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PACIFICACIÓN MENTAL Y MEDITACIÓN DE LA VISIÓN

PROFUNDA

Shamar Rinpoche

http://www.oshogulaab.com/BUDISMO_TIBETANO/PACIFICA
CION.htm

La meditación es una práctica sumamente profunda, en la que se


ahonda más y más en la medida que uno progresa. Mi consejo a todos
es empezar de una manera sencilla, tan sencilla como sea posible.
Honestamente, sin embargo, debo deciros que me siento limitado para
emprender la tarea de comunicar la verdadera experiencia, incluso la
forma más elemental de meditación debido a los límites del lenguaje.
La terminología de cualquier lengua, dado que es una invención
humana, está basada exclusivamente en la experiencia común, y así
ocurre con el lenguaje filosófico, que está confinado dentro de los
límites de la experiencia interior compartida, sin ningún punto de
referencia exterior con el que estar de acuerdo. El lenguaje,
intrínsecamente, es incapaz de trascender la experiencia personal, y
esto es la raíz del dilema al que nos enfrentamos. Si, por ejemplo, tú
tocas una taza de té caliente la sensación de calor se percibe y, de la
misma manera, sentirás una sensación de frío si tocas un cubo de
hielo. Así, los términos caliente y frío tienen un significado bastante
preciso sobre el que todo el mundo puede estar de acuerdo, ya que
todos hemos experimentado estas sensaciones a través del contacto
físico en algún momento. Pero ¿cómo vamos a verificar nuestra mutua
aceptación de términos usados para comunicar incontables
experiencias, tales como ciertos estados de conciencia que emergen
durante la meditación?

Aunque es verdad que, durante los siglos precedentes, una jerga


filosófica ha surgido en Tíbet en base a determinados términos del
Dharma, inventados por meditadores, la comprensión de los
significados reales de estos términos requiere un substancial cúmulo
de información y estar, en algún modo, familiarizado con estas
experiencias. Se dice, por ejemplo, que en la práctica del Mahamudra,
surge la experiencia de “Rojik” (la cual se traduce aproximadamente
como “un gusto”)

***

Mahamudra quiere decir literalmente “La Meditación del Gran Sello”,


en el sentido de que es como un sello lacrando un documento con cera
fundida; esto no es cambiante; esto significa que después las cosas
son percibidas equilibradamente.

Este es uno de los muchos niveles de realización que puede


conseguirse a través de la práctica de Mahamudra. Es difícil precisar a
qué se refiere el término Rojik. La palabra “gusto” es sólo una analogía
para una clase de experiencia mental. No se trata del gusto
experimentado por la lengua. Una persona que haya experimentado la
consciencia de un gusto puede comunicarse con alguien más que haya
tenido la misma experiencia por medio del uso de esta palabra, pero el
término será abstracto e incomprensible para aquellos otros que
todavía no lo hayan experimentado.

Como nos indica este ejemplo, la terminología del Dharma puede


funcionar como un de comunicación casi perfecto entre dos seres que
comparten la misma profundidad en la realización de la meditación,
pero usándolo de una manera general tiende a ser vago y obtuso, y
solo capaz de proporcionar un bosquejo aproximado del significado
perseguido.
Sin embargo, a pesar de estos puntos de vista sobre la naturaleza del
lenguaje, intentaré compartir mis ideas acerca de la meditación.

Como ya he dicho anteriormente, la meditación más profunda empieza


con una meditación sencilla. La que proporciona la calma duradera
(T:Shinnay, S: Shamatha) consiste en una técnica muy efectiva, que
es vigorizante y nada complicada. Existen muchos métodos diferentes,
y todos tienen el mismo propósito subyacente: capacitar a la mente a
permanecer en paz y sin interrupción en un estado estable con una
concentración enfocada en un punto, durante un prologado periodo de
tiempo. Uno empieza por aprender a sentarse durante periodos de diez,
veinte o treinta minutos, extendiendo gradualmente la duración de las
sesiones de meditación. La capacidad de permanecer en un estado de
completa absorción se considera extremadamente avanzada, pero
incluso durante los primeros estadios de la meditación uno puede
aprender a sentarse tranquilamente y ser consciente de su mente,
observando el flujo de los pensamientos que aparecen y se van, que
son como el rápido movimiento de las nubes en el claro cielo.

Al principio, la mente del meditador es como un caballo salvaje, y por


medio de comprometerse en la práctica consistente de la meditación,
de la pacificación mental, ésta se podrá domesticar gradualmente.
Finalmente, la mente se convertirá en algo claro y completamente
libre de agitación. La actividad de la mente, que al principio es una
cascada de agua, más tarde se convierte en el suave fluir de las
corrientes de un río ancho para transformarse, finalmente, en las
tranquilas aguas de un claro lago de montaña.

Para sentar las bases del desarrollo de la capacidad de concentración,


que es el corazón de la meditación de la calma duradera, nosotros
deberemos empezar explorando la naturaleza de la distracción para
determinar en qué consiste y cómo aparece. Existen dos principales
categorías de la distracción: interior y exterior.

La distracción exterior se refiere a las molestias del entorno físico,


tales como sonidos que perturban la concentración. A veces, la
distracción puede ocurrir sin uno darse cuenta. Es fácil distraerse
siguiendo toda clase de pensamientos, siendo envuelto de esta manera
en experiencias externas sin ser conscientes de lo que está ocurriendo.
Al principio, es difícil mantener la atención sin perderse, pero,
lentamente, en progresivos estadios, esas influencias externas que nos
distraen son superadas. A veces, para realizar la disciplina en la
meditación, meditadores experimentados utilizan técnicas adicionales
como la de mantener en equilibrio un vaso lleno de agua sobre sus
cabezas. La distracción puede tomar muchas formas, algunas
aparentemente positivas y otras aparentemente negativas. Las
distracciones negativas incluyen todo tipo de estados emocionales
agitados, tales como el enfado, los celos y el miedo. Así, es posible
que las intensas emociones parezcan ser magnificadas por la práctica
de la meditación, convirtiéndose en sentimientos más abrumadores.
Esto sucede debido al hecho de que en la vida ordinaria la mente está
normalmente saltando de aquí a allí, con un movimiento a la deriva,
agitado, charlando sin cesar, preocupada con una actividad mental
incesante, por lo que los estados emocionales tienden a no notarse de
una manera profunda. Sin embargo, en el espacio vacío de la mente,
tranquilamente absorbida, la fuerza obsesiva de los patrones
emocionales, se transforma en algo claramente obvio.

Las distracciones interiores que implican sentimientos positivos son


más sutiles y engañosas. Suceden como maravillosos y agradables
marcos de la mente que resultan de exitosos logros en la práctica de la
meditación de la calma duradera, y se caracterizan por tremendos
sentimientos de satisfacción, comodidad y un sentimiento de felicidad
y bienestar. La dificultad reside en que es bastante probable que el
meditador se apegue a estos estados de la mente y se esfuerce en
provocar que se repitan en un intento de mantener un sentimiento
duradero de abandono dichoso. De esta manera, el apego se
transforma en un obstáculo que impide un avance en posteriores
estadios de consciencia.

En la ausencia de distracciones, tanto interiores como exteriores,


emergerá un sentimiento de bienestar, claridad y de apreciación
intuitiva de la vacuidad. Sin embargo, en este momento, con nuestra
forma de pensar ordinaria, nos detenemos y miramos a una taza de té
que está sobre la mesa, enfrente de nosotros, no sentiremos estas
cualidades positivas de la mente emergiendo. Incluso si fuéramos
capaces de mantener un estado de atenta conciencia mientras
enfocamos la atención sobre un objeto, sería como sujetar a un pony
salvaje al otro extremo de un lazo.

Pero, en la medida que uno progresa en la meditación, la mente se


domestica más y más y, finalmente, el objeto de la atención se cambia
al yo; resultando en una experiencia de bienestar expansivo, claridad y
un vasto sentimiento de vacuidad que lo impregna todo, que se
caracteriza por la ausencia de los habituales conceptos ordinarios,
tales como los de concebir los fenómenos (percepciones sensoriales)
tan substancialmente reales y que parecen emerger desde una
naturaleza propia inherente. En este estadio, un maestro o guía, es
indispensable. Es difícil que uno por su cuenta pueda reconocer e
interpretar correctamente lo que está ocurriendo, ya que uno está
inmerso en la experiencia y no puede discernir si la experiencia es
genuina o se fabrica intencionadamente por sutiles inclinaciones
mentales que surgen de expectativas preconcebidas. No siendo capaz
de percibir los sutiles trabajos de la mente, uno asumiría naturalmente,
por cuenta propia, que la experiencia no es inventada. Sólo alguien
que esté familiarizado con los diferentes estadios de la práctica
meditativa será capaz de ver claramente lo que está ocurriendo en
realidad. A la hora de elegir un maestro, se deberá considerar que él o
ella tenga talento, sea maduro y paciente y capaz de ser directo y
hábil sin ser tosco o que desanime al estudiante aspirante. Yo no
puedo sobre-enfatizar la importancia de encontrar un maestro.

Por lo tanto, como hemos visto, la aparición de un auténtico


sentimiento de bienestar, vacuidad y claridad es una indicación de
haber realizado con éxito la meditación de la calma duradera. Esto, a
su vez, dará pie, naturalmente, a una creciente capacidad de estar con
agudeza en estas experiencias. Por ejemplo, si una experiencia de
bienestar surge, y se desarrolla un foco de atención exclusivo en esa
experiencia, finalmente se transformará en algo estable y duradero.
Sin embargo, la naturaleza dualista del pensamiento humano inhibe la
actualización de un sentido imparcial y puro de bienestar, porque la
mente tiende a crear esta clase de sentimiento, para contrarrestar los
pensamientos incómodos y molestos, y, por lo tanto, el sentimiento de
alegría experimentado podría ser simplemente una invención artificial,
basada en una expectativa, en vez de una percepción válida obtenida
de manera natural.

Esto también es verdad para la experiencia de claridad, que puede


fácilmente ser distorsionada. Antes de que profundicemos, definamos
primero el término claridad. La claridad de la mente no es más que la
consciencia de la consciencia misma. A veces, se habla de ella como
de la presencia de una luz clara, que se refiere a su cualidad de
intensidad, conciencia lúcida; tiene la capacidad de iluminar con el
sentido de hacer conocido lo desconocido. Literalmente, no emite luz
como lo hace una farola. Es simplemente, una forma de hablar.
En la vida diaria no somos conscientes de la naturaleza esencial de la
mente. La clara luz subyacente de la naturaleza de la mente es
normalmente obscurecida por el mar de pensamientos que surgen,
debidos a la estimulación de los aspectos físicos y mentales de la
conciencia sensorial, como un resultado de la presencia de condiciones
secundarias que las sustentan, tales como, la interacción entre las
apariencias de los fenómenos exteriores y las facultades de los
sentidos, así como los procesos cognitivos que transmiten la
experiencia sensorial dentro de las percepciones sensitivas mentales.
Este estado preocupado de la mente es realmente una clase de
estupor o somnolencia y está basado en la ignorancia cegadora de los
estados mentales densos en los que la autoconsciencia está ausente.
Son unas series de acciones cognitivas continuas que están ocurriendo
automáticamente, y, reacciones que suceden sin contar con el
autoreflexivo, autoconsciente aspecto de la conciencia.

En breve, la capacidad reflexiva de la mente es la base de la verdadera


inteligencia, y toda la actividad mental superflua que continúa sin
estar conectada con la autoconsciencia de la mente consciente que lo
envuelve todo, es simplemente actividad mental ciega, una clase de
ruido que sirve para distraer la mente de su verdadera naturaleza. Una
vez que el proceso de pensamiento ha sido pacificado, el resultado es
una inmensa claridad. Como he mencionado antes, si el apego del
sentimiento de claridad aparece, crea un estado artificial de la mente,
que quita mérito a la experiencia real de claridad y uno se queda de
nuevo con un estado ordinario de la mente samsárica. Lo que es
verdad para el bienestar y la claridad también es aplicable a la
vacuidad. La naturaleza de la mente como vacuidad no es
normalmente experimentada debido a la ignorancia. Cuando la mente
se percibe como sólida, intrínsecamente real, tensiones y neurosis son
inevitables, y, consecuentemente, son vividas equivocadamente como
si existieran verdaderamente. Una vez que los pensamientos
conceptuales son pacificados, el terreno es despejado para que una
auténtica realización de la vacuidad ocurra. Sin embargo, como
sucedía con la alegría y la claridad, es un imperativo que el deseo de
recrear, prolongar y poseer este estado sea abandonado para que la
percepción pueda permanecer pura y por lo tanto, fiable.

Resumiendo, se puede decir que la práctica de la meditación de la


calma duradera conduce a conseguir ecuanimidad y paz. En un estado
de calma la mente es capaz de una atención clara en la que es
consciente de su naturaleza profunda como bienestar dichoso, claridad
y vacuidad, sin imponer el concepto equivocado de verdaderamente
substancial, existencia inherente, sobre la mente misma. Con una
práctica continua el potencial para que esas capacidades aumenten no
tiene límites y finalmente, uno entra en un estado de iluminación. Es
como una oruga emergiendo del capullo como una mariposa. La
conciencia de una persona con este nivel de consciencia está
totalmente desapegada de las preocupaciones mundanas o intereses
egoístas, y él o ella está solamente interesada con el desarrollo
adicional de la concentración meditativa, aunque, por supuesto, es
todavía necesario comer para mantener el cuerpo. Sin embargo, por
muy elevados que esos estados meditativos puedan ser, no
transcienden la existencia samsárica y no provocan la liberación última.
No son comparables con la iluminación de Buda.

Para conseguir la amplia conciencia que caracteriza el estado de


iluminación, así como la obtención de la liberación de estados
samsáricos de conciencia, es crucial que la práctica de la meditación
de la calma duradera sea combinada con la meditación superior de la
visión profunda. (T: Lhaktong, S: Vipashyana), la cual es también, a
veces, llamada meditación analítica. Una vez que se ha aumentado la
capacidad de la mente para mantener la atención de la calma duradera,
la meditación superior de la visión profunda llega fácilmente y de
manera natural. Aunque mucha gente habla de vipashyana como una
forma de meditación, a menudo empleada por meditadores aprendices
de varias tradiciones, en este caso, el término es usado de una
manera muy específica. Realmente, la misma palabra puede ser usada
para describir dos diferentes niveles de práctica. Aquí se refiere a una
práctica más bien avanzada, y a su estado más elevado, esto es
inseparable de la conciencia de un Buda. Así que no es nada común.
Dentro del contexto de la filosofía budista tántrica, incluso el razonar
intuitivo altamente evolucionado del madhyamaka, y otras escuelas de
pensamiento, son categorizadas como tipos superiores de meditación
de la visión profunda. En general, aunque están interrelacionadas, la
meditación de la calma duradera se refiere normalmente a la fase de
desarrollo, y la superior, de la visión profunda, a la fase de finalización,
y así, en su materialización se considera una forma de meditación muy
avanzada.
Como principiantes debemos analizar nuestro estado de la mente
actual y darnos cuenta que es una ilusión. Por medio de
investigaciones lógicas debemos descubrir la causa de la confusión
mental. Nuestra búsqueda nos conducirá inevitablemente a ver
claramente que los fenómenos interiores y exteriores (sensaciones
mentales y objetos de la percepción de los sentidos) no tienen
substancia y son irreales.

Al empezar la meditación analítica, lo mejor es observar la naturaleza


del fenómeno exterior y, entonces, proceder de una manera gradual
con aspectos más sutiles de la mente, ya que este segundo aspecto,
aunque menos obvio, es una consideración más relevante para la
práctica de la meditación. Por medio de la indagación lógica podemos
ver que los objetos externos son simplemente manifestaciones de
estados confusos de la mente, y no existen como creemos que lo
hacen. En realidad, son simples proyecciones mentales. Es por esta
razón que en el Budismo Mahayana, la comprensión de la naturaleza
de la causa y efecto, tal como se observa en el mundo exterior, es la
base sobre la cual se sustentan otros enfoques filosóficos.

Una vez que la naturaleza de estas proyecciones mentales es


entendida, se puede invertir el proceso mental que crea el aparente
constreñimiento sólido de la realidad ordinaria, y, de esta manera, es
posible transcender los estados de la mente ordinarios que son
controlados por la confusión. Nuestra experiencia del presente,
relegada al contexto de realidad relativa, nos conduce a ver los
acontecimientos mentales que se suceden, o, en otras palabras, los
fenómenos exteriores, como substancialmente reales, mientras que,
de hecho, su naturaleza es ilusoria, como imágenes en un sueño. Es
por esta razón que somos controlados por estas ilusiones.

Por medio de la meditación, podemos, finalmente, superar esta


tendencia, mientras la mente se da cuenta de una manera gradual de
su propia naturaleza. Progresivamente, las ilusiones que se
manifiestan externamente, llegan a estar bajo un control consciente, e,
incluso, sirven como un realce de la práctica meditativa. Los
Bodhisattvas, seres que han realizado la naturaleza de la vacuidad y
que han cultivado con éxito la compasión perfecta para todos los seres,
son capaces de utilizar, e incluso transformar la realidad ilusoria para
satisfacer espontáneamente las necesidades de los seres sintientes y,
además, son capaces de manifestarse simultáneamente en varios
reinos para guiarlos.

El Buda Amitabha, por ejemplo, se manifiesta en el reino búdico de


Dewachen, mientras se manifiesta simultáneamente en cualquier otra
parte que le sea apropiado hacerlo. Esto es posible porque es capaz de
controlar la realidad. El es como un médico que es capaz de curar
cualquier enfermedad con la medicina apropiada.

El nivel de maestría de un Buda, tal como Amithaba es bastante


grande, pero incluso en estadios más tempranos se pueden manifestar
grandes capacidades. Un practicante que ha dominado los seis yogas
de Naropa será capaz de dedicarse a la práctica del sueño consciente.
Siendo capaz de mantener la consciencia durante el sueño adquiere la
capacidad de manipular las fuerzas causales de un sueño, que no
están fijadas fuertemente. Con práctica, pueden ser controladas por la
mente. Un practicante muy realizado es capaz de expandir esta
consciencia y relacionar el mismo principio a fuerzas causales en la
vida diaria. Es por esta razón que los Bodhisattvas de primer y
segundo nivel, habiendo conseguido la capacidad de manifestarse
libremente, son capaces de beneficiar grandemente a los seres,
aunque no con tanta amplitud como los Budas. El principal objetivo de
tales prácticas es percibir la esencia de la mente tal como es. Una
prueba de esta esencia sería el restablecer la vista a una persona
ciega.

La percepción de la verdadera naturaleza de la mente es más y más


exacta en la medida que uno se familiariza con la práctica. Por lo que,
es beneficioso utilizar la meditación analítica para llegar a una
conceptual aproximación de la intrínseca naturaleza de la mente, la
cual será más tarde revisada a través de la experiencia directa.

El análisis empieza con observaciones muy básicas. Por ejemplo,


veremos que la mente no es de una naturaleza física, tiene otras
cualidades que aquellas que pueden ser vistas y tocadas, y que se
adscriben al cerebro.

Pero eso no es nada. Es una presencia viva que es intensa y dinámica.


La naturaleza real de la mente es clara, vacía y no obstruida. Además,
podemos dividir la mente en dos aspectos. El primero, es el estado del
que somos conscientes, el cual, consiste en un flujo continuo de
pensamientos que surgen y cesan, cada uno distinto del anterior.

Intenta contar el número de pensamientos que ocurren en sesenta


segundos. Puedes ver que muchos aparecen y se van. Los
pensamientos no son entidades sólidas, y no es posible parar el surgir
y cesar de éstos. Intenta contar los colores que tú ves ante ti en este
instante. La mente percibe cada color claramente, aunque no se
concentra específicamente en cada uno. Cada color es la causa de un
nuevo pensamiento emergiendo. Así que si todos los pensamientos son
eliminados, ¿qué queda?

Lo que resta es el segundo aspecto de la mente, que se enfoca en sí


misma, en vez de en otros objetos. Nada será visto, oído, degustado,
olido o sentido por medio del sentido de la conciencia cuando ésta
suceda, y la conciencia será completamente liberada de todo
confinamiento.
Siguiendo esto, el alcance de la visión mental, el oído, etc. Se hará
inmensamente más grande que antes, y así, los cinco tipos de
conciencia perceptiva de los sentidos más elevados ocurrirán.
Para alguien que es nuevo en la meditación, a través de una práctica
básica que pone énfasis en ser consciente del yo, tiene el potencial de
progresar a lo largo de los estadios descritos aquí. Finalmente, en la
medida que la capacidad de mantener la atención en un punto sin
esfuerzo se desarrolla, emociones perturbadoras tales como el orgullo
y los celos, pueden ser analizadas.

Como resultado, los objetos exteriores de atención se transforman en


objetos interiores de atención. La verdadera raíz que lleva a colgarse
de la realidad como verdaderamente existente no puede ser arrancada
hasta que un nivel muy avanzado de meditación superior de la visión
profunda es conseguido. Pero es todavía posible que mucho antes las
emociones conflictivas sean, al menos, parcialmente suavizadas.

Incluso al principio, la práctica de la meditación de la calma duradera,


disminuye los obstáculos emocionales permitiendo ver claramente
cada emoción cuando surge, y, por lo tanto, comprender que
verdaderamente no existe, siendo, simplemente un acontecimiento
mental. Si la mente es capaz de darse cuenta de la vacuidad de las
emociones, entonces no existen. Incluso el apego remitirá cuando sea
reconocido como vacío. El karma, por otro lado, continuará
funcionando como el incesante flujo de causa y efecto. La meditación
de la calma duradera por sí misma, no tiene el poder de liberar al
meditador de la necesidad de estar sujeto al proceso de causa y efecto.
La disciplina en la vida diaria, tal como la regulación de la ingesta de
comida, ayuda disminuyendo el impacto de las experiencias
frustrantes sobre el equilibrio de la mente.

Para cuando se haya conseguido un nivel que le permita a uno


dedicarse a la meditación superior de la visión profunda, los problemas
relacionados con los efectos kármicos no molestarán mucho. Sin
embargo, el nivel de la práctica de la meditación de la calma duradera,
puede ser, todavía, fácilmente perturbado. ¿Qué hacer con esto?

***

Una recomendación que yo doy es la de tomar los votos de


Bodhisattva, que suponen un compromiso de postergar un deseo de
iluminación ante el gran objetivo de ayudar a todos los seres. Por
medio de tal compromiso, uno siembra en ese momento las semillas
para su futuro desarrollo, resultando ser un fuerte y sincero deseo de
liberar a todos los seres del sufrimiento del sámsara. Es beneficioso
recordar a la mente que todos los seres, sin excepción, son nuestros
familiares, ya que, en algún momento, durante anteriores existencias,
han sido nuestros padres o madres, y nos han mostrado
inconmensurable cariño.
Manteniendo esta clase de perspectiva se transforma la práctica de
uno completamente, ya que si la motivación personal de esforzarse
por la propia liberación es alterada a causa de la compasión, entonces
se adopta, realmente, el camino más corto y directo de conseguir la
iluminación. ¿Por qué? Porque desde el mismo comienzo, esta
motivación pone el foco de los propios pensamientos en línea con los
de Buda.

Tomando los votos de Bodhisattva, uno promete seguir unas pautas de


conducta apropiada, asociadas con la forma de vida de un Bodhisattva.
Los votos se relacionan, no sólo con la propia actividad exterior, sino
también con la actitud interior. Si la promesa es mantenida
cuidadosamente y no se permite que se deteriore nunca, el inmenso
poder generado por observarlo, suavizará toda clase de potenciales
perturbaciones emocionales y obstáculos de la propia práctica. Como
Shantideva dijo en “La vida de un Bodhisattva”: “Tomar este voto le
protege a uno de toda clase de obstáculos”. Por lo que es necesario
hacer continuos esfuerzos para mantener este voto, renovarlo
interiormente de una manera regular y particularmente cuando uno se
da cuenta que ha sido incumplido. El enfado, los celos y el orgullo son
los principales factores que debilitan el compromiso y la propia
convicción. Habiendo tomado los votos, uno debería definitivamente
hacer todo lo posible por mantenerlos, pero surgirán, por supuesto,
muchas dificultades, especialmente al principio.

Es casi inevitable que uno sea arrastrado por pensamientos, palabras o


actos equivocados. Como remedio es bueno recitar el “Sutra de las
Tres Recolecciones” tres veces al día, mientras se visualizan los treinta
y cinco Budas, y se piensa en el bienestar de todos los seres sintientes.
De esta manera, el voto será mantenido.

En conclusión, me gustaría animar a todo el mundo a considerar


profundamente la importancia de la meditación. Si consideramos
realmente lo corto de nuestra existencia, pienso que sentiremos una
gran motivación hacia la práctica, aunque somos los únicos que
debemos decidir realmente sobre lo que es importante. Otro punto a
considerar es la importancia de tener alguien que nos guíe. Ya que
estamos dentro de una tradición, es necesario tener un guía. Confiar
en un maestro auténtico será algo muy beneficioso para ti.

http://www.oshogulaab.com/BUDISMO_TIBETANO/LISTADOM
AESTROSBUDISTAS.htm

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