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Labios que queman.

"Se mata como fieras, se muere como hombres".


Roland Barthes.- Tácito y el barroco fúnebre.- Ensayos Críticos.

Bella Luna era una hermosa hembra Jirajara*, radiante y plena a mediodía, sus labios,
su cara, todo en ella reflejaba lo espectacular de su raza. Con el cuerpo a medio salir del
agua impacta al Guepardo siendo adornada por el cabello negro que corre furtivo
chorreando agua hasta tapar la punta de sus senos de pera dulce. Los Dioses sufren al no
ser mortales y poder así saborear, sentir a carne plena en humano placer, el éxtasis
provocado al bañar de amor tan precioso cuerpo. Un Halcón se perdió en la línea de su
espalda morena, un Tigre le dio el brillo a sus ojos, una pantera sus movimientos, y
ahora va a parir del Sol. Ella sale del Río y algún travieso Dios que se había disfrazado
de agua llora gotas de Luz en su vientre.
Sol Piel de Sangre es el joven que la ha hecho su mujer. Tras vencer intrigas y fiera
disputa contra el hijo del gran hombre, del jefe mayor, ha logrado prendar los ojos en
estrella de tan bella muchacha.
Muchas lunas han pasado desde que el padre de Piel de Sangre fue imponente líder,
danzante en furioso amarillo. Ahora, en la oscuridad de los días, consuela sus huesos en
negras tardes metido en un mundo de plantas de sueños arropados por muchos colores.
Una sonrisa de satisfacción y burla escapa de la cara del viejo al lanzar directa y
arrogante mirada al jefe, en silencio admira su coraje y se alegra porque es un buen
sucesor. Contempla complacido la paz de su grupo, la maravillosa belleza de las
mujeres, la gallardía y fuerza de los jóvenes al entregarse a los juegos otrora impuestos
por él. Puede ver a la tierra abrirse en cascadas y escuchar el rumor del agua allá donde
se esconde de la luz. Peces, venados, yuca, olor de orégano incitando a la menta a
danzar, se van enlazando y estallan brindando descomunal paraíso. Respira fuerte
abriendo alegre los ojos al contemplar a varios jóvenes construyendo armas y
ejecutando artes de guerra para complacer a la mañana. A lo lejos, en las minas de
Buría, se arrastra el sucio, putrefacto, el asqueroso hombre lombriz (el español).
Se oye un largo grito de júbilo, es la llamada para la caza, será una jornada especial; el
objetivo es un tigre cuya piel será ofrendada al gran jefe y una danza al estar cubiertos
con su sangre será ofrecida a la noche. Sólo un grupo de tres hombres cuidarán del
refugio.
Esa noche la Luna se estremeció con gritos de dolor, el hombre blanco había dado con
el escondite, el asalto fue cruel y brutal. Los tres valientes guardias no resistieron mucho
tiempo y fueron degollados. Las viviendas y la comida fueron quemadas, los animales
dados en desbandada, las herramientas destrozadas. Convertido en zorro el hombre
maldito tomó los pedazos de sol del gran hombre junto a las piedras brillantes y a las de
muchos colores. Tomaron doce de las mas bellas mujeres. Un valiente niño que les hizo
frente fue tomado por los pies y por la cabeza y desmembrado. En el camino Almendra,
hermosa y rebelde siempre, saltó a la cara de un invasor desprendiéndole con sus
dientes un pedazo de cara, siguió un grito de furia y exclamaciones de terror y asombro.
La ataron por las manos al caballo haciéndola correr gran trecho, sus piernas no dieron
mas y cayó, fue arrastrada hasta que su hermosa piel se tornó en una extraña mezcla de
grumos sangrientos enlodados.
En la madrugada aquellos desalmados violaron a las mujeres, uno a uno fueron pasando
por sus cuerpos. Con aliento pestilente y gritos aberrantes mancharon el honor e
infligieron dolor y desdicha.
Un grito de dolor y rabia se oyó arriba en la quebrada, era Coneja Blanca que había
logrado escapar. Sus manos al salir del agua están rojas, está agachada con las piernas
abiertas vertiendo rojo dolor en el agua. Unos hombres se aproximan, van a tomarla,
pero ella lleva sus manos a quijada y cabeza en forma vecina partiendo su cuello
cayendo muerta. Alarmados regresan y después de saciar su lujuria en el horrendo acto
deciden encadenar a las mujeres en un cuarto evitando así que vayan a matarse.
Aquella dolorosa mañana bañada de gris, al regresar, los hombres descubren la cara del
desastre. De el grupo avanza y cae de rodillas Frío que Quema, el hijo del jefe, su rostro
se deforma por el dolor y toma la punta de su lanza sacando sus ojos. luego confesó su
traición: Los hombres lombriz lo harían jefe de la tribu si él les indicaba dónde quedaba
el refugio y les concedía los pedazos de Sol y las piedras de colores. Cubierto de
desgracia camina y se pierde rumbo al fuego que no te permite jamás nacer de nuevo.
Tras momentos de desconcierto y desesperación se decide formar dos grupos, uno
seguirá hacia allá, donde el Sol vaga ocultando su vergüenza; el otro bajará al río,
rescatará a las mujeres y aplicará terrible venganza. Las bestias deben ser enviadas al
oscuro pozo, al lugar que ha sido aborrecido por la luz. Todo en la vida de ese enemigo
es podredumbre, gusano y llagas. La enfermedad y la grosería son su Dios, son no
nacidos, sólo reflejo de odio y muerte, de esa muerte que no te permite volver a nacer.
Se oyen truenos y blancos latigazos sacan sangre de la espalda del cielo, esta noche la
lluvia es púrpura y feroces guerreros Jirajaras se disponen en estructura circular
cercando el fuerte enemigo. Las miradas disparan furia, mandíbulas apretadas y
respiración de fuego: Se desplazan sigilosos, puntas de flechas envenenadas eliminan a
los centinelas, trepan en rápidos y centelleantes movimientos brincando sobre su presa.
Se oye el crujir de huesos, las puntas de flechas entran en frentes y pechos, el universo
se cubre de gritos desgarrados de víctima y de roncos y salvajes gritos de ejecutor. Los
malditos huyen, gritan de terror, un hacha abre una frente, una fuerte mano nativa toma
un enemigo por el labio superior halándolo hacia arriba desgarrando su cara que ahora
cambia a estridente concierto de dientes y encías. Los prisioneros son agrupados, se
entierra una serie de filosos palos igual al número de éstos, luego son implacablemente
empalados dejando de mensaje al invasor una serie de figuras grotescas de cuyas
espaldas brotan prominentes las vísceras y los pulmones.
Se rompen las cadenas, se emprende la marcha y firmes brazos de hombre consuelan a
sus mujeres. Se prometen firmemente sembrar fuego, vida y orgullo en los ahora
desolados y dolidos vientres. Los guerreros brindan tierna canción a sus amadas:

Tu olor de naranja me anima


Adornaré tu cabello con pedazos de sol
La noche no te alcanzará nunca
Seré tu piedra, tu creciente, tu luz
El dolor no te volverá a tocar jamás
Eres una flor blanca y rosada
Toma mi sangre y riega la tierra
nacerán claveles rojos que te seguirán danzantes
Cuando crece la hoja en silencio
te estoy diciendo que te amo
Tus labios queman y es fuego que nos une por siempre.

*.- Jirajara: Raza indígena que durante la conquista española habitó las codiciadas
tierras ricas en oro que bordeaban el río Buría de la actual Nirgua en Venezuela.- Nota
del autor.
FIN

Victor Pereira.

http://www31.brinkster.com/victorpereira/Cuentos/LabiosQueQueman.htm

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