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Tonatiuh Eduardo

Los Juegos de Gambito


Escenario

La sala de una casa adornada para una fiesta infantil: globos, serpentinas, adornos,

flores, muchos colores, un pastel.

Personajes

MAGDA, niña en silla de ruedas

GAMBITO, payaso

SARITA, amiga

CHAVITA, amigo

PIQUI, amiga

VENGI, amigo

MAMÁ, madre de Magda

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Acto I

1. Discusión con la madre porque M no quiere la fiesta

(Entran MAGDA y la MAMÁ a la casa que está a oscuras.)

MAGDA.—¿Sí, mami? ¿Me llevas mañana? Llévame de nuevo a los juegos. ¿Sí?

Sabes que me gusta ver jugar a los niños.

MAMÁ.—Ya veremos; pero dime qué escondes, que escribías que no me quieres

enseñar.

MAGDA.—Nada, mami. Ya te dije. De veras; nada.

MAMÁ.—No debes ocultarle nada a tu madre, hija. Yo soy como tu mejor amiga,

y debes tenerme confianza. Dime, anda, ¿acaso guardas un secreto?

MAGDA.—No, mami, pero si me llevas mañana te enseño la hoja y te lo digo de

memoria porque me lo aprendí. Anda di que sí. ¿Sí, mami?

MAMÁ.—¿De memoria? Si no te aprendes ni los rezos de memoria. Pero está

bien; te llevaré. Antes cierra los ojos.

MAGDA.—¡Si no veo nada! Mejor prende la luz que me da miedo.

MAMÁ.— ¿Ya cerraste los ojos, hija?

MAGDA.—Me asustas, mami. ¡Prende la luz!

MAMÁ.—Cuando cuente hasta tres los abres. ¿Entendido?

MAGDA.—Pero no me vayas a dejar sola. No me gusta la oscuridad.

MAMÁ.—Uno, dos y…, tres. ¡Tan, tan!

(La MAMÁ prende las luces. MAGDA tiene casi cubierto el rostro con sus

cabellos. Está en su silla de ruedas.)

MAGDA.—¡Mami! ¡Qué bonito! ¡Pensé que se te había olvidado a ti también!

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¿Por qué no me dijiste nada? ¿Cuándo colgaste todos los adornitos sin que me diera

cuenta? ¡Que pastel tan bonito, y las velitas! ¿Lo hiciste tú sola? Yo te hubiera ayudado.

¿Por qué no me dijiste nada? Me estaba poniendo triste; sólo tú te acuerdas de mi

cumpleaños, mami. Mas, hoy parecía que a ti también se te había olvidado. ¡Me estabas

engañando, mala! Ja, ja, ja, ja.

MAMÁ.—Era una sorpresa, ¿te gusta?

MAGDA.— Sí, mami. (La abraza.) Está muy bonito el pastel, y con lo que me

gustan las fresas: ¡Nos va a durar para toda una semana!

MAMÁ.—Eso es lo que tú piensas, pero te tengo una segunda sorpresa.

MAGDA.—¿Segunda sorpresa?

MAMÁ.—Sí. También te va a gustar, hija. Y no es la última.

MAGDA.—¿Cuántas sorpresas me vas a regalar este día? Pero déjame adivinar

qué es, déjame, déjame. ¡Ya sé! Una muñeca como la que le compraron a Sarita. ¡De esas

que hablan solitas! ¿Sí?, ¿sí?

MAMÁ.— No.

MAGDA.—El juego de té que te dije en la tele con todas las tasitas. ¡Y vamos a

jugar a la comidita! ¿Sí, mami?

MAMÁ.— No.

MAGDA.—¡Ya sé! La casita para la muñeca que me trajo mi tío el año pasado.

MAMÁ.—No. Fría, fría.

MAGDA.—Bueno, no sé. Dime, mami. Dime, dime.

MAMÁ.—¿De verdad no adivinas?

MAGDA. —No, dime.

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MAMÁ.—¡Invité a tus amiguitos a la fiesta!

MAGDA.—¿Qué? ¿Amiguitos? ¿Fiesta?

MAMÁ.—¡A todos!

MAGDA.—No. No los invitaste, ¿verdad? Ya sabes que no tengo amigos.

MAMÁ.—Van a venir y no tardan en llegar, preciosa. ¿No te da gusto, hija?

MAGDA.—¡No! ¡No quiero que nadie venga! ¡Que se vayan! ¡Que no me vean!

MAMÁ.—Pero que dices, Magda. Son tus amiguitos.

MAGDA.—No, mamá. Siempre se ríen de mí. Me hacen cosas feas, no juegan

conmigo. Hablan de mí, y se burlan. Todavía no termina la fiesta y ya se quieren ir.

Además, nunca me felicitan y ni siquiera me regalan nada. ¿Por qué los invitaste? ¡Por

eso no me gustan mis fiestas! (Gimoteando.) ¡Mamá! ¿Por qué los invitaste? Nosotras

nos divertimos bien solas. ¡Ay, mamá! ¡No! ¡No quiero que vengan!

MAMÁ.—No, hija. Ellos te quieren, y no tardan en llegar. No llores. Pórtate bien.

Sé niña buena. Mira que esta vez se van a portar mejor.

MAGDA.—¡No, no los quiero! Además, nos quedaremos esperando como otras

veces. ¡Mejor no quiero nada! ¡Me voy a mi cuarto!

MAMÁ.—No, Magda. ¡Hija, espera!

(Sale MAGDA, suena el timbre y la MAMÁ va a abrir la puerta.)

2. Llegan los invitados

MAMÁ.—¡Ya voy! Un momento, por favor. (Abre la puerta.)

SARITA.—(Entra.) ¿Llegué temprano?

MAMÁ.—No, Sarita, pasa. Mira ahí viene Vengi.

VENGI.—(Entra.) Hola.

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MAMÁ.—Pasa, Vengi. Siéntense. (Entra Piqui.) Piqui, que bueno que viniste. Me

dijo tu mamá que estaba enferma, ¿cómo sigue?

PIQUI.—Bien. (Muestra un regalo.) Aquí le traigo esto a Magda.

MAMÁ.—Gracias, Piqui. Entra. Pasen, siéntense niños. Ahorita viene Magda.

SARITA.—(A PIQUI.) Vaya, siquiera hay más gente que el otro año.

MAMÁ.—(Entra CHAVITA.) Chavita, mira que ya iba a cerrar la puerta. Pásale,

hijo. Creo que ya son todos. Niños, ahorita viene Magda. Se está terminando de arreglar.

Pueden jugar con los muñecos que están ahí. Ahora regreso voy a la cocina. No me tardo.

SARITA.—Dígale a Magda que se apure, que todos la queremos ver.

(Sale la MAMÁ. VENGI va a ver el pastel.)

PIQUI.—(A SARITA.) Me gusta tu muñeca. Mi mamá me iba a regalar una como

esa pero costaba muy cara.

SARITA.—Claro. Esta muñeca es muy cara. Me la trajo mi papá de lejos, pero ya

no me gusta tanto. Le voy a decir que me compre una nueva.

PIQUI.—¿Me la prestas?

SARITA.—Claro que no. En mi casa me tienen prohibido que preste mis juguetes

a niñas como tú porque luego no me las devuelven. Así que no. ¿Por qué no agarras uno

de esos muñecos feos de Magda? Estoy segura que te van a encantar.

(PIQUI agarra un muñeco feo y se sienta en el suelo a jugar.)

VENGI.—(A CHAVITA.) ¿Y tú que traes ahí?

CHAVITA.—Es el regalo de Magda.

VENGI.—¿Sabes qué es?

CHAVITA.—No sé porque mi mamá lo compró. Y no me quiso decir qué era.

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VENGI.—Yo sí sé que es. Son unos colores. Si quieres los abrimos para que los

veas.

CHAVITA.—¡No! Es de Magda.

VENGI.—Como quieras, pero son unos colores. (Le arrebata el regalo a

CHAVITA y corre.) Ja, ja, ja, ja. Te voy a demostrar que son unos colores.

CHAVITA.—(Tras VENGI.) ¡Dámelo, Vengi! Dámelo. (Tropieza con PIQUI.)

PIQUI.—¡Ay! ¡Fíjate, niño! ¡Me lastimaste!

VENGI.—(A SARITA arremedándole.) Me tienen prohibido que preste mis

juguetes. (Le quita la muñeca.)

SARITA.—(Tras Vengi.) ¡Dámela! ¿Por qué me la quitas? ¡No es tuya! Dame la

muñeca o le digo a la mamá de Magda.

VENGI.—(Arremedando.) Dámela o le digo a la mamá de Magda.

CHAVITA.—(A VENGI.) No abras el regalo, no es tuyo.

VENGI.—(Amenazando con soltar las cosas al pastel.) Si se acercan más la

muñeca o los colores se van a caer. Sí, como no: le digo a la mamá de Magda. Tu muñeca

se parece a Magda en lo fea. ¡Ah, mi pastel! ¡Que bonito pastelito! Me caigo, no me

caigo. Me caigo, no me caigo. Me caigo, no me caigo. (Se le cae la muñeca en el pastel.)

PIQUI.—¡Ándale! Le voy a decir a la mamá de Magda para que te regañe.

CHAVITA.—(A SARITA.) Yo la rescato.

VENGI.—(A CHAVITA.) Vete o vamos a destapar los colores.

CHAVITA.—(Luchando con VENGI por sacar la muñeca.) ¡Dale su muñeca! Te

va a acusar con su mamá. Dásela, Vengi.

(Los dos tiran el pastel en la lucha.)

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3. Se muestra Sarita

(Aparece MAGDA con más cabellos sobre la cara. VENGI y CHAVITA cubren

el pastel caído.)

MAGDA.—Hola. Que bueno que vinieron.

SARITA.—(A MAGDA) Sí. Me gustó mucho que me invitaras a tu fiesta porque

siempre nos divertimos bastante. ¿Pero sabes lo que más me gusta de tus fiestas?: el

pastel que hace tu mamá. ¿Hace unos pasteles muy ricos, verdad?

MAGDA.—Sí. A mi también me gustan. El que hizo esta vez es mi favorito, de

fresas.

SARITA.—Así lo creo. Ha de ser uno de los más sabrosos. Y lo hizo

especialmente para ti. Se ha de haber llevado mucho tiempo preparándolo. En mi casa mi

mamá no cocina porque siempre nos hacen la comida. Y cuando es mi cumpleaños, mi

papá compra el pastel más grande de la tienda. Pero ninguno se parece como a los que

hace tu mamá: son exquisitos.

MAMÁ.—(Rumbo a la puerta.) Ahorita vengo, niños. Magda, pórtate bien, voy a

traerte otra sorpresa.

MAGDA.—¿Otra sorpresa?

MAMÁ.—Sí, voy a la esquina. No me tardo. Por favor, pórtense bien, todos.

PIQUI.—Señora, Vengi y Chavita se pelearon y tiraron…

VENGI.—Nosotros, este, queremos saber que regalo traerá.

PIQUI.—No señora, lo que pasa es que…

CHAVITA.—(A la MAMÁ.) Sí, ¿qué regalo es?

MAMÁ.—Es un payaso, niños. Así que jueguen un rato. Yo regreso en seguida

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porque el payaso ya se retrazó. (Sale la MAMÁ.)

SARITA.—Un payaso, Magda. Parece que tus fiestas mejoran con el tiempo: un

payaso y un rico pastel de fresas para todos. Lástima que el pastel ya no se pueda probar.

MAGDA.—(A SARITA). ¿No lo has visto? Está en la mesa. Si quieres te regalo

para que lleves un pedazo a tu casa.

CHAVITA.—Cállate, Sarita. ¡No le digas nada!

SARITA.—Lo siento, enano. Pero ella lo tiene que saber. Al fin, ya no pueden

hacer nada y ustedes tienen toda la culpa. Haber que van a hacer cuando regrese su mamá

y lo sepa todo.

VENGI.—Si le dices rompo tu muñeca. (Jala de los brazos a la muñeca.)

SARITA.—No me importa. Me pueden comprar otra. Al cabo que esa ya no me

gusta. Si quieres te la regalo.

PIQUI.—(A SARITA.) Sí, dile para que se enoje y le diga a su mamá.

MAGDA.—¿De qué hablan? ¿Qué pasa?

SARITA.—Lo que pasa es que estos dos tiraron tu pastel al piso. (Empuja a

VENGI y a CHAVITA para descubrir el pastel.) Que lástima, con tanto que lo quería

probar. Ha de haber estado muy rico.

MAGDA.—(Acongojada.) ¡Mi pastel! ¿Por qué lo tiraron? ¿Por qué son así?

Siempre me hacen cosas feas. Mi mamá me va a regañar. Va a pensar que yo fui. ¿Por

qué lo tiraron?

SARITA.—No te preocupes. Yo te ayudaré a recogerlo. (Se acerca al pastel y se

embarra los dedos de merengue.) Y le vamos a decir a tú mamá para que los regañe. Pero

ya que lo tiraron vamos a aprovecharlo; dicen que la mascarilla de merengue es buena

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para que se quite lo fea. (Le embarra la cara a MAGDA con merengue.)

MAGDA.—(Rechazando a SARITA.) ¡No!, ¿Qué haces? (Llora.) ¡Por favor,

quítate! ¡No me hagas esto! ¡No me gusta! ¡Sarita! ¡Por favor, no!

(Todos ríen.)

4. Se muestra Chavita

CHAVITA.—(A SARITA.) ¡Ya déjala! Ella no quiere. Déjala. Déjala. (La jala

del brazo.)

SARITA.—¡Ah!, otro feo. A ti también te falta ser más bello, feo. (Le unta

merengue.)

CHAVITA.—¡No…, Sarita! No, quítate. ¡No quiero!

VENGI.—(Agarrando merengue le dice a CHAVITA.) La defiende. La defiende.

Ya se supo: la defiende. Son novios, son novios. Los novios se quieren. Los novios se

quieren.

CHAVITA.—(A VENGI.) Yo no estoy jugando contigo. ¡Cálmate… No estoy

jugando contigo! ¡No somos novios! ¿Qué vas a hacer? (Corre.)

VENGI.—(Corretea a CHAVITA y unta merengue a todos.) Vamos a pintar al

novio. ¡Son novios. Se quieren! No, mejor vamos a abrir el regalo de los novios.

PIQUI.—(A VENGI). ¡Déjalo! No te está haciendo nada. Le voy a decir a tu

mamá, Vengi.

CHAVITA.—¡No lo abras!, no es tuyo.

VENGI.—Entonces vamos a pintar al novio. (Lo alcanza y lo embarra.)

CHAVITA.—¡Ya! Ya no quiero. (Llora.) Vete. Ya no quiero. Vengi. ¡Cálmate...

Cálmate!

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VENGI.-Ah, el novio quiere más. ¿Cuánto, Chavita? ¿Más? Ah, ya entendí: más.

O quiere que destapemos el regalo de los novios.

MAGDA.—(A CHAVITA.) Deja que lo abra, a mi no me importa.

CHAVITA.—(A VENGI.) Está bien, ábrelo.

VENGI.—(A los demás.) Yo no quería pero él me dijo. Todos escucharon.

PIQUI.—Dijo eso porque lo estabas ensuciando.

VENGI.—¡Silencio! (Destapando el regalo.) A ver, a ver. ¿Qué le regaló el

novio? Ya vez; yo tenía razón: son unos colores. ¿Adivina para qué vamos a querer unos

colores?..., ¡para pintar al novio!

CHAVITA.—(Llorando en una esquina.) ¡No! ¡Ya no quiero! ¡No me vayas a

pintar!

VENGI.—¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Sí!

5. Se muestra Piqui

PIQUI.—(A MAGDA.) No te preocupes. Ya no los invites a tu fiesta. Y cuando

venga tu mamá los vamos a acusar porque ellos tiraron tu pastel y porque te pusieron

merengue en la cara. Le vamos a contar todo. Fueron ellos.

MAGDA.—(Sollozando.) ¿Quién tiró el pastel?, ¡por qué lo tiraron! Mi mamá me

va a regañar. Yo por eso no quería una fiesta. No quería invitarlos. Mi mamá hizo el

pastel para mí y ustedes lo tiraron. ¡Siempre me hacen cosas feas! ¡Siempre!

SARITA.—(A MAGDA.) ¿Sí?, pues si no te vas a aguantar a la otra no me

invites, llorona. Al cabo que yo tengo muchas fiestas a donde ir con gente… (La mira

despreciativa.) Normal.

PIQUI.—(A MAGDA.) No le hagas caso. Lo que pasa es que te tiene envidia

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porque a ella nunca le hacen fiesta de cumpleaños. Ya no llores. Mira lo que te traje. Te

va a gustar (Le da su regalo.)

CHAVITA.—(A MAGDA.) Yo no lo quería tirar. Lo que pasó es que Vengi dejó

caer la muñeca en el pastel y yo la quería sacar. Pero el me empujó y la muñeca se cayó.

No le digas a tu mamá. Yo no quería.

PIQUI.—(A CHAVITA). Pero tú con Vengi lo tiraron y por eso se calló. Y ahora

ya no hay pastel. Además la embarraron de merengue. Los vamos a acusar a todos.

CHAVITA.—Sí, pero yo no quería. Vengi me empujó. Tú viste: él me empujó.

VENGI.—¡No es cierto! Él lo tiró solo. Yo no fui. Él me empujó a mí. (A

CHAVITA.) Tú me empujaste. Dilo. Díselo.

CHAVITA.—(A MAGDA.) Yo no fui, de veras. Yo no quería. Él me empujó.

PIQUI.—No importa si fuiste tú o Vengi: ya se cayó.

MAGDA.—(Abriendo el regalo.) ¡Qué bonita muñeca! Y habla. Miren lo que me

regaló Piqui. Es como la tuya, Sarita. Ahora sí podemos jugar a las muñequitas. (Dándole

un abrazo a PIQUI.) Gracias.

VENGI.—Nadie quiere jugar a eso. Esta fiesta está aburrida. No hay ni dulces, ni

pastel, ni nada. Y ese payaso no viene. Siempre me aburro en estas fiestas. ¿Por qué las

hacen si son tan aburridas?

SARITA.—Esa muñeca no es como la mía. La mía me la regaló mi papá y es la

verdadera. La tuya la venden en todas partes y no cuesta nada. (A PIQUI.) ¿De dónde te

la robaste?

PIQUI.—¡Cálmate! No me robé nada. Y sí es como la tuya porque mi mamá la

compró y le costó cara.

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6. Se muestra Vengi

VENGI.—(A MAGDA.) Quiero ver esa muñeca. Enséñamela.

MAGDA.—Mira. ¿Te gusta?

VENGI.—A mi no me gustan las muñecas. Pero suéltala que no me la voy a

comer. Ya comí mucho pastel, qué no viste.

MAGDA.—Pero me la devuelves porque me gusta mucho y no quiero que se

ensucie. La voy a guardar para siempre. Gracias, Piqui. (Le da la muñeca a VENGI.)

PIQUI.—¡No se la prestes!

VENGI.—(Remedándole a Piqui.) No se la prestes.

PIQUI.—(A VENGI.) Dásela. Si no te gustan las muñecas por qué se la pides. ¿O

es que en realidad si te gustan? Hum, al niño le gustan las muñecas.

VENGI.—No me gustan y ya me la prestó. Miren que bonita. ¿Tienes hambre

muñequita? Escuchen, ¿tienes hambre muñequita? La muñeca tiene hambre.

MAGDA.—¡No! Dámela, Vengi. Ya la viste. Entrégamela.

SARITA.—(A VENGI.) Dale de comer. Se ve que tiene mucha hambre.

MAGDA.—(Enojada.) ¡Dámela ya! ¿No te la presto! Por favor, dámela.

VENGI.—Sí. Pero primero le vamos a dar de comer porque tiene mucha hambre.

(Agarra merengue y amenaza con alimentar a la muñeca.) Anda, come muñequita. Miren

va a comer la muñeca. Esta gorda no le dio de comer. (Mira a PIQUI con burla.) Se lo ha

de haber comido todo ella y a la muñeca no le dio nada.

MAGDA.—¡No! ¡Dámela! ¡No la ensucies! ¡Dámela, Vengi! No le hagas nada.

¡Dámela… Dámela!

PIQUI.—¡Dásela! ¿Por qué no se la das? No es tuya. Oyes, dásela.

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VENGI.—(A MAGDA.) Ya no llores. Te la voy a dar. ¿La quieres? Toma.

(Simula que se la entrega.) Ah, no la quieres. Toma. Ya, aquí está. ¿No la quieres?, pero

no la agarras. Ya sé: te la doy pero con una condición.

MAGDA.—¡No! Es mía. Dámela.

VENGI.—Te la doy pero con una condición o si no comerá mucho y se ensuciará

todo el vestido. No te cuesta nada. Es fácil. ¿Sí?

SARITA.—(A MAGDA.) Hazle caso. Sino va a ensuciarla. Ya lo conoces.

PIQUI.—¡No! Que se la dé. No es de él. Si no se la das le voy a decir a su mamá

que la estás haciendo llorar. (Lo persigue.) Dásela.

VENGI.—(A PIQUI.) Si me sigues la embarro. Además se puede romper. (Estira

la muñeca de los brazos.) Es fácil lo que tiene que hacer. Dile que lo haga. (PIQUI se

detiene.) Estamos muy aburridos.

MAGDA.—(Triste.) ¡Sí! Sí lo voy a hacer, pero no le hagas nada. Y primero

dámela. ¿Sí? ¿Qué quieres?

VENGI.—Es bien fácil, hasta la muñequita podría. Mira, sólo tienes que ir por la

muñeca donde yo la ponga. (Breve silencio.) Pero sin silla.

(Todos callan y regresan a ver a VENGI.)

PIQUI.—¡Tonto! Sabes que no puede. ¿Por qué dices tonterías? Pero cuando

regrese su mamá le voy a decir todo.

CHAVITA.—(Aproximándose.) Dale la muñeca.

VENGI.—Ustedes se sientan allá o la rompo. (Amenaza y todos obedecen.) Y

vean. Además no es difícil. Es nada más poquito. Aquí la voy a dejar a un lado. Nada más

tienes que bajarte por ella, Magda. (La deja en el suelo y agarra la silla por atrás.)

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MAGDA.—No, Vengi. Mejor no. Dámela. No seas malo, ¿sí?

VENGI.—Ah…, quieres que coma pastel y que se le rompan los brazos, ¿verdad?

MAGDA.—(Rogando.) No, Vengi. No seas malo, dámela. Si me la das no le voy

a decir nada a mi mamá. Si quieres le digo que yo tiré el pastel para que me regañen a mi.

¿Sí?, ¿me la das? ¿Anda?

VENGI.—A ver, le vamos a dar un poco de comida. (Le unta merengue a la

muñeca.)

MAGDA.—(Llorando) ¡No! Ya no la ensucies. Está bien. Está bien. La voy a

agarrar. (VENGI pone la muñeca y regresa a agarrar la silla.) Pero, por favor, ya no la

ensucies. Me la acaban de regalar, y me gusta tanto.

PIQUI.—No lo hagas. Ahorita viene tu mamá.

MAGDA.—(Intenta agarrar la muñeca.) No te preocupes. No me va a pasar nada.

Otras veces ya me he bajado solita sin que mi mamá se de cuenta. (Grita. Se cae. Todos

se asustan.)

7. La anfitriona los corre

PIQUI.—¡Magda, Magda! ¿Estás bien?

SARITA.—¿Te duele algo?

CHAVITA.—(A VENGI.) ¡Ya vez lo que hiciste! Es tu culpa. Tú la tumbaste.

PIQUI.—¡Magda, responde… Dime algo! Ah, estás bien. (MAGDA se sienta.)

No tarda tu mamá. ¿Quieres que la vaya a buscar?

MAGDA.—(Sollozando y enojada.) ¡Yo por eso no quería esta fiesta! ¡Váyanse!

¡No quiero tener amigos! ¡Váyanse todos! ¡No me escuchan, váyanse! ¡Lárguense de

aquí!

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SARITA.—No te enojes. ¿Te duele algo?

MAGDA.—¡No me toques! ¡Déjame! ¡Vete! ¡Todos!

(Todos salen menos MAGDA que está sentada en el piso sollozando.)

MAGDA.—¿Por qué no soy como todos? Nadie me quiere. Nadie. Siempre me

hacen cosas feas mis amigos. Yo trato de ser buena, pero ellos parece que me odian.

Siempre es lo mismo. Ojalá fuera como ellos para que no me hicieran nada. Yo no pedí

estar así. ¿Por qué, por qué? ¿Qué te hice, Diosito? ¿Por que me hiciste así? Cúrame. Por

favor, cúrame. Si me curas te prometo que me voy a portar bien. Le voy a hacer caso a mi

mami en todo lo que quiera. Voy a ser buena hija. Voy a ir a la iglesia cada domingo, y

me voy a aprender todos los rezos, todos los que tú quieras. Voy a ser una niña aplicada

en la escuela, y en las competencias de deporte les voy a ganar a todos, te lo prometo.

Pero por favor, cúrame. ¡Quiero caminar, correr como mis amigos, como todos los niños

de la escuela! ¿Por qué yo tengo que estar en esta silla? ¿Por qué, Diosito? ¿Acaso no te

gusto?, pero en la iglesia dicen que todos nos parecemos a ti. Y tu no estas sentado como

yo en una silla como esta. ¡Si supieras cuanto la odio! ¡Odio a todos! ¡Nadie me quiere!

¡Ojalá que nunca hubiera nacido! (Llora.)

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Acto II

8. Gambito no cree que él es el payaso

(Entra la MAMÁ preocupada seguida de todos los niños y GAMBITO.)

MAMÁ.—¡Magda!, ¡Magda! ¿Hija estás bien? ¡Responde!

MAGDA.—(Todavía en el piso.) Mami, que bueno que viniste. Me caí de la silla.

MAMÁ.—(Sentándola de nuevo.) ¡Ay!, hija. ¿Pero cómo te caíste? ¡Te dije que

tuvieras cuidado, Magdalena! Nunca te caes. ¡Dime qué pasó! Mira como estás de la

cara. ¿Por qué corriste a tus amiguitos? ¿Y qué pasó con este pastel? ¡Mira qué reguero!

Por Dios, hija. Ya no eres pequeña. Debes saber cuidarte sola: no siempre voy a estar

contigo. ¿Me entiendes?

PIQUI.—Señora, ella no tiene la culpa. Lo que pasa es que…

MAGDA.—(Mirando a VENGI.) Yo tengo toda la culpa, mami. Pero no me

regañes. No te enojes. Te juro que ya no lo vuelvo a hacer. Ya me voy a portar bien.

(Abraza a su MAMÁ.)

MAMÁ.—Está bien, Magda. ¿Estás segura que no te duele nada?

MAGDA.—Nada. Si ni me dolió. Estoy bien, mami.

MAMÁ.—Bueno, está bien. Pero adivina lo que traje. Cierra los ojos. (Le hace

señas a GAMBITO que se acerque.)

MAGDA.—¿Ya, mami?

MAMÁ.—Ya.

GAMBITO.—(Reverencia.) Gambito: ¡el payaso de todos los chiquitos!

Siéntense todos, niñitos. Y vean como Gambito también es mago. (Hace aparecer una flor

y se la pone a MAGDA en la oreja mientras le quita el cabello de la cara.) Pero qué le

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pasó a esta princesita. A ver, princesita: ¿le gustan los chocolates, su majestad?

MAGDA.—(Contenta.) ¡Sí! ¡Me encantan!

GAMBITO.—¡Fanfarrias! (Con la mano imita una corneta.) Tú-tutú, tú-tutú, tú-

tutú. Chocolate para la princesita. (Aparece un chocolate y se lo da a MAGDA.)

¡Atención! Todos, atención. Gambito hará otra aparición mágica: ¡la toalla de las

sonrisas! Todo aquel que se seque con esta toalla convertirá sus dolores en sonrisas.

¿Quién quiere secarse con esta toalla, niños?

(Todos se quedan serios en sus asientos. Sólo MAGDA levanta la mano. La

MAMÁ recoge el pastel caído.)

GAMBITO.—¡Ajá!, la princesita quiere sonrisas. (Se concentra.) Toalla de las

sonrisas. Toalla de las sonrisas… Aparece aquí deprisa. (Aparece una toallita.) ¡Ta, ta,

tan! (Con la toalla limpia el merengue de la cara de MAGDA que comienza a reír.)

¿Quién es el siguiente voluntario, niños? ¿Quién dice, yo? No, no se aglomeren. No me

hagan bulla. Todos, por favor, hagan una fila. ¿Nadie quiere ser el siguiente? Que niños

tan tristes. ¿Serán acaso niños traviesos?

(Los niños siguen serios, asustados.)

9. Nadie quiere jugar

MAMÁ.—Que payaso tan ocurrente. Ahora vuelvo. Voy por gelatinas. (Sale.)

GAMBITO.—(A la mamá.) Adiós. (A Chavita.) ¿Pero qué tenemos aquí? Su

majestad nunca me dijo nada. ¡Un apuesto pajecito! ¿Querrá secarse con la toalla el

pajecito?

(CHAVITA dice no con la cabeza.)

GAMBITO.—Con que con esas tenemos. No quiere toalla, pero… ¿Querrá

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sorpresa el pajecito? (Baila como indio.) ¿Sorpresa o toalla, toalla o sorpresa, sorpresa o

toalla, toalla o sorpresa?

CHAVITA.—Sorpresa.

GAMBITO.—¡Fanfarrias! (Con la mano imita una corneta.) Tú-tutú, tú-tutú, tú-

tutú. ¡Sorpresa! El pajecito quiere sorpresa, niños. Aquí tiene su sorpresa el pajecito.

(Hace aparecer un globo. CHAVITA ríe.) Con que vamos a ver, ¿quien es el siguiente

participante? ¡Oh, por Dios! (Frente a PIQUI se inca con una pierna en el suelo.) ¡La

duquesa de las flores! (PIQUI sube y abraza sus rodillas de miedo.) Duquesa, por favor.

Prefiere usted la mano izquierda o la derecha. En una hay una sorpresa; y en la otra, la

toalla de la sonrisas.

(PIQUI señala una.)

GAMBITO.—¡Fanfarrias! (Con la mano imita una corneta.) Tú-tutú, tú-tutú, tú-

tutú. La duquesa de las flores quiere una sorpresa. (Imita locomotora.) Tu-tu, chucu-

chucu-chucu-chucu-chucu, tu-tu, chucu-chucu-chucu-chucu-chucu, tu-tu. La sorpresa

viene en camino. La sorpresa viene en camino. (Saca de una bolsa confeti y baña a

PIQUI).

(MAGDA se carcajea y los otros comienzan a reír. GAMBITO rocía a los demás.

Da vueltas por la sala imitando una locomotora y echando confeti. Se detiene de golpe

con la boca abierta.)

GAMBITO.—(Frente a SARITA.) ¡Por todos los cielos, la tierra y los océanos!

¡Por todos los Dioses del olimpo! Oh, atenienses, hermanos míos, por qué sois tan

ingratos. ¿Por qué nadie mandó rápido mensajero en cóncava nave para avisarme que

Afrodita, Diosa de las cosas bellas, estaba entre nosotros? (A los pies de SARITA.) Tú

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que siempre hablas con sabiduría, Afrodita, decidme si prefieres la toalla de la sonrisas o

la sorpresa oculta de mi mano.

SARITA.—La toalla.

GAMBITO.—¡Fanfarrias! (Con la mano imita una corneta.) Tú-tutú, tú-tutú, tú-

tutú. La Diosa quiere la toalla. ¡Si la Diosa quiere la toalla, la toalla tendrá! (Le pasa la

toalla por la cara a SARITA que se carcajea al igual que todos.) Hasta luego, Diosa,

dadme tus bendiciones para que Zeus no se encolerice conmigo.

(GAMBITO da varias vueltas por la sala imitando que va en un corcel. Va

echando serpentinas. Relincha frente a VENGI.)

GAMBITO.—(Frente a VENGI.) ¡Ajá! ¡Oh, corcel! Detened tu trote noble

Rocinante. Ya veo que reconocéis a tu amo. ¡Oh gran señor!, caballero de la Mancha.

Incansable hidalgo protector de débiles, defensor de viudas, socorredor de entuertos

acompañadme en sin igual aventura a tierras desconocidas plagadas de gigantes

peligrosos y leones asesinos. Montad presto y valeroso. Apretad el cincho y ajustad el

yelmo. Pero antes decidme para que lo asista en su valerosa causa: ¿Querrá, oh gran

señor de la bella Dulcinea, las sonrisas de la toalla o la sorpresa oculta de mi mano?

VENGI.—Sorpresa.

GAMBITO.—¡Fanfarrias! (Con la mano imita una corneta.) Tú-tutú, tú-tutú, tú-

tutú. ¡El Quijote quiere una sorpresa! (Se hecha a VENGI a la espalda y trota como

caballo por la sala. Lo vuelve a dejar en su asiento y le regala varias espanta suegras.)

(Todos ríen.)

10. Juega Sarita

GAMBITO.—Gambito, el payaso de todos los chiquitos, anuncia. (Imitando a un

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solemne heraldo.) En un reino muy lejano de altos bosques y aguas cristalinas, el

banquete de fin de año se celebra. Y nosotros estamos en búsqueda del príncipe o la

princesa que quiera ser la invitada o invitado de honor a nuestro banquete. ¿Alguien de

ustedes niños quiere ser ese honorable invitado? (Los niños no dicen nada.) Estamos

impacientes por recibirlo. Tendrá a su disposición todo lo que quiera y desee: regalos y

juguetes.

SARITA.—(Alzando la mano.) ¡Yo! Yo quiero todos los jugue…, quiero ser la

invitada de honor.

GAMBITO.—¡Fanfarrias! ¡Por todos los Dioses del olimpo! ¡La Diosa de las

cosas bellas, Afrodita! Por favor, mi Diosa, tome asiento en su trono de diamantes.

(GAMBITO hace reverencia y la sienta en un lugar a parte.)

SARITA.—Payaso, ¡quiero todos los juguetes del mundo!

GAMBITO.—Si, si, si, su alteza. Inmediatamente, su alteza. (A los niños.) Reyes

y Reinas de todos los rincones de la tierra, su alteza, la Diosa Afrodita, desea los más

finos y valiosos regalos que le puedan obsequiar. Ella espera impaciente en el trono de

diamantes. No se demoren buenos hombres y mujeres que el tiempo apremia y la navidad

se acerca. Si la duquesa no tiene sus regalos antes de las doce morirá de pena. ¡Uno!

¡Niños, sus obsequios! Y le dicen por qué se los regalan para que la Diosa sea generosa.

(Aparece otro chocolate y se lo da a SARITA.) Mi regalo, mi Diosa. Se lo regalo porque

es mi nueva amiguita. Dos. (Breve pausa.) Tres.

PIQUI.—¿Pero qué le podemos regalar, Gambito? Si yo no traje nada.

GAMBITO.—¡Los más finos y valiosos regalos que puedan conseguir! Por favor,

mi Duquesa. ¡El tiempo se termina! Cuatro. ¡Niños, los más valiosos regalos que tengan!

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Cinco.

PIQUI.—(A SARITA quitándose un anillo del dedo.) Tenga, usted.

SARITA.—(Agarra el obsequio. Se ríe.) ¡Sí! Es mío. ¿No te gustaba tanto tu

anillo de la suerte, Piqui? Pues ahora lo tengo.

GAMBITO.—Seis.

PIQUI.—Sí, pero te lo regalo. Es lo que más me gusta. Pero te lo regalo porque te

quiero y eres mi amiga.

(SARITA se sorprende.)

GAMBITO.—Siete.

CHAVITA.—(A SARITA sacando algo del bolsillo.) Ten.

SARITA.—¡Tu colección de estampas favoritas! ¿Me las regalas? ¿A mi?

CHAVITA.—Son tuyas… Porque siempre las has querido. Y porque a ti te gustan

más. Y porque eres mi amiga.

GAMBITO.—Ocho.

VENGI.—(A Sarita con una liga en la mano.) Aquí tienes. Mi liga la que pega

más fuerte.

SARITA.—(Tomándola.) Pero si siempre me andas pegando con ella. ¡Nunca la

regalarías! Nadie te la ha podido quitar. ¿Estás seguro que me la das?

GAMBITO.—Nueve.

VENGI.—Es tuya porque eres mi amiga y no tengo otra cosa que darte.

GAMBITO.—Diez. (Breve pausa. Todos regresan a ver a MAGDA.) Once.

MAGDA.—(Hasta SARITA quitando un osito de su silla.) Ten. Este es mi regalo.

Mi osito que siempre me acompaña y me cuida de las cosas feas. A ti también te hace

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falta para que nadie te haga algo que no quieras. Te lo regalo porque eres mi amiga. Y

para que te acuerdes que siempre quiero que vengas a mis fiestas.

GAMBITO.—Doce. (Con voz de heraldo.) La Diosa Afrodita se ha salvado y ha

sido complacida. ¡Fanfarrias! (Con la mano imita una corneta.) Tú-tutú, tú-tutú, tú-tutú.

(GAMBITO esparce confeti por todos lados y sobre los niños.)

11. Juega Chavita

(Entra la MAMÁ con varias gelatinas y dulces.)

MAMÁ.—¿Se están divirtiendo, niños?

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡Sí!

MAMÁ.—(Deja las gelatinas.) ¿Les están gustando los juegos de Gambito?

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡Sí!

MAMÁ.—Bueno. Tengo otro pastel que ya pronto estará. Diviértanse. (Sale.)

GAMBITO.—¡Silencio, niños! ¡Mis antenitas están detectando la presencia del

enemigo! ¡Silencio, por favor! Un mensaje secreto. (Se concentra y emite sonidos de

telégrafo.) ¡Ah! ¡Imposible! ¡Santos clones perversos, Batman! ¡Increíble!

MAGDA.—¿Qué pasa, Gambito?

GAMBITO.—Necesitamos la ayuda de un héroe. ¡El lado oscuro ha encerrado a

la bella niña de los ojos encantados en el planeta oscuro! Toda la galaxia está en peligro.

¡Si no encontramos a alguien, todos moriremos!

PIQUI.—Yo quiero salvarla. ¿Qué tengo que hacer, Gambito?

GAMBITO.—¡Esperen! Hay más noticias. ¡Pamplinas!, el héroe está aquí, en esta

fiesta. Está disfrazado de niño pero en realidad es un guerrero invencible. No se

preocupen: los dedos del oráculo secreto lo descubrirán. (Pasa la mano por cada cabeza

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haciendo sonidos de telégrafo. Se detiene en la de CHAVITA.) ¡Tú! A ti te necesita la

República, ¡y pronto!

CHAVITA.—(Agarrado a su asiento.) Yo no.

GAMBITO.—¡Sí, y pronto! (Agarra a CHAVITA y lo sienta en un lugar aparte.)

Tenemos a nuestro héroe. Aplaudan, niños. ¡Silencio! ¡Vienen las fuerzas oscuras! (Les

reparte las gelatinas.)

CHAVITA.—(Parándose.) Yo no quiero. Ya me voy. Tengo miedo.

SARITA.—No tengas miedo. No te va a pasar nada. Todos estamos aquí.

GAMBITO.—Además, los valientes héroes luchan con toda clase de monstruos.

¡Ellos no sienten miedo! Tú eres nuestro héroe. El oráculo te ha señalado y el oráculo no

miente. (A los niños.) Vamos a regalarle la estrella del coraje a nuestro pajecito valiente.

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡Estrella, estrella, estrella,

estrella, estrella!

VENGI.—¿Pero cuál estrella?

GAMBITO.—¡Fanfarrias! (Con la mano imita una corneta.) Tú-tutú, tú-tutú, tú-

tutú. La estrella de la valentía está aquí, dentro de nosotros y siempre nos acompaña.

(Saca una cadena con una estrella. Se la pone en el corazón.) Toda mi valentía.

MAGDA.—(Recibiendo la estrella.) Toda mi valentía.

PIQUI.—(Recibiendo la estrella.) Toda mi valentía.

SARITA.—(Recibiendo la estrella.) Toda mi valentía.

VENGI.—(Recibiendo la estrella.) Toda mi valentía.

GAMBITO.—(Recibiendo la estrella.) ¡Ah, ah! ¡Me quemo… Me quemo! La

estrella está bien cargada de valentía. ¡Me quemo!

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CHAVITA.—(A GAMBITO.) No la quiero. ¡Me va a quemar! ¡No!

GAMBITO.—(Poniéndole la estrella a CHAVITA.) ¡Sí! Ahora eres el héroe más

valiente. Podrías luchar con leones, fieras gigantescas, monstruos marinos y salir

victorioso. Sálvanos, ¡oh valiente pajecito!, de esta oscura amenaza. ¡Comer la gelatina!

Comer que los clones se acercan. ¡Come pajecito! Si te la acabas antes de que lleguen al

último color del arco iris estamos salvados. Pero si llegan al violeta moriremos.

GAMBITO.—Rojo.

(CHAVITA comienza a comer.)

VENGI.—No se la va a terminar. Tiene miedo.

GAMBITO.—Anaranjado. Sí terminará. Ahora es valiente. Amarillo.

SARITA.—Tú puedes, Chavita. ¡Come rápido!

GAMBITO.—Verde.

PIQUI.—Sí, Chavita. Ahora eres valiente. ¡Come! ¡Apúrate!

GAMBITO.—¡Se acercan, se acercan! Azul.

TODOS.—(Animan a CHAVITA.) ¡Chavita el valiente, Chavita el valiente,

Chavita el valiente!

GAMBITO.—Añil.

TODOS.—¡Chavita el valiente, Chavita el valiente, Chavita el valiente!

(CHAVITA termina.)

GAMBITO.—¡Y… Violeta! (Asustado y escondiéndose.) ¡Estamos perdidos,

amigos! ¡Nos atacan! ¡Salven sus vidas!

PIQUI.—(A GAMBITO.) ¡No! ¡Chavita terminó primero!

GAMBITO.—(Recuperando la entereza.) ¿Ah, si? Lo sospeché desde un

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principio. ¡Arriba el pajecito! ¡El valiente pajecito! ¡Nos salvó a todos! ¡Nuestro querido

pajecito valiente!

CHAVITA.—(Contento.) ¡Sí! Yo los salvé. Yo fui. ¡Salvé a la bella niña de los

ojos encantados! ¡Sí pude!

(Todos aplauden y celebran.)

12. Juega Piqui

GAMBITO.—Ahora, chicos, ante ustedes presentaré mi último invento. Porque

han de saber que Gambito, el payaso de todos los chiquitos, es también inventor. ¡Sí!

Inventor. ¿Creen que soy inventor?

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¿Sí!

GAMBITO.—Mi último invento sorprenderá a todos los niños de la tierra, desde

Finlandia hasta la Patagonia y desde Cuba hasta las Filipinas. ¿Quieren saber qué es?

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡Sí!

GAMBITO.—Muy bien. Pero antes quiero un voluntario que le gusten mucho los

dulces. ¿A quién le gustan mucho los dulces? Pero que le gusten mucho, mucho, mucho,

mucho. ¿Quién dice yo, mis queridos aprendices?

PIQUI.—(Brincando.) ¡Yo... Yo!, Gambito. A mi me gustan. Me gustan mucho.

GAMBITO.—(A PIQUI.) ¡Fanfarrias! (Con la mano imita una corneta.) Tú-tutú,

tú-tutú, tú-tutú. ¡Una voluntaria! Pásale por acá voluntaria. ¡Por todos los sapos

encantados, si es la Duquesa de las flores! Duquesa, a sus pies. Disculpe tanta majadería

de este pobre aprendiz de bufón suyo. Duquesa, por este lado por favor.

VENGI.—(A GAMBITO.) ¿Qué cosa va a hacer ella?

MAGDA.—¿Enséñanos el invento, Gambito?

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GAMBITO.—¡Ah, sí. Por supuesto: el invento! Niños y niñas, atención por favor.

El magnífico Gambito, el payaso de todos los chiquitos, presentará a ustedes su último

invento. ¡Niños, niñas, ante ustedes el nuevo extra-macro-ultra-mega-súper radiófono!

Este extra-macro-ultra-mega-súper radiófono es capaz de ir conmigo a cualquier parte

porque lo adapté a mi cuerpo. ¡Oh, sí! ¡Está justo aquí!

VENGI.—¿Dónde? No lo veo.

GAMBITO.—Aquí, en mi nariz.

SARITA.—¿En tu nariz?

GAMBITO.—Sí. Para activar el nuevo extra-macro-ultra-mega-súper radiófono

sólo se hace esto. (GAMBITO apachurra su nariz y se escucha una melodía de niños.)

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—(Sorprendidos.) ¡Oh!

GAMBITO.—Vamos a buscar la mejor música. (Retuerce la nariz y se escuchan

otras melodías. Selecciona una.) ¡Ésta, ésta es la que buscaba! ¿Les gusta mi nuevo extra-

macro-ultra-mega-súper radiófono, niños?

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡Sí!

GAMBITO.—Ahora el juego. Ñaca-ñaca. Duquesa de las flores, por favor. ¡Al

centro! Para ganar este juego sólo tienes que danzar como la más ávida bailarina de tu

reino. ¡Si ganas te llevarás completamente gratis el nuevo invento de Gambito: un nuevo

y sorprendente extra-macro-ultra-mega-súper radiófono! ¡Duquesa a mover las piernas!

PIQUI.—¡No! Yo no sé bailar. Y todos se reirán de mí. Yo no quiero. (Corre a su

asiento.) Baila tú, payaso.

GAMBITO.—(Apachurra su nariz y se apaga la música.) ¡Oh, oh! (Imitando un

robot trabado.) Problemas, problemas, problemas, problemas, problemas.

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MAGDA.—(A PIQUI.) No pasa nada. Nadie se va a reír. Y si se ríen, qué

importa. De mi se ríen a cada rato y no me interesa.

GAMBITO.—(Apachurra de nuevo la nariz y comienza a bailar.) ¡Sí, sí, sí, sí!

Todos bailaremos porque la música es el dulce favorito de los niños. ¡Bailen, niños!

(Todos bailan.) ¡Bailen, todos! Bailen que no hay Duquesa por rica o famosa que fuese

que no supiera bailar contenta.

PIQUI.—¡Se van a reír! No sé bailar. Estoy gordita.

GAMBITO.—Yo también estoy gordito. ¡Y gordito me gusta ser! ¿Y sabes por

qué?, porque me gusta comer sabroso y de todo. (Hace bailar a PIQUI.) Vente Duquesa.

Baila conmigo. Me gustan los tacos, las tostadas, las tortas, enchiladas de pollo y las

gorditas de chicharrón. Me gustan los sopes, chilaquiles, el mole, espagueti y bolitas de

turrón.

(Todos le hacen rueda a PIQUI y ella baila desinhibida.)

GAMBITO.—(Dándole una nariz de payaso a PIQUI.) ¡La Duquesita se ha

ganado el nuevo extra-macro-ultra-mega-súper radiófono! ¡Aplaudan, niños!

CHAVITA.—¡Súper!

13. Juega Vengi

GAMBITO.—(Apachurra su nariz.)¡Alto la música!

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¿Qué pasa con esa música?

GAMBITO.—El rey de Cucuruchá ordena que se ordene: ¡que todos los niños se

sienten y presten atención!

(Los niños se sientan.)

MAGDA.—¿Qué pasa, Gambito?

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GAMBITO.—¡Silencio en la sala! El abogado defensor tiene la palabra. (Hace

reverencias.) Su señoría, señores del jurado, señor fiscal. ¡Un niño está en peligro! Está

tristecito. Tenemos que rescatarlo. (Les reparte globos rojos a cada uno.) Su mamá está

enojada con su papá. ¡Y el papá se va de la casa! El coraje se ha metido en sus vidas. ¡El

niño se va a quedar solo! ¿Verdad que no queremos que se quede solo?

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡No!

SARITA.—(A GAMBITO.) ¿Qué tenemos que hacer para rescatarlo?

GAMBITO.—Tenemos que destruir el coraje. El coraje se esconde en estos

globos. ¡Tenemos que destruir estos globos del coraje!

MAGDA. —¿Estos son globos del coraje?

GAMBITO. —¡Sí! Del coraje de la mamá y el papá. Estos globos del coraje

hicieron que ellos se enojaran. Así que hay que destruirlos para que el coraje se termine.

Pero sólo un niño será quien termine con el coraje. Los demás protegerán sus globos

como la gente protege sus corajes.

VENGI. —¡Yo quiero terminar el coraje de mis papás!

GAMBITO.—¡Fanfarrias! (Con la mano imita una corneta.) Tú-tutú, tú-tutú, tú-

tutú. No esperaba menos de usted mi noble caballero andante. Montad vuestro corcel y

destruid ese coraje que habita en la gente de este pueblo. Ahora necesitamos algo más

poderoso que el coraje. ¿Alguien sabe qué es más poderoso que el coraje?

VENGI.—¡Pegarle al coraje!

GAMBITO. —¡No! Pegarle al coraje saca más coraje. Nunca hay que comer más

pastel si ya nos llenamos. No hay que ser pendencieros. La violencia no es una virtud

buena. Pero díganme, qué es más poderoso que el coraje.

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PIQUI.—¡La confianza!

GAMBITO.—La confianza es buena, pero no es suficiente. ¿Qué es más fuerte

que el coraje, conejitos?

SARITA.—Ser generosos: ¡compartir con los demás!

GAMBITO.—Compartir es bueno, pero no es suficiente. Decidme, buenos

mocillos que el papá y la mamá se enojan cada vez más. ¡Van a dejar al niños solo!

CHAVITA.—La felicidad.

GAMBITO.—¡Sí, sí, sí, sí! ¡La felicidad es más poderosa que el coraje! Por lo

que traigo conmigo la aguja de la felicidad. ¿Conocen, ustedes, la aguja de la felicidad?

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡No!

GAMBITO.—No importa porque es ésta. Todo aquel que se pinche con esta

aguja tendrá felicidad eterna. (Les muestra una aguja grande.) Pero todavía hay un

problema porque la aguja de la felicidad no ha comido. ¡Hay que alimentarla!

MAGDA.—¿Qué come? Yo no conozco la comida de las agujas.

GAMBITO.—¡Ah!, mi linda princesita. ¡Esta aguja es mágica! Me la regaló

Merlín, un hechicero muy poderoso. Como es de la felicidad come momentos felices. Así

que piensen en momentos muy felices y aprieten con las dos manos la aguja para que se

alimente con los recuerdos y sea fuerte. (GAMBITO aprieta la aguja con las dos manos

mientras piensa.) Ten, Magda: ¡cárgala!

MAGDA.—(Recibiéndola.) ¡Mis mejores recuerdos!

CHAVITA.—(Recibiéndola.) ¡Mis momentos felices!

PIQUI.—(Recibiéndola.) ¡Mis mejores momentos!

SARITA.—(Recibiéndola.) ¡Felicidad!

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VENGI.—(Recibiéndola.) ¡Lo mejor! Ten, Gambito. ¿Ya está cargada?

GAMBITO.—Seguro. (Analiza la punta de la aguja.) ¡Sí! Tiene mucha felicidad.

(Imita danza india y ulula como los indios.) Ahora, pronto caballero, romped todos los

globos del coraje.

(VENGI recibe la aguja y comienza a perseguir los globos. Los niños corren para

que no les revienten sus globos.)

VENGI.—(Revienta su globo.) ¡Ya rompí el primero! (Persigue a los demás.) ¡Ya

rompí otro!

GAMBITO.—Bolita, dime, bolita. ¡Sí!, ya siento menos coraje!

VENGI.—Ya rompí otro.

GAMBITO.—(Mira por una bola mágica imaginaria.) Niñas y niños, puedo ver a

través de mi bolita mágica que el papá y la mamá tienen menos coraje.

VENGI.—¡Ya exploté otro!

GAMBITO.—¡Sí, sí, sí, sí! La bolita no miente. Los papás se han tomado de la

mano. Parece que, ¡increíble!, ¡por todos los gigantes de la Mancha!

VENGI.—¡Acabé con otro!

GAMBITO.—Parece que…, que…, ¡se dan un beso!

(Los niños se ríen.)

VENGI.—¡Ya terminé con todos!

14. Juega Magda y todos la quieren

(Entra la MAMÁ con otro pastel que deja en la mesita.)

MAMÁ.—¿Se están riendo mucho, niños?

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡Sí!

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CHAVITA.—¡Esta fiesta está muy divertida!

GAMBITO.—¡Pastel! ¿Quién quiere pastel?

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡Yo!

GAMBITO.—(Imitando soldado.) ¡Atención, pelotón! Se me ha anunciado que

todos los infantes pasarán a degustar las exquisiteces del pastel de cumpleaños, pero

antes, por órdenes superiores de nuestro heroico colegio de las flores, rendiremos los

honores que nuestro tan querido pastel se ha merecido. ¡Atención, firmes, ya! (Los niños

se ponen en firmes y hacen una formación.) ¡Paso veloz, ya! (Comienzan a trotar tras

GAMBITO.) ¡Soldados, repitan después de mí! (Los niños repiten cada línea después de

él.)

Soy un tigre, soy un león,

y en la tierra un camaleón.

Todo el pastel me comeré.

Y ni los restos dejaré.

Ya ni por eso soy glotón,

sólo un poquito comelón.

GAMBITO.—¡Alto, ya! ¡Tomar asiento, ya! ¡Poner atención al cuento, ya!

VENGI.—¿Cuento?

SARITA.—¡Yo quiero cuento, yo quiero cuento!

PIQUI.—¡Yo, también! Cuéntanos uno, Gambito. ¡Cuéntanos uno!

GAMBITO.—¿De veras, de veras, de veras?

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MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡Sí!

MAMÁ.—Ya no griten. Sí les van a contar un cuento, niños.

GAMBITO.—Muy bien, cuento, pero primero los cascos poderosos de la

imaginación. Y como los niños ya vienen con cascos gratis desde que nacen, pues

pónganselos. ¿Listos? ¿Ya están concentrados?

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡Sí!

GAMBITO.—¡Muy bien! Pues prepárense porque… Esta era una vez, hace

mucho tiempo, en un lugar muy lejano, sobre una hermosa isla había un enorme

laberinto. Era tan grande el laberinto que nadie había podido salir una vez que entraba.

Tenía miles de caminos, veredas oscuras, paredes que parecían murallas. Nadie por

cuenta propia se atrevía a penetrar tan peligroso lugar. Cuando la oscuridad cubría la isla

del laberinto se escuchaban lamentaciones, grandes lamentaciones, tristes lamentaciones.

Todos sabían que ahí vivía un monstruo. (Imita toro embistiendo.) El monstruo se

llamaba Minotauro. ¿Quieren saber como era Minotauro? Pues bien. Él era un centauro.

Los centauros son mitad hombre y mitad toro. Lo que nadie sabía es que ese centauro no

era un monstruo: ¡se hizo monstruo! Cuando no vivía en el laberinto y todavía era un

niño, como era diferente a los demás pensaban que era malo. Nadie lo quiso: ni los

humanos, ni los toros. Así que el centauro se fue a vivir al laberinto. Entonces, en su

soledad comenzó a brotar coraje de su corazón y comenzó a odiar a la gente. Fue así

como ocurrió el hechizo y se hizo feo. Se hizo feo para la gente y se hizo feo para sí

mismo: él tampoco se quería. Cuando era niño y era bueno nunca nada malo le pasó

aunque la gente no le hablaba, aunque le tiraban piedras, aunque le decían groserías

porque así son algunos cuando ven a alguien diferente. Pero Minotauro nunca les hizo

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caso, ni se dio por ofendido. El sabía que era diferente y como era diferente podía hacer

cosas diferentes y divertidas. Pero su buen corazón se cubrió con la tristeza, después con

el coraje, y al final vino el odio. Entonces las cosas malas comenzaron a llegar a su vida.

Hasta que una vez un hermoso joven entró al laberinto con la intención de matar al

monstruo. Para no perderse amarró la punta del hilo de un ovillo en la entrada del

laberinto. Caminó y caminó, caminó mucho tiempo hasta que encontró al centauro y

entonces pelearon. Pelearon a muerte. Pelearon mucho tiempo. Y al final, cuando el

centauro estaba a punto de quitarle la vida al joven, que se llamaba Teseo, éste sacó una

daga y acabó con su oponente. Nadie lloró la muerte del centauro. Tampoco nadie supo

que el centauro ya había muerto hacía mucho tiempo. ¿Quieren saber quién

verdaderamente mató a este especial ser?

(Los niños afirman con la cabeza.)

GAMBITO.—¡Él mismo! ¡Él se mató sólo! Se murió desde que se encerró en su

laberinto porque no pudo soportar que la gente lo viera diferente. Y así terminó la vida de

Minotauro. Y así termina esta historia. ¡Ta, tan! ¿Pero saben un secreto? Una antigua

leyenda dice que si un niño le regala algo al Minotauro, él, allá lejos en el hades, va a

dejar de odiar un poquito cada vez y va a llegar el día en que quiera a la gente como

cuando era niño. ¿Quién quiere hacer algo por Minotauro?

(Breve silencio.)

GAMBITO.—Bueno, ¿les gustó la historia? A quien le haya gustado la historia le

vamos a regalar pastel. ¿A quién le gustó la historia?

MAGDA, SARITA, PIQUI, CHAVITA, VENGI.—¡A mi, a mi!

PIQUI.—¡A mi, Gambito! ¡A mi!

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MAMÁ.—Bueno, pero primero le cantamos las mañanitas a Magda y después nos

comemos el pastel. ¿Está bien?

MAGDA.—... yo quiero…

SARITA.—¿Qué no oíste? Después que te cantemos las mañanitas.

MAGDA.—(A GAMBITO.) Yo quiero decirle algo al Minotauro.

GAMBITO.— ¡Fanfarrias! (Con la mano imita una corneta.) Tú-tutú, tú-tutú, tú-

tutú. ¡Tenemos a una niña valiente! ¿Y qué le quieres ofrecer al centauro, valiente

princesita?

MAGDA.—Quiero dedicarle un poema para que se haga bueno y la gente lo

quiera. Uno que escribí yo misma.

GAMBITO.—¡Santos caracoles apachurrados, Batman! Si tenemos aquí a una

poeta. ¡Silencio, bellos atenienses! (Imita a un toro enojado.) Necesitamos abiertas las

puertas del hades porque la princesita va a hablar. Adelante, princesita, que el Minotauro

te escucha.

MAGDA.—Es para que se haga bueno aquel a quien nadie quiere. (Recita o

canta.)

Yo siempre quiero mis fiestas llenas de niños contentos.

Eso me hace muy feliz: yo no necesito cuentos.

Mi mundo está limitado y se me cierran las puertas.

No importa que diario luche; se me terminan las fuerzas.

Por eso quiero mis fiestas llenas de lindos colores

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Para que todos se acerquen y me traigan lindas flores.

Pero diferente soy y no existe a quien agrade.

Acérquense mis amigos no soy perro que les ladre.

Con ustedes jugando quisiera tocar la luna.

Pero no puedo brincar: yo no tengo gracia alguna.

Si para triunfar en el mundo se necesita valor.

El mío parece gigante sólo háganme un favor.

Quiéranme como una amiga. Ya no me tengan pavor.

Que en el mundo hay gente bella: todos de buen corazón.

Y mi Dios es justo y grande. Gobierna con gran tesón.

En el cielo viviremos. Todos juntos. No me tengan compasión.

Aunque ustedes no lo crean yo puedo hacer muchas cosas:

Cosas de la gente linda, cosas de la gente hermosa.

Acérquense mis amigos que sólo quiero jugar.

Me quieran o no me quieran, ¡yo los amo de verdad!

MAMÁ.—(Abraza a MAGDA.) ¡Ay, mi chiquita!, pero si todos te queremos,

hija.

GAMBITO.—¡Pamplinas!, ¿es que te han inspirado los Dioses, princesita?

(Todos abrazan a MAGDA que está contenta.)

PIQUI.—Todos te queremos, Magda.

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VENGI.—Perdóname. No me he portado bien. (A la MAMÁ.) Yo tiré el pastel

señora: fue mi culpa.

MAMÁ.—No te preocupes, hijo.

SARITA.—Tus fiestas son mis favoritas, Magda. ¡No olvides invitarme!

CHAVITA.—¡A mi también! Yo voy a ser tu amigo por siempre.

15. Happy birthday song

MAMÁ.—(Prendiendo las velitas.) Bueno, niños, acérquense. ¡Vamos a cantarle

las mañanitas a Magda!

GAMBITO.—¡No, mi linda señora! Nunca cometéis semejante crimen que las

hadas pueden enojarse con vos. Primero nuestra querida princesita pedirá un deseo para

que las hadas se lo cumplan.

(Breve silencio.)

MAGDA.—¡Ya sé! ¡Quiero tener muchos amigos y que mis amigos me quieran

como soy!

(Se apagan las luces y sólo se ve el resplandor de las velitas encendidas. Todos

empiezan a cantar las mañanitas.)

FIN

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