».) Los deudores (7:41-43); el buen samaritano (10:25-37); las stiplicas del amigo del viajero (11:5-8); el rico insensato (12:16— 21); la higuera estéril (13:6—9); la gran cena (14:16-24); la dracma perdida (15:8-10); el hijo prédigo (15: 11-32); el mayor- domo infiel (16:1-13); el rico y Lazaro (16:19-31); el siervo inttil (17:7—10); la viuda importuna (18:1—8); el fariseo y el publicano (18:9-14); y las diez minas (19:1 1-27). Otro material propio de Lucas El relato del nacimiento de Juan el Bautista (1:5-25, 57-80); el nacimiento de Cristo desde el punto de vista de Maria (1:26-56 con 2:1—20); la infancia y nifiez de Jestis (2:21-52); la genealogia que asciende a Adan (3:23-38); el discurso sobre Isafas 61:1 en Ja sina- goga de Nazaret (4:16-30); el Iamamiento especial de Pedro (5:8- 10); la conversiOn de la mujer pecadora en casa de Sim6n (7:36-50); su rechazo por los samaritanos (9:5 1-56); el envio de los Setenta (en Perea) (10: 1-20); los afanes de Marta (10:38-42); el ejemplo de los galileos asesinados por Pilato, etc. (13:1—5); las ensefianzas so- bre el discipulado (14:25-35); la bendicién de Zaqueo (19:1—10); la disputa de los discipulos en el cendculo (22:24-30); el sudor de sangre en el Huerto (22:44); la vista de la causa de Jestis delante de Herodes (23:5—12); las mujeres que lamentaban en el camino al calvario (23:27-3 1); la intercesién: «Padre, perd6nalos» (23:34); la conversién del ladr6n arrepentido (23:39-43); la conversaci6n en el camino a Ematis (24:13--35); detalles de la presentacién del Resu- citado a los apéstoles, y las ensefianzas sobre la palabra profética (24:36-49); y la ascensién (24:50-53). Hay muchas mis ilustraciones y ensefianzas que s6lo Lucas refiere, pero lo que antecede demuestra ampliamente la enorme Los tres Evangelios sindépticos (Lucas) / 79 deuda del lector de la Biblia para con este evangelista, formado para su tarea por las providencias de Dios, e inspirado divina- mente para el cumplimiento de ella. EL CONTENIDO DEL EVANGELIO I PROLOGO DEL AUTOR 1:14 EL ADVENIMIENTO DEL Huo DEL HoMBRE 1:5—2:52 El nacimiento del precursor anunciado 1:5-25 El nacimiento del Mesias anunciado, con el cdntico de Marfa 1:26-56 El nacimiento del precursor y el cantico de Zacarias 1:57-80 EI nacimiento del Mesias Salvador, y su anuncio por los angeles a los pastores 2:1-20 La circuncisin del Nifio y los mensajes de Simeén y de Ana 2:21-39 La juventud de Jestis: dedicado a los asuntos de su Padre, pero sujeto al orden del hogar y del trabajo 2:40-52 PER{ODO INTRODUCTORIO AL MINISTERIO DEL Huo DEL HoMBRE 3:14:14 La obra y el mensaje del precursor 3:1-20 El bautismo y la uncién del Mesias 3:21-22 La genealogia del Hijo del Hombre 3:23-38 El Mesias, probado, rechaza las normas satdnicas 4:1-13 I LA PRESENTACION DEL HIJO DEL HOMBRE EN GALILEA, CON SU SERVICIO ANTERIOR A CESAREA DE FILIPO 4:14-9:17 Presentacién, rechazo por su pueblo de Nazaret, primeras obras de poder, proclamacién del Evangelio 4:14-4480 / Introduccién a los cuatro Evangelios Obras, llamamiento y oposicién 5:1—6:11 El nombramiento oficial de los Doce 6:12-16 Ensefianzas en los Ilanos 6:17-49 Obras de poder, las dudas del Bautista, la conversion de la mujer pecadora 7-50 Milagros y pardbolas 8:1-56 La misién de los Doce, la perplejidad de Herodes, y la multiplicacion de los panes y peces 9:1-17 Tl LOS DOCE CONFIESAN A JESUS COMO EL MESIAS; CONSECUENCIAS DE LA CONFESION 9318-62 La incomprensién de las gentes y la gran confesién de Pedro 9:18-20 Empiezan los anuncios de la pasién, y Jestis sefiala a los suyos el camino de la Cruz 9:21-27 La transfiguracién, y el tema de su «éxodo» a ser cumplido en Jerusalén 9:28-36 El secreto del poder ensefiado por la curacién del muchacho endemoniado 9:37-43 Ensefianzas en vista de la Cruz; Jestis emprende el camino a Jerusalén 9:44-62 Iv EL HIJO DEL HOMBRE EN EL CAMINO A JERUSALEN 10:1—19:27 (Esfera del ministerio, Perea.) La misi6n de los Setenta: la tragedia del rechazo y la bendicién de los «nifios» 10:1-24 La parabola del buen samaritano, y los afanes de Marta 10:25-42 Varias ensefianzas 11:1—12:53 Las reacciones del pueblo frente a Jestis ilustradas por ejemplos, pardbolas y ensefianzas 1254-1435 Varias hermosas pardbolas ilustran los temas del perdén, de la salvacién y del juicio 15:1-16:31 Los tres Evangelios sindpticos (Lucas) / 81 Ensefianzas sobre el servicio y el Reino de Dios; los diez leprosos sanados 17:1-37 Parabolas que ilustran la oracién; los nifios que acuden y el joven principal que se aleja 18:1-30 Dolor y bendicién en el camino a Jerusalén 18:31-43 La bendicion de Zaqueo, y la parabola de las minas 19:1-27 v LA PRESENTACION DEL MESIAS A SU CIUDAD; LA AUTORIDAD VERDADERA Y LA FALSA 19:28—21:4 Alabanzas al Rey, y los reproches de los endurecidos. Cristo Ilora sobre Jerusalén 19:28-44 Frente a la oposicién de los principes, el Hijo del Hombre mantiene su autoridad, y pronuncia juicios 19:45—21:4 El Rey predice los juicios sobre Jerusalén, y habla de los juicios y las bendiciones que se asociaran con su venida en gloria 21:5-38 VI EL GRAN CONFLICTO DEL HIJO DEL HOMBRE 22:1—23:56 El Sefior con los suyos en la vispera de la Pasion; la institucién de la Santa Cena 22:1-38 La agonia en el Huerto 22:39-46 El Mesias en manos de los hombres; el prendi- miento y el juicio ante el sanedrin 22:47-11 El Mesias entregado a los gentiles; la sentencia inicua 23:1-25 El conflicto en el Gélgota; el misterio de la expiaci6n se realiza en las tinieblas 23:26-49 La sepultura honrosa 23:50-5682 /Introduccién a los cuatro Evangelios vil LA PRESENTACION DEL HIJO DEL HOMBRE A LOS SUYOS, VICTORIOSO SOBRE LA MUERTE 24:1-53 La evidencia de la tumba vacia 24:1-12 La significativa platica en el camino a Ematis 24:13-35 La realidad del cuerpo del Resucitado 24:36-43 Los discfpulos por fin comprenden las Escrituras proféticas 24:44-46 La futura predicacién del Evangelio por los testigos, la Ascensién de Jestis y el gozo de los suyos 24:50-53 PREGUNTAS 1. Citense referencias al Evangelio segtin Lucas que corres- ponden al siglo segundo. Muestre cémo el caracter del Evangelio apoya la evidencia externa que sefiala a Lucas como el autor. 2. Escribanse amplias notas biograficas sobre Lucas. 3. Presente claramente cuatro de las caracteristicas sefiala- das de este Evangelio que le parecen mas significativas. 4. Discurra sobre la finalidad de Lucas al redactar este Evan- gelio. 5. Haga referencia a tres milagros y a tres pardbolas que son peculiares a este libro, y demuestre como ilustran Jos ras- gos especiales que hemos venido notando. SECCION V El Evangelio segtin Juan El Evangelio cuddruple Al llegar al estudio del tiltimo de los Evangelios podemos recor- dar la superioridad del método de la presentacién cuddruple de la persona del Sefior sobre el de una biografia nica, que algu- nos han querido conseguir por armonizar el material de los cua- tro escritos en un solo Evangelio, a la manera del Diatessaron de Taciano, compilado a mediados del siglo segundo. En el Cas- tillo de Windsor, Inglaterra, existen tres retratos del rey Carlos I, pintados cada uno desde un punto de vista distinto, y se dice que habian de servir como base para el trabajo de un escultor que queria plasmar todas las facciones en un busto que tuviera soli- dez y relieve. De igual forma el aspecto de Cristo que ahora he- mos de considerar, combinado con los perfiles anteriores, da peculiar relieve a la persona, de una forma imposible de lograr por medio de un sencillo relato uniforme. Las diferencias en la presentacién de la persona del Dios-Hom- bre en este Evangelio se destacan tanto que, desde siempre, los sinépticos se han agrupado juntos por la analogia de sus méto- dos —con la salvedad de los matices muy importantes que he- mos venido estudiando— mientras que Juan ocupa un lugar aparte, como «el Evangelio espiritual», segtin se ha llamado desde los tiempos de Clemente de Alejandrfa. Los rasgos que justifi- can esta distinci6n entre Juan y los demas constituirén una parte importante de este estudio introductorio al Evangelio, pero ha- cemos constar que pasamos aqui de la consideracién de los 8384 / Introduccion a los cuatro Evangelios sindpticos, fruto del testimonio conjunto de muchos testigos ocu- lares de los primeros aifos, a la visién especial que tuvo del Hijo de Dios encarnado un testigo especialmente privilegiado; visién que concreté en el Evangelio que conocemos después de sesen- ta afios de profundas meditaciones, vivificadas por el proceso de la inspiracién del Espiritu. El Evangelio segtn S. Juan es un es- crito Gnico en sustancia, en estilo y en presentaci6n, sin paran- g6n en toda la vasta extensién de Ja literatura mundial. EL AUTOR Evidencia externa Nadie duda de la estrecha relacién que existe entre el Evan- gelio y la primera Epjstola de Juan, de modo que citas de esta Ultima vienen a confirmar también la existencia del Evangelio durante el siglo m. Hemos de distinguir entre la evidencia que da fe de que el Evangelio circulaba tempranamente, y aquella que sefiala al apéstol Juan como su autor. Estas pruebas se revisten de importancia especial en el caso del cuarto Evangelio por el hecho de que varias escuelas de eruditos modernistas, basdndo- se en las diferencias entre éste y los sindpticos, han querido re- legarlo a fechas tardias, en su afan por «explicar> el desarrollo doctrinal que creen percibir. Rechazan la antiquisima tradicion de que el autor fuese el apéstol Juan en aras de unas considera- ciones puramente subjetivas. 1. La circulaci6n del Evangelio en el siglo segundo El fragmento «John Rylands». Recordamos al lector que existe un fragmento de una copia de este Evangelio (algunos versiculos del cap. 18) que se conserva en la biblioteca «John Rylands» de Manchester, fechado por los paleégrafos en los primeros afios del siglo segundo. En la secci6n introductoria subrayamos la inmen- sa importancia de esta prueba material e irrefutable de la existen- cia y de la amplia circulacién del Evangelio no muchos afios después de la fecha tradicional de su redacci6n por Juan en Efeso. El testimonio de Papias (Hierapolis, 100-140 d. C.). Seguin Eusebio, Papias citaba la primera Epistola de Juan, cuya redac- cién y circulacién se enlaza estrechamente con la del Evangelio. El Evangelio segvin Juan / 85 Ignacio escribié epistolas que datan de los afios 114-116 d.C. y que demuestran claramente su intimo conocimiento del Evan- gelio de Juan, ya que emplea frases como «el pan de Dios», «el agua viva», y hace referencias a Cristo como «Verbo» y «Puer- ta»; también menciona el «mundo» y el «principe de este mun- do» en sentido puramente juanino. Policarpo, contemporaneo y discipulo en su juventud del apés- tol Juan (murié mértir a una edad avanzada en 155 d.C.), cita textualmente de 1 Juan 3:8 y 4:3, y ya hemos visto que la evi- dencia para la Epistola sirve también para el Evangelio. Taciano el sirio (activo entre 160 y 170 d.C.) empieza su ar- monia de los Evangelios, el Diatessaron, con los primeros versiculos del Evangelio. Justino M4rtir (murié martir en 165 d.C.) cita textualmentc Juan 1:23, 27 con 3:3-5. 2. El Evangelio atribuido a Juan el apéstol Papias, citado por los Prélogos antimarcionitas, por Ireneo y por Eusebio, afirma que el Evangelio fue escrito mientras Juan el apéstol estaba atin en el cuerpo. En la cita por Eusebio algu- nos han querido ver a dos personajes, Juan el apéstol y Juan el Anciano (comp. 2 Jn. 1; 3 Jn. 1), pero el profesor F.F. Bruce lle- ga a la conclusién de que es una manera algo confusa de hacer referencia a la misma persona. La lista del fragmento muratoriano (mediados del siglo se- gundo) afirma que «el cuarto Evangelio es obra de Juan, uno de los discipulos», y relata c6mo fue comunicado a Andrés que Juan habia de poner su historia de Ia vida de Jestis por escrito. Treneo (fin del siglo segundo) no dudé ni por un momento de que el Evangelio fuese obra de Juan el apéstol, y abundan refe- rencias tanto al Evangelio como a su autor en sus libros. Con anterioridad hemos sefialado el valor del testimonio de Ireneo en tales asuntos, ya que habia recibido su informacién de Policarpo, discfpulo de Juan el apéstol; existe una carta que Ireneo dirigié a un condiscipulo suyo, Florino, en que describe en términos clarisimos sus recuerdos de la persona y del minis- terio de Policarpo.86 / Introduccién a los cuatro Evangelios Al apologista Teéfilo (170 d. C.) se debe una referencia aJuan como autor del Evangelio, y a Policrates, obispo de Efeso, datos sobre el ministerio de Juan en la misma ciudad al final de su lar- ga carrera. Aparte de una secta oscura, llamada los «alogoi», porque re- chazaban la doctrina del «Logos», nadie dudaba en los primeros siglos del cristianismo de que el cuarto Evangelio era autoritativo, apostélico, y obra de Juan el apéstol. Evidencia interna Nos toca ahora examinar el contenido del Evangelio para sa- car las conclusiones posibles sobre el autor, y pensar si los datos concuerdan con la constante tradicién de las iglesias y de los es- critores del siglo segundo. Las referencias al discipulo a quien amaba Jess. Como los sinopticos, este Evangelio es anénimo, pero hay referencias a cierto discfpulo, en la intimidad del Sefior, que sélo se sefiala por medio de circunlocuciones. No hay razones muy evidentes para tales rodeos, ya que los otros protagonistas de !a historia se mencionan por su nombre, pero si se trata del mismo autor, podemos pensar que queria por alguna raz6n conservar su anonimidad; al mismo tiempo sus intervenciones eran tan importantes al relato que tuvo que hacer menci6n indirecta de ellas. Este «velo transparente» se nota desde el principio del Evangelio, pues con referencia a los dos discipulos de] Bautista que hicieron temprano contacto con Jestis, el autor observa: «Uno de los que... siguicron a Jestis era Andrés, hermano de Siméon Pedro» (1:40). El otro serfa conocidisimo también, y si no se nombra es por aquel afan de anonimidad que acabamos de notar. El discfpulo amado, pero andnimo, pertenecia al circulo fntimo de los discfpulos como es evidente por la conversacién a la mesa en el cendculo (13:23), y bajo la denominaci6n del «otro discfpulo» se le sefiala como testigo del proceso del Sefior (18:15, 16), y, con inusitada solemnidad, como testigo ocular y cercano de la crucifixion (19:26, 27 con 34, 35). Se le ve en intima relacién con Pedro en la escena final del Evangelio, y los presbiteros de Efeso afirman: «Este es el discipulo que da El Evangelio segiin Juan / 87 testimonio de estas cosas, y que las escribié; y sabemos que su testimonio es verdadero» (21:20-23 con 24). El autor pretende ser testigo de los acontecimientos que rela- ta. Veremos mas tarde que el gran texto 1:14 es la clave para la comprensién del Evangelio, y precisamente aqui el autor afirma sin ambages: «E] Verbo Ileg6 a ser carne, y vimos (nosotros) su gloria». En la Epistola (por la misma mano) amplia el concepto diciendo: «lo que hemos ofdo, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y nuestras manos palparon... os anun- ciamos» (1 Jn. 1:1-4), Recuérdese también el solemne testimo- nio de 19:34, 35. El testimonio alcanza la vida més intima del Sefior y de sus discipulos, como vimos al comentar la escena en el cenaculo (13:23). Se encuentran detalles graficos que delatan al testigo ocular. Si hallamos datos que no interesarfan al mero historiador, y que salen con espontaneidad, y casi inconscientemente, de la pluma del autor, hemos de suponer que él mismo es testigo ocular de lo que relata, o que escribe al dictado de tal testigo, como en el caso de Juan Marcos. Hallamos tales detalles en la narracién de las bodas en Cané, pues se nota que habja allf seis tinajuelas de agua; al llegar al pozo de Jacob, «Jestis, cansado, se senté asf junto al pozo; era como la hora sexta» (4:6, 7). En 8:2 se nota que el Sefior se senté en el Templo al rayar el alba para ensefiar al pueblo, mientras que en 10:23 andaba (se paseaba) en el Portico de Salomén. El que asi escribe vuelve por la magia de la memoria a vivir en los tiempos pasados, conocidos como recuerdo personal. El autor es un hebreo de Palestina. Escribe ciertamente des- pués de la destruccién de Jerusalén por Tito en el afio 70, catas- trofe que cambio radicalmente la fisonomfa de la ciudad, pero recuerda perfectamente la disposicién de los atrios del Templo, el estanque de Siloé, el lugar de la crucifixién, el huerto que se hallaba cerca, la sepultura, etc. Esta igualmente familiarizado con la geografia en general de Palestina, y menciona por sus nombres lugares insignificantes en si, cuyos nombres serfan desconocidos por un extrafio, como son Betabara mas all4 del Jordan (1:28); Cana de Galilea (2:1); En6n junto a Salim (3:23) y Efraim cerca del desierto (11:54).88 / Introduccién a los cuatro Evangelios Las costumbres de los judfos cambiaron radicalmente después de la destruccién del Templo, pero este escritor est perfectamen- te familiarizado con las fiestas y practicas de la época que des- cribe, bien que ha de afiadir alguna explicacién por amor a sus lectores para quienes serian desconocidas (7:1, 37; 10:22, 23; 13:23-36, etc.). Este judio de Palestina, conocedor exacto de 1a vida del pais en el perfodo del ministerio de Cristo, que pretende ser testigo ocular tanto de los acontecimientos puiblicos como de los priva- dos, que se esconde bajo el velo de una semi-anonimidad, que es amigo de Pedro, y tan fntimamente relacionado con el Senior que éste encomienda su madre a su cuidado, no puede ser otro que el apéstol Juan. Pedro no era, desde luego, ni Jacobo, que murié bajo la espada de Herodes, y la intimidad no corresponde a discipulo alguno fuera del micleo de «los tres». El testimonio undnime de las iglesias del siglo segundo concuerda con todo cuanto hallamos dentro del libro mismo. No se puede imaginar ni siquiera la presencia de algtin intermediario como Juan Mar- cos, ya que un amanuense no se atrevevia a arrogarse la autori- dad apostélica. que es tan natural al autor de este libro, quien se identifica con los apéstoles-testigos al decir: «Y nosotros vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre...», «lo que he- mos visto y ofdo, eso os anunciamos» (Jn. 1:14; 1 Jn. 1:14). La inmensa literatura que combate la paternidad literaria de Juan el apostol se debe a argumentos «a priori» por quienes se obstinan en creer que los conceptos del prélogo del Evangelio no pueden corresponder a la época apostélica. El sentido comin del caso es que Juan el apéstol quiso valerse de términos pro- pios de la filosoffa de su dia para presentar al Hijo encarnado, sin que por ello se apartara un 4pice de la doctrina de los sinépticos, de Los Hechos o de las Epistolas de Pablo. Cierta- mente el Evangelio delata una madurez del pensamiento cristia- no que lo distingue de los sinépticos, y el titulo de «Logos» no se habria empleado tal vez por los aitos 50-70 d. C., pero cae perfectamente bien en los aiios 90-100 del primer siglo. De to- das formas, los datos concretos han de prevalecer siempre por encima de consideraciones personales y subjetivas. El Evangelio segtin Juan / 89 Notas biogrdficas sobre el apéstol Juan Como en el caso de todos los evangelistas, hemos de recopi- lar datos fragmentarios esparcidos por sus escritos y por el NT en general, si hemos de formarnos una idea de su personalidad y del transcurso de su vida. Todos los bidgrafos se esconden de- tras de la persona que retratan, y todos dirfan como el Bautista: «A él le conviene crecer, y a mf menguar.» Su juventud. Por Juan 1:44 y Lucas 5:10 sabemos que era oriundo de Betsaida, al norte del Mar de Galilea, siendo su pa- dre Zebedeo, su madre Salomé y su hermano Jacobo (Mr. 1:19, 20; 15:40; Mt. 27:56). La familia se dedicaba a la pesca en el Mar de Galilea, y prosperaha bastante para poder tener ayudan- tes. El hecho de que Juan era conocido en el palacio del sumo sacerdote indica o importantes relaciones comerciales, o un le- jano parentesco (Mr. 1:20; Mt. 27:56; Le. 8:3; Jn. 18:15, 16). Por Juan 19:27 es evidente que Juan tenfa el uso de una casa en Je- rusalén. Discipulo del Bautista. Damos por cierto que Juan era uno de los dos que siguieron a Jestis después de la proclamacién del Bautista (1:35—-40), lo que nos hace ver que habia aceptado el bautismo del arrepentimiento, estando dispuesto a recibir al Mesias por el testimonio del precursor (Lc. 1:16). Discipulo-amigo de Jestis. La secci6n 1:35 a 4:54 parece re- presentar un perfodo cuando Juan, Jacobo, Pedro y Andrés pa- saban algtin tiempo con el Maestro sin dejar su negocio de la pesca. Discipulo y compaiero de Jestis. Mateo 4:21, 22 (y porciones paralelas) sefiala el momento cuando Juan y sus compaiieros dejaron sus redes para seguir siempre al Maestro. Discipulo-apéstol. Marcos 3:13-19 (y porciones paralelas) describe el nombramiento de los Doce como apéstoles, que no solo habian de seguir a Jestis y aprender de él, sino también salir para el cumplimiento de diversas misiones a las 6rdenes de su Maestro. Uno del circulo intimo de «los tres». En tres ocasiones Pedro, Juan y Jacobo fueron admitidos a revelaciones del Sefior que no recibieron los dem4s apéstoles (Mr. 5:37; Mt. 17:1; 26:37). El90 / Introduccién a los cuatro Evangelios serm6n profético se dio a los mismos, juntamente con Andrés (Mr. 13:3). Sdlo Pedro y Juan fueron enviados a preparar el ce- naculo para la celebraci6n de la Pascua (Le. 22:8). El discfpulo amado. Juan ocupaba el divan a la derecha del Sefior en la celebracin de la Pascua, y asi podia «reclinarse sobre su pecho» para el intercambio en cuanto al traidor (Jn. 13:23— 26). La escena ha de considerarse como una manifestacién de una comunion estrecha y especial entre el Maestro y el discipulo. Heraldo del Evangelio en Jerusalén. Como compafiero de Pedro en la primera etapa de la historia de 1a Iglesia, Juan se menciona tres veces, notandose que Pedro es el portavoz de los dos (Heh. 3:1; 4:13; 8:14). Su encuentro con Pablo. En las conversaciones asociadas con el Jlamado Consejo de Jerusalén, juntamente con Pedro y San- tiago, dio las diestras de compaiiia a Pablo (Ga. 2:9; comp. con Heh. 15:2, 22, 23). Su estancia en Patmos. Desterrado a Patmos por Domiciano (8 1— 96 d. C.), recibié las visiones del Apocalipsis (Ap. 1:1, 4, 9). Autor del Evangelio y de las Epistolas que llevan su nombre. Ya hemos visto que remata su testimonio singular en la ciudad de Efeso, en la provincia de Asia, por los afios 95-100. Seguin S. Jeronimo murié en el afio 98 d.C. El cardcter de Juan Juan y Jacobo, hijos de Zebedeo, son apellidados «Boanerges», «hijos del trueno» 0 «del tumulto» (Mr. 3:17). Es de suponer, pues, que por naturaleza tenia un temperamento fuerte, dado a explosiones de ira frente a los males que presenciara, y este as- pecto de su caracter se ilustra por los incidentes de Lucas 9:49, 50; 54-56. Ely su hermano se dejaron Ilevar por los ambiciosos propési- tos de su madre Salomé, al pedir ésta que se les concediera los puestos de honor y de poder en el Reino (Mr. 10:35-40 y por- ciones paralelas), pero estaban dispuestos también a compartir «la copa» y «el bautismo» del Sefior. Disciplinado en la escuela de su amado Maestro, Juan esta dispuesto a tomar el segundo lugar con referencia a Pedro, y sus El Evangelio segtin Juan / 91 escritos le revelan como el discfpulo de las profundas medita- ciones, poseido del amor de su Sefior. Con todo, las Epistolas videncian que no ha perdido la fuerza y el fuego de «Boanerges», ‘ajo el control del Espiritu Santo, ya que el apéstol del amor es ee el que fustiga la mentira y el error (1 Jn. 2:22; 3:8; 4:20, te.). Hubo algo en Juan que capté las especiales simpatias del Aaestro, sin que por ello hayamos de pensar en favoritismos. Era 14s «hermano» para Jestis que los hermanos segtin la carne, ya ue pone a su madre bajo su cuidado. Su hermoso «monumen- »» es su Evangelio, juntamente con las epistolas complementa- as, y las glorias del Apocalipsis. LA OCASION Y LA FECHA ‘ircunstancias inmediatas Como hemos visto, no hay razones para dudar de que Juan 2dactara su Evangelio, siendo ya viejo, en la ciudad de Efeso, ybre la fecha de 95-100 d.C. Sin duda el Evangelio concreta asefianzas que habia pasado oralmente a las iglesias durante luchos afios, y podemos aceptar como exacta en su esencia la iformacién de Clemente de Alejandria: «El tltimo de todos (los vangelistas) Juan, tomando nota de que en los otros Evangelios abia sido narrado aquello que concernia al cuerpo (lo externo 2] ministerio de Cristo), y siendo persuadido por sus amigos, y 1ovido también por el Espiritu de Dios, redacté Evangelio es- iritual.» Reiteramos que el versiculo 21:24 puede ser la garantfa de los icianos de Efeso, ya que Juan (quiza por los efectos de perse- ici6n) no queria presentarse bajo su propio nombre. ircunstancias generales Al final de la vida de Juan no habja necesidad de escribir mds vangelios dirigidos especialmente a judios 0 a gentiles, pues la slesia se habia extendido mucho y la destruccién de Jerusalén bia anulado practicamente la influencia de la iglesia judaica o daizante, de modo que la vida de Cristo pudo escribirse con iras a la Iglesia como tal, sin perder de vista las necesidades