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Respiró profundo una vez y volvió a tratar de relajarse. Era una tarde
fresca, justo como era en el inicio de la primavera, la brisa, aún fría,
golpeaba su cara y eso era sumamente relajante. En ese momento
escuchó pasos acercarse, se extraño, luego vinieron las risas de una
chica. De mala gana abrió los ojos y giró su cabeza hacia donde venía
la bulla, y en ese momento su vida cambió, y se encontró con un
ángel caído del cielo
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caminaba a paso rápido tratando de dejar atrás a la otra. Cuando
menos lo pensó, ella tropezó con algo y se fue de boca al suelo, el se
paró de un salto, con toda la intención de evitarle el golpe, pero fue
demasiado tarde, la chica se estrelló de cara contra el césped.
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- No, tonta Bella, no estás muerta... pero si fue un ángel el
que te salvó – dijo sonriéndole a Edward.
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- Hazme caso, Bella – su nombre sonaba malditamente bien cuando
salían de esos perfectos labios – créeme, se lo que te digo – ella lo
miró extrañado – estoy en el último semestre de medicina – dijo
aclarándole a la chica. Ella suspiró
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- ¿Y tu Rose? -
Como media hora después llegaron los chicos con las bandejas de
comida y las pusieron en la mesa. Edward le pasó la comida a Bella y
se sentó frente a ella.
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- No hay de que agradecer, Bella, fue todo un placer -
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- No es nada malo, Bella. Sólo quiero que me acompañes a una
obra de teatro que se va a presentar allá y pensé que te
gustaría asistir – a Bella se le iluminó la cara y sonrió
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Capítulo 2. A ¿¿Nueva York??
- Juro, Alice Brando y Rosalie Hale, que algún día van a pagar
por esto – dijo con los ojos cerrados – mis pobres pies ya no
tienen vida!!
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En ese momento dos manos le cubrieron los ojos. Ella bien conocía
esas manos, como no. Sonrió y posó sus manos encima.
El resto del día pasó lentamente, cuando por fin fue la hora de salida
Bella corrió, junto a sus amigas, a su habitación. Tomó una rápida
ducha y se vistió con un bonito conjunto de jean y camisa azul oscuro,
junto con un azul más claro, se puso unas zapatillas negras, Alice le
arregló el cabello en suaves ondas y le colocó un poco de maquillaje.
Bella no protestó, todo gracias a los nervios que tenía. Rosalie tomó
su maleta y bajaron hacia el estacionamiento de la Universidad.
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torcida y un brillo especial en los ojos, su cabello estaba
perfectamente desordenado, como siempre.
Cuando llegaron, Bella no podía creer lo que estaba ante sus ojos. El
hotel era una belleza. El edificio parecía de esas construcciones de
antaño, altísimo. Cuando entraron el lobby era espacioso, con
muebles de estilo victoriano, lámparas grandes que mantenían bien
iluminados todos los espacios. Edward caminó hacia la recepción,
tomándole la mano.
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- Buenas noches señorita, tengo reservaciones a nombre de
Edward Cullen – la chica buscó en la computadora, luego le entregó
una llave – habitación 515, piso 5 -
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Wow – fue lo único que dijo, y ella se sonrojó y caminó rápido hasta
meterse bajo las sábanas. Edward entró al baño y tuvo que echarse
suficiente agua fría antes de salir, la visión de Bella en un suave
pijama azul de seda había hecho estragos con su organismo y a su
mente, se colocó su pantalón de pijama gris oscuro y salió. Bella ya
estaba dormida y se quedó observándola embelesado.
Definitivamente era una diosa hecha mujer, observó la paz de su
rostro mientras dormía.
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Capitulo 3. New York, New York
Por su lado Bella comenzaba a despertarse, sin abrir los ojos se volteó
en la cama y se estiró, había estado soñando con el ángel que la
acompañaba en ese viaje, sonrió, definitivamente eso no era normal.
Abrió los ojos lentamente y la luz le molestó un poco en la vista,
parpadeó unas veces y se fijó que Edward no estaba en la cama, en
eso escuchó la regadera. “Oh vamos Bella, controla tu mente, deja de
pensar en el fabuloso chico, de hermosos ojos verdes y cuerpo
perfecto que se encuentra ahorita bajo la ducha...”, ella se estremeció
con su propio pensamiento. En ese momento se abrió la puerta y
Edward salio impecablemente vestido con una camisa azul clara y
pantalones oscuros, secándose el cabello con la toalla, Bella se tapó
hasta debajo de los ojos con la sábana, evitando que Edward viera el
sonrojo que tenía en sus mejillas. El sonrió al verla, parecía una niñita
escondiéndose debajo de las mantas.
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salido de Forks salvo para ir a visitar a su madre en Phoenix y,
obviamente, para asistir a la universidad. Las pocas salidas habían
sido con Rosalie y Alice al centro comercial en Connecticut. Edward al
ver que estaba un tanto abrumada por la cantidad de personas, le
tomó la mano, cosa que a ella le sorprendió, pero le era tan agradable
que no hizo comentario alguno. Caminaron un buen rato, mirando una
que otra tienda, siempre tomados de manos.
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peligros que sería para su integridad física y la de Edward si ella
llevaba zapatos tan altos. Se secó el cabello dejando unas cuantas
ondas sueltas y finalmente se maquillo con un poco de sombra azul,
delineador, máscara para pestañas y labial.
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- Como no me va a gustar, un excelente lugar, una muy buena
obra y... la mejor de las compañías – dijo viéndolo a los ojos con
infinita ternura – Gracias – le susurró, haciendo que éste sonriera
más todavía.
- Gracias – dijo ella contra sus labios. El pasó sus manos por la
cintura de la chica y la apretó más contra su cuerpo, juntando
nuevamente sus labios, dando paso a un beso más profundo,
mientras ella llevaba sus manos al cuello del chico y comenzaba a
entrelazar sus dedos en los cabellos cobrizos de el – Whoa – dijo ella
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suspirando cuando se separaron por falta de aire, apoyando su frente
a la de el, quien todavía la tenía tomada de la cintura
- Eso ha sido mucho mas que whoa – dijo el sonriendo, ella se rió –
será mejor que salgamos o sino se nos va a hacer muy tarde
para ir a cenar – dicho esto le dio un corto beso en los labios y la
tomó de la mano rumbo al carro, dándose cuenta de que ya casi no
había gente dentro del teatro.
- Buenas Noches, una mesa para dos, por favor – pidió Edward
amablemente
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- Buenas noches, soy Sthephanie y voy a ser su mesera esta
noche – dijo una joven alta, de cabello negro liso y de
aproximadamente 20 años - ¿qué puedo ofrecerles? – dijo,
prácticamente comiéndose con los ojos a Edward. Bella se tensó y
puso su otra mano sobre la de Edward, el se aguantó una sonrisa al
ver el gesto
En ese momento llegó la joven con las bebidas y los menú, Edward
tomó uno y Bella el otro y se puso a ver la comida que le ofrecían, de
vez en cuando ella fruncía el ceño y Edward la veía de reojo. Al final
ella suspiró y trancó en menú
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Bella empezó a comer y no pudo evitar un sonido de satisfacción
cuando probó la pasta que Edward le había ordenado, causando
gracia en él
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atrajo hacia el, haciéndola sentar y poco a poco fue deslizando el
cierre del vestido acariciando a su vez la espalda de Bella. Cuando
menos pensaron se encontraban los do desnudos, amándose como si
la vida se le fuera a ir en ese momento. Si el cielo existía, ellos habían
llegado juntos. Cuando acabaron estaban con la respiración acelerada
y el corazón latiendo fuertemente dentro del pecho. El estaba sobre
ella y tenían sus manos entrelazadas sobre su cabeza.
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Capítulo 4. De vuelta a la realidad
Vengo pronto, tengo algo que hacer, extráñame tanto como yo te voy
a extrañar a ti, y, por favor, cuida de mi corazón que lo he dejado
contigo.
Te Amo
Edward”
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borde de la cama y ella caminó hacia el para pasarle las manos por el
cuello, el puso las suyas en su cintura, y la atrajo hacia él para luego
darlo un beso en los labios
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- Emmett... no puedo respirar – dijo ésta riendo y su hermano la
soltó – y no exageres, fueron sólo dos días, ni dos días, fue un
día y medio -
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- Hijo, ¿Cómo estás? ¿Cómo va todo? – preguntó Carlisle desde el
otro lado de la línea
- Si hijo -
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- Nosotros también te amamos, hijo, nos vemos – dicho esto
trancó el teléfono y se sentó en el borde de su cama, suspiró y dejó
caer la cara entre sus manos
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Capítulo 5. Decisiones... solo decisiones
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- Yo también mamá – le dijo depositando un beso en su mejilla
- ¿Se puede? – dijo una sonriente Esme, quien frunció el seño al ver
el semblante de su hijo
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Esme no dijo nada, nada podía decir o hacer, sabía muy bien cuales
eran las consecuencias de incumplir el trato con los Denali. Ella
suspiró, sintiéndose impotente de hacer algo por su hijo. Edward tenía
la vista perdida hacía el ventanal de su cuarto.
- Lo que hagas está bien, mamá – le dijo con una pequeña sonrisa.
Esme se levantó y le dio un beso en la frente antes de salir.
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madre y su padre con un beso y subió a su habitación. Se cambió y
luego buscó su celular y marcó el número de Bella
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Bella tenía una extraña sensación desde que se había ido Edward. Se
la pasaba todo el día ansiosa y no hacía más que esperar poder
escucharle la voz nuevamente. Ese día habían quedado en comer
todos en el claro que quedaba después de la escuela de Literatura.
Bella estaba sentada esperando que los demás llegaran recostada del
árbol y con la vista perdida en el cielo
- ¿Y mi hermano y Rose? -
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- ¿Confías en Edward? – Bella asintió – Entonces no hay de que
preocuparse – dijo poniéndose de pie – vamos, que ya van a
comenzar las clases
Bella se fue a sus clases, aún con esa extraña sensación que le
oprimía el pecho y le hizo estar distraída a toda hora, solamente
anhelando recibir la llamada de Edward y escuchar la única voz que
podía tranquilizarla de verdad
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Carlisle tomó de la mano a Esme y se fueron hacia la cocina, mientras
Edward y Eleazar fueron al despacho de su padre.
- El confió en ti -
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Edward sintió la sangre correr más a prisas por sus venas, quería
matarlo ahí mismo, con sus propias manos.
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Capítulo 6. Los cuentos de hadas no existen
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- Tranquilo papá, se lo que hago – suspiró – y es lo mejor, para
todos
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todos sus amigos se quedaron allí con ella, preocupados por lo que
había pasado, haciéndose miles de pregunta, sin tener ninguna
respuesta en concreto.
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El resto de los días pasaron sin ningún avance. Edward casi no salía
de su habitación más que para ir a clases o para comer, más nunca
paseó hasta la escuela de Literatura ni visitó su prado, donde había
sido el hombre más feliz de la tierra. Lo único que hacía era estudiar
para sus exámenes finales, trataba de mantener la mente ocupada
para no pensar en los ojos chocolate que continuamente se le
aparecían en sueños.
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- ¿Así de fácil? – preguntó al borde de las lágrimas, Edward se odió
una vez mas
- Así de fácil – confirmó con la voz más firme que pudo – sólo fue
una aventura que dejamos que se fuera más allá de lo que se
debía – quiso patearse por decir semejante cosa – Siento haberte
hecho creer cosas que no son, Bella -
- Yo... – tragó fuerte – Yo daría mi vida por ti, pero no, por favor,
no me pidas que escoja entre ella y tu – le dijo con voz ahogada –
porque te amo más que a mi vida es que lo hago, porque no
soportaría saber que algo te pasara por mi culpa – dio un fuerte
respiro – se que no me entiendes y no te voy a pedir que me
perdones, porque ni yo mismo puedo hacerlo, pero, por favor
– suplicó – créeme que esto lo hago porque te amo, y te
suplico, no, te imploro, que sigas tu vida Bella, yo no merezco
que hagas de ella algo miserable, eso déjamelo a mi, tu vales
oro y mereces a alguien que pueda entregarte su vida y su
corazón y su alma sin ningún temor o remordimiento – cerró los
ojos – yo por mi parte, lo único que puedo prometerte es que
nadie, jamás, va a tener mi corazón, porque ese lo dejo aquí
contigo para que hagas con el lo que tu desees, porque desde
que te vi y hasta que me muera te va a pertenecer – dicho esto,
le dio un último beso en los labios y dio media vuelta y se fue,
dejándola desconsolada y sola, deseando con todas sus fuerzas que
encontrara a alguien que la amara aunque sea un poco de la forma
en que el lo hacía.
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Han pasado ya veinte años desde esa última vez que la vio. Pasó su
graduación, a la cual ella no asistió, pasó su boda, si grandiosa boda.
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Había salido en todos los periódicos de circulación nacional.
“Contrajeron nupcias el hijo del famoso Dr. Carlisle Cullen, Edward y
la hija del magnate de los negocios Eleazar Denali, Tanya”. Si
supieran que ese día había significado la muerte progresiva de
Edward Cullen, como si de una enfermedad se tratase.
Y aquí se encontraba, con los años pasándole factura pero no por eso
menos apuesto que antes. Su hermoso cabello apenas lo cubrían
unas pequeñas canas, su cuerpo seguía estando en forma, para un
hombre de su edad y conservaba los inigualables ojos verdes, pero
que habían perdido el brillo que hace tiempo atrás tenían. Estaba en
su despacho, con una copa de brandy, sentado en su sillón preferido
frente a la chimenea, en su mano jugaba el hermoso anillo que le
había gustado a Bella cuando fueron a Nueva York, y que él, en un
acto impulsivo y sin sentido, le había comprado, con la ilusión de que
alguna vez pudiera colocárselo en su dedo como símbolo de su amor
eterno, pero ese día, para su desgracia, nunca llegó.
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Para darnos tanto amor
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