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“Unasur: La estrategia brasileña"

Unasur: The brazilian strategie


Unasur: La stratágie brésilienne

Por Cyntia Páez Otey, periodista y candidata a Magíster en Periodismo Político de la Universidad
Nacional Andrés Bello. Además, es diplomada en Estudios Políticos, mención “Actores y Procesos en
la Política Mundial Contemporánea: América Latina en un mundo globalizado” de la Universidad de
Chile. Se ha especializado en relaciones internacionales, integración regional y diplomacia.

Resumen:
Lula da Silva es uno de los líderes más respetados del mundo y, en sus manos
ha renacido Brasil. Atrás quedó aquel país que miraba con desdén a una
región pobre. Hoy, no sólo busca representar a las llamadas “naciones
progresistas”, sino que reconoce el valor de América Latina e impulsa una
nueva iniciativa de integración regional: Unasur.

Abstract:
Lula da Silva is one of the leaders most respected of the world and, in his hands Brazil has
been reborn. Behind there stayed that country that was looking with disdain to a poor region.
Today, not only he seeks to represent to the so called " progressive nations ", but also admits
the value of Latin America and stimulates a new initiative of regional integration: Unasur.

Extrait:
Lula da Silva est l'un des leaders plus respectés du monde et, à ses mains le Brésil a renaître.
Derrière est resté ce pays qu'il regardait avec dédain à une pauvre région. Aujourd'hui, non
il cherche seulement représenter aux "nations dénommées progressistes", mais il reconnaît la
valeur de l'Amérique Latine et pousse une nouvelle initiative d'intégration régionale :
Unasur.

Santiago, 30 de Julio de 2009



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Cuando, tras su reelección en 2003, el Presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva,

afirmó que “la prioridad de la política exterior brasileña será Suramérica”, el continente le

creyó poco. América Latina se ha acostumbrado a ver cómo sus políticos lanzan frases

rimbombantes para hacerle saber al mundo el arribo de un nuevo líder. Pero no es el caso de

Lula, un mandatario que no necesita recurrir a las promesas fáciles para encantar a los

brasileños y a los líderes mundiales.

“Es el más popular del mundo”, lo halagó el Presidente norteamericano, Barack

Obama, evidenciando que el Jefe de Estado brasileño es hoy una celebridad de la diplomacia

internacional, debido -más allá de su esforzada historia personal ligada al mundo obrero-

principalmente a estar a la cabeza de un país que ha luchado por superar los embates que el

desarrollo económico supone para las naciones emergentes. Y sabe que ése es su punto

fuerte. Continuando con los elogios, la mandataria de Chile y presidenta pro tempore de la

Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), Michelle Bachelet, ha afirmado recientemente

en una entrevista realizada por la periodista María Luisa Godoy que “a mí me asombra

permanentemente Lula, (en especial) por su sabiduría. Es un gran líder; un gran Presidente;

muy capaz políticamente; un muy buen compañero”.

El Palacio Itamaraty, lugar que cobija al Ministerio de Relaciones Exteriores

brasileño, es un mar de aciertos y la piedra fundamental del gobierno para mejorar la imagen

de una administración marcada por denuncias de corrupción, pero aun así con una fuerte

adhesión a la figura del Presidente Da Silva, gracias a la capacidad de éste para mantener la

disciplina fiscal, el diálogo abierto y una justa mezcla de negocios con programas sociales.

Un buen líder es quien se embebe de su pueblo y adopta sus intereses como propios,



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compartiendo sus gustos y miedos. Lula encarna el espíritu de los brasileños y lo lleva por el

mundo.

El gigante

Según Ricardo Hormazábal, profesor adjunto del Departamento de Gobierno y

Gestión Pública del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, en relaciones

internacionales los países están determinados por atributos demográficos como el tamaño,

motivación, habilidades y homogeneidad de la población; atributos económicos que afectan

la conducta y la política exterior de un Estado, como el tamaño y tasa de crecimiento de su

economía, nivel de la riqueza nacional y la naturaleza de su sistema económico; atributos

militares o la disponibilidad para involucrarse en un conflicto bélico; y los atributos

gubernamentales, como la política exterior y la naturaleza del sistema político. Todos estos

factores podrían afectar el interés nacional y, en consecuencia, la política exterior de un país.

Brasil destaca por su envergadura. Es el país más grande del subcontinente, ocupando

47,9% de la superficie sudamericana; se sitúa, además, entre las cinco naciones con mayor

territorio a nivel mundial. Su población alcanza cifras cercanas a los 200 millones de

habitantes, con un PIB per cápita anual de US$ 9.876. Geopolíticamente, su ubicación es

perfecta: limita con todos los países del subcontinente, excepto Chile y Ecuador; se sitúa en

la zona tropical del globo con amplias salidas al Océano Atlántico. Posee gran riqueza

ecológica, desde reservas de agua dulce hasta una compleja biodiversidad.

El interés de Lula es despertar a un tranquilo gigante introvertido, que miraba con

recelo y desconfianza a una región desordenada, pobre y estancada en ideologías añejas, para

convertirlo en un activista que no se conforma con ser espectador del escenario global: desea

ser protagonista de los debates del siglo XXI.



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Tras la obtención de cierta seguridad en el actuar político que ha adquirido su

gobierno, junto a una economía sólida y las eficientes relaciones de intercambio comercial

con gran parte de las economías más importantes del mundo, Lula intenta afirmar el liderazgo

de Brasil, viendo a su país como un ejemplo para otras naciones en materia de superación de

la pobreza en base al equilibrio entre lo público y lo privado, gracias a la adecuada

intervención estatal.

La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) será el escenario latinoamericano que

permitirá, a mediano plazo, insertar a la nación carioca como protagonista fundamental en la

toma de decisiones concernientes a la visión futura de una América Latina que se proyecta

con fuerza en la nueva configuración mundial.

Cristián Leyton en su artículo “Brasil y Unasur: ¿liderazgo cooperativo o

hegemónico?” publicado en la revista de la Academia Nacional de Estudios Políticos y

Estratégicos del Ministerio de Defensa de Chile, afirma que “somos testigos de una

transformación del comportamiento brasileño hacia el espacio regional. Brasil está volviendo

a ejercer un liderazgo regional para algunos con claros tintes hegemónicos. La presencia

activa lusitana (sic) en Sudamérica, parece constituir un pequeño paso en orden a alcanzar

una presencia mundial. America del Sur, en este sentido, constituye sólo un medio a fin de

alcanzar un objetivo mayor: llegar a ocupar un asiento permanente en el Consejo de

Seguridad de la ONU”.

Los atributos nacionales de Brasil determinan su actuar y fortalecen el modo en que la

diplomacia consigue sus objetivos nacionales, además del alcance de sus determinaciones

tanto el diseño como la implementación de sus estrategias en el escenario internacional.



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Liderazgo de Lula

“No me considero líder de nada. El liderazgo es un concepto teórico. Todos quieren

ser líderes” contestó a los halagos de Obama. Sin embargo, Brasil quiere ser influyente,

manteniéndose en una zona protegida, pero con posibilidad de girar la rueda a su favor

cuando sus intereses se vean en peligro.

Según el analista del Centro de Estudios e Investigaciones Militares (Cesim), Jaime

Abedrapo, “Brasil siempre ha sido exhortado a tomar el liderazgo de la región y, por distintas

razones -problemas domésticos, de violencia, marginación y drogas-, no lo ha hecho. Ellos se

sienten un continente, nunca han visto la necesidad de liderar un montón de países pobres.

Lula cambió el enfoque en su política exterior y se dio cuenta de que, si quiere estar con los

BRIC (ver infografía), jugar con las potencias emergentes, tener mayor poder de negociación

en la Organización Mundial de Comercio (OMC), y ser miembro permanente del Consejo de

Seguridad de Naciones Unidas, lo mejor sería encabezar y liderar esta zona”.

A partir de 2003, la política exterior brasileña ha cambiado. El país va en la dirección

de ser una nación propositiva en el escenario multilateral de un nuevo orden mundial. En

especial, la representación de los intereses de aquellos países que tradicionalmente no tienen

una voz potente en las decisiones fundamentales que determinan el destino del mundo.

Rol estratégico de Brasil en América Latina: contención

Los procesos actuales para aumentar el poder de los gobernantes latinoamericanos,

como sucede en Venezuela, Bolivia, Ecuador y, recientemente, Colombia, demuestran la

debilidad institucional y democrática de la región.



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“Cuando se observa lo que ocurre en Latinoamérica en materia de institucionalidad

presidencial, las conclusiones distan de se alentado ras. En esta década, el Presidente (Hugo)

Chávez reformó la Constitución venezolana para poder reelegirse, y luego, después de dos

intentos, logró que la reelección pueda ser indefinida. En Bolivia, el Presidente (Evo)

Morales muestra intenciones de avanzar en la misma dirección, y el Presidente (Rafael)

Correa, de Ecuador, también modificó la Constitución, consiguió ser reelegido (…) Esta falta

de madurez democrática que están demostrando varios países de Latinoamérica es

preocupante”, afirma un reciente editorial del diario El Mercurio.

El hecho es que “se trata de un fenómeno transversal, pues cruza los ejes políticos

que se han establecido en el último tiempo en la región, entre los partidarios de una izquierda

populista –muy dependientes de liderazgos carismáticos- y los gobiernos con instituciones

aparentemente más fuertes y permanentes. Es una señal preocupante, pues sugiere que, como

sistema político –con sus exigencias y normas de funcionamiento- la democracia no se ha

arraigado profundamente”. Esto evidencia no sólo fragilidad en la trama sobre la cual se

construye la sociedad latinoamericana, sino también una red poco segura para construir los

lazos de integración adecuados y necesarios.

Jaime Abedrapo asegura que “es necesario fortalecer las leyes y las instituciones. En

Venezuela no se han fortalecido las instituciones; se ha fortalecido Chávez. En Ecuador, lo

mismo: es Correa, no tiene oposición. En Bolivia, algo muy similar; es Evo Morales.

¿Tenemos sustento para generar organizaciones internacionales? No es un problema de egos,

sino de tradiciones políticas. Hay que volver al republicanismo, a las instituciones; la gente

debe querer y respetar la ley, porque parece que en América Latina esto se está perdiendo”.

El rol que ha adoptado Brasil en este marco es el de contener, proteger y velar por los

valores democráticos, la libertad y el libre mercado, expandiendo su mensaje de desarrollo

igualitario de la mano de un pensamiento pro-trabajadores e incentivando el diálogo entre



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pueblos que ven como única salida los populismos totalizantes ligados a Cuba y Venezuela.

Lula interpreta que sin desarrollo industrial, cooperación internacional ni intercambio

comercial, es imposible que el Tercer Mundo mejore la calidad de vida de sus ciudadanos;

por tanto, se ha transformado en la voz de los que no la tienen en foros internacionales.

Sinclair Thompson, profesor de Historia Latinoamericana de la Universidad de Nueva

York y co-autor de “Revolutionary Horizons”, afirma que “Brasil está interesado en apoyar a

la región. Hay voluntad e intenciones favorables; es pero aún incipiente. Unasur es un cambio

en el eje de poder, ya que el gobierno de Estados Unidos no podrá ir en ayuda de América

Latina y tampoco ejercer un poder unilateral. Por eso, la integración es una nueva realidad”.

Integración latinoamericana, Estados Unidos y poder militar

Aunque se suele argüir que las tentativas de integración latinéamericana son una

imitación de la experiencia de la Unión Europea (UE) en los planos comercial, militar,

político y económico, particularmente durante la segunda mitad del siglo XX, América

Latina también ha acumulado –desde hace más de un siglo- cierta experiencia en este ámbito.

Los primeros intentos de generar espacios de convergencia fueron resultado de las

ideas panamericanistas de Simón Bolívar, quien, en 1826, convocó el Congreso de Panamá.

Sin embargo, no fue hasta 1889 cuando los países latinoamericanos, citados por Estados

Unidos, se reunieron a dialogar. Así nacen las Conferencias Panamericanas. Entre 1889 y

1954 se efectuaron diez reuniones, de las cuales ocho se centraron en lograr una unión

comercial y aduanera en América del Sur; además, se estableció una Oficina Internacional

con sede en Estados Unidos. Sin embargo, tras la emergencia de los fascismos y el inicio de

la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) el eje de discusión cambió hasta centrarse en la

mantención de la paz y seguridad en el continente, además de asegurar canales efectivos de

control de conflictos.



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Su incursión y consecutivo triunfo en dicho conflicto, dieron a Estados Unidos

influencia en la política mundial –como consecuencia del apoyo otorgado a la creación de

organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945-.

Tres años después, busca apoyo a nivel continental, mediante la creación de la OEA

(Organización de Estados Americanos) con sede en Washington DC.

Paralelamente, reafirma su poderío, tanto en materia económica vía Plan Marshall para

la reconstrucción de Europa, como a través de su brazo militar con la conformación de la

OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), con el objetivo de contrarrestar la

creciente influencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

La segunda mitad del siglo XX verá el enfrentamiento entre dos fuerzas antagónicas

que se disputarán el mundo. La Guerra Fría no sólo afectará las aspiraciones de paz en

Europa, sino que trabará la anhelada unión en el subcontinente latinoamericano, sumiéndole

en dictaduras de derecha que serán superadas sólo hacia las postrimerías del siglo.

El escritor cubano Carlos Alberto Montaner, en su libro “No perdamos también el

siglo XXI”, postula que América Latina ha fracasado en su camino al desarrollo porque, de

uno u otro modo, ha sido el “campo de pruebas de experiencias foráneas” que, si bien fueron

exitosas en sus lugares de origen, “sólo nos han llevado al tercermundismo”.

Una de las principales críticas realizadas contra la OEA es, precisamente, su postura a

favor al intervencionismo norteamericano en la región y que, América Latina como un

conjunto de países soberanos e independientes, no cuente con un cuerpo de seguridad y

defensa que vele por sus intereses continentales.

La Carta de la OEA es clara al enumerar -entre los artículos 19 y 27- que ningún

Estado tiene derecho a intervenir en los asuntos internos de otro, directa o indirectamente, ya

sea de manera política, económica o militar, con la finalidad de doblegar su voluntad



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soberana. Además, enfatiza la inviolabilidad territorial y condena el uso de la fuerza, salvo en

legítima defensa.

“Si estos fueren afectados, los Estados americanos en desarrollo de los principios de

la solidaridad continental o de la legítima defensa colectiva, aplicarán las medidas y

procedimientos establecidos en los tratados especiales, existentes en la materia”, condena el

artículo 29 de la Carta.

Sin embargo, a pesar de la urgente necesidad de controlar a grupos transnacionales

ligados a la industria de la droga, tráfico de personas, comercio ilegal, guerrillas y

delincuentes comunes amparados por élites de poder, los hechos han demostrado que la OEA

no cuenta ni con un cuerpo armado eficaz que suprima estos elementos, ni con apoyo político

dentro del continente para imponer sus resoluciones a los países miembros.

Brasil es Unasur

La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) fue presenta da en Perú en 2004,

como sucesora de la Comunidad de Naciones Sudamericanas (CNS), que ya había realizado –

bajo tal denominación- dos cumbres presidenciales: Brasil 2000 y Ecuador 2002.

Las declaraciones de Cusco, Brasilia y Cochabamba reafirman la idea de construir

una identidad común y desarrollar un espacio regional integrado en lo político, económico,

social, cultural, ambiental, energético e infraestructura, con miras al desarrollo sustentable de

la región, el bienestar social y la superación de la pobreza, exclusión y desigualdad social.

Según el Tratado Constitutivo, Unasur “se funda en los principios rectores de

irrestricto respeto a la soberanía, integridad e inviolabilidad territorial de los Estados;

autodeterminación de los pueblos; solidaridad; cooperación; paz; democracia; participación



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ciudadana y pluralismo; derechos humanos universales, indivisibles e interdependientes;

reducción de las asimetrías y armonía con la naturaleza para un desarrollo sostenible”.

Además, busca integrar logros de otras tentativas de integración regional como el

Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Comunidad Andina de Naciones (CAN), así como

las experiencias de Surinam, Guyana y Chile.

La Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) es un proyecto de integración ideado

por el Mandatario de Brasil con la finalidad de conformar una nueva entidad supranacional

que vele y coordine los intereses latinoamericanos, promoviendo el diálogo en favor de la

paz, sin la intervención de otros actores externos a nuestra realidad, reforzando y

reafirmando la influencia lulista en América Latina.

Estratégicamente, este conglomerado permitirá integrar y coordinar las acciones

tácticas en el Amé rica Latina más allá del círculo de influencia estadounidense –alejándonos

incluso de la presión de otro gigante latino, México- permitiendo cierta holgura al adoptar

una postura clara respecto a la actualidad mundial.

Clóvis Rossi, analista político y columnista del diario Folha de Sao Paulo, afirma que

“Brasil es el líder regional indiscutible. Chávez sólo le disputa el liderazgo de izquierda, y

ésta no es mucho, ya sea en las urnas o en los palacios de gobierno. Aunque todos los

presidentes de la Unasur se inclinan a la izquierda, excepto el colombiano Álvaro Uribe, sólo

tres de los 12 merecen el título por su accionar político administrativo (Chávez, Morales y el

ecuatoriano, Rafael Correa). El liderazgo de Lula, no obstante, no se ejerce en forma

confrontacional”.

Lo fundamental en todo proceso integrativo es tener claro que mientras unos ganan,

otros pierden. Por lo tanto, especialmente en un territorio latinoamericano marcado por las



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grandes diferencias entre los Estados y las formas de construir su entorno, recuperar las

confianzas mutuas es lo esencial.

Si bien es remarcable el hecho de conformar un grupo de países preocupados por el

futuro y la seguridad de la región, como es el caso de las naciones asociadas a la Unasur, se

trata aún –según plantea el profesor de Derecho Internacional de la Universidad Católica de

Chile, Hernán Salinas- de un “organismo ilegal al hacerse exigible un tratado que no se

encuentra en vigor” y que, por tanto, “plantea cuestionamientos jurídicos tanto en el plano del

ordenamiento constitucional como en el Derecho Internacional”, por lo que posee limitado

rango de acción eficaz.

Según Gonzalo Serrano, quien se desempeña en la Escuela Politécnica de Defensa de

la Universidad Nacional Andrés Bello, el mutismo que ha tenido Unasur frente, por ejemplo,

a los ataques del grupo revolucionario del Perú Sendero Luminoso, no hace más que

evidenciar “el carácter político que ha marcado desde su génesis a esta organización y las

pocas posibilidades que tiene, si sigue por esta línea, de constituirse en un referente

sudamericano en el largo plazo”.

La importancia de la Unasur para Brasil es la posibilidad de infundir a Latinoamérica

con su mensaje de desarrollo con un modelo socialista-empresarial. Brasil quiere ser un

ejemplo, un modelo a seguir; el hermano mayor que guía a los pequeños en el camino de la

vida. Pero no desea la responsabilidad de un padre, sino influir por medio de su certero

servicio exterior.

Sin embargo, la presidencia pro tempore del conglomerado nunca ha sido ocupada

por Brasil, ya que, si bien desea participar de los acuerdos latinoamericanos, no quiere

imbuirse en ellos; está en un punto intermedio que le permite jugar un rol de representación

de intereses de países en desarrollo y el progreso de la integración latinoamericana (Unasur y



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Mercosur) junto a mayor libertad de acción a nivel internacional con miras a su mayor trofeo:

un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Itamaraty ha delineado, entonces, su estrategia internacional basado en tres ejes

principales: relaciones con zonas económicas y geopolíticas importantes (América Latina,

Medio Oriente, África, India y China); lograr consenso para ocupar un sillón en el Consejo de

Seguridad de la Organización de Naciones Unidas; y ser la voz de los países emergentes en

pos de la paz, desarrollo y desarme mundial.

Sin embargo, la piedra de tope más importante para la viabilidad de la Unasur es su

historia política. “América Latina está constantemente envuelta en situaciones de

incertidumbre, de desestabilización, por puntos de vista económicos, sociales, culturales,

reivindicaciones éticas, problemas económicos, corrupción; entonces, tal vez una de las

mejores fórmulas de tratar de evitar y mantener los niveles de estabilidad es a través de la

cesión de soberanía, porque cualquier proceso de integración requiere algo que los Estados al

parecer no están dispuestos a hacer que es ceder soberanía”, afirma Abedrapo.

Agrega que “los vacíos de poder son una cuestión sine qua non en el ámbito

geopolítico. Ante el vacío de poder, lo obvio es ocuparlo. Si ese vacío lo deja Lula, lo tomará

Venezuela, porque tiene ganas, voluntad y cierta capacidad, también. Lo tratará de hacer.

Ello dependerá en gran medida de quién será el sustituto de Lula, porque ya se están

barajando nombres. Hoy, el único que necesita ser reelecto en América Latina es Lula,

porque es alguien que cree en las instituciones y es capaz de contener a Chávez”.



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Relación con Estados Unidos

Sin embargo, dos procesos traban los anhelos brasileños. Por una parte, la

incapacidad del país para aceptar mociones que no provengan de su círculo, incapacitando el

diálogo eficiente, cambiando el tono dialogante a impositivo sin tregua; y por otra, su

excesiva cercanía con Estados Unidos termina por desacelerar cualquier entendimiento con

aquellos países ligados a lo que Mario Vargas Llosa llama “socialistas carnívoros” y, como

consecuencia, entorpeciendo constantemente la integración latinoamericana.

“Se supone que hoy, en América Latina, todos los gobiernos son de centro-izquierda,

excepto el de Álvaro Uribe. Pero las diferencias entre izquierdas son abismantes. No hay

convergencia”, afirma el experto de Cesim.

Por otra parte, este cambio en la relación con el sur del continente podría afectar una

de los pocos temas coincidentes entre los países de la región: “En efecto, eso sí se logra

cuando hay debate, cuando hay multilateralismo. Cuando no nos quedamos con que aquí

huele a azufre o a no sé qué. En el fondo, esta es la política que comienza a funcionar. Pero el

hecho de que la relación nuevamente empiece a fluir con Estados Unidos le va a quitar el

acelerador a Unasur, porque su predecesora, la Comunidad de Naciones Sudamericanas

(CSN) surgió para terminar con la dependencia de EE.UU. Si le sacamos la presión que

significa la enemistad con Estados Unidos, vamos a ver que quizá Unasur no va a seguir con

la misma velocidad Unasur nace para crear un sistema de seguridad colectivo que velara por

los intereses de Sudamérica”, explica Abedrapo.



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Lo primero: Consejo de Defensa Sudamericano

Según Alberto Sepúlveda Almarza, director del Magíster de Relaciones

Internacionales de la Universidad de Viña del Mar y profesor de la Academia Diplomática de

Chile, “el nombre (Unasur) está mal puesto, porque antes de generar una unión como tal, es

necesario haber superado la alianza económica o zona de libre comercio con rebaja de

aranceles; la unión aduanera con aranceles comunes; mercado común con políticas

económicas complementarias; comunidad económica con movimientos laborales en base a

normas comunes a todos los socios; y, finalmente, llegar a una unión política con moneda,

banco y sistema político común. Unasur es un enredo de cosas, no es una unión. Lo

interesante es el Consejo de Seguridad como un sistema de intervención, adoctrinamiento y

alianza militar común; un ámbito de cooperación militar y coordinación de Fuerzas Armadas

de América Latina. Una suerte de OTAN".

Tras los atentados terroristas contra el World Trade Center de Nueva York y el

Pentágono en Washington, las políticas públicas ligadas a la seguridad y defensa se situaron

como tema central en la agenda de los organismos internacionales, como un modo de

coordinar, reestablecer el diálogo pacífico y recuperar las confianzas perdidas entre los

actores mundiales.

Más allá de ello, el detonante de la estrategia brasileña en defensa y seguridad a nivel

latinoamericano fue la crisis diplomática tripartita (Colombia-Ecuador-Venezuela) como

consecuencia de la incursión de militares colombianos en tierra ecuatoriana con la finalidad

de neutralizar el poder de acción de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de

Colombia (FARC) y liberar prisioneros.

El dilema fue el siguiente. Por una parte, el gobierno del Presidente Uribe, según

estipula la Carta de la OEA, no puede violar territorio de países vecinos, a pesar de estar



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avalado por Estados Unidos; por otra, la guerrilla subversiva, militarmente poderosa,

financiada por el negocio de las drogas y terrorista a ojos del mundo, no puede continuar

actuando en el subcontinente. A pesar de la condena total de todos los miembros de la

Organización de Estados Americanos a estos hechos, ésta nada pudo hacer. Los líderes

locales pudieron buscar en el orbe la solidaridad necesaria: el Presidente francés, Nicolás

Sarkozy, fue determinante.

Frente a este desolador panorama y a falta de un claro liderazgo regional con poder

real para combatir a grupos armados, el 4 de marzo de 2008, Lula Da Silva dio un paso

trascendental: la creación del Consejo de Defensa Sudamericano (CDS). Esta nueva entidad

fue aprobada exactamente un año después de la propuesta original para integrarse

oficialmente como un órgano de coordinación y aprendizaje militar mutuo entre los países

miembros de a Unasur.

El Ministro de Defensa chileno, José Goñi, manifestó que “se trata de una instancia

que nos ayudará a crear una identidad sudamericana en asuntos de defensa. Pero, también, a

consolidarnos como una zona de paz en un mundo cambiante e incierto”.

Sin embargo, cabe destacar que el CDS se enmarca en un plan de mayor alcance

ideado por Brasil para enfrentar las amenazas que se prevé enfrentará el continente como

consecuencia de una serie de fenómenos que afectarán al mundo en el siglo XXI.

La Estrategia Nacional de Defensa de Brasil, lanzada en diciembre de 2008 por el

gobierno de Lula, afirma que la conducción de América Latina no sólo debe hacerse

mediante el diálogo político, sino que es necesario una fuerza armada que responda a las

“amenazas en un mundo de intimidación sobre la buena fe”.



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“Efectivamente, el pilar fundamental de Unasur es seguridad y defensa como primer

paso; si bien el tratado dice otra cosa, la voluntad política apuesta primero a la seguridad y

defensa. La confianza mutua es la base antes de avanzar en las demás”, explica Abedrapo.

Estrategia de Defensa de Brasil y su vinculación con Unasur

Brasil ha formulado su neoliderazgo en dos columnas vitales, defensa y desarrollo,

gracias a su renovada capacidad militar, económica y política como factores de credibilidad y

poderío estabilizador a nivel regional y mundial.

La idea de revivir la belle époque militar brasileña, de la que gozó durante el régimen

militar desde marzo de 1964 hasta la década de los ochenta -cuando los militares inician el

proceso de tránsito hacia la democracia-, es un sueño que Brasil no ha dejado en el olvido.

Dotado de “poder blando” o la capacidad de influir sutilmente sobre otros Estados,

organismos, oenegés y personalidades internacionales mediante acciones distintas a la

presión militar o económica para inclinar la balanza a su favor, Brasil intenta poner bajo su

alero a una Latinoamérica debilitada por la falta de consenso, con serias probabilidades de ser

agredida en el marco de las futuras crisis alimentarias y medioambientales del siglo XXI.

La Unasur es un escenario de diálogo político. A su lado, el Consejo de Defensa

Sudamericano es el brazo fuerte, que ni la Organización de Naciones Unidas ni la

Organización de Estados Americanos poseen, razón por la cual deben someterse llanamente a

los designios de las potencias mundiales.

Una América Latina unida no sólo es una necesidad en las relaciones internacionales

del siglo que comienza, sino una obligación para proteger los intereses propios y únicos del

subcontinente americano.

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