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La Novela Gótica
La Novela Gótica
y la Literatura de lo Sobrenatural
Pero muchos le otorgamos una definición distinta, de forma que caben en ella no sólo
aquellas historias que suceden físicamente en los sótanos y criptas de los castillos, sino,
prioritariamente, las que tienen lugar en los más tenebrosos pasadizos y criptas de nuestra
propia mente. De esta manera, una novela gótica puede tener o no elementos
sobrenaturales, puede suceder
en los pasadizos de un castillo medieval o en los pasillos no menos tenebrosos de una
nave espacial, pudo escribirse en el siglo XVIII, en el XVII o en el XXI.
El escritor no emplea los elementos tradicionales del género gótico para producir de
forma técnica y matemática unos determinados efectos, sino que, por el contrario,
aquellos nacen de forma natural tras la inmersión en su propio subconsciente y como
metáforas de él. Es decir, la novela gótica se construye espontáneamente a base de
símbolos que habitan en lo más profundo de nuestra mente, de la misma forma que ocurre
en los sueños. Así, las tinieblas son producto de nuestra propia oscuridad: sentimientos de
soledad, miedo, desagrado ante lo que nos rodea; pasadizos y subterráneos los múltiples
recovecos de nuestro cerebro, la incertidumbre sobre el camino a tomar; los personajes
fascinantes, esos que buscamos en vano en la realidad o esos que, en todo o en parte,
quisieramos ser.
El escritor, el de hoy o el de hace dos mil años, vive envuelto en un cúmulo de dudas
y misterios que ansía responder. Al principio las preguntas versan acerca de lo cotidiano
(el porqué del comportamiento humano). Cuando se han descubierto las respuestas o
verificado su inexistencia se produce un sentimiento de alienación, de negación y rechazo
de pertenencia
a la especie humana. La única manera de no perecer en la más
dolorosa soledad es la creencia de que existe otro mundo no
dominado por el hombre, un más allá. El hecho de que su
manifestación en la literatura suela corresponderse con
vampiros, fantasmas y el diablo no es sino una demostración de
la creencia en la existencia de un mundo mejor: si existe el
diablo, también existe Dios y toda esa Bondad y Belleza que se
supone conlleva. La moderna substitución del demonio por los
extraterrestres no afecta a esta afirmación: un monstruo malvado
como Alien no es más que la confirmación de la existencia de
otros mundos y, por tanto, de otras culturas y seres superiores y
presuntamente mejores que los conocidos.
Para ilustrar lo dicho hasta aquí pondré como ejemplo a una escritora
contemporánea:
Anne Rice.
La juventud de Anne Rice (1941) no fue un camino de rosas: En el colegio era una
niña solitaria, y nunca en su infancia sintió que tuviera el
amor que necesitaba. Perdió a su madre, una alcohólica, a
los catorce años; su padre, poco afectuoso, volvió a casarse
menos de dos años después, lo que obligó a Anne
a trasladarse con ellos a Texas. En 1972 falleció su hija, de
seis
años, víctima de la leucemia. Al año siguiente, fruto del
dolor y en un intento de perpetuar a su hija bajo la
apariencia de una niña vampiro (véase Prism of the Night,
biografía por Katherine Ramsland) nació Entrevista con el
vampiro (Escrita en 1973 y rechazada para su publicación
en varias editoriales hasta 1976). Anne Rice afirma: “Los
escritores escriben sobre lo que les obsesiona. Perdí a mi
madre cuando tenía catorce años. Mi hija murió a la edad de seis. Perdí mi fe católica.
Cuando escribo la oscuridad está siempre allí. Me dirijo hacia donde está el dolor”
(People, 5 diciembre 1988)
El personaje más amado por Anne y sus lectores es el vampiro Lestat. De él dice
Anne:
”Lestat . . .
es difícil describir a Lestat. Lestat, de alguna manera, es toda
mi vida, porque incluso cuando no estoy escribiendo sobre Lestat estoy
contemplando el mundo a través de sus ojos, y es Lestat quien me
ha convertido en una viajera, quien me ha transportado fuera de mí
misma y liberado de las preocupaciones por mis limitaciones, tanto físicas
como espirituales. Lestat es más que un personaje creado por mí.
Es un símbolo de algún tipo de libertad y dominio. Representa
el lado cruel que hay en nosotros, pero es parte de mis pensamientos día
y noche. Y parte de mis conversaciones día y noche, supongo. Ante
casi todo lo que veo me pregunto: ¿qué pensaría Lestat
de esto…, cómo reaccionaría Lestat ante esto? Por lo tanto,
diría que él es mi otra mitad, pero es mi mitad masculina
y cruel que, gracias a Dios, no existe salvo en la ficción.”
De la cripta de la mente humana han salido las obras más gloriosas: Hamlet, Fausto,
La
divina comedia, Cumbres borrascosas, Rebeca y un sinfín más. Obras muy distintas
entre sí, pero con el elemento común de ser una reacción
oculta (o no), inconsciente (o no) del autor contra su
entorno.
Los elementos sobrenaturales y de fantasía son tan inherentes al género humano que
sus
primeras obras literarias (por no hablar de sus creencias) son
estrictamente fantásticas.
Por lo tanto, desde la lejana perspectiva que nos permite la visión del conjunto de la
historia, vemos que la llamada novela gótica clásica del siglo XVIII no hace sino
introducir una pequeñas variaciones en el más viejo tema de la humanidad: lo
sobrenatural, y, por lo tanto, ni nace en el siglo XVIII (¿o es que se puede concebir una
escena más gótica que Caronte sumido en las tinieblas de la laguna Estigia, con el rumor
de los muertos como fondo, y transportando en su barca las almas de los nuevos
difuntos?) ni muere, simplemente, como la energía o los dinosaurios, se transforma.
Teniendo en cuenta estos principios al referirme a una novela como gótica me refiero a
aquella, cualquiera que sea la época en que haya sido escrita, que propone un viaje al
interior de la mente humana utilizando y a la vez desnudando sus miedos primigenios. No
hay elementos sobrenaturales en Rebeca, sin embargo, el terror a lo desconocido, al
pasado, a la soledad, a la ausencia de amor son constantes hasta el fin de la obra.