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Transindividualidad y comunalidad

Andrea Torrano (UNC/CONICET)


Anselmo Torres (UNC)

En esta breve presentación queremos considerar la noción de transindividualidad


presente en la teoría de la individuación del filósofo francés Gilbert Simondon e intentar
relacionarla con la de comunalidad que proponen Antonio Negri y Michael Hardt. Para
ello confrontaremos la idea de interindividualidad con la de transindividualidad, las
cuales pueden entenderse como correspondiendo a dos modelos diferentes de realidad
social.

***

Simondon desarrolla el proceso de individuación, un proceso de ontogénesis,


que se propone explicar cómo los individuos llegan a ser tales. La novedad del
pensamiento de este autor es la idea de que el individuo no es un punto de partida, sino
más bien un punto de llegada. El individuo llega a ser tal en relación a lo que es común
a todos. Esto significa que los individuos se individualizan a través de un proceso que es
precedido por una realidad pre-individual, que persiste en cada componente
individuado. El proceso consta de cuatro fases sucesivas (física, vital, psíquica y
colectiva). La transindividualidad es la última fase de la individuación (la colectiva), en
la cual el individuo se expande y aumenta su potencia. Según Simondon lo
transindividual reúne las distintas fases del proceso de individuación, esto es, articula lo
pre-individual con lo individuado. “Existe coexistencia de dos fases del ser”1. La
realidad preindividual transportada por los individuos, pero no expresada en ellos, en
tanto realidades individuadas, se presenta en lo transindividual. “Lo transindividual (…)
atraviesa al individuo; no está en relación topológica con él”2. Lo transindividual no es
lo que está idealmente en cada individuo (como una forma o una sustancia) o lo que
serviría para clasificarlo desde el exterior sino lo que está entre los individuos, a raíz de
sus múltiples interacciones. Por lo cual, lo transindividual no es un conjunto de
requisitos que ligan al individuo con otros individuos, sino lo que hace referencia a la
relación entre individuos, sin que pertenezca a ninguno de ellos en particular.

1
Simondon, G., La individuación a la luz de las nociones de forma y de información, Ediciones La Cebra
y Editorial Cactus, Buenos Aires, 2009, p. 453.
2
Ibíd.
2

En contraposición con la transindividualidad, señala Simondon que “la


interindividualidad es un intercambio entre realidades individuadas que permanecen en
su mismo nivel de individuación y que buscan en los otros individuos una imagen de su
propia existencia”3. Es decir que lo interindividual va de individuo a individuo, no
genera nuevas individuaciones ya que no hace intervenir la emoción. Por el contrario, la
emoción participa activamente en lo transindividual al permitir una desindividuación
que consiste en la suspensión provisoria de la individualidad para participar de una
individuación más amplia, colectiva.
En este sentido, entendemos a la transindividualidad como una base necesaria para
concebir la comunalidad. La comunalidad es un concepto que proponen Negri y Hardt
para aludir a la vida en común. De este modo, se distancian de las nociones
tradicionales de comunidad que remitirían a una entidad preconstituida sea como unidad
moral o como nación. Al respecto Negri y Hardt señalan lo siguiente:

La producción basada en la cooperación y la comunicación permite entender con


total claridad cómo lo común es al mismo tiempo supuesto previo y resultado: no
hay cooperación sin una comunalidad existente, y el resultado de la producción en
común es la creación de una nueva comunalidad. De manera similar, tampoco
puede tener lugar la comunicación sin una base común, y el resultado de la
comunicación es una nueva expresión de lo común. La producción de la multitud
lanza lo común a una espiral de círculos virtuosos cada vez más amplios. Esta
producción creciente de lo común no niega en modo alguno la singularidad de las
subjetividades que constituyen la multitud4.

Es en lo común como producido donde adquieren relevancia los conceptos de


comunicación y de cooperación. La comunicación y la cooperación actúan como
agentes productivos de nuevos elementos comunes. Pero “lo común” también son las
potencialidades o capacidades del conjunto de los singulares, es decir, actúa como
“sostén” de las actividades comunicativas y cooperativas. Ahora bien, “lo común” no
debe confundirse con lo público estatal. La diferencia fundamental es que en lo común
la producción social es gestionada por los sujetos, que en común de ella se apropian de
ella y la reproducen políticamente, mientras que en “lo público” la producción social es
gestionada por el Estado5. Esto nos lleva a la observación de Negri y Hardt, y también
de Virno, sobre la disolución de la dicotomía entre lo público y lo privado en las
sociedades posmodernas. Ambas nociones se ven afectadas por los “nuevos procesos”:

3
Simondon, G., Ibíd., p.
4
Hardt, M. y A. Negri, Multitud, op. cit., p. 397. (Las cursivas son nuestras)
5
Cf. Negri, A., “Para un nuevo Welfare” en Movimientos en el Imperio, op. cit., p. 184.
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lo público se ha visto atacado por privatizaciones y lo privado por políticas de


seguridad. De allí que los autores proponen el cambio de las nociones de público y
privado, que implica el patrimonio del Estado y la reafirmación de la regulación por el
Mercado, por común y singular, que son términos más apropiados para comprender el
funcionamiento de las sociedades posmodernas y la emergencia de nuevas
subjetividades.
La multitud en tanto conjunto de singularidades diversas debe distinguirse para
estos autores del Pueblo -que sintetiza las diferencias sociales en una identidad-, de la
masa -que se basa en la indiferenciación- y de la clase obrera -que excluye a todo aquel
que no es trabajador-, esto se debe a que para Negri y Hardt la multitud es plural y
múltiple, incluye y reconoce las singularidades diversas. Sobre esta “ontología
constitutiva”, que conserva las diferencias y los antagonismos, “pues, no simplifica,
sino que perfecciona la complejidad que constituye los sujetos; y esta complejidad,
construyéndose, construye antagonismo”6, se erige “lo común que les permite
comunicarse y actuar juntas”7. Sólo a partir del reconocimiento de la diferencia, que es
inmanente a la multitud, es posible construir una vida en común.
De allí que consideramos que la transindividualidad es una noción adecuada para
comprender la multitud y concebir una comunalidad. Lo característico de la
transindividualidad es la referencia a la relación entre los singulares y no a un conjunto
de requisitos que ligarían a un individuo con otro, como se concibe lo “interindividual”.
La crítica a la noción de interindividual es que tiene como punto de partida los
individuos y luego establece la relación entre ellos, por el contrario, el concepto de
transindividualidad muestra la relación, la trama entre los singulares. “Lo
transindividual no localiza a los individuos: los hace coincidir; hace comunicar a los
individuos a través de las significaciones”8. En términos de Simondon, tanto lo social
como lo interindividual (realidades presentes también en organizaciones de individuos
no humanos) no requieren de una nueva individuación. Esto sí sucede en la
transindividualidad, que, como dijimos, es la fase de la individuación colectiva.
Este, por demás abreviado, marco conceptual, consideramos que podría ser útil
para pensar el estado de situación actual y la posibilidad de pensar en una vida en
común, si incorporamos la distinción que Virno señala entre “lo vigente” (lo

6
Negri, A., Fin de siglo, Ediciones Paidós, Barcelona, 1992, p. 127.
7
Hardt, M. y A. Negri, Multitud, op. cit., p. 17.
8
Simondon, G., Op. cit., p. 450. (La cursiva es nuestra).
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socialmente aceptado) y “lo verdadero”. De este modo pensamos al Estado (lo vigente)
como una relación interindividual, y la comunalidad (lo verdadero) como una relación
transindividual. Es en este espacio, el que se sitúa entre lo vigente y lo verdadero, donde
se establecen las luchas políticas. El desafío del pensamiento y de la praxis política
consiste entonces en convertir lo verdadero en vigente, en hacer “real” lo verdadero. En
este sentido, toda acción política debe considerarse a través del criterio de si nos acerca
o nos aleja de lo verdadero.
La posibilidad de articular en el tiempo lo vigente y lo verdadero, consideramos
que es particularmente necesaria en los complejos procesos políticos que se viven en la
realidad latinoamericana.

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