Está en la página 1de 238

LOS 25 000

MEJORES VERSOS
DE LA LENGUA CASTELLANA

CIRCULO DE LECTORES
NOTA PRELIMINAR

Nadie dudará de que la comunicación espiritual que


se establece por medio de la poesía representa una de
las riquezas más notables de que puede gozar el hom-
bre, Gracias a ella nos apartamos del mundo de la ac-
ción humana positiva, que a veces, por el agobio de las
circunstancias, nos hace adoptar una postura hostil,
cerrada a los infinitos matices, espirituales y materia-
les, de lo que nos rodea, con natural menoscabo de un
concepto más amplio y bello de la vida.
Componer una antología poética que abarque los
autores más significativos de todas las épocas es tarea
ciertamente difícil, no sólo porque los poemas elegidos
han de ser los más representativos de las corrientes es-
téticas y culturales coetáneas, sino también porque se
tiene que componer con sencillez y objetividad autén-
ticas. Hoy se abusa del subjetivismo antológico que, en
último término, resulta estéril, puesto que el lector se
interesa por los sentimientos e ideas personales que la
obra del poeta despierta en él más que por las doctri-
nas y la escuela del antologo subjetivo.
Podemos afirmar que la presente antología de poe-
mas castellanos recoge lo mejor de la producción es-
pañola y latinoamericana. Se ha preferido prescindir
en ella de citas, notas y comentarios eruditos, y se ha
recurrido a una división esquemática, para que el lector
pueda saborear en estado «puro» los poemas aceptados
umversalmente como los mejores o, al menos, como
los más representativos de la literatura castellana.
PRIMEROS TIEMPOS
ANÓNIMO
(Hacia 1140)

CANTAR DE «MIÓ CID>

(Fragmento)

ADIÓS DEL CID A VIVAR

De los sos ojos —tan fuertemientre llorando,


tornava la cabeca —e estávalos catando.
Vio puertas abiertas —e ucos sin cañados,
alcándaras vazías —sin pielles e sin mantos,
e sin faleones —e sin adtores mudados.
Sospiró mío £id —ca mucho avíe grandes cuidados.
Fabló mío Cid —bien e tan mesurado:
«¡Grado a ti, Señor Padre —que estás en alto!
Esto me an buolto —míos enemigos malos.»

Una niña de nuef anos —a ojo se para va:


«¡Ya Campeador —en buena cinxiestes espada!
E rey lo ha vedado —anoch del entró su carta,
con grant recabdo —e f uertemientre seellada.
Non vos osariemos —abrir nin coger por nada;
si non, perderiemos —los averes e las casas,
e aun demás —los ojos de las caras.
£id, en nuestro mal —vos non ganades nada;
mas el Criador vos vala —con todas sus vertudes
[santas.»
Esto la niña dixo —e tornos pora su casa.
Andrés e Peidro e Joan.
¡Eya velar!
ANÓNIMO Non sabedes tanto descanto.
¡Eya velar!
(Siglo XII) Todos son ladronciellos,
¡eya velar!,
que asechan por los pestiellos.
LOS SIETE INFANTES DE LARA ¡Eya velar!
Vuestra lengua tan palabrera,
(Fragmento) ¡eya velar!,
havos dado mala carrera.
¡Eya velar!
Todos son omnes plegadizos,
La cabeca de [don] Muño —tornóla en su lugar, ¡eya velar!
e la de Diago González —[en los bracos] fue a tomar
[e] mesando sus cabellos —e las barbas de su faz:
«¡Señero, so e mezquino, —para estas bodas bofordar!
Fijo Diago González, —a vos amaba yo más,
facíalo con derecho, —ca vos naciérades ante
Grant bien vos quería el conde —ca vos érades su EL LABRADOR AVARO
[alcalle
también toviestes su seña, —en el vado de Cascajar.»
Era en una tierra un omne labrador,
que usava la reia más que otra lavor:
más amava la tierra que non ai Criador,
era de muchas guisas orne revolvedor.
Facíe una nemiga, fazíela por verdat:
GONZALO DE BERCEO cambiaba los mojones por ganar eredat:
facíe a todas guisas tuerto e falsedat,
(1198-1274?) avíe mal testimonio entre su vecindat.
Queríe, pero que malo, bien a Sancta María,
udíe sus miráculos, davalis acogía:
CÁNTICA saludávala siempre, decíela cada día:
«Ave gracia plena que parist a Messía.»
Finó el rastrapaia de tierra bien cargado,
¡Eya velar, eya velar, eya velar! en soga de diablos fue luego cativado,
Velat aljama de los judíos. rastravando por tienllas, de cozes bien sovado,
¡Eya velar! pechavanli a duplo el pan de que dio mudado.
Que non vos furten al Fijo de Dios. Doliéranse los ángeles desta alma mezquina,
¡Eya velar! por quanto la levaban diablos en rapiña;
Ca furtávoslo querrán, quisieron acorrelli, ganarla por vecina,
¡eya velar!, mas pora fer tal pasta menguábalis fariña.
10 11
Los omnes de la vida al que es estraño
Si lis dizíen los ángeles de bien una razón, en cabo del fossario lo echan orellano;
ciento dizíen los otros, malas que buenas non: danle cuerno a puerco enna fossa dex mano;
los malos a los bonos teníenlos en rencón, nunca diz más nadie: «Aquí iaz fulano.»
la arma por peccados non issíe de pressón.
Levantósse un ángel, disso; «lo so testigo, Mas el omne que es de cruda voluntad,
verdat est, non mentira, esto que io vos digo: cuida que los otros son sen piedat:
el cuerpo, el que trasco esta alma consigo, cuerno assí él es leño de malvestat,
fue de Sancta María vassallo e amigo. tien' que ennos otros non ha caridat.
Siempre la ementava a iantar e a cena:
dizíeli tres palabras: "Ave gracia plena"; Non serien las mugieres tan desvergonzadas
la boca por qui essíe tan sancta cantilena, que por dulda del sieglo non fuessen defamadas,
non merecíe iazer en tal mal cadena.» que non lieven a la iglesia candelas e obradas,
Luego que esti nomnc de la Sancta Reina e non fagan clamores tañer a las vegadas,
udieron los diablos, cojiéronse ad ahina,
derramáronse todos como una neblina, Los fijos e las fijas dulces son de veer,
desampararon todos a la alma mezquina. han de su compaña los parientes plazer:
Vidiéronla los ángeles seer desemparada, encara no los puede tanto avorrecer,
de piedes e de manos con sogas bien atada, que descobiertamente le quieran fallecer.
sedíe como oveia que iaze ensarzada:
fueron e adussíeronla pora la su maiada. Amigos, quien quesier' creer e ascuchar,
Nomne tan adonado e de vertut atanta, non plantará majuelo en ajeno lugar;
que a los enemigos seguda e espanta, buscará cuerno pueda a su tierra tornar:
non nos deve doler nin lengua nin garganta, crudo es e loco quien su casa quier1 desamparar.
que non digamos todos: «Salve Regina Sancta.»

ANÓNIMO ANÓNIMO

(Siglo XIII) (1250-1271?)

LIBRO DE ALEXANDRE POEMA DE FERNÁN GONZÁLEZ


(Fragmento)
ALABANZA A LA PATRIA

El omne en su tierra vive más a sabor; Auía en estas cortes muy gran pueblo sobe jo,
fázenle a la morte los parientes honor: después quel conde vino duro los poquellejo,
los ossos e l'alma han folganc,a maor ca dióles el buen conde mucho de buen consejo,
dellos en poridad, dellos por buen concejo.
cuando muchos parientes están arrededor.
13
12
Leuava don Ferrando vn mudado acor, Comunal-mente rrimado
non auía en Castiella otro tal nin mejor, de glosas y moral-mente
otrosy vn cauallo que fuera el Almancor; de philosophya sacado,
auía de todo ello el rey muy grant sabor. es el desir syguiente...
De grant sabor el rey de a ellos lleuar, El rrey Alfonso fynando,
luego dixo al conde que los quería comprar: asy fincó la gente,
«Non los vendería, sennor, mandedes los tomar; commo el pulso, quando
vender non vos los quiero, mas quiero vos los dar.» fallesce al doliente.
El rey dixo al conde que non los tomaría, Ca ninguno cuydaua
mas acor e cavallo que ge los compraría, que tan grande mejoría,
que d'aquella moneda mil marcos le daría en el reino fyncaua:
por acor e. cavallo sy dar ge los quería. nin hombre lo creya,
Abeniéronse anbos, fizieron su mercado, quando es seca la rrosa
puso cuando lo diesse a día sennalado; que ya su sasón sale:
sy el auer non fuesse aquel día pagado, queda el agua olorosa,
siempre fues cada día al gallarín doblado. rosada que más vale.
Cartas por ABC partydas y fizieron, Asy quedaste vos del
todos los juramentos allí los escriuieron; para mucho durar
en cabo de la carta los testigos pusieron y librar lo que él
quantos a esta merca delante estouieron. cobdiciaua librar.
Assaz avía al rey buen cauallo comprado, Comino la debda mía
mas saliól a tres annos muy caro el mercado, que a vos muy poco monta,
con el auer de Francia nunca sería pagado, con la cual yo podía
por y perdió el rey Castiella, su condado. benir syn toda honta.
Yo estando en afruenta
por miedo de pecados,
muchos que fis syn cuenta
menudos y granados;
RABÍ SEM TOB tenie-me por muerto,
mas vino-me al talante
(Siglo XIV) vn conorte muy cierto,
que me f iso bien andante.
Hombre torpe y sin seso,
PROVERBIOS MORALES sería a Dios baldón
la tu maldad en peso
(Fragmento) poner con su perdón.
El te fiso nascer,
biues en merced suya:
Sennor noble, rrey alto, ¿comino podría vencer
oyd este sermón a su obra la tuya?
que vos dise don Santo, Pecar es la tu manna,
judío de Carrión. la suya perdonar,

14 15
y alongar la sanna, rroban la pobre gente e así la fazen hermar:
los yerros baldonar. Dios solo es aquel que esto podría emendar.
Tanta ventaja quanto Non pueden vsar justicia los rreyes en la su tierra
ay del cielo a la tierra, ca dizen que lo non sufre el tal tiempo de guerra;
el su poder es tanto osar es engañado e contra Dios más yerra
mayor que la tu yerra. quien el camino llano desanpara por la syerra.
Segund el poder suyo
asy en todo te sobra;
qual es el poder tuyo
atal es la tu obra.

JUAN RUIZ, ARCIPRESTE DE HITA


(1283-1350?)
PEDRO LÓPEZ DE AYALA
(1332-1407) CÁNTICA SERRANA

Cerca la Tablada,
AQUÍ FABLA DE LA GUERRA la sierra passada,
fálleme con Aldara
a la madrugada.
En cima del puerto
Cobdician caualleros las guerras de cada día, coydé ser muerto
por leuar muy grandes sueldos e leuar la quantía; de nieve e de frío
a f uelgan quando veen la tierra en rrobería e d' ese rrosío
de ladrones e cortones que ellos llieuan en compañía. e de grand' elada.
Oluidado han a los moros las suas guerras fazer, A la decida
ca en otras tierras llanas osar fallan que comer: di una corrida,
vnos son ya capitanes, otros enbían a correr, fallé una serrana
sobre los pobres syn culpa se acostumbran mantener. fermosa, logana,
Los cristianos han las guerras, los moros están fol- e bien colorada.
[gados, Dixe yo a ella:
en todos los más rreynos ya tienen rreyes doblados; «Homíllome bella.»
e todo aquesto viene por los nuestros pecados, Dis: «Tú que bien corres,
ca somos contra Dios en todas cosas errados. aquí non te engorres,
Los que con sus bueyes solían las sus tierras labrar, anda tu jornada.»
todos toman ya armas e comiencan a rrobar, Yo 1' dixe: «Frío tengo,
16 17
e por eso vengo Ella dis: «Maguera,
a vos, fermosura, ¿é si m' será dada?
quered por mesura Pues dam' una cinta
hoy darme posada.» bermeja bien tinta,
Díxome la moza: et buena camisa,
«Pariente, mi choca fecha a mi guisa
el que en ella posa con su collarada.
conmigo desposa Et dam' buenas sartas
e dam' grand soldada.» de estanno e fartas,
Yo 1' dixe: «De grado, ct dame halía,
mas soy casado de buena valía,
aquí en Ferreros; pelleja delgada.
mas de mis dineros Et dam' buena toca
darvos he, amada.» listada de cota,
Dis': «Trota conmigo.» et dame capatas
Levóme consigo, de cuello bien altas,
e diom' buena lumbre de pieca labradas.
como es de costumbre Con aquestas joyas,
de sierra nevada. quiero que lo oyas,
Diome pan de centeno serás bien venido,
tisnado, moreno serás mi marido
e diom' vino malo e yo tu velada.»
agrillo é ralo, «Serrana sennora,
e carne salada. tanto algo agora
Diom' queso de cabras: non tray' por ventura,
«Fidalgo», dis': «Abras mas f aré f iadura
ese blago et toma para la tornada.»
un tanto de soma, Díxome la heda:
que tengo goardada.» «Do non hay moneda
Dis': «Huésped, almuerza, non hay merchandía,
e bebe e esfuerca, nin hay tan buen día,
caliéntate, e paga; nin cara pagada.
de mal mon s' te faga Non hay mercadero
fasta la tornada. bueno sin dinero,
Quien dones me diere, e yo non me pago
quales yo pediere, del que non da algo,
avrá bien de cena, nin le do posada.
et lechiga buena, Nunca de omenaje
que no 1' coste nada.» pagan hostalaje;
«Vos, que eso desides, por dineros fase
¿por qué non pedides ornen quanto piase:
la cosa certera?» cosa es probada.»
18 19
DE LAS PROPIEDADES QUE TAS DUENNAS Son aves pequennas papagayo e orior,
CHICAS HAN pero cualquier dellas es dulce gritador;
adonada, fermosa, preciada, cantador,
bien atal es la duenna pequenna con amor.
De la muger pequenna non hay comparación,
Quiero vos abreviar la predicación, terrenal parayso es e grand consolación,
que siempre me pagué de pequenno sermón; solas, ct alegría, plaser, et bendición,
e de duenna pequenna et de breve rasón, mejor es en la prueba que en la salutación.
ca poco et bien dicho afincase el corazón. Siempre quis' muger chica más que grande nin mayor,
Del que mucho fabla ríen, quien mucho ríe, es loco; non es desaguisado del grand mal ser fuidor,
es en la duenna chica amor et non poco: del mal, tomar lo menos, díselo el sabidor,
duennas hay muy grandes, que por chicas non troco, porende de las mugeres la mejor es la menor.
mas las chicas e las grandes se repienden del troco.
De las chicas, que bien diga, el amor me fiso ruego
que diga de sus noblesas, yo quiero las desir luego;
desirvos he de duennas chicas, que lo habredes por
[juego.
Son frías como la nieve e arden como el fuego.
Son frías de fuera, con el amor ardientes,
en la calle solas, trevejo, plasenteras, rientes;
en casa cuerdas, donosas, sosegadas, bien fasientes,
mucho al y fallárcdcs a do bien paredes mientes.
En pequenna gergenza yase grand resplandor,
en azúcar muy poco yase mucho dulzor,
en la duenna pequenna yase muy gran amor:
pocas palabras cumplen al buen entendedor.
Es pequenno el grano de la buena pimienta,
pero más que la nués conorta et calienta;
ansí duenna pequenna, si todo amor consienta,
no ha plaser del mundo que en ella non sienta.
Como en chica rosa está mucho color,
en oro muy poco grand precio et grand valor,
como en poco blasmo yase grand buen olor:
ansí en duenna chica yase muy grand sabor.
Como robí pequenno tiene mucha bondat,
color, virtud e precio, e noble claridad;
ansí duenna pequenna tiene mucha beldat,
fermosura, donayre, amor, et lealtad.
Chica es la calandrina, et chico el ruysennor,
pero más dulce canta que otra ave mayor;
la muger que es chica por eso es mejor,
con donneo es más dulce que azúcar nin flor.
20
SIGLO XV
ALFONSO ALVAREZ DE VILLASANDINO
(Siglos XIV-XV)

CANTIGA

Vysso enamorado,
duélete de my,
pues bivo pensoso
dcsseando a ty.
La tu fermosura
me puso en prisyón,
por la qual ventura
de mi coracón
non parte trystura
en toda ssasón:
por en tu fygura
me entrystece assy.
Todo el mi cuydado
es en te loar,
quel tienpo passado
non posso olvidar:
ffarás aguysado
de mí te menbrar,
pues sienpre de grado
leal te serví.
Estoy cada dya
triste syn plazer;
sy tan sólo un día
te pudiesse ver,
25
yo confortar m'ya MARQUES DE SANTILLANA
con tu parescer:
por el cobraría (Iñigo López de Mendoza)
el bien que perdí.
(13984458)

SERRANILLAS
MICER FRANCISCO IMPERIAL
(Siglos XIV-XV)
Moca tan fermosa
non vi en la frontera,
DESIR A LAS SYETE VIRTUDES como una vaquera
de la Finojosa.
(Fragmento) Faciendo la vía
del Calatraveño
a Sancta María,
...Era cercado todo aquel jardín vencido del sueño
de aquel arroyo a guisa de cava, por tierra fragosa
e por muro muy alto jazmín perdí la carrera
que todo a la redonda la cercava: do vi la vaquera
el son del agua en dulcor passava. de la Finojosa.
Harpa, dugayna, vyhuela de arco, En un verde prado
e non ssé sy dormía o veíava... de rosas e flores,
Des que bolví a man diestra el rrostro, guardando ganado
vi por la yerva pisadas de omme, con otros pastores,
onde alegre fui me por rastro, la vi tan graciosa,
el qual derecho a un rrosal llevóme; que apenas creyera
e commo quando entre árboles asome que fuesse vaquera
alguno que ante los rramos mesce, de la Finojosa.
tal vy un omme; muy cortés saluóme, Non creo las rosas
e poco a poco todo assy paresce. de la primavera
Era en vista benigno e suave, sean tan fermosas
e en color era la su vestidura nin de tal manera,
ceniza o tierra que seca se cave; fablando sin glosa,
barva e cabello albo syn mesura; si antes sopiera
traya un libro de poca escriptura, d'aquella vaquera
escripto todo con oro muy fino, de la Finojosa.
e comenzaba: En medio del camino, Non tanto mirara
e del laurel corona e centura... su mucha beldat,
26 27
porque me dexara JUAN DE MENA
en mi libertat.
Mas dixe: «Donosa (1411-1456)
(por saber quién era),
¿dónde es la vaquera
de la Fino josa?» LABERINTO
Bien como riendo,
dixo: «Bien vengades, (Fragmento)
que ya bien entiendo
lo que demandades: LORENZO DAVALOS
non es desseosa
de amor, nin lo espera
aquessa vaquera Aquel que allí vees al cerco trauado,
de la Finojosa.» que quiere subir e se falla en el ayre,
mostrando su rostro sobrado donayre
por dos desonestas feridas llagado,
aquél es el Dávalos mal fortunado,
II aquél es el limpio mancebo Lorenco,
Después que nací que fizo en un día su fin e comienco,
non vi tal serrana aquél es el que era de todos amado...
como esta mañana. Bien se mostraua ser madre en el duelo
Allá en la vigüela que fizo la triste, después que ya vido
a Mata l'Espino, el cuerpo en las andas sangriento tendido
en ese camino de aquel que criara con tanto recelo;
que va a Locoyuela, ofende con dichos crueles el cielo,
de guisa la vi, con nueuos dolores su flaca salud
que mi f iizo gana e tantas angustias roban su virtud,
que cae por fuerca la triste en el suelo.
la fruta temprana.
Garnacha traía E rasga con uñas crueles su cara,
de oro presada, fiere sus pechos con mesura poca;
con broncha dorada, besando a su hijo la su fría boca,
que bien parecía. maldize las manos de quien lo matara,
A ella volví maldize la guerra do se comencara,
diciendol: «Locana, buscara con ira crueles querellas,
¿e sois vos villana?» niega a sí mesma reparo de aquéllas
e tal como muerta biuiendo se para.
«Sí soy, caballero;
si por mí lo avedes,
decir: ¿qué queredes?
Fablad, verdadero.»
Yo le dije assí:
«Juro por Santana
que no sois villana.»
29
28
COPLAS DR LA PANADERA
no comiera su cauallo
en el real la cibera.
Di, Panadera.
(Fragmento)

Amarillo como cera


Di, Panadera. estaua el conde de Haro
Panadera soldadera, buscando todo reparo
que vendes pan de barato, por no pasar la ribera,
quéntanos algún rebato después bido la manera
que te aconteció en la vera. como el señor rey pasaba,
Di, Panadera. pedos tan grandes tiraba,
Un miércoles que partiera que se oían en Talabera.
el príncipe don Enrique Di. Panadera.
a buscar algún buen pique
para su espada ropera,
saliera sin otra espera
de Olmedo tan gran compaña, Tu señor, q' eres minera
que con mui f ermosa maña de toda virtud diuina,
al Puerto se retrujera. saca de tu medicina
Di, Panadera. de la tu santa atriaquera,
porq' yo, señor, siquiera
aya más por algún rato,
que del dicho disbarato
Por más seguro escogiera a muchos quede dentera.
el obispo de Sigüenca Di, Panadera.
estar, aunque con vergüenca,
junto con la cobijera,
mas tan grande pabor cogiera
en ber fuir labradores,
que a los sus paños menores GÓMEZ MANRIQUE
fue menester labandera.
Di, Panadera. (1412-1490)

BATALLA DE AMORES
Salido como de osera
Rui Días el mayor domo Estando no descuidado
tan velloso vientre y lomo del rebato venidero,
como ossa colmenera, mas a guisa de guerrero
si la fe que prometiera siempre medio salteado,
la guardase según fallo,
31
30
oí tocar atabales,
tamboriles e trompetas; JORGE MANRIQUE
a la hora nvs secretas
pasiones muy desiguales (1440-1478)
miedos me ponen mortales.
Con una grand turbación
de los sones tanto fieros,
que los daños venideros A LA MUERTE DEL MAESTRE DE SANTIAGO
témelos el coracón, DON RODRIGO MANRIQUE, SU PADRE
a grand priesa demandé
las mis armas defensivas,
dexando los ofensivas
sólo por salvar mi fe, Recuerde el alma dormida,
que nunca vencida fue. avive el seso y despierte,
contemplando
E así, muy bien armado cómo se pasa la vida,
cuanto para defender, cómo se viene la muerte
salí sin me detener tan callando:
con todo bien demudado: cuan presto se va el placer,
vi venir mi pensamiento cómo después de acordado
que estaba por atalaya, da dolor,
diciéndome: «Guaya, guaya, cómo a nuestro parescer
que se llega, según siento,
la hora del perdimiento.» cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Y, pues vemos lo presente
cómo en un punto s'es ido
E tocando las bastardas y acabado,
trompetas a pelear, si juzgamos sabiamente,
luego, sin más lo tardar, daremos lo no venido
se juntan las avanguardas; por pasado.
e las mis alas firieron No se engañe nadie, no,
según les fuera mandado; pensando que ha de durar
por recio que cometieron, lo que espera
no refuir lo pudieron. más que duró lo que vio,
porque todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
33
32
Y aun el Hijo de Dios,
allí los ríos caudales, para subirnos al cielo,
allí los otros medianos descendió
y más chicos: a nacer acá entre nos
allegados, son iguales
los que viven por sus manos y vivir en este suelo
y los ricos. do murió.
Si fuese en nuestro poder
tornar la cara fermosa
corporal,
corno podemos hacer
INVOCACIÓN el alma tan gloriosa
angelical,
Dexo las invocaciones ¡qué diligencia tan viva
de los famosos poetas tuviéramos cada hora,
y oradores; y tan presta,
no curo de sus ficciones, en componer la cativa,
que traen yerbas secretas dexándonosla señora
sus sabores. descompuesta!
A aquél sólo me encomiendo, Ved de cuan poco valor
a aquél sólo invoco yo son las cosas tras que andamos
de verdad, y corremos;
que en este mundo viviendo, que en este mundo traidor
el mundo no conoció aun primero que muramos
su deidad. las perdemos.
Este mundo es el camino D'ellas deshace la edad,
para el otro, qu' es morada, d'ellas casos desastrados
que acaescen,
sin pensar; d'ellas por su calidad,
mas cumple tener buen tino en los más altos estrados
para andar esta jornada desfallescen.
sin errar. Decidme: la hermosura,
Partimos cuando nascemos, la gentil frescura y tez
andamos mientras vivimos, de la cara,
y Uegamos, la calor y la blancura,
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos cuando viene la vejez,
descansamos. ¿cuál se para?
Este mundo bueno fue Las mañas y ligereza,
si bien usásemos del, y la fuerza corporal
como debemos, de juventud,
porque, según nuestra fe, todo se torna graveza
es para ganar aquel cuando llega al arrabal
que atendemos. de senectud.
35
34
Pues la sangre de los godosr No miran a nuestro daño,
el linaje y la nobleza corremos a rienda suelta
tan crecida, sin parar;
¡por cuántas vías e modos des' que vemos el engaño
se pierde su gran alteza y queremos dar la vuelta,
en esta vida! no hay lugar.
Unos por poco valer, Estos reyes poderosos
¡por cuan baxos y abatidos que vemos por escripruras
que los tienen! ya pasadas,
Otros que por no tener, con casos tristes, llorosos,
con oficios no debidos fueron sus buenas venturas
se mantienen. trastornadas:
Los estados y riqueza así que no hay cosa fuerte;
que nos dexan a deshora, que a papas y emperadores
¿quién lo duda?, y perlados
no les pidamos firmeza, así los trata la muerte
pues que son de una señora como a los pobres pastores
que se muda. de ganados.
Que bienes son de fortuna Dexemos a los troyanos,
que revuelve con su rueda que sus males no los vimos,
presurosa, ni sus glorias;
la cual no puede ser una dexemos a los romanos,
ni ser estable ni queda aunque oímos y leímos
en una cosa. sus historias.
Pero digo que acompañen No curemos de saber
y lleguen hasta la huesa lo de aquel siglo pasado
con su dueño; qué fue d'ello;
por eso no nos engañen, vengamos a lo de ayer,
pues se va la vida apriesa que también es olvidado
como sueño; como aquello.
y los deleites de acá ¿Qué se hizo el rey don Juan?
son, en que nos deleitamos Los infantes de Aragón,
temporales, ¿qué se hicieron?
y los tormentos de allá, ¿Qué fue de tanto galán,
que por ellos esperamos, qué fue de tanta invención
eternales. como truxeron?
Los placeres y dulcores Las justas e los torneos,
d'esta vida trabajada paramentos, bordaduras
que tenemos, e cimeras,
¿qué son sino corredores, ¿fueron sino devaneos?
y la muerte es la celada ¿Qué fueron sino verduras
en que caemos? délas eras?

36 37
Mas como fuese mortal,
¿Qué se hicieron las damas, metióle la muerte luego
sus tocados, sus vestidos, en su fragua.
sus olores? ¡Oh juicio divinal!
¿Qué se hicieron las llamas Cuando más ardía el fuego,
de los fuegos encendidos echaste agua.
de amadores? Pues aquel gran condestable
¿Qué se hizo aquel trovar, maestre que conocimos
las músicas acordadas tan privado,
que tañían? no cumple que d'él se hable,
¿Qué se hizo aquel dancar sino sólo que le vimos
y aquellas ropas chapadas degollado.
que traían? Sus infinitos tesoros,
Pues el otro su heredero, sus villas y sus lugares,
don Enrique, ¡qué poderes su mandar,
alcancaba! ¿qué le fueron sino lloros?
¡Cuan blando, cuan alagüero ¿Qué fueron sino pesares
el mundo con sus placeres al dejar?
se le daba! Pues los otros dos hermanos,
Mas verás cuan enemigo, maestres tan prosperados
cuan contrario, cuan cruel como reyes,
se le mostró, c'a los grandes y medianos
habiéndole sido amigo, trajeron tan sojuzgados
cuan poco duró con él a sus leyes;
lo que le dio. aquella prosperidad
Las dádivas desmedidas, que tan alta fue subida
los edificios reales y ensalcada,
llenos de oro, ¿qué fue sino clefridad
las baxillas tan fabridas, que cuando más encendida
los enriques y reales fue amatada?
del tesoro; Tantos duques excelentes,
los jaeces y cavallos tantos marqueses y condes
de su gente y atavíos y barones
tan sobrados, como vimos tan potentes,
¿dónde iremos a buscallos? di, muerte, ¿do los escondes
¿Qué fueron sino rocíos y los pones?
de los prados? Y sus muy claras hazañas
Pues su hermano el inocente, que hicieron en las guerras
que en su vida sucesor y en las paces,
se llamó, cuando tú, cruel, te ensañas,
¡qué corte tan excelente con tu f uerca los atierras
tuvo y cuánto gran señor y deshaces.
que le siguió!
39
38
Las huestes innumerables, en la bondad, un Trajano:
los pendones y estandartes Tito en liberalidad
y banderas, con alegría;
los castillos impunables, en su braco, un Archidamo:
los muros c baluartes Marco Tulio en la verdad
y barreras, que prometía.
la cava honda chapada, Antonio Pío en clemencia;
o cualquier otro reparo, Marco Aurelio en igualdad
¿qué aprovecha? del semblante;
Cuando tú vienes airada, Adriano en elocuencia;
todo lo pasas de claro Teodosio en humildad
con tu flecha. y buen talante,
Aquel de buenos abrigo, Aurelio Aíexandre fue
amado por virtuoso en disciplina y rigor
de la gente, de la guerra;
el maestre don Rodrigo un Constantino en la fe;
Manrique, tanto famoso Camilo en el gran amor
y tan valiente, de su tierra.
sus grandes hechos y claros No dexó grandes tesoros,
no cumple que los alabe, ni alcancé muchas riquezas
pues los vieron, ni baxillas,
ni los quiero hacer caros, mas hizo guerra a los moros,
pues el mundo todo sabe ganando sus fortalezas
cuáles fueron. y sus villas;
¡Qué amigo de sus amigos! y en las lides que venció
¡Qué señor para criados caballeros y caballos
y parientes! se prendieron,
¡Qué enemigo de enemigos! y en este oficio ganó
¡Qué maestro de esforzados las rentas e los vasallos
y valientes! que le dieron.
¡Qué seso para discretos! Pues por su honra y estado
¡Qué gracia para donosos! en otros tiempos pasados,
¡Qué razón! ¿cómo se hubo?
¡Cuan benigno a los subjectos, Quedando desamparado,
y a los bravos y dañosos con hermanos y criados
un león! se sostuvo.
En ventura, Octaviano; Después que hechos famosos
Julio César en vencer hizo en esta dicha guerra
y batallar; que hacía,
en la virtud, Africano; hizo tratos tan honrosos,
Aníbal en el saber que le dieron muy más tierra
y trabajar; que tenía.

40 41
Estas sus viejas historias (HABLA LA MUERTE)
que con su braco pintó
en juventud, Diciendo: «Buen caballero,
con otras nuevas victorias dexad el mundo engañoso
agora las renovó y su halago;
en senectud. muestre su esfuerco famoso
Por su gran habilidad, vuestro coracón de acero
por méritos y ancianía en este trago;
bien gastada, y pues de vida y salud
alcancQ la dignidad hiciste tan poca cuenta
de la gran caballería por la fama,
del Espada. esfuércese la virtud
E sus villas e sus tierras para sufrir esta afrenta
ocupadas de tiranos que os llama.
las halló; «No se os haga tan amarga
mas por cercos c por guerras, la batalla temerosa
y por fuercas de sus manos que esperáis,
las cobró. pues otra vida más larga
Pues nuestro rey natural de fama tan gloriosa
si de las obras que obró acá dexáis;
fue servido, aunque esta vida de honor
dígalo el de Portugal, tampoco no es eternal
y en Castilla quien siguió ni verdadera,
su partido. mas con todo es muy mejor
Después de puesta la vida que la otra temporal
tantas veces por su ley perecedera.
al tablero; «El vivir que es perdurable
después de tan bien servida no se gana con estados
la corona de su rey mundanales,
verdadero; ni con vida deleitable
después de tanta hazaña en que moran los pecados
a que no puede bastar infernales;
cuenta cierta, mas los buenos religiosos
en la su villa de Ocaña gánanlo en oraciones,
vino la muerte a llamar y con lloros;
a su puerta, los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.
«Y, pues vos, claro varón,
tanta sangre derramas tes
de paganos,
esperad el galardón
42 43
que en este mundo ganastes CABO
por las manos:
y con esta confianza Así con tal entender,
y con la fe tan entera todos sentidos humanos
que tenéis, conservados,
partid con buena esperanza, cercado de su mujer,
que esta otra vida tercera de hijos y de hermanos
ganaréis.» y criados,
dio el alma a quien se la dio
(el cual la ponga en el cielo
y en su gloria),
(RESPONDE EL MAESTRE) y aunque la vida murió,
nos dexó harto consuelo
«No gastemos tiempo ya su memoria.
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara, pura,
que querer hombre vivir JUAN DEL ENCINA
cuando Dios quiere que muera
es locura.» (1469-1529)

VILLANCICO
ORACIÓN

Tú que por nuestra maldad No te tardes, que me muero,


tomaste forma servil Carcelero,
y baso nombre; ¡no te tardes, que me muero!
tú que a tu divinidad Apresura tu venida,
juntaste cosa tan vil por que no pierda la vida,
como el hombre; que la fe no está perdida.
tú que tan grandes tormentos Carcelero,
sufriste sin resistencia ¡no te tardes, que muero!
en tu persona, Sácame desta cadena,
no por mis merecimientos, que recibo muy gran pena,
mas por tu sola clemencia, pues tu tardar me condena:
me perdona. Carcelero,

44 45
¡no te tardes, que me muero! los tus ansarinos
La primer vez que me viste llevólos el río, ¡ahé!
sin lo sentir me venciste: Pensando que eran vacas
suéltame, pues me prendiste silbábalas: ¡He!
Carcelero,
¡no te tardes, que me muero!
La llave para soltarme
ha de ser galardonarme, III
prometiendo no olvidarme. Por vos mal me viene,
Carcelero, niña, y atendedme.
¡no te tardes, que me muero! Por vos, niña virgo,
prendióme el merino,
niña, y atendedme.
Prendióme el merino
traerme mal herido,
CANCIONERO niña, y atendedme.
Por vos, niña dalgo,
prendióme el jurado,
niña, y atendedme.
Prendióme el jurado,
Dentro, en el vergel, hame lastimado,
moriré. niña, y atendedme.
Dentro, en el rosal,
matarme han.
Yo m'iba mi madre, IV
las rosas coger;
hallé mis amores No quiero ser monja, no,
dentro en el vergel. que niña namoradica so.
Dentro del rosal Dejadme con mi placer,
matarme han. con mi placer y alegría;
dejadme con mi porfía,
que niña malpenadica so.
II
Rodrigo Martínez V
a los ánsares, ¡ahé!
Pensando que eran vacas ¡Ay, que non era;
silbábalas; ¡He! mas, ay, que non hay
Rodrigo Martínez, quien de mi pena se duela!
atan garrido,
46 47
que os mataron el caballo, — y aun a vos querían matar;
Bernardo como traidor — el suyo vos fuera a dar;
con una lanza y adarga — de entre ellos os fue a sacar.
ROMANCERO El Carpió entonces me distes — por juro y por heredad;
prometísteme a mi padre, — no me guardastes verdad.
—Prendedlo, mis caballeros, — que atrevido se me ha.
ROMANCES HISTÓRICOS Todos le estaban mirando, — nadie se le osa llegar.
Revolviendo el manto al brazo — la espada fuera a sacar.
I —¡Aquí, aquí, los mis doscientos, — los que comedes mi
[pan,
DE BERNARDO DEL CARPIÓ que hoy era venido el día — que honra habedes de
[ganar!
Las cartas y mensajeros — del rey a Bernardo van, El rey, como aquesto vido, — procuróle de amansar:
que vaya luego a las cortes — para con él negociar. —Malas mañas has, sobrino, — no las puedes olvidar;
Bernardo, como es discreto, — mal recelado se ha, lo que hombre te dice en burla — de veras vas a tomar.
las cartas echó en el fuego, — los suyos mandó juntar: Yo te do el Carpió, Bernardo, — por juro y por heredad.
—Cuatrocientos sois, los míos, — los que coméis el mi —Aquesas burlas, el rey, — no son burlas de burlar.
[pan, El castillo está por mí, — nadie me lo puede dar;
nunca fuisteis repartidos, — agora os repartirán: quien quitármelo quisiere — yo se lo sabré vedar.
en el Carpió quedan ciento — para el castillo guardar;
los ciento por los caminos, — que a nadie dejéis pasar;
doscientos iréis conmigo, — para con el rey hablar;
si mala me la dijere, — peor se la he de tornar.
Con esto luego se parte — y comienza a caminar; II
por sus jornadas contadas — a la corte fue a llegar.
De los doscientos que lleva — los ciento mandó quedar LA JURA DE SANTA GADEA
para que tengan segura — la puerta de la ciudad;
con los ciento que le quedan — se va al palacio real: En Santa Gadea de Burgos
cincuenta deja a la puerta — que a nadie dejen pasar, do juran los fijosdalgo
treinta deja a la escalera — para el subir y el bajar, allí le toma la jura
con solamente los veinte — a hablar con el rey se va. el Cid al rey castellano,
A la entrada de una sala — con él se vino a topar; sobre un cerrojo de hierro
allí le pidió la mano, — mas no se la quiso dar. y una ballesta de palo.
—Dios vos mantenga, buen rey, — ya los que con vos Las juras eran tan recias,
[están. que a todos ponen espanto:
—Bernardo, mal seas venido, — traidor hijo de otro tal; «Villanos mátente, Alfonso,
dite yo el Carpió en tenencia — tú tómaslo en heredad. villanos, que non fidalgos;
—Mentides, buen rey, mentides, — que no decides de las Asturias de Oviedo
[verdad, que non sean castellanos;
que nunca yo fui traidor, — ni en mi linaje lo hay. abarcas traigan calzadas,
Acordársevos debiera — de aquella del Encinal, que non zapatos con lazos;
cuando gentes enemigas — allí os trataron tan mal, capas traigan aguaderas,
48 49
no de contray, ni frisado; «No te la diré, señor,
con camisones de estopa, aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
non de holanda, ni labrados; y una cristiana cautiva;
vayan cabalgando en burras, siendo yo niño y muchacho,
non en muías y caballos; mi madre me lo decía:
las riendas traigan de cuerda, que mentira no dijese,
non de cuero fogueados; que era grande villanía:
mátente con aguijadas, por tanto, pregunta, rey,
no con lanzas ni con dardos; que la verdad te diría.»
con cuchillos cachicuernos, «Yo te agradezco, Abenámar,
no con puñales dorados; aquesa tu cortesía.
mátente por las aradas, ¿Qué castillos son aquéllos?
no por villas ni poblados, ¡Altos son y relucían!»
sáquente el corazón vivo «El Alhambra era, señor,
por el derecho costado, y la otra la Mezquita:
si non dijeres verdad los otros los Alíxares,
de lo que te es preguntado: labrados a maravilla.
si tú fuiste o consentiste El moro que los labraba
en la muerte de tu hermano.» cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra,
otras tantas se perdía.
Desque los tuvo labrados
el rey le quitó la vida
porque no labre otros tales
al rey del Andalucía.
ROMANCES FRONTERIZOS El otro es Generalife,
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,
ABEMAMAR castillo de gran valía.»
Allí hablara el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
«¡Abcnámar, Abenámar, «Si tú quisieras, Granada,
moro de la morería, contigo me casaría;
el día que tú naciste daréte en arras y dote
grandes señales había! a Córdoba y a Sevilla.»
Estaba la mar en calma, «Casada soy, rey don Juan,
la luna estaba crecida: casada soy, que no viuda;
moro que en tal signo nact el moro que a mí me tiene
no debe decir mentira.» muy grande bien me quería.»
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:

51
50
¡AY DE MI ALHAMA! Allí fabló un alfaquí
de barba crecida y cana:
«Bien se te emplea, buen rey,
Paseábase el rey moro buen rey, bien se te empleara.
por la ciudad de Granada, Mataste los Bencerrajes,
desde la puerta de Elvira que eran la flor de Granada:
hasta la de Vivarrambla. cogiste los tornadizos
Cartas le fueron venidas de Córdoba la nombrada.
que su Alhama era ganada. Por eso mereces, rey,
«¡Ay de mi Alhama!» una pena muy doblada:
Las cartas echó en el fuego que te pierdas tú y el reino,
y al mensajero matara. y que se acabe Granada.»
«¡ Ay de mi Alhama!» «¡Ay de mi Alhama!»
Apeóse de una muía,
y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba,
subido se había al Alhambra.
«¡Ay de mi Alhama!»
Como en el Alhambra estuvo
al mismo punto mandaba ROMANCES CAROLINGIOS
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.
«¡ Ay de mi Alhama!» DOÑA ALDA
Y que las cajas de guerra
apriesa toquen al arma, En París está doña Alda,
porque ío oigan sus moros, la esposa de don Roldan,
los de la Vega y Granada. trescientas damas con ella
«¡Ay de mi Alhama!» para bien la acompañar;
Los moros que el son oyeron todas visten un vestido,
que al sangriento Marte llama, todas calzan un calzar,
uno a uno y dos a dos todas comen a una mesa,
juntado se ha gran compaña. todas comían de un pan,
«¡Ay de mi Alhama!» si no era doña Alda,
Allí fabló un moro viejo, que era la mayoral.
de esta manera fablara: Las ciento hilaban oro,
«¿Para qué nos llamas, rey, las ciento tejen cendal,
para qué es esta llamada?» las ciento instrumento tañen
«Para que sepáis, amigos, para doña Alda holgar.
una nueva desdichada: Al son de los instrumentos
que cristianos de braveza doña Alda dormido se ha;
ya nos han ganado Alhama.» ensoñado había un sueño,
«¡Ay de mi Alhama!» un sueño de gran pesar.
52 53
Recordó despavorida
y con un pavor muy grand
los gritos daba tan grandes,
que se oían en la ciudad.
Allí hablaron sus doncellas,
bien oiréis lo que dirán: ROMANCES NOVELESCOS
«¿Qué es aquesto, mi señora?
¿Quién es el que os hizo mal?»
«Un sueño soñé, doncellas, BLANCA-NIÑA
que me ha dado gran pesar: «Blanca sois, señora mía,
que me veía^ en un monte más que no el rayo del sol.
en un desierto lugar: ¡Quién la durmiese esta noche
y do so los montes altos, desarmado y sin temor;
un azor vide volar, que siete años había, siete,
tras del viene una aguililla que no me desarmo, no!»
que lo ahinca muy mal. «Dormílda, señor, dormüda,
El azor con grande cuita desarmado y sin pavor,
metióse so mi brial; que el conde es ido a la caza,
el águila con gran ira a los montes de León.»
de allí lo iba a sacar; «Si a caza es ido, señora,
con las uñas lo despluma, caígale mi maldición:
con el pico lo deshaz.» rabia le mate los perros,
Allí habló su camarera, y aguilillas el falcón,
bien oiréis lo que dirá: lanzada de moro izquierdo
«Aquese sueño, señora, le traspase el corazón.»
bien os lo entiendo soltar: Ellos en aquesto estando,
el azor es vuestro esposo, su marido que llegó:
que de España viene ya; «¿Qué hacéis la Blanca-Niña,
el águila sedes vos, hija de padre traidor?»
con la cual ha de casar, «Señor, mala vida paso»
y aquel monte es la iglesia, pasóla con gran dolor,
donde os han de velar.» que me dejáis a mí sola
«Si así es, mi camarera, y a los montes os vais vos.»
bien te lo entiendo pagar.» «Esas palabras, la niña,
Otro día de mañana no eran sino traición:
cartas de lejos le traen: ¿cuyo es aquel caballo
tintas venían de fuera que allá bajo relinchó?»
de dentro escritas con sangre «Señor, era de mi padre,
que su Roldan era muerto y enviólo para vos.»
en la caza de Roncesvalles. «¿Cuyas son aquellas armas
Cuando tal oyó doña Alda que están en el corredor?»
muerta en el suelo se cae.
54 55
«Señor, eran de mi hermano Errado lleva el camino,
y hoy os las envió.» errada lleva la vía:
«¿Cuya es aquella lanza, arrimárase a un roble
que tiene tal resplandor?» por esperar compañía.
«Tomadla, conde, tomadla, Vio venir a un caballero
matadme con ella vos, que a París lleva la guía.
que aquesta muerte, buen conde, La niña desque lo vido
bien os la merezco yo.» de esta suerte le decía:
«Si te place, caballero,
llévesme en tu compañía.»
«Pláceme, dijo, señora;
pláceme, dijo, mi vida.»
EL PRISIONERO Apeóse del caballo
por hacelle cortesía;
puso a la niña en las ancas
Que por mayo era por mayo, y él subiérase en la silla.
cuando hace la calor, En el medio del camino
cuando los trigos encañan de amores la requería.
y están los campos en flor; La niña desque lo oyera
cuando canta la calandria di jóle con osadía:
y responde el ruiseñor; «Tate, tate, caballero,
cuando los enamorados no hagáis tal villanía;
van a servir al amor, hija soy yo de un malato
sino yo, triste, cuitado, y de una malatía;
que vivo en esta prisión, el hombre que a mí llegase
que ni sé cuando es de día, malato se tornaría.»
ni cuándo las noches son, Con temor el caballero
sino por una avecilla palabra no respondía.
que me cantaba al albor. A la entrada de París
Matómcla un ballestero; la niña se sonreía.
déle Dios mal galardón. «¿De qué os reís, mi señora?
¿De qué os reís, vida mía?»
«Ríomc del caballero
y de su gran cobardía;
¡tener la niña en el campo
DE LA HIJA DEL REY DE FRANCIA y catarle cortesía!»
Con vergüenza el caballero
estas palabras decía:
De Francia partió la niña, «Vuelta, vuelta, mi señora,
de Francia la bien guarnida; que una cosa se me olvida.»
íbase para París, La niña, como discreta,
do padre y madre tenía. dijo: «Yo no volvería,

56 57
ni persona, aunque volviese,
en mi cuerpo tocaría;
hija soy del rey de Francia
y Ja reina Constantina;
el hombre que a mí llegase
muy caro le costaría.»

ROMANCES LÍRICOS

DE LA ROSA FRESCA FONTEFRIDA

Rosa fresca, rosa fresca, Fonte-frida, fonte-frida,


tan garrida y con amor, fonte-frida y con amor,
cuando vos tuve en mis brazos, do todas las avecicas
no vos supe servir, no; van tomar consolación,
y agora que os serviría, si no es la tortolica,
no vos puedo yo haber, no. que está viuda y con dolor.
«Vuestra fue la culpa, amigo; Por allí fuera a pasar
vuestra fue, que mía no; el traidor de ruiseñor;
enviásteme una carta las palabras que le dice
con un vuestro servidor, llenas son de traición;
y en lugar de recaudar «Si tú quisieses, señora,
él dijera otra razón: yo sería tu servidor.»
que érades casado, amigo, «Vete de ahí, enemigo,
allá en tierras de León; malo, falso engañador,
que tenéis mujer hermosa que ni poso en ramo verde
y hijos como una flor.» ni en prado que tenga flor;
«Quien vos lo dijo, señora, que si el agua hallo clara,
no vos dijo verdad, no; turbia la bebía yo;
que yo nunca entré en Castilla que no quiero haber marido,
ni allá en tierras de León, porque hijos no haya, no;
sino cuando era pequeño, no quiero placer con ellos,
que no sabía de amor.» ni menos consolación,
¡Déjame, triste enemigo,
malo, falso, ruin, traidor,
que no quiero ser tu amiga,
ni casar contigo, no!»

59
EL CONDE ARNALDOS S I G L O DE ORO
(Siglo XVI)
¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su falcón cebar
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la jarcia de oro torzal,
áncoras tiene de plata,
tablas, de fino coral.
Marinero que la manda
diciendo viene un cantar
que la mar facía en calma,
los vientos face amainar,
los peces que andan nel hondo
arriba los face andar,
las aves que andan volando
nel mástil las faz posar.
Allí fabló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
«Por tu vida, marinero,
dígasme ora ese cantar.»
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
«Yo no digo esa canción,
sino a quien conmigo va.»
GIL VICENTE
(1470-1539)

DEL ROSAL VENGO, MI MADRE

Del rosal vengo, mi madre,


vengo del rosal.
A riberas de aquel vado
viera estar rosal granado:
vengo del rósale.
A riberas de aquel río
viera estar rosal florido:
vengo del rósale.
Viera estar rosal florido,
cogí rosas con sospiro:
vengo del rósale.
Del rosal vengo, mi madre,
vengo del rósale.

CANCIÓN

¡Dicen que me case yo!


¡No quiero marido, no!
Más quiero vivir segura
nesta sierra a mi soltura
63
que no estar en ventura
si casaré bien o no.
¡Dicen que me case yo!
¡No quiero marido, no!
Madre, no seré casada
por no ver vida cansada,
o quizá mal empleada CRISTÓBAL DE CASTILLEJO
la gracia que Dios me dio.
¡Dicen que me case yo! (1490-1550?)
¡No quiero casarme, no!
No será ni es nacido
tal para ser mi marido,
y pues que tengo sabido VISITA DE AMOR
que la flor yo me la so.
¡Dicen que me case yo!
¡No quiero casarme, no! Unas coplas muy cansadas,
con muchos pies arrastrando,
a lo toscano imitadas,
entró un amador cantando,
enojosas y pesadas,
cada pie con dos corcovas,
CANTIGA y de peso doce arrobas,
trovadas al tiempo viejo.
Dios perdone a Castillejo,
¡Muy graciosa es la doncella! que bien habló de estas trovas.
¡Cómo es bella y hermosa! Dijo Amor: «¿Dónde se aprende
Digas tú, el marinero este metro tan prolijo,
que en las naves vivías, que las orejas ofende?
si la nave o la vela o la estrella "Algarabía de allende":
es tan bella. el sujeto frío y duro,
Digas tú, el caballero y el estilo, tan escuro,
que las armas vestías, que la dama en quien se emplea
si el caballo o las armas o la guerra duda, por sabia que sea,
es tan bella. si es requiebro o es conjuro.»
Digas tú, el pastoicico «Ved si la invención es basta,
que el ganadico guardas, pues Garcilaso y Boscán,
si el ganado o los valles o la sierra las plumas puestas por asta,
es tan bella. cada uno es un Roldan
y, con todo, no le basta;
yo no alcanzo cuál engaño
te hizo para tu daño,
con locura y desvarío,

64 65
meter en mi señorío se pierden, diciendo que
moneda de reino extraño.» son más ricas y galanas.
«Con dueñas y con doncellas, El juicio de lo cual
dijo Venus, ¿qué pretende yo lo dejo a quien más sabe;
quien las dice sus querellas pero juzgar nadie mal
en lenguaje que no entiende de su patria natural
él, ni yo, ni vos, ni ella? en gentileza no cabe;
Sentencio al que tal hiciere y aquella cristiana musa
que la dama por quien muere del famoso Juan de Mena,
lo tenga por cascabel, sintiendo desto gran pena,
y que haga burla del por infieles los acusa
y de cuanto le escribiere.» y de aleves los condena.

Mas ellos, caso que estaban


sin favor y tan a solas,
SÁTIRA contra todos se mostraban
y claramente burlaban
Contra los que dejan los metros castellanos de las coplas españolas,
y siguen los italianos canciones y villancicos,
romances y cosa tal,
arte mayor y real,
Pues la Santa Inquisición y pies quebrados y chicos
suele ser tan diligente y todo nuestro caudal.
en castigar con razón Y en lugar de estas maneras
cualquier seta y opinión de vocablos ya sabidos
levantada nuevamente, en nuestras trovas caseras,
resucítese Lucero cantan otras forasteras
a corregir en España nuevas a nuestros oídos:
una muy nueva y extraña, sonetos de grande estima,
como aquella de Lutero madrigales y canciones
en las partes de Alemana. de diferentes renglones
Bien se pueden castigar de tercia y octava rima
a cuenta de anabaptistas, y otras lindas invenciones.
pues por ley particular
se tornan a bautizar
y se llaman petrarquistas.
Han renegado la fe Juan de Mena, como oyó
de las trovas castellanas, la nueva copla pulida,
y tras de las italianas contentamiento mostró,
66 67
caso que se sonrió
como de cosa sabida.
y dijo: —Según la prueba,
once sílabas por pie
no hallo causa por qué GARCILASO DE LA VEGA
se tenga por cosa nueva,
pues yo mismo las usé. (1503-1536)

SONETOS

Cuando me paro a contemplar mi estado


JUAN BOSCAN y a ver los pasos por do me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
(1493-1542) que a mayor mal pudiera haber llegado.
Mas cuando del camino esto olvidado
a tanto mal no sé por do he venido;
SONETO sé que me acabo y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.
Yo acabaré, que me entregué sin arte
Mueve el querer las alas con gran fuerza a quien sabrá perderme y acabarme,
tras el loor de aquella que yo canto; si ella quisiere, y aun sabrá querello;
al comenzar, levántase un espanto que pues mi voluntad puede matarme,
tal, que es peor del seso, si se esfuerza. la suya, que no es tanto de mi parte,
Por otra parte, la razón me fuerza; pudiendo, ¿qué hará sino hacello?
yo hablo y callo, y estoime así entre tanto;
esfuerzo alguna vez y otras me espanto;
en fin, la gana de escribir refuerza. ¡Oh dulces prendas por mí mal halladas,
Del mundo bien, de nuestros tiempos gloria dulces y alegres cuando Dios quería!
fue nacer ésta, por la cual yo vivo: Juntas estáis en la memoria mía
enmienda fue de cuanto aquí se yerra; y con ella en mi muerte conjuradas.
fue declarar lo natural más vivo; ¿Quién rae dijera, cuando en las pasadas
fue de virtud hacer perfecta historia, horas en tanto bien por vos me vía,
y fue juntar el cielo con la tierra. que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?
Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
llevadme junto al mal que me dejastes.
Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque descastes
verme morir entre memorias tristes.

68 69
Si para refrenar este deseo resplandeciente, armado,
loco, imposible, vano, temeroso, representando en tierra al fiero Marte;
y guarecer de un mal tan peligroso, agora de cuidados enojosos
que es darme a entender yo lo que no creo, y de negocios libre, por ventura
no me aprovecha verme cual me veo, andes a caza, el monte fatigando
o muy aventurado o muy medroso el ardiente jinete, que apresura
en tanta confusión, que nunca oso el curso, tras los ciervos temerosos,
fiar el mal de mí, que lo poseo, que en vano su morir van dilatando:
¿qué me ha de aprovechar ver la pintura espera, que en tornando
de aquél que con alas derretidas, a ser restituido
cayendo fama y nombre al mar ha dado, al ocio ya perdido,
y la del que su fuego y su locura luego verás ejercitar mi pluma
llora entre aquellas plantas conocidas, por la infinita innumerable suma
apenas en el agua resfriado? de tus virtudes y famosas obras:
antes que me consuma,
faltando a ti, que a todo el mundo sobras.
En tanto que este tiempo que adivino
viene a sacarme de la deuda un día,
que se debe a tu fama y a tu gloria;
que es deuda general, no sólo mía,
ÉGLOGA PRIMERA mas de cualquier ingenio peregrino
que celebra lo digno de memoria:
el árbol de victoria
A don Pedro de Toledo, marqués de Villaf ranea, que ciñe estrechamente
virrey de Ñapóles tu gloriosa frente
dé lugar a la hiedra que se planta
debaxo de tu sombra, y se levanta
SALICIO Y NEMOROSO poco a poco, arrimada a tus loores:
y en cuanto esto se canta,
escucha tú el cantar de mis pastores.
El dulce lamentar de dos pastores Saliendo de las ondas encendido,
Salicio juntamente y Nemoroso, rayaba de los montes el altura
he de cantar, sus quexas imitando; el sol, cuando Salicio, recostado
cuyas ovejas al cantar sabroso al pie de una alta haya, en la verdura,
estaban muy atentas, los amores, por donde una agua clara con sonido
de pacer olvidadas, escuchando. atravesaba el fresco y verde prado;
Tú, que ganaste obrando él, con canto acordado
un nombre en todo el mundo, al rumor que sonaba
y un grado sin segundo, del agua que pasaba,
agora estés atento, solo y dado se quexaba tan dulce y blandamente
al ínclito gobierno del estado como si no estuviera de allí ausente
albano; agora vuelto a la otra parte, la que de su dolor culpa tenía;

70 71
y así, como presente, pues ves desde tu altura
razonando con ella, le decía: esta falsa perjura
causar la muerte de un estrecho amigo,
no recibe del cielo algún castigo?
Si en pago del amor yo estoy muriendo,
SALICIO ¿qué hará el enemigo?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¡Oh, más dura que mármol a mis quexas Por ti el silencio de la selva umbrosa,
y al encendido fuego en que me quemo, por ti la esquividad y apartamiento
más helada que nieve, Galatea! del solitario monte me aguardaba;
Estoy muriendo, y aun la vida temo; por ti la verde yerba, el fresco viento,
temóla con razón, pues tú me dexas; el blanco lirio y colorada rosa
que no hay, sin ti, el vivir para qué sea. y dulce primavera deseaba.
Vergüenza he que me vea ¡Ay, cuánto me engañaba!
ninguno en tal estado, ¡Ay, cuan diferente era
de ti desamparado, y cuan de otra manera
y de mí mismo yo me corro agora. lo que en tu falso pecho se escondía!
¿De un alma te desdeñas ser señora, Bien claro con su voz me lo decía
donde siempre moraste, no pudiendo la siniestra corneja, repitiendo
della salir un hora? la desventura mía.
Salid, sin duelo, lágrimas, corriendo. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
El sol tiende los rayos de su lumbre ¡Cuántas veces durmiendo en la floresta,
por montes y por valles, despertando reputándolo yo por desvarío,
las aves y animales y la gente; vi mi mal entre sueños, desdichado!
cuál por el aire claro va volando, Soñaba que en el tiempo del estío
cuál por el verde valle o alta cumbre llevaba, por pasar allí la siesta,
paciendo va segura y libremente, a beber en el Tajo mi ganado
cuál con el sol presente, y después de llegado
va de nuevo al oficio, sin saber de cuál arte,
y al usado ejercicio por desusada parte
do su natura o menester le inclina. y por nuevo camino el agua se iba;
Siempre está en llanto esta ánima mezquina ardiendo yo con la calor estiva,
cuando la sombra el mundo va cubriendo el curso enajenado iba siguiendo
o la luz se avecina. del agua fugitiva.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¿Y tú, desta vida ya olvidada, Tu dulce habla, ¿en cuya oreja suena?
sin mostrar un pequeño sentimiento Tus claros ojos, ¿a quién los volviste?
de que por ti Salicio triste muera, ¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
dexas llevar, desconocida, al viento Tu quebrantada fe, ¿do la pusiste?
el amor y la fe que ser guardada ¿Cuál es el cuello que, como en cadena,
eternamente sólo a mí debiera? de tus hermosos brazos anudaste?
¡Oh Dios! ¿Por qué siquiera, No hay corazón que baste,

72 73
aunque fuese de piedra, tan disforme ni feo,
viendo mi amada hiedra que aún agora me veo
de mí arrancada, en otro muro asida, en esta agua que corre clara y pura,
y mi parra en otro olmo entretejida, y cierto no trocara mi figura
que no se esté con llanto deshaciendo con ése que de mí se está riendo:
hasta acabar la vida. ¡trocara mi ventura!
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo...
¿Qué no se esperará de aquí adelante, ¿Cómo te vine en tanto menosprecio?
por difícil que sea y por incierto? ¿Cómo te fui tan presto aborrecible?
¿O qué discordia no será juntada? ¿Cómo te faltó en mí el conocimiento?
Y juntamente, ¿qué tendrá por cierto? Si no tuvieras condición terrible,
¿O qué de hoy más no temerá el amante, siempre fuera tenido de ti en precio,
siendo a todo materia por ti dada? y no viera de ti ese apartamiento.
Cuando tú enajenada ¿No sabes que sin cuento
de mí, cuitado, fuiste, buscan en el estío
notable causa diste mis ovejas el frío
y ejemplo a todos cuantos cubre el ciclo, de la sierra de Cuenca, y el gobierno
que el más seguro tema con recelo del abrigado Extremo en el invierno?
perder lo que estuviere poseyendo. Mas ¡qué vale el tener, si derritiendo
Salid fuera sin duelo, me estoy en llanto eterno!
salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Materia diste al mundo de esperanza Con mi llorar las piedras enternecen
de alcanzar lo imposible y no pensado. su natural dureza y la quebrantan,
Y de hacer juntar lo diferente, los árboles parece que se inclinan,
dando a quien diste el corazón malvado, las aves que me escuchan, cuando cantan,
quitándolo de mí con tal mudanza, con diferente voz se condolecen,
que siempre sonará de gente en gente. y mi morir cantando me adivinan.
La cordera paciente Las fieras que reclinan
con el lobo hambriento su cuerpo fatigado
hará su ayuntamiento dejan el sosegado
y con las simples aves sin ruido sueño por escuchar mi llanto triste.
harán las bravas sierpes ya su nido: Tú sola contra mí te endureciste,
que mayor diferencia comprehendo los ojos aun siquiera no volviendo
de ti al que has escogido. a lo que tú hiciste.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
Siempre de nueva leche en el verano Mas ya que a socorrerme aquí no vienes,
y en el invierno abundo; en mi majada no dexes el lugar que tanto amaste,
la manteca y el queso está sobrado; que bien podrás venir de mí segura,
de mi cantar, pues, yo te vi agradada, y dexaré el lugar do me dexaste;
tanto, que no pudiera el mantuano ven, si por sólo esto te detienes.
Títiro ser de ti más alabado. Ves aquí un prado lleno de verdura,
No soy, pues, bien mirado, ves aquí una espesura,
74 75
ves aquí una agua clara, me entristezco y me canso, en el reposo
en otro tiempo cara, estuve ya contento y descansado.
a quien de ti con lágrimas me quexo. ¡Oh bien caduco, vano y presuroso!
Quizás aquí hallarás, pues yo me alexo, Acuerdóme durmiendo aquí algún hora
al que todo mi bien quitarme puede; que, despertando, a Elisa vi a mi lado.
que pues el bien le dexo, ¡Oh miserable hado!
no es mucho que lugar también le quede. ¡Oh tela delicada,
Aquí dio fin a su cantar Salicio, antes de tiempo dada
y sospirando en el postrero acento, a los agudos filos de la muerte!
soltó de llanto una profunda vena. Mas convenible fuera aquesta suerte
Queriendo el monte al grave sentimiento a los cansados años de mi vida,
de aquel dolor en algo ser propicio, que es más que el hierro fuerte,
con la pesada voz retumba y suena. pues no la ha quebrantado tu partida.
La blanda Filomena, ¿Do están agora aquellos claros ojos
casi como dolida que llevaban tras sí como colgada
y a compasión movida, mi ánima por doquier que se volvían?
dulcemente responde al son lloroso. ¿Do está la blanca mano delicada,
Lo que cantó tras esto Nemeroso llena de vencimientos y despojos
decidlo vos, Piérides, que tanto que de mí mis sentidos le ofrecían?
no puedo yo ni oso, Los cabellos que vían
que siento enflaquecer mi débil canto. con gran desprecio al oro
como a menor tesoro,
¿adonde están? ¿Adonde el blanco pecho?
¿Do la columna que al dorado techo
con presunción graciosa sostenía?
NEMOROSO Aquesto todo agora ya se encierra,
por desventura mía,
Corrientes aguas, puras, cristalinas, en la fría, desierta y dura tierra.
árboles que os estáis mirando en ellas, ¿Quién me dixera, Elisa, vida mía,
verde prado de fresca sombra lleno, cuando en aqueste valle al fresco viento
aves que aquí sembráis vuestras querellas, andábamos cogiendo tiernas flores
hiedra que por los árboles caminas, que había de ver con largo apartamiento
torciendo el paso por su verde seno; venir el triste y solitario día
yo me vi tan ajeno que diese amargo fin a mis amores?
del grave mal que siento, El cielo en mis dolores
que de puro contento cargó la mano tanto,
con vuestra soledad me recreaba, que a sempiterno llanto
donde con dulce sueño reposaba, y a triste soledad me ha condenado;
o con el pensamiento discurría y lo que siento más es verme atado
por donde no hallaba a la pesada vida y enojosa,
sino memorias llenas de alegría; solo, desamparado,
y en este mismo valle, donde agora ciego sin lumbre en cárcel tenebrosa.

76 77
Después que nos dexaste, nunca pace desta manera suelto yo la rienda
en hartura el ganado ya, ni acude a mi dolor, y así me quexo en vano
el campo al labrador con mano llena. de la dureza de la muerte airada.
No hay bien que en mal no se convierta y mude; Ella en mi corazón metió la mano,
la mala yerba al trigo ahoga, y nace y de allí me llevó mi dulce prenda,
en lugar suyo la infelice avena; que aquél era su nido y su morada.
la tierra, que de buena ¡Ay, muerte arrebatada!
gana nos producía Por ti me estoy quexando
flores con que solía al cielo y enojando
quitar en sólo vellas mis enojos, con importuno llanto al mundo todo:
produce agora en cambio estos abrojos, tan desigual dolor no sufre modo.
ya de rigor de espinas intratable; No me podrán quitar el dolorido
y yo hago con mis ojos sentir, si ya del todo
crecer, llorando, el fruto miserable. primero no me quitan el sentido.
Como al partir el sol la sombra crece, Una parte guardé de tus cabellos,
y en cayendo su rayo se levanta Elisa, envueltos en un blanco paño,
la negra oscuridad que el mundo cubre, que nunca de mi seno se me apartan:
de do viene el temor que nos espanta, deseó jólos, y de un dolor tamaño
y la medrosa forma en que se ofrece enternecerme siento, que sobre ellos
aquello que la noche nos encubre, nunca mis ojos de llorar se hartan.
hasta que el sol descubre Sin que de allí se partan,
su luz pura y hermosa; con suspiros calientes,
tal es la tenebrosa más que la llama ardientes,
noche de tu partir, en que he quedado los enjugo del llanto, y de consuno
de sombra y de temor atormentado, casi los paso y cuento uno a uno,
hasta que muerte el tiempo determine juntándolos, con un cordón los ato.
que a ver el deseado Tras esto el importuno
sol de tu clara vista me encamine. dolor me deja descansar un rato.
Cual suele el ruiseñor con triste canto Mas luego a la memoria se me ofrece
quexarse, entre las hojas escondido, aquella noche tenebrosa, escura,
del duro labrador, que cautamente que siempre aflige esta ánima mezquina
le despojó su caro y dulce nido con la memoria de mi desventura.
de los tiernos hijuelos entretanto Verte presente agora me parece
que del amado ramo estaba ausente, en aquel duro trance de Lucina,
y aquel dolor que siente, y aquella voz divina,
con diferencia tanta, con cuyo son y acentos
por la dulce garganta a los airados vientos
despide, y a su canto el aire suena, pudieras amansar, que agora es muda,
y la callada noche no refrena me parece que oigo que a la cruda,
su lamentable oficio y sus querellas, inexorable diosa, demandabas
trayendo de su pena en aquel paso ayuda;
al cielo por testigo y las estrellas; y tú, rústica diosa, ¿dónde estabas?

78 79
¿Ibate tanto en perseguir las fieras? A LA FLOR DE GNIDO
¿Ibate tanto en un pastor dormido?
¿Cosa pudo bastar a tal crudeza
que, conmovida a compasión, oído
a los votos y lágrimas no dieras Si de mi baxa lira
para no ver hecha tierra tal belleza, tanto pudiese el son, que en un momento
o no ver la tristeza aplacase la ira
en que tu Nemoroso del animoso viento
queda, que su reposo y la furia del mar y el movimiento;
era seguir tu oficio, persiguiendo y en ásperas montañas
las fieras por los montes y ofreciendo con el suave canto enterneciese
a tus sagradas aras los despojos? las fieras alimañas,
¿Y tú, ingrata, riendo los árboles moviese,
dexas morir mi bien ante mis ojos? y al son confusamente los traxese;
Divina Elisa, pues agora el cielo no pienses que cantado
con inmortales pies pisas y mides, sería de mí, hermosa flor de Gnido,
y su mudanza ves, estando queda, el fiero Marte airado,
¿por qué de mí te olvidas y no pides a muerte convertido,
que se apresure el tiempo en que este velo de polvo y sangre, y de sudor teñido;
rompa el cuerpo, y verme libre pueda, ni aquellos capitanes
y en la tercera rueda en las sublimes ruedas colocados,
contigo mano a mano por quien los alemanes
busquemos otro llano, el fiero cuello atados,
busquemos otros montes y otros ríos, y los franceses van domesticados.
otros valles floridos y sombríos, Mas solamente aquella
donde descanse y siempre pueda verte, fuerza de tu beldad sería cantada,
ante los ojos míos, y alguna vez con ella
sin miedo y sobresalto de perderte? también sería notada
Nunca pusieran fin al triste lloro el aspereza de que estás armada;
los pastores, ni fueran acabadas y cómo por ti sola,
las canciones que sólo el monte oía, y por tu gran valor y fermosura,
si mirando las nubes coloradas, convertido en viola,
al transmontar del sol bordadas de oro, llora su desventura
no vieran que era ya pasado el día. el miserable amante en tu figura.
La sombra se veía Hablo de aquel cautivo,
venir corriendo apriesa de quien tener se debe más cuidado,
ya por la falda espesa que está muriendo vivo,
del altísimo monte, y recordando al remo condenado,
ambos como de sueño, y acabando en la concha de Venus amarrado.
el fugitivo sol, de luz escaso, Por ti, como solía,
su ganado llevando, del áspero caballo no corrige
se fueron recogiendo paso a paso. la furia y gallardía,
80 81
ni con freno le rige, Sintió allí convertirse
ni con vivas espuelas ya le aflige. en piedad amorosa el aspereza.
Por ti, con diestra mano, ¡Oh tardo arrepentirse!
no revuelve la espada presurosa, ¡Oh última terneza!
y en el dudoso llano ¿Cómo te sucedió mayor dureza?
huye la polvorosa Los ojos se enclavaron
palestra como sierpe ponzoñosa. en el tendido cuerpo que allí vieron;
Por ti, su blanda musa, los huesos se tornaron
en lugar de la cítara sonante, más duros y crecieron,
tristes querellas usa, y en sí toda la carne convirtieron;
que con llanto abundante las entrañas heladas
hacen bañar el rostro del amante. tornaron poco a poco en piedra dura;
Por ti, el mayor amigo por las venas cuitadas
le es importuno, grave y enojoso; la sangre su figura
yo puedo ser testigo iba desconociendo y su natura;
que ya del peligroso hasta que finalmente
naufragio fui su puerto y su reposo. en duro mármol vuelta y transformada,
Y agora en tal manera hizo de sí la gente
vence el dolor a la razón perdida, no tan maravillada
que ponzoñosa fiera cuanto de aquella ingratitud vengada.
nunca fue aborrecida No quieras tú, señora,
tanto como yo del, ni tan temida. de Némesis airada las saetas
No fuiste tú engendrada probar, por Dios, agora;
ni producida de la dura tierra; baste que tus perfetas
no debe ser notada obras y fermosura a los poetas
que ingratamente yerra den inmortal materia,
quien todo el otro error de sí destierra. sin que también en verso lamentable
Hágate temerosa celebren la miseria
el caso de Anaxárate, y cobarde, de algún caso notable
que de ser desdeñosa que por ti pase triste y miserable.
se arrepintió muy tarde;
y así, su alma con su mármol arde.
Estábase alegrando
del mal ajeno el pecho empedernido,
cuando abaxo mirando
el cuerpo muerto vido
del miserable amante, allí tendido.
Y al cuello el lazo atado
con que desenlazó de la cadena
el corazón cuitado,
que con su breve pena
compró la plena punición ajena.
82 83
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza
SANTA TERESA DE JESÚS no te tardes que te espero,
que muero porque no muero.
(1515-1582) Mira que el amor es fuerte;
vida, no seas molesta;
mira que sólo te resta,
VERSOS NACIDOS DEL FUEGO DEL AMOR para ganarte, perderte;
DE DIOS QUE EN SI TENIA venga ya la dulce muerte,
venga el morir muy ligero,
que muero porque no muero.
Vivo sin vivir en mí, Aquella vida de arriba
y tan alta vida espero, es la vida verdadera;
que muero porque no muero hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva;
muerte no seas esquiva;
GLOSA vivo muriendo primero,
que muero porque no muero.
Aquesta divina unión Vida, ¿qué puedo yo darle
del amor con que yo vivo, a mi Dios que vive en mí,
hace a Dios ser mi cautivo si no es perderte a ti,
y libre mi corazón; para mejor a El gozarle?
mas causa en mí tal pasión Quiero muriendo alcanzarle,
ver a Dios mi prisionero, pues a El solo es el que quiero,
que muero porque no muero. que muero porque no muero.
¡Ay! ¡Qué larga es esta vida! Estando ausente de ti,
¡Qué duros estos destierros, ¿qué vida puedo tener,
esta cárcel y estos hierros sino muerte padecer
en que el alma está metida! la mayor que nunca vi?
Sólo esperar la salida Lástima tengo de mí,
me causa dolor tan fiero, por ser mi mal tan entero,
que muero porque no muero. que muero porque no muero.
¡Ay! ¡Qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Y si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga;
quíteme Dios esta carga
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
84 85
Despiértenme las aves
con su cantar suave no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
FRAY LUIS DE LEÓN quien al ajeno arbitrio está atenido.
Vivir quiero conmigo,
(1533-1594) gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
VIDA RETIRADA de odio, de esperanza, de recelo.
Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto,
¡Qué descansada vida que con la primavera
la del que huye el mundanal ruido de bella flor cubierto
y sigue la escondida ya muestra en esperanza el fruto cierto.
senda por donde han ido Y como codiciosa
los pocos sabios que en el mundo han sido! de ver y acrecentar su hermosura,
Que no le enturbia el pecho desde la cumbre airosa
de los soberbios grandes el estado, una fontana pura
ni del dorado techo hasta llegar corriendo se apresura.
se admira, fabricado Y luego sosegada,
del sabio moro, en jaspes sustentado. el paso entre los árboles torciendo,
No cura si la faina el suelo de pasada
canta con voz, su nombre, pregonera, de verdura vistiendo,
ni cura si encarama y con diversas flores va esparciendo.
la lengua lisonjera El aire el huerto orea,
lo que condena la verdad sincera. y ofrece mil olores al sentido
¿Qué presta a mi contento los árboles menea
si soy del vano dedo señalado, con un manso ruido
si en busca de este viento que del oro y del cetro pone olvido.
ando desalentado Ténganse su tesoro
con ansias vivas y mortal cuidado? los que de un flaco leño se confían;
¡Oh campo, oh monte, oh río! no es mío ver el lloro
¡Oh secreto seguro deleitoso! de los que desconfían
Roto casi el navio cuando el cierzo y el ábrego porfían.
a vuestro almo reposo, La combatida entena
huyo de aqueste mar tempestuoso. cruje, y en ciega noche el claro día
Un no rompido sueño, se torna, al cielo suena
un día puro, alegre, libre quiero; confusa vocería,
no quiero ver el ceño y la mar enriquecen a porfía.
vanamente severo A mí, una pobrecilla
de quien la sangre ensalza o el dinero. mesa, de amable paz bien abastada,
86 87
me baste, y la baxiJla Ve cómo el gran maestro
de fino oro labrada a aquesta inmensa cítara aplicado,
sea de quien la mar no teme airada. con movimiento diestro
Y mientras miserable- produce el son sagrado
mente se están los otros abrasando con que este eterno templo es sustentado.
en sed insaciable Y como está compuesta
del no durable mando, de números concordes, luego envía
tendido yo a la sombra esté cantando. consonante respuesta,
A la sombra tendido, y entrambos a porfía
de yedra y lauro eterno coronado, mezclan una dulcísima armonía.
puesto el atento oído Aquí el alma navega
al son dulce acordado por un mar de dulzura, y finalmente
del plectro sabiamente meneado. en el así se anega,
que ningún accidente
extraño o peregrino oye o siente.
¡Oh desmayo dichoso!
¡Oh muerte que das vida! ¡Oh dulce olvido!
¡ Durase en tu reposo
sin ser restituido
A FRANCISCO SALINAS jamás a aqueste baxo y vil sentido!
A este bien os llamo,
gloria del apolíneo sacro coro,
El aire se serena amigos, a quien amo
y viste de hermosura y luz no usada, sobre todo tesoro,
Salinas, cuando suena que todo lo demás es triste lloro.
la música extremada ¡Oh! Suene de contino,
por vuestra sabia mano gobernada. Salinas, vuestro son en mis oídos,
A cuyo son divino por quien al bien divino
mi alma, que en olvido está sumida, despiertan los sentidos,
torna a cobrar el tino quedando a lo demás adormecidos.
y memoria perdida
de su origen primero esclarecida.
Y como se conoce,
en suerte y pensamientos se mejora;
el oro desconoce A FELIPE RUIZ
que el vulgo ciego adora,
la belleza caduca engañadora.
Traspasa el aire todo ¿Cuándo será que pueda
hasta llegar a la más alta esfera, libre de esta prisión volar al cielo,
y oye allí otro modo Felipe, y en la rueda
de no perecedera que huye más del suelo,
música, que es de todas la primera. contemplar la verdad pura sin velo?
89
Allí a mi vida junto su trabajo deshecho,
en luz resplandeciente convertido, los campos anegados
veré distinto y junto miran los labradores espantados.
lo que es y lo que ha sido, Y de allí levantado
y su principio propio y escondido. veré los movimientos celestiales,
Entonces veré cómo así el arrebatado
el divino poder echó el cimiento como los naturales,
tan a nivel y plomo, las causas de los hados, las señales.
do estable eterno asiento Quién rige las estrellas
posee el pesadísimo elemento. veré, y quién las enciende con hermosas
Veré las inmortales y eficaces centellas;
columnas do la tierra está fundada, por qué están las dos osas,
las lindes y señales de bañarse en el mar, siempre medrosas.
con que a la mar airada Veré este fuego eterno
la Providencia tiene aprisionada. fuente de vida y luz do se mantiene;
Por qué tiembla la tierra y por qué en el invierno
por qué las hondas mares se embravecen, tan presuroso viene,
dó sale a mover guerra por qué en las noches largas se detiene.
el cierzo, y por qué crecen Veré sin movimiento
las aguas del Océano y decrecen. en la más alta esfera las moradas
De dó manan las fuentes; del gozo y del contento,
quién ceba y quién bastece de los ríos de oro y luz labradas
las perpetuas corrientes, de espíritus dichosos habitadas.
de los helados fríos
veré las causas, y de los estíos.
Las soberanas aguas
del aire en la región quién las sostiene;
de los rayos las fraguas;
dó los tesoros tiene
de nieve Dios, y el trueno dónde viene. NOCHE SERENA
¿No ves cuando acontece
turbarse el aire todo en el verano?
El día se ennegrece, Cuando contemplo el cielo
sopla el gallego insano, de innumerables luces adornado,
y sube hasta el cielo el polvo vano; y miro hacia el suelo
y entre las nubes mueve de noche rodeado,
su carro Dios ligero y reluciente, en sueño y en olvido sepultado,
horrible son conmueve, el amor y la pena
relumbra fuego ardiente, despiertan en mi pecho una ansia ardiente:
treme la tierra, humíllase la gente. despiden larga vena
La lluvia baña el techo, los ojos hechos fuente;
envían largos ríos los collados; la lengua dice al fin con voz doliente:

90 91
Morada de grandeza, y el Júpiter benino
templo de claridad y fermosura, de bienes mil cercado
mi alma, que a tu alteza serena el cielo con su rayo amado;
nació, ¿qué desventura rodéase en la cumbre
la tiene en esta cárcel, baxa, escura? Saturno, padre de los siglos de oro;
¿Qué mortal desatino tras él la muchedumbre
de la verdad aleja así el sentido, del reluciente coro
que de tu bien divino su luz va repartiendo y su tesoro.
olvidado, perdido ¿Quién es el que esto mira,
sigue la vana sombra, el bien fingido? y precia la baxeza de la tierra,
El hombre está entregado y no gime y suspira
al sueño, de su suerte no cuidando, por romper lo que encierra
y con paso callado el alma, y de estos bienes la destierra?
el cielo vueltas dando Aquí vive el contento,
las horas del vivir le va hurtando. aquí reina la paz; aquí asentado
¡Ah! Despertad, mortales; en rico y alto asiento
mirad con atención en vuestro daño; está el amor sagrado
¿las almas inmortales de glorias y deleites rodeado.
hechas a bien tamaño, Inmensa fermosura
podrán vivir de sombra y sólo engaño? aquí se muestra toda; y resplandece
¡Ay! Levantad los ojos clarísima luz pura,
a aquesta celestial eterna esfera, que jamás anochece;
burlaréis los antojos eterna primavera aquí florece.
de aquesta lisonjera ¡Oh campos verdaderos!
vida, con cuanto teme y cuanto espera. ¡Oh prados con verdad frescos y amenos!
¿Es más que un breve punto ¡Riquísimos mineros!
el baxo y torpe sucio, comparado ¡Oh deleitosos senos!
a aqueste gran trasunpto, ¡Repuestos valles de mil bienes llenos!
do vive mejorado
lo que es, lo que será, lo que ha pasado?
Quien mira el gran concierto
de aquestos resplandores eternales,
su movimiento cierto,
sus pasos desiguales,
y en proporción concorde tan iguales; EN LA ASCENSIÓN
la luna cómo mueve
la plateada rueda, y va en pos de ella
la luz do el saber llueve, ¡Y dexas, Pastor santo,
y la graciosa estrella tu grey en este valle hondo, escuro,
de Amor la sigue reluciente y bella; con soledad y llanto,
y cómo otro camino y tú rompiendo el puro
prosigue el sanguinoso Marte airado, aire, te vas al inmortal seguro!
92 93
Los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos
a tus pechos criados, MORADA DEL CIELO
de Ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos Alma región luciente,
que vieron de tu rostro la hermosura, prado de bienandanza, que ni al hielo
que no les sea enojos? ni con el rayo ardiente
Quien oyó tu dulzura, falleces, fértil suelo,
¿qué no tendrá por sordo y desventura? producidor eterno de consuelo.
Aqueste mar turbado, De púrpura y de nieve
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién, concierto florida la cabeza coronado,
al viento fiero airado? a dulces pastos mueve
Estando tú encubierto, sin honda ni cayado,
¿qué norte guiará la nave al puerto? el buen Pastor en ti su hato amado.
¡Ay! Nube envidiosa El va, y en pos dichosas
aun de este breve gozo, ¿qué te aquexas? le siguen sus ovejas, do las pace
¿Do vuelas presurosa? con inmortales rosas,
¡Cuan rica tú te alexas! con flor que siempre nace,
¡Cuan pobres y cuan ciegos, ¡ay!, nos dexas! y cuanto más se goza más renace.
Ya dentro a la montaña
del alto bien las guía; ya en la vena
del gozo fiel las baña,
y les da mesa llena,
pastor y pasto él solo, y suerte buena.
AL SALIR DE LA PRISIÓN Y de su esfera, cuando
la cumbre toca altísimo subido
el sol, él sesteando
Aquí la envidia y mentira de su hato ceñido
me tuvieron encerrado. con dulce son deleita el santo oído.
¡Dichoso el humilde estado Toca el rabel sonoro,
del sabio que se retira y el inmortal dulzor al alma pasa,
de aqueste mundo malvado! con que envilece el oro,
Y con pobre mesa y casa y ardiendo se traspasa
en el campo deleitoso y lanza en aquel bien libre de tasa.
con sólo Dios se acompasa, ¡Oh son, oh voz! ¡Siquiera
y a solas su vida pasa: pequeña parte alguna descendiese
ni envidiado ni envidioso. en mi sentido, y fuera
de sí el alma pusiese
y toda en ti, oh amor, la convirtiese!
Conocería dónde
sesteas, dulce Esposo, y desatada
94 95
de esa prisión adonde Y por mil partes volando,
padece, a tu manada publicando
junta, no ya andará perdida, errada. el amor irá este cuento,
para aviso y escarmiento
de quien huye de su bando.
¡Ay!, por Dios, señora bella,
mirad por vos, mientras dura
esa flor graciosa y pura,
IMITACIÓN DE DIVERSOS que el no gozalla es perdella,
y pues no menos discreta
y perfeta
Vuestra tirana exención sois que bella y desdeñosa,
y ese vuestro cuello erguido mirad que ninguna cosa
estoy cierto que Cupido hay que a amor no esté sujeta.
pondrá en dura sujeción. El amor gobierna el cielo
Vivid esquiva y exenta; con ley dulce eternamente,
que a mi cuenta ¿y pensáis vos ser valiente
vos serviréis al amor contra él acá en el suelo?
cuando de vuestro dolor Da movimiento y viveza
ninguno quiera hacer cuenta. a belleza
Cuando la dorada cumbre el amor, y es dulce vida;
fuere de nieve esparcida y la suerte, más valida
y las dos luces de vida sin él es triste pobreza.
recogieren ya su lumbre; ¿Qué vale el beber en oro,
cuando la ruga enojosa el vestir seda y brocado,
en la hermosa el techo rico labrado,
frente y cara se mostrare los montones de tesoro?
y el tiempo que vuela helare ¿Y qué vale si a derecho
esa fresca y linda rosa; os da pecho
cuando os viéredes perdida el mundo todo y adora,
os perderéis por querer, si a la fin dormís, señora,
sentiréis qué es padecer, en el solo y frío lecho?
querer y no ser querida.
Diréis con dolor, señora,
cada hora:
¡Quién tuviera, ay, sin ventura,
o agora aquella hermosura, SONETO
o antes el amor de agora!
A mil gentes que agraviadas
tenéis con vuestra porfía Agora con la aurora se levanta
dexaréis en aquel día mi luz, agora coge en rico ñudo
alegres y bien vengadas. el hermoso cabello, agora el crudo

96 97
pecho ciñe con oro, y la garganta. de remotas naciones respetada
Agora, vuelta al cielo pura y santa, por fuerte, principal y poderosa:
las manos y ojos bellos alza, y pudo la gente que produce es tan granada,
dolerse agora de mi mal agudo; tan soberbia, gallarda y belicosa,
agora incomparable tañe y canta. que no ha sido por rey jamás regida,
Ansí digo, y, del dulce error llevado, ni a extranjero dominio sometida.
presente ante mis ojos la imagino,
y lleno de humildad y arnor la adoro.
Mas luego vuelve en sí el engañado
ánimo, y conociendo el desatino, Las armas de ellos más ejercitadas
la rienda suelta largamente al lloro. son picas, alabardas y lanzones,
con otras puntas largas enastadas
de la facción y forma de punzones;
hachas, martillos, mazas barreadas,
dardos, sargentas, flechas y bastones,
lazos de fuertes mimbres y bejucos,
tiros arrojadizos y trabucos.
ALONSO DE ERCILLA
(1533-1594) CANTO SEGUNDO

Tomé y otros caciques me metieron


LA ARAUCANA en medio de estos bárbaros de presto
y con dificultad los departieron,
(Fragmento) que no hicieron poco en hacer esto:
de herirse lugar aún no tuvieron,
y en voz airada, ya el temor pospuesto,
CANTO PRIMERO Colocólo, el cacique más anciano,
a razonar así tomó la mano:
No las damas, Amor, no gentilezas «—Caciques, del estado defensores,
de caballeros, canto, enamorados, codicia del mandar no rae convida
ni las muestras, regalos y ternezas a pesarme de veros pretensores
de amorosos afectos y cuidados; de cosa que a mí tanto era debida:
mas el valor, los hechos, las proezas porque según mi edad, ya veis, señores,
de aquellos españoles esforzados que estoy al otro mundo de partida;
que a la cerviz de Arauco no domada mas el amor que siempre os he mostrado
pusieron duro yugo por la espada. a bien aconsejaros me ha incitado.
¿Qué furor es el vuestro, ¡oh araucanos!,
que a perdición os lleva sin sentillo?
¿Contra nuestras entrañas tenéis manos,
Chile, fértil provincia y señalada, y no contra el tirano en resistillo?
en la región antartica famosa, Teniendo tan a golpe a los cristianos,
98 99
¿volvéis contra vosotros el cuchillo? La mesa tenemos puesta,
Si gana de morir os ha movido, lo que se ha de cenar junto,
no sea en tan bajo estado y abatido. las tazas de vino a punto:
Volved las armas y ánimo furioso falta comenzar la fiesta.
a los pechos de aquellos que os han puesto Comience el vinillo nuevo
en dura sujeción con afrentoso y echóle la bendición;
partido, a todo el mundo manifiesto; yo tengo por devoción
lanzad de vos el yugo vergonzoso; de santiguar lo que bebo.
mostrad vuestro valor y fuerza en esto: Franco fue, Inés, este toque,
no derraméis la sangre del estado, pero arrójame la bota;
que para redimir nos ha quedado... vale un florín cada gota
En la virtud de vuestro brazo espero de aqueste vinillo aloque,
que puede en breve tiempo remediarse, ¿De qué taberna se traxo?
mas ha de haber un capitán primero, Mas ya..., de la del Castillo
que todos por él quieran gobernarse; diez y seis vale el cuartillo,
éste será quien más un gran madero no tiene vino más baxo.
sustentare en el hombro sin pararse; Por nuestro Señor, que es mina
y pues que sois iguales en la suerte, la taberna de Alcocer;
procure cada cual ser el más fuerte.» grande consuelo es tener
la taberna por vecina.
Si es o no invención moderna,
vive Dios que no lo sé,
pero delicada fue
la invención de la taberna.
Porque allí llego sediento,
pido vino de lo nuevo,
BALTASAR DEL ALCÁZAR mídenlo, dánmelo, bebo,
pagólo y voyme contento.
(1530-1606) Esto, Inés, ello se alaba,
no es menester alaballo;
sólo una falta le hallo:
UNA CENA que con la priesa se acaba.
La ensalada y salpicón
hizo fin: ¿qué viene ahora?
En Jaén, donde resido, La morcilla, ¡gran señora,
vive don Lope de Sosa, digna de veneración!
y diréte, Inés, la cosa ¡Qué oronda viene y qué bella!
más brava de él que has oído. ¡Qué través y enjundia tiene!
Tenía este caballero Paréceme, Inés, que viene
un criado portugués... para que demos con ella.
Pero cenemos, Inés, Pues, sus, encójase y entre
si te parece, primero. que es algo estrecho el camino.
100 101
No eches agua, Inés, al vino Haz, pues, Inés, lo que sueles,
no se escandalice el vientre. daca de la bota llena:
Echa de lo trasañejo, seis tragos; hecha es la cena,
porque con más gusto comas, levántense los manteles.
Dios te guarde, que así tomas, Ya que, Inés, hemos cenado
como sabia mi consejo. tan bien y con tanto gusto,
Mas di, ¿no adoras y precias parece que será justo
la morcilla ilustre y rica? volver al cuento pasado.
¡Cómo la traidora pica; Pues sabrás, Inés, hermana,
tal debe tener especias! que el portugués cayó enfermo...
¡Oué llena está de piñones! Las once dan, yo me duermo;
Morcilla de cortesanos, quédese para mañana.
y asada por esas manos
hechas a cebar lechónos.
El corazón me revienta
de placer; no sé de ti.
¿Cómo te va? Yo, por mí,
sospecho que estás contenta. SU MODO DE VIVIR EN LA VEJEZ
Alegre estoy, vive Dios;
mas oye un punto sutil:
¿no pusiste allí un candil? Deseáis, señor Sarmiento,
¿Cómo me parecen dos? saber en estos mis años,
Pero son preguntas viles; sujetos a tantos daños,
ya sé lo que puede ser: cómo me porto y sustento.
con este negro beber Yo os lo diré en brevedad,
se acrecientan los candiles. porque la historia es bien breve,
Probemos lo del pichel, y el daros gusto se os debe
alto licor celestial; con toda puntualidad.
no es el aloquillo tal, Salido el sol por Oriente
ni tiene que ver con él. de rayos acompañado,
¡Que suavidad! ¡Oué clareza! me dan un huevo pasado
¡Qué paladar! ¡Qué color! por agua, blando y caliente.
¡Qué rancio gusto y olor! Con dos tragos del que suelo
¡Todo con tanta fineza! llamar yo néctar divino,
Mas el queso sale a plaza, y a quien otros llaman vino
la moradilla va entrando, porque nos vino del cielo.
y ambos vienen preguntando Cuando el luminoso vaso
por el pichel y la taza. toca en la meridional,
Prueba el queso, que es extremo, distando por un igual
el de Pinto no le iguala; del Oriente y del Ocaso,
pues la aceituna no es mala, me dan asada o cocida
bien puede bogar su remo. de una gruesa y gentil ave,

102 103
con tres veces del suave
licor que alegra la vida. ADIVINANZA
Después que, cayendo, viene
a dar en el mar Hesperio,
desamparado el imperio «¿Qué es cosa y cosa, Constanza?»
que en este horizonte tiene; «Diréis vos, que yo no sé.»
me suelen dar a comer «Desta vez cogido os he.
tostadas en vino mulso, ¿No es muy buena adivinanza?»
que el enflaquecido pulso —«Pero vos, en conclusión,
restituyen a su ser. ¿me la dais?»— «Cosa es forzosa.
Luego me cierran la puerta, Pues digo que cosa y cosa,
yo me entrego al dulce sueño, Constanza, dos cosas son.»
dormido, soy de otro dueño;
no sé de mí nueva cierta.
Hasta que, habiendo sol nuevo
me cuentan cómo he dormido:
y así de nuevo les pido
que me den néctar y huevo.
Ser vieja la casa es esto: FERNANDO HERRERA
veo que se va cayendo,
voyle puntales poniendo (1534-1597)
porque no caiga tan presto.
Mas todo es vano artificio;
presto me dicen mis males POR LA VICTORIA DE LEPANTO
que han de faltar los puntales
y allanarse el edificio.
Cantemos al Señor, que en la llanura
venció, del ancho mar, al Trace fiero;
tú, Dios de las batallas, tú eres diestra,
salud y gloria nuestra.
Tú rompiste las fuerzas y la dura
A UN GIBOSO DE DELANTE frente de Faraón, feroz guerrero;
sus escogidos príncipes cubrieron
los abismos del mar, y descendieron,
Un socarrón mesonero cual piedra, en el profundo, y tu ira luego
dijo a un giboso al revés: loj tragó, como arista seca el fuego.
«No me neguéis esta vez El soberbio tirano, confiado
que cargasteis delantero.» en el grande aparato de sus naves,
El gibado, a estas razones que de los nuestros la cerviz cautiva
replicó: «Es muy importante y las manos aviva
llevar la carga delante al misterio injusto de su estado,
quien se halla entre ladrones.» derribó con los brazos suyos graves
104 105
los cedros más excelsos de la cima Del Nilo a Eufrates y fértil y Istro frío,
y el árbol que más yerto se sublima, cuanto el sol alto mira todo es mío.»
bebiendo ajenas aguas y atrevido Tú, Señor, que no sufres que tu gloria
pisando el bando nuestro y defendido. usurpe quien su fuerza osado estima,
Temblaron los pequeños, confundidos prevaleciendo en vanidad y en ira,
del impío furor suyo; alzó la frente este soberbio mira,
contra ti, Señor Dios, y con semblante que tus aras afea en su vitoria.
y con pecho arrogante, No dexes que los tuyos así oprima,
y los armados brazos extendidos, y en su cuerpo, cruel, las fieras cebe,
movió el airado cuello aquel potente: y en su esparcida sangre el odio pruebe;
cercó su corazón de ardiente saña que hecho ya su oprobio, dice: «¿Dónde
contra las dos Hesperias, que el mar baña el Dios de ésos está? ¿De quién se esconde?»
porque en ti confiadas le resisten Por la debida gloria de tu nombre,
y de armas de tu fe y amor se visten. por la justa venganza de tu gente,
Dixo aquel insolente y desdeñoso: por aquel de los míseros gemidos,
«¿No conocen mis iras esas tierras, vuelve el brazo tendido
y de mis padres los ilustres hechos, contra éste, que aborrece ya ser hombre;
o valieron sus pechos y las honras que celas Tú consiente;
contra ellos con el húngaro medroso y tres y cuatro veces el castigo
y de Dalmacia y Rodas en las guerras? esfuerza con rigor a tu enemigo,
¿Quién las pudo librar? ¿Quién de sus manos y la injuria a tu nombre cometida
pudo salvar los de Austria y los germanos? sea el hierro contrario de su vida.
¿Podrá su Dios, podrá por suerte ahora Levantó la cabeza el poderoso
guardallas de mi diestra vencedora? que tanto odio te tiene; en nuestro estrago
Su Roma, temerosa y humillada, juntó el consejo, y contra nos pensaron
los cánticos en lágrimas convierte; los que en él se hallaron.
ella y sus hijos, tristes, mi ira esperan «Venid, dixeron, y en el mar ondoso
cuando vencidos mueran; hagamos de su sangre un grande lago;
Francia está con discordia quebrantada, deshagamos a éstos de la gente,
y en España amenaza horrible muerte y el nombre de su Cristo juntamente,
quien honra de las lunas las banderas; y dividiendo de ellos los despojos,
y aquellas en la guerra gentes fieras hártense en muerte suya nuestros ojos.»
ocupadas están en la defensa, Vinieron de Asia y portentoso Egito
y aunque no, ¿quién hacerme puede ofensa? los árabes y aleves africanos,
Los poderosos pueblos me obedecen, y los que Grecia junta mal con ellos,
y el cuello con su daño al yugo inclinan, con los erguidos cuellos,
y me dan por salvarse ya la mano. con gran poder y número infinito;
Y su valor es vano, y prometer osaron con sus manos
que sus luces cayendo se oscurecen, encender nuestros fines y dar muerte
sus fuertes a la muerte ya caminan, a nuestra juventud con hierro fuerte,
sus vírgenes están en cautiverio, nuestros niños prender y las doncellas,
su gloria ha vuelto al centro de mi imperio. y la gloria manchar y la luz dellas...
106 107
Ocuparon del piélago los senos, y tú sólo, Señor, fuiste exaltado;
puesta en silencio y en temor la tierra, que tu día es llegado.
y cesaron los nuestros valerosos, Señor de los ejércitos armados,
y callaron dudosos, sobre la alta cerviz y su dureza,
hasta que al fiero ardor de sarracenos sobre derechos cedros y extendidos,
el Señor, eligiendo nueva guerra, sobre empinados montes y crecidos,
se opuso el joven de Austria generoso sobre torres y muros, y las naves
con el claro español y belicoso; de Tiro, que a los tuyos fueron graves.
que Dios no sufre ya en Babel cautiva Babilonia y Egipto amedrentada
que su Sión querida siempre viva. temerá el fuego y la asta violenta,
Cual león a la presa apercibido, y el humo subirá a la luz del cielo,
sin recelo los impíos esperaban y faltos de consuelo
a los que tú, Señor, eras escudo; con rostro oscuro y soledad turbada,
que el corazón desnudo tus enemigos llorarán tu afrenta.
de pavor, y de amor y fe vestido, Mas tú, Grecia, concorde a la esperanza
con celestial aliento confiaban. egipcia y gloria de su confianza,
Sus manos a la guerra compusiste, triste, que a ella pareces, no temiendo
y sus brazos fortísimos pusiste, a Dios y a tu remedio no atendiendo.
como arco acerado, y, con la espada, ¿Por qué, ingrata, tus hijas adonaste
vibraste en su favor la diestra armada. en adulterio infame a una impía gente,
Turbáronse los grandes, los robustos que desea profanar tus frutos,
rindiéronse temblando y desmayaron; y con ojos enjutos
y tú entregaste, Dios, como la rueda, sus odiosos pasos imitaste,
como la arista queda su aborrecida vida y mal presente?
al ímpetu del viento, a estos injustos, Dios vengará sus iras en tu muerte,
que mil huyendo de uno se pasmaron. que llega a tu cerviz con diestra fuerte
Cual fuego abrasa selvas, cuya llama la aguda espada suya; ¿quién, cuitada,
en las espesas cumbres se derrama, reprimirá su mano desatada?
tal en tu ira y tempestad seguiste Mas tú, fuerza del mar, tú, excelsa Tiro,
y su faz de ignominia convertiste. que en tus naves estabas gloriosa,
Quebrantaste al cruel dragón, cortando y el término espantabas de la tierra,
las alas de su cuerpo temerosas y si hacías guerra,
y sus brazos terribles no vencidos, de temor la cubrías con suspiro,
que con hondos gemidos ¿cómo acabaste, fiera y orgullosa?
se retira a su cueva, do silbando ¿Quién pensó a tu cabeza daño tanto?
tiembla con sus culebras venenosas, Dios, para convertir tu gloria en llanto
lleno de miedo torpe sus entrañas, y derribar tus ínclitos y fuertes,
de tu león temiendo" las hazañas; te hizo perecer con tantas muertes.
que, saliendo de España, dio un rugido Llorad, naves del mar, que es destruida
que lo dexó asombrado y aturdido. vuestra vana soberbia y pensamiento.
Hoy se vieron los ojos humillados ¿Quién ya tendrá de ti lástima alguna,
del sublime varón y su grandeza, tú, que sigues la luna,

108 109
Asia adúltera, en vicios sumergida? desde el áfrico Atlante y seno ardiente
¿Quién mostrará un liviano sentimiento? hasta do la mar de otro color se viste,
¿Quién rogará por ti? Que a Dios enciende y do el límite rojo del Oriente
tu ira y la arrogancia que le ofende, y todas sus vencidas gentes fieras
ven tremolar de Cristo las banderas.
y tus viejos delitos y mudanza ¡Ay de los que pasaron, confiados
han vuelto contra ti a pedir venganza. en sus caballos y en la muchedumbre
Los que vieron tus brazos quebrantados de sus carros, en ti, Libia desierta,
y de tus pinos ir el mar desnudo, y en su vigor y fuerzas engañados,
que sus ondas turbaron y llanura, no alzaron su esperanza a aquella cumbre
viendo tu muerte oscura, de eterna luz, mas con soberbia cierta
dirán, de tus estragos espantados: se ofrecieron la incierta
¿Quién contra la espantosa tanto pudo? victoria, y sin volver a Dios sus ojos,
El Señor, que mostró su fuerte mano con yerto cuello y corazón ufano
por la fe de su príncipe cristiano sólo atendieron siempre a los despojos!
y por el nombre santo de su gloria, Y el Santo de Israel abrió su mano,
a su España concede esta victoria. y los dexó, y cayó en despeñadero
Bendita, Señor, sea tu grandeza, el carro, y el caballo y caballero.
que, después de los daños padecidos, Vino el día cruel, el día lleno
después de nuestras culpas y castigo, de indinación, de ira y furor, que puso
rompiste al enemigo en soledad y en un profundo llanto,
de la antigua soberbia la dureza. de gente y de placer el reino ajeno.
Adórente, Señor, tus escogidos, El cielo no alumbró, quedó confuso
confiese cuanto cerca el ancho cielo el nuevo sol, presagio de mal tanto,
tu nombre, ¡oh nuestro Dios, nuestro consuelo! y con terrible espanto
Y la cerviz rebelde, condenada, el Señor visitó sobre sus males
perezca en bravas llamas abrasada. para humillar los fuertes arrogantes,
y levantó los bárbaros no iguales,
que con osados pechos y constantes
no busquen oro, mas con hierro airado
la ofensa venguen y el error culpado.
POR LA PERDIDA DEL REY DON SEBASTIAN Los impíos y robustos, indignados,
las ardientes espadas desnudaron
sobre la claridad y la hermosura
Voz de dolor y canto de gemido de tu gloria y valor, y no cansados
y espíritu de miedo, envuelto en ira, en tu muerte, tu honor todo afearon,
hagan principio acerbo a la memoria mezquina Lusitania sin ventura;
y con frente segura
de aquel día fatal, aborrecido, rompieron sin temor con fiero estrago
que Lusitania mísera suspira, tus armadas escuadras y braveza.
desnuda de valor, falta de gloria; La arena se tornó sangriento lago,
y la llorosa historia la llanura con muertos, aspereza;
asombre con horror funesto y triste
110 111
cayó en unos vigor, cayó denuedo; murió el vencido reino lusitano,
mas en otros desmayo y torpe miedo. y se acabó su generosa gloria,
¿Son éstos, por ventura, los famosos, no estés alegre y de ufanía llena,
los fuertes, los belígeros varones porque tu temerosa y flaca mano
que conturbaron con furor la tierra, hubo sin esperanza tal victoria,
que sacudieron reinos poderosos, indina de memoria;
que domaron las hórridas naciones, que si el justo dolor mueve a venganza
que pusieron desierto en cruda guerra alguna vez el español coraje,
cuanto el mar Indo encierra, despedazada con aguda lanza,
y soberbias ciudades destruyeron? compensarás muriendo el hecho ultraje;
¿Dó el corazón seguro y la osadía? y Luco amedrentado, al mar inmenso
¿Cómo así se acabaron, y perdieron pagará de africana sangre el censo.
tanto heroico valor en sólo un día
y, lejos de su patria derribados,
no fueron justamente sepultados?
Tales ya fueron éstos, cual hermoso
cedro del alto Líbano, vestido
de ramos, hojas, con excelsa alteza;
las aguas lo criaron poderoso
sobre empinados árboles crecido,
y se multiplicaron en grandeza SAN JUAN DE LA CRUZ
sus ramas con belleza;
y extendiendo su sombra, se anidaron (1542-1591)
las aves que sustenta el grande cielo
y en sus hojas las fieras engendraron,
y hizo a mucha gente umbroso velo; CÁNTICO ESPIRITUAL ENTRE EL ALMA
no igualó en celsitud y en hermosura Y CRISTO SU ESPOSO
jamás árbol alguno a su figura.
Pero elevóse con su verde cima
y sublimó la presunción su pecho, ESPOSA
desvanecido todo y confiado,
haciendo de su alteza sólo estima. ¿A dónde te escondiste,
Por eso Dios lo derribó deshecho, Amado, y me dejaste con gemido?
a los impíos y ajenos entregado, Como el ciervo huíste,
por la raíz cortado, habiéndome herido;
que opreso de los montes arrojados, salí tras ti clamando, y eras ido.
sin ramas y sin hojas y desnudo, Pastores, los que fuerdes
huyeron del los hombres, espantados,
que su sombra tuvieron por escudo; allá por las majadas al otero,
en su ruina y sus ramas cuantas fueron si por ventura vierdes
las aves y las fieras se pusieron. aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Tú, infanda Libia, en cuya seca arena Buscando mis amores
112 113
iré por esos montes y riberas, ¿por qué así lo dexaste
ni cogeré las flores y no tomas el robo que robaste?
ni temeré las fieras, Apaga mis enojos,
y pasaré los fuertes y fronteras. pues que ninguno basta a deshacellos,
¡Oh bosques y espesuras, y véante mis ojos,
plantados por la mano del Amado, pues eres lumbre dellos
oh prado de verduras, y sólo para Ti quiero tenellos.
de flores esmaltado, Descubre tu presencia
decid si por vosotros ha pasado! y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.
RESPUESTA DE LAS CRIATURAS ¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
Mil gracias derramando formases de repente
pasó por estos sotos con presura, los ojos deseados
y, yéndolos mirando, que tengo en mis entrañas dibujados!
con sola su figura Apártalos, Amado,
vestidos los dexó de su hermosura. que voy de vuelo.

ESPOSO
ESPOSA
Vuélvete, paloma,
¡Ay, quién podrá sanarme! que el ciervo vulnerado
Acaba de entregarte ya de vero, por el otero asoma,
no quieras enviarme al aire de tu vuelo, y fresco toma.
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.
Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo, ESPOSA
y todos más me llagan
y déxame muriendo Mi Amado, las montañas,
un no sé qué que quedan balbuciendo. los valles solitarios nemorosos,
Mas ¿cómo perseveras, la ínsulas extrañas,
oh vida, no viviendo donde vives los ríos sonorosos,
y haciendo porque mueras el silbo de los aires amorosos.
las flechas que recibes La noche sosegada,
de lo que del Amado en ti concibes? en par de los levantes de la aurora,
¿Por qué, pues has llagado la música callada,
a aqueste corazón, no lo sanaste? la soledad sonora,
Y pues me lo has robado, la cena, que recrea y enamora.

114 115
Cazadnos las raposas, y fuiste reparada
que está ya florecida nuestra viña, donde tu madre fuera violada.
en tanto que de rosas
hacemos una pina,
y no parezca nadie en la montiña.
Detente, Cierzo muerto; ESPOSA
ven, Austro que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto Nuestro lecho florido,
y corran tus olores, de cuevas de leones enlazado,
y pacerá el Amado entre las flores. en púrpura tendido,
Oh ninfas de Judea, de paz edificado,
en tanto que en las flores y rosales de mil escudos de oro coronado.
el ámbar perfumea, A zaga de tu huella
mora en los arrabales, los jóvenes discurren el camino,
y no queráis tocar nuestros umbrales. al toque de centella,
Escóndete, Carillo, al adobado vino,
y mira con tu haz a las montañas, emisiones de bálsamo divino.
y no quieras decillo; En la interior bodega
mas mira las compañas de mi Amado bebí, y cuando salía
de la que va por ínsulas extrañas. por toda aquesta vega
ya cosa no sabía
y el ganado perdí que antes seguía.
ESPOSO Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
A las aves ligeras, y yo le di de hecho
leones, ciervos, gamos saltadores, a mí, sin dejar cosa,
montes, valles, riberas, allí le prometí de ser su esposa.
aguas, aires, ardores, Mi alma se ha empleado
y miedos de las noches veladores, y todo mi caudal en su servicio.
por las amenas liras Ya no guardo ganado
y canto de serenas os conjuro ni ya tengo otro oficio,
que cesen vuestras iras que ya sólo en amar es mi exercicio.
y no toquéis al muro, Pues ya si en el exido
porque la Esposa duerma más seguro. de hoy más no fuere vista ni hallada,
Entrádose ha la Esposa diréis que me he perdido,
en el ameno huerto deseado, que andando enamorada
y a su sabor reposa, me hice perdidiza, y fui ganada.
el cuello reclinado De flores y esmeraldas
sobre los dulces brazos del Amado. en las frescas mañanas escogidas
Debajo del manzano, haremos las guirnaldas,
allí conmigo fuiste desposada, en tu amor florecidas
allí te di la mano, y en un cabello mío entretejidas.
116 117
En solo aquel cabello, y allí nos entraremos
que en mi cuello volar consideraste, y el mosto de granadas gustaremos.
mirástele en mi cuello Allí me mostrarías
y en él preso quedaste, aquello que mi alma pretendía,
y en uno de mis ojos te llagaste. y luego me darías
Cuando tú me mirabas allí tú, vida mía,
su gracia en mí tus ojos imprimían, aquello que me diste el otro día.
por eso me adamabas El aspirar del aire,
y en eso merecían el canto de la dulce filomena,
los míos adorar lo que en ti vían. el soto y su donaire,
No quieras despreciarme, en la noche serena,
que si color moreno en mí hallaste, con llama que consume y no da pena.
ya bien puedes mirarme Que nadie lo miraba,
después que me miraste, Aminadab tampoco parecía,
que gracia y hermosura en mí dexaste. y el cerco sosegaba,
y la caballería,
a vista de las aguas descendía.
ESPOSO

La blanca palomica
al Arca con el ramo se ha tornado, CANCIONES DEL ALMA
y ya la tortolica
al socio deseado
en las riberas verdes ha hallado. En una noche escura
En soledad vivía, con ansias en amores inflamada,
y en soledad ha puesto ya su nido, ¡oh dichosa ventura!,
y en soledad la guía salí sin ser notada,
a solas su querido, estando ya mi casa sosegada.
también en soledad de amor herido. A escuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
ESPOSA a escuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
Gocémonos, Amado, En la noche dichosa,
y vamonos a ver en tu hermosura en secreto, que nadie me veía
al monte y al collado, ni yo miraba cosa,
do mana el agua pura; sin otra luz ni guía,
entremos más adentro en la espesura. sino la que en el corazón ardía.
Y luego, a las subidas Aquesta me guiaba
cavernas de las piedras nos iremos, más cierto que la luz de mediodía,
que están bien escondidas, adonde me esperaba
118 119
quien yo bien me sabía, ¡Oh lámparas de fuego
en parte donde nadie parecía. en cuyos resplandores
¡Oh noche, que guiaste, las profundas cavernas del sentido,
oh noche amable más que el alborada, que estaba oscuro y ciego,
oh noche, que juntaste con extraños primores
Amado con amada, calor y luz dan juntos a su querido!
amada en el Amado transformada! ¡Cuan manso y amoroso
En mi pecho florido, recuerdas en mi seno
que entero para él sólo se guardaba, donde secretamente solo moras:
allí quedó dormido, y en tu aspirar sabroso,
y yo le regalaba, de bien y gloria lleno,
y el ventalle de cedros aire daba. cuan delicadamente me enamoras!
El aire de la almena,
cuando ya sus cabellos esparcía,
con su mano serena,
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quédeme y olvídeme, ÉNTREME DONDE NO SUPE
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y déjeme,
dejando mi cuidado Éntreme donde no supe,
entre las azucenas olvidado. y quédeme no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.
Yo no supe donde entraba,
porque, cuando allí me vi,
sin saber donde me estaba,
grandes cosas entendí;
LLAMA DE AMOR VIVA no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.
¡Oh llama de amor viva De paz y de piedad,
que tiernamente hieres era la sciencia perfeta,
de mi alma en el más profundo centro! en profunda soledad,
Pues ya no eres esquiva, entendida vía reta;
acaba ya si quieres, era cosa tan secreta,
rompe la tela de este dulce encuentro. que me quedé balbuciendo,
¡Oh cauterio suave! toda sciencia trascendiendo.
¡Oh regalada llaga! Estaba tan embebido,
¡Oh mano blanda! Oh toque delicado tan absorto y ajenado,
que a vida eterna sabe que se quedó mi sentido
y toda deuda paga! de todo sentir privado;
Matando, muerte en vida la has trocado. y el espíritu dotado
120 121
de un entender no entendiendo, TRAS DE UN AMOROSO LANCE
toda sciencia trascendiendo.
Cuanto más alto se sube
tanto menos entendía Tras de un amoroso lance
que es la tenebrosa nube y no de esperanza falto,
que a la noche esclarecía; volé tan alto, tan alto,
por eso quien lo sabía que le di a la caza alcance.
queda siempre no sabiendo, Para que yo alcance diese
toda sciencia trascendiendo. a aqueste lance divino
El que allí llega de vero tanto volar me convino
de sí mismo desfallesce; que de vista me perdiese;
cuanto sabía primero y con todo, en este trance,
mucho bajo le paresce; en el vuelo quedé falto,
y su sciencia tanto cresce, mas el amor fue tan alto
que se queda no sabiendo, que le di a la caza alcance.
toda sciencia trascendiendo. Cuando más alto subía
Este no saber sabiendo deslumbróseme la vista
es de tan alto poder, y la más fuerte conquista
que los sabios arguyendo en oscuro se hacía;
jamás lo pueden vencer, mas, por ser de amor el lance,
que no llega su saber di un ciego y oscuro salto,
a no entender entendiendo, y fui tan alto, tan alto,
toda sciencia trascendiendo. que le di a la caza alcance.
Y es de tan alta excelencia Cuanto más alto llegaba
aqueste sumo saber, de este lance tan subido,
que no hay facultad ni sciencia tanto más bajo y rendido
que le puedan emprender; y abatido me hallaba;
quien se supiere vencer dije: «No habrá quien alcance»;
con un no saber sabiendo, y abatíme tanto, tanto,
irá siempre trascendiendo. que fui tan alto, tan alto,
Y si lo queréis oír que le di a la caza alcance.
consiste esta suma sciencia Por una extraña manera
en un subido sentir mil vuelos pasé de un vuelo,
de la divinal Esencia. porque esperanza de cielo
Es obra de su clemencia tanto alcanza cuanto espera;
hacer quedar no entendiendo, esperé sólo este lance
toda sciencia trascendiendo. y en esperar no fui falto,
pues fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

122 123
SIN ARRIMO Y CON ARRIMO Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.
Sin arrimo y con arrimo En esta noche oscura de esta vida
sin luz y a oscuras viviendo, que bien sé yo por fe la fonte frida,
todo me voy consumiendo. aunque es de noche.
Mi alma está desasida Su origen no lo sé, pues no le tiene;
de toda cosa criada, mas sé que todo origen de ella viene,
y sobre sí levantada, aunque es de noche.
y en una sabrosa vida, Sé que no puede ser cosa tan bella,
sólo en su Dios arrimada. y que cielos y tierra beben de ella,
Por eso ya se dirá aunque es de noche.
la cosa que más estimo: Bien sé que suelo en ella no se halla,
que mi alma se ve ya y que ninguno puede vadealla,
sin arrimo y con arrimo. aunque es de noche.
Y aunque tinieblas padezco Su claridad nunca es oscurecida,
en esta vida mortal, y sé que toda luz de ella es venida,
no es tan crecido mi mal, aunque es de noche.
porque si de luz carezco Sé ser tan caudalosas sus corrientes,
tengo vida celestial; que infiernos, cielos riegan, y las gentes,
porque el amor da tal vida, aunque es de noche.
cuando más ciego va siendo, El corriente que nace de esta fuente
que tiene el alma rendida, bien sé que es tan capaz y omnipotente,
sin luz y a oscuras viviendo. aunque es de noche.
Hace tal obra el amor El corriente que de estas dos procede
después que le conocí, sé que ninguna de ellas le precede,
que, si hay bien o mal en mí, aunque es de noche.
todo lo hace de un sabor, Bien sé que tres en sola una agua viva
y el alma transforma en sí; residen, y que una de otra se deriva,
y así, en su llama sabrosa, aunque es de noche.
la cual en mí estoy sintiendo, Aquesta eterna fonte está escondida
apriesa, sin quedar cosa, en este vivo Pan por darnos vida,
todo me voy consumiendo. aunque es de noche.
Aquí se está llamando a las criaturas,
de esta agua se hartan, aunque a oscuras,
porque es de noche.
Aquesta viva fuente que deseo,
¡QUE BIEN SE YO LA FONTE...! en este Pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.

¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,


aunque es de noche!
125
124
ANÓNIMO ni el nombre de varón ha merecido,
ni subir al honor que pretendiere.
(Siglo XVI) El ánimo plebeyo y abatido
elija, en sus intentos temeroso,
primero estar suspenso que caído;
SONETO A JESÚS CRUCIFICADO que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.
No me mueve, mi Dios, para quererte Más triunfos, más coronas dio al prudente
el cielo que me tienes prometido, que supo retirarse, la fortuna,
ni me mueve el infierno tan temido que al que esperó obstinada y locamente.
para dejar por eso de ofenderte. Esta invasión terrible c importuna
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte de contrarios sucesos nos espera
clavado en una cruz y escarnecido, desde el primer sollozo de la cuna.
muéveme ver tu cuerpo tan herido, Dejémosla pasar como a la fiera
muévenme tus afrentas y tu muerte. corriente del gran Betis cuando airado
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, dilata hasta los montes su ribera.
que aunque no hubiera cielo, yo te amara, Aquél entre los héroes es contado,
y aunque no hubiera infierno, te temiera. que el premio mereció, no quien le alcanza
No me tienes que dar porque te quiera, por vanas consecuencias del estado.
pues aunque lo que espero no esperara, Peculio propio es ya de la privanza
lo mismo que te quiero te quisiera. cuanto de Astrea fue, cuando regía
con su temida espada y su balanza.
El oro, la maldad, la tiranía
del inicuo procede y pasa al bueno.
¿Qué espera la virtud o qué confía?
Ven y reposa en el materno seno
de la antigua Romúlea, cuyo clima
ANÓNIMO te será más humano y más sereno.
Adonde por lo menos, cuando oprima
(Siglo XVI) nuestro cuerpo la tierra, dirá alguno:
«Blanda le sea», al derramarla encima;
donde no dexarás la mesa ayuno
EPÍSTOLA MORAL A FABIO cuando te falte en ella el pecc raro
o cuando su pavón nos niegue Juno.
Busca, pues, el sosiego dulce y caro,
Fabio, las esperanzas cortesanas como en la oscura noche del Egeo
prisiones son do el ambicioso muere busca el piloto el eminente faro,
y donde al más astuto nacen canas. que si acortas y ciñes tu deseo
El que no las limare o las rompiere, dirás: «Lo que desprecio he conseguido,
que la opinión vulgar es devaneo.»
Más precia el ruiseñor su pobre nido
126 127
el otoño pasó con sus racimos,
de pluma y leves pajas, más sus quejas pasó el invierno con sus nieves cano;
en el bosque repuesto y escondido, las hojas que en las altas selvas vimos
que halagar lisonjero las orejas cayeron, ¡y nosotros a porfía
de algún príncipe insigne, aprisionado en nuestro engaño inmóviles vivimos!
en el metal de las doradas rejas. Temamos al Señor, que nos envía
Triste de aquel que vive destinado las espigas del año y la hartura
a esa antigua colonia de los vicios, y la temprana pluvia y la tardía.
augur de los semblantes del privado. No imitemos la tierra siempre dura
Cese el ansia y la sed de los oficios, a las aguas del cielo y al arado,
que acepta el don y burla del intento ni la vid cuyo fruto no madura.
el ídolo a quien haces sacrificios. ¿Piensas acaso tú que fue criado
Iguala con la vida el pensamiento, el varón para rayo de la guerra,
y no le pasarás de hoy a mañana, para surcar el piélago salado,
ni quizá de un momento a otro momento. para medir el orbe de la tierra
Casi no tienes ni una sombra vana y el cerco donde el sol siempre camina?
de nuestra antigua Itálica, ¿y esperas? ¡Oh, quien así lo entendiese cuánto yerra!
¡Oh error perpetuo de la suerte humana! Esta nuestra porción, alta y divina,
Las enseñas grecianas, ías banderas a mayores acciones es llamada
del senado y romana monarquía y en más nobles objetos se termina.
murieron, y pasaron sus carreras. Así aquella que al hombre sólo es dada,
¿Qué es nuestra vida más que breve día sacra razón y pura, me despierta,
do apenas sale el sol cuando se pierde de esplendor y de rayos coronada;
en las tinieblas de la noche fría? y en la fría región dura y desierta
¿Qué más que el heno, a la mañana verde, de aqueste pecho enciende nueva llama,
seco a la tarde? ¡Oh ciego desvarío! y la luz vuelve a arder, que estaba muerta.
¿Será que deste sueño me recuerde? Quiero, Fabio, seguir a quien me llama,
¿Será que pueda ver que me desvío y callado pasar entre la gente,
de la vida viviendo, y que está unida que no afecto los nombres ni la fama.
la cauta muerte al simple vivir mío? El soberbio tirano del Oriente,
Como los ríos, que en veloz corrida que maciza las torres de cien codos
se llevan a la mar, tal soy llevado del candido metal puro y luciente,
al último suspiro de mi vida. apenas puede ya comprar los modos
De la pasada edad, ¿qué me ha quedado? del pecar; la virtud es más barata,
¿O qué tengo yo, a dicha, en la que espero ella consigo mesma ruega a todos.
sin ninguna noticia de mi hado? ¡Pobre de aquel que corre y se dilata
¡Oh, si acabase, viendo como muero, por cuantos son los climas y los mares,
de aprender a morir antes que llegue perseguidor del oro y de la plata!
aquel forzoso término postrero; Un ángulo me basta entre mis lares,
antes que aquesta mies inútil siegue un libro y un amigo, un sueño breve,
de la severa muerte dura mano, que no perturben deudas ni pesares.
y a la común materia se la entregue! Esto tan solamente es cuanto debe
Pasáronse las flores del verano,
129
128
Naturaleza al simple y al discreto, un estilo común y moderado,
y algún manjar común, honesto y leve. que no lo note nadie que lo vea.
No, porque así te escribo, hagas conceto En el plebeyo barro mal tostado
que pongo la virtud en ejercicio; hubo ya quien bebió tan ambicioso
que aun esto fue difícil a Epicteto. como en el vaso múrino preciado;
Basta al que empieza aborrecer el vicio y alguno tan ilustre y generoso
y el ánimo enseñar a ser modesto; que usó, como si fuera plata neta,
después le será el ciclo más propicio. del cristal transparente y luminoso.
Despreciar el deleite no es supuesto Sin la templanza, ¿viste tú perfeta
de sólida virtud, que aun el vicioso alguna cosa? ¡Oh muerte!, ven callada,
en sí propio le nota de molesto. como sueles venir en la saeta,
Mas no podrás negarme cuan forzoso no en la tonante máquina preñada
este camino sea al alto asiento, de fuego y de rumor, que no es mi puerta
morada de la paz y del reposo. de doblados metales fabricada.
No sazona la fruta en un momento Así, Fabio, me muestra descubierta
aquella inteligencia que mensura su esencia la verdad, y mi albedrío
la duración de todo su talento. con ella se compone y se concierta.
Flor la vimos primero hermosa y pura, No te burles de ver cuánto confío,
luego inaLeria acerba y desabrida, ni al arte de decir, vana y pomposa,
y perfecta después, dulce y madura; el ardor atribuyas de este brío.
tal la humana prudencia es bien que mida ¿Es, por ventura, menos poderosa
y dispense y comparta las acciones que el vicio la virtud? ¿Es menos fuerte?
que han de ser compañeras de la vida. No la arguyas de flaca y temerosa.
No quiera Dios que imite estos varones La codicia en las manos de la suerte
que moran nuestras plazas macilentos, se arroja al mar, la ira a las espadas,
de la virtud infames histriones; y la ambición se ríe de la muerte.
esos inmundos, trágicos, atentos ¿Y no serán siquiera tan osadas
al aplauso común, cuyas entrañas las opuestas acciones si las miro
son infaustos y oscuros monumentos. de más ilustres genios ayudadas?
¡Cuan callada que pasa las montañas Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
el aura, respirando mansamente! de cuanto simple ame; rompí los lazos.
¡Qué gárrula y sonante por las cañas! Ven y verás al alto fin que aspiro
¡Qué muda la virtud por el prudente! antes que el tiempo muera en nuestros brazos.
¡Qué redundante y llena de ruido
por el vano, ambicioso y aparente!
Quiero imitar al pueblo en el vestido,
en las costumbres sólo a los mejores,
sin presumir de roto y mal ceñido.
No resplandezca el oro y los colores
en nuestro traje, ni tampoco sea
igual al de los dóricos cantores.
Una mediana vida yo posea,
130 131
y aunque más placer te sea,
huye del mar, Galatea,
como estás de Licio huyendo.
Deja ahora de jugar,
GASPAR GIL POLO que me es dolor importuno;
no me hagas más penar,
(t 1591) que en verte cerca del mar
tengo celos de Neptuno.
CANCIÓN Causa mi triste cuidado
que a mi pensamiento crea;
En el campo venturoso porque ya está averiguado
donde cou clara corriente que si no es tu enamorado
Guadalaviar hermoso, lo será cuando te vea.
dejando el suelo abundoso, Y está cierto, porque amor
da tributo al mar potente, sabe desde que me hirió
Galatea, desdeñosa que para pena mayor
del dolor que a Licio daña, me falta un competidor
iba alegre y bulliciosa más poderoso que yo.
por la ribera arenosa Deja la seca ribera
que el mar con sus ondas baña, do está el agua infructuosa;
entre la arena cogiendo guarda que no salga afuera
conchas y piedras pintadas, alguna marina fiera
muchos cantares diciendo enroscada y escamosa.
con el son del ronco estruendo Huye ya, y mira que siento
de las ondas alteradas. por ti dolores sobrados,
Junto al agua se ponía, porque con doble tormento
y las ondas aguardaba, celos me da tu contento;
y en verlas llegar huía; y tu peligro, cuidados.
pero a veces no podía En verte regocijada
y el blanco pie se mojaba. celos me hacen acordar
Licio, al cual en sufrimiento de Europa, ninfa preciada,
amador ninguno iguala, del toro blanco engañada
suspendió allí su tormento en la ribera del mar.
mientras miraba el contento Y el ordinario cuidado
de su pulida zagala. hace que piense contino
Mas cotejando su mal de aquel desdeñoso alnado,
con el gozo que ella había, orilla el mar arrastrado
el fatigado zagal visto aquel monstruo marino.
con voz amarga y mortal Mas no veo en ti temor
de esta manera decía: de congoja y pena tanta,
«Ninfa hermosa, no te vea que bien sé por mi dolor
jugar con el mar horrendo, que a quien no teme el amor

132 133
ningún peligro le espanta. amor le fuerza a cantarlos,
Guarte, pues, de un gran cuidado; yo haré que los pastores
que el vengativo Cupido, no digan cantos de amores,
viéndose menospreciado, porque huelgues de escucharlos.
lo que no hace de grado, Allí, por bosques y prados,
suele hacerlo de ofendido. podrás leer a todas horas,
Ven conmigo al bosque ameno, en mil robles señalados,
y al apacible sombrío los nombres más celebrados
de las ninfas y pastoras.
de olorosas flores lleno Mas seráte cosa triste
do en el día más sereno, ver tu nombre allí pintado,
no es enojoso el estío. en saber que escrita fuiste
Si el agua te es placentera, por el que siempre tuviste
hay allí fuente tan bella, de tu memoria borrado.
que para ser la primera Y aunque mucho estés airada
entre todas, sólo espera no creo yo que te asombre
que tú te laves en ella. tanto verte allí pintada,
En aqueste raso suelo como el ver que eres amada
a guardar tu hermosa cara del que allí escribió tu nombre.
no basta sombrero o velo,
que estando al abierto cielo No ser querida y amar
el sol morena te para. fuera triste desplacer;
mas ¿qué tormento o pesar
No escuches dulces concentos, te puede, Ninfa, causar
sino el espantoso estruendo ser querida y no querer?
con que los bravosos vientos Mas desprecia cuanto quieras
con soberbios movimientos a tu pastor, Galatea;
van las aguas revolviendo. sólo que en estas riberas
Y tras la fortuna fiera cerca de las ondas fieras
son las vistas más suaves con mis ojos no te vea.
ver llegar a la ribera ¿Qué pensamiento mejor
la destrozada madera orilla del mar hallarse
de las anegadas naves. que escuchar al ruiseñor,
Ven a la dulce floresta, coger la olorosa flor
do natura no fue escasa, y en clara fuente lavarse?
donde haciendo alegre fiesta Pluguiera a Dios que gozaras
la más calurosa siesta de nuestro campo y ribera,
con más deleite se pasa. y porque más lo preciaras,
Huye los soberbios mares; ojalá tú lo probaras
ven, verás cómo cantamos antes que yo lo dijera.
tan deliciosos cantares, Porque cuanto alabo aquí
que los más duros pesares de su crédito lo quito;
suspendemos y engañamos. pues el contentarme a mí
Y aunque quien pasa dolores
135
134
bastará para que a ti queda muerto tu amor, en vano dando
no te venga en apetito.» términos desdichados a tu suerte.
Licio mucho más le hablara Morirás en su seno, reclinando
y tenía más que hablalle, la beldad que la cruda mano esconde
si ella no se lo estorbara, delante de la nube de la muerte.
que con desdeñosa cara Que el paso duro y fuerte,
al triste dice que calle. ya forzoso y terrible,
Volvió a sus juegos la fiera no puede ser posible
y a sus llantos el pastor, que le excusen los cielos, permitiendo
y de la misma manera crudos astros que muera padeciendo
ella queda en la ribera las asechanzas de un montero crudo
y él en su mismo dolor. que te vino siguiendo
por los desiertos de este campo mudo.
Mas, ¡ay!, que no dilatas la inclemente
muerte, que en tu sangriento pecho llevas,
del crudo amor vencido y maltratado;
tú con el fatigado aliento pruebas
a rendir el espíritu doliente
en la corriente de este valle amado.
FRANCISCO DE LA TORRE Que el ciervo desangrado,
que contigo la vida
(1534-1594?) tuvo por bien perdida,
no fue tampoco de tu amor querido,
que habiendo tan cruelmente padecido
LA CIERVA quieras vivir sin él, cuando pudieras
librar el pecho herido
de crudas llagas y memorias fieras.
Doliente cierva, que el herido lado Cuando por la espesura de este prado
de ponzoñosa y cruda yerba lleno, como tórtolas solas y queridas
buscas el agua de la fuente pura, solos y acompañados anduvisteis;
con el cansado aliento que en el seno cuando de verde mirto y de floridas
bello de la corriente sangre hinchado, violetas, tierno acanto y lauro amado,
débil y decaída tu hermosura; vuestras frentes bellísimas ceñisteis;
¡ay!, que la mano dura cuando las horas tristes,
que tu nevado pecho ausentes y queridos,
ha puesto en tal estrecho, con mil mustios bramidos
gozosa va con tu desdicha cuando ensordecisteis la ribera umbrosa
cierva mortal, viviendo, estás penando del claro Tajo, rica y venturosa
tu desangrado y dulce compañero, con vuestro bien, con vuestro mal sentida
el regalado y blando cuya muerte penosa
pecho pasado de veloz montero. no deja rastro de contenta vida.
Vuelve, cuitada, vuelve al valle donde Agora el uno, cuerpo muerto lleno
136 137
de desden y de espanto, quien solía de su invencible gente.
ser ornamento de la selva umbrosa; Sólo quedan memorias funerales
tú, quebrantada y mustia, al agonía donde erraron ya sombras de alto ejemplo;
de la muerte rendida, el bello seno este llano fue plaza, allí fue templo;
agonizando, el alma congojosa; de todo apenas quedan las señales.
cuya muerte gloriosa, Del gimnasio y las termas regaladas
en los ojos de aquellos leves vuelan cenizas desdichadas;
cuyos despojos bellos las torres que desprecio al aire fueron
son victorias del crudo amor furioso, a su gran pesadumbre se rindieron.
martirio fue de amor, triunfo glorioso Este despedazado anfiteatro,
con que corona y premia dos amantes impío honor de los dioses, cuya afrenta
que del siempre rabioso publica el amarillo jaramago,
trance mortal salieron muy triunfantes. ya reducido a trágico teatro,
Canción, fábula un tiempo, y caso agora, ¡oh fábula del tiempo, representa
de una cierva doliente, que la dura cuánta fue su grandeza y es su estrago!
flecha del cazador dejó sin vida, ¿Cómo en el cerco vagó
errad por la espesura de su desierta arena
del monte que de gloria tan perdida el gran pueblo no suena?
no hay sino lamentar su desventura. ¿Dónde, pues ñeras hay, está el desnudo
luchador? ¿Dónde está el atleta fuerte?
Todo despareció, cambió la suerte
voces alegres en silencio mudo;
mas aun el tiempo da en estos despojos
espectáculos fieros a los ojos,
y miran tan confusos lo presente,
que voces de dolor el alma siente.
RODRIGO CARO Aquí nació aquel rayo de la guerra,
gran padre de la patria, honor de España,
(1573-1647) pío, felice, triunfador Trajano,
ante quien muda se postró la tierra
que ve del sol la cuna y la que baña
A LAS RUINAS DE ITÁLICA el mar, también vencido, gaditano.
Aquí de Elio Adriano,
de Teodosio divino,
Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora de Silo peregrino,
campos de soledad, mustio collado, rodaron de marfil y oro las cunas;
fueron un tiempo Itálica famosa. aquí, ya de laurel, ya de jazmines,
Aquí de Cipión la vencedora coronados los vieron los jardines,
colonia fue; por tierra derribado que ahora son zarzales y lagunas.
yace el temido honor de la espantosa La casa para el César fabricada
muralla, y lastimosa ¡ay!, yace de lagartos vil morada;
reliquia es solamente casas, jardines, cesares murieron,
138 139
y aun las piedras que de ellos se escribieron. usura a tierno llanto,
Fabio, si tú no lloras, pon atenta que vea el cuerpo santo
la vista en luengas calles destruidas; de Geroncio, tu mártir y prelado.
mira mármoles y arcos destrozados, Muestra de su sepulcro algunas señas,
mira estatuas soberbias que violenta y cavaré con lágrimas las peñas
Némesis derribó, yacer tendidas, que ocultan su sarcófago sagrado;
y ya en alto silencio sepultados pero mal pido el único consuelo
sus dueños celebrados. de todo el bien que airado quitó el cielo.
Así a Troya figuro, Goza en las tuyas sus reliquias bellas
así a su antiguo muro, para envidia del mundo y sus estrellas.
y a ti, Roma, a quien queda el nombre apenas,
¡oh patria de los dioses y los reyes!
Y a ti, a quien no valieron justas leyes,
fábrica de Minerva, sabia Atenas,
emulación ayer de las edades,
hoy cenizas, hoy vastas soledades,
que no os respetó el hado, no la muerte,
¡ay!, ni por sabia a ti, ni a ti por fuerte.
Mas ¿para qué la mente se derrama
en buscar al dolor nuevo argumento?
Basta ejemplo menor, basta el presente,
que aún se ve el humo aquí, se ve la llama,
aun se oyen llantos hoy, hoy ronco acento;
tal genio o religión fuerza la mente
de la vecina gente,
que refiere admirada
que en la noche callada
una voz triste se oye que llorando,
«Cayó Itálica», dice, y lastimosa,
eco reclama «Itálica» en la hojosa
selva que se le opone, resonando
«Itálica», y el claro nombre oído
de Itálica, renuevan el gemido
mil sombras nobles de su gran ruina:
¡tanto aún la plebe a sentimiento inclina!
Esta corta piedad que, agradecido
huésped, a tus sagrados manes debo,
les do y consagro, Itálica famosa.
Tú, sí lloroso don han admitido
las ingratas cenizas, de que llevo
dulce noticia asaz, si lastimosa,
permíteme, piadosa
140
SIGLO DE ORO
(Siglo XVII)
MIGUEL DE CERVANTES
(1547-1616)

OVILLEJOS

¿Quién menoscaba mis bienes?


¡Desdenes!
¿Y quien aumenta mis duelos?
¡Los celos!
¿Y quién prueba mi paciencia?
¡Ausencia!
De este modo en mi dolencia
ningún remedio me alcanza,
pues me matan la esperanza,
desdenes, celos y ausencia.
¿Quién me causa este dolor?
¡Amor!
¿Y quién mi gloria repuna?
¡Fortuna!
¿Y quién consiente mi duelo?
¡El cielo!
De este modo yo recelo
morir deste mal extraño,
pues se aunan en mi daño
amor, fortuna y el cielo.
¿Quién mejorará mi suerte?
¡La muerte!
Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?
¡Mudanza!
Y sus males, ¿quién los cura?
145
¡Locura! Pero mi suerte, de quien
jamás espero algún bien,
De este modo no es cordura con el cielo ha estatuido,
querer curar la pasión, que, pues lo imposible pido,
cuando los remedios son lo posible aún no me den.
muerte, mudanza y locura.

DIALOGO ENTRE BABIECA Y ROCINANTE


AL TÚMULO DEL REY FELIPE II EN SEVILLA
«¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?»
«Porque nunca se come, y se trabaja.»
Voto a Dios que me espanta esta grandeza «Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?»
y que diera un doblón por describí lia, «No me deja mi amo ni un bocado.»
porque ¿a quién no sorprende y maravilla «Anda, señor, que estáis muy mal criado,
esta máquina insigne, esta riqueza? pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.»
Por Jesucristo vivo, cada pieza «Asno se es de la cuna a la mortaja.
vale más de un millón, y que es mancilla ¿Qucréislo ver? Miradlo enamorado.»
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!, «¿Es necedad amar?» «No es gran prudencia.»
Roma triunfante en ánimo y nobleza. «Metafísico estáis.» «Es que no como.»
Apostaré que el ánima del muerto «Quejaos del escudero.» «No es bastante.
por gozar este sitio hoy ha dejado ¿Cómo me he de quejar, en mi dolencia,
la gloria donde vive eternamente. si el amo y escudero o mayordomo
Esto oyó un valentón y dijo: «Es cierto son tan rocines como Rocinante?»
cuanto dice voacé, seor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente.»
Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

LUIS DE GONGORA
(1561-1627)
BUSCO EN LA MUERTE LA VIDA
ANGÉLICA Y M E D O R O
Busco en la muerte la vida,
salud en la enfermedad, En un pastoral albergue
en la prisión libertad, que la guerra entre unos robles
en lo cerrado salida lo dexó por escondido
y en el traidor lealtad.
147
146
o lo perdonó por pobre; cuando el cielo la socorre
do la paz viste pellieo de un villano en una yegua
y conduce entre pastores que iba penetrando el bosque.
ovejas del monte al llano Enfrénanle de la bella
y cabras del llano al monte, las tristes piadosas voces,
mal herido y bien curado, que los firmes troncos mueven
se alberga un dichoso joven, y las sordas piedras oyen;
que sin clavarle Amor flecha y la que mejor se halla
le coronó de favores. en las selvas que en la corte,
Las venas con poca sangre, simple bondad, al pío ruego
los ojos con mucha noche, cortésmente corresponde.
lo halló en el campo aquella Humilde se apea el villano
vida y muerte de los hombres. y sobre la yegua pone
Del palafrén se derriba, un cuerpo con poca sangre,
no porque al moro conoce, pero con dos corazones.
sino por ver que la yerba A su cabana los guía,
tanta sangre paga en flores. que el sol deja su horizonte
Limpíale el rostro, y la mano y el humo de su cabana
siente al Amor que se esconde le va sirviendo de norte.
tras las rosas, que la muerte Llegaron temprano a ella
va violando sus colores. do una labradora acoge
Escondióse tras las rosas, un mal vivo con dos almas,
porque labren sus arpones una ciega con dos soles.
el diamante del Catay Blando heno en vez de pluma
con aquella sangre noble. para lecho les compone,
Ya le regala los ojos, que será tálamo luego
ya le entra, sin ver por dónde, do el garzón sus dichas logre.
una piedad mal nacida Las manos, pues, cuyos dedos
entre dulces escorpiones. desta vida fueron dioses,
Ya es herido el pedernal, restituyen a Medoro
ya despide el primer golpe salud nueva, fuerzas dobles,
centellas de agua, ¡oh piedad!, y le entregan, cuando menos,
hija de padres traidores. su beldad y un reino en dote,
Yerbas le aplica a sus llagas, segunda envidia de Marte,
que si no sanan entonces primera dicha de Adonis.
en virtud de tales manos Corona un lascivo enjambre
lisonjean los dolores. de cupidillos menores
Amor le ofrece su venda, la choza; bien como abejas,
mas ella sus velos rompe hueco tronco de alcornoque.
para ligar sus heridas; ¡Qué de nudos le está dando
los rayos del sol perdonen. a un áspid la envidia torpe,
Los últimos nudos daba contando de las palomas
148 Í49
los arrullos gemidores! contestes destos amores,
¡Qué bien la destierra Amor, el cielo os guarde, si puede,
haciendo la cuerda azote, de las locuras del conde.
porque el caso no se infame
y el lugar no se inficione!
Todo es gala el africano,
su vestido espira olores,
el lunado arco suspende ROMANCE
y el corvo alfange depone.
Tórtolas enamoradas
son sus roncos atambores Servía en Oran al rey
y los volantes de Venus un español con dos lanzas,
sus bien seguidos pendones. y con el alma y la vida
Desnuda el pecho anda ella; a una gallarda africana,
vuela el cabello sin orden; tan noble como hermosa,
si lo abrocha, es con claveles, tan amante como amada,
con jazmines si lo coge. con quien estaba una noche
El pie calza en lazos de oro cuando tocaron al arma.
porque la nieve se goce, Trescientos Zenetes eran
y no se vaya por pies deste rebato la causa,
la hermosura del orbe. que los rayos de la luna
Todo sirve a los amantes, descubrieron las adargas;
plumas les baten veloces, las adargas avisaron
airecillos lisonjeros, a las mudas atalayas,
si no son murmuradores. las atalayas los fuegos,
Los campos les dan alfombras, los fuegos a las campanas;
los árboles pabellones, y ellas al enamorado,
la apacible fuente sueño, que en los brazos de su dama
música los ruiseñores. oyó el militar estruendo
Los troncos les dan cortezas de las trompas y las cajas.
en que se guarden sus nombres Espuelas de honor le pican
mejor que en tablas de mármol y freno de amor le para;
o que en láminas de bronce. no salir es cobardía,
No hay verde fresno sin letra, ingratitud es dejalla.
ni blanco chopo sin mote; Del cuello pendiente ella,
si un valle Angélica suena, viéndole tomar la espada,
otro Angélica responde. con lágrimas y suspiros
Cuevas do el silencio apenas íe dice aquestas palabras:
deja que sombras las moren, «Salid al campo, señor;
profanan con sus abrazos bañen mis ojos la cama
a pesar de sus horrores. que ella me será también,
Choza, pues, tálamo y lecho, sin vos, campo de batalla.
150 151
Vestios, salid apriesa, de cuatro espuelas herido,
que el general os aguarda; que cuatro vientos lo mueven.
yo os hago a vos mucha sobra Triste camina el alarbe,
y vos a él mucha falta. y lo más bajo que puede
Bien podéis salir desnudo, ardientes suspiros lanza
pues mi llanto no os ablanda, y amargas lágrimas vierte.
que tenéis de acero el pecho Admirado el español
y no habéis menester armas.» de ver cada vez que vuelve
Viendo el español brioso que tan tiernamente llore
cuánto le detiene y habla, quien tan duramente hiere,
le dice así: «Mi señora con razones le pregunta
tan dulce como enojada, comedidas y corteses
porque con honra y amor de sus suspiros la causa,
yo me quede, cumpla y vaya; si la causa lo consiente.
vaya a los moros el cuerpo, El cautivo, como tal,
y quede con vos el alma. sin excusarlo, obedece,
Concededme, dueña mía, y a su piadosa demanda
licencia para que salga satisface desta suerte:
al rebato en vuestro nombre, «Valiente eres, capitán,
y en vuestro nombre combata.» y cortés como valiente,
por tu espada y por tu trato
me has cautivado dos veces.
Preguntado me has la causa
de mis suspiros ardientes,
y débote la respuesta
ENTRE LOS SUELTOS CABALLOS. por quien soy y por quien eres.
Yo nací en Gelves el año
que os perdisteis en los Gelves,
Entre los sueltos caballos de una berberisca noble
de los vencidos Zenetes, y de un turco matasiete.
que por el campo buscaban, En Tremecén me crié
entre lo rojo lo verde, con mi madre y mis parientes
aquel español de Oran después que murió mi padre,
un suelto caballo prende, corsario de tres bajeles.
por sus relinchos lozano Junto a mi casa vivía,
y por sus cernejas fuerte porque más cerca muriese,
para que lo lleve a él una dama de lina i e
y a un moro cautivo lleve, de los nobles Melioneses:
que es uno que ha cautivado, Extremo de las hermosas,
capitán de cien Zenetes. cuando no de las crueles,
En el ligero caballo hija al fin destas arenas
suben ambos, y él parece, engendradoras de sierpes.

152 153
Era tal su hermosura, que me pedirán por robo
que se hallaran claveles lo que entendí que era suerte.
más ciertos en sus dos labios Y no quiero por rescate
que en los dos floridos meses. que tu dama me presente
Cada vez que la miraba ni las alfombras más finas
salía el sol por su frente, ni las granas más alegres.
de tantos rayos vestido Anda con Dios, sufre y ama
cuantos cabellos contiene. y vivirás si lo hicieres,
Juntos así nos criamos, con tal que cuando la veas
y Amor en nuestras niñeces pido que de mí te acuerdes.»
hirió nuestros corazones Apeóse del caballo,
con arpones diferentes. y el moro tras él desciende,
Labró el oro en mis entrañas y por el suelo postrado,
dulces lazos, tiernas redes, la boca a sus pies ofrece.
mientras el plomo en las suyas «Vivas mil años, le dice,
libertades y desdenes. noble capitán valiente,
Mas, ya la razón sujeta, que ganas más con librarme
con palabras me requiere que ganaste con prenderme.
que su crueldad perdone Alá se quede contigo
y de su beldad me acuerde; y te dé victoria siempre
y apenas vide trocada para que extiendas tu fama
la dureza desta sierpe, con hechos tan excelentes.»
cuando tú me cautivaste:
mira si es bien que lamente.
Esta, español, es la causa
que a llanto pudo moverme;
mira si es razón que llore
tantos males juntamente.» ANDE YO CALIENTE.
Conmovido el capitán
de las lágrimas que vierte,
parando el veloz caballo, Ande yo caliente,
que paren sus males quiere. y ríase la gente.
«Gallardo moro, le dice, Traten otros del gobierno
si adoras como refieres, del mundo y sus monarquías,
y si como dices amas, mientras gobiernan mis días
dichosamente padeces. mantequillas y pan tierno,
¿Quién pudiera imaginar y las mañanas de invierno
viendo tus golpes crueles, naranjada y aguardiente,
que cupiera alma tan tierna y ríase la gente.
en pecho tan duro y fuerte? Coma en dorada vajilla
Si eres del Amor cautivo, el príncipe mil cuidados
desde aquí puedes volverte; como pildoras dorados,
155
154
que yo en mi pobre mesilla LA MAS BELLA NIÑA
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y ríase la gente.
Cuando cubra las montañas La más bella niña
de plata y nieve el enero, de nuestro lugar,
tenga yo lleno el brasero hoy viuda y sola
de bellotas y castañas, y ayer por casar,
y quien las dulces patrañas viendo que sus ojos
del rey que rabió me cuente, a la guerra van,
y ríase la gente. a su madre dice
Busque muy enhorabuena que escucha su mal:
el mercader nuevos soles; Dexadme llorar,
yo conchas y caracoles orillas del mar.
entre la menuda arena, Pues me distes, madre,
escuchando a Filomena en tan tierna edad
sobre el chopo de la fuente, tan cor Lo el placer,
y ríase la gente. tan largo el penar,
Pase a media noche el mar y me cautivastes
y arda en amorosa llama de quien hoy se va
Leandro por ver su dama; y lleva las llaves
que yo más quiero pasar de mi libertad.
de Yepes a Madrigar Dexadme llorar,
la regalada corriente, orillas del mar.
y ríase la gente. En llorar conviertan
Pues Amor es tan cruel, mis ojos de hoy más
que de Píramo y su amada el sabroso oficio
hace tálamo una espada, del dulce mirar,
do se junten ella y él, pues que no se pueden
sea mi Tisbe un pastel, mejor ocupar
y la espada sea mi diente, yéndose a la guerra
y ríase la gente. quien era mi paz.
Dexadme llorar,
Orillas del mar.
No me pongáis freno
ni queráis culpar,
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien
no me hagáis mal;
harto peor fue
morir y callar.

156 157
Dexadme, llorar, calza de estameña.
orillas del mar. Y si hace bueno
Dulce madre mía, traeré la montera,
¿quién no llorará, que me dio la Pascua
aunque tenga el pecho mi señora agüela.
como un pedernal, Y el estadal rojo,
y no dará voces con lo que le cuelga,
viendo marchitar que trujo el vecino
los más verdes años cuando fue a la feria.
de mi mocedad? Iremos a misa,
Dexadme llorar, veremos la iglesia,
orillas del mar. darános un cuarto,
Vayanse las noches, mi tía la ollera.
pues ido se han Compraremos del
los ojos que hacían (que nadie lo sepa)
los míos velar; chochos y garbanzos
vayanse, y no vean para la merienda.
tanta soledad Y en la tardecica
después que en mi lecho en nuestra plazuela,
sobra la mitad. jugaré yo al toro
Dexadme llorar, y tú a las muñecas,
orillas del mar. con las dos hermanas
Juana y Madalena,
y las dos primillas
Marica y la Tuerta.
Y si quiere madre
dar las castañetas,
podrás tanto dello
HERMANA MARICA. bailar en la puerta.
Y al son del adufe
cantará Andregüela;
Hermana Marica, «No me aprovecharon,
mañana, que es fiesta, mi madre, las yerbas.»
no irás tú a la amiga Y yo de papel
ni yo iré a la escuela. haré una librea,
Pondráste el corpino, teñida de moras,
y la saya buena, porque bien parezca.
cabezón labrado, Y una caperuza
toca y albanega; con muchas almenas;
y a mí me pondrán pondré por penacho
mi camisa nueva, las dos plumas negras
sayo de palmilla, del rabo del gallo
158 159
del remo y de la cadena:
que acullá en la huerta «¡Oh, sagrado mar de España;*
anaranjeamos famosa playa serena,
las Carnestolendas. teatro donde se han hecho
Y en la caña larga cien mil navales tragedias!
pondré una bandera, pues eres tú el mismo mar
con dos borlas blancas que con tus crecientes besas
en sus trenzaderas. las murallas de mi patria,
Y en mi caballito coronadas y soberbias,
pondré una cabeza tráeme nuevas de mi esposa,
de guadamecí, y dime si han sido ciertas
dos hilos por riendas. las lágrimas y suspiros
Y entraré en la calle que me dice por sus letras,
haciendo corvetas porque si es verdad que llora
yo y otros del barrio, mi cautiverio en tu arena,
que son más de treinta. bien puedes al mar del Sur
vencer en lucientes perlas.
Jugaremos cañas Dame ya, sagrado mar,
junto a la plazuela a mis demandas respuesta,
porque Barbolilla que bien puedes, si es verdad
salga acá y nos vea. que las aguas tienen lenguas,
Barbóla, la hija pero, pues no me respondes,
de la panadera, sin duda alguna que es muerta,
la que suele darme aunque no lo debe ser,
tortas con manteca. pues que yo vivo en su ausencia;
Porque algunas veces pues he vivido diez años
hacemos, yo y ella, sin libertad y sin ella,
las bellaquerías siempre al remo condenado,
detrás de la puerta. a nadie matarán penas.»
En esto se descubrieron
de la religión seis velas
y el cómitre mandó usar
al forzado de su fuerza.
EL FORZADO

Amarrado al duro banco


de una galera turquesa,
ambas manos en el remo
y ambos ojos en la tierra,
un forzado de Dragut
en la playa de Marbella
se quejaba al ronco son
161
160
SONETOS
A CÓRDOBA

Mientras por competir con tu cabello,


oro bruñido, el sol relumbra en vano; ¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
mientras con menosprecio en medio el llano de honor, de majestad, de gallardía!
mira tu blanca frente el lirio bello; ¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
mientras a cada labio, por cogeüo, de arenas nobles, ya que no doradas!
siguen más ojos que al clavel temprano, ¡Oh fértil llano, oh sierras encumbradas,
y mientras triunfa con desdén lozano que privilegia el cielo y dora el día!
del luciente cristal tu gentil cuello; ¡Oh siempre gloriosa patria mía,
goza cuello, cabello, labio y frente, tanto por plumas cuanto por espadas!
antes que lo que fue en tu edad dorada Si entre aquellas ruinas y despojos
oro, lirio, clavel, cristal luciente, que enriquece Genil y Darro baña
no sólo en plata o viola troncada tu memoria no fue alimento mío,
se vuelva, mas tú y ello juntamente ¡nunca merezcan mis ausentes ojos
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. ver tus muros, tus torres y tu río,
tu llano y sierra, oh patria, oh flor de España!

Ni en este monte, este aire, ni este río


corre fiera, vuela ave, pece nada,
de quien con atención no sea escuchada
la triste voz del triste llanto mío;
y aunque en la fuerza sea del estío
al viento mi querella encomendada,
cuando a cada cual de ellos más le agrada
fresca cueva, árbol verde, arroyo frío,
a compasión movidos de mi llanto, LOPE DE VEGA
dejan la sombra, el ramo y la hondura,
cual yo, para escuchar el dulce canto (1562-1635)
de aquel que de Estrimón en la espesura
los suspendía cien mil veces. ¡Tanto
puede mi mal y pudo su dulzura! CANCIÓN

¡Oh libertad preciosa,


no comparada al oro,
ni al bien mayor de la espaciosa tierra,
más rica y más gozosa
que el precioso tesoro
que el mar del sur entre su nácar cierra;

162
163
con armas, sangre y guerra, debaxo un sauce o pino,
con las vidas y famas, oyendo el son de las parleras aves
conquistado en el mundo; o ya gozando el aura
paz dulce, amor profundo, donde el perdido aliento se restaura.
que el mar apartas y a tu bien nos llamas; Cuando la noche oscura
en ti sola se anida con su estrellado manto
oro, tesoro, paz, bien, gloria y vida! el claro día en su tiniebla encierra,
Cuando de las humanas y suena en la espesura
tinieblas vi del cielo el tenebroso canto
la luz, principio de mis dulces días, de los nocturnos hijos de la tierra,
aquellas tres hermanas al pie de aquesta sierra
que nuestro humano velo con rústicas palabras
texiendo, llevan por inciertas vías, mi ganadillo cuento
las duras penas mías y el corazón contento
trocaron en la gloria del gobierno de ovejas y de cabras,
que en libertad poseo, la temerosa cuenta
con siempre igual deseo, del cuidadoso rey me representa.
donde verá por mi dichosa historia Aquí la verde pera
quien más leyere en ella con la manzana hermosa,
que es dulce libertad lo menos della. de gualda y roja sangre matizada,
Yo, pues, señor exento y de color de rosa
desta montaña y prado, la cermeña olorosa
gozo la gloria y libertad que tengo. tengo, y la endrina de color morada;
Soberbio pensamiento aquí de la enramada
jamás ha derribado parra que al olmo enlaza,
la vida humilde y pobre que sostengo. melosas uvas cojo;
Cuando a las manos vengo y en cantidad recojo,
con el muchacho ciego, al tiempo que las ramas desenlaza
haciendo rustro embisto, el caluroso estío,
venzo, triunfo y resisto membrillos que coronan este río.
la flecha, el arco, la pozoña, el fuego, No me da descontento
y con libre albedrío el hábito costoso
lloro el ajeno mal y canto el mío. que de lascivo el pecho noble infama;
Cuando la aurora baña es mi dulce sustento
con helado rocío del campo generoso
de aljófar celestial el monte y prado, estas silvestres frutas que derrama;
salgo de mi cabana, mi regalada cama,
riberas de este río, de blandas pieles y hojas,
a dar el nuevo pasto a mi ganado, que algún rey la envidiara,
y cuando el sol dorado y de ti, fuente clara,
muestra sus fuerzas graves, que, bullendo, el arena y agua arrojas,
al sueño el pecho inclino estos cristales puros,
164 165
Ni estoy bien ni mal conmigo;
sustentos pobres, pero bien seguros. mas dice mi entendimiento
Estése el cortesano que un hombre que todo es alma
procurando a su gusto está cautivo en su cuerpo.
la blanda cama y el mejor sustento; Entiendo lo que me basta,
bese la ingrata mano y solamente no entiendo
del poderoso injusto, cómo se sufre a sí mismo
formando torres de esperanza al viento; un ignorante soberbio.
viva y muera sediento De cuantas cosas me cansan,
por el honroso oficio, fáciímente me defiendo;
y goce yo del suelo, pero no puedo guardarme
al aire, al sol y al hielo, de los peligros de un necio.
ocupado en mi rústico ejercicio; El dirá que yo lo soy,
que más vale pobreza pero con falso argumento,
en paz que en guerra mísera riqueza. que humildad y necedad
Ni temo al poderoso no caben en un sujeto.
ni al rico lisonjeo, La diferencia conozco,
ni soy camaleón del que gobierna, porque en él y en mí contemplo,
ni me tiene envidioso su locura en su arrogancia,
la ambición y el deseo mi humildad en su desprecio.
de ajena gloria ni de fama eterna; O sabe naturaleza
carne sabrosa y tierna, más que supo en otro tiempo,
vino aromatizado, o tantos que nacen sabios
pan blanco de aquel día, es porque lo dicen ellos.
en prado, en fuente fría, Sólo sé que no sé nada,
halla un pastor con hambre fatigado, dixo un filósofo, haciendo
que el grande y el pequeño la cuenta con su humildad,
somos iguales lo que dura el sueño. adonde lo más es menos.
No me precio de entendido,
de desdichado me precio,
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?
A MIS SOLEDADES VOY. No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
A mis soledades voy, y que ha de romperse presto.
de mis soledades vengo, Señales son del juicio
porque para andar conmigo ver que todos le perdemos,
me bastan mis pensamientos. unos por carta de más
¡No sé qué tiene la aldea otros por carta de menos.
donde vivo y donde muero, Dijeron que antiguamente
que con venir de mí mismo se fue la verdad al cielo;
no puedo venir más lejos!
167
166
tal la pusieron los hombres Sin libros y sin papeles,
que desde entonces no ha vuelto. sin tratos, cuentas ni cuentos,
En dos edades vivimos cuando quieren escribir
los propios y los ajenos: piden prestado el tintero.
la de plata los extraños Sin ser pobres ni ser ricos,
y la de cobre los nuestros. tienen chimenea y huerto;
¿A quién no dará cuidado, no los despiertan cuidados,
si es español verdadero, ni pretensiones, ni pleitos.
ver los hombres a lo antiguo Ni murmuraron del grande,
y el valor a lo moderno? ni ofendieron al pequeño;
Dixo Dios que comería nunca, como yo, afirmaron
su pan el hombre primero parabién, ni pascua dieron.
con el sudor de su cara Con esta envidia que digo
por quebrar su mandamiento, y lo que paso en silencio,
y algunos inobedientes a mis soledades voy,
a la vergüenza y al miedo, de mis soledades vengo.
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.
Virtud y filosofía
peregrinan como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo. POBRE BARQUILLA MÍA...
Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento;
la mejor vida el favor, ¡Pobre barquilla mía,
la mejor sangre el dinero. entre peñascos rota,
Oigo tañer las campanas, sin velas desvelada,
y no me espanto, aunque puedo, y entre las olas sola!
que en lugar de tantas cruces ¿Adonde vas perdida?
haya tantos hombres muertos. ¿Adonde, di, te engolfas?
Mirando estoy los sepulcros Que no hay deseos cuerdos
cuyos mármoles eternos con esperanzas locas.
están diciendo sin lengua Como las altas naves,
que no lo fueron sus dueños. te apartas animosa
¡Oh, bien haya quien los hizo, de la vecina tierra,
porque solamente en ellos y al ñero mar te arrojas.
de los poderosos grandes Igual en las fortunas,
se vengaron los pequeños! mayor en las congojas,
Fea pintan a la envidia, pequeña en las defensas,
yo confieso que la tengo incitas a las ondas.
de unos hombres que no saben Advierte que te llevan
quién vive pared en medio. a dar entre las rocas

168 169
de la soberbia envidia,
naufragio de las honras. Si te sepulta arena,
Cuando por las riberas ¿qué sirve fama heroica?
andabas costa a costa, Que nunca desdichados
nunca del mar temiste sus pensamientos logran.
las iras procelosas. ¿Qué importa que te ciñan
Segura navegabas, ramas verdes o rojas,
que por la tierra propia que en selvas de corales
nunca el peligro es mucho salado césped brota?
adonde el agua es poca. Laureles de la orilla
Verdad es que en la patria solamente coronan
no es la virtud dichosa, navios de alto bordo
ni se estima la perla que jarcias de oro adornan.
hasta dejar la concha. No quieras que yo sea,
Dirás que muchas barcas por tu soberbia pompa,
con el favor en popa, Faetonte de barqueros
saliendo desdichadas, que los laureles lloran.
volvieron venturosas. Pasaron ya los tiempos
No mires los ejemplos cuando, lamiendo rosas,
de las que van y tornan, el céfiro bullía
que a muchas ha perdido y suspiraba aromas.
la dicha de las otras. Ya fieros huracanes
Para los altos mares tan arrogantes soplan
no llevas, cautelosa, que, salpicando estrellas,
ni velas de mentiras, del sol la frente mojan.
ni remos de lisonjas. Ya los valientes rayos
¿Quién te engañó, barquilla? de la vulcana forja,
Vuelve, vuelve la proa: en vez de torres altas,
que presumir de nave abrasan pobres chozas.
fortunas ocasiona. Contenta con tus redes,
¿Qué jarcias te entretejen? a la playa arenosa
¿Qué ricas banderolas mojado me sacabas;
azote son del viento pero vivo, ¿qué importa?
y de las aguas sombra? Cuando de rojo nácar
¿En qué gavia descubres, se afeitaba la aurora,
del árbol alta copa, más peces te llenaban
la tierra en perspectiva, que ella lloraba aljófar.
del mar incultas orlas? Al bello sol que adoro
enjuta ya la ropa,
¿En qué celajes fundas nos daba una cabana
que es bien echar la sonda, la cama de sus hojas.
cuando, perdido el rumbo, Esposo me llamaba,
erraste la derrota? yo la llamaba esposa,
170 171
parándose de envidia rica en casa que Dios vive,
la celestial antorcha. y más con tales abrazos.
Sin pleito, sin disgusto, Sonaba la olla al fuego
la muerte nos divorcia; con la hortaliza y la vaca,
¡ay de la pobre barca y mientras ella la saca,
que en lágrimas se ahoga! Isidro a los bueyes luego
Quedad sobre la arena, ata el sustento a una estaca.
inútiles escotas, Como amigo y jornalero,
que no ha menester velas pace el animal el yero
quien a su bien no torna. primero que su señor:
Si con eternas plantas que en casa del labrador
las fixas luces doras, quien sirve come primero...
¡oh dueño de mi barca!, Salió, en fin, la pobre cena
y en dulce paz reposas, de aquel rico labrador,
merezca que le pidas sabrosa por el sudor,
al bien que eterno gozas falta de regalo y llena
que adonde estás me lleve, de conformidad y amor.
más pura y más hermosa. Y cuando igualmente amados,
Mi honesto amor te obligue, comen así dos casados,
que no es digna victoria la envidia, a quien todo pesa,
para quejas humanas bien puede estar a su mesa,
ser las deidades sordas. contándoles los bocados.
Mas, ¡ay!, que no me escuchas. Y pues el contento importa,
Pero la vida es corta: ¿cuándo mejor le va a quien
viviendo, todo falta; le dio el necesario bien
muriendo, todo sobra. el cielo con mano corta,
que esa fue larga también?
Más que el soberbio Epicuro
toma el sustento seguro
el pobre en la mesa escasa:
CENA DE ISIDRO Y MARÍA DE LA CABEZA que no entra daño en la casa
del que duerme en suelo duro.
(Fragmento del «Isidro») Pórsena de barro hizo
la vajilla en que comió;
Llegó a su casa contento, desta Agatocles se honró;
donde esperaba María, porque en barro quebradizo
no desdeñosa y baldía, nunca acónito se dio.
sino alegre, el rostro atento Pudo Alejandro envidiar,
a ver si Isidro venía. que no es justo desear
Diole en viéndole los brazos, más de lo que es menester;
y aliviando de embarazos, si en oro se ha de beber,
la pobre cena apercibe, las manos han de temblar.

172 173
Palmas de Belén
Al pobre jamás le encoge que mueven airados
tocar la dorada orilla: los furiosos vientos
que el agua limpia y sencilla, que suenan tanto,
con mano desnuda coge no le hagáis ruido,
de la pura fuentecüla. corred más paso,
Con estas estrechas leyes, que se duerme mi niño,
las grandezas de los reyes ¡tened los ramos!
Fabricio menospreciaba, El niño divino,
y el cónsul Serrano andaba que está cansado
tras el arado y los bueyes. de llorar en la tierra
Cena, en fin, isidro ufano, por su descanso,
y regala a su María sosegar quiere un poco
de la pobreza que había, del tierno llanto,
que el amor es cortesano que se duerme mi niño,
y virtud la cortesía. ¡tened los ramos!
Ya, pues, que la hambre cesa, Rigurosos hielos
viene el postre y la camuesa, le están cercando,
el rancio queso y membrillo, ya veis que no tengo
y en un limpio canastillo con qué guardarlo:
se levanta, en fin, la mesa. ángeles divinos
No se van a descansar que vais volando,
sin dar gracias del sustento: que se duerme mi niño,
que del ordinario aumento ¡tened los ramos!
se las comienzan a dar
los dos con igual contento.
Que si al huésped que aposenta
se dan gracias tras la cuenta
a quien intereses mueven,
¿cuántas mayores se deben SONETOS
a quien de gracias sustenta?
JUDIT

Cuelga sangriento de la cama al suelo


¡DUERME, MI NIÑO! el hombro diestro del feroz tirano,
que opuesto al muro de Bctulia en vano,
despidió contra sí rayos al cielo.
Revuelto con el ansia el rojo velo
Pues andáis en las palmas del pabellón a la siniestra mano,
ángeles santos, descubre el espectáculo inhumano
que se duerme mi niño, del tronco horrible, convertido en hielo.
¡tened los ramos!
175
174
Vertido Baco, el fuerte arnés afea
los vasos y la mesa derribada, ¡Cuántas veces el ángel me decía:
duermen las guardas que tan mal emplea; «Alma, asómate agora a la ventana;
y sobre la muralla, coronada verás con cuánto amor llamar porfía!»
del pueblo de Israel, la casta hebrea ¡Y cuántas, hermosura soberana,
con la cabeza resplandece armada. «Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

SUELTA MI MANSO, MAYORAL EXTRAÑO. PASTOR, QUE CON TUS SILBOS AMOROSOS.

Suelta mi manso, mayoral extraño, Pastor, que con tus silbos amorosos
pues otro tienes tú de igual decoro; me despertaste del profundo sueño;
suelta la prenda que en el alma adoro tú, que hiciste cayado dése leño
perdida por tu bien y por mi daño. en que tiendes los brazos poderosos;
Ponle su esquila de labrado estaño, vuelve los ojos a mi fe piadosos,
y no le engañen tus collares de oro; pues te confieso por mi amor y dueño,
toma en albricias este blanco toro y la palabra de seguir empeño
que a las primeras yerbas cumple un año. tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Si pides señas, tiene el vellocino Oye, Pastor, que por amores mueres,
pardo, encrespado, y los ojuelos tiene no te espante el rigor de mis pecados,
como durmiendo un regalado sueño. pues tan amigo de rendidos eres;
Si piensas que no soy su dueño, Alcino, espera, pues, y escucha mis cuidados.
suelta, y verásle si a mi choza viene: Pero, ¿cómo te digo que me esperes,
que aún tienen sal las manos de su dueño. si estás para esperar los pies clavados?

VARIOS EFECTOS DEL AMOR


¿QUE TENGO YO, QUE MI AMISTAD
PROCURAS? Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? alentado, mortal, difunto, vivo,
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, leal, traidor, cobarde y animoso,
que a mi puerta, cubierto de rocío, no hallar, fuera del bien, centro y reposo,
pasas las noches del invierno escuras? mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, enojado, valiente, fugitivo,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío satisfecho, ofendido, receloso.
si de mi ingratitud el hielo frío Huir el rostro al claro desengaño,
secó las llagas de tus plantas puras! beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
176
177
que se aparte de mí tu olvido manso?
creer que un cielo en un infierno cabe, Pues no te busco yo por ser descanso,
dar la vida y el alma a un desengaño: sino por muda imagen de la muerte.
esto es amor. Quien lo probó lo sabe. Cuidados veladores
hacen inobedientes mis dos ojos
a la ley de las horas;
no han podido vencer a mis dolores
las noches, ni dar paz a mis enojos.
SONETO DE REPENTE Madrugan más en mí que en las auroras
lágrimas a este llano:
(De «La niña de Plata») que amanece a mí mal siempre temprano.
y tanto, que persuade la tristeza
Un soneto me manda hacer Violante; a mis dos ojos, que nacieron antes
en mi vida me he visto en tal aprieto, para llorar que para ver. Tú, sueño,
catorce versos dicen que es soneto, de sosiego los tienes ignorantes,
burla burlando van los tres delante. de tal manera, que al morir el día
Yo pensé que no hallara consonante con luz enferma vi que permitía
y estoy a la mitad de otro cuarteto; el sol que le mirasen en poniente.
mas si me veo en el primer terceto, Con pies torpes al punto, ciega y fría,
no hay cosa en los cuartetos que me espante. cayó de las estrellas blandamente
Por el primer terceto voy entrando, la noche, tras las pardas sombras mudas,
y aún parece que entré con pie derecho, que el sueño persuadieron a la gente.
pues fin con este verso le voy dando. Escondieron las galas a los prados
Ya estoy en el segundo, y aún sospecho y quedaron desnudas
que estoy los trece versos acabando: estas laderas, y sus peñas, solas;
contad si son catorce, y está hecho. duermen ya entre sus montes recostados
los mares y las olas.
Si con algún acento
ofenden las orejas,
es que entre sueños dan al cielo quejas
del yerto lecho y duro acogimiento,
FRANCISCO DE QUEVEDO que blandos hallan en los cerros duros.
Los arroyuelos puros
(1580-1645) se adormecen al son del llanto mío,
y a su modo también se duerme el río.
Con sosiego agradable
AL SUEÑO se dejan poseer de ti las flores;
mudos están los males,
no hay cuidado que hable,
faltan lenguas y voz a los dolores,
¿Con qué culpa tan grave, y en todos los mortales
sueño blando y suave, yace la vida envuelta en alto olvido.
pude en largo destierro merecerte
179
178
Tan sólo mi gemido se le haga camino
pierde el respeto a tu silencio santo: por estos ojos de sosiego ajenos;
yo tu quietud molesto con mi llanto, quítame, blando sueño, este desvelo,
y te desacredito o de él alguna parte,
el nombre de callado, con mi grito. y te prometo, mientras viere el cielo
Dame, cortés mancebo, algún reposo: de desvelarme sólo en celebrarte.
no seas digno del nombre de avariento
en el más desdichado y firme amante
que lo merece ser por dueño hermoso.
Débate alguna pausa mi tormento. EPÍSTOLA SATÍRICA Y CENSORIA CONTRA
Gozante en las cabanas LAS COSTUMBRES PRESENTES DE LOS
y debajo del cielo CASTELLANOS, ESCRITA AL CONDE-DUQUE
los ásperos villanos; DE OLIVARES
hállate en el rigor de los pantanos
y encuéntrate en las nieves y en el hielo
el soldado valiente No he de callar, por más que con el dedo,
y yo no puedo hallarte, aunque lo intente, ya tocando la boca, o ya la frente,
entre mi pensamiento y mi deseo silencio avises o amenaces miedo.
Ya, pues, con dolor creo ¿No ha de haber un espíritu valiente?
que eres más riguroso que la tierra. ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
Más duro que la roca, ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
pues te alcanza el soldado envuelto en guerra, Hoy sin miedo que libre escandalice
y en ella mi alma por jamás te toca. puede hablar el ingenio, asegurado
Mira que es gran rigor: dame siquiera de que mayor poder le atemorice...
lo que de ti desprecia tanto avaro, En otros siglos pudo ser pecado
por el oro en que alegre considera, severo estudio y la verdad desnuda,
hasta que da la vuelta el tiempo claro; y romper el silencio el bien hablado.
lo que había de dormir en blando lecho Pues sepa quien lo niega y quien lo duda
y da el enamorado a su señora, que es la lengua la verdad de Dios severo
y a ti se te debía de derecho. y la lengua de Dios nunca fue muda.
Dame lo que desprecia de ti agora Son la verdad y Dios, Dios verdadero,
por robar el ladrón; lo que desecha ni eternidad divina los separa,
el que envidiosos celos tuvo y llora. ni de los dos alguno fue primero.
Quede en parte mi queja satisfecha, Si Dios a la verdad se adelantara,
tócame con el cuento de tu vara; siendo verdad, implicación hubiera
oirán siquiera el ruido de tus plumas en ser y en que verdad de ser dejara...
mis desventuras sumas; La justicia de Dios es verdadera,
que yo no quiero verte cara a cara, y la misericordia, y todo cuanto
ni que hagas más caso es Dios todo ha de ser verdad entera.
de mí, que hasta pasar por mí de paso; Señor excelentísimo, mi llanto
o que a tu sombra negra por lo menos, ya no consiente márgenes ni orillas:
si fueses a otra parte peregrino, inundación será la de mi canto.

180 181
Ya sumergirse miro mis mejillas, Ni los trujo costumbres peregrinas
la vista por dos urnas derramada el áspero dinero, ni el Oriente
sobre las aras de las dos Castillas. compró la honestidad con piedras finas.
Yace aquella virtud desaliñada Joya fue la virtud pura y ardiente;
que fue, si rica menos, más temida, gala el merecimiento y alabanza;
en vanidad y en sueño sepultada. sólo se codiciaba lo decente.
Y aquella libertad esclarecida No de la pluma dependió la lanza,
que en donde supo hallar honrada muerte ni el cántabro con cajas y tinteros
nunca quiso tener más larga vida. hizo el campo heredad, sino matanza.
Y pródiga del alma, nación fuerte, Y España, con legítimos dineros,
contaba por afrentas de los años no mendigando el crédito a Liguria,
envejecer en brazos de la suerte. más quiso los turbantes que los ceros.
Del tiempo el ocio torpe, y los engaños Menos fuera la pérdida y la injuria
del paso de las horas y del día si se volvieran Muzas los asientos,
reputaban los nuestros por extraños. que esta usura es peor que aquella furia.
Nadie contaba cuánta edad vivía, Caducaban las aves en los vientos,
sino de qué manera: ni aun un hora y expiraba decrépito el venado:
lograba sin afán su valentía. grande vejez duró en los elementos.
La robusta virtud era señora, Que el vientre entonces, bien disciplinado,
y sola dominaba al pueblo rudo; buscó satisfacción y no hartura,
edad, si mal hablada, vencedora. y estaba la garganta sin pecado.
El temor de la mano daba escudo Del mayor infanzón de aquella pura
al corazón, que, en ella confiado, república de grandes hombres, era
todas las armas despreció desnudo... una vaca sustento y armadura.
Multiplicó en escuadras un soldado No había venido al gusto lisonjera
su honor precioso, su ánimo valiente, la pimienta arrugada, ni del clavo
de sola honesta obligación armado. la adulación fragante forastera.
Y debajo del cielo aquella gente, Carnero y vaca fue el principio y cabo,
si no a más descansado, a más honroso y con rojos pimientos y ajos duros
sueño entregó los ojos, no la mente. tan bien como el señor comió el esclavo.
Hilaba la mujer para su esposo Bebió la sed los arroyuelos puros;
la mortaja primero que el vestido; después mostraron del carchesio a Baco
menos le vio galán que peligroso. el camino los brindis mal seguros.
Acompañaba el lado ¿el marido, El rostro macilento, el cuerpo flaco,
más veces en la hueste que en la cama, eran recuerdo del trabajo honroso,
sano le aventuró, vengóle herido. y honra y provecho andaban en un saco.
Todas matronas y ninguna dama, Pudo sin miedo un español velloso
que nombres del halago cortesano llamar a los tudescos «bacanales»
no admitió lo severo de su fama. y al holandés «hereje y alevoso».
Derramado y sonoro el Océano Pudo acusar los celos desiguales
era divorcio de las rubias minas, a la Italia; pero hoy de muchos modos
que usurparon la paz del pecho humano. somos copias, si son originales.
182 183
Las descendencias gastan muchos godos; El trompeta le llame diligente,
todos blasonan, nadie los imita, dando fuerza de ley al viento vano,
y no son sucesores, sino apodos. y al son esté el ejército obediente.
Vino el betún precioso que vomita ¡Con cuánta majestad llena la mano
la ballena o la espuma de las olas, la pica, y el mosquete carga el hombro,
que el vicio, no el olor, nos acredita. del que se atreve a ser buen castellano!
Y quedaron las huestes españolas Con asco entre las otras gentes nombro
bien perfumadas, pero mal regidas, al que de su persona, sin decoro,
y alhajas las que fueron pieles solas. más quiere nota dar que dar asombro.
Estaban las hazañas mal vestidas, Jineta y cañas son contagio moro;
y aún no se hartaba de buriel y lana restituyanse justas y torneos,
la vanidad de fembras presumidas. y hagan paces las capas con el toro.
A la seda pomposa siciliana, Pasadnos vos de juegos a trofeos,
que manchó ardiente múrice, el romano que sólo grande rey y buen privado
y el oro hicieron áspera tirana. pueden ejecutar estos deseos.
Nunca al duro español supo el gusano Vos, que hacéis repetir siglo pasado
persuadir que vistiese su mortaja, con desembarazarnos las personas
intercediendo el Can por el verano. y sacar a los miembros de cuidado;
Hoy desprecia el honor al que trabaja, vos disteis libertad con las valonas
y entonces fue el trabajo ejecutoria, para que sean corteses las cabezas;
y el vicio graduó la gente baja. desnudando el enfado a las coronas;
Pretende el alentado joven gloria y, pues vos enmendastes las cortezas,
por dejar la vacada sin marido, dad a la mejor parte medicina:
y de Ceres ofende la memoria. vuélvanse los tablados fortalezas.
Un animal a la labor nacido Que la cortés estrella que os inclina
y símbolo celoso a los mortales, a privar sin intento y sin venganza,
que a Jove fue disfraz y fue vestido; milagro que a la envidia desatina,
que un tiempo endureció manos reales, tiene por sola bienaventuranza
y detrás de él los cónsules gimieron, el reconocimiento temeroso,
y rumia luz en campos celestiales, no presumida y ciega confianza.
¿por cuál enemistad se persuadieron Y si os dio el ascendiente generoso
a que su apocamiento fuese hazaña, escudos, de armas y blasones llenos,
y a las mieses tan grande ofensa hicieron? y por timbre el martirio glorioso,
¡Qué cosa es ver un infanzón de España, mejores sean por vos los que eran buenos
abreviado en la silla a la jineta, Guzmanes, y la cumbre desdeñosa
y gastar un caballo en una caña! os muestre a su pesar campos serenos.
Que la niñez al gallo le acometa Lograd, señor, edad tan venturosa;
con semejante munición apruebo; y cuando nuestras fuerzas examina
mas no la edad madura y la perfeta. persecución unida y belicosa,
Ejercite sus fuerzas el mancebo la militar valiente disciplina
en frentes de escuadrones, no en la frente tenga más platicantes que la plaza;
del útil bruto la asta del acebo. descansen tela falsa y tela fina.

184 185
Suceda a la marlota la coraza, Son sus padres principales
y si el Corpus con danzas no los pide, y es de nobles descendiente,
velillos y oropeles no hagan baza. porque en las venas de Oriente
El que en treinta lacayos los divide, todas las sangres son reales;
hace suerte en el toro y con un dedo y pues es quien hace iguales
la hace en él la vara que los mide. al duque y al ganadero,
Mandadlo así, que aseguraros puedo poderoso caballero
que habéis de restaurar más que Pelayo, es don Dinero.
pues valdrá por ejércitos el miedo Mas, ¿a quién no maravilla
y os verá el cielo administrar su rayo. ver en su gloria sin tasa
que es lo menos de su casa
doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al baxo silla
y al cobarde hace guerrero,
LETRILLA SATÍRICA poderoso caballero
es don Dinero.
Poderoso caballero Sus escudos de armas nobles
es don Dinero. son siempre tan principales,
Madre, yo al oro me humillo; que sin sus escudos reales
él es mi amante y mi amado, no hay escudos de armas dobles;
pues, de puro enamorado, y pues a los mismos robles
de con tino anda amarillo: da codicia su minero,
que, pues, doblón o sencillo, poderoso caballero
hace todo cuanto quiero, es don Dinero.
poderoso caballero Por importar en los tratos
es don Dinero. y dar tan buenos consejos,
Nace en las Indias honrado, en las casas de los viejos
donde el mundo le acompaña; gatos le guardan de gatos.
viene a morir en España Y pues él rompe recatos
y es en Genova enterrado. y ablanda al juez más severo,
Y pues quien le trae al lado poderoso caballero
es hermoso, aunque sea ñero, es don Dinero.
poderoso caballero Y es tanta su majestad
es don Dinero. (aunque son sus duelos hartos),
Es galán y es como un oro, que con haberle hecho cuartos
tiene quebrado el color, no pierde su autoridad;
persona de gran valor, pero pues da calidad
tan cristiano como moro; al noble y al pordiosero,
pues que da y quita el decoro poderoso caballero
y quebranta cualquier fuero, es don Dinero.
poderoso caballero Nunca vi damas ingratas
es don Dinero. a su gusto y afición,

186 187
que a las caras de un doblón YA FORMIDABLE Y ESPANTOSO SUENA.
hacen sus caras baratas.
Y pues las hace bravatas
desde una bolsa de cuero, Ya formidable y espantoso suena
poderoso caballero dentro del corazón el postrer día,
es don Dinero. y la última hora, negra y fría,
Más valen en cualquier tierra, se acerca, de temor y sombras llena.
(mirad si es harto sagaz), Si agradable descanso, paz serena,
sus escudos en la paz, la muerte en traje de dolor envía,
que rodelas en la guerra. señas da su desdén de cortesía:
Y pues al pobre lo entierra más tiene de caricia que de pena.
y hace pruprio al forastero, ¿Qué pretende el temor desacordado
poderoso caballero de la que a rescatar, piadosa, viene
es don Dinero. espíritu en miserias añudado?
Llegue rogada, pues mi bien previene;
hálleme agradecido, no asustado;
mi vida acabe y mi vivir ordene.

SONETOS
MIRE LOS MUROS DE LA PATRIA MÍA.
MEMORIA INMORTAL
DE DON PEDRO GIRÓN, DUQUE DE OSUNA,
MUERTO EN LA PRISIÓN Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
Faltar pudo su patria al grande Osuna, por quien caduca ya su valentía.
pero no a su defensa sus hazañas; Salíme al campo, vi que el sol bebía
diéronle muerte y cárcel las Españas, los arroyos del hielo desatados,
de quien él hizo esclava la fortuna. y del monte quejosos los ganados,
Lloraron sus envidias una a una que con sombras hurtó su luz al día.
con las propias naciones las extrañas; Entré en mi casa; vi que, amancillada,
su tumba son de Flandes las campañas de anciana habitación era despojos;
y su epitafio la sangrienta luna. mi báculo, más corvo y menos fuerte.
En sus exequias encendió al Vesubio Vencida de la edad sentí mi espada,
Parténope, y Trinacria al Mongibelo; y no hallé cosa en que poner los ojos
el llanto militar creció en diluvio. que no fuese recuerdo de la muerte.
Diole el mejor lugar Marte en su cielo;
la Mosa, el Rin, el Tajo y el Danubio
murmuran con dolor su desconsuelo.

188 189
Si limosna no alcanza,
¿qué es lo que suele hacer en tal querella?»
Respondió el bravonel: «¡Irme sin ella!»
A UNA NARIZ

Erase un hombre a una nariz pegado,


érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado. PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa, (1600-1681)
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado. SONETO
Erase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito;
las doce tribus de narices era. ESTAS QUE FUERON...
Erase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anas fuera delito. Estas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.
Este matiz que al cielo desafía,
iris listado de oro, nieve y grana,
UN VALENTÓN será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!
A florecer las rosas madrugaron,
Un valentón de espátula y gregüesco, y para envejecerse florecieron:
que a la muerte mil vidas sacrifica, cuna y sepulcro en un botón hallaron.
cansado del oficio de la pica, Tales los hombres sus fortunas vieron:
mas no del ejercicio picaresco, en un día nacieron y expiraron,
retorciendo el mostacho soldadesco, que pasados los siglos horas fueron.
por ver que ya su bolsa le repica,
a un corrillo llegó de gente rica,
y en el nombre de Dios pidió refresco.
«Den voacedes, por Dios, a mi pobreza
—les dice—; donde no; por ocho santos
que haré lo que hacer suelo sin tardanza!»
Mas uno, que a sacar la espada empieza,
«¿Con quién habla? —le dice al tiracantos—,
¡cuerpo de Dios con él y su crianza!
190 191
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma:
¿y teniendo yo más alma
tengo menos libertad?
Nace el bruto y con la piel
LA VIDA ES SUEÑO que dibujan manchas bellas
apenas signo es de estrellas
(Fragmento primero) (gracias al docto pincel),
cuando, atrevido y cruel,
JORNADA PRIMERA
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto
¿y yo con mejor instinto
ESCENA II tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
SEGISM. ¡Ay mísero de mí! ¡Ay infelice! y apenas bajel de escamas
Apurar, cielos, pretendo, sobre las ondas se mira,
ya que me tratáis así, cuando a todas partes gira,
qué delito cometí midiendo la inmensidad
contra vosotros naciendo; de tanta capacidad
aunque si nací, ya entiendo como le da el centro frío:
qué delito he cometido: ¿y yo con más albedrío
bastante causa ha tenido tengo menos libertad?
vuestra justicia y rigor, Nace el arroyo, culebra
pues el delito mayor que entre flores se desata,
del hombre es haber nacido. y apenas, sierpe de plata,
Sólo quisiera saber entre las ñores se quiebra,
para apurar mis desvelos cuando, músico, celebra
(dejando a una parte, cielos, de las flores la piedad,
el delito de nacer), que le da la majestad
qué más os pude ofender, del campo abierto a su huida:
para castigarme más. ¿y teniendo yo más vida
¿No nacieron los demás? tengo menos libertad?
Pues si los demás nacieron, En llegando a esta pasión,
¿qué privilegio tuvieron un volcán, un Etna hecho,
que yo no gocé jamás? quisiera arrancar del pecho
Nace el ave, y con las galas pedazos del corazón:
que le dan belleza suma, ¿qué ley, justicia o razón
apenas es flor de pluma, negar a los hombres sabe
o ramillete con alas, privilegio tan suave,
cuando las etéreas salas
193
192
excepción tan principal, sueña el que agravia y ofende,
que Dios le ha dado a un cristal, y en el mundo, en conclusión,
a un pez, a un bruto y a un ave? todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
des Las prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
(Fragmento segundo) ¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño,
que toda la vida es sueño
ESCENA XIX y los sueños, sueños son.

Es verdad; pues reprimamos


esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos:
y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
Sueña el rey que es rey y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso que recibe
prestado, en el viento escribe;
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!):
¿y hay quien intente reinar
viendo que ha de dispertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
194
SIGLO XVIII
NEOCLASICISMO

DIEGO TORRES Y VILLARROEL


(1693-1770)

PAGO QUE DA EL MUNDO A LOS POETAS

Dícese de Quevedo que fue claro,


y que en algunas coplas fue obsceno;
Góngora puede ser que fuese bueno,
pero ya sus comentos le hacen raro.
El Calderón, que nos lo venden caro,
sólo de lo amatorio fue muy lleno,
y nos dejó en lo cómico un veneno
que nos hemos bebido sin reparo.
La idea de Juan Pérez fue abatida,
de Solís intrincada, ¡infeliz suerte!
¡Oh, ciencia pobre! ¡Facultad perdida!
¡Mundo borracho, que al varón más fuerte
después de ajarlo, miserable, en vida,
predicas estas honras en su muerte!

199
Jarifa de Almonacid,
que, de la Alcarria en que habita,
llevó a asombrar a Madrid
su amante Audalla, adalid
NICOLÁS FERNANDEZ DE MORATIN del castillo de Zorita.
De Adamuz y la famosa
(1737-1780) Meco llegaron allí
dos, cada cual más hermosa,
y Fátima la preciosa,
FIESTA DE TOROS EN MADRID hija de Alí el alcadí.
El ancho circo se llena
de multitud clamorosa,
Madrid, castillo famoso que atiende a ver en la arena,
que al rey moro alivia el miedo, la sangrienta lid dudosa,
arde en fiestas en su coso y todo en torno resuena.
por ser el natal dichoso La bella Zaida ocupó
de Alimenón de Toledo. sus dorados miradores
Su bravo alcaide Aliatar, que el arte afiligranó,
de la hermosa Zaida amante y con espejos y flores
las ordena celebrar y damascos adornó.
por si la puede ablandar Añafiles y atabales,
el corazón de diamante. con militar armonía,
Pasó, vencida a sus ruegos, hicieron salva, y señales
desde Aravaca a Madrid; de mostrar su valentía
hubo pandorgas y fuegos los moros más principales.
con otros nocturnos juegos No en la vegas de Jarama
que dispuso el adalid. pacieron la verde grama
Y en adargas y colores nunca animales tan fieros,
en las cifras y libreas, junto al pueblo que se llama,
mostraron los amadores, por sus peces, de Viveros,
y en pendones y preseas, como los que el vulgo vio
la dicha de sus amores. ser lidiados aquel día;
Vinieron las moras bellas y en la fiesta que gozó,
de toda la cercanía, la popular alegría
y de lejos muchas de ellas: muchas heridas costó.
las más apuestas doncellas Salió un toro del toril
que España entonces tenía. y a Tarf e tiró por tierra,
Aja de Jetafe vino, y luego a Benalguacil;
y Zahara la de Alcorcón, después con Hamete cierra
en cuyo obsequio muy fino el temerón de Conil.
corrió de un vuelo el camino Traía un ancho listón
el moraicel de Alcabón. con uno y otro matiz

200 201
hecho un lazo por airón, hincó la rodilla y dijo:.
sobre la enhiesta cerviz «Sobre un caballo alazano,
clavado con un arpón. cubierto de galas y oro,
Todo galán pretendía demanda licencia, urbano,
ofrecerle vencedor para alancear un toro
a la dama que servía; un caballero cristiano.»
por eso perdió Almanzor Mucho le pesa a Aliatar;
el potro que más quería. pero Zaida dio respuesta
El alcaide, muy zambrero, diciendo que puede entrar,
de Guadalajara, huyó porque en tan solemne fiesta
mal herido al golpe fiero, nada se debe negar.
y desde un caballo overo Suspenso el concurso entero
el moro de Horche cayó. entre dudas se embaraza,
Todos miran a Aliatar, cuando en un potro ligero
que, aunque tres toros ha muerto, vieron entrar en la plaza
no se quiere aventurar, un bizarro caballero.
porque en lance tan incierto Sonrosado, albo color,
el caudillo no ha de entrar. belfo labio, juveniles
Mas viendo se culparía, alientos, inquieto ardor,
va a ponérsele delante: en el florido verdor
la fiera le acometía, de sus lozanos abriles.
y sin que el rejón le plante Cuelga la rubia guedeja
le mató una yegua pía. por donde el almete sube,
Otra monta acelerado: cual mirarse tal vez deja
le embiste el toro de un vuelo del sol la ardiente madeja
cogiéndole entablerado; entre cenicienta nube.
rodó el bonete encarnado Gorguera de anchos follajes,
con las plumas por el suelo. de una cristiana primores,
Dio vuelta hiriendo y matando, en el yelmo los plumajes,
a los de a pie que encontrara, por los visos y celajes,
el circo desocupando, vergel de diversas flores.
y emplazándose, se para, En la cuja, gruesa lanza,
con la vista amenazando. con recamado pendón,
Nadie se atreve a salir; y una cifra a ver se alcanza
la plebe grita indignada, que es de desesperación,
las damas se quieren ir, o a lo menos de venganza.
porque la fiesta empezada En el arzón de la silla
no puede ya proseguir. ancho escudo reverbera
Ninguno al riesgo se entrega con blasones de Castilla,
y está en medio el toro fijo, y el mote dice a la orilla;
cuando un potrero que llega Nunca mi espada venciera.
de la puerta de la Vega Era el caballo galán,
202 203
el bruto más generoso, es Rodrigo de Vivar,
de más gallardo ademán: el soberbio castellano.»
cabos negros, y brioso, Sin descubrirle quién es,
muy tostado y alazán. la Zaida desde una almena
Larga cola recogida le habló una noche cortés,
en las piernas descarnadas, por donde se abrió después
cabeza pequeña, erguida, el cubo de la Almudena.
las narices dilatadas, Y supo que, fugitivo
vista feroz y encendida. de la corte de Fernando,
Nunca en el ancho rodeo el cristiano, apenas vivo,
que da Betis con tal fruto está a Jimena adorando
pudo fingir el deseo y en su memoria cautivo.
más bella estampa de bruto, Tal vez a Madrid se acerca
ni más hermoso paseo. con frecuentes correrías
Dio la vuelta al rededor; y todo en torno la cerca;
los ojos que le veían observa sus saetías,
lleva prendados de amor: arroyadas y ancha alberca.
«¡Alah te salve!, decían; Por eso le ha conocido,
¡déte el profeta favor!» que en medio de aclamaciones
Causaba lástima y grima el caballo ha detenido
su tierna edad floreciente; delante de sus balcones
todos quieren que se exima y la saluda rendido.
del riesgo, y él solamente La mora se pone en pie
ni recela ni se estima. y sus doncellas detrás;
Las doncellas, al pasar, el alcaide que lo ve,
hacen de ámbar y alcanfor enfurecido además,
pebeteros exhalar, muestra cuan celoso esté.
vertiendo pomos de olor, Suena un rumor placentero
de jazmines y de azahar. entre el vulgo de Madrid:
Mas cuando en medio se para, «No habrá mejor caballero,
y de más cerca le mira dicen, en el mundo entero»,
la cristiana esclava Aldara, y algunos le llaman Cid.
con su señora se encara, Crece la algazara, y él
y así la dice, y suspira: torciendo las riendas de oro,
«Señora, sueños no son, marcha al combate cruel;
así los cielos, vencidos alza el galope, y al toro
de mi ruego y aflición, busca en sonoro tropel.
acerquen a mis oídos El bruto se le ha encarado
las campanas de León, desde que le vio llegar,
como ese doncel que, ufano, de tanta gala asombrado,
tanto asombro viene a dar y alrededor ha observado
a todo el pueblo africano, sin moverse de un lugar.

204 205
Cual flecha se disparó mas rota con gran pujanza
despedida de la cuerda, la alta nuca, la fiereza
de tal suerte le embistió; y el último aliento lanza.
detrás de la oreja izquierda La confusa vocería
la aguda lanza le hirió. que en tal instante se oyó
Brama la fiera burlada; fue tanta, que parecía
segunda vez acomete, que honda mina reventó,
de espuma y sudor bañada, o el monte y valle se hundía.
y segunda vez le mete A caballo, como estaba,
sutil la punta acerada. Rodrigo, el lazo alcanzó
Pero ya Rodrigo espera, con que el toro se adornaba:
el pueblo, mudo y atento; en su lanza le clavó
con heroico atrevimiento, y a los balcones llegaba.
se engalla el toro y altera, Y alzándose en los estribos
y finge acometimiento. le alarga a Zaida, diciendo:
La arena escarba, ofendido, «Sultana, aunque bien entiendo
sobre la espalda la arroja ser favores excesivos,
con el hueso retorcido; mi corto don admitiendo;
el suelo huele y le moja si no os dignáredes ser
en ardiente resoplido. con él benigna, advertid
La cola inquieto menea, que a mí me basta saber
la diestra oreja mosquea, que no lo debo ofrecer
vase retirando atrás a otra persona en Madrid.»
para que la fuerza sea Ella, el rostro placentero,
mayor, y el ímpetu más. dijo, y turbada: «Señor,
El que en esta ocasión viera yo le admito y le venero,
de Zaida el rostro alterado, por conservar el favor
claramente conociera de tan gentil caballero.»
cuánto le cuesta cuidado Y besando el rico don,
el que tanto riesgo espera. para agradar al doncel,
Mas, ¡ay, que le embiste, horrendo le prende con afición
el animal espantoso! al lado del corazón
Jamás peñasco tremendo por brinquiño y por joyel.
del Cáucaso cavernoso, Pero Aliatar el caudillo,
se desgaja estrago haciendo, de envidia ardiendo se ve,
ni llama así fulminante y, trémulo y amarillo,
cruza en negra oscuridad sobre un tremecén rosillo
con relámpagos delante, lozaneándose fue,
al estrépito tronante y en ronca voz: «Castellano,
de sonora tempestad, le dice, con más decoros
como el bruto se abalanza suelo yo dar de mi mano,
con terrible ligereza; si no penachos de toros,
206 207
las cabezas del cristiano.
Y si vinieras de guerra
cual vienes de fiesta y gala,
vieras que en toda la tierra
al valor que dentro encierra JOSÉ CADALSO
Madrid, ninguno se iguala.»
«Así, dijo el de Vivar, (1741-1782)
respondo», y la lanza al ristre
pone, y espera a Aliatar;
mas, sin que nadie administre A VENUS
orden, tocaron a armar.
Ya fiero bando con gritos
su muerte o prisión pedía, Madre divina del alado niño,
cuando se oyó en los distritos oye mis ruegos, que jamás oíste
del monte de Leganitos otra tan triste lastimosa pena
del Cid la trompetería. como la mía.
Entre la Monclova y Soto Baje tu carro desde el alto Olimpo
tercio escogido emboscó, entre las nubes del sereno cielo,
que, viendo como tardó, rápido vuelo traiga tu querida
se acerca, oyó el alborozo, blanca paloma.
y al muro se abalanzó. No te detenga con amantes brazos
Y si no vieran salir Marte, que deja su rigor al verte,
por la puerta a su señor, ni el que por muerte se llamó tu esposo
y Zaida a le despedir, sin merecerlo.
iban la fuerza a embestir: Ni las delicias de las sacras mesas,
tal era ya su furor. cuando a los dioses, llenos de ambrosía,
El alcaide, recelando alegre brinda Jove con la copa
que en Madrid tenga partido, de Ganimedes.
se templó disimulando, Ya el eco suena por los altos techos
y por el parque florido del noble alcázar, cuyo piso huellas,
salió con él razonando. lleno de estrellas, de luceros Heno
Y es fama que, a la bajada, y tachonado.
juró por la cruz el Cid Cerca del ara de tu templo, en Pafos,
de su vencedora espada entre los himnos que tu pueblo dice,
de no quitar la celada este infelice tu venida aguarda:
hasta que gane Madrid. baja volando.
Sobre tus aras mis ofrendas pongo,
testigo el pueblo, por mi voz llamado,
y concertado con mi tono el suyo
te llaman madre.
Alzo los ojos al verter el vaso
de leche blanca y el de miel sabrosa;

208 209
ciño con rosas, mirtos y jazmines cuando sus verdes pimpollos
esta mi frente... hasta las nubes levanta;
Ya, Venus, miro resplandor celeste o cual vid de fruto llena
bajar al templo; tu belleza veo; que con el olmo se abraza,
ya mi deseo coronaste, ¡oh madre, y sus vastagos extiende
madre de amores! al arbitrio de las ramas;
Vírgenes tiernas, niños y matronas, así entre sus compañeras
ya Venus liega, vuestra diosa viene; el nevado cuello alza,
el aire suene con alegres himnos, sobresaliendo entre todas
júbilo santo... cual fresca rosa entre zarzas.
Todos los ojos se lleva
tras sí, todo lo avasalla;
de amor mata a los pastores
y de envidia a las zagalas.
Ni las músicas se atienden,
ni se gozan las lumbradas;
JUAN MELENDEZ VALDES que todos corren por verla
y al verla todos se abrasan.
(1754-1817) ¡Oué de suspiros se escuchan!
¡Qué de vivas y de salvas!
No hay zagal que no la admire
ROSANA EN LOS FUEGOS y no se esmere en loarla.
Cuál absorto la contempla
y a la aurora la compara
Del sol llevaba la lumbre, cuando más alegre sale
y la alegría del alba, y el cielo de su albor baña;
en sus celestiales ojos cuál, al fresco y verde aliso
la hermosísima Rosana, que crece al margen del agua
una noche que a los fuegos cuando más pomposo en hojas
salió, la fiesta de Pascua, en su cristal se retrata;
para abrasar todo el valle cuál, a la luna, si muestra
en mil amorosas ansias. llena su esfera de plata,
Por doquiera que camina y asoma por los collados
lleva tras sí la mañana, de luceros coronada.
y donde se vuelve rinde Otros pasmados la miran
la libertad de mil almas. y mudamente la alaban,
El Céfiro la acaricia y cuanto más la contemplan,
y mansamente la halaga, muy más hermosa la hallan;
los Amores la rodean que es como el cielo su rostro
y las Gracias la acompañan. cuando en la noche callada
Y ella, así como en el valle brilla con todas sus luces
descuella la altiva palma y los ojos embaraza.
210 211
¡Ay, qué de envidias se encienden! a darme la vida
¡Ay, qué de celos que causa que allá te llevaste,
en las serranas del Tormes si ya no te dueles,
su perfección sobrehumana! benigna, de mí:
Las más hermosas la temen, muérome de amores
mas sin osar murmurarla, desde que te vi.
que como el oro más puro
no sufre una leve mancha.
«Bien haya tu gentileza,
una y mil veces bien haya,
y abrase la envidia al pueblo
hermosísima aldeana,
Toda, toda eres perfecta,
toda eres donaire y gracia, MANUEL JOSÉ QUINTANA
el amor vive en tus ojos
y la gloria está en tu cara. (1772-1857)
La libertad me has robado,
yo la doy por bien robada;
mas recibe el don, benigna, A ESPAÑA, DESPUÉS DE LA REVOLUCIÓN
que mi humildad te consagra.» DE MARZO
Esto un zagal le decía
con razones mal formadas,
que salió libre a los fuegos ¿Qué era, decidme, la nación que un día
y volvió cautivo a casa. reina del mundo proclamó el Destino,
Y desde entonces perdido la que a todas las zonas extendía
el día a sus puertas le halla; su cetro de oro y su blasón divino?
ayer le cantó esta letra Volábase a Occidente,
echándole la alborada: y el vasto mar Atlántico sembrado
«Lindazagaleja se hallaba de su gloria y su fortuna.
de cuerpo gentil, Doquiera España; en el preciado seno
muérome de amores de América, en el Asia, en los confines
desde que te vi. del África, allí España. El soberano
Tu talle, tu aseo, vuelo de la atrevida fantasía
tu gala y donaire, para abarcarla se cansaba en vano;
no tienen, serrana, la tierra sus mineros le rendía,
igual en el valle. sus perlas y coral el Océano.
Del cielo son ellos Y donde quier que revolver sus olas
y tú un serafín: él intentase, a quebrantar su furia
muérome de amores siempre encontraba costas españolas.
desde que te vi. Ora en el cieno del oprobio hundida,
De amores me muero, abandonada a la insolencia ajena,
sin que nada baste como esclava en mercado, ya aguardaba
212 213
la ruda argolla y la servil cadena. pensáis que espadas son para el combate
¡Qué de plagas, oh Dios! Su aliento impuro las que mueven sus manos codiciosas?
la pestilente fiebre respirando, No en tanto os estiméis; grillos, esposas
infestó el aire, emponzoñó la vida; cadenas son que en vergonzosos lazos
la hambre enflaquecida por siempre amarren tan inertes brazos.
tendió los brazos lívidos, ahogando Estremecióse España
cuanto el contagio perdonó; tres veces del indigno rumor que cerca oía,
de Jano el templo abrimos, y al gran impulso de su justa saña
y a la trompa de Marte aliento dimos; rompió el volcán que en su interior hervía.
tres veces, ¡ay!, los dioses tutelares Sus déspotas antiguos,
su escudo nos negaron, y nos vimos consternados y pálidos se esconden;
rotos en tierra y rotos en los mares. resuena el eco de venganza en torno,
¿Qué en tanto tiempo viste y del Tajo las márgenes responden:
por tus inmensos términos, oh Iberia? «¡Venganza!» ¿Dónde están, sagrado río,
¿Qué viste ya, sino funesto luto, los colosos de oprobio y de vergüenza
honda tristeza, sin igual miseria, que nuestro bien en su insolencia ahogaban?
de tu vil servidumbre acerbo fruto? Su gloria fue, nuestro esplendor comienza;
Así, rota la vela, abierto el lado, y tú, orgulloso y fiero,
pobre bajel, a naufragar camina, viendo que aún hay Castilla y castellanos,
de tormenta en tormenta despeñado, precipitas al mar tus rubias ondas,
por los yermos del mar; ya ni en su popa diciendo: «Ya acabaron los tiranos.»
las guirnaldas se ven que antes le ornaban, ¡Oh triunfo! ¡Oh gloria! ¡Oh celestial momento!
ni, en señal de esperanza y de contento, ¿Con qué puede ya dar el labio mío
la flámula riendo al aire ondea. el nombre augusto de la patria al viento?
Cesó en su dulce canto el pasajero, Yo le daré; mas no en el arpa de oro
ahogó su vocerío que mi cantar sonoro
el ronco marinero, acompañó hasta aquí; no aprisionado
terror de muerte en torno le rodea, en estrecho recinto, en que se apoca
terror de muerte silencioso y frío; el numen en el pecho
y él va a estrellarse al áspero bajío. y el aliento fatídico en la boca.
Llega el momento, en fin; tiende su mano Desenterrad la lira de Tirteo,
el tirano del mundo al Occidente, y el aire abierto a la radiante lumbre
y fiero exclama: «El Occidente es mío.» del sol, en la alta cumbre
Bárbaro gozo en su ceñuda frente del riscoso y pinífero Fuenfría,
resplandeció, como en el seno oscuro allí volaré yo, y allí cantando
de nube tormentosa en el estío con voz que atruene en derredor la sierra,
relámpago fugaz brilla un momento lanzaré por los campos castellanos
que añade horror con su fulgor sombrío. los ecos de la gloria y de la guerra.
Sus guerreros feroces ¡Guerra, nombre tremendo, ahora sublime,
con gritos de soberbia el viento llenan; único asilo y sacrosanto escudo
gimen los yunques, los martillos suenan; al ímpetu sañudo
arden las forjas. ¡Oh, vergüenza! ¿Acaso del fiero Atila que a Occidente oprime!

214 215
¡Guerra, guerra, españoles! Es el Betis; y vencedora de su mal destino,
ved del Tercer Fernando alzarse airada vuelve dar a la tierra amedrentada
la augusta sombra; su divina frente su cetro de oro y su blasón divino.»
mostrar Gonzalo en la imperial Granada;
blandir el Cid su centelleante espada,
y allá sobre los altos Pirineos,
del hijo de Jimena
animarse los miembros giganteos.
En torvo ceño y desdeñosa pena, BARTOLOMÉ JOSÉ GALLARDO
ved cómo cruzan por los aires vanos;
y el valor exhalando que se encierra (1776-1852)
dentro del hueco de sus tumbas frías,
en fiera y ronca voz pronuncian: «¡Guerra!»
¡Pues qué! ¿Con faz serena BLANCA FLOR
vierais los campos devastar opimos,
eterno objeto de ambición ajena, {CANCIÓN ROMÁNTICA)
herencia inmensa que afanando os dimos?
Despertad, raza de héroes; el momento
llegó ya de arrojarse a la victoria: ¿A qué es puertas y ventanas
que vuestro nombre eclipse nuestro nombre, clavar con tanto rigor,
que vuestra gloria humille nuestra gloria. si de par en par abiertas
No ha sido en el gran día tengo las del corazón?
el altar de la patria alzado en vano Así, con su madre a solas
por vuestra mano fuerte. lamenta su reclusión
Juradlo, ella os lo manda: «¡Antes la muerte la bella niña cenceña,
que consentir jamás ningún tirano!» la del quebrado color,
Sí, yo lo juro, venerables sombras; de amargo llanto los ojos,
yo lo juro también, y en este instante el pecho lleno de amor,
ya me siento mayor. Dadme una lanza, y de par en par abiertas
ceñidme el casco fiero y refulgente; las puertas del corazón.
volemos al combate, a la venganza; ¡Madre, la mi madre, dice,
y el que niegue su pecho a la esperanza, madre de mi corazón,
hunda en el polvo la cobarde frente. nunca yo al mundo naciera,
Tal vez el gran torrente pues tan sin ventura soy!
de la devastación en su carrera Atended a las mis cuitas,
me llevará. ¿Qué importa? ¿Por ventura habed de mí compasión,
no se muere una vez? ¿No iré, expirando, y de par en par abridme
a encontrar nuestros ínclitos mayores? las puertas del corazón.
«¡Salud, oh padres de la patria mía, Yo me levantara un día
yo les diré, salud! La heroica España, cuando canta el ruiseñor,
de entre el estrago universal y horrores el mes era de las flores,
levanta la cabeza ensangrentada. a regar las del balcón.

216 217
Un caballero pasara que de par en par me pasa
y me dijo: «¡Blanca Flor!» las puertas del corazón.
Y de par en par abrióme Yo os obedezco sumisa,
las puertas del corazón. y no me asomo al balcón:
Si blanca, su decir dulce «¿Que no hable?» — Yo no hablo.
colorada me paró; «¿Que no mire?» — ¿Miro yo?
yo callé, pero miréle, Pero «que le olvide», madre...
¡nunca le mirara yo! madre mía, olvidar no,
que de aquel negro mirar que de par en par le he abierto
me abrasó en llama de amor, las puertas del corazón.
y de par en par le abrí En fin, vos amasteis, madre;
las puertas del corazón. señora abuela ríñój
Otro día, a la alborada, mas por fin vos os velasteis,
me cantara esta canción: y a la fin fin nací yo.
«¿Dónde estás, la blanca niña, Si vos reñís, como abuela,
blanco de mi corazón?», yo amo cual amasteis vos
en laúd con cuerdas de oro al que abrí de par en par
y de regalado son, las puertas del corazón.
que de par en par me abriera
las puertas del corazón.
El es gallardo y gentil,
gala de la discreción;
si parla, encantan sus labios,
si mira, mata de amor;
y, cual si yo su sol fuera, FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA
es mi amante girasol;
y abrióme de par en par (1787-1862)
las puertas del corazón.
Yo le quiero bien, mi madre
(¡no me lo demande Dios!), EPÍSTOLA AL SEÑOR DUQUE DE FRÍAS CON
quiérale de buen querer, MOTIVO DE LA MUERTE DE SU ESPOSA
que de otra manera no.
Si el querer bien es delito, (Fragmento)
muchas las culpadas son
que de par en par abrieron
las puertas del corazón. Desde las tristes márgenes del Sena,
Vos madre, mal advertida, cubierto el cielo de apiñadas nubes,
me claváis reja y balcón; de nieve el suelo, y de tristeza el alma,
clavad, madre, norabuena, salud te envía tu infeliz amigo,
mas de esto os aviso yo: a ti, ¡más infeliz...! y ni le arredra
cada clavo que claváis el temor de tocar la cruda llaga,
es una flecha de amor, que aún brota sangre, y de mirar tus ojos
218 219
bañarse en nuevas lágrimas... ¿Qué fuera, SIGLO XIX
si no llorara nada el hombre?... Yo mil veces
he bendecido a Dios, que nos dio el llanto
para aliviar el corazón, cual vemos
calmar la lluvia al mar tempestuoso.
Llora, pues, llora; otros amigos fieles,
de más saber y de mayor ventura,
de la estoica virtud en tus oídos
harán sonar la voz; yo, que en el mundo
del cáliz de amargura una vez y otra
apuré hasta las heces, no hallé nunca
más alivio al dolor que el dolor mismo:
luchando el alma y reluchando en vano,
hasta que ya cansada, sin aliento,
bajo el inmenso peso se rendía...
¿Lo creerás, cara amigo ? Llega tm tiempo
en que gastados del dolor los filos,
ese afán, esa angustia, esa congoja,
truécase al fin en plácida tristeza;
y en ella absorta, embebecida el alma,
repliégase en sí misma silenciosa,
y ni la dicha ni el placer envidia.
Tú dudas que así sea, y yo otras veces
lo dudé como tú; juzgaba eterna
mi profunda aflicción, y grave insulto
anunciarme que un tiempo fin tendría.
Y le tuvo: de Dios a los mortales
es ésta otra merced que así tan sólo,
entre tantas desdichas y miserias,
sufrir pudieran la cansada vida.
Espera, pues; da crédito a mis voces,
y fíate de mí... ¿Quién en el mundo
compró tan caro el triste privilegio
de hablar de la desdicha... ? En tantos años,
¿viste un día siquiera, un solo día
en que no me mirases vil juguete
de un destino fatal, cual débil rama
que el huracán arranca y por los aires
la remonta un instante y contra el suelo
la arioja luego y la revuelca, impío... ?
ROMANTICISMO

DUQUE DE RIVAS
(1791-1865)

UN CASTELLANO LEAL

ROMANCE PRIMERO

«Hola, hidalgos y escuderos


de mi alcurnia y mi blasón,
mirad como bien nacidos
de mi sangre y casa en pro,
esas puertas se defiendan;
que no ha de entrar, vive Dios,
por ellas quien no estuviere
más limpio que lo está el sol.
No profane mi palacio
un fementido traidor
que contra su rey combate
y que a su patria vendió,
pues si él es de reyes primo,
primo de reyes soy yo,
y conde Benavente
si él es duque de Borbón,
llevándole de ventaja
que nunca jamás manchó
la traición mi noble sangre,
y haber nacido español.»
223
Así atronaba la calle De brocado de oro y blanco
una ya cascada voz, viste tabardo tudesco,
que de un palacio salía, de rubias martas orlado,
cuya puerta se cerró, y desabrochado y suelto,
y a la que estaba a caballo dejando ver un justillo
sobre un negro pisador, de raso jalde, cubierto
siendo en su escudo las lisos, con primorosos bordados
más bien que timbre, baldón; y costosos sobrepuestos,
y de pajes y escuderos y la excelsa y noble insignia
llevando un tropel en pos del Toisón de Oro, pendiendo
cubiertos de ricas galas, de una preciosa cadena,
el gran duque de Borbón; en la mitad de su pecho.
el que lidiando en Pavía, Un birrete de velludo
más que valiente, feroz, con un blanco airón, sujeto
gozóse en ver prisionero por un joyel de diamantes
a su natural señor, y un antiguo camafeo,
y que a Toledo ha venido, descubre por ambos lados,
ufano de su traición, tanta majestad cubriendo,
para recibir mercedes rubio, cual barba y bigote,
y ver al emperador. bien atusado el cabello.
Apoyada en la cadera
la potente diestra ha puesto,
que aprieta dos guantes de ámbar
y un primoroso mosquero,
ROMANCE SEGUNDO
y con la siniestra halaga
de un mastín muy corpulento,
En una anchurosa cuadra blanco y las orejas rubias,
del Alcázar de Toledo, el ancho y carnoso cuello.
cuyas paredes adornan Con el Condestable insigne,
ricos tapices flamencos, apaciguador del reino,
al lado de una gran mesa, de los pasados disturbios
que cubre de terciopelo, acaso está discurriendo;
napolitano tapete o del trato que dispone
con borlones de oro y flecos; con el rey de Francia preso,
ante un sillón de respaldo o de asuntos de Alemania,
que, entre bordado arabesco, agitada por Lutero,
los timbres de España ostenta cuando un tropel de caballos
y el águila del imperio, oye venir a lo lejos
de pie estaba Carlos Quinto, y ante el alcázar pararse,
que en España era primero, quedando todo en silencio.
con gallardo y noble talle, En la antecámara suena
con noble y tranquilo aspecto. rumor impensado luego,
224 225
ábrese al fin la mampara
y entra el de Borbón soberbio,
con el semblante de azufre
y con los ojos de fuego,
ROMANCE TERCERO
bramando de ira y de rabia
que enfrena mal el respeto;
y con balbuciente lengua, Sostenido por sus pajes
y con mal borrado ceño, desciende de su litera
acusa al de Benavente el conde de Benavente
un desagravio pidiendo. del alcázar a la puerta.
Del español Condestable Era un viejo respetable,
latió con orgullo el pecho, cuerpo enjuto, cara seca,
ufano de la entereza con dos ojos como chispas,
de su esclarecido deudo. cargados de largas cejas,
Y aunque, advertido, procura y con semblante muy noble,
disimular cual discreto, mas de gravedad tan seria,
a su noble rostro asoman que veneración de lejos
la aprobación y el contento. y miedo causa de cerca.
El Emperador un punto Eran su traje unas calzas
quedó indeciso y suspenso, de púrpura de Valencia,
sin saber qué responder y de recamado ante
al francés de enojo ciego. un coleto a la leonesa.
Y aunque en su interior se goza De fino lienzo gallego
con el proceder violento los puños y la gorguera,
del conde de Benavente, unos y otra guarnecidos
de altas esperanzas lleno, con randas barcelonesas.
por tener tales vasallos, Un birretón de velludo
de noble lealtad modelos, con su cintillo de perlas,
y con los que el ancho mundo y el gabán de paño verde
será a sus glorias estrecho. con alamares de seda.
Mucho al de Borbón le debe Tan sóío de Calatrava
y es fuerza satisfacerlo; la insignia española lleva;
le ofrece para calmarlo, que el Toisón ha despreciado
un desagravio completo, por ser orden extranjera.
Y llamando a un gentilhombre, Con paso tardo, aunque firme,
con el semblante severo, sube por las escaleras,
manda que el de Benavente y al verle, las alabardas
venga a su presencia presto. un golpe dan en la tierra.
Golpe de honor y de aviso
de que en el alcázar entra
un grande, a quien se le debe
todo honor y reverencia.

226 227
Al llegar a la antesala, a vos ordenar os cumple
los pajes que están en ella de mi vida y de mi hacienda.
con respeto le saludan Vuestro soy, vuestra mi casa;
abriendo las anchas puertas. de mí disponed y de ella;
Con grave paso entra el conde pero no toquéis mi honra
sin que otro aviso preceda, y respetad mi conciencia.
salones atravesando Mi casa Borbón ocupe,
hasta la cámara regia. puesto que es voluntad vuestra;
Pensativo está el monarca, contamine sus paredes,
discurriendo cómo pueda sus blasones envilezca;
componer aquel disturbio que a mí me sobra en Toledo
sin hacer a nadie ofensa. donde vivir, sin que tenga
Mucho al de Borbón le debe, que rozarme con traidores,
aún mucho más del espera, cuyo solo aliento infesta.
y al de Benavente mucho Y en cuanto él deje mi casa,
considerar le interesa. antes de tornar yo a ella,
Dilación no admite el caso, purificaré con fuego,
no hay quien dar consejo pueda, sus paredes y sus puertas.»
y Villalar y Pavía Dijo el conde, la real mano
a un tiempo se le recuerdan. besó, cubrió su cabeza
En el sillón asentado y retiróse bajando
y el codo sobre la mesa, a do estaba su litera.
al personaje recibe, Y a casa de un su pariente
que comedido se acerca. mandó que le condujeran,
Grave el conde le saluda abandonando la suya
con una rodilla en tierra, con cuanto dentro se encierra.
mas como grande del reino Quedó absorto Carlos Quinto
sin descubrir la cabeza. de ver tan noble firmeza
El Emperador, benigno, estimando la de España
que alce del suelo le ordena, más que la imperial diadema.
y la plática difícil
con sagacidad empieza.
Y entre severo y afable
al cabo le manifiesta
que es el que a Borbón aloje ROMANCE CUARTO
voluntad suya resuelta.
Con respeto muy profundo, Muy pocos días el duque
pero con la voz entera, hizo mansión en Toledo
respóndele Benavente, del noble conde ocupando
destocando la cabeza: los honrados aposentos.
«Soy, señor, vuestro vasallo; Y la noche en que el palacio
vois sois mi rey en la tierra; dejó vacío, partiendo
228 229
con su séquito y sus pajes,
orgulloso y satisfecho,
turbó la apacible luna
un vapor blanco y espeso EL FARO DE MALTA
que de las altas techumbres
se iba elevando y creciendo.
A poco rato tornóse Envuelve al mundo extenso triste noche,
en humo confuso y denso, ronco huracán y borrascosas nubes
que en nubarrones oscuros confunden y tinieblas impalpables
ofuscaba el claro cielo. el cielo, el mar, la tierra.
Después, en ardientes chispas Y tú invisible te alzas, en tu frente
y en un resplandor horrendo ostentando de fuego una corona,
que iluminaba los valles, cual rey del caos, que refleja y arde
dando en el Tajo reflejos, con luz de paz y vida.
y al fin su furor mostrando En vano ronco el mar alza sus montes
en embravecido incendio y revienta a tus pies, do rebramante,
que devoraba altas torres creciendo en blanca espuma, esconde y borra
y derrumbaba altos techos. el abrigo del puerto.
Resonaron las campanas, Tú, con lengua de fuego, «Aquí está», dices,
conmovióse todo el pueblo, sin voz hablando al tímido piloto,
de Benavente el palacio que como a numen bienhechor te adora,
presa de las llamas viendo. y en ti los ojos clava.
El Emperador, confuso, Tiende apacible noche el manto rico,
corre a procurar remedio, que céfiro amoroso desenrolla,
en atajar tanto daño recamado de estrellas y luceros,
mostrando tenaz empeño. por él rueda la luna.
En vano todo; tragóse Y entonces tú, de niebla vaporosa
tantas riquezas el fuego vestido, dejas ver en formas vagas
a la lealtad castellana tu cuerpo colosal, y tu diadema
levantando un monumento. arde al par de los astros.
Aún hoy unos viejos muros Duerme tranquilo el mar; pérfido, esconde
del humo y las llamas negros rocas aleves, áridos escollos;
recuerdan acción tan grande falso señuelo son, lejanas cumbres
en la famosa Toledo. engañan a las naves.
Mas tú, cuyo esplendor todo lo ofusca;
tú, cuya inmoble posición indica
el trono de un monarca, eres su norte,
les adviertes su engaño.
Así de la razón arde la antorcha,
en medio del fulgor de las pasiones
o de aleves halagos de fortuna,
a los ojos del alma.
230 231
Desque refugio de la airada suerte el arcángel dorado que corona
en esta escasa tierra que presides, de Córdoba la torre.
y grato albergue el cielo bondadoso
me concedió, propicio,
ni una vez sólo a mis pesares busco
dulce olvido del sueño entre los brazos
sin saludarte y sin tornar los ojos
a tu espléndida frente.
¡Cuántos, ay, desde el seno de los mares JOSÉ MARÍA HEREDIA
al par los tornarán...! Tras larga ausencia
unos, que vuelven a su patria amada, (1803-1839)
a sus hijos y esposa,
otros, prófugos, pobres, perseguidos,
que asilo buscan, cual busqué, lejano, NIÁGARA
y a quienes que lo hallaron tu luz dice,
hospitaria estrella. Dadme mi lira, dádmela, que siento
Arde, y sirve de norte a los bajeles, en mi alma estremecida y agitada
que de mi patria, aunque de tarde en tarde, arder la inspiración. ¡Oh! ¡Cuánto tiempo
me traen nuevas amargas y renglones en tiniebjas pasó, sin que mi frente
con lágrimas escritos. brillase con su luz...! Niágara undoso,
Cuando la vez primera deslumbraste sola tu faz sublime ya podría
mis afligidos ojos, ¡cuál mi pecho, tornarme el don divino que ensañada
destrozado y hundido en amarguras, me robó del dolor la mano impía.
palpitó venturoso! Torrente prodigioso, calma, acalla
Del Lacio moribundo las riberas tu trueno aterrador; disipa un tanto
huyendo inhospitables, contrastado las tinieblas que en torno te circundan,
del viento y mar entre ásperos bajíos, y déjame mirar tu faz serena,
vi tu lumbre divina. y de entusiasmo ardiente mi alma llena.
Viéronla como yo los marineros, Yo digno soy de contemplarte; siempre
y, olvidando los votos y plegarias lo común y mezquino desdeñando,
que en las sordas tinieblas se perdían, ansié por lo terrífico y sublime.
«¡¡Malta!! ¡¡Malta!!», gritaron; Al despeñarse el huracán furioso,
y fuiste a nuestros ojos la aureola al retumbar sobre mi frente el rayo,
que orna la frente de la santa imagen palpitando gocé; vi el Océano
en quien busca afanoso peregrino azotado del austro proceloso
la salud y el consuelo. combatir mi bajel, y ante mis plantas
Jamás te olvidaré, jamás... Tan sólo sus abismos abrir, y amé el peligro
trocara tu esplendor, sin olvidarlo, y sus iras amé; mas su fiereza
rey de la noche, y de tu excelsa cumbre en mi alma no dejara
la benéfica llama, la profunda impresión que tu grandeza.
por la llama y los fúlgidos destellos Corres sereno y majestuoso, y luego,
que lanza, reflejando al sol naciente, en ásperos peñascos quebrantado,

232 233
te abalanzas violento, arrebatado, El alma libre, generosa y fuerte
como el destino, irresistible y ciego. viene, te ve, se asombra,
¿Qué voz humana describir podría menosprecia los frivolos deleites
de la sirte rugiente y aun se siente elevar cuando te nombra.
la aterradora faz? El alma mía ¡Dios, Dios de la verdad!, en otros climas
en vagos pensamientos se confunde vi monstruos execrables
al contemplar la férvida corriente, blasfemando tu nombre sacrosanto,
que en vano quiere la turbada vista sembrar error y fanatismo impío,
en su vuelo seguir al borde oscuro los campos inundar con sangre y llanto
del precipicio altísimo; mil olas, de hermanos atizar la infanda guerra
cual pensamiento rápidas pasando, y desolar frenéticos la tierra.
chocan y se enfurecen, Vilos, y el pecho se inflamó a su vista
y otras mil y otras mil ya las alcanzan, en grave indignación. Por otra parte,
y entre espuma y fragor desaparecen. vi mentidos filósofos, que osaban
Mas llegan..., saltan... El abismo horrendo escrutar tus misterios, ultrajarte,
devora los torrentes despeñados y de impiedad al lamentable abismo
crúzanse en él mil iris, y asordados a los míseros hombres arrastraban.
vuelven los bosques el fragor tremendo, Por eso siempre te buscó mi mente
Al golpe violentísimo en las peñas en la sublime soledad; ahora
rómpese el agua y salta, y una nube entera se abre a ti; tu mano siente
de revueltos vapores en esta inmensidad que me circunda,
cubre el abismo en remolinos, sube, y tu profunda voz baja a mi seno
gira en torno, y al cielo de este raudal en el eterno trueno.
cual pirámide inmensa se levanta, ¡Asombroso torrente!
y por sobre los bosques que le cercan ¡Cómo tu vista mi ánimo enajena
al solitario cazador espanta. y de terror y admiración me llena!
Mas ¿qué en ti busca mi anhelante vista, ¿Dó tu origen está? ¿Quién fertiliza
con inquieto afanar? ¿Por qué no miro por tantos siglos tu inexhausta fuente?
alrededor de tu caverna inmensa, ¿Qué poderosa mano
las palmas, ¡ay!, las palmas deliciosas, hace que al recibirte
que en las llanuras de mi ardiente patria no rebose en la tierra el Océano?
nacen del sol a la sonrisa, crecen, Abrió el Señor su mano omnipotente,
y al soplo de la brisa del Océano cubrió su faz de nubes agitadas,
bajo un cielo purísimo se mecen? dio su voz a tus aguas despeñadas
Este recuerdo a mi pesar me viene... y ornó con su arco tu terrible frente.
Nada, ¡oh Niágara!, falta a tu destino, Miro tus aguas que incansables corren,
ni otra corona que el agreste pino como el largo torrente de los siglos
a tu terrible majestad conviene. rueda en la eternidad: así del hombre
La palma y mirto, y delicada rosa, pasan volando los floridos días
muelle placer inspiren y ocio blando y despierta el dolor... ¡Ay!, ya agotada
en frivolo jardín; a ti la suerte siento mi juventud, mi faz marchita,
guarda más digno objeto y más sublime. y la profunda pena que me agita
234 235
ruga mi frente de dolor nublada.
Nunca tanto sentí como este día
mi mísero aislamiento, mi abandono,
mi lamentable desamor... ¿Podría
un alma apasionada y borrascosa JOSÉ DE ESPRONCEDA
sin amor ser feliz...? ¡Oh! ¡Si una hermosa
digna de mí me amase (1808-1842)
y de este abismo al borde turbulento
mi vago pensamiento
y mi andar solitario acompañase! CANTO A TERESA
¡Cuál gozara al mirar su faz cubrirse
de leve palidez, y ser más bella
en su dulce terror, y sonreírse DESCANSA EN PAZ
al sostenerla en mis amantes brazos...!
¡Delirios de virtud...! ¡Ay!, des-terrado,
sin patria, sin amores, Bueno es el mundo, ¡bueno!, ¡bueno!, ¡bueno!
Como de Dios, al fin, obra maestra,
sólo miro ante mí llanto y dolores. por todas partes de delicias lleno,
¡Niágara poderoso! de que Dios ama al hombre hermosa muestra.
Oye mi última voz; en pocos años Salga la voz alegre de mi seno
a celebrar esta vivienda nuestra.
ya devorado habrá la tumba fría ¡Paz a los hombres! ¡Gloria en tas alturas!
a tu débil cantor. ¡Duren mis versos ¡Cantad en vuestra jaula, criaturas!
cual tu gloria inmortal! Pueda, piadoso,
al contemplar tu faz algún viajero, (María, por don Miguel de ios Santos Alvarez.)
dar un suspiro a la memoria mía.
Y yo, al hundirse el sol en Occidente,
vuele gozoso do el Creador me llama, ¿Por qué volvéis a la memoria mía,
y al escuchar los ecos de mi fama tristes recuerdos del placer perdido,
alce en las nubes la radiosa frente. a aumentar la ansiedad y la agonía
de este desierto corazón herido?
¡Ay!, que de aquellas horas de alegría
le quedó al corazón sólo un gemido,
y el llanto que al dolor los ojos niegan
lágrimas son de hiél que el alma anegan.
¿Dónde volaron, ¡ay!, aquellas horas
de juventud, de amor y de ventura,
regaladas de músicas sonoras,
adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras,
sus alas de carmín y nieve pura,
al son de mi esperanza desplegando,
pasaban, ¡ay!, a mi alrededor cantando.
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
236 237
el sol iluminaba mi alegría, antiguo torreón, do sus pesares
el aura susurraba entre las flores, cantó tal vez con eco lastimero,
el bosque mansamente respondía, ¡ay!, arrancada de sus patrios lares,
las fuentes murmuraban sus amores... joven cautiva al rayo de la luna,
¡Ilusiones que llora el alma mía! lamentando su ausencia y su fortuna;
¡Oh! ¡Cuan suave resonó en mi oído el dulce anhelo del amor que aguarda,
el bullicio del mundo y su ruido! tal vez inquieto y con mortal recelo;
Mi vida entonces, cual guerrera nave la forma bella que cruzó gallarda,
que el puerto deja por la vez primera, allá en la noche, entre medroso velo;
y al soplo de los céfiros suave la ansiada cita que en llegar se tarda
orgullosa desplega su bandera, al impaciente y amoroso anhelo,
y al mar dejando que a sus pies alabe la mujer y la voz de su dulzura,
su triunfo en roncos cantos, va, velera, que inspira al alma celestial ternura...
una ola tras otra, bramadora, A un tiempo mismo en rápida tormenta
hollando y diviendo vencedora. mi alma alborotaban de contino,
¡Ay!, en el mar del mundo, en ansia ardiente cual las olas que azota con violenta
de amor volaba; el sol de la mañana cólera impetuoso torbellino;
llevaba yo sobre mi tersa frente, soñaba el héroe ya, la plebe atenta
y el alma pura de su dicha ufana; en mi voz escuchaba su destino;
dentro de ella, el amor, cual rica fuente ya el caballero, al trovador soñaba,
que entre frescuras y arboledas mana, y de gloria y de amores suspiraba.
brotaba entonces abundante río Hay una voz secreta, un dulce canto,
de ilusiones y dulce desvarío. que el alma sólo, recogida, entiende,
Yo amaba todo: un noble sentimiento un sentimiento misterioso y santo,
exaltaba mi ánimo y sentía que del barro al espíritu desprende;
en mi pecho un secreto movimiento, agreste, vago y solitario encanto
de grandes hechos generoso guía; que en inefable amor el alma enciende,
la libertad, con su inmortal aliento, volando tras la imagen peregrina
santa diosa, mi espíritu encendía, el corazón de su ilusión divina.
continuo imaginando en mi fe pura Yo, desterrado en extranjera playa,
sueños de gloria al mundo y de ventura. con los ojos extáticos seguía
El puñal de Catón, la adusta frente la nave audaz que en argentada raya
del noble Bruto, la constancia fiera volaba al puerto de la patria mía;
y el arrojo de Scévola valiente, yo, cuando en Occidente el sol desmaya,
la doctrina de Sócrates severa, solo y perdido en la arboleda umbría,
la voz atronadora y elocuente oír pensaba y armonioso acento
del orador de Atenas, la bandera de una mujer al suspirar del viento.
contra el tirano Macedonio alzando, ¡Una mujer! En el templado rayo
y al espantado pueblo arrebatando; de la mágica luna se colora,
el valor y la fe del caballero; del sol poniente al lánguido desmayo,
del trovador el arpa y los cantares: lejos entre las nubes se evapora;
del gótico castillo el altanero sobre las cumbres que florece mayo,

238 239
brilla fugaz al despuntar la aurora, brindó el amor a mi ilusión primera...!
cruza tal vez por entre el bosque umbrío, ¡Oh, Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías,
juega en las aguas del sereno río. ¡ah!, ¿dónde estáis, que no corréis a mares?
¡Una mujer! Deslizase en el cielo, ¿Por qué, por qué como en mejores días
allá en la noche desprendida estrella. no consoláis vosotras mis pesares?
Si aroma el aire recogió en el suelo, ¡Oh!, los que no sabéis las agonías
es el aroma que le presta ella. de un corazón que penas a millares,
Blanca es la nube que en callado vuelo ¡ay!, desgarraron y que ya no llora,
cruza la esfera, y que su planta huella, ¡piedad tened de mi tormento ahora!
y en la tarde la mar olas le ofrece ¡Oh, dichosos mil veces, sí, dichosos
de plata y de zafir, donde se mece. los que podéis llorar! y, ¡ay, sin ventura
Mujer que amor en su ilusión figura, de mí, que entre suspiros angustiosos
mujer que nada dice a los sentidos, ahogar me siento en infernal tortura!
ensueño de suavísima ternura ¡ Retuércese entre nudos dolorosos
eco que regaló nuestros oídos; mi corazón, gimiendo de amargura!
de amor la llama generosa y pura También tu corazón, hecho pavesa,
los goces dulces del amor cumplidos ¡ay! llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!
que engalana la rica fantasía, ¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
goces que avaro el corazón ansia. que fuera eterno manantial de llanto
¡Ay!, aquella mujer, tan sólo aquélla, tanto inocente amor, tanta alegría,
tanto delirio a realizar alcanza, tantas delicias y delirio tanto?
y esa mujer, tan candida y tan bella, ¿Quién pensara jamás llegase un día
es mentida ilusión de la esperanza; en que perdido el celestial encanto
es el alma que vivida destella y caída la venda de los ojos,
su luz al mundo cuando en él se lanza, cuanto diera placer causara enojos?
y el mundo con su magia y galanura, Aún parece, Teresa, que te veo
es espejo no más de su hermosura. aérea como dorada mariposa,
Es el amor que al mismo amor adora, ensueño delicioso del deseo,
el que creó las sílfides y ondinas, sobre tallo gentil temprana rosa,
la sacra ninfa que bordando mora del amor venturoso devaneo,
debajo de las aguas cristalinas; angélica, purísima y dichosa,
es el amor, que, recordando, llora y oigo tu voz dulcísima, y respiro
las arboledas del Edén divinas; tu aliento perfumado en tu suspiro.
amor de allí arrancado, allí nacido, Y aún miro aquellos ojos que robaron
que busca en vano aquí su bien perdido. a los cielos su azul, y las rosadas
¡Oh llama santa! ¡Celestial anhelo! tintas sobre la nieve, que envidiaron
¡Sentimiento purísimo! ¡Memoria las de mayo serenas alboradas;
acaso triste de un perdido cielo, y aquellas horas dulces que pasaron
quizá esperanza de futura gloria! tan breves, ¡ay!, como después lloradas,
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo! horas de confianza y de delicias,
¡Oh, qué mujer! ¡Qué imagen ilusoria de abandono y de amor y de caricias.
tan pura, tan feliz, tan placentera, Que así las horas rápidas pasaban,

240 241
y pasaba a la par nuestra ventura; luchéis por arrancároslo a pedazos;
y nunca nuestras ansias las contaban, en que al cielo en histérica agonía
tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura. frenéticos alcéis entrambos brazos,
Las horas, ¡ay!, huyendo nos miraban, para en vuestra impotencia maldecirle
llanto tal vez vertiendo de ternura; y escupiros, tal vez, al escupirle.
que nuestro amor y juventud veían, Los años, ¡ay!, de la ilusión pasaron;
y temblaban las horas que vendrían. las dulces esperanzas que trajeron
Y llegaron, en fin; ¡oh!, ¿quién, impío con sus blancos ensueños se llevaron
¡ay!, agostó la flor de tu pureza? y el porvenir de oscuridad vistieron;
Tú fuiste un tiempo cristalino río, las rosas del amor se marchitaron,
manantial de purísima limpieza; las flores en abrojos convirtieron,
después torrente de color sombrío, y de afán tanto y tan soñada gloria
rompiendo entre peñascos y maleza, sólo quedó una tumba, una memoria.
y estanque, en fin, de aguas corrompidas, ¡Pobre Teresa! ¡Al recordarte siento
entre fétido fango detenidas. un pesar tan intenso...! Embarga impío
¿Cómo caíste despeñado al suelo, mi quebrantada voz mi sentimiento,
astro de la mañana luminoso? y suspira tu nombre el labio mío;
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo para allí su carrera el pensamiento,
a este valle de lágrimas odioso? hiela mi corazón punzante frío,
Aún cercaba tu frente el blanco velo ante mis ojos la funesta losa
del serafín, y en ondas fulguroso donde, vil polvo, tu beldad reposa.
rayos al mundo tu esplendor vertía, ¡Y tú, feliz, que hallaste en la muerte
y otro cielo el amor te prometía. sombra a que descansar en tu camino,
Mas. ¡ay!, que es la mujer ángel caído cuando llegabas, mísera, a perderte
o mujer nada más y lodo inmundo, y era llorar tu único destino,
hermoso ser para llorar nacido, cuando en tu frente la implacable suerte
o vivir como autómata en el mundo. grababa de los reprobos el sino!
Sí, que el demonio en el Edén perdido Feliz, la muerte te arrancó del suelo,
abrasara con fuego del profundo y, otra vez ángel, te volviste al cielo.
la primera mujer, y, ¡ay!, aquel fuego Roída de recuerdos de amargura,
la herencia ha sido de sus hijos luego. árido el corazón, sin ilusiones*
Brota en el cielo del amor la fuente, la delicada flor de tu hermosura
que a fecundar el universo mana, ajaron del dolor los aquilones;
y en la tierra su límpida corriente sola, y envilecida, y sin ventura,
sus márgenes con flores engalana; tu corazón sacaron las pasiones;
mas, ¡ay!, huid; el corazón ardiente, tus hijos, ¡ay!, de ti se avergonzaran,
que el agua clara por beber se afana, y hasta el nombre de madre te negaran.
lágrimas verterá de duelo eterno, Los ojos escaldados de tu llanto,
que su raudal lo envenenó el infierno. tu rostro cadavérico y hundido;
Huid, si no queréis que llegue un día único desahogo en tu quebranto,
en que, enredado en retorcidos lazos el histérico ¡ay! de tu gemido;
el corazón, con bárbara porfía ¿quién, quién pudiera en infortunio tanto
242 243
envolver tu desdicha en el olvido, tu corazón al par que tu amargura;
disipar tu dolor y recogerte si en tu penosa y última agonía
en su seno de paz? ¡Sólo la muerte! volviste a lo pasado el pensamiento;
¡Y tan joven, y ya tan desgraciada! si comparaste a tu existencia un día
Espíritu indomable, alma violenta, tu triste soledad y tu aislamiento;
en ti, mezquina sociedad, lanzada si arrojó a tu dolor tu fantasía
a romper tus barreras turbulenta. tus hijos, ¡ay!, en tu postrer momento
Nave contra las rocas quebrantada, a otra mujer tal vez acariciando,
allá vaga, a merced de la tormenta, madre tal vez a otra mujer llamando;
en las olas tal vez náufraga tabla, si el cuadro de tus breves glorias viste
que sólo ya de sus grandezas habla. pasar como fantástica quimera,
Un recuerdo de amor que nunca muere y si la voz de tu conciencia oíste
y está en mi corazón; un lastimero dentro de ti gritándote severa;
tierno quejido que en el alma hiere, si, en fin, entonces tú llorar quisiste
eco suave de su amor primero; y no brotó una lágrima siquiera
¡ay!, de tu luz, en tanto yo viviere, tu seco corazón, y a Dios llamaste,
quedará un rayo en mí, blanco lucero, y no te escuchó Dios y blasferriaste;
que iluminaste con tu luz querida ¡oh!, ¡cruel!, ¡muy cruel!, ¡martirio horrendo!
la dorada mañana de mi vida. ¡espantosa expiación de tu pecado!
Que yo, como una flor que en la mañana ¡Sobre un lecho de espinas maldiciendo,
abre su cáliz al naciente día, morir, el corazón desesperado!
¡ay!, al amor abrí tu alma temprana Tus mismas manos de dolor mordiendo,
y exalté tu inocente fantasía, presente a tu conciencia lo pasado,
yo inocente también, ¡oh!, cuan ufana buscando en vano, con los ojos fijos
al porvenir mi mente sonreía, y extendiendo tus brazos, a tus hijos.
y en alas de mi amor, ¡con cuánto anhelo ¡Oh!, ¡cruel!, ¡muy cruel!... ¡Ay! Yo, entretanto,
pensé contigo remontarme al cielo! dentro del pecho mi dolor oculto,
Y alegre, audaz, ansioso, enamorado, enjugo de mis párpados el llanto
en tus brazos en lánguido abandono, y doy al mundo el exigido culto;
de glorias y deleites rodeado yo escondo con vergüenza mi quebranto,
levantar para ti soñé yo un trono; mi propia pena con mi risa insulto,
y allí, tú venturosa y yo a tu lado y me divierto en arrancar del pecho
vencer del mundo el implacable encono, mi mismo corazón, pedazos hecho.
y en un tiempo, sin horas ni medida, Gocemos, sí; la cristalina esfera
ver como un sueño resbalar la vida. gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¡Pobre Teresa! Cuando ya tus ojos ¿Quién a parar alcanza la carrera
áridos ni una lágrima brotaban; del mundo hermoso que al placer convida?
cuando ya su color tus labios rojos" Brilla radiante el sol, la primavera
en cárdenos matices se cambiaban; los campos pinta en la estación florida;
cuando de tu dolor tristes despojos trueqúese en risa mi dolor profundo.,.
la vida y su ilusión te abandonaban, Que haya un cadáver más, ¿qué importa al mundo?
y consumía lenta calentura
244 245
«Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravio,
a quien nadie impuso leyes.
CANCIÓN DEL PIRATA Y no hay playa
sea cualquiera,
ni bandera
Con diez cañones por banda, de esplendor
viento en popa a toda vela, que no sienta
no corta el mar, sino vuela, mi derecho
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman, y dé pecho
por su bravura el Temido, a mi valor.»
en todo mar conocido Que es mi barco mi tesoro...
del uno al otro confín. «A la voz de " ¡Barco viene!"
La luna en el mar riela, es de ver
en la lona gime el viento, cómo vira y se previene
y alza en blando movimiento a todo trapo escapar;
olas de plata y azul; que yo soy el rey del mar,
y ve el capitán pirata, y mi furia es de temer.
cantando alegre en la popa, En las presas
Asia a un lado; al otro, Europa; yo divido
y allá a su frente, Estambul. lo cogido
«Navega, velero mío, por igual;
sin temor; sólo quiero
que ni enemigo navio, por riqueza
ni tormenta, ni bonanza, la belleza
tu rumbo a torcer alcanza, sin rival.»
ni a sujetar tu valor. Que es mi barco mi tesoro...
Veinte presas «¡Sentenciado estoy a muerte!
hemos hecho Yo me río;
a despecho no me abandone la suerte
del inglés, y al mismo que me condena
y han rendido colgaré de alguna entena,
cien naciones quizá en su propio navio.
sus pendones Y si caigo,
a mis pies.» ¿qué es la vida?
Que es mi barco mi tesoro, Por perdida
que es mi Dios la libertad, ya la di,
mi ley la fuerza y el viento, cuando el yugo
mi única patria la mar. del esclavo
247
246
como un bravo Tú la hoguera del sol alimentas,
sacudí.» tú revistes los cielos de azul,
Que es mi barco mi tesoro... tú la luna en las sombras argentas,
«Son mi música mejor tú coronas la aurora de luz.
aquilones; Gratos ecos al bosque sombrío,
el estrépito y temblor verde pompa a los árboles das,
de los cables sacudidos, melancólica música al río,
del negro mar los bramidos ronco grito a las olas del mar.
y el rugir de mis cañones. Tú el aroma en las flores exhalas,
Y del trueno en los valles suspiras de amor,
ai son violento tú murmuras del aura en las alas,
y del viento en el Bóreas retumba tu voz.
al rebramar Tú derramas el oro en la tierra
yo me duermo en arroyos de hirviente metal;
sosegado, tú abrillantas la perla que encierra
arrullado en su abismo profundo la mar.
por la mar.» Tú las cárdenas nubes extiendes,
Que es mi barco mi tesoro, negro manto que agita Aquilón;
que es mi Dios la libertad, con tu aliento los aires enciendes,
mi ley la fuerza y el viento, tus rugidos infunden pavor.
mi única patria la mar. Tú eres pura simiente de vida,
manantial sempiterno del bien;
luz del mismo Hacedor desprendida,
juventud y hermosura es tu ser.
Tú eres fuerza secreta que el mundo
en sus ejes impulsa a rodar;
sentimiento armonioso y profundo
HIMNO A LA INMORTALIDAD de los orbes que anima tu faz.
De tus obras los siglos que vuelan
incansables artífices son,
¡Salve, llama creadora del mundo, del espíritu ardiente cincelan
lengua ardiente de eterno saber, y embellecen la estrecha prisión.
puro germen, principio fecundo Tú, en violento, veloz torbellino,
que encadenas la muerte a tus pies! los empujas enérgica, y van;
Tú la inerte materia espoleas, y adelante en tu raudo camino
tú la ordenas juntarse y vivir, a otros siglos ordenas llegar.
tú su lodo modelas, y creas Y otros siglos ansiosos se lanzan,
miles seres de formas sin fin. desaparecen y llegan sin fin,
Desbarata tus obras en vano y en su eterno trabajo se alcanzan,
vencedora la muerte tal vez; y se arrancan sin tregua el buril.
de sus restos levanta tu mano Y afanosos sus fuerzas emplean
nuevas obras triunfante otra vez. en tu inmenso taller sin cesar,
248 249
y en la tosca materia golpean, que estalla y que se agita
y redobla el trabajo su afán. y rayos mil vomita
De la vida en el hondo Océano y muertos por doquier.
flota el hombre en perpetuo vaivén, Que el trueno me despierte
y derrama abundante su mano con su ronco estampido,
la creadora semilla en su ser. y al mundo adormecido
Hombre débil, levanta la frente, le haga estremecer,
pon tu labio en su eterno raudal; que rayos cada instante
tú serás como el sol en Oriente; caigan sobre él sin cuento,
tú serás, como el mundo, inmortal. que se hunda el firmamento
me agrada mucho ver.
La llama de un incendio
que corra devorando
y muertos apilando
quisiera yo encender;
tostarse allí un anciano,
LA DESESPERACIÓN volverse todo tea,
y oír como chirrea
(Atribuida a José de Espronceda) ¡qué gusto!, ¡qué placer!
Me gusta una campiña
de nieve tapizada,
Me gusta ver el cielo de flores despojada,
con negros nubarrones sin fruto, sin verdor,
y oír los aquilones ni pájaros que canten,
horrísonos bramar, ni sol haya que alumbre
me gusta ver la noche y sólo se vislumbre
sin luna y sin estrellas, la muerte en derredor.
y sólo las centellas Allá, en sombrío monte,
la tierra iluminar. solar desmantelado,
Me agrada un cementerio rae place en sumo grado
de muertos bien relleno, la luna al reflejar,
manando sangre y cieno moverse las veletas
que impida el respirar, con áspero chirrido
y allí un sepulturero igual al alarido
de tétrica mirada que anuncia el expirar.
con mano despiadada Me gusta que al Averno
los cráneos machacar. lleven a los mortales
Me alegra ver la bomba y allí todos los males
caer mansa del cielo, les hagan padecer;
e inmóvil en el suelo, les abran las entrañas,
sin mecha al parecer, les rasguen los tendones,
y luego embravecida rompan los corazones
250 251
sin de ayes caso hacer.
Insólita avenida
que inunda fértil vega,
de cumbre en cumbre llega,
y arrasa por doquier;
se lleva los ganados
y las vides sin pausa, EL ARREPENTIMIENTO
y estragos miles causa,
¡qué gusto!, ¡qué placer! (Atribuida a José de Espronceda)
Las voces y las risas,
el juego, las botellas,
en torno de las bellas A MI MADRE
alegres apurar;
y en sus lascivas bocas,
con voluptuoso halago, Triste es la vida cuando piensa el alma,
un beso a cada trago triste es vivir si siente el corazón;
alegres estampar. nunca se goza de ventura y calma
Romper después las copas, si se piensa del mundo en la ficción.
los platos, las barajas, No hay que buscar del mundo los placeres,
y abiertas las navajas, pues que ninguno existe en realidad;
buscando el corazón; no hay que buscar amigos ni mujeres,
oír luego los brindis que es mentira el placer y la amistad.
mezclados con quejidos Es inútil que busque el desgraciado
que lanzan los heridos quien quiera su dolor con él partir;
en llanto y confusión. sordo el mundo, le deja abandonado
Me alegra oír al uno sin aliviar su mísero vivir.
pedir a voces vino, La virtud y el honor, sólo de nombre
mientras que su vecino existen en el mundo engañador;
se cae en un rincón; un juego la virtud es para el hombre;
y que otros ya borrachos, un fantasma, no más, es el honor.
en trino desusado, No hay que buscar palabras de ternura,
cantan al dios vendado que le presten al alma algún solaz;
impúdica canción. no hay que pensar que dure la ventura,
Me agradan las queridas que en el mundo el placer siempre es fugaz.
tendidas en los lechos, Esa falsa deidad que llaman gloria
sin chales en los pechos es del hombre tan sólo una ilusión,
y flojo el cinturón, que siempre está patente en su memoria
mostrando sus encantos, halagando, traidora, el corazón.
sin orden el cabello, Todo es mentira lo que el mundo encierra,
al aire el muslo bello... que el niño no conoce, por su bien;
¡Qué gozo!, ¡qué ilusión! entonces la niñez sus ojos cierra,
y un tiempo a mí me los cerró también.
252 253
era el mundo un paraíso.
En aquel tiempo el maternal cariño Así viví sin temor,
como un Edén el mundo me pintó; disfrutando los placeres
yo lo miré como lo mira un niño, del mundo tan seductor;
y mejor que un Edén me pareció. en él encontré el amor
Lleno lo vi de fiestas y jardines, al encontrar las mujeres.
donde tranquilo imaginé gozar; Mis oídos las oyeron,
oí cantar pintados colorines y mis ojos las miraron,
y escuché de la fuente el murmurar. y ángeles me parecieron;
Yo apresaba la blanca mariposa, mis ojos, ¡ay!, me engañaron
persiguiéndola ansioso en el jardín, y mis oídos mintieron.
bien al parar en la encarnada rosa Entre placeres y amores
o al posarse después en el jazmín. fueron pasando mis años
Miraba al sol, sin que jamás su fuego sin recelo ni temores,
quemase mis pupilas ni mi tez; mi corazón sin engaños
que entonces lo miré con el sosiego y mi alma sin dolores.
y con la paz que infunde la niñez. Mas hoy ya mi corazón
Mi vida resbalaba entre delicias por su bien ha conocido
prodigadas, ¡oh madre!, por tu amor. de los hombres la traición
¡Cuántas veces, entonces, tus caricias y mi alma ha descorrido
acallaron mi llanto y mi clamor! el velo de la ilusión.
¡Cuántas veces, durmiendo en tu regazo, Ayer vi el mundo risueño
en pájaros y flores yo soñé! y hoy triste lo miro ya;
¡Cuántas me diste, oh madre, un tierno abrazo para mí no es halagüeño;
porque alegre y risueño te miré! mis años han sido un sueño
Mis caricias pagaste con exceso, que disipándose va.
como pagan las flores al abril; Por estar durmiendo ayer,
mil besos, ¡ay!, me dabas por un beso, de este mundo la maldad
por un abrazo tú me dabas mil, ni pude ni quise ver,
Pero yo te abandoné ni del amigo y mujer
por seguir la juventud; conocí la falsedad.
en el mundo me interné, Por el sueño, no miraron
y al primer paso se fue mis ojos teñido un río
de la infancia la quietud; de sangre, que derramaron
que aunque tu voz me anunciaba hermanos que se mataron
los escondidos abrojos llevados de un desvarío.
del camino que pisaba, Por el sueño, madre mía,
mi oído no te escuchaba del porvenir, sin temor,
ni te miraban mis ojos. ayer con loca alegría
¡Sí, madre! Yo no creí entonaba en una orgía
que fuese cierto tu aviso; cantos de placer y amor.
tan hechizado lo vi, Por el sueño fui perjuro
que al principio para mí
255
254
con las mujeres allí; ¡Que es veneno el amor de las mujeres
y en lugar de tu amor puro, que en el mundo, gozoso, yo bebí!
amor frenético, impuro, Pero, a pesar de todos los placeres,
de impuros labios bebí. jamás pude olvidarme yo de ti.
Mi corazón fascinaste Siempre, extasiado, recordó mi mente
cuando me ofreciste el bien; aquellos días de ventura y paz
pero (¡oh mundo!), me engañaste que a tu lado viví tranquilamente
porque en infierno trocaste ajeno de este mundo tan falaz.
lo que yo juzgaba Edén. Todo el amor que tiene es pasajero,
Tú me mostraste unos seres nocivo, receloso, engañador;
con rostros de querubines no hay otro, no, más puro y verdadero
y con nombres de mujeres, que dure más que el maternal amor.
tú me brindaste placeres Vuelve, ¡oh madre!, a mirarme con cariño;
en ciudades y festines. tus caricias y halagos tórname;
Tus mujeres me engañaron, yo de ti me alejé, pero era un niño,
que al brindarme su cariño y el mundo me engañó, ¡perdóname!
en engañarme pensaron Yo pagaré tu amor con el exceso
y sin compasión jugaron con que pagan las flores al abril;
con mi corazón de niño. mil besos te daré por sólo un beso,
En tus pueblos no hay clemencia, por un abrazo yo te daré mil.
la virtud no tiene abrigo; Dejemos que prosigan engañando
por eso con insolencia los hombres y mujeres a la par;
los ricos, en su opulencia, de nuestro amor sigamos disfrutando
escarnecen al mendigo. en sus engaños, madre, sin pensar.
Y en vez de arroyos y flores Porque es triste vivir si piensa el alma,
y fuentes y ruiseñores, y mucho más si siente el corazón;
se escuchan en tus jardines nunca se goza de ventura y calma
los gritos y los clamores si se piensa del mundo en la ficción.
que salen de los festines.
Por eso perdí el reposo
de mis infantiles años;
dime, mundo peligroso,
¿por qué siendo tan hermoso
contienes tantos engaños?
Heme a tus pies llorando arrepentido,
fría la frente y seco el corazón;
¡ah!, si supieras cuánto he padecido,
me tuvieras, ¡oh madre!, compasión.
No te admires de hallarme en este estado,
sin luz los ojos, sin color la tez;
porque mis labios, ¡ay!, han apurado
el cáliz del dolor hasta la hez.
256 257
la blanca primavera,
con su gentil abrazo,
fecunda el gran regazo
que flor y fruto da.
Mas, ¡ay!, que de las almas
el sol yace eclipsado;
GABRIEL GARCÍA TASSARA mas, ¡ay!, que ha vacilado
el polo de la fe;
(1817-1875) mas, ¡ay!, que ya tus palmas
se vuelven al desierto;
no creen, no, en el huerto
HIMNO AL MESÍAS del que tu pueblo fue.
Tiniebla es ya la Europa,
ella agotó la ciencia,
Baja otra vez al mundo, maldijo su creencia,
¡baja otra vez, Mesías! se apacentó con hiél;
De nuevo son los días y rota ya la copa
de tu alta vocación; en que su fe bebía,
y en su dolor profundo se alzaba y te decía:
ía humanidad entera «¡Señor!, yo soy Luzbel.»
el nuevo oriente espera Mas, ¡ay!, que contra el cielo
de un sol de redención. no tiene el hombre rayo,
Corrieron veinte edades y en súbito desmayo
desde el supremo día cayó de ayer a hoy;
que en esta cruz te vía y en son de desconsuelo,
morir Jerusalén; y en llanto de impotencia,
y nuevas tempestades hoy clama en tu presencia:
surgieron y bramaron, «Señor, tu pueblo soy.»
de aquellas que asolaron No es, no, la Roma atea
al primitivo Edén. que entre aras derrocadas
De aquellas que le ocultan despide a carcajadas
al hombre su camino los dioses que se van:
con ciego torbellino es la que, humilde rea,
de culpa y expiación; baja a las catacumbas
de aquellas que sepultan y palpa entre las tumbas
en hondos cautiverios los tiempos que vendrán.
cadáveres de imperios Todo, Señor, diciendo
que fueron y no son. está los grandes días
Sereno está en la esfera de luto y agonías,
el sol del firmamento: de muerte y orfandad
la tierra en su cimiento, que, del pecado horrendo
inconmovible está; envuelta en eí sudario,

258 259
pasa por un calvario ¡Señor! En tus juicios
la ciega humanidad. la comprensión se abisma;
Baja, ¡oh Señor!, no en vano mas es siempre la misma
siglos y siglos vuelan; del Gólgota la voz.
los siglos nos revelan Fatídicos auspicios
con misteriosa luz resonarán en vano;
el infinito arcano no es el destino humano
y la virtud encierra, la humanidad sin Dios.
trono de cielo y tierra, Ya pasarán los siglos
tu sacrosanta cruz. de la tremenda prueba;
Toda la historia humana, ¡ya nacerás, luz nueva
¡Señor!, está en tu nombre: de la futura edad!
tú fuiste Dios del hombre, Ya huiréis, ¡negros vestigios
Dios de la humanidad. de los antiguos días!
Tu sangre soberana Ya volverás, ¡Mesías!,
es su Calvario eterno; en gloria y majestad.
tu triunfo del infierno
es su inmortalidad.
¿Quién dijo, Dios clemente,
que tú no volverías,
y a horribles gemonías,
y a eterna perdición,
condena a esta doliente
raza del ser humano
que espera de tu mano GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA
su nueva salvación?
Sí, tú vendrás. Vencidos (1814-1873)
serán con nuevo ejemplo
los que del santo templo
apartan a tu grey. A M O R Y ORGULLO
Vendrán, y confundidos
caerán con los ateos
los nuevos fariseos Un tiempo, hollaba por alfombra rosas,
de la caduca ley. y nobles vates, de mentidas diosas
¿Quién sabe si ahora mismo prodigábanme nombres;
entre alaridos tantos mas yo, altanera, con orgullo vano,
de tus profetas santos cual águila real a vil gusano
la voz no suena ya? contemplaba a los hombres.
Ven, saca del abismo Mi pensamiento —en temerario v u e l o -
a un pueblo moribundo; ardiente osaba demandar al cielo
Luzbel ha vuelto al mundo objeto a mis amores;
y Dios, ¿no volverá? y, si a la tierra con desdén volvía
260 261
triste mirada, mi soberbia impía son eslabones de pesado acero,
marchitaba sus flores. templados con tu lloro.
Tal vez por un momento, caprichosa, ¿Qué esperaste, ¡ay de ti!, de un pecho helado
entre ellas revolé cual mariposa, de inmenso orgullo y presunción hinchado,
sin fijarme en ninguna; de víboras nutrido?
pues el místico bien siempre anhelante, Tú —que anhelabas tan sublime objeto—,
clamaba en vano, como tierno infante ¿cómo al capricho de un mortal sujeto
quiere abrazar la luna. te arrastras abatido?
Hoy, despeñada de la excelsa cumbre ¿Con qué velo tu amor cubrió mis ojos,
do osé mirar del sol la ardiente lumbre que por flores tomé duros abrojos,
que fascinó mis ojos, y por oro la arcilla... ?
cual hoja seca al raudo torbellino, ¡Del torpe engaño ruis rivales ríen,
cedo al poder del áspero destino... y mis amantes, ¡ay!, tal vez se engríen
¡Me entrego a sus antojos! del yugo que me humilla!
Cobarde corazón, que el nudo estrecho ¿Y tú lo sufres, corazón cobarde?
gimiendo sufres, dime: ¿qué se ha hecho ¿Y de tu servidumbre haciendo alarde
tu presunción altiva? quieres ver en mi frente
¿Qué mágico poder, en tal bajeza el sello del amor que te devora...?
trocando ya tu indómita fiereza, ¡ Ah! Velo, pues, y búrlese en buen hora
de libertad te priva? de mi baldón la gente.
¡Mísero esclavo de tirano dueño, ¡Salga del pecho —requemando el labio—
tu gloria fue cual mentiroso sueño, el caro nombre, de mi orgullo agravio,
que con las sombras huye! de mi dolor susLento!
Di, ¿qué se hicieron ilusiones tantas ¿Escrito no le ves en las estrellas
de necia vanidad, débiles plantas y en la luna apacible, que con ellas
que el aquilón destruye? alumbra el firmamento?
En hora infausta a mi feliz reposo, ¿No le oyes de las auras al murmullo?
¿no dijiste soberbio y orgulloso: ¿No le pronuncia —en gemidor arrullo—
«Quién domará mi brío? la tórtola amorosa?
¡Con mi solo poder haré, si quiero, ¿No resuena en los árboles, que el viento
mudar de rumbo al céfiro ligero halaga con pausado movimiento
y arder al mármol frío!» en esa selva hojosa?
¡Funesta ceguedad! ¡Delirio insano!, De aquella fuente entre las claras linfas,
te gritó la razón... Mas, ¡cuan en vano ¿no le articulan invisibles ninfas
te advirtió tu locura! con eco lisonjero?
Tú mismo te forjaste la cadena, ¿Por qué callar el nombre que te inflama,
que a servidumbre eterna te condena, si aun el silencio tiene voz, que aclama
y a duelo y amargura. ese nombre que quiero?
Los lazos caprichosos que otros días Nombre que un alma lleva por despojo,
—por pasatiempo— a tu placer tejías, nombre que excita con placer enojo,
fueron de seda y oro; y con ira ternura;
los que ahora rinden tu valor primero nombre más dulce que el primer cariño
262 263
de joven madre al inocente niño, cual si escapara en circo a la carrera abierto,
copia de su hermosura; cual hoja que arrebatan los vientos del desierto
y más amargo que el adiós postrero el desbocado potro veloz atravesó.
que al suelo damos, donde el sol primero Y matas y peñas, vallados y troncos
alumbró nuestra vida, en rápida, loca, confusa ilusión,
nombre que halaga y halagando mata; del viento a los silbos, ya agudos, ya roncos,
nombre que hiere —como sierpe ingrata— pasaban al lado del suelto bridón.
al pecho que le anida. Pasaban huyendo, cual vagas quimeras
¡No, no lo envíes, corazón, al labio! que forja el delirio, febriles, ligeras,
¡Guarda tu mengua con silencio sabio! risueñas o torvas, mohinas o fieras,
¡Gimnin, guarda tu mengua! girando, bullendo, rodando en montón.
¡Callad también vosotras, auras, fuente, Del álamo blanco las ramas tendidas,
trémulas hojas, tórtola doliente, las copas ligeras de palmas y pinos,
como calla mi lengua! las varas revueltas de zarzas y espinos,
las yedras colgadas del brusco peñón,
medrosas fingiendo visiones perdidas,
gigantes y monstruos de colas torcidas,
de crespas melenas al viento tendidas,
pasaban en larga, fatal procesión.
Pasaban, sueños pálidos, antojos
de la ilusión; fantásticos e informes
JOSÉ ZORRILLA abortos del pavor; mudas y enormes
masas de sombra sin color ni faz.
(1817-1893) Pasaban de Al-hamar ante los ojos,
pasaban aturdiendo su cabeza
con diabólico impulso y ligereza,
LA CARRERA DE AL-HAMAR en fatigosa hilera pertinaz...

Lanzóse el fiero bruto con ímpetu salvaje,


ganando a saltos locos la tierra desigual,
salvando de los brezos el áspero ramaje,
a riesgo de la vida de su jinete real. CORRIENDO VAN POR LA VEGA
El, con entrambas manos, le recogió el rendaje
hasta que el rudo belfo tocó con el petral;
mas todo en vano, ciego, gimiendo de coraje, Corriendo van por la vega
indómito al escape, tendióse el animal. a las puertas de Granada
Las matas, los collados, las peñas, los arroyos hasta cuarenta gómeles
las zarzas y los troncos que el viento descuajó, y el capitán que los manda.
los calvos pedregales, los cenagosos hoyos Al entrar en la ciudad,
que el paso de las aguas del temporal formó, parando su yegua blanca,
sin aflojar un punto ni tropezar incierto, le dijo éste a una mujer

264 265
que entre sus brazos lloraba: y baños para el calor,
«Enjuga el llanto, cristiana y collares para el cuello;
no me atormentes así, para los labios... ¡amor!»
que tengo yo, mi sultana, «¿Qué me valen tus riquezas
un nuevo Edén para ti. —respondióle la cristiana—,
Tengo un palacio en Granada, si me quitas a mi padre,
tengo jardines y flores, mis amigos y mis damas?
tengo una fuente dorada Vuélveme, vuélveme, moro
con más de cien surtidores, a mi padre y a mi patria,
y en la vega del Genil que mis torres de León
tengo parda fortaleza, valen más que tu Granada.»
que será reina entre mil Escuchóla en paz el moro,
cuando encierre tu belleza. y manoseando su barba,
Y sobre toda una orilla dijo como quien medita,
extiendo mi señorío; en la mejilla una lágrima:
ni en Córdoba ni en Sevilla «Si tus castillos mejores
hay un parque como el mío. que nuestros jardines son,
Allí la altiva palmera y son más bellas tus flores,
y el encendido granado, por ser tuyas, en León,
junto a la frondosa higuera, y tú diste tus amores
cubren el valle y collado. a alguno de tus guerreros,
Allí el robusto nogal, hurí del Edén, no llores;
allí el nópalo amarillo, vete con tus caballeros.»
allí el sombrío moral Y dándole su caballo
crecen al pie del castillo. y la mitad de su guardia,
Y olmos tengo en mi alameda el capitán de los moros
que hasta el cielo se levantan volvió en silencio la espalda.
y en redes de plata y seda
tengo pájaros que cantan.
Y tú mi sultana eres,
que desiertos mis salones
están, mi harén sin mujeres,
mis oídos sin canciones.
Yo te daré terciopelos
y perfumes orientales; DUEÑA DE LA NEGRA TOCA
de Grecia te traeré velos
y de Cachemira chales.
Y te dará blancas plumas Dueña de la negra toca,
para que adornes tu frente, la del morado monjil,
más blanca que las espumas por un beso de tu boca
de nuestros mares de Oriente. diera a Granada Boabdil.
Y perlas para el cabello, Diera la lanza mejor

266 267
del Zenete más bizarro, y yo por ello, cristiana,
y con su fresco verdor te diera de buena gana
toda una orilla del Darro. mil cielos, si fueran mil.
Diera la fiesta de toros
y, si fueran en sus manos,
con la zambra de los moros
el valor de los cristianos.
Diera alfombras orientales,
y armaduras y pebetes,
y diera... ¡que tanto vales!,
hasta cuarenta jinetes. A BUEN JUEZ, MEJOR TESTIGO
Porque tus ojos son bellos,
porque la luz de la aurora
sube al Oriente desde ellos, TRADICIÓN DE TOLEDO
y el mundo su lumbre dora.
Tus labios son un rubí,
partido por gala en dos...
Le arrancaron para ti Entre pardos nubarrones
de la corona de Dios. pasando la blanca luna,
De tus labios, la sonrisa, con resplandor fugitivo,
la paz de tu lengua mana... la baja tierra no alumbra.
leve, aérea, como brisa La brisa con frescas alas
de purpurina mañana. juguetona no murmura,
¡Oh, qué hermosa nazarena y las veletas no giran
para un harén oriental, entre la cruz y la cúpula.
suelta la negra melena Tal vez un pálido rayo
sobre el cuello de cristal, la opaca atmósfera cruza,
en lecho de terciopelo, y unas en otras las sombras
entre una nube de aroma, confundidas se dibujan.
y envuelta en el blanco velo Las almenas de las torres
de las hijas de Mahoma! un momento se columbran,
Ven a Córdoba, cristiana, como lanzas de soldados
sultana serás allí, apostados en la altura.
y el sultán será, ¡oh sultana!, Reverberan los cristales
un esclavo para ti. la trémula llama turbia,
Te dará tanta riqueza, y un instante entre las rocas
tanta gala tunecina, riela la fuente oculta.
que ha de juzgar tu belleza Los álamos de la Vega
para pagarle, mezquina. parecen en la espesura
Dueña de la negra toca, de fantasmas apiñados
por un beso de tu boca medrosa y gigante turba;
diera un reino Boabdil; y alguna vez desprendida
268 269
gotea pesada lluvia, resuelto y audaz pregunta:
que no despierta a quien duerme, «¿Quién va?», y a corta distancia
ni a quien medita importuna. el igual compás se escucha
Yace Toledo en el sueño de un caballo que sacude
entre las sombras confusa, las sonoras herraduras.
y el Tajo a sus pies pasando «¿Quién va?», repite, y cercana
con pardas ondas lo arrulla. otra voz menos robusta
El monótono murmullo responde: «Un hidalgo, ¡calle!»
sonar perdido se escucha, Y el paso el bulto apresura,
cual si por las hondas calles «Téngase el hidalgo», el hombre
hirviera del mar la espuma. replica, y la espada empuña.
¡Qué dulce es dormir en calma «Ved más bien si me haréis calle,
cuando a lo lejos susurran repitieron con mesura,
los álamos que se mecen, que hasta hoy a nadie se tuvo
las aguas que se derrumban! I van de Vargas y Acuña.»
Se sueñan bellos fantasmas «Pase el Acuña y perdone»,
que el sueño del triste endulzan, dijo el mozo en faz de fuga,
y en tanto que sueña el triste, pues, teniéndose el embozo,
no le aqueja su amargura. sopla un silbato y se oculta.
Tan en calma y tan sombría Paró el j inete a una puerta,
como la noche que enluta y con precaución difusa
la esquina en que desemboca salió una niña al balcón
una callejuela oculta, que llama interior alumbra.
se ve de un hombre que guarda «¡MÍ padre!», clamó en voz baja,
la vigilante figura, y el viejo en la cerradura
y tan a la sombra vela metió la llave pidiendo
que entre las sombras se ofusca. a sus gentes que le acudan.
Frente por frente a sus ojos Un negro por ambas bridas,
un balcón a poca altura tomó la cabalgadura,
deja escapar por los vidrios cerróse detrás la puerta
la luz que dentro le alumbra; y quedó la calle muda.
mas ni en el claro aposento, En esto desde el balcón,
ni en la callejuela oscura como quien tal acostumbra,
el silencio de la noche un mancebo por las rejas
rumor sospechoso turba. de la calle se asegura.
Pasó así tan largo tiempo, Asió el brazo al que apostado
que pudiera haberse duda hizo cara a Iván de Acuña,
de si es hombre, o solamente y huyeron en el embozo
mentida ilusión nocturna; velando la catadura.
pero es hombre, y bien se ve,
porque con planta segura,
ganando el centro a la calle,
270 271
subió el Cid sobre Babieca
con su gente y su estandarte.
II Más lejos se ve el castillo
de San Servando, o Cervantes,
Clara, apacible y serena donde nada se hizo nunca
pasa la siguiente tarde, y nada al presente se hace.
y el sol tocando su ocaso A este lado está la almena
apaga su luz gigante; por do sacó vigilante
se ve la imperial Toledo el conde don Peranzules
dorada por los remates, al rey, que supo una tarde
corno una ciudad de grana fingir tan tenaz modorra,
coronada de cristales. que, político y constante,
El Tajo por entre rocas tuvo siempre el brazo quedo
sus anchos cimientos lame, las palmas al horadarle.
dibujando en las arenas Allí está el circo romano,
las ondas con que las bate. gran cifra de un pueblo grande,
Y la ciudad se retrata y aquí la antigua basílica
en las ondas desiguales, de bizantinos pilares,
como en prendas de que el río que oyó en el primer concilio
tan afanoso la bañe. las palabras de los Padres
A lo lejos en la Vega que velaron por la Iglesia
tiende galán por sus márgenes, perseguida o vacilante.
de sus álamos y huertos La sombra en este momento
el pintoresco ropaje; tiende sus turbios cendales
y porque su altiva gala por todas esas memorias
más a los ojos halague, de las pasadas edades;
la salpica con escombros y del Cambrón y Bisagra
de castillos y de alcázares. los caminos desiguales,
Un recuerdo en cada piedra camino a los toledanos
que toda una historia vale, hacia las murallas abren.
cada colina un secreto Los labradores se acercan
de príncipes o galanes. al fuego de sus hogares,
Aquí se bañó la hermosa cargados con sus aperos,
por quien dejó un rey culpable cargados con sus afanes.
amor, fama, reino y vida Los ricos y sedentarios
en manos de musulmanes. se tornan con paso grave,
Allí recibió Galiana calado el ancho sombrero,
a su receloso amante, abrochados los gabanes;
en esa cuesta que entonces y los clérigos y monjes
era un plantel de azahares. y los prelados y abades,
Allá por aquella torre sacudiendo el leve polvo
que hicieron puerta los árabes, de capelos y sayales.
272 273
Quédase sólo un mancebo y echando a su lado el embozo
de impetuosos ademanes, repuso palabras tales:
que se pasea ocultando «Dentro de un mes, Inés mía,
entre la capa el semblante. parto a la guerra de Flandes;
Los que pasan le contemplan al año estaré de vuelta
con decisión de evitarle, y contigo en los altares.
y él contempla a los que pasan Honra que yo te desluzca
como si a alguien aguardase. con honra mía se lave,
Los tímidos aceleran que por honra vuelven honra
los pasos al divisarle, hidalgos que en honra nacen.»
cual temiendo de seguro «Júralo», exclama la niña,
que les proponga un combate; «Más que mi palabra vale
y los valientes le miran no te valdrá un juramento.»
cual si sintieran dejarle «Diego, la palabra es aire.»
sin que libres sus estoques «¡Vive Dios, que estás tenaz!
en riña sonora dancen. Dalo por jurado y baste.»
Una mujer, también sola, «No me basta; que olvidar
se viene el llano adelante, puedes la palabra en Flandes.»
la luz del rostro escondida «¡Voto a Dios! ¿Qué más pretendes?»
en tocas y tafetanes. «Que a los pies de aquella imagen
Mas en lo leve del paso lo jures como cristiano
y en lo flexible del talle del Santo Cristo delante.»
puede a través de los velos Vaciló un punto Martínez.
una hermosa adivinarse. Mas porfiando que jurase,
Vase derecha al que aguarda, llevóle Inés hacia el templo
y él al encuentro le sale que en medio la Vega yace.
diciendo... cuanto se dicen Enclavado en un madero,
en las citas los amantes. en duro y postrero trance,
Mas ella, galanterías ceñida la sien de espinas,
dejando severa aparte, descolorido el semblante,
así al mancebo interrumpe víase allí un crucifijo
en voz decidida y grave: teñido de negra sangre
«Abreviemos de razones, a quien Toledo devota
Diego Martínez; mi padre, acude hoy en sus azares.
que un hombre ha entrado en su ausencia Ante sus plantas divinas
dentro mi aposento sabe, llegaron ambos amantes,
y así quien mancha mi honra y haciendo Inés que Martínez
con la suya me la lave; los sagrados pies tocase,
o dadme mano de esposo, preguntóle
o libre de vos dejadme.» «Diego, ¿juras
Miróla Diego Martínez a tu vuelta desposarme?»
atentamente un instante, Contestó el mozo:
274 275
«¡Sí, juro!», quien espera desespera.
y ambos del templo se salen. Así Inés desesperaba
sin acabar de esperar,
y su tez se marchitaba,
y su llanto se secaba
III para volver a brotar.
En vano a su confesor
pidió remedio o consejo
Pasó un día y otro día para aliviar su dolor,
un mes y otro mes pasó, que mal se cura el amor
y un año pasado había, con las palabras de un viejo.
mas de Flandes no volvía En vano a Iván acudía,
Diego, que a Flandes partió. llorosa y desconsolada;
Lloraba la bella inés el padre no respondía,
oraba un mes y otro raes que la lengua le tenía
su vuelta aguardando en vano, su propia deshonra atada.
del crucifijo a los pies Y ambos maldicen su estrella,
do puso el galán su mano. callando el padre severo
Todas las tardes venía y suspirando la bella,
después de traspuesto el sol, porque nació mujer ella
y a Dios llorando pedía y el viejo nació altanero.
la vuelta del español, Dos años al fin pasaron
y el español no volvía. en esperar y gemir,
Y siempre al anochecer, y las guerras acabaron,
sin dueña y sin escudero, y los de Flandes tornaron
en un manto una mujer a sus tierras a vivir.
el campo salía a ver Pasó un día y otro día,
al alto del Miradero. un mes y otro mes pasó,
¡Ay del triste que consume y el tercer año corría:
su existencia en esperar! Diego a Flandes se partió,
¡Ay del triste que presume mas de Flandes no volvía.
que el duelo con que él se abrume Era una tarde serena,
al ausente ha de pesar! doraba el sol de Occidente
La esperanza es de los cielos del Tajo la Vega amena,
precioso y funesto don, y apoyada en una almena
pues los amantes desvelos miraba Inés la corriente.
cambian la esperanza en celos Iban las tranquilas olas
que abrasan el corazón. las riberas azotando
Si es cierto lo que se espera bajo las murallas solas,
es un consuelo en verdad; musgo, espigas y amapolas
pero siendo una quimera, ligeramente doblando.
en tan frágil realidad Algún olmo que escondido
276 277
creció entre la hierba blanda el sombrero derribado
sobre las aguas tendido tocando con la gorguera.
se reflejaba perdido Bombacho gris guarnecido,
en su cristalina banda. bota de ante, espuela de oro,
Y algún ruiseñor colgado hierro al cinto suspendido
entre su fresca espesura y a una cadena prendido
daba al aire embalsamado agudo cuchillo moro.
su cántico regalado Vienen tras este jinete
desde la enramada oscura. sobre potros jerezanos
Y algún pez con cien colores, de lanceros hasta siete,
tornasolada la escama, y en adarga y coselete
saltaba a besar las flores, diez peones castellanos.
que exhalan gratos olores Asióse a su estribo Inés,
a las puntas de una rama. gritando: «¡Diego, eres tú!»
Y allá, en el trémulo fondo, Y él viéndola de través,
el torreón se dibuja dijo: «¡Voto a Belcebú,
como el contorno redondo que no me acuerdo quién es!»
del hueco sombrío y hondo Dio la triste un alarido
que habita nocturna bruja. tal respuesta al escuchar,
Así la niña lloraba y a poco perdió el sentido,
el rigor de su fortuna, sin que más voz ni gemido
y así la tarde pasaba volviera en tierra a exhalar.
y al horizonte trepaba Frunciendo ambas a dos cejas
la consoladora luna. encomendóla a su gente,
A lo lejos, por el llano, diciendo: «Malditas viejas,
en confuso remolino, que a las mozas malamente
vio de hombres tropel lejano enloquecen con consejas!»
que en pardo polvo liviano Y aplicando el capitán
dejan envuelto el camino. a su potro las espuelas,
Bajó Inés del torreón, el rostro a Toledo dan,
y llegando recelosa y a trote cruzando van
a las puertas del Cambrón, las oscuras callejuelas.
sintió latir zozobrosa
más inquieto el corazón.
Tan galán como altanero
dejó ver la escasa luz IV
por bajo el arco primero
un hidalgo caballero
en un caballo andaluz. Así por sus altos fines
Jubón negro acuchillado, dispone y permite el cielo
banda azul, lazo en la hombrera que puedan mudar al hombre
y sin pluma al diestro lado, fortuna, poder y tiempo.
278 279
A Flandes partió Martínez no ha de ser Diego Martínez,
de soldado aventurero, como lo era en otro tiempo.
y por su suerte y hazañas Y así, llamando a su gente,
allí capitán le hicieron. de amor y piedad ajeno,
Según alzaba en honores mandóles que a Inés llevaran
alzábase en pensamientos, de grado o de valimiento.
y tanto ayudó en la guerra Mas ella, antes que la asieran,
con su valor y altos hechos, cesando un punto en su duelo,
que el mismo rey a su vuelta así habló, el rostro lloroso
le armó en Madrid caballero, hacia Martínez volviendo:
tomándole a su servicio «Contigo se fue mi honra,
por capitán de lanceros. conmigo tu juramento;
Y otro no fue que Martínez pues buenas prendas son ambas,
quien ha poco entró en Toledo, en buen fiel las pesaremos.»
tan orgulloso y ufano Y la faz descolorida
cual salió humilde y pequeño. en la mantilla envolviendo,
Ni es otro a quien se dirige, a pasos desatentados
cobrado el conocimiento, salióse del aposento.
la amorosa Inés de Vargas,
que vive por él muriendo.
Mas él, que olvidando todo
olvidó su nombre mesmo,
puesto que Diego Martínez V
es el capitán don Diego,
ni se ablanda a sus caricias
ni cura de sus lamentos, Era entonces de Toledo
diciendo que son locuras por el rey, gobernador,
de gente de poco seso:
que ni él prometió casarse el justiciero y valiente
ni pensó jamás en ello. don Pedro Ruiz de Alarcón.
¡Tanto mudan a los hombres Muchos años por su patria
fortuna, poder y tiempo! el buen viejo peleó;
En vano porfía Inés cercenado tiene un brazo,
con amenazas y ruegos; mas entero el corazón.
cuanto más ella importuna La mesa tiene delante,
está Martínez severo. los jueces en derredor,
Abrazada a sus rodillas, los corchetes a la puerta
enmarañado el cabello, y en la derecha el bastón.
la hermosa niña lloraba Está, como presidente
prosternada por el suelo. del tribunal superior,
Mas todo empeño era inútil, entre un dosel y una alfombra,
porque el capitán don Diego reclinado en un sillón,
escuchando con paciencia
280 281
la casi asmática voz «¿Tienes testigos?»
con que un tétrico escribano «Ninguno.»
solfea una apelación. «¿Y promesa?»
Los asistentes bostezan «¡Sí, por Dios!
al murmullo arrullador; Que al partirse de Toledo
los jueces, medio dormidos, un juramento empeñó.»
hacen pliegues al ropón; «¿Quién es él?»
los escribanos repasan «Diego Martínez.»
sus pergaminos al sol, «¿Noble?»
los corchetes a una moza «Y capitán, señor.»
guiñan en un corredor, «Presentadme al capitán,
y abajo, en Zocodover, que cumplirá si juró.»
gritan en discorde son, Quedó en silencio la sala,
los que en el mercado venden, y a poco en el corredor
lo vendido y el valor. se oyó de botas y espuelas
Una mujer en tal punto, el acompasado son.
en faz de grande aflicción, Un portero, levantando
rojos de llorar los ojos, el tapiz, en alta voz
ronca de gemir la voz, dijo: «El capitán don Diego.»
suelto el cabello y el manto, Y entró luego en el salón
tomó plaza en el salón Diego Martínez, los ojos
diciendo a gritos: «¡Justicia, llenos de orgullo y furor.
jueces, justicia, señor!» «¿Sois el capitán don Diego
Y a los pies se arroja humilde —di jóle don Pedro— vos?»
de don Pedro de Alarcón, Contestó altivo y sereno
en tanto que los curiosos Diego Martínez:
se agitan alrededor. «Yo soy.»
Alzóla cortés don Pedro, «¿Conocéis a esta muchacha?»
calmando la confusión «Ha tres años, salvo error.»
y el tumultuoso murmullo «¿Hicísteisla juramento
que esta escena ocasionó, de ser su marido?»
diciendo: «No.»
«Mujer, ¿qué quieres?» «¿Juráis no haberlo jurado?»
«Quiero justicia, señor.» «Sí, juro.»
«¿De qué?» «Pues id con Dios.»
«De una prenda hurtada.» «¡Miente!», clamó Inés llorando
«¿Qué prenda?» de despecho y de rubor.
«Mi corazón.» «Mujer, ¡piensa lo que dices...!»
«¿Tú lo diste?» «Digo que miente, juró.»
«Lo presté.» «¿Tienes testigos?»
«¿Y no te le han vuelto?» «Ninguno.»
«No.» «Capitán, idos con Dios,

282 283
y dispensad que acusado no hay más tribunal que Dios.
dudara de vuestro honor.» Haremos... lo que sepamos.
Tornó Martínez la espalda, Escribano, al caer el sol
con brusca satisfacción, al Cristo que está en la Vega
e Inés, que le vio partirse; tomaréis declaración.»
resuelta y firme gritó:
«Llamadle, tengo un testigo;
llamadle otra vez, señor.»
Volvió el capitán don Diego, VI
sentóse Ruiz de Alarcón,
la multitud aquietóse
y la de Vargas siguió: Es una tarde serena,
«Tengo un testigo a quien nunca cuya luz tornasolada
faltó verdad ni razón.» del purpurino horizonte
«¿Quién?» blandamente se derrama.
«Un hombre que de lejos Plácido aroma de flores
nuestras palabras oyó, sus hojas plegando exhalan,
mirándonos desde arriba.» y el céfiro entre perfumes
«¿Estaba en algún balcón?» mece las trémulas alas.
«No, que estaba en un suplicio Brillan abajo en el valle
donde ha tieinpo que expiró.» con suave rumor las aguas,
«¿Luego es muerto?» y las aves en la orilla
«No, que vive.» despidiendo al día cantan.
«Estáis loca, ¡vive Dios! Allá por el Miradero
¿Quién fue?» por el Cambrón y Bisagra,
«El Cristo de la Vega, confuso tropel de gente
a cuya faz perjuró.» del Tajo a la Vega baja.
Pusiéronse en pie los jueces Vienen delante don Pedro
al nombre del Redentor, de Alarcón, Iván de Vargas,
escuchando con asombro su hija Inés, los escribanos,
tan excelsa apelación. los corchetes y los guardias;
Reinó un profundo silencio y detrás, monjes, hidalgos,
de sorpresa y de pavor, mozas, chicos y canalla.
y Diego bajó los ojos Otra turba de curiosos
de vergüenza y confusión. en la Vega les aguarda,
Un instante con los jueces cada cual comentariando
don Pedro en secreto habló, el caso según le cuadra.
y levantóse diciendo Entre ellos está Martínez
con respetuosa voz: en apostura bizarra,
«La ley es ley para todos; calzadas espuelas de oro,
tu testigo es el mejor, valona de encaje blanca,
mas para tales testigos bigote a la borgoñesa,
284 285
melena desmelenada, una mano atarazada
el sombrero guarnecido vino a posar en los autos
con cuatro lazos de plata, la seca y hendida palma,
un pie delante del otro, y allá en los aires: «¡Sí, juro!»
y el puño en el de la espada. clamó una voz más que humana.
Los plebeyos, de reojo, Alzó la turba medrosa
le miran de entre las capas, la vista a la imagen santa...
los chicos al uniforme Los labios tenía abiertos
y las mozas a la cara. y una mano desclavada.
Llegado el gobernador
y gente que le acompaña,
entraron todos al claustro
que iglesia y patio separa. CONCLUSIÓN
Encendieron ante el Cristo
cuatro cirios y una lámpara Las vanidades del mundo
y de hinojos un momento renunció allí mismo Inés,
le rezaron en voz baja. y espantado de sí propio
Está el Cristo de la Vega Diego Martínez también.
la cruz en tierra posada, Los escribanos, temblando
los pies alzados del suelo dieron de esta escena fe,
poco menos de una vara; firmando como testigos
hacia la severa imagen cuantos hubieron poder.
un notario se adelanta Fundóse un aniversario
de modo que con el rostro y una capilla con él,
al pecho santo llegaba. y don Pedro de Alarcón
A un lado tiene a Martínez, el altar ordenó hacer,
a otro lado a Inés de Vargas, donde hasta el tiempo que corre,
detrás al gobernador y en cada año una vez,
con sus jueces y sus guardias. con la mano desclavada
Después de leer dos veces el crucifijo se ve.
la acusación entablada,
el notario a Jesucristo,
así demandó en voz alta:
Jesús, Hijo de María,
ante nos esta mañana,
citado como testigo
por boca de Inés de Vargas,
¿juráis ser cierto que un día
a vuestras divinas plantas
juró a Inés Diego Martínez
por su mujer desposarla?
Asida a un brazo desnudo
286 287
bien te lavas, bien te peinas.
Aquí te traigo estas flores
cogidas en la pradera;
sin ellas estás hermosa
y estaráslo más con ellas.»
ANTONIO DE TRUEBA «No me placen, mancebico,
respondióme la doncella;
(1821-1889) no me placen, que me bastan
las flores que Dios me diera.»
«¿Quién te dice que las tienes?
A LA ORILLA DEL ARROYO ¿Quién te dice que eres bella?»
«Me lo dicen los zagales
y las fuentes de estas vegas.»
Así habló la pastorcica
entre enojada y risueña,
lavándose las sus manos,
Una mañana de mayo, peinándose las sus trenzas.
una mañana muy fresca,
éntreme por estos valles,
éntreme por estas vegas.
Cantaban los pajaritos,
olían las azucenas III
eran azules los cielos
y claras las fuentes eran.
Cabe un arroyo más claro «Si no te placen las flores,
que un espejo de Venecia, vente conmigo siquiera,
hallara una pastorcica, y allá, bajo las encinas,
una pastorcica bella. sentadicos en la hierba,
Azules eran sus ojos, contaré te muchos cuentos,
dorada su cabellera, con tárete cosas buenas.»
sus mejillas como rosas «Pues eso menos me place,
y sus dientes como perlas. porque el cura de la aldea
Quince años no más tendría no quiere que con mancebos
y daba placer el verla, vayan al campo doncellas.»
lavándose las sus manos, Tal dijo la pastorcica
peinándose las sus trenzas. y no pude convencerla
con ésta y otras razones,
con ésta y otras promesas.
II Partíme desconsolado,
y prorrumpiendo en querellas,
«Pastorcica de mis ojos, lloré por la pastorcica,
admirado la dijera. que, sin darme otra respuesta,
Dios te guarde por hermosa; siguió cabe el arroyuelo

288 289
entre enojada y contenta, la sombra busca el manantial sonoro
lavándose las sus manos, del alto monte en la risueña falda;
peinándose las sus trenzas. campos son ya de púrpura y de oro
los que fueron de rosa y esmeralda;
y apenas riza su corriente el río
a los primeros soplos del estío.
IV El soto ameno y la enramada umbrosa
el valle alegre y la feraz ribera,
con voz desalentada y cariñosa,
Éntreme por estos valles, despiden a la dulce primavera;
éntreme por estas vegas; muere en su tallo la inocente rosa,
mas... ¡mi corazón estaba desfallece la altiva enredadera,
muñéndose de tristeza, y en desigual y tenue movimiento
que odiosas me eran las flores gime en el bosque, fatigado, el viento.
y odiosas las fuentes me eran! Por la alta cumbre del collado asoma
Torné cabe el arroyuelo la blanca aurora su rosada frente,
donde a la doncella viera... reparte perlas y recoge aroma;
El arroyo encontré al punto, se abre la flor que su mirada siente;
¡mas no encontré la doncella! repite sus arrullos la paloma
Pasaron días y días, bajo las ramas del laurel naciente
y hasta semanas enteras, y allá, por los tendidos olivares,
y yo no paso ninguna se escuchan melancólicos cantares.
sin que al arroyuelo vuelva; Del aura dócil al impulso blando
pero ¡ay!, que la pastorcica la rubia mies en la llanura ondea;
mis ojos aquí no encuentran, del dulce nido alrededor volando
lavándose las sus manos, la alondra gira y de placer gorjea;
peinándose las sus trenzas. las ondas de la fuente suspirando
quiebran el rayo de la luz febea,
y en delicados mágicos colores
el fruto asoma al expirar las flores.
Sobre los montes, que cercando toca
JOSÉ SELGAS la niebla, tiende su bordado encaje;
desde el peñón de la desierta roca
(1824-1882) lánzase audaz el águila salvaje;
el seco vientecillo que sofoca
cubre de polvo el pálido follaje,
y por el monte y por la vega umbría
EL ESTÍO crece el calor y se derrama el día.
Y en el árido ambiente se dilata
la esencia de la flor de los tomillos,
Mayo recoge el virginal tesoro; y lento el río su raudal desata
desciñe Flora su gentil guirnalda; entre mimbres y juncos amarillos;
290 291
y si al cubrir sus círculos de plata y soltando el granizo en lluvia escasa
con sus plumeros blandos y sencillos la rompe el trueno, y se divide y pasa.
la caña dócil la corriente roza, Y el sol, que se reclina en Occidente,
trémula el agua de placer solloza. de su encendido manto se despoja,
Del valle en tanto en la pendiente orilla y en los blancos celajes del Oriente
manso cordero del calor sosiega; se pierde el rayo de su lumbre roja.
se oyen los cantos de la alegre trilla; Brilla la gota de agua transparente
suenan los ecos de la tarda siega; detenida en el polvo de la hoja,
ardiente el sol en el espacio brilla; y tendiendo el crepúsculo su planta
el cielo azul su majestad despliega, del fondo de los valles se levanta.
y duermen a la sombra los pastores, Como el ensueño dulce y regalado
y se abrasan de sed los segadores. que en la fiebre de amor templa el desvelo,
Presta sombra a la rústica majada vertiendo en nuestro espíritu agitado
la noble encina que a la edad resiste; la misteriosa esencia del consuelo,
en su copa de fruto coronada así por el ambiente reposado
la vid de verde majestad se viste; de estrellas y vapor bordando el cielo,
a su píe la doncella enamorada breves y llenas de feraz rocío
canta de amor, pero su canto es triste, cruzan las noches del ardiente estío.
que, en el profundo afán que la devora, Y en tristes ecos el silencio crece,
amores canta porque celos llora. y en tibio resplandor la sombra vaga,
Y el eco de su voz, dulce al oído la luz de las estrellas se estremece,
más que el tierno arrullar de la paloma, y en el limpio raudal brilla y se apaga;
por el monte y el valle repetido, Naturaleza entera se adormece
tristes confusas vibraciones toma; en el hondo placer que la embriaga,
en las ondas del aire suspendido y lleva al aura en vacilantes giros
se escapa al fin por la quebrada loma, besos, sombras, perfumes y suspiros.
y sin que el aura devolverlo pueda Más puro que la tímida esperanza
todo en reposo y en silencio queda. que sueña el alma en el amor primero,
Mudas están las fuentes y las aves; su rayo débil desde Oriente lanza,
no circula ni un átomo de viento; sol de la noche, virginal lucero;
cortadas por el sol, lentas y graves triste y sereno por el cielo avanza
caen las hojas del árbol macilento; de la candida luna mensajero.
tenue vapor de ráfagas suaves Por ella viene, y suspirando ella,
se levanta con fácil movimiento, sigúele en pos enamorada y bella.
y mezclando en la luz su sombra extraña Cuantos guardáis la tímida inocencia
va formando la nube en la montaña. que a la esperanza y al amor convida;
Hinchada, al fin, soberbia, se desprende los que en el alma la impalpable esencia
del horizonte azul la nube densa, de su primer amor lloráis perdida;
y el fuego del relámpago la enciende, cuantos con dolorosa indiferencia
y gira por la atmósfera suspensa. vais apurando el cáliz de la vida,
Y ya sus flancos inflamados tiende, todos llegad, y bajo el bosque umbrío
ya el vapor de su seno se condensa, sentid las noches del ardiente estío.

292 293
Las del tirano amor, desengañadas,
pálidas y dulcísimas doncellas,
vosotras que lloráis desconsoladas
sólo el delito de nacer tan bellas,
mirad entre las nubes sosegadas GUSTAVO ADOLFO BECQUER
cómo cruzan el cielo las estrellas,
que no hay duda, ni afán, ni desconsuelo (1836-1870)
que no se calme contemplando el cielo.
Y tú, tierna a mi voz, blanca hermosura,
fuente de virginal melancolía, RIMAS
más hermosa a mis ojos y más pura
que el rayo azul con que despunta el día; I
corazón abrasado de ternura,
espíritu de amor y de armonía, No digáis que, agotado su tesoro,
ven y derrama en el tranquilo viento de asuntos falta, enmudeció la lira;
el ámbar delicado de tu aliento. podrá no haber poetas; pero siempre
La dulce vaguedad que me enajena habrá poesía.
aumenta la inquietud de mi deseo; Mientras las ondas de la luz al beso,
tu voz perdida en el ambiente suena; palpiten encendidas;
donde mis ojos van tu sombra veo; mientras el sol las desgarradas nubes
de amor y afán mi corazón se llena, de fuego y oro vista;
porque en tu amor y en mi esperanza creo, mientras el aire en su regazo lleve
y así suspende el sentimiento mío perfumes y armonías;
la tibia noche del ardiente estío. mientras haya en el mundo primavera,
Noche serena y misteriosa, en dónde ¡habrá poesía!
dormido vaga el pensamiento humano, Mientras la ciencia a descubrir no alcance
todo a los ecos de tu voz responde las fuentes de la vida,
la mar, el monte, la espesura, el llano; y en el mar o en el cielo haya un abismo
acaso Dios entre tu sombra esconde que al cálculo resista;
la impenetrable luz de algún arcano; mientras la Humanidad, siempre avanzando,
tal vez cubierta de tu inmenso velo no sepa a dó camina;
se confunde la tierra con el cielo. mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras sintamos que se alegra el alma
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen

294 295
los ojos que los miran; del humo que se eleva
mientras responda el labio suspirando y al cielo lento sube
al labio que suspira, en espiral inmensa.
mientras sentirse puedan en un beso Yo, en los dorados hilos
dos almas confundidas; que los insectos cuelgan,
mientras exista una mujer hermosa, me mezclo entre los árboles,
¡habrá poesía! en la ardorosa siesta.
Yo río en los alcores,
susurro en la alta hierba,
suspiro en la honda pura,
y lloro en la hoja seca.
II Yo corro tras las ninfas
que en la corriente fresca
Espíritu sin nombre, del cristalino arroyo
indefinible esencia, desnudas juguetean.
yo vivo con la vida Yo, en bosques de corales
sin formas de la idea. que alfombran blancas perlas,
Yo nado en el vacío, persigo en el océano
del sol tiemblo en la hoguera, las náyades ligeras.
palpito entre las sombras Yo en las cavernas cóncavas,
y floto con las nieblas. do el sol nunca penetra,
Yo soy el fleco de oro mezclándome a los gnomos,
de la lejana estrella; contemplo sus riquezas.
yo soy de la alta luna Yo busco de los siglos
la luz tibia y serena. las ya borradas huellas
Yo soy la ardiente nube y sé de esos imperios
que en el ocaso ondea; de que ni el nombre queda.
yo soy del astro errante Yo sigo en raudo vértigo
la luminosa estela. los mundos que voltean
Yo soy nieve en las cumbres, y mi pupila abarca
soy fuego en las arenas, la creación entera.
azul onda en los mares Yo sé de esas regiones
y espuma en las riberas. a donde un mar no llega,
En el laúd soy nota, adonde informes astros
perfume en la violeta, de vida un soplo esperan.
fugaz llama en las tumbas; Yo soy, sobre el abismo,
y, entre las ruinas, hiedra. el puente que atraviesa;
Yo atrueno en el torrente, yo soy la ignota escala
y silbo en la centella, que el cielo une a la tierra.
y ciego en el relámpago, Yo soy el invisible
y rujo en la tormenta. anillo que sujeta
Yo ondulo con los átomos el mundo de la forma
296 297
al mundo de la idea. ¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía,
Yo, en fin, soy ese espíritu, los ojos vuelvo, de noche y día;
desconocida esencia, yo, que incansable corro y demente,
perfume misterioso, tras una sombra, tras la hija ardiente
de que es vaso el poeta. de una visión!

V
III
¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable.
Los invisibles átomos del aire Es altanera y vana y caprichosa;
en derredor palpitan y se inflaman; antes que el sentimiento de su alma
el cielo se deshace en rayos de oro; brotará el agua de la estéril roca.
la tierra se estremece alborozada. Sé que en su corazón, nido de sierpes,
Oigo, flotando en olas de armonía, no hay una fibra que al amor responda:
rumor de besos y batir de alas; que es una estatua inanimada... Pero...
mis párpados se cierran... ¿Qué sucede? ¡es tan hermosa!
¡Es el amor que pasa!

VI
IV
Su mano entre mis manos,
Cendal flotante de leve bruma, sus ojos en mis ojos,
rizada cinta de blanca espuma, la amorosa cabeza
rumor sonoro apoyada en mi hombro,
del arpa de oro, ¡Dios sabe cuantas veces,
beso del aura, onda de luz; con paso perezoso,
eso eres tú. hemos vagado juntos
Tú, sombra aérea, que cuantas veces bajo los altos olmos
voy a tocarte, te desvaneces que de su casa prestan
como la llama, como el sonido, misterio y sombra al pórtico!
como la niebla, como el gemido Y ayer... Un año apenas,
del lago azul. pasado como un soplo,
En mar sin playas onda sonante, con qué exquisita gracia,
en el vacío cometa errante, con qué admirable aplomo,
largo lamento me dijo, al presentarnos
del ronco viento, un amigo oficioso:
ansia perpetua de algo mejor; «Creo que en alguna parte
eso soy yo. he visto a usted.» ¡Ah! bobos,

298 299
que sois de los salones
comadres de buen tono
y andáis por allí a caza
de galantes embrollos,
¡qué historia habéis perdido!
¡Qué manjar tan sabroso VIII
para ser devorado
sotto vaca, en un corro, Me ha herido recatándose en las sombras,
detrás del abanico sellando con un beso su traición.
de plumas y de oro! Los brazos me echó al cuello y, por la espalda,
partióme a sangre fría el corazón.
Y ella prosigue, alegre, su camino,
feliz, risueña, impávida. ¿Y por qué?
Discreta y casta luna, Porque no brota sangre de la herida...
copudos y altos olmos, ¡Porque el muerto está en pie!
paredes de su casa,
umbrales de su pórtico:
callad y que el secreto
no salga de vosotros.
Callad, que por mi parte
lo he olvidado todo. IX
Y ella, ella... ¡No hay máscara
semejante a su rostro! Alguna vez la encuentro por el mundo
y pasa junto a mí;
y pasa sonriéndose y yo digo:
«¿Cómo puede reír?»
Luego asoma a mi labio otra sonrisa,
VII máscara del dolor,
y entonces pienso: ¡Acaso ella se ríe
Dejé la luz a un lado, y en el borde como me río yo!
de la revuelta cama me senté,
mudo, sombrío, la pupila inmóvil
clavada en la pared.
¿Qué tiempo estuve así? No sé; al dejarme
la embriaguez horrible del dolor, X
expiraba la luz y en mis balcones
reía el sol. Olas gigantes, que os rompéis bramando,
Ni sé tampoco en tan horribles horas en las playas desiertas y remotas:
en qué pensaba, o qué pasó por mí; envuelto entre las sábanas de espumas,
sólo recuerdo que lloré y maldije ¡llevadme con vosotras!
y que en aquella noche envejecí. Ráfagas de huracán, que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas:
300 301
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad, que rompe el rayo,
y en fuego ornáis las desprendidas orlas: XII
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras! CERRARON SUS OJOS
Llevadme, por piedad, a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria... Cerraron sus ojos,
¡Por piedad!... ¡Tengo miedo de quedarme que aún tenía abiertos;
con mi dolor a solas! taparon su cara
con un blanco lienzo
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
XI todos se salieron.
La luz, que en un vaso
Al ver mis horas de fiebre ardía en el suelo,
e insomnio lentas pasar, al muro arrojaba
a la orilla de mi lecho la sombra del lecho;
¿quién se sentará? y entre aquella sombra
Cuando la trémula mano veíase a intervalos
tienda, próxima a expirar, dibujarse rígida
buscando una mano amiga la forma del cuerpo.
¿quien la estrechará? Despertaba el día,
Cuando la muerte vidrie y a su albor primero,
de mis ojos el cristal, con sus mil ruidos
mis párpados aún abiertos despertaba el pueblo.
¿quién los cerrará? Ante aquel contraste
Cuando la campana suene de vida y misterios,
(si suena en mi funeral), de luz y tinieblas,
una oración, al oírla, medité un momento:
¿quién murmurará? ¡Dios mío, qué solos
Cuando mis pálidos restos se quedan los muertos!
oprima la tierra ya, De la casa en hombros
sobre la olvidada fosa, lleváronla al templo
¿quién vendrá a llorar? y en una capilla
¿Quién, en fin, al otro día, dejaron el féretro.
cuando el sol vuelva a brillar, Allí rodearon
de que pasé por el mundo, sus pálidos restos
quién se acordará? de amarillas velas
y de paños negros.
Al dar de las ánimas

302 303
el toque postrero,
acabó una vieja se quedan los muertos!
sus últimos rezos; En las largas noches
cruzó la ancha nave, del helado invierno,
las puertas gimieron, cuando las maderas
y el santo recinto crujir hace el viento
quedóse desierto. y azota los vidrios
De un reloj se oía el fuerte aguacero,
compasado el péndulo, de la pobre niña
y de algunos cirios a solas me acuerdo.
el chisporroteo. Allí cae la lluvia
Tan medroso y triste, con un son eterno;
tan oscuro y yerto allí la combate
todo se encontraba... el soplo del cierzo.
que pensé un momento: Del húmedo muro
¡Dios mío, qué solos tendida en el hueco,
se quedan los muertos! acaso de frío
De la alta campana se hielan sus huesos.
la lengua de hierro,
le dio, volteando,
su adiós lastimero.
El luto en las ropas, ¿Vuelve el polvo al polvo?
amigos y deudos ¿Vuela el alma al cielo?
cruzaron en fila, ¿Todo es vil materia,
formando el cortejo. podredumbre y cieno?
Del último asilo, ¡No sé; pero hay algo
oscuro y estrecho, que explicar no puedo,
abrió la piqueta que al par nos infunde
el nicho a un extremo. repugnancia y miedo,
Allí la acostaron, al dejar tan tristes,
tapiáronla luego, tan solos, los muertos!
y con un saludo
despidióse el duelo.
La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos. XIII
La noche se entraba,
reinaba el silencio; Las ropas desceñidas
perdido en las sombras desnudas las espaldas,
medité un momento: en el umbral de oro de la puerta,
¡Dios mío, qué solos dos ángeles velaban.
Me aproximé a los hierros
304
305
XV
que defienden la entrada,
y, de las dobles rejas en el fondo, Saeta que voladora
la vi, confusa y blanca. cruza arrojada al azar,
La vi como la imagen sin adivinarse donde
que en leve sueño pasa, temblando se clavará;
como un rayo de luz, tenue y difuso, hoja que del árbol seca
que entre tinieblas nada. arrebata el vendaval,
Me sentí de un ardiente sin que nadie acierte el surco
deseo llena el alma; donde a caer volverá;
¡como atrae un abismo, aquel misterio gigante ola que el viento
hacia sí me arrastraba! riza y empuja en el mar,
Mas, ¡ay!, que de los ángeles y rueda, y pasa, y no sabe
parecían decirme las miradas: qué playa buscando va;
«¡El umbral de esta puerta luz que en cerros temblorosos
sólo Dios lo traspasa!» brilla, próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
el último brillará;
ése soy yo que al acaso
cruzo el mundo, sin pensar
XIV en donde vengo, ni adonde
mis pasos me llevarán.
¿Será verdad que, cuando toca el sueño
con sus dedos de rosa nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?
¿Será verdad que, huésped de las nieblas, XVI
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado, sube a la región vacía Como la brisa que la sangre orea
a encontrarse con otros? sobre el oscuro campo de batalla,
¿Y allí, desnudo de la humana forma, cargada de perfumes y armonías
allí, los lazos terrenales rotos, con el silencio de la noche vaga;
breves horas habita de la idea símbolo del dolor y la ternura,
el mundo silencioso? del bardo inglés en el horrible drama,
¿Y ríe y llora y aborrece y ama la dulce Ofelia, la razón perdida,
y guarda un rastro del dolor y el gozo, cogiendo flores y cantando pasa.
semejante al que deja, cuando cruza
el cielo, un meteoro?
¡Yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros;
pero sé que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco!

307
306
XX
XVII
Fatigada del baile,
Besa el agua que gime blandamente encendido el color, breve el aliento,
las leves olas que jugando riza; apoyada en mi brazo,
el sol besa la nube de occidente del salón se detuvo en un extremo.
y de púrpura y oro la matiza; Entre la leve gasa
la llama en derredor del tronco ardiente que levantaba el palpitante seno,
por besar otra llama se desliza, una flor se mecía
y hasta el sauce inclinándose a su peso, en compasado y dulce movimiento.
al río que lo besa, vuelve un beso. Como en cuna de nácar
que empuja el mar y que acaricia el céfiro,
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¡Quién así—pensaba—
XVIII dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh, si las flores duermen,
Del salón en el ángulo oscuro qué dulcísimo sueño!
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormida en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve XXI
que sabe arrancarlas! ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio en mi pupila tu pupila azul.
así duerme en el fondo del alma, ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
y una voz, como Lázaro, espera Poesía... eres tú.
que le diga: «¡Levántate y anda!»

XXII
XIX
Por una mirada, un mundo.
Hoy la tierra y los cielos me sonríen; Por una sonrisa un cielo;
hoy llega al fondo de mi alma el sol; por un beso..., ¡yo no sé
hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado: lo que diera por un beso!
¡Hoy creo en Dios!

309
308
el resplandor enojoso y andar... andar!
de la aurora y te despierte. Moviéndose a compás, como una estúpida
—¡Duerme! máquina, el corazón;
la torpe inteligencia del cerebro,
dormida en un rincón...
¡El alma, que ambiciona un paraíso...
XXVI buscándolo sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
Asomaba a sus ojos una lágrima ignorando el por qué!
y a mi labio una frase de perdón; ¡Voz que incesante con el mismo tono
habló el orgullo y se enjugó su llanto. canta el mismo cantar;
Y la frase en mis labios expiró, gota de agua monótona que cae,
Yo voy por un camino; ella por otro; y cae sin cesar!
pero al pensar en nuestro mutuo amor, Así van deslizándose los días
yo digo aún: ¿Por qué callé aquel día? unos de otros en pos,
Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo? hoy lo mismo que ayer... y todos ellos
sin goce ni dolor.
¡Ay! A veces me acuerdo suspirando
del antiguo sufrir..,
¡Amargo es el dolor, pero siquiera
XXVII padecer es vivir!
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas;
me apoyé contra el muro y un instante
la conciencia perdí de donde estaba. XXIX
Cayó sobre mi espíritu la noche;
en ira y en piedad se anegó el alma... No sé lo que he soñado
¡Y entonces comprendí por qué se llora, en la noche pasada;
y entonces comprendí por qué se mata! triste, muy triste debió ser el sueño,
Pasó la nube de dolor... con pena pues despierto la angustia me duraba.
logré balbucear breves palabras... Noté, al incorporarme,
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo... húmeda la almohada,
¡Me hacía una gran favor!... Le di las gracias. y, por primera vez sentí, al notarlo,
de un amargo placer henchirse el alma.
Triste cosa es el sueño
que llanto nos arranca;
XXVIII mas tengo en mi tristeza una alegría...
¡Sé que aún me quedan lágrimas!
¡Hoy como ayer, mañana como hoy,
y siempre igual!
¡Un cielo gris, un horizonte eterno...
312 313
que con tímido afán su madre besa;
y se refleja alegre en la vajilla
de la dispuesta mesa.

IV
VICENTE W. QUE ROL
A su sobrino, que lo escucha atento,
(1836-1889) mi hermana dice el pavoroso cuento,
y mi otra hermana la canción modula
que o bien surge vibrante o bien ondula
prolongada en el viento.
EN NOCHEBUENA

A mis ancianos padres.


I
Mi madre tiende las rugosas manos
Un año más en el hogar paterno al nieto que huye por la blanda alfombra;
celebramos la fiesta de Dios-Niño, hablan de pie mi padre y mis hermanos,
símbolo augusto del amor eterno mientras yo, recatándome en la sombra,
cuando cubre los montes el invierno pienso en hondos arcanos.
con su manto de armiño.

VI
II Pienso que de los días de ventura
Como en el día de la fausta boda las horas van apresurando el paso,
o en el que el santo de los padres llega, y que empaña el Oriente niebla oscura,
la turba alegre de los niños juega, cuando aún el rayo trémulo fulgura,
y en la ancha sala la familia toda último del ocaso.
de noche se congrega

VII
III ¡Padres míos, mi amor! ¡Cómo envenena
La roja lumbre de los troncos brilla las breves dichas el temor del daño!
del pequeño dormido en la mejilla Hoy presidís nuestra modesta cena,

314 315
pero en el porvenir... yo sé que un año XII
vendrá sin Nochebuena.
Cada arruga que surca ese semblante
es del trabajo la profunda huella,
o fue un dolor de vuestro pecho amante.
VIII La historia fiel de una época distante
puedo leer yo en ella.
Vendrá, y las que hoy son risa y alborozo
serán muda ficción y hondo sollozo.
No cantará mi hermana, y mi sobrina
no escuchará la historia peregrina
que le da miedo y gozo. XIII
La historia de los tiempos sin ventura
en que luchasteis con la adversa suerte,
IX y en que, tras negras horas de amargura,
mi madre se sintió más noble y pura
No dará nuestro hogar rojos destellos y mi padre más fuerte.
sobre el limpio cristal de la vajilla,
y, si alguien osa hablar, será de aquellos
que hoy honran nuestra fiesta tan sencilla
con sus blancos cabellos.
XIV

X Cuando la noche toda en la cansada


labor tuvisteis vuestros ojos fijos,
Blancos cabellos cuya amada hebra y, al venceros el sueño a la alborada,
es cual corona de laurel de plata, fuerzas os dio posar vuestra mirada
mejor que esas coronas que celebra en los dormidos hijos.
la vil lisonja, la ignorancia acata
y el infortunio quiebra.

XV
XI
Las lágrimas correr una tras una
¡Padres míos, mi amor! Cuando contemplo con noble orgullo por mi faz yo siento,
la sublime bondad de vuestro rostro, pensando que hayan sido, por fortuna,
mi alma a los trances de la vida templo, esas honradas manos mi sustento
y ante esa imagen para orar me postro, y esos brazos mi cuna.
cual me postro en el templo.
316 317
XVI XX
¡Padres míos, mi amor! Mi alma quisiera Ese plazo fatal, sordo, inflexible,
pagaros hoy la que en mi edad primera miro acercarse con profundo espanto,
sufristeis sin gemir, lenta agonía, y en dudas grita el corazón sensible:
y que cada dolor de entonces fuera «Si aplacar al destino es imposible,
germen de una alegría. ¿para qué amarnos tanto?»

XVII XXI
Entonces vuestro mal curaba el gozo Para estar juntos en la vida eterna
de ver al hijo convertirse en mozo, cuando acabe esta vida transitoria;
mientras que al verme yo en vuestra presencia si Dios, que el curso universal gobierna,
siento mi dicha ahogada en el sollozo nos devuelve en el cielo esta unión tierna,
de una temida ausencia. yo no aspiro a más gloria.

XVIII XXII
Si el vigor juvenil volver de nuevo Pero, en tanto, buen Dios, mi mejor palma
pudiese a vuestra edad, ¿por qué estas penas? será que prolonguéis la dulce calma
Yo os daría mi sangre de mancebo, que hoy nuestro hogar en su recinto encierra;
tornando así con ella a vuestras venas para marchar yo solo por la tierra
esta vida que os debo. no hay fuerzas en mi alma.

XIX
Que de tal modo la aflicción me embarga
pensando en la posible despedida, ROSALÍA DE CASTRO
que imagino ha de ser tarea amarga
llevar la vida, como inútil carga, (1837-1885)
después de vuestra vida.

LAS CAMPANAS
Yo las amo, yo las oigo,
cual oigo el rumor del viento,
318 319
el murmurar de la fuente II
o el balido del cordero.
Como los pájaros, ellas, ¡Poeta!, en fáciles versos,
tan pronto asoma en los cielos y con estro que aliente los ánimos,
el primer rayo del alba, ven a hablarnos de esperanzas,
le saludan con sus ecos. pero no de desengaños.
Y en sus notas, que van prolongándose
por los llanos y los cerros,
hay algo de candoroso,
de apacible y de halagüeño. III
Si por siempre enmudecieran,
¡qué tristeza en el aire y el cielo! Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis
¡Qué silencio en las iglesias! [sueños;
¡Qué extrañeza entre los muertos! sin ellos ¿cómo admiraros, ni cómo vivir sin ellos?

IV

En los ecos del órgano, o en el rumor del viento,


A LAS ORILLAS DEL SAR en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
te adivinaba en todo y en todo te buscaba,
(Fragmento) sin encontrarte nunca.
Quizás después te ha hallado, te ha hallado y te ha
[perdido
I otra vez, de la vida en la batalla ruda,
ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
Yo no sé lo que busco eternamente sin encontrarte nunca.
en la tierra, en el aire y en el cielo; Pero sabe que existes y no eres vano sueño,
yo no sé lo que busco; pero es algo hermosura sin nombre, pero perfecta y única.
que perdí no sé cuándo y que no encuentro, Por eso vive triste, porque te busca siempre
aun cuando sueñe que invisible habita sin encontrarte nunca.
en todo cuanto toco y cuanto veo.
¡Felicidad, no he de volver a hallarte
en la tierra, en el aire, ni en el cielo,
aun cuando sé que existes V
y no eres vano sueño!
¡Oh tierra, antes y ahora, siempre fecunda y bella!

320 321
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma por el tiempo, por la tumba
[y la distancia
por el infinito negro
donde nuestra voz no alcanza,
mudo y solo
JOSÉ ASUNCIÓN SILVA por la senda caminaba...
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
(1865-1896) a la luna pálida,
y el chirrido
de las ranas...
NOCTURNO Sentí frío. Era el frío que tenían en tu alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
entre las blancuras niveas
Una noche, de las mortuorias sábanas.
una noche toda llena de murmullos, de perfumes y de Era el frío del sepulcro, era el hielo de la muerte,
[músicas de alas, era el frío de la nada.
una noche Y mi sombra,
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las por los rayos de la luna proyectada,
[luciérnagas fantásticas, iba sola,
a mi lado lentamente, contra mí ceñida toda, muda iba sola,
[y pálida, iba sola por la estepa solitaria;
como si un presentimiento de amarguras infinitas y tu sombra esbelta y ágil,
hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara, fina y lánguida,
por la senda florecida que atraviesa la llanura, como en esa noche tibia de la muerta primavera,
caminabas; como en esa noche llena de murmullos, de perfumes
y la luna llena, [y de músicas de alas,
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía se acercó y marchó con ella,
[su luz blanca, se acercó y marchó con ella,
y tu sombra, se acercó y marchó con ella... ¡Oh, las sombras enla-
fina y lánguida, jadas!
y mi sombra, ¡Oh, las sombras de los cuerpos que se juntan con las
por los rayos de la luna proyectadas, [sombras de las almas!
sobre las arenas tristes ¡Oh, las sombras que se buscan en las noches de
de la senda se juntaban [tristezas y de lágrimas...!
y eran una,
y eran una,
y eran una sombra larga,
y eran una sombra larga,
y eran una sombra larga...
Esta noche
solo; el alma
322 323
Al dejar la estación lanzó un gemido
la máquina, que libre se veía,
y corriendo al principio solapada,
cual la sierpe que sale de su nido,
RAMÓN DE CAMPOAMOR ya, al claro resplandor de las estrellas,
por los campos, rugiendo, parecía
(1817-1901) un león con melena de centellas.

EL TREN EXPRESO III

Cuando miraba atento


CANTO PRIMERO aquel tren que corría como el viento,
con sonrisa impregnada de amargura
me preguntó la joven con dulzura:
La noche «¿Sois español?» Y a su armonioso acento,
tan armonioso y puro que aún ahora
I el recordarlo sólo me embelesa,
«Soy español —le dije—. ¿Y vos, señora?»
Habiéndome robado el albedrío «Yo —dijo— soy francesa.»
un amor tan infausto como mío, «Podéis —la repliqué con arrogancia—
ya recobrados la quietud y el seso, la hermosura alabar de vuestro suelo;
volvía de París en tren expreso. pues, creo, como hay Dios, que es vuestra Francia
Y cuando estaba ajeno de cuidado, un país tan hermoso como el cielo.»
como un pobre viajero fatigado «Verdad que es el país de mis amores,
para pasar bien cómodo la noche, el país del ingenio y de la guerra;
muellemente acostado, pero, en cambio —me dijo—, es vuestra tierra
al arrancar el tren subió a mi coche, la patria del honor y de las flores.
seguida de una anciana, No os podéis figurar cuánto me extraña
una joven hermosa, que, al ver sus resplandores,
alta, rubia, delgada y muy graciosa, el sol de vuestra España
digna de ser morena y sevillana. no tenga, como el de Asia, adoradores.»
Y después de halagarnos, obsequiosos,
del patrio amor el puro sentimiento,
entrambos nos quedamos silenciosos,
II como heridos de un mismo pensamiento.

Luego, a una voz de mando,


por algún héroe de las artes dada,
empezó el tren a trepidar, andando
con un trajín de fiera encadenada.
324 325
IV admiraba a la joven, y es sabido
que a mí la admiración me quita el sueño.
Caminar entre sombras es lo mismo Yo estaba inquieto, y ella,
que dar vueltas por sendas mal seguras sin echar sobre mí mirada alguna,
en el fondo sin fondo de un abismo. abrió la ventanilla de su lado,
Juntando a la verdad mil conjeturas, y como un ser prendado de la luna,
veía allá a lo lejos, desde el coche, miró al ciclo azulado,
agitarse sin fin, cosas oscuras, preguntó, por hablar, qué hora sería,
y en torno cien especies de negruras y al ver correr cada fugaz estrella,
tomadas de cien partes de la noche, «¡Ved un alma que pasa!» me decía.
¡Calor de fragua a un lado; al otro, frío!
¡Lamentos de la máquina espantosos,
que agregan el terror y el desvarío
a todos estos limbos misteriosos...! VI
¡Las rocas, que parecen esqueletos...!
¡Las nubes con entrañas abrasadas...!
¡Luces tristes! ¡Tinieblas alumbradas...! «¿Vais muy lejos?», con voz ya conmovida
¡El horror, que hace grandes los objetos...! le pregunté a mi joven compañera.
¡Claridad espectral de la neblina...! «¡Muy lejos —contestó—; voy decidida
¡Juegos de llama y humo indescriptibles...! a morir a un lugar de la frontera!»
¡Unos grupos de bruma blanquecina Y se quedó pensando en lo futuro,
esparcidos por dedos invisibles! su mirada en el aire distraída,
¡Masas informes...! ¡Límites inciertos...! cual se mira en la noche un sitio oscuro
¡Montes que se hunden! ¡Arboles qué crecen! donde fue una visión desvanecida.
¡Horizontes lejanos que parecen «¿No os habrá divertido
vagas costas del reino de los muertos! —la repliqué galante—
¡Sombra, humareda, confusión y nieblas...! la ciudad seductora,
¡Acá lo turbio..., allá lo indescernible...! en donde todo amante
Y entre el humo del tren y las tinieblas, deja recuerdos y se trae olvido?»
aquí una cosa negra, allí otra horrible. «¿Lo traéis vos?», me dijo con tristeza.
«Todo en París lo hace olvidar, señora
—la contesté—, la moda y la riqueza.
Yo me vine a París desesperado,
por no ver en Madrid a cierta ingrata.»
V «Pues yo vine —exclamó—, y hallé casado
a un hombre ingrato a quien amé soltero.»
¡Cosa rara! Entretanto, «Tengo un rencor —le dije— que me mata.»
al lado de mujer tan seductora «Yo una pena —me dijo— que me muero.»
no podía dormir, siendo yo un santo Y al recuerdo infeliz de aquel ingrato,
que duerme, cuando no ama, a cualquier hora. siendo su mente espejo de mi mente,
Mil veces intenté quedar dormido, quedándose en silencio un grande rato,
mas fue inútil empeño; pasó una larga historia por su frente.

326 327
VII un ángel de Rafael o de Murillo!
¡Sus manos, por las venas serpenteadas
Como el tren no corría, que volaba, que la fiebre abultaba y encendía,
era tan vivo el viento, era tan frío, hermosas manos, que a tener cruzadas
que el aire parecía que cortaba; por la oración habitual tendía...!
así el lector no extrañará que, tierno, ¡Sus ojos, siempre abiertos, aunque a oscuras,
cuidase de su bien más que del mío; mirando al mundo de las cosas puras!
pues hacía una gran frío, tan gran frío, ¡Su blanca faz, de palidez cubierta!
que echó al lobo del bosque aquel invierno; ¡Aquel cuerpo a que daban sus posturas
y cuando ella, doliente, la celeste fijeza de una muerta...!
con el cuerpo aterido, ¡Las fajas tenebrosas
«¡Tengo frío!», me dijo dulcemente, del techo, que irradiaba tristemente
con voz que, más que voz, era un balido, aquella luz de cueva submarina,
me acerqué a contemplar su hermosa frente, y esa continua sucesión de cosas,
y os juro por el cielot que así en el corazón como en la mente,
que a aquel reflejo de la luz, escaso, acaban de formar una neblina...!
la joven parecía hecha de raso, ¡Del tren expreso la infernal balumba...!
de nácar, de jazmín y terciopelo. ¡La claridad de cueva que salía
Y creyendo invadidos por el hielo del techo de aquel coche, que tenía
aquellos pies tan lindos, la forma de la tapa de una tumba...!
desdoblando mi manta zamorana, ¡La visión triste y bella
que tenía más borlas verde y grana del sublime concierto
que todos los cerezos y los guindos de todo aquel horrible desconcierto,
que en Zamora se crían, me hacían traslucir en torno de ella
cual si fuese una madre cuidadosa, algo vivo rondando un algo muerto!
con la cabeza ya vertiginosa,
la tapé aquellos pies, que bien podrían
ocultarse en el cáliz de una rosa. IX
De pronto, atronadora,
entre un humo que surcan llamaradas,
despide la feroz locomotora
VIII un torrente de notas aflautadas,
para anunciar, al despertar la aurora,
¡De la sombra y el fuego al claroscuro una estación, que en feria convertía
brotaban perspectivas espantosas, el vulgo con su eterna gritería,
y me hacía el efecto de un conjuro la cual, susurradora y esplendente,
el ver reverberar en cada muro con las luces de gas brillaba enfrente,
de la sombra las danzas misteriosas! y al llegar, un gemido
¡La joven, que acostada traslucía, lanzado, prolongado y lastimero,
con su aspecto ideal, su aire sencillo, el tren en la estación entró seguido,
y que, más que mujer, me parecía cual si entrase un reptil en su agujero.

328 329
CANTO SEGUNDO
III
El día Más ciego cada vez por la hermosura
de la mujer aquélla,
I al fin la hablé con la mayor ternura,
a pesar de mis muchos desengaños;
Y continuando la infeliz historia, porque al viajar en tren con una bella
que aún vaga como un sueño en mi memoria, va, aunque un poco al azar y a la ventura,
veo al fin, a la luz de la alborada, muy de prisa el amor a los treinta años.
que el rubio de oro de su pelo brilla «¿Y dónde vais ahora?»,
cual la paja de trigo calcinada pregunté a la viajera.
por agosto en los campos de Castilla, «Marcho, olvidada de mi amor primero
y con semblante cariñoso y serio, —me respondió sincera—,
y una expresión del todo religiosa, a esperar el olvido un año entero.»
como llevando a cabo algún misterio, «Pero... ¿y después —le pregunté—, señora?»
después de un «¡Ay, Dios mío!», «Después... —me contestó—, ¡lo que Dios quiera!:
me dijo señalando un cementerio:
«¡Los que duermen allí no tienen frío!»

IV
II
Y porque así sus penas distraía
El humo, en ondulante movimiento, las mías le conté con alegría,
dividiéndose a un lado y a otro lado, y un cuento amontoné sobre otro cuento,
se tiende por el viento mientras ella, abstrayéndose, veía
cual la crin de un caballo desbocado. las gradaciones de color que hacía
Ayer era otra fauna, hoy otra flora, la luz descomponiéndose en el viento.
verdura y aridez, calor y frío; Y haciendo yo castillos en el aire,
andar tantos kilómetros por hora o, como dicen ellos, en España,
causa al alma el mareo del vacío; la referí, no sé si con donaire,
pues salvando el abismo, el llano, el monte, los cuentos que contó Mari-Castaña.
con un ciego correr que al rayo excede, En mis cuadros risueños,
en loco desvarío, pintando mucho amor y mucha pena,
sucede un horizonte a otro horizonte, como el que tiene la cabeza llena
y una estación a otra estación sucede. de heroínas francesas y de ensueños,
había cada llama
capaz de poner fuego al mundo entero;
y no faltaba nunca un caballero
que, por gustar solícito a su dama,
330 331
¡a sirviese, siendo héroe, de escudero. por la cumbre y el llano,
Y ya de un nuevo amor en los umbrales, ya la cresta granítica de un monte,
cual si fuese el aliento nuestro idioma, ya la elástica turba de un pantano,
más bien que con la voz, con las señales, ya entrando por el hueco
esta verdad tan grande como un templo de algún túnel que horada las montañas,
la convertí en axioma; a cada horrible grito
que para dos que se aman tiernamente, que lanzando va el tren, responde el eco,
ella y yo, por ejemplo, y hace vibrar los muros de granito,
es cosa ya olvidada, por sabida, estremeciendo al mundo en sus entrañas
que un árbol, una piedra y una fuente y dejando aquí un pozo, allí una sierra,
pueden ser el edén de nuestra vida. nubes arriba, movimiento abajo,
en laberinto tal, cuesta trabajo
creer en la existencia de la tierra.

V
VII
Como en amor es credo,
o artículo de fe que yo proclamo, Las cosas que miramos
que en este mundo de pasión y olvido, se vuelven hacia atrás en el instante
o se oye conjugar el verbo te amo, que nosotros pasamos,
o la vida mejor no importa un bledo; y conforme va el tren hacia adelante,
aunque entonces, como a hombre arrepentido, parece que desandan lo que andamos;
el ver a una mujer me daba miedo, y, a sus puestos volviéndose, huyen y huyen
más bien desesperado que atrevido; en raudo movimiento
«y un nuevo amor —le pregunté amoroso—, los postes del telégrafo, clavados
¿no os haría olvidar viejos amores?» en fila a los costados del camino,
Mas ella, sin dar tregua a sus dolores, y como gota a gota, fluyen, fluyen,
contestó con acento cariñoso: uno, dos, tres y cuatro, veinte y ciento,
«La tierra está cansada de dar flores; y formando confuso y ceniciento
necesito algún año de reposo.» el humo con la luz un remolino
no distinguen los ojos deslumhrados
si aquello es sueño, tromba o torbellino.

VI

Marcha el tren tan seguido, tan seguido, VIII


como aquel que patina por el hielo,
y en confusión extraña ¡Oh, mil veces bendita
parecen confundidos tierra y cielo la inmensa fuerza de la mente humana,
monte la nube, y nube la montaña, que así el ramblizo como el monte allana,
pues cruza de horizonte en horizonte y al mundo echando su nivel, lo mismo

332 333
los picos de las rocas decapita,
que levanta la tierra,
formando un terraplén sobre un abismo X
que llena con pedazos de una sierra!
[Dignas son, vive Dios, estas hazañas, Y con dolor profundo,
no conocidas antes, mirándome a la faz desencajada,
del poderoso anhelo cual mira a su doctor un moribundo,
de los grandes gigantes siguió: «Yo os juro, cual mujer honrada,
que, en su ambición, para escalar el cielo, que el hombre que me dio con tanto celo
un tiempo amontonaron las montañas! un poco de valor contra el engaño,
o aquí me encontrará dentro de un año,
o allí...», me dijo señalando al cielo,
y enjugando después con el pañuelo
IX algo de espuma de color de rosa
que asomaba a sus labios amarillos.
Corría en tanto el tren con tal premura, El tren (cual la serpiente que, escamosa,
que el monte abandonó por la ladera, queriendo hacer que marcha y no marchando,
la colina dejó por la llanura, ni marcha ni reposa),
y la llanura, al fin, por la ribera; mueve y remueve, ondeando y más ondeando
y al descender a un llano, de su cuerpo flexible los anillos;
sitio infeliz de la estación postrera, y al tiempo en que ella y yo la mano alzando,
le dije con amor «¿Sería en vano volvimos, saludando, la cabeza,
que amaros pretendiera? la máquina un incendio vomitando,
¿Sería como un niño que quisiera grande en su horror y horrible en su belleza,
alcanzar a la luna con la mano?» el tren llevó hacia sí, pieza tras pieza;
Y contestó con lívido semblante: vibró con furia y lo arrastró silbando.
«No sé lo que seré más adelante,
cuando ya soy vuestra mejor amiga.
Yo me llamo Constancia, y soy constante,
¿qué más queréis —me preguntó— que os diga?»
Y, bajando al andén, de angustia llena,
CANTO TERCERO
con prudencia fingió que distraía
su inconsolable pena
con la gente que entraba y que salía, El crepúsculo
pues la estación del pueblo parecía
la loca dispersión de una colmena.

Cuando, un año después, hora por hora,


hacia Francia volvía,
echando alegre sobre el cuerpo mío
mi manta de alameres de Zamora,

334 335
porque a un tiempo sentía, Hundiéndose, al morir, sobre mi frente
como el año anterior, día por día, el palacio ideal de mi quimera,
mucho amor, mucho viento y mucho frío, de todo mi pasado, solamente
al minuto final del año entero esta pena que os doy borrar quisiera.
a la cita acudí, cual caballero Me rebelo a morir, pero es preciso...
que va alumbrado por su buena estrella; ¡El triste vive y el dichoso muere...!
mas al llegar a la estación aquella, ¡Cuando quise morir, Dios no lo quiso;
que no quiero nombrar..., porque no quiero, hoy que quiero vivir, Dios no lo quiere!
una tos de ataúd sonó a mi lado, ¡Os amo, sí! Dejadme que, habladora,
que salía del pecho de la anciana me repita esta voz tan repetida:
con cara de dolor y negro traje. que las cosas más íntimas ahora
Me vio, gimió, lloró, corrió a mi lado, se escapen de mis labios con mi vida.
y echándome un papel por la ventana, Hasta furiosa, a mí, que ya no existo,
«¡Tomad —me dijo—, y continuad el viaje!» la idea de los celos importuna:
Y cual si fuese una hechicera vana, ¡Juradme que esos ojos que me han visto
que, después de un conjuro en alta noche, nunca el rostro verán de otra ninguna!
quedase entre la sombra confundida, Y si aquella mujer de aquella historia
la mujer, más que vieja, envejecida, vuelve a formar de nuevo vuestro encanto,
de mi presencia huyó con ligereza, aunque os ame, gemid en mi memoria;
cual niebla entre la luz desvanecida, ¡yo os hubiera también amado tanto...!
al punto en que, llegando con presteza, Mas tal vez allá arriba nos veremos,
echó por la ventana de mi coche después de esta existencia pasajera,
esta carta, tan llena de tristeza, cuando los dos, como en el tren, lleguemos
que he leído más veces en mi vida de nuestra vida a la estación postrera.
que cabellos contiene mi cabeza. ¡Ya me siento morir...! ¡El cielo os guarde!
Cuidad, siempre que nazca o muera el día,
de mirar al lucero de la tarde,
esa estrella que siempre ha sido mía.
II Pues yo desde ella os estaré mirando,
y como el bien con la virtud se labra,
«Mi carta, que es feliz pues va a buscaros, para verme mejor, yo haré rezando
cuenta os dará de la memoria mía. que Dios de par en par el cielo os abra,
Aquel fantasma soy que, por gustaros, ¡Nunca olvidéis a esta infeliz amante
jugó a estar viva a vuestro lado un día. que os cita, cuando os deja, para el cielo!
Cuando lleve esta carta a vuestro oído ¡Si es verdad que me amasteis un instante,
el eco de mi amor y mis dolores, llorad, porque eso sirve de consuelo...!
el cuerpo en que mi espíritu ha vivido, ¡Oh, Padre de las almas pecadoras,
ya durmiendo estará bajo unas flores. conceded el perdón al alma mía!
¡Por no dar fin a la ventura mía ¡Amé mucho, Señor, y muchas horas:
la escribo larga..., casi interminable...! mas sufrí por más tiempo todavía!
¡Mi agonía es la bárbara agonía ¡Adiós, adiós! ¡Como hablo delirando,
del que quiere evitar lo inevitable...! no sé decir lo que deciros quiero!
336 337
¡Yo sólo sé de mí que estoy llorando,
que sufro, que os amaba... y que me muero!»
LO QUE HACE EL TIEMPO

III
A Blanca Rosa de Osma
Al ver de esta manera
trocado el curso de mi vida entera Con mis coplas, Blanca Rosa,
en un sueño tan breve, tal vez te cause cuidados
de pronto se quedó, de negro que era, por cantar
mi cabello más blanco que la nieve. con la voz ya temblorosa
De dolor traspasado y los ojos ya cansados
por la más grande herida de llorar.
que a un corazón jamás ha destrozado Hoy para ti sólo hay glorias,
en la inmensa batalla de la vida, y danzas y flores bellas;
ahogado de tristeza, mas después
busqué a la mensajera envejecida; se alzarán tristes memorias
mas fue esperanza vana, hasta de las mismas huellas
pues, lo mismo que un ciego deslumhrado, de tus pies.
ni pude ver la anciana, En tus fiestas seductoras,
ni respirar del aire la pureza, ¿no oyes del alma en lo interno
por más que abrí cien veres la ventana, un rumor,
decidido a tirarme de cabeza. que lúgubre, a todas horas,
Cuando, por fin, sintiéndome agobiado nos dice que no es eterno
de mi desdicha al peso, nuestro amor?
y encerrado en el coche, maldecía ¡Cuánto a creer se resiste
como si fuese en el infierno preso, una verdad tan odiosa
al año de venir, día por día,
con mi grande inquietud y poco seso, tu bondad!
sin alma y como inútil mercancía, ¡Y esto fuera menos triste
me volvió hasta París el tren expreso. si no fuera, Blanca Rosa,
tan verdad!
Te aseguro, como amigo,
que es muy raro, y no te extrañe,
amar bien.
Siento decir lo que digo;
pero, ¿quieres que te engañe
yo también?
Pasa un viento arrebatado,
viene Amor, y a dos en uno
funde Dios;
339
338
sopla el desamor helado, da amor primero y no amante;
y vuelve hacer, importuno, después, mucho amante, pero
de uno, dos. poco amor.
Que amor, de egoísmo lleno, Tranquila a veces reposa,
a su gusto se acomoda y otra se marcha volando
bien y mal; nuestra fe.
en él hasta herir es bueno; Y esto pasa, Blanca Rosa,
si ama o no ama, aquí está toda sin saber cómo, ni cuándo,
su moral. ni por qué.
¡Oh, qué bien cumple el amante, Nunca es estable el deseo
cuando aún tiene la inocencia, ni he visto jamás terneza
su deber! siempre igual.
Y ¡cómo más adelante Y ¿a qué negarlo? No creo
aviene con su conciencia ni del bien en la fijeza,
su placer! ni del mal.
¿Y es culpable el que, sediento, Este ir y venir sin tasa
buscando va en nuevos lazos y este moverse impaciente,
otro amor? pasa así,
¡Sí!, culpable como et viento porque así ha pasado y pasa,
que, al pasar, hace pedazos porque sí, ¡ay!, solamente
una flor. porque sí.
¿Verdad que es abominable ¡Cuan inútil es que huyamos
que el corazón vagabundo de los fáciles amores
mude así, con horror,
sin ser por ello culpable, si cuando más las pisamos,
porque esto pasa en el mundo más nos embriagan las flores
porque sí? con su olor!
Se ama una vez sin medida, El cielo sin duda envía
y aún se vuelve a amar sin tino la lucha a la tormentosa
más de dos. juventud;
¡Cuan versátil es la vida! pues ¿qué mérito tendría
¡Cuan vano es nuestro destino, sin esfuerzos, Blanca Rosa,
Santo Dios! la virtud?
El lleve tu labio ayuno ¡Ay!, un alma inteligente
a algún manantial querido siempre en nuestra alma divisa
de placer, una flor,
donde, dichosa, ninguno que se abre infaliblemente
te enseñe nunca el olvido al soplo de alguna brisa
del deber. de otro amor.
Siempre el destino inconstante Mas dirás: —¿Y en qué consiste
nos da, cual vil usurero, que todo a mudar convida?
su favor: ¡Ay de mí!

340 341
En que la vida es muy triste... ¡La vida!, ¡ésa es la culpable!
Pero aunque triste, la vida, La vida, sólo es la vida
es así. nuestra infiel.
Y si no es amor el vaso La vida que, desalada,
donde el sobrante se vierte de un vértigo del infierno
del dolor, corre en pos;
pregunto yo: —¿Es digno acaso ella corre hacia la nada;
de ocuparnos vida y muerte ¿quieres ir hacia lo eterno?
tal amor? Ve hacia Dios.
Nunca sepas, Blanca Rosa, ¡Sí! Corre hacia Dios, y El haga
que es la dicha una locura, que tengas siempre una vieja
cual yo sé; juventud.
si quieres ser venturosa, La tumba todo lo traga;
ten mucha fe en la ventura, sólo de tragarse deja
mucha fe. la virtud.
Si eres feliz algún día,
¡guay, que el recuerdo tirano
de otro amor
no se filtre en tu alegría,
cual se desliza un gusano ¡QUIEN SUPIERA ESCRIBIR!
roedor!
Tú eres de las almas buenas,
cuyos honrados amores
siempre son
los que bendicen sus penas, —Escribidme una carta, señor Cura
penas que se abren en flores —Ya sé para quién es.
de pasión. —¿Sabéis quién es, porque una noche oscura
Con tus visiones hermosas, nos visteis juntos? —Pues...
nunca de tu alma el abismo -—Perdonad; mas.,. —No extraño ese tropiezo.
llenarás, La noche... la ocasión...
pues la fuerza de las cosas Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:
puede más que Hércules mismo, Mi querido Ramón:
¡mucho más...! —¿Querido?... Pero, en fin, ya lo habéis puesto...
Si huye una vez la ventura, —Si no queréis... —¡Sí, sí!
nadie después ve las flores —¡Qué triste estoy! ¿No es eso? —Por supuesto.
renacer, —¡Qué triste estoy sin ti!
que cubren la sepultura Una congoja, al empezar, me viene...
de los recuerdos traidores —¿Cómo sabéis mi mal?
del ayer. —Para un viejo, una niña siempre tiene
¿Y quién es el responsable el pecho de cristal.
de hacer tragar sin medida ¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura.
tanta hiél? ¿Y contigo? Un edén.
342 343
—Haced la letra clara, señor Cura, Dios mío, ¡cuántas cosas le diría
que lo entienda eso bien. si supiera escribir...!
—El beso aquel que de marchar a punto
te di... —¿Cómo sabéis...?
—Cuando se va y se viene y se está junto
siempre..., no os afrentéis. III
Y si volver tu afecto no procura,
tanto me harás sufrir... EPILOGO
—¿Sufrir y nada más? No, señor Cura,
¡que me voy a morir! —Pues, señor, ¡bravo amor! Copio y concluyo:
—¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo...? A don Ramón... En fin,
—Pues sí, señor: ¡morir! que es inútil saber para esto, arguyo,
—Yo no pongo morir. —¡Qué hombre de hielo! ni el griego ni el latín.
¡Quién supiera escribir!

II
CAROLINA CORONADO
—¡Señor Rector, señor Rector!, en vano (1823-1911)
me queréis complacer,
si no encarnan los signos de la mano
todo el ser de mi ser. A UNA ESTRELLA
Escribidle, por Dios, que el alma mía
ya en mí no quiere estar,
que la pena no me ahoga cada día..., Chispa de luz que, fija en lo infinito,
porque puedo llorar. absorbes mi asombrado pensamiento:
Que mis labios, las rosas de su aliento, tu origen, tu existencia, tu elemento,
no se saben abrir; menos alcanzo cuanto más medito.
que olvidan de la risa el movimiento Si eres ardiente, inamovible hoguera
a fuerza de sentir. ¿dónde el centro descansa de tu lumbre?
Que mis ojos, que él tiene por tan bellos, Si eres globo de luz ¿cómo en la cumbre
cargados con mi afán, no giras tú de la insondable esfera?
como no tienen quien se mire en ellos, ¿Por qué la tierra sin descanso rueda?
cerrados siempre están. ¿Por qué la luna el globo majestuoso
Que es, dé cuantos tormentos he sufrido, mueve, mientras tu carro misterioso
la ausencia el más atroz; inmóvil, fijo, en el espacio queda?
que es un perpetuo sueño de mi oído ¿Es que mi vista de mortal no alcanza
el eco de su voz... a percibir, desde su oscuro asiento,
Que, siendo por su causa, el alma mía allá en la altura suma el movimiento
¡goza tanto en sufrir..,! de tu carroza, que en lo inmenso avanza?
344 345
¡Ah, sí¡ Que, por espíritu movida,
la creación sin descanso se sostiene,
y todo en la creación marcado tiene
forma y destino, movimiento y vida. Desde que abandonaste nuestra morada,
Tú giras, sí; tus alas soberanas de la mortal escoria purificada,
surcan el mundo y sus confines tocan... transformado está el fondo del alma mía,
Mas ¿cómo en su carrera no se chocan y voces oigo en ella que antes no oía.
tus millares sin número de hermanas? Todo cuanto en la tierra y el mar y el viento
Más allá de su límite prescrito, tiene matiz, aroma, forma o acento,
sediento, avanza, audaz, el pensamiento, de mi ánimo abatido turba la calma
y tu origen, tu vida, tu elemento, y en canción se convierte dentro del alma.
menos alcanzo cuanto más medito. Y es que, en estas tinieblas donde me pierdo,
todo está confundido con tu recuerdo.
¡Sin él todo es silencio, sombra y vacío
en la tierra y el viento y el mar bravio!

FEDERICO BALART
Revueltos peñascales, áspera breña
donde salta el torrente de peña en peña;
(1831-1905) corrientes bullidoras del claro río;
religiosos murmullos del bosque umbrío;
tórtola que en sus frondas unes tus quejas
RESTITUCIÓN al calmante zumbido de las abejas;
águila que levantas el corvo vuelo
por el azul espacio que cubre el cielo;
Estas pobres canciones que te consagro, golondrina que emigras cuando el octubre,
en mi mente han nacido por un milagro. con sus pálidas hojas el suelo cubre,
Desnudas de las galas que presta el arte, y al amor de tu nido tornas ligera
mi voluntad en ellas no tiene parte; cuando esparce sus flores la primavera;
ya no sé resistirlas ni suscitarlas; aura mansa que llevas, en vuelo tardo,
yo ni aun sé comprenderlas al formularlas; efluvios de azucena, jazmín y nardo:
y es en mí su lamento sentido y grave, brisas que en el desierto sois mensajeras
natural como el trino que lanza el ave, de los tiernos amores de las palmeras
santas inspiraciones que tú me envías —(¡de las pobres palmeras que, separadas,
puedo decir, esposa, que no son mías; se miran silenciosas y enamoradas!)—;
pensamiento y palabras de ti recibo; pardas nieblas del valle, nieves del monte,
tú en silencio las dictas; yo las escribo. cambiantes y vislumbres del horizonte;
tempestad que, bramando con ronco acento,
tus cabellos de lluvia tiendes al viento;

346 347
solitaria ensenada, restinga ignota
donde oculta su nido la gaviota;
olas embravecidas que pone a raya
con sus rubias arenas la corva playa; Ya lo ves, las canciones que te consagro
grutas donde repiten con sordo acento en mi mente han nacido por un milagro.
sus querellas y halagos la mar y el viento; Nada en ellas es mío, todo es don tuyo;
velas desconocidas que en lontananza por eso a ti, de hinojos, las restituyo,
pasáis como los sueños de la esperanza; íPobres hojas caídas de la arboleda,
nebuloso horizonte, tras cuyo velo sin su verdor el alma desnuda queda!
sus límites confunden la mar y el cielo; Pero no, que aún te deben mis desventuras
rayo de sol poniente que te abres paso otras más delicadas, otras más puras;
por los rotos celajes del triste ocaso; canciones que, por miedo de profanarlas,
melancólico rayo de blanca luna en el alma conservo sin pronunciarlas;
reflejado en la cresta de escueta duna; recuerdos de las horas que, embelesado,
negra noche que dejas de monte a monte en nuestro pobre albergue pasé a tu lado,
granizado de estrellas el horizonte; cuando al alma y al cuerpo daban pujanza,
lamento misterioso de la campana juventud y cariño, fe y esperanza;
que en la nocturna sombra suenas lejana, cuando, lejos del mundo parlero y vano,
pidiendo por ciudades y por desiertos íbamos por la vida mano con mano;
la oración de los vivos para los muertos; cuando húmedos los ojos, juntas las palmas,
plegaria que te elevas entre la nube en una se fundían nuestras dos almas;
del incienso que en ondas al cielo sube canciones silenciosas que el alma hieren,
cuando al Señor dirigen himnos fervientes canciones que en mí nacen y que en mí mueren;
santos anacoretas y penitentes; ¡hechizadas canciones, con cuyo encanto
catedrales ruinosas mudas y muertas, a mis áridos ojos se agolpa el llanto!
cuyas góticas naves hallo desiertas,
cuyas leves agujas, al cielo alzadas, Y aun a veces aplacan mis amarguras
parecen oraciones petrificadas; otras más misteriosas, otras más puras;
torres donde, por cima de la veleta canciones sin palabra, sin pensamiento,
que a merced de los vientos se agita inquieta vagas emanaciones del sentimiento,
señalando regiones que nadie ha visto, silencioso gemido de amor y pena
tiende inmóvil sus brazos la fe de Cristo; que, en el fondo del pecho, callado suena;
luces, sombras, murmullos, flores, espumas, aspiración confusa que, en vivo anhelo,
transparentes neblinas, espesas brumas, ya es canción, ya es plegaria que sube al cielo;
valles, montes, abismos, tormentas, mares, inquietudes del alma, de amor herida;
auras, brisas, aromas, nidos y altares, vagos presentimientos de la otra vida;
vosotros en el fondo del alma mía éxtasis de la mente que a Dios se lanza;
despertáis siempre un eco de poesía; luminosos destellos de la esperanza;
y es que siempre a vosotros encuentro unido voces que me aseguran que podré verte
el recuerdo doliente del bien perdido. cuando al mundo mis ojos cierre la muerte.
Sin él, ¿qué es la grandeza, qué es el tesoro ¡Canciones que, por santas, no tienen nombres
de la tierra y el viento y el mar sonoro? en la lengua grosera que hablan los hombres!
Esas son las que endulzan mi amargo duelo;
348 349
ésas son las que el alma llaman al cielo; y huye amargado del rumor del mundo,
ésas de mi esperanza fijan el polo, fue su sangrienta sátira cauterio
¡y ésas son las que guardo para mí solo! que aplicó sollozando al patrio imperio,
mísero, gangrenado y moribundo.

IV

¡Ah!, si hoy pudiera resonar la lira


GASPAR NUÑEZ DE ARCE que con Quevedo descendió a la tumba,
en medio de esta universal mentira,
(1834-1903) de este viento de escándalo que zumba,
de este fétido hedor que se respira,
de esta España moral que se derrumba.
ESTROFAS

I
La generosa musa de Quevedo De la viva y creciente incertidumbre
desbordóse una vez como un torrente que en lucha estéril nuestra fuerza agota;
y exclamó llena de viril denuedo: del huracán de sangre que alborota
«No he de callar, por más que con el dedo, el mar de la revuelta muchedumbre;
ya tocando los labios, ya la frente, de la insaciable y honda podredumbre
silencio avises o amenaces miedo.» que el rostro y la conciencia nos azota.

II
VI
Y al estampar sobre la herida abierta
el hierro de su cólera encendido, De este horror, de este ciego desvarío
tembló la concusión que siempre alerta, que cubre nuestras almas con un velo,
incansable y voraz, labra su nido, como cl sepulcro impenetrable y frío,
como gusano ruin en carne muerta, de este insensato pensamiento impío,
en todo Esiado exánime y podrido. que destituye a Dios, despuebla el cielo
y precipita el mundo en el vacío.
III
Arranque de dolor, de ese profundo
dolor que se concentra en el misterio
350 351
VII XI
Si en medio de esta borrascosa orgía AI menos en el siglo desdichado,
que infunde repugnancia al par que aterra, que aquel ilustre y vigoroso vate
esa lira estallara, ¿qué sería? con el rayo marcó de su censura,
Grito de indignación, canto de guerra, podía el corazón atribulado
que en las entrañas mismas de la tierra salir ileso del mortal combate
la muerta humanidad conmovería. en alas de la fe radiante y pura.

VIII XII
Mas ¿porque el gran satírico no aliente Y apartando la vista de aquel cieno
ha de haber quien contemple y autorice social, de aquellos fétidos despojos,
tanta degradación, indiferente? de aquel lúbrico y torpe desenfreno,
«¿No ha de haber un espíritu valiente? fijar llorando los ardientes ojos
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? en ese cielo azul, limpio y sereno,
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?» de santa paz y de esperanza lleno.

IX XIII

¡Cuántos sueños de gloria evaporados Pero hoy, ¿dónde mirar? Un golpe mismo
como las leves gotas de rocío, hiere al César y a Dios. Sorda carcoma
que apenas mojan los sedientos prados! prepara el misterioso cataclismo,
¡Cuánta ilusión perdida en el vacío y como en tiempo de la antigua Roma,
y cuántos corazones anegados todo cruje, vacila y se desploma
en la amarga corriente del hastío! en el cielo, en la tierra, en el abismo.

XIV

No es la revolución raudal de plata Perdida en tanta soledad la calma,


que fertiliza la extendida vega; de noche eterna el corazón cubierto,
es sorda inundación que se desata. la gloria muda, desolada el alma,
No es viva luz que se difunde grata, en este pavoroso desconcierto
sino confuso resplandor que ciega se eleva la Razón, como la palma
y tormentoso vértigo que mata. que crece triste y sola en el desierto.

352 353
XV XIX
¡Triste y sola, es verdad! ¿Dónde hay miseria No eres la fuente de perenne gloria
mayor? /Dónde más hondo desconsuelo? que dignifica el corazón humano
¿De qué le sirve desgarrar el velo y engrandece esta vida transitoria.
que envuelve y cubre la vivaz materia, ¡ No el ángel vengador que con su mano
y con profundo, inextinguible anhelo, imprime en las espaldas del tirano
sondar la tierra, escudriñar el cielo; el hierro enrojecido de la Historia!

XVI XX
entregarse a merced del torbellino No eres la vaga aparición que sigo
y en la duda incesante que la aqueja con hondo afán desde mi edad primera,
el secreto inquirir de su destino, sin alcanzarla nunca... Mas, ¿qué digo?
si a cada paso que adelanta deja ¡No eres la libertad; disfraces fuera,
su fe inmortal, como el vellón la oveja, licencia desgreñada, vil ramera
enredado en las zarzas del caminu? del motín, te conozco y te maldigo!

XVII XXI
¿Si a su culpada humillación se adhiere ¡Ah! No es extraño que sin luz ni guía
con la constancia infame del beodo, los humanos instintos se desborden
que goza en su abyección y en ella mucre? con el rugido del volcán que estalla,
¿Si ciega, y torpe, y degradada en todo, y en medio del tumulto y la anarquía,
desconoce su origen y prefiere como corcel indómito, el desorden
a descender de Dios surgir del lodo? no respete ni látigo ni valla.

XV1I1 XXII
¡Libertad, libertad! No eres aquella ¿Quién podrá detenerle en su carrera?
virgen, de blanca túnica ceñida, ¿Quién templar los impulsos de la fiera
que vi en mis sueños, pudibunda y bella. y loca multitud enardecida,
No eres, no, la deidad esclarecida que principia a dudar y ya no espera
que alumbra con su luz como una estrella hallar en otra luminosa esfera
los oscuros abismos de la vida. bálsamo a los dolores de esta vida?
354 355
XXIII XXVII

Como Cristo en la cúspide del monte, No esperéis, no, que la confusa plebe,
rotas ya sus mortales ligaduras, como santo depósito en su pecho,
mira doquier con ojos espantados nobles instintos y virtudes lleve.
por toda la extensión del horizonte Hallará el mundo a su codicia estrecho,
dilatarse a sus pies vastas llanuras, que es la fuerza, es el número, es el hecho
ricas ciudades, fértiles collados. brutal, ¡es la materia que se mueve!

XXVIII
XXIV
Y excitando su afán calenturiento Y buscará la libertad en vano,
tanta grandeza y tanto poderío, que no arraiga en los crímenes la idea
de la codicia el persuasivo acento ni entre las olas fructifica el grano.
grítale audaz: «¡El cielo está vacío! Su castigo en sus iras centellea
¿A quién temer?» Y ronca y sin aliento pronto a estallar, que el rayo y el tirano
la muchedumbre grita: «¡Todo es mío!» hermanos son. ¡La tempestad los crea!

XXV
Y en el tumulto su puñal afila,
y la enconada cólera que encierra
enturbia y enardece su pupila,
y ensordeciendo el aire en son de guerra
hace temblar bajo sus pies la tierra,
como las hordas bárbaras de Atila.

XXVI
No esperéis que esa turba alborotada
infunda nueva sangre generosa
en las venas de Europa desmayada;
ni que termine su fatal jornada,
sobre el ara desierta y polvorosa
otro Dios levantando con su espada.
356
SIGLO XX
MODERNISMO

SALVADOR RUEDA
(1861-1933)

LA SANDIA
Cual si de pronto se entreabriera el día,
despidiendo una intensa llamarada,
por el acero fúlgido rasgada
mostró su carne roja la sandía.
Carmín incandescente parecía
la larga y deslumbrante cuchillada,
como boca encendida y desatada
en frescos borbotones de alegría.
Tajada tras tajada señalando,
las fue el hábil cuchillo separando,
vivas a la ilusión como ningunas.
Las separó la mano de repente,
y de improviso decoró la fuente
un círculo de rojas medias lunas.

LA VACA
Brillante con el brillo de la vida,
de asta pequeña y de pezuña breve,
de piel con la blancura de la nieve
361
y ubres como una fuente dividida, ya te vas para no volver!
va a una cadena de metal prendida Cuando quiero llorar, no lloro,
la res lustrosa donde el sol luz llueve y a veces lloro sin querer...
y arrastra al hombre cuyo paso mueve, La otra fue más sensitiva,
retozando, de todo sorprendida. y más consoladora y más
Muge, brinca, sacude la cabeza; halagadora y expresiva,
la espléndida salud, que es su belleza, cual no pensé encontrar jamás.
muestra en el ancho lomo y cuello altivo. Pues a su continua ternura
Y cuando cesa de jugar, cansada, una pasión violenta unía.
mansa, enorme, paciente y reposada, En un peplo de gasa pura
parece, andando, un monumento vivo. una bacante se envolvía...
En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y le mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...
¡Juventud divino tesoro,
te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
RUBÉN DARÍO y a veces lloro sin querer...
Otra juzgó que era mi boca
(1867-1916) el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón,
CANCIÓN DE OTOÑO EN PRIMAVERA poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
¡Juventud, divino tesoro, mientras eran abrazo y beso
ya te vas para no volver! síntesis de la eternidad;
Cuando quiero llorar, no lloro, y de nuestra carne ligera
y a veces lloro sin querer... imaginar siempre un Edén,
Plural ha sido la celeste sin pensar que la Primavera
historia de mi corazón. y la carne acaban también...
Era una dulce niña en este ¡Juventud, divino tesoro,
mundo de duelo y aflicción. ya te vas para no volver!
Miraba como el alba pura, Cuando quiero llorar, no lloro,
sonreía como una flor. y a veces lloro sin querer...
Era su cabellera oscura, ¡Y las demás! En tantos climas,
hecha de noche y de dolor. en tantas tierras, siempre son,
Yo era tímido como un niño; si no pretextos de mis rimas,
ella, naturalmente, fue fantasmas de mi corazón.
para mi amor hecho de armiño, En vano busqué a la princesa
Herodías y Salomé... que estaba triste de esperar.
¡ Juventud, divino tesoro La vida es dura. Amarga y pesa.
362 363
¡Ya no hay princesa que cantar! Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
Mas, a pesar del tiempo terco, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
mi sed de amor no tiene fin; ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
con el cabello gris me acerco Y están tristes las flores por la flor de la corte;
a los rosales del jardín... los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
¡Juventud, divino tesoro, de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
ya te vas para no volver! ¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Cuando quiero llorar, no lloro, ¡Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
y a veces lloro sin querer... en la jaula de mármol del palacio real;
¡Mas es mía el Alba de oro! el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal!
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
SONATINA ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(la princesa está pálida, la princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que Abril!
La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa? —¡Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—,
Los suspiros se escapan de su boca de fresa, en caballo con alas hacia acá se encamina,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color. en el cinto la espada y en la mano el azor,
La princesa está pálida en su silla de oro, el feliz caballero que te adora sin verte,
está mudo el teclado de su clave sonoro y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. a encenderte los labios con su beso de amor!
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchína, la dueña, dice cosas banales,
y vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el ciclo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina MARCHA TRIUNFAL
para ver de sus ojos la dulzura de luz,
o en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes, ¡Ya viene el cortejo!
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? ¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.
¡ Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa La espada se anuncia con vivo reflejo;
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar; Ya pasa debajo los arcos ornados de blandas Miner-
ir al sol por la escala luminosa de un rayo, ía vas y Martes,
saludar a los lirios con los versos de mayo, los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus lar-
o perderse en el viento sobre el trueno del mar. [gas trompetas,

364 365
la gloria solemne de los estandartes, —las viejas espadas de los granaderos, más fuertes que
llevados por manos robustas de heroicos atletas. [osos,
Se escucha el ruido que forman las armas de los caba- hermanos de aquellos lanceros que fueron centauros—.
lleros, Las trompas guerreras resuenan,
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra, de voces los aires se llenan...
los cascos que hieren la tierra, A aquellas antiguas espadas,
y los timbaleros, a aquellos ilustres aceros,
que el paso acompasan con ritmos marciales. que encarnan las glorias pasadas...
¡Tal pasan los fieros guerreros Y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas,
debajo los arcos triunfales! y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros;
Los claros clarines de pronto levantan sus sones, al que ama la insignia del suelo materno;
su canto sonoro, al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la
su cálido coro, [mano,
que envuelve en su trueno de oro los soles del rojo verano,
la angustia soberbia de los pabellones. las nieves y vientos de gélido invierno,
El dice la lucha, la herida venganza, la noche, la escarcha,
las ásperas crines, y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal,
los rudos penachos, la pica, la lanza, ¡saludan con voces de bronce las trompas de guerra que
la sangre que riega de heroicos carmines [tocan la marcha triunfal...!
la tierra;
los negros mastines
que azuza la muerte, que rige la guerra.
Los áureos sonidos
anuncian el advenimiento
triunfal de la Gloria;
dejando el picacho que guarda sus nidos,
tendiendo sus alas enormes al viento,
los cóndores llegan. ¡Llegó la victoria! COSAS DEL CID
Ya pasa el cortejo.
Señala el abuelo los héroes al niño
—ved cómo la barba del viejo Cuenta Barbey, en versos que valen bien su prosa,
los bucles de oro circunda el armiño—. una hazaña del Cid, fresca como una rosa,
Las bellas mujeres aprestan coronas de flores, pura como una perla. No se oyen en la hazaña,
y bajo los pórticos vense sus rostros de rosa; resonar en el viento las trompetas de España,
y la más hermosa ni el azorado moro las tiendas abandona
sonríe al más fiero de los vencedores. al ver al sol el alma de acero de Tizona.
¡Honor al que trae cautiva la extraña bandera! Babieca, descansando del huracán guerrero,
¡Honor al herido y honor a los fieles tranquilo pace, mientras el bravo caballero
soldados que muerte encontraron por mano extranjera! sale a gozar del aire de la estación florida.
¡Clarines! ¡Laureles! Ríe la primavera, y el vuelo de la vida
Las nobles espadas de tiempos gloriosos abre lirios y sueños en el jardín del mundo.
desde sus panoplias saludan las nuevas coronas y lauros Rodrigo de Vivar pasa, meditabundo,

366 367
por una senda en donde, bajo el sol glorioso,
tendiéndole la mano, le detiene un leproso.
Frente a frente, el soberbio príncipe del estrago
y !a victoria, joven, bello como Santiago,
y el horror animado, la viviente carroña LOS MOTIVOS DEL LOBO
que infecta los suburbios de hedor y de ponzoña.
Y al Cid tiende la mano el siniestro mendigo,
y su escarcela busca y no encuentra Rodrigo. El varón que tiene corazón de lis,
«¡Oh, Cid, una limosna!», dice el precito. «¡Hermano, alma de querube, lengua celestial,
te ofrezco la desnuda limosna de mi mano!», el mínimo y dulce Francisco de Asís
dice el Cid; y quitando su férreo guante, extiende está con un rudo y torvo animal,
la diestra al miserable, que llora y que comprende. bestia temerosa, de sangre y de rabo,
Tal es el sucedido que el condestable escancia las fauces de furia, los ojos de mal:
como un vino precioso en su copa de Francia. el lobo de Gubbia, el terrible lobo.
Yo agregare este sorbo de licor castellano: Rabioso ha asolado los alrededores,
Cuando su guantelete hubo vuelto a la mano cruel ha deshecho todos los rebaños;
el Cid siguió su rumbo por la primaveral devoró corderos, devoró pastores
senda. Un pájaro daba su nota de cristal y son incontables sus muertes y daños.
en un árbol. El cielo profundo desleía Fuertes cazadores armados de hierros
un perfume de gracia en la gloria del día. fueron destrozados. Los duros colmillos
Las ermitas lanzaban en el aire sonoro dieron cuenta de los más bravos perros
su melodiosa lluvia de tórtolas de oro; como de cabritos y de cordcrillos.
el alma de las flores iba por los caminos Francisco salió:
a unirse a la piadosa voz de los peregrinos, al lobo buscó
y el gran Rodrigo Díaz de Vivar, satisfecho, en su madriguera.
iba cual si llevase una estrella en el pecho. Cerca de la cueva encontró la fiera
Cuando de la campiña aromada de esencia enorme, que al verle se lanzó feroz
sutil, salió una niña vestida de inocencia, contra él. Francisco con su dulce voz,
una niña que fuera una mujer, de franca alzando la mano,
y angélica pupila, y muy dulce y muy blanca. al lobo furioso dijo: «¡Paz, hermano
Una niña que fuera un hada, o que surgiera lobo!» El animal
encarnación de la divina Primavera. contempló al varón de tosco sayal;
Y fue al Cid y le dijo: «Alma de amor y fuego, dejó su aire arisco,
por Jimena y por Dios un regalo te entrego; cerró las abiertas fauces agresivas,
esta rosa naciente y este fresco laurel.» y dijo: «¡Está bien, hermano Francisco!»
Y el Cid sobre su yelmo las frescas hojas siente; «¡Cómo!, exclamó el santo. ¿Es ley que tú vivas
en su guante de fierro hay una flor naciente, de horror y de muerte?
y en lo íntimo del alma como un dulzor de miel. ¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
368 369
no han de contener tu encono infernal? a la pobre bestia de Dios.» «¡Así sea!»,
¿Vienes del infierno? contestó la gente toda de la aldea.
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno Y luego, en señal
Luzbel o Belial?» de contentamiento,
Y el gran lobo, humilde: «¡Es duro el invierno, movió testa y cola el buen animal,
y es horrible el hambre! En el bosque helado y entró con Francisco de Asís al convento.
no hallé qué comer; y busqué el ganado, Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
y a veces comí ganado y pastor. en el santo asilo.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador Sus bastas orejas los salmos oían
sobre su caballo, llevando el azor y los claros ojos se le humedecían.
al puño; o correr tras el jabalí, Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
el oso o el ciervo; y a más de uno vi cuando a la cocina iba con los legos.
mancharse de sangre, herir, torturar, Y cuando Francisco su oración hacía
de las roncas trompas al sordo clamor, el lobo las pobres sandalias lamía.
a los animales de Nuestro Señor. Salía a la calle,
Y no era por hambre, que iban a cazar.» iba por el monte, descendía al valle,
Francisco responde: «En el hombre existe entraba a las casas y le daban algo
mala levadura. de comer. Mirábanle como a un manso galgo.
Cuando nace viene con pecado. Es triste. Un día Francisco se ausentó. Y el lobo
Mas el alma simple de la bestia es pura. dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
Tú vas a tener desapareció, tornó a la montaña
desde hoy que comer. y recomenzaron su aullido y su saña.
Dejarás en paz Otra vez sintióse el temor, la alarma,
rebaños y gente en este país. entre los vecinos y entre los pastores;
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!» colmaba el espanto los alrededores,
«Está bien, hermano Francisco de Asís.» de nada servían el valor y el arma,
«Ante el Señor, que todo ata y desata, pues la bestia fiera
en fe de promesa tiéndeme la pata.» no dio treguas a su furor jamás,
El lobo tendió la pata al hermano como si tuviera
de Asís, que, a su vez, le alargó la mano. fuegos de Moloch o de Satanás.
Fueron a la aldea. La gente veía Cuando volvió al pueblo el divino santo,
y lo que miraba casi no creía. todos le buscaron con quejas y llanto,
Tras el religioso iba el lobo fiero, y con mil querellas dieron testimonio
y, baja la testa, quieto le seguía de lo que sufrían y perdían tanto
como un can de casa o como un cordero. por aquel lobo del demonio.
Francisco llamó a la gente a la plaza Francisco de Asís se puso severo.
y allí predicó. Se fue a la montaña
Y dijo: «He aquí una amable caza. a buscar al falso lobo carnicero.
El hermano lobo se viene conmigo; Y junto a su cueva halló a la alimaña.
me juró no ser ya nuestro enemigo, « En nombre del Padre del sacro universo,
y no repetir su ataque sangriento. conjuróte —dijo—, ¡oh lobo perverso!,
Vosotros, en cambio, daréis su alimento a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?

370 371
Contesta. Te escucho.»
Como en sorda lucha habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
«Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá, en el convento, LO FATAL
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía. Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
Mas empecé a ver que en todas las casas y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
estaban la envidia, la saña, la ira, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
y en todos los rostros ardían las brasas ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
de odio, de lujuria, de infamia y mentira. Ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto,
Hermanos a hermanos se hacían la guerra, y el temor de haber sido y un futuro terror...
perdían los débiles, ganaban los malos, Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
hembra y macho eran como perro y perra, y sufrir por la vida y por la sombra y por
y un buen día todos me dieron de palos. lo que no conocemos y apenas sospechamos,
Me vieron humilde, lamía las manos y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y los pies. Seguía tus sagradas leyes; y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
todas las criaturas eran mis hermanos, y no saber adonde vamos,
ni de dónde venimos...
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
Y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar. LETANÍA DE NUESTRO SEÑOR DON QUIJOTE
Como el oso hace, como el jabalí
que para vivir tiene que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco, Rey de los hidalgos, señor de los tristes,
déjame existir en mi libertad; que de fuera alientas y de ensueños vistes,
vete a tu convento, hermano Francisco, coronado de áureo yelmo de ilusión,
sigue tu camino y tu santidad.» que nadie ha podido vencer todavía,
El santo de Asís no le dijo nada. por la adarga al brazo, toda fantasía,
Le miró con una profunda mirada y la lanza en ristre, todo corazón.
y partió con lágrimas y con desconsuelos, Noble peregrino de los peregrinos,
y habló al Dios eterno con su corazón. que santificaste todos los caminos
El viento del bosque llevó su oración con el paso augusto de tu heroicidad,
que era: «Padre nuestro, que estás en los cielos...» contra las certezas, contra las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad...

372 373
Caballero errante de los caballeros, Noble peregrino de los peregrinos,
varón de varones, príncipe de fieros, que santificaste todos los caminos
par entre los pares, maestro, ¡salud! con el paso augusto de tu heroicidad,
¡Salud, porque juzgo que hoy muy poca tienes contra las certezas, contra las conciencias
entre los aplausos o entre los desdenes, y contra las leyes y contra las ciencias,
y entre las coronas y los parabienes contra la mentira, contra la verdad...
y las tonterías de la multitud! Ora por nosotros, señor de los tristes,
Tú, para quien pocas fueron las victorias que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
antiguas y para quien clásicas glorias coronado de áureo yelmo de ilusión,
serían apenas de ley y razón, que nadie ha podido vencer todavía,
soportas elogios, memorias, discursos, por la adarga al brazo, toda fantasía,
resistes certámenes, tarjetas, concursos, y la lanza en ristre, todo corazón.
y teniendo a Orfeo, tienes a orfeón.
Escucha, divino Rolando del sueño,
a un enamorado de tu Clavileño,
y cuyo Pegaso relincha hacia ti;
escucha los versos de estas letanías,
hechas con las cosas de todos los días SALUTACIÓN DEL OPTIMISTA
y con otras que en lo misterioso vi.
¡Ruega por nosotros, hambrientos de vida
con el alma a tientas, con la fe perdida, ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecun-
llenos de congojas y faltos de sol, [da,
por advenedizas almas de manga ancha, espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
que ridiculizan el ser de la Mancha, Porque llega el momento en que habrán de cantar
el ser generoso y el ser español. [nuevos himnos
Ruega por nosotros que necesitamos lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos;
las mágicas rosas, los sublimes ramos [mágicas
de laurel. Pro nobis ora, gran señor. ondas de vida van renaciendo de pronto:
(Tiembla la floresta de laurel del mundo retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte;
y antes que tu hermano vago, Segismundo, se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña,
el pálido Hamlet te ofrece una flor.) y en la caja pandórica de que tantas desgracias sur-
Ruega, generoso, piadoso, orgulloso; [gieron
por nos intercede, suplica por nos, encontramos de súbito, talismánica, pura, riente,
pues casi ya estamos sin savia, sin brote, cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino,
sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote, la divina reina de luz, ¡la celeste Es_peranza!
sin pies y sin alas, sin Sancho y sin Dios. Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a
De tantas tristezas, de dolores tantos, [tumba
de los superhombres de Nietzsche, de cantos o a perpetuo presidio condenasteis al noble entu-
áfonos, recetas que firma un doctor, siasmo,
de las epidemias, de horribles blasfemias ya veréis al salir del sol en un triunfo de liras,
de las Academias, mientras dos continentes, abonados de huesos glorio-
líbranos, señor. [sos,
374 375
del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evo- Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
[ cando, en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
digan al orbe: la alta virtud resucita ven llegar el momento en que habrán de cantar nue-
que a la hispánica progenie hizo dueña de siglos, [vos himnos.
Abominad la boca que predice desgracias eternas, Latina estirpe verá la gran alba futura,
abominad los ojos que ven sólo zodíacos funestos, en un trueno de música gloriosa, millones de labios
abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres, saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,
o que la tea empuñan o la daga suicida. Oriente augusto en donde todo lo cambia y renueva
Siéntense sordos ímpetus de las entrañas del mundo, la eternidad de Dios, la actividad infinita.
la inminencia de algo fatal hoy conmueve la tierra; Y así sea esperanza la visión permanente en nosotros,
fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas, ¡ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!
y algo se inicia como vasto social cataclismo
sobre la faz del orbe. ¿Quién dirá que las savias dor-
[ midas
no despierten entonces en el tronco del roble gigante
bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana?
¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue
[músculos CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA
y que el alma española juzgue áptera y ciega y tullida?
No es Babilonia ni Nínive enterrada en olvido y en
[polvo, Yo soy aquel que ayer no más decía
ni entre momias y piedras reina que habita el se- el verso azul y la canción profana,
[pulcro, en cuya noche un ruiseñor había
la nación generosa, coronada de orgullo inmarchito, que era alondra de luz por la mañana.
que hacia el lado del alba fija las miradas ansiosas, El dueño fui de mi jardín de sueño,
ni la que tras los mares en que yace sepulta la Atlán- lleno de rosas y de cisnes vagos;
[tida, el dueño de las tórtolas, el dueño
tiene su coro de vastagos, altos, robustos y fuertes. de góndolas y liras en los lagos;
Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos; y muy siglo dieciocho y muy antiguo
formen todos un solo haz de energía ecuménica. y muy moderno, audaz, cosmopolita;
Sangre de Hispania fecunda, sólidas inéditas razas con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su y una sed de ilusiones infinita.
[triunfo. Yo supe de dolor desde mi infancia,
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ar- mi juventud, ¿fue juventud ia mía?,
[ diente sus rosas aún rae dejan su fragancia,
que regará lenguas de fuego en esa epifanía. una fragancia de melancolía.
Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros Potro sin freno se lanzó mi instinto,
y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora, mi juventud montó potro sin freno;
así los manes heroicos de los primitivos abuelos, iba embriagada y con puñal al cinto;
de los egregios padres que abrieron el surco prístino, si no cayó fue porque Dios es bueno.
sientan los soplos agrarios de primavera los retornos En mi jardín se vio una estatua bella;
y el rumor de espigas que inició la labor triplolémica. se juzgó mármol y era carne viva;
376 377
un alma joven habitaba en ella, ¡Oh la selva sagrada! ¡Oh la profunda
sentimental, sensible, sensitiva. emanación del corazón divino
Y tímida ante el mundo, de manera de la sagrada selva! ¡Oh la fecunda
que, encerrada en silencio, no salía fuente cuya virtud vence al destino!
sino cuando en la dulce primavera Bosque ideal que lo real complica,
era la hora de la melodía... allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela;
Hora de ocaso y de discreto beso; mientras abajo el sátiro fornica,
hora crepuscular y de retiro; ebria de azul deslíe Filomela.
hora de madrigal y de embeleso; Perla de ensueño y música amorosa
de «te adoro», de «ay» y de suspiro. en la cúpula en flor del laurel verde,
Y entonces era en la dulzaina un juego Hipsipila sutil liba en la rosa
de misteriosas gamas cristalinas, y la boca del fauno el pezón muerde.
un renovar de notas del Pan griego Allí va el dios en celo tras la hembra,
y un desgranar de músicas latinas, y la caña de Pan se alza del lodo;
con aire tal y con ardor tan vivo, la eterna vida su semilla siembra,
que a la estatua nacían de repente y brota la armonía del gran Todo.
en el muslo viril patas de chivo El alma que entra allí debe ir desnuda,
y dos cuernos de sátiro en la frente. temblando de deseo y fiebre santa,
Como la galatea gongorina sobre cardo heridor y espina aguda:
me encantó la marquesa vcrlcriana, así sueña, así vibra y así canta.
y así juntaba a la pasión divina Vida, luz y verdad, tal triple llama
una sensual hiperestesia humana; produce la interior llama infinita;
todo ansia, todo ardor, sensación pura el Arte puro como Cristo exclama:
y vigor natural; y sin falsía, ¡ERO sum lux et ventas et vita!
y sin comedia y sin literatura... ; Y la vida es misterio, la luz ciega
si hay un alma sincera ésa es la mía. y la verdad inaccesible asombra;
La turre de marfil tentó mi anhelo; la adusta perfección jamás se entrega,
quise encerrarme dentro de mí mismo, y el secreto ideal duerme en la sombra.
y tuve hambre de espacio y sed de cielo Por eso ser sincero es ser potente;
desde las sombras de mi propio abismo. de desnuda que está, brilla la estrella;
Como la esponja que la sal satura el agua dice el alma de la fuente
en el jugo del mar, fue el dulce y tierno en la voz de cristal que fluye de ella.
corazón mío, henchido de amargura Tal fue mi intento, hacer del alma pura
por el mundo, la carne y el infierno. mía, una estrella, una fuente sonora,
Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia con el horror de la literatura
el Bien supo elegir la mejor parte; y loco de crepúsculo y de aurora.
y si hubo áspera hiél en mi existencia, Del crepúsculo azul que da la pauta
melificó toda acritud el Arte. que los celestes éxtasis inspira,
Mi intelecto libré de pensar bajo, bruma y tono menor —¡toda la flauta!—,
bañó el agua castalia el alma mía, y Aurora, hija del Sol —¡toda la lira!—.
peregrinó mi corazón y trajo Pasó una piedra que lanzó una honda;
de la sagrada selva la armonía. pasó una flecha que aguzó un violento.

378 379
La piedra de la honda fue a la onda, ¿qué es lo que imploras a tu Dios?
y la flecha del odio fuese al viento. ¿qué es lo que sueña tu silencio?
La virtud está en ser tranquilo y fuerte; —¡Quién sabe, señor!
con el fuego interior todo se abrasa; ¡Oh raza antigua y misteriosa
se triunfa del rencor y de la muerte, de impenetrable corazón
y hacia Belén... ¡la caravana pasa! que sin gozar ves la alegría
y sin sufrir ves el dolor;
eres augusta como el Ande,
el Grande Océano y el Sol!
Ese tu gesto, que parece
como de vil resignación,
es de una sabia indiferencia
JOSÉ SANTOS CHOCANO y de un orgullo sin rencor...
Corre en mis venas sangre tuya,
y, por tal sangre, si mi Dios
(1867-1935) me interrogase qué prefiero
—cruz o laurel, espina o flor,
beso que apague mis suspiros
¡QUIEN SABE! o hiél que colme mi canción—
responderíale dudando:
—¡Quién sabe, Señor!
Indio que asomas a la puerta
de esa tu rústica mansión,
¿para mi sed no tienes agua?
¿para mi frío, cobertor?
¿parco maíz, para mi hambre?
¿para mi sueño, mal rincón?
¿breve quietud, para mi andanza...? NOSTALGIA
—¡Quién sabe, señor!
Indio que labras con fatiga
tierras que de otro dueño son, Hace ya diez años
¿ignoras tú que deben tuyas que recorro el mundo.
ser, por tu sangre y tu sudor? ¡He vivido poco!
¡Ignoras tú que audaz codicia, ¡Me he cansado mucho!
siglos atrás, te las quitó? Quien vive de prisa no vive de veras,
¿Ignoras tú que eres el amo? quien no echa raíces no puede dar frutos.
—¡Quién sabe, señor! Ser río que corre, ser nube que pasa,
Indio de frente taciturna sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,
y de pupilas sin fulgor, es triste, y más triste para quien se siente
¿qué pensamiento es el que escondes nube en lo elevado, río en lo profundo.
en tu enigmática expresión?, Quisiera ser árbol mejor que ser ave,
¿qué es lo que buscas en tu vid»? quisiera ser leño mejor que ser humo;
380 381
y al viaje que cansa ceñido en mallas de compacto acero,
prefiero el terruño; está ante el agua estático y sombrío,
la ciudad nativa con sus campesinos, a manera de un príncipe encantado
arcaicos balcones, portales vetustos que vive eternamente prisionero
y calles estrechas, como si las casas en el palacio de cristal de un río...
tampoco quisieran separarse mucho...
Estoy en la orilla
de un sendero abrupto.
Miro la serpiente de la carretera
que en cada montaña da vueltas a un nudo;
y entonces comprendo que el camino es largo,
que el terreno es brusco,
que la cuesta es ardua,
que el paisaje es mustio... RAMÓN DEL VALLE INCLAN
¡Señor! ¡Ya me canso de viajar! ¡Ya siento
nostalgia, ya ansio descansar muy junto
de los míos...! Todos rodearán mi asiento (1869-1936)
para que les diga mis penas y triunfos;
y yo, a la manera del que recorriera
un álbum de cromos, contaré con gusto ROSA DEL CAMINANTE
las mil y una noches de mis aventuras
y acabaré en esta frase de infortunio:
—¡He vivido poco! Alarnos fríos en un claro cielo
¡Me he cansado mucho! azul, con timideces de cristal,
sobre el río la bruma como un velo,
y las dos torres de la catedral.
Los hombres, secos y reconcentrados,
las mujeres deshechas de parir;
rostros oscuros llenos de cuidados,
todas las bocas clásico el decir.
EL SUEÑO DEL CAIMÁN La fuente seca. En torno al vocerío,
los odres a la puerta del mesón,
y las recuas que bajan hacia el río,
Enorme tronco que arrastró la ola, y las niñas que acuden al sermón.
yace el caimán varado en la ribera; ¡Mejillas sonrosadas por el frío
espinazo de abrupta cordillera, de Astorga, de Zamora, de León!
fauces de abismo y formidable cola.
El sol le envuelve en fúlgida aureola,
y parece lucir cota y cimera,
Cual monstruo de metal que reverbera
y que, al reverberar, se tornasola.
Inmóvil como un ídolo sagrado,

382 383
LA TRAE UN CUERVO Cerrado está el mesón a piedra y lodo.
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
¡Tengo rota la vida! En el combate va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!
de tantos años ya rai aliento cede, A los terribles golpes,
y al orgulloso pensamiento abate de eco ronco, una voz pura, de plata
la idea de la muerte, que lo obsede. y de cristal responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
Quisiera entrar en mí, vivir conmigo, en el umbral. Es toda
poder hacer la cruz sobre mi frente, ojos azules y en los ojos, lágrimas.
y sin saber de amigo ni enemigo, Oro pálido nimba
apartado, vivir devotamente. su carita curiosa y asustada.
«¡Buen Cid, pasad...! El rey nos dará muerte,
¿Dónde la verde quiebra de la altura arruinará la casa,
con rebaños y músicos pastores? y sembrará de sal el pobre campo
¿Dónde gozar de la visión tan pura que mi padre trabaja...
que hace hermanas las almas y las flores? Idos. El cielo os colme de venturas...
¿Dónde cavar en paz la sepultura ¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!»
y hacer místico pan con mis dolores? Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: «¡En marcha!»
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
—polvo, sudor y hierro—, el Cid cabalga.
MANUEL MACHADO
(1874-1947)

CASTILLA ADELFOS

El ciego sol se estrella Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron;
en las duras aristas de las armas, soy de la raza mora, vieja amiga del Sol...
llaga de luz los petos y espaldares que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
y flamea en las puntas de las lanzas. Tengo el alma de nardo del árabe español.
El ciego sol, la sed y la fatiga. Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
Por la terrible estepa castellana, en que era muy hermoso no pensar ni querer...
al destierro, con doce de los suyos Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
—polvo, sudor y hierro—, el Cid cabalga De cuando en cuando un beso y un nombre de mujer.

384 385
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos Y, en vez de cetro real, sostiene apenas,
...y la rosa simbólica de mi única pasión con desmayo galán, un guante de ante
es una flor que nace en tierras ignoradas la blanca mano de azuladas venas.
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos, ¡pero no darlos! ¡Gloria, la que me deben!
Que todo como un aura se venga para mí;
que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir.
¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido. CANTO A ANDALUCÍA
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud. Cádiz, salada claridad; Granada
De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo. agua oculta que llora.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón... Romana y mora, Córdoba callada.
Pero el lema de casa, el mote del escudo, Málaga cantora.
es una nube vaga que eclipsa un vano sol. Almería dorada.
Nada os pido. Ni os amo, ni os odio. Con dejarme, Plateado Jaén. Huelva a la orilla
lo que hago por vosotros hacer podéis por mí... de las tres carabelas.
¡Que la vida se tome la pena de matarme, Y Sevilla.
ya que yo no me tomo la pena de vivir...!
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!

AMADO ÑERVO
(1870-1919)

FELIPE IV
A KEMPIS

Nadie más cortesano ni pulido Sicut nubes, quasi naves,


que nuestro rey Felipe, que Dios guarde, velut umbra...
siempre de negro hasta los pies vestido.
Es pálida su tez, como la tarde, Ha muchos años que busco el yermo,
cansado el oro de su pelo undoso, ha muchos años que vivo triste;
y de sus ojos, el azul, cobarde. ha muchos años que estoy enfermo,
Sobre su augusto pecho generoso ¡y es por el libro que tú escribiste!
ni joyeles perturban ni cadenas ¡Oh, Kempis, antes de leerte, amaba
el negro terciopelo silencioso. la luz, las vegas, el mar Océano;

386 387
mas tú dijiste que todo acaba, Florece en los lirios de tu poesía
que todo muere, que todo es vano! la candida luna que sale del mar,
Antes, llevado de mis antojos, y el flébil delirio de azul melodía,
besé los labios que al beso invitan, te infunde una vaga congoja de amar.
las rubias trenzas, los grandes ojos, Los dulces suspiros que tu alma perfuman
¡sin acordarme que se marchitan! te dan, como a ella, celeste ascensión.
Mas como afirman doctores graves La noche. ., tus ojos..., un poco de Schumann.
que tú, maestro, citas y nombras, y mis manos llenas de tu corazón.
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras,
huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra PRIMER VIOLIN
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra... Largamente, hasta tu pie
¡Oh, Kempis, Kempis, asceta yermo, se azula el mar ya desierto,
pálido asceta, qué mal me hiciste! y la luna es de oro muerto
Ha muchos años que estoy enfermo, en la tarde rosa té.
¡y es por el libro que tú escribiste! Al soslayo de la duna
recio el gigante trabaja,
susurrándote en voz baja
los ensueños de la luna.
Y en lenta palpitación,
más grave ya con la sombra,
viene a tenderte de alfombra
su melena de león.

LEOPOLDO LUGONES
(1874-1938) SEGUNDO VIOLIN

La luna te desampara
A TI, ÚNICA y hunde en el confín remoto
su punto de huevo roto
(Quinteto de la luna y del mar) que vierte en el mar su clara.
Medianoche van a dar,
y al gemido de la ola,
PIANO te angustias, trémula y sola,
entre mi alma y el mar.
Un poco de cielo y un poco de lago
donde pesca estrellas el grácil bambú
y al fondo del parque, como íntimo halago,
la noche que mira como miras tú.
388 389
CONTRABAJO

Dulce luna del mar que alargas la hora


de los sueños de amor; plácida perla
que el corazón en lágrima atesora GABRIELA MISTRAL
y no quiere llorar por no perderla.
Así el fiel corazón se queda grave, (1889-1957)
y por eso el amor, áspero o blando,
trae un deseo de llorar, tan suave,
que sólo amarás bien si amas llorando. NOCTURNO

Padre nuestro, que estás en los cielos,


VTOT.ONCF.I.O ¿por qué te has olvidado de mí?
Te acordaste del fruto en febrero,
Divina calma del mar al llagarse su pulpa rubí.
donde la luna dilata ¡Llevo abierto también mi costado
largo reguero de plata y no quieres mirar hacia mí!
que induce a peregrinar, Te acordaste del negro racimo
en la pureza infinita y lo diste al lagar carmesí,
en que se ha abismado el cielo, y aventaste las hojas del álamo
un ilusorio pañuelo con tu aliento, en el aire sutil.
tus adioses solicita. ¡Y en el ancho lagar de la muerte
Y ante la excelsa quietud, aún no quieres mi pecho oprimir!
cuando en mis brazos te estrecho Caminando vi abrir las violetas;
es tu alma, sobre mi pecho, el falerno del viento bebí,
melancólico laúd. y he bajado, amarillos, mis párpados
para no ver enero ni abril.
Y he apretado la boca, anegada
de la estrofa que no he de exprimir.
¡Has herido la nube de otoño
y no quieres volverte hacia mí!
Me vendió el que besó mi mejilla;
me negó por la túnica ruin.
Yo en mis versos el rostro con sangre,
como Tú sobre el paño, le di;
y en mi noche del Huerto me han sido,
Juan cobarde, y el Ángel hostil.
Ha venido el cansancio infinito
a clavarse en mis ojos, al fin;
el cansancio, del día que muere,
y el del alba, que debe venir;

390 391
¡el cansancio del cielo de estaño Porque todo eso y más vos sois, sin duda,
y el cansancio del cielo de añil! vos, que tenéis el hombre que adoraba
Ahora suelto la mártir sandalia entre las manos dulce, vos la bella
y las trenzas, pidiendo dormir. que habéis matado, sin saberlo acaso,
Y perdida en la noche levanto toda esperanza mía... Vos, criatura.
el clamor aprendido de ti: Porque él es todo vuestro: cuerpo y alma
Padre nuestro que estás en los cielos, estáis gustando del amor secreto
¿por qué te has olvidado de mí? que guardé silencioso... Dios lo sabe
por qué, que yo no alcanzo a penetrarlo.
Os lo confieso que una vez estuvo
tan cerca de mi brazo, que, a extenderlo,
acaso mía aquella dicha vuestra
me fuera ahora... ¡Sí!, acaso mía...
Mas ved, estaba el alma tan gastada,
que el brazo mío no alcanzó a extenderse;
ALFONSINA STORNI la sed divina contenida entonces
me pulió el alma... ¡Y él ha sido vuestro!
(1892-1938) ¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos,
el se adormece y le decís palabras
pequeñas y menudas que semejan
CARTA LÍRICA A OTRA MUJER pétalos volanderos y muy blancos.
¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia!
¡Arrancaban tan firmes los cabellos
Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro a grandes ondas, que, a tenerla cerca,
conozco yo, y os imagino blanca, no hicieran otra cosa que ceñirla!
débil como los brotes iniciales, Luego, dejad que en vuestras manos vaguen
pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina. los labios suyos; él me dijo un día
En vuestros ojos, placidez de lago que nada era tan dulce al alma suya
que se abandona al sol y dulcemente como besar las femeninas manos...
le absorbe su oro mientras todo calla. Y acaso alguna vez, yo, la que anduve
Y vuestras manos, finas, como aqueste vagando por afuera de la vida
dolor, el mío, que se alarga, alarga, —como aquellos filósofos mendigos
y luego se me muere y se concluye, que van a las ventanas señoriales
así como lo veis, en algún verso. a mirar sin envidia toda fiesta—,
¡Ah!, ¿sois así? Decidme si en la boca me allegue humildemente a vuestro lado
tenéis un rumoroso colmenero, y con palabras quedas, susurrantes,
si las orejas vuestras son a modo os pida vuestras manos un momento
de pétalos de rosas ahuecados... para besarlas yo como él las besa...
Decidme si lloráis, humildemente, Y al recubrirlas lenta, lentamente,
mirando las estrellas tan lejanas, vaya pensando; aquí se aposentaron
y si en las manos tibias se os aduermen ¿cuánto tiempo, sus labios, cuánto tiempo
palomas blancas y canarios de oro. en las divinas manos que son suyas?
392 393
¡Oh, qué amargo deleite, este deleite Y la pobre parece tan triste
de buscar huellas suyas y seguirlas, con sus gajos torcidos, que nunca
sobre las manos suaves tan sedosas, de apretados capullos se viste...
tan finas, con sus venas tan azules! Por eso,
¡Oh, que nada podría, ni ser suya, cada vez que yo paso a su lado
ni dominarle el alma ni tenerlo digo, procurando
rendido aquí a mis pies, recompensarme hacer dulce y alegre mi acento:
este horrible deleite de hacer mío «Es la higuera el más bello
un inefable, apasionado rastro!... de los árboles todos del huerto.»
Y allí en vos misma, si, pues sois barrera, Si ella escucha,
barrera ardiente, viva, que al tocarla si comprende el idioma en que hablo,
ya me remueve este cansancio amargo, ¡que dulzura tan honda hará nido
este silencio de alma en que me escudo, en su alma sensible de árbol!
este dolor mortal en que me abismo, Y tal vez, a la noche,
esta inmovilidad del sentimiento cuando el viento abanique su copa,
que sólo salta bruscamente cuando embriagada de gozo le cuente:
¡nada es posible! —¡Hoy a mí me dijeron hermosa!

JUANA DE IBARBOUROU
(1895-1979)

LA HIGUERA

Porque es áspera y fea,


porque todas sus ramas son grises
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos:
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
394
INTELECTUALISMO

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ


(1881-1958)

SONETOS

I
A tu abandono opongo la elevada
torre de mi divino pensamiento.
Subido a ella, el corazón sangriento
verá la mar, por él empurpurada.
Fabricaré en mi sombra la alborada,
mi lira guardaré del vano viento,
buscaré en mis entrañas mi sustento...
Mas, ¡ay!, ¿y si esta paz no fuera nada?
—¡Nada, sí, nada, nada...! —O que cayera
mi corazón al agua, y de este modo
fuese el mundo un castillo hueco y frío...
Que tú eres tú, la humana primavera,
la tierra, el aire, el agua, el fuego, ¡todo!
... ¡y soy yo sólo el pensamiento mío!
397
Mi plata aquí, respuesta de la plata
que soñaba esta plata en la mañana limpia
II de mi Moguer de plata,
de mi Puerto de plata,
Estaba echado yo en la tierra, enfrente niño yo triste soñando siempre
del infinito campo de Castilla, ¡el ultramar con la ultratierra, el ultracielo!
que el otoño envolvía en la amarilla Y el ultracielo estaba aquí
dulzura de su claro sol poniente. con esta tierra, la ultratierra;
Lento, el arado, paralelamente, este ultramar con este mar;
abría el haza oscura, y la sencilla y aquí en este ultramar, mi nombre encontró
mano abierta dejaba la semilla norte y sur, su conciencia penitente,
en su entraña partida honradamente. porque ésta le faltaba.
Pensé arrancarme el corazón y echarlo, Y estoy alegre de alegría llena
pleno de su sentir alto y profundo, con mi mitad allí, mi allí, complementándome,
al ancho surco del terruño tierno; pues que ya tengo mi totalidad,
a ver si con romperlo y con sembrarlo la plata mía aquí, en el sur, en este sur.
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.

LA ROSA EL TODO INTERNO

No la toques ya más, He llegado a una tierra de llegada.


¡que asi es la rosa!

¡Qué luz entre ojos, labios, manos;


qué primavera de latir;
qué tú entre ellos, en nosotros, tú;
CON MI MITAD ALLÍ qué luz, qué perspectivas
de pecho y frente (joven, mayor, niño),
qué cantar, qué decir,
¡Mi plata aquí en el sur, en este sur, qué abrazar, qué besar;
conciencia en plata lueidera palpitando qué elevación de ti en nosotros
con la mañana limpia, hasta llegar a ti!,
cuando la primavera saca flor a mis entrañas! a este tú que pones sobre ti
398 399
para que todos lleguen por la escala apenas una blancura
de carne y alma donde lo más puro es cierto!
a esta conciencia desvelada que es el astro Aire noble, que se otorga
que acumula y completa, en unificación, distancias, alejamientos.
todos los astros en el todo eterno. Ocultando su belleza
El todo eterno que es el todo interno. no quiere parecer nuevo.
Aire que respiro a fondo,
de muchos soles muy denso,
para mi avidez actual
aire en que respiro tiempo.
Aquellos días de entonces
vagan ahora disueltos
en este esplendor que impulsa
3o más leve hacia lo eterno.
Muros ya cerca del campo
JORGE GUILLEN guardan ocres sus reflejos
de tardes enternecidas
(1893-1984) en los altos del recuerdo.
¡Cómo yerra por la atmósfera
su dulzura, conduciendo
EL AIRE los pasos y las palabras
adonde van sin saberlo!
Algo cristalino en vías
Aire: nada, casi nada, quizá de enamoramiento
o con un ser muy secreto, busca en una aura dorada
o sin materia tal vez, sendas para el embeleso.
nada, casi nada: cielo. Respirando, respirando
Con sigilo se difunde, tanto a mis anchas entiendo
nadie puede ver su cuerpo. que gozó del paraíso
He ahí su misma idea, más embriagador: el nuestro.
aire claro, buen silencio. Y la vida, sin cesar
Hasta el espíritu el aire, humildemente valiendo
que es ya brisa va ascendiendo callada va por el aire,
mientras una claridad es aire, simple portento.
traspasa la brisa al vuelo. Vida, vida, nada más
Un frescor de transparencia este soplo que da aliento,
se desliza como un témpano aliento con una fe:
sí, lo extraordinario es esto.
de luz que fuese cristal Esto: la luz en el aire,
adelgazándose en céfiro. y con el aire un anhelo.
¡Qué celeste levedad! ¡Anhelo de transparencia,
¡Un aire apenas terreno, sumo bien! Respiro, creo.
400 401
y entre la luz y las piedras
Más allá del soliloquio, hay retozos de aleteos.
todo mi amor dirigiendo, En bandadas remontándose
se abalanzan los balcones juegan los pájaros. Vedlos.
al aire del universo. Todos van, retornan, giran,
¡Balcones como vigías contribuyen al gran juego.
hasta de los más extremos ¡Juego tal vez de una fuerza
puntos que la tarde ofrece no muy solemne, tanteo
posibles, amarillentos! de formas que sí consiguen
Mis ojos van abarcando la perfección del momento!
la ordenación de lo inmenso. Esta perfección, tan viva
Me la entrega el panorama, que se extiende al centelleo
profundo cristal de espejo. más distante, me presenta
Entre el chopo y la ribera, como una red cuanto espero.
entre el río y el remero ¡Aquel desgarrón de sol!
sirve, transición de gris, Arden nubes, y no lejos,
un aire que nunca es término. mientras, sin saber por que
¡Márgenes de la hermosura! se ilumina mi deseo.
A través de su despejo, Arbolados horizontes
el tropel de pormenores —verdor imperecedero—,
no es tropel. ¡Qué bien sujeto!
dan sus cimas al dominio
Profundizando en el aire celeste, gloria en efecto.
no están solos, están dentro Gloria de blancos y azules
los jardines, las verjas, purísimos, violentos,
las esquinas, los aleros... algazaras de celajes
En el contorno del límite que anuncian dioses y fuegos.
se complacen los objetos, La realidad, por de pronto,
y su propia desnudez sobrepasa anuncio y sueño
los redondea: son ellos. bajo el aire, por el aire
¡Islote primaveral, ceñido de firmamento.
tan verdes los grises! Fresnos,
aguzando sus ramillas, El aire claro es quien sueña
tienden un aire más tierno. mejor. ¡Soñar de misterio!
El soto. La fronda. Límpidos. Con su creación el aire
Son esos huecos aéreos me cerca. ¡Divino cerco!
quienes mejor me serenan, A una creación continua
si a contemplarlos acierto. —soy del aire— me someto.
Feliz el afán, se colma ¡Aire en transparencia! Sea
la tensión de un día pleno. su señorío supremo.
Volúmenes de follajes
alzan un solo sosiego.
Torres se doran amigas
de las mieses y los cerros,
403
402
Hijo,
tendrás mucho frío.
Mamá.
Bórdame en tu almohada.
FEDERICO GARCÍA LORCA ¡Eso sí!
¡Ahora mismo!
(1899-1936)

EL LAGARTO ESTA LLORANDO


ROMANCE SONAMBULO
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta Verde que te quiero verde.
con delantalitos blancos. Verde viento. Verdes ramas.
Han perdido sin querer El barco sobre la mar
su anillo de desposados. y el caballo en la montaña.
¡Ay, su anillito de plomo, Con la sombra en la cintura
ay, su anillito plomado! ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
Un cielo grande y sin gente con ojos de fría plata.
monta en su globo a los pájaros. Verde que te quiero verde.
El Sol, capitán redondo, Bajo la luna gitana,
lleva un chaleco de raso. las cosas la están mirando
¡Miradlos qué viejos son! y ella no puede mirarlas.
¡Qué viejos son los lagartos! Verde que te quiero verde.
¡Ay cómo lloran y lloran, Grandes estrellas de escarcha,
¡ay!, ¡ay!, cómo están llorando! vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
CANCIÓN TONTA eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
Mamá. verde carne, pelo verde,
Yo quiero ser de plata. soñando en la mar amarga.
Hijo, —Compadre, quiero cambiar
tendrás mucho frío. mi caballo por su casa,
Mamá. mi montura por su espejo,
Yo quiero ser de agua. mi cuchillo por su manta.
404 405
Compadre, vengo sangrando, cara fresca, negro pelo,
desde los puertos de Cabra. en esta verde baranda!
—Si yo pudiera, mocito, Sobre el rostro del aljibe
este trato se cerraba. se mecía la gitana.
Pero yo ya no soy yo, Verde carne, pelo verde,
ni mi casa es ya mi casa. con ojos de fría plata.
—Compadre, quiero morir, Un carámbano de luna
decentemente en mi cama. la sostiene sobre el agua.
De acero, si .puede ser, La noche se puso íntima
con las sábanas de holanda. como una pequeña plaza.
¿No ves la herida que tengo Guardias civiles borrachos
desde el pecho a la garganta? en la puerta golpeaban.
Trescientas rosas morenas Verde que te quiero verde,
lleva tu pechera blanca. verde viento, verdes ramas.
Tu sangre rezuma y huele El barco sobre la mar.
alrededor de tu faja. Y el caballo en la montaña.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
—Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna LA CASADA INFIEL
por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas. Y que yo me la llevé al río
Dejando un rastro de sangre. creyendo que era mozuela,
Dejando un rastro de lágrimas. pero tenía marido.
Temblaban en los tejados Fue la noche de Santiago
farolillos de hojalata. y casi por compromiso.
Mil panderos de cristal Se apagaron los faroles
herían la madrugada. y se encendieron los grillos.
Verde que te quiero verde, En las últimas esquinas
verde viento, verdes ramas. toqué sus pechos dormidos,
Los dos compadres subieron. y se me abrieron de pronto
El largo viento dejaba como ramos de jacintos.
en la boca un raro gusto El almidón de su enagua
de hiél, de menta y de albahaca. me sonaba en el oído
—¡Compadre! ¿Dónde está, dime? como una pieza de seda
¿Dónde está tu niña amarga? rasgada por diez cuchillos.
¡Cuántas veces te esperó! Sin luz de plata en sus copas
¡Cuántas veces te esperara, los árboles han crecido,
406 407
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras, PRENDIMIENTO DE ANTOÑITO EL CAMBORIO
los juncos y los espinos, EN EL CAMINO DE SEVILLA
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata. Antonio Torres Heredia,
Ella se quitó el vestido. hijo y nieto de Camborios,
Yo, el cinturón con revólver, con una vara de mimbre
ella, sus cuatro corpinos. va a Sevilla a ver los toros.
Ni nardos ni caracolas Moreno de verde luna
tienen el cutis tan fino, anda despacio y garboso.
ni los cristales con luna Sus empavonados bucles
relumbran con ese brillo. le brillan entre los ojos.
Sus muslos se me escapaban A la mitad del camino
como peces sorprendidos, cortó limones redondos,
la mitad llenos de lumbre, y los fue tirando al agua
la mitad llenos de frío. hasta que la puso de oro.
Aquella noche corrí Y a la mitad del camino,
el mejor de los caminos, bajo las ramas de un olmo,
montado en potra de nácar guardia civil caminera
sin bridas y sin estribos. lo llevó codo con codo.
No quiero decir, por hombre, El día se va despacio,
las cosas que ella me dijo. la tarde colgada a un hombro,
La luz del entendimiento dando una larga torera
me hace ser muy comedido. sobre el mar y los arroyos.
Sucia de besos y arena Las aceitunas aguardan
yo me la llevé del río. la noche de Capricornio
Con el aire se batían y una corta brisa, ecuestre,
las espadas de los lirios. salta los montes de plomo.
Me porté como quien soy, Antonio Torres Heredia,
como un gitano legítimo. hijo y nieto de Camborios,
La regalé un costurero vienes sin vara de mimbre
grande, de raso pajizo, entre los cinco tricornios.
y no quise enamorarme Antonio, ¿quién eres tú?
porque teniendo marido Si te llamaras Camborio,
me dijo que era mozuela hubieras hecho una fuente
cuando la llevaba al río. de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!

408 409
Están los viejos cuchillos «Mis cuatro primos Heredias
tiritando bajo el polvo. hijos de Benamejí.
A las nueve de la noche Lo que en otros no envidiaban
lo llevan al calabozo, ya lo envidiaban en mí.
mientras los guardias civiles Zapatos color corinto,
beben limonada todos. medallones de marfil,
Y a las nueve de la noche y este cutis amasado
le cierran el calabozo, con aceituna y jazmín.»
mientras el ciclo reluce «¡Ay, Antoñito el Camborio,
como la grupa de un potro. digno de una emperatriz!
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.»
«¡Ay Federico García,
llama a la Guardia Civil!
Ya mi talle se ha quebrado
MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO como caña de maíz.»
Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Voces de muerte sonaron Viva moneda que nunca
cerca del Guadalquivir. se volverá a repetir.
Voces antiguas que cercan Un ángel marchoso pone
voz de clavel varonil. su cabeza en un cojín.
Les ctavó sobre las botas Otros de rumor cansado,
mordiscos de jabalí. encendieron un candil.
En la lucha daba saltos Y cuando los cuatro primos
jabonados de delfín. llegan a Benamejí,
Bañó con sangre enemiga voces de muerte cesaron
su corbata carmesí, cerca del Guadalquivir.
pero eran cuatro puñales
y tuvo que sucumbír.
Cuando las estrellas clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan
verónicas de alhelí, BURLA DE DON PEDRO A CABALLO
voces de muerto sonaron
cerca del Guadalquivir. (Fragmento)
«Antonio Torres Heredia,
Camborio de dura crin,
moreno de verde luna, A una ciudad lejana
voz de clavel varonil: ha llegado don Pedro.
¿Quién te ha quitado la vida Una ciudad de oro
cerca del Guadalquivir?» entre un bosque de cedros.
411
410
¿Es Belén? Por el aire Las campanas de arsénico y el humo
yerbaluisa y romero. a las cinco de la tarde.
Brillan las azoteas En las esquinas grupos de silencio
y las nubes. Don Pedro a las cinco de la tarde.
pasa por arcos rotos. ¡Y el toro solo corazón arriba!,
Dos mujeres y un viejo a las cinco de la tarde.
con velones de plata Cuando el sudor de nieve fue llegando
le salen al encuentro. a las cinco de la tarde,
Los chopos dicen: No. cuando la plaza se cubrió de yodo
Y el ruiseñor: Veremos. a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
LLANTO POR IGNACIO SÁNCHEZ MEJIAS Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
LA COGIDA Y LA MUERTE a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde. Trompa de lirio por las verdes ingles
Eran las cinco en punto de la tarde. a las cinco de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde. a las cinco de la tarde,
Una espuerta de cal ya prevenida y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde. a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte A las cinco de la tarde.
a las cinco de la tarde. ¡Ay, que terribles cinco de la tarde!
El viento se llevó los algodones ¡Eran las cinco en todos los relojes!
a las cinco de la tarde. ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
412 413
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
II los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta!
LA SANGRE DERRAMADA ¡Quien me grita que rne asome!
¡No me digáis que la vea!
¡Que no quiero verla! No se cerraron sus ojos
Dile a la luna que venga, cuando vio los cuernos cerca,
que no quiero ver la sangre pero las madres terribles
de Ignacio sobre la arena. levantaron la cabeza.
¡Que no quiero verla! Y a través de las ganaderías
La luna de par en par. hubo un aire de voces secretas
Caballo de nubes quietas, que gritaban a toros celestes,
y la plaza gris del sueño mayorales de pálida niebla.
con sauces en las barreras. No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
¡Que no quiero verla! ni espada como su espada,
Que mi recuerdo se quema. ni corazón tan de veras.
¡Avisad a los jazmines Como un río de leones
con su blancura pequeña! su maravillosa fuerza,
¡Que no quiero verla! y como un torso de mármol
La vaca del viejo mundo se dibujaba prudencia.
pasaba su triste lengua Aire de Roma andaluza
sobre el hocico de sangres le doraba la cabeza
derramadas en la arena, donde su risa era un nardo
y los Toros de Guisando, de sal y de inteligencia.
casi muerte, casi piedra, ¡Qué gran torero en la plaza!
mugieron como dos siglos ¡Qué gran serrano en la sierra!
hartos de pisar la tierra. ¡Que blando con las espigas!
No. ¡Qué duro con las espuelas!
¡Que no quiero verla! ¡Qué tierno con el rocío!
Por las gradas sube Ignacio ¡Qué deslumbrante en la feria!
con toda su muerte a cuestas. ¡Qué tremendo con las últimas
Buscaba el amanecer, banderillas de tinieblas!
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro, Pero ya duerme sin fin.
y el sueño lo desorienta. Ya los musgos y la hierba
Buscaba su hermoso cuerpo abren con dedos seguros
y encontró su sangre abierta. la flor de su calavera.
¡No me digáis que la vea! Y su sangre ya viene cantando:
¡No quiero sentir el chorro cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
414 415
vacilando sin alma por la niebla, La muerte le ha cubierto de pálidos azufres
tropezando con miles de pezuñas y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.
como una larga, oscura, triste lengua, Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
para formar un charco de agonía El aire como loco deja su pecho hundido,
junto al Guadalquivir de la estrellas. y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
¡Oh blanco muro de España! se calienta en la cumbre de las ganaderías.
¡Oh negro toro de pena! ¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
¡Oh sangre dura de Ignacio! Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
¡Oh ruiseñor de sus venas! con una forma clara que tuvo ruiseñores
No. y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.
¡Que no quiero verla! ¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Que no hay cáliz que la contenga, Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
que no hay golondrinas que se la beban, ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
no hay escarcha de luz que la enfríe, aquí no quiero más que los ojos redondos
no hay ranto ni diluvio de azucenas, para ver este cuerpo sin posible descanso.
no hay cristal que la cubra de plata. Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
No. Los que doman caballos y dominan los ríos:
¡ ¡Yo no quiero verla!! los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.
Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen dónde está la salida
para este capitán atado por la muerte.
Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
III que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
CUERPO PRESENTE
sin escuchar el doble resuello de los toros.
Que se pierda en la plaza redonda de la luna
La piedra es una frente donde los sueños gimen que finge cuando niña doliente res inmóvil,
sin tener agua curva ni cipreses helados. que se pierde en la noche sin canto de los peces
La piedra es una espalda para llevar al tiempo y en la maleza blanca del humo congelado.
con árboles de lágrimas y cintas y planetas. No quiero que le tapen la cara con pañuelos
Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas para que se acostumbre con la muerte que lleva.
levantando sus tiernos brazos acribillados, Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
para no ser cazadas por la piedra tendida Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!
que desata sus miembros sin empapar la sangre.
Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.
Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:

416 417
IV RAFAEL ALBERTI
ALMA AUSENTE
(1902)
No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa. SIERRA DE PANCORBO
No te conoce el niño ni la tarde,
porque te has muerto para siempre.
No te conoce el lomo de la piedra, Ya no sé, mi dulce amiga,
ni el raso negro donde te destrozas. mi amante, mi dulce amante,
No te conoce tu recuerdo mudo ni cuáles son las encinas,
porque te has muerto para siempre. ni cuáles son ya los chopos,
El otoño vendrá con caracolas, ni cuáles son los nogales,
uva de niebla y montes agrupados, que el viento se ha vuelto loco
pero nadie querrá mirar tus ojos juntando todas las hojas,
porque te has muerto para siempre. tirando todos los árboles.
Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento. EL ÁNGEL DE LOS NÚMEROS
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, Vírgenes con escuadras
un andaluz tan claro, tan rico de aventura. y compases, velando
Yo canto su elegancia con palabras que gimen las celestes pizarras.
y recuerdo uña brisa triste por los olivos. Y el ángel de los números,
pensativo, volando
del 1 al 2, del 2
al 3, del 3 al 4.
Tizas frías y esponjas
rayaban y borraban
la luz de los espacios.
Ni sol, luna, ni estrellas,
ni el repentino verde
418 419
del rayo y el relámpago,
ni el aire. Sólo nieblas.
Vírgenes sin escuadras,
sin compases, llorando.
Y en las muertas pizarras
el ángel de los números, LUIS CERNUDA
sin vida, amortajado,
sobre el 1 y el 2, (1902-1963)
sobre el 3, sobre el 4...
QUISIERA ESTAR SOLO EN EL SUR

Quizá mis lentos ojos no verán más el Sur,


de ligeros paisajes dormidos en el aire,
INVITACIÓN AL AIRE con cuerpos a la sombra de ramas como flores,
o huyendo en un galope de caballos furiosos.
El Sur es un desierto que llora mientras canta,
Te invito, sombra, al aire. y esa voz no se extingue como pájaro muerto.
Sombra de veinte siglos, Hacia el mar encamina sus deseos amargos,
a la verdad del aire, abriendo un eco débil que vive lentamente.
del aire, aire, aire. En el Sur, tan distante, quiero estar confundido.
Sombra que nunca sales La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;
de tu cueva y al mundo su niebla misma ríe, risa blanca en el viento,
no devolviste el silbo su oscuridad, su luz, son bellezas iguales.
que al nacer te dio el aire,
el aire, aire, aire.
Sombra sin luz, minera
por las profundidades
de veinte tumbas, veinte PAISAJES
siglos huecos sin aire,
sin aire, aire, aire. I
¡Sombra, a los picos, sombra,
de la verdad del aire, Los muros, nada más.
del aire, aire, aire! Yace la vida inerte,
sin vida, sin ruido,
sin palabras crueles.
La luz, lívida, escapa,
y el cristal ya se afirma
contra la noche incierta
de arrebatadas lluvias.

420 421
Alzada, resucita Junto a las aguas quietas
tal otra vez la casa: sueño y pienso que vivo.
los tiempos son idénticos, Mas el tiempo ya tasa
distintas las miradas. el poder de esta hora:
¿Ha cerrado la puerta? madura su medida,
El olvido me abre escapa con sus rosas.
sus desnudas estancias Y el aire fresco vuelve
grises, blancas, sin aire. con la noche cercana,
Pero nadie suspira. su tersura olvidando
Un llanto entre las manos las ramas y las aguas.
solo. Silencio, nada:
la oscuridad temblando.

II NO ES NADA, ES UN SUSPIRO

La soledad. No se siente
el mundo: sus hojas sella. No es nada, es un suspiro,
Ya la luz abre su huella pero nunca sació nadie esa nada
en la tersura indolente. ni nadie supo nunca de qué alta roca nace.
Acogida está la frente Ni puedes tú saberlo, tú, que eres
al regazo del hastío. nuestro afán, nuestro amor,
¿Qué prisa, qué desvarío nuestra angustia de hombres;
a la belleza hizo ajena? palabra que creamos
Porque sólo el tiempo llena en horas de dolor solitario.
el blanco papel vacío. Un suspiro no es nada,
como tampoco es nada
el viento entre los chopos,
la bruma sobre el mar
III o ese impulso que guía
un cuerpo hacia otro cuerpo.
Escondido en los muros Nada mi fe, mi llama,
este jardín me brinda ni este vivir oscuro que la lleva;
sus ramas y sus aguas su latido o su ardor
de secreta delicia. no son sino un suspiro,
¡Qué silencio! ¿Es así aire triste o risueño
el mundo... ? Cruza el cielo, con el viento que escapa.
desfilando paisajes, Sombra, si tú lo sabes, dime;
risueño, hacia lo lejos. deja el hondo fluir
¡Tierra indolente! En vano libre sobre su imagen invisible,
resplandece el destino. acuérdate del hombre que suspira

422 423
antes de que la luz vele su muerte, y las lleve a su cima.
vuelto él también latir de aire, Que se rompan las cifras,
suspiro entre tus manos poderosas. sin poder calcular
ni el tiempo, ni los besos.
Y al otro lado ya
de cómputos, de sinos,
entregarnos a ciegas
—¡exceso, qué penúltimo!—,
PEDRO SALINAS a un gran fondo azaroso
que irresistiblemente
(1892-1951) está
cantándonos a gritos
fúlgidos de futuro:
LA VOZ A TI DEBIDA «Eso no es nada aún.
Búscaos bien, hay más.»

I
Sí, ¡todo con exceso! EN ANSIAS INFLAMADA
¡La luz, la vida, el mar!
Plural, todo plural, ¡Tinieblas, más tinieblas!
luces, vidas y mares. Sólo claro el afán.
A subir, a ascender No hay más luz que la luz
de docenas a cientos, que se quiere, el final.
de cientos a millar, Nubes y nubes llegan
en una jubilosa creciendo oscuridad.
repetición sin fin, Lo azul, allí, radiante,
de tu amor, unidad. estaba, ya no está.
Tablas, plumas y máquinas Se marchó de los ojos,
todo a multiplicar, vive sólo en la fe
caricia por caricia de un azul que hay detrás.
abrazo por volcán. Avanzar en tinieblas,
Hay que cansar los números. claridades buscar
Que cuenten sin parar, a ciegas. ¡Qué difícil!
que se embriaguen contando, Pero el hallazgo, así,
y que no sepan ya valdría mucho más.
cuál de ellos será el último; ¿Será hoy, mañana, nunca?
¡qué vivir sin final! ¿Seré yo el que la encuentre
Que un gran tropel de ceros o ella me encontrará?
asalte nuestras dichas ¿Nos buscamos o busca
esbeltas, al pasar, sólo mi soledad?

424 425
Retumban las preguntas Resbala el tacto su caricia vana.
y los ecos contestan: Yo mudejar te quiero y no cristiana.
«Azar, azar, azar.» Volumen nada más: base y altura.
¡Y ya no hay que arredrarse:
ya es donación la vida,
es entrega total
a la busca del signo
que la flor ni la piedra
nos quieren entregar! ROMANCE DEL DUERO
¡Tensión del ser completo!
¡Totalidad! Igual Río Duero, río Duero,
al gran amor en colmo nadie a acompañarte baja:
buscando claridad nadie se detiene a oír
a través del misterio tu eterna estrofa de agua.
nunca bastante claro Indiferente o cobarde,
por desnudo que esté, la ciudad vuelve la espalda.
de la carne mortal. No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
GERARDO DIEGO y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
(1896-1987) palabras de amor, palabras.
Quién pudiera, como tú,
LA GIRALDA a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso,
pero con distinta agua.
Giralda es prisma puro de Sevilla Río Duero, río Duero,
nivelada del plomo y de la estrella, nadie a estar contigo baja,
molde en engaste azul, torre sin mella, ya nadie quiere atender
palma de arquitectura sin semilla. tu eterna estrofa olvidada,
Si su espejo la brisa en frente brilla, sino los enamorados
no te contemples —¡ay, Narcisa!— en ella; que preguntan por sus almas
que no se mude esa tu piel doncella, y siembran en tus espumas
toda naranja al sol que se te humilla, palabras de amor, palabras.
Al contraluz de luna limonera,
tu arista es el bisel, hoja barbera,
que su más bella vertical depura.
426 427
Quiero el color rosa o la vida,
quiero el rojo o su amarillo frenético,
quiero ese túnel donde el olor se disuelve
en el negro falaz con que la muerte ríe en la boca.
Quiero besar el perfil de la mudez penúltima,
VICENTE ALEIXANDRE cuando el mar se retira apresurándose,
cuando sobre la arena quedan sólo unas conchas,
(1898-1984) unas frías escamas de unos peces amándose.
Muerte como el puñado de arena,
como el agua que en el hoyo queda solitaria,
LA MUERTE como la gaviota que en medio de la noche
tiene un color de sangre sobre el mar que no existe.
¡Ah!, eres tú, eres tú, eterno nombre sin fecha,
bravia lucha del mar con la sed,
cantil todo de agua que amenazas hundirte
sobre mi forma lisa, lámina sin recuerdo.
Eres tú, sombra del mar poderoso, DÁMASO ALONSO
genial rencor verde donde todos los peces son como (1898)
[piedras por el aire
abatimiento o pesadumbre que amenazas mi vida MUJER CON ALCUZA
como un amor que con la muerte acaba.
Mátame si tú quieres, mar de plomo impiadoso, ¿Adonde va esa mujer,
gota inmensa que contiene la tierra, arrastrándose por la acera
fuego destructor de mi vida sin numen ahora que es ya casi de noche,
aquí en la playa donde la luz se arrastra. con la alcuza en la mano?
Mátame como si un puñal, un sol dorado o lúcido, Acercaos: no nos ve.
una mirada buida de un inviolable ojo, Yo no sé qué es más gris,
un brazo prepotente en que la desnudez fuese el frío, si el acero frío de sus ojos,
un relámpago que buscase mi pecho o su destino... si el gris desvaído de ese chai
¡Ah, pronto, pronto; quiero morir frente a ti, mar, con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
frente a ti, mar vertical cuyas espumas tocan los cielos, o si el paisaje desolado de su alma.
a ti cuyos celestes peces entre nubes Va despacio, arrastrando los pies,
son como pájaros olvidados del hondo! desgastando suela, desgastando losa,
Vengan a mí tus espumas rompientes, cristalinas; pero llevada
vengan los brazos verdes desplomándose, por un terror
venga la asfixia cuando el cuerpo se crispa oscuro,
sumido bajo los labios negros que se derrumban. por una voluntad
Luzca el morado sol sobre la muerte uniforme. de esquivar algo horrible.
Venga la muerte total en la playa que sostengo, Sí, estamos equivocados.
en esta terrena playa que en mi pecho gravita, Esta mujer no avanza por la acera
por la que unos pies ligeros parece que se escapan. de esta ciudad,
428 429
esta mujer va por un campo yerto, cuan bestial es el topetazo de la injusticia absoluta,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes, ha sentido siempre
y tristes caballones, una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que
de humana dimensión, de tierra removida, [le colgara de la mejilla,
de tierra corno si con el arrancar del tren le arrancaran el alma,
que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó, como si con el arrancar del tren le arrancaran innume-
entre abismales pozos sombríos, [rabies margaritas, blancas cual su alegría
y turbias simas súbitas, [infantil en la fiesta del pueblo,
llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar
[del color de la desesperanza. [a Dios y esa voluntad de minutos en
Oh sí, la conozco. [sucesión que llamamos vivir.
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren, Pero las lúgubres estaciones se alejaban,
en un tren muy largo; y ella se asomaba frenética a las ventanillas,
ha viajado durante muchos días gritando y retorciéndose,
y durante muchas noches: sólo
unas veces nevaba y hacía mucho frío, para ver alejarse en la infinita llanura
otras veces lucía el sol y sacudía el viento eso, una solitaria estación,
arbustos juveniles un lugar
en los campos en donde incesantemente estallan extra- señalado en las tres dimensiones del gran espacio
[ñas flores encendidas. [cósmico
Y ella ha viajado y ha viajado, por una cruz
mareada por el ruido de la conversación, bajo las estrellas.
por el traqueteo de las ruedas Y por fin se ha dormido,
y por el humo, por el olor a nicotina rancia. sí, ha dormitado en la sombra,
¡Oh!: arrullada por un fondo de lejanas conversaciones,
noches y días, por gritos ahogados y empañadas risas,
días y noches, como de gentes que hablaran a través de mantas bien
noches y días, [espesas,
días y noches, sólo rasgadas de improviso
y muchos, muchos días, por lloros de niños que despiertan mojados a la media-
y muchas, muchas noches. [noche,
Pero el horrible tren ha ido parando o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túne-
en tantas estaciones diferentes, [les les pellizcan las nalgas,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban, .. .aún mareada por el humo del tabaco.
ni los sitios, Y ha viajado noches y días,
ni las épocas. sí, muchos días,
Ella y muchas noches.
recuerda sólo Siempre parando en estaciones diferentes,
que en todas hacía frío, siempre con un ansia turbia, de bajar ella también,
que en todas estaba oscuro, [de quedarse ella también,
y que al partir, al arrancar el tren, ¡ay!,
ha comprendido siempre para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada,
430 431
para siempre dormitar de nuevo en trayectos inaca- avance y avance por la acera,
[bables, desgastando la suela de sus viejos zapatones,
...No ha sabido cómo. desgastando las losas,
Su sueño era cada vez más profundo, entre zanjas abiertas a un lado y otro,
iban cesando, entre caballones de tierra,
casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor: de dos metros de longitud,
sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un con este tamaño preciso
[instante en las sombras, de nuestra ternura de cuerpos humanos.
algún chillido como un limón agrio que pone amarilla Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el
[un momento la noche. [atributo de una semidiosa, su alcuza),
Y luego nada. abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza
Sólo la velocidad, [exquisita,
sólo el traqueteo de maderas y hierros como si caminara surcando un trigal en granazón,
del tren, sí, como si fuera surcando un mar de cruces, o un
sólo el ruido del tren. [bosque de cruces, o una nebulosa de cruces,
Y esta mujer se ha despertado en la noche, de cercanas cruces,
y estaba sola, de cruces lejanas.
y ha mirado a su alrededor, Ella,
y estaba sola, en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más,
y ha comenzado a correr por los pasillos del tren, se inclina,
de un vagón a otro, va curvada como un signo de interrogación,
y estaba sola, con la espina dorsal arqueada
y ha buscado al revisor, a los mozos del tren, sobre el suelo.
a algún empleado, ¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de
a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento, [madera,
y estaba sola, como si se asomara por la ventanilla
y ha gritado en la oscuridad, de un tren,
y estaba sola, al ver alejarse la estación anónima
y ha preguntado en que se debía haber quedado?
quién conducía, ¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro
quién movía aquel horrible tren. sus recuerdos de tierra en putrefacción,
Y no le ha contestado nadie, y se le tensan tirantes cables invisibles
porque estaba sola, desde sus tumbas diseminadas?
porque estaba sola. ¿O es que, como esos almendros
Y ha seguido días y días, que en el verano estuvieron cargados de demasiada
loca, frenética, [fruta,
en el enorme tren vacío, conserva aún en invierno el tierno vicio,
donde no va nadie, guarda aún el dulce alabe
que no conduce nadie. de la cargazón y de la compañía,
...Y ésa es la terrible, en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan
la estúpida fuerza sin pupilas,
que aún hace que esa mujer [los pájaros?

432 433
INSOMNIO HUMANISMO

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáve-


res (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo
en este nicho en que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar
a los perros, o fluir blandamente la luz de la luna. MIGUEL DE UNAMUNO
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladran- (1864-1936)
do como el perro enfurecido, fluyendo como la leche
de ía ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntán- Lope de Vega, claro, de improviso:
dole por qué se pudre lentamente mi alma, «Si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en el alma quiere ser cielo en el cielo.»
esta ciudad de Madrid, Pero debe enmendársele el inciso:
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamen- «Si el cuerpo quiere ser cielo en la tierra,
te en el mundo. el alma quiere ser cuerpo en el cielo.»
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podre-
dumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las Juan de la Cruz, madrecito,
tristes azucenas letales de tus noches? alma de sonrisa seria,
que sigues tu senderito
por tinieblas de miseria,
de la mano suave y fuerte
de tu padraza Teresa,
la que corteja la muerte;
la vida, ¡cómo te pesa!
Marchas por la noche oscura,
te va guiando la brisa.
Te quitas de toda hechura,
te basta con la sonrisa.
De Dios el silencio santo,
colmo de noche sin luna,
434 435
vas llenando con tu can Lo, hambre de la palabra creadora
para Dios canto de cuna. que se hizo carne; fiero amor de vida
Madrecito de esperanza, que no se sacia con abrazos, besos,
nuestra desesperación, ni con enlace conyugal alguno.
gracias a tu canto alcanza
a adormecer la razón. Sólo comerte nos apaga el ansia,
pan de inmortalidad, carne divina.
Nuestro amor entrañado, amor hecho hambre,
¡oh Cordero de Dios!, manjar Te quiere;
quiere saber sabor de tus redaños,
comer tu corazón, y que su pulpa
SALAMANCA SALAMANCA como maná celeste se derrita
sobre el ardor de nuestra seca lengua,
que no es gozar en Ti; es hacerte nuestro,
Salamanca, Salamanca, carne de nuestra carne, y tus dolores
renaciente maravilla, pasar para vivir muerte de vida.
académica palanca,
de mi visión de Castilla. Y tus brazos abriendo como en muestra
Oro en sillares de soto de entregarte amoroso, nos repites:
en las riberas del Tormes; «¡Venid, comed, tomad; éste es mi cuerpo!»
del viejo saber remoto ¡Carne de Dios, verbo encarnado, encarna
guardas recuerdos conformes. nuestra divina hambre carnal de Ti!
Hechizo salmanticense
de pedantesca dulzura;
gramática del Brócense,
florón de literatura.
¡Ay mi Castilla latina
con raíz gramatical, Leer, leer, leer, vivir la vida
ay tierra que se declina que otros soñaron.
por luz sobrenatural! Leer, leer, leer, el alma olvida
las cosas que pasaron.
Se quedan las que quedan, las ficciones,
las flores de la pluma,
las olas, las humanas creaciones,
el poso de la espuma.
EL CRISTO DE VELAZQUEZ Leer, leer, leer; ¿seré lectura
mañana también yo?
(Fragmento) ¿Seré mi creador, mi criatura,
seré lo que pasó?
Amor de Ti nos quema, blanco cuerpo; El cuerpo canta;
amor que es hambre, amor de las entrañas; la sangre aulla;
436 437
la tierra charla; antes que, rojo en el hogar, mañana
la mar murmura; ardas, de alguna mísera caseta
el ciclo calla al borde de un camino;
y el hombre escucha. antes que te descuaje un. torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hacia la mar te-empuje,
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

ANTONIO MACHADO
(1875-1939)
ANOCHE, CUANDO DORMÍA
A UN O L M O SECO
Anoche, cuando dormía,
Al olmo viejo, hendido por el rayo soñé, ¡bendita ilusión!,
y en su mitad podrido, que una fontana fluía
con las lluvias de abril y el sol de mayo, dentro de mi corazón.
algunas hojas verdes le han salido. Di, ¿por qué acequia escondida,
¡El olmo centenario en la colina agua, vienes hasta mí,
que lame el Duero! Un musgo amarillento manantial de nueva vida
le mancha la corteza blanquecina en donde nunca bebí?
al tronco carcomido y polvoriento. Anoche, cuando dormía,
No será, cual los álamos cantores soñé, ¡bendita ilusión!,
que guardan el camino y la ribera, que una colmena tenía
habitado de pardos ruiseñores. dentro de mi corazón;
Ejército de hormigas en hilera y las doradas abejas
va trepando por él, y en sus entrañas iban fabricando en él,
urden sus telas grises las arañas. con las amarguras viejas
Antes que te derribe, olmo del Duero, blanda cera y dulce miel.
con su hacha el leñador, y el carpintero Anoche, cuando dormía,
te convierta en melena de campana, soñé, ¡bendita ilusión!,
lanza de carro o yugo de carreta; que un ardiente sol lucía
438 439
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar...
Anoche, cuando dormía,
soñé, ¡bendita ilusión!, LAS MOSCAS
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón. Vosotras, las familiares,
inevitables, golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
YO VOY SOÑANDO CAMINOS viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
¡Yo voy soñando caminos en el salón familiar,
de la tarde! ¡Las colinas las claras tardes de estío
doradas, los verdes pinos, en que yo empecé a soñar!
las polvorientas encinas...! Y en la aborrecida escuela,
¿A dónde el camino irá? raudas moscas divertidas,
Yo voy cantando, viajero, perseguidas
a lo largo del sendero... por amor de lo que vuela
—¡la tarde 'cayendo está!— —que todo es volar—, sonoras,
«En el corazón tenía rebotando en los cristales
la espina de una pasión; en los días otoñales...
logré arrancársela un día: Moscas de todas las horas,
ya no siento el corazón.» de infancia y adolescencia,
Y todo el campo un momento de mi juventud dorada;
se queda, mudo y sombrío, de esta segunda inocencia
meditando. Suena el viento que da en no creer en nada,
en los álamos del río. de siempre... Moscas vulgares,
La tarde más se oscurece, que de puro familiares
y el camino que serpea no tendréis digno cantor:
y débilmente blanquea, yo sé que os habéis posado
se enturbia y desaparece. sobre el juguete encantado,
Mi cantar vuelve a plañir: sobre el libróte cerrado,
«Aguda espina dorada, sobre la carta de amor,
¡quien te pudiera sentir sobre los párpados yertos
en el corazón clavada!» de los muertos.

440 441
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas, CAMPOS DE SORIA
me evocáis todas las cosas.
Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
EN TREN la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.
Yo, para todo viaje La tierra no revive, el campo sueña.
—siempre sobre la madera Al empezar abril está nevada
de mi vagón de tercera—, la espalda del Moncayo;
voy ligero de equipaje. el caminante lleva en su bufanda
Si es de noche, porque no envueltos cuello y boca, y los pastores
acostumbro a dormir yo, pasan cubiertos con sus luengas capas.
y de día, por mirar ¡Colinas plateadas,
los arbolitos pasar, grises alcores, cárdenas roquedas
yo nunca duermo en el txen por donde traza, el Duero
y, sin embargo, voy bien. su curva de ballesta
¡Este placer de alejarse! en torno a Soria, oscuros encinares,
Londres, Madrid, Ponferrada, ariscos pedregales, calvas sierras,
tan lindos... para marcharse. caminos blancos y álamos del río,
Lo molesto es la llegada. tardes de Soria, mística y guerrera,
Luego, el tren, al caminar, hoy siento por vosotros, en el fondo
siempre nos hace soñar; del corazón, tristeza,
y casi, casi olvidamos tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
el jamelgo que montamos. donde parece que las rocas sueñan,
¡Oh, el pollino conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
que sabe bien el camino! grises alcores, cárdenas roquedas!
¿Dónde estamos?
¿Dónde todos nos bajamos?

El tren camina y camina


y la máquina resuella,
y tose con tos ferina.
¡Vamos en una centella!
442 443
dos sillones de vaqueta,
colgado en el muro, un negro
abaco de enormes cuentas,
LA TIERRA DE ALVARGONZALEZ
y unas espuelas mohosas
sobre un arcón de madera.
Era una estancia olvidada
LA CASA donde hoy Miguel se aposenta.
Y era allí donde los padres
La casa de Alvargonzález veían en primavera
era una casona vieja, el huerto en flor, y en el cielo
con cuatro estrechas ventanas de mayo, azul, la cigüeña
separada de la aldea —cuando las rosas se abren
cien pasos, y entre dos olmos y los zarzales blanquean—•,
que, gigantes centinelas, que enseñaba a sus hijuelos
sombra le dan en verano, a usar de las alas lentas.
y en el otoño hojas secas. Y en las noches del verano,
Es casa de labradores, cuando la calor desvela,
gente aunque rica plebeya, desde la ventana al dulce
donde el hogar humeante ruiseñor cantar oyeran.
con sus escaños de piedra Fue allí donde Alvargonzález,
se ve sin entrar, si tiene del orgullo de su huerta
abierta al campo la puerta. y del amor de los suyos,
Al arrimo del rescoldo sacó sueños de grandeza.
del hogar borbollonean
dos pucherillos de barro,
que a dos familias sustentan.
A diestra mano, la cuadra
y el corral; a la siniestra,
huerto y abejar y, al fondo,
una gastada escalera EL MAÑANA EFÍMERO
que va a las habitaciones
partidas en dos viviendas. La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
Los Alvargonzález moran devota de Frascuelo y de María,
con sus mujeres en ellas. de espíritu burlón y de alma quieta,
A ambas parejas que hubieron, ha de tener su mármol y su día,
sin que lograrse pudieran, su infalible mañana y su poeta.
dos hijos, sobrado espacio El vano ayer engendrará un mañana
les da la casa paterna. vacío y, ¡por ventura!, pasajero.
En una estancia que tiene Será un joven lechuzo y tarambana,
luz al huerto, hay una mesa un sayón con hechuras de bolero;
con gruesa tabla de roble, a la moda de Francia realista,
444
445
un poco al uso de París pagano, el sabio mira y piensa...
y al estilo de España especialista Seguramente, el carbonero busca
en el vicio al alcance de la mano. las moras o las setas.
Esa España inferior que ora y bosteza, Llevadlos al teatro
vieja y tahúr, zaragatera y triste; y sólo el carbonero no bosteza.
esa España inferior que ora y embiste, Quien prefiere lo vivo a lo pintado
cuando se digna usar de la cabeza, es el hombre que piensa, canta o sueña.
aún tendrá luego parto de varones El carbonero tiene
amantes de sagradas tradiciones llena de fantasías la cabeza.
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana ,-DICES...?
vacío y, ¡por ventura!, pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero, ¿Dices que nada se crea?
el vacuo ayer dará un mañana huero. No te importe, con el barro
Como la náusea de un borracho ahito de la tierra, haz una copa
de vino malo, un rojo sol corona para que beba tu hermano.
de haces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace, NUESTRO ESPAÑOL
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza. Nuestro español bosteza.
Una España implacable y redentora, ¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
España que alborea Doctor: ¿tendrá el estómago vacío?
con un hacha en la mano vengadora, —El vacío es más bien en la cabeza.
España de la rabia y de la idea.

YA HAY UN ESPAÑOL
PONED SOBRE LOS CAMPOS
Ya hay un español que quiere
Poned sobre los campos vivir y a vivir empieza,
un carbonero, un sabio y un poeta. entre una España que muere
Veréis cómo el poeta admira y calla, y otra España que bosteza.

446 447
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón. CANCIONES
La primavera ha venido.
Nadie sabe cómo ha sido.

ESTE DONQUIJOTESCO
Entre el vivir y el soñar
Este donquijotesco hay una tercera cosa:
don Miguel de Unamuno, fuerte vasco, Adivínala.
lleva el arnés grotesco
y el irrisorio casco
del buen manchego. Don Miguel camina,
jinete de quimérica montura, En mi soledad
metiendo espuela de oro a su locura, he visto cosas muy claras
sin miedo de la lengua que malsina. que no son verdad.
A un pueblo de arrieros,
lechuzos y tahúres y logreros
dicta lecciones de Caballería.
Y el alma desalmada de su raza, Poned atención:
que bajo el golpe de su férrea maza un corazón solitario
aún duerme, puede que despierte un día. no es un corazón.
Quiere enseñar el ceño de la duda,
antes de que cabalgue, al caballero;
cual nuevo Hamlet, a mirar desnuda
cerca del corazón la hoja de acero. ¿Tu verdad? No, la Verdad
Tiene el aliento de una estirpe fuerte y ven conmigo a buscarla.
que soñó más allá de sus hogares, La tuya, guárdatela.
y que el oro buscó tras de los mares.
El señala la gloria tras la muerte.
Quiere ser fundador y dice: Creo;
Dios y adelante el ánima española... Tengo a mis amigos
Y es tan bueno y mejor que fue Loyola: en mi soledad;
sabe a Jesús y escupe al fariseo. cuando estoy con ellos,
¡qué lejos están!

448 449
OTRO CLIMA
¡Oh cámaras del tiempo y galerías
del alma, tan desnudas!, LEÓN FELIPE
dijo el poeta. De los claros días
pasan las sombras mudas. (1884-1968)
Se apaga el canto de las viejas horas
cual rezo de alegrías enclaustradas; Yo no sé muchas cosas, es verdad.
el tiempo lleva un desfilar de auroras Digo tan sólo lo que he visto.
con séquito de estrellas empañadas. Y he visto:
¿Un mundo muere? ¿Nace Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con
un mundo? ¿En la marina [cuentos...
panza del globo hace Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos...
nueva nave su estela diamantina? Que los huesos del hombre los entierran con cuentos...
¿Quillas al sol la vieja flota yace? Y que el miedo del hombre
¿Es el mundo nacido en el pecado ha inventado todos los cuentos.
el mundo del trabajo y la fatiga? Yo sé muy pocas cosas, es verdad.
¿Un mundo nuevo para ser salvado Pero me he dormido con todos los cuentos...
otra vez? ¿Otra vez? Que Dios lo diga. Y sé todos los cuentos.
Calló el poeta, el hombre solitario,
porque un aire de cielo aterecido
le amortecía el fino estradivario.
Sangrábale el oído.
Desde la cumbre vio el desierto llano
con sombras de gigante con escudos,
y en el verde fragor del océano
torsos de esclavos jadear desnudos. PIE PARA EL NIÑO DE VALLECAS
Y un nihil de fuego escrito DE VELAZQUEZ
tras de la selva huraña,
en áspero granito,
y el rayo de un camino en la montaña.. De aquí no se va nadie.
Mientras esta cabeza rota
del Niño de Vallecas exista
de aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.
Antes hay que deshacer este entuerto,
antes hay que resolver este enigma.
Y hay que resolverlo entre todos,
y hay que resolverlo sin cobardía,
sin huir
con unas alas de percalina
o haciendo un agujero
450 451
en la tarima.
De aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el Suicida,
Y es inútil,
inútil toda huida PABLO NERUDA
(ni por abajo ni por arriba).
Se vuelve siempre. Siempre. (1904-1973)
Hasta que un día (¡un buen día!)
el yelmo de Mambrino
—halo ya, no yelmo ni bacía— ODA A LA POBREZA
se acomode a las sienes de Sancho
y a las tuyas y a las mías
como pintiparado, Cuando nací,
como hecho a la medida. pobreza,
Entonces nos iremos todos me seguiste,
por las bambalinas. me mirabas
Tú y yo y Sancho y el Niño de Vallecas a través
y el místico suicida. de las tablas podridas
por el profundo invierno.
De pronto
eran tus ojos
¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas los que miraban desde los agujeros.
y siempre se repitieran Las goteras,
los mismos pueblos, las mismas ventas, de noche,
los mismos rebaños, las mismas recuas! repetían
¡Qué pena si esta vida tuviera tu nombre y tu apellido
—esta vida nuestra— o a veces
mil años de existencia! el salto quebrado,
¿Quién la haría hasta el fin llevadera? el traje roto,
¿Quién la soportaría toda sin protesta? los zapatos abiertos,
¿Quién lee diez siglos de la historia y no la cierra me advertían.
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha? Allí estabas
Los mismos pueblos, las mismas ventas, acechándome
los mismos tiranos, las mismas cadenas, tus dientes de carcoma,
los mismos farsantes, las mismas sectas tus ojos de pantano,
¡y los mismos, los mismos poetas! tu lengua gris
¡Qué pena que corta
que sea así todo siempre, siempre de la misma manera! la ropa, la madera,
los huesos y la sangre,
allí estabas
buscándome,

452 453
siguiéndome, bajo
desde mi nacimiento cada sábana
por las calles. de hospital imposible
Cuando alquilé una pieza encontrarás mi canto.
pequeña, en los suburbios, Te sigo,
sentada en una silla pobreza,
me esperabas, te vigilo,
o al descorrer las sábanas te acerco,
en un hotel oscuro, te disparo,
adolescente, te aislo,
no encontré la fragancia te cerceno las uñas,
de la rosa desnuda, te rompo
sino el silbido frío los dientes que te quedan.
de tu boca. Estoy
Pobreza, en todas partes:
me seguiste en el océano con los pescadores,
por los cuarteles y los hospitales, en la mina
por la paz y la guerra. los hombres
Cuando enfermé tocaron al limpiarse la frente,
a la puerta: secarse el sudor negro,
no era el doctor, entraba encuentran
otra vez la pobreza. mis poemas.
Te vi sacar mis muebles Yo salgo cada día
a la calle: con la obrera textil.
los hombres Tengo las manos blancas
los dejaban caer como pedradas. de dar el pan en las panaderías.
Tú, con amor horrible, Donde vayas,
de un montón de abandono pobreza,
en medio de la calle y de la lluvia mi canto
ibas haciendo está cantando,
un trono desdentado mi vida
y mirando a los pobres está viviendo,
recogías mi sangre
mi último plato haciéndolo diadema. está luchando.
Ahora, Derrotaré
pobreza, tus pálidas banderas
yo te sigo. en donde se levanten.
Como fuiste implacable, Otros poetas
soy implacable. antaño te llamaron
Junto santa,
a cada pobre veneraron tu capa,
se alimentaron de humo
rae encontrarás cantando,
454 455
y desaparecieron. Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Yo Como para acercarla mi mirada la busca.
te desafío, Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
con duros versos te golpeo el rostro, La misma noche que hace blanquear los mismos
te embarco y te destierro. [árboles.
Yo con otros, Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
con otros, muchos otros, Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
te vamos expulsando Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
de la tierra a la luna De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
para que allí te quedes Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
fría y encarcelada Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
mirando con un ojo ¡Es tan corto el amor y es tan largo el olvido!
el pan y los racimos Porque en noches como ésta la tuve entre mis bra-
que cubrirá la tierra [zos,
de mañana. mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

PUEDO ESCRIBIR LOS VERSOS

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. CESAR VALLEJO
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» (1892-1938)
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería. Me moriré en París con aguacero,
¡Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos! un día del cual tenga ya el recuerdo.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Me moriré en París —y no me corro—
Pensar que no la Lengo. Sentir que la he perdido. tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. estos versos, los húmeros me he puesto
¡Qué importa que mi amor no pudiera guardarla! a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
La noche está estrellada y ella no está conmigo. con todo mi camino, a verme solo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. César Vallejo ha muerto, le pegaban

456 457
todos sin que él les haga nada;
Ic daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos LA PAZ
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
La paz, la avispa, el taco, las vertientes,
el muerto, los decilitros, el buho,
los lugares, la tina, los sarcófagos, el vaso, las morenas,
el desconocimiento, la olla, el monaguillo,
las gotas, el olvido,
la potestad, los primos, los arcángeles, la aguja,
los párrocos, el ébano, el desaire,
UN HOMBRE PASA la parte, el tipo, el estupor, el alma...
Dúctil, azafranado, externo, nítido,
Un hombre pasa con un pan al hombro. portátil, viejo, trece, ensangrentado,
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble? fotografías, listas, tumefactas,
conexas, largas, encintadas, pérfidas...
Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, Ardiendo, comparando,
mátalo. viviendo, enfureciéndose,
¿Con qué valor hablar de sicoanálisis? golpeando, analizando, oyendo, estremeciéndose.
Otro ha entrado a mí pecho con un palo en la mano.
¿Hablar luego de Sócrates al médico? Después, éstos aquí,
Un cojo pasa dando el brazo a un niño. muriéndose, sosteniéndose, situándose, llorando...
¿Voy, después, a leer a André Bretón? después, encima,
Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre. quizás, mientras, detrás, tanto, tan, nunca,
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo? debajo, acaso, lejos,
Otro busca en el fango huesos, cascaras. siempre, aquello, mañana, cuanto,
¿Cómo escribir después del Infinito? ¡cuánto!...
Un albañil cae de un techo, muere, y ya no almuerza. Lo horrible, lo suntuario, lo lentísimo,
¿Innovar luego el tropo, la metáfora? lo augusto, lo infructuoso,
Un comerciante roba un gramo del peso a un cliente. lo aciago, lo crispante, lo mojado, lo fatal,
¿Hablar, después, de cuarta dimensión? lo todo, lo pui ísimo, lo lóbrego,
Un banquero falsea su balance. lo acerbo, lo satánico, lo táctil, lo profundo...
¿Con qué cara llorar en el teatro?
Un paria duerme con el pie a la espalda.
¿Hablar, después, a nadie de Picaso?
Alguien va en un entierro sollozando,
¿Cómo luego ingresar en la Academia? REDOBLE FÚNEBRE A LOS ESCOMBROS
Alguien limpia su fusil en la cocina, DE DURANGO
¿Con qué valor hablar del más allá?
Alguien pasa contando con sus dedos. Padre polvo que subes de España,
¿Cómo hablar del no-yo sin dar un grito? Dios te salve, libere y corone,
458 459
padre polvo que asciende del alma.
Padre polvo que subes del fuego,
Dios te salve, te calce y dé un tronó,
padre polvo que estás en los cielos.

Como el toro he nacido para el luto


y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle como un fruto.
Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
MIGUEL HERNÁNDEZ y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.
(1910-1942) Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro,
SONETOS Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.
1

Tengo estos huesos hechos a las penas


y a las cavilaciones estas sienes;
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.
Como el mar de la playa a las arenas, ELEGÍA
voy en este naufragio de vaivenes,
por una noche oscura de sartenes Yo quiero ser, llorando, el hortelano
redondas, pobres, tristes y morenas. de la tierra que ocupas y estercolas,
Nadie me salvará de este naufragio compañero del alma, tan temprano.
si no es tu amor, la tabla que procuro, Alimentando lluvias, caracolas
si no es tu voz, el norte que pretendo.' y órganos mi dolor sin instrumento,
Eludiendo por eso el mal presagio a las desalentadas amapolas
de que ni en ti siquiera habré seguro, daré tu corazón por alimento.
voy entre pena y pena sonriendo. Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
460 461
y siento más tu muerte que mi vida, MENOS TU VIENTRE
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo, Menos tu vientre
voy de mi corazón a mis asuntos. todo es confuso.
Temprano levantó la muerte el vuelo, Menos tu vientre
temprano madrugo la madrugada, todo es futuro
temprano estás rodando por el suelo. fugaz, pasado
No perdono a la muerte enamorada, baldío, turbio.
no perdono a la vida desatenta, Menos tu vientre
no perdono a la tierra ni a la nada. todo es oculto,
En mis manos levanto una tormenta menos tu vientre
de piedras, rayos y hachas estridentes, todo inseguro,
sedienta de catástrofes y hambrienta. todo postrero
Quiero escarbar la tierra con los dientes, polvo del mundo.
quiero apartar la tierra parte a parte, Menos tu vientre
a dentelladas secas y calientes. todo es oscuro,
Quiero minar la tierra hasta encontrarte menos tu vientre
y besarte la noble calavera claro y profundo.
y desamoi dazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores. HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA
Alegrarás las sombras de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas. III
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas Tejidos en el alba, grabados, dos panales
mi avariciosa voz de enamorado. no pueden detener la miel en los pezones.
A las aladas almas de las rosas Tus pechos en el alba: maternos manantiales,
del almendro de nata te requiero, luchan y se atropellan con blancas efusiones.
que tenemos que hablar de muchas cosas, Se han desbordado, esposa, lunarmente tus venas,
compañero del alma, compañero.
hasta inundar la casa que tu sabor rezuma.
Y es como si brotaras de un pueblo de colmenas,
tú toda una colmena de leche con espuma.
Es como si tu sangre fuera dulzura y toda
laboriosas abejas filtradas por tus poros.
Oigo un clamor de leche, de inundación, de boda
junto a ti, recorrida por caudales sonoros.
462 463
Caudalosa mujer: en tu vientre me entierro, ÍNDICE
tu caudaloso vientre será mi sepultura.
Si quemaran mis huesos con la llama del hierro,
verían que grabada llevo allí tu figura.
Para siempre fundidos en el hijo quedamos;
fundidos como anhelan nuestras ansias voraces:
en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos,
en un haz de caricias, de pelo, los dos haces.
Los muertos, con un fuego congelado que abrasa,
laten juntos a los vivos de una manera terca.
Viene a ocupar el hijo los campos y la casa
que tú y yo abandonamos quedándonos muy cerca.
Haremos de este hijo generador sustento,
y hará de nuestra carne materia decisiva:
donde asienten su alma las manos y el aliento
las hélices circulen, la agricultura viva.
El hará que esta vida no caiga derribada,
pedazo desprendido de nuestros dos pedazos,
que de nuestras dos bocas hará una sola espada
y dos brazos eternos de nuestros cuatro brazos.
No te quiero en ti sola: te quiero en tu ascendencia
y en cuanto de tu vientre descenderá mañana.
Porque la especie humana me han dado por herencia,
la familia del hijo será la especie humana.
Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos,
seguiremos besándonos en el hijo profundo.
Besándonos tú y yo, se besan nuestros muertos,
se besan los primeros pobladores del mundo.
CRONOLÓGICO

5 NOTA PRELIMINAR

PRIMEROS TIEMPOS

9 Anónimo. Cantar de Mió Cid


10 Anónimo. Cantar de los lujantes de Lara
10 Gonzalo de Berceo. Cántica
11 El labrador avaro
12 Anónimo. Libro de Alexandre: Alabanza de la patria
13 Anónimo. Poema de Fernán González
14 Sem Tob. Proverbios morales
16 Pedro López de Ayala. Aquí jabla de la guerra
17 Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. Cántica de serrana
20 De las propiedades que las duennas chicas han

SIGLO XV

25 Alfonso Alvarez de Villasandino. Cantiga


26 Micer Francisco Imperial. Desir a las syete virtudes
27 Marqués de Sanüllana. Serranillas
29 Juan de Mena. Laberinto
30 Coplas de la panadera
31 Gómez Manrique. Batalla de amores
33 Jorge Manrique. Coplas a la muerte de su padre
45 Juan del Encina. Villancico
46 Cancionero. Dentro, en el vergel
46 Rodrigo Martínez
47 Por vos mal me viene
47 No quiero ser monja, no
47 ¡Ay, que non era!

ROMANCERO. — ROMANCES HISTÓRICOS

48 De Bernardo del Carpió


49 La jura de Santa Gadea

467
ROMANCES FRONTERIZOS 81 A la flor de Gnido
84 Santa Teresa de Jesús, Vivo sin vivir en mí
50 Abenámar 86 Fray Luis de León. Vida retirada
52 ¡Ay, de mi Alhama! 88 A Francisco Salinas
89 A Felipe Ruiz
91 Noche serena
ROMANCES CAROLINGIOS 93 En la Ascensión
94 Al salir de la prisión
53 Doña Alda 95 Morada del cielo
96 Imitación de diversos
97 Soneto
ROMANCES NOVELESCOS 98 Alonso de Ercilla. La Araucana (fragmentos)
100 Baltasar del Alcázar. Una cena
55 Blanca-niña 103 Su modo de vivir en la vejez
56 El prisionero 104 A un giboso de delante
56 De la hija del rey de Francia 105 Adivinanza
58 De la rosa fresca 105 Fernando de Herrera. Por la victoria de Lepanto
110 Por la pérdida del rey don Sebastián
113 San Juan de la Cruz. Cántico espiritual
ROMANCES LÍRICOS 119 Canciones del alma
120 Llama de amor viva
59 Fontefrida 121 Éntreme por donde no supe
60 El conde Amalaos 123 Tras de un amoroso lance
124 Sin arrimo y con arrimo
124 ¡Que bien sé yo la fonte!
126 Anónimo. Soneto a Jesús Crucificado
SIGLO DE ORO 126 Anónimo. Epístola moral a Fabio
132 Gil Polo. Canción
136 Francisco de la Torre. La cierva
SIGLO XVI
138 Rodrigo Caro. A las ruinas de Itálica
63 Gil Vicente. Del rosal vengo, mi madre
63 Canción SIGLO XVII
64 Cantiga
65 Cristóbal de Castillejo. Visita de amor 145 Miguel de Cervantes. Ovillejos
66 Sátira 346 Al túmulo de Felipe II
68 Juan Boscán. Soneto 146 Busco en la muerte la vida
69 Garcilaso de la Vega. Sonetos 147 Diálogo entre Babieca y Rocinante
69 Cuando me paro a contemplar mi estado 147 Luis de Góngora. Angélica y Medoro
69 ¡Oh dulces prendas por mí mal halladas.. 151 Servía en Oran al rey
70 Si para refrenar este deseo 152 Entre los sueltos caballos
70 Égloga primera 155 Ande yo caliente

468 469
157 La más bella niña 209 José Cadalso. A Venus
158 Hermana Marica 210 J u a n Meléndez Valdés. Rosana en los fuegos
160 El forzado 213 Manuel José Quintana. A España
162 Sonetos: 217 Bartolomé José Gallardo. Blanca Flor
162 Mientras por competir con tu cabello 219 Francisco Martínez de la Rosa. Epístola al duque
162 Ni en este monte, este aire, ni en este río de Frías (fragmento)
163 A Córdoba
163 Lope de Vega. Canción
166 A mis soledades voy
169 Pobre barquilla mía SIGLO XIX
171 Cena de Isidro y María de la Cabeza
174 Duerme, mi niño
ROMANTICISMO
175 Sonetos:
175 Judit
175 Suelta mi manso, mayoral extraño 223 Duque de Rivas. Un castellano leal (romances)
176 ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? 231 El faro de Malta
176 Pastor, que con tus silbos amorosos 233 José María Heredia. Niágara
177 Varios efectos del amor 237 José de Espronceda. Canto a Teresa
177 Soneto de repente 246 Canción del pirata
178 Francisco de Quevedo. Al sueño 248 Himno a la inmortalidad
181 Epístola satírica y censoria 250 La desesperación
186 Letrilla satírica 253 El arrepentimiento
188 Sonetos: 258 Gabriel García Tasara. Himno al Mesías
188 Faltar pudo su patria al grande Osuna 261 Gertrudis Gómez de Avellaneda. Amor y orgullo
189. Ya formidable y espantoso suena 264 José Zorrilla. La carretera de Al-hamar
189 Miré los muros de la patria mía 265 Corriendo van por la vega
190 A una nariz 267 Dueña de la negra toca
190 Un valentón 269 A buen juez mejor testigo
191 Pedro Calderón de la Barca. Estas que fueron pom- 288 Antonio de Trueba. A la orilla del arroyo
pa y alegría 290 José Selgas. El estío
192 La vida es sueño (fragmentos) 295 Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas
303 Cerraron sus ojos
314 Vicente W. Querol. En Nochebuena
319 Rosalía de Castro. Las campanas
SIGLO XVIII 320 A las orillas del Sar
322 José Asunción Silva. Nocturno
324 R a m ó n de Campoamor. El tren expreso
NEOCLASICISMO 339 Lo que hace el tiempo
343 ¡Quién supiera escribir!
199 Diego de Torres y Villarroel. Soneto 345 Carolina Coronado. A una estrella
200 Nicolás Fernández de Moratín. Fiesta de toros en 346 Federico Balart. Restitución
Madrid 350 Gaspar Núñez de Arce. Estrofas

470 471
SIGLO XX 404 Canción tonta
405 Romance sonámbulo
407 La casada infiel
MODERNISMO 409 Prendimiento de Antoñito el Camborio
410 Muerte de Antoñito el Camborio
361 Salvador Rueda. La sandía 411 Burla de don Pedro a caballo
361 La vaca 412 Llanto por Ignacio Sánchez Mejías
362 Rubén Darío. Canción de otoño en primavera 412 l.La cogida y la muerte
364 Sonatina 414 II. La sangre derramada
365 Marcha triunfal 416 III. Cuerpo presente
367 Cosas del Cid 418 IV. Alma ausente
369 Los motivos del lobo 419 Rafael Alberti. Sierra de Pancorbo
373 Lo fatal 419 El ángel de los números
373 Letanías a nuestro señor don Quijote 420 Invitación al aire
375 Salutación del optimista 421 Luis Cernuda. Quisiera estar solo en el Sur
377 Cantos de vida y esperanza 421 Paisajes
380 José Santos Chocano. ¡Quién sabe! 423 No es nada, es un suspiro
381 Nostalgia 424 Pedro Salinas. La voz a ti debida
382 El sueño del caimán 425 En ansias inflamada
383 Ramón del Valle Inclán. Rosa del caminante 426 Gerardo Diego. La Giralda
384 La trae un cuervo 427 Romance del Duero
384 Manuel Machado. Castilla 428 Vicente Aleixandre. La muerte
385 Adelfos 429 Dámaso Alonso. Mujer con alcuza
386 Felipe IV 433 Insomnio
387 Canto a Andalucía
387 Amado Ñervo. A Kempis HUMANISMO
388 Leopoldo Lugones. A ti, única
391 Gabriela Mistral. Nocturno 435 Miguel de Unamuno. Lope de Vega, claro, de impro-
392 Alfonsina Storni. Carta lírica
viso
394 Juana de Ibarbourou. La higuera
435 Juan de la Cruz, madrecito
436 Salamanca, Salamanca
INTELECTUALISMO 436 El Cristo de Velázquez (fragmento)
437 Leer, leer, leer, vivir la vida
397 Juan Ramón Jiménez. Sonetos 438 El cuerpo canta
397 A tu abandono opongo 438 Antonio Machado. A un olmo seco
398 Estaba echado yo en la tierra 439 Anoche, cuando dormía
398 La rosa 440 Yo voy soñando caminos
398 Con mi mitad allí 441 Las moscas
399 El todo interno 442 En tren
400 Jorge Guillen. El aire 443 Campos de Soria
404 Federico García Lorca. El lagarto está llorando 444 La tierra de Alvargonzález (fragmento)

472 473
445 El mañana efímero ALFABÉTICO DE AUTORES
446 Poned sobre los campos
447 ¿Dices...?
447 Nuestro español Alberti, Rafael 419
447 Ya hay un español Alcázar, Baltasar del 100
449 Este donquijotesco Aleixandre, Vicente 428
449 Canciones Alonso, Dámaso 429
450 Otro clima Alvarez de Villasandino, Alfonso 25
451 León Felipe. Yo no sé muchas cosas, es verdad Arcipreste de Hita 17
451 Pie para el Niño de Vallecas de Velázquez Balart, Federico 346
452 ¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas le- Bécquer, Gustavo Adolfo 295
guas...! Berceo, Gonzalo de 10
453 Pablo Neruda. Oda a la pobreza Boscán, Juan 68
456 Puedo escribir los versos... Cadalso, José 209
457 César Vallejo. Piedra negra sobre una piedra blanca Calderón de la Barca, Pedro 191
458 Un hombre pasa Campoamor, Ramón de 324
459 La paz Caro, Rodrigo 138
459 Redoble fúnebre a los escombros de Durango Castillejo, Cristóbal de 65
460 Miguel Hernández. Tengo estos huesos hechos a las Castro, Rosalía de 319
penas Cernuda, Luis 421
461 Corno el toro nacido para el luto Cervantes, Miguel de 145
461 Elegía Coronado, Carolina 345
463 Menos tu vientre Darío, Rubén 362
463 Hijo de la luz y de la sombra Diego, Gerardo 426
Duque de Rivas 223
Encina, Juan del 45
Ercilla, Alonso de 98
Espronceda, José de 237
Felipe, León 451
Fernández de Moratín, Nicolás 200
Fray Luis de León 86
Gallardo, Bartolomé José 217
García Lorca, Federico 404
García Tasara, Gabriel 258
Gómez de Avellaneda, Gertrudis 261
Góngora, Luis de 147
Guillen, Jorge 400
Heredia, José María 233
Hernández, Miguel 460
Herrera, Fernando de 105
Ibarbourou, Juana de 394
Jiménez, Juan Ramón 397
Lope de Vega, Félix 163
López de Ayala, Pedro 16
Lugones, Leopoldo 388
Machado, Antonio . 438
Machado, Manuel 384
Manrique, Gómez 31
Manrique, Jorge 33
Martínez de la Rosa, Francisco 219
Marqués de Santillana 27
Meléndez Valdés, Juan 210
Mena, Juan de 29
Micer Francisco Imperial 26
Mistral, Gabriela 391
Ñervo, Amado 387
Neruda, Pablo 453
Núñez de Arce, Gaspar 350
Polo, Gil 132
Qucrol, Vicente W 314
Ouevedo, Francisco de 178
Quintana, José Manuel 213
Rabí Sem Tob 14
Rueda, Salvador 361
Salinas, Pedro 424
San Juan de la Cruz 113
Santa Teresa de Jesús 84
Santos Chocano, José 380
Selgas, José 290
Silva, José Asunción 322
Storni, Alfonsina 392
Torre, Francisco de la 136
Torres y Villarroel, Diego de 199
Trueba, Antonio de 288
Unamuno, Miguel de 435
Valle-Inclán, Ramón del 383
Vallejo, César 457
Vega, Garcilaso de la 69
Vicente, Gil 63
Zorrilla, José 264

También podría gustarte