de mi mente las cosas de alrededor de mi reflejo, las cintas de gimnasia,
los certificados de los cuadros de honor, las fotos de mí y Scarlett, marcadores de
momentos importantes en mi vida. Pasé el pulgar sobre la plata lisa del anillo que me dio
Macon. Esta vez, me tenía solo a mí y a lo que recordaría, así que me concentré, tomando
una imagen que podría guardar siempre.

Me paré en casa de Scarlett de camino a Spruce Street, donde Macon me iba a recoger.
Esta era una de las primeras Nocheviejas que no pasaríamos juntas; había tomado mi
decisión, pero por alguna razón me seguía sintiendo culpable por ello.
"Toma estos," me dijo Scarlett cuando llegué, metiéndome algo en la mano. Marion dobló
la esquina, fumando, con los rulos en su pelo, justo cuando se me cayó un condón directo
al suelo cerca de su pie. Ella no lo vio y siguió su camino, pasando por encima de los
cochecitos medio reunidos —ninguno de nosotros podía entender las indicaciones—y lo
cogí rápidamente, con mi corazón acelerado.

"Um, no creo que vaya a necesitar tantos," dije. Ella me había dado por lo menos diez, en
envoltorios azules. Estos parecían las pastillas de menta que los hoteles dejan en tu
almohada. Pude ver a Cameron sentado en la mesa de la cocina. Estaba cortando un rollo
de masa de galletas refrigeradas en pequeños triángulos y rectángulos. Scarlett
últimamente había estado devorando galletas como una loca; normalmente ni siquiera se
esperaba hasta que la masa estuviera cocinada, comiéndose el puñado del envoltorio.

"Cógelos," dijo Scarlett. "Es mejor prevenir que lamentar." Uno de los dichos favoritos de
mi madre.

Ella me estaba mirando cuando nos quedamos paradas allí en la cocina, como si hubiera
algo que quisiera decirme pero que no podía. Saqué una silla, me senté, y dije, "Muy bien,
suéltalo. ¿Cuál es el problema?"

"No hay ningún problema," dijo ella, haciendo girar la bandeja giratoria. Cameron nos
miraba con nerviosismo; se había propuesto recientemente a vestirse con al menos una
cosa que no fuera negra—idea de Scarlett—y llevaba puesta una camisa azul que le hacía
verse súbito y brillante. “Yo solo—solo me preocupo por ti."

"¿Por qué?"

"No sé. Porque sé lo que estás haciendo, y sé que piensas que está bien, pero—"

"Por favor, no hagas esto," le dije rápidamente. "Ahora no."

"No estoy haciendo nada," dijo ella. "Solo quiero que tengas cuidado." Cameron se
levantó de la mesa y se escabulló hacia la cocinilla, con sus manos llenas de masa. Él
estaba ruborizado.

"Dijiste que me apoyarías," dije. "Dijiste que sabría cuando sería correcto." Primero mi
madre, ahora esto, impidiéndome seguir en mi camino hacia delante.

Ella me miró. "¿Él te ama, Halley?"

"Scarlett, vamos."

"¿Te ama?" dijo.


"Por supuesto que sí." Miré a mi anillo. Cuanto más lo decía, más estaba empezando a
creerlo.

"Él lo ha dicho. Te lo ha dicho."

"No tiene porqué," dije. "Solo lo sé." Hubo un estrépito cuando Cameron dejó caer una
bandeja del horno, la recogió y la golpeó contra la cocinilla, murmurando para sí mismo.

"Halley," dijo ella, meneando su cabeza. "No seas tonta. No entregues algo importante
para aferrarte a alguien que no puede ni siquiera decir que te ama."

"Esto es lo que quiero hacer," dije en voz alta. "No puedo creer que estés haciendo esto
ahora, después de haber estado hablando de esto durante semanas. Pensé que eras mi
amiga."

Ella me miró, dura, con sus manos apretadas. "Soy tu mejor amiga, Halley," dijo con voz
firme. "Y eso es por lo que estoy haciendo esto."

No podía creerlo. Toda esta charla de confiar en mí misma, y de saber cuando era el
momento, y ahora ella lo tiraba por tierra. "No necesito esto ahora," dije, levantándome y
empujando mi silla. "Tengo que irme."

"No está bien," dijo ella, levantándose también. "Y tú lo sabes."

"¿No está bien?" dije, y ya sabía que algo odioso estaba por venir, antes incluso de que las
palabras salieran por mi boca. "Pero contigo estaba bien, ¿eh, Scarlett? Mira cuánta razón
tenías."

Ella dio un paso atrás, como si la hubiera abofeteado, y supe que había ido demasiado
lejos. Desde la cocina pude ver a Cameron mirándome, con la misma expresión que yo
gastaba con Maryann Lister, Ginny Tabor y cualquiera que hiriese a Scarlett.

Nos quedamos allí paradas, en silencio, mirándonos frente a frente a través de la cocina,
cuando de repente sonó el timbre. Ninguna de nosotras se movió.

"¿Hola?" Oí decir a una voz, y por encima del hombro de Scarlett vi a Steve, o el que pensé
que sería Steve, entrando en el salón. La transformación, sin duda, era completa. Llevaba
puesto su collar de cordón, sus botas, su camisa de túnica, unos pantalones anchos de
arpillera, lo que parecía ser un tipo de capa, y llevaba consigo una espada en su cadera. Se
quedó ahí de pie, detrás del estante de especias, como un anacronismo viviente.

"¿Está lista?" dijo él. Pareció no darse cuenta de que le mirábamos de forma rotunda.
"No sé," dijo Scarlett en voz baja, dando unos pasos hacia las escaleras. No me miraría.
"Iré a ver, ¿Vale?"

"Genial."

Entonces Vlad y yo nos quedamos ahí parados juntos, ambos en la cocina de Scarlett al
borde del Año Nuevo. Escuché la voz de Scarlett en el piso de arriba, después la de
Marion. En la mesa delante de mí pude ver la Biblia del embarazo, yaciendo abierta en el
Sexto Mes. Ella había marcado unas cuantas páginas en rosa, el bolígrafo estaba al lado.

"Tengo que irme," dije de pronto. Vlad, que se estaba ajustando su espada, alzó la vista
hacia mí. "Cameron, despídeme de Scarlett, ¿vale?"

"Sí," dijo lentamente Cameron. "Claro."

"Pásatelo bien esta noche," me gritó Vlad cuanto alcancé la puerta trasera. "¡Feliz Año
Nuevo!"

Llegué a mitad de camino atravesando el patio trasero antes de darme la vuelta y mirar
atrás a la casa, con las ventanas todas iluminadas por encima de mí. Quería ver a Scarlett
en una de ellas, con su mano presionada contra el cristal, nuestro viejo código secreto.
Ella no estaba ahí, y pensé en volver. Pero hacía frío y se estaba haciendo tarde, así que
seguí caminando hacia Spruce Street, con el coche de Macon parado en silencio cerca del
buzón de correo, y con lo que estaba por hacerse.

******************************

La fiesta era en casa de algún chico llamado Ronnie, fuera de la ciudad. Tuvimos que bajar
por un montón de sucios caminos serpenteantes, pasar por unos pocos remolques y viejos
establos desmoronándose, para al final detenernos en una sencilla casa de ladrillo de una
sola planta con una luz azul en el frente. Había un par de perros corriendo por ahí,
ladrando, y gente escampada por la escalera de la entrada y por el patio. No reconocí a
nadie.

Lo primero en que pensé cuando entré, pasando un barril colocado en la puerta principal,
es en qué pensaría mi madre. Estaba segura que las mismas cosas saltarían a su vista: el
falso revestimiento de madera de roble, la mesa de café llena de ceniceros repletos y
botellas de cerveza, la alfombra de pelusas marrón y amarilla que se sentía húmeda
mientras caminaba por ella. Esta casa no era como la de Ginny Tabor, donde sabías que en
la vida real era un hogar, con padres y cena y navidad.
Un montón de gente estaba alineada en el sofá, bebiendo, y delante de ellos la TV estaba
encendida con solo estática, una silenciosa mancha. No podía oír, la música estaba tan
alta, y seguía pasando sobre gente sentada en el piso y recostada contra las paredes,
mientras seguía a Macon a la cocina.

Él parecía conocer a todo el mundo, las personas se acercaban para darle palmadas en su
hombro, su nombre flotando sobre mi cabeza en voces diferentes. Del barril, llenó un vaso
para mí, después uno para él, mientras trataba de hacerme tan pequeña como era posible
para entrar en un pequeño espacio detrás de él.

Macon me entregó mi cerveza y yo tomé la mayor parte de ella de inmediato por puro
nerviosismo. Él sonrió y la llenó otra vez, entonces me indicó que lo siguiera por el pasillo,
más allá de un bote de basura lleno de latas de cerveza, hacia un dormitorio.

“Toc-Toc,” dijo él mientras entrabamos. Un chico estaba sentado en la cama, y allí estaba
una chica con él, inclinada de lado. El cuarto era pequeño y oscuro, con solo una vela
encendida en la cabecera, con armarios y estanterías, como en el cuarto de mis padres.

“Hola, hola,” dijo el chico en la cama, quien tenía cabello corto y un tatuaje en el brazo.
“¿Que pasó, hombre?”

“No mucho.” Macon se sentó a los pies de la cama. “Esta es Halley. Halley, él es Ronnie.”

“Hola,” dije.

“Hola.” Ronnie tenía los ojos somnolientos y su cabello era corto y puntiagudo, negro, su
voz baja y grave. Él deslizó su mano a través de la cama a la pierna de la chica a su lado,
quien dejó lo que fuera que estaba buscando en el piso y comenzó a levantar su cabeza
fuera de las sombras.

“Perdí mi maldito pendiente,” dijo ella, mientras su cabello se deslizaba a través de su


rostro, y pude distinguir su boca. “Se cayó debajo de la cama y no puedo alcanzarlo.”
Mientras se sentaba derecha, pude distinguir sus rasgos, ella me miró, y yo le devolví la
mirada. Era Elizabeth Gunderson.

“Hola,” ella le dijo a Macon, haciendo esa oscilación con su cabello, tan fuera de lugar
aquí. “Hola, Halley.”

“Hola,” todavía la estaba observando. Estaba usando una camisa que le quedaba muy
grande y pantalones cortos, obviamente no era con lo que había venido a la fiesta.
Elizabeth Gunderson trabajaba rápido.

Ronnie se inclinó hacia abajo al lado de la cama, en el piso, y recogió un cigarro, que le
entregó a Macon. Yo tomé el resto de mi cerveza, solo para tener algo que hacer,
mientras él tomaba una inhalación y se lo devolvía.

“¿Quieres uno?” me preguntó Ronnie, y pude sentir a Elizabeth observándome mientras


encendía un cigarro. Me pregunté qué pensaría su padre si pudiera verla, con sus trajes de
Ralph Lauren y su BMW. Pensé que pensaría mi padre de mí. Mientras me miraba, en la
oscuridad, juraría que estaba sonriendo.

“Seguro,” dije, alejando el pensamiento de mi padre tan rápido como llegó. Le entregué a
Macon mi vaso vacío y tomé el cigarro, presionándolo contra mi boca de la forma en que
había visto hacerlo a otros en las fiestas. Él lo encendió y yo inhalé, espirales de humo
entrando en mi boca, más espeso, hasta que hubo una oleada repentina de aire, y mis
pulmones estaban llenos, calientes. Me contuve hasta que me dolió y después exhale, el
humo salió espeso entre mis dientes.

“Gracias,” le dije a Ronnie, devolviéndoselo mientras Macon deslizaba su mano a través


de mi espalda. Él estaba equivocado. Podía encajar aquí. Podía encajar en cualquier parte.

Después de un rato Ronnie y Macon salieron a hacer algo y nos dejaron a Elizabeth y a mí
solas en la oscuridad juntas. Él me entregó su cerveza cuando se fue, de la cual bebí la
mitad porque de repente estaba tan sedienta, mi lengua se pegaba a mis labios. Nunca
antes había estado drogada, así que no sabía que pensar acerca de lo que estaba
sintiendo. No le iba a preguntar a Elizabeth Gunderson, quien lo había fumado tres antes
que perdiera la cuenta y ahora estaba tirada en la cama, fumando, examinando sus dedos.
Yo todavía estaba sentada, mirando la alfombra de pelusas que de repente parecía
fascinante, y preguntándome por qué no había probado esto antes.

“Entonces,” dijo ella de repente, rodando hasta quedar boca abajo. “Para cuando espera
Scarlett?”

“Mayo,” dije, y mi voz me sonó extraña. “La segunda semana, o algo así.”

“No puedo creer que ella esté teniendo un bebé de Michael,” dijo ella. “Quiero decir, ni
siquiera sabía que ellos habían tenido algo.”

Lamí mis labios de nuevo, tomando un pequeño sorbo de cerveza, entonces miré
alrededor del cuarto de Ronnie, las toallas colgadas sobre la ventana como cortina, la
revista de penhouse junto a mis pies, y la pequeña caja de arena que estaba por la puerta.
No vi ningún gato.

Después recordé que estaba hablando con Elizabeth, así que pensé en lo que habíamos
estado diciendo, lo cual fue difícil, y después dije, “Ellos no tuvieron algo. Salieron juntos
todo el verano.”

“¿Enserio?” dijo Elizabeth. Su voz no sonaba nada extraña. “No tenía idea.”
“Oh, sí,” dije, tomando otro preciado sorbo de cerveza, que era cálido y liso. “Ellos
estaban bastante enamorados.”

“No lo sabía,” dijo ella despacio. “Debieron haber sido muy reservados acerca de eso. Vi a
Michael bastante el verano pasado, y nunca la mencionó.”

No sabía que decir. Tenía el presentimiento de que estábamos en territorio peligroso, así
que cambie el tema. Scarlett no pertenecía a esta habitación, a este lugar, más que mi
madre. “Así que ¿Ronnie es tu novio?”

Ella se rió, como si supiera algo que yo no. “¿Novio?” No. El solo es… Ronnie.”

"Oh."

“Es gracioso que se quede con el bebé,” dijo Elizabeth, trayendo a Scarlett a colación de
nuevo. “Quiero decir, va a arruinar su vida.”

Estaba viendo la caja de arena, preguntándome por el gato otra vez. “No, no lo hará. Es lo
que ella quiere hacer.”

“Bueno,” dijo ella, y allí estaba el ondulamiento del cabello mientras se sentaba, sacando
otro cigarro del paquete en la cabecera. “Si fuera yo, me mataría antes de tener un bebé.
Quiero decir, yo sabría lo suficiente para darme cuenta que no hay forma de que yo pueda
manejar eso.

Decidí, en ese momento, que de verdad odiaba a Elizabeth Gunderson. Todo estaba claro
para mí ahora; ella era mala. Ella vivía para precipitarse y agarrarme desprevenida, tirando
bombas y alejándose, dejándolas para que explotaran en mi cara.

“Tú no eres Scarlett,” dije.

“Lo sé.” Ella se levantó de la cama, guardando los cigarros en su bolsillo. “Gracias a dios
por eso, ¿no?” Caminó hacia la puerta, pasando junto a mí, y la abrió. “¿Vienes?”

“No,” dije, mirándola, “Creo que yo solo—" Pero ella ya se había ido, la puerta media
abierta con la luz entrando, y yo estaba sola.

Me senté en la cama sola por un largo tiempo, la música llegaba desde el pasillo junto con
las voces y el ruido, las risas de las chicas, la puerta del baño se cerraba de golpe. Perdí la
noción del tiempo y estaba segura que habían pasado horas, que me había perdido el año
nuevo, cuando Macon finalmente volvió a la habitación, cerrando la puerta tras de él.

“Hola,” dijo él. Solo podía ver sus dientes en la oscuridad, solo una boca viniendo hacia mí.
“¿Estás bien?”

Me incliné hacia adelante, determinada a ver su rostro. Mientras se acercaba estaba


aliviada de ver que él se veía igual. Mi Macon. Mi novio. Mío. “¿Qué hora es?

“No lo sé.” Miró su reloj, verde brillante en la oscuridad. “Once y media. ¿Por qué?”

“Solo me preguntaba,” dije. “¿Dónde has estado?”

“Mezclándome.” Me tendió la cerveza en su mano, la cual sabía bien y fría mientras la


tomaba. Había perdido la cuenta de cuantas había tomado. Me sentía líquida y caliente, y
me acurruqué contra él en la cama, besando su cuello mientras él envolvía sus brazos
alrededor de mí. Mientras cerraba mis ojos el mundo comenzó a girar en la oscuridad,
pero él me abrazó fuerte, sus manos ya moviéndose encima de mi pierna, hacia mi
cintura. Esto era todo.

Seguí besándolo, tratando de perderme en él, pero la habitación era tan caliente y
pequeña y la cama olía mal, como a sudor. Mientras íbamos más y más lejos, seguía
pensando que esto no era como había imaginado que sería. No aquí, en una cama
maloliente, cuando mi cabeza daba vueltas y podía escuchar cada descarga del inodoro en
la otra habitación. No aquí, en una habitación con una caja de arena sucia y una revista
Penhouse en el piso, donde Elizabeth Gunderson me había precedido. No aquí.

Comencé a ponerme nerviosa, acelerada, y mientras Macon seguía, desabrochando mis


pantalones, el ruido del baño solo se volvió más fuerte, y afuera una chica estaba
tosiendo, y sentí algo presionando contra mi espalda desnuda, algo duro. Cuando lo
alcancé se sintió frío en la palma de mi mano, lo puse sobre la cabeza de Macon hacia la
luz tenue. Era el pendiente, una lágrima de oro; el que Elizabeth había perdido. Scarlett
tenía el mismo par.

“Espera,” dije de repente a Macon, alejándolo de mi. Estábamos muy cerca, casi allí, y
pude oír como gemía mientras yo me retorcía debajo de él.

“¿Qué?” dijo. “¿Qué pasa?”

“Me siento enferma,” le dije, y no era exactamente verdad hasta que lo dije, y después
pensé en todas esas cervezas y el cigarro y estar allí en esa sudorosa y maloliente cama y
la apestosa caja de arena. “Creo q necesito un poco de aire.”

“Vamos,” dijo él, deslizando su mano en mi espalda pero se sentía fría y escalofriante de
repente, “acuéstate. Ven aquí.”

“No,” dije, alejándome de él y levantándome, pero yo no tenía equilibrio y todo se


inclinaba a un lado. Me apoyé sobre la puerta, luchando contra el seguro. “Creo—creo
que necesito ir a casa.”

“¿A casa?” dijo como si fuera una palabra sucia. “Halley, es temprano. No puedes ir a
casa.”

No podía hacer que la puerta se abriera, el seguro se deslizaba por mis dedos mientras
trataba de encontrarlo, y de repente pude sentir todo a su paso, lentamente. “Me tengo
que ir,” dije. ”Creo que me voy a enfermar.”

“Espera,” el dijo. “Solo cálmate, ¿okey? Ven aquí.”

“No,” dije, y de repente estaba llorando, asustada en este extraño lugar y odiándolo por
hacerme esto a mí, odiándome a mí misma, odiando a mi madre y a Scarlett por tener
razón, todo el tiempo. Y después lo oí: voces, haciendo la cuenta regresiva. Diez, nueve,
ocho, y yo estaba enferma y perdida y el seguro no se movía incluso cuando sentía todo
venir, el primer sabor en mi boca, entonces la puerta finalmente de alguna forma estaba
abierta y yo estaba corriendo, siete, seis, cinco, en el pasillo, estallando mas allá de la
gente, gritando los números en la cocina el comedor y afuera en el frío, por las escaleras y
en la entrada cuatro, tres, dos y dentro del bosque y entonces, mientras el uno llegaba y
todo el mundo gritaba, yo estaba finalmente, violentamente, enferma, sola de rodillas en
el bosque, mientras el año nuevo comenzaba.
Capítulo 15
Traducido por Iasbella

l no me habló durante la primera parte del camino a casa. Estaba enojado, como si yo

É hubiera planeado minuciosamente enfermarme. Cuando me encontró en el bosque,


estaba medio dormida, deseando estar muerta, con hojas pegadas a mi rostro. Él me
puso en el coche y nos metimos en el sendero yendo demasiado rápido y coleando,
mientras nos dirigíamos a la carretera principal.

Estaba acurrucada contra mi ventana, con los ojos cerrados, esperando no enfermarme de
nuevo. Me sentía fatal.

"Lo siento," dije, después de unos cinco kilómetros, mientras las luces de la ciudad
empezaban a aparecer. Cada vez que pensaba en la caja de arena, esas hojas, mi
estómago se revolvía. "De verdad."

"Olvídalo," dijo, y el motor gruñó cuando cambiaba la velocidad, para girar en una
esquina.

"Yo quería," le dije. "Te lo juro, iba a hacerlo. Solo había bebido demasiado."

Él no dijo nada, solo volvió con un chirrido a la autopista que llevaba a mi casa, apurando
el motor.

"Macon por favor, no seas así," dije. "Por favor."

"Dijiste que querías. Hiciste todo esto de pasar el año nuevo conmigo y lo que esto
suponía, para luego cambiar de opinión."

Estábamos llegando a la intersección principal de mi vecindario con un semáforo verde


brillante enfrente.

"No es así," dije.

"Sí lo es. Tú realmente no querías, Halley. No se puede jugar con eso."

"Yo no estaba jugando," le dije. "Quería. Simplemente no estaba bien."

"Se sentía bien para mí." La luz se volvió amarilla, pero él siguió acelerando y yendo más
rápido y más rápido.

"Macon, disminuye la velocidad," le dije, mientras llegábamos a la intersección, más y más


rápido. El semáforo se puso rojo, pero yo sabía que no nos detendríamos.

"Simplemente no lo entiendo," dijo, apretando el acelerador a medida que nos


acercábamos, debajo de las luces ahora, y me volví para mirarlo, preguntándome que
sería lo siguiente. "Eres tan. . . "

Me pregunté qué iba a decir, qué palabra podría resumirme en este momento, cuando vi
las luces viniendo hacia su cara, amarillas, y de pronto más brillantes y más brillantes y le
pregunté qué estaba sucediendo y qué estaba mal. Solo recuerdo que la luz, más fuerte
cruzó sobre mis hombros e iluminó su cara y como de asustado se veía mientras algo
grande y fuerte golpeaba mi puerta, enviando los cristales rotos sobre mí, capturando la
luz como pequeños diamantes, mientras caían, conmigo, en la oscuridad.
Capítulo 16
Traducido por Isabella

E sto es lo que recuerdo: el frío. El viento soplaba en mi cara y era


estremecedoramente frío, como el hielo. Recuerdo una luz roja y alguien gimiendo.
Llorando. Y por último, recuerdo a Macon sosteniendo mi mano, fuertemente entre
las suyas y diciéndome finalmente, en el lugar equivocado y en el momento equivocado,
pero diciéndolo. “Te amo. Oh, dios Halley, lo siento. Te amo, estoy justo aquí, solo
aguanta. Estoy justo aquí.”
Cuando llegó la ambulancia, les dije que me llevaran a casa, que estaba bien, que solo me
llevaran a casa. Sabía lo cerca que estaba. Había pasado millones de veces por esa
intersección en mi vida, era la primera carretera importante que había cruzado sola.
Intenté seguir la pista de Macon, su mano, o su rostro, pero en la ambulancia, de camino
al hospital, la perdí.
"Tuvo que quedarse en el lugar del accidente," una mujer con el pelo rojo me decía con
voz firme, cada vez que preguntaba. "Relájate y déjate ir cariño. ¿Cuál es tu nombre?"
"Halley," dije. No tenía ni idea de lo que me había sucedido, mi pierna estaba herida, y
uno de mis ojos hinchado y cerrado. No podía mover los dedos de la mano izquierda, pero
no me dolían. Eso era extraño.
"Es un nombre bonito." dijo, mientras alguien inyectaba algo dentro de mi brazo, un ligero
pinchazo que me hizo estremecerme. "Muy bonito."
En el hospital me pusieron en una cama con una sábana y de repente la gente se cernía
sobre mí agarrándome con las manos. Alguien vino y se apoyó en mi oído y me preguntó
por mi teléfono y le di el de Scarlett. Incluso entonces, sabía cuántos problemas tendría
con mis padres.
Al cabo de un rato, vino un médico y me dijo que tenía un esguince en la muñeca,
laceraciones en la espalda, puntos de sutura para cerrar el corte de mi ojo derecho y dos
costillas magulladas. El dolor en la pierna solo eran magulladuras dijo, y como me había
dado un golpe en la cabeza, sería necesario estar allí toda la noche. Ella me dijo una y otra
vez lo muy y muy afortunada que era. Pregunté por Macon, donde estaba, pero ella no me
respondería, me decía que tenía que descansar y dormir. Que volvería más tarde para
comprobar que estaba bien. Y que por cierto, mi hermana estaba esperando fuera.
"¿Mi hermana?" dije, mientras se separaban las cortinas y Scarlett entraba, pareciendo
que acaba de levantarse de la cama. Tenía el pelo recogido en una cola de caballo y
llevaba una camisa larga de franela que sabía que utilizaba para dormir. Su estómago
estaba aun más grande de lo que había estado hacía unas horas, si es que eso era posible.
"Jesús, Halley," dijo, parándose a pocos metros de la cama y mirándome. Estaba asustada,
pero intentaba no mostrarlo. "¿Qué te ha pasado?"
"Fue un accidente." le dije.
"¿Dónde está Macon?" dijo Scarlett.
"No lo sé," sentí que me iba a poner a llorar y todo empezó a doler a la vez. "¿No está
afuera?"
"No," dijo, ahora su boca se movía en una línea delgada y dura, con palabras recortadas.
"No lo vi."
"Tuvo que quedarse en el accidente," le dije, "dijo que estaría aquí. Él estaba realmente
preocupado."
"Bueno, bien," espetó. "Casi te mata."
Cerré mis ojos, escuchando el pitido de la máquina en la habitación de al lado. Sonaba
igual que la campana del reloj de la escalera de la abuela Halley.
"No lo hice," dije, después de un silencio. "En caso de que te lo preguntes."
"No lo hacía." dijo. "Pero me alegro."
"Cuando mis padres se enteren de esto, seré chica muerta," dije, y tenía tanto sueño que
era difícil hacer salir las palabras. "No me dejarán verle nunca más."
"Ni siquiera está aquí Halley," dijo en voz baja.
"Está en el accidente," dije de nuevo.
"Eso fue hace más de una hora y media. El policía también estaba en la sala de espera.
Hable con él. Macon se fue."
"No," dije, luchando contra el sueño incluso cuando este se apoderaba de mi. "Está en
camino."
"¡Oh, Halley!" dijo, y parecía muy triste. "Lo siento tanto." Pero ella se estaba volviendo
difusa y borrosa y el tranquilo pitido se alejó.

*******************************

Cuando me desperté al día siguiente, lo primero que vi fue un quarterback dar un pase en
la TV. La pelota estaba volando, a través del aire mientras él corría, la agarraba y
empezaba a esquivar todos los cuerpos y cascos, corriendo, mientras la multitud gritaba.
Cuando llegó a la zona de anotación clavó el balón y chocó la mano con uno de sus
compañeros y la cámara enfocó su rostro sonriente. Touchdown.
"Hola," oí decir a mi madre, y me volví para ver su silla a mi lado, que ahora se acercaba.
"¿Cómo te sientes?"
"Bien," dije. Mi padre estaba en la otra cama de mi habitación, aun con la camiseta de mal
gusto de México que siempre usaba en la fiesta de Año nuevo. "¿Cuándo has llegado?"
"Sólo hace un rato." Miré el reloj de la pared mientras se acercaba y quitaba el pelo de mi
cara, pasando suaves dedos por encima del vendaje del ojo. ¿Eran las tres y media, am?
¿pm? No estaba segura. "Halley, cariño, realmente nos has asustado."
"Lo siento," dije, y me costaba trabajo hablar, estaba tan cansada. "Arruiné la fiesta."
"No me importa la fiesta" dijo. Se veía cansada, triste, la misma cara que había tenido
toda la semana cuando estuvimos con la abuela Halley. "¿Dónde estabas? ¿Qué pasó?"
"Julie," dijo mi padre desde la cama de al lado, con voz grave. "Déjala dormir. Eso no
importa ahora."
"El policía nos dijo que estabas con Macon Faulkner," prosiguió ella, y sonó desigual, como
si estuviera corriendo sobre un terreno quebrado."¿Es eso verdad? ¿Él te hizo esto?"
"No," dije, y estaba volviendo a mí ahora, el frío y la luz brillante y todas las estrellas
cayendo, estaba tan agotada que cerré los ojos."Fue solo—”
"Lo sabía, lo sabía" dijo, todavía cogiéndome la mano buena, apretando ahora fuerte.
"Dios, tú no puedes simplemente escucharme, tú sólo no puedes entender que yo tenga
razón, que yo puedo saber qué es lo mejor, tú siempre tienes que demostrártelo, y mira lo
que pasa, mira esto..."
Su voz era más y más suave, o tal vez era yo. Era difícil decirlo.
"Julie," dijo mi padre de nuevo, y le oí acercarse a la cama. "Julie, está durmiendo. Ella no
puede ni siquiera escucharte, cariño."
"Me prometiste que no le verías," susurró cerca de mi oído de nuevo, con voz áspera. "Me
lo prometiste."
"Déjalo." dijo mi padre. Entonces, de nuevo, tan suave que apenas lo escuché. "Déjalo."
Yo estaba medio dormida, pensando en los sonidos alrededor de mí, alejándose. Pero
justo antes de caer completamente, o tal vez ya estaba soñando, escuché una voz cerca de
mi oído, quizás la suya, quizás la de Macon, tal vez solo una que creé en mi cabeza. Estaré
aquí, dijo mientras me quedaba dormida. Justo aquí.
Capítulo 17
Traducido por Isabella

E nero fue plano, gris y sin fin. Pasé el día de año nuevo en el hospital, y luego fui a
casa con todo doliéndome y me quedé en cama durante la semana siguiente,
mirando por la ventana hacia la casa de Scarlett y los aviones pasando. Mi madre
tomó el control completo de mi vida y yo la dejé.
No hablamos acerca de Macon. Entendió que algo me había pasado esa noche antes del
accidente, algo grande, pero ella no preguntó y no me ofrecí. En lugar de eso, me curó el
ojo y la muñeca y me dio pastillas, trayéndome la comida en una bandeja. En la
tranquilidad de mi casa, con ella siempre tan cerca, Macon parecía un sueño, algo apenas
visible, no real. Me dolía demasiado incluso imaginármelo.
Pero él estaba intentado ponerse en contacto conmigo. La primera noche en casa oí el
ralentí en la señal de pare, nuestra vieja señal, y me quedé mirando al techo y
escuchando. Se fue a los diez minutos, dando la vuelta en la esquina de manera que los
faros trazaron un camino en mis paredes, iluminando mi espejo, un trozo de papel tapiz y
la cara sonriente de la muñeca de Madame Alexander. Entonces sonó la bocina, una
última oportunidad y me volví de nuevo al cielo de la noche y cerré los ojos.
No sabía que pensar. Esa noche fue una borrosa locura, empezando con la lucha con
Scarlett, y terminando con frío, frío, frío al lado de la carretera. Estaba herida y furiosa, y
me sentí como una tonta, por mis ideas salvajes, por ponerme en contra de Scarlett, la
única que realmente me importaba, cuando intentó decirme la verdad.
A veces, cuando estaba en la cama esa semana, todavía sentía el anillo que me había
dado, olvidando que lo habían cortado en la sala de emergencias. Estaba en mi escritorio,
en una bolsita de plástico, junto a los dulces que nunca había tocado. Él no era lo que yo
creía que era. Tal vez nunca lo había sido. Yo tampoco era lo que había creído que era.
Por supuesto, cada uno de nosotros se había formado una opinión.
"Es un idiota." dijo Scarlett después de la primera semana, cuando nos sentamos en la
mesa de mi cocina jugando cartas y comiendo uvas. Nunca comentamos la discusión de
Año nuevo, nos incomodaba a ambas. "Y hoy seguía preguntando por ti en el colegio. No
me dejaba tranquila. Como si no pudiera venir y visitarte él mismo."
"Él vino de nuevo anoche,” le dije. "Él se paró ahí como si esperara que me escapara."
"Si él valiera algo, estaría en tu puerta de rodillas y pidiendo perdón." Hizo una mueca,
moviéndose en su asiento. Ahora que realmente estaba enorme, ni siquiera podía
sentarse en la mesa, y caminaba pareciendo un pato. "Estoy tan hormonal en este
momento que podría matarlo con mis propias manos."
Yo no dije nada. No se puede simplemente cerrar el corazón como si fuera un grifo, tienes
que ir secándolo, gota a gota.
Era alrededor de la medianoche unas cuantas noches más después, cuando oí algo
golpeando la ventana de mi dormitorio. Me quedé en la cama, escuchando las piedrecitas
rebotar y rebotar hasta que finalmente fui y abrí, asomando la cabeza. Apenas podía ver a
Macon en las sombras del patio lateral, pero sabía que estaba allí.
"Halley," le oí susurrar. "Sal. Tengo que hablar contigo."
Yo no dije nada, mirando la ventana de mis padres, esperando ver la luz que indicara que
habían oído algo y casi esperaba que así fuera.
"Por favor," dijo, "Sólo un segundo, ¿okey?"
Cerré la ventana sin responder, luego caminé en dirección a las escaleras de la parte de
atrás, e incluso cerré de golpe la puerta tras de mí. Ya no me importaba ser cuidadosa.
Él estaba en el patio lateral, en los arbustos de enebro, y mientras daba la vuelta a la
esquina se dirigió hacia mí, saliendo de las sombras."Hey."
"Hola." dije.
Una pausa. Él dijo, "¿cómo te sientes? ¿Cómo está tu muñeca?"
"Mejor."
Esperó, como si esperara que yo dijera algo más. No lo hice.
"Mira," empezó él, "sé que estás enfadada porque no me presenté en el hospital, pero
tenía una buena razón. Tus padres se alteraron lo suficiente sin tener que verme. Además
tuve que caminar para conseguir un teléfono y conseguir un aventón porque mi coche
estaba completamente...”
Mientras él hablaba, sólo miraba su rostro, preguntándome que era lo que yo había
pensado que era tan mágico en él. Había estado fascinada por las cosas que me había
mostrado, pero todo era solo para impresionar, monedas sacadas de la oreja de un niño.
Cualquier persona puede hacer ese truco, si saben cómo hacerlo. No es nada especial.
Todavía estaba hablando. "...y he venido toda la semana porque quería explicarme, pero
tú no salías y no podía llamarte y ..."
"Macon," dije, levantando mi mano. "Slo para, ¿de acuerdo?"
Él me miró sorprendido. "No quería hacerte daño," dijo, y yo me pregunté a que daño se
refería, exactamente. "S´´olo estaba asustado. Pero lo siento, Halley, y voy a
demostrártelo. Te necesito. Me he sentido miserable desde que esto sucedió."
"¿Si?" dije , sin creer una sola palabra.
"Sí," dijo en voz baja, y puso un brazo alrededor de mi cintura rozándome los moratones
de las costillas, lastimándome de nuevo."Me he estado volviendo loco."
Di un paso atrás, fuera de su alcance y crucé los brazos contra mi pecho. "No puedo verte
más," le dije.
Él parpadeó, entendiendo. "Tus padres lo superarán," dijo fácilmente, y yo sabía que había
dicho eso muchas veces antes. Todo, cada línea que yo había sostenido cerca de mi
corazón, sabía que había dicho lo mismo un millón de veces a un millón de otras chicas en
sus ventanas y en sus patios laterales, en las calles y en asientos traseros, en cuartos
oscuros con la puerta cerrada.
"Esto no es por mis padres," dije. "Es por mí."
"Halley, no hagas esto." Bajó la cabeza, medio avergonzado."Podemos resolver esto."
"No lo creo," le dije. La verdad era que yo sabía, después de todos esos días de enero, que
me merecía algo mejor. Me merecía te amos, frutas, flores y que viniera a mi puerta,
obsesionado con el amor. Me merecía crecer, cambiar, convertirme en todas las chicas
que pueda ser en el transcurso de mi vida, cada una mejor que la anterior.
"Halley, espera," gritó detrás de mi mientras me iba. "No te vayas."
Pero ya me había ido, viendo un poco de mi propia magia, desvanecerse.

***********************************

No la vi de inmediato cuando llegué a la puerta trasera, dejando que se cerrara detrás de


mí. No hasta que me di la vuelta, en la oscuridad y la habitación se volvió brillante de
repente a mí alrededor. Mi madre, en bata, estaba de pie con la mano en el interruptor de
luz.
"Entonces," dijo ella, mientras me paraba allí parpadeado. "Las cosas están de vuelta a
como estaban, por lo que veo."
"¿Qué?"
"¿No era nuestro amigo Macon?" dijo ella enfadada."¿Alguna vez viene a plena luz del
día? ¿O es que solo trabaja al amparo de la oscuridad?"
"Mamá, no lo entiendes." Iba a decirle que se había ido, tal vez incluso que tenía razón.
"Entiendo incluso que casi matándote, no es suficiente para que aprendas la lección. No
puedo creer que acabes de volver de estar por ahí con él, como si nada hubiera cambiado
después de lo ocurrido. Después de lo que te hizo."
"Tenía que hablar con él, " dije. "Tenía que—"
"No hemos discutido esto porque estabas dolida, pero esto no va a suceder. ¿Entiendes?
Si tú no tienes la sensatez de mantenerte alejada de él, lo haré yo."
"Mamá," no podía creer que lo estuviera haciendo de nuevo. Ella estaba tomando este
momento, cuando estaba más fuerte, lejos de mí.
"No me importa si tengo que enviarte lejos o cambiarte de colegio. No me importa si
tengo que seguirte yo misma veinticuatro horas del día, tú no lo verás, Halley. No te
destruirás a ti misma de esta manera."
"¿Por qué estás asumiendo que voy a volver con él?" le pregunté justo cuando estaba
cogiendo aire para seguir. "¿Por qué no me preguntas lo que le dije?"
Cerró la boca, cogida por sorpresa. "¿Qué?"
"¿Por qué no esperas nunca a ver lo que estoy planeando o pensando, antes de irrumpir
con tus opiniones e ideas? Nunca me das la oportunidad."
"Sí lo hago." dijo indignada.
"No," dije. "No lo haces. Y entonces te preguntas por qué no te digo nada, o no comparto
nada contigo. No puedo confiar en ti, no puedo darte nada de mí sin que lo cojas y hagas
lo que tú quieras."
"Eso no es cierto," dijo lentamente, pero acababa de golpearla, lo podía ver. "Halley, no
siempre sabes lo que está en juego, y yo sí."
"Nunca aprenderé," le dije lentamente. "Hasta que me dejes."
Y así nos quedamos en la cocina, mi madre y yo, frente a frente con todo lo que habíamos
acumulado desde junio, cuando estaba dispuesta a ser clara y libre. Ahora, necesitaba
volver a ser yo, con la fe de que podía crear mi propio camino.
"Muy bien," dijo finalmente. Se pasó una mano por el pelo. "Muy bien."
"Gracias," dije, mientras ella apagaba la luz y empezábamos a subir juntas, sus pasos
haciendo eco de los míos. Había sido como aprender algo de forma instintiva, como
caminar o hablar. Cambiando algo que pensaba que dominaba y descubriéndolo por mi
cuenta.
Cuando llegamos a la parte de arriba de la escalera, donde se separaban nuestras
direcciones, se detuvo.
"Entonces," dijo, en voz baja. "¿Qué le dijiste?"
Afuera, en la calle, pude ver la luz de la cocina de Scarlett, amarilla en la oscuridad. "Le
dije que él no era lo que yo había pensado que era," dije. "Que me decepcionó, y que no
podía verlo más. Le dije adiós."
Sabía que probablemente había mucho que ella quería preguntar o decir, pero solo
asintió. Tendríamos que aprender esto lentamente, haciendo que las reglas aparecieran.
Era tierra desconocida, tan amplia como el Gran cañón, tan distante como el cometa
Halley.
"Bien, por ti," dijo simplemente, y luego entró en su habitación cerrando la puerta sin
hacer ruido.
Una no puede planear el momento en que las cosas vuelven a su sitio, así como no se
puede planificar el momento en que se salen de él. Pero de pie allí, sola en el rellano,
pensé en la abuela Halley y como me había abrazado en su regazo mientras mirábamos el
cielo juntas. Yo siempre había pensado que no podía recordarlo, pero de pronto en ese
momento, cerré los ojos y vi el cometa, finalmente, brillante e imposible, que se extendía
por encima de mí en el cielo.
Capítulo 18
Trducido por Kirtassh, Josel23 y Jhos

"Ay, cariño, ¡te ves tan maravillosa! Brian, ven aquí con la cámara, tienes que ver esto.
Quédate aquí, Halley. No, aquí, así conseguimos que la ventana esté detrás de ti. O tal
vez…"

"Mamá," dije, intentando llegar detrás de mí, de nuevo, a la etiqueta que me picaba, la
cual me había estado arañando el cuello desde que me puse el maldito vestido, "por
favor. Ahora no, ¿vale?"

"Oh, pero tenemos que tomar fotos," dijo ella, haciéndome señas en dirección a la maceta
de la esquina de la cocina, "algunas tú sola, y otras cuando venga Noah."

Noah. Cada vez que oía su nombre, no me podía creer que me hubiera metido en esto. No
es solo el baile, no es solo un vestido con una etiqueta que me llevaría a la locura, sino
que es el baile con el vestido de la maldita etiqueta con Noah Vaughn. Estaba en el
infierno.

"¡Oh dios mío!," dijo mi madre, mirando por encima de mi hombro, subiendo una mano
para cubrirse la boca. "¡Mírate!"

Me giré para ver a Scarlett, tal y como la había dejado hacía unos minutos arriba, excepto
que puede que se viera más grande, si es que eso era posible. Estaba casi con exactitud en
el noveno mes, con su barriga sobresaliéndole arriba y hacia fuera por lo que hacía que
eso fuera siempre lo primero que notabas cuando ella entraba en una habitación. Su
vestido fue hecho especialmente por la madre de Cameron, una costurera, que estaba tan
feliz de que Cameron fuera a ir de verdad al baile que se pasó horas, días, haciendo el
perfecto vestido de maternidad para el baile. Era en blanco y negro con un escote de
medio corte que hacía resaltar los impresionantes pechos de Scarlett, con una cintura
imperiosa, y que caía suavemente sobre sus rodillas. Se veía realmente bien, aunque
enorme. Pero fue la sonrisa en su rostro, amplia y orgullosa, lo que la hizo perfecta.

“¡Tarán!” dijo ella, barriendo sus brazos sobre si misma arriba y abajo, como si ella fuera el
premio de un concurso. “Loco, ¿no?”

Ella se paró allí, sonriéndome, y tuve que sonreírle también. Desde que habíamos decidido
ir al baile y realizar por completo nuestro día de ensueño al estilo Seventeen, nada había
sido normal. Pero nada había sido normal, o inclusive cercano a lo normal por un tiempo.
Desde Enero, algo había cambiado. Todo era sutil, difícil de ver a simple vista, pero allí
estaba. La forma en que mi madre se mordía la lengua cuando yo sabía que moría por dar
su opinión, por dominar la conversación -por ser mi madre-. Había tomado un respiro, ya
habiendo escogido las palabras, y luego se detuvo, lo dejó pasar, y me miró intensamente
mientras pasaba algo entre nosotras, imperceptible para el resto del mundo. Ella había
dado marcha atrás justo a tiempo, enfocándose en otras cosas: vendiendo la casa de la
abuela Halley y visitándola a menudo, así como en el nuevo libro que había empezado a
escribir sobre su experiencia siendo hija de nuevo. Quizás yo estaría en este. Quizás no.

En cuanto a Macon, no había hablado mucho con él desde esa noche en el patio. Parecía
estar yendo a la escuela todavía menos, y cuando lo hacía yo era una experta en evitarlo.
Pero todavía sentía una punzada cada vez que lo veía, de la misma forma en que todavía
sentía incomodidad en mi muñeca cada mañana, o dolor en mis costillas cuando estaba
acostada en una determinada posición en la noche. En marzo, cuando escuché que su
madre lo había corrido, me preocupé. Y a mediados de abril, cuando escuché que estaba
saliendo con Elizabeth Gunderson, lloré durante dos días seguidos.

Me obligué a mi misma a concentrarme en algo más importante: el bebé. Lo vi, pequeño y


casi irreconocible, cuando hicimos el ultrasonido del Mes Seis. Tenía manos, y pies, y ojos,
y nariz. El doctor sabía el sexo, pero Scarlett no quería saber; ella quería que fuera
sorpresa.

Tuvimos un baby shower en mi casa, invitando a Cameron y a su madre, las chicas del
Grupo de Apoyo para Madres adolescentes, e inclusive Ginny Tabor, quien le compró al
bebé un gran pato amarillo de peluche que graznaba cuando lo apretabas. Pero algo
estaba mal en él, y graznaba cada vez que lo tocabas, y no se callaba hasta que le quitabas
la cabeza, una opción que nunca teníamos con Ginny. La madre de Cameron cosió un
conjunto hermoso, y mis padres le dieron a Scarlett diez cupones de cuidado de niños,
para cuando ella necesitara un descanso. Yo había sacado una foto reciente de Scarlett y
yo, sentadas en los escalones de su entrada, juntas. El vientre de Scarlett era enorme, y
ella tenía sus manos cruzadas sobre él, su cabeza en mi hombro. La había enmarcado,
Scarlett inmediatamente la colgó sobre la cuna del bebé, donde ella, o él, podrían verla
todos los días.

“Nosotros tres,” dijo ella y asintió.

Y luego solo esperamos, dando vueltas en el compás de espera, mientras la fecha se


acercaba más y más.

Planeamos. Compramos un libro de nombres para bebés e hicimos listas de los buenos:
algo simple, que no te trajera a la mente a otra persona, como Scarlett, o los que
necesitaban un párrafo de explicación como el mío. Ambas sabíamos cuán lejos podía
llevarte un nombre.
Tomamos clases de parto, yo sentada en una larga fila de padres, su cabeza en mi regazo.
Éramos las más jóvenes. Respirábamos y empujábamos, y yo trataba de decirme a mi
misma que podía manejar esto cuando sucediera, que podía hacerlo. Scarlett estaba
asustada y cansada, con todo lo de respirar y empujar, y yo siempre le asentía, confiada.

Y Marion había venido. Ella actuó como si estuviera firme en lo de la adopción hasta el
Mes Siete, inicios de Marzo, cuando entré con ella al cuarto del bebé. El sol estaba
inclinado sobre la ventana, cálido y brillante, rebotando en las paredes amarillas, y las
constelaciones que Cameron había pintado en el techo. Todo estaba listo: la ropa toda
doblada en los cajones, la cuna y el cambiador en su lugar, el cochecito finalmente
montado (con la ayuda de un vecino, que era ingeniero y el único que pudo descifrar las
instrucciones). Ella estaba parada allí, con sus brazos cruzados, examinando todo con una
sonrisa en el rostro. Y lo supe entonces. Nunca había habido duda de donde iría este bebé
o a quien pertenecía. Claro; cuando ella me vio se volteó, frunció el ceño, murmurando
algo sobre los vapores de la pintura y salió. Pero esa era Marion. Yo sabía lo que había
visto.

Y por último, me dirigí con Scarlett al buzón de correos mientras ella llevaba la carta en la
que habíamos trabajado todos estos meses. Señor y Señora Sherwood, empezaba,
ustedes no me conocen, pero tengo algo que decirles. Ella la dejó caer dentro, la puerta
del buzón sonó, no había vuelta atrás. Si nos respondía, nos respondía. Si no, este bebé
tenía suficiente amor para continuar.

Y ahora, el veinte de Mayo, íbamos al baile. Estaba haciendo esto por Scarlett; era
importante para ella. Cuando Cameron se lo pidió, yo tuve que ir, también. Y así fue como
terminé con Noah Vaughn.

De hecho fue culpa de mi madre. Ella trajo a colación el baile un viernes por la noche
cuando los Vaughn estaban de visita, la Sra. Vaughn se iluminó como el sol, y continuó
desde allí. Claro, sigo diciéndole a Halley que debería ir, dijo mi madre, quiero decir, es el
baile. Bueno, Noah, no puedo creer que no hayas mencionado esto, dijo la Sra. Vaughn.
Bueno, la mejor amiga de Halley va, tu sabes Scarlett, pero nadie se lo ha pedido a
Halley, dijo mi madre, y ahora me estaba dando cuenta de lo que estaba sucediendo, cuan
terrible sería esto, mientras Noah me veía desde el otro lado de la mesa, y mi padre le
sonreía a su plato. Pero Noah tampoco tiene con quien ir, dijo la Sra. Vaughn, así que no
veo porque ustedes dos no pueden… Y luego mi madre, que había aprendido algo, miró a
través de la mesa, dándose cuenta demasiado tarde, y dijo rápidamente, de hecho creo
que Halley puede que tenga planes ese fin de semana, pero por supuesto ahora era
demasiado tarde, y la Sra. Vaughn ya estaba aplaudiendo emocionada, con una gran
sonrisa, y mi madre seguía tratando de hacer que yo la mirara, pero no lo haría. Todo lo
que podía ver era a Noah al otro lado de la mesa, comiendo una rebanada de pizza, con
queso por toda su mandíbula.
Por supuesto Scarlett estaba en éxtasis. Ella me llevó a comprar un vestido y zapatos e
insistió en que nos arregláramos juntas. Y yo le seguí la corriente, tratando de no
quejarme, porque yo sabía que esto era el final de algo para ella, antes de que llegara el
bebé y cambiara todo.

“¡Sonríe!” Dijo mi madre, dando un paso atrás en la cocina con la luz roja de su cámara
pestañeando. Mi padre estaba inclinado contra la puerta de la cocina, haciéndome
muecas. “Oh, ustedes lucen genial. ¡Tan glamorosas!”

Scarlett puso su brazo sobre mi hombro, tirando de mí más cerca para la foto. Vi el rojo en
su cabello, su fácil sonrisa, las pequeñas pecas dispersas en su nariz.

“¡Okey!” dijo mi madre, ahora contra la pared más lejana, de cuclillas. “¡Ahora digan
noche de graduación!”

“¡Noche de graduación!” dijo Scarlett, todavía sonriendo.

“Noche de graduación” dije, más suave, mis ojos en ella, no en la cámara, mientras el flash
se disparaba a todo mi alrededor.

************************************

Pude notar que Noah estaba borracho al momento que cruzó la sala sosteniendo el
ramillete.

“Hola,” dijo él mientras se acercaba, alcanzando con el pasador mi corpiño, su aliento


cálido y dulce. “Quédate quieta.”

“Lo tengo,” dije, quitándoselo antes de que me apuñalara mientras la Sra. Vaughn que
obviamente no se le había acercado últimamente, y mi madre, que parecía un busto de
felicidad, observaban desde el otro lado de la sala. Junto a nosotros, Cameron
cuidadosamente ataba el ramillete de Scarlett, un grupo de rosas rosadas y nubes en su
amplio busto. Cameron lucía muy pequeño y muy apuesto en su traje y faja y calcetines
color arándano. Muy Europeo, había dicho mi madre cuando llegó, con Noah en su traje
de alquiler y pantalones demasiado cortos con calcetines de gimnasia asomándose por
debajo. Me metí mi ramillete, apenas fallando metiéndolo deprisa, y se instaló otra ronda
de fotos.

“¡Maravilloso!” dijo la Sra. Vaughn, rodeándonos con su videocámara mientras Noah


deslizaba su brazo alrededor de mi cintura. El licor obviamente lo envalentonó. “¡Halley,
sonríe!”

“Una más,” dijo mi madre, pasando por lo menos otro rollo, flash tras flash. “¡Que noche
tan grande tendrán! ¡Estupenda!”

Marion estaba allí, con una de esas cámaras desechables, tomando foto tras foto de
Scarlett en su vestido. Ella iba a un torneo medieval con Vlad esa noche, y ya estaba
arreglada para su papel, en un largo vestido de terciopelo con grandes mangas que la
hacía lucir como Guinevere, o quizás la Bella Durmiente. Se había metido en el pasatiempo
de fin de semana de Vlad, poco a poco, y parecía gustarle, marcando en los torneos y
bebiendo aguamiel mientras él jugaba. Scarlett estaba avergonzada, pero Marion solo
decía que ser alguien más era un poco agradable, de vez en cuando.

“Scarlett,” llamó ella, haciéndole señas con una mano. “Por aquí, cariño. Perfecto.
¡Perfecto!”

Luego de que habíamos sido documentadas satisfactoriamente, finalmente salimos por la


puerta hacia la limosina, un préstamo del hotel donde trabajaba el padre de Cameron.
Cameron por toda su extravagancia, sabía de verdad como hacer una velada. No podía
decir lo mismo de mi cita.

“¿Donde está el bar?” Noah se escurrió tan pronto cerramos la puerta y arrancamos. “Se
supone que hay un bar en estas cosas, ¿no?

Scarlett estaba observándolo, acomodando su vestido, y yo dije, “Está borracho.


Ignóralo.”

“No lo estoy,” dijo Noah indignado. A estas alturas ya me había hablado más de lo que me
había hablado en todo el año y medio desde que rompimos. “Pero se supone que haya un
bar.”

“Estoy seguro que solo lo sacaron,” dijo Cameron en voz baja. “Lo lamento.”

“No lo lamentes,” le dijo Scarlett, apretando su brazo. “No nos importa.”

“No lo necesito de todas formas,” dijo Noah en voz alta, sacando un envase de jugo de su
bolsillo. “Lo tengo todo arreglado, aquí mismo.”

Solo lo miré. “Noah,” dije. “Por favor.”

“Wow,” dijo Scarlett mientras él abría el envase, bebía un poco y se babeaba. “Eso seguro
es elegante.”

“Funciona para mí,” dijo Noah a la defensiva. Lo colocó de nuevo en su bolsillo,


limpiándose la boca, y puso su brazo sobre mi hombro, el cual me sacudí lo mejor que
pude.

Para el momento que llegamos al baile, Noah estaba completamente borracho. La


limosina nos dejó en el estacionamiento junto a la cafetería, y yo empecé a caminar hacia
el interior, dejándolo que diera trompicones detrás de mí. Él había drenado el último trago
de su alijo, lo lanzó en el basurero de la acera, y estiró la mano para agarrarme; en vez de
eso, agarró mi vestido, arrancando la cintura. Sentí aire frío en mi espalda y piernas, y dejé
de caminar.

“Ooops,” dijo él, mientras yo me volteaba. Él tenía algo blanco y brillante, antes parte de
mi vestido, en sus manos, y se reía. “Lo siento.”

“Idiota,” dije, agarrándome la parte de atrás del vestido para mantener la tela junta,
cubriéndome a mí misma. Ahora estaba en el baile con Noah Vaughn y medio desnuda. Mi
vergüenza no acababa.
“Halley, ¿qué sucede?” llamó Scarlett desde la entrada a la cafetería. Pude ver a Melissa
Ringley, la presidenta del baile, sentada en una mesa observándome. “Apúrate.”

“Entra sin mí,” dije. “Ya voy para allá.”

“¿Está segura?”

“Sí”

Ella se encogió de hombros, dándole a Melissa sus entradas, y ella y Cameron


desaparecieron dentro. Pude oír la música sonando alto, y personas seguían pasando en
su camino a la entrada. Me escondí en las sombras del laboratorio de ciencias para hacer
algo con mi vestido.

“Aquí,” dijo Noah, tropezando detrás de mí, “déjame ayudar.”

“No puedes ayudarme,” le dije. “¿Okey?”

“No tienes que ser una perra,” dijo, todavía tratando de llegar a la parte trasera de mi
vestido, su mano rozando mi piel. “Sabes, has cambiado mucho desde que salíamos.”

“Lo que sea, Noah,” dije. Necesitaba un pasador, urgentemente. No podía ir adentro y
enseñarle el trasero a toda mi clase, ni siquiera por Scarlett.

“Tu solías ser buena, y todo eso,” continuó él, “pero luego comenzaste a pensar que eras
genial, dejándote ver con Macon Faulkner y todo. Como si de repente fueras demasiado
para todo el mundo.”

“Noah,” dije. “Cállate.”

“Cállate tú,” dijo, en voz baja. Dos chicas con vestido blanco y tacones nos miraron,
tratando de descifrar quiénes éramos en medio de la oscuridad.
Lo ignoré, alcanzando la parte posterior de mi vestido de nuevo, cuando de repente él
estaba justo frente a mí, su aliento en mi cara cuando me di la vuelta. No lo recordaba tan
alto. Deslizó sus brazos alrededor de mi cintura, alcanzando la tela abierta, y metió la
mano por mi vestido rozando mi ropa interior. Yo solo lo miré, estupefacta, y vi su cara
acercándose más y más, ojos cerrados, lengua comenzando a salir – “Aléjate de mí,” dije
en voz alta, apartándolo. Se tambaleó, tropezó con un tronco de árbol y cayó en la acera
justo cuando otro grupo de personas comenzaban a pasar. Me incliné sobre la pared, sin
preocuparme más por mi vestido, o por esta noche, y traté de esconderme.”Whoa” dijo
un chico del grupo mientras pasaba sobre Noah, quien estaba todavía tumbado,
parpadeando. “¿Estás bien, compañero?”

“Ella es solo – Ella es una…”Noah tartamudeó mientras se ponía de pie, inseguro, y


comenzó a zigzaguear por un lado del edificio, murmurando para sí mismo. El chico y su
cita solo lo miraron irse, luego soltaron una risa nerviosa y se dirigieron a través del patio,
hacia Melissa Ringley y la cafetería. Y estuve sola.

Pensé irme a casa. Tenía dinero y fácilmente podía llamar un taxi, o a mi padre, y solo
darme por vencida por completo. Pero Scarlett se preocuparía, lo sabía, entonces junté la
parte trasera de mí vestido, manteniéndolo de esa manera, y fui a decírselo yo misma.

La encontré en la pista de baile, con Cameron. Ellos no podían bailar tan cerca pero hacían
lo que podían, el estómago de ella estaba entre ellos. A todo su alrededor estaban chicas
perfectas, cabello recogido y usando lápiz labial y tacones altos, con sus citas en trajes
oscuros y zapatos de vestir. Vi a Ginny Tabor y Brett Hershey, usando las coronas de rey y
reina del baile, besándose cerca de la mesa del ponche. Y Regina Little, una de las chicas
más gordas de la escuela, en un enorme vestido blanco con un arco, bailando con un chico
en uniforme militar el cual lucía al menos de 30. Y por último, en la esquina, vi a Elizabeth
Gunderson y Macon, no bailaban, ni sonreían, ni siquiera hablaban, solo allí de pie
mirando la multitud, igual que yo.

Macon me vio, y en ese momento sentí por primera vez en mucho tiempo, prisa y locura,
esa sensación que había tenido en la represa Topper. Él me miró y me sonrió, y pensé en
ese momento desesperado, sola en el baile, que él podía llevarme lejos.
Era demasiado, de repente, todo se vertía sobre mí. El baile y Michael y mi madre y el
bebé. Macon y la casa de Ronnie y esa noche en el auto, con los cristales rotos alrededor
de mi cabeza. Elizabeth Gunderson y su maliciosa sonrisa, el frío del bosque cuando había
enfermado en la víspera de año nuevo, la mano de la abuela Halley, delgada y tibia, sobre
la mía. Y finalmente, Noah acercándose cada vez más a mí, su lengua sobresaliendo, y
ahora Scarlett sobre la pista de baile, justo antes mis ojos, balanceándose con la música y
sonriendo, sonriendo, sonriendo.

Me abrí paso entre la multitud, sosteniendo todavía mi vestido, pensando solo en salir,
escapar, algo. Empujé chicas pasando en sus trajes de princesas, nubes de colonia y
perfume, a la Sra. Oakley, la subdirectora, quien estaba echando un vistazo a todo el
mundo en busca de drogas y borrachos. No me detuve hasta que llegué a la puerta del
baño y corrí hacia dentro, dejándola cerrarse detrás de mí.

La primera persona que vi fue a Melisa Ringley, parada frente a los espejos con un lápiz de
labios en su mano. Miraba al espejo frente a ella, y a mi mas allá de él, y se dio la vuelta,
con la boca aún en una perfecta O.

“Halley, Dios mío, ¿qué pasó?” Bajó su lápiz labial y caminó hacia mí, levantando su
vestido del suelo para que no rozara con él. Era negro, con una falda y un escote modesto.
Tenía una pequeña cruz de oro colgando de una cadena alrededor de su cuello. “¿Estás
bien?”

Me veía como una loca, incluso salvaje. Mi cabello, tan cuidadosamente elaborado por
Scarlett en una perfecta trenza francesa, de alguna manera se había desplegado y
sobresalía como una desequilibrada cresta. Mi cara estaba roja y mi rímel corrido y eso no
incluía mi vestido, el cual estaba abierto en la espalda ahora que lo había soltado. Otras
dos chicas, chequeando su maquillaje, pasaron junto a mí, mirando mi ropa interior
expuesta y chasqueando sus lenguas mientras abrían la puerta, dejándome a solas con
Melissa.

“Estoy bien,” dije rápidamente, moviéndome hacia el lavamanos y mojando una toalla de
papel, tratando de hacer algo con mi rostro. Tiré mi pelo hacia atrás, esparcí pinzas de
cabello por todas partes. “Solo una mala noche, eso es todo.”

“Bueno, escuché que Noah estaba borracho,” dijo ella, susurrando la última palabra y
echando una disimulada mirada alrededor. “Pobre de ti. ¿Y qué le pasó a tu vestido? O por
Dios, Halley, date la vuelta. ¡Mira eso!”

“Lo sé,” dije, apretando mis dientes. No podía creer que estaba enseñándole el trasero a
Melissa Ringley. “Solo quería salir de ahí.”

“Bueno, no puedes ir allí así,” dijo ella, moviéndose alrededor detrás de mí. “Aquí, dame
algunas de esas pinzas de cabello, veré que puedo hacer.”

Así que me quedé allí, con Melissa detrás de mí murmurando para sí misma y punzando
pinzas para el cabello en mi vestido, todo el tiempo preguntándome cómo la noche podía
ser peor. Y luego, pasó.

Elizabeth Gunderson llevaba un vestido negro ajustado y tacones de aguja que podía
escuchar sonando afuera, incluso antes de que ella abriera la puerta y entrara al baño.
Cuando me vio, entrecerró los ojos y me miró de arriba abajo antes de moverse a otro
lavamanos y apoyarse en el espejo.

“Bueno, esto debería sujetarlo al menos por el resto de la noche,” dijo Melissa
alegremente, saliendo de detrás de mí y tirando las pinzas de cabello extra en la basura.
“Solo no intentes ningún movimiento radical o algo así.”

“Bien,” dije, mirando mi reflejo. Pude sentir a Elizabeth mirándome. Me dije a mí misma
que era apropiado que ella estuviera con Macon; ellos se merecían el uno al otro. Eso
realmente no me hizo sentir mejor. “Gracias, Melissa. En serio.”

“Oh, no hay problema,” dijo ella en su pequeño animado tono de voz, deshilachando su
melena rubia con su dedos. “Todo esto es parte de ser presidenta del baile, ¿cierto?”
movió sus dedos hacia mí, mientras se iba, el sonido de la música - algo suave y tranquilo -
entró mientras la puerta se abría y cerraba detrás de ella.

A mi lado, Elizabeth se estaba poniendo delineador en los ojos, inclinándose más cerca del
espejo. Lucía cansada, agotada, ahora que la estaba mirando más de cerca. Sus ojos
estaban rojos y su lápiz labial era muy oscuro, haciendo que su boca luciera como un corte
en su piel.

Me eché una última mirada, decidí que no había mucho que pudiera hacer bajo las
circunstancias, y empecé a salir. No tenía nada que decirle a Elizabeth Gunderson. Pero
luego, justo cuando estaba llegando a la puerta, escuché su voz.

"Halley."

Me di la vuelta. “¿Qué?”

Se alejó del espejo, cepillando su cabello sobre sus hombros. “Así que,” ella no me estaba
mirando, estaba mirando abajo, la cartera en sus manos. “¿Estás pasándola bien?”

Sonreí, a pesar de mí. “No,” dije. “¿Tú?”

Tomó un profundo respiro, luego corrió un dedo sobre sus labios, suavizando su labial.
“No. Yo no”

Asentí, sin saber que más decir, y fui hacia a la puerta de nuevo. “Bueno,” dije, “supongo
que te veré luego”.

Estaba a medio camino, la música estaba tan alta que casi no la escuché cuando dijo,
“Sabes, él todavía te ama. Dice que no, pero es así. Te ama.”

Me detuve y me di vuelta. “¿Macon?” dije.

“No lo quiere admitir,” dijo ella con compostura, pero su voz estaba temblando, y pensé
como la había envidiado esa noche en casa de Ronnie, tendida en la cama examinando sus
pies. No la envidiaba ahora. “Él dice que ni siquiera piensa en ti, pero yo me doy cuenta.
Especialmente esta noche. Cuando te vio allí. Me di cuenta.”

“No es nada,” le dije, dándome cuenta de lo cierto que eso era. Solo era un sentimiento,
un susurro en mi oído. No amor.

“¿Todavía lo amas?” en el baño su voz hizo eco de manera extraña, más fuerte y luego
más suave a nuestro alrededor.

“No,” dije en voz baja. Y pude mirarme brevemente en el espejo, mi cabello salvaje, mi
vestido rasgado. Podía incluso verse la cicatriz sobre mi ojo donde el maquillaje se corrió.
Pero estaba bien. Lo estaba. “Yo no,” dije.

Y Elizabeth Gunderson giró desde el lavamanos, su cabello balanceándose sobre sus


hombros, al igual que lo hacía mientras ella caía de un millón de pirámides en un millón de
juegos de fútbol en la escuela. Ella abrió su boca para decir algo pero no pude escucharla,
no pude, porque justo entonces la puerta se abrió bruscamente y Ginny Tabor entró con
una explosión de satén rosa, su voz la precedía.

“¡Halley!” se detuvo, moviendo una mano sobre su pecho mientras cogía aliento.
“Tienes… Tienes venir aquí.”

“¿Por qué?” dije.

"Scarlett," jadeó, respirando todavía con dificultad. Levantó un dedo, reteniéndome allí,
mientras tragaba aire. “Scarlett tendrá el bebé.”

“¿Qué?” me di la vuelta para mirarla. “¿Hablas en serio?”

“Lo juro, ella y Cameron se estaban tomando su foto, y Brett y yo éramos los siguientes en
la fila, y justo cuando salió el flash, tuvo esa mirada en su rostro y luego boom estaba
ocurriendo.”
“Muévete,” dije, empujándola hacia la cafetería, alrededor de la pista de baile y la gente
tomando ponche, más allá de la banda y al borde de una multitud reunida en el diminuto
puente elevadizo de madera donde todos habían estado posando para las fotos. Allí había
un cuchicheo en el aire y un fotógrafo con una cámara enorme retorciéndose en sus
manos y finalmente, con su cara de color rojo brillante y demasiadas personas
presionando a su alrededor, Scarlett. Cuando me vio, estalló en lágrimas.

“Estás bien, estás bien,” dije, deslizándome a su alrededor al otro lado, junto a Cameron
que lucía algo pálido. Alguien estaba gritando por una ambulancia y la música se había
detenido y no pude recordar ni siquiera los patrones de respiración que habíamos
aprendido en la clase de parto.

Scarlett me agarró por el cuello y me jaló hacia ella: era sorprendentemente fuerte. “No
quiero una ambulancia,” dijo ella. “Solo sácame de aquí. No voy a tener este bebé en el
baile de graduación.”

“Okey, okey,” dije, mirando a Cameron buscando apoyo, pero él estaba inclinado contra el
borde del puente, abanicándose a sí mismo con una mano. Lucía peor que Scarlett.
“Vamos, entonces. Vamos.”

La ayudé a ponerse de pie, su brazo alrededor de mis hombros, y empecé a empujar a


través de la multitud. La Sra. Oakley estaba a mi lado, diciendo que ya había llamado a
alguien, que esperáramos, y en algún lugar en una explosión de rosa estaba Ginny Tabor,
gritando sobre agua hervida, pero todo lo que podía pensar era en la mano de Scarlett
apretando mi hombro tan condenadamente fuerte que apenas podía ver con claridad.
Pero de alguna manera, estábamos avanzando.

“¿Dónde está Cameron?” dijo Scarlett entre jadeos mientras salíamos por la puerta del
patio. “¿Qué le pasó?”

“Está allá atrás en alguna parte,” le dije, arrastrándola a mi lado, todavía se agarraba con
fuerza a mi piel. “Él lucía un poco mareado o algo.”
“¡No es momento para eso!” gritó ella, justo en mi oído.

“Estamos bien, estamos bien,” dije, y ahora que estábamos tan cerca del estacionamiento
repentinamente me di cuenta que no teníamos un modo de transporte, ya que la limosina
no volvería hasta la medianoche. Por ahora habíamos perdido a la mayor parte de la
multitud, todos se quedaron detrás de las puertas de la cafetería con la Sra. Oakley
gritando que debíamos esperar por la ambulancia, que estaría aquí en cualquier
momento.

“No quiero una ambulancia,” dijo Scarlett de nuevo. “Lo juro, si me ponen en una voy a
luchar contra ellos con uñas y dientes.”

“No tenemos auto,” le dije. “Vinimos en la limosina, ¿recuerdas?”

“No me importa,” dijo ella, aferrándose a mi hombro incluso con más fuerza. “¡Haz algo!”

“Voy a conseguir un aventón,” dije, mirando alrededor del estacionamiento en busca de


cualquier pobre imbécil que estuviese conduciendo fuera en ese momento. “No te
preocupes,” le dije. “Tengo todo bajo control.”

Pero esto era algo que la revista Seventeen no había cubierto. Estábamos por nuestra
cuenta.

Justo después escuché el chillido de un auto en la vuelta de la esquina, y me asomé


agitando mi mano frenéticamente, tanto como pude mientras sostenía a Scarlett. “¡Hola!”
llamé. “Por favor, Dios, por favor deténgase.”

“Oh, no,” dijo Scarlett en voz baja. “Rompí fuente. Oh, hombre, que desastre. Este vestido
está en las últimas.”

“¡Por favor deténgase!” le grité al auto mientras se acercaba, ya desacelerando, y por


supuesto, mientras se deslizaba para detenerse a nuestro lado, el motor retumbaba, sabía
quién era.
“Hola,” dijo Macon, sonriendo desde el asiento del conductor mientras pulsaba el botón
para abrir la puerta. Estaba en un auto diferente, un Lexus, Elizabeth a su lado.
“¿Necesitan un aventón?”

“¡Claro que necesitamos un aventón!” le gritó Scarlett. “¿Eres estúpido?”

“Sería bueno, gracias,” dije suavemente mientras Elizabeth estiraba la mano hacia atrás
para abrir la puerta trasera y nos apilábamos dentro. Scarlett toda pegajosa y yo
esparciendo pinzas de cabello por todos lados, pues estos eran, definitivamente,
movimientos radicales. Estábamos en marcha cuando Cameron apareció corriendo y
tuvimos que parar para dejarlo entrar, también; él estaba resoplando y todavía lucía algo
pálido.

“¿Que te sucedió?” pregunté mientras Scarlett se aferraba a mi mano mala, apretando tan
fuerte que mis dedos se estaban fundiendo unos con otros.

“Me desmayé,” dijo en voz baja.

“¿Qué dijo?” gritó Scarlett desde mi otro lado.

“No dijo nada,” dije. “Él está bien. Ahora, trabajemos en nuestras respiraciones. Respira
profundo, inhala, exhala…”

“No quiero respirar,” dijo en voz muy alta. “Quiero drogas y las quiero ahora.”

Por el retrovisor, podía ver a Macon sonriéndonos, y tuve un repentino destello de la


última vez que habíamos estado juntos en un auto, a toda velocidad, hacia la ciudad. Pero
no podía pensar en eso ahora.

“Respira,” le dije a Scarlett. “Vamos.”

“Estoy asustada,” dijo ella. “Oh, Dios, Halley, duele.”


Apreté su mano más fuerte, ignorando mi propio dolor. “Piensa en lo que aprendimos en
clase, ¿okey? Pensamientos tranquilos. Uh, océanos y campos de flores y lagos.”

“¡Cállate!” dijo ella. “Dios, escúchate.”

“Okey, bien,” dije, “no pienses en eso. Piensa en cosas buenas, como ese viaje que
hicimos juntas a la playa en sexto grado, ¿recuerdas? ¿Cuando te picaron las medusas?”

“¿Eso fue bueno?” su frente estaba húmeda, sudorosa, y su mano sobre la mía estaba
caliente. Traté de no lucir asustada, pero era difícil.

“Seguro que lo fue,” dije, él seguía mirándome mientras desacelerábamos en la calle


principal, pero lo ignoré, continuando, “y recuerdas cuando horneábamos galletas en tu
cocina todos los veranos, y bailábamos al ritmo de la radio, y el último verano con
Michael, y fuimos al lago, y…”

“Kiwis,” dijo, jadeando. A mi lado, Cameron estaba listo para desmayarse otra vez.

“Sí” dije, lista para cualquier cosa que funcionara. “kiwis. ¿Y recuerdas el día que obtuviste
tu licencia? ¿Y que lo primero que hiciste fue chocar contra la puerta de mi garaje?
¿Recuerdas?”

“Tu padre dijo que la mayoría de la gente se atiene a solo golpear otros autos,” dijo ella,
su voz ronca, su mano seguía aferrándose a la mía. “Dijo que yo era especial.”

Las luces del hospital se acercaban cada vez más. Podía oír una ambulancia en alguna
parte. “Sé que lo dijo,” dije, apartándole el cabello húmedo del rostro. “Solo aguanta
Scarlett ¿okey? Ya casi llegamos. Solo aguanta.”

Ella apretó mi mano, fuertemente, y cerró los ojos. “No me dejes, okey. Prométeme que
no lo harás.”
“No lo haré,” dije mientras entrábamos al estacionamiento, pasando por la entrada de
emergencia. “Estaré justo aquí. Lo prometo.”

Pusieron a Scarlett en una silla de ruedas, metieron un montón de formularios en mi


mano, y la hicieron pasar entre unas puertas dobles de golpe, dejándonos a mí y a
Cameron en admisión con un montón de chicos exploradores que tuvieron un accidente
mientras acampaban, un anciano con la cabeza sangrando, y una mujer gritando en
español con un bebé en su cadera. Cameron fue y se sentó, poniendo su cabeza entre sus
rodillas, y luego que llené lo que pude de los formularios, fui al teléfono público a llamar a
Marion.

Por supuesto no estaba en casa. Ella estaba en las justas, o haciendo bailes medievales, o
lo que sea que ella y Vlad hicieran en sus fines de semana temáticos. El teléfono sonó y
sonó antes de que saliera la contestadora. Colgué e hice lo que me vino instintivamente.
Llamé a mi madre.

“¿Halley?” dijo ella, antes de que yo terminara mi hola. “¿Dónde estás? La señora Vaughn
acaba de llamar y dijo que habían encontrado a Noah borracho en el estacionamiento de
la escuela y Norman tuvo que ir a recogerlo en la dirección, ella está completamente
histérica y nadie sabía que pasó contigo…”

“Mamá.”

“Confié en que no beberían, y no sabes en lo que se metió Noah, él nunca se ha metido


antes en problemas, y John estaba lívido, al parecer…”

“Mamá,” dijo de nuevo, esta vez más fuerte. “El bebé está naciendo.”

“¿El bebé?” Hubo un silencio repentino. “¿Qué, ahora? ¿Justo ahora?”

“Sí.” Junto a mí los niños exploradores estaban golpeando una máquina de dulces,
quejándose sobre ser estafados, y Cameron estaba algunos asientos más lejos, con los
ojos cerrados, desplomado en una silla de plástico. “Estoy en el hospital, acaban de meter
a Scarlett y no tengo tiempo de explicar lo de Noah, ¿okey? No puedo comunicarme con
Marion, cuando la veas llegar a casa, dile donde estamos. Dile que se apresure.”

“¿Está bien Scarlett?”

“Está asustada,” dije, pensando en ella sola, donde sea que la habían llevado, y como le
había prometido que me quedaría justo allí con ella. Sin importar que. “Tengo que irme,
¿okey? Te llamaré después.”

“Okey, cariño. Mantennos informados.”

“Lo haré.” Colgué y corrí de regreso a admisiones, mi vestido se arrastraba por el suelo,
una sola horquilla lo sostenía todavía en mi espalda. Mientras pasaba por la entrada vi a
Macon y a Elizabeth todavía en el auto. Estaban hablando, los labios de Macon
moviéndose, un dedo apuntándola enojado. Elizabeth solo miraba por la ventana, su
brazo colgaba fuera del auto, sosteniendo libremente un cigarrillo en sus dedos. Ella ni
siquiera me vio.

Fui al mostrador de admisiones, y les dije que era la hermana de Scarlett y su compañera
de las clases de parto, y ellos me llevaron a través de las puertas dobles, más allá de las
camas y cortinas de la sala de emergencias, a donde estaba Scarlett en un cama, el
monitor fetal ya conectado y pitando.

“¿Dónde has estado?” gritó tan pronto como entré. Ella tenía una taza de plástico llena de
hielo en su mano y su vestido verde colgando de una silla en la esquina. “Me estoy
volviendo loca aquí Halley, y tú te desvaneces en el aire.”

“No me desvanecí,” dije gentilmente. “Estaba llamando a Marion y manejando unas cosas
en la recepción. Estoy aquí ahora.”

“Bueno, bien,” dijo ella. “Porque de verdad necesito…” y entonces dejó de hablar y se
sentó derecha, sosteniendo su estómago. Hizo un bajo sonido gutural, subiendo y
subiendo cada vez más fuerte, y yo solo la miré, ni siquiera reconocí su rostro, y supe en
ese momento que esto estaba muy por encima de mí.

La puerta se abrió detrás de mí y la doctora entró, alegre y tranquila, tomándose su


tiempo para caminar hacia la cama, mientras Scarlett soplaba y resoplaba y se agarraba de
mi mano, la cual inmediatamente apretó tan fuerte que sentí los huesos unos contra los
otros, crujiendo.

“Así que,” dijo fácilmente la doctora, tomando una cartilla al final de la cama, “parece que
estamos teniendo un bebé.”

“Así parece,” dijo Scarlett entre jadeos. “¿Pueden darme drogas, por favor?”

“En un minuto,” dijo la doctora, moviéndose el final de la cama y levantó la sábana,


moviendo las piernas de Scarlett hacia los estribos atados a los lados de la cama. “Veamos
que tan lejos has llegado.”

Ella se asomó y pinchó, y Scarlett trituró los huesos de mi mano. “Okey,” dijo la doctora,
bajando la sábana de nuevo. “nos estamos acercando. No debe tardar mucho, así que solo
necesito que te relajes, y trabajes en tus respiraciones con tu compañera aquí. Déjanos el
resto a nosotros.”

“¿Qué hay de las drogas?” dijo Scarlett con urgencia. “¿Pueden darme drogas?”

“Enviaré a alguien en un rato,” dijo la doctora, sonriendo como si fuéramos adorables.


“No te preocupes, cariño. Habrá acabado antes de que lo notes.” Deslizó la cartilla otra
vez a su lugar, y salió por la puerta, saludando mientras se iba.

“La odio,” dijo Scarlett decisivamente con la boca llena de hielo. “Lo digo en serio.”

“Hagamos nuestras respiraciones,” sugerí, empujando una silla a un lado de la cama.


“Respira profundo ahora, ¿okey?”

“No quiero respirar,” me gritó. “Quiero que ellos me dejen completamente inconsciente,
así sea golpeándome en la cabeza con algo. No puedo hacer esto Halley. No puedo.”

“Sí, sí puedes,” dije con severidad. “Estamos preparadas para esto.”

“Fácil para ti decirlo.” Ella succionó más hielo. “Todo lo que tienes que hacer es decirme
que respire y pararte allí. Tú tienes la parte fácil.”

“Scarlett. Aguanta.”

Ella se levantó de la cama enviando trozos de hielo por todas partes. “No me digas que
aguante, no hasta que hayas sentido este dolor, porque no se parece a nada” y paró de
hablar, su rostro pálido de nuevo, mientras venía otra contracción.

“Respira,” dije, haciéndolo yo misma, puff, puff, puff, inhala profundo, puff puff puff.
“Vamos.”

Pero ella no respiraba, solo gemía de nuevo, ese bajo sonido atemorizante que me hizo
alejarme de la cama, literalmente temiendo por mi vida. Estaba equivocada. No
estábamos listas para esto. Esto era grande, y atemorizante, y entendí de repente como
Cameron debía haberse sentido, aturdido y atemorizado a la vez. Deseé estar afuera en la
sala de espera, con los niños exploradores y la máquina de dulces, tranquila y esperando
para encender un cigarrillo.

“Quédate aquí,” le dije, alejándome de la cama, paso a paso, mientras ella dejaba de
gemir de repente y me observaba con los ojos muy abiertos. “Estaré…“

“¡No te vayas!” lloró ella, tratando de sentarse derecha, sosteniéndose de la barandilla de


la cama. “Halley, no…”

Pero dejé la puerta cerrarse detrás de mí y de repente estaba sola, en el pasillo, el frío
presionaba contra mi espalda donde mi vestido estaba entreabierto. Traté de sacudir el
miedo. Podía oír a Scarlett al otro lado de la puerta gimiendo. Justo cuando me
necesitaba, yo me caía en pedazos.
Entonces lo oí. El sonido de pasos acercándose, cada vez más fuerte, clack, clack, clack,
completamente serenos mientras rodeaban la esquina. Miré a mi izquierda y vino hacia
mí, el bolso bajo el brazo y la vista al frente, era mi madre.

“¿Donde está ella?” dijo ella mientras se acercaba, cambiando su bolso a su otro brazo.

“Allí,” dije. “Está perdiendo el control.”

“Bueno, vamos.” Cogió la manija de la puerta, pero yo me eché para atrás,


presionándome a mí misma contra la pared. “¿Halley? ¿Qué sucede?”

“No puedo hacer eso,” dije, y mi voz sonaba extraña, alta. “Es demasiado, y ella está
adolorida, y yo solo pienso-“

“Cariño,” me miró. “Tienes que estar allí dentro.”

“No puedo,” dije otra vez, y mi garganta dolió cuando hablé. “Es demasiado.”

“Bueno, eso está mal,” dijo ella simplemente, agarrando mi hombro y empujándome hacia
la puerta, su mano guiándome desde atrás. “Scarlett está contando contigo. No puedes
abandonarla.”

“No estoy ayudando, ella no me querría allí, soy un desastre,” dije, pero ella ya estaba
abriendo la puerta, empujándola con su mano libre.

“Tú eres a la única que ella quiere,” dijo mi madre, y luego estábamos cruzando la
habitación, su brazo fuerte alrededor de mis hombros, de vuelta a la cama donde Scarlett
estaba sentada, apretando la sábana en su mano, lágrimas cayendo por su rostro.

“Hola cariño,” dijo mi madre, al lado de la cama suavizando el cabello de Scarlett. “Lo
estás haciendo genial. Sencillamente genial.”
“¿Está Marion aquí?” dijo Scarlett.

“Todavía no, pero Brian está en tu casa esperándola. Llegará en cualquier momento. No te
preocupes. Ahora, ¿qué podemos hacer por ti? ¿Cualquier cosa?”

“Solo no me dejen,” dijo Scarlett en voz baja mientras mi madre se sentaba junto a ella
colocando su bolso en la silla con el vestido. “No quiero estar sola.”

“No lo estarás.” Mi madre estaba mirando la silla al otro lado de Scarlett, así que tomé mi
lugar, cuidadosamente, avergonzada. “Estamos aquí.”

Miré hacia la cama, el rostro brillante y cansado de Scarlett mientras mi madre se


inclinaba cerca de su oreja, susurrando palabras que no pude oír. Pero sabía cuáles eran,
cuales debían ser: las mismas que yo había escuchado después de todas esas pesadillas,
todos esos accidentes de patines y patinetas, todas las veces que las pequeñas demonios
me persiguieron a casa en sus bicicletas rosadas. Miré a mi madre hacer lo que hacía
mejor, y me di cuenta que no habría forma de separarme complemente de ella. Sin
importar lo fuerte o débil que yo fuera, ella era una parte de mí, tan crucial como mi
propio corazón. Nunca sería lo suficientemente fuerte, en toda mi vida, para vivirla sin
ella.
Capítulo 19
Traducido por Isabella

E l doctor nos miró y asintió.

"Aquí viene, Scarlett, puedo ver la cabeza. Solo un empujón más fuerte y esta fuera,
así que prepárate, ¿de acuerdo?"

"No queda mucho," le susurré, apretándole la mano más fuerte.

"Casi esta."

"Lo estás haciendo genial," dijo mi madre. "Muy valiente. Mucho más de lo que yo nunca
lo fui."

"Es la droga," dije. "Desde entonces ha sido como un pedazo de flan."

"Cállate," dijo Scarlett."Juro que cuando termine esto, voy a matarte."

"¡Dame otro buen empujón!" dijo el médico a los pies de la cama."¡Prepárate!"

"Respira," le dije, tomando un trago de aire yo misma."Respira."

"Respira" dijo mi madre, haciéndose eco. "Vamos cariño. Puedes hacerlo."

Scarlett se apretaba a mí, girándome la mano y yo miraba su rostro con los ojos cerrados y
su boca abierta mientras empujaba con más fuerza de lo que lo había hecho durante toda
la noche, con toda la fuerza que le quedaba.

"Aquí viene, está viniendo," dijo el médico con excitación sonriendo al final de la
cama."¡Oh, empuja una vez más, solo un poco Scarlett, solo un poquito...!"

Scarlett empujó de nuevo, jadeando y vi como el médico metía las manos debajo,
buscando a tientas y luego de repente, sostenía algo, algo pequeño, rojo y viscoso que
daba patadas con los pies y una boca pequeña que se abría llorando con un pequeño hilo
de voz.

"Es una niña," dijo el doctor mientras las enfermeras la iban secando y le limpiaban la
boca, para luego ponerla en brazos de Scarlett, contra su pecho. Scarlett estaba llorando,
mirando hacia abajo al bebé contra su piel que cerraba los ojos. Había estado con
nosotros desde el verano, cada vez creciendo más y más y ahora estaba aquí, real como
nosotros.

"Una niña," dijo Scarlett en voz baja."Lo sabía."

"Es hermosa," le dije. "Ella tiene mis ojos."

"Y mi pelo," dijo, aún llorando con su mano rozando la parte superior de la cabeza del
bebé en donde había pelusa roja. "Mira."

"Tienes que estar orgullosa," dijo mi madre, llegando a tocar su mano diminuta."Muy
orgullosa." Entonces me miró y me sonrió.

"Voy a llamarla Grace," dijo Scarlett. "Grace Halley"

"¿Halley?" le dije sorprendida."No bromees."

"No es broma." Besó la frente del bebé. "Grace Halley Thomas."

Cuando miré a Grace, me sentí abrumada. Ella era nuestro año, desde el verano con
Michael, hasta el invierno con Macon. Nunca lo olvidaríamos.

Scarlett estaba radiante, acunando a Grace en sus brazos y besándole los deditos de las
manos y pies, preguntándoles a todos si habían visto alguna vez un bebé más bonito (yo
estaba de acuerdo). Después de arrullarla, Scarlett se durmió, y me fui a la sala de espera
para dar la noticia. Lo que vi, mientras rodeaba las máquinas expendedoras y las fuentes
de agua, fue suficiente para caer muerta sobre mis pies.

La habitación estaba brillante y llena. Por un lado, agrupados en torno a la puerta de la


sala de emergencias, estaba al menos la mitad de nuestra clase, todos de etiqueta y
vestidos, apoyados en las paredes y sentados en las sillas de plástico.

Estaba Ginny Tabor y Bret Hershey de nuestra clase de diseño comercial con sus parejas,
Melissa Ringley, e incluso Maryann Lister, además de toneladas de gente que ni siquiera
conocía. Todos con sus mejores trajes, comiendo barras de dulce y hablando, a la espera
de noticias. No había visto a Elisabeth Gunderson, pero vi a Macon, apoyado en la
máquina de dulces hablando con Cameron, que había conseguido por fin un poquito de
color en el rostro.

Y al otro lado de la sala de espera, separados por algunas sillas estaban Vlad, una Marion
sin aliento y por lo menos otros veinte guerreros y doncellas, todos vestidos en plena edad
Media con sus insignias. Algunos llevaban espadas y escudos. Uno de ellos, incluso llevaba
una cadena pesada que sonaba mientras pasaba de aquí para allá frente a admisión.
Entonces, todos a la vez, me vieron.

Marion corrió por la habitación, vestida como iba, con Vlad y un puñado de guerreros
detrás de él. La enfermera de admisión solo puso los ojos en blanco mientras yo pasaba,
todo el mundo dejó de hablar, levantándose de sus asientos y acercándose, mirándome a
la cara.

"¿Y?" dijo Ginny, derrapando al detenerse delante de mí.

"¿Cómo está?" preguntó Marion "Acabo de llegar, llegue tarde a casa"

"¿Está ella bien?" dijo Cameron, "¿Lo está?"

"Ella está bien," dije, y le sonreí. Me volví hacia la multitud, los asistentes y las cenicientas,
las doncellas y las damas y los guerreros y caballeros, por no mencionar los extraños
exploradores y el guardia de seguridad, que mantenían su distancia. "Es una niña."

Alguien empezó a aplaudir y vitorear y entonces todos hablaron a la vez, golpeándose uno
al otro en la espalda y los trajes y los guerreros se mezclaron, estrechando manos y
dándose abrazos, mientras Marion iba a ver a su nieta, y Cameron la seguía. Ginny Tabor
besó a Brett Hershey solo para alardear. La enfermera dijo a todo el mundo que se
callaran, pero nadie escuchó, y yo solo me quedé allí de pie mirándolos, sonriendo,
guardándolo todo en mi memoria para más tarde poder decírselo a Scarlett y Grace, cada
detalle.

*********************************

Mucho más tarde, envié a mi madre a casa y me senté con Scarlett, viéndola dormir. Esta
había sido nuestra noche especial, pero no la que habíamos esperado. Yo estaba tan
entusiasmada con el bebé y lo que vendría luego, quería despertarla y hablar de todo, en
ese momento, pero ella se veía tan tranquila que me contuve. Y mientras me iba, pasé por
el viver y miré a Grace acurrucada en su pequeño moisés. Extendí los dedos sobre el
cristal, nuestra señal, solo para hacerle saber que yo estaba allí.

Entonces bajé la escalera y entré en la noche de vuelta a casa. No quería que nadie hiciera
este viaje conmigo.

Me agaché, me quité los zapatos, las pulseras de mi muñeca y empecé a bajar la acera. No
estaba pensando en Macon o en mi madre, esperándome en casa o incluso en Scarlett
durmiendo detrás de una de las ventanas del hospital brillante. Solo pensaba en Grace
Halley, con cada paso que daba, en mi vestido de fiesta, descalza, volviendo a casa.

Me preguntaba qué tipo de chica sería, y si alguna vez vería el cometa que tiene su
nombre, y el de la abuela Halley y el mío. Sabía que lo intentaría, un día, y le enseñaría el
cielo, abrazándola contra mi regazo mientras le decía que el cometa se acercaba, y que
era hermoso y especial como ella. Tenía la esperanza de que Grace sería un poco de todo
lo bueno que éramos nosotros, el espíritu de Scarlett, la fuerza de mi madre, la
determinación de Marion, y el humor de Michael. Yo no estaba segura de lo que podía
darle, aún. Pero sabía que cuando le dijera que se acercaba el cometa, unos años más
tarde, yo lo sabría. Y me apoyaría cerca de su oído diciéndole palabras que nadie más
pudiera oír, explicándole todo. El lenguaje del consuelo, y los cometas, y la chica en la que
se convertiría al final.

FIN
Agradecimientos

 FORO ALISHEA’S DREAMS

 http://alisheadreams.foroactivo.com/

 CORRECCIÓN

 Lyra
 Jen Masen
 Krixz
 Anne2426
 Maweyumi
 BelenTorres
 Ebby_sin
 Pau.bascur
 Sary

 RECOPILACIÓN

 Isabella

 FORMATO

 Belen Torres

 CREACIÓN DEL DOCUMENTO

 Glad

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