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Reírnos de nosotros mismos

A medida que va transcurriendo nuestra vida, con el paso de los años, vamos
aumentando la serenidad y disminuyendo nuestro sufrimiento existencial. El
proceso de maduración trae como consecuencia una reducción de la
importancia personal y de la importancia que a su vez, parecen tener las cosas.

La liviandad que produce el reconocer que ya no hay máscaras por sostener,


que no tiene sentido mostrar algo que no estamos siendo y liberarnos del peso
de tener siempre una respuesta a flor de labios, para cada una de las preguntas
a la que la vida nos enfrenta.

Desarrollar nuestros sentidos, principalmente el “del humor”, que como signo


de flexibilidad, nos permitirá poner en “tela de juicio” las verdades que
oprimen a este mundo.

¿Pero, qué podemos hacer para reírnos un poco más de nosotros mismos?

En principio, no ocultar vergonzosamente nuestras debilidades y carencias, en


el momento en que aparecen por la puerta de nuestra conciencia. Una vez
reconocidas, conviene dejar el camino de la culpa y la exigencia, y cruzar por
el que dice:

“Reírse rápido de nuestra limitación y torpeza, antes de que se olvide y


desparezca”.

Si aún así, a usted le cuesta, ríase de su seriedad, tal vez de unas arrugas de
más y de su importancia personal.

Ríase del fantasma de la soledad, del temor al engaño y del miedo al fracaso.
Ríase de su inseguridad, de sus lágrimas en el cine y de sus anhelos de una
pareja perfecta. Ríase de su vergüenza, del ridículo que un día hizo y de su
ansiedad nunca satisfecha. Ríase de su cuerpo y de la sutil decadencia. Ríase
de su orgullo, de sus envidias y de su impaciencia. Ríase de sus dolores, de sus
lágrimas y de sus miedos a empezar una y otra vez.

Ríase de sus bajones, de su cólera y de sus carencias. Ríase del fluctuar de su


dinero, de sus pasiones y de sus emociones extremas. Ríase de su incomodidad
ante las críticas, de su perfeccionismo y de la intensidad de su enojo.

Ríase de no haber hecho lo que quería, de no haberse enamorado más de la


vida y de haber perdido el profundo sabor de la Presencia.

Tal vez, todo cobre para usted un nuevo sentido, en los momentos en que
olvida el milagro de la existencia.

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