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¿Lo han insultado alguna vez? ¿Cuál es el insulto que más recuerda? ¿Qué le
dijeron? ¿El insulto apelaba a algo físico o a su carácter? ¿Tenía razón el
agresor en algo? ¿Había allí otras personas en el momento? ¿Cómo se sintió
usted? ¿Qué hizo? Pues le tengo muy buenas noticias: usted no es el primero,
ni el último, ni la persona más importante que han insultado en este mundo.
Uno entiende que se le llame loco a alguien que diga que es Dios,
especialmente si las convicciones teológicas no lo permiten. Pero ¿por qué lo
tildan de “samaritano”? En la región de Samaria vivían personas de distintas
etnias y que no necesariamente tenían las mismas creencias, pues en Samaria
en el siglo primero había también judíos, entre otros grupos. Así las cosas,
“samaritano” se puede entender en tres sentidos: geográfico, étnico y
religioso. ¿Con cuál de los tres insultan a Jesús? La pregunta no es inoficiosa
porque si no sabemos cuál de los tres es, tampoco sabemos en qué consiste el
insulto y si no sabemos eso tampoco entendemos la Escritura.
Continuará. . .
©Milton Acosta
Se puede suponer que las etapas de la relación de este grupo de judíos con
Jesús es más o menos así: (1) escuchan los rumores de lo que Jesús dice y
hace; (2) van a ver para cerciorarse; (3) le hacen preguntas para entender
mejor o para ponerle trampas; (4) entienden, pero como no pueden aceptar lo
que oyen, discuten; (5) cuando no les quedan más argumentos recurren al
insulto y al abuso; (6) lo amenazan de muerte porque ven a Jesús como una
amenaza de proporciones religiosas y políticas peligrosas; (7) se confabulan
con el poder de turno para acabarlo.
El mérito de los que insultan a Jesús llega apenas hasta la cuarta etapa. Son
personas fieles a unas tradiciones teológicas sólidas y serias,[2] que han
considerado las implicaciones de la persona y mensaje de Jesús, y, aunque lo
que resulta es un insulto, se trata de conclusiones teológica pensadas. Es decir,
este insulto no es malo del todo. No hablan por hablar; no repiten como loros
rumores que andan por ahí; no son perezosos mentales.
No podemos terminar sin decir algo de la última etapa: los intereses políticos y
religiosos que cuidaba la élite: “Si lo dejamos seguir así [dijeron los jefes de los
sacerdotes y los fariseos], todos van a creer en él, y vendrán los romanos y
acabarán con nuestro lugar sagrado, e incluso con nuestra nación” (Jn 11:48).
Es decir, para ellos no es solamente lo teológico y las tradiciones las que están
en juego, sino su propia existencia como nación. Otra vez, y aunque no
estemos de acuerdo con sus métodos, estas son razones de peso para ellos.
Claro tampoco vamos a decir que hay que matar a aquel con el que no
estamos de acuerdo, como hicieron estos líderes religiosos y como hacen
muchos trogloditas en el mundo. En eso sí son un mal ejemplo. Pero fíjese que
esto ya no obedece a razones teológicas, sino a cuestiones políticas. En
conclusión, rechazar a Jesús sin haber reflexionado seriamente y sin saber por
qué es también un insulto para Jesús.
©Milton Acosta
[3]No todo el que insulta es “malo”, pues “al NT han llegado muchos
como ladrones y se han quedado para ser peregrinos.” N. T. Wright,
The New Testament and the people of God, Christian origins and the
question of God v.1 (London: SPCK, 1992), 3–4.
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