fragmentos: “ -Te voy a hacer una pregunta -dice Santiago-. ¿Tengo cara de desgraciado? -Y yo te voy a decir una cosa -dijo Popeye - ¿Tú no crees que nos fue a comprar las Coca-colas de puro sapa? Como descolgándose, a ver si repetíamos lo de la otra noche. -Pero qué pregunta -dice Ambrosio-. Claro que no, niño. -Está bien, la chola es una santa y yo tengo la mente podrida -dijo Popeye-. Vamos a tu casa a oír discos, entonces. -Le juro que no, niño -se ríe Ambrosio-. ¿Se está haciendo la burla de mí?
(Mario Vargas Llosa: Conversación en la Catedral)
Todos saben que maté a María Iribarne Hunter. Pero nadie sabe cómo la conocí, qué relaciones hubo exactamente entre nosotros y cómo fui haciéndome a la idea de matarla. Trataré de relatar todo imparcialmente porque, aunque sufrí mucho por su culpa, no tengo la necia pretensión de ser perfecto. En el Salón de Primavera de 1946 presenté un cuadro llamado Maternidad. Era… (El túnel, Sábato) Mi bastón de fresno se lo llevará la corriente. Tengo que esperar. No, pasarán allá, pasarán rozando las bocas bajas, remolineando, pasando. Mejor acabar pronto este asunto. Escucha: un habla de olas en cuatro palabras: sisuuu, jrss, rssiiess, uuus. Aliento vehemente de aguas entre serpientes de mar.... (J. Joyce – Ulises) Imagínate que tienes una herida en alguna parte de tu cuerpo, en alguna parte que no puedes ubicar exactamente, y que no puedes, tampoco, ver ni tocar, y supón que esa herida te duele y amenaza abrirse o se abre cuando te olvidas de ella y haces lo que no debes, inclinarte, correr, luchar o reír; apenas lo intentas, la herida surge, su recuerdo primero, su dolor enseguida: aquí estoy, anda despacio. No te quedan más que dos caminos: o renunciar a vivir así, haciendo a propósito lo que no debes, o vivir así, evitando hacer lo que no debes." (Manuel Rojas, Hijo de Ladrón) “Perplejo, el hombre lanzó un suspiro largo y agrio, y dirigió luego una mirada al Escorpión, que estaba sentado junto a Cayetano, al otro lado del escritorio. Ambos investigadores habían ingresado a La Moneda a través del subterráneo, evitando así que los vieran los periodistas que aguardaban noticias en el primer piso del palacio.” (Isabel Allende, La casa de los espíritus) Se quedó hasta que el doctor Cuevas se lavó en el fregadero y se enjugó las lágrimas, mientras el otro limpiaba la sangre y las vísceras. (…) El silencio la ocupó enteramente y no volvió a hablar hasta nueve años después, cuando sacó la voz para anunciar que se iba a casar.” (Isabel Allende, La casa de los espíritus) “Demoró tres horas en llegar a la pequeña laguna. Se sentó en el tronco de un árbol caído, en la orilla, y comenzó a tirar pequeñas piedras para observar las ondas concéntricas. En ese mismo lugar había recibido el mensaje que cambió su vida. El desconocido se acercó y le entregó una carta, sin decirle ni una sola palabra. Él se quedó con la carta en la mano, siguiendo con la vista la figura que se alejaba. Ya habían transcurrido veinte años y volvió porque le parecía un deber imperativo