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1.- Introducción
Este trabajo que gustosamente les entrego en forma de “CARTA”, tiene un especial
cometido: y éste es precisamente el de ratificar aquello que tantas veces he dicho en
reuniones con Ustedes, en el sentido de que es necesario que cada uno se constituya en
“ESPECIALISTA” en una rama del saber.
Nosotros hemos abrazado por propia elección LA CULTURA DEL PUEBLO y hacia ella -
o mejor dicho, para inserirnos en ella - hemos transitado antes por los caminos de la
EDUCACION.
También libremente hemos elegido para nosotros el llegar hasta el máximo peldaño
educacional, cual es el de los estudios superiores.
Y en la mayoría de los casos, hemos avanzado tanto…, que no hemos querido quedarnos en
un título de grado.
Sino que es más, cada uno, en su momento, fue capaz de iniciar y completar estudios de
post-título, con los consabidos esfuerzos, dedicación, entrega, afanes, sueños, desvelos,
esperanza, ilusiones y todo aquello tan especial que vivencia de manera más o menos única e
inefable el que pone sus manos en el arado y no mira hacia atrás, porque sabe que su mirada
debe apuntar hacia el cielo, al naciente, desde donde sale el sol, que resulta sinónimo de
VIDA.
Me pregunto de manera retórica si es posible esperar que suceda lo que digo en el título: lo
de “ser especialista!”
Particularmente creo que no, que es un requerimiento del momento que nos toca vivir, de
manera especialísima para quienes la opción de su vida radica en la educación y en la
cultura.
Que el hombre ha nacido para las “comunicaciones” eso es algo que resulta innegable.
La Escritura Sagrada nos muestra cómo, desde el comienzo del tiempo, el primer hombre y
la primera mujer dialogaban con Dios, su Creador.
Pero también sabemos que los hombres de todos los tiempos nos comunicamos con Dios,
porque ello se nos torna una necesidad.
Y también es una necesidad para cada hombre meterse en el seno de la vida social, donde
interactúa, y ello lo hace a través de la comunicación.
Estamos en un momento en el cual, como nunca había sucedido, los hechos de la vida diaria
tienen tanta importancia y son tan divulgados, que jamás pasan desapercibidos para nadie,
porque, en verdad, los adelantos que el hombre ha creado para comunicarse están a
disposición de todos, para el uso que cada uno desee darles.
TECNOLOGIA viene del griego, de la unión de dos palabras, que significan “tratado del
arte”.
(Cfr. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Castellana, edición del año 1979, pág.
1248, 2da. Columna).
Como verificamos a diario, ella está en los procesos educativos de todas las edades, desde
el jardín de infantes, y de acuerdo con el nivel educativo de los educandos será el grado de
aplicación que a la misma se le dé.
Tiene ventajas y desventajas, como sabemos. En tal sentido, la tecnología nos acerca
información, pero no suele darnos valores.
Pero el conocimiento de la tecnología, tal cual hoy se lo adopta y encara, va resultando una
necesidad.
Y la ignorancia de la tecnología puede significar la tan temida “exclusión” lo que equivale
a decir la “postergación” de la persona.
Si bien recuerdan, Señores Profesores, cuando nuestro Instituto cumplió sus Bodas de Plata,
en 1999, el Directorado dio un documento al que tituló “HUMANICEMOS LA
EDUCACION”, el cual fue -y sigue siendo- entre nosotros un importante referente para
conocer y hacer que se conociera nuestro estilo educativo propio.
Tuvo distintas denominaciones, pero, habiéndose usado una u otra, el objetivo de ella fue
siempre el de dar el valor exacto a las palabras.
El que se dedica a la educación y quiere elevarse cada vez más por ella hacia la cultura
asume una actitud que tiene que ver con la Semántica, si se preocupa por el significado
preciso de los vocablos que emplea en cada estructura lingüística que construye para su
acto comunicativo.
Estamos hablando, por supuesto, claro está, de quienes se han cultivado y piensan que la
incrementación de su cultura personal no concluye nunca.
Resulta frecuente escuchar que tal o cual persona es “especialista” en algo y, cuando la
nombramos, lo hacemos con un dejo de admiración por sus muchos saberes y por el grado
de preparación científica que denota; su altitud ética, moral y espiritual le suministran una
fama que nos ofrece garantías, porque sabemos que ha adquirido reconocimiento por parte
de los demás y que posee un justo renombre que trasciende.
Si tenemos que consultar con un profesional médico ante una duda por salud, por ejemplo,
buscamos cuál es el mejor especialista.
Deseamos que ese profesional médico nos trate la afección que padecemos y que, con su
ciencia dé con la panacea que necesitamos para que se nos restituya la salud.
Y si todo nos resulta como esperábamos comenzamos a ensalzar las “glorias” del doctor y
hablamos maravillas de él por doquier. Es, en realidad, un gesto de reconocimiento, de
ponderación y de gratitud de nuestra parte para quien nos ha sanado…, para el
“especialista”.
Cuando era estudiante de primer año de mi carrera, allá en el 67, tenía una profesora que
concitaba el aprecio de colegas y alumnos por su sabiduría.
Si había una rama del saber en la cual la Marani descollaba de manera genial era
precisamente en su especialidad: la LITERATURA ITALIANA.
Nadie negaba que era una “especialista” y que lo que hacía era propio de alguien sumamente
competente.
Así su nombre era pronunciado con respeto y con tácita admiración, porque era una
AUTORIDAD ACADEMICA INDISCUTIBLE, cuyo obra cultural trascendía las
fronteras de la Patria, por la erudición en el área específica mencionada, los libros y artículos
publicados, las traducciones, las conferencias, el asesoramiento que brindaba a quienes se lo
solicitaban para ahondar en los temas de la italianidad.
Pláceme decir que conocía todos los dialectos de Italia, los leía y traducía con solvencia.
A lo largo de los 35 años que llevo al frente del Instituto desde su fundación, puedo
asegurarles, Señores Profesores, que he podido comprobar que, en nuestra comunidad
educativa, hemos tenido profesores tan ilustres que bien podría decirse que eran
RUTILANTES.
A estas alturas, todos Ustedes, Señores Profesores, son conscientes de que el Instituto ha
sido creado para las ciencias.
Y, a mi entender y al de Ustedes también, es precisamente sobre las ciencias que debe versar
nuestro trabajo: difundir ante todo las ciencias entre nosotros, en esta comunidad de
profesores y alumnos.
No estamos formando científicos, tengámoslo claro, pero, a través del conocimiento de las
ciencias, formamos profesores, que lleguen a ser amantes de las ciencias.
La suma de todos los saberes, de las experiencias, de las capacidades, de las voluntades…
han permitido que nuestro Instituto llegara a ser
UN PROFESIONAL que se precia de tal para cualquier ciencia o para cualquier rama
del saber u ocupación busca, queramos que no, la superación en lo que hace.
PIENSA EN LOS DEMAS, se preocupa por ellos y organiza sus actividades familiares, de
trabajo y de estudio, para asignarles el tiempo que otros eventualmente pudieren necesitar de
él.
En cada uno de nosotros hay una respuesta latente, que cada uno dará en libertad,
responsablemente.
Yo sé de manera absolutamente inconfundible qué quiero para mi vida y para la vida del
Instituto Pablo VI.
Señores Profesores,
Ya me conocen Ustedes y saben que soy resuelto y que no he de quedarme parado por
sentimentalismos viendo cómo se nos pasa la vida y cómo perdemos las oportunidades de
hacer algo por los demás.
Tengo absolutamente claro cuál es la misión que el Instituto tiene como establecimiento
superior de formación docente y como centro de estudios superiores en Educación Especial,
Audición y Lenguaje.
Hemos asumido un compromiso vital ante las autoridades, ante los alumnos y ante quienes
esperan de nosotros muchas respuestas positivas, que les sirvan para sostenernos la
confianza que han puesto en la obra educativa del INSTITUTO DE PROFESORADO
PABLO VI.
Obra de científicos y de especialistas!
Dios lo quiera.